The heroines {Novela Colectiva

bendición de los Dioses debia de ser de ayuda, debía darles poderes que no pudieran imaginar pero realmente no se sentía diferente.

— ¿Listas para salvar el Olimpo heroínas?—habló el rey de los Dioses.

—Si…mi señor estamos listas, será un honor defender el Olimpo—contestó Annabeth ligeramente nerviosa.

—Bien, ya están preparadas para la batalla, deben regresar a New York, el ejército de Cronos, se prepara desde allí para venir hasta acá—intervino Poseidón.

Cronos no es Luke; tenía que pensar eso pasará lo que pasará. No se enfrentaría contra su hermano, no se enfrentaría contra la única persona que la había recibido en el Campamento. El único que le había dado esperanza.

—Antes de irse, pueden llevar algunas armas de aquí y hablar con su progenitor si así lo desean, aunque no dudo que no lo hayan hecho—interrumpió Zeus sus pensamientos.  

La chica ya había hablado con su padre así que camino hasta la parte donde las armas se guardaban y comenzó a analizarlas, no tenía pensado tomar alguna, ya tenía la espada que Hermes le había dado, pero eso no evita que mirará las armas que allí se encontraban.


Luego de despedirse de los Dioses, y Luna cambiarse el molesto vestido griego,  se encaminaron a la salida.  Nadie hablo durante el camino que parecía hacerse cada vez más largo, cuando llegaron a la salida alguien les bloqueó el paso, la diosa del amor estaba frente a ellas, llevaba un vestido griego, blanco al igual que llevaban la mayoría de sus compañeras, pero en cambio el suyo se le ajustaba al cuerpo perfectamente. Sus ojos azules, las observaban delicadamente a cada una, su cabello era hermoso, rizado de un color parecido al oro. A pesar de llevar poco maquillaje, ese que tenia le dejaba increíblemente bella, y la sonrisa, la sonrisa de la diosa era perfecta.

—Heroínas—dijo Afrodita con mucha delicadeza, cruzándose en medio de la puerta del salón de tronos.

La rubia trató de mantenerse alejada de ella. Luna no le caía nada bien la Diosa, y estaba segura que la mujer debía estar enterada de su pequeña broma a sus hijos.

—Tiene el mayor tesoro en ustedes, aunque sus mentes lo nieguen, o no hayan querido aceptarlo. El amor es una fuerza muy poderosa, va más allá de la amistad—miro hacia Annabeth y Ale—Más allá del tiempo—examinó a Cassie—Llega cuando menos lo esperas—volvió su vista a Luna, haciendo que está se sonrojara —Y por supuesto puede llegar a sorprenderte—posó sus ojos en Ari.

La diosa sonrío suavemente, y siguió con su camino, la hija de Hermes trató de ignorar el asunto y concentrarse en la guerra. Aunque sus compañeras parecían desconsentradas.

—Que… ¿Qué demonios fue eso?—preguntó Ariadne.

—Creo que Afrodita hizo algo más aparte de hacer acto de presencia en la Sala de los dioses —comentó.

— ¡Andando tenemos que darnos prisa!—hablo Annabeth.



La ciudad seguía igual como la última vez que la había visto, unos días después del asesinato de su madre.

— ¿Algún plan?—hablo Kissha, cuando atravesaban la quinta avenida.

—Tenemos que cubrir toda la ciudad—contesto Annabeth—Creo que necesitamos separarnos.

—Pero la profecía dice...—empezó Alexandra

—Se lo que dice, pero no podemos trasladarnos todas a un mismo sitio, mientras los seguidores de Cronos atacan la ciudad e invaden el Olimpo —la corto Annabeth

—Aunque nos dividamos, todavía faltarían zonas por cubrir—habló Cassandra

—Cuenten con nosotros—dijeron unas voces detrás de nosotras

Al girarse se encontró con casi todos los miembros del Campamento Mestizo, quizás solo faltando la cabaña de Ares.

—Hola—saludo Percy— ¿Algún plan?

—Dividirnos, ir por grupos, quizás por cabañas—hablo Annabeth.

A su alrededor un extraño silencio existía, al mirar más detenidamente entendió que los humanos estaban desmallados.

— ¿Qué les pasa?—preguntó la hija de Hades.

—Es Morfeo, Grover me hablo sobre él, se paso al lado de Cronos—dijo Percy

—Comienza la invasión—añadió Jason

—Clary—la llamo Annabeth rápidamente—Tú y tus hermanos vigilen el puente de Williamsburg.

La chica se volvió a sus hermanos y comenzó a explicarles lo que harían.

—Katie, tu y tu cabaña os encargareis del túnel Brooklyn-Battery. Haced lo que sea, pero que no pasen—le ordeno Annabeth—Luna y Travis llevaros a una mitad de la cabaña al puente de Brooklyn. Connor, tu y Jason llevaros la otra mitad al puente de Manhattan, ¡Nada de saquear!

– ¡Cabaña de Hermes, dividanse! — gritó la orden lo más fuerte que pudo esperando que sus hermanos le hicieran casa, para su suerte lo hicieron.

Miró a sus hermanos mayores, los Stoll, y les sonrío.

— Travis,  ya escuchaste a Annabeth, te vienes conmigo —se volteó a Connor y le dijo—: te llevaría conmigo pero no creó que Jasón sepa manejar a la otra mitad de la cabaña.

Los tres soltaron una risita, y fue cuando Luna se dio cuenta de la pelea de Alex y Cassie, quizo detenerlas pero prefirió quedarse a raya.

— Otra cosa, nadie tiene permiso para morirse.


El puente de Brooklyn se mantenía en un silencio espectral, que no le gustaba para nada a la chica. Sus hermanos también se encontraban  bastante nerviosos, hacia un buen rato que estaban en este lugar y nada interesante sucedía hasta que escuchó algo.

—¿Alguien escuchó eso? —preguntó una de sus hermanas.

