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A tiempo
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: A tiempo
¡¿Se... se besaron?! What's?!
Pero, a mi parecer, el chico Wright es mucho mejor persona que el tardo de Skandar lo siento, Keynes
¡Seguila!
Invitado
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Re: A tiempo
Capítulo 7
Revisé la etiqueta del fino abrigo negro que reposaba en mis manos, la palabra L’ouvre incrustada en la seda relucía ásperamente imponente. Se trataba de una carísima pieza que mi dulce madre me había enviado junto con toda su reciente colección. “Cariño, espero que disfrutes tu obsequio. Te ama: mamá” ese era el contenido de la miserable tarjeta que acompañaba a la ropa… Me sorprende lo amorosa que es Diana, si hubiese sido una mamá como Suzanne Martin al menos hubiera enviado una nota de diez extensas páginas. Sentí una amargura enorme cuando leí las palabras escritas en el papelito blanco, ni siquiera era la letra de la señora L’ouvre.
Tomé todas las prendas de ropa que estaban dispersas en el piso a puños y las guardé sin cuidado en las cajas de cartón de paquetería en las que venían envueltas para después arrinconarlas en una esquina de mi habitación, ¿ahora qué necesitara la fabulosa Diana de mí? Debe ser algo importante para que en su cabeza existiera el recordatorio de que tenía que enviarme un obsequio. Guardé la tarjeta inventando una ilusión mental sobre su contenido, decidí jugar a creérmelo y lo coloqué en un cofre de cristal donde suelo poner mis “cosas especiales”
Inspeccioné mi cabello por enésima vez, Lauren había acomodado las ondas naturales de mi melena para que no lucieran como un auténtico remolino. Dirigí la mirada a mis Vans de glitter plateadas preguntándome nuevamente si lucían bien con el Levi’s oscuro que traía puesto, resignada me coloqué el femenino sweater gris que cubría parte de la blusa azul marino que llevaba abajo. Me miré al espejo para observar que mis ojos estaban de un color más intenso de lo normal, suspiré y pase saliva, a pesar de que Lauren –quien me había invitado a ir esa noche de sábado al boliche con Luke y algunos amigos más- me prometió que todo estaría bien, no podía dejar de estar tan nerviosa, accedí a acompañarla porque sería una especie de cita con el rubio dorado pero no querían que fuese tan formal.
Al paso de treinta minutos llegamos al establecimiento, Luke se apresuró a recibirnos no sin antes dedicarle una sonrisa a mi amiga, el pupilas azules denotaba su inquietud mientras que la chica de cabello chocolate podía disfrazarla un poco mejor. Nos dirigimos a una pequeña mesa donde esperaba la persona a quien menos deseaba ver, Skandar. Genial, ya supe el motivo de mis nervios. Los siguientes momentos fueron aún más incómodos… El cabellos azabache no hacía más que ignorarme dedicándole completa atención a su IPhone mientras yo estaba sentada observando como Lucas y Lauren se divertían jugando al centro de la pista.
Suficiente. Me puse de pie abandonando el refresco que bebía hace unos instantes para ir por unos zapatos y empezar a jugar sola por mi cuenta. Tomé una bola de color púrpura logrando derribar la mitad de los bolos, até mi cabello en una coleta ladeada más que improvisada, posteriormente lancé la esfera fallando por tercera vez en mi objetivo, solo logré tirar dos. Reprimí un grito de coraje, inhalé aire y cuando me disponía a lanzar nuevamente, una bola negra me dejó sin blanco. Voltee impresionada para encontrarme con los ojos marrón oscuro que lamentablemente eran mi perdición.
-Y así es como se hace –agregó Skandar con una molesta sonrisita.
-Solo estaba practicando –le resté importancia desviando la mirada.
-Como digas Astrid, como digas –respondió. Me estaba imitando.
-No es gracioso. Eres intolerable –resoplé- Además… –La canción de Counting Stars interrumpió mi discurso. Era mí tono de llamada específico para Derek- ¡Hola! –saludé al rubio que se encontraba del otro lado de la línea.
-¿Astrid? No te veo por aquí. Prometiste que vendrías –una enorme culpa me invadió al escuchar su voz decepcionada, hoy tocaría nuevamente con los chicos en un concurrido club de Londres, me había invitado y yo prometí estar ahí.
-Lo sé, ¡perdón! –exclamé de inmediato.
-¿Lo olvidaste? Astrid, ¡lo olvidaste! –estalló.
-Cálmate, voy para allá –me encontraba alejada de Keynes para hablar con más confianza.
-Astrid, ¿vendrás? –gritó descaradamente el castaño.
-¿Sabes qué? Mejor no vengas, quédate haciendo lo que sea que estás haciendo con quien sea que estés –sentenció un Austin enojado, definitivamente no era una situación agradable.
-Derek, Lauren me invitó a venir a los bolos y yo… -quise explicarle.
-No me interesa. No tienes por qué darme explicaciones. Solo… la próxima vez no prometas cosas que no vas a cumplir –me colgó.
-¡Derek! –grité frustrada.
-¿Problemas con el rubio? –dijo Skandar en un tono evidentemente burlón.
-Todo fue tu despreciable culpa. ¡Te detesto tanto! –me escandalicé.
-Venganza sellada. Te dije que lo del golpe no se quedaría así –me miró mordaz- espero que hayas aprendido la lección.
Quería maldecir con todas las malas palabras que conozco, golpearlo nuevamente, desquitar la toda la furia atorada en mí interior, pero simplemente no pude. Lo observé con detenimiento admirando cada centímetro de su rostro y guardé silencio.
-¿No harás nada? –al parecer lo estaba confundiendo. Había clavado mis ojos con gran pesadez sobre él.
Le di la espalda tomando nuevamente mi teléfono celular para llamar directamente a Charlotte –quería evitar la vergüenza de que el rubio me mandará a buzón- quien afortunadamente me respondió con rapidez. Efectivamente Derek estaba molesto, le pedí que colocara el altavoz para ofrecer una seria disculpa.
-Deer, sé que estás enojado y no sabes cuánto lo siento. Lamento ser tan torpemente olvidadiza, tú sabes que yo estaría feliz de estar ahí contigo, animándote. No sabes cuánto desearía que fuera así… Podría romperle promesas a otras personas pero jamás a ti, porque eres mi mejor amigo y no tienes idea de cuánto te aprecio. ¿Sabes una cosa? Eres muy importante para mí y estoy muy desesperada porque odio la idea de que estés molesto conmigo. Ayer fue un día fantástico, me alegraste la tarde y me detesto por haberte amargado la noche, en serio me detesto muchísimo. Sé que estás ahí y sé que me estás escuchando, necesitaba decirte que realmente lo siento. Espero que me perdones –colgué la llamada.
-Austin, te amo locamente.–comentó el futuro graduado del Pembroke.
-Y si así fuera, ¿a ti que te importa? –le respondí sulfurada.
-Que tierno, te enamoraste de tu mejor amiguito.
-Al menos yo sí tengo sentimientos y soy capaz de enamórame de alguien.
...
Skandar's POV:
-Entonces… ¿te gusta mucho Coldplay? -le preguntó a la ojos verdes tratando de entablar un tema de conversación.
-Algo –responde sin levantar la vista.
Otro viernes más con ella y explotaré. ¿Motivo? Astrid es sumamente insoportable además de antisocial, es ese tipo de personas al que tienes que arrancarle las palabras de los labios.
-Solo quiero aclararles –el señor Jefferson interrumpe la desesperante mudez del aula- que dado al poco tiempo que llevamos con el proyecto, tal vez duraremos unos meses más realizándolo. Ya he recibido trabajos terminados pero no es lo que solicité, necesito que se esfuercen más. Este proceso durará alrededor de un trimestre y tiene que ser perfecto, son universitarios de Cambridge, algunos de ustedes se graduarán al finalizar los seis meses siguientes. Juntamos futuros historiadores de último año con futuros escritores de primer semestre, posiblemente ahora no se den cuenta pero será bueno para ambos. Es un proceso experimental y esperamos que arroje los resultados que deseamos.
-Es tan ridículo –comenté al aire. Seguía sin entender que propósito tenía este inútil proyecto.
-A nadie le hace feliz hacer esto –para mi sorpresa, Astrid se animó a contestarme.
-No pedí tu opinión, ¿sabes? Ha de ser porque no me importa –Dije sin despegar la vista de mí MacBook.
Escuché un cansado suspiro de su parte mientras de reojo vi como regresaba a entretenerse con los escritos de mi bisabuela.
-Lee en voz alta, no hay dos diarios por si no te has dado cuenta –solicité sin delicadeza.
-Ten, empieza tú –deslizó el cuaderno por la mesa.
Liberé un suspiro exasperado. A sumergirse en los escritos aburridamente románticos de una simple adolescente.
10 de julio, 1939.
Fiel confidente:
¡Te tengo nuevas noticias! Andrew Keynes me invitó a salir y acepté. Recuerdo que el viernes estaba espiándolo mientras te contaba mis primeros días en Cannes. El sábado ocho de julio fuimos a cenar a un lugar con música en vivo, le mentí a mis padres diciéndoles que me quedaría con mi amiga Isabelle –olvidé decirte que ella es una chica de Inglaterra, estudia conmigo. También viajó a Francia para poder estar más cerca de mi hermano Michael este verano- el punto es que ¡aceptaron! ¡Puedes creerlo! Estuve cerca de dos horas eligiendo el atuendo perfecto, otras dos arreglándome y lo conocí mejor. Andrew (Que por cierto me autorizó llamarlo Andy) es parte de las Fuerzas Armadas del Reino Unido, también es inglés… me resulta una completa extrañeza del destino que ambos siendo del mismo país coincidimos en otro completamente distinto. Tiene veinte años –tres más que yo- se enlistó a los dieciséis y ahora es teniente, actualmente está disfrutando de unas merecidas vacaciones, pronto volverá de su descanso.
Sigo diciendo que es el chico más apuesto y caballeroso que he conocido en mi vida… sonará estúpido pero creo que estoy enamorándome.
-Aburrido –interrumpí la lectura repentinamente. La chica Hood se limitó a quitarme el diario y seguir leyendo. Se saltó un par de páginas.
8 de septiembre, 1939.
A veces creo que la vida es injusta. Pero ahora no lo creo, lo afirmo.
Mi querido Andy tuvo que partir a la guerra.
-¡Al fin algo interesante! –exclamé.
-¡Puedes callarte! –Amonestó entre dientes- ¿si te das cuenta? Tu bisabuelo era un joven teniente británico que participó en la Segunda Guerra Mundial, no tenemos cualquier historia en las manos. ¡Es real, Skandar! –al finalizar parecía como si celebrará.
La miré sin comprender.
