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Mensaje por vicj directioner Miér 07 Mayo 2014, 8:43 am

happy*eva escribió:Olisss volviii lo siento por la demora bueno creo que ya te as acostumbrado aque desaparesca por un largoooo tiempo jijiji  ;)
Ooo lo veso ayy creo que me dara un infartooo esto es tan akbejwheje guaa como que falta poquito para que terminee ok necesito tener internet para cuando susseda y que segiras lo otros libross!??? Oo porfiss di que sii osio niaal te comera toda tu comidaa jaja estoy loca no pero es que amo este libro que si no siges los otros creo que morire ;)
Oki sigiendo con lo del libro  ayy zayn sera su vesino en esa cosa de casa que dijo jajaj ya lo quiero ver vueno ayy esto es tan emosionante jijij  oki ya me voyy aproveche de pasar ya que me encuentro en recreoo oye tienes twitter si tienes me lp dejas para aegirte okiss  bueno chauu cuidatee besoss :)

Hola si ya estoy acostumbrada
Si ya son los cap finales faltan como 5 y termina
Esta semana creo que no subire porque termina el semestre en la universidad y tengo que entregar unos trabajos y estoy muy atrasada Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 2333868493 deje todo para ultimo y ahora estoy con la soga al cuello Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 3098243176  
Voy hacer todo lo posible por subir el segundo libro :muack:  :bye:
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Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 Empty Re: Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO

Mensaje por vicj directioner Vie 09 Mayo 2014, 6:11 am

Hey creo que voy a subir mañana o pasado :bye:
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Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 Empty Re: Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO

Mensaje por vicj directioner Sáb 10 Mayo 2014, 6:21 pm

CAPITULO 23 SEGUNDA PARTE

NO SABIA QUE CANCION PONER ASI QUE ELEGI ALGO DE ESTA RUBIA HERMOSA
 Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 2686721104  Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 1477071114  Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 1477071114  Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 1477071114  Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 1477071114  Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 1922094727 

Cuando me despierta más tarde, lo primero que noto es el olor a queso de cabra. Tiene en la mano medio panecillo untado con el queso cremoso y cubierto de rodajas de manzana.
--No te enfades --me dice--. Es que tenía que comer otra vez. Toma tu mitad.
--Oh, bien --respondo de inmediato, dándole un gran bocado. El fuerte queso grasiento sabe igual que el que hace Prim, y las manzanas están dulces y crujientes--. Ummm.
--En la panadería hacemos tarta de queso de cabra y manzana.
--Seguro que es cara.
--Demasiado para que se la coma mi familia, a no ser que se haya puesto muy rancia. Casi todo lo que comemos está rancio, claro --añade Niall, arropándose con el saco de dormir. En menos de un minuto está roncando.
Vaya, siempre supuse que los tenderos vivían la buena vida, y es cierto que Niall nunca ha tenido problemas para comer, pero resulta deprimente vivir de pan rancio, de las barras duras y secas que nadie quiere. Como yo llevo la comida a casa todos los días, nosotras casi siempre comemos cosas frescas, tanto que hay que asegurarse de que no salgan corriendo.
En algún momento de mi turno deja de llover, pero no poco a poco, sino de golpe. El aguacero termina y sólo quedan las gotas residuales del agua de las ramas y el torrente del arroyo que tenemos debajo, que estará a rebosar. Sale una luna llena preciosa y veo el exterior sin necesidad de ponerme las gafas. No sé si la luna es real o una proyección de los Vigilantes; recuerdo que hubo luna llena justo antes de irme de casa, porque Harry y yo la vimos salir mientras cazábamos hasta entrada la noche.
¿Cuánto tiempo llevo fuera? Supongo que hemos estado unas dos semanas en el estadio, además de la semana de preparación en el
Capitolio. Quizá la luna haya completado su ciclo. Por alguna razón, deseo desesperadamente que sea mi luna, la misma que veo desde el bosque del Distrito 12; eso me daría algo a lo que aferrarme en el surrealista mundo del campo de batalla, donde hay que dudar de la autenticidad de todo.
Quedamos cuatro.
Por primera vez me permito pensar en serio en la posibilidad de volver a casa, de volver famosa y rica a mi propia casa de la Aldea de los Vencedores. Mi madre y Prim se irían a vivir conmigo, y ya no habría que temer al hambre. Un nuevo tipo de libertad, pero, después... ¿qué? ¿Cómo será mi vida cotidiana? Antes dedicaba casi todo mi tiempo a conseguir comida; si me quitan eso, no estoy muy segura de quién soy, ni de cuál es mi identidad. La idea me asusta un poco. Pienso en Zayn y en todo su dinero. ¿En qué se convirtió su vida? Vive solo, sin esposa ni hijos, se pasa la mayor parte del día borracho. No quiero acabar así.
--Pero no estarás sola --susurro para mis adentros.
Tengo a mi madre y a Prim. Bueno, por ahora. Y después... No quiero pensar en después, cuando Prim crezca y mi madre muera. Sé que nunca me casaré, no pienso arriesgarme a traer un hijo al mundo, porque si hay algo que no te garantizan como vencedor es la seguridad de tus hijos. Los nombres de mis niños entrarían en las urnas de la cosecha con los de todo el mundo, y juro que no dejaré que eso suceda.
El sol sale al fin, y su luz entra por las grietas e ilumina la cara de Niall. ¿En quién se transformará si volvemos a casa? ¿Quién será este asombroso buenazo que miente tan bien que todo Panem cree que está loco de amor por mí? Reconozco que hay momentos en que yo también me lo creo. «Al menos, seremos amigos», pienso. Nada cambiará el hecho de que aquí nos hemos salvado la vida el uno al otro y, además, siempre será el chico del pan. Buenos amigos. Sin embargo, cualquier cosa que vaya más allá de eso... Siento cómo los verdes ojos de Harry me observan desde el Distrito 12 mientras observo a Niall.
Como me siento incómoda, tengo que moverme; me acerco a Niall y le sacudo el hombro. Él abre los ojos con aire soñoliento y, cuando se fijan en mí, me acerca para darme un largo beso.
--Estamos perdiendo tiempo de caza --digo cuando por fin me suelto.
--Yo no diría que esto sea perder el tiempo --asegura; se levanta y se estira con ganas--. Entonces, ¿cazamos con el estómago vacío para estar más alerta?
--Nosotros no. Nosotros nos atiborramos para tener más energía.
--Cuenta conmigo --responde él, aunque veo que le sorprende que
divida el resto del estofado con arroz y le pase un plato lleno--. ¿Todo esto?
--Lo repondremos hoy --le aseguro, y los dos nos lanzamos sobre la comida. Aunque esté fría, sigue siendo una de las mejores recetas que he probado. Dejo el tenedor y apuro las últimas gotas de salsa con el dedo--. Es como si viese a Effie Trinket escandalizándose por mis modales.
--¡Hey, Effie, mira esto! --exclama Niall. Tira el tenedor por encima del hombro y, literalmente, limpia el plato a lametones dejando escapar ruiditos de satisfacción. Después le sopla un beso y grita:-- ¡Te echamos de menos, Effie!
--¡Para! --digo, tapándole la boca, aunque riéndome--. Cato podría estar ahí fuera.
--¿Qué más me da? --asegura, cogiéndome la mano y acercándome a él--. Te tengo a ti para protegerme.
--Vamos --insisto, impaciente, librándome de su abrazo, pero no sin antes ganarme otro beso.
Después de guardarlo todo y salir de la cueva, nos ponemos serios. Es como si los últimos días, bajo el cobijo de las rocas, la lluvia y la obsesión de Cato con Thresh, hubiesen sido un respiro, una especie de vacaciones. Ahora, aunque el día está soleado y hace calor, los dos sentimos que hemos vuelto a los juegos. Le paso a Niall mi cuchillo, ya que perdió las armas que tuviera, y él se lo mete en el cinturón. Mis últimas siete flechas (de las doce que tenía sacrifiqué tres en la explosión y dos en el banquete) están demasiado solas en el carcaj. No puedo permitirme perder más.
--Ya nos estará buscando --dice Niall--. Cato no es de los que se sientan a esperar a que aparezca la presa.
--Si está herido...
--Da igual. Si puede moverse, estará de camino.
Con la lluvia, el arroyo se ha desbordado varios metros por ambas orillas. Nos detenemos a reponer agua y compruebo las trampas que dejé hace algunos días: vacías. No es de extrañar, teniendo en cuenta el tiempo que ha hecho. Además, no he visto muchos animales ni huellas de ellos por aquí.
--Si queremos comida, será mejor que regresemos a mi anterior territorio de caza.
--Tú decides, sólo tienes que decirme qué debo hacer.
--Mantente alerta --le digo--. Quédate en las rocas todo lo posible, no tiene sentido dejar un rastro. Y escucha por los dos.
Llegados a este punto, está claro que la explosión me dejó sorda del
oído izquierdo.
Caminaría por el agua para borrar del todo nuestras huellas, pero no sé bien si la pierna de Niall podría soportar la corriente. Aunque las medicinas han curado la infección, sigue estando bastante débil. A pesar del dolor en la frente por culpa del corte del cuchillo, he dejado de sangrar después de tres días. Llevo una venda en la cabeza, por si acaso el ejercicio físico abre la herida de nuevo.
Al avanzar arroyo arriba, pasamos por el lugar en que Niall se camufló entre las hierbas y el lodo. Lo bueno es que, entre el aguacero y las orillas inundadas, no queda nada de su escondite. Eso significa que, en caso de necesidad, podemos volver a la cueva; de lo contrario, no me arriesgaría, con Cato buscándonos.
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Mensaje por vicj directioner Dom 11 Mayo 2014, 5:45 pm

