La Estación 《 Larry Stylinson 》

—¿Y cuántos años tienes Susan? — Le prugunté a la pequeña castaña que viajaba con migo en la parte trasera del carro.


—Tengo nueve, pero ya casi diez, ¿y tú primito?

    
—Yo tengo dieciocho —contesté sonriéndole.


 
Íbamos en el carro de Louis rumbo a su casa, pues al fin iba a irme a vivir con ellos. Me sentía algo incómodo al ir y llegar a convivir con unos desconocidos que de ahora en adelante serían mi familia, bueno, a decir verdad por vivir con Louis no me importaba en lo absoluto, y su hija Susan con lo poco que había hablado con ella, me había caído muy bien, era una niña bastante linda y agradable. Pero aun así faltaba conocer a su  otro hijo y a su esposa, que no sé por qué pero yo me la imaginaba como alguien completamente amargada.


 
Después platicar un rato más trivialidades con Susan, guardamos silencio y yo me dispuse a observar por la ventana del carro. Aun seguía preocupado por Elizabeth y no dejaba de pensar en todas las cosas que podrían haber sido diferentes si yo le hubiera correspondido a sus sentimientos. Y ahora empezaba a gustarme cada vez más mi tío.
 
    
—¿Ya casi llegamos? —pregunté a Louis que iba bastante concentrado en lo que hacía.
    

—Ya casi.
    

—Hoy te ves muy bien tío, muy guapo. —Lo siento, tenía que decírselo, y por lo visto a él le incomodó algo pues por unos instantes perdió el control del volante.
    

—Mi papá siempre se ve guapo. —dijo Susan que había tomado el comentario muy natural, no como su padre que casi pisaba el acelerador. Yo reí un poco. Claro que siempre se veía guapo, maldita sea desde esa vez que lo vi en el metro lo supe, "ése tipo es bastante sexy" fue lo que pasó por mi mente aquella vez.
 
     
—¡Ya llegamos! —alardeó Susan mirándome contenta.


 
Era una casa grande, dos pisos y en una zona bastante bonita.
Contaba con su propio garaje y un pequeño jardín en donde había diversas plantas, muchas de ellas cactáceas. Con tan sólo oprimir un botón del carro, la reja del garaje se abrió. Yo mientras trataba de no sentirme tan nervioso. Tenía esa horrible sensación de opresión en el estómago.


 
Louis entró en el garaje y una vez estacionado el carro, me dijo que podía bajar. Susan se bajó conmigo para abrir la cajuela y sacar mis pequeñas dos maletas que no pesaban nada. Después Louis se acercó a nosotros para después adelantarse y abrir la puerta de la casa, estaba realmente nerviosísimo, no quería causar una mala impresión. Al entrar a la casa en lo primero que fijé mi mirada fue en aquellas dos personas que me sonreían, eso aligeró mi nerviosismo en gran medida.
 
      
—Bueno—dijo Louis acercándose a ellos— él es Harry... Harry él es Mark mi hijo, y ella es Mery, mi esposa.
      

—Hola hijo. —Se acercó aquella mujer que me impactó un poco pues definitivamente si mi madre hubiera vivido todavía, sería muy parecida a Ella. Tenía el cabello largo y lacio como mi madre lo tenía, sólo que el de Ella era completamente oscuro, casi negro y de piel más bronceada; también era bastante bonita. Me saludó de beso en la mejilla y me dio un pequeño abrazo.
 
     
—Espero te guste tu nueva casa —dijo después de soltarme y sonreírme.
     

—Gracias.
     

—Hola, mucho gusto Harry —Me estrechó la mano fuertemente Mark. Se parecía bastante a su mamá, alto, moreno, cabello oscuro sólo que un poco rizado y muy atractivo. Tenía un poco de barba y eso le sentaba muy bien.
      

—Louis llévalo a su cuarto, espero te sientas cómodo en él. ¿Sólo traes esto? —preguntó su esposa señalando las maletas.
      