-Durante toda mi vida he leído asombrosas historias, pero cuando el efecto del impactante final pasa, me doy cuenta que son cosas ilusorias y no tienes idea de lo que daría en esos porque se volvieran realidad. En cambio, Sophie fue real, Andy también, los sucesos plasmados en letras, la Guerra… ¿Te das cuenta? –se tomó la amabilidad de explicarme su emoción.
-Cuando yo leo algo no le pongo tanto entusiasmo, tú deberías hacer lo mismo y así te evitas sufrir decepciones cuando estás de vuelta en el mundo real. La vida no son cuentos de hadas, Astrid –sentencié.
-Yo no leo esas ridiculeces –la gesticulación formada en su rostro casi me saca una risita, era una mezcla de enojo con confusión.
-¿Entonces? ¿Qué lees? –fingí interesarme.
-Literatura inglesa.
-¿Temas? –cuestione.
-En su mayoría son de esas historias atrapadas en la cubierta de libros extensos donde los personajes aguardan a que descubras sus secretos más oscuros. Pero cuando no hay de eso, me conformo con un buen suspenso –su explicación me hizo pensar.
Mi vida no era perfecta y yo lo sabía. Sin embargo, me gustaba pensar que así era, cada viernes nocturno era fascinante… Música, alcohol, chicas, yo tenía el poder. Aunque el sábado por la mañana pagará la factura.
“¡Skandar!” solía entrar una voz irritante a mí habitación a ocasionar un escándalo justo al mediodía. Empezaba su discurso, abría las cortinas, gritaba y gritaba provocándome intensos dolores de cabeza. “¿Por qué no puedes ser un buen hijo?”
La relación con mi padre estaba quebrada desde hace años. ¿Por qué no era el hijo modelo? ¿Por qué nunca fui el promedio más alto? ¿Por qué no podía ser uno de esos chicos que mantenía excelente comunicación con papá? ¿Por qué me hice así? ¿Por qué llego al amanecer? ¿Por qué no llegue a dormir? Un “¡qué carajos te importa!” era suficiente para que guardara silencio y abandonará la estancia.
Jamás le reproche nada mientras estuvo mamá… Lamentablemente un día ella partió y todo se desmoronó. A mí padre le duró poco el luto, apenas dos días después una joven mujer rubia lo besaba apasionadamente en el vestíbulo de la casa donde mi mamá era la dueña, todo era extraordinario cuando ella estaba. Me enfurecí tanto que eché a esa mujerzuela que jamás volví a ver y fue ahí donde tuve la primera gran discusión con mi padre.
Luego de que tres días siguieran su curso me envió a un internado para varones en Holanda alejándome de mi hogar, ¡tan solo tenía once años! Entonces crecí, regresé a los dieciocho e ingresé a Cambridge a estudiar algo que ni siquiera me gusta… Elegí mi carrera pensando en que el gran Nicholas Keynes estaría orgulloso, sin embargo, volví a equivocarme. Únicamente quería el tipo de relación que mis amigos tenían con sus padres, pero mientras más intentos, más rechazos. Incluso llegué a pensar –y lo sigo pensando- que tal vez no me quería.
Lo único bueno de querer complacerlo al elegir ser historiador fue que descubrí todas las cosas que en los Países Bajos no tuve… Sin lugar a dudas mi mejor época será la universidad, exactamente la parte de las chicas y la diversión, aunque lo mejor de todo fue saber que la amistad existe, mi mayor logro fue conseguir un verdadero amigo como Luke, quien me apoya, me ayuda, “me cuida” –a pesar de que nunca le hago caso- y me aconseja. Sin embargo, no tengo ni las más mínimas intenciones por cambiar simplemente porque no creo en eso, no creo en los cambios en las personas, es absurdo.
-Bien, tenemos que entregar esto pronto –regreso la atención al diario en un intento por disfrazar los temores que comenzaban a invadirme.
Un nerviosismo me envuelve repentinamente.
La chica de ojos bonitos. «¿Y bien, qué le hiciste a Austin Wright para tenerlo tan enamorado?» Ese chico que tiene todo lo que yo no.
Clavé la vista en ella, al paso de unos minutos me dedicó una interrogante mirada que me digné a analizar cuidando no perderme en la intensidad de las verdes esmeraldas que me observaban inquietas. Hay algo en ella… Sus ojos tienen un brillo especial esta vez, parecido al que adapta Wright apenas la ve. No logró descifrar odio ni disgusto en sus pupilas, al contrario, me miran atentas analizando cada facción mía. ¡Bingo! Le gustó al gran amor del imbécil rubio platinado. Le sonrío lo más delicadamente posible cuando ella esquiva el gesto. «Y tu secreto es tu amor por mí» Río mentalmente al pensarlo de esa forma, «Eres mía ahora»
Hipócritas condolencias internas remplazan los nervios que se han esfumado. Austin Wright se queda sin lo que más quiere mientras yo obtendré mi venganza sobre ella… ¿Cómo comenzar con eso? Es difícil y extraña, no será fácil de engañar pero tampoco será imposible.
…
Acepté cancelar mi noche de sábado festiva solo por acompañar a Luke a su cita con Lauren McCaslin. Eligieron ir a los bolos y evidentemente no pude evitar negarme cuando supe que la chica Hood estaría allí. Pasaron cerca de treinta minutos para verla llegar al lado de su amiga, Luke corrió emocionado a recibir a su futura novia mientras yo decidí esperar en una mesa. Naomi me enviaba textos que decidí ignorar para prestarle atención a una atractiva rubia que había conocido la semana pasada, saliendo de aquí me vería con ella.
Entre tanto, Astrid irritable se sentó en la misma mesa, no puede vivir sin mí. Un silencio asfixiante nos envolvía cada vez más, estaba tan ocupado con mi reciente conquista que ni siquiera noté cuando la ojos verdes se fue a jugar sola. Fallo, fallo, buen intento, fallo otra vez… Me apiadé de ella, fui por un par de zapatos adecuados y derribé su objetivo en un parpadeo.
No tuve la oportunidad de festejar presumidamente mi victoria porque una llamada por parte de Wright se interpuso. A pesar de que la chica se alejó logré oír parte de la conversación, lancé una oración que probablemente funcionaría para arruinarle la noche al rubio, al parecer funcionó, Astrid me reclamó y posteriormente le llamó nuevamente ofreciéndole una disculpa demasiado estúpida, le dijo algo como “a ti no puedo romperte promesas”
«Promesas no, pero el corazón sí. Y de eso me encargaré yo» Me esmeré por hacerla enfurecer, discutimos por segunda ocasión en menos de quince minutos, logró dejarme desarmado cuando prácticamente gritó que yo era un ser sin sentimientos. En efecto, ella estaba en lo cierto… No siento el mínimo a afecto por nadie, únicamente aprecio a Luke. Pero no era ni el momento ni el lugar para sacarlo a relucir «Algún día te veré suplicándome amor. Esto se volvió personal, Hood»
Última edición por Eddie el Sáb 06 Sep 2014, 8:10 pm, editado 13 veces
Eddie
Re: A tiempo
Sangster. escribió:¡¿Se... se besaron?! What's?!Pero, a mi parecer, el chico Wright es mucho mejor persona que el tardo de Skandarlo siento, Keynes¡Seguila!
Jajajajaja... Yep! They kissed.
Awww... Lo sé, es tan adorable
¡Sí! Keynes es un malvado, insoportable, malvado, insuperablemente malvado Okya.
Eddie
Re: A tiempo
El capítulo siete estuvo tan... tan... ajkkasknsnajasd :33 ¡Genial! Me gustó muchísimo. y más cuando Skandar manifestó que la cosa se volvió personal... esto se puso bueno
¡Seguila!
OWA!
Invitado
Invitado
Re: A tiempo
Tal vez deba sentir pena Skandar...pero no! hizo que Derek se enojara y ahora intenta romperle el corazón, Sorry Keynes pero tu triste historia no puede justificar esa ENOORME arrogancia tuya. Pienso que me cae demasiado bien Derek (se nota mucho?) lo envidio porque pudo probar el pozole y yo no
Por favor por favor por favor que Astrid no caiga ante la tentación más grande de Cambridge! tengo tantas ganas de que por fin se de cuenta de su actitud y cambie.
Y aaaww Luke y Lauren son tan lindos...eso de vestirse como "chico malo" me causó tanta gracia...por un momento en verdad pensé que estaba enamorado de Green Eyes...por suerte no :D (few)
Eddieeeeeeeeeee tienes que seguirla!!
Por favor por favor por favor que Astrid no caiga ante la tentación más grande de Cambridge! tengo tantas ganas de que por fin se de cuenta de su actitud y cambie.
Y aaaww Luke y Lauren son tan lindos...eso de vestirse como "chico malo" me causó tanta gracia...por un momento en verdad pensé que estaba enamorado de Green Eyes...por suerte no :D (few)
Eddieeeeeeeeeee tienes que seguirla!!
Nina...!!!
Re: A tiempo
¡Holaaaaaaaa!!!FannyR escribió:Me encantó el capítulo!!!
aaaaagh Skandar me hace enojar :( jaja Sigue pronto !!!
¡Me alegra que te haya encantado! Lo sé, es tan... Skandar (? Okno.
Ahora tengo un millón de cosas que hacer en el colegio pero prometo que en cuanto pueda actualizo! :3
Eddie
Re: A tiempo
Nina...!!! escribió:Tal vez deba sentir pena Skandar...pero no! hizo que Derek se enojara y ahora intenta romperle el corazón, Sorry Keynes pero tu triste historia no puede justificar esa ENOORME arrogancia tuya. Pienso que me cae demasiado bien Derek (se nota mucho?) lo envidio porque pudo probar el pozole y yo no
Por favor por favor por favor que Astrid no caiga ante la tentación más grande de Cambridge! tengo tantas ganas de que por fin se de cuenta de su actitud y cambie.
Y aaaww Luke y Lauren son tan lindos...eso de vestirse como "chico malo" me causó tanta gracia...por un momento en verdad pensé que estaba enamorado de Green Eyes...por suerte no :D (few)
Eddieeeeeeeeeee tienes que seguirla!!
Derek es un completo amor
Los tres personajes nos tienen sorpresitas guardadas :)
Lo sé, son como el ship sweet!
La Green Eyes de Austin Wright,
¡PROMETO, EN SERIO! QUE EN CUANTO PUEDA ACTUALIZO!!! :3 Lo prometo por el sensible y hermoso ojos azules de mi firma
Eddie
Re: A tiempo
Capítulo 8
Skandar's POV:
-¿Estás seguro? –me cuestiono Luke con una nota de confusión en su voz.
-Sí –le contesté firme, saboreando el trago de vodka que recientemente acababa de ingerir.
-No me parece correcto –dijo en un claro indicio del comienzo del sermón que se aproximaba.
-No pedí tu opinión. –Lo detuve en seco.
-Por lo visto no te haré cambiar de idea, así que será mejor que me vaya –dicho esto, mi amigo el rubio se puso de pie ofreciéndome una vista del vaso de vidrio suspendido en el aire, éste contenía el mismo líquido que yo paladeaba lentamente, en un fugaz parpadeo el cristal se impactó contra el suelo descomponiéndose en miles de pedacitos.
