ＥＬＩＴＥ.

capítulo cinco: pasado.

Zaira Morrison

Una sustancia fría y pegajosa untaba la cara Zaira, ella abrió sus ojos de golpe encontrándose con Nicky, su amando perro. Al percatarse de que la sustancia en un su cara era baba soltó un grito haciendo que el perro se cayera de la cama. Ella corrió hacía el baño y lavó su cara repetidas veces.

─Asco, asco, asco─ murmuraba mientra seguía echándose agua─ ¡Nicky!─chilló horrorizada con la escena.

Zaira había olvidado cerrar su closet y el perro había arrancado varias prendas, ella como pudo lo sacó de la habitación. Le había roto varias -la mayoría- de prendas que su madre le había heredado, sin darse cuenta lágrimas recorrían su rostro, desde aquel accidente que hubo en las vacaciones ella no volvió a ser la misma, se había alejado de todos sus amigos, y ahora tenía miedo de estar sola en aquella Universidad, ¿qué pensarán ahora? la chica elite sola, ésto fue lo más bajo en lo que pudo haber caído.

Pasó sus manos por su cara tratando de sacar esos recuerdos que la atormentaban de hace varias semanas. Tomó una calza básica negra y una camisa de jean celeste; hoy Zaira quería ir 'normal', pasar desapercibida entre los elites y los no-elites. Se dirigió al baño para tomarse una pequeña ducha, se desvistió y se metió en la ducha mientras el agua caía templada, ni muy fría ni muy caliente, como le gustaba a ella. Su jabón tenía un perfecto aroma a lavanda al igual que su shampoo. Salió y cubrió su cuerpo con una bata de color lila, agarró el secador y lo encendió, después de unos minutos su cabello estaba listo.

Agarró su ropa de interior negra; básico. Y se la colocó junto a sus calzas y camisa. Debajo de su cama tenía unos borcegos con plataforma, también negros, los amaba.
No se había percatado de que el desayuno se encontraba sobre su pequeño escritorio, 'lo habrán traído mientras me bañaba', pensó ella mientras tomaba asiento y comenzaba a comer del delicioso platillo, ella comía allí desde aquel accidente en conjunto con la pelea de su padre. Y, ya que no quería cruzar muchas palabras y  mucho menos le gustaba la idea tendría que vivir con él, se acostumbró a estar en su habitación la mayor parte del día.

─¿Papá?─ lo llamó mientras llegaba al living.

─¿Qué pasa?─ dijo detrás de ella haciendo que se sobresaltara.

─¿Me llevas al colegio?─ preguntó tímidamente.

─S-sí─ tartamudeo─, ¿ya tienes todo?  

─Voy a buscar mi bolso─ espetó y subió corriendo la escalera hacía su habitación.

Primero, fue al baño y se cepilló los dientes. Después pensó dónde estaba estaba su mochila y recordó que la había dejado sobre el banco que hay en su pequeño balcón, lo tomó y bajó corriendo hacía el auto, donde se encontraba su padre.


Miradas se posaron sobre ella al bajar del auto, todo era igual que siempre. No había mucho sobre qué comentar, bajó su vista y en pasos rápidos caminó hacía su taquilla, quería evitar escuchar los murmullos de los demás. Se dirigió a su primera clase que fue exactamente igual de aburridas que las demás. Si no fuese por las cosas que sucedían allí esto no estaría vivo.
Evitó a cualquiera que se le acercara, definitivamente, ese primer día no fue tan malo después de todo.  Su celular le avisó sobre un nuevo mensaje, mientras Zaira se dirigía hacía la salida abrió aquel mensaje.

*Oye, ¿ya te fuiste? xxS*

Rodó sus ojos al saber que era Sebastian, no tenía ganas de pelear con él.

*¿Dónde estás? xxZ*

Rogaba que no estuviese allí afuera.

*Afuera, duh. xxS*

Dio su palma contra su cara y bufó.

*Vete a al mierda y déjame tranquila. :) *  

Llegó a la salida y lo divisó, estaba vestido con un pantalón negro ajustado y un suéter beige; nada mal, no fijó su atención con quién estaba pero de seguro era algún no-elite.

*Oh, que mal humor. Hey, ahí te veo. :D *

Siguió su camino pareciendo que no lo vio, pero, él la tomó del brazo haciendo que se gire. Su labio inferior estaba haciendo un puchero.

