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"El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
dios nick celoso dios seguilaa :)
raqel d' Jonas(NJJ<3
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
subeeeeee pleeeeeeeeeeaaaaaseeeeee :D
Florjudith96
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Siiiiiiiiiiiiiigggguuuuuuuuuuuuuuueeeeeeeeeelaaa :}
Flor
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
olaaaa niñas como estan??? espero q esten muy bien! :) chicas estuve leyendo sus comentarios y la mayoria escogieron la nove de mi adorable enemigo asi q esa sera la q subire!! espero contar con su apoyo como con esta nove!!! y bueno solo keria comunicarles esto! y las dejo con cap!! las kiero! :hug:
Aquella sorprendente revelación desató en el interior de ____ una furia tal que creyó que no podría controlarla. ¿Insinuaba que Routier era el hombre que había divulgado todos aquellos rumores horribles sobre Nicholas? Cielo santo, ¿por qué no se lo había dicho nadie? ¿Por qué no se lo había dicho él?
—A ver si lo he entendido... —habló ____ al fin con la voz trémula de rabia. —Yo no te conté que Galen era mi primo; como no estabas en Blessing Park, no te hablé de sus cartas, ni te dije que le había prestado dinero, mi dinero. Y de eso tú concluiste que éramos amantes y que habíamos decidido estafarte.
Nicholas guardó silencio; ella no esperaba una respuesta, quería su yugular.
—Y luego, después de dejarme para ir a ver a tu amante, te pusiste celoso porque me viste reír en compañía de Routier —chilló. De pronto, dio una fuerte palmada en la mesa con ambas manos y se levantó de golpe, la pesada silla de comedor de roble tapizado se cayó hacia atrás. —¡Cielo santo, qué imbécil he sido! ¡Y yo que pensaba que no me creías, que suponías que te había mentido sobre todo lo que te había dicho y todo lo que había sido a tu lado! ¡Qué boba! ¡Me acusabas de ponerte los cuernos porque estabas celoso! ¡Por Dios, Nicholas, si fuiste tú quien me pidió que bailara con otros hombres! —chilló ella. —Pero ¡nunca me dijiste quién era Routier! —____ dio media vuelta y se encaminó a la puerta.
El se levantó en seguida y la atrapó antes de que pudiese hacerlo.
—¡Suéltame! —gritó ella.
Nicholas la envolvió con los brazos, atrapándole los suyos junto a los costados. La sujetó con más fuerza cuando ella empezó a revolverse. Su cuerpo tierno estaba pegado al de él y lo inundó aquel aroma a lilas que le era tan familiar.
—Sé que estás enfadada...
—¿Cómo quieres que esté?
—Lo siento, cielo, me equivoqué al sospechar de ti. Sólo quiero recuperar lo que teníamos. Quiero amarte, ____. Y quiero que tú vuelvas a amarme a mí.
Ella no lo escuchaba; le miraba nerviosa el pecho al tiempo que los pensamientos le embotaban la cabeza.
—Y la próxima vez que me ría, Nicholas, ¿pensarás que te he traicionado? Y, cuando te enfrentes a la muerte, ¿me pedirás que le ponga tu nombre a mi hijo y te irás a la tumba preguntándote si es tuyo? —gritó ella.
Nicholas contuvo la respiración, de pronto consciente de que ella había malinterpretado sus palabras la mañana del duelo.
—Me refería a que, si volvías a casarte, ¡quería que el niño llevara mi nombre! ¡Cielos, ____, me habías mentido! ¡Lo habías defendido! —bramó él.
La joven contuvo un sollozo.
—¡Por Dios, te puedo amar con toda mi alma y aún tener suficiente para otros! ¡No es o todo o nada! Pero ¡tú eso no lo entiendes! Tú eliges entre tu amante y tu esposa, ¡o todo o nada!
—____...
Ella le dio un pisotón todo lo fuerte que pudo. Nicholas la soltó de inmediato y reculó, retorciéndose de dolor. ____ apretó los puños junto a los costados, con la respiración entrecortada por la rabia.
—¿Sabías que cada vez que dudas me partes el corazón en dos? —dijo ella con voz ronca y los ojos empañados de lágrimas sin derramar. Se golpeó furiosa el pecho con el puño. —No queda nada más que pedazos —afirmó con voz áspera. Él se acerco un paso. —¡No! —le gritó indignada. —¡No vuelvas a acercarte a mí! Eres un imbécil, Nicholas Jonas, y te odio —gritó amargamente, y salió corriendo de la habitación.
Pasmado, el marqués permaneció un rato de pie antes de volver a su sitio y a su oporto. La había perdido. Y ella tenía razón. Era un imbécil.
A las tres de la mañana, ____ todavía estaba sin desvestir. El alboroto de su corazón era casi más de lo que podía soportar. Se paseó por su cuarto furiosa, desolada por lo que él le había dicho y rabiosa por haber pasado tanto tiempo sintiéndose culpable, sintiendo pena por él, ¡creyendo que él era la víctima! Había tenido que resignarse a la realidad de que él no la creía y que la había apartado de sí de un plumazo, y eso había sido más de lo que pensaba que podía tolerar.
¿Y por qué demonios tenía que decirle de pronto que la amaba? ¿Por qué le decía entonces las palabras que ella tanto había deseado oír de sus labios?
Contempló la puerta que comunicaba sus cuartos y se preguntó si él estaría en el suyo, durmiendo tranquilamente mientras ella se atormentaba. Él le había hecho su pequeña confesión, y, de repente, aquella confesión, sus celos, se habían convertido en la cruz que ella debía llevar. La sola idea la enfurecía, y de pronto no pudo dejar pasar un momento sin echarle en cara el sinvergüenza despiadado que era. Quería hacerle daño, ver en sus ojos la pesadumbre. Ignorando el terrible dolor que le reventaba la cabeza, pasó al vestidor y empujó con fuerza la puerta del dormitorio de Nicholas.
