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You gonna love me [James S. Potter & Tú]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
SDKJFHKSDFHJLERHJGKGHLJDGHRTHKJERNGVKJDFNGKDFJHGKJDFHGKLDFJHGKGJHDFKLJGHDKFJHGKDJHFVBKMXDKJHSLUIKYDLRUIFHBKDJB,MJ *_____________________________*
¿QUIERES QUE MURAMOS, NO? ¿ES ESO LO QUE PRETENDES? AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH C:
Te lo juro, ahora mismo no estoy viva, me has matado :/
James es tan jodidamente sexy y ay...ES JAMES!
AMO A RYS. Really, cuando se quita el camisón me he quedado como 'wtf?' a sido demasiado genial.
Tiene que conseguir que no la siga viendo como una niña!
Ay, por favor, síguela, porque sino moriré más (?)
XOXO<3
¿QUIERES QUE MURAMOS, NO? ¿ES ESO LO QUE PRETENDES? AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH C:
Te lo juro, ahora mismo no estoy viva, me has matado :/
James es tan jodidamente sexy y ay...ES JAMES!
AMO A RYS. Really, cuando se quita el camisón me he quedado como 'wtf?' a sido demasiado genial.
Tiene que conseguir que no la siga viendo como una niña!
Ay, por favor, síguela, porque sino moriré más (?)
XOXO<3
#Morgenstern
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
cam, te amo, lo sabes (?) pero me estás matando, sube capítulo ahora mismo.
tobias.
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
OHMYFUCKINGGOD!!!
JURO que olvidé completamente que estaba subiendo esta novela!!!!!!!!! POR MERLÍN, esto nunca me había pasado antes! Es raro. Diosdiosdios!
Mañana subo SIN falta! O quizás esta noche, si puedo.
Besitos Ana, grax por hacerme acordar!!
C.J. Potter
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
más te vale que está noche, juro que quiero asesinarte con mis propias manos pero después me acuerdo de potter y adh y se me olvida. ahq, ilysm<333
tobias.
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
y cam demandó un maratón o un capítulo con demasiada acción tú sabes esop, bai, ily<3333
tobias.
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
Capítulo 3
Parte 1
III
“Quid pro quo”
-Anónimo.
__________________________________________________________________
Al día siguiente, James se levantó bien temprano para darse una ducha y de pasada pensar un poco. Las cosas se habían descontrolado demasiado con Paris el día anterior, y para colmo él no podía dejar de pensar en ello. Aún sentía sus labios en los suyos, su olor a flores, sus tímidas manos en sus cabellos, sus senos contra su torso desnudo, y sus gemidos de placer. Eso no era bueno. Pero peor era saber cuán mal reaccionaría ella cuando despertara y recordara todo. ¿Pensaría que él se había aprovechado de su inocencia?
Cuando salió del baño, ya limpio y más fresco, fue directo a la cocina. Él no era el mejor chef, pero encontró uno de los libros de cocina de su madre, y buscó la lista de ingredientes para las tortitas. Cuando los tuvo anotados en un papel, salió a pie hacia la despensa más cercana, y al cabo de veinte minutos regresó con una bolsa marrón que contenía varias cosas que también necesitaba.
Se puso manos a la obra y, tomándose su tiempo, preparó el platillo favorito de Paris, batiendo, mezclando y vertiendo, para luego aprender a usar una sartén. Esa fue la peor parte, pero sólo quemó la primera y un dedo; las otras salieron bien, y él curó su dedo con un fácil hechizo.
Al terminar, se sintió plenamente orgulloso por su esfuerzo, y rebuscó una de las bandejas de plata de Ginny, colocando encima el plato con tortitas, una botella de jarabe de chocolate, y un vaso con jugo de naranja. Como añadidura, subió al dormitorio de Paris (ella aún dormía en el de Albus), y tomó una de las rosas rojas de papel maché para colocarlas con la comida.
Bien. Eso bastaría. La debilidad de Paris era la comida.
Más aliviado tras tener su disculpa preparada, subió escaleras arriba, y una vez frente a la puerta de la pelirroja, tocó dos veces. Nadie respondió. Dio un suspiro resignado, y abrió la puerta él mismo, con el codo.
La habitación de Albus era azul marino, y tenía un gran ventanal en la pared contraria, el cual dejaba que la luz del sol se colara iluminando el lugar. La cama del “crimen” estaba toda desordenada, y Paris dormitaba con expresión extraña, semi tapada, mientras se removía entre quejidos. ¿Sería una pesadilla?
James dejó la bandeja sobre la cómoda de roble, y se acercó a su amiga preocupado, arrodillándose a su lado. La sacudió levemente, murmurando su nombre. Ella volvió a soltar un quejido.
No. No era un quejido. Era un gemido. Como el de la noche anterior. Ella estaba teniendo un sueño erótico, probablemente consecuencia de lo que no se había terminado la noche anterior.
Eso provocó un algo en James, quien tragó fuertemente antes de volver a intentar despertarla. — Paris— insistió más alto, y ella finalmente despertó, incorporándose de un salto para quedar sentada. Estaba agitada, desorientada, y una fina capa de brillo perlado cubría cada centímetro de su piel pecosa. Al reparar en él alzó las cejas con recelo.
— ¿Estás bien, revoltijo? — Cuestionó, conteniendo una risa. La había atrapado teniendo un sueño mojado, y ahora que ella ya estaba despierta eso le resultaba gracioso en lugar de incómodo. Ella le dedicó un ruedo de ojos.
— Perfectamente, Potter— musitó secamente, poniéndose de pie algo mareada. Refregó sus ojos con las manos para despejarse. James, captando su distanciamiento con una mueca, se paró y caminó hasta la cómoda.
— Um… Te preparé el desayuno, pelirroja, — comentó rascándose la oreja, ansioso por su respuesta. Ella giró sobre sus talones para mirarlo escéptica.
— No harás que olvide todo con comida esta vez, James— murmuró severamente, y sin decir más salió de la habitación para encerrarse en el baño. Él supo que se daría una ducha al oír el agua caer, así que se rindió y bajó con la bandeja a la cocina.
Dejó la comida de Paris intacta, y se sirvió algunos cereales, lamentándose por lo que tendría que soportar los próximos días.
Se sentía algo tonto de por sí; ella era la única mujer por la que se pondría a hacer un desayuno y ser considerado, y también la única con la que se permitía ser dulce, y Paris ni siquiera se inmutaba. Él sólo pedía un poco de piedad y un perdón, por Merlín.
***
Cuando Paris salió del baño, James estaba sentado en la sala de estar viendo un partido de quidditch de los sesenta en la televisión, y tan ensimismado como estaba casi no notó que ella se había sentado a su lado, hasta que sintió la cabeza húmeda de la pelirroja apoyándose sobre su hombro. Se tensó inmediatamente, y toda la concentración que le prestaba al partido se disolvió, para centrarse en la chica a su lado, quien lo miraba con sonrisa inocente.
