ＥＬＩＴＥ.

capítulo uno: no hay suerte.

kitra robinson.

─ Finalmente te has despertado, bella durmiente ─dijo la madre de Kitra. Era Lunes por la mañana y, ni más ni menos: el primer día de escuela luego de unas extendidas y gratificantes vacaciones en Florida, y por extendidas me refiero a aproximadamente dos semanas. Elisa, su madre, se encontraba sentada sobre la barra de madera que dividía la cocina de la sala de estar, en la que usualmente comían, haciendo cuentas con esa calma insoportable.
Kitra bufó y se refregó los ojos adormilada. Su estúpida hermana preadolescente se había quedado dormida escuchando a Justin Bieber a altas horas de la noche, y Kit se sentía algo avergonzada por saber, probablemente, cada letra de las canciones.
Pero no era su culpa, Alison sabía que ella sufría de sueño liviano y eso no la había detenido de dar un pequeño concierto pop a las dos de la mañana.
Nota mental: comprar protectores auditivos.
Kitra se adentró en la cocina para hacerse un desayuno puramente energético: café solo, una lata de Red Bull y una grande y brillante manzana verde. Pero estaba más que perdida en sus pensamientos, el año pasado había sido probablemente el peor de su vida. Nadie tenía ni idea de la cantidad de bromas que se les gastaban a los freshman’s, más que nada el idiota de Cedric Spencer, que parecía no tener nada más que hacer con su insoportable vida.
Kit suspiró, si tenía que ver la cara pretenciosa de todos los idiotas de Constance y St. Jude por demasiado tiempo, se suicidaría. Porque allí, era más que obvio el desgaste cerebral que padecía la gran mayoría de los elite. A veces le hacían perder su fe en la humanidad.
Le dio un mordisco a su manzana justo antes de que una furiosa Diane se materializara frente a ella, ahogó un grito.
─ ¿Acaso tú los has tomado? ─por alguna razón, Diane parecía empeñada en festejar hallowen todos los días, porque no había otra manera de justificar su rostro. Llevaba toda la cuenca del ojos cubierta por una espesa capa de sombra negra, su pelo tenía un aspecto grasoso y sucio, y su ropa parecía más que nada de un vagabundo.
─ ¿Qué se supone que te he robado esta vez, cuervo²? ─le respondió.
Diane rodó los ojos y señaló hacia la habitación que compartía con Alison. ─ ¿Has entrado a mi habitación recientemente?
─ ¿Por tú habitación te refieres a esa pared improvisada que te separa de Alison? Si es así, no. No me siento con ganas de morir últimamente, pero si tengo ánimos suicidas otro día, lo haré.
─ Sé que te crees graciosita, pero no lo eres. Y no es una pared improvisada, es el trabajo de mi vida en tratar tanto espiritual como  físicamente, las noticias de Gossip Girl y la música de Justin Bieber se filtren en mi cerebro. ─ Diane era una tipa bastante jodida, Kit lo sabía, pero no tenían muy mala relación. Prefería hablar con el Payaso Plin-Plin antes que Miss Universo.
─ Es una sábana, Diane, una sábana. Pero, de todos modos, ¿le has preguntado a Alison? ─Kit se dirigió hacia la cafetera y vertió todo su contenido dentro de un vaso térmico. Debía de prepararse, se tomaría el café luego.
─ Si, pero la idiota siquiera me ha registrado, está colgada de Gossip Girl como si de su vida se tratara. ─esa era una de las razones por las que no podía relacionarse con su hermana menor, en vez de vivir su propia vida, Alison soñaba con pertenecer a la elite y festejar a loco, pero tenía catorce años, así que se limitaba a acosar a los que ya lo eran por mera diversión. Vaya vida.
Entonces Alison apareció en el umbral de la puerta, vestía un conjunto de color rosa bebé de aspecto caro (aunque probablemente no lo era, si se lo había podido costear) y unas balerinas crema absolutamente aniñadas.
─ ¿Hablaban de mí? ─Alison avanzó hacia ellas a pasos ligeros, como si estuviera bailando.
La mayor de todas le dio una mirada cómplice a Diane y, tomando su desayuno de la mesada, se fue. ─ Debo de prepararme.
Incluso desde la comodidad de su habitación podía escuchar la conversación de sus hermanas menores. Le sorprendía que su madre no hubiera intervenido ya, si era así, probablemente no se estuvieran matando.
