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Bellanova University} Inscripciones cerradas.
O W N :: Novelas colectivas :: Novelas colectivas :: Novelas Colectivas :: Inscripciones / audiciones
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Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Me gusto mucho la idea, [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] creo que iré por Evan Peters y Elle Fanning, aún no sé, Ana fue por Aaron y Mari por Hayley x2 (?). Well luego te paso les paso el escrito chicas.
ceonella.
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Elle una de las preciosas de las fanning
Hooooolú Bereeee c:
Hooooolú Bereeee c:
Invitado
Invitado
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
XD Plz, espera amor. Trassú tiene que enviarme un eme pé para comenzar a aceptar o denegar.
Invitado
Invitado
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Asomamamsdk estuve malita, pero quería recordarte, Rachy, que te amo.
blake.
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Espero que te hayas recuperado, Rochy. Te amo mucho más... por cierto, ¿que tenías?
Invitado
Invitado
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Una tontería. Bueno, en realidad, no tanto. Si te digo la verdad, no estaba enferma de cuerpo, sino de mente. Es complicado sí no lo has vivido, pero imagino que tú podrás entenderme.
blake.
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Espero que te encuentres bien. T entiendo, muchas veces suele pasarme eso.
Invitado
Invitado
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Sí, intentó estarlo. De momento, estoy estable que es lo mejor que puedo decir en estos momentos.
blake.
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Rach escribí racho xd y Trassú, here is:
Evan Peters; Elle Fanning; Jake Bugg; Taissa Fatmiga.
Evan Peters; Elle Fanning; Jake Bugg; Taissa Fatmiga.
- glee; nueva generación.:
- Capítulo 002.McKingley High, no sé mucho de esa escuela. El amigo de mi papá, will schuester, me recomendó esta escuela, aún así nunca me gusto ser "la nueva", es como ser un bicho raro. Espero que no este lleno de esas personas que se creen geniales, y causan la superioridad. Dios, los odio. Un par de botas y la misma ropa de siempre, simple y cómoda. No me preocupaba mucho lo que pensaran de mi, pero me dijeron mucho acerca de esa secundaria, veremos que me espera. Fui a la cocina, de seguro papá ya se había ido a trabajar, tomé un poco de jugo y me fui caminando como siempre me gusto hacerlo.
Bien aquí te encuentras Frances, haha, que escuela. No entiendo la razón de las miradas de los demás, basta con ignorarlos. Desde lejos venían unos chicos con chaquetas, no de cuero, esas de deporte. Pasaban y empujaban a todos aquellos que estén en "su" camino, demostraban mucho confianza a si mismo, esto causaba la impresión de su arrogancia. Eran cuatro, pero era obvio que faltaban, uno rubio al medio
—Miren miren chicos, eres nueva ¿verdad?—
—Y tu eres un egocéntrico ¿verdad?—
—Uhhh..—dijeron las demás personas que se hacían presentes en el pasillo.
Su confianzuda mirada cambio a una confundida mientras yo solo sonreía satisfecha hasta que los cuatro me tiraron algo que no pude reconocer, pero era frío y pegajoso, hoy te habían "golpeado" Frances. Muchos comenzaron a reír además de aquellos cuatro chicos, luego se fueron dejándome con la boca abierta de sorpresa y toda mojada por lo que lanzaron. Obviamente corrí al baño.
Luego de que el color de aquella cosa cambiara y se secar mi pelo y mi ropa, salí. Cerca de la puerta vi unas tablillas con distintas inscripciones, clubes y demás. ¿Club Glee? ¿Qué era eso? El profesor de nombre Finn Hudson, es del que me hablo el amigo de papá. ¿por qué no entrar? Se veía entretenido.
'Frances Harrison' escribí cerca de otro nombre con una estrella, bien, se notaba el talento en esa pequeña estrellita dorada.
—¿vas a entrar al club Glee?—preguntó alguien detrás mio.Capítulo 006.No podría bajarme a ese nivel.
—¡Ya en serio! Deja ese jugo —dijo Frances entre risas, ambos reían.
—¿Y qué pasa si no lo hago?—la miró desafiadamente mientras tiene le jugo listo para tirárselo.
—Me tiras a penas una gotita del jugo y te castro.—con firmeza dijo cada palabra, parecía una guerra de vaqueros de los años 70.
—No te atreverías, además, valgo oro—dijo otra vez entre risas, ambos. Después de tenerla acorralada le devolvió su jugo y la tranquilidad volvió, salvo cuando escucharon la puerta de salidas de emergencia abrirse, era Elizabeth.
—Ah no, esto es increíble, ¡¿ahora con la perdedora?!—dijo Eli amenazante mientras cogía a Frances del brazo y fuerte.
—¡Oye suéltame! ¿quién te crees?—
—Oh sí pelea de gatas—gritó emocionado Brian mientras levantaba su puño en signo de pelea y diversión, algo que confundió a las chicas.
—¡Brian no! Lamento acabar tu diversión pero creo que debes manejar a tu noviesita.—mientras se soltaba del agarre de Elizabeth, Frances comenzaba camino otra vez hacía adentro.•••
Prendí un cigarrillo y me adentre al pasillo, faltaba poco para el timbre y para las audiciones del club Glee, no es de mi mucho interés pero debía distraerme y ese club demostraba futuro. Tal vez entre al de las porrista, solo para molestarlas, era gracioso verlas volverse locas por no encontrar su maquillaje. Para esperar un poco de los minutos que faltaban, mientras esperaba, solo miraba sus comportamientos. ¿Cómo era posible que sea tan.. “perfectos”? Sus vidas, no tienen preocupaciones, la mía es un completo desorden, ellos disfrutan y crean, eso se nota. La duda invadía mi cuerpo, todo el tiempo.A lo único que temo, es a fallar.
Posé mis manos sobre las ruedas mientras trataba de avanzar hacía mi casillero, las miradas se posaban en mi, no por tener algo especial o “cool”, de hecho era la terrible silla de ruedas en la cual estaba sentado. La gente pensaba que era un monstruo, para nada, soy solo una persona normal. Tenía la tranquilidad y confianza a pegadas a mi sonrisa, hasta que aparecieron los chicos del equipo de fútbol, dios.
—Hey miren, es el loco de la silla, ¿qué onda?—dijo entre risas mientras me epgaba en la frente con un poco de delicadeza, muy poca.
—¿Sabes? No quiero tener problemas, espero que me dejen pasar.—le respondí al chico, creo que era el tal Niall, eso creo.
—¿Qué crees? Yo sí.—lo último lo dijo frunciendo el ceño para luego hacer como una señal para que los demás chicos, me tiraran slushy. Todos comenzaron a reír como siempre mientras yo me congelaba, no entendía el humor a todo esto. Cuando por fin pude abrir mis ojos, vi a la chica con la que hablé cuando sobre el club Glee, recuerdo cuando le pregunté si se iba a unir y ella solo asintió con la cabeza mientras sonreía, ella estaba decidida a ayudarme y eso me encantaba.
—Oye escucha, no debes prestarles atención, dejarán de molestarte, o eso espero.—dijo mientras cogía la silla para poder ayudarme.—Falta poco para la audición así que, vamos juntos, yo te ayudo.—sin más que decir yo solo sonreía, era increíble lo muy tonto que era para esto, y fue así como fuimos juntos al auditorio, esperaba con ansías escucharla cantar.
•••
—Bien, dime tu nombre y que vas a cantar.—dijo el profesor conocido como Finn, al ver que una chica se subía al escenario, era Frances.
—Soy Frances, y voy a cantar “Yesterday” de una de mis bandas favoritas, los Beatles.—dijo mostrando su sonrisa mientras se acercaba a recoger la guitarra que se encontraba cerca.
—Bien, adelante.—dijo para anotar algo en su libreta y poder escuchar a la joven.
Yesterday,
All my troubles seemed so far away,
Now it looks as though they're here to stay
Oh I believe in yesterday
Suddenly,
I'm not half the girl I used to be
There's a shadow hanging over me
Oh yesterday came suddenly
Why she had to go
I don't know, she wouldn't say
I said something wrong
now I'm long for yesterday
Yesterday,
Love was such an easy game to play
Now I need a place to hide away
Oh I believe in yesterday
Why she had to go
I don't know, she wouldn't say
I said something wrong
now I'm long for yesterday
Yesterday,
Love was such an easy game to play
Now I need a place to hide away
Oh I believe in yesterday
Al terminar solo quedo mirando al esperar la reacción del profesor, Finn. Al cantar se había notado cierta nostalgia y sentimiento en la canción, sí le había gustado a Finn, la voz era impresionante como la de muchos y se sentía el amor a la canción, Louis desde los asientos aplaudía con tanta emoción que daba risa. Ella lo había hecho genial y ahora le tocaba a Louis.
—Bien, dime tu nombre y que vas a cantar.—le dijo al chico sobre ruedas mientras el temblaba un poco por los nervios.
—Em-em, soy Louis, y voy a cantar That’s all right Mamma, de Elvis.—tartamudeo un poco para luego ponerse a pensar, estaba nervioso.
—Oh genial, bueno, anda chico, canta.—sonrió y luego anotó otra vez en su libreta.
Well, that's all right, mama
That's all right for you
That's all right mama, just anyway you do
Well, that's all right, that's all right.
That's all right now mama, anyway you do
Mama she done told me,
Papa done told me too
'Son, that gal your foolin' with,
She ain't no good for you'
But, that's all right, that's all right.
That's all right now mama, anyway you do
I'm leaving town, baby
I'm leaving town for sure
Well, then you won't be bothered with
Me hanging 'round your door
Well, that's all right, that's all right.
That's all right now mama, anyway you do
Al terminar Finn aplaudió al igual que Frances, lo había hecho demasiado bien, su voz era increíble y la canción iba con él, ambos hicieron canciones con guitarras salvo que Louis no la toco por la silla que lo impedía un poco, pero aún así llevaba el talento con él, posiblemente ya estaban en el club y ambos no tenían vergüenza.
- miss..:
- Capítulo dos.Deja que el especial de media noche me ilumine con su luz.