— ¿Qué haremos esta tarde, Jamie? — Preguntó con voz dulzona, tomando la mano del muchacho entre las suyas.
Bien, James no tenía eso previsto en absoluto.
— ¿Qué haces, Paris? — Cuestionó, dubitativo. Era increíble lo que ella lograba, pues él no se sentía nervioso con ninguna chica jamás, pero entonces pasaba un par de minutos con ella y sus sesos se mataban por comprenderla.
— ¿Hay algún problema? — Rebatió la joven, parpadeando un par de veces.
Paris había acordado darle a James lo que le había pedido: olvidar lo sucedido aquella noche. Al menos a ojos de él, pues por supuesto que jamás olvidaría su beso, la manera en que la tocó, y aquel “me estás volviendo loco” que había traído esperanzas desde sitios inimaginables a la Jenkins. Su plan era, efectivamente, volverlo loco, con pequeños y constantes actos, hasta que él finalmente aceptara que al menos la sentía como a una mujer. Es decir, ¡vamos! La besó, ¿no? Puede hacerlo de nuevo, sólo necesita un ligero envión… Aunque, a decir verdad, Paris no tenía claro qué pretendía lograr con James. ¿Qué se acostara con ella? Definitivamente. ¿Qué la cosa llegara a mayores? También, pero sabía que eso era imposible, y que él seguiría siendo únicamente su amor platónico para toda la vida; imposible, inalcanzable, sólo un sueño.
— ¿Eso significa que me perdonas? — Inquirió el ojimiel, algo incómodo con tener que hacer alusión a lo sucedido aquella noche; no le gustaba en absoluto, pero debía preguntarlo. Paris lo miró con genuina incredulidad.
— ¿Crees que me molestó? — Preguntó ingenua, enarcando una perfecta ceja rojiza.
James la miró unos segundos en silencio, sintiendo con deleite el enlace de sus manos, que antes era tan habitual y ahora tan magnífico, y entendió a qué se refería. ¿Acaso ella…? Merlín santo.
— ¿Tú querías que sucediera? — Cuestionó aprensivo, arrugando la frente en señal de confusión.
— Yo no lo busqué, pero tampoco me desagradó— contraatacó la muchachita, con una sonrisa de esfinge plantada en el rostro. Levantó una mano osada, y tomó la barbilla del Potter entre el pulgar y el índice en un gesto que prometía ser sensual, y volteó su rostro hasta que estuvo a pocos centímetros del suyo. James se volvió de piedra —. Tú eres un hombre, y yo una mujer. Ambos somos adultos. El sexo es perfectamente normal.
James se soltó de su agarre, y se puso de pie hasta estar al otro lado de la sala, lo más alejado posible de la pelirroja y su extraño comportamiento. ¿Desde cuándo Paris era seductora y hablaba así? ¿Cómo debía tomarlo? La chica lo miró sin inmutarse, aunque por dentro sintió una punzada dolorosa directo al pecho a causa de su rechazo.
— No, no es normal. ¡Tú no eres una mujer, eres una… niña! Y eres mi mejor amiga desde siempre, ¡podríamos ser hermanos, tienes la edad de Lily! — Exclamó él, exasperado. Nunca antes había tenido que rechazar a una mujer, o había tenido que alejarse para controlar la situación; ¿qué les estaba pasando?
— Sí, pero no soy Lily, James. Y tanto tú hermana como yo somos adultas, que muy pronto estarán trabajando, casándose y teniendo hijos— replicó Paris, cansinamente, poniéndose de pie con los brazos cruzados, acercándose lentamente a su amigo.
Lo que parecía ser una frase rutinaria, golpeó a James de lleno. Imaginar a su hermanita casándose y teniendo hijos era algo que podía aceptar (a medias), pero la simple idea de imaginar a su pequeña e indefensa Paris a la merced de otro hombre, o incluso aún teniendo una familia con él, le resultaba algo horrible y desagradable, además de doloroso, casi como un punzón directo al corazón. Cuando el Potter finalmente reaccionó, ella ya estaba frente a él, mirándolo con desafío.
— Tú no te casarás y esas cosas— escupió sin pensarlo, y ante la mirada de sorpresa de la muchacha, añadió: — Por ahora. Falta mucho para que eso suceda. Y no tiene en absoluto nada que ver. Es en serio, nosotros no… ¡Merlín, Paris! ¿No ves que es… inhumano, que nosotros hayamos… hayamos hecho lo que hicimos anoche?
Paris se mostró herida una milésima de segundo. ¿Estaba diciendo que estar con ella era inhumano? ¿Tan malo? Sabía que estar con James sería difícil, más no imposible. Y eso era suficiente humillación para ella.
— Bien. Me ha quedado muy claro tu concepto sobre mí. Te aseguro que no volveré a hacer lo de anoche— musitó ella duramente, y luego, tras pensarlo bien, añadió: — A menos que tú quieras, claro,— permitiéndose un instante para soltar una indirecta.
Claro que lo cumpliría, pero eso no impediría que llevara a cabo su movimiento. Sólo que no en aquel momento, donde se sentía herida y vulnerable tras sus palabras. Necesitaba recuperarse, juntar su autoestima, y entonces sí atacar; tenía todo un largo camino para cumplir su cometido.
— ¡No digas eso! ¡Claro que no volveré a querer eso! Eres mi hermanita, ¿no lo entiendes? — Insistió James, exasperado. Pero Paris ya no le estaba prestando atención, sino que había volteado y se dirigía hasta la puerta con un vaivén de caderas que el Potter encontró hipnotizante unos segundos. Cuando pudo quitar la vista de allí, notó que la pelirroja llevaba un vestido veraniego bastante corto y vaporoso, que de seguro se quitaría muy fácil si él… ¡No! ¡No debía pensar así!
Se masajeó las sienes para despejarse, y entonces siguió a la Jenkins, cerrando la puerta tras de sí con un largo suspiro. No sería para nada fácil seguir viajando con ella.
***
Paris y James recorrieron todo el Valle de Godric a pie, saludando a todo aquel viejo conocido con una sonrisa. Tomaron un ligero almuerzo en el bar de Mike, un anciano regordete que los había visto crecer, e incluso se cruzaron con Elizabeth Jackson, una vieja amiga de Victoire quien les encargó mandarle saludos a la rubia. Todo comenzaba a relajarse de nuevo entre ellos, y andaban por ahí entre risas y anécdotas.
— Merlín, estoy cansada de caminar— se quejó la pelirroja, suspirando con pesadez y parando su caminata para apoyarse contra un árbol. Estaban recorriendo la plaza central, y las miradas de varios transeúntes se clavaban en ellos con curiosidad, acostumbrados a conocer a todos y cada uno de los habitantes del pequeño pueblo; eran evidentemente extranjeros, aunque no supieran que no era tan así.
