Don't forget {Draco Malfoy}

La inquietud de su hermana no dejaba a Harry leer su libro tranquilo. Se rascaba las manos, se mordía los labios y no paraba de mover sus pies. Ya harto de su inseguridad, cerró el libro con fuerza y le dedicó una mirada fulminante.

—¿Qué te sucede exactamente ahora, Samantha? —inquirió sin ganas. Su voz estaba apagada, tenía sueño, pero no podía dormir, así que pensó que leer le cansaría la vista y por fin cerraría los ojos.

—¿Eh? —Sam lo miró sin entender. Estaba tan concentrada en sus pensamientos que ni siquiera había escuchado lo que su hermano le había dicho. Harry se frotó la frente con frustración y Sam se dio cuenta de que lo estaba molestando —. Lo siento.

—Está bien —le dijo con despreocupación. Le indicó que se acercara a él con un gesto y ella hizo caso. Gateó hasta él en la cama, se recostó a su lado y apoyó su cabeza en el hombro de su hermano. Harry besó su frente —. ¿Qué te sucede?

—Ni siquiera yo lo sé. Siento que... que algo está por pasar —murmuró con miedo.

—¿Es bueno o malo? —preguntó más interesado que antes.

—No lo sé. Eso es lo que me asusta —apretó sus labios, sintiendo que ya había dicho demasiado.

—Hey —llamó su atención —. Vamos a estar bien, ¿sí? —le regaló una sonrisa.

Samantha le devolvió la sonrisa. —Si.

Golpearon la puerta y sin pedir permiso un hombre grande y corpulento, con un grueso y corto cuello y un largo bigote de morsa abre la puerta. Mira a los hermanos con desprecio y asco para obligarlos a dormirse, ya que mañana la tía Marge, hermana de Vernon, vendría a visitarlos. Al momento en que su tío Vernon se marchara, Samantha bufó.

—A veces me gustaría practicar un poco de magia con él —comentó Harry, lo que hizo a Sam reír.

La castaña caminó hasta su cama y trató de cerrar los ojos. —Ya duérmete, Potter —le ordenó, aún con una sonrisa.

—Buenas noches, Sam.

—Buenas noches, Harry.

Y la castaña apagó la luz.

Al día siguiente, tuvieron que levantarse temprano para limpiar la casa, cocinar y hasta acomodar la mesa para que Marge - o tía Marge, cómo debían llamarla los hermanos Potter - se sintiera lo más cómoda posible.

—Vayan a lavarse las manos —dijo Petunia cuándo el timbre sonó. Antes de subir las escaleras, Samantha le echó una mirada furtiva a la tía Marjorie. Para no ser gemelos, Marge y Vernon eran prácticamente iguales. Era una mujer grande con un grueso y corto cuello e incluso bigote.

Al volver la vista a los escalones, se dio cuenta de que Harry estaba en el suelo.

—¿Dudley?

—Dudley —afirmó. Sam le entregó su mano y lo ayudó a levantarse.

Después de almorzar, los Potter no podían soportarlo más. Marjorie comenzó a insultar a Lily y a James, diciendo que eran personas horribles al igual que sus hijos. Harry estuvo a punto de hacer algo malo cuándo Samantha tomó su brazo. Y lo tomó con fuerza.

—No —le advirtió —. Ya está llegando.

Harry la observó sin entender. —¿Qué está llegando? —Sam no respondió, sólo indicó con la mirada que le diera un vistazo a la tía Marge. Ésta comenzó a engordar y engordar. Se infló al igual que un globo y se elevó por los aires. Primer chocó contra el techo, pero después de varios segundos Marge comenzó a volar, literalmente. Se fue alto, tan alto que se perdió en el cielo.

Los gritos y los llantos de la familia Dursley hicieron que los oji-azules corrieran hacia su habitación. Harry cerró la puerta detrás de él y los dos comenzaron  a empacar lo más rápido que podían. Por último, tomaron sus varitas y corrieron hacia la salida. Haciendo caso omiso a lo que sus tíos dijeran.


Al escuchar los gritos de Ron y Hermione, peleando ya que, supuestamente Crookshanks había querido comer a Scabbers, Samantha sonrió.

—¡Harry! —gritó la menor. Los dos amigos que estaban en la puerta del comedor de la taberna El Caldero Chorreante, en Londres.

—¿Harry? —preguntaron Granger y Weasley al unísono.

—El mismo —avisó Harry en el barandal de las escaleras. Samantha corrió a abrazar a sus amigos y su hermano se les unió.

Los Weasley también se habían hospedado allí, así que todos se habían reunido. Cómo una familia. Antes de almorzar, el sr. Weasley se llevó a Harry a un lugar privado para hablar, aunque Samantha decidió no prestarle atención.


La estación de Londres tenía un olor familiar. El olor de siempre. El olor a casa.

—Pórtense bien este año —dijo Molly severamente y acto seguido les dio una calida sonrisa. Besó las mejillas de sus hijos y también las que no eran de sus hijos. Se notaba que la sra. Weasley era una persona apegada a la gente que a veces hasta llegaba a ser algo irritable.

Entraron a la cabina del tren y saludaron desde la ventana a los Weasley.

—¿Van a extrañar estar en casa? —preguntó Harry aún sonriéndole a Molly y Arthur.

—¿Extrañarla? Estamos yendo a casa, Harry.