The Other ||N.C||

Comencé a escuchar pasos por toda la casa, desde al baño a la cocina y viceversa. De a poco, fui despertando del plácido sueño en el que me encontraba y comencé a incorporarme en mi cama. Me quedé esperando alrededor de varios minutos mientras contaba los pasos y los golpes que venían desde la cocina. Miré el reloj y observé que era la hora en la que Liam hacia el desayuno. Se levantaba temprano para hacerlo y cuando estaba listo, me despertaba con un cálido beso.  Me debatí entre seguir durmiendo y esperar a que me levante o ir hacia la cocina y ayudarlo. Pensé que, seguramente, lo justo sería levantarme y hacerme cargo por una vez del desayuno. Me levanté de un salto y entré al baño, me lavé los dientes y salí. Caminé por nuestro extenso pasillo de paredes anaranjadas y suelos de madera marrón hasta llegar a nuestra cocina con paredes de color verde manzana. Liam y yo habíamos pintado el lugar poco tiempo después de habernos mudado juntos. Siempre atesoro ese día como uno de los más divertidos que hemos vivido. Recuerdo haber terminado toda llena de pintura mientras que Liam, quien era un experto en pintar, había quedado impecable.
Me quedé observando por el marco de la puerta, mientras contemplaba su gran y musculosa espalda. Parecía gigante comparado con nuestra diminuta cocina, pero a ninguno de los dos nos molestaba aquel hecho. Una de las cosas por las cuales Liam y yo habíamos empezado a salir juntos había sido por nuestros gustos similares. En ese entonces, ninguno quería algo sumamente grande, ya que no planeábamos tener hijos. Al menos, hasta que yo pudiera terminar la universidad. Salí de mis pensamientos y me acerqué a él, sigilosamente. Lo abrecé por detrás, logrando pegar mi pecho contra su espalda. Inmediatamente, él levantó su cabeza, dejando de preparar el café, y se dio vuelta para estrecharme contra sus brazos. Su olor corporal mezclado con un poco de colonia lograba colarse por mis fosas nasales e impregnarse en su camiseta, la cual yo usaba como pijama. Podría quedarme ahí todo el día, pero debíamos separarnos o no llegaríamos a nuestros trabajos a tiempo.
- Buen día, pequeña – Me comentó el depositando un dulce y corto beso en mis labios.
- Buen día, fortachón. – Le respondí soltando una ligera carcajada. Mi apodo había surgido un día en que mi hermana, mucho más pequeña que yo, había señalado lo dispareja que era nuestra relación. Liam era el fuerte, sensible y romántico de la pareja mientras que yo era la débil, dura y olvidadiza. Siempre había sido un desastre para las fechas, y eso había quedado demostrado el día en que llegué tarde a nuestro primer aniversario.
- Iba a llevarte el desayuno a la cama, como sé que hoy es tu primer día como chica universitaria quería agasajarte. – Exclamó Liam, logrando sacarme una gran sonrisa. Él siempre era muy atento conmigo, y esa había sido una de las razones por la cual me había enamorado de aquel hombre.
- Hubiera sido un gran gesto, pero decidí hacerme cargo yo esta vez. – Comencé a buscar los ingredientes necesarios para nuestro desayuno. Como todas las mañanas, comíamos  una gran variedad de cosas. Liam, quien salía a correr antes del trabajo y necesitaba la fuerza necesaria para hacerlo, comía huevos con tocino y un jugo de naranja, mientras que yo sólo me preparaba unas tostadas con un vaso de leche.
- Si quieres, puedo ayudarte. – Me comentó mientras se colocaba a mi lado. Sabía que no quería dejarme hacer el desayuno sin su supervisión porque, según él, era capaz de quemar el departamento entero pero yo no me creía tan desastrosa en el ámbito culinario como él quería aparentar.
- No, yo me ocupo. Tú ve a vestirte, o ¿piensas salir así a trabajar? – Pregunté mientras le daba una pequeña palmada en el trasero, ese era uno de nuestros típicos saludos matutinos.
- Si saliera así, ¿qué harías? – Me desafió devolviéndome el apretón.
- Te impediría salir y te encerraría en el cuarto. – Comenté juguetonamente. Los dos sabíamos que él no se animaría a salir sólo en sus pantalones del pijama a la calle, pero si lo hiciera, debería cumplir mi palabra como buena novia.
- Escucha, necesito que después de la universidad pases por la discográfica. Verás, hay unos contratos que firmar y necesito que estés ahí. – Dijo Liam, saliendo de la cocina.
- ¿De qué se tratan esos contratos? – Pregunté mientras salía de la cocina. Lo seguí hasta el cuarto y observé cómo recogía su ropa para luego entrar al baño. Tenía un mal presentimiento.
- Huelo olor a quemado, por qué no te fijas si algo se quema. – Corrí hacia la cocina y verifiqué, desafortunadamente, que tenía razón. Se me estaba quemando el tocino, pero no era nada grave. Lo único preocupante de la situación era que Liam había esquivado mi pregunta y eso jamás pasaba. Cada vez que me ocultaba algo, todo salía mal.