—Parece un ave.

Luna lo comprendió antes de que llegarán; arpías.

Sus hermanos peleaban con fiereza pero los pajarracos también lo hacían. Algunos de los hijos de Hermes sabían manejar el arco, quizás no tan bien como los de Apolo pero sin duda era algo. Sintió algo que la tomaba de los hombros y la alzaba, trató de clabarle a la criatura su espada pero lo más que pudo hacer fue un rasguño pero fue suficiente para que la soltará y cayera. Sabia que el golpe la hubiera matado si no fuera una semidiosa, aunque ahora tenia un contusión que no le permitía pararse y además había perdido la espada,  la arpía no había muerto,  la sintió aterrizar cerca de ella, logro visualizar la espada a unos metros de ella y comenzó a arrastrarse para conseguirla. La arpía fue más rápida y le clavo las garras en la pantorrilla izquierda haciendo que soltará un grito que seguramente se escuchó al otro lado de Nueva York. Ese era su fin lo sabia; perdía sangre de una manera extremadamente rápida y estaba segura que debía tener algunas costillas rotas por el golpe. Se preguntó si las parcas ya tenían su hilo en sus manos, si la tijera estaba punto de cerrarse.

Antes de dejarse caer en la oscuridad escuchó a alguien gritar su nombre, la presión de la arpía en su pierna desapareció y un polvo dorado cayó sobre ella. Alguien la había salvado.

—Antes de irse, pueden llevar algunas armas de aquí y hablar con su progenitor si así lo desean, aunque no dudo que no lo hayan hecho. — Anunció Zeus dando por terminada la ceremonia. Ahora el problema era, ¿donde estaban las armas? Era obvio que no tenia el coraje para hablar con mi pa… pa… pa..pá. Comencé a ver que todas se disipaban y seguían caminos completamente diferentes. Comencé a caminar hacia la casa donde nos estábamos alojando. Me sentía estúpida, no entendía nada de este mundo y no sabía que hacer.
—Clarissa…—dijo un hombre a mis espaldas cuando mis manos tocaban la manillas de la puerta de la casa. Me giré para darle la cara al hombre que me había llamado, sin embargo, no era necesario darse la vuelta para saber quién era. — Ven hija, sígueme — ordenó dándose la media vuelta. Una oleada de aire cálido me invadió. Primera vez que una voz masculina me llamaba de esa manera.
— N…no — respondí — no quiero hablar contigo — finalicé.
— Por favor… hay algo que quiero darte antes de que te vayas — me dijo con cara suplicante. Titubeé  un instante si seguirlo o no. “—Todos merecemos una segunda oportunidad, Clary, incluso los desarmados de tus padres—“ me había dicho Marianne. Levanté la mirada del piso para mirarlo y comencé a caminar hacia él. Cuando estuve a su lado, el hombre comenzó a caminar junto a mí, yo solo lo seguí.
— ¿Qué edad tienes, Clarissa? — preguntó rompiendo el silencio sepulcral.
— Dieciocho — respondí nerviosa. Jamás imagine que un padre no tuviera idea de la edad de un hijo. La incomodidad comenzaba a hacer acto de presencia.
— ¿y tu madre? — pregunto. Perfecto Apolo, lo único que estas logrando es incomodarme. Sin saber que responder, levanté los hombros, dandole a entender que no tenia idea de ella.
— ¿No sabes nada de ella? — preguntó nuevamente. Negué con la cabeza. De pronto una mano se posa en mi hombro izquierdo deteniendo mi caminata — Clarissa… Tu madre —dijo haciendo que lo mirara a la cara, su rostro demostraba extrañeza.
— Me abandonó, al igual que tú, pero ella duró un poco más — le expliqué — unas tres horas luego de haber nacido — le sonreí irónicamente.
— No es posible… — se dijo a si mismo.
— Claro que lo es, he sido criada por mi tía, la hermana de Isabella — suspiré. Apolo guardo silencio un instante y siguió caminando donde quiera que se dirigiera.
— Veo que Mary ha hecho un excelente trabajo criándote — dijo luego de un rato. Fue inevitable sonreír  al escuchar eso. Solo Isabella la llamaba Mary, y ella odiaba eso.
— Sí, ha sido la mejor madre y padre que nunca nadie podría haber tenido — le sonreí, el hombre me sonrió de vuelta.
Seguimos caminando hasta llegar frente a una gran puerta dorada que contenía el signo de Apollo, un arco. A medida que mi padre se acercaba a la puerta, esta se iba abriendo de par en par. Entramos en silencio y me guió por una serie de pasillos que parecían laberintos. Todo era hermosos… asombrosos. Lujos por todas partes, al más puro estilo Griego. Siempre había amado la cultura Griega y no tenía la menor idea del porqué. Ahora sí lo sabía. Caminando por los pasillos, me distraje en un objeto que era parte de mi mayor pasión: Flechas de arcos. Habían de todos tamaños, materiales, texturas, etc. Era el paraíso.
— ¿Clarissa…? — me llamó el hombre. Salí de mi estado de fascinación mirando las flechas encuadradas sobre las murallas y corrí a su lado, al final del largo pasillo — espero que te guste mi pequeña colección — dijo sonriendo y empujando la puerta. Mierda. ¡Era un museo de arcos y flechas! Dios, ¡era hermoso!
—Odio los sueños — susurré.
— ¿Como dices? — preguntó mi padre.
— Odio los sueños, odio soñar — reiteré — siempre son tan hermoso, pero no son más que una farsa — expliqué — no me permitas despertar, ¿vale? — le pedí. Realmente esto era demasiado bueno para ser verdad: Tenía a mi padre a mi lado, hablándome y encima estaba en el paraíso del tiro con arco.
— No es un sueño, Clarissa, esto es real — aclaró. Caminé por entre las vitrinas mirando maravillada. Lo que más llamó mi atención, fue un arco dorado que brillaba de mil demonios. Me acerqué al objeto para disipar mis sospechas: Era oro puro.
— ¿Puedo? — pregunté indicando el arco. El solo asintió. Tomé el arco en mis manos y me di cuenta de lo pesado que era. Era bastante dificil sostenerlo, para manipularlo perfectamente se necesitaba una fuerza brutal — es hermoso — le dije sonriendo.
— Es un regalo de mi padre — explicó.
Conversamos por un tiempo poco prolongado, ya que no teníamos muchos minutos. En ese tiempo me explicó como funcionaba el mundo de los dioses, el porque tenían prohibido tener contacto con sus hijos y me contó que yo era su única hija. Me dio consejos para mejorar la rapidez con que manipulaba el arco y las flechas.
— Esto es lo que tenía para tí — me dijo señalando un arco idéntico al mío.
— Tengo uno idéntico — le expliqué.
— Lo sé, fue mi regalo — sonrió orgulloso — pero ese fue fabricado para uno de mis hijos — dijo. Lo miré con el ceño fruncido. Yo era su hija, ¿no? — me refiero a que solo tengo varones y que jamás pensé en que podría nacer una nena —explicó.
— ¿Y cuál es la diferencia? — pregunté.
— La diferencia es que los de tus hermanos los fabrico con más madera, por ende, su peso es mayor —respondió — en cambio, hace unos años atrás, he fabricado este para ti, con menor peso, así es más fácil de manipularlo— finalizo.
— Gracias — le sonreí. Un impulso me hizo abalanzarme hacia él y envolverlo con mis flacuchos brazos. Estaba abrazando a mi padre. Cerré los ojos y los apreté para que no se me escaparan las lágrimas que me habían comenzado a nublar la mirada. Al principio no obtuve reacción de su parte así es que lo iba a soltar, pero de pronto, sus brazos me envolvieron y una de sus manos se posó en mi cabeza haciéndome cariño delicadamente.
— Anda — dijo separándome de él — pruébalo — me dijo señalando una tablilla.
Me paré frente a la tablilla, acomodé el arco y la flecha de la manera que siempre solía hacerlo. Apunta. Abdomen hacia adentro. Inhala… Exhala… Dispara. Sonreí de oreja a oreja al ver que la flecha había dado perfectamente en el objetivo — perfecto — me sonrió… ¿orgulloso?
— Señor… — dijo una mujer entrando — lamento interrumpirlo, pero una de las ninfas ha venido a advertir que se ha excedido de su tiempo — dijo avergonzada. Era hora de irme.  

