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"El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
siiigueeeee!!! a no aguantooo :O jajaja
Florjudith96
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
perdon perdon perdon.... por no pasar anteeess!!!
la nove es increibleee.. y no puedo creer la actitud de nicholas!! :caliente:
en fin... solo te pido que LA SIGAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!!! :D
S I G U E L AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! pleaseee.
besos :hug:
la nove es increibleee.. y no puedo creer la actitud de nicholas!! :caliente:
en fin... solo te pido que LA SIGAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!!! :D
S I G U E L AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! pleaseee.
besos :hug:
shamm
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
O.O porque la dejas asi!!!
me encanto el cap
sineto no haber pasado ayer,
mi mama me hiso desperdiciar mi tiempo limpiando u.u
siguela pronto me encanta la nove (:
me encanto el cap
sineto no haber pasado ayer,
mi mama me hiso desperdiciar mi tiempo limpiando u.u
siguela pronto me encanta la nove (:
karenluna
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
quiero capi...
necesito de ella es mi unica droga en estos dias(literalmente)...
ademas ayer no pude leerla porque estaba en baile entretenido...
bailando I Sexy and Know it... :roll:
quizas los chicos necesitan depilarse antes de quitarse la polera...
necesito de ella es mi unica droga en estos dias(literalmente)...
ademas ayer no pude leerla porque estaba en baile entretenido...
bailando I Sexy and Know it... :roll:
quizas los chicos necesitan depilarse antes de quitarse la polera...
Nixa
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
oolaa mis niñas veo q estan un pokito exaltadas :P y eso q apenas va comensando lo mejor jajajaja, chicas he visto q algunas kieren q les suba caps extras y me gustaria hacerlo pero kiero q sepan algo... me enkantaria enserio subirles todos los caps q kienran en verdad me enkantaria pero komo les dije anteriormente a la nove le kedan pokos capitulos ya y kiero estirarla lo mas q pueda por esa razon no puedo complacerlas :silent: en verdad lo siento muchisimo porq son las mejores lectoras del mundo y se lo merecen... pero... aii esq me pesa mucho no complaserlas :sad: bien les propongo algo... les subo lo q keda de este cap es decir el capitulo 16, el 17 y la primera parte del 18 peroooo no les subo hasta el lunes q dicen? si deciden q si los subo ahorita mismo pero si no pues subo solo el de hoy va? hoy voy a estar conectada hasta tarde asi q tienen tiempo ;) las kiero!! :hug:
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
PPUEEESSSS ME ÑA PONES DIFICIIIIIILLLLL.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAIIIII
NO SEEEEEE...
AAAAAAAAAAAAAAAAAAIIIII
NO SEEEEEE...
chelis
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
POOOONNNN LOS DOOOOSSSSS
PERO SI LAS DEMAS NO QUIEREN ME CONFORMOO CON UNOOOO
chelis
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
no yo prefiero tener uno todos estos dias... aunque no se tambien me muero por saber que pasa mmm, TA YO VOTO PORQUE SUBAS TODOS ESOS CAPS HOY!
Flor
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
bien mis niñas como vi q ya unas comentaron y comentaron q kieren los caps se los subo ya mismo!! :D
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
16 2/3
— ¿Cómo te atreves a desafiarme? Debería sacarte a rastras de aquí y encerrarte en Blessing Park por desobedecerme —le dijo en un tono dulce que contradecía la insoportable severidad de su rostro.
Nicholas subió el brazo y la atrapó contra la columna. Nada la había preparado para aquello. Se había convencido de que estaba furiosa con él y de que lo despreciaba por su veleidad. La falsa confesión de lady Davenport no había contribuido a que lo apreciase más. No podía negar lo mucho que lo amaba, ni lo mucho que le dolía la tibieza de su mirada. Se esforzó por mantener la barbilla bien alta.
—No puedes tenerme prisionera, Nicholas. No he hecho nada malo —replicó con escasa contundencia y ninguna convicción.
—Discrepo. Me has mentido. Me has desobedecido. Y estás rondando el límite de mi paciencia. —Sus ojos grises destellaban odio puro.
____ no podía soportarlo más, así que se volvió bruscamente. Nicholas se inclinó hacia adelante y le susurró al oído:
— ¿Qué pasa, cielo? ¿No me puedes mirar a los ojos?
Ella cruzó los brazos por delante para protegerse y giró un poco la cabeza.
—Prefiero no hacerlo. Lo que veo en ellos me enferma —respondió en voz baja.
— ¿Te enferma? —repitió él, irritado.
—Si hubieras querido verme cuando te lo pedí, habría respondido muy a gusto a tus acusaciones infundadas. Quizá, entonces, ni podrías haber resuelto algunas de mis dudas. Pero no creo que éste sea el sitio, Nicholas. Por favor, déjame en paz —le susurró con voz ronca.
— ¡Déjala, Darfield! —La voz de Galen hizo añicos la tensión que había entre ellos.
Cargado con un par de copas de champán, miró furioso a Nicholas, que tenso la mandíbula y devolvió su fría mirada a ____, anclando sus ojos en los de ella, atravesándole hasta el alma, acusándola en silencio.
—Eso me propongo —replico mordaz y, lanzándole una mirada feroz al joven, se alejó.
____ respiró hondo. ¿Por qué no habría vuelto a América de inmediato en cuanto se enteró de la mentira de su padre? ¿Por qué había esperado a enamorarse tan perdidamente de él?
Poco a poco empezó a ser consciente de la voz suave de su primo.
—Pequeña, bebe un poco de champán —le decía. —No volverá a molestarte, no se arriesgará a montar una escena aquí. Escucha, voy a la sala de juego. Tendrás menos problemas si no me quedo contigo. Vamos, bebe champán. No dejes que te arruine la noche. Relájate y disfruta.
Ella asintió en silencio, incapaz de hablar, con los ojos clavados en el suelo. Galen le cogió la mano y se la apretó antes de desaparecer entre la multitud. Sola al borde de la pista, estudiada por decenas de ojos, ____ libró una dura batalla contra una tempestad de emociones que amenazaba con hundirla.
Al otro lado del salón, Nicholas bebía su champán, contemplando indolente a su esposa. Debía haberla dejado sola, pero no podía negarse la oportunidad de estar cerca de ella, de respirar su dulce aroma. A pesar de lo mucho que recelaba de ella en aquellos momentos, también la echaba muchísimo de menos. Para él era casi un milagro que una mujer pudiera afectarlo así, pero no tenía ni idea de cuánto hasta que la había visto en brazos de Galen. Maldita sea, se la veía muy triste. Y muy delgada. Pero ya la había visto así antes y, al parecer, formaba parte de su interpretación. Lo había desobedecido, se había mofado de sus dudas en su cara presentándose allí con ése. ¡Dios!, lo devoraba la incertidumbre.
Daniel Strickland, un sinvergüenza célebre por su interés en las mujeres casadas, y su éxito con ellas, se acercó a ____ pavoneándose y le hizo una reverencia muy galante cogiéndole la mano. Nicholas se tensó. Maldita sea, no sabía lo insufrible que podía resultar ver cómo otros hombres adulaban a su esposa. Se le encogió el pecho de celos al ver a Strickland llevarla a la pista de baile. ____ se deslizó con elegancia del brazo del casanova. ¡Cielo santo!, ¿cuánto tardarían sus hombres en encontrar a Strait? El abogado de Carrington era el único que podía demostrar la inocencia de ____. O su culpabilidad.
Nicholas siguió plantado junto a la columna, viendo a su esposa bailar con un hombre detrás de otro. Charlaba educada y diplomáticamente con los que se atrevían a acercarse a él a pesar de su gesto malhumorado. Ninguno de ellos permanecía mucho a su lado; obviamente no estaba de humor para parloteos intrascendentes. Al cabo de un rato, las murmuraciones de los invitados de Green sobre él y el modo en que el Diablo de Darfield veía bailar a su esposa eran generalizadas. Si la aristocracia londinense no se había enterado hasta entonces de que habían discutido, seguro que ya lo sabían.
Como no podía soportar que la tocase un solo hombre más, ya había decidido marcharse cuando vio de pronto la figura alta y esbelta de Routier pasar el arco de entrada al salón de baile. El muy ruin, en cuanto divisó a ____, echó un vistazo disimuladamente por todo el salón. Nicholas sospechó que lo buscaba a él, y se ocultó entre las sombras. Tras explorar la estancia durante unos minutos, Routier, con una sonrisa de decidida satisfacción, se dirigió tranquilamente hacia el rincón donde se encontraba ____. Darfield apuró en silencio la copa de champán que llevaba en la mano desde hacía media hora.
Un hombre que llevaba una chaqueta muy gruesa y desprendía un fuerte hedor acompañó a ____ a la pista de baile. Ella se excusó educadamente alegando que necesitaba ir al tocador y, como iba a toda prisa, no reparó en Malcolm Routier hasta que le habló:
—Buenas noches lady Darfield.
Sobresaltada, dio un traspié al tiempo que lo miraba.
—Señor Routier —dijo con frialdad.
—Esperaba encontrarla...
—Prefiero no bailar, señor —dijo sin fuerzas.
Routier arqueó un poco sus tinas cejas.
