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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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#Fire Rouge..*
Eu^_^
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
Capítulo 23
A _________ la despertó el crujiente sonido del papel. Abrió los ojos ante el ruido, desorientada por la grisácea luminosidad que anunciaba que estaba a punto de amanecer, y los cerró otra vez. El fuego de la chimenea se había apagado hacía horas y se acurrucó más cerca de la fuente de calor que tenía al lado, estirándose contra piel caliente y suave… antes de ser consciente de a quién pertenecía aquella piel en cuestión.
Separó los párpados de golpe y se tropezó con la mirada atrevida y divertida de Joe.
—Buenos días, emperatriz. —_________ sintió más que oyó las palabras que retumbaron en su pecho, somnolientas. Y se sonrojó. Después de todo, no todos los días se despertaba una con un hombre en su cama. No estaba segura de cómo debía responder, pero imaginó que ignorarlo no era lo más adecuado. Se apartó en un intento desesperado por restaurar la compostura.
—Buenos días, ¿qué hora es?
—Aún no son las cinco —respondió él, rodeándola con un brazo y tirando de ella para devolverla a la posición original, apretada contra su cuerpo caliente, duro y… muy desnudo—. Demasiado temprano para que me vaya.
—¡Nos descubrirán! —susurró ella.
—Me iré antes de que eso ocurra, preciosa —prometió—, pero antes tengo que devolverte algo.
Le vio alzar la mano libre y reconoció con completo horror el papel que sostenía entre los dedos. Su lista.
Se abalanzó sobre él, pero Joe la mantuvo alejada de la lista con facilidad y le obligó a retorcerse sobre su pecho, intentando alcanzar la hoja. ________ se dio cuenta con rapidez de que era una batalla perdida y se detuvo para lanzarle una mirada acusadora.
—¡Me la has robado!
—No es necesario que me mires como si eso fuera cierto, preciosa —aseguró con fingida afrenta—. La perdiste, yo me limité a recuperarla para ti.
—Bien —convino ella con dulzura—, es una suerte que hayas acudido en mi rescate, ¿verdad? —Trató de recuperar de nuevo el papel—. Me gustaría que me la devolvieras.
—Estaré encantado de complacerte, claro está —afirmó él, agitando el escrito en el aire desenfadadamente—, pero ¿no crees que, dada la relación que nos une ahora, debería estar enterado del contenido de tu famosa lista? Después de todo, no me gustaría que tus excéntricas actividades me pillaran desprevenido una vez que estemos casados.
__________ abrió los ojos como platos.
—¡No! ¡No puedes hacerlo! ¡Me prometiste que no la mirarías! —Se retorció otra vez contra él para intentar rescatar la lista de sus garras.
—Sí, bueno, es lo que tiene de malo unir tu destino al de un libertino indomable como yo —bromeó él, gimiendo al notar que los exuberantes pechos de la joven se frotaban contra su torso. La detuvo con una mano—. Cuidado, emperatriz, o acabaré por demostrarme a mí mismo, otra vez, lo canalla que soy.
_________ se sintió poderosamente femenina al comprender el poder que su desnudez tenía sobre él. Reptó sobre él, rozándose con absoluta deliberación contra una de las tetillas, y se deleitó al notar que Joe contenía el aliento.
—Picaruela —gruñó él, apoderándose de sus labios para robarle un profundo beso. Una vez que terminaron, dijo—: No, no conseguirás distraerme. Quiero echarle un vistazo a la lista.
_________ reconoció su derrota y hundió la cara en su torso, con las mejillas en llamas, mientras él la leía. ¿Qué pensaría de ella? ¿Qué diría? Esperó, con el vello de su pecho cosquilleándole en la nariz, a que él asimilara lo que había escrito.
Joe se mantuvo en silencio durante mucho tiempo.
—¿Qué es lo que hiciste primero? —preguntó, por fin.
Y ella quiso morirse de vergüenza. Negó con la cabeza.
—_________. ¿Qué hiciste en primer lugar?
Ella respondió, pero las palabras quedaron ahogadas contra su pecho.
—No te he oído, cariño.
Ella giró la cabeza y apretó la oreja justo sobre el fuerte y constante latido de su corazón.
—Besar.
Notó que el pecho de Joe subía y bajaba cuando respiró profundamente.
—La noche que apareciste en Ralston House.
Ella asintió con la cabeza con la cara en llamas.
