The Other ||N.C||

Un remolino de emociones, que sinceramente no estaba acostumbrada a experimentar, invadían cada rincón de mi organismo. No me caracterizaba por llorar, y por supuesto no lo iba a hacer en aquel momento, pero eso no quitaba la inmensa tristeza en mi interior que crecía aún más al notar las miles de parejas que caminaban acaramelados por las bellas calles de Londres.

»Más le vale rodearse de guardaespaldas sino quiere salir herido« pero por más amenazante que tratara de sonar en mi cabeza, sospechaba que cuando lo tuviera en frente no podría llegar a hacerle daño. Pues, no había daño físico tan dañino como el que él me había causado hace un par de horas.

—Tampoco es que lo quería tanto—mi voz se encontró diciendo puras patrañas. Hasta el pequeño pajarito que siempre canta frente a mi balcón se hubiese reído de mi gran mentira.

— ¿Anne? — sus ojos azules hacían que el mismísimo mar pasara de ser magnífico a algo diminuto en comparación. Estos me miraban curiosos, como si trataran de leer mi mente, y ¡oh Dios! Espero nunca lo hiciera, de lo contrario se burlaría de mis sentimientos.

— Deja de mirarme, Louis. Sabes que cuan nerviosa me pones cuando lo haces— dos años siendo mejores amigos, y aún no lograba sacar aquella valentía para retener la mirada por más de 3 segundos. Era débil. Él me hacía débil.

— Lo siento, yo…—

— ¿Acaso estás balbuceando? — primera, y única vez que lo había visto de aquella manera. Miento, ahora que lo recuerdo, también lo había hecho al tener que dar un lección sin haber estudiado el tópico del tema. »Él está nervioso, ¡Vaya! Eso es algo nuevo«.

Se rascaba la punta de la nariz y evadía mi mirada, extraño ya que siempre le gustaba ponerme nerviosa mirándome fijamente cada minuto del día, decía que le parecía gracioso cómo trataba de huir de sus ojos. Frases como aquellas hacían estúpidas suposiciones en mi mente. » Eres su mejor amiga, supéralo.«

— ¿Tú querrías ir conmigo al baile de graduación?

Siempre veía cómo mis pequeñas primas miraban programas y/o películas con la misma trama predecible, donde la nerd era notada por el chico más guapo y popular de la escuela. A su edad, probablemente pensaba que aquello me sucedería, pero siendo honestas: no soy nerd—mis notas lo pueden asegurar— y el más guapo y popular de la escuela estaba fuera de mi radar —especialmente porque mi corazón le pertenecía al bufón del aula.

No era femenina, no me sentía hermosa y definitivamente no creía en los cuentos de hadas. Mas allí estaba, parada y en estado de shock porque se había cumplido el deseo que la noche anterior le había suplicado a una estrella fugaz.

— ¿Quién hubiese dicho que en aquella noche terminaríamos dando nuestro primer beso? — era inevitable hablar en voz alta, estaba muy cabreada. Para colmo, la gente a mi alrededor no paraba de mirarme extraño, la fiera en mí incrementaba paralelamente.

Llevaba caminando hacia exactamente treinta y siete minutos. Mis pies eran dirigidos por un camino al que no tenía conocimiento. Tal vez porque estaba más entretenida pateando una roca, y pensando en cuál era el nombre de la chica con la que me crucé. »Kenya. Sí, creo que aquel era.« Sería bueno corromperla para hacerles bromas a nuestros novios, ella definitivamente tenía la cara de querer vengarse al igual que yo, o solo puede que lo ansíe tanto que ya estoy inventando cosas.

—Me alegra verte riendo, Anne—

No me había percatado que lo estaba haciendo. Sin embargo, cualquier rastro de risa se esfumó al escucharlo a un par de metros míos.

Louis estaba sentado en el pórtico de mi edificio, si es que se lo podía decir así, unos cuatro escalones antes de llegar a la puerta de entrada. Su pelo se revolvía con el viento, pareciera que éste se encargaba de acariciarlo y formar divertidas formas con él. Su vestimenta era elegante y cómoda, siempre resaltando su cuerpo bien moldeado y tan masculino que adoraba. Mis ojos finalmente llegaron a su rostro con aquella barba de tres días que siempre picaba cuando me besaba. La línea recta de su boca me indicaba que estaba enojada, o tal vez triste, no lo sabía. No fue hasta que llegué a sus ojos cuando leí en ellos ternura, tristeza…en fin, debería sentirlo, no me importa.

