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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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loverboys. |nc|
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Re: loverboys. |nc|
tengo la mitad del prólogo escrito y mañana es mi último examen así que será entonces cuando lo suba. Siento la tardanza :c
Brooks.
Re: loverboys. |nc|
∞ |
Los viajes de fin de curso eran demasiado imprescindibles en aquel instituto. Cualquier salida en grupo, para aquellos adolescentes, era fiesta asegurada. Porque aún teniendo a los profesores a su alrededor, la magia de la diversión seguía intacta dentro de sus cuerpos. Éste año iba a ser mágico, también. No había lujar más bonito que visitar que París, la hermosa "ciudad del amor". Todo el mundo esperaba tener a alguien con quien compartir ése bonito viaje de fin de año, que, al fin y al cabo, era el más importante. No había pérdida, no había nada que temer; porque incluso aquel que tenía miedo a volar contaba las horas para despegar. No tenían un plan en especial — al menos no ellos, que esperaban llegar ahí y arrasar con todo — y todos querían llegar lo antes posible a aquella ciudad.
Algunos adormecidos, otros paranoicos, quizá algún que otro desesperado; pero todos tenían las mismas intenciones que llevar acabo en París. Porque la etapa del instituto se cerraba con aquel viaje. Iban como niños y volvían como adultos. Un viaje que nadie olvidaría nunca, y que, quizás, algún día contarían a sus nietos sentados en el porche mientras el viento los acoja una tarde de primavera.
Era un viaje único y que, para algunos, iba a ser el último.
Tenían que esperar a que el avión elevase el vuelo como un pájaro. Tenían que esperar a que los profesores llegaran. Tenían que esperar la hora correcta.
Aunque ninguno de ellos durmió esa noche.
En tiempo de vacaciones la mayoría de los adolescentes duermen más de nueve horas diarias y si se levantan, es sólo para comer o simplemente porque su siesta fue interrumpida por una fuerza mayor a la de ellos, su madre. O quizá el despertador, en alguna que otra ocasión. Pero esa noche, la del día antes al viaje más importante de sus vidas, nadie parecía querer dormir. Miraban atentos al reloj esperando que pasara un minuto más, una hora más, un día más. Esperaban el momento en el que cogerían sus maletas y se irían durante un tiempo fuera de casa, lejos de los padres y los hermanos, lejos de los amigos, lejos de las responsabilidades... lejos de todo.
Y ahí estaba Amanda Sahyouine. Esperando con impaciencia que su reloj marcara la hora correcta. Sus nervios de alejarse de lo conocido y aproximarse a lo desconocido le erizaban los bellos de la nuca y, sin pensarlo dos veces, decidió asistir a ése viaje costase lo que costase.
Costaron diez horas de trabajo diario en una cafetería de la zona para conseguir el dinero para el viaje. Pero como dijo al final "valió la pena".
Ahora no estaba dispuesta a que simplemente le agarrara un ataque al corazón y se desmayase ahí mismo perdiéndose el viaje, así que simplemente debía calmarse e intentar relajarse.
No duró mucho.
Sus uñas pintadas de rojo habían quedado sin laca y sus gafas habían sido torcidas y mal puestas durante el ataque de nervios. ¿Quién diría que aquello le iba a afectar tanto? Ella solo pensaba en la colección de museos, en las galerías de arte y los montones y montones de libros que iba a poder leer durante aquellos días. Pensaba en las tardes al sol intentando parecerse a América, su mejor amiga — la cuál no iba a asistir al viaje — y sus posibilidades como escritora famosa. ¿Qué ocurriría si un escritor como Éliette Abécassis la reconociera como una chica con gran potencial? ¡Eso sería mágico! Por no decir fabuloso.
El viaje le abría muchas puertas en el mundo del arte, así que tampoco olvidaría pintar un pequeño dibujo en las paredes del hotel para dejar su firma. Una firma que dijese "Amanda estuvo aquí" pero sin letras, sólo formas, sólo trazos de tinta.
Deseaba pisar tierra francesa en menos de media hora, no solo por el echo de que aquello le ofreciera un montón de posibilidades, sino porque el chico por el cuál había estado colgada desde tercero, Sean Stymest, se había ofrecido a acompañarla en el viaje. Y aunque su corazón latiese más fuerte cada vez que él estaba cerca, cabía la posibilidad de que aquel chico no fuera el indicado. Pero ella no pensaba en eso, pensaba en el echo de que iba a tenerle a menos de diez centímetros de separación y que si le cogían ganas de vomitar, quedaría fatal frente a él.