                                                                                 ***

Llegué a mi lugar de trabajo y el enorme cartel destellante de “Strawberry Field” me dio su bienvenida. Había comenzado a trabajar hacía dos años, cuando mi familia pasaba por momentos difíciles. Recuerdo cuando todos me habían cerrado las puertas y nadie quería darme trabajo por ser menor de edad pero gracias a Jeremy, habíamos logrado superar nuestros problemas. Él había sido mi mejor amigo desde que éramos pequeños y al enterarse de mis dificultades, me había ofrecido un puesto como camarera a medio tiempo en el bar de su padre.
Entré por la puerta de los empleados que nos daba acceso a los vestidores, cogí mi uniforme y entré al baño para ponérmelo. Un vestido rojo que me llegaba hasta las rodillas acompañado con un delantal blanco y unos patines a juego. Deslicé mi tarjeta de entrada para registrar mi llegada, y comencé a caminar hacia la cocina. Allí se encontraban Beth, la cocinera, Adam, su ayudante, Lissi, la chica de la limpieza, Bridgit, la otra camarera y Cade, el actual dueño. Saludé a todos los presentes con un beso en la mejilla y me dispuse a atender mesas. Pasado el mediodía, entró al lugar una joven rubia acompañada de una chica, más grande que ella, de cabello castaño. Las dos se sentaron en una mesa del fondo, detrás de un cuadro que Cade había traído de España y comenzaron a observar el lugar. Las paredes estaban pintadas de unos cálidos tonos de color rojo que iban desde el más claro hasta el más oscuro, mientras que los pisos estaban compuestos por baldosas blancas en las cuales podías ver tu propio reflejo, gracias a la eficaz limpieza de nuestra querida Lissi.
- Te toca atender esa mesa, Kate – Me dijo Brid, quien acababa de pararse a mi lado y comenzado a observar a aquellas extrañas. – Sabes, la rubia me parece conocida.
- Sí, seguramente debe ser alguna actriz o modelo. – Comenté agarrando mi pequeño block y mi lapicera. Patiné hacia ellas y me paré a su lado.
- Bienvenidas a “Strawberry Fields”, ¿qué desea ordenar? – Debía recitar ese pequeño dicho a todos los clientes que debiera atender, sin olvidar colocar una gran y falsa sonrisa. No me molestaba el hecho de tener que trabajar atendiendo gente, pero había veces en las que los clientes eran sumamente insoportables y mandones.
- Muchas gracias, en un rato traeré su orden. – Comenté antes de retirarme, estaba por llegar al mostrador cuando la voz de la rubia me detuvo.
- ¡Espera! tú eres la amiga de Liam, ¿verdad? – Preguntó mirándome de arriba hacia abajo. Jamás la había visto, y eso que yo conocía a todos los amigos de Liam a la perfección. Algo en su mirada me causó escalofríos, había sido algo de ¿malicia, rencor u odio lo que  había cruzado por sus ojos?
- Sí, soy su amiga. – Comenté mordiéndome la lengua. Me daba ganas de decirle que era su novia, pero habíamos acordado mantener nuestra relación en secreto para librarme a mí de todas las cámaras y poder seguir con mi vida normal.
- Pues, mándale saludos de mi parte. – Comentó añadiendo una gran y falsa sonrisa a su rostro.
- Se los mandaré. – Le dije para luego volver al mostrador, Liam tendría que explicar muchas cosas. Y esa chica, era una de ellas.