CAPITULO 23 TERCERA PARTE


Los cantos rodados se convierten en rocas que, poco a poco, pasan a ser guijarros y después, para mi alivio, volvemos a las agujas de pino y la suave inclinación de la tierra del bosque. Por primera vez me doy cuenta de que tenemos un problema: caminar por terrenos rocosos con una pierna mala... Bueno, tienes que hacer ruido; pero Niall hace ruido incluso en el blando lecho de agujas de pino. Y cuando digo ruido, quiero decir ruido de verdad, como si fuese dando pisotones o algo así. Me vuelvo para mirarlo.
--¿Qué? --me pregunta.
--Tienes que hacer menos ruido. Olvídate de Cato; estás espantando a todos los conejos en quince kilómetros a la redonda.
--¿De verdad? Lo siento, no lo sabía.
Así que empezamos otra vez y lo hace un poquito mejor, pero, incluso con una sola oreja funcionando, me sobresalta.
--¿Puedes quitarte las botas? --le sugiero.
--¿Aquí? --pregunta, sin poder creérselo, como si le hubiese pedido que caminase descalzo sobre brasas o algo parecido.
Tengo que recordarme que no está acostumbrado al bosque, que es un lugar aterrador y prohibido al otro lado de las alambradas del Distrito 12. Pienso en Harry y sus pies de terciopelo. Es espeluznante lo silencioso que llega a ser, incluso cuando está todo lleno de hojas caídas y resulta complicado moverse sin espantar a los animales. Seguro que se está partiendo de risa en casa.
--Sí --le explico con paciencia--. Yo también me las voy a quitar, así iremos los dos en silencio --aseguro, como si yo también estuviese haciendo ruido.
Así que los dos nos quitamos las botas y los calcetines y, aunque la cosa mejora un poco, juraría que se esfuerza por partir todas las ramas
con las que nos encontramos.
Huelga decir que, a pesar de que tardamos varias horas en llegar al viejo campamento de Rue, no he disparado ni una flecha. Si el arroyo se calmara podría pescar, pero la corriente sigue siendo demasiado fuerte. Cuando nos detenemos a descansar y beber agua, intento pensar en una solución. Lo ideal sería dejar a Niall con una tarea sencilla de recogida de raíces y largarme a cazar, aunque así se quedaría solo y con un cuchillo para defenderse, contra la superioridad física y las lanzas de Cato. Lo que en realidad me gustaría es intentar esconderlo en algún lugar seguro, irme de caza y volver para recogerlo; me da la sensación de que su ego no va a aceptar la sugerencia.
--______, tenemos que separarnos. Sé que estoy espantando a los animales.
--Sólo porque tienes la pierna mal --respondo con generosidad, porque, la verdad, eso no es más que parte del problema.
--Lo sé, pero ¿por qué no sigues tú? Enséñame qué plantas tengo que recoger y así los dos resultaremos útiles.
--No, si Cato viene y te mata.
Intenté decirlo en tono amable, pero ha sonado como si pensara que es un debilucho.
--Puedo manejar a Cato --responde, sorprendiéndome con su risa--. Ya he luchado antes contra él, ¿no?
«Sí, y salió estupendamente, acabaste medio muerto en el barro de la orilla.»
Es lo que quiero decirle, pero no puedo, porque, al fin y al cabo, él arriesgó la vida por salvarme de Cato. Pruebo otra táctica.
--¿Y si trepas a un árbol y haces de vigía mientras cazo? --pregunto, intentando que parezca un trabajo muy importante.
--¿Y si me enseñas qué puede comerse por aquí y tú te vas a conseguir un poco de carne? --responde, imitándome--. Pero no te alejes mucho, por si necesitas ayuda.
Suspiro y le enseñó qué raíces puede desenterrar. Está claro que necesitamos comida, porque una manzana, dos panecillos y un trozo de queso del tamaño de una ciruela no nos van a durar mucho. Me quedaré cerca y rezaré por que Cato esté muy lejos.
Lo enseño a silbar (no una melodía, como la de Rue, sino un silbido sencillo de dos notas) para que podamos decirnos que seguimos vivos. Por suerte, se le da bien, así que lo dejo con la mochila y me voy.
Me siento como si volviera a tener diez años y estuviese atada no sólo a la seguridad de la alambrada, sino también a Niall; me permito delimitar
entre seis y diez metros de zona de caza. Sin embargo, al alejarme de él los bosques se llenan de sonidos de animales. Con la tranquilidad de oírlo silbar de vez en cuando, me alejo un poco más y pronto tengo dos conejos y una ardilla gorda. Decido que con eso basta; puedo poner algunas trampas y quizá pescar algo, lo que, sumado a las raíces de Niall, nos valdrá por ahora.
Al volver sobre mis pasos me doy cuenta de que llevamos un rato sin intercambiar señales. Cuando silbo y veo que no recibo respuesta, echo a correr y llego a la mochila y el montón de raíces en un segundo. Ha puesto el cuadrado de plástico en el suelo y, encima, bajo el sol, una capa de bayas. Pero ¿dónde está?
--¡Niall! --grito, presa del pánico--. ¡Niall!
Me vuelvo al oír un movimiento de arbustos y estoy a punto de ensartarlo con una flecha. Por suerte, aparto el arco en el último segundo y la flecha se clava en el tronco de un roble, a su izquierda. Él retrocede de un salto y lanza por los aires un puñado de bayas.
--¿Qué estás haciendo? --exclamo, porque mi miedo sale convertido en rabia--. ¡Se supone que tienes que estar aquí, no corriendo por el bosque!
--Encontré unas bayas arroyo abajo --responde; está claro que no entiende mi enfado.
--Silbé. ¿Por qué no respondiste?
--No lo oí, supongo que el agua hace demasiado ruido.
Se acerca y me pone las manos en los hombros. Entonces me doy cuenta de que estoy temblando.
--¡Creía que Cato te había matado! --le digo, casi a gritos.
--No, estoy bien. --Me rodea con sus brazos, pero no respondo--. ¿_____?
--Si dos personas acuerdan una señal, tienen que quedarse dentro de su alcance --insisto, apartándolo, intentando ordenar mis sentimientos--. Porque si uno de los dos no responde, es que tiene problemas, ¿entiendes?
--¡Entiendo!
--Si, porque eso es lo que le pasó a Rue... ¡y la vi morir! --Le doy la espalda, me acerco a la mochila y abro una botella de agua nueva, aunque todavía me queda en la mía. Sin embargo, no estoy preparada para perdonarlo. Veo la comida: no han tocado los panecillos y las manzanas, pero alguien ha estado picoteando el queso--. ¡Y has comido sin mí!
La verdad es que no me importa, sólo quiero tener otra cosa por la que enfadarme.
--¿Qué? No, yo no he sido.
--Oh, entonces supongo que las manzanas se han comido el queso.
--No sé qué se ha comido el queso --responde Niall, pronunciando las palabras despacio y con cuidado, como si intentase no perder los nervios--, pero no fui yo. He estado en el arroyo, recogiendo bayas. ¿Quieres unas pocas?
No me importaría, aunque no quiero rendirme tan pronto. En todo caso, me acerco a mirarlas; no las había visto nunca... Sí, sí las he visto antes, pero no en el estadio. No son las bayas de Rue, por mucho que lo parezcan; tampoco coinciden con las que nos enseñaron en el entrenamiento. Me inclino, cojo unas pocas y las muevo entre los dedos.
Recuerdo la voz de mi padre: «Éstas no, _____, nunca. Son jaulas de noche, estarías muerta antes de que te llegaran al estómago».
Justo en ese instante, suena el cañon. Me vuelvo rápidamente, temiendo ver a Niall en el suelo, pero él se limita a arquear las cejas. El aerodeslizador aparece a unos noventa metros: está llevándose lo que queda del demacrado cuerpo de Britanny. Veo un destello de pelo rojo a la luz del sol.
Tendría que haberlo supuesto en cuanto vi que faltaba queso...
Niall me coge del brazo y me empuja hacia un árbol.
--Trepa, llegará en un segundo. Tendremos más posibilidades luchando desde arriba.
--No, Niall. La has matado tú, no Cato --lo detengo, sintiéndome muy tranquila de repente.
--¿Qué? Ni siquiera la había vuelto a ver desde el primer día. ¿Cómo iba a matarla?
Le enseño las bayas a modo de respuesta.
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Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 Empty Re: Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO

Mensaje por vicj directioner Lun 12 Mayo 2014, 7:43 pm

CAPITULO 24

Tardo un rato en explicarle la situación a Niall, que Britanny
estaba robando de la pila de suministros antes de que yo la hiciese
estallar, que había intentado llevarse lo suficiente para sobrevivir sin llamar
la atención, que no se habría planteado la seguridad de comerse unas
bayas que estábamos preparando para nosotros.
--Me pregunto cómo nos encontró --comenta Niall--. Es culpa mía,
supongo, si soy tan ruidoso como dices.
Éramos tan difíciles de seguir como una manada de reses, pero
procuro ser amable.
--Y es muy lista, Niall. Bueno, lo era, hasta que tú la superaste.
--No fue a propósito. No me parece justo. Es decir, si ella no se
hubiese comido primero las bayas, nosotros dos estaríamos muertos.
--Entonces, se corrige--. No, claro; tú las reconociste, ¿verdad?
--Las llamamos jaulas de noche --respondo, asintiendo.
--Hasta el nombre suena peligroso. Lo siento, _____, creía que eran
las mismas que recogiste tú.
--No te disculpes. Esto significa que estamos un paso más cerca de
casa, ¿no?
--Me desharé del resto --responde Niall.
Recoge el plástico azul procurando que queden todas dentro y las tira
en el bosque.
--¡Espera! --exclamo. Busco el saquito de cuero del chico del Distrito 1
y lo lleno de bayas--. Si engañaron a Britanny, quizá engañen a Cato.
Si nos está persiguiendo o algo, podemos hacer como si se nos cayera la
bolsa y, si se las come...
--Estaríamos en el Distrito 12.
--Eso es --respondo, colgándome el saquito del cinturón.
--Ahora sabrá dónde estamos. Si estaba cerca y vio el aerodeslizador,
sabrá que la hemos matado y vendrá a por nosotros.
Niall tiene razón: podría ser la oportunidad que esperaba Cato. Sin
embargo, aunque huyamos ahora, tenemos que cocinar la carne y nuestra
hoguera será otro indicio de nuestro paradero.
--Vamos a hacer un fuego ahora mismo --digo, empezando a recoger
ramas y arbustos.
--¿Estás lista para enfrentarte a él?
--Estoy lista para comer. Será mejor que cocinemos mientras
podamos. Sí, sabe que estamos aquí, pues lo sabe, pero también sabe
que somos dos y seguramente supone que hemos cazado a Britanny.
Eso significa que estás recuperado, y el fuego le dice que no nos
escondemos, que lo invitamos a venir. ¿Tú vendrías?
--Quizá no.
Niall es un mago de las hogueras y consigue hacer prender la
madera húmeda. En un momento tenemos los conejos y la ardilla
asándose, y las raíces envueltas en hojas cociéndose en las ascuas. Nos
turnamos para recoger vegetales y estar pendientes de la aparición de
Cato, aunque, como yo suponía, no aparece. Cuando se termina de hacer
la comida, la empaqueto casi toda y nos quedamos con una pata de
conejo cada uno, para ir comiéndonosla por el camino.
Quiero meterme más en el bosque, trepar a un buen árbol y acampar,
pero Niall se resiste.
--No soy capaz de trepar como tú, _____, sobre todo con mi pierna, y
no creo que pudiera quedarme dormido a quince metros del suelo.
--No es seguro quedarse en campo abierto, Niall.
--¿No podemos volver a la cueva? Está cerca del agua y es fácil
defenderla.
Suspiro. Una caminata (o, mejor dicho, un estruendo) de varias horas
por el bosque para llegar a una zona que tuvimos que abandonar por la
mañana para cazar. Por otro lado, Niall no pide mucho; ha obedecido mis
instrucciones durante todo el día y estoy segura de que, si la situación
fuese la inversa, no me haría pasar la noche en un árbol. Caigo en la
cuenta de que hoy no he sido muy amable con él: me he quejado porque
hace mucho ruido y le he gritado por desaparecer. El romance picaro de la
cueva ha desaparecido al salir al exterior, bajo el sol caliente, con la
amenaza de Cato acechándonos. Seguro que Zayn está harto de mí y,
en cuanto a la audiencia...
Me acerco y le doy un beso.
--Claro, vamos a la cueva.
--Bueno, no ha sido tan difícil --responde él, contento y aliviado.
Saco mi flecha del roble procurando no estropearla. Estas flechas
significan comida, seguridad y la vida misma.
Echamos un puñado de leña al fuego, de modo que siga echando
humo unas cuantas horas, aunque dudo que Cato suponga nada a estas
alturas. Cuando llegamos al arroyo, veo que el agua ha bajado mucho y se
mueve a su pausado ritmo de siempre, así que sugiero caminar por ella.
Niall accede encantado y, como hace mucho menos ruido dentro del
agua que en tierra, acaba siendo una buena idea por partida doble. No
obstante, el camino de vuelta a la cueva es largo, a pesar de ir cuesta
abajo, a pesar de habernos comido el conejo. Los dos estamos agotados
después de la excursión de hoy y todavía nos falta alimento. Mantengo el
arco cargado, tanto por Cato como por los peces que pueda ver, aunque,
curiosamente, el arroyo parece vacío.
Cuando llegamos a nuestro destino, estamos arrastrando los pies y el
sol ha bajado mucho en el horizonte. Llenamos las botellas de agua y
subimos la pequeña cuesta a nuestra guarida. No es gran cosa, pero aquí,
en la naturaleza, es lo más parecido que tenemos a un hogar. Además,
hará más calor que subidos en un árbol, porque nos protege del viento que
ha empezado a soplar con fuerza desde el oeste. Preparo una buena
cena, pero, a la mitad, Niall empieza a cabecear. Después de varios días
de inactividad, la caza se ha cobrado su precio, así que le ordeno que se
meta en el saco de dormir y aparto el resto de su comida para cuando se
despierte. Él se duerme en un segundo, y yo lo tapo hasta la barbilla y le
doy un beso en la frente, no para el público, sino para mí, porque me
siento muy agradecida de que siga aquí y no muerto junto al arroyo, como
creía. Me siento muy agradecida por no tener que enfrentarme a Cato yo
sola.
El brutal y sanguinario Cato, que puede partir cuellos con un
movimiento de su brazo, que cuenta con la fuerza necesaria para acabar
con Thresh, que la tiene tomada conmigo desde el principio.
Probablemente me odia desde que lo superé en la puntuación del
entrenamiento. Un chico como Niall puede asimilarlo sin problemas, pero
me da la impresión de que a Cato lo obsesiona, lo que no es tan difícil.
Pienso en su ridícula reacción al descubrir que las provisiones habían
volado por los aires. Los demás estaban enfadados, claro, pero él estaba
completamente desquiciado. Me pregunto si Cato no estará un poco loco.
El cielo se ilumina con el sello, y veo a Britanny brillar y
desaparecer del mundo para siempre. Aunque no lo ha dicho, creo que
Niall no se siente bien por haberla matado, por muy esencial que fuese.
No puedo fingir que la echaré de menos, pero sí la admiro. Creo que si nos
hubiesen puesto algún tipo de examen, ella habría demostrado ser la más
lista de todos los tributos. De hecho, si le hubiésemos puesto una trampa,
seguro que la habría intuido y no se habría comido las bayas. Ha sido la
ignorancia de Niall lo que ha acabado con ella. Me he pasado tanto
tiempo asegurándome de no subestimar a mis contrincantes que se me
había olvidado que sobrestimarlos es igual de peligroso.
Eso me recuerda de nuevo a Cato, pero, aunque creo que
comprendía a Britanny, quién era y cómo funcionaba, ese chico me
resulta más escurridizo. Es fuerte y está bien entrenado, pero ¿es listo? No
lo sé. No es tan listo como ella y le falta el autocontrol que demostró Britanny. Creo que Cato podría perder el juicio en un arranque de ira.
En ese punto no me siento superior, porque recuerdo el momento en que
atravesé la manzana del cerdo con una flecha por culpa de la rabia que
sentía. Quizá entienda a Cato mejor de lo que creo.
A pesar del cansancio, tengo la mente despierta, así que dejo que
Niall duerma un poco más de lo que le corresponde. De hecho, el cielo
ha empezado a teñirse de un gris suave cuando le sacudo el hombro. Él se
despierta, casi sobresaltado.
--He dormido toda la noche. No es justo, _____, deberías haberme
despertado.
--Dormiré ahora. Despiértame si pasa algo interesante --respondo,
estirándome y metiéndome en el saco.
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Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 Empty Re: Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO

Mensaje por vicj directioner Vie 16 Mayo 2014, 10:20 am

CAPITULO 24 SEGUNDA PARTE


Al parecer no sucede nada interesante, porque, cuando abro los ojos, la ardiente luz de la tarde entra a través de las rocas.
--¿Alguna señal de nuestro amigo? --pregunto.
--No, no se está dejando ver, y eso resulta inquietante.
--¿Cuánto tiempo crees que nos queda hasta que los Vigilantes nos obliguen a juntarnos?
--Bueno, Britanny murió hace casi un día, así que la audiencia ha tenido tiempo de sobra para hacer apuestas y aburrirse. Supongo que podría suceder en cualquier momento.
--Sí, tengo la sensación de que será hoy --respondo; después me siento y contemplo el pacífico paisaje--. Me pregunto cómo lo harán. --Niall guarda silencio. La verdad es que no hay respuesta posible--. Bueno, hasta que lo hagan, no tiene sentido desperdiciar un día de caza, aunque deberíamos comer todo lo posible, por si nos metemos en problemas.
Niall empaqueta nuestro equipo mientras yo preparo una gran comida: el resto de los conejos, raíces, verduras, los panecillos con el último trocito de queso. Lo único que dejo en reserva es la ardilla y la manzana.
Cuando terminamos, sólo queda una pila de huesos de conejo. Tengo las manos grasientas, lo que no hace más que añadirse a mi sensación general de suciedad. Puede que en la Veta no nos bañemos todos los días, pero solemos estar más limpios de lo que yo lo he estado últimamente. Una capa de mugre me cubre todo el cuerpo, salvo los pies, que han caminado por el arroyo.
Dejar la cueva es como cerrar un capítulo; no sé por qué, pero creo que no pasaremos otra noche en el estadio. De una forma u otra, vivos o muertos, me da la impresión de que saldré de aquí hoy mismo. Me despido de las rocas con una palmadita y nos dirigimos al arroyo para lavarnos. La piel me pica, deseando meterse en el agua fresca; puede que me peine el pelo y me lo trence mojado. Me pregunto si podremos darle un fregado rápido a nuestra ropa cuando lleguemos al arroyo... o a lo que antes era el arroyo. Ahora es un lecho completamente seco. Lo toco.
--Ni siquiera un poco húmedo, tienen que haberlo drenado mientras dormíamos --digo.
Empiezo a asustarme al pensar en la lengua agrietada, el cuerpo dolorido y la mente embotada de mi anterior deshidratación. Tenemos
bastante llenas las botellas y la bota, aunque, al ser dos personas y hacer tanto calor, no tardaremos en vaciarlas.
--El lago --dice Niall--. Ahí quieren que vayamos.
--Quizá en los estanques tengan algo de agua.
--Podemos mirar --responde él, pero sé que lo hace para darme esperanzas. Yo también lo hago por eso, porque sé lo que encontraré cuando regresemos al lago en el que me empapé la pierna: un agujero polvoriento y vacío. Sin embargo, vamos hasta allí de todos modos, sólo para confirmar lo que ya sabíamos.
--Tienes razón, nos llevan al lago --reconozco. Un sitio donde no te puedes esconder, donde tendrán garantizada una lucha sangrienta a muerte sin nada que les tape la vista--. ¿Quieres ir directamente o esperar a que nos quedemos sin agua?
--Vámonos ahora que estamos descansados y hemos comido. Acabemos con esto de una vez.
Asiento. Tiene gracia, es como si volviese a ser el primer día de los juegos, como si estuviese en la misma posición. A pesar de que ya han muerto veintiún tributos, sigo teniendo que matar a Cato y, a decir verdad, ¿no ha sido él siempre el objetivo? Ahora los otros tributos me parecen sólo obstáculos menores, distracciones que nos apartaban de la verdadera batalla de los juegos: Cato y yo.
Sin embargo, también está el chico que espera a mi lado, el que me rodea con sus brazos.
--Dos contra uno. Esta facil --me dice.
--La próxima vez que comamos, será en el Capitolio.
--Seguro que sí.
Nos quedamos quietos un momento, abrazados, sintiendo nuestros cuerpos, el sol y el murmullo de las hojas a nuestros pies. Después, sin decir palabra, nos separamos y nos dirigimos al lago.
Ya no me importa que las pisadas de Niall hagan correr a los roedores y volar a los pájaros, porque tenemos que luchar contra Cato y me da igual hacerlo aquí o en la llanura. Por otro lado, dudo que tengamos alternativa: si los Vigilantes nos quieren en campo abierto, allí nos tendrán.
Nos detenemos unos momentos bajo el árbol en el que me atrapó Cato. El cascarón vacío del nido de rastrevíspulas, hecho trizas por las lluvias y secado después al ardiente sol, confirma nuestra situación. Lo toco con la punta de la bota y se disuelve en un polvo que la brisa se lleva rápidamente. No puedo evitar levantar la mirada hacia el árbol en el que se ocultaba Rue, esperando para salvarme la vida. Rastrevíspulas; el cuerpo hinchado de Karen, las terroríficas alucinaciones...
--Sigamos --digo, deseando huir de la oscuridad que rodea este lugar.
Niall no pone objeciones.
Como nos ponemos en marcha tarde, llegamos a la llanura a primera hora de la noche. No hay ni rastro de Cato, ni de nada que no sea la Cornucopia dorada brillando bajo los últimos rayos de sol. Por si Cato decide hacernos un truco a lo Britanny, rodeamos la Cornucopia para asegurarnos de que está vacía. Después, obedientes, como si siguiésemos instrucciones, nos acercamos al lago y llenamos los contenedores de agua.
--No nos viene bien luchar contra él a oscuras --comento, frunciendo el ceño--. Sólo tenemos unas gafas.
--Quizá esté esperando por eso --responde Niall, echando con cuidado las gotas de yodo en el agua--. ¿Qué quieres hacer? ¿Volver a la cueva?
--O eso o subirnos a un árbol, pero vamos a darle otra media hora o así. Después, nos escondemos.
Nos sentamos junto al lago, a plena vista; no tiene sentido ocultarse ahora. En los árboles a la orilla de la llanura veo revolotear a los sinsajos; se lanzan melodías los unos a los otros como si fueran pelotas de colores. Abro la boca y canto la canción de cuatro notas de Rue. Noto que se callan, curiosos al oír mi voz, y esperan a que cante algo más. Repito las notas. Un primer sinsajo imita la melodía, después otro y, finalmente, todo el bosque se llena del mismo sonido.
--Igual que tu padre --dice Niall.
--Es la canción de Rue --respondo, tocándome la insignia que llevo prendida a la camisa--. Creo que la recuerdan.
La música sube de volumen y reconozco su genialidad; al solaparse las notas, se complementan entre sí formando una armonía celestial y encantadora. Gracias a Rue, aquél era el sonido que enviaba a casa a los trabajadores de los huertos del Distrito 11 cada noche. ¿Repetirá alguien este sonido después de su muerte?
Durante un momento me limito a cerrar los ojos y escuchar, hipnotizada por la belleza de la canción. Entonces, algo interrumpe la música, la melodía se rompe en líneas irregulares e imperfectas, y unas notas discordantes se entremezclan con ella. Las voces de los sinsajos se convierten en un chillido de advertencia.
Nos ponemos en pie de un salto, Niall con el cuchillo en la mano y yo preparada para disparar, y Cato sale de los árboles y corre hacia donde estamos. No tiene lanza; de hecho, lleva las manos vacías, pero va directo a por nosotros. Mi primera flecha le da en el pecho e, inexplicablemente,
rebota en él.
--¡Tiene alguna clase de armadura! --le grito a Niall.
Y se lo grito justo a tiempo, porque tenemos a Cato encima. Me preparo, pero él se estrella contra nosotros sin intentar frenar antes. Por los jadeos y el sudor que le cae de la cara amoratada, sé que lleva mucho tiempo corriendo, pero no hacia nosotros, sino huyendo de algo. ¿De qué?
Examino el bosque justo a tiempo de ver cómo la primera criatura entra en la llanura de un salto. Mientras me vuelvo, veo que se le unen otras seis. Después salgo corriendo a ciegas detrás de Cato sin pensar en nada que no sea salvar el pellejo.
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Mensaje por vicj directioner Vie 16 Mayo 2014, 3:27 pm