— Estás en pésimo estado físico, enana. Morirás en mi clase— se burló James, parando junto con ella. Le aliviaba saber que ya no habría más extrañezas entre ellos… claro, eso era lo que él pensaba.
— Oh, cállate y cárgame— exigió la ojigris, e incorporándose saltó sin previo aviso sobre la espalda del Potter, sorprendiendo a su amigo una vez más. Enseguida se apresuro a sostenerla por la parte baja de sus muslos, para que no cayera, y Paris se prendió a su cuello con una sonrisa.
— Pelirroja, deberías avisarme la próxima vez que quieras hacer eso, o terminaremos cayendo los dos— comentó el muchacho, quien más que afectado por su peso estaba afectado por sus piernas rodeándolo y sus pechos pegados a su espalda. Realmente necesitaba un revolcón, urgentemente.
— Oh, no me digas que te has vuelto un debilucho— dijo con sorna la muchacha, revolviéndole juguetonamente el cabello. James sonrío —. ¿Dónde quedó el profesor de Aurores? ¿Tú me enseñaras combate? — Añadió, en un evidente desafío, que él aceptó sin dudarlo.
Apretó el agarre de sus piernas, haciendo sonrojar a la pelirroja, y giró un poco la cabeza sobre su hombro para dedicarle una sonrisa pícara.
— Intenta no caerte pelirroja— dijo, antes de echarse a correr sin previo aviso, provocando que Paris se tambaleara un poco por la sorpresa. Enseguida se apresuró a aferrarse al cuello de su amigo, intentando no estrangularlo en el proceso, y se dedicó a reír a mandíbula batiente mientras serpenteaban entre los árboles y canteros de coloridas flores que se disponían a lo largo del predio.
Si antes las miradas se posaban en ellos, ahora lo hacían el doble, acompañadas de quejas por su desconsideración, o sonrisas cómplices al creer que se trataba de una joven pareja disfrutando del apogeo de su relación; si alguno de los dos hubiese sabido que así era como lucían, de seguro no lo estarían haciendo, pero en aquellos momentos no parecía importarles en absoluto.
Paris pegó un gritito cuando James dio un salto osado para esquivar un pequeño pozo, y su agarre se aferró, al tiempo que las risas acrecentaban. Él terminó carcajeando también, excitado por el momento (pero no en el mal sentido, por una vez), y apretó paso, casi como si su amiga no pesara nada en absoluto y de hecho no hubiese corrido varios metros con ella a cuestas.
— ¡Vamos a caer! — Chilló ella, cuando el Potter comenzó a zigzaguear a propósito. — ¡Detente! — Pero por la manera en que lo decía, totalmente divertida y entre risas, parecía querer decir todo lo contrario —. ¡Eres un infantil, Pott…! — Exclamó, pero paró en seco cuando él pegó otro salto, y ella tuvo que agarrarse más fuerte.
— ¿Qué dices? No te oigo— dijo él con voz lo suficientemente alta como para que Paris lo escuchara. La chica meneó la cabeza con gracia.
— ¡La gente nos mira raro! — Contestó en cambio, notando por primera vez que todas las miradas se clavaban en ellos. En aquel momento, el parque le pareció enorme, pues no parecía querer acabar nunca.
— ¿No lo hacen siempre? — Atajó él, con una sonrisa sagaz.
Paris estaba riendo, a punto de darle la razón, cuando él frenó en seco, provocando que ella por poco cayera de frente. Cuando se recuperó, alzó la mirada sobre el hombro del pelinegro, y tras correrse la mata rojiza del rostro, avistó a una bonita niña de risos canela parada a medio metro de ellos, mirándolos con curiosidad.
— Eso estuvo cerca— murmuró la muchacha, y James la ayudó a bajar de su espalda con cuidado, hasta que estuvo parada a su lado, algo despeinada.
Nadie decía nada. La niña, que no debía superar los cinco años, los miraba en silencio expectante y con agudos ojos grises, como si tratara de desentrañar quiénes eran los extraños. Un peluche pomposo colgaba de una de sus manitas, y vestía un tradicional vestido rosado, muy de niña, que Paris jamás habría usado a su edad. Por otro lado, tanto él como ella parecían incómodos con la situación, sin saber qué decirle a la desconocida niñita que no se apartaba de su camino, sobre todo luego de que por poco la chocaban.
Fue James quien se atrevió a romper el silencio.
— Ella se parece…— Comenzó a murmurar, acercándose un poco al oído de Paris para que la niña no oyese —. A ti— finalizó, franco, y la pelirroja le dirigió otro vistazo a la niña, esta vez con más detenimiento.
Tenía algo de razón. El mismo corte de cara, como en forma de corazón, iguales labios pequeñitos y rellenos, y dos grandes y agudos orbes grisáceos; sólo que en ella, bajo esas gruesas pestañas oscuras, lucían mucho mejor que en Paris, quien siempre había aborrecido tener ojos tan carentes de personalidad.
Estaba a punto de darle la razón a su amigo, cuando una nueva voz llamó su atención.
— ¡Cecille! ¿¡Qué te he dicho de irte sola por ahí!? ¿Tienes idea de…?— Pero la mujer, que acababa de aparecer en escena desde los árboles, detuvo su perorata al reparar en los otros dos presentes —. Lo lamento, ¿quiénes son…?— Iba a decir “ustedes”, pero entonces sus ojos azulados repararon en los de Paris, y quedó momentáneamente sin habla.
Paris tampoco supo qué decir, pues algo en su mente acababa de hacer click, y permanecía en shock.
— ¿Paris? — Murmuró la mujer finalmente, con el entrecejo fruncido en señal de perplejidad, llevándose una mano a la boca. La niñita miró a su madre con la misma expresión que la pelirroja; ojos de Bambi que dejaban traslucir confusión.
— ¿Vanessa? — Articuló la Jenkins finalmente, sin encontrar ninguna otra palabra en su garganta.
James miró la escena sin atreverse a intervenir, igual de anonadado que la niñita, quien también parecía comprender que estaba fuera de lugar.
La mujer, tras vacilar un instante, se acercó a la pelirroja, y más por compromiso que otra cosa le dio un fugaz abrazo, que para Paris fue bastante confortante. Cuando se apartó, ya no estaba confundida, sino conmovida, mientras miraba a la madre de la niñita más detenidamente.
Llevaba el cabello rubio fresa suelto como siempre, y éste caía en suaves ondas hasta su espalda, denotando que había crecido bastante; sus ojos, que antes eran más turquesas, ahora presentaban una tonalidad más clara, casi desvencijada, en celeste; su cuerpo, que alguna vez había sido tan delgado y bien cuidado, ahora lucía voluptuosidades acordes a una mujer madura. Su sonrisa era la misma, algo plástica pero agradable, y en conclusión Vanessa era la misma de siempre. La hermana que Paris recordaba haber visto por última vez hacía siete años.
