La Estación 《 Larry Stylinson 》

Aún tenía la sensación de sus dedos fríos moviéndose de arriba abajo con bastante habilidad, acariciándome sutilmente con la otra mano hasta hacerme llegar al clímax. No podía sacarme de la cabeza su respiración agitada, sus gemidos y mucho menos mi mano haciendo lo mismo pero de forma torpe hasta hacerlo también, llegar al clímax. Maldita sea, además también me había dicho que le gustaba, ¿En qué carajos estaba pensando? Diablos, me sentía realmente extraño, habíamos llevado las cosas muy lejos. Lo peor era que no podía entender por qué le dejaba hacer eso, dejé que me besara y que hiciera algo más, no sé por qué, pero tenía la sensación de que si hubiera sido otra persona, no lo hubiera dudado ni un segundo y lo habría golpeado.



¿Pero entonces por qué a él no? No lo sabía, tal vez era porque en el fondo me daba un poco de lástima su condición, y también porque lo veía carente de amor. No lo sabía realmente, pero no podía poner resistencia cuando se trataba de él. Además, como hijo de Diana, sentía la obligación de hacerlo, aunque suene como un pretexto estúpido, así lo sentía, pues no era como si me atrajera o algo parecido.

 

Cuando me desperté ya eran las doce del día, la luz del sol se filtraba por la ventana del cuarto. Me levanté y me dirigí a bañarme.Mientras el agua caliente caía sobre mi cuerpo empecé a recordar todo lo que había pasado con Harry, volví a recordar esa sensación y mi cuerpo comenzó a sentirse extraño. Opté mejor por abrir la llave del agua fría.

 

Una vez fuera del baño, me sentí más tranquilo, me vestí y salí a asomarme al cuarto de Susan, pero ya no estaba. Lo primero que se me vino a la mente fue que estaba en la sala en aquel lugar donde había sucedido todo. Bajé rápidamente las escaleras y por fortuna no estaba en la sala, miré unos minutos aquel lugar, justo debajo del sillón donde habíamos estado Harry y yo en la madrugada. Completamente paranoico observé detenidamente para ver si no habíamos dejado algo comprometedor. Entonces me volvieron a la realidad las voces de Susan y Harry que se oían en la cocina. Fui allá, estaban los dos sentados en la pequeña barra de la cocina, comiendo el recalentado del día anterior, en cuanto me vio mi hija, corrió a saludarme y tomándome de la mano me llevó con ella.

 

—Te íbamos a despertar, pero me dijo Hazz que mejor no —dijo sonriente, volviendo a sentarse.

    
—No te preocupes —contesté apenas volteando a ver fugazmente a Harry que me veía fijamente desde que había entrado a la cocina.


Tomé un plato y comencé a servirme un poco de todo, pero no podía comer tranquilamente, a cada instante sentía la mirada sobre mí de Harry

  

—¿Cómo dormiste? —preguntó Harry. ¿Cómo podía actuar como si nada el maldito?

    
—Bien —contesté hosco y sin mirarlo.

    
—Me alegro.

 

Estuve en silencio escuchando la conversación entre Susan y Harry, que platicaban trivialidades, no abrí la boca hasta que mi hija me preguntó a qué hora llegaría su mamá.

 

—No sé hija, dijo que venía hoy, pero no dijo a qué hora.

    
—Ah —contestó decepcionada.

 

Terminé de comer pronto para levantarme y ponerme a lavar los trastes, pero cuando me disponía a abrir la llave del agua, la mano de Harry tocó mi hombro, lo cual hizo que me sobresaltara.

  
—Yo lo hago —dijo sonriéndome y actuando como si nada hubiera pasado. Y le dejé hacerlo.


Se oyó el ruido de la puerta principal abrirse, Susan salió a asomarse rápidamente para casi enseguida saludar a su mamá con un efusivo abrazo. Mery la recibió dándole un beso en cada mejilla, Yo también salí a recibirla.

 
—¿Cómo te fue?

    
—Bien. —Me miró con semblante inexpresivo y desganada.