Únicamente me limite a mirarlo inexpresivo. «¿Qué carajos significa?»
-No pienso apoyarte en esta nueva estupidez tuya –sentenció- siempre he estado ahí, apoyándote en todo lo que he podido, pero esta vez no será así. Ya eres lo suficientemente mayor para ser consciente de tus actos, lo que quieres hacer es digno de un imbécil y además es jodidamente infantil, Skandar. Creí que habías madurado.
-¡Tú nunca me entiendes! –Reclamé poniéndome de pie- y si no te diste cuenta, no te pedí permiso.
Sus ojos azules reflejaban cierta impotencia. Inhaló aire con fuerza.
-Espero que te des cuenta a tiempo para que no cometas una tontería. Es una buena chica –tomó su chaqueta del sofá.
A renglón seguido, me encontraba completamente solo en mí lujoso pent-house. Comprendí que la acción de quebrar el vaso significaba el rompimiento de nuestra amistad, «Luke y sus dramatismos». Quince minutos bastaron para hacerme ver mi realidad: literalmente estaba solo, en todos los sentidos.
Me obligué a correr tras ella, aceleré el paso de mis pies para lograr detenerla.
-Detesto cuando haces eso –reclamé con seguridad, sosteniéndola de frente por ambos hombros.
-Ya te dije que no te creo –el verde sobrenatural de sus iris amenazaba con traspasarme la piel, como si quisiera proporcionarme una buena sacudida que fuera capaz de debilitarme para así dejarla libre.
-¡Por qué te resulta tan difícil de creer! –exclamé al borde de perder la paciencia.
-Porque… ¡solo mírate! Y luego mírame a mí –con una mirada de impotencia me observó de pies a cabeza- y si eso no es suficiente –exhaló- mira a todas tus… conquistas –bajó la vista hacia las botas australianas grisáceas que envolvían sus pies.
Solté una risita despreocupada. Posteriormente me animé a levantarle el rostro sosteniéndole suavemente el mentón, a pesar de su sobresalto no despegué mi mano de su rostro.
-Y justamente por eso, señorita Hood, es que me siento perdidamente enamorado de usted –estaba seguro de que la sonrisa que desplegué irradiaba total confianza- porque tú eres distinta –previendo que se disponía a interrumpirme, llevé mi dedo índice al centro de sus labios. Fui testigo de los arrolladores latidos de su corazón- me encanta la forma en la que siempre me llevas la contraria, me enloquecen tus ojos y me fascina tu personalidad. Eres especial –finalicé. Me detuve a degustar su expresión llena de sorpresa reflejando tenuemente su gran emoción.
En aquel momento me sentía triunfante, todo iba a la perfección. Solo faltaba un pequeñísimo detalle para sellar la victoria… Y sin más preámbulo, a ausencia de oposiciones suyas, la besé con suma delicadeza. Luego de unos segundos su rostro fue el espejo del impacto y confusión que la abrumaban.
-Ya sé que quizá te resulte difícil confiar en mí, no he sido la mejor persona y me he comportado terriblemente contigo. Si pudiera regresar el tiempo créeme que haría todo lo posible por corregir mis estupideces y hubiera hecho todo lo que estuviera en mis manos por convertir el momento en el que nos conocimos en magia –hice una pausa esperando a que ella pronunciara algo, sin embargo no lo hizo, era demasiado frágil ante mí- por favor créeme.
-¡Bien! Supongamos que te creo –salió de su transe recomponiéndose a base de hostilidad nuevamente- ¿Y luego? –me observó altanera. Quizá no era tan débil como me lo suponía.
-Dame una oportunidad –susurré con sutileza. Otra vez la dejé desarmada.
-No… no te entiendo –titubeó intranquila.
-Quiero formar una relación estable contigo –mentí.
-Esto es tan… ¿estás seguro? –su escudo de indiferencia había desaparecido. Las radiantes esmeraldas estaban cubiertas por una ligera capa acuosa que daba la impresión de ser un fino cristal recubriéndolas.
-Completamente –sonreí levemente mientras mi mano recorría un corto camino de su mentón hacia su mejilla retirando la primera lágrima.
-Skandar, tal vez ya lo sepas –agachó la vista- yo te quise desde el primer momento en que te vi –su voz se había debilitado. Inmediatamente me sentí presa del remordimiento, acto seguido me aventuré a envolverla con mis brazos.
-Perdóname –masculle en su corinilla.
-No funcionará –afirmo combatiendo contra los efectos del llanto.
-Esforcémonos porque sea de otro modo –insistí- yo no sé cómo llevar una relación perfecta pero te prometo que lo intentaré.
-¿Qué somos? –se separó unos centímetros de mí, encarándome.
-A partir de ahora, oficialmente somos novios –respondí con seriedad.
Apenas dos segundos después, era la propia Astrid quien me abrazaba.
Al paso de quince minutos nos encontrábamos de vuelta en la biblioteca para finalizar la parte del trabajo de taller que ese viernes correspondía.
-Sí –le contesté firme, saboreando el trago de vodka que recientemente acababa de ingerir.
-No me parece correcto –dijo en un claro indicio del comienzo del sermón que se aproximaba.
-No pedí tu opinión. –Lo detuve en seco.
-Por lo visto no te haré cambiar de idea, así que será mejor que me vaya –dicho esto, mi amigo el rubio se puso de pie ofreciéndome una vista del vaso de vidrio suspendido en el aire, éste contenía el mismo líquido que yo paladeaba lentamente, en un fugaz parpadeo el cristal se impactó contra el suelo descomponiéndose en miles de pedacitos.
Únicamente me limite a mirarlo inexpresivo. «¿Qué carajos significa?»
-No pienso apoyarte en esta nueva estupidez tuya –sentenció- siempre he estado ahí, apoyándote en todo lo que he podido, pero esta vez no será así. Ya eres lo suficientemente mayor para ser consciente de tus actos, lo que quieres hacer es digno de un imbécil y además es jodidamente infantil, Skandar. Creí que habías madurado.
-¡Tú nunca me entiendes! –Reclamé poniéndome de pie- y si no te diste cuenta, no te pedí permiso.
Sus ojos azules reflejaban cierta impotencia. Inhaló aire con fuerza.
-Espero que te des cuenta a tiempo para que no cometas una tontería. Es una buena chica –tomó su chaqueta del sofá.
A renglón seguido, me encontraba completamente solo en mí lujoso pent-house. Comprendí que la acción de quebrar el vaso significaba el rompimiento de nuestra amistad, «Luke y sus dramatismos». Quince minutos bastaron para hacerme ver mi realidad: literalmente estaba solo, en todos los sentidos.
…
Me obligué a correr tras ella, aceleré el paso de mis pies para lograr detenerla.
-Detesto cuando haces eso –reclamé con seguridad, sosteniéndola de frente por ambos hombros.
-Ya te dije que no te creo –el verde sobrenatural de sus iris amenazaba con traspasarme la piel, como si quisiera proporcionarme una buena sacudida que fuera capaz de debilitarme para así dejarla libre.
-¡Por qué te resulta tan difícil de creer! –exclamé al borde de perder la paciencia.
-Porque… ¡solo mírate! Y luego mírame a mí –con una mirada de impotencia me observó de pies a cabeza- y si eso no es suficiente –exhaló- mira a todas tus… conquistas –bajó la vista hacia las botas australianas grisáceas que envolvían sus pies.
Solté una risita despreocupada. Posteriormente me animé a levantarle el rostro sosteniéndole suavemente el mentón, a pesar de su sobresalto no despegué mi mano de su rostro.
-Y justamente por eso, señorita Hood, es que me siento perdidamente enamorado de usted –estaba seguro de que la sonrisa que desplegué irradiaba total confianza- porque tú eres distinta –previendo que se disponía a interrumpirme, llevé mi dedo índice al centro de sus labios. Fui testigo de los arrolladores latidos de su corazón- me encanta la forma en la que siempre me llevas la contraria, me enloquecen tus ojos y me fascina tu personalidad. Eres especial –finalicé. Me detuve a degustar su expresión llena de sorpresa reflejando tenuemente su gran emoción.
En aquel momento me sentía triunfante, todo iba a la perfección. Solo faltaba un pequeñísimo detalle para sellar la victoria… Y sin más preámbulo, a ausencia de oposiciones suyas, la besé con suma delicadeza. Luego de unos segundos su rostro fue el espejo del impacto y confusión que la abrumaban.
-Ya sé que quizá te resulte difícil confiar en mí, no he sido la mejor persona y me he comportado terriblemente contigo. Si pudiera regresar el tiempo créeme que haría todo lo posible por corregir mis estupideces y hubiera hecho todo lo que estuviera en mis manos por convertir el momento en el que nos conocimos en magia –hice una pausa esperando a que ella pronunciara algo, sin embargo no lo hizo, era demasiado frágil ante mí- por favor créeme.
-¡Bien! Supongamos que te creo –salió de su transe recomponiéndose a base de hostilidad nuevamente- ¿Y luego? –me observó altanera. Quizá no era tan débil como me lo suponía.
-Dame una oportunidad –susurré con sutileza. Otra vez la dejé desarmada.
-No… no te entiendo –titubeó intranquila.
-Quiero formar una relación estable contigo –mentí.
-Esto es tan… ¿estás seguro? –su escudo de indiferencia había desaparecido. Las radiantes esmeraldas estaban cubiertas por una ligera capa acuosa que daba la impresión de ser un fino cristal recubriéndolas.
-Completamente –sonreí levemente mientras mi mano recorría un corto camino de su mentón hacia su mejilla retirando la primera lágrima.
-Skandar, tal vez ya lo sepas –agachó la vista- yo te quise desde el primer momento en que te vi –su voz se había debilitado. Inmediatamente me sentí presa del remordimiento, acto seguido me aventuré a envolverla con mis brazos.
-Perdóname –masculle en su corinilla.
-No funcionará –afirmo combatiendo contra los efectos del llanto.
-Esforcémonos porque sea de otro modo –insistí- yo no sé cómo llevar una relación perfecta pero te prometo que lo intentaré.
-¿Qué somos? –se separó unos centímetros de mí, encarándome.
-A partir de ahora, oficialmente somos novios –respondí con seriedad.
Apenas dos segundos después, era la propia Astrid quien me abrazaba.
Al paso de quince minutos nos encontrábamos de vuelta en la biblioteca para finalizar la parte del trabajo de taller que ese viernes correspondía.
Eddie
Re: A tiempo
Capítulo 9
Parte 1.
“Cuando los días son fríos y tus sueños se caen a pedazos; cuando las luces se apagan y la verdad se oculta; cuando todo está oscuro y las sombras te hunden…”
Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses… decisiones y oportunidades.