_______________________
C.J. Potter
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
Capítulo 3
Parte 2
__________________________________________________________________
En uno de los laterales del parque, había un sector de juegos, recientemente renovado y de llamativos y vívidos colores que hacían juego con las flores del lugar, las cuales eran cuidadas con evidente recelo. James y la pequeña Cecille se habían instalado en los columpios y, mientras el pelinegro impulsaba a una sonriente ojigris, Paris y Vanessa se dedicaban a hablar, sentadas en un banco de piedra cercano.
— ¿Entonces ya terminaste esa escuela rara? — Cuestionó Nessa, quien con la barbilla apoyada sobre los nudillos, y el codo sobre la rodilla, miraba al Potter con evidente interés. Casi parecía prestarle más atención a cómo se contraían sus músculos cuando empujaba a su hija, que a las palabras de su hermana.
— Sí. Este año comenzaré a estudiar una carrera— afirmó la pelirroja, consciente de la falta de atención de su hermana.
— Aha— masculló Nessa, con mirada fija en un punto que realmente no es necesario nombrar.
Paris suspiró, resignada, y forzó una sonrisa.
— Es lindo, ¿verdad? — Dijo elocuentemente, y entonces Nessa sí se dignó a mirarla, dejando entrever una sonrisa lasciva.
— Eso es poco. No puedo creer que ese sea el mismo James Potter que conocí cuando era niña— admitió, de pronto interesada en la conversación.
Paris suspiró. Otra vez.
Recordaba ese detalle de su hermana, quien además de ser totalmente diferente a ella tenía aquellas manías que la exasperaban; una de ellas, era que prestara más importancia a los muchachos que estaban «buenos», antes que a algo tan vital como la vida de su propia hermana, la que por cierto no veía desde hacía casi una década. Paris, por su parte, aunque nunca tuvo buena relación con su hermana, y de hecho siempre soportó sus maltratos y comentarios hirientes, quería saber todo lo que se había perdido. Que Nessa no compartiera aquel sentimiento, y siguiera siendo igual de inmadura y superficial que cuando tenía quince, era decepcionante.
— Supongo que ha crecido, aunque a mí me sigue pareciendo igual— comentó la pelirroja, apoyando su mejilla contra su palma con estoicismo.
— ¿Igual? — Soltó la rubia, con ojos bien abiertos mirando a su hermana como si ella tuviese algún problema mental muy serio —. ¿Bromeas, cierto? El Potter que conozco era rarito y desagradable. Este otro Potter es totalmente lo opuesto— afirmó, y volvió a lanzar una mirada de soslayo a su aparente próxima víctima sexual.
Paris también miró hacia su amigo, y lo encontró sentado en el césped junto a su sobrina, viendo atentamente y con dulzura las muñecas que Cecille le estaba presentando. Encontró aquello muy conmovedor, y algo latió fuertemente dentro de ella, como una calidez que se apoderó de su pecho. Sonrió inconscientemente.
— No. En absoluto ha cambiado. James siempre fue así, sólo que tú no podías verlo. Ahora es más evidente, eso es todo— determinó, y apartó su mirada hacia su hermana, diciéndose que si seguía viendo aquella enternecedora escena podría terminar empeorando su situación.
— Bah, eso da igual. Me refiero a que ahora luce sexy, en lugar de raro— comentó la Jenkins mayor, y ella también volvió la vista hacia su hermana —. Dime, ¿qué tal lo hace? — Preguntó, muy interesada en la respuesta. Paris la miró sin comprender, y Nessa pareció notar eso, pues puso los ojos en blanco, antes de aclarar: — Me refiero al sexo, hermanita.
A la pelirroja le dio algo así como un ataque. Su pulso aumentó de velocidad, y sus mejillas se tiñeron de carmesí, casi el mismo tiempo en que su mirada abochornada se hacía a un lado. Carraspeó un poco.
— Pues… Yo… De hecho, sólo somos amigos— balbuceó, incómoda de tener que hablar al respecto con su hermana, con quien de por sí nunca había tenido la típica confianza fraternal. Nessa soltó una carcajada ingenua, pero se cayó al ver que Paris no parecía bromear.
— ¿Es en serio? — Espetó, y al ver que ella asentía lentamente, su rostro se tornó serio —. ¿Eres lesbiana? — Inquirió, y la pelirroja casi expulsa los ojos de sus órbitas. Nuevamente se ruborizó, totalmente avergonzada.
— ¡Claro que no! Me gustan mucho los hombres, para que sepas— masculló, ofendida por semejante acusación. No es que tuviera ningún problema con la gente homosexual, y de hecho tenía una amiga de Hogwarts que lo era, pero ella apreciaba bastante su condición de heterosexual. Tenía su siempre presente amor-platónico por James para demostrarlo.
— Pero entonces…— Murmulló Nessa, llevándose una mano a la frente con preocupación antes de decir: — No me digas que él es gay.
Paris olvidó lo anterior, y río con ganas ante tal ocurrencia, mirando en dirección a James, quien ahora jugaba convenientemente con una de las muñecas de Cecille, y volvió a reír aún más fuerte de sólo pensar en cómo reaccionaría su amigo si supiera lo que Nessa acababa de sugerir.
— ¡Merlín! — Exclamó finalmente, secándose una lágrima invisible. Miró a Vanessa, quien la observaba con evidente confusión ante la mención de un tal «Merlín» —. ¡Claro que no! ¡En absoluto! Te aseguro que James es la última persona que podría considerarse gay— afirmó fervorosamente, bajando un poco la voz cuando llamó demasiado la atención de los otros dos.
Nessa, literalmente, suspiró de alivio.
— Eso está bien. Pero, no comprendo, ¿por qué no te acostaste con él entonces? Es decir, tú no eres Miss Universo, hermanita, pero tampoco eres horrenda. — Eso era un cumplido tratándose de Vanessa —. Él tiene que haberse sentido atraído por ti en algún momento de su apogeo hormonal, y a no ser que tú seas lesbiana y no lo quieras admitir, también deberías haberlo sentido. Es una ley: la amistad entre la mujer y el hombre, no existe— finalizó, encogiéndose de hombros como si fuese algo a lo que se había acostumbrado ya.
Paris sintió terror de sólo pensar que su hermana podría enterarse de su eterno amor imposible hacia su mejor amigo, pero meditó sobre sus palabras.
— Supongo que él siempre está ocupado revolcándose con cualquiera, y yo sólo… No sé, somos como hermanos— confesó, abrazándose a sí misma para poder aceptar algo que él siempre usaba en su contra, y que ella siempre aborreció. Decidió cambiar el foco de la conversación —. ¿Por qué preguntas, en todo caso? ¿Acaso te interesa?
Nessa sonrío, y no dudó ni un segundo en llevar la atención a sí misma.
— Pues, creo que sí— admitió, y Paris recordó que ella había mencionado algo sobre el padre de Cecille.
— ¿Qué hay de tu esposo? — Cuestionó, arrugando la frente. La rubia volvió a reír, más altivamente esta vez, como si su hermana fuera ignorante de algo que debía ser obvio.