—Discúlpeme, señora, pero es costumbre que una dama rechace a un caballero cuando éste ya la haya invitado a bailar y no antes.
____ se espantó de su imperdonable metedura de pata.
— ¡Ay, qué horror! Por favor, acepte mis disculpas... No pensaba en lo que decía —se excusó de forma poco convincente.
—No me ha ofendido —sonrió él, encantador.
El champán que había estado bebiendo toda la noche la había aturdido. No le agradaba balbucir, pero el atontamiento que le producía el espumoso compensaba aquel inconveniente. Además, en medio de la bruma que la rodeaba, le pareció que Routier era en realidad un hombre muy agradable.
—No es la primera vez que me rechazan. Una muchacha belga ha hecho los honores —dijo.
____ se tensó aún más y empezó a marcarse. Se llevó una mano a la sien.
— ¿Eso importa, señor?
Routier sonrió e hizo una ligera reverencia.
—Bromeaba. Por lo visto, no se me da muy bien —señaló galante.
____ se reprendió internamente. El estaba siendo muy agradable y no merecía sus comentarios mordaces. Se obligó a sonreír; los ojos ambarinos de Routier le miraron la boca.
—Señora, tiene usted una sonrisa extraordinaria —sentenció de pronto.
El encanto de aquel hombre la confundía, aumentaba su mareo. El estampado de la pared de detrás de Routier empezó a moverse
— ¿Ocurre algo? —preguntó él verdaderamente preocupado.
El estampado empezó a darle vueltas y ____ trató de enfocar el hombro de la chaqueta negra de Routier.
—No me encuentro bien —murmuró ella, concentrándose en evitar que se le revolviese aún más el estómago.
— ¿Quiere que vaya a buscar a lord Darfield?
— ¡No! —casi gritó, y en seguida se tapó la boca con la mano. De repente hacia un calor sofocante en el salón de baile. —Me parece que está indispuesto en este momento. Creo que saldré afuera. Me vendría bien un poco de aire...
—Permítame que la acompañe —se ofreció Routier, y la llevó de prisa hasta las puertas del balcón.
Una ráfaga de aire frío procedente del jardín le envolvió la cara y de inmediato se sintió mejor. Agarrada a la barandilla, se asomó al mirador y respiró hondo.
— ¿Se encuentra bien, lady Darfield? Debería ir a buscar al marqués —propuso angustiado.
____ negó con la cabeza e inspiró hondo, se echó hacia atrás y exhaló despacio.
—Me encuentro mucho mejor, señor Routier, de verdad. —El aire frío le estaba ayudando mucho y el mareo empezaba a remitir. Miró a su acompañante, que parecía preocupado. —Gracias por ayudarme —dijo tímidamente.
El hizo un gesto con la cabeza y sus ojos ambarinos brillaron.
—Entonces, ¿ha estado en Bruselas?
Sorprendido, asintió con la cabeza.
—Sí, ¿y usted?
—Hace algunos años —contestó, respirando hondo. —No vi mucho, la verdad. Mi padre era muy protector. —Le vino a la cabeza un recuerdo, el primero no doloroso desde hacía algún tiempo, y sonrió.
— ¿Ah, sí? —preguntó el hombre en voz baja.
—Ciertamente. Pasamos un invierno entero en Bruselas, y él no paraba de amenazar con encerrarme en el casco del barco. Nunca entendí qué lo angustiaba tanto; ni siquiera me dejaba salir de casa —señaló, recordando una terrible discusión que había tenido con el capitán porque no la dejaba acompañar a dos amigas a una sombrerería de moda.
«Rotundamente no ¡Ahí fuera hay piratas que en cuanto te vean te echarán el guante!», le había dicho. «Papá, ¡lees demasiadas novelas! ¡Qué idea más ridícula! ¿Por qué demonios me iban a echar el guante?», le había gritado ella frustrada. Él no le había respondido, pero la había mirado muy serio y le había señalado el piso de arriba para que volviese a su habitación. « ¡Te odio!», le había chillado ella mientras subía corriendo la escalera y se había encerrado en su cuarto el resto del día.
—Si hubiera sido mi hija, creo que me habría visto tentado de hacer lo mismo —rió Routier.
____ sonrió.
— ¿Desde cuándo conocía a mi padre?
—Desde hace muchos años
— ¿Eran amigos?
—Éramos socios. Supongo que nos llevábamos bien, pero nunca consideré que fuéramos amigos propiamente dicho —señaló él pensativo.
____ se volvió y, apoyada en la barandilla, contempló a los bailarines por el cristal de una de las puertas.
—Aún lo echo muchísimo de menos —declaró con tristeza.
Era cierto: a pesar de su traición, lo echaba de menos. Lo había echado de menos una barbaridad en los últimos cuatro días, algo un tanto extraño, dado que él era la razón de su desgracia.
—Era un hombre corpulento, con una gran mata de grueso pelo blanco y barba cana. Yo solía bromear con él diciéndole que la llevaba muy desarreglada. Lo ponía furioso Se sentía muy orgulloso de ella —comentó Routier.
—Muy orgulloso. Siempre decía que se puede juzgar a un hombre por la robustez de sus barbas —confirmó ella.
—Entonces, yo diría que él era un hombre muy fuerte —rió él. Observó admirado a ____, que se apartó de la barandilla y se acercó despacio a una maceta de siempre-verde. —Sospecho que usted también.
____ le sonrió por encima del hombro.
—No sé. A veces no me siento muy fuerte.
—A mí me lo parece —dijo, irguiéndose, y se situó detrás de ella junto al ventanal.
Exploró distraída la sala a través del parteluz de la puerta, sintiendo el impulso involuntario de buscar a Nicholas. Fue una estupidez, porque lo localizó, sí, con Rebecca Davenport. La diosa rubia le sonreía como si compartieran un secreto delicioso. El marqués estaba muy serio, pero muy cerca de ella, y a ____ se le aceleró el pulso de rabia, la había traicionado. De forma descarada e insolente. El verlo tan claramente entretenido con su amante resultaba humillante.
— ¿Cómo te atreves a desafiarme? Debería sacarte a rastras de aquí y encerrarte en Blessing Park por desobedecerme —le dijo en un tono dulce que contradecía la insoportable severidad de su rostro.
Nicholas subió el brazo y la atrapó contra la columna. Nada la había preparado para aquello. Se había convencido de que estaba furiosa con él y de que lo despreciaba por su veleidad. La falsa confesión de lady Davenport no había contribuido a que lo apreciase más. No podía negar lo mucho que lo amaba, ni lo mucho que le dolía la tibieza de su mirada. Se esforzó por mantener la barbilla bien alta.
—No puedes tenerme prisionera, Nicholas. No he hecho nada malo —replicó con escasa contundencia y ninguna convicción.
—Discrepo. Me has mentido. Me has desobedecido. Y estás rondando el límite de mi paciencia. —Sus ojos grises destellaban odio puro.
____ no podía soportarlo más, así que se volvió bruscamente. Nicholas se inclinó hacia adelante y le susurró al oído:
— ¿Qué pasa, cielo? ¿No me puedes mirar a los ojos?
Ella cruzó los brazos por delante para protegerse y giró un poco la cabeza.
—Prefiero no hacerlo. Lo que veo en ellos me enferma —respondió en voz baja.
— ¿Te enferma? —repitió él, irritado.
—Si hubieras querido verme cuando te lo pedí, habría respondido muy a gusto a tus acusaciones infundadas. Quizá, entonces, ni podrías haber resuelto algunas de mis dudas. Pero no creo que éste sea el sitio, Nicholas. Por favor, déjame en paz —le susurró con voz ronca.
— ¡Déjala, Darfield! —La voz de Galen hizo añicos la tensión que había entre ellos.
Cargado con un par de copas de champán, miró furioso a Nicholas, que tenso la mandíbula y devolvió su fría mirada a ____, anclando sus ojos en los de ella, atravesándole hasta el alma, acusándola en silencio.
—Eso me propongo —replico mordaz y, lanzándole una mirada feroz al joven, se alejó.
____ respiró hondo. ¿Por qué no habría vuelto a América de inmediato en cuanto se enteró de la mentira de su padre? ¿Por qué había esperado a enamorarse tan perdidamente de él?
Poco a poco empezó a ser consciente de la voz suave de su primo.
—Pequeña, bebe un poco de champán —le decía. —No volverá a molestarte, no se arriesgará a montar una escena aquí. Escucha, voy a la sala de juego. Tendrás menos problemas si no me quedo contigo. Vamos, bebe champán. No dejes que te arruine la noche. Relájate y disfruta.
Ella asintió en silencio, incapaz de hablar, con los ojos clavados en el suelo. Galen le cogió la mano y se la apretó antes de desaparecer entre la multitud. Sola al borde de la pista, estudiada por decenas de ojos, ____ libró una dura batalla contra una tempestad de emociones que amenazaba con hundirla.