—Sí —susurró.
—¿Por qué yo?
Joe le había preguntado eso mismo en su dormitorio aquella primera noche, y ella le había respondido con una verdad a medias. Pero esta mañana, con el amanecer a punto de despuntar, ________ no quería mentir. No quería reservarse nada de sí misma ante él. Incluso aunque lo arriesgara todo.
—Porque quería que fueras tú. Siempre quise que fueras tú quien me diera mi primer beso.
—El otro día en Ralston House —dijo él en voz baja mientras le acariciaba la suave piel de los hombros—, dijiste lo mismo, que siempre había sido yo. ¿Qué quisiste decir?
Ella se puso rígida, y él esperó mientras consideraba su pregunta.
—Te he amado toda mi vida —respondió sin mirarlo a los ojos—. Durante más tiempo del que puedo recordar.
—¿Cómo?
_________ se mantuvo en silencio el tiempo suficiente como para que él pensara que no iba a contestar.
—Nos tropezamos una vez. Yo era joven e impresionable y tú, tan encantador e inalcanzable que… que no pude evitarlo. —Apartó de nuevo la vista, sin mirar a ningún punto en concreto—. Eres difícil de ignorar.
—¿Por qué yo no lo recuerdo? —preguntó él con suavidad.
—Bueno, no soy exactamente una belleza inolvidable. —La insinuación de una sonrisa se dibujó en los labios de ________, pero no apartó la mirada del pecho de Joe, donde sus dedos jugueteaban con el vello oscuro—. Lo cierto es que la gente no suele darse cuenta de mi presencia.
Joe le capturó la mano para inmovilizarla y forzarla a mirarlo a los ojos.
—No sé cómo no me fijé en ti antes, _________, pero te aseguro que me considero imbécil por no haberlo hecho. —Ella contuvo la respiración al oír aquellas palabras tan honestas y sinceras.
Joe volvió a mirar la nota.
—Te quedan algunas cosas por tachar.
Ella siguió la dirección de su mirada y leyó las líneas.
—Jugar a las cartas… —aclaró ella—, lo tacharé en cuanto tenga otra vez la lista. Algo que debería ocurrir en algún momento —añadió de manera significativa.
Él le sostuvo la mirada con sus ojos sombríos y serios a pesar de su broma.
—No me refiero a eso, _________. Creo que va siendo hora de que te des cuenta de lo hermosa que eres.
La joven apartó la vista, pero él le capturó la barbilla entre los dedos y le obligó a mirarlo de nuevo mientras hablaba.
—Eres, posiblemente, la mujer más hermosa que conozco.
—No —susurró ella—, no lo soy. Pero eres muy amable al decirlo.
Él negó con la cabeza decididamente.
—Escúchame bien. No sabría por dónde empezar a enumerar todo lo que te hace hermosa… Un hombre podría perderse en tus ojos; en tus preciosos labios, que están hechos para besar; en tu sedoso pelo; en tus suaves y deliciosas curvas; en tu piel cremosa y perfecta, que se sonroja y adquiere el mismo color que los melocotones maduros. Y eso por no hablar de tu calidez, tu inteligencia, tu humor, y de la manera en que me quedo totalmente subyugado cuando entras en la habitación en la que estoy.
A _________ se le llenaron los ojos de lágrimas al oír aquellas palabras… Las palabras que quería creer con toda su alma.
—Jamás dudes de tu belleza, ________, pues es lo que me ha arruinado para cualquier otra. Y, de verdad, me habría gustado haberte encontrado hace muchos años.
«Y a mí», pensó ella. ¿Qué habría ocurrido si él se hubiera fijado en ella años antes? ¿Si la hubiera cortejado entonces? ¿Habría tenido una vida llena de amor y pasión? ¿Habría evitado aquella profunda soledad que había sufrido su corazón durante tanto tiempo?
¿Y qué habría ocurrido con él? ¿Habría aprendido a amar?
Sus emociones se debieron de reflejar en la cara y, aunque él no pudo saber exactamente lo que estaba pensando, pareció entender sus sentimientos. Joe se adueñó de sus labios en un beso apasionado y ella le correspondió; se dejó llevar por las profundas emociones que provocaba la caricia y que la dejaban sin aliento.
Cuando el beso terminó, él le brindó una amplia y pícara sonrisa.
