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Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
A mi tmb dije -siiiii- cuando lo leí porq Al fin dice su nombreee
Me encnato el capítulo grax por subirlo en uno
Siguela pleaseee
Me encnato el capítulo grax por subirlo en uno
Siguela pleaseee
#Fire Rouge..*
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
me encantó!
mi parte preferida cuando al fin la llama por su nombre, jeje
sigue pronto!!!
mi parte preferida cuando al fin la llama por su nombre, jeje
sigue pronto!!!
LittleThings
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
omj que cap
por fin joseph se dio cuanta que tiene
a la herman equivocada
que tonto
pero que cap!!
sigela
por fin joseph se dio cuanta que tiene
a la herman equivocada
que tonto
pero que cap!!
sigela
andreita
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
chicas MIL PERDONES POR NO SUBIRLES SU CAPI AYER
Estaba FULL CON TAREAS
Y hoy tambien estoy igual
Vamos a hacer un trato ¿quieren?
Les dejo 3 CAPIS COMPLETITOS MAÑANA
El que les debia antes de ayer, el de hoy, y el de mañana
¿Que dicen? :D
Estaba FULL CON TAREAS
Y hoy tambien estoy igual
Vamos a hacer un trato ¿quieren?
Les dejo 3 CAPIS COMPLETITOS MAÑANA
El que les debia antes de ayer, el de hoy, y el de mañana
¿Que dicen? :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Chicas ya estoy aqui
Gracias por la espera y por sus comments
Aqui tienen su MARATON!!!!!!!!!!!! :happy: :happy: :grupo:
DISFRUTENLOS!!!!!!!!!!!!
Gracias por la espera y por sus comments
Aqui tienen su MARATON!!!!!!!!!!!! :happy: :happy: :grupo:
DISFRUTENLOS!!!!!!!!!!!!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capitulo 19
Bobby, boca arriba en la cama, contemplaba a Kaylee yendo de un lado a otro de la habitación. Cuando ya no pudo soportar más ese silencio opresivo, preguntó con voz plañidera:
—¿No piensas volver a dirigirme la palabra?
Ella le clavó una mirada feroz y él repitió por centésima vez:
—Cariño, siento no haber sabido quién eras, ¿vale? Pero tampoco me duró mucho, y tienes que darme un poco de cuartel. No fue culpa mía que perdiera la memoria, y desde luego no hice que me aplastaran la cabeza para estropearte a ti el día.
Ella seguía ignorándole. Se acercaba a la ventana, donde se detenía apenas el tiempo suficiente para tamborilear con los dedos en el repecho y hacer un mohín ante la lluviosa mañana, y luego iba hacia la mesa y las dos sillas de la esquina, al cuarto de baño, y vuelta a empezar. Bobby la miraba con creciente tensión. La cabeza le palpitaba con violencia, sentía una embarazosa debilidad y a pesar de todo, con cada paso que ella daba, la deseaba más. Y lo que era peor: deseaba su aprobación, y eso era lo que más le irritaba.
Pero dejando a un lado sus sentimientos, sabía que no iba a conseguir su aprobación en mucho tiempo. Lo notaba en esa ira contenida de Kaylee, tan fuerte que casi tenía todo el pelo de punta.
Pero el hecho de que no aceptara sus disculpas, estaba empezando a sacarle de quicio.
—Maldita sea, Kaylee —explotó, después de que ella hubiera completado otro circuito—. ¡Tenía una conmoción cerebral! Joder, seguramente todavía la tengo. Y no solo me olvidé de ti.
Por fin consiguió llamar su atención. Kaylee se volvió bruscamente hacia él con ojos llameantes y gesto malhumorado.
—No —saltó.
Él se la quedó mirando perplejo.
—¿Que no qué?
—Que no tienes ninguna conmoción.
—¿Ah, no? —saltó Bobby desafiante, ante su tono inequívoco—. ¿Y tú qué coño sabes? Todavía tengo un dolor de cabeza espantoso.
—¿Te acuerdas del médico de la clínica? Me dijo los síntomas que debía observar. Y a eso de la medianoche ya no tenías ninguno.
Bobby apenas se acordaba del médico. Recordaba haber despertado con el cuerpo más frío que la muerte, excepto la espalda, que tocaba el asfalto caliente, y el antebrazo, que estaba enterrado hasta la muñeca entre las tetas más exquisitas que había visto en su vida. Recordaba que su mano sobresalía entre las susodichas tetas y que una despampanante pelirroja se la aferraba y se inclinaba preocupada sobre él.
Y desde luego se acordaba de que la pelirroja le había soltado la mano como si fuera un infecto saco de basura cuando él le preguntó si se conocían.
El trayecto en coche hasta la clínica era un borrón, así como el posterior examen médico. Tenía la impresión de que luego habían vuelto a viajar en coche, pero no recordaba ningún detalle. Sabía que la pelirroja le iba despertando de vez en cuando, y que ya era muy tarde cuando por fin le dejó dormir en paz.
Por la mañana, al despertarse, se dio cuenta de que había recuperado casi toda la memoria y que se encontraba en brazos de Kaylee. Pero cuando le ofreció una sonrisa somnolienta y la saludó con su perezoso: «¿Qué hay, princesa?», ella saltó de la cama como un gato escaldado. Y desde entonces ni Kaylee había abierto la boca ni su furia remitía, a pesar de que había sido a él a quien habían partido la cabeza por razones que ni siquiera recordaba.
A saber.
—Toma. —Unos dedos de uñas escarlatas aparecieron de pronto debajo de sus narices—. Tómate eso.
Bobby tendió la mano y le cayeron en ella tres aspirinas.
—Voy a traerte un vaso de agua —dijo ella en un tono frío, y salió de la habitación.
Kaylee dejó que corriera el agua mientras, apoyada en el lavabo, miraba ciegamente su imagen en el espejo e intentaba recuperar la compostura. Bobby tenía razón. Tenía que darle un poco de cuartel.
Pero, joder, era muy, muy difícil cuando sus emociones corrían enloquecidas desde hacía veintitantas horas.
Jamás en su vida se había sentido tan aterrorizada por alguien. En muchas ocasiones había tenido miedo por ella o de alguna situación en la que andaba metida, pero jamás había experimentado el terror de temer por la vida de otra persona.