— Bah, a Austin no le interesa. Él pasa la mayor parte del tiempo de viaje, y yo sé que se acuesta con cualquiera, así como él sabe que yo también tengo mis aventuras. Llevamos una relación abierta— fundamentó vagamente, encogiéndose de hombros —. Es muy gratificante.
Paris miró a su hermana con ojos entornados, como buscando algo en ella que no era simple a la vista. Ella jamás podría soportar que su marido –si es que alguna vez se casaba-, le fuese infiel, ni tampoco devolvería el golpe de igual forma. No era muy vengativa. Pero por sobre todo, no creía ni por un segundo que ella fuera tan feliz con aquella situación como se mostraba, y por un momento Paris sintió pena por su hermana. Ella no tenía ningún hombre en su vida que la apoyara y acompañara en la crianza de Ceci, nadie en cuyo hombro llorar o a quien llamar cuando tuviese problemas. Ni siquiera una amigo.
En aquel momento, Paris apreció mucho tener a James en su vida; él siempre había estado ahí para ayudarla, pese a que ella solía ser independiente al punto de la terquedad, él no daba el brazo a torcer y la había consolado y apoyado más de una ocasión. Siempre.
— Pues entonces deberías intentarlo con él— soltó Paris de pronto, abandonando el país de los pensamientos para mirar a su hermana a los ojos. Verdaderamente, ella sabía que James jamás, jamás de los jamases aceptaría algo con ella, ni aunque fuera una aventura de una noche; él siempre había dado a conocer cuan odiosa le parecía Nessa.
Quizás fuese algo egoísta por parte de la Jenkins, pero si hubiese alguna posibilidad de que James aceptase, ella nunca lo hubiese sugerido; quería divertirse un rato viendo a su hermana incomodar a su amigo, para vengarse. Bien, quizás era vengativa sólo a veces.
— Por supuesto que lo haré. ¿Qué te parece si vienes a cenar a mi casa esta noche? Madre y padre estarán allí— invitó la rubia, nuevamente enroscándose ese mechón de cabello en el dedo, de manera que exasperaba lentamente a Paris.
La pelirroja se congeló unos segundos ante la mención de sus padres, asunto que se había esmerado en no tocar en toda la conversación. Tarde o temprano tendría que afrontarlo; ella ya era una adulta, y ellos debían darle alguna explicación (si es que no un perdón) por su trato para con ella; Rys debía enfrentar sus demonios. Ahora o nunca. Forzó una sonrisa.
— Sería estupendo. ¿A qué hora paso?
Y tras establecer precariamente la hora, intercambiar números celulares, y la dirección de la nueva casa de Nessa, cambiaron de tema.
— ¿Qué los trajo de vuelta hacia el Valle de Godric? — Indagó la rubia, alisándose la camisa, finalmente interesada en la vida de su hermana.
— Pues, estábamos en Ottery St. Catchpole, en casa de los abuelos de James, pero todos partieron a Francia, a casa de la mayor de las Weasley y su esposo… Podríamos habernos simplemente aparecido allí, pero el muy terco insistió con que quería llevar su nuevo auto, y no hubo más remedio que ir por tierra. Paramos aquí anoche, en nuestra antigua casa, de casualidad— mintió, si querer decir que realmente había pedido parar allí con el propósito de verla a ella y a sus padres.
— ¿Qué clase de auto? — Indagó Nessa, con los ojos celestes entornados con interés. Paris contuvo un bufido, recordando otro aspecto que detestaba de su hermana: su estúpido materialismo. Era como si viera el signo de euro en cada cosa.
— No tengo idea— admitió cansinamente, echándose tras la oreja aquel mechón que siempre se le escapaba —. Sólo sé que es nuevo, negro, y James está completamente enamorado de él.
Nessa, decepcionada ante la falta de información, frunció los labios.
— Entonces, si se compró un nuevo auto, debe tener un buen sueldo que gastar, ¿verdad? — Insistió, pero ante la mirada seria de Paris, añadió: — Es decir, ¿de qué trabaja? — Insertó una sonrisita plástica de las suyas, y su pelirroja hermana suspiró resignada.
— Él es auror— dijo, y ante la mirada de “no entiendo esa mierda” que le dio la rubia, explicó: — Son como el ejército mágico. — Paris podría haber jurado oír a su hermana susurrar entre dientes “Mm… Soldado”, pero le era demasiado asqueroso admitirlo —. Estudió el anteaño pasado, y se graduó el anterior, con honores; así que lo pusieron de profesor para los nuevos reclutas. Es muy inteligente y maduro para su edad— comentó, más para ella que para su hermana. Pero daba igual, porque la rubia se había detenido en las palabras “con honores” y “profesor”. Si había algo más sexy que un soldado, era un soldado profesor.
De repente, a Nessa le interesaba muchísimo el amiguito de su hermana, aunque él tuviese tres años menos y fuera uno de esos fenómenos de los que Paris formaba parte.
Pero cuando la Jenkins mayor se interesó en sacarle más información a la pelirroja, James y Cecille aparecieron en escena, ambos con una bonita sonrisa hoyuelada en el rostro. Eso hizo que Paris se relajara, sacándose de encima la exasperación que su hermana se empecinaba en acrecentar con cada palabra.
— Hey, ¿qué sucede? ¿Cansados ya de vestir Barbies? — Cuestionó la rizada, con gracia en la voz, dirigida plenamente a su pelinegro favorito. Él le devolvió una juguetona mirada de ojos entornados, que a Nessa pareció encantarle tanto como a Paris.
— No, de hecho estábamos muy cómodos vistiendo Barbies, pero Ceci tiene hambre, y yo también— replicó el Potter, pasándose una mano por el cabello para despeinarlo, tal y como hacía siempre. Sólo que esta vez a Paris le molestó, pues ahora su hermana lo miraba con mayor intensidad.
Casi bufo, pero se contuvo a último momento.
— Pues entonces será mejor que nos vayamos. Ceci tiene que comer, y yo tengo que alimentar a este Troll, porque si no come se pone de mal humor, cosa que no estoy dispuesta a soportar— comentó la ojigris divertida, poniéndose de pie con aires más juguetones de lo normal, envolviendo el brazo de su amigo en el suyo de manera algo muy posesiva. James no lo pasó por alto, y Nessa tampoco.
— ¡Quiero helado, mami! — Reclamó la niñita, montándose al regazo de su madre con inusual agilidad para alguien de su edad. Nessa hizo una mueca que duró un milisegundo, para luego sonreír pacientemente, y finalmente mirar a su próxima víctima de nuevo.
— Bien. Entonces supongo que nos veremos esta noche. — Hubo más de lo que quiso decir en sus palabras, pero sólo la paranoica y observadora Paris notó aquel detalle. James se limitó a mirar a su amiga confundido.
— ¿Esta noche? — Preguntó, aguardando explicaciones. La pelirroja se obligó sonreír, echándose nuevamente aquel molesto mechón de cabello tras la oreja.