 




 Luego de un rato estábamos todas reunidas, listas y dispuestas para regresar a mi ciudad: Nueva York. Sin embargo, la mujer que parecía ser la gemela de Serena,  se apareció en medio del camino hacia el ascensor en el que habíamos llegado. 
—Heroínas. —Nos habló. Su voz aterciopelada hacía juego con su belleza. Definitivamente, no por nada era la Diosa de la belleza y del Amor. —Tienen el mayor tesoro en ustedes, aunque sus mentes lo nieguen, o no hayan querido aceptarlo. El amor es una fuerza muy poderosa, va más allá de la amistad. —Dirigió su mirada hacia Annabeth y luego posó su mirada en Alex —Más allá del tiempo. —Su mirada danzó desde Alex hacia Cassandra —Llega cuando menos lo esperas. —Dirigió sus ojos hacia Luna, Kissha y a… ¿mi? oh no, no, no, imposible, no quiero chicos en mi vida. Las relaciones apestan. —Y por supuesto puede llegar a sorprenderte. —Sonrió a Ariadne.
—Que… ¿Qué demonios fue eso?—Preguntó Ariadne una vez que la Diosa había seguido su camino hacia el lado contrario en que nosotras íbamos.
—Creo que Afrodita hizo algo más aparte de hacer acto de presencia en la sala de los Dioses—Susurró Luna.
— ¡Andando tenemos que darnos prisa!—Exclamó una ansiosa Annabeth.