La estancia se encontraba sumida en la oscuridad, salvo por la escasa luz de las ascuas de un fuego a punto de extinguirse. Lo suficiente para verlo sentado encima de la colcha de brocado de su cama, con una pierna estirada delante de sí y la otra sirviéndole de apoyo para el brazo. Se había quedado en camisa y pantalones, y se volvió bruscamente hacia ella cuando la oyó entrar decidida en el dormitorio. Una furia intensa brotó a la superficie de la conciencia de ____. Cruzó a toda prisa la estancia con la intención de causarle todo el daño que pudiese. A él no le costó atraparla. La envolvió con su cuerpo al tiempo que rodaba sobre ella, inmovilizándola bajo su peso antes de ser consciente siquiera de lo que había ocurrido. ____ estudió, muda, el rostro sombrío de Nicholas.
—Te amo, ____, lo juro por Dios. Me pasaré la vida compensándote.
A ella se le hizo un nudo en la garganta; los ojos grises del noble la atravesaron con una mirada que la debilitó. Le dolió darse cuenta de que una sola mirada de él aún le hacía flojear las piernas y anhelar sus caricias. Furibunda, empezó a darle fuertes patadas. Los potentes muslos de Nicholas la retuvieron y descansó su cuerpo sobre ella, sujetándole los brazos con una mano por encima de la cabeza. La tenía inmovilizada y, por mucho que se esforzara, no iba a lograr liberarse.
—Te amo —le susurró él de nuevo, acariciándole suavemente la mejilla con su aliento.
—¡Te odio! —le replicó ella con voz áspera.
—No te creo.
—¡Créeme! ¿Cómo has podido, Nicholas? ¿Cómo has podido? ¡Es tan injusto...! ¡Te quiero tanto que habría removido cielo y tierra por ti! ¿Por qué tenías que dudar de mí? —lloriqueó, cerrando los ojos para evitar que le estallase la cabeza.
—Espero que tu inmenso corazón pueda perdonarme, cariño. Esperaré lo que haga falta —le susurró.
Los labios de Nicholas estaban tan cerca de los suyos que casi podía sentirlos. El recuerdo de aquellos labios en los de ella hizo que se le alborotara el corazón. Cielo santo, no iría a sucumbir a él en aquel momento.
Pero él le rozó suavemente la frente con los labios y aquel gesto tierno le produjo un escalofrío. Cerró los ojos para evitar los sentimientos encontrados que él estaba provocándole. Por descabellado que pareciera, necesitaba que él la abrazase, que sanase sus heridas. Notó que Nicholas se inclinaba hasta que sus labios tocaron los de ella.
Se quedó paralizada.
La besó con ternura, moldeando despacio con sus labios los de ella. Paseó la lengua por su labio inferior, luego entró en su boca. Su propio cuerpo la traicionaba. El deseo la sacudió como las olas sacuden la orilla. La lengua de Nicholas se introdujo hasta el fondo de su boca, luego se retiró y volvió a entrar, deslizándose entre sus labios. Él le gimió en la boca, ella respondió instintivamente. Cuando Nicholas desplazó el peso de su cuerpo sobre ella y ____ notó que su virilidad inflamada le presionaba el abdomen, su corazón le pidió a gritos que parara.
Pero su corazón no era lo bastante fuerte. Nicholas le soltó las manos para poder pasear las suyas por el cuello de ella y por su pecho después. Su propias manos traidoras se colaron por debajo de la camisa de su esposo, acariciaron el vello suave de su pecho y se detuvieron en sus pezones, él la besó más apasionadamente. La ancló a su cuerpo con un brazo mientras le acariciaba el cuerpo con la mano. ____ comprobó desolada la intensidad del deseo físico puro y el anhelo emocional que él le provocaba. Se había sentido tan perdida durante las últimas semanas..., pero en sus brazos sabía dónde estaba, y, por imprudente que pareciera, lo necesitaba. Necesitaba que la abrazara, que la consolara, que le hiciera el amor.
Sin saber cómo, desapareció su vestido. Llevaba puesta una combinación de seda a través de la cual se le transparentaban los pezones, y Nicholas le envolvió uno con la boca, Ella se arqueó debajo de él, ansiando sus caricias, él deslizó la mano por el costado en busca del bajo de la combinación, y se coló por debajo de ella. ____ tomó aire, despacio y en silencio, mientras los dedos de Nicholas le acariciaban la rodilla, luego la cara interna del muslo. Cuando llegó a la conjunción de ambos muslos, le gimió suavemente al oído.
—____ —le susurró él, —te amo, mi vida.
Aquél fue el mayor afrodisíaco que podía haberle dado. Empezaron a caerle las lágrimas, mientras él la acariciaba seductor y le separaba las piernas para poder complacerla generosamente. Le besó las lágrimas, los labios, el cuello. Le lamió los pezones a través del tejido transparente de la combinación al tiempo que la acariciaba, la exploraba y la llevaba al borde del clímax. Y le susurró su amor una y otra vez.
____ cerró los ojos, las lágrimas no dejaban de brotar. Se percató de que él hacía una pausa para liberar su miembro rígido y, a pesar de lo dolida que estaba, sonrió cuando él entró despacio en ella, poco a poco. Nicholas siguió acariciándola con los dedos mientras se introducía despacio, pero con firmeza, en sus entrañas. Las manos de la joven, liberadas del resto de su cuerpo, revoloteaban por el de él, palpando sus músculos bien formados mientras reseguía el contorno de sus labios con la lengua. Próxima al orgasmo, ella empezó a balancearse y él prolongó sus movimientos instintivamente.
—Ahora, mi amor.
El gimió, y, cuando la oleada de placer la envolvió al fin, lo oyó llamarla por su nombre.
Se quedó allí tendida, bajo el peso de su cuerpo, con el rostro aún regado de lágrimas. El levantó la cabeza de su cuello y le besó la mejilla.
—No, por favor —le susurró ella llorando de impotencia.
—Lo siento —le murmuró él con voz ronca, una y otra vez. —Siento mucho haberte hecho daño. Ojalá pudiera borrarlo todo, ojalá nunca hubiéramos salido de Blessing Park. Daría la vida por recuperar aquellos días, por recuperarte a ti —le confesó con ternura, regándole de besos la mejilla hasta la boca.
Aún dentro de ella, se llevó su mano a la boca, le besó con delicadeza la palma y la apretó contra su mejilla. A ____ se le inundaron los ojos, casi cegándola. Sonaba tan sincero, como si de verdad sufriera también.