Puede ser que en el instante no notes el cambio cuando efectúas una ecuación con las dos últimas palabras, pero al paso del tiempo el resultado se ve reflejado.
Era la primera semana de noviembre, un nublado cielo inglés cubría la ciudad amenazando empamparla con una fuerte lluvia, un clima característico de Londres. Parecía ser un día normal.
Terminé de anudar las cintas de los deportivos tenis púrpuras con gris que se amoldaban perfectamente a mis pies y salí a correr una vez que acomodé la capucha de la sudadera de algodón sobre mi cabeza, asegurándome que los audífonos del IPod estaban listos también. Eran las cinco de la madrugada, tenía frío y sin embargo me aventuré a iniciar con la rutina matutina de la cual había perdido la costumbre de realizar desde que comenzó septiembre.
Comencé a andar, primero con paso lento pero después aumenté la velocidad poco a poco conforme me iba sintiendo invencible. Hice una parada, inhalé el aire fresco que me congeló los pulmones por la precipitación con la que lo tomé, posteriormente lo liberé y repetí el procedimiento. Eché un vistazo al reloj de goma en color rosado que rodeaba mi muñeca para comprobar mi intuición sobre el tiempo: Había pasado más de una hora; con exactitud eran las seis con diez. Regresé al departamento que compartía con mi mejor amiga dispuesta a darme un baño, arreglarme a prisa y tomar un desayuno.
-¡¿Dónde estabas?! –Me recibió una Lauren inquietada- me preocupé.
-Salí a correr. Lo siento, debí dejar una nota. Pensé que estaría algunos minutos antes de que despertarás –ella siempre dormía hasta las seis veinte de la mañana. Sus “cinco minutos más” abarcaban entre veinte y veinticinco minutos.
Soltó una risa despreocupada cuando miró la pantalla de su teléfono celular.
-Desperté antes. Sucede que hoy veré a Luke, casi no pude dormir.
-¿Luke, eh? ¿Qué ha pasado ahí que no me has contado? –di un largo sorbo a la botella de agua.
-No mucho. Solo hemos salido.
-Apuesto a que pronto dejaran de salir como amigos… y saldrán como algo más –insinué.
-¡Me encanta tu reloj! –exclamo desviándose del tema.
-Gracias. Me lo regalo una pequeña amiga llamada April en mi cumpleaños pasado –vi como una ligera expresión de melancolía se dibujó en su rostro.
-April… -repitió.
-¿Qué has sabido de ella? –April era su hermana menor.
-Sigue haciendo lo de siempre, yendo a ver obras de ballet, fastidiando a los profesores y haciendo que le compren todo lo que quiere. A veces me escribe, por cierto te ha mandado saludos –reí al escuchar las travesuras de la niñita castaña.
-Dile que yo también.
-Y tu cariño por los niños se hace evidente –comentó.
-Debe ser porque tal vez yo nunca tuve un hermano o hermana y siempre quise uno. O quizá porque cuando yo era una pequeña no tuve la infancia que hubiese querido –razoné- ¡es tarde ya! –exclamé mirando el reloj una vez más.
Caminé con velocidad a mi habitación para tomar una ducha de cinco minutos. Sequé mi cabello con la toalla y me envolví en abrigos, jeans y mis UGG grisáceas favoritas.
-¿Astrid? –escuché del otro lado de la línea telefónica cuando atendí una llamada que me interrumpió al tomar mis llaves.
-¿Qué hay, Deer? –lo saludé.
-Estoy afuera de tu apartamento. Lamento llegar sin avisar pero tengo algo que decirte y me gustaría aprovechar el camino a la universidad –expuso.
-Ah… claro. Bajo en un segundo –contesté desconcertada. Saqué del armario un gorro y una bufanda grises que me fui poniendo cuando salí despavorida escalaras abajo.
Me despedí de Lauren agitando mi mano derecha, enseguida la chica echó a andar el motor de su Mustang rojo una vez que observó el Maserati estacionado al otro lado de la calle. Crucé al otro extremo e inmediatamente el rubio platinando salió a abrir la puerta del copiloto.
-No era necesario ¿sabes? –le dije adentrándome en el coche.
-Lo sé, pero me gusta ser caballeroso –se encogió de hombros- ¿cómo estás? –dio un resoplido y frotó sus manos con fuerza, tenía frío. Me eché a reír cuando repasé la imagen en mi mente, sus labios estaban prácticamente congelados pero tenían un color rosado intenso, posteriormente, en lo que pareció ser un acto reflejó, rosó su roja nariz con la bufanda que brindaba calor a su cuello- me estoy congelando –declaró al fin. No pude evitarlo y seguí riendo- ¿de qué te ríes? –cuestiono indignado.
-Es que no sé, te ves adorable y gracioso –revelé.
-¿Acaso tú no tienes frío?
-Salí a correr esta mañana y me di un baño, supongo que sí, pero puedo soportarlo.
-Linda combinación, gama de grises –manifestó su opinión sobre mi atuendo.
-Derek, ¿se puede saber a dónde vamos? –pregunté al lapso de ocho minutos, no había tomado el camino habitual a Cambridge.
-Oh, no te preocupes. No tienes la primera clase, Lauren dijo que el profesor canceló. Necesito que me acompañes a un show especial –me explicó de lo más tranquilo.
-¿Cómo es qué yo no supe nada? Y, ¿un show a las siete de la mañana? ¿Te has vuelto loco? –expresé mi confusión.
-Bueno, Lauren me ayudó a esconder ese pequeño detalle y que esta situación sea como una especie de sorpresa. En lo que a lo demás respecta, no, no estoy loco –aclaró un poco el panorama de preguntas.
-Pero… -me interrumpió con un gesto consistente, extendió la palma de su mano derecha como si me marcará un alto y eso fue suficiente para hacerme callar.
Solté un suspiro, dándome por vencida me limité a admirar las calles poseedoras de un cierto toque enigmático.
-¡Llegamos! –exclamó con una particular sonrisa.
Me adelanté a abrir yo misma la puerta del auto. Cuando salí, luego de contemplar el cielo plomizo, advertí que nos encontrábamos en las afueras de un hospital.
-No hagas preguntas –indicó Derek antes de que yo pudiera pronunciar palabra alguna- solo sígueme –sujetó mi mano y confiando ciegamente en él, acepté.
Me tomó quince minutos entender lo que sucedía: Derek, el Austin Wright de Cambridge, ese chico rico y popular, me había demostrado una vez más que él era la mejor persona que había conocido; además de ser inteligente, talentoso, amable, caballeroso y gentil, era el chico más noble del planeta… Era voluntario en un hospital ayudando a los niños que sufrían de cáncer en una especie de presentaciones musicales recreativas.
Poco después, ya sin importarme la siguiente clase, accedí a quedarme más tiempo, pues la presentación de esa mañana se había retrasado un poco.
-Estoy enamorada –me confesó una niña de melena cobriza.
-¿En serio? ¿Y se puede saber de quién? –me enternecí de inmediato.
-De Derek –sonrío animada- ¿tú eres su novia? No soy celosa, puedo compartirlo hasta que crezca.
-No. Somos mejores amigos –acaricié su cabello.
-Si yo fuera tú… a estas alturas ya estaría casada con él –me reí al escucharla.
-¿Sabes? Las cosas no funcionan así entre los mejores amigos. Aparte yo también estoy enamorada, pero de alguien más –me senté a su costado.
-¿Acaso hay alguien más lindo que Derek? ¡No lo creo! –exageró su tono de voz.
-Bueno, es un chico guapo pero… digamos que tiene un carácter difícil. Lo conocí antes que a Derek y prácticamente me enamoré desde que lo vi –le resumí a Skandar.
-¡Con toda razón! Si hubiera sido al revés ahora serías la novia de mi Derek. El otro tal vez sea guapo pero apuesto a que no es mejor que Derek.
-Verás, hay algo en él que inexplicablemente me atrae como imán. Lastimosamente es un chico arrogante y complicado de tratar –expliqué.
-Es tonto, entonces –su respuesta me sacó una risa incontrolable.
-Algo así –le contesté aun riendo.
-Atención, primera llamada –anunció el encantador Wright desde un pequeño escenario.
-Debo irme –me dijo la niña de ojos azules.
-Sí. ¡Suerte! –extendí los brazos para brindarle un cálido abrazo.
-Prométeme que cuidarás bien a Derek, no quiero que nadie lo lastime.
-Claro, yo me encargo –sonreí con seguridad.
Al terminar la tercera llamada se abrió el telón rojo mostrando una escenografía compuesta por manualidades como estrellas fugaces. Los padres presentes y algunos pacientes del hospital aplaudimos con instantánea engería. “Shooting Star” Era la canción que cantaba mi amigo el rubio con el grupo de adorables niños…
-Es un ángel ¿no? –dijo una enfermera que se encontraba a mi lado. Únicamente me limité a asentir con la cabeza sin despegar los ojos del alegre chico de la sonrisa perfecta- eres muy afortunada –no contesté a eso, no tenía caso desviar mi atención de la actuación para aclarar lo de siempre “solo somos amigos”
-Lo sé –respondí luego de un rato, después de todo si era afortunada por tenerlo como amigo.
-No ha cambiado –una sonrisa se perfiló en sus labios- desde que era mi pequeño paciente siempre ha sido así de maravilloso.
-¿Paciente? –me giré hacia ella repentinamente. Era una pelirroja cobriza de ojos cafés de semblante amigable, tendría más de cuarenta pero menos de cuarenta y cinco.
-Tuvo el infortunio de ser atacado por leucemia cuando era apenas un pequeño… tenía solo ocho años –confesó la mujer. Una vez que su expresión se entristeció sentí como mi corazón se contrajo y la manera cruel en que el oxígeno no llegaba a mis pulmones.
-¿Derek? –pase saliva nerviosa. Quería comprobar que hablábamos del mismo chico.
-Sí, Derek Wright, el muchacho rubio que está cantando con los niños allá –me aclaró al comprender mi sorpresa- ¿no lo sabías? –Negué aturdida- Oh, quizá no debí…
-Está bien –la interrumpí- es solo que yo… bueno, él nunca me dijo nada y yo no pude imaginarlo. Siento como si el corazón se me haya hecho añicos –le confesé. De solo imaginar el sufrimiento de mi mejor amigo, una de las personas con mayor importancia en mi vida me sentí pesimamente mal.
-Lo sé, linda –colocó su mano izquierda en mi hombro derecho- ¿cómo es que un ángel como él ha pasado por tanto? Yo tampoco lo comprendo. Pero puedo decirte que jamás se dejó vencer, él es fuerte y siempre tuvo esperanza en que saldría adelante… nunca dejó de sonreír.
-Si la sonrisa de Derek se esfumara… miles de cosas perderían sentido –pensé en voz alta.
-Así es –confirmó la enfermera- pero lo logró, y ahora está aquí, ayudándonos a todos a ser mejores personas.