 
Agradecí eternamente a Dios el hecho de haber salido de ese ascensor. Odiaba los espacios reducidos, siempre lo había hecho. Entre más pensaba en lo que habíamos tenido que pasar allá arriba, más me convencía de que era una completa locura.
— ¿Algún plan?—Preguntó Kissha cuando ya estábamos pisando los suelos de mi querida Nueva York.
—Tenemos que cubrir toda la ciudad. —Respondió Annabeth. —Creo que necesitamos separarnos — Había olvidado que Annie era la líder del grupo, y no me cabía duda el porqué. Seguramente debe ser la mejor organizando planes de batalla. Vamos, que su madre era la Diosa de la sabiduría.
—Pero la profecía dice…— Comenzó a protestar Alex. ¡Dios! que gruñona era, estaba comenzando a detestar su personalidad.
—Se lo que dice, pero no podemos trasladarnos todas a un mismo sitio, mientras los seguidores de Cronos atacan la ciudad e invaden el Olimpo. —Le interrumpió Annabeth.
—Aunque nos dividamos, todavía faltarían zonas por cubrir. —Observó Cassandra. Se hizo un momento de silencio. La chica tenía toda la razón. No éramos suficientes como para dividirnos, nos darían paliza. Sobre todo si se trataba de luchar contra gente poderosa.
—Cuenten con nosotros. — Dijeron de pronto a espaldas de Cassandra, Alex, Luna y Kissha. Me puse de puntillas para observar sobre los hombros de las chicas, mientras que estas se daban media vuelta para averiguar de donde provenían esas voces. Allí había una seguidilla de chicos y chicas que seguramente pertenecían al campamento, por desgracia, no conocía ni un solo rostro.
—Hola. —Saludó un chico de ojos tan azules como el mar. — ¿Algún plan?.
—Dividirnos, ir por grupos, quizás por cabañas. —Respondió Annabeth.
— ¿Qué les pasa?—Preguntó Cassandra.
—Es Morfeo, Grover me hablo sobre él, se pasó al lado de Cronos. —Explicó el chico.
—Comienza la invasión. —Añadió un chico de los recién llegados.
—Clary. — Me llamó Annabeth  —Tú y tus hermanos vigilen el puente de Williamsburg — Asentí sin protestar y comencé a ver que muchos chicos salían de entre el tumulto de gente y se ponían frente a mí. ¡Wow! hermanos… ¿eh? Odioso padre que anda repartiendo belleza a chicos que llevan mi misma sangre. Me di la media vuelta y comencé a caminar hacia el puente Williamsburg. Mire por sobre mi hombro y me di cuenta que el grupito de hermosas criaturas me seguían. Al parecer yo era la que había tocado menor parte de la belleza de papá. La belleza de mis hermanos no se comparaba con mi inminente falta de gracia. Llegamos al puente y me di cuenta que estaba en aprietos. No sabía qué hacer. Necesitábamos un plan, de seguro, pero yo no era buena en eso ¿Cómo podría yo, una chica ordinaria y debilucha, organizar un grupo de chicos con una elevada fuente de testosterona? De pronto, se vino a mi mente una respuesta razonable. Por alguna razón me habían escogido a mí en representación de la cabaña de Apolo, aunque… yo era la única chica… ¡Oh cielos! ¿por que todo me resultaba tan complicado?
— Así es que… tenemos una hermanita, ¿eh? — dijo uno de los chicos que iba en frente. El chico me miraba de pies a cabeza con una sonrisa de oreja a oreja.
— Esto… sí — dije poniéndome de mil nervios — al parecer soy la única hija de Apolo hasta hora, por ello he sido elegida para guiarlos y organizarlos, pero no me vendría nada mal una pequeña ayuda, ¿saben? — les expliqué atropellando mis propias palabras — ¿alguno tiene un plan?.
— Primero que todo, seria bueno conocer el nombre de nuestra pequeña y hermosa hermanita — todos rieron ante el comentario de otro de mis hermanos.
— Mi nombre es Clarissa Foster — me presenté.
— Interesante… y ¿como te llamamos, Clarissa? — preguntó el mismo chico que había preguntado mi nombre. — ¿Clary? ¿Issa? ¿Guía? — todos reímos ante el último apodo, incluyéndome.
— Eso da lo mismo — sonreí, estos chicos me agradaban. Quizá no era tan malo estar rodeada de un grupo no menor de hermanos. Siempre había querido un hermano mayor y ahora tenía… muchos hermanos. — sé que son muchos, pero me gustaría conocer sus nombres — agregué.
— Soy Eric — dijo el chico de los apodos.
— Marcus — agregó el chico que había hablado de los primeros.
— Alexandre —
— Henry —
— Charlie — y así siguieron presentándose uno por uno. Algún día lograría aprenderme sus nombres de memoria… Algún día.
Terminadas la presentaciones, decidimos que íbamos a aguardar en el puente y a orillas del río. Nos debatimos entre separarnos o mantenernos unidos. Definitivamente no éramos suficientes para cubrir la longitud del puente, eso era imposible, por lo que decidimos mantenernos juntos. El puente conectaba Brooklyn y Manhattan. Les pedí que nos quedáramos en la salida de Brooklyn. Temía que algo le pasara a Marriane puesto que nuestra casa estaba en el corazón de Brooklyn. Decidimos que nos turnaríamos para hacer vigilia a la entrada del punte, mientras que el resto iba a estar en el césped a orillas del rio Este descansando para luego hacer vigilia. Por lo que había escuchado, el ataque había comenzado, así es que no podíamos bajar la guardia. Me ofrecí en el segundo grupo para hacer vigilia junto a Eric, Marcus, Henry, Alexandre y Thomas. Cada uno tenía en sus manos el arco que había fabricado nuestro padre. Me senté con la espalda apoyada en uno de los árboles para intentar descansar, pero esos intentos se vieron interrumpidos por una flecha que pasó rozando mi oreja derecha. Me levanté a toda velocidad y mire desde donde provenía la flecha.
— Los siento mucho, no sabia que estabas ahí — dijo Henry avergonzado — estaba practicando — señaló el arco. Miré la marca de el árbol que había hecho con pintura blanca. Vaya… este chico tenía problemas de puntería.
— Ya veo… solo falto un poco de precisión — lo consolé.
— ¿Un poco? — preguntó — seamos realistas, no sirvo para esto.
— Claro que sí, nuestro padre nos ha heredado esa habilidad, solo tienes que pulirla — le alenté.
— Yo no heredé esa habilidad, Clary — dijo — lo mío es la habilidad con la siembra y la música —agregó cabreado.
— Quizá podría ayudarte a mejorar — le ofrecí dedicándole una sonrisa de medio lado.
— No me interesa la caridad por pena. Además, no creo que seas lo suficientemente buena como lo crees — escupió esquivándome y caminando hacia el árbol para recoger sus flechas. Molesta por su comentario, tome mi arco, enganché mi flecha, esperé a que levantara su cabeza y lancé la flecha al centro del blanco que justo quedaba a la altura del espacio entre su cuello y su clavícula. El chico se quedó quieto un momento y luego se giró confundido. Le sostuve la mirada desafiante por un momento y luego caminé en su dirección pasando por su lado. Cuando me tuvo a su altura, me tomo de la muñeca y me detuvo. Lo miré confundida.
— Ayúdame — dijo sin mirarme. Tiré de mi muñeca para soltarme, no iba a seguir sus ordenes. El chico apretó su amarre aún mas —…por favor — agregó mirándome a la cara. Lo medité unos segundos y luego asentí.