 

Salió Harry a saludarla rápidamente con una sonrisa que a mi parecer se veía fingida. Susan le dijo que abrieran sus regalos, con eso se entretuvieron bastante tiempo. Yo regresé a la cocina y Harry luchaba tratando de dejar reluciente una olla. Algunos de sus rizos caían sobre su frente, por lo que tenía que mover la cabeza para tratar de acomodarlos un poco.

 
—Si quieres ya déjalo —dije al ver que seguía afanosamente tratando de dejarla impecable.

   
—Nah... así esta bien. —Por fin dejó en paz a la olla y siguió con la siguiente y última.

 

A pesar de que no quería quedarme a solas con él, me senté en la barra y empecé a jugar con los dedos de mis manos. El ruido de la esponja rozándose con aquella olla invadió toda la cocina, no fue hasta que Harry rompió el silencio.

 
—Oye... tu esposa se parece algo a mi mamá, claro, si viviera.

    
—¿Y eso? —pregunté desconcertado, ¿por qué apenas preguntaba eso?

    
—Pues no sé, se me hizo chistoso al principio, pero creo que debe de haber algo más ahí —Me sentí incómodo ante tal respuesta, ¿acaso él podía leer mis pensamientos o qué diablos? Me puse algo indeciso, no sabía si irme o quedarme y hacerme el de oídos sordos—Sí, eso es lo que pienso, creo que te buscaste a alguien parecida a ella para que no la extrañaras tanto o algo así —decía pensativo mientras cerraba la llave del agua y acomodaba en el trastero las ollas. Me quedé helado, me sentí tan desprotegido que me levanté rápidamente.

 

—Si Tú lo dices —respondí casi murmurando y salí dando grandes pasos.

 
En la sala seguían Susan y Mery dándose sus regalos y platicándole a su hija cómo había estado la cena allá. Sí, de seguro les había dicho a los de su familia que yo me había enojado y todo era mi culpa, cómo odiaba a su familia, criticaban a todo el mundo, pero claro ellos eran perfectos. Subí a mi habitación y me tendí en la cama, sonó mi celular. Era Mark que me decía, regresaba en la tarde. Intercambiamos un par de palabras más y colgamos.


De repente me entró la nostalgia y saqué de mi cajón la foto donde estaba con mi hermana. Aquello que había dicho Harry apenas hace unos minutos, en parte eran verdaderas, me había relacionado con Mery porque, sí, cuando la conocí lo primero que pensé fue en Diana. Se parecía tanto a ella, claro que conociéndola un poco más, me di cuenta de que el parecido sólo era físico, y bueno, que también tenía un hijo que me hacía enmendar ese gran error que había hecho al no ayudar a mi hermana.

 
—Ah... qué sueño tengo —dijo Mery que entraba a la habitación.

 

Cerró la puerta tras de sí y aventó sus zapatos sin preocuparse en ver dónde caían. Se quitó el abrigo negro, también botándolo en el primer rincón que vio para terminar sentándose en la cama, junto a mí. Prendió la televisión y entonces volteó a verme. Vio la fotografía entre mis manos y pereció poner una expresión de hartazgo.

   
—Bueno, ¿ya supéralo, no? —me dijo agresivamente, arrebatándome la fotografía. Yo me quedé bastante desconcertado.

    
—¿Qué te pasa?

    
—¡¿Cómo que qué me pasa?! ¡Ya se murió tu hermana, así que deja de pensar en ella todo el maldito tiempo! —le miré extrañado. Siempre se había quejado de que no dejaba de pensar en mi hermana, pero esta vez me lo había dicho con un enojo que no pude descifrar. Se levantó de la cama dejando la foto en el tocador y volteándome a ver con expresión molesta.

   
—Yo pensé que imaginaba las cosas, pero de verdad no creo que sea normal—seguí mirándole extrañado pero poniéndole mucha atención—, no creo que sea normal esa obsesión por tu hermana... cuando nos conocimos y empezaste a hablarme de ella, se me hizo normal, pues era tu hermana y la querías—tomó aire y su rostro se transfiguró por completo— Pero cuando me mostraste sus fotos y vi el gran parecido que tenía conmigo, tuve un presentimiento horrible, por eso siempre querías que tuviera el cabello largo, ¿no? —espetó con ojos vidriosos.