Volví la mirada al joven chico que tocaba su guitarra mientras animaba a los niños de su alrededor, sus cabellos rubios platinados se movían de un lado a otro, sus ojos avellanados brillaban de emoción y sus labios enmarcaban la sonrisa llena de perfección que resplandecía como el sol, «oh, Derek… nunca me había puesto a pensar que sin ti, yo no sería ni la mitad de lo feliz que ahora soy»
Eddie
Re: A tiempo
¡Hola chicas!
¡Wow! No actualizo desde julio :s
Lo siento mucho, lo que sucede es que he estado algo (MUY) ocupada con el colegio, acaban de pasar las evaluaciones y en dos semanas más otra vez estaré en semana de éxamenes.
En fin, el punto es que les he traído un capítulo y la primera parte de otro, mañana actualizo la segunda parte :3
Un abrazo: Eddie.
¡Wow! No actualizo desde julio :s
Lo siento mucho, lo que sucede es que he estado algo (MUY) ocupada con el colegio, acaban de pasar las evaluaciones y en dos semanas más otra vez estaré en semana de éxamenes.
En fin, el punto es que les he traído un capítulo y la primera parte de otro, mañana actualizo la segunda parte :3
Un abrazo: Eddie.
Eddie
Re: A tiempo
Capítulo 9
Parte ll.
Al finalizar la presentación, Derek Wright se vio saturado de abrazos, felicitaciones y agradecimientos… infantiles risas armonizaban a su alrededor. Esperé veinte minutos alejada de todos admirando su gentileza mientras repasaba la noticia impactante que una desconocida acababa de darme. Cuando el lugar se fue vaciando, a unos cuantos metros, el chico de cabellos rubios plateados como la luna, se extendió de brazos mientras me contemplaba. Advirtiendo que ya nadie se acercaría, me lancé con ímpetu a sellar un abrazo de varios minutos de duración.
-Deer –articulé con un hilo de voz
-¿Qué pasa? ¿Estás bien? –percibí las notas de notoria preocupación en su voz.
-¿Cómo es que no me dijiste nada? –un molesto nudo se había formado en mi garganta.
-Fue hace años, ya paso. No me gusta recordarlo –susurró- estoy bien, estoy aquí contigo. No te sientas mal.
-Es que soy tan torpe y tan egoísta… Tú solo te preocupas por mí y yo lo permito siempre. ¿Podrías perdonarme? –continuábamos abrazados.
-Astrid, ¿de qué hablas? –Liberó una risa relajada- todo está perfecto. Me gusta estar al pendiente de ti, sé que si yo estuviera mal… tú estarías ahí para mí, ¿no es así? –Asentí con la cabeza sobre su hombro- ¿entonces? Te pido que lo olvides, en verdad no me gusta recordar esa época, quiero que guardes el secreto ¿sí?
-De acuerdo –sollocé.
-Tranquila –acarició mi cabello.
-Ha sido un shock –dije evidenciando aún más el impacto que me había causado la noticia.
-Lo sé. Justamente por eso no quiero que nadie más lo sepa, no quiero que me tengan compasión, es una de las cosas que más detesto.
-¿Quién te tendría compasión? –Lo miré a los ojos, con mis manos aun sobre su espalda- todos te quieren por lo que eres, yo te quiero porque eres el chico más noble del Universo y porque me has brindado tu amistad a pesar de que soy insoportable –sus labios dibujaron una suave sonrisa.
-No lo eres. Yo te quiero porque eres mi Green Eyes.
Volví a hundir el mentón sobre su clavícula perdiéndome en la tranquilidad que había me brindado anteriormente.
Esa mañana de noviembre, la universidad y sus presiones dejaron de existir por lo menos durante cinco horas… Derek y yo conocimos a más niños, he de confesar que prácticamente regresé a Cambridge con un corazón roto por conocer sus situaciones y por la impotencia de no tener una varita mágica que cambiara todo, volviendo todo felicidad absoluta.
-¿Quieres ir a comer, ir a casa o ir a Cambridge? –interrogó el encantador Wright cuando nos dirigíamos al auto.
-¡Cambridge! –Exclamé con preocupación- ¡Skandar! –Me exalté por la sorpresa- ¡Es tardísimo! –grité cuando el regalo que April McCaslin me había dado indicaba que faltaban diez para las dos de la tarde.
-¿Qué ocurre?
-Tengo un proyecto que realizar, hoy es viernes… ¡Rayos! –Me desesperé- y por si fuera poco tengo a Skandar Keynes por compañero –en el rostro de Austin, una gesticulación de desagrado se formó de inmediato.
-Pobre de ti –se rio- ya tranquilízate, estaremos ahí en menos de quince minutos.
Sin embargo, gracias al tráfico, nos encontrábamos en el estacionamiento del Trinity quince minutos después.
-Gracias Deer, fue un día… magnifico –le agradecí.
-Y todo fue gracias a ti, Green Eyes –me dio un abrazo de dos segundos- te dejo porque se te hará tarde. Nos vemos luego.
Forcé a mis piernas a ir a un paso más rápido de lo normal, un reloj en mi cabeza marcaba un insoportable movimiento de manecillas imaginario que me martillaba por dentro.
-¡Astrid! –escuché que alguien gritó. Me volví sin dejar de caminar- es tarde, ¿si te das cuenta? –dijo un chico de cabellos azabaches con su inconfundible tono arrogante.
-¡Lo siento! Me retrasé unos minutos –lo encaré con fastidio.
-No es cierto, no han sido solo unos minutos. Ni siquiera has ido a clases –me atrapó- y no lo niegues. Te has pasado toda la maldita mañana con Wright haciendo quien sabe qué –si tan solo pudiera desprender la tonta altanería de su voz.
-Bueno, sí. ¿Y qué? –le contesté hostil.
-¿Cómo que qué? ¿¡Cómo respondes eso!? –noté cierta rabia en su voz que me puso algo nerviosa.
-A ti no debería importarte, Skandar. Creo que tengo que recordarte una vez más que cuando tú sales con alguien a hacer lo que todo el mundo ya sabe, yo no te pregunto nada, porque evidentemente no me importa –ataqué.
-¿Estas segura de eso, “Green Eyes”? –la frialdad en su voz aceleró mi pulso, sobre todo la aspereza con la que pronunció mi apodo.
-Completamente –me crucé de brazos. Él guardo silencio, analizando mi postura.
-No te creo –dio tres pausados y firmes pasos.
-Tampoco me importa –me encogí de hombros.
-Sigo sin creerte –desveló una pequeña sonrisa cargada de ironía. Dio un paso más.
-Y sigue sin importarme –pasé saliva, intranquila. Su actitud tan imponente estaba deshaciendo mi ego del momento.
-Pero yo, continúo sin creerte –estúpido Skandar, mientras yo estaba al borde de un ataque nervioso a él parecía divertirle la situación- ¿no dirás nada? –avanzó un poco más.
Nuestros pies estaban a diez centímetros de distancia, su costosa fragancia varonil inundaba por completo mi olfato, amenazándome con hacerme perder la razón «deja de hacer esto, por favor»
-Astrid –pronunció con martirizante lentitud, como si saboreara cada una de las letras que componían mi nombre- Astrid –dijo nuevamente, esta vez lo acompañó con un suspiro- solo di que sí te importa –permanecí en eternal silencio, el efecto causado en él fue que sus facciones se endurecieran, al notarlo, me atreví a sonreír de medio lado- ¡bien! ¿Quieres que comience yo? ¡De acuerdo! –Al parecer la paciencia ya no estaba de su lado- A mi si me importa que te pierdas con Austin Wright en no sé dónde durante miles de horas.
Lo contemplé con seriedad, físicamente quizá parecería un tempano de hielo, pero en el interior mis emociones saltaban sin control, mi corazón se aceleró no por nerviosismo, sino por una inquietud de satisfacción.
-Ya estoy aquí. Si quieres podemos ir al salón y retomar el trabajo, antier te mande unas ideas por email, no sé si las viste –respondí ya más calmada.
-No lo entiendes ¿verdad? –masculló con enojo. Me fingí indiferente a su pregunta, posteriormente entrecerró los ojos- Acabo de confesarte que estoy celoso y no te has dado cuenta. Creí que eras más lista.
-Y sin embargo, tu estúpido tono superficial no se va. Si tan solo pudieras escucharte… es como si mintieras todo el tiempo –ignoré su confesión.
-¿Qué quieres que diga? Estoy molesto, es el único maldito tono que tengo –su mandíbula lucía comprimida.
-Entonces te dejaré a ti y a tu enojo. Cuando se te pase, te veo en la biblioteca ¿bien? –me di media vuelta.
-Ven aquí –me sujetó del antebrazo con un poderío sorprendente- escucha con atención que no lo repetiré de nuevo: no quiero volver a verte cerca de ese imbécil ¿bien? –me imitó en la última palabra que pronuncié.
Arrugué el entrecejo con molestia evidente.
-No me importa lo que digas, es mi vida y yo puedo hacer con ella lo que quiera ¿entiendes? –Al terminar de hablar, presionó con más fuerza mi brazo- ¡estás lastimándome! –grité escandalosamente cuando quise tratar de zafarme y no lo logré.
Me liberó luego de unos segundos.
-Estoy enamorado de ti –dijo en voz baja cuándo le di la espalda. Esas tres simples palabras fueron suficientes para que mis piernas se congelaran, dejándome completamente inmóvil- sé que estuve mal… ¿pero qué quieres que te diga? estoy celoso y acostumbrado a que todo el mundo haga lo que digo, no a que me den la espalda y me ignoren, mucho menos a que me desafíen. No sé cómo lidiar con lo que siento –advertí su blanquecina mano reposarse sobre mi hombro con suavidad- supongo que debería decirte que lo lamento.
-Basta de juegos –articulé con una dureza sorprendente.
-Es que no estoy jugando. Es cierto, me he enamorado de ti, no supe cómo ni cuándo pero… pasó. ¿Puedes entender mi frustración? Yo aquí sintiendo que me desmorono si no te veo y tú fugándote con Wright –su cálido aliento rozaba mi oreja- te quiero, Astrid.
-No te creo –me aparté de él, retirando su mano de mi hombro con notable cortesía.
Mis pasos eran rápidos y coordinados. Mi respiración estaba agitada, parecía como si estuviera huyendo de algo, aunque literalmente así era… huía de caer en los enredos del chico que siempre estaba en mis pensamientos. «Skandar, ¿por qué tienes que ser así? Las cosas podrían ser más fáciles si tú quisieras»
Sin darse por vencido, me atrapó nuevamente. Esta ocasión me sostuvo de frente por los dos hombros.