─Pensabas librarte de mí, ¿no, Claire?─ rió haciendo que algunos miraran, ella gruñó; odiaba que, él, la llamara por su segundo nombre.

─Déjame tranquila, Sebastian─ trató de salir de su agarre pero no pudo, bufó─, por favor. Jesús.

─Claro, otro día tengo que hablar contigo─ le sonrió, no era malo Sebastian, pero sí era insoportable; más cuando le debías algo... desde hace tiempo.

─Cómo digas─ él la soltó y le dio un beso en la mejilla, haciendo que varios expectantes de escena jadearan y murmuren, otra vez. Ella gruñó y se fue casi corriendo a su casa.

El celular volvió a sonar <¿acaso, Z se trae algo con S? ¿o hay algún secretito?>

Apretó el celular entre su manos y se puso roja de la furia, ésto era lo que menos quería. Ahora sí no iba a ser invisible. Ahora sí, él estaba en la lista negra de Zaira. Jamás le fascino la idea de estar cerca de él, no cuando ellos llevaban hablando hace vario tiempo, un tiempo casi lejanos para ambos, algo que él no olvidaba y algo que ella quería hacerlo, pero con Sebastian detrás de ella no podría hacerlo. La única solución sería hacerle frente a sus deudas y así vivir con el alma casi-tranquila. Ella tenía un presentimiento de que ese no sería el fin, pero, ¿qué perdía con hacer el intento?

capítulo seis: una no muy grata sopresa.

Antoinette Alaska Bellard.

— Hay muchas maneras de amar y querer – dijo ella. –  Te imaginarás que ahora no puedo seguir queriendo a Shane como hace años, cuando nos casamos, de la misma manera.

— ¿De qué manera?

— ¿Cómo, de qué manera? Sabes lo que quiero decir.

— No sé nada.

— Te lo he dicho muchas veces.

— Lo has dicho, pero no lo has explicado nunca.  

Shelley quedó deprimida y Antoinette no pudo lograr una palabra más acerca de Shane. Pero puede agregar que no era ese hombre el que más la torturó, porque al fin y al cabo de él llego a saber bastante. Eran las personas desconocidas, las sombras que jamás mencionó su madre y que sin embargo ella sentía moverse silenciosa y oscuramente en su vida. Las peores cosas de Shelley las imaginaba precisamente con esas sombras anónimas. La torturaba y aún hoy torturan a Toy, una palabra que se escapó de sus labios en un momento de placer físico.

— No fue tu padre, por supuesto – aclaro. – supongo que fue por méritos propios.

— Pareces enorgullecerte de ello.

— Lo quería – respondió Shelley.

— Entonces ahora no lo quieres.

— Yo no he dicho que haya dejado de quererlo – respondió.

— Dijiste "lo quería". No dijiste "lo quiero".

— Haces siempre cuestiones de palabras y retuerces todo…hasta lo increíble – protestó Shelley. – cuando dije que me había casado porque lo quería no quise decir que ahora no lo quiera.

— Ah, entonces lo quieres a él – dijo rápidamente Toy, como queriendo encontrarla en falta respecto  a declaraciones hechas en interrogatorios anteriores.

Calló. Parecía abatida.

— ¿Por qué no respondes? – preguntó insistente Antoinette.

— Porque me parece inútil. Este diálogo lo hemos tenido muchas veces en forma casi idéntica.

— No, no es lo mismo que otras veces. Te he preguntado si ahora quieres a Shane y me has dicho que sí. Me parece recordar que en otra oportunidad, en el puerto, me dijiste que papá era la primera persona que habías querido.

Shelley volvió a quedar callada. A Toy le irritaba en ella que no solamente era contradictoria sino que costaba un enorme esfuerzo sacarle una declaración cualquiera.

— ¿Qué contestas a eso? – volvió a interrogar Antoinette.

— ¡Basta! – exclamo Shelley furibunda. – ¿a qué viene esto, Toy? ¿Desde cuándo te interesas por mis citas o con los hombres que te he presentado?

— Tal vez porque me preocupo por mi madre – dijo con tal dureza y frialdad, casi comparándose con un gran tempano de hielo.

— ¡Y tú te has vuelto una desgraciada malagradecida!

— Desearía tenerlo aquí, el si me ama de verdad – Toy se mordió la lengua para impedir una fuerte oleada de lágrimas, no permitiría dejar disfrutar a su madre verla tan débil y sumisa.