   
—¿Qué? —dije asustado, previendo lo que vendría.

    
—¡No te hagas, tu hermana, por tu hermana! ¡Tú! —se interrumpió de repente para proseguir, pero ahora con voz muy baja— Tú, no querías a tu hermana de una formal normal, lo supe desde ese momento, pero no quise creerlo, pero ahora, tantos años después, sigues y sigues obsesionado con ella, primero querías encontrarla, está muerta, ¡pero sigues admirando sus fotos como un loco! —Permanecí en silencio, no sabía qué decir, todo esto me había agarrado de sorpresa, yo... yo nunca pensé que ella tuviera la ligera sospecha de que algo paso entre mi hermana y yo, me sentía expuesto, completamente indefenso. Ella continuó hablando.

   

—Muchas veces pensé en cortarme el cabello, a ver cuál era tu reacción, pero después pensé y decidí dejarlo así, dejarte en tu fantasía.

    
—Cállate ya Mery —dije sin siquiera voltearla a ver.

    
—No me callo, ¿Ustedes tenían una relación más de allá de la fraternal, verdad? —preguntó con aberración. No dije nada, no sabía qué decirle— ¡Enfermos, enfermo anormal! —soltó gritando y mirándome con odio. Me levanté de la cama.

  
—Cállate ya, Mery —dije tratando de sonar sereno.

    
—¡Cállate tú! No puedo creerlo—dijo con mirada perdida— ¿También pensabas en ella cuando nos acostábamos? —No pude contenerme más y le abofeteé con fuerza, ¿Quién era ella para hablar así de un tema del que no sabía nada?

    
—Tú no sabes cómo me siento, ¡así que mejor cállate! —grité molesto saliendo del cuarto, dando un gran portazo. Lo último que vi fue que se colocaba una de sus manos en su mejilla y me veía como si estuviese poseída.

 
No, nadie sabía cómo me sentía. Sí, lo admito, entre mi hermana y yo hubo más que un amor fraternal, pero no era esa la principal razón por la que no dejaba de pensar en ella todo este tiempo, era porque no le había ayudado cuando más necesitó de mi ayuda, eso era lo que me movía a buscarla, a observar continuamente sus fotografías, porque no dejaba de pensar en qué había sido de su vida, quería encontrarla y pedirle perdón por todo, no para regresar con ella, porque a pesar de que todavía la amaba, ya no volverían a ser las cosas como en el pasado. Además hubo un tiempo en que amé verdaderamente a Mery, aunque su parecido me recordaba siempre a Diana, llegué a amarla por lo que era, cosa que creo ella no iba a comprender tan fácil.

 
En la tarde-noche llegó Mark, ya con mucho mejor humor que el día anterior, nos dio nuestros regalos y nosotros les dimos los suyos. Mery y yo hicimos como si nada hubiera pasado, de hecho a ella se le daba el fingir que éramos felices mejor que a mí. No, definitivamente ya no había ni cenizas en nuestra relación, se las había llevado el viento, sólo quedaba ponernos nuestras máscaras de matrimonio "feliz". Lo que más me sorprendió fue que Mark volvió a hablarle a su madre como solía hacerlo normalmente.


Cenamos todos juntos y fue algo extraño, Mark nos hablaba de cómo se lo había pasado en casa de su novia y con la familia de ésta, Mery también hablaba y hablaba sobre todo con su hijo, que por fin parecían llevarse como siempre. En toda la maldita cena no pude dejar de sentir la mirada de Harry que estaba sentado frente a mí, además de sentir de vez en cuanto sus pies dándome ligeros empujones a mis piernas. Traté de reclamarle con la mirada, pero siguió haciéndolo hasta que se cansó.

 
Como no quería enfrentarme a las miradas de rechazo de mi esposa, pero sobretodo a las explicaciones que tendría que rendirle, me fui al estudio a tratar de relajarme un poco. Sabía que tenía que hablar con ella, pero no tenía ganas de hacerlo, a parte no sabía cómo explicárselo. Me acosté en el sillón recargando mis pies en un extremo y mi cabeza en el otro, poniéndome las manos detrás de ésta. Intenté cerrar los ojos y perderme en el mundo de los sueños, pero me interrumpió la entrada de Harry.