El día anterior Bobby recobró el sentido justo en el momento en que Kaylee comprendió que sus sentimientos hacia él eran serios. Lo último que esperaba tras darse cuenta de que por primera vez en su vida estaba enamorada, era que él ni siquiera sabía quién demonios era ella.
Le había llevado a una clínica, y eso supuso otra pesadilla. El médico y la enfermera tardaron lo que le pareció una eternidad en estabilizar la temperatura de su cuerpo. Solo entonces le dieron el alta, con una lista de instrucciones más larga que su brazo. Kaylee jamás se había enfrentado a ese tipo de responsabilidad para consigo misma, y mucho menos para con otra persona.
Había pasado la noche aterrorizada, convencida de que metería la pata de alguna manera y haría que Bobby se hundiera en un coma irreversible. Luego, cuando él despertó por la mañana como si no hubiera pasado nada, el miedo se había transformado en ira.
Kaylee se sentía como si se estuviera desintegrando.
Pero por mucho que le apeteciese seguir enfadada, lo cierto es que Bobby no tenía la culpa de nada. Todavía se le veía un feo chichón en la nuca, cuyas dimensiones apenas se habían reducido durante la noche. Mierda. Kaylee no tenía más remedio que superar aquello.
Aunque no le gustara nada.
Llenó el vaso de agua y cerró el grifo. Una vez en la habitación, se sentó a un lado de la cama.
—¿Qué recuerdas de ayer? —preguntó.
Bobby frunció el ceño.
—Esta mañana, en cuanto me desperté, supe quién eras. Pero, por lo demás, solo tengo algunos flashes, y es como si los viera a través de una cortina.
—¿Puedes explicarme lo que recuerdas?
Bobby se concentró.
—Muy bien. Recuerdo que entré en el bar para quedar con tu her... —De pronto alzó la mirada con expresión horrorizada—. Ay, mierda, cariño. Tu hermana. No puedo creerme que me haya olvidado. Dejé que se la llevaran, ¿verdad? —De pronto se incorporó sobre un codo y su cara perdió todo el color—. ¡El Cadenas! Le estaba haciendo a __________ los signos que tú me enseñaste cuando de pronto apareció el Cadenas. —Bobby lanzó una maldición y se frotó la cabeza—. ¡El muy hijo de puta! Él fue quien me golpeó. No se llevaría también a tu hermana, ¿verdad?
Kaylee se abrazó.
—No lo sé. Mientras te buscaba por Arabesque, no vi ningún revuelo porque hubiera desaparecido una mujer. Pero en cuanto a lo que haya podido pasar desde entonces... —Kaylee se encogió de hombros. Luego añadió con estudiada indiferencia—: Supongo que Jimmy pensaría que era yo, ¿no? —Deseaba desesperadamente que Bobby se lo negara.
Pero sus deseos no se vieron cumplidos.
—Sí. —Era evidente que los sucesos comenzaban a cobrar claridad en la mente de Bobby—. No tenía razones para pensar lo contrario. Y está aquí siguiendo órdenes de Sanchez.
Kaylee gimió. Menudo lío había armado. Pero cuando Bobby intentó sentarse en la cama, le puso las manos en el pecho para impedírselo
—¿Adonde crees que vas?
—A traerte a tu hermana.
—¡Por Dios, no seas gilipollas! —«Muy bien, Kaylee, hiérele en su vanidad. Seguro que así se vuelve más sensato.»—. Quiero decir... que es todo un detalle por tu parte, pero no estás en condiciones... —«No, no, no, no, ¡NO! Pero ¿qué te pasa? ¡Manejabas mejor a los hombres cuando tenías doce años!»—. Eh... Lo que quiero decir es que el médico ha dicho que tienes que descansar un par de días. Dijo que era absolutamente... ¿Cómo dijo él? Ah, sí: imperativo.
Bobby rodó hacia el otro lado de la cama, apartándose de ella.
—¿Imperativo? Y una mierda. Y al médico que le den por culo.
Kaylee había pasado una noche espantosa. Se sentía cada vez más rabiosa, así que de un golpe volvió a dejarlo tumbado en la cama. El hecho de que pudiera tumbarlo con tanta facilidad mostraba la debilidad extrema de Bobby.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
—¿Que le den por culo? ¿Que le den por culo? —Kaylee montó a horcajadas sobre él y le miró furiosa—. ¿Eso lo dices también por mí? —Le plantó las manos en los hombros y apoyó sobre él todo su peso para inmovilizarlo—. ¿Tienes alguna idea del miedo que he pasado, Bobby? Estábamos a más de cuarenta grados en ese maldito coche, ¡y tú ibas completamente envuelto en una manta, y estabas helado! El médico dijo que era aconsejable que te llevase hasta un pueblo que estaba a más de doscientos kilómetros, por si necesitabas cuidados intensivos, así que volví a meterte de nuevo en el coche y me puse a conducir como una loca hasta ese sitio dejado de la mano de Dios. Pero el médico también me dijo que no debías dormir más de media hora seguida, así que tenía que despertarte continuamente para observar la reacción de tus pupilas, y tú ponías tu sonrisita encantadora y me preguntabas quién era. Ah, y me comentabas lo mucho que te gustaban mis... mis tetas.
Seguía agarrándole por los hombros, y le dio una sacudida que habría sido violenta de no haber estado Bobby inmovilizado contra la cama por su peso. Kaylee miraba fijamente sus bonitos ojos azules.
—Pues voy a decirte una cosa, amigo: estoy hasta las narices, y no pienso aguantarte ni una más. No tengo ni idea de cómo cuidarme yo, pero de alguna manera he logrado cuidar de ti, y no voy a permitir que ahora te pongas a zascandilear por ahí como si fueras un super-héroe y eches por tierra todos mis esfuerzos. Mientras me quede un poco de aliento, no voy a permitirlo, así que más te vale asimilarlo, tío. Y a la mierda con tu vanidad ma... masculina.
Kaylee no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que él le enjugó las lágrimas de las mejillas. Luego le tocó los codos para que los doblara y la estrechó contra él envolviéndola entre sus brazos.
—Chist. —Le hizo apoyar la cabeza contra su cuello y la mantuvo allí poniéndole el mentón en el pelo. Kaylee le rodeó el cuello con los brazos mientras él la acariciaba allí donde le alcanzaban las manos—. Chist. Chist. Calla. No pasa nada, princesa. Lo has hecho muy bien. Y yo haré lo que tú me digas.