Esta bien.. Lea respira.. es solo una sesión, como todas las otras. ¡Dios! ¡¿de qué estoy hablando?! Mi carrera cambió, ellos cambiaron y tratan de cambiarme, la meta que más costó conseguir, se había vuelto en un infierno. Parece que ahora solo es “desnuda o nada”. La gente que apenas ayudaban, corría, pasaban con ropa que apenas cubría mi cuerpo y me habían dejado asustada y preocupada, como siempre, frente a un espejo con reflectores redondos a cada lado, mirándome con desprecio y asco, ¿qué estoy haciendo? La única manera de poder lograr estar en una estúpida revista, era esta, mostrando el cuerpo. Ya no era lo mismo levantarse temprano, tomar un poco de café y vestirse a gusto para una buena sesión de fotos, ahora estas, daban pena. Yo misma me daba pena, extrañaba a mis hermanos y por supuesto a mi papá, mudarme lejos, a la gran ciudad no había sido la mejor idea. Extrañaba a mi verdadera representante, Barbra, ella era mi ídola. ¿A quién tengo a ahora? Joan, la mujer más descuidada y repugnante en todo el mundo, que obviamente solo quiere dinero.. y hablando de roma, aquí viene la tortura.
—¡Niña! ¡¿Qué estas haciendo?! ¡Prepárate!—.me gritó moviendo su mano derecha porque la otra sostenía su estúpido celular.
—No me apetece hacer esta sesión—.Traté de ser lo más sincera posible.
—Oh vamos, ¿quién eres?—.respondió con la pregunta a la cual, ella misma tenía la respuesta.
—A lo que tu asumes, tu fuente de dinero, eso es la mierda que soy ahora, ¡por tu culpa!—. Me levanté de la silla para mirarla sin compasión alguna, nunca me calló bien esta mujer.
—¡Oh pero por favor! No decides que hacer aquí, solo prepárate sola porque no tenemos suficiente dinero como para organizar ayuda, ¿qué crees? Por tu culpa, anda, sales en 3 minutos, lo quieras o no ¿ok?—. Amenazó antes de girar sus tobillos e irse, sus pasos se escuchaban desde lejos gracias a sus tacos de aguja que por cierto, eran horribles. Meneaba la cadera para mostrar juventud.
Como ella misma me planteó, me preparé sola y sin ayuda, me coloqué la lencería que apenas tapaba mi cuerpo y salí hacía la sesión.
—Llegaste por fin—.bufó mi odioso compañero, Colton.
—Sí, lo que sea—. Respondí fría.
En eso llega Joan con decepción e su rostro mientras que yo y Colton mirábamos algo confundidos.
—Chicos, lamentablemente el fotógrafo tubo una “emergencia”—levantando sus dedos formando comillas en la palabra emergencia.
—¿Dices que no voy a posar frente a un pedófilo y con el niño porcelana? ¡Dios santo! ¡Gracias!—.corrí con la felicidad de un niño en Navidad a mi camerino.
—Se nota que odia esto—. Pronunciaron ambos al mismo tiempo.
Unos minutos después estaba en mi camerino vistiéndome y me apresuraba a llamar a mi papá, quería asegurarme de que estaba bien y contarle lo que me había provocado una sonrisa más larga que los Himalayas.
—¿Por qué sonríes tanto?—. Alguien habló riendo cerca de mi oído derecho lo que causo escalofríos.
—¡Adam! ¿Qué haces aquí?—. Dije luego de haber corrido y saltado sobre él más rápido que Forest Gump.
—Oh vamos Lea ¿a quién engañas? Odias este lugar, así que vine a buscarte para salir a descansar, podemos ir al bar ‘Especial de media noche’, hoy los pianistas hacen un especial de Billy Joel, ¿qué dices?—. Menciono par de ideas mientras me sonreía.
—Pues, si terminé de trabajar iría pero asumo que Joan no me va a dejar—. Un poco de lastima por desperdiciar una muy buena idea.
—Escápate, no es la primera vez que lo haces y admítelo, es divertido—. Respondió con una risa contagiosa.
—Esta bien, déjame preparar el bolso— sonreí mientras metía las cosas necesarias en un bolso de cuero.
Salimos juntos por la ventana, mientras cruzábamos yendo hacía el bar, pasábamos por las calles que estaban iluminadas por las luces de cada farol. No me preocupaba por Joan que seguramente me buscaba para solucionar cuentas o problemas, solo para eso. Quería despejar mi mente un tiempo, recordar y reflexionar, papá siempre me dijo “Si alguna vez estás en x ciudad, mejor será que te portes bien, mejor que no hagas apuestas, allí, mejor que no armes bronca, o el sheriff te cogerá. Y sus muchachos te humillarán. Y cuando quieras darte cuenta, bonita, vas camino a la cárcel” era obviamente parte de una canción pero iba perfecta para el humor de mi papá, una pequeña sonrisa formaron mis labios al recordarlo, mejor será que te portes bien Lea.Capítulo siete.Don't waste your time on me you're already the voice inside my head.
Cuando llegué a casa, lo único que quería hacer era descansar, obviamente mi cuerpo estaba agotado al igual que mi cabeza y yo misma. Solo quería estar sin gente, sola, ya era tiempo de descansar, tiempo para mi. Dejé mi bolso sobre la mesita de luz cerca de una foto, dios.. esa foto, la foto de mi ex novio. ¿Nombre? Dan Atwood, puede que el aya sido un gran idiota, pero aún así él era perfecto. ¿Dónde esta él? En un lugar mejor, seguramente. Bajé el cuadro, aunque lo ame, no quería verlo, nunca había sentido algo así por una persona, él era lo más especial para mi, gracias a él seguía con mis pies sobre la tierra, merecía muchas cosas, tan joven y no las obtuvo. Mis pensamientos desaparecieron gracias a un golpe seco a la puerta, Joan y Colton..
—¡Señorita! ¡Ábranos la puerta de inmediato!—la irritable voz de Joan habló por detrás de la puerta.
—Oye con más cuidado, debemos ser más amables para que nos responda..—Aún así se escuchaban los casi sollozos de Colton hablando con Joan.
—Aunque no quiera abrirles, aun así lo hago, pasen.—Me limite a decir mientras les aguardaba el paso.
—Bien, sabes perfectamente porque estamos aquí, ahora habla, ¿con quién te fuiste?—
—¿Por qué te diría si ya sé muy bien lo que podrían hacer?—
—¿Te cuesta entenderlo verdad? A nosotros nos tratas con respeto ¿ok? Soy tu representante y él tu compañero, ahora, anda, ¿con quién?—Le fulminé con una mirada mientras me quedaba en silencio, no quiera decirles.—¡Habla! Fue con el flacuchento de cabello oscuro ¿verdad?
—No te importa.
—Vamos Lea, dime por lo menos a mi.
—¿Por qué a ti Colton? Ignorante.
—Dime, ¿o quieres que le haga lo mismo a tu noviesito? ¿cómo era su nombre?—me miró sonriendo y luego miró a Joan, ella sabía la respuesta.
—Dan Atwood, el idiota de cabellera rubia, ¿con quién te abra cambiado? ¿Y si le pasa algo a tu amigo como lo que le pasó a dan? ¿Lo recuerdas?
—¡¿Cómo no olvidarle si él esta muerto?!—las lagrimas comenzaron a bajar, la sala quedo muda, ningún ruido acompañaba la noche. Colton bajó la mirada, tal vez se sentía arrepentido de lo que dijo, pero Joan solo recogió su bolso luego de haberlo dejado en la silla y acomodarse contra la pared.
—Bien, Colton, hoy te quedas con ella, mañana va a ser un largo día.—Largó un suspiro mientras se iba de la casa dejándonos a mi y a Colton solos, yo me percaté de decir algo, solo me senté en la cama mientras que él posaba su mirada en mi.-SEMI HOT.-
Pasaron, posiblemente dos horas de un incomodo silencio y la tensión se sentía, comencé a caminar por toda la casa, estaba nerviosa. Colton reposó su cuerpo en la cama como si estuviese en su propia casa mientras observaba como jugaba con mis dedos, mi pelo y corría en círculos por toda la casa. Prendí el televisor, lo apagué, fui a la cocina, salí de ahí, no tenía ni idea de que hacer para acabar mis nervios y poder iniciar una conversación con Colton, la incomodidad no me gustaba para nada.
—¿Sabes que así podrías romper el piso?—preguntó sin ningún problema, gracias, gracias por cortar el silencio.
—¿Em-em? ¿Qué?—tartamudeé, tratando de no confundir la situación.
—Nada—soltó una pequeña risa para luego acercase a mi—Y dime ¿yo fui quién te ayudó a olvidar a ese?—sonreía él idiota.
—Yo-yo nunca lo olvidé, ahora si puedes, suelta mi cadera.—
—¿Por qué? ¿Es ilegal?—dijo y así comenzó a depositar besos en mi cuello, puedo jurar que le grite ciertas cosas cuales no me gustaría repetir, sus manos acariciaban todo mi cuerpo y las mías trataban de alejarlas, alejarlo a él. No lo quería en mi, lo odiaba, pero su fuerza era más superior a la mía, si es que se le puede decir fuerza a lo que tengo de pequeños brazos.
ceonella.
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Ame la idea ^^
Madison Beer y Kendall Schmidt.
Madison Beer y Kendall Schmidt.
- Los Marginados:
- Tiiiiiiiiiiiiiip-Tiiiiiiiiiiiiiiiiiip
Si ese había sido el sonido de mi alarma, aun con los ojos cerrados estire mi brazo en dirección de mi mesa de noche fallando varias veces, hasta que al fin de con el botón del reloj, abrí mis ojos perezosamente, restregándolo varias veces hasta que por fin logre poner mi vista normal. Visualizando mejor mí cuarto, el típico cuarto de una chica millonaria; grande, paredes blancas y rosadas, un tocador, un armario blanco, y un candelabro colgado del techo de un blanco unos focos en forma de vela.
Unos fuertes taconeos daban la "hermosa" señal de que mi madre estaba camino a mi cuarto.