CAPITULO 25

Mutaciones, no cabe duda. Nunca había visto a estos mutos, pero no
son animales de la naturaleza. Aunque parecen lobos enormes, ¿qué lobo
aterriza de un salto sobre las patas traseras y se queda sobre ellas? ¿Qué
lobo llama al resto de la manada agitando la pata delantera, como si
tuviese muñeca? Veo todo eso de lejos; estoy segura de que encontraré
otras características más amenazadoras cuando estén cerca.
Cato ha salido corriendo hacia la Cornucopia, así que lo sigo sin
planteármelo. Si él cree que es el lugar más seguro, ¿quién soy yo para
decir lo contrario? Además, aunque pudiera llegar a los árboles, Niall no
podría correr más que ellos con la pierna mala... ¡Niall! Acabo de tocar el
metal del extremo puntiagudo de la Cornucopia cuando recuerdo que
formo parte de un equipo. Niall está unos catorce metros por detrás de
mí, cojeando lo más deprisa que puede; los mutos lo están alcanzando.
Lanzo una flecha hacía la manada y uno cae, pero hay muchos para
ocupar su lugar.
--¡Vete, _____, vete! --me grita, señalando el cuerno.
Tiene razón, no puedo protegernos desde el suelo. Empiezo a trepar,
a escalar la Cornucopia con pies y manos. La superficie de oro puro ha
sido diseñada para parecer el cuerno tejido que llenamos durante la
cosecha, así que hay pequeñas crestas y costuras a las que agarrarse,
pero, después de un día bajo el sol del campo de batalla, el metal está tan
caliente que me salen ampollas en las manos.
Cato está tumbado de lado en lo alto del cuerno, unos seis metros por
encima del suelo, jadeando para recuperar el aliento mientras se asoma al
borde, sintiendo arcadas. Es mi oportunidad para acabar con él; si me
detengo a media subida y cargo otra flecha... Sin embargo, justo cuando
estoy a punto de disparar, Niall grita. Me vuelvo y veo que acaba de
llegar a la punta del cuerno, aunque los mutos le pisan los talones.
--¡Trepa! --Grito.
Nial empieza a subir con dificultad, no sólo por culpa de la pierna,
sino del cuchillo que lleva en la mano. Disparo una flecha que le da en el
cuello al primer muto que pone las patas sobre el metal. Al morir, la
criatura se estremece y, sin querer, hiere a varios de sus compañeros.
Entonces le puedo echar un buen vistazo a las uñas: diez centímetros y
afiladas como cuchillas.
Niall llega a mis pies, así que lo cojo del brazo y lo subo. Entonces
recuerdo que Cato está esperando arriba y me vuelvo rápidamente, pero
sigue tirado en el suelo y al parecer, más preocupado por
los mutos que por nosotros. Tose algo ininteligible; los ruidos de bufidos y
gruñidos de las mutaciones no me ayudan.
--¿Qué? --le grito.
--Ha preguntado si pueden trepar --responde Niall, haciendo que le
preste atención de nuevo a la base del cuerno.
Los mutos empiezan a reagruparse. Al unirse, se levantan y se
yerguen fácilmente sobre las patas traseras, lo que les da un aspecto
humano. Todos tienen un grueso pelaje, algunos de pelo liso y suave, y
otros rizado; los colores varían del negro azabache a algo que sólo podría
describirse como rubio. Hay algo más en ellos, algo que hace que se me
erice el vello de la nuca, aunque no logro identificarlo.
Meten el hocico en el cuerno, olisqueando y lamiendo el metal,
arañando la superficie con las patas y lanzándose gañidos agudos. Debe
de ser su medio de comunicación, porque la manada retrocede, como si
quisiera dejar espacio; entonces, uno de ellos, un muto de buen tamaño
con sedosos rizos de vello rubio, toma carrera y salta sobre el cuerno.
Sus patas traseras tienen una fuerza increíble, porque aterriza a tres
metros escasos de nosotros y estira los rosados labios para enseñarnos
los dientes. Se queda ahí un momento y, en ese preciso instante, me doy
cuenta de qué es lo que me inquieta de los mutos: los ojos verdes que me
observan con rabia no son como los de los lobos o los perros, no se
parecen a los de ningún canino que conozca; son humanos, sin lugar a
dudas. Justo cuando empiezo a asimilarlo, veo el collar con el número 1
grabado con joyas y entiendo toda esta horrible situación: el pelo rubio, los
ojos verdes, el número... Es Karen.
Dejo escapar un chillido y me cuesta sostener la flecha en su sitio.
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Mensaje por vicj directioner Sáb 17 Mayo 2014, 3:06 pm

CAPITULO 25 SEGUNDA PARTE


Estaba esperando para disparar, muy consciente de mi menguante reserva de flechas; esperaba a ver si las criaturas podían trepar. Sin embargo, ahora, aunque el perro ha empezado a resbalarse hacia atrás, incapaz de agarrarse al metal, aunque oigo el lento chirrido de las garras como si fuesen uñas en una pizarra, disparo al cuello. El animal se retuerce y cae al suelo con un golpe sordo.
--¿_____? --noto que Niall me coge del brazo.
--¡Es ella!
--¿Quién?
Muevo la cabeza de un lado a otro para examinar la manada, tomando nota de tamaños y colores. La pequeña del pelo rojo y los ojos color ámbar..., ¡Britanny! ¡Y allí está el pelo ceniza y los ojos color avellana del chico del Distrito 9 que murió luchando por la mochila! Y, lo peor de todo, veo al muto más pequeño, el de reluciente pelaje oscuro, enormes ojos castaños y un collar de paja trenzada que dice 11; enseña los dientes, rabioso. Rue...
--¿Qué pasa, _____? --insiste Niall, sacudiéndome por los hombros.
--Son ellos, todos ellos. Los otros. Rue, Britanny y... todos los demás tributos --respondo, con voz ahogada.
--¿Qué les han hecho? --pregunta Niall al reconocerlos, horrorizado--. ¿Crees..., crees que son sus ojos de verdad?
Sus ojos son la menor de mis preocupaciones. ¿Y sus cerebros? ¿Tienen algún recuerdo de los tributos originales? ¿Los han programado para odiar especialmente nuestras caras porque nosotros hemos sobrevivido y ellos han muerto asesinados sin piedad? Y los que matamos de verdad..., ¿creen que están vengando sus propias muertes?
Antes de poder decir nada, los mutos inician un nuevo asalto al cuerno. Se han dividido en dos grupos en los laterales y están usando sus fuertes patas traseras para lanzarse sobre nosotros. Un par de dientes se cierran a pocos centímetros de mi mano y oigo gritar a Niall; siento el tirón de su cuerpo, el peso de chico y muto arrastrándome hacia el borde. De no ser por mi brazo, él habría acabado en el suelo, pero, tal como está la cosa, necesito toda mi fuerza para mantenernos a los dos en el extremo curvo del cuerno; y vienen más tributos.
--¡Matalo, Niall, matalo! --le grito y, aunque no veo qué pasa exactamente, sé que tiene que haber atravesado a la criatura, porque no tiran tanto de mí.
Logro subirlo de nuevo al cuerno y nos arrastramos a la parte alta, donde nos espera el menos malo de nuestros problemas.
Cato todavía no se ha puesto en pie, aunque respira con más calma y pronto estará lo bastante recuperado para atacarnos y lanzarnos al suelo para que nos maten. Cargo una flecha en el arco, pero acaba derribando a un animal que sólo puede ser Thresh. ¿Quién si no iba a saltar tan alto? Siento alivio por un instante, porque parece que por fin estamos fuera del alcance de los mutos. Voy a volverme para enfrentarme a Cato cuando alguien aparta a Niall de mi lado; estoy convencida de que la manada lo ha cogido, hasta que su sangre me salpica la cara.
Cato está delante de mí, casi al borde del cuerno, y tiene a Niall agarrado con una llave por el cuello, ahogándolo. Niall araña el brazo de Cato, pero sin fuerzas, porque no sabe si es más importante respirar o intentar cortar la sangre que le sale del agujero que una de las criaturas le ha abierto en la pantorrilla.
Apunto con una de mis últimas dos flechas a la cabeza de Cato, sabiendo que no tendría ningún efecto ni en el tronco ni en las extremidades; ahora veo que lleva encima una malla ajustada de color carne, algún tipo de armadura de gran calidad del Capitolio. ¿Era eso lo que contenía su mochila en el banquete? ¿Una armadura para defenderse de mis flechas? Bueno, pues se les olvidó incluir una máscara blindada.
--Dispárame y él se cae conmigo --dice Cato, riéndose.
Tiene razón, si lo derribo y cae sobre los mutos, Niall morirá con él. Estamos en tablas: no puedo disparar a Cato sin matar también a Niall; él no puede matar a Niall sin ganarse una flecha en el cerebro. Nos quedamos quietos como estatuas, buscando una salida.
Tengo los músculos tan tensos que podrían saltar en cualquier momento y los dientes tan apretados que podrían romperse. Las criaturas guardan silencio y lo único que oigo es la sangre que me late en la oreja buena.
A Niall se le ponen los labios azules; si no hago algo pronto, morirá ahogado y lo perderé, y entonces Cato usará su cadáver como arma contra mí. De hecho, estoy segura de que ése es el plan de Cato, porque, aunque ha dejado de reírse, esboza una sonrisa triunfal.
Como si se tratase de un último esfuerzo, Niall levanta los dedos, que chorrean sangre, hacia el brazo de Cato. En vez de intentar liberarse, desvía el índice y dibuja una equis en el dorso de la mano de Cato. El otro se da cuenta de lo que significa un segundo después que yo, lo sé por la forma en que pierde la sonrisa. Sin embargo, llega tarde por un segundo, porque, para entonces, ya le he atravesado la mano con la flecha. Grita y suelta a Niall, que se lanza sobre él. Durante un horrible instante me da la impresión de que ambos caerán al suelo; salto y cojo a Niall justo
antes de que Cato se resbale sobre el cuerno lleno de sangre y acabe en el llano.
Oímos el golpe, el aire al salirle del cuerpo con el impacto y el ruido del ataque de las criaturas. Niall y yo nos abrazamos, esperando a que suene el cañon, esperando a que acabe la competición, esperando a que nos liberen, pero no pasa nada, todavía no. Porque éste es el punto culminante de los Juegos del Hambre y la audiencia quiere espectáculo.
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Mensaje por vicj directioner Mar 20 Mayo 2014, 11:29 am

CAPITULO 25 TERCERA PARTE




Aunque no miro, sí oigo los gruñidos, los ladridos, y los aullidos de humanos y animales mientras Cato se enfrenta a la manada. No entiendo cómo puede seguir vivo hasta que recuerdo la armadura que lo protege de los tobillos al cuello y me doy cuenta de que esta noche podría ser muy larga. Cato debe de tener también un cuchillo, una espada o lo que sea, algo más escondido en la ropa, porque, de vez en cuando, se oye el último lamento de un muto o el sonido de metal contra metal que produce la hoja al dar en el cuerno dorado. El combate se mueve alrededor de la Cornucopia y sé que Cato está intentando la única maniobra que podría salvarle la vida: volver al extremo puntiagudo del cuerno y unirse a nosotros de nuevo. Sin embargo, al final, a pesar de lo notables que resultan su fuerza y sus habilidades, son demasiados para él.