¡Estaba tan confundida...! ¿Qué acababa de hacer?
—Por favor, deja que me levante —le pidió sin energías.
Él lo hizo, muy a su pesar. ____ se bajó de la cama, cogió su camisón y, sin decir una palabra ni mirar atrás, cruzó la puerta que comunicaba los dos cuartos.
Nicholas se tumbó boca arriba y se quedó mirando el techo. ¡Maldita fuera!, la sensación de tenerla en sus brazos y la respuesta dulce y tímida de ella a sus caricias habían sido su perdición. Había querido demostrarle lo mucho que la amaba. Había querido sumergirse entre aquellos dos muslos blancos y ver cómo sus ojos se inundaban de deseo. Había querido estrecharla entre sus brazos, curarla. Pero no estaba preparado para la enormidad de lo que acababa de suceder. Ella había ido a hacerle daño y, en los momentos difíciles, había acudido a él en busca de consuelo, a la única persona que la había herido profundamente. ____ se había colgado literalmente de él.
Nicholas gimió y se tapó los ojos con los brazos. Ella lo perdonaría, aunque le costase la vida convencerla. La necesitaba demasiado. La amaba demasiado. Le importaba más que el aire que respiraba, y no iba a dejarla salir así de su vida.
No si podía evitarlo.~
Aquella sorprendente revelación desató en el interior de ____ una furia tal que creyó que no podría controlarla. ¿Insinuaba que Routier era el hombre que había divulgado todos aquellos rumores horribles sobre Nicholas? Cielo santo, ¿por qué no se lo había dicho nadie? ¿Por qué no se lo había dicho él?
—A ver si lo he entendido... —habló ____ al fin con la voz trémula de rabia. —Yo no te conté que Galen era mi primo; como no estabas en Blessing Park, no te hablé de sus cartas, ni te dije que le había prestado dinero, mi dinero. Y de eso tú concluiste que éramos amantes y que habíamos decidido estafarte.
Nicholas guardó silencio; ella no esperaba una respuesta, quería su yugular.
—Y luego, después de dejarme para ir a ver a tu amante, te pusiste celoso porque me viste reír en compañía de Routier —chilló. De pronto, dio una fuerte palmada en la mesa con ambas manos y se levantó de golpe, la pesada silla de comedor de roble tapizado se cayó hacia atrás. —¡Cielo santo, qué imbécil he sido! ¡Y yo que pensaba que no me creías, que suponías que te había mentido sobre todo lo que te había dicho y todo lo que había sido a tu lado! ¡Qué boba! ¡Me acusabas de ponerte los cuernos porque estabas celoso! ¡Por Dios, Nicholas, si fuiste tú quien me pidió que bailara con otros hombres! —chilló ella. —Pero ¡nunca me dijiste quién era Routier! —____ dio media vuelta y se encaminó a la puerta.
El se levantó en seguida y la atrapó antes de que pudiese hacerlo.
—¡Suéltame! —gritó ella.
Nicholas la envolvió con los brazos, atrapándole los suyos junto a los costados. La sujetó con más fuerza cuando ella empezó a revolverse. Su cuerpo tierno estaba pegado al de él y lo inundó aquel aroma a lilas que le era tan familiar.
—Sé que estás enfadada...
—¿Cómo quieres que esté?
—Lo siento, cielo, me equivoqué al sospechar de ti. Sólo quiero recuperar lo que teníamos. Quiero amarte, ____. Y quiero que tú vuelvas a amarme a mí.
Ella no lo escuchaba; le miraba nerviosa el pecho al tiempo que los pensamientos le embotaban la cabeza.
—Y la próxima vez que me ría, Nicholas, ¿pensarás que te he traicionado? Y, cuando te enfrentes a la muerte, ¿me pedirás que le ponga tu nombre a mi hijo y te irás a la tumba preguntándote si es tuyo? —gritó ella.
Nicholas contuvo la respiración, de pronto consciente de que ella había malinterpretado sus palabras la mañana del duelo.
—Me refería a que, si volvías a casarte, ¡quería que el niño llevara mi nombre! ¡Cielos, ____, me habías mentido! ¡Lo habías defendido! —bramó él.
La joven contuvo un sollozo.
—¡Por Dios, te puedo amar con toda mi alma y aún tener suficiente para otros! ¡No es o todo o nada! Pero ¡tú eso no lo entiendes! Tú eliges entre tu amante y tu esposa, ¡o todo o nada!
—____...
Ella le dio un pisotón todo lo fuerte que pudo. Nicholas la soltó de inmediato y reculó, retorciéndose de dolor. ____ apretó los puños junto a los costados, con la respiración entrecortada por la rabia.
—¿Sabías que cada vez que dudas me partes el corazón en dos? —dijo ella con voz ronca y los ojos empañados de lágrimas sin derramar. Se golpeó furiosa el pecho con el puño. —No queda nada más que pedazos —afirmó con voz áspera. Él se acerco un paso. —¡No! —le gritó indignada. —¡No vuelvas a acercarte a mí! Eres un imbécil, Nicholas Jonas, y te odio —gritó amargamente, y salió corriendo de la habitación.
Pasmado, el marqués permaneció un rato de pie antes de volver a su sitio y a su oporto. La había perdido. Y ella tenía razón. Era un imbécil.
A las tres de la mañana, ____ todavía estaba sin desvestir. El alboroto de su corazón era casi más de lo que podía soportar. Se paseó por su cuarto furiosa, desolada por lo que él le había dicho y rabiosa por haber pasado tanto tiempo sintiéndose culpable, sintiendo pena por él, ¡creyendo que él era la víctima! Había tenido que resignarse a la realidad de que él no la creía y que la había apartado de sí de un plumazo, y eso había sido más de lo que pensaba que podía tolerar.
¿Y por qué demonios tenía que decirle de pronto que la amaba? ¿Por qué le decía entonces las palabras que ella tanto había deseado oír de sus labios?
Contempló la puerta que comunicaba sus cuartos y se preguntó si él estaría en el suyo, durmiendo tranquilamente mientras ella se atormentaba. Él le había hecho su pequeña confesión, y, de repente, aquella confesión, sus celos, se habían convertido en la cruz que ella debía llevar. La sola idea la enfurecía, y de pronto no pudo dejar pasar un momento sin echarle en cara el sinvergüenza despiadado que era. Quería hacerle daño, ver en sus ojos la pesadumbre. Ignorando el terrible dolor que le reventaba la cabeza, pasó al vestidor y empujó con fuerza la puerta del dormitorio de Nicholas.
