Somewhere after the death |n.c

El frío me azotaba, abrí la puerta rápidamente. Lo único que quería era entrar en la ostentosa y suntuosa casa a la que llamo hogar. Pero, sus lujos son una fachada, no era más que un lugar arcano y enigmático, las cosas que pasaron ahí no tienen una respuesta. En esa casa murió mi madre y nadie tiene la menor idea de cómo algo así pudo ocurrir y que no quedara ni un solo rastro. Sin duda, quiero mudarme y no volver jamás, los recuerdos de este lugar me apesadumbran.

Lo primero que me vino a la mente es si mis hermanos estaban en casa, así nadie me daría ninguna amonestación, estaba cansada de ellas, nadie comprendía mi dolor, nadie comprendía mis razones. Pero no, no había ni una sola señal de vida en esa casa.

Tome mi caja de cigarrillos y encendí uno; lo único que podía hacer desde la muerte de mi madre. Su muerte implantó en mí esta adicción y, a pesar de que ella nunca lo hizo en mi presencia, ella era adicta, tal y como lo soy yo ahora o quizás peor. Ella lo ocultaba.

A pesar de sus defectos, ella era una buena persona, era conocida en el pueblo por su benevolencia, afabilidad y lenidad. Hasta lo que sé, lo que la llevó a volverse adicta a estas cosas fueron los abusos constantes por parte de su padre.

Las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Recordarla lo que hacía era ponerme mal. Su muerte fue mediática; todos en el pueblo le dieron importancia y todos lo sabían. Mientras mi padre le daba importancia a que tan grande sería el funeral, yo sólo podía pensar en lloriquear. No hace mucho tiempo que esto pasó, fue hace dos meses. Todos lo han superado, todos menos yo.

El timbre sonó y un “diablos” salió de mi boca, no podía simplemente deshacerme del cigarrillo, el aroma se sentiría y si era mi padre o mis hermanos, seguramente yo acabaría en un reformatorio. Tiré al suelo el cigarrillo, ni siquiera me fijé si lo apagué o no, eché un vistazo por la mirilla de la puerta y, por suerte, no era ninguna de las personas que pensaba.

― ¡Blake!―exclamé. Él es mi novio, no es perfecto, pero es lo mejor que me ha pasado en la vida. Mis familiares no les agradan la idea de que esté con él, pero, no me importa.
― Lauren―sonrió, luego me dio un beso.
― ¿Cómo te fue en tu viaje?―para hablar, voltee la cara.
― ¿Por qué fumas Lau?, sabes que no me gusta que lo hagas.
Bien, no es tanta la suerte de que él estuviera ahí, sabía que también me daría un sermón del que saldríamos enojados. Pero, sin duda era mejor que las regañinas.
― Es mi vida, ni tú ni nadie hará que yo deje esto.
― Lo digo porque te quiero, sabes que no me gustaría verte mal.
― Tú no puedes decir nada, ¡tú eres un toxicómano!
― Pero lo he superado Lauren, yo podría ayudarte si me dejaras―de su rostro denotaba la furia, a él no le gustaba que yo le dijera toxicómano.
― Es mejor que te vayas, Blake―una lágrima salió de mi mejilla y el dio un fuerte portazo.

Después de un rato largo de llantos, decidí llamar a mí ―más o menos― mejor amiga Cassidy, para que pasara la noche aquí, quería quitarme de la cabeza un rato la discusión que tuve con Blake.

Cassidy es una persona agradable, pero a la vez bastante extraña, en el sentido que puede llegar a ser muy bipolar, lo que sé es que siempre puedo contar con ella a pesar de ser muy ególatra. He escuchado que padece de vesania, más nunca le he preguntado.

Recibí un mensaje de mi padre. Según lo que decía, no vendría a casa hoy, no necesitaba preguntarme donde estaba, seguramente con una de sus prostitutas ―perras― con quienes comúnmente se reunía, no fue difícil para mí descubrirlo, con seguirlo un día me bastó para saber lo que hacía.

Al cabo de unos minutos Cassidy ya había llegado. Se le veía feliz, maniáticamente.

― Cuéntame, ¿qué ha pasado con Blake?―dijo yendo directamente al grano; ni un abrazo, ni siquiera un saludo.
― Realmente no quiero hablar de eso―respondí incómoda.
― Está bien… no me lo cuentes.
Me pareció bastante extraña su respuesta, ella no es el tipo de persona que se queda con un simple «no quiero hablar de eso», ella es sumamente insistente. Hoy realmente había actuado extraño.
Humo llegó a mis narices. Bajamos rápidamente las escaleras y pudimos observar como la alfombra de la sala prendía en fuego, mis piernas no funcionaban. El fuego empezó a separarnos y cada vez me alejaba más de la puerta. La cobarde de Cassidy me dejó y ni siquiera me había dado cuenta.

Esquivando el fuego logré llegar a la puerta y, esta se trabó, por lo que mi suerte sería puesta a prueba en este momento. Lo único que pasó por mi mente fue intentar apagarlo; lo cual fue inútil, lo único que logré fue que se propagase el fuego. Abrí un camino hasta la puerta nuevamente, no se abría, mientras más forzaba el picaporte, más pensaba que moriría en ese mismo instante, y sabía que no iría ni al cielo, ni al purgatorio; todo lo malo que he hecho, no tiene compensación.

Estaba mareada, sin más fuerzas para gritar y siquiera estar de pie, caí de rodillas, golpeé por última vez la puerta, hasta que dejé de respirar por un momento, mi corazón se paralizó.

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