Pero eso no importaba. ¡Cuántas chicas enamoradas del chico equivocado andan por ahí babeando para que les dirija la mirada cuando ya hay uno que les entregaría su corazón si lo pidiesen! Pero eso no era el caso de Amanda; ella no tenía a ningún chico tras ella. Siempre había sido la chica que se sentaba al principio de la clase y sacaba buenas notas, la "nerd" para algunos. Aunque había despertado cierto interés en Sean ese año cuando chocaron accidentalmente en el pasillo y él había podido observar sus bonitos ojos y su lindo cuerpo. Tras esas gafas y esa fachada de niña buena, Amanda escondía un gran potencial. Un potencial que él quería explotar como un campo de minas. ¡Ingenuo con sólo pensar eso! Y si creía que con sólo sentarse con ella bastaría, estaba bien equivocado; porque en París hay mucho amor y siempre ocurren cosas inesperadas.
Algunos adormecidos, otros paranoicos, quizá algún que otro desesperado; pero todos tenían las mismas intenciones que llevar acabo en París. Porque la etapa del instituto se cerraba con aquel viaje. Iban como niños y volvían como adultos. Un viaje que nadie olvidaría nunca, y que, quizás, algún día contarían a sus nietos sentados en el porche mientras el viento los acoja una tarde de primavera.
Era un viaje único y que, para algunos, iba a ser el último.
Tenían que esperar a que el avión elevase el vuelo como un pájaro. Tenían que esperar a que los profesores llegaran. Tenían que esperar la hora correcta.
Aunque ninguno de ellos durmió esa noche.
En tiempo de vacaciones la mayoría de los adolescentes duermen más de nueve horas diarias y si se levantan, es sólo para comer o simplemente porque su siesta fue interrumpida por una fuerza mayor a la de ellos, su madre. O quizá el despertador, en alguna que otra ocasión. Pero esa noche, la del día antes al viaje más importante de sus vidas, nadie parecía querer dormir. Miraban atentos al reloj esperando que pasara un minuto más, una hora más, un día más. Esperaban el momento en el que cogerían sus maletas y se irían durante un tiempo fuera de casa, lejos de los padres y los hermanos, lejos de los amigos, lejos de las responsabilidades... lejos de todo.
Y ahí estaba Amanda Sahyouine. Esperando con impaciencia que su reloj marcara la hora correcta. Sus nervios de alejarse de lo conocido y aproximarse a lo desconocido le erizaban los bellos de la nuca y, sin pensarlo dos veces, decidió asistir a ése viaje costase lo que costase.
Costaron diez horas de trabajo diario en una cafetería de la zona para conseguir el dinero para el viaje. Pero como dijo al final "valió la pena".
Ahora no estaba dispuesta a que simplemente le agarrara un ataque al corazón y se desmayase ahí mismo perdiéndose el viaje, así que simplemente debía calmarse e intentar relajarse.
No duró mucho.
Sus uñas pintadas de rojo habían quedado sin laca y sus gafas habían sido torcidas y mal puestas durante el ataque de nervios. ¿Quién diría que aquello le iba a afectar tanto? Ella solo pensaba en la colección de museos, en las galerías de arte y los montones y montones de libros que iba a poder leer durante aquellos días. Pensaba en las tardes al sol intentando parecerse a América, su mejor amiga — la cuál no iba a asistir al viaje — y sus posibilidades como escritora famosa. ¿Qué ocurriría si un escritor como Éliette Abécassis la reconociera como una chica con gran potencial? ¡Eso sería mágico! Por no decir fabuloso.
El viaje le abría muchas puertas en el mundo del arte, así que tampoco olvidaría pintar un pequeño dibujo en las paredes del hotel para dejar su firma. Una firma que dijese "Amanda estuvo aquí" pero sin letras, sólo formas, sólo trazos de tinta.
Deseaba pisar tierra francesa en menos de media hora, no solo por el echo de que aquello le ofreciera un montón de posibilidades, sino porque el chico por el cuál había estado colgada desde tercero, Sean Stymest, se había ofrecido a acompañarla en el viaje. Y aunque su corazón latiese más fuerte cada vez que él estaba cerca, cabía la posibilidad de que aquel chico no fuera el indicado. Pero ella no pensaba en eso, pensaba en el echo de que iba a tenerle a menos de diez centímetros de separación y que si le cogían ganas de vomitar, quedaría fatal frente a él.
Pero eso no importaba. ¡Cuántas chicas enamoradas del chico equivocado andan por ahí babeando para que les dirija la mirada cuando ya hay uno que les entregaría su corazón si lo pidiesen! Pero eso no era el caso de Amanda; ella no tenía a ningún chico tras ella. Siempre había sido la chica que se sentaba al principio de la clase y sacaba buenas notas, la "nerd" para algunos. Aunque había despertado cierto interés en Sean ese año cuando chocaron accidentalmente en el pasillo y él había podido observar sus bonitos ojos y su lindo cuerpo. Tras esas gafas y esa fachada de niña buena, Amanda escondía un gran potencial. Un potencial que él quería explotar como un campo de minas. ¡Ingenuo con sólo pensar eso! Y si creía que con sólo sentarse con ella bastaría, estaba bien equivocado; porque en París hay mucho amor y siempre ocurren cosas inesperadas.
Brooks.
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