love letters |n.c|

Capítulo 004.

      Oh genial, Katherine. Acabas de arruinar tu único vestido confeccionado por tu madre. ¿Cómo es que esto me acaba de suceder esto a mí? Fácil, tiene simplemente dos palabras “Mi padre”. Bueno, realmente él no tiene la culpa de nada, en realidad me encantaría poder estar con él peleando por alguna estúpida razón como hacen las chicas de mi edad pero no, el destino me tiene ganas de hacer sufrir. Volviendo a lo importante que es que acabo de derramar la tinta que mi padre me dio una vez en mi cumpleaños como la tinta china que nunca sale. Lindo nombre, eh. Y más atractivo suena cuando la famosa tinta esta tirada sobre el vestido que mi madre fallecida había hecho para mi cumpleaños once, el mismo que había colgado sobre el armario para no poder estropearlo, vaya paradoja.
     — ¡Katherine! —la odiosa voz de mi abuela llamándome me saca de mis pensamientos.
     — ¿Qué sucede? —no me toca otra cosa que preguntar desde mi habitación que se encuentra en el piso de arriba.
     — Vamos al hospital, es día de visita. —contesta ella, capaz de hacer que todas mis barreras se hundan como el mismísimo Titanic aunque sin la parte del apuesto Leonardo Di Caprio, por supuesto.
     — Bajo en unos instantes. —grito en respuesta, volviendo a guardar el vestido en su lugar para que nadie se diera cuenta. Guardo las hojas de cuaderno desacomodadas que se encuentran en la mesa y escondo con rápidamente la carta apenas empezada en la que solamente se puede leer: “Estimado ser viviente” Si, lo sé. Muy romántico de mi parte. Bueno la verdad es que el amor te hace débil y no quiero parecer débil ante un chico. Bajo las escaleras en dos por dos y me encuentro en la cocina donde mis hermanos y abuela me esperan pacientemente para la visita diaria al lugar donde mi padre está internado.
      Horas después salgo del auto dando un portazo mientras me seco rápidamente las lagrimas, mi abuela suspira al lado mío mientras mi hermanos se quedan sentados en el auto analizando lo que acaba de pasar, como siempre hacen.  No puedo creer que mi padre este en esa situación después de todo lo que lucho por su trabajo, todo lo que hizo para no caerse. Un sollozo sale me mi boca y me tapo la cara rápidamente antes de que alguna persona me vea llorar y tenga algún motivo de extorsión conmigo. Luego de correr rápidamente a mi habitación y cerrar la puerta con mis famosos portazos, vuelvo a sacar el cuaderno, lapiceras y la carta romántica-no-romántica en la que estoy trabajando.
     Suelto un suspiro mientras me enfoco en no seguir derramando lágrimas y en no manchar la carta esa. Me seco la cara con un pañuelo pequeño que tengo en el escritorio y releo las primeras palabras que están en el papel. “Querido ser viviente” Bueno, quizás no sea la mejor forma de empezar la carta, por lo que arrugo el papel y lo tiro al tacho de basura, arrancando una hoja nueva del cuaderno. “Querido…” No, mejor no. “Estimado…” Muy formal. “Maldito…” Sería lo ideal, pero no. Volvamos al querido. “Querido… tu” Si, así será. Hojas volando a lo largo de la habitación, el tacho de basura lleno y por fin queda algo que en serio me gusta. Algo como esto:
     “Querido tú:
             No te hablo para decirte lo mucho que te extraño porque seguramente nunca me has prestado verdadera atención en tu vida, como tampoco te hablo para decirte que quiero que me prestes la tarea porque sé que eres tan idiota en matemáticas como lo es el profesor de ingles. Y de eso estoy prácticamente segura porque el otro día escribió que “one+one=three” y estoy muy segura que three significa tres. Solo digo.
            Mira, el motivo de esta no-tan-empalagosa carta es para decirte que a pesar de los defectos que tienes, aun logras que el corazón negro que todos dicen que tengo palpite con mucha frecuencia cada vez que  te acercas a mí. Quizás suene muy cursi pero es la verdad. Tu forma de ser, tu risa estruendosa hace que mis barreras se rompan y me permita sonreír cada vez que te veo con tus amigos.
           Esta no es una forma de decirte que quiero que me prestes atención, quizás sí lo es para que me mires por lo menos una vez en clases y me sonrías como haces siempre con tus amigas. Eso de sentirme tu amiga sería mucho más de lo que necesito. Y sí, estoy pareciendo idiota diciendo todo esto pero es algo que me causa angustia y me oprime el pecho cada vez que me doy cuenta de que nunca seremos más que conocidos.
 
Una pista: Cabello del color del chocolate
              
                                                           ¿Quién soy?
                                                  Ese es un secreto que nunca te diré.
                                                 XOXO Tu admiradora secreta”
 
   Hago una mueca, quizás deba quitarle unas cuantas cosas cursis, pero la realidad es que no quedo muy “niña enamorada” pero también tiene su toque tierno.  Guardo la carta en la mochila del colegio, después de ponerle un poco de perfume de jazmín y puedo por fin dormir en paz, sabiendo que mañana Nathaniel iba a tener mi carta en sus manos, a pesar de que nunca sabría quien soy.
 
 
    Una alarma ensordecedora retumba en mis tímpanos, lo cual significa una sola cosa: es el fin de la clase de ciencias. A la mañana me había ocupado de darle la carta especial al chico que reparte las cartas, lo cual significa que en cinco minutos Nathaniel va a estar leyendo mi carta, aunque sin saber exactamente quién soy, por supuesto. Les doy una sonrisa fingida a las chicas que se hacen pasar por mis amigas y me dirijo a mi casillero donde debo guardar mis libros para asistir al almuerzo. Genial, sentarme otro día mas con la chicas creídas que prefieren la ropa antes que los libros. No sé que es peor: Un libro quemado o Camille diciendo lo guapo que lucia Jullian Cosfooc durante el sexo que tuvieron ambos en el cuarto de limpieza pero en cierto punto eso tiene un poco de ventaja: me entero de los chismes más sucios de todo el colegio. 
    Camino por los pasillos con el típico paso de engreída que tengo que tener para que la gente crea que Katherine Wesley sigue siendo la misma de siempre cuando algo me llama la atención: Nathaniel Chookls esta mirándome y sonriendo… ¡Esperen! Recapitulemos… ¿Acaba de sonreírme? ¿Nate Chookls acaba de sonreírme? Debo estar muriendo, y debe ser una muerte hermosa. Le sonrió de vuelta en forma de “te sonrío solo porque me sonríes” hasta que alguien me toma de la cintura y me acorrala contra los casilleros. Ese olor. Lo reconozco al instante: James Bass, el joven más mujeriego de todo el colegio. Tiene ese típico olor a perfume importado que suele atraer a las mujeres aunque  a mi me causa arcadas.
     — Kath, Kath, Kath… mi querida Kath…
     — ¿Qué quieres, James?
     — ¿Acaso no puedo hablar con la chica más linda del colegio?
     — Con esas cosas a mí no.
     — Oh cierto, entonces ¿Prefieres que diga que “aun logras que el corazón negro que todos dicen que tengo palpite con mucha frecuencia cada vez que te acercas a mí.”?
    Y por primera vez en mi vida me he quedado sin palabras frente al idiota de James Bass.
    — ¿Cómo…? —antes de que diga algo, él me interrumpe.
    — Solo recuerda que me debes un gran favor, cariño. —me da un beso en la mejilla y desaparece entre la multitud, dejándome la boca seca y unas ganas de llorar inexplicables. El primer error que cometo puede ser el único que me lleve a mi ruina.