—Supongo que será cuestión de compensar el tiempo perdido. —Y _________ no pudo evitar reírse ante su tono—. ¿Te gustaría tachar hoy otro artículo de la lista?
—Me encantaría. ¿Qué me propones? —dijo, comenzando a revisar la lista que él todavía sostenía entre los dedos, pero Joe dejó caer el papel y, alzando a la joven, se la colocó sobre el regazo. Ella contuvo la respiración al sentir su miembro firme y caliente contra la suave piel del interior de sus muslos.
—Creo que ha llegado el momento de que montes a horcajadas. —Cuando ella entendió lo que quería decir, notó que se le formaba una especie de calor líquido justo en la entrada de su cuerpo, donde podía sentir la dura longitud masculina presionada contra ella de la más íntima de las maneras.
—No puedes querer decir que… —_________ se interrumpió cuando Joe la alzó de nuevo y la colocó en la posición correcta. Acto seguido le ahuecó los pechos y le restregó los pulgares sobre los pezones, que se endurecieron con rapidez.
—Oh, claro que quiero, emperatriz. —Sus palabras fueron suaves y tentadoras. Entonces le hizo bajar para que los pechos quedaran al alcance de su boca. Le besó un pezón y luego el otro mientras deslizaba la mano para acariciarle las nalgas redondeadas, reacomodándola y separándole más las piernas. Joe le soltó el turgente pezón con un último lametazo y la observó con los ojos entrecerrados mientras le hacía incorporarse sobre su regazo. Movió de nuevo las manos, que deslizó desde las nalgas hasta el lugar donde ella más ansiaba, dejando un rastro de fuego a su paso. Por fin comenzó a acariciar los pliegues resbaladizos y mojados de su sexo, y a frotar el pulgar sobre el duro y dolorido nudo de placer que ahora parecía pertenecerle.
_________ susurró su nombre en la pálida luz de la mañana.
—Eso es, emperatriz. Quiero verte alcanzar el placer. Quiero ver cómo llegas al cénit encima de mí… Eres tan apasionada… tan hermosa…
Al oírle decir aquellas frases tan pecaminosas, pícaras, tentadoras y perfectas, a _________ le costó toda su voluntad negar con la cabeza y ponerle las manos en el pecho para soportar el peso.
—No… —protestó—. No quiero… No si no llegas conmigo.
Las palabras estremecieron el corazón de Joe, que solo pudo pensar en sumergirse en ella.
—Por favor, Joe —le imploró—. Por favor, haz el amor conmigo.
No tuvo ninguna oportunidad.
En unos segundos, la había alzado para situarse ante aquella entrada cálida y generosa, y le hizo resbalar para que se clavara en su miembro, penetrándola hasta el fondo. _________ agrandó los ojos ante el placer que le proporcionó aquella nueva postura y, en ese momento que Joe adoró, la ansiosa incertidumbre que mostró fue completamente irresistible.
Le puso las manos en las caderas para que irguiera la espalda y, entonces, lentamente, le mostró los movimientos, invitándola a explorar.
—Así, preciosa —susurró él mientras observaba cómo el voluptuoso cuerpo de _________ caía sobre él en un dulce tormento—. Móntame. —Y ella lo hizo, encontrando enseguida un ritmo maravilloso; uno que él pensó que acabaría por matarlo si no quisiera con tanta desesperación ver el éxtasis de su cara cuando alcanzara la liberación.
No tuvo que esperar mucho tiempo. _________ encontró el ángulo perfecto, y sus leves gemidos de placer fueron señalando los pasos que daba hasta el objetivo final. Entonces la sujetó por las caderas con firmeza y acompañó sus movimientos, ayudándola a encontrar el éxtasis.
—Tómame, emperatriz —pidió con voz ronca mientras la observaba bordear la cúspide de una ola de placer. _________ cerró los ojos y arqueó la espalda, abandonándose a aquel ritmo cadencioso que mantenía sobre él—. Toma lo que quieras.
Abrió los ojos y él leyó el deseo en su mirada.
—Déjate llevar conmigo —le exigió ella, sin comprender el poder erótico de su voz. Él no podía hacer otra cosa que darle lo que le había pedido. Se impulsó debajo de ella cuando a _________ le fallaron las fuerzas y cayó sobre él. Contuvo su gemido con un beso y le hizo rodar sobre la espalda para continuar embistiendo en su interior hasta que el placer la inundó de nuevo. Solo entonces él se abandonó a una poderosa liberación que hizo que jamás quisiera abandonar los brazos o la cama de _________.