En ese momento solo quería gritarle a mis pies por haberme traído a casa, definitivamente aquél iba a ser el primer lugar donde él me buscaría. No era necesario ser un Sherlok Holmes.

—Si acaso piensas que me disculparé, estás muy equivocado— comenté mientras subía los escalones. Lo hubiese pisado, pero ya estaba levantado cuando lo rodeé.

—Anne, yo…—balbuceaba.

—Déjame tranquila Louis— emití. Mis manos buscaban las llaves dentro de mis bolsillos, que al parecer se habían complotado con la situación para esconder las dichosas llaves dentro de la pequeña cavidad.

—Te amo—susurró.

El frío londinense parecía nulo entre los brazos de Louis. Él me abrazaba como si me fuese a escapar, una sospecha bastante acertada si vamos al caso, pero solo porque estaba a espaldas de sus ojos. Apuesto todo mi dinero, por más mínimo que fuese, a que si en aquella escena yo me encontraba frente a los azules de sus ojos, ya me hubiese tirado a sus brazos.

— ¿Por qué lo has hecho?— mi corazón se comprimía con su tacto, seguía teniendo mucho efecto en mí.

— Perdóname, soy un idiota. Lo siento. — suplicaba en mi oído. Él parecía arrepentido. — Lo siento— repitió una vez más.

Tomé sus viriles manos de mis caderas. Al principio se resistió pensando que quería alejarme, pero luego cedió por completo cuando acaricie su piel. Volteé hacia su pecho. Ahora ambos estábamos frente a frente; ahora estaba encarcelada por sus ojos.

Una leve sonrisa se formó en mis labios al ver el collar que le había regalado para su cumpleaños. Nuestras iniciales seguían presentes dentro del dije y todavía lo llevaba puesto alrededor de su cuello. Después de todo, él no se lo había quitado cuando estaba con aquella esbelta y sensual modelo.

— Adoro cuando sonríes, ¿lo sabías? — sus llamativos labios formaban una curva hacia arriba, la curva más hermosa de todas. Quería probarlos.

— Deja de hablar. Bésame, tonto. — puede que no sea la más dulce de todas, pero él no dudó en cumplir mi deseo.

Un solo beso suyo podía hacer cambiarme de idea. Él me amaba. No podía ser tan malo que esté con otra por un poco de publicidad. No lo sería si prometía venir siempre a recompensarme con uno de sus besos, aquellos que se habían vuelto mi droga luego del baile de graduación.