—He pasado mucho miedo, Bobby.
—Ya lo sé, cariño, ya lo sé. —Bobby bajó la barbilla—. Pero lo hiciste muy bien. Hiciste lo que había que hacer. Como habría hecho tu hermana.
Kaylee alzó la cabeza para mirarle.
—La he cagado del todo. Tengo que encontrar a _______ y sacarla de este lío.
—¿Has llamado a Scott?
—No. ¡No! Se me había olvidado. —Kaylee se zafó de sus brazos—. Voy a llamarle ahora mismo.
Quince minutos más tarde Kaylee colgaba el teléfono.
—Los sacaron de otro autobús, pero esta vez Scott no cree que haya sido ninguna maniobra de ________. En el ordenador de la compañía Greyhound hay una nota para hacerse cargo de la cuenta del motel, y no solo les darán otros billetes, sino que el siguiente autobús hará una parada especial para recogerlos. Llegará a Laramie esta tarde a las cinco.
Kaylee comenzó a meter en la maleta las pocas cosas que no había guardado ya.
Bobby se incorporó sobre un codo.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a buscar ese autobús.
—¿Y para eso necesitas la maleta? —A Bobby no le gustaba nada el vértigo que empezaba a sentir en el estómago.
Kaylee se detuvo para mirarle.
—Si no puedo arrebatársela al cazarrecompensas, tendré que entregarme.
—¡No!
—¿Qué otra cosa puedo hacer, Bobby? ¿Dejar que maten a _________ en mi lugar?
—¡Sí! No. No lo sé. Pero ya se nos ocurrirá algo.
—Pues como no se nos ocurra en un par de horas no me quedará otra opción. Tengo que salir con tiempo para llegar a Laramie.
—¿Dónde coño estamos ahora?
—En Cheyenne.
Bobby se frotó la cara.
—Tiene que haber otra solución.
—Desde luego estoy abierta a cualquier sugerencia. Tengo la mente en blanco. Lo único que sé es que no tengo más remedio que hacer esto. Y me da terror. —Kaylee se pasó los dedos por el pelo y exhaló. Luego le miró a los ojos e intentó explicarse—: Toda mi vida he dejado que ___________ se encargue de todo. Yo lo aceptaba sin más, como algo natural. Pues bien, anoche supe por primera vez cómo debía de sentirse. Y he tenido horas y horas para pensar en lo joven que era para cargar con tanta responsabilidad. Ningún niño debería tener esa responsabilidad, pero ninguno de nosotros, tanto mis padres como yo, tuvimos reparo alguno en echarle encima todos nuestros problemas para que los solucionara.
Bobby hizo un esfuerzo por incorporarse y se sentó a un lado de la cama.
—Ojalá me dejara de doler la cabeza —masculló—. No puedo ni pensar. —Se frotó las sienes y luego la miró—. Había pensado que podíamos irnos tú y yo a Las Vegas y comenzar de nuevo. Allí hay muchas oportunidades para gente como nosotros. Muchos locales y espectáculos para alguien con tu talento. Y qué demonios, seguro que yo podría conseguir ser el encargado de algún importante casino.
Kaylee se lo quedó mirando, desgarrada. Siempre había pensado que Bobby no era más que un tipo para pasar un buen rato. Pero ahora le estaba ofreciendo mucho más de lo que nunca había esperado de él. Y deseaba con toda su alma aferrarse a ello.
Seguía agarrándole por los hombros, y le dio una sacudida que habría sido violenta de no haber estado Bobby inmovilizado contra la cama por su peso. Kaylee miraba fijamente sus bonitos ojos azules.
—Pues voy a decirte una cosa, amigo: estoy hasta las narices, y no pienso aguantarte ni una más. No tengo ni idea de cómo cuidarme yo, pero de alguna manera he logrado cuidar de ti, y no voy a permitir que ahora te pongas a zascandilear por ahí como si fueras un super-héroe y eches por tierra todos mis esfuerzos. Mientras me quede un poco de aliento, no voy a permitirlo, así que más te vale asimilarlo, tío. Y a la mierda con tu vanidad ma... masculina.
Kaylee no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que él le enjugó las lágrimas de las mejillas. Luego le tocó los codos para que los doblara y la estrechó contra él envolviéndola entre sus brazos.
—Chist. —Le hizo apoyar la cabeza contra su cuello y la mantuvo allí poniéndole el mentón en el pelo. Kaylee le rodeó el cuello con los brazos mientras él la acariciaba allí donde le alcanzaban las manos—. Chist. Chist. Calla. No pasa nada, princesa. Lo has hecho muy bien. Y yo haré lo que tú me digas.
—He pasado mucho miedo, Bobby.
—Ya lo sé, cariño, ya lo sé. —Bobby bajó la barbilla—. Pero lo hiciste muy bien. Hiciste lo que había que hacer. Como habría hecho tu hermana.
Kaylee alzó la cabeza para mirarle.
—La he cagado del todo. Tengo que encontrar a _______ y sacarla de este lío.
—¿Has llamado a Scott?
—No. ¡No! Se me había olvidado. —Kaylee se zafó de sus brazos—. Voy a llamarle ahora mismo.
Quince minutos más tarde Kaylee colgaba el teléfono.
—Los sacaron de otro autobús, pero esta vez Scott no cree que haya sido ninguna maniobra de ________. En el ordenador de la compañía Greyhound hay una nota para hacerse cargo de la cuenta del motel, y no solo les darán otros billetes, sino que el siguiente autobús hará una parada especial para recogerlos. Llegará a Laramie esta tarde a las cinco.
Kaylee comenzó a meter en la maleta las pocas cosas que no había guardado ya.
Bobby se incorporó sobre un codo.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a buscar ese autobús.
—¿Y para eso necesitas la maleta? —A Bobby no le gustaba nada el vértigo que empezaba a sentir en el estómago.
Kaylee se detuvo para mirarle.
—Si no puedo arrebatársela al cazarrecompensas, tendré que entregarme.
—¡No!
—¿Qué otra cosa puedo hacer, Bobby? ¿Dejar que maten a _________ en mi lugar?
—¡Sí! No. No lo sé. Pero ya se nos ocurrirá algo.
—Pues como no se nos ocurra en un par de horas no me quedará otra opción. Tengo que salir con tiempo para llegar a Laramie.
—¿Dónde coño estamos ahora?
—En Cheyenne.