Luego de pasar unas cuantas horas de la madrugada enseñando a Henry a manipular el arco y la flecha, al menos logre que diera en el blanco una vez. Eso ya era un gran avance. Luego el chico se integró al grupo de vigilancia y yo me alejé del grupo. Me encantaban las noches Neoyorquinas ya que las interminables luces de la ciudad cosmopolita iluminaban los cielos cuán rayos de sol. La luna llena se veía hermosa reflejada en las aguas del East River y todo estaba en completo silencio. De pronto, cuando me puse en cuclillas para lavarme las manos, sentí el sonido de pisadas en la hierba seca. Me giré rápidamente cogiendo una de mis flechas colgadas en mi espalda y la acomodé en mi arco dispuesta a disparar.
— No, no, no, no, no — dijo la voz de una chica que conocía perfectamente. — ¡no dispares! — gritó nuevamente — no dispares… soy yo — dijo Serena con las manos en alto acercándose.
— ¡Serena! — grité alegre de ver al menos un rostro que me resultaba familiar y agradable. Corrí hacia ella y la abracé de impulso.
— Vaya recibimiento … — dijo sorprendida — gracias por ese bonito recibimiento, nadie se alegra de verme, excepto Augustus — dijo la chica devolviéndome el abrazo.
— ¿Qué haces aquí? — pregunté.
— Hemos venido a ayudar — me sonrió.
— ¿Hemos? —.
— No inventes, Serena, yo no he venido a ayudar — dijo la voz de un chico tras Serena haciendo que esta se quedara con las palabras en su boca. Augustus se acercó a nosotras con ese aire de egocentrismo y majestuosidad.
— Entonces, ¿a qué has venido? — le interrogué.
— He venido por Kissha — respondió seco ¿Kissha? — ¿sabes donde está? — preguntó.
— La última vez que la vi, estábamos fuera del portal del Monte Olimpo — respondí.
— Gracias — dijo el rubio — nos vemos Sery — agregó dandole un beso en el cabello a su hermana para luego salir corriendo en busca de Kissha…
— ¡Vaya! — exclame para romper el silencio —que romántico es tu hermano — finalicé. Serena me miro con cara de: “¿que demonios?”
— ¿De que carajos estás hablando, Clary?
— Ya sabes… el chico que solo se une a la causa, a la lucha, por su enamorada —le expliqué — para que no salga lastimada y bla bla bla.
— Claro… entiendo… — dijo mirándome con cara de asco — si fuera incesto — terminó.
— ¿Que tiene que ver el incesto aquí, Serena?
— Es su prima, Clary — aclaró — es su prima en el mundo mortal. La madre de Gus es hermana de la madre de Kissha, po… —
— ¡Foster, el puente! — gritó uno de mis hermanos por sobre la voz de Serena. La rubia y yo dirigimos la mirada hacia el punte, justo en el lado que conectaba con Manhattan. Una criatura horripilante de rostro y torso femenino pero con cuerpo de serpiente avanzaba por sobre una especie de niebla hacia el centro del gran puente.
— Estamos muertos — dijo serena en voz baja — nos va a matar a todos — agregó.
— No seas pesimista — le reproché.
— Es Equidna, la madre de los monstruos de la mitología griega — aclaró. De pronto, comenzaron a salir mas cosas desde la niebla sobre la cuál, la criatura se posaba — ¿ves? en estos momentos está pariendo Quimeras,  Basiliscos y Anfisbenas. Nos hemos ido a la mierda.
— ¿Algún consejo? — pregunté mientras corríamos hacia el puente.
— Claro, toma apuntes — comenzó — primero, a la cosa que parece serpiente con cabeza de gallina, no la mires a los ojos. Segundo, no permitas que aquella cosa que tiene dos cabezas te clave los colmillos, es venenoso y por nada del mundo le cortes una de sus cabezas, se regenera — sobre el puente, la cosa no pintaba para nada bien, la gente corría hacia todos lados, algunos, incluso se tiraban al rio y ya no habían automóviles. Mis hermanos estaban repartidos entre las dos vías de automóviles y dos de ellos estaban ayudando a la gente a salir de la línea de peatones — Tercero, esa cosa con patas de águilas, cabeza de león con cuernos de cabra y una cola de donde sale una serpiente, es una Quimera, verás que lanza fuego por su boca, pero ojo, no te pongas frente a su culo, las llamas son aún peores.
— ¿Me estás diciendo que lanza llamas por el culo? — pregunté. Serena no alcanzo a responder, pues un basilisco aminoraba su vuelo y se posaba justo frente a nosotras.
— ¡No lo mires a los ojos! — gritó la chica mientras nos agachábamos. Saqué una flecha, la ajusté en la cuerda del arco y la lancé justo en su cuello con la esperanza de que el monstruo tuviera yugular. Para mi suerte, el Basilisco sí la tenía ya que comenzó a caer una gran cantidad de sangre espesa y prácticamente negra. El suelo tembló bajo nuestros pies en cuanto la asquerosa serpiente con cabeza de gallina cayó al suelo. Cuando unos pajarracos pasaron por nuestras cabezas, la cosa comenzó a pintar de mal en peor. — ¡Arpías! — Gritó Serena. Para nuestro beneficio, las aves siguieron su camino desde Manhattan hacia el interior de Brooklyn. Oh no… — ¡Clary, concéntrate! — gritó Serena. Miré hacia delante y otro basilisco se nos acercaba. Delante del ser mitológico, corría un horrorizado Henry en dirección contraria a la mía.
— ¡Henry! — grité cuando pasó por mi lado sin detenerse. Miré hacia atrás. El chico seguía corriendo, siguiendo el vuelo de las Arpías hacia el centro de Brooklyn.
— ¡Clary! — gritó la hija de Afrodita. Me giré hacia ella. La bella joven estaba de rodillas al piso con los ojos cerrados y espada en mano mientras el basilisco se abalanzaba sobre ella. Repetí la acción que había echo anteriormente y el monstruo calló junto a Serena. Ayude a la chica a levantarse para luego dirigir nuestras miradas hacia la salida a Manhattan. Las bestias seguían multiplicandos… esto no acabaría pronto.