 
Caminé por las frías y oscuras calles, necesitaba un respiro. Tenía que tomar la decisión más importante en nuestra relación, pero no quería hacerlo. No quería hacer algo de lo que después pudiera arrepentirme, pero tampoco quería dejarlo pasar. Me había lastimado, pero no creía que fuera razón suficiente para terminar con todo. Solté un suspiro y decidí sentarme en un banco. Observé durante un rato el tráfico de las atestadas calles. Mi celular comenzó a sonar, lo agarré y mi miré la pantalla. Era Liam, seguramente, preocupado por mi salida dramática. Decidí no atender, no quería hablar con él en este momento. Miré la hora, había pasado un largo rato desde que habíamos sido citadas a la reunión. Ya era tarde, y debía volver a casa. Aunque era el único lugar que deseaba evitar a toda costa, debía enfrentarme a Liam, tomar una decisión y vivir con ello. Una vez más, mi celular comenzó a sonar. Obviando por última vez el sonido producido por mi móvil, me levanté y caminé hacia mi casa. Guardé mi celular en la cartera y saqué un paquete de cigarrillos. Liam odiaba que fumara, pero era una forma de liberar el estrés que solía acumular. Le había prometido que lo dejaría, pero en este momento no me interesaba respetar ninguna promesa. Coloqué un cigarrillo entre mis labios y saqué un encendedor. Lo prendí y tomé una pitada. Sentí como el humo entraba en mis pulmones, haciéndome sentir bien. Exhalé el pequeño vapor maligno y seguí dándole pitadas. Una, dos, tres.
Sin darme cuenta, mis propios pies me habían llevado al edificio que compartía con Liam. Tiré el cigarrillo, abrí la puerta de la entrada y tomé el ascensor. Conté los pisos hasta llegar al mío, y soltando un suspiro, salí de la pequeña caja gris. Me paré enfrente de la puerta. Miré la placa con el número de departamento y agarré el picaporte. No era momento de ser débil, debía entrar y enfrentarme al problema. Aunque no tuviera ningún tipo de fortaleza, ningún tipo de valor, debía ser una persona decente. Giré la perilla y abrí la puerta. Detrás de ella, se encontraba un Liam sentado en el piso, con las manos agarrando su cabeza. Levantó la vista, y pude ver en sus ojos un cierto brillo de esperanza.
- Hola. – Pronuncié mientras cerraba la puerta, depositaba mi abrigo en el sillón y colgaba mi cartera. Mientras tanto, Liam, quien sonreía, se levantó del suelo
- Pensé que no vendrías, lo siento mucho. – Comentó mientras me abrazaba. Siempre me había sentido bien entre sus brazos, pero esta vez era diferente. Lo único que sentía era dolor, ira y tristeza. Creo que así debe sentirse uno cuando pierde a un ser querido.
- Creo que debemos hablar. – Dije mientras me liberaba de sus brazos, me miró por unos segundos con sus ojos marrones, mostrando confusión. Jamás había rechazado un abrazo suyo, ni siquiera cuando nos peleábamos.
- Claro, siéntate. – Señaló a los sillones, tomé asiento en uno individual y esperé que él hiciera lo mismo.
- Liam, creo que… - Comencé a hablar, pero me vi interrumpida por una pregunta de mi novio.
- ¿Vas a dejarme? – Preguntó, con sus ojos llenos de lágrimas. Me daba pena verlo así, tan indefenso y triste, pero no podía hacer nada. Quería consolarlo, pero sabía que todavía no podía perdonarlo.
- No lo sé, no he tomado mi decisión. – Comencé a juguetear con mis pies, no quería verlo a los ojos porque sabía que sólo una mirada bastaría para que me convenza de cualquier cosa. Odiaba ser tan vulnerable a él, porque sabía que Liam era la única persona en el mundo que más daño podía hacerme.
- Sé que ha estado mal que no te haya dicho desde un principio, sé que debería tomar en cuenta tu opinión porque somos una pareja y eso es lo que hacen dos personas que se aman, pero es algo importante para mi carrera. Puede que no lo entiendas ahora, pero lo verás cuando dé sus frutos. Será un gran paso para nosotros, debes entenderlo. – Se acercó a mí, se arrodilló a mi lado y tomó mis manos.
- Ese es el problema, no lo entiendo. – Comenté zafándome de su agarre. Comencé a caminar por nuestro living.
- ¿A qué le tienes miedo, Kate? – Preguntó Liam, mirándome.
- No tengo miedo, sólo es que no puedo compartir algo que no creo necesario. ¿Cómo te sentirías si todo fuera al revés, si yo tuviera que tener un novio de mentira y pasara más tiempo con él? – Dije mientras caminaba hacia la cocina, agarré un vaso y comencé a servirme jugo.
- Creo que tienes miedo a que te reemplace y no quieres admitirlo. – Comentó desde el marco de la puerta. A decir verdad, se veía muy sexy pero no podía bajar la guardia ahora.
- Te he dicho que no tengo miedo, sólo creo que es una tontería. – Tomé un gran trago de jugo y al terminar, pasé mi lengua por mis labios. Liam posó la mirada en ellos, y una pequeña sonrisa comenzó a cruzarse por sus labios.