Bobby se frotó la cara.
—Tiene que haber otra solución.
—Desde luego estoy abierta a cualquier sugerencia. Tengo la mente en blanco. Lo único que sé es que no tengo más remedio que hacer esto. Y me da terror. —Kaylee se pasó los dedos por el pelo y exhaló. Luego le miró a los ojos e intentó explicarse—: Toda mi vida he dejado que ___________ se encargue de todo. Yo lo aceptaba sin más, como algo natural. Pues bien, anoche supe por primera vez cómo debía de sentirse. Y he tenido horas y horas para pensar en lo joven que era para cargar con tanta responsabilidad. Ningún niño debería tener esa responsabilidad, pero ninguno de nosotros, tanto mis padres como yo, tuvimos reparo alguno en echarle encima todos nuestros problemas para que los solucionara.
Bobby hizo un esfuerzo por incorporarse y se sentó a un lado de la cama.
—Ojalá me dejara de doler la cabeza —masculló—. No puedo ni pensar. —Se frotó las sienes y luego la miró—. Había pensado que podíamos irnos tú y yo a Las Vegas y comenzar de nuevo. Allí hay muchas oportunidades para gente como nosotros. Muchos locales y espectáculos para alguien con tu talento. Y qué demonios, seguro que yo podría conseguir ser el encargado de algún importante casino.
Kaylee se lo quedó mirando, desgarrada. Siempre había pensado que Bobby no era más que un tipo para pasar un buen rato. Pero ahora le estaba ofreciendo mucho más de lo que nunca había esperado de él. Y deseaba con toda su alma aferrarse a ello.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Pero aun así...
—No puedo dejar que hagan daño a ___________ por mi culpa, Bobby. Ya he pisado la línea entre el bien y el mal demasiadas veces. No creo que fuera capaz de vivir con esto.
Bobby no conocía a __________, de manera que sí tenía que elegir, prefería mil veces que cayera ella antes que Kaylee. Discutió hasta quedarse ronco, pero no hubo forma de que Kaylee cambiara de opinión. Así que no tuvo más remedio que quedarse de brazos cruzados mientras ella salía de la habitación con sus tacones de diez centímetros varias horas más tarde. Lo último que Bobby vio antes de que se cerrara la puerta fue el contoneo de sus redondeadas caderas embutidas en licra, el sol llameando en su pelo y la maleta rebotando en el marco para golpear su bien formada pantorrilla. Kaylee dio un tirón impaciente, y la puerta se cerró.
Bobby se dejó caer de nuevo en la cama con una maldición. No le gustaba nada aquel impulso de hacer algo noble y estúpido, pero de todas formas la idea seguía rondándole la cabeza. Tenía la espantosa sensación de que seguiría ese impulso si tuviera un poco más de fuerzas. Porque todavía le gustaba menos el burbujeo que notaba en las tripas al preguntarse cuándo volvería a verla.
Pero resultó que fue antes de lo que pensaba.
A las siete menos veinte, esa misma tarde, Kaylee irrumpió de nuevo en la habitación. Dejó caer la maleta en la puerta y tiró el bolso sobre la cama.
Bobby se incorporó de un brinco, con una enorme sonrisa.
—¡Has vuelto! —Tendió las manos hacia ella, para estrecharla entre sus brazos—. Joder, cómo me alegro de verte. —No podía apartar las manos de ella—. ¿Te acuerdas de la regla esa de que nada de sexo hasta que recuperemos a _________? Pues bien, princesa, en cuanto recupere algo de fuerza, se acabó la regla.
De pronto se dio cuenta de que Kaylee no parecía tan entusiasmada como él, de manera que bajó la cabeza para mirarla.
—¿Qué ha pasado? —preguntó poniéndose tenso—. ¡Ay, mierda! ¡No habrá aparecido el Cadenas!
—No. Por lo menos eso espero. —Kaylee se acurrucó entre sus brazos—. _________ no estaba, Bobby. El autobús llegó, pero ni ________ ni el cazarrecompensas iban en él.
—¿Y por qué tengo la sensación de que eso no significa que podamos largarnos a Las Vegas?
—El conductor dijo que paró para recogerlos, tal como le habían indicado, pero que al ver que no había nadie esperando en el bar, se marchó.
—¿Y?
Kaylee alzó la cabeza para mirarle a los ojos.
—Estoy preocupada, Bobby. ¿Dónde demonios se habrán metido?
—No puedo dejar que hagan daño a ___________ por mi culpa, Bobby. Ya he pisado la línea entre el bien y el mal demasiadas veces. No creo que fuera capaz de vivir con esto.
Bobby no conocía a __________, de manera que sí tenía que elegir, prefería mil veces que cayera ella antes que Kaylee. Discutió hasta quedarse ronco, pero no hubo forma de que Kaylee cambiara de opinión. Así que no tuvo más remedio que quedarse de brazos cruzados mientras ella salía de la habitación con sus tacones de diez centímetros varias horas más tarde. Lo último que Bobby vio antes de que se cerrara la puerta fue el contoneo de sus redondeadas caderas embutidas en licra, el sol llameando en su pelo y la maleta rebotando en el marco para golpear su bien formada pantorrilla. Kaylee dio un tirón impaciente, y la puerta se cerró.
Bobby se dejó caer de nuevo en la cama con una maldición. No le gustaba nada aquel impulso de hacer algo noble y estúpido, pero de todas formas la idea seguía rondándole la cabeza. Tenía la espantosa sensación de que seguiría ese impulso si tuviera un poco más de fuerzas. Porque todavía le gustaba menos el burbujeo que notaba en las tripas al preguntarse cuándo volvería a verla.
Pero resultó que fue antes de lo que pensaba.
A las siete menos veinte, esa misma tarde, Kaylee irrumpió de nuevo en la habitación. Dejó caer la maleta en la puerta y tiró el bolso sobre la cama.
Bobby se incorporó de un brinco, con una enorme sonrisa.
—¡Has vuelto! —Tendió las manos hacia ella, para estrecharla entre sus brazos—. Joder, cómo me alegro de verte. —No podía apartar las manos de ella—. ¿Te acuerdas de la regla esa de que nada de sexo hasta que recuperemos a _________? Pues bien, princesa, en cuanto recupere algo de fuerza, se acabó la regla.
De pronto se dio cuenta de que Kaylee no parecía tan entusiasmada como él, de manera que bajó la cabeza para mirarla.