La estancia se encontraba sumida en la oscuridad, salvo por la escasa luz de las ascuas de un fuego a punto de extinguirse. Lo suficiente para verlo sentado encima de la colcha de brocado de su cama, con una pierna estirada delante de sí y la otra sirviéndole de apoyo para el brazo. Se había quedado en camisa y pantalones, y se volvió bruscamente hacia ella cuando la oyó entrar decidida en el dormitorio. Una furia intensa brotó a la superficie de la conciencia de ____. Cruzó a toda prisa la estancia con la intención de causarle todo el daño que pudiese. A él no le costó atraparla. La envolvió con su cuerpo al tiempo que rodaba sobre ella, inmovilizándola bajo su peso antes de ser consciente siquiera de lo que había ocurrido. ____ estudió, muda, el rostro sombrío de Nicholas.
—Te amo, ____, lo juro por Dios. Me pasaré la vida compensándote.
A ella se le hizo un nudo en la garganta; los ojos grises del noble la atravesaron con una mirada que la debilitó. Le dolió darse cuenta de que una sola mirada de él aún le hacía flojear las piernas y anhelar sus caricias. Furibunda, empezó a darle fuertes patadas. Los potentes muslos de Nicholas la retuvieron y descansó su cuerpo sobre ella, sujetándole los brazos con una mano por encima de la cabeza. La tenía inmovilizada y, por mucho que se esforzara, no iba a lograr liberarse.
—Te amo —le susurró él de nuevo, acariciándole suavemente la mejilla con su aliento.
—¡Te odio! —le replicó ella con voz áspera.
—No te creo.
—¡Créeme! ¿Cómo has podido, Nicholas? ¿Cómo has podido? ¡Es tan injusto...! ¡Te quiero tanto que habría removido cielo y tierra por ti! ¿Por qué tenías que dudar de mí? —lloriqueó, cerrando los ojos para evitar que le estallase la cabeza.
—Espero que tu inmenso corazón pueda perdonarme, cariño. Esperaré lo que haga falta —le susurró.
Los labios de Nicholas estaban tan cerca de los suyos que casi podía sentirlos. El recuerdo de aquellos labios en los de ella hizo que se le alborotara el corazón. Cielo santo, no iría a sucumbir a él en aquel momento.
Pero él le rozó suavemente la frente con los labios y aquel gesto tierno le produjo un escalofrío. Cerró los ojos para evitar los sentimientos encontrados que él estaba provocándole. Por descabellado que pareciera, necesitaba que él la abrazase, que sanase sus heridas. Notó que Nicholas se inclinaba hasta que sus labios tocaron los de ella.
Se quedó paralizada.
La besó con ternura, moldeando despacio con sus labios los de ella. Paseó la lengua por su labio inferior, luego entró en su boca. Su propio cuerpo la traicionaba. El deseo la sacudió como las olas sacuden la orilla. La lengua de Nicholas se introdujo hasta el fondo de su boca, luego se retiró y volvió a entrar, deslizándose entre sus labios. Él le gimió en la boca, ella respondió instintivamente. Cuando Nicholas desplazó el peso de su cuerpo sobre ella y ____ notó que su virilidad inflamada le presionaba el abdomen, su corazón le pidió a gritos que parara.
Pero su corazón no era lo bastante fuerte. Nicholas le soltó las manos para poder pasear las suyas por el cuello de ella y por su pecho después. Su propias manos traidoras se colaron por debajo de la camisa de su esposo, acariciaron el vello suave de su pecho y se detuvieron en sus pezones, él la besó más apasionadamente. La ancló a su cuerpo con un brazo mientras le acariciaba el cuerpo con la mano. ____ comprobó desolada la intensidad del deseo físico puro y el anhelo emocional que él le provocaba. Se había sentido tan perdida durante las últimas semanas..., pero en sus brazos sabía dónde estaba, y, por imprudente que pareciera, lo necesitaba. Necesitaba que la abrazara, que la consolara, que le hiciera el amor.
Sin saber cómo, desapareció su vestido. Llevaba puesta una combinación de seda a través de la cual se le transparentaban los pezones, y Nicholas le envolvió uno con la boca, Ella se arqueó debajo de él, ansiando sus caricias, él deslizó la mano por el costado en busca del bajo de la combinación, y se coló por debajo de ella. ____ tomó aire, despacio y en silencio, mientras los dedos de Nicholas le acariciaban la rodilla, luego la cara interna del muslo. Cuando llegó a la conjunción de ambos muslos, le gimió suavemente al oído.
—____ —le susurró él, —te amo, mi vida.
Aquél fue el mayor afrodisíaco que podía haberle dado. Empezaron a caerle las lágrimas, mientras él la acariciaba seductor y le separaba las piernas para poder complacerla generosamente. Le besó las lágrimas, los labios, el cuello. Le lamió los pezones a través del tejido transparente de la combinación al tiempo que la acariciaba, la exploraba y la llevaba al borde del clímax. Y le susurró su amor una y otra vez.
____ cerró los ojos, las lágrimas no dejaban de brotar. Se percató de que él hacía una pausa para liberar su miembro rígido y, a pesar de lo dolida que estaba, sonrió cuando él entró despacio en ella, poco a poco. Nicholas siguió acariciándola con los dedos mientras se introducía despacio, pero con firmeza, en sus entrañas. Las manos de la joven, liberadas del resto de su cuerpo, revoloteaban por el de él, palpando sus músculos bien formados mientras reseguía el contorno de sus labios con la lengua. Próxima al orgasmo, ella empezó a balancearse y él prolongó sus movimientos instintivamente.
—Ahora, mi amor.
El gimió, y, cuando la oleada de placer la envolvió al fin, lo oyó llamarla por su nombre.
Se quedó allí tendida, bajo el peso de su cuerpo, con el rostro aún regado de lágrimas. El levantó la cabeza de su cuello y le besó la mejilla.
—No, por favor —le susurró ella llorando de impotencia.