Unos minutos después, mientras yacían con los miembros enredados, aturdidos todavía por las secuelas de su pasión, _________ comenzó a reírse entre dientes contra el costado de Joe. Él alzó la cabeza y la miró. La joven tenía una amplia y absurda sonrisa.
—¿Qué es lo que te parece tan divertido, preciosa? —inquirió con voz ronca y arrastrada.
—Solo pensaba… —_________ se interrumpió con un nuevo acceso de risa y comenzó de nuevo—. Solo pensaba que si esto es montar a horcajadas, la población femenina se está perdiendo una de las mejores experiencias de la vida. —La última palabra apenas se oyó cuando se dejó llevar de nuevo por la risa.
Joe la envolvió con fuerza entre sus brazos y suspiró, incapaz de contener una sonrisa mientras miraba al techo.
—¿Sabes, emperatriz? Los hombres no aprecian que una mujer se ría en este momento en particular. Es mortal para la autoestima.
Ella levantó la cabeza y lo miró con diversión.
—Oh, lo siento, milord —bromeó ella—. Odiaría perjudicar algo tan frágil como el ego del marqués Jonas.
Con un gruñido juguetón, la inmovilizó sobre el colchón.
—Picaruela. Pagarás por esto. —Y comenzó a besarla en el cuello al tiempo que le mordisqueaba la tierna piel de la clavícula hasta que ella suspiró de placer.
—Si es así como debo pagar, milord, le garantizo que durante los próximos meses me burlaré mucho de usted.
—Espero que durante mucho más tiempo que los próximos meses —dijo él, distraído por los preciosos y pálidos pechos—. Años. Décadas, incluso.
—Décadas —repitió ella, aterrada. «Dios mío, va a ser mi marido de verdad.»
—Mmm-mmm —murmuró él contra su piel antes de apartarse—. La única razón por la que me voy, a pesar de lo difícil que me resulta abandonar esto, dejar el calor y la lujuria que encuentro en tu cama, es que me consuelo a mí mismo diciéndome que muy pronto no tendré que volver a hacerlo.
Ella le observó vestirse, fascinada por su magnífico cuerpo, antes de que él se inclinara sobre ella para darle un suave e intenso beso de despedida.
—¿Asistirás al baile en Chilton House esta noche?
—Eso había pensado.
—Excelente. Te veré allí. Resérvame un vals. —La besó otra vez, deleitándose en su sabor—. Resérvamelos todos.
_________ sonrió.
—Sin duda, supondrá toda una conmoción.
—Sin duda, sí. Pero creo que nuestras reputaciones podrán soportarlo. —Le guiñó el ojo—. Entonces tendré en mi poder una licencia especial. ¿Te apetece casarte esta noche en Chilton House y acabar con todo de una vez por todas?
Ella notó un súbito calor en el pecho.
—Creo que eso haría que se desmayaran muchos miembros de la sociedad.
—Lo que sería un bono añadido —se burló él, antes de darle un beso largo e intenso. Luego se marchó, dejándola aturdida, exhausta y feliz.
Se quedó dormida casi al instante. Y cuando soñó, lo hizo con él y con el futuro que tendrían juntos.
A _________ la despertó el crujiente sonido del papel. Abrió los ojos ante el ruido, desorientada por la grisácea luminosidad que anunciaba que estaba a punto de amanecer, y los cerró otra vez. El fuego de la chimenea se había apagado hacía horas y se acurrucó más cerca de la fuente de calor que tenía al lado, estirándose contra piel caliente y suave… antes de ser consciente de a quién pertenecía aquella piel en cuestión.
Separó los párpados de golpe y se tropezó con la mirada atrevida y divertida de Joe.
—Buenos días, emperatriz. —_________ sintió más que oyó las palabras que retumbaron en su pecho, somnolientas. Y se sonrojó. Después de todo, no todos los días se despertaba una con un hombre en su cama. No estaba segura de cómo debía responder, pero imaginó que ignorarlo no era lo más adecuado. Se apartó en un intento desesperado por restaurar la compostura.
—Buenos días, ¿qué hora es?
—Aún no son las cinco —respondió él, rodeándola con un brazo y tirando de ella para devolverla a la posición original, apretada contra su cuerpo caliente, duro y… muy desnudo—. Demasiado temprano para que me vaya.