He peleado cientos de batallas. Me aventuré por la ciudad con sólo siete años. Se supone que diariamente nos enfrentamos a cosas cómo estas, creo que la única diferencia es que La ciudad, el mundo, el Olimpo, el Campamento dependían de siete adolescentes.

La invasión comienza a hacerse notar. Me sobresalte al escuchar detrás de nosotras un par de voces. Por acción involuntaria llevé mi mano a mi cintura donde tenía envainado mi cuchillo, pero toda mi expresión cambió al ver de quienes se trataban. Frente a nosotras, casi todo el campamento había venido.

Jason encabezaba una de las filas, muchos campistas yacían armados y preparados para lo que se estaba avecinando. Me sorprendió ver a los Stoll dirigiendo una de las dichas filas. De pronto la multitud empezó a desplazarse y a removerse, saliendo de ella ¡Percy!

Sentí una alegría incomprensible, como si por el hecho de que él estuviera sentía que todo iba estar bien. Las palabras de Afrodita resonaban en mi cabeza, ¡no esto está mal, concéntrate Annabeth!, reprendió mi mente.

—Hola—saludó Percy — ¿Algún plan?

Ya había repasado mentalmente millones de planes, pero estar frente a la guerra, te hacen desechar la mayoría.

—Dividirnos, ir por grupos, quizás por cabañas—contesté tratando de sonar fuerte, lo cual es difícil teniendo tanta miradas en parte de miedo, esperanza, valor, fastidio sobre ti. A quien engañare la intensa mirada de Percy sobre mí no me ponía las cosas fáciles.

Todos asintieron, comprendiendo de qué iba esto. El ambiente que nos rodeaba a pesar de estar algo calmado se sentía pesado.

— ¿Qué les pasa? —preguntó Cassie. Paseé mi vista por la calle alrededor de nosotros, las personas parecían dormidas, inconscientes de lo que pasaba.  
—Es Morfeo, Grover me habló sobre él, se pasó al lado de Cronos—contestó Percy. Era una buena jugada de parte del titán, no pude evitar pensar en ¿donde estará metido Grover?,de seguro se prepara con otros sátiros para venir hasta acá.
—Comienza la invasión— escuché a Jason a hablar.

Era cierto, era momento de luchar, me apresuré a armar una estrategia mentalizando cada sitio en Manhattan y las afueras de New York.
Conté las cabañas, ¡No es posible! , la cabaña de Ares, Clarisse, por muy poco agradable que fuera, tenía excelentes defensas.

Ya Clary junto con sus hermanos habían partido hacia el puente Williamsburg, como les había indicado, menos  Will Solace que se había quedado cerca del Empire State por si había algún herido.

La cabaña de Deméter se fue con Katie encabezándola. Un sitio menos, la cabaña de Hermes por tener siempre nueva entrada de campistas, era más grande.

—Luna y Travis, lleven la mitad de la cabaña al puente Brooklyn—les indiqué, para luego dirigirme hacia el otro grupo de la misma cabaña—Connor ,tú y Jason lleven la otra mitad al puente de Manhattan. ¡Nada de saquear!

Ya quedaban menos chicos, me inquietaba mucho el hecho de que todavía faltaban zonas. Esperé que la cabaña de Afrodita no cayera rápido, aunque teniendo a Silena al frente, no pasaría nada, espero.

Suspiré. Ya cada quien había salido con su cabaña, Ari  y kissha, lo mejor es que fueran juntas  la cabaña de Ares no estaba, y Kissha prácticamente estaba sola en la suya, bueno con Jason, pero a él lo movilicé con la cabaña de Hermes. Que curiosamente él, Connor y su grupo seguía  cerca de nosotros

Me dirigí hasta ellas dándoles las indicaciones, observé que Malcom no había ido junto a nuestra cabaña.

—Activa lo que te explique— le dije, él asintió. Espero que el plan 23 funcione
—Falta el túnel Lincoln—repliqué
—De eso nos encargamos nosotras—exclamó Thalia, llegando junto con las cazadoras de Artemisa. Saludó a sus hermanos para luego dar coordenadas a las cazadoras.
—Bien, Cassie, tú y Alex ir…

No terminé de hablar cuando la hija de Poseidón protestó.
En cuestión de segundos Alex se encontraba discutiendo con Cassie, todos mirábamos la escena asombrados, quería detenerlas, pero, en eso parte del suelo se abrió y emergieron un ejército completo de esqueletos.

— ¿Crees que le tengo miedo a tus estúpidos guardias?—la risa de Alexandra aumentaba, con una mano provocó una gran ola derribando al ejercito de esqueletos—No eres nada, no podrás atacar a Cronos, sólo porque está en el cuerpo de tu amorcito— espetó con burla. Miré a Cassie, si para mí era ya un poco difícil enfrentar a Cronos siendo Luke, para Cassie seria súper más difícil,con todo lo que había pasado entre ellos dos, lo que me temía era la furia acumulada en los ojos de la hija de Hades, agarró su espada, Alex se preparó con un collar en manos.

Antes que algo pasara, Kissha se apartó de nosotros y se interpuso en medio de Cassandra y de Alexandra.
Logró hacerlas reflexionar, o por lo menos calmarlas, a regañadientes obedeció a las palabras de la hija de Zeus.

Sólo pido, que por favor no se maten durante su guardia, un punto bueno a su favor era que vigilarían el mar, y por
ende Alex se movía muy bien allí, pero también era malo considerando que odia a Cassie, y por si fuera poco ella también tiene mucho poder por ser hija de Hades, dos hijas de los tres grandes en conflicto puede destruir tanto como el ejército de Cronos. Ojalá no se maten.