—Lo siento —le murmuró él con voz ronca, una y otra vez. —Siento mucho haberte hecho daño. Ojalá pudiera borrarlo todo, ojalá nunca hubiéramos salido de Blessing Park. Daría la vida por recuperar aquellos días, por recuperarte a ti —le confesó con ternura, regándole de besos la mejilla hasta la boca.
Aún dentro de ella, se llevó su mano a la boca, le besó con delicadeza la palma y la apretó contra su mejilla. A ____ se le inundaron los ojos, casi cegándola. Sonaba tan sincero, como si de verdad sufriera también.
¡Estaba tan confundida...! ¿Qué acababa de hacer?
—Por favor, deja que me levante —le pidió sin energías.
Él lo hizo, muy a su pesar. ____ se bajó de la cama, cogió su camisón y, sin decir una palabra ni mirar atrás, cruzó la puerta que comunicaba los dos cuartos.
Nicholas se tumbó boca arriba y se quedó mirando el techo. ¡Maldita fuera!, la sensación de tenerla en sus brazos y la respuesta dulce y tímida de ella a sus caricias habían sido su perdición. Había querido demostrarle lo mucho que la amaba. Había querido sumergirse entre aquellos dos muslos blancos y ver cómo sus ojos se inundaban de deseo. Había querido estrecharla entre sus brazos, curarla. Pero no estaba preparado para la enormidad de lo que acababa de suceder. Ella había ido a hacerle daño y, en los momentos difíciles, había acudido a él en busca de consuelo, a la única persona que la había herido profundamente. ____ se había colgado literalmente de él.
Nicholas gimió y se tapó los ojos con los brazos. Ella lo perdonaría, aunque le costase la vida convencerla. La necesitaba demasiado. La amaba demasiado. Le importaba más que el aire que respiraba, y no iba a dejarla salir así de su vida.
No si podía evitarlo.~
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Ahhhhh he llorado en este CAP
Fue tan lindo a la vez ver como Nick
Le dice a la rayis que la ama
Es que Ahhhhhhh son tan difíciles
Pero ahh los amo son una gran pareja
Me encanta la nove
SIGUELA plis!!
QUIERO MAS CAP!!
Y nena por supuesto que estaré en tu próxima
Nove no me la perdería por nada en el mundo!!
Fue tan lindo a la vez ver como Nick
Le dice a la rayis que la ama
Es que Ahhhhhhh son tan difíciles
Pero ahh los amo son una gran pareja
Me encanta la nove
SIGUELA plis!!
QUIERO MAS CAP!!
Y nena por supuesto que estaré en tu próxima
Nove no me la perdería por nada en el mundo!!
Karli Jonas
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
oooooooooooo que capi :D Ojala que se perdonen :D Siigueeelaa please me encantaaas!!!
Florjudith96
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
waaa dios _________ tiene que perdonar a nicholas dios tiene que perdonarlo ademas le dijo que la amaba :crybaby: seguilaa porfasss :)
raqel d' Jonas(NJJ<3
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
Me encantó el capituloooo :D
siguela cuando puedas :)
siguela cuando puedas :)
Flor
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaiiiii.. yo quiero que ya no sufraaannn porfaaa
jejeje siguelaaa
jejeje siguelaaa
chelis
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
ooooouh que lindo lastima que se tardara tanto en decirle que la amaba ¬¬ oye disculpa que no he pasado pero no he tenido tiempo amo la nove sigue pronto...!
Bianca
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
olllaaa chicas como estan???? :D espero q esten muy bien!!! aki les dejo el cap d hoy!!!
Desde que lo conocía, lord Hunt jamás había visto a Nicholas tan afligido. Ni cuando habían deshonrado a su hermana, ni cuando había muerto su madre, ni siquiera las múltiples veces que su padre había desprestigiado su apellido. Lo vio pasearse nervioso de un lado a otro de la biblioteca como un animal enjaulado, mirando furioso a Galen Carrey, que se encontraba de pie, sereno, en el extremo opuesto de la sala.
Sabía que corría un riesgo al llevar a Carrey allí, pero, a fin de cuentas, el hombre había confesado, lo había advertido sobre Routier y había terminado matando a aquel bastardo. En las semanas siguientes, Joe y Alex lo habían tenido escondido hasta que pudiera salir de Inglaterra sin problemas, y aquél había cambiado de parecer con respecto a él. Era un niñato estúpido, de eso no cabía duda, y a Routier no le había costado llevarlo por el mal camino, pero el amigo de Nicholas sospechaba que el muchacho pagaría lo que había hecho todos los días de su vida durante el resto de su existencia.
—Está paseando por las tierras ahora mismo. —Joe oyó decir a Nicholas, y volvió a centrar la atención en su amigo.
—Gracias, milord. En cuanto la haya visto, saldré inmediatamente para Portsmouth.
El marqués dejó de pasearse un instante y miró al joven
—¿Qué planes tienes? —le preguntó con tranquilidad.
—Me voy a las Indias Orientales. Conozco a un capitán de un buque mercante que quizá me contrate como grumete.
—Estoy seguro de que tu prima querrá tener noticias tuyas de cuando en cuando —murmuró Nicholas.
Carrey arqueó una ceja sorprendido.
—Entonces, le escribiré alguna carta —dijo con cautela.
Nicholas volvió a mirarlo de arriba abajo, luego le dio la espalda.
—Pregúntale a Withers. Él sabrá exactamente dónde está —musitó.
Carrey miró a Joe, que asintió con la cabeza, luego, sin mediar palabra, salió por la puerta del balcón.
—Has hecho lo correcto, Nicholas —lo tranquilizó su amigo.
—Lo dudo —masculló él. —Pero es importante para ella.
—Quizá te interese saber que no he oído una sola palabra sobre los Darfield, salvo un mar de condolencias por lo que debéis de haber pasado a manos de Routier —le informó.
Nicholas se lo quedó mirando.
—¿Estás seguro? —inquirió, con cierto matiz de esperanza
—Todos aseguran que ya sabían que Routier era un sinvergüenza.
—Siempre habían sabido la verdad, ¿no? —murmuró Darfield con sarcasmo, dejándose caer en una silla de piel.
Se hizo el silencio entre los dos.