—¡Nos descubrirán! —susurró ella.
—Me iré antes de que eso ocurra, preciosa —prometió—, pero antes tengo que devolverte algo.
Le vio alzar la mano libre y reconoció con completo horror el papel que sostenía entre los dedos. Su lista.
Se abalanzó sobre él, pero Joe la mantuvo alejada de la lista con facilidad y le obligó a retorcerse sobre su pecho, intentando alcanzar la hoja. ________ se dio cuenta con rapidez de que era una batalla perdida y se detuvo para lanzarle una mirada acusadora.
—¡Me la has robado!
—No es necesario que me mires como si eso fuera cierto, preciosa —aseguró con fingida afrenta—. La perdiste, yo me limité a recuperarla para ti.
—Bien —convino ella con dulzura—, es una suerte que hayas acudido en mi rescate, ¿verdad? —Trató de recuperar de nuevo el papel—. Me gustaría que me la devolvieras.
—Estaré encantado de complacerte, claro está —afirmó él, agitando el escrito en el aire desenfadadamente—, pero ¿no crees que, dada la relación que nos une ahora, debería estar enterado del contenido de tu famosa lista? Después de todo, no me gustaría que tus excéntricas actividades me pillaran desprevenido una vez que estemos casados.
__________ abrió los ojos como platos.
—¡No! ¡No puedes hacerlo! ¡Me prometiste que no la mirarías! —Se retorció otra vez contra él para intentar rescatar la lista de sus garras.
—Sí, bueno, es lo que tiene de malo unir tu destino al de un libertino indomable como yo —bromeó él, gimiendo al notar que los exuberantes pechos de la joven se frotaban contra su torso. La detuvo con una mano—. Cuidado, emperatriz, o acabaré por demostrarme a mí mismo, otra vez, lo canalla que soy.
_________ se sintió poderosamente femenina al comprender el poder que su desnudez tenía sobre él. Reptó sobre él, rozándose con absoluta deliberación contra una de las tetillas, y se deleitó al notar que Joe contenía el aliento.
—Picaruela —gruñó él, apoderándose de sus labios para robarle un profundo beso. Una vez que terminaron, dijo—: No, no conseguirás distraerme. Quiero echarle un vistazo a la lista.
_________ reconoció su derrota y hundió la cara en su torso, con las mejillas en llamas, mientras él la leía. ¿Qué pensaría de ella? ¿Qué diría? Esperó, con el vello de su pecho cosquilleándole en la nariz, a que él asimilara lo que había escrito.
Joe se mantuvo en silencio durante mucho tiempo.
—¿Qué es lo que hiciste primero? —preguntó, por fin.
Y ella quiso morirse de vergüenza. Negó con la cabeza.
—_________. ¿Qué hiciste en primer lugar?
Ella respondió, pero las palabras quedaron ahogadas contra su pecho.
—No te he oído, cariño.
Ella giró la cabeza y apretó la oreja justo sobre el fuerte y constante latido de su corazón.
—Besar.
Notó que el pecho de Joe subía y bajaba cuando respiró profundamente.
—La noche que apareciste en Ralston House.
Ella asintió con la cabeza con la cara en llamas.
—Sí —susurró.
—¿Por qué yo?
Joe le había preguntado eso mismo en su dormitorio aquella primera noche, y ella le había respondido con una verdad a medias. Pero esta mañana, con el amanecer a punto de despuntar, ________ no quería mentir. No quería reservarse nada de sí misma ante él. Incluso aunque lo arriesgara todo.
—Porque quería que fueras tú. Siempre quise que fueras tú quien me diera mi primer beso.
—El otro día en Ralston House —dijo él en voz baja mientras le acariciaba la suave piel de los hombros—, dijiste lo mismo, que siempre había sido yo. ¿Qué quisiste decir?
Ella se puso rígida, y él esperó mientras consideraba su pregunta.
—Te he amado toda mi vida —respondió sin mirarlo a los ojos—. Durante más tiempo del que puedo recordar.
—¿Cómo?
_________ se mantuvo en silencio el tiempo suficiente como para que él pensara que no iba a contestar.
—Nos tropezamos una vez. Yo era joven e impresionable y tú, tan encantador e inalcanzable que… que no pude evitarlo. —Apartó de nuevo la vista, sin mirar a ningún punto en concreto—. Eres difícil de ignorar.