- Levántate de una vez llegaras o tarde a las pruebas de porristas - dijo para volver a salir de ahí. Si yo metía a mis padres diciéndole que soy la más popular de la escuela pues ellos jamás se darán cuenta digo nunca están en casa y para ellos tengo que ser la niña mimada de padres que usa shorts cortos y polos más arriba del ombligo, bueno mejor dicho las oxigenadas.
Me puse unas pantuflas blancas y a paso medio de zombie camine hasta el baño de mi habitación y al entrar lo primero que vi fue mi reflejo en el espejo, se me salió un pequeño grito - Por dios que horrible despierto - dije tocándome la cara, di unos pasos más para llegar a una tina, presione el botón que comenzaba a llenar la bañera, mientras arreglaba las cosas para maquillarme...ustedes se preguntaran maquillarme? pues yo odio hacerlo pero... ya verán que haré Al ver la ducha más o menos llena, subí el botón para detener el agua, me saque la pijama y primera toque el agua está caliente muy caliente pues parecía un sauna "Justo como me gusta" pensé.
Después de una ducha corta camine dejando rastros de gotas hasta mi tocados. Me mire en el espejo maquillándome y poniendo labial rosado, delineador solo un poco abajo de mis ojos, arregle mi tocador; y comencé a vestirme, me puse un short hasta la cintura, que era de un tono jean, un polo con cuello de camisa de bebe, unas pulseras, zapatillas converse y deje mi pelo suelto, en mi bolso metí ropa... ya sabrán porque; baje a la cocina donde me esperaba mi nana y mi odiosa madre.
-Querida tu madre me contó sobre el entrenamiento de animadoras, cuando le dirás la verdad - dijo susurrándome. Sí, mi nana o como le Digo yo Rache (Reich) sabía todo ella era como mi madre, pues la verdadera no me cae bien.
- Tranquila muy pronto se lo diré - Dije para que ella fuera de nuevo a la cocina - No comeré - Anuncie - Llego tarde a la práctica - dice con una sonrisa fingida para salir de la casa.
{...}
Cuando llegue a la escuela lo primero que hice fue correr hacia el baño, meterme dentro de unos de los vestidores y sacarme lo que tenía encima, me saque el short, me quede con las converse, me saque las pulseras solo dejando una de silicona, también me saque la blusa.
Me comencé a poner unos jeans oscuros, una blusa verde oliva un poco más clara y un saco plomo; metí todo en mi bolso y salí del baño.
Corrí un poco para no quedarme en los pasillos sola, pues también da algo de miedo. - Pero mira que tenemos aquí - una voz hablo detrás de mi espalda. Cerré mis ojos fuertemente rezando que no fuera Schmidt, voltee y para mi suerte no lo era.
- ¡¡Logan!! - Grite para acercarme a el - Hace mucho tiempo que no te veía - mire mi reloj una vez mas y HAY DIOS LLEGARE TARDE - ¿Que clase tienes? - pregunte con un toque de "Dímelo rápido".
- Literatura - Dijo observando su papel. - Perfecto - Le conteste yo también tenía esa clase, una sonrisa macabra se formó en mi rostro que hizo que el retrocediera unos pasos – ¡No no no! de mí no te salvas - dije para jalarlo bruscamente hacia la clase.
{...}
La clase estuvo algo aburrida pero con Lerman era más divertida pues conversábamos en susurros, él era mi mejor amigo pero siempre nos jodían que salíamos pero Iugh no saldría con Loggie nunca; no es feo pero no gracias.
- Sabes aún me duele el brazo - Dijo sobando su brazo con rapidez; - No seas una niña - Le dije para darle un manazo en el brazo; - Auch!! - Se quejó Logan.
- Pero miren quienes están ahí la parejita - Grito Schmidt.
- No le hagas caso, tendrías suerte de salir con esta dulzura - Dije susurrándole a Logan.
- Tu tendrías suerte de salir conmigo - Dijo el un poco más alto "Claro, claro" dije con un "Toque" de sarcasmo.
Nos sentamos en unas sillas, y comenzamos a platicar; hablábamos estupideces aunque solo Logan ponía caras estúpidas o así era su cara.
- Tu cara es así de estúpida - Dije riéndome
- Como si tu tuvieras una cara hermosa - Dijo el , se paró para dejar no sé qué cosa, al estar un poco más alejado de mí; voltee mi cabeza de nuevo para el lado de los populares pero, faltaba una; un chico donde estaba la chica desaparecida miraba por donde se había ido Logan.
- No, no, no, no - dije susurrando para mí, voltee mi cabeza lentamente a dirección donde se había ido Logan, me puse ambas manos en la boca, la chica que desapareció le había lanzado toda la comida, me iba a parar en su dirección pero sentí una espesa masa por mi espalda, si Schmidt me había tirado toda su comida.
- Que tal he los novios en las mismas circunstancias - Dijo el con su voz arrastrada y fría. Dos lagrimas amenazaban con salir de mis ojos, parece que ganaron esta batalla, varias lagrimas salían de mis ojos - Miren que paso la Friki tenía hambre demás - Dijo gritando, a lo que yo recibí varias miradas de burla. Lo único que se me ocurrió fue salir corriendo.
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- Que tal he los novios en las mismas circunstancias - Dijo el con su voz arrastrada y fría. Dos lagrimas amenazaban con salir de mis ojos, parece que ganaron esta batalla, varias lagrimas salían de mis ojos - Miren que paso la Friki tenia hambre demás - Dijo gritando, a lo que yo recibí varias miradas de burla. Lo único que se me ocurrió fue salir corriendo.
Kissha Schmidt
Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
- Capítulo de tu autoría:
- special ladies — sinopsis {nc}:
- Debatiendo entre jugar a favor de lo inevitable o tal vez dejarse llevar por sus convicciones, que eran el lado positivo de todo este desaliento, en otras palabras el atisbo de esperanza que estas chicas poco agraciadas esperaban… optaron por silenciar sus ideales mediante el correcto lineamiento que se había acordado previamente a la penúltima fase de todo este casi cotidiano plan macabro.
Algo de lo que no estaban conscientes era de qué parte de su cabeza era atormentada por la mínima y comprensiva voz que retumbaba en sus oídos, exigiendo con una fuerza que creían muy convincente a pesar de que consideraron que se estaban volviendo locos, que se detuvieran a pensar un poco lo que estaban haciendo. ¿Eran tan egoístas y subestimados como para vender la libertad de cualquiera de esas chicas? Eso no lo sabían en concreto, pero el más feroz y vivaz deseo de protección se plantó desde la punta de sus cabellos hasta el tuétano de su ultimo hueso, concediendo el beneficio de la duda y flaqueando poco a poco con su uso de la razón, teniendo en cuenta que ese era el camino correcto y por ende el más viable, aunque esa excusa solo era factible para eliminar todo rastro de culpa. Intento erróneo.
Pero luego de tantas drásticas sacudidas de emociones interactuadas, su vida toma un giro realmente inesperado, sus malas acciones pasaron como flashbacks frente a sus ojos, sus prioridades se reacomodaron dando pie a un único rumbo, y por último, esa pequeña vocecita en sus cabezas es escuchada, dando paso a la certeza de un futuro totalmente diferente al que alguna vez planificaron tener. Percibieron esa nota de temor que invadía sus ojos al mirarlos, sintieron esa lastima evidentemente palpable –aversión de sí mismas–, se dieron cuenta de que estaban cometiendo el error mar imperdonable y misero que jamás hayan imaginado… y una chispa de audacia cobró postura y determinación en estos seis jóvenes, llevándolos a la última opción, una opción que pondría en peligro sus vidas, pero nada de eso era de vital importancia para ellos.
Lucharían por sus damas especiales, asumiendo riesgos y aceptando efectos, escapando de una flota de narcotraficantes que se escondían en las sombras impidiendo su felicidad y la libertad que anhelaban estas seis chicas.
- special ladies — cap. 001 {nc}:
- En medio de mi letargo y profundo escape continuo de la realidad, sentí un hormigueo recorrer mi cara poco a poco, provocando que mi rostro se contrajera precipitadamente en una sonrisa de satisfacción.
—Abre los ojos ya hermanita. Despierta antes de que se te haga más tarde. Mira que mi paciencia se agota y no quiero golpearte —escuché a lo lejos, un murmullo casi inaudible que tensó mi cuerpo.
Abrí los ojos de golpe tras gruñir sonoramente y tratar de tomar el rostro de Kendall y pellizcarlo hasta que quedaran marcas sangrantes, pero no pude; el fue más ágil que yo.
—Vaya, que sutil eres, Kendall —disipé con sarcasmo.
Estrujé mis ojos y tuve que pestañear varias veces antes de que mis grandes ojos color cielo se abrieran e inspeccionaran el rostro sonriente de mi hermano mayor. Lo tomé por la cintura y choqué su cuerpo contra el mío; mis ojos se cerraron con fuerza antes de captar su loción tan exquisita. Sus brazos envolvieron mi pequeño y frágil cuerpo en un dulce fortunio de su parte. La relación que manteníamos Kendall y yo sufría de un tormentoso temperamento, faceta que solo sirvió para que se uniera e intensificara aún más con el pasar de los años, logrando que a pesar de los defectos y las malas situaciones que teníamos que soportar, sirvieran de hincapié a un afecto mutuo y quizás sobreprotector.
La tenue y hasta casi indescifrable luz del sol que se colaba por mis ventanas, avisándonos sin emplear palabras clave que el día daba pie a su resplandor desde temprano, lo que quería decir que ya eran más de las seis en punto.
—Debo ir a trabajar, cariño —cortó Kendall deshaciendo el abrazo y obsequiándome, a su vez, el tierno brillo de sus ojos al observarme.
Asentí en consentimiento y me levante de la cama algo aturdida; mis pies se colocaron de puntillas y despeiné su cabello que hasta ese momento permanecía perfectamente peinado de forma causal y moderna.
—Ñoña, ve a ducharte —su mano ejerció presión en mi espalda impulsándome a entrar al baño de sopetón.
Una carcajada fue lo que bastó para mi mente se concentrara solo en ella. Mi aseo personal no requería de más de dos horas, como en los casos de las chicas normales en particular. En menos de media hora, estuve lista para otro tedioso día laborioso. Me posicioné en frente del espejo de mi habitación y pude mirar una sonrisa totalmente falsa que esperaba a la soledad para derrumbarse, y, por fin, no aparecer hasta que nadie sospeche por lo que pasó. Sacudí mi cabello y retire la gorra con el logo de la franquicia digitalizado de mi escritorio, al mismo tiempo que la colocaba sobre mi cabeza.