— ¿Quién puede amar a una maldita ramera como tú? ¡Con suerte te casaras con un idiota que no haga más que golpearte!

— No soy como tú…

Antoinette cerró sus ojos contra el impacto que le presentía venir. Su mejilla ardía como un infierno, pero tuvo que contener las ganas de golpearla de vuelta. Naturalmente ese sería su ataque a defensa propia.

— ¡Hija de perra! Lárgate a tu maldita secundaria antes que acabe contigo.

— Desde que papá se fue te has vuelto una completa extraña para mí.

Miro ansiosamente su rostro duro, su mirada dura. "¿Por qué esa dureza?", se preguntaba, "¿por qué?" Quizá sintió su ansiedad, su necesidad de comunión, porque por un instante su mirada se ablandó y pareció ofrecerle a Toy un puente; pero ella sintió que era un puente transitorio y frágil colgado sobre un abismo. Con una voz también diferente, agregó:

— Lo sé, hago mal a todos los que se me acercan.

Le retorcía los brazos y la miraba fijamente en los ojos, por si podía advertir algún indicio, algún brillo sospechoso, algún fugaz destello de ironía. Pero en esas ocasiones ella miraba asustada como un niño, o tristemente, con resignación, mientras comenzaba a arreglar el desorden de la alcoba.

Hecha huracana salió por la puerta de enfrente y decidió de último momento tomar un taxi. Las noticias del clima salieron a flote; una tormenta se avecinaba y las posibilidades de volver a ver el sol en primavera sería de uno en un millón. Parecía que nada bueno le deparaba dentro de su vida cotidiana, y esperaba que eso no fuera por mucho tiempo.

El auto condujo por una corto tiempo hasta que se estaciono enfrente de una garaje de color blanco, desgastado y con muchos garabatos sin sentido. Suspiro, al menos, unas cinco veces hasta que el rubio de ojos azules salía conmocionado por la bocina del chofer. Se enjuago las cienes mientras daba grandes zancadas, tratando de hallar algo en su mochila de cuero y trataba de encontrar el cerrojo de la puerta.

— ¿Cómo vas, pequeña?

— Como la misma mierda, a decir verdad. ¿Cómo vas tú?

Niall me miró con mayor tristeza. Estuvo un rato callado y al cabo me preguntó con voz muy dolorida:  

— ¿Es necesario que responda a eso?

— Sí, es absolutamente necesario – le dijo Toy, con dureza.

— Nada comparado con lo tuyo, quizá que mi hermana es un desastre en muchas cosas… – calló por un nanosegundo, después la miro y dijo: – escuche algo horripilante acerca de la relación con tu madre.

Hizo esta afirmación mirando cuidadosamente sus ojos; la hacía con mala intención; era óptima para sacar una serie de conclusiones. No es que él creyera que la amara realmente (aunque también eso era posible dado el temperamento de Shelley), sino que quería forzarla a aclarar eso de "cariño de madre a hija". Antoinette, tal como él rubio lo esperaba, tardó en responder. Seguramente, estuvo pensando las palabras. Al fin dijo:

— Rentare un apartamento, ¿te apetece la idea de venirte conmigo?

Niall quedo demudado. Absorto por la invitación de su amiga, olvido por completo que el taxista le había anunciado su parada en la esquina de Constance.

— He dicho que ya hemos llegado, hombre — demando el señor ochentero, dando suaves palmadas en la mano del rubio llamando su atención.

— Disculpe, usted – saco su cartera y le entro la mitad del dinero, al mismo tiempo que Anoinette le daba la otra mitad y salía del taxi.

Ella estaba horriblemente triste. Todavía hoy le admira que haya oído con tanta atención todas esas idioteces y, sobre todo, que las recuerde con tanta fidelidad. Lo curioso es que mientras las oía trataba de alegrarse haciendo esta reflexión: "Esta gente es frívola, superficial. Gente así no puede producir en Shelley más que un sentimiento de soledad. GENTE ASÍ NO PUEDE SER RIVAL." Y sin embargo no lograba ponerle alegre. Sentía que en lo más profundo alguien le recomendaba tristeza. Y al no poder darse cuenta de la raíz de esta tristeza la ponía malhumorada, nerviosa; por más que trataba de calmarse prometiéndose examinar el fenómeno cuando estuviese sola. Pensó, también, que la causa de la tristeza podía ser la ausencia de su padre, pero se dio cuenta de que esa ausencia más le irritaba que entristecer. No era eso.

