Project: T.

Capítulo 007.

Ziva Mackenzie.

Una leve brisa me hizo estremecer mientras salía de bañarme, la ropa interior digamos que no era nada abrigadora. Rebusqué en el armario hasta dar con un lindo vestido. Tomé una chaqueta de mezclilla y salí de mi habitación para ir a la cocina.
Allí se encontraba Skyler, rodeé mis ojos y me senté frente a ella, nuestra madre colocó el desayuno y después de un rato de silencio fui la que lo rompí.

—¿Y qué onda?— pregunté haciendo como si me importara.
—¿eh?— me miró como si hubiese hablado en otro idioma, tenía que ser intelectual esta chica.
—¿Todo bien?— tomé un sorbo de mi jugo.
—Bien, gracias ¿y tú?— me dedicó un pequeña sonrisa y yo sólo torcí un mueca.
—Como siempre— me levanté de la mesa—,me voy—Antes de dejar la cocina escuché que murmuró un 'chau'.

Tomé las llaves de BMW convertible rojo y conduje un breve camino hacía la secundaria. Llegué y aparqué en el mismo lugar de siempre, bajé y como siempre estaban las miradas de los estúpidos con exceso de hormonas, les guiñé un ojo e hice mi camino habitual hacía mi casillero. Tomé los libros y me encaminé a mi clase.

—¡Zivvy!—rodé mis ojos e hice como si jamás hubiese escuchado, odiaba ese apodo—¡¡¡Zivvy!!!—me gritó más alto.
—¿¡Qué mierda quieres, James!?—grité aún más exasperada que antes al ver en su estúpido rostro esa sonrisa que tanto odiaba.
—Oh, vamos Zivvy, compartimos clases, ¿recuerdas?—solté una pequeña risita y él frunció su ceño—, ¿qué?—suspiró.
—Nada, idiota—mordí mi labio—no me digas así que te voy a terminar rompiendo la nariz—lo apunté y sin más me di la vuelta rumbo, de vuelta, a mi clase. No pasaron dos segundos que él estaba a lado mío.
—Está bien, Ziva—sonreí agradecida y nos adentramos al salón.

Dos horas de historias, me gustaba esa clase pero a la vez me aburría, joder siempre eran las mismas historias todos los años pero con trabajos más dificultosos. Pero claro, a mi no se me dificultaba, no era la nerd de clases, pero trataba de prestar atención en lo que más podía concentrarme y después hacía las cosas en minutos o quizá una hora y ya tenía libre el resto del día, ¿no era genial?  
Lo único interesante de la clase fue que a Peyton la mandaron a detención por culpa de mi hermano, era tan estúpido ese chico pero lo quería aunque jamás lo digo quiero a todos mis hermanos. El timbre tocó y yo recogí mis cosas, salí y apresuré mi paso hasta el casillero para sacar los libros de mis siguientes tres horas infernales pero un cuerpo femenino detuve eso produciendo que ella cayera.

—¡Fíjate por donde caminas!—me gritó mientras se levantaba.
—Fíjate por donde voy yo, Carrie—la contraataque.
—¿Y por qué debería hacerlo?—se cruzó de brazos.
—No sé, para que no suceda estas cosas—dije como si fuera la cosa más obvia del todo el mundo.
—Tú deberías fijarte donde voy yo—me sonrío.
—Vete bien a la mierda y no me jodas con esas estupideces a mí—espeté un poco harta de su actitud de 'soy la reina de la escuela' o algo similar a eso.
—Vete tu a la mierda, zorra—subió su ceja derecha al ver mi expresión de pokerface.
—A mí no me dices zorra—le pegué una cachetada, aceptaba que cualquiera me lo dijese pero de ella no.
—¡Mackenzie!—me gritó un profesor—, siempre lo mismo con usted, señorita—me crucé de brazos y camine pasándolo de largo—¿¡Adonde va!?—gritó a mis espalda y yo chasquee la lengua contra mi paladar.  
—A detención—le devolví el grito y seguí caminando.

Llegué a la puerta de mi segundo hogar y entre sin tocar ni nada. Saludé al profesor que estaba allí y a mi hermana que se moría del aburrimiento la pase de largo. Me senté en el escritorio frente a Peyton.

—Hey!—la saludé alegremente.
—Hola, Ziva—me sonrió.
—Estás acá por culpa de mi hermano, ¿no?—sonreí divertida.
—Sí—suspiró e hizo una mueca.
—Es una estúpido—murmuré negando con la cabeza.
—Uhm, ¿y tú que haces aquí?—pensó por unos momentos—mejor dicho, ¿qué pasó ahora?—se acomodó mejor en su asiento.
—Le pegué una cachetada a Carrie y un profesor me vio—susurré y me encogí de hombros con indiferencia, ella sonrió y no hablamos mucho más en lo que quedaba de detención.

El timbre sonó y sentí una leve brisa de libertad en mi interior. Sonreí satisfactoriamente y me fui de allí.