—¿Por qué yo no lo recuerdo? —preguntó él con suavidad.
—Bueno, no soy exactamente una belleza inolvidable. —La insinuación de una sonrisa se dibujó en los labios de ________, pero no apartó la mirada del pecho de Joe, donde sus dedos jugueteaban con el vello oscuro—. Lo cierto es que la gente no suele darse cuenta de mi presencia.
Joe le capturó la mano para inmovilizarla y forzarla a mirarlo a los ojos.
—No sé cómo no me fijé en ti antes, _________, pero te aseguro que me considero imbécil por no haberlo hecho. —Ella contuvo la respiración al oír aquellas palabras tan honestas y sinceras.
Joe volvió a mirar la nota.
—Te quedan algunas cosas por tachar.
Ella siguió la dirección de su mirada y leyó las líneas.
—Jugar a las cartas… —aclaró ella—, lo tacharé en cuanto tenga otra vez la lista. Algo que debería ocurrir en algún momento —añadió de manera significativa.
Él le sostuvo la mirada con sus ojos sombríos y serios a pesar de su broma.
—No me refiero a eso, _________. Creo que va siendo hora de que te des cuenta de lo hermosa que eres.
La joven apartó la vista, pero él le capturó la barbilla entre los dedos y le obligó a mirarlo de nuevo mientras hablaba.
—Eres, posiblemente, la mujer más hermosa que conozco.
—No —susurró ella—, no lo soy. Pero eres muy amable al decirlo.
Él negó con la cabeza decididamente.
—Escúchame bien. No sabría por dónde empezar a enumerar todo lo que te hace hermosa… Un hombre podría perderse en tus ojos; en tus preciosos labios, que están hechos para besar; en tu sedoso pelo; en tus suaves y deliciosas curvas; en tu piel cremosa y perfecta, que se sonroja y adquiere el mismo color que los melocotones maduros. Y eso por no hablar de tu calidez, tu inteligencia, tu humor, y de la manera en que me quedo totalmente subyugado cuando entras en la habitación en la que estoy.
A _________ se le llenaron los ojos de lágrimas al oír aquellas palabras… Las palabras que quería creer con toda su alma.
—Jamás dudes de tu belleza, ________, pues es lo que me ha arruinado para cualquier otra. Y, de verdad, me habría gustado haberte encontrado hace muchos años.
«Y a mí», pensó ella. ¿Qué habría ocurrido si él se hubiera fijado en ella años antes? ¿Si la hubiera cortejado entonces? ¿Habría tenido una vida llena de amor y pasión? ¿Habría evitado aquella profunda soledad que había sufrido su corazón durante tanto tiempo?
¿Y qué habría ocurrido con él? ¿Habría aprendido a amar?
Sus emociones se debieron de reflejar en la cara y, aunque él no pudo saber exactamente lo que estaba pensando, pareció entender sus sentimientos. Joe se adueñó de sus labios en un beso apasionado y ella le correspondió; se dejó llevar por las profundas emociones que provocaba la caricia y que la dejaban sin aliento.
Cuando el beso terminó, él le brindó una amplia y pícara sonrisa.
—Supongo que será cuestión de compensar el tiempo perdido. —Y _________ no pudo evitar reírse ante su tono—. ¿Te gustaría tachar hoy otro artículo de la lista?
—Me encantaría. ¿Qué me propones? —dijo, comenzando a revisar la lista que él todavía sostenía entre los dedos, pero Joe dejó caer el papel y, alzando a la joven, se la colocó sobre el regazo. Ella contuvo la respiración al sentir su miembro firme y caliente contra la suave piel del interior de sus muslos.
—Creo que ha llegado el momento de que montes a horcajadas. —Cuando ella entendió lo que quería decir, notó que se le formaba una especie de calor líquido justo en la entrada de su cuerpo, donde podía sentir la dura longitud masculina presionada contra ella de la más íntima de las maneras.
—No puedes querer decir que… —_________ se interrumpió cuando Joe la alzó de nuevo y la colocó en la posición correcta. Acto seguido le ahuecó los pechos y le restregó los pulgares sobre los pezones, que se endurecieron con rapidez.
