Project: T.

Capítulo 008

Tessa Mackenzie

Los estruendosos golpes en mi puerta provocaron que me despertara exaltada de mi sueño. Me senté y froté mis ojos. Al ver que los golpes no paraban me levanté frustrada de mi cama, caminando a pasos lentos hacia la puerta.

-¿Qué?- pregunté al abrir la puerta, pero en lugar de encontrarme a mis hermanos, que era lo que esperaba, encontré a papá, quién sólo me miraba incrédulo.

Debía admitir que para este momento de mi vida, esa mirada ya me resultaba más que conocida. Se puede decir que es la única forma en la que me ha visto estos últimos meses. Cerré los ojos y maldije en mi mente. Últimamente, vivía de problema en problema. Lo peor es que no lo intentaba, los problemas llegaban a mí sin ser llamados.

-Empaca tus maletas, les dije que era su última oportunidad, no estaba bromeando.
-¿Me estás echando de la casa?
-No, estoy forzándote a ti  y a tus hermanos a cambiar. –habló para después continuar con las otras habitaciones.

Cerré la puerta y reposé mi espalda en ella, dejándome caer hasta terminar sentada en el piso. Mis ojos picaban y las lágrimas rogaban por salir. Nunca fue mi intención crearles tantos problemas, jamás fue mi intención hacerlos sentir decepcionados, pero había sido la única forma que había encontrado para llamar su atención. Cuando hacía algo, nunca era suficiente para que lo notaran, no fue sino hasta que dejé de intentarlo que me tomaron en cuenta. Había decidido que era mejor no esforzarme del todo, ahora tenía que aceptar las consecuencias.

Me levanté del suelo y tomé la maleta que estaba escondida debajo de la cama. Escuchaba las peleas en el pasillo, por lo menos decía la verdad, sí nos sacaría a todos de la casa. Me acerqué a mi bolso y tomé los audífonos junto con el reproductor. Ahora la música sería lo único que pudiera callar el alboroto tanto fuera de mi habitación como dentro de mi mente.

Ya con los audífonos puestos y la música reproduciéndose a través de ellos, comencé a tomar mi ropa y guardarla dentro de la maleta que estaba ahora sobre la cama. Con cada prenda de ropa que sacaba de mi armario sentía como las ganas de seguir haciéndolo disminuían. Ahora no sólo la pereza se interponía en mi trabajo si no también el dolor de que mis padres ya no me quisieran en la casa. Desistí de mi trabajo unos minutos después.

Luego de media hora donde no había hecho más que darme un baño y vestirme, me encontraba sentada en la cama. Se supone que debo continuar guardando mi vestimenta, pero mi cuerpo parecía negarse a moverse. La puerta se abrió y las luces iluminaron la penumbra en la que se encontraba mi habitación. Nora se encontraba en la puerta. Ella había sido nuestra nana desde que tengo conocimiento. Me miró enternecida antes de acercarse y darme el abrazo que tanto necesitaba.

Aún no sabía cómo lo hacía. Pero parecía que cada vez que nosotros necesitábamos algo, incluso sin decírselo, ella sabía que era. Me aferré a su regordeta figura y unas cuantas lágrimas escaparon de mis ojos, mojando su uniforme de servicio. Me aparté y limpié las lágrimas, nunca había demostrado cuanto me afectaba frente a los demás y esta vez no sería la diferencia, un pequeño flaqueo en mi personalidad no arruinará el concepto que todos tiene de mí.

-Lo siento, simplemente, te extrañaré, eso es todo.- concluí tratando de excusar mis lágrimas.
-No hay motivo para disculparse Tessa. Sólo vine a ayudarte. – miró mi maleta que estaba prácticamente vacía. Sonreí apenada. Acarició mi mejilla y luego se acercó a mi armario, para sacar mi ropa, doblarla y guardarla como era debido, nada parecido a mi método que consistía en simplemente tirar las prendas en donde cayeran.

Una hora después ya mi maleta estaba lista. Entre una conversación, donde ella hablaba y yo escuchaba, y unos comentarios que, según Nora, deberían hacerme reír, el tiempo pasó más rápido de lo que esperaba. Al final, besó mi frente y salió de la habitación, antes de que mis padres se dieran cuenta que yo no hice trabajo alguno.

Miré mi armario vacío, era más grande de lo que pensaba. Me acerqué a mi escritorio y guardé los adornos que faltaban. Al terminar de guardar el último, mamá entró a la habitación, revisó que mi ropa estuviera empacada y mi maleta cerrada, para luego mirarme a mí. A diferencia de papá, su mirada no era tan dura, al contrario, era débil, cansada. Por más que intentaba aparentar lo contrario, se veía que le dolía ser dura con nosotros.

-Es lo mejor para ustedes- se acercó, besó mi mejilla y se volvió para salir de la habitación- y para nosotros.- susurró apenas audible.

Suspiré, coloqué de nuevo los audífonos e inicié de nuevo la lista de reproducción. Guardé el reproductor en el bolsillo delantero de mi pantalón. Tomé el bolso, lo coloqué en mi hombro y luego tomé la maleta, bajándola difícilmente de la cama. Miré que ambos de mis brazos estaban ocupados, y la idea de que tuviera que volver a subir a recoger la caja de los adornos no me agradaba mucho, por lo que decidí que los adornos no eran necesarios. Salí de mi habitación, apagando la luz como pudiera y caminando por el pasillo. Las voces eran mudas debido a la música, cosa que agradecía ya que de seguro mis hermanos no aceptarían tan tranquilamente irse.

Al llegar al borde de las escaleras, me detuve. Recordé lo difícil que me fue bajar  la maleta de la cama. Suspiré cansada y antes de poder comenzar a bajar, alguien quitó la maleta de mi mano. Al momento de girar, me topé con la mirada miel de Zayn. Quité uno de mis audífonos y esperé a que hablara.

-Yo la bajo.- depositó un beso en mi mejilla y sonreí de reflejo.

Por más que se veía que no le agradaba la idea de papá, él siempre estaba ahí dispuesto a ayudarme. Zayn era el único que en serio se preocupaba por mí y no juzgaba mis acciones, era mi apoyo, y eso era algo que siempre le agradecería. Asentí y bajé las escaleras sin ningún peso adicional más que mi bolso de mano. Abracé a Nora que esperaba en el pie de las escaleras y caminé lo que faltaba hasta salir de la puerta. Al llegar al auto, papá y Harry peleaban ya que el ruloso se negaba a subirse. Rodé los ojos y coloqué el audífono que antes había quitado.

Me encontraba cansada de discutir, ya que era lo único que había hecho en la semana, así que sólo pasé a la par de ellos y subí al auto. Acomodándome en uno de los últimos asientos. Abracé mi bolso y apoyé mi cabeza en la ventana. Cerré mis ojos y rogué que la música fuera suficiente para calmar los murmullos de mi mente. Suspiré y esperé que el auto arrancara para llevarnos a cualquier lugar que mi padre tuviera planeado.