Hooked Love.

Capitulo 01

Manuela Russell.

-No entiendo por qué lo trajiste – espetó Sam enojada.
-Es mi novio – fue la única respuesta que le di antes de verla cruzar sus brazos.
-Es un imbécil – Alex rodó sus ojos y bufó ante el comentario.
-Mira, vine porque me lo pediste, pero si tengo que soportar a tus amigas caprichosas toda la tarde prefiero ir a hacer algo productivo. – soltó su agarre de mi mano y comenzó a irse.
-No, no, por favor, quédate – lo tomé del antebrazo y detuve su caminar. Me miró por unos segundos, luego miró a Sam y a Julie que estaban de pie a mi lado. Suspiró claramente frustrado y masajeó su frente antes de bufar de nuevo.
-Cómo quieras – respondió tomando nuevamente mi mano y comenzó a caminar un poco más rápido, intentando dejarlas atrás. Pero ellas rápidamente nos alcanzaron el paso.

Estuvimos en un silencio muy incómodo durante algunos minutos, pero no era nada para extrañarse. Ellas no se llevaban particularmente bien con Alex, preferían callar si no tenían nada malo que decir contra él. A decir verdad, lo prefería de esta manera, evitaría todo los percances que pudiera entre ellos.

Caminábamos por los pasillos del centro comercial y aunque intentara mantener alguna conversación con alguno de ellos, cualquier intento me resultaba en vano. Mi entusiasmo por esta salida claramente se había esfumado para este momento. Por más que deseara que los tres se llevaran bien sabía que sería imposible, aún no entendía por qué seguía intentando siquiera.

Al pasar frente a una cafetería, concordamos que sería mejor entrar y tomar algo en vez de caminar en círculos viendo las mismas tiendas que ya una vez vimos. Al entrar, la campanilla del local avisó nuestra llegada y el frío que provocaba el aire acondicionado provocó que me estremeciera.

-¿Tienes frío? – preguntó Alex. Simplemente asentí con la cabeza, mi humor no se había levantado lo suficiente para hablar  ahora. – Debiste traer tu abrigo, siempre lo olvidas, algunas veces parece que tu distracción no tiene límites. – rodó los ojos y se alejó para acercarse a la caja.
-Idiota – murmuró Julie entre dientes. Se acercó  y me frotó mis brazos tratando de generar un poco de calor. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa junto con una mirada de lástima y al ver a Sam, pude ver que tenía la misma mirada. Me aclaré la garganta.
-Gracias – juntas comenzamos a caminar a la caja.

-Eso sería lo mío, ¿Qué quieres tu Manu? – me preguntó Alex al llegar a su lado.
-Sólo un cappuccino, por favor. – le sonreí a la señora que estaba tomando el pedido y ella asintió devolviendo mi sonrisa.
-Iré a guardar la mesa – informó Alex, antes de poder responderle él ya se había ido.

La señora levantó una ceja mirando incrédula como mi novio simplemente huía de la escena, pero ya estaba acostumbrada. Antes de siquiera saber el precio Alex siempre se iba dejándome a mí con la cuenta pendiente, pero de nuevo, era otra característica de nuestra relación que ya había aprendido a aceptar. Simplemente me encogí de hombros y le entregué el dinero que marcaba la pequeña pantalla, ella bufó y lo aceptó para luego darme el cambio.

-Las cosas han cambiado mucho desde mis tiempos, que lástima que lo hayan hecho. Lo siento mucho por usted jovencita. – al igual que con Sam y Julie, noté el destello de lástima. ¿Qué acaso todas debían compadecerse de mi relación? Le sonreí y sin decir nada tomé la factura y esperé que me dieran mi orden.
-No han cambiado, simplemente su novio es un inútil. – le contestó Sam a la señora, pero al ver mi mirada reprobatoria, rodó los ojos y se dedicó a hacer su pedido.

Cinco minutos después tomé la bolsa que contenía nuestras cosas y comencé a caminar hacia la mesa. Al dar mis primeros pasos, escuché a Julie hablar y me detuve.

-¿No crees que deberíamos decirle?
-No, no por ahora. Eventualmente le diremos, sólo no hoy. – Julie asintió. Las miré extrañada por un corto lapso de tiempo, pero al ver que la señora se acercaba con sus pedidos me escabullí a la mesa antes de que ellas llegaran a enterarse de que había escuchado su conversación, ya después les preguntaría a que se referían con eso.


Ya llevaba al menos media hora sentada en el marco de la ventana mirando las estrellas iluminar el manto nocturno. Habían pasado un par de horas desde que dejé a Sam y a Julie en sus casas y de que Alex se fuera a la suya, pero se puede decir que el aburrimiento se había apoderado de mí, por lo que decidí cambiar de mi cama a la ventana. Pensé que un cambio de escenario podría ayudar y aunque ya no estaba tan decaída como antes aún podía sentir la leve presión en mi pecho.

Saqué el teléfono de mi bolsillo y marqué el número de Alex. Esperé algunos minutos, pero luego de la tercera llamada sin contestar decidí dejar un simple correo de voz. Llámame cuando puedas, buenas noches, te amo. Lo mismo de todas las noches. La misma tediosa rutina que vivía día a día al lado de ese muchacho, pero luego de un tiempo, ya me había adaptado a las llamadas pérdidas, el desinterés por su parte y el disgusto de las chicas hacía él. Ya me había adaptado a una vida donde aceptaba los pocos gestos de amor por parte de Alex y a dar a cambio de nada, simplemente había aprendido que quejarse tampoco serviría de nada.

Guardé el teléfono de nuevo en el bolsillo y miré de nuevo los puntos destellantes que se encontraban a millones de kilómetros de distancia. La brisa se calaba por mis huesos provocando escalofríos, pero estaba muy a gusto en esta posición como para moverme, ya sea para ir por un abrigo o para cerrar la ventana. Prefería aceptar la brisa y lidiar con ella que tener que apartar la vista del cielo aunque sea por una fracción de segundo.

Necesitaba relajarme y sólo estos cortos momentos me permitían esa pequeña sensación de libertad y paz. Respiré profundo y sentí como el aire congelaba todo su paso hasta los pulmones, pero de nuevo, no me molestó. Sentí el teléfono vibrar en mi bolsillo. Al sacarlo, vi que era un mensaje de Alex. Una sonrisa se posó en mi rostro pero desapareció al momento de abrir el mensaje.


Apreté los ojos para retener las lágrimas por venir y apreté el teléfono en mis manos esperando que el dolor del material clavándose en mi piel opacara el dolor que se comenzaba a formar en mi pecho. Pero vagamente funcionaba. Respiré profundo e ignorando el sentido áspero de su mensaje le respondí con un simple: Quería saber si llegaste bien.

Una hora después recibí un nuevo texto con dos simples letras, Estoy bien.  Sabía que eso era todo lo que recibiría y ya me había resignado a no pedir más, estaba bien con el simple hecho de saber que estaba a salvo. Miré el teléfono por unos segundos y una sonrisa irónica se posó en mis labios. Ya sabía por qué todos me miraban con lástima, hasta yo sentía lástima de mi misma en este momento, irónicamente, por más decepciones que adquiera por su parte, no podía encontrar las fuerzas necesarias para aceptar que el amor que una vez sentí por él, comenzaba a marchitarse.