—Vamos a ver que tanto hueles a frituras hoy, Dylan —me susurré a mí misma.
Siempre me consolaba el hecho de que lo que hacía, lo realizaba por una buena y única causa: mi familia. La razón de mi esfuerzo y dedicación, la raíz de mi esperanza. Desde que mis padre nos abandonó cuan caja llena de cachorritos mugrientos, nuestras vidas se vieron afectadas abruptamente con su partida y no solo el dolor emocional demandó territorio en nuestro hogar, sino que también se fue maximizando a tal punto de hacer deprimir muchísimo a mi madre, causándole una enfermedad de gravedad mortal. Agregando sin más que nuestra solvencia económica descendió a cero, dejándonos en la ruina, obligándonos a Kendall y a mí que adquiriésemos un trabajo para el sustento de todos.
Aún conservaba las esperanzas vagas de que, a pesar de las adversidades que se lanzaban hacia nosotros, pudiésemos tener una vida tranquila y muy dentro de las características de la alegría y el amor, del que carecíamos estos últimos días; pero sobretodo, albergaba la fe de que mi madre sobreviviera a su terrible enfermedad. Mis ojos se cristalizaron al instante de considerar mi razonamiento totalmente ilógico y fuera de lo real, a realidad me golpeaba con fuerza todas las mañanas al abrir mis ojos. Pero no cabía dudas de que mi descontrol de la situación demostraba mediante lágrimas que de mis ojos brotaban, que esta vez la cruda realidad había absorbido la poca fuerza que poseía.
El sonido de la puerta cerrarse contra el umbral de ésta, hizo eco en mi cabeza y con la mano debajo de mis ojos para limpiar las lágrimas, ladeé la cabeza y me encontré con un par de esmeraldas muy pequeñas, apagadas bajo el espesor de sus largas pestañas, enfocándome con atención.
—Sam, ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar ya con Kendall en la pastelería? —inquirí fingiendo una sonrisa genuina mientras me acercaba a mi hermanito menor.
Flexione las piernas hasta quedar a una altura frente a frente con Samuel, tomé su pequeña mano entre la mía y la besé, infundiéndole confianza.
—Te oí llorar y quería venir a verte antes de marcharme —se excusó aun con la misma mirada inicial, bajando su cabeza.
—Oh… No-no estaba lloran… —tartamudeé antes de que un siseo me hiciera cortar el rumbo de la mentira que estuve a punto de justificarle a Sam.
—No me mientas más, Dy —espetó en una melodía infantil muy madura a pesar de su corta edad.
—¿Qué dices, Samuel? Estoy bien —le mentí—. Mira —apunté con la barbilla la ranura de la puerta de la puerta, que estaba entreabierta dejando ver con claridad el perfil de Kendall—, te está esperando, anda.
Sus ojitos no se convencieron, pero aun así acercó su mano a mi rostro, limpiando las lágrimas de mis mejillas cuidadosamente; como si del juguete más preciado, hasta su favorito, se tratase.
—¿Me prometes que ya no lloraras más, Dy? Yo te puedo hacer feliz, estoy aquí contigo, ¿sí? —con la misma mano, acaricio mi cabello y yo solo pude tomar aire en un suspiro y asentir.
—Tu eres todo lo que necesite para sonreír, Sammy —repliqué besando sonoramente la coronilla de su cabellera rubia, como el oro en solido que lo representaba tal cual.
Me levanté de la cuclillas en la que me había puesto, y finalmente, entrelacé sus dedos entre los míos dirigiéndolo hacia mi puerta, a la espera de Kendizle.
—Sam, ve a buscar el almuerzo y tus juguetes, luego espérame en la cocina, ¿podrías? —Kendall chocó su puño con el de mi hermanito.
—De acuerdo. Nos vemos, Dy —me lanzó un beso pequeño para que Kendall no lo pudiera ver.
Le guiñé un ojo en respuesta. En unos segundos más, ya Sammy había desaparecido del pasillo principal que daba con los pares de habitaciones.
Seguramente había descifrado mal el brillo ansioso en los ojos de Kendall, la desilusión y todo rastro de esperanza se consumieron en un pestañeo, invocando mis lágrimas a salir.
—Mamá está empeorando, Dy. Hoy la llevare al médico, pero no es seguro que puedan atenderla. Esta mañana convulsionó de fiebre en mis manos y en realidad, está matándome a mí también —sollozó entre frases entrecortadas que provocaban que no llegara a sentir mi corazón palpitar.
No me gustó para nada que Kendall se mostrara débil ante mí, eso me daba a entender que ya le estaba afectando demasiado. Él no podía dejarme sola, no podía dejarme sucumbir. Mi roca de salvación no podía huir de mí, ni mucho menos hundirse a profundidades inalcanzables.
—Volveré lo más temprano posible del trabajo y te prometo que juntos la llevaremos a revisar con el esposo de la tía Molly. Todo va a estar bien, solo dame fuerza y una sonrisa, ¿vale?
Acerqué su pecho al mío, con mis dedos limpie el camino de lágrimas que ya tenían lugar en sus pálidas mejillas.
—Cuídate mucho, cielo. Nos veremos a la hora de la cena, traeré helado de chocolate suizo, Sammy te hará brownies y los cuatro veremos la trilogía de crespúsculo, ¿te parece? —me preguntó, ahora con el tono de voz más feliz, de cierta manera.
Deposito un beso sonoro y mojado en mi frente.
Carcajeé y le mostré una sonrisa única y especial, a la que solo tenían acceso completo Sam, Kendall y mi madre.{…}«Dylan, espero que todo marche bien. Quiero verte después del trabajo, aunque tenía pensado ir a comer una hamburguesa con Zack dentro de un rato. Te manda un beso. Cualquier improvisto, te estoy avisando. Te amamos. Clara.»
Apagué la pantalla del móvil, pero aunque este no reflejara nada, salvo la sombra de un rostro demacrado, no pare de contemplarla.
El olor a hamburguesas, pollo, carne frita, patatas y helados al mismo tiempo no suponía ningún tipo de fastidio alguno para mí, pero si me irritaba sobremanera el balbuceo incesante de la clientela. Me desagradaban los bullicios y las conversaciones fuera de tono y aunque llevara dos meses de contrato, intentaba sin éxito acostumbrarme por completo, tal vez ni una pizca. Soy más de esas chicas a las que les gusta el silencio y la música clásica de fondo en cualquier ambiente. Me entraron unas ganas tremendas de llevar las palmas de mis manos a los oídos para evitar escuchar el gorgoteo que no paraba de aquellas personas, más el choque de dos manos juntarse hizo que ladeara mi cabeza inconscientemente.
—Menos distracción, mas ingreso, señorita Schmidt —exigió la jocosa y anticuada voz de mi jefe, Rafael Jewkins.
La postura soberbia y por supuesto, superior que mantenía me intimidó un poco, lo suficiente como para que concentrara mi atención el maquina manufacturera y el monitor que llevaba a sucesión las cuentas que requerían un chequeo. Luego de asesorarse de que todo estuviera bajo control con la despistada chica, se esfumó del lugar de la caja registradora, mi sección especificada de trabajo. Entorné los ojos y con un poco de mala suerte, las ganas de soportar algo que tanto detestaba no se largaron de mi secuencia pensativa.
La puerta de la franquicia de comida rápida se abrió de par en par, alborotando las hormonas de las chicas que darían suspiros de admiración y más por respirar el mismo aire que respira cualquier sujeto de atractivo parecido a una pila de perfección en su expresión más pura. Un hombre de, calculándole a simple vista, unos cuarenta y pico de años irrumpió en el lugar con elegancia y un porte que daba a indicar de forma inmediata, su nivel de riqueza económica; junto con otro joven que escondía debajo de una chaqueta negra su rostro y otro acompañante rizado que sonreía abiertamente de mejilla a mejilla, cautivando a más de una chica del lugar con sus adorables hoyuelos, debía apreciar.
Para mi cuestionamiento interno, nada común por cierto, era la primera vez que gente de ese tipo de vida llegara como de la nada a un restaurant de hamburguesas grasientas y patatas adictivas. Me sorprendió un poco, mas debido a mi conocimiento sobre esas personas, el tema dejo de opacar mi cabeza.
Después, todo recobró el sentido anterior de bienvenida en mi persona; y podía jurar y perjurar que las ganas que tenia de huir de semejante escena me pedían a gritos ser tomadas en cuenta. Lastimosamente, mis zapatos parecían haberse pegado al suelo con cemento, por ejemplo. Los miré deseando quemarlos con la mirada.
El joven de la chaqueta de cuero con capucha negra arrastró sus pies a la caja en donde yo yacia petrificada y lentamente, dejo caer su capucha hacia atrás. Posó sus manos en el mostrador y antes de que articulara palabra alguna, yo hablé primero:
—Buen día. ¿Qué se le ofrece? —imité la voz que estaba grabada en mi cerebro para cuando un cliente hacia su orden.
Monótona y repetitiva.
—Soy Justin Bieber, así que también es un placer —apuntó con una carcajada frustrada y seca al mismo tiempo.
¿Para qué se presentaba? Yo solo deseaba con ansias su orden y desapareciera de su vista; su sonrisa fuera más irónica y yo pudiera comenzar a respirar sin dificultad. Clavé los ojos en el monitor del computador y esperé no parecer una tonta.
—¿Se le ofrece algo? —repetí de nuevo, sin cambiar nada a mi expresión anterior.
Sus nudillos golpearon con suavidad en la mesa.
—Me podrías decir tú nombre.
Respingué, vencida, y pensé que lo mejor sería darle la cara y que se marchara de una buena vez por todas. Mis ojos impactaron con amabilidad en los suyos y parecí haberme hundido en una especie de ensoñación ridícula propia de los adolescentes.
El sujeto carraspeó, divirtiéndose con el asunto de ser jodidamente tentador en todos los sentidos.