No sé cuánto tiempo ha pasado, puede que una hora, cuando Cato cae al suelo y oímos cómo lo arrastran los mutos al interior de la Cornucopia. «Ahora lo rematarán», pienso, pero no se oye ningún cañon.



Cae la noche y suena el himno, y la imagen de Cato no sale en el cielo; nos llegan los débiles gemidos a través del metal que tenemos debajo. El aire helado que sopla por la llanura me recuerda que los juegos no han terminado y que puede que tarden mucho tiempo en acabar; seguimos sin tener garantizada la victoria.



Me vuelvo hacia Niall y veo que la pierna le sangra más que nunca. Todos nuestros suministros y mochilas siguen junto al lago, donde las dejamos cuando huimos de la manada. No tengo vendas, ni nada con lo que taponar el flujo de sangre de su pantorrilla. Aunque estoy temblando de frío, me arranco la chaqueta, me quito la camisa y me vuelvo a colocar la chaqueta lo antes posible. Han sido unos segundos, pero el frío hace que me castañeteen los dientes sin que pueda controlarlos.



Niall tiene la cara gris a la pálida luz de la luna. Lo obligo a tumbarse antes de tocarle la herida; no bastará con una venda. He visto a mi madre poner torniquetes unas cuantas veces, así que intento imitarla. Corto una manga de la camisa, se la enrollo dos veces justo por debajo de la rodilla y ato un medio nudo. Como no tengo ningún palo, cojo mi última flecha y la



introduzco en el nudo, apretándolo todo lo que me atrevo. Es arriesgado, porque Niall podría perder la pierna, pero comparado con el peligro de perder la vida, ¿qué otra opción me queda? Vendo la herida con el resto de mi camisa y me tumbo a su lado.



-













-No te duermas --le digo.




Aunque no sé bien si es el protocolo médico correcto, me aterroriza que se duerma y no vuelva a despertarse.



-













-¿Tienes frío? --me pregunta.




Se baja la cremallera de la chaqueta y me meto dentro con él. Así se está un poco mejor, compartimos el calor de nuestros cuerpos dentro de mi doble capa de chaquetas, pero la noche es joven y la temperatura seguirá descendiendo. Todavía puedo sentir cómo la Cornucopia se congela, a pesar de que ardía cuando subimos.



-













-Puede que Cato acabe ganando --le susurro a Niall.








-













-No digas eso --responde, subiéndome la capucha, aunque él tiembla aún más que yo.




Las horas siguientes son las peores de mi vida, lo que, si una se para a pensarlo, ya es decir. El frío de por sí ya es bastante tortura, pero la verdadera tortura es oír a Cato gemir, suplicar y, por último, gimotear mientras los mutos se divierten con él. Al cabo de un rato ya no me importa quién es o qué haya hecho, sólo quiero que deje de sufrir.



-













-¿Por qué no lo matan y ya está? --le pregunto a Niall.








-













-Ya sabes por qué --responde, acercándome más a él.




Y es cierto: ahora ningún telespectador podrá despegarse de la pantalla. Desde el punto de vista de los Vigilantes, esto es lo último en espectáculos.



La cosa sigue y sigue, y, al final, me llena la cabeza borrando recuerdos y esperanzas de sobrevivir, borrándolo todo salvo el presente, que empieza a parecerme eterno. Nunca existirá otra cosa que no sea este frío, este miedo y los atroces sonidos del chico que se muere dentro del cuerno.



Niall empieza a adormecerse y, cuando cabecea, me pongo a chillar su nombre cada vez más alto, porque, si se muere y me deja sola, sé que me volveré completamente loca. Está esforzándose, seguramente más por mí que por él, y le resulta difícil, porque desmayarse sería su forma de huir. Sin embargo, el subidón de adrenalina que me corre por el cuerpo me impediría dormirme, así que no puedo dejar que lo haga él. No puedo.



La única señal del paso del tiempo está en el cielo, en el sutil movimiento de la luna. Niall me la señala e insiste en que observe su avance y, a veces, por un momento, siento una chispa de esperanza antes



de que la desesperación de la noche me envuelva de nuevo.



Al final lo oigo susurrar que el sol está saliendo. Abro los ojos y veo que las estrellas se difuminan a la pálida luz del alba. Además, veo lo pálida que está la cara de Niall, el poco tiempo que le queda, y sé que tengo que llevarlo de vuelta al Capitolio.



En cualquier caso, no se ha oído el cañon. Pego la oreja al cuerno y distingo la débil voz de Cato.



-













-Creo que está más cerca. _____, ¿puedes dispararle?




Si está cerca de la entrada, quizá lo consiga; llegados a este punto, sería un acto de piedad.



-













-Mi última flecha está en tu torniquete.








-













-Pues aprovéchala bien --responde él, bajándose la cremallera de la chaqueta para que salga.




Así que suelto la flecha, vuelvo a atar el torniquete lo más fuerte que mis helados dedos me permiten y me froto las manos para intentar recuperar la circulación. Cuando me arrastro hasta el borde del cuerno y me asomo, noto que Niall me sujeta para que no me caiga.



Tardo unos segundos en encontrar a Cato en la penumbra, en la sangre. Después, el desollado pedazo de carne que antes era mi enemigo emite un sonido y veo dónde tiene la boca. Creo que las palabras que intenta decir son

por favor.




La compasión y no la venganza es lo que guía mi flecha a su cabeza. Niall me sube de nuevo y allí me quedo, arco en mano, con el carcaj vacío.



-













-¿Le has dado? --me susurra. El cañon le responde--. Entonces, hemos ganado, _____ --añade, sin emoción.








-













-Bien por nosotros --consigo decir, aunque en mi voz no se nota la alegría por la victoria.




En ese momento se abre un agujero en la llanura y, como si siguieran órdenes, los mutos que quedan vivos saltan en él, desaparecen en el interior y la tierra vuelve a cerrarse.



Esperamos a que llegue el aerodeslizador para llevarse los restos de Cato, a que suenen las trompetas de la victoria, pero nada.



-













-¡Eh! --grita Niall al aire--. ¿Qué está pasando? --La única respuesta es el parloteo de los pájaros al despertarse--. Quizá sea por el cadáver, quizá tengamos que apartarnos.




Intento recordar si hay que apartarse del último tributo muerto. Tengo el cerebro demasiado embrollado para estar segura, pero ¿qué otra cosa podría ser?



-













-Hey, ¿crees que puedes llegar hasta el lago? --le pregunto.








-













-Creo que será mejor que lo intente.




Bajamos poco a poco por el extremo del cuerno y caemos al suelo. Si yo tengo las extremidades tan rígidas, ¿cómo puede moverse Niall? Me levanto la primera, y doblo y agito brazos y piernas hasta encontrarme en condiciones de ayudarlo a levantarse. Conseguimos llegar al lago, aunque no sé cómo, y recojo un poco de agua fría para Niall; yo también bebo.



Un sinsajo emite un largo silbido bajo y se me llenan los ojos de lágrimas cuando aparece el aerodeslizador y se lleva a Cato. Ahora vendrán a por nosotros, y podremos irnos a casa.



Sin embargo, sigue sin haber respuesta.



-













-¿Qué están esperando? --pregunta Niall débilmente.




Entre la pérdida del torniquete y el esfuerzo que nos había supuesto llegar al lago, se le había abierto la herida.



-













-No lo sé.




No sé a qué se deberá el retraso, pero no soporto seguir viéndolo perder sangre. Me levanto para buscar un palo, pero encuentro rápidamente la flecha que rebotó en la armadura de Cato; servirá tan bien como la otra flecha. Cuando voy a cogerla, la voz de Claudius Templesmith retumba en el estadio.



-













-Saludos, finalistas de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre. La última modificación de las normas se ha revocado. Después de examinar con más detenimiento el reglamento, se ha llegado a la conclusión de que sólo puede permitirse un ganador. Buena suerte y que la suerte esté siempre de su parte.
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Mensaje por happy*eva Vie 23 Mayo 2014, 3:47 pm

Oooo comi diablos que aora es solo un jugador en verdad que es lo que tienes malo que lesiaron para que se encontraran y luego disen que es uno aaaa que es esto y tu la dejaste asi y yo muero de intriga porque los cap fueron tan jahsjwns que me dejaron sin palabras y ahora que ba a pasar heee???!
ooo si la verdad es que yo tambien me tuve que poner a estudiar con el asunto del liceo las tareas y trabajos me tinen arta pero ya que ooo vas en la universiadad yaa y que es lo que estudias
aaa propisito lo siento por la demora bueno a parte de esto de lo del liceo he estado metida en un problema la cosa es que estoy en pesando a vajoniarme por aquello porque aun no le evo solusion pero en fin porfiss sigela y espero que puedas con el otro libro o sino tendre que comprarlos para saver en que termina esto ;)
happy*eva
happy*eva


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Mensaje por vicj directioner Lun 26 Mayo 2014, 7:42 pm

LOS GANADORES


Estaba escuchando esta cancion cuando editaba el cap.


Un pequeño estallido de estática y se acabó. Me quedo mirando a
Niall con cara de incredulidad hasta que asimilo la verdad: nunca han
tenido intención de dejarnos vivir a los dos. Los Vigilantes lo han planeado
todo para garantizar el final más dramático de la historia, y nosotros, como
idiotas, nos lo hemos tragado.
--Si te paras a pensarlo, no es tan sorprendente --dice Niall en voz
baja.
Lo observo ponerse en pie a duras penas. Se mueve hacia mí, como
a cámara lenta, sacándose el cuchillo del cinturón...
Antes de ser consciente de lo que hago, tengo el arco cargado y
apuntándole al corazón. Arquea las cejas y veo que su mano ya estaba
camino de tirar el cuchillo al lago. Suelto las armas y doy un paso atrás,
con la cara ardiendo de vergüenza.
--No --me detiene--, hazlo.
Niall se acerca cojeando y me pone las armas de nuevo en las
manos.
--No puedo. No lo voy a hacer.
--Hazlo, antes de que envíen otra vez a esos animales o a otra cosa.
No quiero morir como Cato.
--Pues dispárame --respondo, furiosa, devolviéndole las armas con un
empujón--. ¡Dispárame, vete a casa y vive con ello!
Mientras lo digo, sé que la muerte aquí, ahora mismo, sería más fácil
que seguir viviendo.
--Sabes que no puedo --dice él, tirando las armas--. Entiendo, de todos
modos yo seré el primero en morir.
Se inclina y se arranca la venda de la pierna, eliminando la última
barrera entre su sangre y la tierra.
--¡No, no puedes suicidarte!
Me pongo de rodillas e intento pegarle la venda en la herida,
desesperada.
--_____, es lo que quiero.
--No vas a dejarme sola --insisto, porque, si muere, en realidad nunca
volveré a casa, me pasaré el resto de mi vida en este campo de batalla,
intentando encontrar la salida.
--Escucha --me dice, poniéndome en pie--. Los dos sabemos que
necesitan a su vencedor. Sólo puede ser uno de nosotros. Por favor,
acéptalo, hazlo por mí.
Y sigue hablando sobre lo mucho que me quiere, sobre cómo sería su
vida sin mí, pero yo ya no lo escucho, porque sus anteriores palabras han
quedado atrapadas dentro de mi cabeza y están ahí, dando vueltas.
«Los dos sabemos que necesitan a su vencedor.»
Sí, lo necesitan. Sin vencedor, a los Vigilantes les estallaría todo en la
cara: fallarían al Capitolio, puede que incluso los ejecutasen de alguna
forma lenta y dolorosa, en directo para todas las pantallas del país.
Si morimos Niall y yo, o si pensaran que vamos a...
Me llevo las manos al saquito del cinturón y lo desengancho. Niall lo
ve y me coge la muñeca.
--No, no te dejaré.
--Confía en mí --susurro. Él me mira a los ojos durante un buen rato,
pero me suelta. Abro el saquito y le echo un puñado de bayas en la mano;
después cojo unas cuantas para mí--. ¿A la de tres?
--A la de tres --responde Niall, inclinándose para darme un beso muy
dulce. Nos ponemos de pie, espalda contra espalda, cogidos con fuerza de
la otra mano--. Enséñalas, quiero que todos lo vean.
Abro los dedos y las oscuras bayas relucen al sol. Le doy un último
apretón de manos a Niall para indicarle que ha llegado el momento, para
despedirme, y empezamos a contar.
--Uno. --Quizá me equivoque--. Dos. --Quizá no les importe que
muramos los dos--. ¡Tres!
Es demasiado tarde para cambiar de idea. Me llevo la mano a los
labios y le echo un último vistazo al mundo. Justo cuando las bayas entran
en la boca, las trompetas empiezan a sonar.
La voz frenética de Claudius Templesmith grita sobre nosotros:
--¡Paren! ¡Paren! Damas y caballeros, me llena de orgullo presentarles
a los vencedores de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre:
¡_____ Everdeen y Niall Horan! ¡Les presento a... los tributos del
Distrito 12!


No habia subido antes porque estaba ingresada en el hospital. Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 2333868493
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Mensaje por vicj directioner Lun 02 Jun 2014, 7:04 am

CAPITULO 26



Escupo las bayas y me limpio la lengua con el borde de la camisa para asegurarme de que no quede nada. Niall tira de mí hacia el lago, donde los dos nos enjuagamos la boca y nos abrazamos, sin fuerzas.



-

















-¿No te has tragado ninguna? --le pregunto.








-













-¿Y tú? --responde él, sacudiendo la cabeza.








-













-Supongo que no, porque sigo viva.




Veo que mueve los labios para contestar, pero no lo oigo con el rugido de la multitud del Capitolio, que sale en directo por los altavoces.



El aerodeslizador aparece sobre nosotros y de él caen dos escaleras, sólo que no pienso soltar a Niall, de ninguna manera. Lo rodeo con un brazo para ayudarlo a subir, y los dos ponemos un pie en el primer travesano. La corriente eléctrica nos paraliza, de lo cual me alegro, porque no estoy segura de que Niall pudiese quedarse colgado todo el viaje. Al subir estaba mirando hacia abajo, así que veo que, aunque nuestros músculos están inmóviles, nada corta el flujo de sangre de su pierna. Como cabía esperar, se desmaya en cuanto la puerta se cierra detrás de nosotros y la corriente eléctrica se detiene.



Todavía tengo agarrada la parte de atrás de su chaqueta con tanta fuerza que, cuando se lo llevan, se rompe, y me deja con un puñado de tela negra. Unos médicos vestidos con batas, máscaras y guantes blancos esterilizados ya están preparados para trabajar, para entrar en acción. Niall está tan pálido y quieto sobre la mesa plateada, lleno de tubos y cables por todas partes, que, por un momento, olvido que hemos salido de los juegos y veo a los médicos como una amenaza más, otra manada de mutos diseñados para matarlo. Petrificada, me lanzo a salvarlo, pero me retienen y me empujan al interior de otro cuarto, con una puerta de cristal entre los dos. Nadie me hace caso, salvo un ayudante del Capitolio que aparece detrás de mí y me ofrece una bebida.



Me dejo caer en el suelo, con la cara contra la puerta, mirando el vaso de cristal que tengo en la mano sin entender nada. Está helado, lleno de zumo de naranja, con una pajita de borde decorado. Parece completamente fuera de lugar en mi mano sucia y ensangrentada, al lado de las cicatrices y las uñas llenas de tierra. Se me hace la boca agua con el olor, pero la dejo con cuidado en el suelo, sin confiar en nada tan limpio y bonito.



A través del cristal veo cómo los médicos trabajan sin parar en Niall; fruncen el ceño, concentrados. Veo el flujo de líquidos que bombean por los tubos, y una pared llena de cuadrantes y luces que no significan nada para mí. No estoy segura, pero creo que se le para el corazón dos veces.



Es como estar en casa cuando traen a una persona destrozada sin remedio en el estallido de una mina, a una mujer en su tercer día de parto o a un niño malnutrido que lucha contra la neumonía; en esas ocasiones, mi madre y Prim suelen tener la misma expresión que los médicos. Ha llegado el momento de huir al bosque y esconderme entre los árboles hasta que el paciente haya desaparecido y, en otra parte de la Veta, los martillos se encarguen del ataúd. Sin embargo, estoy aquí, atrapada no sólo por las paredes del aerodeslizador, sino también por la misma fuerza que ata a los seres queridos de los moribundos. A menudo los he visto reunidos en torno a la mesa de nuestra cocina y he pensado: «¿Por qué no se van? ¿Por qué se quedan a mirar?».



Y ahora lo sé: porque no les queda otra alternativa.



Doy un salto cuando noto que alguien me mira a pocos centímetros, y me doy cuenta de que es mi reflejo en el cristal: ojos enloquecidos, mejillas huecas, pelo enredado; rabiosa, salvaje, loca. No es de extrañar que todos se mantengan a una distancia prudencial de mí.



Lo siguiente que sé es que hemos aterrizado en el tejado del Centro de Entrenamiento y que se llevan a Niall, aunque a mí me dejan donde estoy. Me lanzo contra el cristal, gritando, y creo distinguir un atisbo de pelo rosa (tiene que ser Effie, Effie viene al rescate), cuando alguien me pincha por detrás con una aguja.



·



Cuando despierto me da miedo moverme. Todo el techo brilla con una suave luz amarilla, lo que me permite ver que estoy en una habitación en la que sólo está mi cama; ni puertas, ni ventanas a la vista. El aire huele a algo fuerte y antiséptico. Del brazo derecho me salen varios tubos que se meten en la pared que tengo detrás. Estoy desnuda, pero la ropa de cama me reconforta. Saco con precaución la mano derecha de la colcha: no sólo está limpia, sino que han arreglado las uñas en óvalos perfectos y las cicatrices de las quemaduras se notan menos. Me toco la mejilla, los labios, la cicatriz arrugada sobre la ceja y, cuando empiezo a pasarme los dedos por mi pelo de seda, me quedo helada. Me muevo el pelo con aprensión por encima de la oreja izquierda; no, no me lo he imaginado: puedo oír de nuevo.



Intento sentarme, pero algún tipo de correa de sujeción me rodea la cintura y sólo me deja levantarme unos centímetros. La restricción física hace que me entre el pánico, y me pongo a tirar y a retorcer las caderas para librarme de la correa; entonces se desliza una parte de la pared, como si fuese una puerta, y por ella entra la chica avox pelirroja con una bandeja. Al verla me calmo y dejo de forcejear. Quiero hacerle un millón de preguntas, aunque me da miedo que un exceso de confianza le cause problemas, porque está claro que me vigilan de cerca. Deja la bandeja sobre mis muslos y aprieta algo que me coloca en posición sentada. Mientras me arregla las almohadas, me atrevo a preguntarle algo; lo digo en voz alta, tan claro como me lo permite mi voz oxidada, para que no parezca que le cuento secretitos.



-













-¿Ha sobrevivido Niall?




Ella asiente y, cuando me pone una cuchara en la mano, noto que me la aprieta como una amiga.



Supongo que, al fin y al cabo, no quería verme muerta. Y Niall lo ha logrado; claro que lo ha logrado, con todo el equipo caro que tienen aquí. Sin embargo, no estaba segura hasta ahora.



Cuando se va la chica, la puerta se cierra sin hacer ruido detrás de ella y yo me vuelvo, hambrienta, hacia la bandeja: un cuenco de caldo claro, una pequeña ración de compota de manzana y un vaso de agua. «¿Ya está?», pienso, enfurruñada. ¿No debería ser mi comida de bienvenida un poco más espectacular? Al final descubro que apenas soy capaz de terminar lo poco que me han puesto. Es como si el estómago se me hubiese reducido al tamaño de una castaña, y me pregunto cuánto tiempo llevo inconsciente, porque la última mañana que pasé en el estadio no me costó nada comerme un desayuno considerable. Normalmente pasan unos días entre el final de la competición y la presentación del vencedor, de modo que puedan volver a convertir a un tributo muerto de hambre, herido y destrozado en una persona. Cinna y Portia andarán por aquí, creando nuestro vestuario para las apariciones públicas. Zayn y Effie estarán disponiendo el banquete para los patrocinadores y revisando las preguntas de las últimas entrevistas. En casa, en el Distrito 12, estarán inmersos en el caos de organizar las celebraciones de bienvenida para Niall y para mí, sobre todo porque las últimas fueron hace casi treinta años.



¡En casa! ¡Prim y mi madre! ¡Harry! Incluso la imagen del viejo gato zarrapastroso de Prim me hace sonreír. ¡Pronto estaré en casa!



Quiero salir de esta cama, ver a Niall y Cinna, descubrir qué ha estado pasando. ¿Y por qué no? Me siento bien. Sin embargo, cuando empiezo a salir de la correa, noto que un líquido frío sale de uno de los tubos y se introduce por una de mis venas; pierdo la conciencia de forma casi inmediata.



Lo mismo sucede una y otra vez durante un periodo indefinido: me despierto, me alimentan y, aunque resisto el impulso de intentar escapar de la cama, me vuelven a dejar sin sentido. Es como estar en un extraño crepúsculo continuo. Sólo tomo nota de unas cuantas cosas: la chica avox no ha vuelto desde que me dio de comer la primera vez, mis cicatrices desaparecen y... ¿me lo he imaginado o he oído de verdad los gritos de un hombre? No con el acento del Capitolio, sino con la tosca cadencia de mi distrito. No puedo evitar tener la vaga sensación de que alguien cuida de mí, y eso me reconforta.


Hola como estan yo estoy bien,demasiado drama esta semana pero siempre apoyando a los chicos  Los Juegos del Hambre(Niall,Harry y tu) AVISO - Página 11 1676952631
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Mensaje por vicj directioner Vie 06 Jun 2014, 9:55 am

CAPITULO 26 SEGUNDA PARTE


Entonces, por fin, llega un momento en que me despierto y no tengo nada clavado en el brazo derecho. También me han quitado la correa de la cintura y soy libre para moverme a mi gusto. Empiezo a levantarme, pero me detiene la visión de mis manos: la piel está perfecta, suave y reluciente. No sólo han desaparecido sin dejar rastro las cicatrices del campo de batalla, sino también las que había acumulado con los años de cazadora. Me toco la frente y parece de satén; cuando intento buscar la quemadura de la pantorrilla, no encuentro nada.
Saco las piernas de la cama, con los nervios de no saber si soportarán bien mi peso, y compruebo que están fuertes y preparadas. Al pie de la cama encuentro un traje que me hace estremecer, el mismo que llevábamos todos los tributos en el estadio. Me quedo mirándolo hasta que recuerdo que, obviamente, es lo que tengo que ponerme para saludar a mi equipo.
Me visto en menos de un minuto y toqueteo la pared, donde sé que está la puerta aunque no la vea, hasta que, de repente, se abre. Salgo a un pasillo amplio y vacío que no parece tener más puertas. No obstante, debe de haberlas, y detrás de una de ellas tiene que estar Niall. Ahora
que estoy consciente y en movimiento, mi preocupación por él aumenta por segundos. Si no estuviera bien, la avox me lo habría dicho, pero necesito verlo por mí misma.
--¡Niall! --lo llamo, ya que no hay nadie a quien preguntar.
Oigo que alguien responde gritando mi nombre, aunque no es su voz, sino una que me provoca primero irritación y después impaciencia: Effie.
Me vuelvo y los veo a todos esperando en una gran sala al final del pasillo: Effie, Zayn y Cinna. Salgo corriendo hacia ellos sin vacilar. Es posible que los vencedores deban ser más comedidos, más arrogantes, sobre todo cuando sabes que te están mirando, pero me da igual. Corro hacia ellos y me sorprendo a mí misma abrazando primero a Zayn. Cuando me susurra al oído «buen trabajo, preciosa», no suena sarcástico. Effie está algo llorosa y no deja de darme palmaditas en el pelo y de hablar sobre cómo le decía a todo el mundo que éramos perlas. Cinna se limita a abrazarme con fuerza y no dice nada. Entonces veo que Portia no está y tengo un mal presentimiento.
--¿Dónde está Portia? ¿Con Niall? Niall está bien, ¿no? Quiero decir, que está vivo, ¿verdad?
--Está bien, pero quieren que se encuentren en directo durante la ceremonia --responde Zayn.
--Ah, si --respondo, y el horrible momento de temer que Niall estuviese muerto se pasa de nuevo--. Supongo que es lo que yo querría ver.
--Ve con Cinna. Tiene que ponerte a punto --dice Zayn.
Es un alivio estar a solas con Cinna, sentir su brazo protector sobre los hombros y alejarnos de las cámaras, recorrer algunos pasillos y llegar a un ascensor que nos conduce al vestíbulo del Centro de Entrenamiento. Eso quiere decir que el hospital está en el sótano, incluso debajo del gimnasio en el que los tributos practicábamos haciendo nudos y tirando lanzas. Las ventanas del vestíbulo están oscurecidas y un puñado de guardias lo vigilan todo. Nadie más nos ve llegar al ascensor de los tributos. Se oye el eco de nuestras pisadas en el vacío. Cuando subimos a la duodécima planta, me pasan por la cabeza las caras de todos los tributos que nunca regresarán y noto un nudo en la garganta.
Entonces se abren las puertas, y Venia, Flavius y Octavia me asaltan hablando tan deprisa y con tanta alegría que no consigo entender lo que dicen, aunque el sentido está claro: están realmente encantados de verme, y lo mismo me pasa a mí con ellos, aunque me emocionó mucho más ver a Cinna. Esto es más como alegrarse de ver a un trío de mascotas cariñosas al final de un día muy difícil.
Me llevan al comedor y me dan una comida de verdad (rosbif con guisantes y panecillos), aunque las raciones siguen estando controladas, porque, cuando pido repetir, me dicen que no.
--No, no y no. No quieren que lo eches todo en el escenario --responde Octavia, pero me da un panecillo más sin que nadie lo vea, por debajo de la mesa, para hacerme saber que está de mi parte.
Volvemos a mi habitación y Cinna desaparece durante un rato mientras el equipo de preparación me arregla.
--Oh, te han hecho un buen trabajo de pulido --dice Flavius con envidia--. No tienes ni un defecto en la piel.
Sin embargo, cuando me miro desnuda en el espejo sólo veo lo delgaducha que estoy. Bueno, seguro que estaba peor cuando salí del campo de batalla, pero puedo contarme las costillas sin ningún problema.
Seleccionan los ajustes de la ducha por mí y empiezan a arreglarme el pelo, las uñas y el maquillaje cuando termino. Charlan sin parar, así que apenas tengo que decir nada; eso está bien, porque no me siento muy habladora. Tiene gracia porque, aunque parloteen sobre los juegos, sus comentarios versan acerca de dónde estaban, qué hacían o cómo se sentían cuando sucedió algo en concreto: «¡Todavía estaba en la cama!», «¡Acababa de teñirme las cejas!», «¡Les juro que estuve a punto de desmayarme!». Todo gira en torno a ellos, no tiene nada que ver con los chicos que morían en el estadio.
En el Distrito 12 no nos regodeamos así en los juegos, sino que apretamos los dientes, miramos por obligación e intentamos volver a nuestras cosas lo antes posible en cuanto acaban. Para no odiar al equipo de preparación, consigo bloquear la mayor parte de su charla.
Cinna entra con lo que parece ser un vestido amarillo muy simple.
--¿Ya te has aburrido del tema de la «chica en llamas»?
--Dímelo tú --responde, y me lo mete por la cabeza. Al instante noto que ha rellenado la parte del pecho para añadir las curvas que el hambre me ha robado del cuerpo. Me llevo las manos a los senos y frunzo el ceño--. Ya lo sé --dice Cinna antes de que pueda protestar--, pero los Vigilantes querían modificarte quirúrgicamente. Zayn tuvo una gran pelea con ellos y ésta fue la solución de compromiso. --Me detiene antes de que pueda mirarme en el espejo--. Espera, no te olvides de los zapatos.
Venia me ayuda a ponerme un par de sandalias de cuero planas y me vuelvo hacia el espejo.
Sigo siendo la «chica en llamas»: la fina tela del vestido despide un ligero brillo; el más leve movimiento del aire crea ondas. En comparación con éste, el traje del carro parece estridente, y el de la entrevista,
demasiado artificial; ahora doy la impresión de haberme vestido con la luz de una vela.
--¿Qué te parece?
--Creo que es el mejor que has hecho hasta ahora.
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Mensaje por vicj directioner Sáb 07 Jun 2014, 1:34 pm

CAPITULO 26 TERCERA PARTE


Cuando consigo apartar la mirada de los destellos de la tela, me encuentro con una sorpresa: llevo el cabello suelto y echado atrás con una sencilla cinta; el maquillaje redondea y rellena mis ahora angulosas facciones; me han puesto esmalte transparente en las uñas; el vestido sin mangas está recogido a la altura de las costillas, no de la cintura, de modo que el relleno no afecta demasiado a mi figura; el borde me llega justo a las rodillas; al no llevar tacones, tengo mi estatura real. En resumidas cuentas, parezco una chica, una chica joven, de catorce años como mucho, inocente e inofensiva. Sí, me sorprende que Cinna haya decidido sacar esto, teniendo en cuenta que acabo de ganar los juegos.
Se trata de una imagen muy estudiada, porque Cinna nunca deja nada al azar. Me muerdo el labio, intentando averiguar sus motivos.
--Creía que sería algo más... sofisticado --le digo.
--Supuse que a Niall le gustaría más esto --responde él, con precaución.
¿Niall? No, no es por Niall. Es por el Capitolio, los Vigilantes y la audiencia. Aunque no entiendo todavía el diseño de Cinna, me recuerda que los juegos todavía no han terminado por completo. Además, noto una advertencia debajo de su benévola respuesta. Me advierte sobre algo que no puede mencionar ni siquiera delante de su propio equipo.
Bajamos en el ascensor hasta la planta donde nos entrenamos. La costumbre es que el vencedor y su equipo de preparación salgan al escenario en una plataforma elevada. Primero el equipo de preparación, seguido por el acompañante, el estilista, el mentor y, finalmente, el vencedor. Como este año somos dos vencedores que comparten acompañante y mentor, han tenido que reorganizarlo todo. Me encuentro en una parte mal iluminada bajo el escenario. Han instalado una nueva plataforma de metal para elevarme; todavía se ven pequeños montoncitos de serrín y huele a pintura fresca. Cinna y el equipo de preparación se van para ponerse sus trajes y colocarse en su sitio, así que me quedo sola. En la penumbra veo una pared improvisada a unos nueve metros de mí; supongo que Niall estará detrás.
El rugido de la multitud es tan ensordecedor que no me doy cuenta de la llegada de Zayn hasta que me toca el hombro y doy un salto, sobresaltada; supongo que parte de mí sigue en el estadio.
--Tranquila, soy yo. Deja que te eche un vistazo --dice. Levanto los
brazos y doy una vuelta--. No está mal.
--¿Pero? --pregunto, porque no ha sido un gran cumplido.
--Pero nada. ¿Qué tal un abrazo de buena suerte? --responde él, después de examinar mi mohoso lugar de espera y tomar una decisión.
Si, es una petición extraña viniendo de él, pero, al fin y al cabo, hemos ganado; quizás un abrazo sea lo más apropiado. Sin embargo, cuando le rodeo el cuello con los brazos, me encuentro atrapada por los suyos y me empieza a hablar muy deprisa y muy bajito al oído, con los labios ocultos por mi pelo.
--Escucha, tienes problemas. Se dice que el Capitolio está furioso por la manera en que los han dejado en ridículo en el estadio. Si hay algo que no soportan es que se rían de ellos, y ahora son el hazmerreír de Panem --me dice Zayn.
Siento que el miedo me corre por las venas, pero me río como si me dijese algo encantador, porque no tengo nada que me oculte la boca.
--¿Y qué?
--Tu única defensa sería que estuvieses tan loca de amor que no fueses responsable de tus acciones. --Zayn se aparta y me arregla la cinta del pelo--. ¿De acuerdo, preciosa?
Podría estar hablando de cualquier cosa.
--De acuerdo. ¿Se lo has dicho a Niall?
--No hace falta. Él lo tiene claro.
--Pero ¿crees que yo no? --pregunto, aprovechando la oportunidad para enderezar la pajarita de color rojo intenso que Cinna debe de haberle obligado a llevar.
--¿Y desde cuándo importa lo que yo crea? Será mejor que ocupemos nuestros puestos. --Me conduce al círculo de metal--. Es tu noche, preciosa, disfrútala.
Me da un beso en la frente y desaparece en la penumbra.
Me tiro de la falda deseando que fuese más larga para tapar lo mucho que me chocan las rodillas. Entonces me doy cuenta de que no tendría sentido, porque todo el cuerpo me tiembla como una hoja. Con suerte, lo atribuirán a la emoción. Al fin y al cabo, es mi noche.
El olor a humedad y moho que hay debajo del escenario amenaza con ahogarme. Noto un sudor frío y pegajoso en la piel y no puedo evitar la sensación de que las tablas que tengo encima están a punto de derrumbarse, de enterrarme viva debajo de los escombros. Después de salir del campo de batalla, después de las trompetas, se suponía que estaría a salvo para siempre, para el resto de mi vida. Sin embargo, si lo que dice Zayn es cierto (y no tiene razones para mentir), nunca he
corrido tanto peligro como ahora.
Es mucho peor que la caza del estadio, porque allí podía morir y ya está, fin de la historia. Aquí podrían castigar a Prim, a mi madre, a Harry, a la gente del Distrito 12, a todas las personas que me importan, si no consigo hacer creíble el escenario de chica-loca-de-amor que Zayn ha sugerido.
Bueno, aún tengo una oportunidad. Qué curioso, cuando saqué las bayas en el estadio sólo pensaba en ser más lista que los Vigilantes, no en lo mal que haría quedar al Capitolio con mis acciones. Pero los Juegos del Hambre son su arma y se supone que no puedes vencerlos, así que ahora el Capitolio actuará como si hubiese controlado la situación desde el principio, como si lo dirigiese todo, suicidio doble incluido. Claro que, para que eso funcione, tengo que seguirles el juego.
Y Niall... Niall también sufrirá si la actuación no sale bien. Pero ¿qué ha respondido Zayn cuando le he preguntado si se lo había explicado a Niall, que tenía que fingir estar loco de amor por mí?
«No hace falta, él lo tiene claro.»
¿Tiene claro lo que está pasando, como siempre, y es muy consciente del peligro que corremos? ¿O... tiene claro que está loco de amor por mí? No lo sé, ni siquiera he empezado a ordenar lo que siento por Niall, es demasiado complicado. No sé qué hice como parte de los juegos, qué hice por odio al Capitolio, qué hice para que lo vieran en el Distrito 12, qué hice porque era lo correcto y qué hice porque este chico me importa.
Son preguntas que debo resolver en casa, en la tranquilidad y el sosiego del bosque, cuando no me vea nadie, pero no aquí, con todos los ojos del país clavados en mí. Sin embargo, no disfrutaré de ese lujo durante vete a saber cuánto tiempo y, ahora mismo, la parte más peligrosa de los Juegos del Hambre está a punto de empezar.
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Mensaje por vicj directioner Lun 09 Jun 2014, 10:48 pm