Una vez más, volvió a demostrarme que no importaba cuantas barreras pusiera… él siempre saldría ganando. Dulces palabras acompañadas de un suave beso fueron suficientes para que yo terminara accediendo a lo que sabía era un total disparate. Posteriormente, sin ego, débil y desarmada le confesé que lo quería desde la primera vez que lo vi, rompiéndome en un llanto de desesperación por no haber podido evitarlo. Brindándome confianza, el propio Skandar declaró que formalmente, a partir de aquel momento éramos novios. Por un impulso que estaba fuera de mi control, me lancé a darle un abrazo… en el fondo sabía que lo nuestro era una gran locura que no funcionaría.
Aquel contacto con él fue diferente, sentí como si algo se desconectará en mi interior y su aroma se apropió de mi olfato haciéndome sentir extraña. Sucedía que Skandar no era Derek. Y yo solo estaba acostumbrada únicamente a abrazar al rubio y sentirme inmune, como si nada fuera a pasarme. Esta vez, en cambio, sin importar la fuerza con la que el chico de los ojos pardos me sujetara, sentía cierta inseguridad, pero mi corazón latía a una velocidad impresionante, como lo hacía siempre que Skandar estaba cerca.
-Te he prometido algo, Astrid, y quiero que sepas que no estoy dispuesto a defraudarte. Haré todo lo que esté de mi parte para que esta relación funcione, porque en verdad te quiero –sentenció Keynes con una voz firme.
-Deer –articulé con un hilo de voz
-¿Qué pasa? ¿Estás bien? –percibí las notas de notoria preocupación en su voz.
-¿Cómo es que no me dijiste nada? –un molesto nudo se había formado en mi garganta.
-Fue hace años, ya paso. No me gusta recordarlo –susurró- estoy bien, estoy aquí contigo. No te sientas mal.
-Es que soy tan torpe y tan egoísta… Tú solo te preocupas por mí y yo lo permito siempre. ¿Podrías perdonarme? –continuábamos abrazados.
-Astrid, ¿de qué hablas? –Liberó una risa relajada- todo está perfecto. Me gusta estar al pendiente de ti, sé que si yo estuviera mal… tú estarías ahí para mí, ¿no es así? –Asentí con la cabeza sobre su hombro- ¿entonces? Te pido que lo olvides, en verdad no me gusta recordar esa época, quiero que guardes el secreto ¿sí?
-De acuerdo –sollocé.
-Tranquila –acarició mi cabello.
-Ha sido un shock –dije evidenciando aún más el impacto que me había causado la noticia.
-Lo sé. Justamente por eso no quiero que nadie más lo sepa, no quiero que me tengan compasión, es una de las cosas que más detesto.
-¿Quién te tendría compasión? –Lo miré a los ojos, con mis manos aun sobre su espalda- todos te quieren por lo que eres, yo te quiero porque eres el chico más noble del Universo y porque me has brindado tu amistad a pesar de que soy insoportable –sus labios dibujaron una suave sonrisa.
-No lo eres. Yo te quiero porque eres mi Green Eyes.
Volví a hundir el mentón sobre su clavícula perdiéndome en la tranquilidad que había me brindado anteriormente.
Esa mañana de noviembre, la universidad y sus presiones dejaron de existir por lo menos durante cinco horas… Derek y yo conocimos a más niños, he de confesar que prácticamente regresé a Cambridge con un corazón roto por conocer sus situaciones y por la impotencia de no tener una varita mágica que cambiara todo, volviendo todo felicidad absoluta.
-¿Quieres ir a comer, ir a casa o ir a Cambridge? –interrogó el encantador Wright cuando nos dirigíamos al auto.
-¡Cambridge! –Exclamé con preocupación- ¡Skandar! –Me exalté por la sorpresa- ¡Es tardísimo! –grité cuando el regalo que April McCaslin me había dado indicaba que faltaban diez para las dos de la tarde.
-¿Qué ocurre?
-Tengo un proyecto que realizar, hoy es viernes… ¡Rayos! –Me desesperé- y por si fuera poco tengo a Skandar Keynes por compañero –en el rostro de Austin, una gesticulación de desagrado se formó de inmediato.
-Pobre de ti –se rio- ya tranquilízate, estaremos ahí en menos de quince minutos.
Sin embargo, gracias al tráfico, nos encontrábamos en el estacionamiento del Trinity quince minutos después.
-Gracias Deer, fue un día… magnifico –le agradecí.
-Y todo fue gracias a ti, Green Eyes –me dio un abrazo de dos segundos- te dejo porque se te hará tarde. Nos vemos luego.
Forcé a mis piernas a ir a un paso más rápido de lo normal, un reloj en mi cabeza marcaba un insoportable movimiento de manecillas imaginario que me martillaba por dentro.
-¡Astrid! –escuché que alguien gritó. Me volví sin dejar de caminar- es tarde, ¿si te das cuenta? –dijo un chico de cabellos azabaches con su inconfundible tono arrogante.
-¡Lo siento! Me retrasé unos minutos –lo encaré con fastidio.
-No es cierto, no han sido solo unos minutos. Ni siquiera has ido a clases –me atrapó- y no lo niegues. Te has pasado toda la maldita mañana con Wright haciendo quien sabe qué –si tan solo pudiera desprender la tonta altanería de su voz.
-Bueno, sí. ¿Y qué? –le contesté hostil.
-¿Cómo que qué? ¿¡Cómo respondes eso!? –noté cierta rabia en su voz que me puso algo nerviosa.
-A ti no debería importarte, Skandar. Creo que tengo que recordarte una vez más que cuando tú sales con alguien a hacer lo que todo el mundo ya sabe, yo no te pregunto nada, porque evidentemente no me importa –ataqué.
-¿Estas segura de eso, “Green Eyes”? –la frialdad en su voz aceleró mi pulso, sobre todo la aspereza con la que pronunció mi apodo.
-Completamente –me crucé de brazos. Él guardo silencio, analizando mi postura.
-No te creo –dio tres pausados y firmes pasos.
-Tampoco me importa –me encogí de hombros.
-Sigo sin creerte –desveló una pequeña sonrisa cargada de ironía. Dio un paso más.
-Y sigue sin importarme –pasé saliva, intranquila. Su actitud tan imponente estaba deshaciendo mi ego del momento.
-Pero yo, continúo sin creerte –estúpido Skandar, mientras yo estaba al borde de un ataque nervioso a él parecía divertirle la situación- ¿no dirás nada? –avanzó un poco más.
Nuestros pies estaban a diez centímetros de distancia, su costosa fragancia varonil inundaba por completo mi olfato, amenazándome con hacerme perder la razón «deja de hacer esto, por favor»
-Astrid –pronunció con martirizante lentitud, como si saboreara cada una de las letras que componían mi nombre- Astrid –dijo nuevamente, esta vez lo acompañó con un suspiro- solo di que sí te importa –permanecí en eternal silencio, el efecto causado en él fue que sus facciones se endurecieran, al notarlo, me atreví a sonreír de medio lado- ¡bien! ¿Quieres que comience yo? ¡De acuerdo! –Al parecer la paciencia ya no estaba de su lado- A mi si me importa que te pierdas con Austin Wright en no sé dónde durante miles de horas.
Lo contemplé con seriedad, físicamente quizá parecería un tempano de hielo, pero en el interior mis emociones saltaban sin control, mi corazón se aceleró no por nerviosismo, sino por una inquietud de satisfacción.
-Ya estoy aquí. Si quieres podemos ir al salón y retomar el trabajo, antier te mande unas ideas por email, no sé si las viste –respondí ya más calmada.
-No lo entiendes ¿verdad? –masculló con enojo. Me fingí indiferente a su pregunta, posteriormente entrecerró los ojos- Acabo de confesarte que estoy celoso y no te has dado cuenta. Creí que eras más lista.
-Y sin embargo, tu estúpido tono superficial no se va. Si tan solo pudieras escucharte… es como si mintieras todo el tiempo –ignoré su confesión.
-¿Qué quieres que diga? Estoy molesto, es el único maldito tono que tengo –su mandíbula lucía comprimida.
-Entonces te dejaré a ti y a tu enojo. Cuando se te pase, te veo en la biblioteca ¿bien? –me di media vuelta.
-Ven aquí –me sujetó del antebrazo con un poderío sorprendente- escucha con atención que no lo repetiré de nuevo: no quiero volver a verte cerca de ese imbécil ¿bien? –me imitó en la última palabra que pronuncié.
Arrugué el entrecejo con molestia evidente.
-No me importa lo que digas, es mi vida y yo puedo hacer con ella lo que quiera ¿entiendes? –Al terminar de hablar, presionó con más fuerza mi brazo- ¡estás lastimándome! –grité escandalosamente cuando quise tratar de zafarme y no lo logré.
Me liberó luego de unos segundos.
-Estoy enamorado de ti –dijo en voz baja cuándo le di la espalda. Esas tres simples palabras fueron suficientes para que mis piernas se congelaran, dejándome completamente inmóvil- sé que estuve mal… ¿pero qué quieres que te diga? estoy celoso y acostumbrado a que todo el mundo haga lo que digo, no a que me den la espalda y me ignoren, mucho menos a que me desafíen. No sé cómo lidiar con lo que siento –advertí su blanquecina mano reposarse sobre mi hombro con suavidad- supongo que debería decirte que lo lamento.
-Basta de juegos –articulé con una dureza sorprendente.
-Es que no estoy jugando. Es cierto, me he enamorado de ti, no supe cómo ni cuándo pero… pasó. ¿Puedes entender mi frustración? Yo aquí sintiendo que me desmorono si no te veo y tú fugándote con Wright –su cálido aliento rozaba mi oreja- te quiero, Astrid.
-No te creo –me aparté de él, retirando su mano de mi hombro con notable cortesía.
Mis pasos eran rápidos y coordinados. Mi respiración estaba agitada, parecía como si estuviera huyendo de algo, aunque literalmente así era… huía de caer en los enredos del chico que siempre estaba en mis pensamientos. «Skandar, ¿por qué tienes que ser así? Las cosas podrían ser más fáciles si tú quisieras»
Sin darse por vencido, me atrapó nuevamente. Esta ocasión me sostuvo de frente por los dos hombros.
Una vez más, volvió a demostrarme que no importaba cuantas barreras pusiera… él siempre saldría ganando. Dulces palabras acompañadas de un suave beso fueron suficientes para que yo terminara accediendo a lo que sabía era un total disparate. Posteriormente, sin ego, débil y desarmada le confesé que lo quería desde la primera vez que lo vi, rompiéndome en un llanto de desesperación por no haber podido evitarlo. Brindándome confianza, el propio Skandar declaró que formalmente, a partir de aquel momento éramos novios. Por un impulso que estaba fuera de mi control, me lancé a darle un abrazo… en el fondo sabía que lo nuestro era una gran locura que no funcionaría.
Aquel contacto con él fue diferente, sentí como si algo se desconectará en mi interior y su aroma se apropió de mi olfato haciéndome sentir extraña. Sucedía que Skandar no era Derek. Y yo solo estaba acostumbrada únicamente a abrazar al rubio y sentirme inmune, como si nada fuera a pasarme. Esta vez, en cambio, sin importar la fuerza con la que el chico de los ojos pardos me sujetara, sentía cierta inseguridad, pero mi corazón latía a una velocidad impresionante, como lo hacía siempre que Skandar estaba cerca.