—¿Qué ha pasado? —preguntó poniéndose tenso—. ¡Ay, mierda! ¡No habrá aparecido el Cadenas!
—No. Por lo menos eso espero. —Kaylee se acurrucó entre sus brazos—. _________ no estaba, Bobby. El autobús llegó, pero ni ________ ni el cazarrecompensas iban en él.
—¿Y por qué tengo la sensación de que eso no significa que podamos largarnos a Las Vegas?
—El conductor dijo que paró para recogerlos, tal como le habían indicado, pero que al ver que no había nadie esperando en el bar, se marchó.
—¿Y?
Kaylee alzó la cabeza para mirarle a los ojos.
—Estoy preocupada, Bobby. ¿Dónde demonios se habrán metido?
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
Capitulo 20
Joe no tenía intenciones de volver a dormirse, pero se había quedado frito. Y ________ también, según descubrió cuando se despertó ya pasadas las dos de la tarde. Estaban enredados en mitad del colchón como un par de cachorros durmiendo después de una energética pelea. Joe se soltó despacio de sus largas piernas y suaves brazos. Se sentó en la cama y se frotó la cara. Luego bajó las manos hasta las piernas y mientras la miraba apretó los puños.
Joder, menudo imbécil había sido. Y lo peor no era haber perdido el refugio de pesca. No. Tendría suerte si ___________ no le ponía toda una serie de denuncias. No tenía sentido andarse con evasivas: la había secuestrado. Qué demonios: la había secuestrado y la había arrastrado por ahí como si fuera un saco. Y la había insultado una y otra vez.
Una y otra vez.
Mierda.
Joe cubrió con la sábana las curvas más perturbadoras y se levantó. Una tremenda sensación de vacío le reconcomía el estómago, y no sabía si era debido a que había vuelto a vomitar lo poco que había ingerido en las últimas veinticuatro horas, o al follón monumental en el que se había metido. Aunque sospechaba que se debía a esto último.
Bueno, a lo hecho pecho. No tenía sentido andar lloriqueando. Más le valía ponerse la ropa e ir a buscar algo de comida. ___________ se despertaría con hambre, aunque él no podría volver a tragar ni un bocado en toda su vida, debido al pesado nudo que tenía asentado en el pecho.
Cuando __________ despertó, la habitación estaba vacía
Tenía algo de frío, de manera que agarró la sábana que se había deslizado hasta su regazo al incorporarse y se envolvió con ella, distraída.
—¿Joe?
No, no estaba. Pero eso no la preocupó. Sabía que volvería, y esta vez no la había esposado a la cama. La vida era magnífica. Vio por la rendija de las cortinas que la lluvia se había convertido en una llovizna, y se estiró sonriendo.
Se sentía realmente bien.
La había llamado ____________. No habían hablado después de hacer el amor. Se sentía demasiado exhausta para expresar sus sentimientos, y Joe se había limitado a abrazarla en silencio mientras la acariciaba, hasta que los dos se quedaron dormidos. Pero ahora todo iría bien.
Joe sabía por fin quién era.
Pero lo que __________ no esperaba era la reacción de Joe. En cuanto este volvió a la habitación, se dio cuenta de que estaba tan receloso como un perrillo a punto de recibir una patada.
Se detuvo junto a la puerta y sacudió la cabeza como un perro mojado. El agua que empapaba su pelo oscuro salió volando en todas direcciones. Fue a llevarse la mano a la cabeza para echarse el pelo hacia atrás, pero de pronto se quedó quieto mirándola con ojos cautelosos tras la pantalla de negras pestañas.
—Hola —dijo, aferrando con la otra mano las aromáticas bolsas que llevaba—. Te he... te he traído algo de comer.
—Gracias. —_________ atravesó la habitación, decentemente cubierta por la camisa de Joe y el tanga rojo de Kaylee—. Estoy muerta de hambre. —Cogió las bolsas y las colocó en la mesita de la esquina—. ¿Qué has traído? Seguro que no es pollo.
—_________.
La seriedad de su tono le hizo alzar la cabeza, y vio sorprendida que el rubor subía por su cuello moreno hasta la tersa piel de su mentón.
—Eh... supongo que te debo una disculpa. —Joe carraspeó—. Bueno, no sé cómo disculparme. Desde el principio intentaste decirme quién eras, y yo no quise escucharte.
Ah, la venganza. Qué dulce es la venganza. _________ contempló el rubor que teñía sus mejillas, le oyó tartamudear buscando las palabras, y se dio mentalmente un gran abrazo. Pero reprimió su sonrisa y le miró con fingido reproche. Al fin y al cabo, se había divertido bastante a su costa.
—Me debes mucho más que una disculpa, Jonas.
Aquellos solemnes ojos verdes fueron para Joe un martillazo, y echó de menos la chispa divertida que solía brillar bajo la superficie.
—Sí. Ya lo sé. —Sus manos ansiaban tocarla, pero se las frotó contra los pantalones y se las metió en los bolsillos.
Con los hombros caídos, tragó saliva. A pesar de que todo estaba en su contra, había esperado no tener que hacer aquello.
—Yo... eh... ahora mismo lo dispongo todo para llevarte de vuelta a tu casa.
_______ se atragantó con el trozo de pan que se acababa de comer. Se lo tragó sin apenas masticarlo y dejó la barra sobre la mesa. Estaba a punto de recordarle cierta oferta de meterse a monje, pero aquella declaración la dejó sin palabras. Si su expresión era la mitad de estupefacta de lo que a ella le parecía, debía de ser todo un poema.
—¿Cómo dices?
—He dicho que...
—¡Dios mío! —exclamó _________. La indignación corría por sus venas—. ¡No me lo puedo creer, Joe!
—Escucha, ya sé que con eso no reparo el daño...
—¿A eso lo consideras tú reparar los daños? Pero ¿qué clase de hombre eres? Si ahora crees que soy _________ y no Kaylee, también sabrás que no te mentía cuando te hablé del Cadenas. Ese hombre pretende matarme. ¿Y tú vas a dejarme para que me enfrente yo sola al problema? Ya, claro. ¿Por qué no? —Decidió con una mueca de amargura—. Ya estoy acostumbrada. A nadie se le ha ocurrido nunca pensar que necesito ayuda para enfrentarme a los problemas de la vida.