Al otro lado del salón, Nicholas bebía su champán, contemplando indolente a su esposa. Debía haberla dejado sola, pero no podía negarse la oportunidad de estar cerca de ella, de respirar su dulce aroma. A pesar de lo mucho que recelaba de ella en aquellos momentos, también la echaba muchísimo de menos. Para él era casi un milagro que una mujer pudiera afectarlo así, pero no tenía ni idea de cuánto hasta que la había visto en brazos de Galen. Maldita sea, se la veía muy triste. Y muy delgada. Pero ya la había visto así antes y, al parecer, formaba parte de su interpretación. Lo había desobedecido, se había mofado de sus dudas en su cara presentándose allí con ése. ¡Dios!, lo devoraba la incertidumbre.
Daniel Strickland, un sinvergüenza célebre por su interés en las mujeres casadas, y su éxito con ellas, se acercó a ____ pavoneándose y le hizo una reverencia muy galante cogiéndole la mano. Nicholas se tensó. Maldita sea, no sabía lo insufrible que podía resultar ver cómo otros hombres adulaban a su esposa. Se le encogió el pecho de celos al ver a Strickland llevarla a la pista de baile. ____ se deslizó con elegancia del brazo del casanova. ¡Cielo santo!, ¿cuánto tardarían sus hombres en encontrar a Strait? El abogado de Carrington era el único que podía demostrar la inocencia de ____. O su culpabilidad.
Nicholas siguió plantado junto a la columna, viendo a su esposa bailar con un hombre detrás de otro. Charlaba educada y diplomáticamente con los que se atrevían a acercarse a él a pesar de su gesto malhumorado. Ninguno de ellos permanecía mucho a su lado; obviamente no estaba de humor para parloteos intrascendentes. Al cabo de un rato, las murmuraciones de los invitados de Green sobre él y el modo en que el Diablo de Darfield veía bailar a su esposa eran generalizadas. Si la aristocracia londinense no se había enterado hasta entonces de que habían discutido, seguro que ya lo sabían.
Como no podía soportar que la tocase un solo hombre más, ya había decidido marcharse cuando vio de pronto la figura alta y esbelta de Routier pasar el arco de entrada al salón de baile. El muy ruin, en cuanto divisó a ____, echó un vistazo disimuladamente por todo el salón. Nicholas sospechó que lo buscaba a él, y se ocultó entre las sombras. Tras explorar la estancia durante unos minutos, Routier, con una sonrisa de decidida satisfacción, se dirigió tranquilamente hacia el rincón donde se encontraba ____. Darfield apuró en silencio la copa de champán que llevaba en la mano desde hacía media hora.
Un hombre que llevaba una chaqueta muy gruesa y desprendía un fuerte hedor acompañó a ____ a la pista de baile. Ella se excusó educadamente alegando que necesitaba ir al tocador y, como iba a toda prisa, no reparó en Malcolm Routier hasta que le habló:
—Buenas noches lady Darfield.
Sobresaltada, dio un traspié al tiempo que lo miraba.
—Señor Routier —dijo con frialdad.
—Esperaba encontrarla...
—Prefiero no bailar, señor —dijo sin fuerzas.
Routier arqueó un poco sus tinas cejas.
—Discúlpeme, señora, pero es costumbre que una dama rechace a un caballero cuando éste ya la haya invitado a bailar y no antes.
____ se espantó de su imperdonable metedura de pata.
— ¡Ay, qué horror! Por favor, acepte mis disculpas... No pensaba en lo que decía —se excusó de forma poco convincente.
—No me ha ofendido —sonrió él, encantador.
El champán que había estado bebiendo toda la noche la había aturdido. No le agradaba balbucir, pero el atontamiento que le producía el espumoso compensaba aquel inconveniente. Además, en medio de la bruma que la rodeaba, le pareció que Routier era en realidad un hombre muy agradable.
—No es la primera vez que me rechazan. Una muchacha belga ha hecho los honores —dijo.
____ se tensó aún más y empezó a marcarse. Se llevó una mano a la sien.
— ¿Eso importa, señor?
Routier sonrió e hizo una ligera reverencia.
—Bromeaba. Por lo visto, no se me da muy bien —señaló galante.
____ se reprendió internamente. El estaba siendo muy agradable y no merecía sus comentarios mordaces. Se obligó a sonreír; los ojos ambarinos de Routier le miraron la boca.
—Señora, tiene usted una sonrisa extraordinaria —sentenció de pronto.
El encanto de aquel hombre la confundía, aumentaba su mareo. El estampado de la pared de detrás de Routier empezó a moverse
— ¿Ocurre algo? —preguntó él verdaderamente preocupado.
El estampado empezó a darle vueltas y ____ trató de enfocar el hombro de la chaqueta negra de Routier.
—No me encuentro bien —murmuró ella, concentrándose en evitar que se le revolviese aún más el estómago.
— ¿Quiere que vaya a buscar a lord Darfield?
— ¡No! —casi gritó, y en seguida se tapó la boca con la mano. De repente hacia un calor sofocante en el salón de baile. —Me parece que está indispuesto en este momento. Creo que saldré afuera. Me vendría bien un poco de aire...
—Permítame que la acompañe —se ofreció Routier, y la llevó de prisa hasta las puertas del balcón.
Una ráfaga de aire frío procedente del jardín le envolvió la cara y de inmediato se sintió mejor. Agarrada a la barandilla, se asomó al mirador y respiró hondo.
— ¿Se encuentra bien, lady Darfield? Debería ir a buscar al marqués —propuso angustiado.
____ negó con la cabeza e inspiró hondo, se echó hacia atrás y exhaló despacio.
—Me encuentro mucho mejor, señor Routier, de verdad. —El aire frío le estaba ayudando mucho y el mareo empezaba a remitir. Miró a su acompañante, que parecía preocupado. —Gracias por ayudarme —dijo tímidamente.
El hizo un gesto con la cabeza y sus ojos ambarinos brillaron.
—Entonces, ¿ha estado en Bruselas?
Sorprendido, asintió con la cabeza.
—Sí, ¿y usted?
—Hace algunos años —contestó, respirando hondo. —No vi mucho, la verdad. Mi padre era muy protector. —Le vino a la cabeza un recuerdo, el primero no doloroso desde hacía algún tiempo, y sonrió.
— ¿Ah, sí? —preguntó el hombre en voz baja.
—Ciertamente. Pasamos un invierno entero en Bruselas, y él no paraba de amenazar con encerrarme en el casco del barco. Nunca entendí qué lo angustiaba tanto; ni siquiera me dejaba salir de casa —señaló, recordando una terrible discusión que había tenido con el capitán porque no la dejaba acompañar a dos amigas a una sombrerería de moda.
«Rotundamente no ¡Ahí fuera hay piratas que en cuanto te vean te echarán el guante!», le había dicho. «Papá, ¡lees demasiadas novelas! ¡Qué idea más ridícula! ¿Por qué demonios me iban a echar el guante?», le había gritado ella frustrada. Él no le había respondido, pero la había mirado muy serio y le había señalado el piso de arriba para que volviese a su habitación. « ¡Te odio!», le había chillado ella mientras subía corriendo la escalera y se había encerrado en su cuarto el resto del día.
—Si hubiera sido mi hija, creo que me habría visto tentado de hacer lo mismo —rió Routier.
____ sonrió.
— ¿Desde cuándo conocía a mi padre?
—Desde hace muchos años
— ¿Eran amigos?
—Éramos socios. Supongo que nos llevábamos bien, pero nunca consideré que fuéramos amigos propiamente dicho —señaló él pensativo.
____ se volvió y, apoyada en la barandilla, contempló a los bailarines por el cristal de una de las puertas.
—Aún lo echo muchísimo de menos —declaró con tristeza.
Era cierto: a pesar de su traición, lo echaba de menos. Lo había echado de menos una barbaridad en los últimos cuatro días, algo un tanto extraño, dado que él era la razón de su desgracia.
—Era un hombre corpulento, con una gran mata de grueso pelo blanco y barba cana. Yo solía bromear con él diciéndole que la llevaba muy desarreglada. Lo ponía furioso Se sentía muy orgulloso de ella —comentó Routier.
—Muy orgulloso. Siempre decía que se puede juzgar a un hombre por la robustez de sus barbas —confirmó ella.
—Entonces, yo diría que él era un hombre muy fuerte —rió él. Observó admirado a ____, que se apartó de la barandilla y se acercó despacio a una maceta de siempre-verde. —Sospecho que usted también.
____ le sonrió por encima del hombro.
—No sé. A veces no me siento muy fuerte.
—A mí me lo parece —dijo, irguiéndose, y se situó detrás de ella junto al ventanal.
Exploró distraída la sala a través del parteluz de la puerta, sintiendo el impulso involuntario de buscar a Nicholas. Fue una estupidez, porque lo localizó, sí, con Rebecca Davenport. La diosa rubia le sonreía como si compartieran un secreto delicioso. El marqués estaba muy serio, pero muy cerca de ella, y a ____ se le aceleró el pulso de rabia, la había traicionado. De forma descarada e insolente. El verlo tan claramente entretenido con su amante resultaba humillante.
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
16 3/3
—Lady Davenport es persistente, ¿no le parece? —suspiró Routier.
«No —pensó ____ amargamente, —Nicholas era persistente.» En aquel momento, lo odiaba.
—Claro que algunas relaciones son difíciles de cortar —añadió el hombre, y se apartó, volviendo al mirador.