—Dylan Schmidt —dije, sin más, siendo algo indiferente a lo que respectaba su belleza—. ¿Va a ordenar algo, joven?
—Dylan, es un placer muy grato, pero desearía que me llamaras por mi nombre, si no es mucho pedir.
Alzó una de sus rubias cejas y esperó pacientemente a que cumpliera con lo que él quería escuchar.
—Justin… —musité frunciendo los labios—. ¿Qué quieres?
No lo pensó dos veces antes de contestarme, mordiéndose el labio, poniendo en un hilo mi paciencia:
—Una sonrisa de tú parte, querida.
No pude evitar arrugar la nariz; comenzaba a fastidiarme, en verdad.
—Bien puedes mover el trasero hacia la salida y olvidarte de tus coqueteos por un segundo u ordenar de una buena vez, querido —contesté balbuceando cada palabra con inquietud.
Parpadeó confundido y me miró por un largo minuto, no creyéndose el fallo intento de sus tácticas seductoras ridículas; por mi parte, bien podría largarse y dejar de jugar con mi persona.
—Está bien.
Su respuesta hizo que sonreirá levemente, victoriosa. Nunca estaba de más esfumar el ego de un chico con un par de palabras grotescas. Más mi victoria respecto al desplome de su ego, no significo ningún tipo de gratitud en mí. Era medianamente imposible impedir que mis pensamientos de detuvieran y me dejaran el subconsciente en silencio, a diferencia de mi día a día, donde en mi mundo interpretaba las cosas de una forma más puntual y diferente, donde miles de vocecillas pequeñas atacaban mi subconsciente con cuestionamientos que eran de relevancia personal, atormentándome, pero controlando mis emociones lo que nos llevaría a una gama de decisiones más completas y de mayor rango racional, claro está.
El joven seductor de rizos alborotados y extraños, miraba la escena con una mueca claramente burlona tatuada en el semblante y los ojos enfocados hacia nuestra dirección, sin interés alguno en mostrar discreción. Me pregunte en mi fuero interno si aquel chico era su hermano y el hombre de aspecto moderno pero mayor era su padre; así, cabía destacar, que entre los dos muchachos no había parecido alguno que los asemejara con un parentesco.
Desvié la mirada hacia la nómina de pago que estaba resolviendo sin éxito, pues mi imprudencia provocaba varias preguntas sobre ellos se pasara por mi mente, atacando hechos y con eso, determinando conclusiones que ni yo sabía si eran acertadas al cien por ciento.
De repente, sentí como una mano rugosa me tomaba del antebrazo con soltura, lastimándome al contacto. Volteé, dispuesta a descifrar de quien se trataba y cuando lo hice, me topé con los oscuros y no muy amables ojos de Jewkins. ¿Qué estaba haciendo? No fui capaz de mirar a Justin, pues supuse que él ya se habría ido. Me equivoqué.
—Oiga, la está lastimando, déjela en paz —demandó Justin en un gruñido receloso.
—Suélteme ya —me defendí tratando de zafarme de su agarre.
—Vendrás conmigo, tengo que hablarte sobre algunas cosas —me soltó a regañadientes al intercambiar una mirada de duda con Bieber.
Me cuestioné que habría visto a través de ellos.
—Que sea la última vez que me pone un solo dedo encima —le dije sin perder los cabales del respeto.
Aunque me haya tratado inadecuadamente, no podía permitirme perder los buenos modales de una dama que mama me había inculcado con tanto esmero.
—Vale, vale. Acompáñame, Dylan —había cambiado por completo el tono de su voz, transformándolo en uno más cordial y menos agresivo.
Todavía Justin no le quitaba los ojos de encima, evidentemente hostil. Yo estaba en el medio de un altercado de miradas llenas de ira entre los dos, no sabía que parte de la conversación me había perdido.{…}Las lágrimas se golpeaban en mis ojos con furor de decepción. Mi rostro estaba contraído en una mueca de indecisión. ¿Cómo se suponía que se lo diría a Kendall? Arruinaría lo que con tanto esfuerzo nos logró construir, estaríamos casi o igual que al principio. El sueldo pobre de Kendall no bastaba para todo un mes de sustento, cuidado y sólo duraba para una semana. Me regañaba mentalmente por haber perdido un empleo tan valioso, y no para mí, sino para mi familia. Veía a través de mis ojos, como el futuro estaba deslizándose en un abismo sin fondo; no sabía que haría. Jugueteé con mis dedos, el temor se apoderó de mí aunque no quise aceptarlo en ningún momento. Debía mantenerme fuerte, aunque yo misma sabía que todo cristal se quebraba.
Lleve las manos sudorosas a mi rostro y despegué de él los cabellos que se habían adherido a mi frente, que estaba perlada de sudor. Tenía que buscar una manera de irme a casa, sonreír con todas mis fuerzas y asegurar que todo cambiaria, que todo estaba bien, pero… no había nada que mi fe de que las cosas mejorasen pudiera hacer. Me sentía tan inútil, no tenía ningún poder sobre el destino y eso me afectaba. El contrapeso de la mejoría con el dolor se inclinaba al agobio, dejando tocar al suelo la mejoría. No quería que Sam se criara en un vecindario de mala muerte, quería que mantuviera presente los valores que le habíamos enseñado, pero la situación era tan critica que hasta eso iba a cambiar.
Finalmente, visualicé un rincón oscuro cerca de la salida trasera del local, ignoré que Jewkins me hubiera prohibido volver a pisar ese terreno; me senté en el duro y caliente asfalto, abrazándome a mí misma, dándome consuelo. Eso ocurría cuando no tenías a absolutamente nadie que te prometiera que las cosas estaban bien, que algún día la felicidad tocaría nuestros corazones… Kendall estaba lejos, inalcanzable, casi sentía su desesperanza, su decepción quemar mi pecho, mis ojos, mi corazón…
Una sola pregunta invadía mi razón, ¿Hasta dónde llegaríamos?
Mis ojos se cerraron lentamente, mi corazón se precipitó a detener su ritmo acelerado, mis piernas se debilitaban y mis ganas de seguir con vida se desvanecían.
—Dylan… —me había llamado con la voz apagada, casi desolada.
No obtuve el ánimo suficiente para volverme a ver su cara de ángel caído del cielo. Simplemente, no des adopté mi postura.
—Schmidt, el destino es algo tan… acertado y calculado. ¿Quién diría que hoy me toparía contigo? Siempre me ha afectado la debilidad de las chicas en sus momentos más difíciles, pero, eso algo totalmente natural, tomando en cuenta que es lo que te lastimó —un suspiro escapó de sus labios y percibí como la tonada de su voz era tan compasiva y sutil—. Tu hermano es una persona maravillosa, a decir verdad, uno de los mejores amigos que he tenido —me paralicé ante la mención de Kendall. Justin río levemente, para luego justificar sus palabras—: Lo conocí en la primaria pero nunca llegué a imaginar que tendría una hermana. Al principio me pareciste conocida, pero, nada que ver con algún tipo de asemejo, hasta que la determinación de tu voz te delató. Eres tan igual a él…
Mi mente estaba en blanco. Aferré mis rodillas a mi cuerpo en débil, solo que sin derramar ninguna lagrima, ya se había extinguido hace mucho.
—¿Eres alguien que me mandaron para minimizar mis agobios o… te burlaras de mí? —inquirí en un susurro, que al final, se quebró en la sintonía de aparentar ser lo que nunca seré: lo suficientemente fuerte.
—Yo seré lo que tú quieras que sea —me dijo, agregándole una pizca de dulzura.
Mi corazón se achicó por algo que no pude explicar mediante simples palabras ordinarias. Después de todo, siempre llega ese alguien que logra provocar en ti, un pequeño atisbo de luz que creías inexistente. Esa pizca del complemento del que carecías.
Estiré mis piernas y destapé mi rostro de la burbuja personal en la que me había sumido.
Me miró con ternura, traté de sonreírle lo mejor que pude. Me sentí culpable por el prototipo que le definí.
—Te conozco desde hace… —miró el reloj de su muñeca y se volvió hacia mí— aproximadamente, cuarenta minutos, por lo que no me has dicho que tipo de café te gusta, aunque permíteme predecir que es… —hizo un gesto pensativo y se colocó la mano en la barbilla.
—Moca late con crema de chocolate y una ración almendras endulzadas —adivinamos al unísono.
—Hay cosas que nunca cambian —admitió soltando una carcajada suave.
—Es el favorito de Kendall —le recordé mostrando la sinceridad de una sonrisa simple…
…. aunque no sabía por qué, él se merecía mucho más.
—Vamos al Starbucks más cercano, esta solo a unas cuadras —propuso él levantándose de mi rincón y tendiéndome la mano para ayudar.
—Me encantaría ir contigo, Bieber.{…}—Lamento mucho lo de tu madre, Dy. En verdad no sabía, porque si hubiese sido lo contrario… no te lo habría siquiera recordado.
Se disculpó con una sonrisa de pena automática. Me acaricio la mano por encima de la mesa; sí que se sentía culpable.
—Gracias… por preocuparte de tal manera, Justin —agradecí y tomé su mano entre la mía, acariciándola con lentitud.
—No tienes por qué agradecer. Todo lo que hago, lo hago de corazón.
Le propiné una sonrisa encantadora. Tomé un sorbo de mi café, aunque me quemé la garganta y la lengua, no podía despegar la vista de la ventana. Aun me preocupaba la reacción de Kendall, nuestro futuro tan incierto…
Mi cerebro no podía analizar nada, estaba totalmente cegado por el giro inesperado que tomaron las cosas.
El respetó mi silencio, y lo interpreto como la toma de un segundo para volver a la realidad de nuestro mundo alejado de ella. Le miré de reojo, cuidando que no se percatara de esa pequeña acción. No sabía si era un agite falso de algún tipo de preocupación o quizás temor, pero no sabía por qué. Su mirada reflejaba una mezcla de estas dos emociones al él mirar la pantalla de su móvil. ¿Había recibido una mala noticia?
Mi estómago sufrió un retorcijón de emociones confusas. Ya no estaba el pasivo o seductor Justin, estaba un Justin atemorizado. Su nariz tenía pequeñas gotitas de sudor y sus labios estaban hinchados de tanto morderlos. Noté que quería gritarme algo, pero no podía, por alguna razón en específico.