—Oh, claro que quiero, emperatriz. —Sus palabras fueron suaves y tentadoras. Entonces le hizo bajar para que los pechos quedaran al alcance de su boca. Le besó un pezón y luego el otro mientras deslizaba la mano para acariciarle las nalgas redondeadas, reacomodándola y separándole más las piernas. Joe le soltó el turgente pezón con un último lametazo y la observó con los ojos entrecerrados mientras le hacía incorporarse sobre su regazo. Movió de nuevo las manos, que deslizó desde las nalgas hasta el lugar donde ella más ansiaba, dejando un rastro de fuego a su paso. Por fin comenzó a acariciar los pliegues resbaladizos y mojados de su sexo, y a frotar el pulgar sobre el duro y dolorido nudo de placer que ahora parecía pertenecerle.
_________ susurró su nombre en la pálida luz de la mañana.
—Eso es, emperatriz. Quiero verte alcanzar el placer. Quiero ver cómo llegas al cénit encima de mí… Eres tan apasionada… tan hermosa…
Al oírle decir aquellas frases tan pecaminosas, pícaras, tentadoras y perfectas, a _________ le costó toda su voluntad negar con la cabeza y ponerle las manos en el pecho para soportar el peso.
—No… —protestó—. No quiero… No si no llegas conmigo.
Las palabras estremecieron el corazón de Joe, que solo pudo pensar en sumergirse en ella.
—Por favor, Joe —le imploró—. Por favor, haz el amor conmigo.
No tuvo ninguna oportunidad.
En unos segundos, la había alzado para situarse ante aquella entrada cálida y generosa, y le hizo resbalar para que se clavara en su miembro, penetrándola hasta el fondo. _________ agrandó los ojos ante el placer que le proporcionó aquella nueva postura y, en ese momento que Joe adoró, la ansiosa incertidumbre que mostró fue completamente irresistible.
Le puso las manos en las caderas para que irguiera la espalda y, entonces, lentamente, le mostró los movimientos, invitándola a explorar.
—Así, preciosa —susurró él mientras observaba cómo el voluptuoso cuerpo de _________ caía sobre él en un dulce tormento—. Móntame. —Y ella lo hizo, encontrando enseguida un ritmo maravilloso; uno que él pensó que acabaría por matarlo si no quisiera con tanta desesperación ver el éxtasis de su cara cuando alcanzara la liberación.
No tuvo que esperar mucho tiempo. _________ encontró el ángulo perfecto, y sus leves gemidos de placer fueron señalando los pasos que daba hasta el objetivo final. Entonces la sujetó por las caderas con firmeza y acompañó sus movimientos, ayudándola a encontrar el éxtasis.
—Tómame, emperatriz —pidió con voz ronca mientras la observaba bordear la cúspide de una ola de placer. _________ cerró los ojos y arqueó la espalda, abandonándose a aquel ritmo cadencioso que mantenía sobre él—. Toma lo que quieras.
Abrió los ojos y él leyó el deseo en su mirada.
—Déjate llevar conmigo —le exigió ella, sin comprender el poder erótico de su voz. Él no podía hacer otra cosa que darle lo que le había pedido. Se impulsó debajo de ella cuando a _________ le fallaron las fuerzas y cayó sobre él. Contuvo su gemido con un beso y le hizo rodar sobre la espalda para continuar embistiendo en su interior hasta que el placer la inundó de nuevo. Solo entonces él se abandonó a una poderosa liberación que hizo que jamás quisiera abandonar los brazos o la cama de _________.
Unos minutos después, mientras yacían con los miembros enredados, aturdidos todavía por las secuelas de su pasión, _________ comenzó a reírse entre dientes contra el costado de Joe. Él alzó la cabeza y la miró. La joven tenía una amplia y absurda sonrisa.
—¿Qué es lo que te parece tan divertido, preciosa? —inquirió con voz ronca y arrastrada.
—Solo pensaba… —_________ se interrumpió con un nuevo acceso de risa y comenzó de nuevo—. Solo pensaba que si esto es montar a horcajadas, la población femenina se está perdiendo una de las mejores experiencias de la vida. —La última palabra apenas se oyó cuando se dejó llevar de nuevo por la risa.
Joe la envolvió con fuerza entre sus brazos y suspiró, incapaz de contener una sonrisa mientras miraba al techo.
—¿Sabes, emperatriz? Los hombres no aprecian que una mujer se ría en este momento en particular. Es mortal para la autoestima.
Ella levantó la cabeza y lo miró con diversión.
—Oh, lo siento, milord —bromeó ella—. Odiaría perjudicar algo tan frágil como el ego del marqués Jonas.