— Sí, luego te cuento sobre eso. Nos vemos en la noche, Nessa— saludó fugazmente, y entonces soltó a James para arrodillarse a la altura de Cecille, quien la miraba curiosa —. Adiós preciosa— despidió, dándole un sonoro beso en la mejilla, que su sobrina recibió con cautela.
— Adiós— murmuró ella, tímidamente. Entonces vio que James se acercaba también a saludarla, y sonrió ampliamente, dejando ver unas adorables paletitas delanteras —. Adiós, tío Sheim— dijo más alto esta vez, estirando sus bracitos elocuentemente.
Paris miró incrédula al Potter mujeriego-empedernido-“nomeimportanadaporquesoydemasiadogenial” alzar en brazos a la pequeña ojigris y girarla mientras ella carcajeaba alegremente. Tras un giro la dejó en el suelo, y ella lo miró de una manera que a Paris le recordó muchísimo a ella misma cuando tenía su edad y admiraba a James como si fuese un príncipe salido de uno de sus cuentos. Le revolvió un poco el cabello, y finalmente se alejó, con un “nos vemos luego, princesa”.
Y tras eso partieron rumbo a ningún lugar, sin decir nada hasta que estuvieron unos buenos metros alejados de la madre y su hija. Fue Paris la que rompió el silencio esta vez, con una sonrisita jugando en las comisuras de sus labios.
— Así que… ¿Ahora serás súper tierno? — Preguntó divertida, mirándole de soslayo, con las manos entrelazadas inocentemente en la espalda. James rodó los ojos.
— No albergues las esperanzas— replicó él, y cuando estaban llegando a la esquina del predio, listos para cruzar la calle, se detuvo en seco —. ¿A dónde vamos ahora?
Paris frunció los labios, meditándolo, y tras hacer aquel gesto de llevarse los nudillos a los labios y mirar el vacío, sonrió.
— ¡Tengo una idea! Sígueme— indicó, y cruzó la calle a trote, girando a la izquierda, hacia la casa de los Potter. James la siguió sin decir nada, hasta que finalmente aminoró paso y ambos caminaron lado a lado otra vez —. ¿Sabes? Cuando estás con Cecille me recuerdas a como eras conmigo cuando era niña— comentó, indispuesta a abandonar el tema anterior.
— Bueno, a mí ella me recuerda a ti cuando eras niña— convino el ojiavellana, pasándose una mano por el cabello. Paris sonrió otra vez.
— ¿Por eso eres así de adorable con ella? — Atacó Rys, reprimiendo otra sonrisita pícara.
— ¿Crees que soy adorable? — Contraatacó él, alzando las cejas dos veces. Paris río para camuflar su sonrojo, y le dio un leve golpecito en el hombro.
— Cuando quieres— admitió. — Pero no has respondido mi pregunta.
— ¿Soy adorable? ¿De veras? — Preguntó él, con ojos entornados, ignorando la última parte. La pelirroja suspiró, mientras cruzaban otra calle, más desierta cada vez.
— Sí, Potter, eres a-do-ra-ble. Y un ególatra narcisista también— añadió para no inflar demasiado su ego. Sin embargo, las cosas con James no funcionaban así. Él sonrío con suficiencia, y volvió a pasarse una mano por el cabello.
— Con razón atraigo tanto a las chicas— dijo él presuntuosamente, y Paris no pudo más que reír sonoramente, meneando la cabeza divertida.
— ¡Eres tan tonto! — Exclamó con sorna, ganándose una mala mirada de su amigo —. Las chicas no van tras de ti precisamente porque te consideren adorable; es más, creo que soy una de las pocas afortunadas que han visto esa pequeña parte de ti— explicó, deteniéndose un segundo para palmear indulgentemente su mejilla y luego seguir camino con altivez.
James la miró ceñudo.
— Bueno, sí sé que también soy atractivo, y todo eso— obvió, de esa manera sobre confiada y altanera que sólo él podía lograr, — pero, de veras, mi hermano también lo es, y sin embargo no tiene la misma cantidad de chicas que yo… ¿A dónde estamos yendo?
Paris escuchó sin inmutarse, acostumbrada a los momentos “soy el mejor” que a James solían darle mucho más seguido antes, y para cuando terminó ya habían pasado la casa de los Potter.
— Ya verás— dijo respecto a su pregunta, y luego, tras carraspear, añadió: — Mira, te explicaré esto una sola vez. Albus, es la clase de chico dulce, inteligente, maduro, guapo y caballeroso que cualquier mujer querría tener a su lado, pero para algo serio. — James miró a Paris con el ceño más fruncido que antes, totalmente irritado ante la enumeración de las muchas virtudes de su hermanito menor; ¿por qué ella lo veía de esa manera? Y, si así era como lo veía, ¿por qué habían terminado? De pronto estaba molesto.
» Tú, en cambio— prosiguió la ojigris, ajena a la reacción de su amigo, y con la vista clavada al frente, pues acababan de internarse en el bosque y no quería caer —, eres la clase de hombre duro, sexy, misterioso, peligroso y malo, que cualquier chica quiere en su cama, pero para algo de una sola noche, pues sólo alguien muy, muy, MUY estúpida se arriesgaría a algo serio contigo, muy consciente de que lo más probable es que le rompas el corazón una, y otra, y otra, y otra vez. — Hizo gestos con las manos, golpeando su puño contra su otra palma para enfatizar, poniendo su alma en ello —. Y al final sólo le quedarían los pequeños y resquebrajados pedazos que alguna vez fue su órgano vital, probablemente siendo incapaz de arriesgarse a amar otra vez por temor a que ocurra lo mismo…— Terminó con un suspiro, lo suficientemente realista -y al mismo tiempo dramático- como para que James la mirara fijo.
— Ouch. ¿Estás insinuando que ninguna chica quiere estar conmigo más de una noche? Creí que ese era yo. Además, sí que hay algunas que me siguen persiguiendo— dijo él en defensa, corriendo una rama fuera del camino de su amiga casi de manera inconsciente. Paris sonrió, sabiendo que estaba dándole una de sus lecciones anuales a su amigo.
— No. Sólo digo que la que se enamore de ti será aquella que pueda ver que eres mucho más profundo que músculos, bonita sonrisa y buen sexo. — Si no hubiese estado de espaldas a él, jamás habría dicho eso; el rubor la invadió de golpe.
James río, para su alivio.
— ¿Tengo bonita sonrisa, pelirroja? — Punzó, y tras pensárselo mejor, añadió: — ¿Y parezco buen sexo?
Ahora Paris estaba más roja que antes. Se mordió el labio inferior antes de responder.
— Tu sonrisa es bonita— admitió tímidamente, casi en un murmullo —. Y sí, teniendo en cuenta la cantidad de proezas sexuales tuyas que escuché relatar en la Sala Común, deduzco que sí eres bueno en la cama. Pero tendría que comprobarlo.