En uniforme descansaba en su silla favorita, la había heredado de su abuela, junto con muchas más chucherías de aspecto victoriano que le encantaban.
Se vistió con una rapidez no muy propia de una mujer, colocándose la camisa por la cabeza y el uniforme entero (de su elección) color azul marino por los pies. Se cepilló un poco el pelo y salió rápidamente del departamento con la mochila sobre el hombro y sosteniendo el vaso térmico con la mano izquierda.
Afuera diluviaba y fuertes ráfagas de viento hacían volar los diarios y hojas secas hacia los rostros de los transeúntes. La Av. West End estaba atascada por el tráfico y gran parte de las personas tocaban sus bocinas incansablemente, ¿qué no se daban cuenta que él sonido no los ayudaría, solo lo haría peor? La mejor opción, por mucho, era tomar el metro y olvidarse completamente del bus.
Kitra trató de cubrirse la mayor cantidad de tiempo que tardaba en llegar a la plataforma bajo los paraguas ajenos, porque si aparecía en Constance toda mojada, se estaría ganando toda la atención y eso era lo que menos deseaba. No paraba de mirar su teléfono con expresión angustiada, no era una chica de las que llegaba tarde, ella detestaba que los demás lo hicieran por lo que sería increíblemente hipócrita de su parte.
Además, el frío otoñal mezclado con las grandes gotas de agua fría la estaban helando, más cuando se colaban dentro de su ropa. No podría descifrar si sus manos temblaban por el gélido clima o por las cantidades de café azucarado que estaba ingiriendo para entrar en calor.
Cálmate, dios, cálmate.
Por suerte, no había más de dos personas haciendo fila para conseguir boletos. Kit corrió hacia la caja y se interpuso en el camino de una mujer atiborrada con bolsas de papel y tapetes bohemios, quien le dedicó una mirada para nada amable. Los tipos que tenía delante parecían viajar juntos, por lo que solo debía esperar, y esperar. Kit sintió un impulso de gritarles que se apuraran, que ella no tenía tiempo para las estupideces que parecían estarle discutiendo al boletero, que lucía una expresión abombada y un ceño fruncido. Pero eso no le daría más que problemas y llegaría incluso más tarde. Se balanceó impacientemente sobre sus pies, jugando con el billete de 50 dólares que había sacado de su bolsillo anteriormente. Incluso si los robos eran habituales en todo New York, era capaz de perseguir a un tipo que solo robó un caramelito de menta y golpearlo, por lo que mostrar su dinero libremente no la asustaba.
¡POR FIN! ─pensó Kit cuando los dos tipos robustos se salieron de su camino y la dejaron pasar. Suspiró aliviada y le tendió el billete al boletero, que segundos después le entregó la MetroCar junto con su vuelto.
Al menos nada demasiado malo había pasada hasta ahora.
Cuando Kit pudo al fin alejarse del metro, eran las 8 menos diez y se encontraba en la Quinta Avenida y 53, lo que eran casi 30 calles más atrás de Constance.
Llegó justo cuando el timbre de comienzo de clases comenzó a sonar estrepitosamente, haciendo vibrar levemente el suelo y sus pies. Sentía como la sangre le palpitaba en las sienes y una creciente sensación de mareo y dolor en los pulmones le daba ganas de vomitar. Dios, debía de hacer ejercicio más seguido.
Los chicos de St. Jude, vistiendo los uniformes de corbatas rojas y pantalones grises, lucían, si era posible, incluso más bien parecidos e  incluso más arrogantes que el año pasado. Si es que eso era posible. Y probablemente lo era. Constance Billard y St. Jude eran establecimientos seguidos; donde terminaba Constance empezaba Jude. Lo cual era extremadamente molesto, porque todas las fichas parecían groupies cada vez que un jugador de lacrosse aparecía. Tampoco ayudaba el hecho de que lucieran sacados de un catálogo de Abercrombie&Fitch.
El ronroneo de una moto la sacó de su concentración en vomitar y miró, hablando de insoportables chicos: Cedric Spencer acababa de aparecer montado en una Jawa 350 negra, luciendo incluso más cabrón que hace tres meses. No llevaba puesto casco y la camisa de su uniforme lucía arrugada y maltratada, arremangada hasta los codos dejando ver una gran cantidad de tatuajes. Un cigarrillo (que tenía más pinta de ser un porro que un cigarrillo) se balanceaba sobre la comisura de su boca mientras que él trataba de prenderlo antes de que el viento apagara la llama.