«Eso parece.» la rabia le corría por las venas. ¿Cómo se atrevía Nicholas a preguntarle por Galen cuando él mantenía una relación adúltera? Alzó la barbilla.
— ¿Ha estado alguna vez en Roma, señor Routier? Creo que el señor Green ha decorado este salón como el Coliseo, ¿no le parece? —inquirió.
El intento visible de cambiar de tema hizo sonreír al antiguo socio de su padre, pero le siguió la corriente. Le habló de las grandes ruinas romanas y luego la ilustró sobre los detalles griegos de la decoración. ____ escuchaba atentamente, pero, en varias ocasiones, la sorprendió intentando localizar a Nicholas. A él ya no lo veía, pero lady Davenport seguía allí. Su sonrisa de suficiencia se había esfumado, pero el tenerla allí de pie, tan hermosa, hizo que la cabeza y el estómago de ____ protestasen con violencia. Cerró los ojos y se esforzó por controlar las náuseas. Brotaron en su frente unas gotas diminutas de sudor y palideció rápidamente.
—Lady Darfield, se ha puesto muy pálida. ¿Se encuentra mal? —espetó Routier interrumpiendo su disertación sobre la arquitectura griega.
—No es nada, seguro. Quizá he bebido demasiado champán —susurró con voz pastosa, y tragó saliva para superar las náuseas.
El se acercó a ella en seguida y la apartó de la ventana. ____ se dirigió como pudo hasta la barandilla, horrorizada por las arcadas que sentía. Qué embarazoso y qué absurdo, pensó, sólo le faltaba vomitarle en los zapatos a su acompañante para rematar una velada ideal. Respiró hondo
Routier le puso la mano en la parte baja de la espalda y se inclinó para mirarla.
—Estoy muy preocupado, lady Darfield...
—No, por favor, ya se me pasará —susurró ella.
Por suerte, las náuseas remitían tan de prisa como habían aparecido. Volvió a respirar hondo.
El movió la mano, apoyándola entre las paletillas.
— ¿Le traigo un poco de agua?
—No... Creo que, si me quedo quieta un momento se me pasará —dijo con voz temblona. El jardín le daba vueltas; parpadeó varias veces hasta que los setos dejaron de moverse.
Routier se inclinó sobre ella, mirándole la cara angustiado.
Ella se volvió un poco y le dedicó una débil sonrisa tranquilizadora.
—Estoy muy bien, de verdad.
—No creo que mi compañía haya puesto nunca enferma a una mujer —bromeó, —al menos que yo sepa.
____ rió a pesar de las náuseas.
Oculto entre las sombras del balcón, Nicholas los observaba. El ver que le ponía la mano en la espalda le había acelerado el pulso. Abriendo y cerrando los puños a los lados, rechinó los dientes cuando la risa suave de ____ llegó hasta sus oídos. ¡Disfrutaba de la compañía de aquel condenado sinvergüenza!
En aquel preciso momento pensó que prefería ceder a las exigencias fraudulentas de Carrey que permitir que Routier tocase a su esposa. Se ocultó aún más entre las sombras y se reprendió por perder el control. Contuvo el deseo de estrangular a ese rufián cuando la risa cantarina de ____ llegó de nuevo a sus oídos. De todos los hombres con los que podía haber congeniado, tenía que elegir a ése. Era como una maldita bofetada para él. Eran como dos amantes, allí fuera, a la luz de la luna, y tenía que ser él quien estuviera en lugar de Routier. Furibundo, Nicholas salió de entre las sombras.
—¡____! —bramó, sorprendido de su propia voz ahogada.
Ella se volvió y su rostro se ensombreció de inmediato.
— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —espetó.
—Tu esposa estaba enferma, Darfield. Como tú estabas entretenido. La he acompañado afuera a que le diera el aire —le informó Routier sin inmutarse.
—A mí no me parece que esté enferma —replicó desagradable.
____ frunció el cejo, lo miró furiosa y le dio la espalda. El apretó los puños.
—Si no te importa, Routier, querría hablar un momento con mi esposa —gruñó.
Este no se apartó de ella, algo que para Nicholas era motivo suficiente para enfrentarse a aquel bastardo.
—No me iré a menos que lady Darfield me lo pida —dijo con una sonrisa desafiante.
____ se volvió y miró fijamente a Nicholas. Sus ojos violeta ya no estaban apagados, sino llenos de furia.
—Siento que mi marido sea tan grosero, señor Routier, pero últimamente no está de muy buen humor. Si nos disculpa... —dijo enfadada.
Routier miró satisfecho al aristócrata.
—Como desee la señora —dijo casi contento. —He disfrutado mucho de nuestra conversación, lady Darfield. Cuando se encuentre mejor, agradecería la oportunidad de volver a bailar con usted —señaló con una reverencia.
—Me encantaría, señor Routier —sonrió ____.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Nicholas consiguió controlarse y mantener un gesto neutral. Routier sonrió triunfante, cruzó el balcón pasando por su lado como si nada y se perdió en el salón de baile
Nicholas apretó los puños y, en jarras, con los pies separados, se volvió para mirar furioso a su hermosa esposa. Sorprendentemente, se debatió entre darle una buena azotaina o estrecharla en sus brazos y besarla hasta quitarle de la cabeza a Routier. Pero todas aquellas emociones se esfumaron cuando ella alzó la barbilla e, impaciente, empezó a dar golpecitos en el suelo con la punta del pie.
— ¿Te estoy entreteniendo? —preguntó él con frialdad.
—Lo cierto es que si.
— ¿Ah, sí? Si no recuerdo mal, no hace muchos días, no querías bailar con nadie más que conmigo —dijo con sarcasmo.
Ella abrió mucho los ojos, luego los entrecerró indignada.
—Eso fue antes de que mi esposo infiel diera por sentado que soy cómplice de algún acto innoble, horrendo y completamente imaginado —espetó ella.
Nicholas se le acercó rabioso.
— ¿Y ahora?
— ¡Ahora bailaría con todos menos contigo! —Pues me parece que estás a punto de conseguirlo —repuso Nicholas.
____ lo miró encendida, tamborileándose furiosa con los dedos la parte superior del brazo.
—Por fin te muestras como eres de verdad —gruñó ella.
— ¿Que yo me muestro como soy? Esa sí que es buena. ¡La proverbial paja en el ojo ajeno...!
— ¡No he hecho nada malo. Nicholas Jonas! ¡Si eres tan necio de creer que sí, es tu problema, no mío! ¡No dejaré que me encierres como a una delincuente para que tú me puedas ser infiel! —casi gritó.
A pesar de la rotundidad con que hablaba, sus ojos la delataban, como siempre Nicholas tiró a matar.
—Me da igual lo que pienses ____, pero escúchame bien: si me pones los cuernos, te arrancaré del pecho ese corazón negro que tienes y se lo echaré a los perros.
Ella hizo un aspaviento de horror, luego brilló algo en lo más profundo de sus ojos violeta.
—¡Hijo de perra! —susurró furiosa mientras él se le acercaba.
El ignoró aquella imprecación nada femenina.
—Lo digo en serio, ____. Ni se te ocurra ponerme los cuernos —repitió en voz baja.
—¡Cielo santo, con qué descaro juegas a dos bandas! ¿Compartes tu cama con lady Davenport y te atreves a darme lecciones de fidelidad? —le replicó ella casi gritando.
Aquello lo dejó algo perplejo, pero estaba demasiado enfadado para ceder.
—Me parece que te falla la memoria, esposa. ¡No es asunto tuyo lo que haga con lady Davenport, o con cualquier otra mujer! Soy yo el que ha sitio traicionado, en repetidas ocasiones, no tú.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Lo que quiera que ____ hubiera sentido al verlo por primera vez a su lado aquella noche se había esfumado sin más. Nicholas jamás había visto a nadie tan indignado, y, si ____ hubiese sido un hombre, el marqués habría temido por su vida, la joven apretó con fuerza sus deliciosos labios, sus cejas formaron una aciaga uve por encima de sus ojos, y sus ojos, que Dios lo asistiera, sus ojos lo decían toda Avanzó y lo empujó con fuerza por el pecho antes de dirigirse a la puerta, mascullando otro juramento que habría dejado atónitos a los presentes.
—Que no te vuelva a encontrar con Routier, ¿me has entendido? —le gritó Nicholas.
Ella se detuvo en seco y, con los brazos a la cintura, se volvió despacio para mirarlo. Nicholas se cogió las manos a la espalda como si nada y contempló tranquilamente cómo se le encendía la mirada. ____ se encaminó de nuevo hacia él. El esperó paciente hasta que la tuvo a sólo unos centímetros.