—Oh, sí, no es mucho realmente —solté una risita y Louis me hizo señas para que le acompañara a mi habitación.


 
Abandonamos la sala que era bastante grande con sillones de tela oscura y una gran pantalla de plasma en un gran mueble que contenía bastantes discos y películas. Junto a ésta estaba el comedor y la cocina, y otra habitación que unos minutos después supe que era un baño. Subimos las escaleras y una vez arriba se formaban dos pasillos, se veían tres puertas frente a la escalera, una más al lado derecho y dos más hacia la izquierda. Nos dirigimos hacia la izquierda.  En las paredes había colgadas fotos o réplicas de cuadros famosos.

 
     
—¿Tú hija no se asusta de ver el grito? —Señalé hacia el cuadro que logré divisar del otro lado del otro extremo del pasillo derecho.
    

—Entonces si conoces la pintura de el grito ¿eh? —dijo sorprendido.
    

—Claro. Estoy bien informado, tal vez no vaya a la escuela pero a veces voy a las bibliotecas y hojeo libros, me gusta mucho leer.
    

—Eso es bueno — Louis abrió la segunda puerta. Era una habitación pequeña pero muy arreglada y se veía muy cómoda.
    

—Éste era el cuarto donde se quedaba la empleada doméstica que alguna vez tuvimos, pero por el momento no tenemos a ninguna; nosotros nos hacemos cargo de toda la limpieza. Ahora será tu cuarto. Tiene un pequeño baño con retrete y lavabo al fondo.—Señaló con su dedo índice. Dejé mis maletas en el piso y recorrí el cuarto.
     

—¡Vaya! Sí que son ricos —dije sorprendido.
     

—Trabajé mucho tiempo en el banco y a mi esposa le adelantaron parte de su herencia.
     

—Oh.
 

Las paredes del cuarto eran completamente blancas, la cama de tamaño individual sólo con las sábanas puestas. Al lado derecho de ésta se encontraba un mueble de madera con varios cajones. Me senté en la cama, mientras Louis se mantenía de pie recargado en el marco de la puerta.
     

—Por cierto, mi estudio está al lado, así que no vayas a hacer mucho ruido si me ves ahí.
     

—No, no. —Me emocioné al escuchar que a veces tendría al otro extremo de la pared a Louis. Iba a decirme algo más cuando entró Susan muy entusiasmada diciéndome que me enseñaría toda la casa.
     

—¡Mi cuarto es azul y tengo muchas barbies! —Me tomó de la mano y me llevó por todos los rincones de la casa. Frente a mi habitación estaba el baño, y junto a éste su recámara. Después seguía el cuarto de Louis y su esposa y frente a éste la habitación de Mark. Había una foto de la boda de Louis. Se veía bastante joven y muy guapo. Pero lo que más me sorprendió fue que su esposa por un momento se me figuró a mi madre.


 
Bajamos y me enseñó la cocina, el comedor que creí era un modelo algo anticuado. En la sala estaba su mamá hablando por teléfono. Salimos al garaje y al pequeño jardín para después darle una vuelta a la manzana.
 

Era un cambio demasiado brusco, pasar de vivir en una zona peligrosa y mal cuidada, a una que era todo lo contrario, sentía que no encajaba ahí. Era como si me hubiera ido a otro país.
Lo único que me alentaba era ver a Louis, empezaba a sentirme estúpido pensando en él todo el tiempo.

 

Cuando llegó la hora de la cena para mi fortuna o mala suerte Louis estaba sentado frente a mí, me sentía muy extraño compartiendo la cena con tanta gente. Casi todo el tiempo me limité  a escuchar la plática, que por cierto sólo la hacía su esposa y su hijo, tal vez Susan participaba, pero se apresuró a cenar para irse pues quería ver la tele. Louis casi no articulaba palabra, siempre supuse que sería serio, pero no tanto. Sólo contestaba cuando le preguntaban algo, como yo. "Se parece a mí un poco".