Opté por no preguntar nada, y evadir ese detalle. No quería obligarlo a inventar una excusa para no comentar nada.
—Debo irme, Justin, fue un placer haber compartido la tarde contigo. Le mandaré tus saludos a Kendall. Con permiso —me levanté de mi asiento y le dirigí una sonrisa como despedida.
Su rapidez me dejo pasmada, me tomó abruptamente por el codo haciéndome girar sobre mis talones.
—No te puedes ir, Dylan.
—¿Por qué no? Tengo que ir a casa, ya es tarde —repliqué mirándole con confusión.
Soltó mi brazo con la expresión vacía.
—Lo siento, no… no quiero que te vayas… —alzó sus cejas en modo de respuesta.
Me apresuré a negar con la cabeza varias veces.
—Me quedaría, pero no puedo. Aunque si gustas, podrías venir conmigo y te quedas a cenar —ofrecí con la voz ronca a causa del improvisto de mi propuesta.
—Vale, vale. Me haría bien conversar con Kendall —aceptó, nervioso.
Sus ojos transmitían un mensaje, pero no supe cuál era. Tal vez era algo inconsciente y no tenía por qué preocuparme…
… todos mis intentos de evasión acerca de su evidente reflejo de angustia, decayeron con la rapidez con la que cae un vaso y se estrella contra el piso, rompiéndose en miles de pedazos. Mis ojos fueron los emisores de mi pronto miedo, lo que me causó un estremecimiento de pies a cabeza desagradable. Súbitamente, mis piernas perdieron su fuerza e impactaron contra el suelo en un golpe seco. Un grito desgarrador alarmó mis sentidos, a pesar de que me estaba consumiendo por el temor que me invadía.
—¡Dylan! —me llamó en el retumbo más alejado que noté de su voz— ¡Déjenla en paz!
Un hombre de aspecto fortachón y espeluznante, con violencia, golpeó mi mejilla. El líquido corrió de la parte derecha de mi rostro. Gemí de dolor y pataleé alejándome del sujeto que quería tomarme de alguna manera. Visualicé a lo lejos como Justin me miraba sin expresar emoción alguna, sin querer acercarse a ayudarme. No pude reprimir las ganas de llorar desconsoladamente, y las lágrimas me impidieron ver con claridad cómo se desataba la situación.
¿Por qué no me ayudaba? ¿Es que había fingido todo este tiempo?
Mi corazón no soportó por mucho ver su indiferencia, mis ojos se cerraban con pesadez, mis piernas se cansaban de forcejear… mis pulmones de respirar.
No le di tiempo a mi sensatez de interpretar todo, pues un pañuelo mojado fue posado sobre mi nariz.
Sammy, mi madre Ellen, Kendall…
Todo pasó como un flashback por mi memoria… y no salí a la superficie.
- i love you — cap. 001 {nc}:
- Aparté la vista y me dediqué a observar el suelo con el ceño fruncido y los labios entreabiertos. Pequeños cuadros blancos, grises y negros se entrelazaban entre sí.
—Meck —me había llamado, atrayendo mi perdida atención—, ¿Te sucede algo? —lidió con la voz baja y controlada.
Toda la cafetería se mantuvo en silencio ante el casual encuentro que disfrutaban con la vista, más para mí fue el infierno en su máximo esplendor. La cabeza me empezó a dar vueltas, girando sobre su eje de una manera poco coherente, de manera incesable ante sus ojos, nuevamente dilatados por la preocupación que demacraba su rostro.
Fue hasta a ese momento es que me percaté de que temblaba de pies a cabeza, temblaba tanto que mi cuerpo vibraba hasta que finalmente, me castañearon los dientes, la cafetería puso en marcha su movimiento y se me nubló la vista. ¿Era posible que mi cuerpo se comportara de esa manera, allí, parada en donde estaba? Llegué a pensar que mi razonamiento no tenía nada que ver con lo que mi cuerpo experimentaba, aquella sensación de inseguridad y temor.
Escuché un murmullo y noté, aturdida en todos los sentidos, una presión en mi mano derecha, que yacía con timidez sujetando mis libros al pecho. El temblor me distraía lo suficiente para impedirme determinar la procedencia de la ligera fuerza, tanto oral como corporal, que me bloqueaba la precisión que debía haber tenido para zafarme con rapidez.
Deseé ser invisible, así no tendría la necesidad de trastornar mi cerebro con la melancolía que me embargaría luego de que mis pensamientos fluyeran con claridad.
—Me parece que se está pasando de histérica. Sería mucho mejor que le aventaran una bofetada a ver si no entra en estado coma —insinuó una voz afina e imperceptible cerca de mí.
Lo suficientemente cerca como para que Liam gruñera por encima de esas voces que no cesaban, al menos fuera de la burbuja protectora que me permitía olvidar todo el suceso por un segundo.
Lastimosamente… ese segundo de maravillosa compasión pasó y me dejó sin aliento.
Forcejeé los pulmones en busca de aire para que pudiera respirar con más facilidad, mi pecho se contraía en busca de oxígeno y mi nariz parecía congelarse, de hecho, consideraba intentarlo aunque supiera que era una idiotez.
—Hubiera deseado que las cosas se desarrollaran de una manera… diferente y menos perjudicante para ti.
Entonces lo comprendí. Oh. Su mano se acoplaba a la mía en un entrelace desesperado por tirar de ella y arrastrarme lejos de aquel lugar.
No supe a qué se refería, así que esperé a que sus labios si quiera se movieran y me dieran una pista clave para comprender lo que desde tanto tiempo deseaba oír.
—Todo está bien, estás a salvo, todo está bien —entonaba él una y otra vez.
El persistente olor a pasto y la sensación rústica bajo mis pies me permitió darme cuenta de que ya habíamos atravesado medio campus central. Sus pies se movían con suma rapidez, tal vez quería tanto como yo huir de la realidad que consumía las alientas, escabulléndome junto a él. Cada paso que daba en firme se convertía en un suspiro de alivio para mí. Mi cabeza chocaba con su pecho a medida de que se aproximaba a un destino en específico, pero no parecía importarle.
Me atreví a mirarle el rostro y no me inmute de manera idiota ante lo que me daba a entender mediante sus escrúpulos y la idea de un significado que no quería responder, que mi mente no quería procesar, no ahora. ¿Qué era lo que yo había esperado, a parte del deseo que partió más allá de lo evidente? Era un desperdicio, una locura, tener los ojos tan llenos de lágrimas y aparentar creer que todo iba de maravillas.
Las paredes protectoras de mármol que traté de construir a mi alrededor, tan fuertes por fuera, pero tan ligeras al roce infranqueable, se derrumbaron más rápido de lo que había llegado a imaginar jamás. Siempre albergué la esperanza de una reserva de fuerzas que me dieran valor para afrontar cualquier cosa, pero… ya no existían.
El temor me acechaba y las ilusiones me destruían.
Un pequeño pero turbador lugar con olor a flores silvestres y clavitos de madera, se abrió paso tras una puerta de cristal que atravesamos sin pensarlo. La necesidad de protección se hizo presente, y arriesgamos encontrarnos con cualquier tipo de cosa, con la esperanza de sentirnos seguros, protegidos, por lo menos una vez en la vida. Tuve que bajar la cabeza para que pudieran entrar sin golpearme.
Tardé más o menos diez segundos eternos en acostumbrar la vista a la oscuridad que nos brindaba con confianza el lugar. Me pregunté cuanto habíamos caminado para llegar a esa habitación.
—¿Qué piensas hacer? —tartamudeé una vez que me sentó en su regazo, al final de lo que parecía un hueco muy mínimo, acariciándome cabello sin parar, aún sin esbozar expresión alguna.
La inmovilidad y rigidez que conservaba expresó la confusión que me suspendía.
Me sentí consternada por el gesto, pero al mismo tiempo desdichada. Una sencilla escapada de lo inevitable no significaba nada y por ende, no dejé que mis pensamientos fluyeran y me trasmitieran una idea equivocada a la original.
—Es duro… —realizó una pausa y, por primera vez desde el impasse me miró a los ojos—: ¿Cómo puedes soportarlo?
Sus ojos conmovieron mi roto corazón de una tristeza y pena casi absoluta. Él conocía mi dolor, sabia más que nadie por lo que estaba pasando y esa conexión visual me sirvió para ser fuerte durante ese momento… por él, para él, tragaría ese nudo en la garganta y me arriesgaría a hundirme en el cruel abismo de la desesperación, si eso era vital para su supervivencia.
Pegué mi cabeza a su pecho, y él empezó, de nuevo, a acariciarme el cabello, descendiendo por mi frente y mejillas.
Ya estaba listo para escucharme. Una pieza muy pequeña que enmendaba mi corazón, se partió, débilmente, por el recuerdo de mi padre, Brian; respiré hondo y pronto, el calor humano inconsciente que irradiaba Liam me arropó en su delicadeza.
—El cielo permanece oscuro cuando así lo deseamos, sin puntos esenciales para alumbrar los días y bajar las desesperanzas. Cuando nuestra idea de seguir adelante se enciende, también lo hacen las estrellas en el cielo, pequeños refuerzos de apoyo para casi alcanzar el bienestar. Así es mi vida, tan sombría y oscura como la noche, pero aun así contiene esas pequeñas luces que me dan vida, un poco, pero lo hacen —le dije, sintiendo como el alma se sublevaba dentro de mí y me causaba escalofríos.
»Nunca había compartido nada con nadie. Mi mente tenía respuestas mecánicas a los impulsos cotidianos, sabían predecir las preguntas y soltar las respuestas. Todo estaba sistematizado, desde la muerte de mi padre, no había querido sacar a la luz mis sentimientos y por esto, sabía, con antelación, que las iba a pagar muy caro, me estrellaría contra la pared de la agonía.
Presioné los ojos con fuerza y mis dedos se deslizaron inconscientemente por la muñeca de mi brazo, lugar de múltiples medios para drenar el agobio. Mi corazón tembló.