El destello del brazo de ella lo pilló por sorpresa, igual que el fuerte puñetazo en la boca, la intensidad del golpe la hizo tambalearse, proferir un grito y agitar la mano dolorida. El impacto estampó a Nicholas contra la barandilla. Anonadado, se llevó los dedos a la comisura de los labios y se palpó con cuidado. Un pequeño reguero de sangre le nacía del punto en el que el anillo de ella había entrado en contacto con su labio, y le bajaba despacio por la barbilla, ¡la niña malcriada le había dado un puñetazo en la boca! No pudo evitarlo: esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
La sorpresa y la rabia de ____ ante aquella reacción se le vio en la cara. Esa vez, Nicholas identificó en seguida el indicio de peligro, pero no pudo reaccionar a tiempo. Se levantó las faldas y, con una de sus piernas esbeltas y bien formadas, le pegó una patada, fuerte, en la espinilla, luego dio media vuelta y huyó del balcón. Nicholas se agarró la pierna y se frotó con brío para calmar el dolor, sacó un pañuelo del bolsillo y se limpió la sangre de la boca. Cuando miró las manchas de sangre en el lino blanco, no pudo contener el absurdo regocijo que le hervía en el pecho. Soltó una carcajada histérica.
Maldita sea, ¿cómo no iba a querer a aquella muchacha? Cielo santo, ¡menudo derechazo tenia!
(ame la ultima parte de este cap!! jajajaja se merecia unos buenos golpes :twisted: )
—Lady Davenport es persistente, ¿no le parece? —suspiró Routier.
«No —pensó ____ amargamente, —Nicholas era persistente.» En aquel momento, lo odiaba.
—Claro que algunas relaciones son difíciles de cortar —añadió el hombre, y se apartó, volviendo al mirador.
«Eso parece.» la rabia le corría por las venas. ¿Cómo se atrevía Nicholas a preguntarle por Galen cuando él mantenía una relación adúltera? Alzó la barbilla.
— ¿Ha estado alguna vez en Roma, señor Routier? Creo que el señor Green ha decorado este salón como el Coliseo, ¿no le parece? —inquirió.
El intento visible de cambiar de tema hizo sonreír al antiguo socio de su padre, pero le siguió la corriente. Le habló de las grandes ruinas romanas y luego la ilustró sobre los detalles griegos de la decoración. ____ escuchaba atentamente, pero, en varias ocasiones, la sorprendió intentando localizar a Nicholas. A él ya no lo veía, pero lady Davenport seguía allí. Su sonrisa de suficiencia se había esfumado, pero el tenerla allí de pie, tan hermosa, hizo que la cabeza y el estómago de ____ protestasen con violencia. Cerró los ojos y se esforzó por controlar las náuseas. Brotaron en su frente unas gotas diminutas de sudor y palideció rápidamente.
—Lady Darfield, se ha puesto muy pálida. ¿Se encuentra mal? —espetó Routier interrumpiendo su disertación sobre la arquitectura griega.
—No es nada, seguro. Quizá he bebido demasiado champán —susurró con voz pastosa, y tragó saliva para superar las náuseas.
El se acercó a ella en seguida y la apartó de la ventana. ____ se dirigió como pudo hasta la barandilla, horrorizada por las arcadas que sentía. Qué embarazoso y qué absurdo, pensó, sólo le faltaba vomitarle en los zapatos a su acompañante para rematar una velada ideal. Respiró hondo
Routier le puso la mano en la parte baja de la espalda y se inclinó para mirarla.
—Estoy muy preocupado, lady Darfield...
—No, por favor, ya se me pasará —susurró ella.
Por suerte, las náuseas remitían tan de prisa como habían aparecido. Volvió a respirar hondo.
El movió la mano, apoyándola entre las paletillas.
— ¿Le traigo un poco de agua?
—No... Creo que, si me quedo quieta un momento se me pasará —dijo con voz temblona. El jardín le daba vueltas; parpadeó varias veces hasta que los setos dejaron de moverse.
Routier se inclinó sobre ella, mirándole la cara angustiado.
Ella se volvió un poco y le dedicó una débil sonrisa tranquilizadora.
—Estoy muy bien, de verdad.
—No creo que mi compañía haya puesto nunca enferma a una mujer —bromeó, —al menos que yo sepa.
____ rió a pesar de las náuseas.
Oculto entre las sombras del balcón, Nicholas los observaba. El ver que le ponía la mano en la espalda le había acelerado el pulso. Abriendo y cerrando los puños a los lados, rechinó los dientes cuando la risa suave de ____ llegó hasta sus oídos. ¡Disfrutaba de la compañía de aquel condenado sinvergüenza!
En aquel preciso momento pensó que prefería ceder a las exigencias fraudulentas de Carrey que permitir que Routier tocase a su esposa. Se ocultó aún más entre las sombras y se reprendió por perder el control. Contuvo el deseo de estrangular a ese rufián cuando la risa cantarina de ____ llegó de nuevo a sus oídos. De todos los hombres con los que podía haber congeniado, tenía que elegir a ése. Era como una maldita bofetada para él. Eran como dos amantes, allí fuera, a la luz de la luna, y tenía que ser él quien estuviera en lugar de Routier. Furibundo, Nicholas salió de entre las sombras.
—¡____! —bramó, sorprendido de su propia voz ahogada.
Ella se volvió y su rostro se ensombreció de inmediato.
— ¿Qué demonios crees que estás haciendo? —espetó.
—Tu esposa estaba enferma, Darfield. Como tú estabas entretenido. La he acompañado afuera a que le diera el aire —le informó Routier sin inmutarse.
—A mí no me parece que esté enferma —replicó desagradable.
____ frunció el cejo, lo miró furiosa y le dio la espalda. El apretó los puños.
—Si no te importa, Routier, querría hablar un momento con mi esposa —gruñó.
Este no se apartó de ella, algo que para Nicholas era motivo suficiente para enfrentarse a aquel bastardo.
—No me iré a menos que lady Darfield me lo pida —dijo con una sonrisa desafiante.
____ se volvió y miró fijamente a Nicholas. Sus ojos violeta ya no estaban apagados, sino llenos de furia.
—Siento que mi marido sea tan grosero, señor Routier, pero últimamente no está de muy buen humor. Si nos disculpa... —dijo enfadada.
Routier miró satisfecho al aristócrata.
—Como desee la señora —dijo casi contento. —He disfrutado mucho de nuestra conversación, lady Darfield. Cuando se encuentre mejor, agradecería la oportunidad de volver a bailar con usted —señaló con una reverencia.
—Me encantaría, señor Routier —sonrió ____.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Nicholas consiguió controlarse y mantener un gesto neutral. Routier sonrió triunfante, cruzó el balcón pasando por su lado como si nada y se perdió en el salón de baile
Nicholas apretó los puños y, en jarras, con los pies separados, se volvió para mirar furioso a su hermosa esposa. Sorprendentemente, se debatió entre darle una buena azotaina o estrecharla en sus brazos y besarla hasta quitarle de la cabeza a Routier. Pero todas aquellas emociones se esfumaron cuando ella alzó la barbilla e, impaciente, empezó a dar golpecitos en el suelo con la punta del pie.
— ¿Te estoy entreteniendo? —preguntó él con frialdad.
—Lo cierto es que si.
— ¿Ah, sí? Si no recuerdo mal, no hace muchos días, no querías bailar con nadie más que conmigo —dijo con sarcasmo.
Ella abrió mucho los ojos, luego los entrecerró indignada.
—Eso fue antes de que mi esposo infiel diera por sentado que soy cómplice de algún acto innoble, horrendo y completamente imaginado —espetó ella.
Nicholas se le acercó rabioso.
— ¿Y ahora?
— ¡Ahora bailaría con todos menos contigo! —Pues me parece que estás a punto de conseguirlo —repuso Nicholas.
____ lo miró encendida, tamborileándose furiosa con los dedos la parte superior del brazo.
—Por fin te muestras como eres de verdad —gruñó ella.
— ¿Que yo me muestro como soy? Esa sí que es buena. ¡La proverbial paja en el ojo ajeno...!
— ¡No he hecho nada malo. Nicholas Jonas! ¡Si eres tan necio de creer que sí, es tu problema, no mío! ¡No dejaré que me encierres como a una delincuente para que tú me puedas ser infiel! —casi gritó.
A pesar de la rotundidad con que hablaba, sus ojos la delataban, como siempre Nicholas tiró a matar.
—Me da igual lo que pienses ____, pero escúchame bien: si me pones los cuernos, te arrancaré del pecho ese corazón negro que tienes y se lo echaré a los perros.
Ella hizo un aspaviento de horror, luego brilló algo en lo más profundo de sus ojos violeta.
—¡Hijo de perra! —susurró furiosa mientras él se le acercaba.
El ignoró aquella imprecación nada femenina.
—Lo digo en serio, ____. Ni se te ocurra ponerme los cuernos —repitió en voz baja.
—¡Cielo santo, con qué descaro juegas a dos bandas! ¿Compartes tu cama con lady Davenport y te atreves a darme lecciones de fidelidad? —le replicó ella casi gritando.
Aquello lo dejó algo perplejo, pero estaba demasiado enfadado para ceder.
—Me parece que te falla la memoria, esposa. ¡No es asunto tuyo lo que haga con lady Davenport, o con cualquier otra mujer! Soy yo el que ha sitio traicionado, en repetidas ocasiones, no tú.
Aquello fue la gota que colmó el vaso. Lo que quiera que ____ hubiera sentido al verlo por primera vez a su lado aquella noche se había esfumado sin más. Nicholas jamás había visto a nadie tan indignado, y, si ____ hubiese sido un hombre, el marqués habría temido por su vida, la joven apretó con fuerza sus deliciosos labios, sus cejas formaron una aciaga uve por encima de sus ojos, y sus ojos, que Dios lo asistiera, sus ojos lo decían toda Avanzó y lo empujó con fuerza por el pecho antes de dirigirse a la puerta, mascullando otro juramento que habría dejado atónitos a los presentes.