Con un gruñido juguetón, la inmovilizó sobre el colchón.
—Picaruela. Pagarás por esto. —Y comenzó a besarla en el cuello al tiempo que le mordisqueaba la tierna piel de la clavícula hasta que ella suspiró de placer.
—Si es así como debo pagar, milord, le garantizo que durante los próximos meses me burlaré mucho de usted.
—Espero que durante mucho más tiempo que los próximos meses —dijo él, distraído por los preciosos y pálidos pechos—. Años. Décadas, incluso.
—Décadas —repitió ella, aterrada. «Dios mío, va a ser mi marido de verdad.»
—Mmm-mmm —murmuró él contra su piel antes de apartarse—. La única razón por la que me voy, a pesar de lo difícil que me resulta abandonar esto, dejar el calor y la lujuria que encuentro en tu cama, es que me consuelo a mí mismo diciéndome que muy pronto no tendré que volver a hacerlo.
Ella le observó vestirse, fascinada por su magnífico cuerpo, antes de que él se inclinara sobre ella para darle un suave e intenso beso de despedida.
—¿Asistirás al baile en Chilton House esta noche?
—Eso había pensado.
—Excelente. Te veré allí. Resérvame un vals. —La besó otra vez, deleitándose en su sabor—. Resérvamelos todos.
_________ sonrió.
—Sin duda, supondrá toda una conmoción.
—Sin duda, sí. Pero creo que nuestras reputaciones podrán soportarlo. —Le guiñó el ojo—. Entonces tendré en mi poder una licencia especial. ¿Te apetece casarte esta noche en Chilton House y acabar con todo de una vez por todas?
Ella notó un súbito calor en el pecho.
—Creo que eso haría que se desmayaran muchos miembros de la sociedad.
—Lo que sería un bono añadido —se burló él, antes de darle un beso largo e intenso. Luego se marchó, dejándola aturdida, exhausta y feliz.
Se quedó dormida casi al instante. Y cuando soñó, lo hizo con él y con el futuro que tendrían juntos.
F l ♥ r e n c i a.
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
Chicas les tengo que decir que faltan 3 caps y el prólogo para que termine la nove :(
F l ♥ r e n c i a.
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
AAAAAAAAAW Muchisimas graciasnuuzijoonas escribió:O por diooos esque encerioo quee ammoo la noveee, es unaa de las mejoores qe e leidoo
y valla quee leoo variaas por dia :$
Me encanta me encantaaaa!!!!
Siguelaaaa
Me pone feliz que te guste tanto la nove :D
F l ♥ r e n c i a.
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
NickJonas escribió:QUE HERMOSURAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
mori con este cap, en serio, lo malo es que viene la apuesta:( eso sera malo malo
SIGUELAAAAAAAAAAA
Floopii.xoxo escribió:Cierto lo de la apuesta le
Costra el compromiso a joe
O por lo menos ella se enojara
Y psaran cosa malas...
PerO allí joe se dará cuenta o por fin
Admitirá lo q siente.... Ya me hice
toda la película siguelaaa
Acaso son adivinas? ajajajaja
F l ♥ r e n c i a.
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
awwwww Noo qieroo qe Oxford valla a arruinar las cosas
recordandoo la apuestaaaaa, Nooooo qe se casen
vivan felices y coman perdicees hahahahaha <3
Sigueelaa prontoooo C:
recordandoo la apuestaaaaa, Nooooo qe se casen
vivan felices y coman perdicees hahahahaha <3
Sigueelaa prontoooo C:
Invitado
Invitado
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
ahhh! que hermosoos son joee&Rayiiz!!
:) siguelaa
grr! la apuesta siemrpee las apuestas lo arruinan TODOO!
...
espero & Rayizz no se enojee tanto con mi marques :)
SIGUELAA!
AMO TU NOVEE
atto:Ale<3
:) siguelaa
grr! la apuesta siemrpee las apuestas lo arruinan TODOO!
...
espero & Rayizz no se enojee tanto con mi marques :)
SIGUELAA!
AMO TU NOVEE
atto:Ale<3
AleMoralesT3
Re: Nueve reglas que romper para conquistar a un Libertino (Joe & Tú) [TERMINADA]
aaiii ya casiii acabaaaa!!!!
pero sube otro capis porfaaaaa
pero sube otro capis porfaaaaa
chelis
Eu^_^
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