 
Como vieron que casi yo no hablaba, su esposa empezó a preguntarme algunas cosas. Después me comentó si deseaba asistir a una preparatoria abierta o no. Le comenté que me gustaría más hacerla en línea, pero la convocatoria ya había pasado, así que opté por ir a una abierta. Terminamos de cenar y cada quien se dirigió a hacer sus cosas. Yo me fui a mi habitación. Tenía una pequeña televisión por lo que me dispuse a ver las noticias. Era agradable ver la televisión sin tener que soportar ese zumbido todo el tiempo.
Seguí viendo la tele hasta que dieron las doce de la noche. No podía dormir. Pasaban muchas cosas por mi cabeza, me habían sucedido tantas cosas en tan poco tiempo que era algo que no podía creer.
Sentía que tarde o temprano iban a botarme de la casa, pues se darían cuenta de que era un completo inútil. Además, estaba todavía el problema de Eli, me imaginaba cosas horribles de lo que le pudiera haber pasado y eso no me dejaba tranquilo.
Di vueltas en la cama, esperando a que el sueño llegara a mí, pero no lo hizo, así que decidí salir del cuarto y bajar a la sala.


 
Me senté en el sillón más grande y que estaba cerca de una ventana. Levanté un poco la cortina y observé por ella. La calle estaba completamente silenciosa, si acaso pasaba uno que otro carro, pero sólo eso. Pensaba en Elizabeth, ¿Dónde estaría? Bueno si es que seguía viva pues era algo que simplemente no podía ignorar en mis pensamientos, sentía que algo malo había pasado con ella, pero ni cómo encontrarla. La policía decía que estaba en eso, pero claro que no hacían nada, estaban esperando a que les diera dinero para agilizar la búsqueda, pero no iba a hacer eso. En cierta forma pensaba que así sería mejor, porque si la viera de nuevo me partiría el corazón.
 
    
—¿Harry? —Me sobresalté un poco al oír aquella voz en medio de la oscuridad, pero recobré la calma pronto, pues era Louis quien se sentaba en el sillón.
    

—Lo siento, es que no podía dormir —contesté apenado.
    

—No te preocupes. —También levantó un poco la cortina y observó un poco. Llevaba puesta su pijama de dos piezas color azul marino, y en ese momento pensé que se veía realmente tierno así.
    

—¿Sigues preocupándote por Elizabeth, verdad? —dijo mientras soltaba la cortina y volteaba a verme, no pude evitar ponerme un poco triste. Asentí casi sin mover la cabeza.
    

—Tal vez se fue con algún familiar o conocido.
    

—Yo era todo lo que tenía.
    

—No lo creo, además la policía no puede hacer mucho si se fue por su propia voluntad, no puede pasarle nada malo, es una persona adulta y sabe cuidarse. Deja de atormentarte con eso. —Bajé la miraba y solté la cortina lentamente.

 

Él empezó a decir no sé que tantas cosas acerca de la casa y de la zona. Yo no le presté atención más que a su rostro totalmente sereno, que logré ver gracias a la luz que provenía de afuera.
Mientras él seguía hablando, poco a poco fui deslizando mi mano derecha hasta llegar a su mano y colocar la mía encima de la suya. Dejó de hablar para entornar su mirada azul en nuestras manos. Yo me apresuré a hablar.
 
     
—Gracias por hacerme compañía, pero ya me voy a dormir. —Le guiñé un ojo y quité rápidamente mi mano de la suya y anduve a paso rápido. Me sentía tan estúpido por pensar lo que pensaba cada vez que lo veía, pensándolo bien, verlo todos los días sería un completo martirio pues esta imaginación ya no me dejaba en paz, las ganas de besarlo, hacerle cumplidos o contemplarlo no me dejaban era como si una fuerza me controlara y me pidiera que se lo gritara. ¡Ja! La vida y su sarcasmo de ponerme un tío con un culo tan bueno y yo sin poder tocar.