—Que no te vuelva a encontrar con Routier, ¿me has entendido? —le gritó Nicholas.
Ella se detuvo en seco y, con los brazos a la cintura, se volvió despacio para mirarlo. Nicholas se cogió las manos a la espalda como si nada y contempló tranquilamente cómo se le encendía la mirada. ____ se encaminó de nuevo hacia él. El esperó paciente hasta que la tuvo a sólo unos centímetros.
El destello del brazo de ella lo pilló por sorpresa, igual que el fuerte puñetazo en la boca, la intensidad del golpe la hizo tambalearse, proferir un grito y agitar la mano dolorida. El impacto estampó a Nicholas contra la barandilla. Anonadado, se llevó los dedos a la comisura de los labios y se palpó con cuidado. Un pequeño reguero de sangre le nacía del punto en el que el anillo de ella había entrado en contacto con su labio, y le bajaba despacio por la barbilla, ¡la niña malcriada le había dado un puñetazo en la boca! No pudo evitarlo: esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
La sorpresa y la rabia de ____ ante aquella reacción se le vio en la cara. Esa vez, Nicholas identificó en seguida el indicio de peligro, pero no pudo reaccionar a tiempo. Se levantó las faldas y, con una de sus piernas esbeltas y bien formadas, le pegó una patada, fuerte, en la espinilla, luego dio media vuelta y huyó del balcón. Nicholas se agarró la pierna y se frotó con brío para calmar el dolor, sacó un pañuelo del bolsillo y se limpió la sangre de la boca. Cuando miró las manchas de sangre en el lino blanco, no pudo contener el absurdo regocijo que le hervía en el pecho. Soltó una carcajada histérica.
Maldita sea, ¿cómo no iba a querer a aquella muchacha? Cielo santo, ¡menudo derechazo tenia!
(ame la ultima parte de este cap!! jajajaja se merecia unos buenos golpes :twisted: )
Andrea P. Jonas:)
Re: "El diablo enamorado"(Nick Jonas y Tu) Terminada
CAPITULO 17 1/3
El rumor de la disputa de los marqueses de Darfield corrió como la pólvora entre la aristocracia londinense. En las teterías y los salones de Mayfair, la especulación era generalizada. Nadie podía ignorar la tentadora historia de los Darfield: un hombre sombrío con un pasado aún más sombrío, de pronto casado con una belleza que, al parecer, había salido de la nada. Una gloriosa presentación en sociedad, seguida por una misteriosa disputa. Muchos de los que habían presenciado el desafío entre lady Davenport y lady Darfield en la fiesta de Harrison Green creían que la amante de Nicholas era la culpable. Otros, en cambio, sostenían que la americana había mostrado públicamente un grado de desenfreno que el marqués no podía tolerar. En cualquier caso, la historia de los Darfield era mejor que las novelas más populares del momento y, en su afán por alimentar su insaciable apetito de chismorreos, la aristocracia londinense había inundado tanto a Nicholas como a ____ de invitaciones a fiestas, bailes y cenas.
Tras el incidente de la mansión de Harrison Green, Galen le dijo a ____ que no le parecía sensato volver a acompañarla, dado el espantoso humor de Darfield. Esta había aceptado a regañadientes, pero, negándose a quedarse encerrada en casa mientras su esposo se divertía con su amante, logró que lord Southerland la acompañase de buen grado. Su rabia la había catapultado al nivel de una furia agotadora, por lo que la marquesa asistía a todos los eventos que podía. El único modo que tenía de escapar a la pena que todo aquello le producía era sumergirse en el torbellino de la sociedad. Al menos, en aquellos insufribles actos, se olvidaba de el por unas horas.
Bueno, casi. Para consternación suya, nunca lo tenía muy lejos de su pensamiento, ni de su persona. Al parecer, asistía a los mismos actos que ella y se divertía con distintas mujeres para restregarle por la cara lo poco que le importaba.
Aquello la enfurecía y le dolía; ella se vengaba bailando a menudo con tantos hombres como podía. Si a Nicholas le importaba, no daba muestras de ello. La ignoraba descaradamente casi todo el tiempo y, si sus caminos se cruzaban accidentalmente, él se mostraba muy seco y distante. El había tomado por costumbre dirigirse lacónicamente a sus acompañantes como si ella no existiese. Si le dirigía la palabra en algún momento, era para hacerle algún comentario grosero. ____ le replicaba acalorada con algún «Déjame en paz» o el igualmente hiriente «lárgate». No parecía encontrar las palabras cuando lo tenía cerca.
A pesar de lo furiosa que estaba, no podía evitar que el marqués le recordase a un pajarillo liberado de su jaula. Revoloteaba por la sala, de atractivo en atractivo.
Era obvio que ella había sido su jaula.
Empezó a replanteárselo todo. ¿Se había imaginado lo que había sucedido entre ellos? ¿Había estado tan enamorada de él que le había atribuido sentimientos que él nunca había albergado? Cuando él se percatara de la verdad, ¿querría recuperarla? Le costaba creer que quisiera, teniendo en cuenta cómo la evitaba a toda costa. ¡Cielo santo!, después de todo lo que había pasado, aún lo amaba. No podía dejar de amarlo, por mucho que lo intentara. Ni siquiera la amedrentadora presencia de lady Davenport sofocaba su amor.
Su desánimo se tornó en absoluta miseria cuando empezó a sospechar que estaba embarazada. Su periodo nunca había sido muy regular, pero después de cuarenta y cinco días de retraso y con los ataques de fatiga extrema que sufría, ya no podía negarlo. Su embarazo la tenía a la deriva en un mar de emociones incontrolables. Tan pronto la entusiasmaba la idea de tener un bebé, un hijo de Nicholas, como el ánimo le caía en picado. Si no la quería a ella, ¿querría a su hijo? Por las noches daba vueltas sin parar, incapaz de conciliar el sueño como consecuencia de su desesperada situación o porque echaba muchísimo de menos sus abrazos. ¡Dios, cuánto ansiaba hablar con su tía! No tenia con nadie la confianza que había tenido con ella y sus primas, no podía hablar con nadie de su situación. Así que se enfrentó ella sola a su conflicto interno.
Nicholas asistía a los mismos eventos que ____, sin saber muy bien por qué y sin ganas de planteárselo siquiera. Aborrecía aquellos actos; lo que sus iguales pensaran que sucedía entre él y su esposa no impedía a otras mujeres buscar sus atenciones. En otro momento de su vida, lo habría encontrado divertido, pero le repugnaban su disparatado parloteo y sus clarísimas intenciones.
____, sin duda, parecía disfrutar de aquellos actos insufribles. Tras observarla varias noches, le daba la impresión de que estaba en su salsa. Sucumbía en seguida a los encantos de los hombres, riéndoles las gracias y regalándoles a todos su demoledora sonrisa. Y eso que le había declarado su gran amor. Si era cierto que lo amaba, ¿por qué no sufría como él? Cada vez que oía su risa melodiosa y despreocupada, creía de verdad que era cómplice del fraude de Carrey.
Además, le resultaba asombrosamente doloroso pensar que lo había despachado con tanta indiferencia. A pesar de que sus ojos aún le parecían extrañamente faltos de vida, de cuando en cuando se preguntaba si era la actriz consumada que requería un engaño de aquel calibre. Envidiaba a Joe, que había llegado a la milagrosa conclusión de que ____ era inocente. Su fundamento no era nada en concreto, sino todo en general. Nicholas habría querido estar tan seguro.
Fue Withers quien lo tranquilizó más. El viejo marinero le había confesado que había visto a su esposa darle dinero a Carrey, pero creía firmemente que lo había hecho por bondad. Aquel gigante inmutable tenía muy claro que lady Darfield no podía ser otra cosa que ingenua. ¿Por qué a él le costaba tanto creerlo? Porque, cuando le había concedido la oportunidad de elegir, se había puesto de parte de Galen y le había mentido. Todo era muy sencillo: él la amaba, ella le había mentido y él ya no podía confiar en ella.
Las dudas lo consumían. Merodeaba por la espaciosa casa de Londres a horas intempestivas, sin apenas comer ni dormir. Tenía el violín de ella en el escritorio de su despacho y, de vez en cuando, lo sacaba de su estuche y, examinando el arco, imaginaba que los dedos delicados de ____ lo sostenían y acariciaban las cuerdas con él. En aquellos momentos casi podía oírla. Más de una noche, lo había perseguido la imagen de ella paseándose por su cuarto, tocando con una orquesta imaginaria, y provocando en él emociones tan intensas que lo hacían estremecer.
Dios, cuánto la echaba de menos.
Por la mañana, cuando lord Hunt llegó del baile de los Wilmington, lo encontró contemplando el violín otra vez.
—Bow Street ha hecho algunos descubrimientos interesantes —anunció con sequedad al entrar en la biblioteca, después de saludar convenientemente y dejarse caer en una silla de piel. Nicholas guardó despacio el violín. —Al parecer, Strait ha desaparecido sin dejar rastro —continuó.