Él era una de las razones principales por la que odiaba que su escuela estuviera tan cerca de St. Jude.
Siempre rodeado de ese grupete de idiotas sin un gramo de cerebro (bueno, literalmente Kitra pensaba que nadie de la elite tenía un gramo de cerebro: excepto Charlie, tal vez); Harry Styles y otros cabrones con vidas regaladas.
Kit suspiró cuando su mirada se encontró con la de Spike y se dio media vuelta, tomando con furia las asas de su mochila de cuero negro y blanco, y se adentró en el establecimiento en el que sufriría diariamente por al menos nueve meses.
─ Bienvenidas devuelta, chicas ─dijo la Sra. McLean, parada detrás del podio en el frente del estudio de la escuela. ─ Espero que hayan disfrutado de unas maravillosas vacaciones. Yo las pasé en Vermont y fue absolutamente genial.  ─todas las personas que se encontraban dentro del lugar suspiraron. Todos sabían que la Sra. McLean tenía una novia en Vermont. Su nombre era Vonda y manejaba un tractor, la directora tenía un tatuaje en el interior de su muslo que decía “Manéjame, Vonda”.
La noticia se había sido posteada por Gossip Girl el año pasado, acompañada por un par de fotos personales de la directora. No era como si Kitra lo hubiera leído aposta, Alison la había literalmente obligado a leer el informe, histérica a pesar de que no asistía a Constance.
La directora M, como muchas la llamaban,  se encargaba de mantener todo en orden y era extremadamente buena en eso. Su trabajo consistía en ayudar, guiar y encargarse de que cada una de sus alumnas gozara de un futuro perfecto. La Sra. M tampoco toleraba los malos tratos, Constance suponía ser una escuela sin pleitos ni juicios. Una ligera maldad de una chica a otra era castigada por un día en confinamiento y un difícil ensayo. Pero obviamente ella era ignorante ante los verdaderos sucesos.
Kitra podía escuchar los murmullos de Tiffany Gardener y sus amiguitas a sus espaldas; juzgando a todas las chicas a su alrededor y riéndose de los diferentes.
─ Escuché a Spike mencionarla, algo sobre una ligera bromita de las suyas, ya sabes que se lo merece, ¿quién se cree que es? Me refiero, su madre es soltera y viven en Brooklyn. Apuesto que dentro de una casucha.
Kit apretó los puños, clavándose dolorosamente las uñas en las palmas, en un intento vano de calmarse. Estaba segura de que hablaban de ella, Tiffany era la zorra más creída de toda la Gran Manzana³. Las risitas de todas ante su postura rígida la enfadaron incluso peor.
─ ¿De qué trabaja tú mami, Kitra? ¿Prostituta de baja monta?
Esa fue la gota que rebalsó el vaso, Kit se levantó de la grada caoba y, ante las miradas atónitas de todo el cuerpo estudiantil, se arrojó contra el cuerpo de Tiffany como si su vida dependiera de ella. La retuvo contra el respaldo con la mano izquierda y le golpeó la perfecta  y redonda nariz, sintiendo y escuchando el pequeño crack que anunciaba algo roto.
Luego de una larga y monótona charla con la Sra. McLean, toda la junta estudiantil había accedido a no expulsar a Kitra. Más por el hecho de que fue una reacción provocada a porque Tiffany había respondido a sus golpes. Cuando al fin cuatro profesores las pudieron separar, la nariz de Gardener sangraba a torrentes y sostenía temblorosamente un mechón largo de color dorado, obviamente arrancado del cuero cabelludo de su contrincante.
Ay, dios, ser el centro de atención apestaba.
Tenía ese sentimiento de que había decepcionado a tanta gente en tan poco segundos; su madre, la Sra. McLean, todos sus profesores, los decanos que tanto respeto le tenían. Las únicas que parecían alentarla eran Charlotte (que cuando la encontró le dio un abrazo) y sus dos hermanas, Alison odiaba a Tiffany, juzgándola por todo lo que GG posteaba y, bueno, Diane estaba feliz de que su hermana había golpeado a alguien públicamente.
Los pantalones le comenzaron a vibrar y Kit sacó su IPhone del bolsillo trasero de su uniforme. Era una difusión de whatsapp:
«Hablando de no ser el centro de atención.»

Referencias:
[²] Cuervo: this.
[³] La Gran Manzana: Nueva York.

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