— ¿Para qué? – respondió Liam. – todas las novelas policiales son iguales. Una por año, está bien. Pero una por semana me parece demostrar poca imaginación en el lector.

Winter se indignó. Quiero decir, simuló que se indignaba.

— No digas tonterías – dijo. – Son la única clase de novela que puedo leer ahora. Te diré que me encantan. Todo tan complicado y detectives tan maravillosos que saben de todo: arte de la época de Ming, grafología, teoría de Einstein, baseball, arqueología, quiromancia, economía política, estadísticas de la cría de conejos en la India. Y después son tan infalibles que da gusto. ¿No es cierto? – preguntó dirigiéndose nuevamente a la rubia.

Le tomó tan inesperadamente que no supo que responder.

— Sí, es cierto – dijo Toy, por decir algo.

Liam volvió a mirarla con ironía.

— Le diré a J.J que las novelas policiales te revientan – agregó Winter, mirando a Liam con severidad.

— Yo no he dicho que me revienten: he dicho que me parecen todas semejantes.

— De cualquier manera se lo diré a J.J. Menos mal que no todo el mundo tiene tu pedantería. A Toy, por ejemplo, le gustan ¿no es cierto?

— ¿A mí? – preguntó horrorizada.

— Claro – prosiguió Winter, sin esperar su respuesta y volviendo la vista nuevamente hacia Liam. – que si todo el mundo fuera tan savant² como tú no se podría ni vivir. Estoy segura que ya debes tener toda una teoría sobre la novela policial.

— Así es – aceptó Liam, sonriendo.

— ¿No le decía? – comentó Winter con severidad, dirigiéndose de nuevo a Toy y como poniéndole de testigo. – No, si yo a éste lo conozco bien. A ver, no tengas ningún escrúpulo en lucirte. Te debes estar muriendo de las ganas de explicarla.

Liam, en efecto, no se hizo rogar mucho.

— Mi teoría – explicó. – es la siguiente: la novela policial representa en el…

— ¡Fascinante! – detuvo la explicación de Liam apuradamente, sorprendiendo a ambos analogistas. Antoniette no dudo ni un segundo en forzar a su amiga en salir de allí, arrastrándola por todo el pasillo hasta llegar a un lugar más lejano a la algarabía o peor, a su amiga Charlie.

— ¿Qué demonios te sucede? – pregunto Winter, sofocada, zafándose de su agarre.

— Cierra la boca y escucha – sonrió por primera vez en todo el día. – cuando llegue con Niall escuche de alguien que Tiffany tiene ciertos atributos por el imbécil de Daniel.

Winter, literalmente, quedo con la boca abierta.

— No te creo. ¡Caramba! Toy no tenía ni idea… quizá sospeche, pero ni enterada. ¿Ya lo sabe Charlie?

— No sé, se lo diré ahora que llegue.


Antoinette miraba por la ventanilla, mientras el maestro de Matemáticas explicaba la raíz cuadrada de números infinitos que ella podría comprender. La secta de inútiles nerds eran felices alimentando sus ganas de aprender, aunque quizás ninguno tuviera esa capacidad de alegrarse por algo que nunca entenderán. Algunos se quejan de eso y cito; “Yo quiero ser policía, ¿de qué me sirve matemática?” “¡Iré a la luna! ¿Qué carajos me va con la danza?” La amarga satisfacción de volver a ver a los patéticos soñadores en clases, mirando tristemente la pizarra y creyendo que nunca alcanzaran sus sueños, picaba y ardía en su garganta.

Más tarde todo estaba vació y ella seguía sentada mirando la nada, tratando de hallar soluciones a cosas que no encuentra en su vida, cosas como… Su felicidad, su alegría, su positivismo. Nada parecía ser acorde a la vida que llevaba ni a su misma personalidad.

— No conozco a una sola chica que le agrade estar en un salón sola…

— Tal vez sea porque soy única e irrepetible – Toy detecto de inmediato de quién se trataba, incluso tuvo que reprimir las mariposas que volaban por su estómago.

— Lo somos todos, cariño – sonrió coquetamente, Spike.

— ¿Tú qué sabes de eso? Parece que vienes tan solo para hacer la vida miserable a los demás – dijo burlona, tomando su mochila y saliendo por la puerta del aula. Sospecho que él estaba tras de ella.

— Se muchas cosas – Toy rio amargamente. – Por ejemplo… Uhm… El sexo es mi especialidad.