—¿Cómo está ____? —preguntó Joe con precaución.
Su amigo se encogió de brazos, desesperanzado.
—¿Físicamente? Completamente recuperada. ¿Emocionalmente? Terriblemente distante. Me huye como a la peste. Al parecer, piensa que me rijo por un doble rasero.
Hunt miró burlón a Nicholas, que tenía la mirada perdida en el horizonte.
—Ten un poco más de paciencia. Sé que ____ te ama, como que me tienes delante. Espera a que vuelva a ti.
—Por desgracia, temo que tendré que esperar toda la vida —resopló el marqués.
Como Withers le había dicho, ____ estaba en las ruinas. Galen cabalgó hasta la distante fortaleza y, tan pronto como divisó un montón de piedras, pudo verla en lo alto de un montículo de escombros de lo que en su día fuera una torre. Detuvo su caballo en los alrededores del viejo castillo y saludó con la mano; ella no le devolvió el saludo, lo miró desde arriba, muy ceñuda. Sin embargo, el perro tullido que la acompañaba se levantó de su siesta al sol y fue cojeando a recibirlo. Galen se bajó del caballo y se agachó a acariciar al animal. Suspiró, se enderezó y, haciéndose sombra con la mano enguantada, alzó la vista.
—¡____, no parece que estés muy segura ahí arriba! —le gritó.
Ella respondió dándole la espalda. Gruñendo, Galen se abrió paso entre las rocas que habían ido desprendiéndose de la estructura con el paso de los siglos, y se situó justo debajo del montículo de escombros.
—Sé que no quieres hablar conmigo, pero, por favor, baja de ahí. Si te caes...
—¿Qué más da si me caigo? —le replicó.
—La autocompasión no te pega —la reprendió su primo.
—No se te ocurra sermonearme —contestó ella con frialdad, pero, aun así, bajó del montículo de piedras.
Galen la vio descender poco a poco y se acercó a ella para ayudarla los últimos metros. Ella ignoró la mano que le tendía, y saltó al suelo, luego se sacudió el polvo de las manos en la falda negra y se recolocó el espantoso sombrero antes de mirarlo con los ojos entrecerrados.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? Me sorprende que Darfield te lo haya permitido —inquirió acida. —Eso suponiendo que lo sepa, ¿o nos estamos viendo a escondidas otra vez?
El joven se cogió las manos a la espalda y la miro con un gesto de desaprobación.
—Te aseguro que es perfectamente consciente de mi presencia. He venido a disculparme, pequeña.
—Supongo que, igual que Darfield, creerás que debo hacerte una reverencia cortés y decirte que todo está olvidado.
—Sólo espero que tengas la delicadeza de escucharme —confesó él.
____ se encogió de hombros, indiferente, y empezó a caminar hacia lo que en su día había sido el patio interior del castillo.
Galen la siguió.
—Sé que debe ser terriblemente difícil digerir todo lo sucedido, pero quiero que sepas que yo no pretendía hacerte daño.
____ rió con desdén.
—¿No me digas? Debiste pensar que, como no pretendías hacerme daño, me iba a alegrar de tu engaño cuando todo hubiese terminado.
—____, no espero que lo entiendas, ni siquiera lo entiendo yo, pero no quería irme sin decirte lo mucho que siento haberte hecho esto. Jamás me lo perdonaré.
No la consolaba, pero era suficiente. ____ sorbió el aire y se sentó derrotada en una pila de piedras que en su día había sido un banco. No estaba tan dolida como para no apreciar el arrepentimiento sincero de su primo.
—Ay, Galen —suspiró al fin con tristeza. —No voy a fingir que lo entiendo, pero no te guardo ningún rencor.
Este se sentó a su lado.
—Eso es todo un detalle, ____, y mucho más de lo que merezco o podía haber esperado. Sin embargo, tengo la sensación de que todo esto no es por mi —le dijo en voz baja.
Ella asintió con la cabeza y bajó la mirada.
—No deberías haberlo hecho, pero, al final, da igual lo que hicieras, porque él nunca me habría creído. Nos vio en la pérgola el día que llegaste y me preguntó quién eras. Le dije que eras un grumete y que conocías a Withers, pero no le dije que eras primo mío. Con eso le valió para dar por sentado que le había mentido en todo lo demás.
—Entiendo. Eso no fue muy justo por su parte.
—Fue horriblemente injusto.
—Sí, pero ¿qué elección le quedaba? —le preguntó él con ternura.
Confundida, ella lo escudriñó.
—Podría haberme creído, Galen. Nunca le di motivos para que dudara de mí.
—Nunca le diste motivos, pero intenta ponerte en su lugar. ¿Qué habrías pensado tú? —La joven se sonrojó y miró para otro lado. —Tienes razón, ____. Debería haberte creído, pero no es tan imperdonable que no lo hiciera, ¿no te parece? Tú no fuiste del todo sincera. Y dados los sucesos posteriores, es perfectamente comprensible que tuviera sus dudas. Ella frunció el cejo, pensativa.
—Aunque admitiera que tu razonamiento tiene cierta lógica, que no es el caso, la cuestión es que no confió en mí. Es más, él también me mintió. No me dijo que sabía que la muñeca que tú habías traído no era la de verdad. Me acusó de ponerle los cuernos cuando él acababa de estar en casa de su amante. Tengo que preguntarme si el afecto que me profesa es verdadero o le dice las mismas cosas a ella.
Su primo rió, ignorando el cejo fruncido de ____. Nicholas la quería, seguro. El hombre estaba completamente loco por ella. Su prima murmuró algo por lo bajo.
—Disculpa, ____, pero el hombre al que acabo de dejar está tan atormentado por la sola idea de perderte que apenas puede articular palabra. Se pasea por la biblioteca como una pantera, asomándose constantemente a la ventana para ver si vuelves. Apostaría a que sus ojeras son de las noches que ha pasado en vela pensando en ti y sólo en ti.
Ella puso los ojos en blanco y se levantó, luego se acercó despacio a lo que quedaba de la contramuralla. Su primo la siguió y cubrió la distancia que los separaba hasta situarse justo detrás de ella.