-Te he prometido algo, Astrid, y quiero que sepas que no estoy dispuesto a defraudarte. Haré todo lo que esté de mi parte para que esta relación funcione, porque en verdad te quiero –sentenció Keynes con una voz firme.
Última edición por Eddie el Dom 07 Sep 2014, 7:04 pm, editado 1 vez
Eddie
Re: A tiempo
¿Qué hay?
Chicas, solo para aclarar una cosilla:
Esta historia es originalmente mía, la tengo en wattpad pero ahí es un original fiction donde el protagonista se llama Elliot.
Decidí subirla aquí como fanfiction con mi Skandar♥
Les cuento esto porque me he encontrado que la descuidada Eddie editó las cosas con prisa y subí el capítulo 9 con varios "Elliot"
Creo que es todo, quise decirles por si se confunden :3
Chicas, solo para aclarar una cosilla:
Esta historia es originalmente mía, la tengo en wattpad pero ahí es un original fiction donde el protagonista se llama Elliot.
Decidí subirla aquí como fanfiction con mi Skandar♥
Les cuento esto porque me he encontrado que la descuidada Eddie editó las cosas con prisa y subí el capítulo 9 con varios "Elliot"
Creo que es todo, quise decirles por si se confunden :3
Eddie
Re: A tiempo
Pero qué pasó?
primero pelean (como siempre) y ahora resulta que...
no puedo ni escribirlo...no pensé que fuera tan pronto
lo malo es que ay cosas detrás de esto
Y Derek!...con esa noticia me sentí pésima
casi igual como Astrid lo describe
cómo puede ser? si él es tan dulce, caballeroso, tierno, Perfect...justo a él le tiene que pasar eso!?
tenía unas enormes ganas de entrar en la historia y abrazarlo muuy fuerte...y volverme en su Green Eyes si él quiere
pareciera que quieres destruirme con estos capítulos, no me esperaba que fueran a contener todo esto, igual fue fabuloso...
Sigue con la historia pronto Eddie
Make it run!
Nina...!!!
Re: A tiempo
Capítulo 10
El portón eléctrico me concede el acceso a la ostentosa casa de mi padre luego de reconocer mí voz. Estaciono el Audi y me adentro en el vestíbulo con autoritarismo, le pregunto a la criada donde es que se encuentra el flamante señor Nicholas Keynes, ésta me responde que se localiza en el jardín esperándome, al parecer el estúpido desayuno al que me invitó ya había iniciado. Antes de ir a su encuentro, vacilo con la idea de ir a mí habitación a buscar un libro del primer semestre que quizá contenga algunos detalles que necesito estudiar del próximo examen, subo las escaleras de dos en dos para al final encontrarme con el inmenso pasillo que siempre me pareció imponente desde que era solo un niño, admiro algunos cambios notorios como los nuevos cuadros que seguramente mi papá adquirió en una de sus tantas visitas a las subastas de colección. Finalmente llego al frente de la que fue mi habitación antes de que me marchara a vivir solo, cuando giro la perilla me recibe un panorama distinto al que recordaba… ¿Paredes rosadas? ¿Espejos enormes con luces alrededor? ¿El armario desbordando en ropa? ¡Mi cama! ¿Cubierta por sábanas rosas? ¿Más color de niña en las cortinas? ¡Qué mierda está pasando aquí!
Antes de ir corriendo al jardín empecé a destrozar todo, ¿quién carajos se atrevió a tocar mis cosas? Arranqué los doseles de las ventanas, rompí algunos focos de los espejos, abrí el closet y comencé a tirar la ropa de mujer que ahí habitaba por el balcón.
Con las cortinas en mano, me dirigí al jardín hecho una furia. Mi padre estaba sentado compartiendo la mesa con una mujer de treinta y tantos años y una chica que oscilaba entre los diecisiete.
-¡Qué significa esto! –grité.
-¡Mis cortinas! –Se escandalizó la chica- ¡mamá!
-¡Skandar! –amonestó Nicholas para luego mirar a la acompañante que se encontraba sentada a su costado.
-¡Contéstame! –exigí una respuesta.
Posteriormente, al percibirlo impotente, me detuve a observar a la mujer de mayor edad… El recuerdo amargo de hace once años vino a mí mente como relámpago, yo ya conocía a esa rubia.
-¿Y bien? –ejercí presión escondiendo mi sorpresa.
-Skandar, hijo, siéntate –pidió mi padre con calma. Obedecí ansioso de conocer la explicación- Ella es Irina, mí futura esposa –su primera contestación me cayó como un balde de agua helada luego de que señalará a la mujer que presumía una sonrisa superficial.- Y ella es Hannah, su hija –la mocosa me miró atenta para luego obsequiarme una sonrisa a la que respondí con un gesto indiferente- Skandar, el motivo de este desayuno familiar es para informarte que me casaré –aclaró la situación- la que fue tu habitación ahora es de Hannah y no tenías ningún derecho a intervenir en ella.
-¿Familiar? Este par de interesadas no son mi familia. Y aunque yo viva en mi apartamento esa habitación y esta casa siguen siendo mías. Ni siquiera pienses que esta zorra y su bastarda vivirán aquí –sentencié molesto.
-¡Skandar! –exclamó mi nombre a manera de regaño.
-¡¿Qué?! –Grité desesperado- ¿Crees que no recuerdo quien es esta… mujer?
-¿Qué quieres que haga entonces? –me preguntó escondiendo su vergüenza.
-Quiero que se larguen, no quiero que vuelvan a entrar aquí jamás –mascullé furioso borrándole la sonrisita de superioridad a la ramera de nombre Irina.
-¿Eso es lo que quieres? –interrogó mi padre.
-Completamente –saboree mi contestación sin dejar de mirar a la rubia, ahora lucía un semblante preocupado y ahora era yo quién sonreía victorioso pues, sabía que mi padre me haría caso.
-¡Bien! –aceptó el reconocido señor Keynes.
-Genial, lárguense ahora –señalé a las intrusas despectivamente.
-Las cosas no funcionarán así, Skandar. Irina y Hannah se irán pero aún no.
-¡Quiero que se vayan hoy mismo! –sulfuré empeñado. No me importaba lo ridículo que me viera, esta situación iba más allá de un simple hijo que no acepta a la novia de papá.
-Antes tenemos que hablar tú y yo.
-De acuerdo, ustedes lárguense a hacer las maletas –no abandonaría la idea de que las extrañas se fueran.
-Skandar…
-Papá, o se van ahora por su voluntad o las saco yo mismo de la manera menos apropiada, no estoy jugando –impuse fríamente sosteniéndole una sagaz mirada.
-Lo siento –Mi progenitor hizo una señal a Irina, quien con su irritante hija se puso de pie indignada y se fue a obedecer lo que yo ordené- Quiero aclarar algunas cosas contigo –continúo Nicholas dirigiéndose a mí. Lo observé expectante saboreando mi triunfo- Irina será mi esposa, tienes que respetarla como tal y a Hannah también.
-No voy a hacer eso –gesticulé con desagrado- ella es una vil zorra que no merece mi respeto –solté con amargura- en relación a la bastarda, tú no estás en posición de exigirme que la trate bien.
-Entonces me veré obligado a retirarte el apoyo que he estado dándote.
-Extrañaré los cuidados de mi grandioso papá –liberé una risa burlona.
-El gran auto que traes lo compraste con mi dinero –mí expresión se tornó hostil. No me gustaba como sonaban sus palabras- ¿no es así?
-Querrás decir, con el dinero que proviene del patrimonio familiar que algún día será mío –corregí sonriendo. No estaba intimidándome.
-O de tu hermano –las cuatro últimas palabras que salieron de su boca fueron suficientes para lograr inquietarme.
-¿Qué? –interrogué en un tono seco.
-Irina y yo pronto tendremos un hijo. Tendré un nuevo heredero y como comprenderás, ya no puedo seguir proporcionándote las cifras monumentales que hasta el momento te he dado. Tienes que aprender a valerte por ti mismo –explicó el hombre de cabellos marrón claro, con un rostro de hierro.
-¡Ese bastardo no es mi hermano! –exasperé con voz elevada poniéndome de pie.
-¡No lo llames así! –Me reclamó mi padre imitando mi acción- te he soportado muchas cosas, Skandar, pero esto sobrepasa el límite. Aunque no quieras tendrás que respetar a mi familia.
-¿Sobrepasando el límite? ¿Tú me dices eso a mí? ¿Quién carajo dijo algo cuando te vi basándote con esa prostituta? ¡No soy imbécil, Nicholas! –Exclame furioso previendo su interrupción- No es difícil darse cuenta que con esa mujerzuela engañabas a mí mamá desde hace mucho tiempo antes de que ella se fuera.
Odiaba tanto a Irina Harrison. Esa mujer había destruido mi vida por completo.
-¡Skandar! –gritó cuando le di la espalda. Cerré mi auto de un estruendoso portazo. Estaba completamente solo, esta vez no contaba ni siquiera con el apoyo de Luke.
Me coloqué el cinturón de seguridad y abandoné la residencia Keynes a máxima velocidad… Esa maldita rubia, juro que pagaría todo lo que viví por su aborrecible culpa. Cuando llegué al segundo semáforo, en la pantalla de mi iPhone alcancé a ver que tenía una llamada entrante de Astrid H.
-Skandar –me dijo en altavoz.
-¿Qué pasa? –contesté de mala manera.
-¿Dónde rayos estás? –cuestiono con notas de furia implícitas en su voz.
-¿Por qué? –respondí con la misma frialdad.
-Porque llevo cuarenta estúpidos minutos esperándote. No sé si recuerdes, pero esta sería nuestra primera cita formal.
-¡Astrid! –recordé lo mucho que me costó hacer que aceptara salir conmigo. No estaba dispuesta a abandonar sus deberes universitarios por mí, pero conseguí que lo hiciera- ¡lo siento! He tenido un contratiempo, justo voy para allá.
-Puedes venir a almorzar tú solo –colgó.
Quise contactarla nuevamente pero me enviaba al buzón. Aceleré la velocidad hasta llegar al elegante restaurante, entregué las llaves del auto al valet parking y me adentré en el lugar preguntando por una chica de ojos verdes, quién según me informaron, acaba de irse. Luego de rechazarme ocho llamadas más, al fin se dignó a contestarme.
-¡¿Qué!? –gritó con enfado.
-¿Por qué te fuiste? Acabo de llegar –quise contener mi tono de molestia por su contestación.
-No creías que iba a seguir esperando después de cómo me hablaste hace rato ¿verdad?
-Tuve un inconveniente. ¿Qué acaso jamás has sido víctima de un inconveniente? –cité sus propias palabras, las mismas que le respondió al señor Jeff la primera vez que la vi en Cambridge.