—Siempre existen altibajos, claro, tan abruptos e inesperados como un golpe en el estómago que te quita la respiración, pero su recuperación es tan reconfortante como un suspiro.
—¿Y qué pasa cuando no existen esos puntos de iluminación? —sonsacó, con la voz áspera y algo raspada.
—Nunca te faltaran, estarán ahí —atesté, carraspeando suavemente.
Deseé con todas mis fuerzas haberme asegurado de que mi mano no descansara sobre la muñeca, que, bajo el sweater azul cielono estuviera la evidencia de mi debilidad, el centro de mi vulnerabilidad.
—¿Meck? —inquirió con la voz sorpresivamente quebrada—. Explícame, por favor, qué es eso —demandó, ahora con la voz en un tono más elevado y exigente.
¿Sería capaz de mirar a través de la tela que recubría mis heridas? No le miré el rostro, no pude ser capaz de hacerlo. Apreté la muñeca, maltándome en exceso las heridas sonrosadas que se encontraban en proceso de sanación.
Gemí de dolor, y con ello, el flashback de la noche más arrebatadora y atroz de mi vida, me barrió la mente. Mi cuerpo se transportó al suceso y para mi desgracia, en esta inoportuna ocasión, no lo pude evitar.
—Ya —había gritado, al ver un auto que entraba en el estacionamiento, flaqueada de árboles—. A lo mejor es papá, que ha llegado ya.
Pero el coche que se detuvo ante nuestra puerta era blanco, no verde, como el de mi padre. Y encima tenía una de esas luces rojas giratorias, y en un lado se leía POLICÍA DEL ESTADO.
Mamá sofocó un grito cuando dos policías de uniforme azul se acercaron a la puerta principal de nuestra casa y tocaron el timbre repetidas veces.
Parecía congelada. La mano le temblaba al apoyarla contra la garganta; el corazón le salía casi por los ojos oscureciéndolos. En mi corazón, sólo de observarla, despuntaba algo siniestro y espantoso.
Fue Jim Payne, el hermano mayor del padre de Liam, quién abrió la puerta e hizo entrar a los dos policías, que miraban a su alrededor nerviosamente, dándose cuenta sin duda alguna que aquella era una reunión de cumpleaños. Les bastaba con echar una ojeada al comedor y ver la mesa, preparada para una fiesta, los globos colgados de la araña y los regalos que había sobre el estante de cristal principal.
—¿Señora Henderson? —le había preguntado el más viejo de los dos a mi madre.
Mamá hizo un rígido ademán. Yo me acerqué a ella, como también Logan.
Jim permanecía con el rostro inescrutable y la mandíbula apretada. Tal vez él sabía lo que estaba ocurriendo, pues su hermano, el padre de Liam, quizás lo había llamado y advertido.
—Señora Henderson —comenzó a decir con una voz monótona que, inmediatamente, me llenó el corazón de temor—, lo sentimos muchísimo, pero ha ocurrido un accidente en la carretera Greenfield.
—¡Oh…! —suspiró mamá, tendiendo las manos para acercarnos a mí y a Logan hacia ella. Yo sentía temblar todo su cuerpo al igual que temblaba yo. Mis ojos estaban como hipnotizados por los botones de bronce de sus uniformes; no conseguía apartar la vista de ellos.
—En el accidente se vio implicado también su marido, señora Henderson —continúo el policía.
De la garganta sofocada de mamá se escapó un largo suspiro. Se tambaleó y habría caído de no ser porque Logan y yo la sostuvimos.
¿Es que no podrían dejarse de rodeos?
—Hemos interrogado a unos motoristas que vieron el accidente y, desde luego, no fue en absoluto culpa de su marido, señora Henderson —seguía recitando la voz del policía, sin mostrar emoción alguna—. Según nuestra versión del accidente, del que ya hemos informado, había un conductor con un «Ford» azul, que no hacía más que entrar y salir del carril izquierdo, según dicen borracho, y que chocó de frente contra el vehículo de su marido. Sumándole, al parecer que el daño fue demasiado grave como para salir intacto de éste suceso, por lo que perdió la vida instantáneamente.
Me sorprendió la desconsideración con la que expulsaban las palabras de su acostumbrada boca a las tragedias, no esperé que mostraran un poco de sensibilidad, pero tampoco impedía sutileza. La cuestión era, que los oídos me zumbaban y no podía bajo ninguna circunstancia poder escuchar más de lo que quería, y claro, lo que quería escuchar era la voz de mi padre suplicando que le besemos el rostro en cuanto llegase. No quería ser parte de la realidad que ya era un hecho, me negaba afrontarlo y obligar a mi cerebro a analizar sus palabras.
Nunca había visto una habitación llena de gente en que tan rápidamente reinara un espeso y abrumador silencio.
El rostro de Jim Payne parecía hacer conjeturas de sus palabras. Quizá, intentaba buscar una solución menos trágica para el desenlace de… de… el infortunio. El acompañamiento de su hermano junto a mi padre tenía que suponer algo para él y su familia, algo que incluían los mismos hechos que gritaban las conclusiones seguras.
—¿Y mi hermano..? —Jim le miró al policía, con el rostro ceniciento y los ojos cristalizados—. No está… no está… muerto, ¿verdad?
—Joven —declaró el policía de las canas notorias y las cejas hundidas, muy solemnemente—, no sabe usted cuanto lamento tener que darle tan malas noticias, y precisamente en un día como parecer ser éste —se detuvo un momento y observo a su alrededor, lleno de turbación—, lo siento muchísimo, joven…, todo el mundo hizo lo humanamente posible, pero, supongo que Dios ya lo tenía preparado, como todo.
Alguien que estaba sentado en el sofá, lanzó un grito, cargado con el pesar de la revelación.
Mamá no gritó. Sus ojos se volvieron oscuros, como distantes. La desesperación el dejo el precioso rostro sin su radiante colorido; se diría que se había convertido en una máscara. Yo la miraba fijamente, tratando de decirle con los ojos que nada de aquello podía ser verdad. ¡No, papá no estaba muerto! ¡No, mi papá no estaba muerto! ¡No podía estar muerto… no, no era posible! La muerte era para la gente vieja, para las personas enfermas… no para alguien tan querido y tan necesario y tan joven.
Y, sin embargo, mi madre estaba allí, con el rostro contraído en la concentración de su dolor, y a cada segundo que pasaba, veía como sus ojos parecían perderse más y más en la agonía de su rostro.
Me eché a llorar. Miles de lágrimas de las que no fui consciente retener, se golpeaban unas con otras y salían sin necesidad de inducirlas de mis ojos.
—Señora, tenemos unas cosas suyas que saltaron del auto al primer impacto. Hemos recuperado todo cuanto nos fue posible.
—¡Váyanse de aquí! —le grité al policía con la voz ronca por el nudo que se atascó en mi garganta—. ¡Váyanse de aquí! ¡No es mi papá! ¡Estoy segura de ello! Se ha parado en alguna tienda a comprar un helado y llegará de un momento a otro… ¡Váyanse de aquí! —me lancé contra el policía y le golpeé el pecho.
El hombre trato de mantenerse a distancias y, Logan se acercó también y tiró de mí.
—Haga el favor —pidió el policía—. ¿No podría alguien hacerse cargo de esta niña?
Los brazos de mi madre me rodearon los hombros, y me acercó a ella, apretándome. Los invitados murmuraban, conmocionados, y susurraban; la comida comenzaba a oler a quemado en el horno.
Esperaba a que alguien llegara de pronto y me cogiese de la mano y me dijese que Dios no se llevaba la vida de un hombre como mi padre, pero nadie se acercaba a mí. Solo Logan se me acercó, me rodeó la cintura con el brazo, y así nos encontramos los tres juntos: mamá, Logan y yo.
Fue Logan quién, finalmente, hizo un esfuerzo para hablar, y su voz era extraña, sin potencia vocal:
—¿Están completamente seguros de que la muerte fue instantánea? Habían tres personas implicadas, podía haber una posible confusión —el policía le miró a Logan, indignado por su acusación. Logan le ignoro olímpicamente—. Si el auto de papá se incendió, como naturalmente debió haber hecho, el que estaba dentro tuvo que quedar muy quemado, así que puede ser otra persona, no papá.
Gemidos hondos, ásperos, brotaron de la garganta de mi madre, como desgarrándola, pero a sus ojos no se asomó ninguna lagrima. ¡Ella sí creía! ¡Creía que aquellos hombres decían la verdad!
Los invitados, que habían venido elegantemente vestidos a la fiesta, nos rodearon, pronunciando esas frases consoladoras que dice la gente cuando la verdad no hay nada que decir.
—No sabes cuánto lo sentimos, Gemma, estamos verdaderamente horrorizados… es, terrible.
—¡Qué le haya pasado una cosa tan horrible a Brian!
—Nuestros días en la Tierra están contados; así es la vida, desde el mismo momento en que nacemos, nuestros días están contados.
Y así continuaron, lentos, como el agua filtrándose en cemento solidificado con el polvo de la desesperación. Papá estaba muerto, de verdad. Ya nunca más le veríamos vivo. Solo le veríamos en ese ataúd, tendido en una caja que acabaría hundiéndose en la tierra, con una lápida de mármol con su nombre y el día de su nacimiento, y el día de su muerte. Todos iguales, excepto el año.
Mis ojos y los de Logan se encontraron. El parecía tan sumido en la misma pesadilla que yo, su joven rostro parecía pálido y muy conmocionado; una expresión de vacío sombreaba sus ojos, impidiéndome ver más allá de lo que él quería revelarme.
—Alguien tiene que identificar el cadáver —dijo el policía.
Entonces me rendí ante la evidencia.
Salí corriendo de la habitación, salí huyendo de aquellas cosas que me desgarraban el corazón y me infundían un dolor mayor que cualquier otro dolor de los que había sentido hasta entonces. Salí huyendo de la enorme casa que me restregaba en la cara un sinfín de recuerdos inmensurables, corría y mi corazón no parecía detenerse y darme esa paz que tanto anhelaba, corrí y llegue al jardín, donde millones de estrellas brillaban a mitad de la noche y la brisa soplaba suavemente cargada de recientes fragancias primaverales.