- Querida, si quieres llegar a un acuerdo te recomiendo no tentarme. – Lentamente, comenzó a acercarse, como un depredador que estudia a su presa.
- No estoy tentándote, estoy tratando de ser una persona decente y llegar a un acuerdo. – Comenté mientras retrocedía, sabía que si estaba muy cerca de Liam mis sentidos se confundirían y perdería el sentido.
- Quiero hacerte entender que aunque me toque una mujer muy hermosa, jamás te cambiaría. Nadie logrará reemplazar tu lugar, nadie me hará sentir lo que siento cuando te veo y nadie podrá compararse a ti. – Dijo, mientras colocaba sus dos brazos a cada lado de mis caderas, apoyando sus manos en la mesada. Me tenía arrinconada y sabía que tarde o temprano caería en sus encantos.
- Así que, ya sabes quién será tu nueva pareja. – Pregunté mientras me cruzaba de brazos. Tratando, inútilmente, de poner distancia entre nosotros.
- Kate, no creo que… - Comenzó a responderme, pero decidí cortarlo. Si pensaba que sería mejor que me enterara por las noticias, estaba equivocado.
- Quiero verla. – Comenté, mirándolo a los ojos. Sostuvo mi mirada por un rato, hasta que soltó un suspiro y cortó la conexión.
- Bien, sígueme – Se alejó de mi lado y comenzó a caminar hacia el living. Encima de la mesa de café, se encontraba una carpeta de color Beige. En ella, podría leerse perfectamente el nombre de una mujer.
“Cassie Stuart”
Su nombre me sonaba conocido, pero no sabía de dónde. Dirigiéndole una mirada a Liam, abrí la carpeta. Una atractiva rubia de ojos mieles me devolvía la mirada. Era bonita, y tenía una gran sonrisa. Me dediqué a mirarla por un largo rato, me resultaba conocida y no sólo por los desfiles que había visto. Y en ese momento, recordé haberla visto esta misma mañana en la cafetería.
- “¡Espera! tú eres la amiga de Liam, ¿verdad? – Preguntó mirándome de arriba hacia abajo. Jamás la había visto, y eso que yo conocía a todos los amigos de Liam a la perfección. Algo en su mirada me causó escalofríos, había sido algo de ¿malicia, rencor u odio lo que  había cruzado por sus ojos?
- Sí, soy su amiga. – Comenté mordiéndome la lengua. Me daba ganas de decirle que era su novia, pero habíamos acordado mantener nuestra relación en secreto para librarme a mí de todas las cámaras y poder seguir con mi vida normal.
- Pues, mándale saludos de mi parte. – Comentó añadiendo una gran y falsa sonrisa a su rostro.”
Mis recuerdos de esa charla volvieron rápidamente, y me dieron ganas de golpearme por lo tonta que había sido. Cómo no me había dado cuenta de quién era, cómo había podido sonreírle cuando ella se encargaría de destruir mi relación pero claro, hasta momentos más tarde no lo sabía. Si lo hubiera sabido en esos momentos.
- Kate, ¿estás bien? – Comentó Liam, mientras tocaba mi brazo. Rápidamente, me corrí de su toque. Era como si lograra quemarme.
- Te ha mandado saludos. – Contesté depositando la carpeta de nuevo en la mesa.
- ¿La has visto? – Preguntó, confundido
- Claro, ha tenido la amabilidad de aparecerse en mi trabajo. – Puse mi mejor sonrisa y comencé a caminar hacia la habitación.
- Kate, verdaderamente no tenía idea. – Agarró mis hombros y los sostuvo durante un rato. Podría ver en sus ojos el dolor y la tristeza, pero él no podía sentir la humillación que yo sentía.
- Para la próxima, mantén a tu chica alejada de mis asuntos. – Salí de su agarre y caminé hacia el cuarto. Agarré mi pijama y caminé hacia el baño. Necesitaba una ducha caliente para poder dormir tranquila.
- Kate, ella no es mi chica. Entiéndelo. – Me dijo, mientras yo entraba en el baño. Me detuve en el marco de la puerta, la furia había desatado mi temperamento.
- Desde ahora, ella es tu chica. ¿Y yo que vendría a ser? ¿la otra? – Pregunté mientras entraba al cuarto de baño y depositaba mis cosas en el lavabo.
- Kate, sabes que no es así. – Me dijo, mientras trataba de abrazarme.
- Entonces, ¿cómo son las cosas, Liam? – Pregunté, lo miré a los ojos y unas pequeñas lágrimas cayeron por mis ojos. Las corrí de mi cara, no dejaría que me viera llorar. – Ya es un poco tarde para aclarar las cosas.
Cerré la puerta en su cara y me apoyé contra ella. Comencé a soltar toda mi rabia, tiré todo a mi paso y unas cuantas lágrimas salieron de mis ojos. Lloraba para descargarme de todo el dolor que sentía, lloraba porque mi relación con Liam se terminaría en cualquier momento y también lloraba porque no era lo suficientemente valiente como para enfrentarme a todo por él. Sabía que me lastimaría, pero había decidido no hacer nada y jugar a la familia feliz mientras dure.
- No llores. – Me dijo, mientras apoyaba la frente contra la puerta. Me paré, caminé hacia la ducha y me metí adentro. Sólo esperaba que el agua se llevara todo mi dolor.

Cositas sexys: