how to catch demons. {novela colectiva}

«¿Qué gracia tenía aprender los nombres y la historia de todos los mártires de Canadá? Está bien que en su momento hayan sido importantes, pero ya murieron y, realmente, tengo otras cosas importantes que hacer. », piensa Alaska mientras suelta un sonoro bufido. Hace girar la goma de su lápiz entremedio de sus dientes, preguntándose por qué en vez de colocar una goma, no pueden colocar un dulce para pasar el rato. Jala de la goma con fuerza hacia atrás, logrando que esta rompa su unión con el lápiz y que, sin querer, esta ingrese a su boca, atragantándose con ella. Tose repetidamente y un par de personas la miran feo, mientras la hacen callar con un gesto que consiste en superponer el dedo índice de forma vertical en los labios. Ella rueda sus ojos mientras coloca sus manos en su cuello, tosiendo más fuerte sólo para molestar. Y entonces, siente a la goma pasar por su garganta y sabe que no hay vuelta atrás. Se la ha tragado.

Se levanta de la silla y se dirige al pasillo de “mártires canadienses”, aun con el dolor raspante que la gran hazaña de comerse una goma le ha dejado,  para devolver el libro que le enseñó lo necesario para el examen que la atormentará la mañana del día siguiente. Pero no termina su recorrido, ya que a mitad de camino un grito ensordecedor la hace detenerse. Deja el libro en el pasillo más cercano y comienza a correr en busca de la persona dueña del alarido. Tres pasillos más tarde, exactamente en el de terror y horror, observa la escena que, irónicamente, pudo ser parte de una de las páginas de alguno de esos libros de tapas negras y portadas escalofriantes: Una mujer cubierta de un oscuro líquido rojo y espeso de pies a cabeza.  Oh, dulce ironía.

Al juicio de Alaska, la mujer parece tener unos 25 años de edad, pero no más. Los ojos de la mujer, abiertos exageradamente y en los cuales no hay pupila, dan el juicio final para la mujer; ella ya está muerta. Y lo más sorprendente de todo: Es, o era, la mujer que, momentos atrás, le había preguntado la ubicación de la bibliotecaria. Tiene firmemente agarrado el mismo libro que hace un rato llevaba.

— Oh Dios, ¿qué habrá pasado?— escucha hablar a una señora de aparentemente 43 años. El alboroto comienza y la escena del crimen se abarrota de gente intentando responder la misma pregunta. Alaska podría tomar sus cosas e irse, pero algo le impide la huida: el libro que estaba en manos de la mujer. Algo misterioso se oculta tras ese libro y Alaska lo sabe. Arremete  contra la multitud,  y, saca el libro de las pegajosas manos de la mujer. Al parecer, nadie se ha dado cuenta, así que corre hasta la puerta; alguien la toma del brazo, con delicadeza y firmeza, y la obliga a girar. Se encuentra con los grandes y hermosos ojos marrones de un chico igual de hermoso que la observa, con una sonrisa de autosuficiencia.

— ¿A dónde crees que vas?— interpela, susurrando—, Dámelo, sé que tiene algo importante y descubriré qué es. Ese libro es mío ahora— concluye.

—No, no te lo entregaré— responde Alaska, con la misma sonrisa.

—Uhm, bueno, me caes bien. Vendrás conmigo— murmura nuevamente el “chico x” y arrastra a la chica de ojos calypsos junto a él. Descienden por unas escaleras que Alaska desconoce y llegan a lo que ella supone que es el sótano de la biblioteca.

— ¿Quién eres?— pregunta Alaska, manteniendo su voz firme a pesar de lo asustada que está.

De repente, la luz del sótano se enciende y ella logra ver los rostros de un montón de chicos de su edad; ahoga un grito, y luego escucha una voz masculina hablar a lo lejos.

—Querrás decir, quiénes somos. Somos iguales a ti, humanos comunes y corrientes, pero estamos decididos a investigar qué ha pasado con la periodista, y el libro que tienes en tus manos, chica, contiene las respuestas— explica, para luego mostrar su blanca sonrisa.