—Lord Hunt me ha contado cómo Darfield te recogió del suelo herida e hizo guardia junto a tu cama, noche tras noche, rezando sin parar para que te recuperaras. Eso no es propio de un hombre que miente sobre sus afectos. En cuanto a su amante, tengo entendido que, entre los nobles, los amoríos ilícitos son de lo más corriente, pero no creo que el hombre al que he dejado en la biblioteca vuelva jamás con su amante.
____ se agarrotó.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —le preguntó serena.
—Porque sé de buena tinta que Darfield habría dado su vida por la tuya. Te habría infundido su propia vida si hubiera podido. Te habría atrapado la luna y habría apagado el sol si con eso hubiese conseguido devolverle la vida. No le eras indiferente, en absoluto, ____. Lo aterraba la idea de perderte. Un hombre que siente tanto por una mujer no necesita una amante. Los hombres cambian, pequeña. Yo he cambiado, te lo aseguro.
Ella lo miró inquieta por encima del hombro.
—Perdónalo, ____. Perdónalo como me has perdonado a mí. Él lo merece mucho más que yo; te juro que es más que digno de tu amor.
Entonces la joven se volvió hacia él, y Galen la abrazó con fuerza. Luego le besó la coronilla y la soltó.
—Ya he dicho lo que había venido a decir. Tengo permiso para escribirte, pequeña. Me voy a las Indias Orientales hoy mismo; te haré saber si consigo un puesto, uno legítimo —sonrió.
Tras cogerle la barbilla cariñoso, su primo dio media vuelta y dejó a ____ de pie junto al viejo muro de piedra.
Al subir de un salto a su caballo, lo sorprendió lo mucho que le temblaban las manos. Su delito era peor, mucho peor de lo que había imaginado. Él solo había hecho tambalearse los cimientos de la confianza entre dos personas que se amaban de verdad. Y aquello lo lamentaría hasta el día de su muerte.
Desde que lo conocía, lord Hunt jamás había visto a Nicholas tan afligido. Ni cuando habían deshonrado a su hermana, ni cuando había muerto su madre, ni siquiera las múltiples veces que su padre había desprestigiado su apellido. Lo vio pasearse nervioso de un lado a otro de la biblioteca como un animal enjaulado, mirando furioso a Galen Carrey, que se encontraba de pie, sereno, en el extremo opuesto de la sala.
Sabía que corría un riesgo al llevar a Carrey allí, pero, a fin de cuentas, el hombre había confesado, lo había advertido sobre Routier y había terminado matando a aquel bastardo. En las semanas siguientes, Joe y Alex lo habían tenido escondido hasta que pudiera salir de Inglaterra sin problemas, y aquél había cambiado de parecer con respecto a él. Era un niñato estúpido, de eso no cabía duda, y a Routier no le había costado llevarlo por el mal camino, pero el amigo de Nicholas sospechaba que el muchacho pagaría lo que había hecho todos los días de su vida durante el resto de su existencia.
—Está paseando por las tierras ahora mismo. —Joe oyó decir a Nicholas, y volvió a centrar la atención en su amigo.
—Gracias, milord. En cuanto la haya visto, saldré inmediatamente para Portsmouth.
El marqués dejó de pasearse un instante y miró al joven
—¿Qué planes tienes? —le preguntó con tranquilidad.
—Me voy a las Indias Orientales. Conozco a un capitán de un buque mercante que quizá me contrate como grumete.
—Estoy seguro de que tu prima querrá tener noticias tuyas de cuando en cuando —murmuró Nicholas.
Carrey arqueó una ceja sorprendido.
—Entonces, le escribiré alguna carta —dijo con cautela.
Nicholas volvió a mirarlo de arriba abajo, luego le dio la espalda.
—Pregúntale a Withers. Él sabrá exactamente dónde está —musitó.
Carrey miró a Joe, que asintió con la cabeza, luego, sin mediar palabra, salió por la puerta del balcón.
—Has hecho lo correcto, Nicholas —lo tranquilizó su amigo.
—Lo dudo —masculló él. —Pero es importante para ella.
—Quizá te interese saber que no he oído una sola palabra sobre los Darfield, salvo un mar de condolencias por lo que debéis de haber pasado a manos de Routier —le informó.
Nicholas se lo quedó mirando.
—¿Estás seguro? —inquirió, con cierto matiz de esperanza
—Todos aseguran que ya sabían que Routier era un sinvergüenza.
—Siempre habían sabido la verdad, ¿no? —murmuró Darfield con sarcasmo, dejándose caer en una silla de piel.
Se hizo el silencio entre los dos.
—¿Cómo está ____? —preguntó Joe con precaución.
Su amigo se encogió de brazos, desesperanzado.
—¿Físicamente? Completamente recuperada. ¿Emocionalmente? Terriblemente distante. Me huye como a la peste. Al parecer, piensa que me rijo por un doble rasero.
Hunt miró burlón a Nicholas, que tenía la mirada perdida en el horizonte.
—Ten un poco más de paciencia. Sé que ____ te ama, como que me tienes delante. Espera a que vuelva a ti.
—Por desgracia, temo que tendré que esperar toda la vida —resopló el marqués.
Como Withers le había dicho, ____ estaba en las ruinas. Galen cabalgó hasta la distante fortaleza y, tan pronto como divisó un montón de piedras, pudo verla en lo alto de un montículo de escombros de lo que en su día fuera una torre. Detuvo su caballo en los alrededores del viejo castillo y saludó con la mano; ella no le devolvió el saludo, lo miró desde arriba, muy ceñuda. Sin embargo, el perro tullido que la acompañaba se levantó de su siesta al sol y fue cojeando a recibirlo. Galen se bajó del caballo y se agachó a acariciar al animal. Suspiró, se enderezó y, haciéndose sombra con la mano enguantada, alzó la vista.
—¡____, no parece que estés muy segura ahí arriba! —le gritó.
Ella respondió dándole la espalda. Gruñendo, Galen se abrió paso entre las rocas que habían ido desprendiéndose de la estructura con el paso de los siglos, y se situó justo debajo del montículo de escombros.
—Sé que no quieres hablar conmigo, pero, por favor, baja de ahí. Si te caes...
—¿Qué más da si me caigo? —le replicó.
—La autocompasión no te pega —la reprendió su primo.
—No se te ocurra sermonearme —contestó ella con frialdad, pero, aun así, bajó del montículo de piedras.