Aquello despertó de inmediato el interés de Nicholas.
—¿Cómo es posible? Quizá esté en el continente.
—Podría ser, pero, personalmente, lo dudo. Según la sobrina soltera del abogado, que ocupa su vivienda, un tal Malcolm Routier fue uno de los últimos hombres con quien lo vio antes de su desaparición —señaló Joe mientras cruzaba despreocupadamente una pierna sobre la otra.
El marqués permaneció inmóvil. Aquel pequeño dato confirmaba sus sospechas; Routier estaba detrás de todo aquello.
—Sé lo que estás pensando —observó su amigo, leyéndole el gesto. —Por lo visto, no era inusual que Routier lo visitara. Contrataba sus servicios de cuando en cuando.
Apoyado en el escritorio, Nicholas se frotó las sienes.
—Por mí como si era su maldito hermano. Routier está detrás de todo esto —dijo con paciencia. —Hoy he recibido un mensaje de Carrey solicitándome una entrevista para esta tarde. Le preguntaré al primo hasta qué punto podría ser inusual que Routier visite a Strait. Y si tiene idea de dónde está.
A la pregunta de ____ de si alguien estaba usando el despacho, una doncella contestó que había llegado un hombre que respondía a la descripción de Galen y que estaba esperando allí. A la joven le dio un brinco el corazón; desde su desafortunada salida juntos, no había vuelto a saber nada de su primo. Tenía que verlo, saber si estaba bien. Se le ocurrió una idea.
Bajó corriendo y se ocultó en la biblioteca. Después de lo que le parecieron horas, oyó al fin el eco de unas botas en el pasillo y se arriesgó a abrir la puerta, sólo una rendija. Galen avanzaba a toda prisa por el pasillo con la cabeza gacha y un gesto inescrutable.
—Galen —le susurró histérica desde detrás de la puerta, él levantó la cabeza de pronto. Sus ojos se encontraron y el joven miró furtivamente por encima de su hombro antes de colarse dentro. ____ cerró la puerta despacio y, profiriendo un chillido ahogado de alegría, abrazó a su primo. Este le cogió los brazos y se la descolgó del cuello.
—____, ¿te encuentras bien? —preguntó angustiado. —Me preocupaba lo que pudiera haberte hecho ese diablo; dejé dicho dónde podías encontrarme, pero ¿te lo comunicó el mayordomo?
—¡Estoy muy bien, Galen! ¡Ya te dije que Nicholas nunca me haría daño! —le aseguró ____.
El negó con la cabeza.
—¡Yo no estoy tan seguro! —Su sombría reacción la sorprendió.
Ella jamás había temido a Nicholas. Por muy enemistada que estuviera con él, lo conocía lo bastante bien para saber que jamás le haría daño.
—Se que parece... severo, pero perdónalo, Galen. Ha llevado una vida muy dura y lo han tratado mal muchas veces. Sé que está siendo muy poco razonable y muy obstinado, pero es porque supone...
—Supone demasiado. Quizá deberíamos dejar las cosas como están, pequeña. Ese hombre es inflexible —masculló Carrey entristecido.
—No desesperes. Si que terminará cediendo. Lo hará. He estado pensando, Galen, que hay alguien que podría proporcionarle las pruebas que necesita —le dijo ____ tranquilizadora tocándole el brazo.
—¿Quién? —preguntó él escéptico.
—¡El señor Strait! No sé cómo no se me ha ocurrido antes. Es lo más lógico, ¿no te parece? Por lo menos, confirmaría que se precipitó al enviar los primeros documentos, probablemente porque papá le insistió. Papá podía ser muy insistente cuando quería, y sé por experiencia que a veces podía resultar complicado llevarle la contraria, por mucho que estuviese en su lecho de muerte...
—¿Strait? —repitió Galen angustiado, palideciendo visiblemente.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella perpleja.
—____, no creo que sea buena idea —le contestó su primo cogiéndole las manos.
—Pero ¿por qué no? Él te puede ayudar. Yo lo recuerdo, era un hombre muy amable. El disipará las dudas de Nicholas.
—Nada de lo que Strait pudiera decir disiparía sus dudas, pequeña. Tu esposo no creería ni al mismísimo rey —sentenció, y se volvió bruscamente, pasándose una mano por su pelo castaño claro mientras exploraba la pequeña estancia con un gesto de absoluta desesperación.
—¡Debemos intentarlo por lo menos, Galen! ¡De lo contrario, Nicholas jamás te devolverá tu herencia!
—No servirá de nada, ____. ¡No es el momento de ir en busca de un anciano abogado! —espetó.
Atónita, no podía creer lo que estaba oyendo. Se había devanado los sesos por encontrar una solución que le devolviera a Galen lo suyo y disipara las dudas de su marido. El señor Strait era la única esperanza, y su primo estaba reaccionando como si fuese la idea más estúpida que se le podía haber ocurrido.
Antes de que pudiera convencerlo, éste cerró los ojos con una mueca de dolor.
—Si nos encuentra aquí, pensará que estamos conspirando —declaró amargamente.
—Pero ¡Galen! —exclamó ____ angustiada. La mirada de Galen se enterneció. Le cogió la mano de prisa y se la llevó a los labios.
—Pronto terminará todo. De una forma u otra, pronto habrá terminado —dijo enigmático, y se encaminó aprisa a la puerta. Ella lo miró perpleja e incrédula mientras la abría una rendija y, tras comprobar que no venía nadie por el pasillo, la miró con tristeza y salió. ____ se quedó allí un buen rato, tratando de digerir su conducta. ¿Por qué Galen no quería hacerle caso? ¿Por qué se resistía a localizar a Strait? Era incomprensible. E irritante.
El rumor de la disputa de los marqueses de Darfield corrió como la pólvora entre la aristocracia londinense. En las teterías y los salones de Mayfair, la especulación era generalizada. Nadie podía ignorar la tentadora historia de los Darfield: un hombre sombrío con un pasado aún más sombrío, de pronto casado con una belleza que, al parecer, había salido de la nada. Una gloriosa presentación en sociedad, seguida por una misteriosa disputa. Muchos de los que habían presenciado el desafío entre lady Davenport y lady Darfield en la fiesta de Harrison Green creían que la amante de Nicholas era la culpable. Otros, en cambio, sostenían que la americana había mostrado públicamente un grado de desenfreno que el marqués no podía tolerar. En cualquier caso, la historia de los Darfield era mejor que las novelas más populares del momento y, en su afán por alimentar su insaciable apetito de chismorreos, la aristocracia londinense había inundado tanto a Nicholas como a ____ de invitaciones a fiestas, bailes y cenas.
Tras el incidente de la mansión de Harrison Green, Galen le dijo a ____ que no le parecía sensato volver a acompañarla, dado el espantoso humor de Darfield. Esta había aceptado a regañadientes, pero, negándose a quedarse encerrada en casa mientras su esposo se divertía con su amante, logró que lord Southerland la acompañase de buen grado. Su rabia la había catapultado al nivel de una furia agotadora, por lo que la marquesa asistía a todos los eventos que podía. El único modo que tenía de escapar a la pena que todo aquello le producía era sumergirse en el torbellino de la sociedad. Al menos, en aquellos insufribles actos, se olvidaba de el por unas horas.
Bueno, casi. Para consternación suya, nunca lo tenía muy lejos de su pensamiento, ni de su persona. Al parecer, asistía a los mismos actos que ella y se divertía con distintas mujeres para restregarle por la cara lo poco que le importaba.
Aquello la enfurecía y le dolía; ella se vengaba bailando a menudo con tantos hombres como podía. Si a Nicholas le importaba, no daba muestras de ello. La ignoraba descaradamente casi todo el tiempo y, si sus caminos se cruzaban accidentalmente, él se mostraba muy seco y distante. El había tomado por costumbre dirigirse lacónicamente a sus acompañantes como si ella no existiese. Si le dirigía la palabra en algún momento, era para hacerle algún comentario grosero. ____ le replicaba acalorada con algún «Déjame en paz» o el igualmente hiriente «lárgate». No parecía encontrar las palabras cuando lo tenía cerca.
A pesar de lo furiosa que estaba, no podía evitar que el marqués le recordase a un pajarillo liberado de su jaula. Revoloteaba por la sala, de atractivo en atractivo.
Era obvio que ella había sido su jaula.
Empezó a replanteárselo todo. ¿Se había imaginado lo que había sucedido entre ellos? ¿Había estado tan enamorada de él que le había atribuido sentimientos que él nunca había albergado? Cuando él se percatara de la verdad, ¿querría recuperarla? Le costaba creer que quisiera, teniendo en cuenta cómo la evitaba a toda costa. ¡Cielo santo!, después de todo lo que había pasado, aún lo amaba. No podía dejar de amarlo, por mucho que lo intentara. Ni siquiera la amedrentadora presencia de lady Davenport sofocaba su amor.