Joe se quedó de piedra. Cuando por fin se dio cuenta de que la pelirroja no era Kaylee, se le había borrado todo de la mente, salvo lo mal que lo había llevado todo.
Dio un paso hacia ella y se detuvo.
—Se me había olvidado. Joder —exclamó, moviendo la cabeza burlándose de sí mismo—. Te he sacado de tu casa, te he humillado, te he llamado mentirosa, te he seducido...
—Esa parte me ha gustado —dijo ella malhumorada.
Pero Joe estaba tan inmerso en su propio malestar que apenas oyó la interrupción.
—Y cuando descubro que con la recompensa de tu fianza no podré conseguir el refugio de Gary, me dispongo a abandonarte para que te enfrentes tú sola al peligro que yo he creado. Debes pensar que soy un cerdo.
_________ había recuperado el buen humor. Ya no necesitaba echarle los perros; lo estaba haciendo él solito de maravilla. Desde luego Jonas se tomaba muy en serio sus responsabilidades. ____________ se preguntó si también se ofrecería para comprarle a ella un refugio.
—En realidad iba a decir que el peligro no lo has creado tú, sino la situación en la que está metida Kaylee, que estaba en el sitio equivocado en el momento menos oportuno.
Joe esbozó una mueca.
—Eres muy generosa.
—Sí, así soy yo, generosa a más no poder. Joe, dime una cosa. —___________esperó a que él la mirara a los ojos—. Dices que te habías olvidado del Cadenas. ¿Te acordabas de él cuando te ofreciste a llevarme a mi casa?
—No, pero...
—Entonces, por Dios, cálmate un poco. Te lo tomas todo demasiado a pecho. No todo en este mundo es responsabilidad tuya. Anda. —________ comenzó a sacar la comida de las bolsas—. Vamos a comer algo.
La expresión de Joe era impagable. Resultaba evidente que estaba confuso, y su respuesta automática fue sentirse irritado. Con las manos metidas en los bolsillos, la miró con un gesto malhumorado en la boca y con ojos cautelosos. Sin embargo, se acercó cuando ella señaló imperiosamente con el mentón la comida que acababa de disponer sobre la mesa.
Poco después, _________ se limpiaba los labios con una servilleta de papel.
—Bueno. ¿Y ahora qué hacemos?
Joe tragó lo que tenía en la boca. Seguía mirándola con cierto recelo, pero se secó con la servilleta que tenía arrugada en el puño y pidió con su arrogancia habitual:
—Cuéntame todo lo que sepas del Cadenas.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Soy toda tuya (Joe y tu) [TERMINADA]
_________ obedeció, y luego se arrellanó en la silla aguardando su respuesta.
—Definitivamente tenemos que seguir juntos. —Joe intentó convencerse de que no sentía una tremenda oleada de satisfacción—. Supongo que la cuestión es adónde nos dirigimos ahora. —La miró con los ojos entornados—. ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No. —Y meneó la cabeza con tanta decisión que varios mechones de pelo se enroscaron en torno a su pálido cuello. _________ se los apartó para metérselos detrás de las orejas—. Tengo la impresión de que el Cadenas no sabe nada de mí, y, francamente, me gustaría que siguiera sin saber nada. Desde luego no quiero llevarle directamente a mi casa. Además... —__________ le miró a los ojos—. Ahora estoy metida en esto. No te librarás de mí hasta que sepa cómo acaba todo esto. Creo que me he ganado ese derecho.
A Joe le parecía perfecto. Plantó los pies en el suelo, agarró la silla y se acercó con ella un poco más a ________. Estaba deseando acariciar la suavidad de su muslo bajo la camisa, pero se limitó a apretar el asiento de la silla.
—Muy bien. Siempre y cuando comprendas que aquí mando yo. —En aquella debacle lo había perdido todo, pero desde luego no pensaba ceder el mando. Era responsable de aquella situación y estaba decidido a hacer bien las cosas en adelante.
—Desde luego, Joe. —Y al oír su tono sumiso, Joe la miró con suspicacia—. No lo querría de ninguna otra manera.
Debería de haber sabido que era demasiado bueno para ser cierto. Qué demonios: lo sabía. Pero como era un idiota, había permitido que le engañara una vez más.
—Joder, __________, te estoy diciendo que no podemos permitírnoslo —decía veinte minutos después.
A pesar de todo, se encontraba caminando junto a ella hacia el taller del pueblo, encogiendo los hombros contra la llovizna.
—Lo que no podemos permitirnos es no hacerlo —repuso ella—. El Cadenas nos está buscando en el autobús. A la larga nos resultará más barato alquilar un coche que dar con él. —_________ le clavó sus grandes ojos verdes—. Confía en mí. ¿Acaso me he equivocado hasta ahora?
—Mierda. Ya estamos con los reproches. —Pero Joe acabó cediendo con toda la elegancia de que fue capaz—: Bah. Qué demonios. Supongo que tienes razón. De todas formas ya me he despedido del refugio de Gary.
—Pero mira el lado positivo, Joe. La Greyhound pagará el motel de anoche, y lo más probable es que te devuelvan el dinero de los billetes. Con eso reducirás un poco los gastos. —__________ le miró bajo sus largas pestañas—. Lástima que no llevemos un equipo de camping. Así te ahorrarías también el dinero del alojamiento.
Joe contempló su expresión cándida.
—Te diviertes mucho haciéndome pasar por tacaño, ¿verdad? Pues no lo soy, que lo sepas. Lo que pasa es que tenía un plazo de tiempo y un presupuesto, e hice todo lo posible por respetar las dos cosas para lograr mi objetivo.
Aquello le tocó la fibra a ________. Joe había fracasado en su tarea y lo había aceptado bien. No se había quejado ni una sola vez, como ella habría estado tentada de hacer. También sabía que a él no le haría ninguna gracia que se lo dijera. Estaba firmemente asentado en su profesionalismo y parecía muy lejano.
—Bueno, pues me alegra saberlo —se limitó a comentar—. Entonces no te importará comprarme algo de ropa, ¿verdad?
__________ no supo si le gustaba del todo la chispa que se encendió en los ojos de Joe.
—¿Algo suelto? —preguntó—. ¿Como la blusa que te mancharon de zumo el primer día?
—Sí.
—¡Bien! Pero no te vuelvas loca, ¿eh? No es que tenga mucho presupuesto.