                                                                              ***

Entré apresuradamente a la sala de reuniones de la discográfica temiendo llegar tarde. Me había retrasado mucho en el camino de regreso de la universidad, pero mis nervios se disiparon al encontrarme con cinco chicas sentadas alrededor de una mesa rectangular. Tomé asiento al lado de una rubia que no conocía y comenzamos a hablar, me sorprendí mucho al enterarme de que Liam hablaba de mí con sus amigos. Una de ellas, que si bien recuerdo era Kenya, me contó qué era lo que había dicho de mí cuando había ido a comer y eso hizo que me sonrojara. Luego de un largo rato, los chicos entraron con varias carpetas en sus manos, seguidos de Simon.
Su productor comenzó a darnos un discurso de lo que importaba la imagen para la banda y muchas cosas más que mi cerebro no lograba asociar. Cuando nos terminó de explicar, sentí como una de las chicas se levantaba y azotaba la puerta de un golpe. Vi como Harry se lamentaba y salía del lugar y ahí fue cuando lo comprendí todo. No era la única que se mantenía en secreto, sino que todas, por distintos motivos, no éramos conocidas por el mundo. Me levanté y me dirigí hacia la puerta con la cabeza en alto, tenía muchas cosas que pensar y lo necesitaba hacer a solas. De a poco, comenzó a caerme la ficha de todo. La mirada triste que Liam me había dirigido y que no había captado hasta ese momento, cómo había ignorado mi pregunta, todo encajaba. La discográfica les había obligado a contraer noviazgo con chicas conocidas a cambio del incremento de su fama pero se habían olvidado de nosotras, sus verdaderas y únicas novias.
Sentí como alguien me jalaba del brazo y me adentraba en una oficina más pequeña. Sabía quién era, pero no sabía si estaba en condiciones de poder enfrentarlo.
- Debemos hablar. – Me dijo Liam mientras corría una silla para que me sentara, pero sentía que si lo hacía le daría la satisfacción de poder convencerme de algo que estaba totalmente erróneamente escrito. – No espero que me entiendas, pero es mi sueño y creo que…
- Crees que debería aceptar porque es lo que tú quieres ser, un famoso y egocéntrico cantante. – Lo corté en mitad de su frase, y sabía que eso era un problema. Una de las cosas que más valorábamos era el espacio que nos dábamos para hablar, pero también valorábamos mucho la honestidad. Él sabía de este contrato y no me había dicho nada, así que yo tampoco lo respetaría.
- No me volveré egocéntrico, pero necesito esto para poder llegar a ser lo que quiero ser. – Me comentó mientras acunaba mi cara entre sus manos. Por un momento, me consideré una estúpida y me replanteé la situación, pero me di cuenta de que yo no era la que estaba equivocada esta vez.
- ¿Y qué hay de mí? ¿qué hay de las promesas que me has hecho? – Le pregunté zafándome de su agarre, esta vez no lo perdonaría tan fácil y necesitaba de mis cinco sentidos para poder cumplir con lo dicho.
- Tú seguirás siendo mi novia porque te amo y aunque me asignen millones de chicas hermosas lo que siento por ti no cambiará. – Se acercó hacia mí, tratando de besarme pero no podía dejarlo. No sentía que era un beso real, sino que era un beso lleno de culpa.
- Yo, necesito pensar. – Retrocedí y caminé hacia la puerta. Sentí que me llamaba a lo lejos, pero quedarme era como darle a entender que lo perdonaba y eso era justamente lo que no quería.
Me sentía perdida, decepcionada y enojada. Necesitaba pasar un tiempo a solas antes de tomar una decisión muy importante. Quedarme y darnos un futuro o irme y empezar de nuevo.