The Other ||N.C||

-Kevin, detente, esto es totalmente inútil. – hablé al ver que comenzaba a buscar en las pertenecías de su hermana. Aunque quería demostrar aunque sea un poco de seriedad, las risas impedían que mi objetivo se cumpliera.
-No lo es, eres una estudiante en el departamento de artes.
-Departamento de dibujo artístico, sí, no de artes dramáticas – le interrumpí.
-Es lo mismo, al final todo termina siendo arte. – Me sonrió – Vamos Bay, ¿Qué ha sucedido con tu espíritu aventurero?
-No soy buena actriz. – crucé mis brazos esperando que entendiera mi punto. Detuvo su acción y se volvió a mirarme.
-Claro que lo eres, sólo con el hecho de que puedas aparentar perfectamente no ser nada de ese tal Jonas lo demuestra. – acusó. Sabía que a Kevin le disgustaba que mi relación con Joe se mantuviera en secreto, pero que usara cualquier momento que se le presentara para recordármelo se estaba volviendo tedioso. Antes de que yo pudiera hablar, él continuó. – Pensé que venías para que te ayudara a comprender el arte dramático, no hay mejor manera de entenderlo que viviéndolo.  
-Venía por un libro de teoría, nada más. Además, no quiero hacer esto.
-Bay, a mi no me engañas, sé que quieres, pero temes lo que piensen los demás de tu personalidad –suspiró frustrado – sólo imagina que no eres tú. Imagina que es un personaje creado para la representación de un papel en la próxima función de la universidad. – Me miró esperanzado – Será divertido.
-De acuerdo ¿Qué tan malo puede ser?


Demasiado malo. Esto es incómodo. Empezando por mi aspecto físico, este tipo de ropa jamás estaría incluida en mi vida diaria. Luego, el maquillaje, yo normalmente no uso maquillaje, siento como mis ojos pican, pero claramente no puedo hacer nada por eso. Además, los tacones están haciendo que mis pies duelan, están acostumbrados a zapatillas y sandalias bajas, no a esta máquina de tortura.

“Habla poco, concéntrate en el teléfono.” Recordé las palabras de Kev. De acuerdo, podía hacer eso. Es más sencillo, sin contar que cada vez que hablaba, el tono arrogante que destilaba mi voz me era más que insoportable. ¿En qué momento acepté esto?
Miraba perdidamente la pantalla del teléfono, no había absolutamente nada en ella, pero debía parecer que estaba distante. ¿En serio quiero que ellas tengan esta imagen de mí? No, claro que no. Maldito Kevin. Volví los ojos sabiendo que nadie podría verme debido a los lentes.

Miré de reojo a las muchachas, una de ellas claramente estaba a punto de patearme el trasero. Por favor, hazlo. Rogué en mi mente. Hasta yo misma quería hacerlo. Maldito, maldito Kevin. Un nuevo mensaje alumbró la pantalla, pero antes de poder leerlo, la puerta del salón se abrió, llamando mi atención. Al ver a Joe, sin importarme quien me hubiera escrito, guardé el teléfono en el bolso. Venía riendo, pero su sonrisa de diversión se transformó por una de confusión al ver mi atuendo y su ceño se frunció al escuchar mi tono de voz.

Definitivamente me estaba ganando el odio de las muchachas ¿Por qué siquiera sigo con esto? Joe envolvió sus brazos alrededor mío y yo le devolví el abrazo.

-¿Qué estás haciendo? – susurró Joe en mi oído.
-Luego te explico – besé su mejilla, haciendo que sonriera.


Desde hace aproximadamente una media hora que me encontraba sentada en la pequeña mecedora de mi balcón. Miraba hacia al horizonte. Mis pensamientos luchaban por nublar mi mente, pero me negaba a que eso sucediera, no sabía aún si sería capaz de aceptar que alguna vez escuché esa propuesta. Mis ojos picaban, pero esta vez no era el maquillaje, ya que al momento de llegar a mi apartamento, lo primero que hice fue quitar el maquillaje y reemplazar la ropa por un simple buzo gris y una blusa holgada blanca, luego me quité los tacones y me coloqué unas cómodas medias. Ahora, libre de cualquier papel dramático, mis ojos picaban porque querían liberar las lágrimas que yo tanto luchaba por retener.