Escuché su respiración.
-Deberíamos tenernos paciencia –rompí el silencio.
-Todo fue tu culpa –me reclamó- iba a seguir esperándote, pero fuiste muy grosero cuando te llamé hace unos instantes.
-Entonces no fue culpa mía, fue culpa de la zo… de la novia de mi papá –me defendí- van a casarse y quieren imponerme a dos bastardos como hermanos.
Se quedó en silencio.
-¿Quieres hablar de eso? –dijo al fin, luego de comprender mi frustración.
-No. Solo quiero verte.
-Estoy al otro extremo de la calle –una vez que terminó de decir eso, me di la media vuelta para verla sonriendo- No te emociones, sucede que no ha pasado ningún taxi que pueda llevarme –finalizó colocándose frente a mí. Acto seguido, guardó su teléfono en uno de los bolsillos de su abrigo.
-Lo siento, en serio –la abracé con ligereza.
-Deberías intentar ser menos gruñón –recargó su mentón sobre mi hombro derecho.
-Es que… si tan solo hubieras estado ahí –correspondí con la misma intensidad de fuerza con la que ella me abrazaba.
-Olvídalos. A tu padre, a su novia, a tus hermanastros… Vayamos adentro, comamos algo y riamos un rato –sujetó mi mano.
Por primera vez en semanas, me sentí apoyado… y se sentía tan bien.
Luke ya no me habla más desde que le conté que planeaba enamorar a Astrid para lastimar a Wright y de paso, llevar a cabo una venganza personal. Esta era la segunda vez que el remordimiento me hacía su presa. Creo que me gustaba sentir la preocupación que la chica de ojos verde sobrenatural experimentaba hacia mí.
Antes de ir corriendo al jardín empecé a destrozar todo, ¿quién carajos se atrevió a tocar mis cosas? Arranqué los doseles de las ventanas, rompí algunos focos de los espejos, abrí el closet y comencé a tirar la ropa de mujer que ahí habitaba por el balcón.
Con las cortinas en mano, me dirigí al jardín hecho una furia. Mi padre estaba sentado compartiendo la mesa con una mujer de treinta y tantos años y una chica que oscilaba entre los diecisiete.
-¡Qué significa esto! –grité.
-¡Mis cortinas! –Se escandalizó la chica- ¡mamá!
-¡Skandar! –amonestó Nicholas para luego mirar a la acompañante que se encontraba sentada a su costado.
-¡Contéstame! –exigí una respuesta.
Posteriormente, al percibirlo impotente, me detuve a observar a la mujer de mayor edad… El recuerdo amargo de hace once años vino a mí mente como relámpago, yo ya conocía a esa rubia.
-¿Y bien? –ejercí presión escondiendo mi sorpresa.
-Skandar, hijo, siéntate –pidió mi padre con calma. Obedecí ansioso de conocer la explicación- Ella es Irina, mí futura esposa –su primera contestación me cayó como un balde de agua helada luego de que señalará a la mujer que presumía una sonrisa superficial.- Y ella es Hannah, su hija –la mocosa me miró atenta para luego obsequiarme una sonrisa a la que respondí con un gesto indiferente- Skandar, el motivo de este desayuno familiar es para informarte que me casaré –aclaró la situación- la que fue tu habitación ahora es de Hannah y no tenías ningún derecho a intervenir en ella.
-¿Familiar? Este par de interesadas no son mi familia. Y aunque yo viva en mi apartamento esa habitación y esta casa siguen siendo mías. Ni siquiera pienses que esta zorra y su bastarda vivirán aquí –sentencié molesto.
-¡Skandar! –exclamó mi nombre a manera de regaño.
-¡¿Qué?! –Grité desesperado- ¿Crees que no recuerdo quien es esta… mujer?
-¿Qué quieres que haga entonces? –me preguntó escondiendo su vergüenza.
-Quiero que se larguen, no quiero que vuelvan a entrar aquí jamás –mascullé furioso borrándole la sonrisita de superioridad a la ramera de nombre Irina.
-¿Eso es lo que quieres? –interrogó mi padre.
-Completamente –saboree mi contestación sin dejar de mirar a la rubia, ahora lucía un semblante preocupado y ahora era yo quién sonreía victorioso pues, sabía que mi padre me haría caso.
-¡Bien! –aceptó el reconocido señor Keynes.
-Genial, lárguense ahora –señalé a las intrusas despectivamente.
-Las cosas no funcionarán así, Skandar. Irina y Hannah se irán pero aún no.
-¡Quiero que se vayan hoy mismo! –sulfuré empeñado. No me importaba lo ridículo que me viera, esta situación iba más allá de un simple hijo que no acepta a la novia de papá.
-Antes tenemos que hablar tú y yo.
-De acuerdo, ustedes lárguense a hacer las maletas –no abandonaría la idea de que las extrañas se fueran.
-Skandar…
-Papá, o se van ahora por su voluntad o las saco yo mismo de la manera menos apropiada, no estoy jugando –impuse fríamente sosteniéndole una sagaz mirada.
-Lo siento –Mi progenitor hizo una señal a Irina, quien con su irritante hija se puso de pie indignada y se fue a obedecer lo que yo ordené- Quiero aclarar algunas cosas contigo –continúo Nicholas dirigiéndose a mí. Lo observé expectante saboreando mi triunfo- Irina será mi esposa, tienes que respetarla como tal y a Hannah también.
-No voy a hacer eso –gesticulé con desagrado- ella es una vil zorra que no merece mi respeto –solté con amargura- en relación a la bastarda, tú no estás en posición de exigirme que la trate bien.
-Entonces me veré obligado a retirarte el apoyo que he estado dándote.
-Extrañaré los cuidados de mi grandioso papá –liberé una risa burlona.
-El gran auto que traes lo compraste con mi dinero –mí expresión se tornó hostil. No me gustaba como sonaban sus palabras- ¿no es así?
-Querrás decir, con el dinero que proviene del patrimonio familiar que algún día será mío –corregí sonriendo. No estaba intimidándome.
-O de tu hermano –las cuatro últimas palabras que salieron de su boca fueron suficientes para lograr inquietarme.
-¿Qué? –interrogué en un tono seco.
-Irina y yo pronto tendremos un hijo. Tendré un nuevo heredero y como comprenderás, ya no puedo seguir proporcionándote las cifras monumentales que hasta el momento te he dado. Tienes que aprender a valerte por ti mismo –explicó el hombre de cabellos marrón claro, con un rostro de hierro.
-¡Ese bastardo no es mi hermano! –exasperé con voz elevada poniéndome de pie.
-¡No lo llames así! –Me reclamó mi padre imitando mi acción- te he soportado muchas cosas, Skandar, pero esto sobrepasa el límite. Aunque no quieras tendrás que respetar a mi familia.
-¿Sobrepasando el límite? ¿Tú me dices eso a mí? ¿Quién carajo dijo algo cuando te vi basándote con esa prostituta? ¡No soy imbécil, Nicholas! –Exclame furioso previendo su interrupción- No es difícil darse cuenta que con esa mujerzuela engañabas a mí mamá desde hace mucho tiempo antes de que ella se fuera.
Odiaba tanto a Irina Harrison. Esa mujer había destruido mi vida por completo.
-¡Skandar! –gritó cuando le di la espalda. Cerré mi auto de un estruendoso portazo. Estaba completamente solo, esta vez no contaba ni siquiera con el apoyo de Luke.
Me coloqué el cinturón de seguridad y abandoné la residencia Keynes a máxima velocidad… Esa maldita rubia, juro que pagaría todo lo que viví por su aborrecible culpa. Cuando llegué al segundo semáforo, en la pantalla de mi iPhone alcancé a ver que tenía una llamada entrante de Astrid H.
-Skandar –me dijo en altavoz.
-¿Qué pasa? –contesté de mala manera.
-¿Dónde rayos estás? –cuestiono con notas de furia implícitas en su voz.
-¿Por qué? –respondí con la misma frialdad.
-Porque llevo cuarenta estúpidos minutos esperándote. No sé si recuerdes, pero esta sería nuestra primera cita formal.
-¡Astrid! –recordé lo mucho que me costó hacer que aceptara salir conmigo. No estaba dispuesta a abandonar sus deberes universitarios por mí, pero conseguí que lo hiciera- ¡lo siento! He tenido un contratiempo, justo voy para allá.
-Puedes venir a almorzar tú solo –colgó.
Quise contactarla nuevamente pero me enviaba al buzón. Aceleré la velocidad hasta llegar al elegante restaurante, entregué las llaves del auto al valet parking y me adentré en el lugar preguntando por una chica de ojos verdes, quién según me informaron, acaba de irse. Luego de rechazarme ocho llamadas más, al fin se dignó a contestarme.
-¡¿Qué!? –gritó con enfado.
-¿Por qué te fuiste? Acabo de llegar –quise contener mi tono de molestia por su contestación.
-No creías que iba a seguir esperando después de cómo me hablaste hace rato ¿verdad?
-Tuve un inconveniente. ¿Qué acaso jamás has sido víctima de un inconveniente? –cité sus propias palabras, las mismas que le respondió al señor Jeff la primera vez que la vi en Cambridge.
Escuché su respiración.
-Deberíamos tenernos paciencia –rompí el silencio.
-Todo fue tu culpa –me reclamó- iba a seguir esperándote, pero fuiste muy grosero cuando te llamé hace unos instantes.
-Entonces no fue culpa mía, fue culpa de la zo… de la novia de mi papá –me defendí- van a casarse y quieren imponerme a dos bastardos como hermanos.
Se quedó en silencio.
-¿Quieres hablar de eso? –dijo al fin, luego de comprender mi frustración.
-No. Solo quiero verte.
-Estoy al otro extremo de la calle –una vez que terminó de decir eso, me di la media vuelta para verla sonriendo- No te emociones, sucede que no ha pasado ningún taxi que pueda llevarme –finalizó colocándose frente a mí. Acto seguido, guardó su teléfono en uno de los bolsillos de su abrigo.
-Lo siento, en serio –la abracé con ligereza.
-Deberías intentar ser menos gruñón –recargó su mentón sobre mi hombro derecho.
-Es que… si tan solo hubieras estado ahí –correspondí con la misma intensidad de fuerza con la que ella me abrazaba.
-Olvídalos. A tu padre, a su novia, a tus hermanastros… Vayamos adentro, comamos algo y riamos un rato –sujetó mi mano.
Por primera vez en semanas, me sentí apoyado… y se sentía tan bien.
Luke ya no me habla más desde que le conté que planeaba enamorar a Astrid para lastimar a Wright y de paso, llevar a cabo una venganza personal. Esta era la segunda vez que el remordimiento me hacía su presa. Creo que me gustaba sentir la preocupación que la chica de ojos verde sobrenatural experimentaba hacia mí.
Eddie
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