—¡Ay, cariño! Como si no lo supiera. En este estado debe de haber algún hipermercado.
Encontraron unos grandes almacenes en Laramie, que era lo más lejos que el dueño del taller estaba dispuesto a permitirles llegar con su coche. Dejaron el vehículo en una agencia nacional de alquiler que tenía un acuerdo con el taller, y allí eligieron un coche algo más grande para dar cabida a dos largos pares de piernas. Tras comprar la ropa, se dirigieron por una autovía secundaria hacia la frontera del estado de Colorado.
Una hora y media más tarde, __________, con el codo apoyado en la ventanilla abierta, respiraba el fragante aire de las montañas de Colorado que agitaba su pelo, recogido en una coleta, y se sentía en paz con el mundo.
Gran parte de su alegría se debía a llevar por fin ropa que no se aferraba a cada partícula de su cuerpo. Se miró los pantalones cortos de cuadros, con el amplio dobladillo que terminaba algo por encima de la rodilla, y la ancha camiseta a juego. No era tan amplia como la mayoría de las prendas de su guardarropa, pero lo cierto es que ya no se sentía tan tímida con su cuerpo como hacía una semana.
La vida era maravillosa.
—¡Idiota! ¡Imbécil!
Catherine apartó la vista del espectacular paisaje y miró sorprendida a Joe. Tenía el entrecejo fruncido y miraba alternativamente la carretera que serpenteaba por la montaña y el espejo retrovisor. Aliviada al comprobar que no se refería a ella, __________ se volvió en el asiento para ver qué pasaba.
Llevaban pegado a la espalda un gran coche plateado y la distancia entre los dos vehículos se acortaba cada vez más.
—¡El hijo de puta! —exclamó Joe. La miró un instante—. ¿Llevas puesto el cinturón? Bien. —Con la vista de nuevo en la carretera, soltó un poco el acelerador—. El muy gilipollas querrá adelantarnos. ¡Y aquí no hay sitio!
Apenas había pronunciado la última frase cuando recibieron un golpe por detrás. ________ quiso lanzar un grito, pero apenas le salió un débil chillido entre las cuerdas vocales paralizadas. Joe lanzó una maldición y se aferró con fuerza al volante para corregir la curva que había trazado el coche hacia la cuneta y el precipicio que caía más allá.
El coche plateado volvió a golpearles en el parachoques trasero. Se oyó un chirrido de metal contra metal y las ruedas del lado de _________ levantaron una tormenta de polvo y arena al salirse de la carretera.
—¡Dios mío! ¿Está borracho? ¿A qué juega? —preguntó sin aliento, volviéndose de nuevo para ver al otro coche.
El vehículo se apartó un poco y aceleró para salirse al otro carril y ponerse a su misma altura.
—Dios mío, Dios mío—susurró _________—. ¡Es él, Joe! ¡Es Jimmy Cadenas! ¿Cómo nos ha encontrado?
Cuando los dos coches estuvieron lado a lado, el Cadenas alzó el brazo.
—¡Joe, cuidado! ¡Tiene una pistola!
Aprovechando que Joe tenía la atención dividida entre conducir y agacharse para ofrecer un blanco más pequeño, el Cadenas dio un volantazo hacia el otro coche. Su vehículo, más pesado, consiguió echarlos a la cuneta.
Joe forcejeaba para evitar acercarse demasiado al precipicio. El polvo se alzaba bajo los neumáticos. Cuando ya tenía las ruedas delanteras bajo control, el Cadenas se colocó detrás y volvió a embestirles. La parte trasera del coche de Joe, que todavía culeaba, dio una sacudida hacia el borde del precipicio. Y de pronto las ruedas estaban girando en el vacío. Por un instante el vehículo quedó suspendido sobre el precipicio. Luego, con un crujido, la gravedad tiró de él y las ruedas delanteras se levantaron del suelo. Un segundo después el capó señalaba hacia el cielo.
—Dios mío, Dios mío —repetía _______ sin sentido.
Puso las manos en el salpicadero y apretó con todas sus fuerzas, como si ejerciendo presión suficiente pudiera impedir que el coche volcara y cayera dando vueltas por el abismo. Joe estaba inclinado hacia delante todo lo que le permitía el cinturón de seguridad.
Pero el coche acabó deslizándose y cayó a toda velocidad y con un estruendo horrible por la pendiente casi vertical. Las ruedas delanteras se despegaron del suelo varias veces, pero de alguna manera no llegaron a volcar. _______, sin embargo, tenía el estómago como si estuviera dando saltos mortales.
—Definitivamente tenemos que seguir juntos. —Joe intentó convencerse de que no sentía una tremenda oleada de satisfacción—. Supongo que la cuestión es adónde nos dirigimos ahora. —La miró con los ojos entornados—. ¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No. —Y meneó la cabeza con tanta decisión que varios mechones de pelo se enroscaron en torno a su pálido cuello. _________ se los apartó para metérselos detrás de las orejas—. Tengo la impresión de que el Cadenas no sabe nada de mí, y, francamente, me gustaría que siguiera sin saber nada. Desde luego no quiero llevarle directamente a mi casa. Además... —__________ le miró a los ojos—. Ahora estoy metida en esto. No te librarás de mí hasta que sepa cómo acaba todo esto. Creo que me he ganado ese derecho.
A Joe le parecía perfecto. Plantó los pies en el suelo, agarró la silla y se acercó con ella un poco más a ________. Estaba deseando acariciar la suavidad de su muslo bajo la camisa, pero se limitó a apretar el asiento de la silla.
—Muy bien. Siempre y cuando comprendas que aquí mando yo. —En aquella debacle lo había perdido todo, pero desde luego no pensaba ceder el mando. Era responsable de aquella situación y estaba decidido a hacer bien las cosas en adelante.
—Desde luego, Joe. —Y al oír su tono sumiso, Joe la miró con suspicacia—. No lo querría de ninguna otra manera.
Debería de haber sabido que era demasiado bueno para ser cierto. Qué demonios: lo sabía. Pero como era un idiota, había permitido que le engañara una vez más.
—Joder, __________, te estoy diciendo que no podemos permitírnoslo —decía veinte minutos después.
A pesar de todo, se encontraba caminando junto a ella hacia el taller del pueblo, encogiendo los hombros contra la llovizna.