Esta vez fue turno de James para resultar afectado. Se quedó sin aire un segundo, y por poco tropieza con una raíz saliente que no había podido anticipar. ¿Acababa de decir lo que él acababa de escuchar? Merlín.
— Eh… ¿A qué te refieres con ver más profundo que eso? — Cuestionó, pasándose una mano por el cabello con manía, decidido a cambiar de tema. Paris, que esperaba eso, volvió a sonreír más complacida esta vez. Era bueno de vez en cuando no ser la víctima.
— No lo sé. Supongo que alguna chica que se siente a hablar, con quien puedas ser tú completamente. No sólo ese chico seductor que eres cuando quieres llevarte a alguien a la cama. Me refiero a esa parte adorable, bondadosa y caballerosa que yo conozco; incluso también toda tu mierda de ególatra, caprichoso e histérico. Todo, con matices claros y oscuros— desentrañó, con una sonrisita de esfinge.
‘Sí, definitivamente, si alguien te conociera como yo lo hago, sentiría por ti lo mismo que yo’, pensó para sus adentros, casi con amargura.
— Había olvidado lo profunda que eres— murmuró él, pensando sobre sus palabras. Paris le lanzó una miradita confundida sobre su hombro —. Es decir, debes ser la única chica de tu edad que conozco que podría hablar sobre ver más adentro en las personas y conocer todos sus “matices”. ¿Sabes? Es casi filosófico, patentaré esa frase.
La Jenkins rió, echándose tras la oreja el molesto mechón.
— Bueno, tú eres el único chico de tu edad que conozco que se ha graduado como Premio Anual, Jugador Estrella, y Prefecto Perfecto, además de con Honores en la Academia de Aurores, y que luego está presumiendo como todo un pre adolescente que tiene más chicas que su hermano— replicó ella, divertida. James bufó.
— ¡Sólo decía!
— Claro que sí.
Pero antes de que el Potter pudiera reponer otra vez, Paris se detuvo en seco, y chocó inevitablemente contra su espalda. Cuando se echó para atrás y levantó la mirada para preguntar qué demonios hacía, enmudeció. Ante él se alzaba en todo su esplendor, tal y como recordaba, una pequeña cascada, que comenzaba fluyendo desde lo alto de una pequeña formación rocosa, y desembocaba en un pequeño arrollo de agua cristalina, impoluta. Sonrió ampliamente, casi al mismo tiempo que su amiga, preguntándose cómo es que había estado tan ensimismado como para no verla antes.
— Es más pequeña de lo que recuerdo— susurró James, sin ser consciente de que estaba tan cerca de la espalda de Paris que su aliento chocaba contra la curva de su cuello. La pelirroja se estremeció, y dio dos zancadas hacia adelante para salir del aprieto.
Ella quería incomodar a James para que notara que era una mujer, no ser la incomodada. Estaba harta de cumplir ese papel.
— Bien, yo me tiro primero— dijo la chica, sonriendo exageradamente para fingirse imperturbable.
— Pero no trajimos…— James iba decir “traje de baño”, pero entonces lo que vio hizo que enmudeciera otra vez. De espaldas a él, Paris corrió primero la tira de su hombro izquierdo, luego la del derecho, y finalmente deslizó el vaporoso vestido amarillo pastel hacia abajo, dejándolo caer libremente por sus piernas desnudas hasta terminar hecho un montículo colorido sobre la tierra húmeda.
James no necesitó comprobarse el pulso para saber que había aumentado, tal y como todas las veces que Paris sacaba a relucir su impúdico carácter y terminaba semidesnuda, como en aquella ocasión, donde tan sólo lucía un brasier de encaje rojo, y unas finas bragas de igual color. ‘¿Qué manía tiene con desvestirse frente a mi?’, pensó con lamento, obligándose a apartar la mirada cuando la Jenkins se dispuso a trepar las rocas hacia la cima de la fuente de agua; daba una vista demasiado buena de su trasero, y eso no estaba bien.
En aquel momento se dio cuenta de que ya tenía un problemita, y eso lo avergonzó de sobre manera. ¿Por qué reaccionaba así? ¡Ella era su hermanita!... O algo así. ¡No podía verla como si fuese cualquier otra! Quizás pudiese lucir como una mujer, pero él sabía muy bien que Paris seguía siendo la misma niña inocente y vulnerable que él debía proteger. ¡No podía excitarse con ella, ni aunque estuviese totalmente desnuda y acostada en su cama con las piernas abiertas!
La imagen de tal idea comenzó a formarse en la mente del Potter, y le demoró más de un minuto despejarse. Merlín, estaba mal.
— ¡Paris, vístete! — Exclamó con firmeza, casi como si estuviera dándole órdenes a alguno de sus alumnos. La aludida ya estaba en la cima, con el sol bañándola enteramente, provocando que su cabellera brillara como fuego, y que sus curvas se acentuaran con las sombras. Parecía toda una amazona, y aquel pensamiento aterró al Potter, al mismo tiempo que su problemita crecía.
— ¿¡Por qué!? — Gritó desde arriba, poniendo los brazos en jarra y frunciendo el ceño. ‘Piensa en gatitos, James. La tía Bertha dándose su baño de espuma’, evocó el muchacho para sus adentros, estremeciéndose con sus imágenes mentales.
— ¡Porque no puedes andar semidesnuda por ahí! — Obvió él cuando pudo hablar, acercándose al borde del lago —. ¡Baja y vístete, ahora!
— ¡Claro que sí, profesor! — Replicó ella con sarcasmo y, tras una corta carcajada, saltó por la cascada en un perfecto y practicado clavado, salpicando un poco al Potter, quien ya podía respirar tranquilo.
Aguardó a que saliera a la superficie y, cuando lo hizo, siguió esperando, hasta que finalmente se dignó a nadar hasta la orilla y salir del agua. Ella lo miraba con una sonrisa juguetona, y la mirada más felina que nunca; totalmente diferente a la niñita inocente y vulnerable. James tragó fuertemente, y mantuvo su mirada clavada en su rostro, específicamente en sus goteantes pestañas.
— ¿No piensas meterte? — Soltó ella finalmente, echándose un rizo mojado hacia atrás junto con el resto. Él asintió.
— Sí, pero luego de que te vistas y vayamos a buscar trajes de baño, como corresponde— dictaminó severamente, y Paris no resistió la tentación de rodar los ojos.
— James, eres tan conservador a veces. El traje de baño y la ropa interior es exactamente lo mismo— dijo condescendiente, como si él fuese un niño pequeño.
— No. No lo es. Vístete— volvió a decir, apuntando el vestidito de verano que seguía reposando en la tierra. La Jenkins lo miró con desafío, cruzándose de brazos.
— ¿O si no qué? No puedes obligarme, soy bastante mayorcita para decidir si quiero nadar en un estanque en ropa interior, o incluso desnuda.
James se tensó, temiendo que cumpliera sus amenazas.