Ya Kissha junto a Ari y mi hermano se habían ido a su puesto. Divisé a Alex y Cassie alejándose.

—Bien, ¿qué punto cubriremos nosotros? —inquirió Percy. Que estaba junto a mí. Y acaso dijo ¿nosotros?

Desvié mi mirada observando toda la quinta avenida,que yacía asolada, con pequeños incendios, autos y edificios destrozados. No tenía el valor para mirarle.

—Esta zona, no pueden llegar al Olimpo—aseveré algo nerviosa.

Justo en ese momento galopando llega hasta nosotros Quirón, y ¿esa...esa era…? , ¡No, no podía ser ella!

—Mis hermanos, ya se aproximan a ayudar—anunció el centauro
— ¿Qué hace ella aquí? —espeté, viendo a la pelirroja encima del lomo de Quirón, ignorando lo que nuestro maestro había dicho.

Percy me miró.
—Annabeth…
— ¡Oh querida!, la señorita Dare, tiene excelentes intuiciones—interrumpió Quirón a Percy.
—Bueno, yo…yo no quiero ser estorbo, pero si mi sueño es cierto…—empezó a hablar Rachel.
— ¿Sueño que sueño? —inquirí, sin dejar que terminara de hablar.
—Lo mejor es que Rachel vaya con Will, al Empire State, allí estará segura, por los momentos, es mejor así—habló Quirón indicándole a Rcahel que fuera al edificio.

Rachel primero se rehusó pero luego asintió, una vez de pie, se acercó a Percy y lo abrazó, creo que le susurró algo al oído.
Mis mejillas ardían, por un momento perdí el control de mi cuerpo, al ver semejante escena, no me gustaba ver a Rachel cerca de nosotros...cerca...de él  ¡dioses, que me sucedía!
Percy pareció contestarle, y ella se giró sobre sus talones y fue corriendo hasta el edificio.

Ya se había vuelto bastante incomodo el ambiente.Me aclaré la garganta y me volví hacia Quirón

— ¿Qué sueño es ese? —intenté pronunciar. Él posó sus ojos al frente, toda la ciudad se veía destruida, luego volvió a mirarme y sonrió pacíficamente ¿Cómo lograba hacerlo en un momento así?
—Es lo de menos Annabeth, ¿recibieron la bendición de los dioses? —dijo
—Sí, y espero que sea útil… ¿aguarda cómo los sabes?, ¿ella lo vio? —volví a preguntar

El centauro esbozó una pequeña sonrisa, suficiente, ¿acaso se estaba burlando de mí?

El suelo comenzó a temblar, algo se avecinaba, me giré. Para observar cómo se acercaban unas especies de serpientes, con cuerpo de dragón y varias cabezas, poseían varios colmillos y su piel era de color pardo.

—Hidras—murmuró Quirón
—Nosotros nos encargamos—musitó Percy, sacando de su bolsillo, un bolígrafo, que tomaba forma de espada, contracorriente.
Saque de mi bolsillo  mi gorra, y desenvaine mi cuchillo. Lo último que quería eran Hidras, por cada cabeza cortada de ellas, se regeneran dos.

— ¡Ataquemos! —dije. Percy asintió y corrimos hacia las enormes serpientes, eran tres, si ya una era insoportable otras dos, era peor… Volteé para observar que Quirón combatía cerca del enorme edificio con una harpía. Fijé de nuevo mi vista en la bestia.

No era la primera vez que andaba hombro a hombro con Percy, lo miré  y el pareció captar el plan, por lo cual asintió.

—Yo por la derecha y tú la izquierda, Sesos de Algas—indiqué. Sonrió, no tenía en cierto el por qué, pero acto seguido se abalanzó sobre la criatura.

Me puse mi gorra para volverme invisible, y atacar a la que se encontraba a mi lado derecho. Mientras más rápido mejor, todavía quedaba una destrozando la avenida.

Le llegue cerca de una de las cabezas, la Hidra se retorcía y se movía continuamente, escupiendo ese asqueroso y mortal aliento.
Empuñé mi cuchillo por el costado, debajo de sus alas, lo que provocó que emitiera un sonido aun peor, retorció una de las alas hacia mí, intenté apartarme pero me mando al suelo, aunque no me viera parecía que podía olerme.

Mi respiración era agitada, me puse nuevamente en pie, dispuesta en acabar con ella, logre ver que Percy batallaba con la otra Hidra. Pero no visualizaba a la tercera.

Apreté con más fuerza mi cuchillo, y me acerque nuevamente a la criatura. Todo se estremecía de la nada, como si algo mayor estuviera llegando.

— ¡No puede ser! —susurré. Al ver que desde lejos, encima de uno de los puentes, se acercaba un ¿Drakon?, estaba demasiado lejos para visualizarlo bien, pero aquel tamaño y energía, era imposible que fuera un dragón común. Observé de nuevo al monstruo con el que peleaba

Salté por encima de la Hidra, nunca imagine que cabalgaría una cosa tan espantosa, me costaba mantenerme sobre ella, pero si era la única manera, de regresarla al Tártaro, pues bien, así será. De pronto recordé fuego, la única manera de derrotarlas. ¿De dónde sacaríamos suficiente llamas?, No lo sabía, la ciudad estaba llena de ellas, pero no bastaría.  Lo cierto es que apenas era el comienzo de esta batalla.

Mi muerte llegara pronto, os lo aseguro. Alex y yo nos destruiremos mutuamente antes de que la luna llegue al cielo y remplace al sol, si no ocurre eso, quizas sea un gran milagro. No se ni siquiera como piensa Annabeth que Alexandra y yo podriamos ayudarnos, aunque Alexandran tenia razón, no tenia utilidad con el mar. La segui y llegamos al gran Atlantico. Nunca habia estado tan cerca del mar como en este momento. 