—Lo que no podemos permitirnos es no hacerlo —repuso ella—. El Cadenas nos está buscando en el autobús. A la larga nos resultará más barato alquilar un coche que dar con él. —_________ le clavó sus grandes ojos verdes—. Confía en mí. ¿Acaso me he equivocado hasta ahora?
—Mierda. Ya estamos con los reproches. —Pero Joe acabó cediendo con toda la elegancia de que fue capaz—: Bah. Qué demonios. Supongo que tienes razón. De todas formas ya me he despedido del refugio de Gary.
—Pero mira el lado positivo, Joe. La Greyhound pagará el motel de anoche, y lo más probable es que te devuelvan el dinero de los billetes. Con eso reducirás un poco los gastos. —__________ le miró bajo sus largas pestañas—. Lástima que no llevemos un equipo de camping. Así te ahorrarías también el dinero del alojamiento.
Joe contempló su expresión cándida.
—Te diviertes mucho haciéndome pasar por tacaño, ¿verdad? Pues no lo soy, que lo sepas. Lo que pasa es que tenía un plazo de tiempo y un presupuesto, e hice todo lo posible por respetar las dos cosas para lograr mi objetivo.
Aquello le tocó la fibra a ________. Joe había fracasado en su tarea y lo había aceptado bien. No se había quejado ni una sola vez, como ella habría estado tentada de hacer. También sabía que a él no le haría ninguna gracia que se lo dijera. Estaba firmemente asentado en su profesionalismo y parecía muy lejano.
—Bueno, pues me alegra saberlo —se limitó a comentar—. Entonces no te importará comprarme algo de ropa, ¿verdad?
__________ no supo si le gustaba del todo la chispa que se encendió en los ojos de Joe.
—¿Algo suelto? —preguntó—. ¿Como la blusa que te mancharon de zumo el primer día?
—Sí.
—¡Bien! Pero no te vuelvas loca, ¿eh? No es que tenga mucho presupuesto.
—¡Ay, cariño! Como si no lo supiera. En este estado debe de haber algún hipermercado.
Encontraron unos grandes almacenes en Laramie, que era lo más lejos que el dueño del taller estaba dispuesto a permitirles llegar con su coche. Dejaron el vehículo en una agencia nacional de alquiler que tenía un acuerdo con el taller, y allí eligieron un coche algo más grande para dar cabida a dos largos pares de piernas. Tras comprar la ropa, se dirigieron por una autovía secundaria hacia la frontera del estado de Colorado.
Una hora y media más tarde, __________, con el codo apoyado en la ventanilla abierta, respiraba el fragante aire de las montañas de Colorado que agitaba su pelo, recogido en una coleta, y se sentía en paz con el mundo.
Gran parte de su alegría se debía a llevar por fin ropa que no se aferraba a cada partícula de su cuerpo. Se miró los pantalones cortos de cuadros, con el amplio dobladillo que terminaba algo por encima de la rodilla, y la ancha camiseta a juego. No era tan amplia como la mayoría de las prendas de su guardarropa, pero lo cierto es que ya no se sentía tan tímida con su cuerpo como hacía una semana.
La vida era maravillosa.
—¡Idiota! ¡Imbécil!
Catherine apartó la vista del espectacular paisaje y miró sorprendida a Joe. Tenía el entrecejo fruncido y miraba alternativamente la carretera que serpenteaba por la montaña y el espejo retrovisor. Aliviada al comprobar que no se refería a ella, __________ se volvió en el asiento para ver qué pasaba.
Llevaban pegado a la espalda un gran coche plateado y la distancia entre los dos vehículos se acortaba cada vez más.
—¡El hijo de puta! —exclamó Joe. La miró un instante—. ¿Llevas puesto el cinturón? Bien. —Con la vista de nuevo en la carretera, soltó un poco el acelerador—. El muy gilipollas querrá adelantarnos. ¡Y aquí no hay sitio!
Apenas había pronunciado la última frase cuando recibieron un golpe por detrás. ________ quiso lanzar un grito, pero apenas le salió un débil chillido entre las cuerdas vocales paralizadas. Joe lanzó una maldición y se aferró con fuerza al volante para corregir la curva que había trazado el coche hacia la cuneta y el precipicio que caía más allá.
El coche plateado volvió a golpearles en el parachoques trasero. Se oyó un chirrido de metal contra metal y las ruedas del lado de _________ levantaron una tormenta de polvo y arena al salirse de la carretera.
—¡Dios mío! ¿Está borracho? ¿A qué juega? —preguntó sin aliento, volviéndose de nuevo para ver al otro coche.
El vehículo se apartó un poco y aceleró para salirse al otro carril y ponerse a su misma altura.
—Dios mío, Dios mío—susurró _________—. ¡Es él, Joe! ¡Es Jimmy Cadenas! ¿Cómo nos ha encontrado?
Cuando los dos coches estuvieron lado a lado, el Cadenas alzó el brazo.
—¡Joe, cuidado! ¡Tiene una pistola!
Aprovechando que Joe tenía la atención dividida entre conducir y agacharse para ofrecer un blanco más pequeño, el Cadenas dio un volantazo hacia el otro coche. Su vehículo, más pesado, consiguió echarlos a la cuneta.
Joe forcejeaba para evitar acercarse demasiado al precipicio. El polvo se alzaba bajo los neumáticos. Cuando ya tenía las ruedas delanteras bajo control, el Cadenas se colocó detrás y volvió a embestirles. La parte trasera del coche de Joe, que todavía culeaba, dio una sacudida hacia el borde del precipicio. Y de pronto las ruedas estaban girando en el vacío. Por un instante el vehículo quedó suspendido sobre el precipicio. Luego, con un crujido, la gravedad tiró de él y las ruedas delanteras se levantaron del suelo. Un segundo después el capó señalaba hacia el cielo.
—Dios mío, Dios mío —repetía _______ sin sentido.
Puso las manos en el salpicadero y apretó con todas sus fuerzas, como si ejerciendo presión suficiente pudiera impedir que el coche volcara y cayera dando vueltas por el abismo. Joe estaba inclinado hacia delante todo lo que le permitía el cinturón de seguridad.
Pero el coche acabó deslizándose y cayó a toda velocidad y con un estruendo horrible por la pendiente casi vertical. Las ruedas delanteras se despegaron del suelo varias veces, pero de alguna manera no llegaron a volcar. _______, sin embargo, tenía el estómago como si estuviera dando saltos mortales.
♫ Laura Jonas ♥
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