cuts on the road.

Primero debo confesar que está carta cuenta un secreto que escondí durante mis 53 años de vida. Cuando iba a las carreteras cercanas a la ciudad por las noches, no era por cuestiones de trabajo como solía decir a las personas conocidas. Yo maté a toda esa gente. Tome sus almas y las arranque de su cuerpo. Aunque por mi instrumento de homicidio se podría decir que no las arranque, las “corte”.

He tenido el placer de tomar la vida de personas que merecían morir, personas impuras y criminales, otros que tenían un gran futuro por delante (Los cuales, por desgracia, solo estaban en el lugar equivocado en un momento inoportuno). Soy humano, pero no uno del montón que se deja llevar por cualquier deseo de su estúpida y sucia mente. Yo creo en la justicia. ¿Por qué una persona debe morir cuando hay muchas otras que no merecen ni siquiera un poco de esa vida que se les ha proporcionado?

Primero analizo a las víctimas. Las investigo detenidamente una por una. ¿Alguna vez has sentido que te espían? Podría ser yo. Sí así fuera, tus días están contados pequeño amigo. Luego con unos cuantos arreglos en el GPS de su automóvil, ya están en mi carretera a una hora conveniente para mí.

La carretera, el lugar conveniente para cualquier asesinato exitoso, y si está abandonada mucho mejor. Aunque la mía tiene marcas de sangre en el asfalto, nadie parece percatarse de eso cuando pasan en su auto camino hacia su muerte segura. Siempre tienden a pensar que tal vez es su imaginación o el reflejo de algo en un charco de agua.

Les contaré la historia del primer homicidio que prepare, aunque no deseo que mi carta sea muy larga, por lo que seré breve y omitiré los detalles sobre que hizo ella para que la tomara como víctima:
Era una chica, guapa, pero estúpida.

Una persona en su sano juicio no iría a una fiesta un lunes por la noche sólo por el mensaje de una “amiga” diciéndole cosas estúpidas cómo que sería la fiesta del año y todos estarían allí. Seguramente se quedaría en su casa o la llamaría, pero ella hizo completamente lo contrario. Se arregló y fue a una muerte segura.

Entró a su auto un poco después y comenzó a conducir hasta la dirección que le había proporcionado su amiga anteriormente en un mensaje, yo la vigilaba con un dispositivo de rastreo que coloque en su auto. Cuando entró en la carretera abandonada la estaba esperando allí, había dejado tachuelas en toda una parte del viejo asfalto. Como supuse, una de sus neumáticos reventó y ella bajo para tratar de arreglarlo.

Allí aparecí yo.

Esa cara bonita comenzó a deformarse en una mueca de miedo cuando me vio en la carretera, el no tan confiable GPS del auto de sus padres la había llevado a la muerte segura. Yo tenía mis guantes viejos de cuero que me raspaban la piel, mi pasamontañas que aseguraba mantener mi identidad secreta en caso de que fallara y un cuchillo que había comprado hace años en mis manos.
Ella estaba paralizada del miedo, primero veía el cuchillo, después a mí. Y así seguidamente por unos cuantos segundos

—Corre—Pensé.

No corrió, se quedó allí. Dios mío, eso sí fue una estupidez, hubiera vivido al menos un minuto más. Camine lentamente hacía ella, cuando se dió cuenta de eso comenzó a retroceder. Camino hacia la puerta, tratando de entrar otra vez al auto. Cuando por fin la abrió yo seguía caminando hacia ella. Entró y cerró la puerta, comencé a ir más rápido.
Llegué y vi sus ojos a través de la ventana, estaba asustada. No creía que fuera real, podía leer su expresión perfectamente. Uní fuerzas para poder romper la ventana con mi puño izquierdo (en el derecho llevaba el cuchillo), esta se rompió y los pedazos de vidrio salieron volando a todos lados, uno de ellos se ensarto en la mejilla de la chica y comenzó a sangrar. El color rojo me trajo la inspiración que necesitaba, sabía que iba a hacer ahora.

Metí mi mano por la ventana rota para poder abrir la puerta desde adentro, mientras ella se distraía tratando de pasarse a los asientos de atrás tratando de quitarse el vidrio de la cara y respiraba fuertemente debido al miedo, de vez en cuando soltaba unos cuantos gritos por el terror. Yo estaba tranquilo, todo iba conforme lo había planeado.

Me tome tiempo para entrar al auto, sólo para que ella saliera corriendo por una de las puertas traseras. Así que salí del auto de nuevo y troté hacia ella. No era muy rápida y se había resbalado.

Estaba vulnerable, sentada en el asfalto de rodillas mirándome, suplicando piedad por su vida.

Levanté el cuchillo, ella grito.

El corte en su hombro la estaba haciendo sangrar demasiado, el asfalto se comenzaba a teñir de rojo, pero no lo suficiente, faltaba más.

Le di tiempo para levantarse y tratar de huir, no lo hizo. Me agache junto a ella y saque un pañuelo del bolsillo de mi pantalón. Ella estaba tratando de patearme en el rostro, aunque estaba muy débil para eso, el corte que le había hecho era profundo y mientras perdía sangre también se iban sus fuerzas.

Me acerque más y cubrí su boca con el pañuelo fuertemente, ya no forcejeaba. Se había desmayado. No me fui, aun sabiendo que con ese corte que casi la dejaba sin brazo la hubiera podido matar por desangrarse seguí, no sé cómo ni por qué. Sólo lo hice.

Su cuerpo fue encontrado dos días después, claramente había sido brutalmente asesinada, nunca me atraparon.  Y aunque no les conté toda la historia y detalles, cuantos cortes o pedazos de piel se fueron, el periódico de 1987 ha de tener todo el reportaje. Léanlo si quisieran saber el horrible destino de la chica.

Para mis queridos hermanos, las sospechas de nuestros padres fueron ciertas, tenía problemas. Aunque más graves de los que creían.
Con esa confesión me despido, lean la carta de mi herencia. El cuchillo de esta historia será mi arma de suicidio, es algo muy sentimental si lo quieren ver así, aunque no lo sea.

Los veo en el infierno, por siempre suyo:
Victor.