Mis ojos parecían rocas, querían cerrarse y sucumbir, pero algo me lo impedía a toda costa. Visualicé entre la penumbra de la noche, una figura de mi tamaño, quizás un poco más grande, recargada en la puerta que conectaba nuestra casa con el jardín de los Payne. Había un sonido en particular, un sonido que no descifré… gemidos, tal vez.
¿Era que me estaba volviendo loca? Me preguntaba una y otra vez en el hilo de mis pensamientos, conforme con pasos lentos y temerosos me acercaba a aquella figura.
La tenue luz de la luna me permitió ver con dificultad de quién se trataba y el resultado de la visión, me dejo estupefacta. Aun así, nada de lo que pudiera llegar a sentir en aquel momento era comparado con el dolor que mi corazón gritaba, pero que mi mente no captaba.
—¿Liam? —pregunté, acercándome un poco más y así logrando ver sus mejillas blanquecinas impregnadas de un olor fuerte a sal y un brillo que las adornaba.
Había estado llorando, eso se podía notar. Sus labios se contraían en una línea dura; sus mejillas, tan regordetas y sonrosadas, no paraban de filtrar esas pequeñas lágrimas que de sus ojos se escapaban.
Sacudí la cabeza.
—Mi padre ha muerto —anunció, con la voz melancólica y entrecortada, una voz que a final, se quebró.
Aquello había sido un golpe en el estómago y un dolor de cabeza inmediato. Mi corazón, por unos segundos, detuvo su ritmo y se congeló en la espera de algún estimulo que me permitiera saber si aquel era el final.
Se me hacía muy difícil tratar de calmar mi respiración, por lo que hiperventilaba en mi interior y me preguntaba cuando esa presión en el pecho me dejaría de atormentar.
Mis labios iban a articular un «déjame en paz», pero su fuerza brutal me impidió siquiera pronunciar algo. Sus brazos, me envolvieron la cintura ágilmente, concentrando sus fuerzas en aquel agarre desesperado. No sentía la sangre circular, más no me importó. Mis manos se dirigieron rápidamente a su nuca, acariciándole el cabello y con cada pedazo de mi corazón roto, lloraba en silencio, sin que él llegara a poder oírme. Respiró hondo y eso se vio reflejado en mi pecho, segundos después, sentí como mi hombro se escurría de lágrimas sin detenerse.
No me fue posible guardar ese dolor desgarrador en el pecho y me vencí ante el alivio de saber que alguien, en medio de todo el mundo, entendía una mínima parte de lo que sentía.
Algo notable dentro de mí se removió con agite, lo que sirvió a duras penas para traerme a la realidad. Respiré hondo por la boca e intenté controlar mi sistema nervioso, que se desató irrevocablemente.
Todo permanecía igual, nada había cambiado. Liam seguía con la vista apuntando a ver mis ojos, pero a la vez sin ver nada, con los puños apretados con firmeza a sus costados y una delgada línea en sus labios que separaba la indiferencia con la preocupación.
Liam retiró mi mano del brazo y con delicadeza, logró levantarme de su tibio regazo, para así, poder tomar mis hombros entre sus manos temblorosas y sacudirme lo suficientemente fuerte como para que la cabeza se me descontrolara y mis ojos se desorbitaran, al mismo tiempo que una minúscula lagrima se acumulaba en su ojo.
No me sostuvo la mirada por mucho tiempo, la apartó instantáneamente y limpió con el dorso de su mano la lágrima que en su ojo, estuvo a punto de deslizarse. Tal vez lo menos que quería ahora era mostrarse débil, aunque fuera del todo incontrolable.
Le resté importancia a la sangre que de mis brazos brotaba como lago sin caudal, hasta llegar a empaparme el pantalón de mezclilla. Olía desagradablemente a una fusión esperada de óxido y sal, casi una esencia metálica; mi muñeca se estremeció por la sensación espesa y pesada que dejaba la sangre.
Payne parecía verdaderamente alarmado, miraba con los ojos abiertos como platos la sangre que se escurría por mi brazo, poco a poco y muy lentamente, notándose así al exterior del sweater. Reparó su mirada en mí, paralizado por el momento y perplejo.
—¿Qué? ¿Nunca habías visto a alguien sangrar? —intenté bromear, con la voz seducida por el deseo de que no me juzgara, no él, no ahora.
Suspiré al ver como no reaccionaba. Opté por arremangar el sweater hasta mi codo, pero la punzada de dolor que me invadió, provocó que se me escapara un quejido de los labios.
Luego de que de un minuto de fijación en la cuenta inmediata del asunto, quitó su camisa de mangas azul oscuro y su torso desnudo se exhibía ante mí.
Traté de acompasar la respiración a un ritmo común y corriente, evitando sobremanera agitar mi respiración y perder la poca calma que me restaba.
—Nunca te había visto a ti hacerlo, Meck —replicó.
Su camisa se encontraba llena de sangre por mis heridas. El proceso de sanación seria difícil. Las limpiaba una a una y se detenía observarlas por no más de tres segundos, con los ojos ardiéndole como fuego, bajo una careta de condescendencia.
—Fui una completa estupidez lo que hiciste —dijo, apretando la mandíbula.
…como si me odiara por ello y, no lo culpaba. Aun así, sentí la terrible necesidad de excusar mi comportamiento, por muy impulsivo e inútil de mi parte, todo tenía una razón que justificaba mis actos y precisamente, era algo injusto que pronunciara un par de palabras y aparentara conocerme.
—Viéndolo desde otra perspectiva, no lo es.
- longing irrevocable — prefacio {fanfiction}:
- Si con dar un solo golpe se atajaran las consecuencias y el éxito fuera seguro..., yo me lanzaría de cabeza desde el escollo de la duda al mar de una existencia nueva.
Macbeth, Acto I, escena VII.
—¿Lograremos llegar a lo que deseamos ser? No me permito pensar en la idea de caer, incluso si es contigo.
La voz temblorosa de Susie llegó a derrumbar el silencio que predominaba en la oscuridad de la noche, sumergiéndola así en un sinfín de interrogantes. Más que una pregunta para el moreno, era una de las incompetentes dudas que conservaba Susie. Ella podía ser capaz de ver a través de su ojos miel lo que su mente procesaba, aunque claro, Zayn tenía la capacidad del riesgo más potencializada, y a diferencia de ella, él tenía en claro la situación.
Más Susie percibía como el temor aplastaba fuertemente la decisión que la había hecho llegar hasta a ese punto, dejando en el vacío su idea principal de un escape peligroso.
Y entonces, con tan solo un vistazo al alma de Zayn, encontró de inmediato la respuesta que agotaba con el razonamiento de su suspicaz e inocente cerebro. Sus ojos chispearon con audacia, había descubierto la razón por la cual su mano se aferraba a la puerta del copiloto con la expresión de inseguridad, su mente enfocó el tema y no lo dejó escapar, analizando al mismo tiempo:
«Todo el sentimiento de confusión que esté presente ahora da sus orígenes en la juventud, las hormonas que transmiten información a tu cuerpo en general se activan al cien por ciento, debilitando cuestionar lo que es correcto o no. Yo puedo deducir con éxito que el amor no es correcto, al menos cuando restas más y sumas menos, cuando tus lagrimas brotan por las más mínima cosa que te debilita, significando así que venderías tu corazón a unas pocas palabras cariñosas, que no importaba como, pero arriesgarías tu felicidad condescendiendo con el afecto recíproco que siempre, pero siempre existirá entre esas dos personas. Desde luego, la palabra “amar” se convierte en un único sentimiento, dos almas que se embargan de un amor irrevocable se juntan y generan una lucha entre detenerse y abandonarlo todo o sucumbir.»
Retiró su mano del cuero que cubría la puerta, iba en contra de sus predicciones la palabra «arrepentimiento». Miró al cielo con una sonrisa victoriosa que demarcaba felicidad en su delicado rostro a la luz de la luna, tan rellena y regordeta de un amor sin fronteras, avisando mediante el espesor de su deslumbre brillantez que tal vez, las personas si tenían el poder de tomar esas buenas decisiones que las llevarían al lugar correcto… un lugar tan soñado, agregándole ese peculiar temor a la decepción absoluta.
—Es que no caeremos — le replicó Malik. Un segundo quedó en el pasado y el rostro de Susie permanecía con un atisbo de inseguridad, con temor al siguiente paso. Zayn le obsequió una hermosa sonrisa de lado—. Tú y yo hacemos un equipo invencible. ¿Es que no te he demostrado todo lo que soy capaz de sentir por ti, Sausam? Si es así, dímelo por favor —aunque sus palabras fueran aterciopeladas y tan sutiles como un roce de labios, entornó sus manos al volante con una fuerza casi abrupta—. No querré a nadie más que a ti, Susie, lo sé…, tengo esa sensación, solo nosotros, siempre.
Las pálidas y friolentas manos de Susie se aferraron con maravilla a la mano de Zayn, sobre el tablero del auto que temblaba suavemente al deslizarse por el asfalto. Sus labios presionaron con suma simpatía en los nudillos de él. Un gesto y el calor de sus manos juntas bastaron para que el corazón de ambos se llenara de dicha.
Zayn aceptó con una resignación afectuosa que la historia se repite y cada retentiva se hacía presente conforme se convencía sí mismo de esta locura de adolescentes… como en los viejos tiempos, solo que esta vez, aquel deseo que pronto se convertiría en un hecho, era tan irrevocable en todos los sentidos.
Susie, antes de cerrar sus parpados con cansancio, pensó: «En nuestros locos intentos de escapar de una realidad absurda, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser».
Habría que ser muy tontos como para no darse cuenta del amor que sentía el uno por el otro. Pero esperen, ¿Seáis lo suficientemente tontos como para creer en un «felices para siempre»?
hola chicas :AA:ya están los capítulos y todo eso (?) suerte, espero que sean de su agrado.♡ oh, y mis reservados serían: Justin Bieber | Ian Somerhalder | Carly Rae Jepsen.
bigtimerush.
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culpen a Trassú por su pereza al no enviarme el eme pé ahno, amenla.
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Re: Bellanova University} Inscripciones cerradas.
Leeré los capítulos de cada una mejor
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