CAPITULO 27



El himno me retumba en los oídos y después oigo a Louis Tomlinson saludar a la audiencia. ¿Sabe lo crucial que es decir la palabra correcta a partir de ahora? Seguro, querrá ayudarnos. La multitud rompe en aplausos cuando presenta al equipo de preparación. Me imagino a Flavius, Venia y Octavia dando saltitos y haciendo reverencias ridículas; creo que puedo decir sin temor a equivocarme que no tienen ni idea de lo que está pasando. Después presenta a Effie. Cuánto tiempo lleva esperando este momento; espero que lo disfrute, porque, por muy despistada que sea, tiene un buen instinto para algunas cosas y, por lo menos, debe de intuir que algo va mal. Portia y Cinna reciben grandes aplausos, por supuesto, ya que han estado geniales, después de un debut tan deslumbrante. Ahora entiendo por qué Cinna me eligió este vestido: tengo que parecer todo lo inocente e infantil que pueda. La aparición de Zayn se saluda con grandes pisotones en el suelo durante cinco minutos, como mínimo. Bueno, ha conseguido lo nunca visto al mantener vivos no sólo a un tributo, sino a dos. ¿Y si no me hubiese advertido a tiempo? ¿Habría actuado de otra forma? ¿Le habría restregado al Capitolio por la cara el momento de las bayas? No, no creo, pero sí que podría haber resultado mucho menos convincente de lo necesario en estos momentos..., en estos precisos momentos, porque noto que la plataforma se eleva hacia el escenario.



Luces cegadoras. Un rugido ensordecedor que hace vibrar el metal que tengo bajo los pies. Entonces veo a Niall a pocos metros de mí. Parece tan limpio, sano y guapo que apenas lo reconozco. Sin embargo, su sonrisa es la misma, ya esté cubierto de barro o en el Capitolio, y, al verla, doy unos tres pasos y me lanzo en sus brazos. Él se tambalea hacia atrás, a punto de perder el equilibrio, y entonces me doy cuenta de que el artilugio metálico y delgado que lleva en la mano es una especie de bastón. Se endereza y nos abrazamos mientras la audiencia se vuelve loca. Él me besa y yo no puedo dejar de pensar: «¿Lo sabes? ¿Sabes el peligro que corremos?».



Después de diez minutos así, Louis Tomlinson le da un golpecito en el hombro para poder seguir con el espectáculo, pero Niall lo aparta sin mirarlo siquiera. El público pierde la cabeza. Lo sepa o no, Niall, como siempre, sabe cómo manejar a la audiencia.



Al final, Zayn nos interrumpe y nos da un empujón cariñoso hacia el sillón de los vencedores. Lo normal es que sea un solo sillón muy recargado desde el que el tributo ganador observa la película de los mejores momentos de los juegos, pero, como somos dos, los Vigilantes nos han puesto un lujoso sofá de terciopelo rojo. Es pequeño; creo que mi madre lo llamaría confidente. Me siento tan cerca de Niall que estoy prácticamente sobre su regazo, aunque basta echarle un vistazo a Zayn para saber que no es suficiente, así que me quito las sandalias, subo los pies al sofá y apoyo la cabeza en el hombro de Niall. Él me rodea con un brazo automáticamente, y yo me siento como si estuviera de nuevo en la cueva, acurrucada a su lado, intentando entrar en calor. Su camisa está hecha con la misma tela amarilla que mi vestido, pero Portia le ha puesto unos pantalones largos negros. Tampoco lleva sandalias, sino un par de robustas botas negras que lo levanta del suelo. Ojalá Cinna me hubiese puesto algo parecido, porque me siento muy vulnerable con este vestido tan ligero. Supongo que ésa era la idea.



Louis Tomlinson hace algunos chistes y pasa al espectáculo. Durará exactamente tres horas y es de visión obligatoria para todo Panem. Cuando reducen la intensidad de las luces y aparece el sello en la pantalla, me doy cuenta de que no estoy preparada para esto, de que no quiero ver morir a mis veintidós compañeros. Ya vi bastante la primer vez. Empieza a latirme el corazón con fuerza y siento el impulso de huir. ¿Cómo se han podido enfrentar a esto solos los otros vencedores? Durante los mejores momentos suelen mostrar la reacción del ganador en un cuadrito de una esquina de la pantalla. Pienso en los años anteriores... Algunos parecían encantados, alzaban los puños y se golpeaban el pecho. Casi todos parecían aturdidos. Sólo sé que lo único que me mantiene en este confidente es Niall: su brazo sobre mi hombro, su otra mano entre las mías. Por supuesto, los anteriores ganadores no tenían al Capitolio planeando cómo destruirlos.



Resumir varias semanas en tres horas es toda una hazaña, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cámaras que funcionaban a la vez. El que monta esto debe tener claro qué historia desea contar. Este año, por primera vez, cuenta una historia de amor. Sé que Niall y yo hemos ganado, pero nos dedican una cantidad de tiempo desproporcionada desde el principio. De todos modos, eso me alegra, porque apoya la excusa de la locura de amor como defensa por el desafío al Capitolio, además de evitarme el regodeo en las muertes.



La primera hora o así se centra en los sucesos anteriores al estadio: la cosecha, el paseo en carro por el Capitolio, las clasificaciones del entrenamiento y las entrevistas. Una banda sonora animada hace que parezca el doble de horrible porque, claro, casi todos los que aparecen en pantalla están muertos.



Una vez en el campo de batalla se ofrece una detallada cobertura del baño de sangre y después, básicamente, los realizadores alternan imágenes de los tributos muriendo e imágenes nuestras. Sobre todo, imágenes de Niall, en realidad, porque está claro que él lleva el peso del romance sobre los hombros. Ahora veo lo que vio la audiencia, cómo engañó a los tributos profesionales sobre mí, cómo se quedó despierto toda la noche bajo el árbol de las rastrevíspulas, cómo luchó contra Cato para dejarme escapar e, incluso tumbado en la orilla embarrada, cómo susurraba mi nombre en sueños. En comparación, yo parezco un témpano de hielo (esquivo bolas de fuego, dejo caer nidos y hago estallar las provisiones) hasta que voy a por Rue. Enseñan su muerte al completo, la lanza, mi intento de rescate fallido, mi flecha en el cuello del chico del Distrito 1, el último aliento de Rue en mis brazos y la canción. Canto todas y cada una de las notas de la canción. Algo dentro de mí se cierra y me quedo demasiado entumecida para sentir nada. Es como ver a unos completos desconocidos en otros Juegos del Hambre, aunque noto que omiten la parte en la que la cubrí de flores.



Claro, porque hasta eso apesta a rebelión.



Las cosas mejoran para mí cuando anuncian que los dos tributos del mismo distrito pueden sobrevivir, y grito el nombre de Niall y me tapo la boca. Si hasta el momento me había mostrado indiferente con él, a partir de ahí lo compenso al buscarlo, devolverle la salud con mis atenciones, ir al banquete a por la medicina y dispensar mis besos con mucha generosidad. Veo los mutos y la muerte de Cato desde un punto de vista objetivo; sé que son tan horribles como siempre, pero, de nuevo, es como si le pasase a gente que no conozco.



Entonces llega el momento de las bayas. Oigo que el público pide silencio: no quieren perderse nada. Me siento llena de gratitud hacia los realizadores cuando veo que no acaban con el anuncio de nuestra victoria, sino conmigo aporreando la puerta de cristal del aerodeslizador, gritando el nombre de Niall mientras intentan reanimarlo.



En términos de supervivencia, es mi mejor momento de toda la noche.



Vuelve a sonar el himno y nos levantamos cuando el presidente Snow en persona sale a escena, seguido de una niñita con el cojín que sostiene la corona. Sin embargo, sólo hay una corona, y se nota la perplejidad de la multitud (¿para quién será?), hasta que el presidente Snow la gira y la divide en dos. La primera mitad la coloca sobre la frente de Peeta con una sonrisa. Sigue sonriendo cuando me coloca la segunda, pero en sus ojos, que están a pocos centímetros de los míos, veo que será implacable como una serpiente.



Entonces sé que, aunque los dos nos hubiésemos comido las bayas, soy yo la culpable, porque yo tuve la idea. Soy la instigadora, la que debe recibir el castigo.



Después hay muchas reverencias y aplausos. Tengo el brazo a punto de caérseme de tanto saludar cuando Louis Tomlinson por fin se despide de los espectadores y les recuerda que vuelvan mañana para las últimas entrevistas. Como si les quedase alternativa.



A Niall y a mí nos llevan a la mansión del presidente para el banquete de la victoria, donde tenemos muy poco tiempo para comer

mientras los funcionarios del Capitolio y los patrocinadores más generosos se pelean por hacerse una foto con nosotros. Por nuestro lado pasa una cara sonriente tras otra, cada vez más borrachas conforme avanza la noche. De vez en cuando le echo un vistazo a Zayn, que resulta reconfortante, o al presidente Snow, que resulta aterrador, pero sigo riendo, dando las gracias a todos y sonriendo para que me hagan fotos. Lo único que no hago ni un momento es soltar la mano de Niall.



El sol empieza a asomar por el horizonte cuando volvemos muy despacio a la duodécima planta del Centro de Entrenamiento. Creía que por fin podría hablar a solas con Niall, pero Zayn le dice que vaya a ver a Portia para escoger algo apropiado para la entrevista y me acompaña en persona hasta mi puerta.


-¿Por qué no puedo hablar con él? --le pregunto.



-Tendrás mucho tiempo para hablar cuando volvamos a casa. Vete a la cama. Saldrás en la tele a las dos.
vicj directioner
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