Galen la vio descender poco a poco y se acercó a ella para ayudarla los últimos metros. Ella ignoró la mano que le tendía, y saltó al suelo, luego se sacudió el polvo de las manos en la falda negra y se recolocó el espantoso sombrero antes de mirarlo con los ojos entrecerrados.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? Me sorprende que Darfield te lo haya permitido —inquirió acida. —Eso suponiendo que lo sepa, ¿o nos estamos viendo a escondidas otra vez?
El joven se cogió las manos a la espalda y la miro con un gesto de desaprobación.
—Te aseguro que es perfectamente consciente de mi presencia. He venido a disculparme, pequeña.
—Supongo que, igual que Darfield, creerás que debo hacerte una reverencia cortés y decirte que todo está olvidado.
—Sólo espero que tengas la delicadeza de escucharme —confesó él.
____ se encogió de hombros, indiferente, y empezó a caminar hacia lo que en su día había sido el patio interior del castillo.
Galen la siguió.
—Sé que debe ser terriblemente difícil digerir todo lo sucedido, pero quiero que sepas que yo no pretendía hacerte daño.
____ rió con desdén.
—¿No me digas? Debiste pensar que, como no pretendías hacerme daño, me iba a alegrar de tu engaño cuando todo hubiese terminado.
—____, no espero que lo entiendas, ni siquiera lo entiendo yo, pero no quería irme sin decirte lo mucho que siento haberte hecho esto. Jamás me lo perdonaré.
No la consolaba, pero era suficiente. ____ sorbió el aire y se sentó derrotada en una pila de piedras que en su día había sido un banco. No estaba tan dolida como para no apreciar el arrepentimiento sincero de su primo.
—Ay, Galen —suspiró al fin con tristeza. —No voy a fingir que lo entiendo, pero no te guardo ningún rencor.
Este se sentó a su lado.
—Eso es todo un detalle, ____, y mucho más de lo que merezco o podía haber esperado. Sin embargo, tengo la sensación de que todo esto no es por mi —le dijo en voz baja.
Ella asintió con la cabeza y bajó la mirada.
—No deberías haberlo hecho, pero, al final, da igual lo que hicieras, porque él nunca me habría creído. Nos vio en la pérgola el día que llegaste y me preguntó quién eras. Le dije que eras un grumete y que conocías a Withers, pero no le dije que eras primo mío. Con eso le valió para dar por sentado que le había mentido en todo lo demás.
—Entiendo. Eso no fue muy justo por su parte.
—Fue horriblemente injusto.
—Sí, pero ¿qué elección le quedaba? —le preguntó él con ternura.
Confundida, ella lo escudriñó.
—Podría haberme creído, Galen. Nunca le di motivos para que dudara de mí.
—Nunca le diste motivos, pero intenta ponerte en su lugar. ¿Qué habrías pensado tú? —La joven se sonrojó y miró para otro lado. —Tienes razón, ____. Debería haberte creído, pero no es tan imperdonable que no lo hiciera, ¿no te parece? Tú no fuiste del todo sincera. Y dados los sucesos posteriores, es perfectamente comprensible que tuviera sus dudas. Ella frunció el cejo, pensativa.
—Aunque admitiera que tu razonamiento tiene cierta lógica, que no es el caso, la cuestión es que no confió en mí. Es más, él también me mintió. No me dijo que sabía que la muñeca que tú habías traído no era la de verdad. Me acusó de ponerle los cuernos cuando él acababa de estar en casa de su amante. Tengo que preguntarme si el afecto que me profesa es verdadero o le dice las mismas cosas a ella.
Su primo rió, ignorando el cejo fruncido de ____. Nicholas la quería, seguro. El hombre estaba completamente loco por ella. Su prima murmuró algo por lo bajo.
—Disculpa, ____, pero el hombre al que acabo de dejar está tan atormentado por la sola idea de perderte que apenas puede articular palabra. Se pasea por la biblioteca como una pantera, asomándose constantemente a la ventana para ver si vuelves. Apostaría a que sus ojeras son de las noches que ha pasado en vela pensando en ti y sólo en ti.
Ella puso los ojos en blanco y se levantó, luego se acercó despacio a lo que quedaba de la contramuralla. Su primo la siguió y cubrió la distancia que los separaba hasta situarse justo detrás de ella.
—Lord Hunt me ha contado cómo Darfield te recogió del suelo herida e hizo guardia junto a tu cama, noche tras noche, rezando sin parar para que te recuperaras. Eso no es propio de un hombre que miente sobre sus afectos. En cuanto a su amante, tengo entendido que, entre los nobles, los amoríos ilícitos son de lo más corriente, pero no creo que el hombre al que he dejado en la biblioteca vuelva jamás con su amante.
____ se agarrotó.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —le preguntó serena.
—Porque sé de buena tinta que Darfield habría dado su vida por la tuya. Te habría infundido su propia vida si hubiera podido. Te habría atrapado la luna y habría apagado el sol si con eso hubiese conseguido devolverle la vida. No le eras indiferente, en absoluto, ____. Lo aterraba la idea de perderte. Un hombre que siente tanto por una mujer no necesita una amante. Los hombres cambian, pequeña. Yo he cambiado, te lo aseguro.
Ella lo miró inquieta por encima del hombro.
—Perdónalo, ____. Perdónalo como me has perdonado a mí. Él lo merece mucho más que yo; te juro que es más que digno de tu amor.
Entonces la joven se volvió hacia él, y Galen la abrazó con fuerza. Luego le besó la coronilla y la soltó.
—Ya he dicho lo que había venido a decir. Tengo permiso para escribirte, pequeña. Me voy a las Indias Orientales hoy mismo; te haré saber si consigo un puesto, uno legítimo —sonrió.
Tras cogerle la barbilla cariñoso, su primo dio media vuelta y dejó a ____ de pie junto al viejo muro de piedra.
Al subir de un salto a su caballo, lo sorprendió lo mucho que le temblaban las manos. Su delito era peor, mucho peor de lo que había imaginado. Él solo había hecho tambalearse los cimientos de la confianza entre dos personas que se amaban de verdad. Y aquello lo lamentaría hasta el día de su muerte.
Andrea P. Jonas:)
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