Me hubiese gustado criarme con mi madre, y no en el maldito orfanato. Me gustaria saber mi historia, como acabe allí, pero ahora no es tiempo de pensar en eso. Veia un barco a lo lejos acercandose poco a poco a nosotras. Mire a Alex, ¿que tenia pensado hacer?

- Alex- la llame, ella solto un gruñido que lo tome porque un qué.- ¿Que tienes pensado hacer?

- Esperar que tu no me estorbes, y provocar un maremoto.- dijo algo enfadada, se notaba en su voz. 

- Genial, pero aunque logres volcar el barco los monstruos llegaran aqui igualmente, tienen de su lado a Hecate.

- ¿Por qué tienes que ser siempre tan negativa?- me pregunto furiosa. 

- No estoy siendo negativa, estoy siendo sincera-le grite- Necesitamos crear una explosion con fuego griego, eso debilitara a la diosa- le dije

- ¿Como sabes eso? ¿Llevas años fuera del campamento?-pregunto.

- Hades me enseñaba- no me salia del cuerpo llamarle padre. 

Me agacho cojiendo un poco de hierba seca, la aprieto en mis manos concentrandome en ella, luego lentamente las abro y el fuego verde aparece en ellas. 

- Si consigues crear una gran ola, y yo consigo alzar lo suficiente el fuego podriamos llegar a crear la explosion que necesitamos. 

- No creo que funcione- dijo ella 

- ¿Quien esta siendo ahora la negativa?- pregunte

Me rio suavemente, pero Alexandra empieza a mirarme como si intentara matarme con su mirada. ¡Que dificil es Alex! ¡Solo quiero intentar ser su amiga!

- Vete a  la mierda- refunfuño ella

- Venga Alex, solo intento ayudar- le dije 

- ¡Pues no lo haces!- me grito.- Solo callate, tu idea es buena, pero no significa nada, Mindway. 

Bien, pasamos de llamarme por mi nombre a mi apellido, creo que esto va de peor a fatal. La miro que se concentra en el mar, que sus ojos se centrar en un punto fijo del oceano, en unos minutos el barco donde los monstruos se encuentran esta rodeado de grandes columnas de agua. 

- Tu turno- me habla sin perder la concentración.

Voy hacia un arbol cercano y cojo varias ramas del suelo. Las aprieto en mi mano, y vuelve a ocurrir lo mismo, en ellas aparece el fuego griego. Lo alzo, lo alzo todo lo que puedo, pero sera imposible llegar desde donde estoy. Mi idea es una locura, lo sé. Es una mala idea pero es lo único que se me ocurre. 

- Lo siento Alex- le dije, entonces desapareci entre las sombras, oí su grito a lo lejos, pero era demasiado tarde, ya me encontraba en el barco. 

Los monstruo empezaban a acercarse a mí, pero parecían algo atemorizados por el fuego, fue entoces cuando solte el fuego contra la gran cortina de fuego. Cerre los ojos esperando la gran explosion que llego en apenas unos segundos. El barco exploto y yo me caí al oceano. 


- Mierda Cassandra, despierta- oí una voz a lo lejos. ¿No me habia muerto?

Abri los ojos lentamente y vi a Alex ahi parada mirandome como si en cualquier momento me fuera a tirar por un precipicio. 

- ¡Estas loca!- me grito

- ¿Funciono?-pregunte ignorandolo dicho antes. 

- Sí, pero escuchame, cometiste una gran locura- me dijo preocupada

- ¿Estas preocupada por mi?-pregunte riendome

- ¿Que? No, vete a la mierda- dijo alejandose de mí- Preparate volvemos al Empire.

Me levanto del blando suelo y observo mis ropas, todas estan empapadas, al parecer debia de haber caido al oceano. Gracias a Poseidon por no matarme, y ahora lo recuerdo, la bendicion de los dioses. La bendicion me habia salvado la vida, porque espero que muchos de los que iban en el barco hayan muerto o se hayan ahogado. 

Alex seguia distante, sabia que estaba molesta por lo que habia hecho, quizas porque eso no estaba en el plan, pero no me importaba un mierda. ¡Lo habiamos conseguido! Eso era lo que en este momento importaba, el camino no se hizo largo como antes, sino que en apenas unos minutos estabamos en el hotel donde teniamos la base. 

El hotel estaba a dos manzanas del Empire State, era bastante grande y como todos estaban dormidos no pasaria nada. Kissha nos recibio, tenia algunas pequeñas heridas en los brazos y en la cara, pero parecia igual que antes.

- Parece un milagro que ambas esteis vivas- dijo ella sorprendida

- Diselo a doña Cometo Locuras- refunfuño Alex- Me voy a hacer algo que no sea aguantarla. 

- ¿Qué hiciste?-pregunto Kissha. 

- Nada de lo que arrepentirse, estoy viva y muchos de los monstruos en el fondo del tartaro así que no hay que preocuparse- le dije

- Intenta no volver hacerlo, necesitamos a las 7- dijo con una sonrisa y se fue hacia el comedor. 

Una hija de Afrodita se acerco a mí, creo que su nombre era Serena, o Silena, no se quizas Selena. 

- Cassandra, ¿verdad?- me pregunto, asenti con la cabeza- Te dejaron esta carta.

Me la entrego y se fue. ¿Quien me mandaria una carta en medio de una batalla? En el sobre traia Cassandra, con un ligera caligrafia. Abri la carta y la cojí. Era un pequeño trozo de papel. Comence a leerla, apenas habian unas dos lineas, pero era suficiente para que un gran escalofrio recorriera mi columna. "Aún puedes unirte y salvarte, piensa rápido el tiempo corre" 

Tiempo estaba reenmarcado, era obvio que el mismo Kronos me la habia mandando. Pero yo ya habia elegido mi sitio, y por supuesto que lo iba a salvar, pero no necesitaba ayuda de nadie. 

Me acerque al comedor, y coji un pequeño vaso de nectar, necesitaba energia despues de este día.