— Vete al infierno – Spike sonrió.

— Está bien, está bien, tal vez no soy un cerebrito… pero se unas cuantas cosas de ciencia, tecnología, quizá economía.

La rubia se detuvo encantada de escucharlo, pero pese a que delante de ella se encontraba otra persona que la hacía sentir gelatina, casi compitiendo por la atracción y lo maravillada que estaba por Spike, se olvidó de todo. Bajo la luz clara de un foco a las afueras de la Avenida, Ezra contemplaba la noche recostado en su motocicleta.

— ¿Ezra? – susurro Spike.

— Me tengo que ir… Nos vemos, Spike.

Camino nerviosamente por el estacionamiento, intentando salir por la puerta de atrás. Para su mala  suerte; Ezra venia dispuesto a hablar un poco con Toy, principalmente porque ella era su tutora de Literatura. Allí era donde radicaba el problema; sí ella le daba la oportunidad creería que ella no es un dolor de cabeza, lo cual le gusta aparentar. Normalmente lo mandaría al diablo, pero parecía un imán.

— ¡Antoinette! Discúlpame, algo me distrajo. El punto es que venía de pasada para darte la noticia de que mañana en la tarde tengo tiempo para empezar las clases, si puedes, claro – sonrió cansadamente, ya que corrió de un extremo al otro, siendo muchos metros no se pudo imaginar.

— Podrías haber mandado un msj, eso hubiera bastado.

— Tú amiga Winter me dijo que habías dicho que querías que viniera por ti.

Sus ojos se abrieron como platos y maldijo a  la rubia por lo bajo.

— ¡Hey! – Spike al horizonte sonrió en dirección hacia Ezra, aquello le tomó por sorpresa al rubio.

— ¿Qué haces aquí, Cedric?

Qué curioso, lo mismo me pregunto yo.

— Nada en particular, vine por cosas de la vida – dijo en dirección a Toy, lo que causo un sonrojo imprevisto. – ¿Tú que haces aquí?

— Vengo por Antoinette – el rubio le guiño el ojo, causando doble impacto.

Oh.

— Esto es incómodo – susurro Toy por lo bajo. – estoy agotada, ¿podrías llevarme a casa, Ezra?

— Claro, iré por mi motocicleta – sonrió despareciéndose por la niebla de aquella noche fría.

— Te gusta, ¿no es así?

— No – casi grito en su rostro, eso la sorprendió. – es decir; no, solo lo ayudo en Literatura.

No dijo nada, más bien bufó.

— De cualquier forma – dijo Spike sacando de su bolsillo un papel pequeño con algo escrito. – esta mi número, si algún día te sientes sola.

Aquello no era una invitación cordial, más bien una invitación a su cuarto, a su cama y a quién sabe qué otra cosa. Toy disimulo una sonrisa y asintió distraídamente.

— Adiós – dijo ella.

— Buenas noches, Toy – beso su mejilla y dejo de verlo cuando volteó la siguiente calle donde estaba su moto parqueada. Se preguntó porque no la había estacionada dentro del Constance; y aquello comenzó a intrigarle. ¿Qué trata de esconder Spike?

— Todo listo, Antoinette – escucho de cerca de Ezra y tuvo que apartar los feos pensamientos e ideas que se le cruzaban por la cabeza. Sería mejor olvidarlo y tratar de ver más allá del Ezra agradable.

— Deja de llamarme Antoinette, lo odio.

— Lo siento, te diré Toy.

— Esta mejor – sonrió. – ahora cuéntame un poco de…

Mi teléfono dio el tono de “Burn it down” de Linkin Park. Casualmente el teléfono de Ezra dio el tono también, que detuvo la motocicleta. Deje de respirar cuando supuse que era de Gossip Girl. De cualquier forma, no me espanta la idea de aparecer allí, tan solo ruego al cielo que no sea nada respecto a Cedric, Ezra y yo.

«¡Caray! ¿Quién lo creería? A se encontró con una incomoda reunión. Al parecer S tenía unas salvajes intenciones, pero en pocos segundos E los destruyo a pedazos. ¿Quién ganara esta batalla? Solo esperemos que A no haga trió... Quién sabe.»

— Oh no, ¡claro que no!


Referencias:
[²] Savant: un trastorno que paradójicamente también le incapacitaba para valerse por sí mismo en tareas tan simples como abrocharse un botón.