Pulseras Rojas | Colectiva.

Prologo

La vida no debe ser perfecta siempre.  

Miraba las paredes y me sentía feliz. Puede ser raro, ¿un muchacho con cáncer, feliz de estar en el hospital? No es tan malo como parece. Los ocho pisos del lugar me hacen sentir un grande, o como la mayoría le diría, un millonario. Me siento contento de estar en este lugar y no en la sección de la morgue, a la cual, nunca entro. Observo las pulseras que tengo en el brazo y me aterroriza pensar en lo que pase, luego de todas esas quimioterapias. El asco de vomitar, los mareos, no poder controlar lo que pasa en mi estomago. Realmente, es horrible. Pero no iba a dejarme caer tan fácilmente, el cáncer no puede ganar esta batalla. No otra más.

Cuando camino sosteniendo ese bastón con líquidos, que yo hago llamar Lasie, me siento como un zombi. Alguien sin vida, que no tiene esperanza de vida, entonces camina hacia la luz. Odio a esas personas, completamente. 

Cuando estoy terminando de llegar al lugar donde nos dan pastillas, choco con una chica, la cual termina en el suelo con millones de pastillas. Me siento muy avergonzado, así que lo único que hago es apurar mi paso y llegar a mi habitación.
Cuando me acuesto, pienso en lo que sería formar un grupo. Si ya saben, esos los cuales está la chica, el guapo, el listo, el segundo líder y el imprescindible. No quería estar más solo, no quería que el hospital este en este estado de depresión, querían que sus enfermedades se transformen en una superación. Quería formar un grupo, el grupo… de las pulseras rojas.