 
—¿Puedo pasar?

    
—Pues ya entraste—contesté cansado. Se acercó hasta donde me encontraba y se acuclilló a un lado mío.

  
—Oye, ¿te peleaste de nuevo con tu esposa?

    
—¿Por qué lo dices? —pregunté lo más tranquilo que pude, aunque por dentro rezaba porque no hubiera escuchado nada.

    
—Pues es que estaba en mi cuarto cuando oí un portazo, salí a asomarme cuidadosamente y te vi andar aprisa y alterado.

    
—Ah —dije aliviado—, es sólo que a veces me exaspera, pero no pasó nada.

    
—Hummm —dijo con la mirada en el suelo como tratando de recordar algo.

    
—Oye, ¿ya no has ido ahí, verdad?

    
—No.

    
—Qué bien, de todas formas tengo que llevarte a que te hagan estudios, no vaya a ser que tengas alguna enfermedad o algo. —dije mirándolo con preocupación.

    
—Gracias por tu interés tío —dijo dándole a la última palabra más énfasis— pero no creo tener nada —Sonrió y posó su mano en mi pecho.

 

Nos miramos fijamente un momento, un breve lapso de tiempo.Maldita sea, ¿En verdad le gustaba? No sabía qué era lo que veía en mí para decir que le gustaba, era su tío, que tenía una familia y además le llevaba catorce años. "Sólo está confundido, sólo está confundido" repetía una y otra vez en mi mente. Empecé a adentrarme demasiado en aquellos pensamientos que cerré los ojos un momento, cuando menos lo pensé Harry estaba a unos milímetros de mí. Su respiración lograba oírla perfectamente, Yo sólo giré un poco mi cabeza.

  

—Deja de estar jodiendo.

    
—No hice nada —dijo cínicamente.

    
—Sácate de la cabeza la idea de que te gusto, esas son estupideces —Giré un poco más hacia el respaldo del sillón para no ver su rostro.
Harry soltó un suspiro de impaciencia.

    
—No lo son.

    
—Claro que sí, y ya vete a tu cuarto —ordené tratando de sonar imponente. Volví a girarme para verle, pero seguía sentado en el suelo mirándome fijamente.

    
—Bueno, ya me voy —dijo resignado— pero antes —Aproximó su rostro al mío, clavando sus ojos verdes en los míos. Maldita sea, se supone que tendría que haberle empujado o algo. Afortunadamente sólo me besó en a frente.

 

Sonrió victorioso y salió del estudio. ¿Por qué le dejaba hacer eso? ¿Por qué maldita sea? No lo sabía, bueno tal vez sí, tal vez era lástima ¿O era por que en él podía ver una parte de Diana aun viva? Todo era confuso, y más confuso empezó a ponerse todo cuando una vez Harry salió y me dejó solo en aquel lugar, empecé a evocar en mis pensamientos lo que había ocurrido aquella madrugada, sus dedos un poco fríos y delgados moviéndose hábilmente de arriba abajo, sintiendo su respiración agitada muy cerca de mi oído. Comencé a sentirme realmente excitado, y pronto aquella parte de mi cuerpo comenzó a despertar.


No podía pensar en esos momentos, sólo actuar, y eso fue lo que hice, me toqué aquel bulto que empezaba a crecer más entre mis piernas, lo liberé y comencé a mover mi mano lentamente mientras venían todos esos recuerdos a mi mente. Él dándome la mamada en el metro, dándome un beso, otro, masturbándonos juntos, su mirada lasciva y provocadora. Era una desesperación horrible por terminar, que tuve que acelerar el movimiento. Me olvidé del tiempo y el espacio para dejarme llevar por esa exquisita sensación que acababa de invadir mi cuerpo. No había tenido un orgasmo tan satisfactorio desde hace mucho tiempo pero lo había tenido pensando en él.

 
—¡Mierda! —dije dándome un leve golpe en la cabeza. No tardó en llegar ese sentimiento de culpa y  miedo.