Su desánimo se tornó en absoluta miseria cuando empezó a sospechar que estaba embarazada. Su periodo nunca había sido muy regular, pero después de cuarenta y cinco días de retraso y con los ataques de fatiga extrema que sufría, ya no podía negarlo. Su embarazo la tenía a la deriva en un mar de emociones incontrolables. Tan pronto la entusiasmaba la idea de tener un bebé, un hijo de Nicholas, como el ánimo le caía en picado. Si no la quería a ella, ¿querría a su hijo? Por las noches daba vueltas sin parar, incapaz de conciliar el sueño como consecuencia de su desesperada situación o porque echaba muchísimo de menos sus abrazos. ¡Dios, cuánto ansiaba hablar con su tía! No tenia con nadie la confianza que había tenido con ella y sus primas, no podía hablar con nadie de su situación. Así que se enfrentó ella sola a su conflicto interno.
Nicholas asistía a los mismos eventos que ____, sin saber muy bien por qué y sin ganas de planteárselo siquiera. Aborrecía aquellos actos; lo que sus iguales pensaran que sucedía entre él y su esposa no impedía a otras mujeres buscar sus atenciones. En otro momento de su vida, lo habría encontrado divertido, pero le repugnaban su disparatado parloteo y sus clarísimas intenciones.
____, sin duda, parecía disfrutar de aquellos actos insufribles. Tras observarla varias noches, le daba la impresión de que estaba en su salsa. Sucumbía en seguida a los encantos de los hombres, riéndoles las gracias y regalándoles a todos su demoledora sonrisa. Y eso que le había declarado su gran amor. Si era cierto que lo amaba, ¿por qué no sufría como él? Cada vez que oía su risa melodiosa y despreocupada, creía de verdad que era cómplice del fraude de Carrey.
Además, le resultaba asombrosamente doloroso pensar que lo había despachado con tanta indiferencia. A pesar de que sus ojos aún le parecían extrañamente faltos de vida, de cuando en cuando se preguntaba si era la actriz consumada que requería un engaño de aquel calibre. Envidiaba a Joe, que había llegado a la milagrosa conclusión de que ____ era inocente. Su fundamento no era nada en concreto, sino todo en general. Nicholas habría querido estar tan seguro.
Fue Withers quien lo tranquilizó más. El viejo marinero le había confesado que había visto a su esposa darle dinero a Carrey, pero creía firmemente que lo había hecho por bondad. Aquel gigante inmutable tenía muy claro que lady Darfield no podía ser otra cosa que ingenua. ¿Por qué a él le costaba tanto creerlo? Porque, cuando le había concedido la oportunidad de elegir, se había puesto de parte de Galen y le había mentido. Todo era muy sencillo: él la amaba, ella le había mentido y él ya no podía confiar en ella.
Las dudas lo consumían. Merodeaba por la espaciosa casa de Londres a horas intempestivas, sin apenas comer ni dormir. Tenía el violín de ella en el escritorio de su despacho y, de vez en cuando, lo sacaba de su estuche y, examinando el arco, imaginaba que los dedos delicados de ____ lo sostenían y acariciaban las cuerdas con él. En aquellos momentos casi podía oírla. Más de una noche, lo había perseguido la imagen de ella paseándose por su cuarto, tocando con una orquesta imaginaria, y provocando en él emociones tan intensas que lo hacían estremecer.
Dios, cuánto la echaba de menos.
Por la mañana, cuando lord Hunt llegó del baile de los Wilmington, lo encontró contemplando el violín otra vez.
—Bow Street ha hecho algunos descubrimientos interesantes —anunció con sequedad al entrar en la biblioteca, después de saludar convenientemente y dejarse caer en una silla de piel. Nicholas guardó despacio el violín. —Al parecer, Strait ha desaparecido sin dejar rastro —continuó.
Aquello despertó de inmediato el interés de Nicholas.
—¿Cómo es posible? Quizá esté en el continente.
—Podría ser, pero, personalmente, lo dudo. Según la sobrina soltera del abogado, que ocupa su vivienda, un tal Malcolm Routier fue uno de los últimos hombres con quien lo vio antes de su desaparición —señaló Joe mientras cruzaba despreocupadamente una pierna sobre la otra.
El marqués permaneció inmóvil. Aquel pequeño dato confirmaba sus sospechas; Routier estaba detrás de todo aquello.
—Sé lo que estás pensando —observó su amigo, leyéndole el gesto. —Por lo visto, no era inusual que Routier lo visitara. Contrataba sus servicios de cuando en cuando.
Apoyado en el escritorio, Nicholas se frotó las sienes.
—Por mí como si era su maldito hermano. Routier está detrás de todo esto —dijo con paciencia. —Hoy he recibido un mensaje de Carrey solicitándome una entrevista para esta tarde. Le preguntaré al primo hasta qué punto podría ser inusual que Routier visite a Strait. Y si tiene idea de dónde está.
A la pregunta de ____ de si alguien estaba usando el despacho, una doncella contestó que había llegado un hombre que respondía a la descripción de Galen y que estaba esperando allí. A la joven le dio un brinco el corazón; desde su desafortunada salida juntos, no había vuelto a saber nada de su primo. Tenía que verlo, saber si estaba bien. Se le ocurrió una idea.
Bajó corriendo y se ocultó en la biblioteca. Después de lo que le parecieron horas, oyó al fin el eco de unas botas en el pasillo y se arriesgó a abrir la puerta, sólo una rendija. Galen avanzaba a toda prisa por el pasillo con la cabeza gacha y un gesto inescrutable.
—Galen —le susurró histérica desde detrás de la puerta, él levantó la cabeza de pronto. Sus ojos se encontraron y el joven miró furtivamente por encima de su hombro antes de colarse dentro. ____ cerró la puerta despacio y, profiriendo un chillido ahogado de alegría, abrazó a su primo. Este le cogió los brazos y se la descolgó del cuello.
—____, ¿te encuentras bien? —preguntó angustiado. —Me preocupaba lo que pudiera haberte hecho ese diablo; dejé dicho dónde podías encontrarme, pero ¿te lo comunicó el mayordomo?
—¡Estoy muy bien, Galen! ¡Ya te dije que Nicholas nunca me haría daño! —le aseguró ____.
El negó con la cabeza.
—¡Yo no estoy tan seguro! —Su sombría reacción la sorprendió.
Ella jamás había temido a Nicholas. Por muy enemistada que estuviera con él, lo conocía lo bastante bien para saber que jamás le haría daño.
—Se que parece... severo, pero perdónalo, Galen. Ha llevado una vida muy dura y lo han tratado mal muchas veces. Sé que está siendo muy poco razonable y muy obstinado, pero es porque supone...
—Supone demasiado. Quizá deberíamos dejar las cosas como están, pequeña. Ese hombre es inflexible —masculló Carrey entristecido.
—No desesperes. Si que terminará cediendo. Lo hará. He estado pensando, Galen, que hay alguien que podría proporcionarle las pruebas que necesita —le dijo ____ tranquilizadora tocándole el brazo.
—¿Quién? —preguntó él escéptico.
—¡El señor Strait! No sé cómo no se me ha ocurrido antes. Es lo más lógico, ¿no te parece? Por lo menos, confirmaría que se precipitó al enviar los primeros documentos, probablemente porque papá le insistió. Papá podía ser muy insistente cuando quería, y sé por experiencia que a veces podía resultar complicado llevarle la contraria, por mucho que estuviese en su lecho de muerte...
—¿Strait? —repitió Galen angustiado, palideciendo visiblemente.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella perpleja.
—____, no creo que sea buena idea —le contestó su primo cogiéndole las manos.
—Pero ¿por qué no? Él te puede ayudar. Yo lo recuerdo, era un hombre muy amable. El disipará las dudas de Nicholas.
—Nada de lo que Strait pudiera decir disiparía sus dudas, pequeña. Tu esposo no creería ni al mismísimo rey —sentenció, y se volvió bruscamente, pasándose una mano por su pelo castaño claro mientras exploraba la pequeña estancia con un gesto de absoluta desesperación.
—¡Debemos intentarlo por lo menos, Galen! ¡De lo contrario, Nicholas jamás te devolverá tu herencia!
—No servirá de nada, ____. ¡No es el momento de ir en busca de un anciano abogado! —espetó.
Atónita, no podía creer lo que estaba oyendo. Se había devanado los sesos por encontrar una solución que le devolviera a Galen lo suyo y disipara las dudas de su marido. El señor Strait era la única esperanza, y su primo estaba reaccionando como si fuese la idea más estúpida que se le podía haber ocurrido.
Antes de que pudiera convencerlo, éste cerró los ojos con una mueca de dolor.
—Si nos encuentra aquí, pensará que estamos conspirando —declaró amargamente.
—Pero ¡Galen! —exclamó ____ angustiada. La mirada de Galen se enterneció. Le cogió la mano de prisa y se la llevó a los labios.
—Pronto terminará todo. De una forma u otra, pronto habrá terminado —dijo enigmático, y se encaminó aprisa a la puerta. Ella lo miró perpleja e incrédula mientras la abría una rendija y, tras comprobar que no venía nadie por el pasillo, la miró con tristeza y salió. ____ se quedó allí un buen rato, tratando de digerir su conducta. ¿Por qué Galen no quería hacerle caso? ¿Por qué se resistía a localizar a Strait? Era incomprensible. E irritante.
Andrea P. Jonas:)
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