Escuché los golpes en la puerta, pero no tenía las fuerzas necesarias como para levantarme y abrir. Sólo me quedaba en la misma posición, mis piernas pegadas a mi pecho y mi cabeza apoyada en mis rodillas.

-Bay – llamaron. El apartamento no era tan grande así que perfectamente se podía escuchar cualquier sonido desde cualquier parte del lugar. – Bailey, por favor, abre la puerta – esta vez, reconocí la voz de Joe.

Suspiré y me levanté de la mecedora, cerré la puerta del balcón a mis espaldas y atravesé la pequeña sala hasta llegar a la puerta, que claramente no fue un camino para nada largo. Dudé antes de abrir. Por unos segundos, sólo me quedé ahí, con la mano en el pomo de la puerta pero aun sin abrirla.

-Por favor nena, abre la puerta – el suplicio en su voz hizo que mi corazón se encogiera.

Era simplemente ilógico, que a pesar de todo, lo único que quería era estar entre sus brazos, escuchándolo decir cuánto me amaba, sentir sus suaves besos en mi frente mientras su otra mano acaricia mi cabello. Aún no entendía como a pesar de querer estar molesta con él, unas simples palaras suyas hacían que cualquier idea de enojo se disipara. Golpeé suavemente la puerta y apoyé mi cabeza en la madera blanca. Sentía como las lágrimas resbalaban por mis mejillas. Más  que estar enojada con él, estaba enojada conmigo. Me enfurecía ser tan débil frente a él.

-¿Por qué me haces esto? – pregunté. - ¿Por qué no puedo enojarme contigo?
-Bay, nena, abre la puerta, por favor – contuve un nuevo sollozo y negué con la cabeza, aunque sabía que no podía verme, no confiaba lo suficiente en mi voz como para dejar que cualquier palabra saliera de mi boca. – Bay, tenemos que hablar. Simplemente saliste corriendo del estudio, déjame explicarte, por favor.

Cerré mis ojos con más fuerza, parte de mi quería verlo, la otra parte, pues también quería verlo. Reí más por ironía que por diversión, aunque debía admitir que también me resultaba divertido lo patética e infantil que me podía estar viendo en este momento. Sin meditarlo aún más, abrí la puerta. Antes de siquiera abrir mis ojos, sentí unos brazos envolviéndome.

-Pensé que no abrirías – susurró en mi oído aferrándose más a mí. Coloqué mis brazos alrededor de su cintura. Sin pensar en nada, simplemente me dejé llevar por su presencia y su aroma. Lo necesitaba, por eso me daba tanto miedo perderlo a causa de ese estúpido contrato.
-Dudé en hacerlo – admití luego de unos segundos.
-Lo siento nena, en serio lo siento. Pero es una imposición por parte de la disquera – se apartó unos centímetros para tomar mi rostro en sus manos. – si no acepto, mi carrera termina. No quiero perder mi sueño, pero menos puedo perderte a ti. Sólo dime que no y no firmaré el contrato.
-Pensé que ya lo habías firmado.
-No, no tomaré ninguna decisión sin consultarte primero. Tal vez no fue la mejor manera de que te enteraras, pero no encontraba el momento indicado para decírtelo. Lo siento.
-Deja de decir lo siento – apoyé mi cabeza en su pecho y me aferré a él. Lo amaba y por eso no permitiría que su carrera se arruinara por mi culpa. Por más que me doliera verlo con ella, tendría que soportarlo, por él. Suspiré, insegura de mis siguientes palabras pero decidida a pronunciarlas de todas maneras. – Hazlo.
-¿Qué?
-Firma el contrato, yo estaré bien. – sonreí.

Aunque mi sonrisa y mis palabras no fueran verdaderas, era lo único que podía hacer ahora, sonreír y esperar que mi dolor quedara oculto detrás de esa sonrisa.