— Ni se te ocurra— amenazó, seria y lentamente. Paris sonrió con los dientes, pareciendo más que nunca a un felino; pero no una gatita inocente, sino más bien una tigresa a punto de atacar.
— ¿Seguro? — Murmuró, todavía más desafiante, llevando una mano a su espalda, donde estaba en enganche de su corpiño. Si es que era posible, James se tensó aún más, y rogó porque ella fuese lo suficientemente ingenua como para no notar su problema bajo.
— Paris. No. Lo. Hagas— musitó, silabeando para añadirle rigor. Ella ladeó la cabeza, como si no entendiera lo que estaba diciéndole, y desenganchó la prenda, la cual se soltó, dejando entrever peligrosamente más carne —. Suficiente— dijo él ásperamente, tratando de mantener la compostura, y la giró con brusquedad para volver a enganchar el brasier, tomando el vestido del suelo y disponiéndose a colocárselo el mismo y a la fuerza si hacía falta.
Debía acabar aquel jueguito de perversión que ella estaba comenzando.
— ¿Puedes calmarte? — Espetó ella, ya sin lucir juguetona, sino más bien molesta. Había estirado una palma para que James no avanzara más. Él la miró con cautela, sin soltar el vestido —. ¿Por qué haces esto? ¿No puedes sólo relajarte un poco y divertirte? Dices que no soy una mujer, y parece que yo no te afectase en absoluto de esa forma, pero cada vez que hago algo fuera de lugar tú te pones histérico. Decídete, ¿quieres? Si me dices que sí te afecta, como a cualquier otro hombre le sucedería en tu lugar, pararé, y prometo dejar de ser tan sinvergüenza. Pero si sigues insistiendo con que no soy mujer, me empeñaré en no dejarte descanso, Potter— dijo, sin miramiento alguno. No necesitaba andar con muchos rodeos cuando se trataba de James, pues eran amigos de hacía tanto tiempo que era casi imposible querer seguir ocultando algo sin que el otro lo notara; salvo el asunto de Paris enamorada de él desde siempre, eso James no lo notaría ni aunque se lo pintaran en un mural.
— ¿Lo estás haciendo a propósito? — Fue todo lo que él pudo pronunciar, aún atrapado en su estupefacción. Paris bufó, poniendo los ojos en blanco.
— ¿Qué crees tú? Te he dicho desde el primer día que no me rendiría hasta que lo aceptaras. Y nada de lo que he hecho ha conseguido de ti mucho más que una perorata sobre comportarme extraña. ¡Ni siquiera sé a qué te refieres con extraño!
— ¿Hiciste todo eso, — repitió él —, sólo para demostrarme que has crecido? — Parecía más perplejo que antes. — ¿Lo de… la tormenta también? — Preguntó, algo incómodo. Ella se ruborizó un poco ante la mención del tema.
— No. Lo único que no hice a propósito tuvo mejores resultados— murmuró en respuesta, desviando la mirada acobardada.
— ¿Mejores…? Escucha, Paris, de verdad que todo esto no está bien— dijo él, tratando con todas sus fuerzas controlar sus estribos. La pelirroja lo miró cansinamente.
— “Somos amigos”, “tú eres como una hermanita para mí”, “eres una niña”, “esto está mal” — citó, imitando pobremente la voz grave del pelinegro, que la miró sorprendido. ¿Tan repetitivo era? —. Me sé el guión de memoria, James. Pero tú no pensaste en nada de eso anoche cuando me besaste, así que no sé hasta dónde te lo crees. — Y lo dijo. Había querido decirlo muchas veces a lo largo del día, pero sólo ahora se atrevió.
Él la miró en blanco, presentando una invisible lucha interna. Ella tenía razón, quizás se dejó llevar un poco por… Bueno, la había tenido acurrucada contra él en su cama, con un piyama diminuto; ¿qué hombre no gay y en su sano juicio no la habría besado? Bien, a lo mejor sí la veía como a una mujer, pero aceptar eso sería aceptar otras cosas, como por ejemplo que se siente ligeramente atraído sexualmente por ella, y eso no podría admitirlo jamás sin sentirse un imbécil universal. Además, ¿qué si así era? ¿A qué pretendía llegar? Estaba muy confundido.
— Bien. Tú ganas. Sí eres una mujer— cedió a regañadientes, dispuesto a acabar el asunto por lo sano —. Pero no puedo verte así. Anoche… Yo… Tuve un momento de debilidad, lo acepto. A todos nos pasa. Pero no significó nada— determinó, cruzándose de brazos.
James no parecía ser consciente de cuán duro habían golpeado esas palabras a Paris, ni de cuánto dolió su pecho cuando lo dijo. “No significó nada”; ¿cuán insensible había que ser para saber que no importa quién, a toda mujer le dolía igual que alegaran que un beso suyo (peor aún, pues ella había terminado sin remera, comportándose como una perra) no valía nada?
Ahora ya volvía a sentirse miserable y tan vulnerable como para que el viento la derrumbase. Ella sabía muy bien que él la veía como una pequeña niña que estaba a su lado cuando fuera y donde fuera todo el tiempo, toda la vida; pero incluso así debería haber tenido el tacto como para... Agh. Al menos debería darse cuenta de que ella había estado a punto de entregarse y… Daba igual.
Permanecieron en un silencio tenso unos cuantos minutos que parecieron eternos. James aguardaba con cautela la reacción de Paris, y ella trataba de regular su respiración para no echarse a llorar. Pero ahí, viéndolo tan impasible e indiferente, se sintió furiosa. ¿¡Cómo se atrevía a asegurar que aquel beso fogoso que se habían dado no había sido nada!?
— Eres un grandísimo idiota— escupió, apretando con fuerza los puños a los lados. James se vio confundido sólo un segundo, pero entonces reparó en que eso debía de venir porque había dicho que nunca la vería como ella tanto buscaba. Supuso que era normal -en ella- reaccionar así cuando no obtenía lo que quería.
— Lo lamento, enana, pero es cierto. Además, si fuese lo contrario, ¿no crees que sería ra…?— Pero Paris no lo dejó terminar. ¡Estaba iracunda! ¡Ya le demostraría a él que un beso suyo no era para menos!
Lo tomó del cuello de la playera gris que llevaba, y lo tiró hacia ella con fuerza indómita que no sabía bien de dónde sacaba, hasta que sus labios golpearon los suyos. Y lo besó. Pero vaya que lo besó; nada suave y romántico, sino todo lo contrario. Estaba siendo dura y caliente, tanto que al comienzo él no supo cómo reaccionar. Cuando salió del shock hizo el ademán de apartarse, pero ella forzó su lengua hasta que pudo entrar en su boca, y James ya no pudo pensar.
No creyó que Paris, la suave y dulce Paris, pudiese dar un beso como ese, tan apasionado y ardiente, tan rudo; pero eso sí que era excitante. Ni tampoco pudo asimilar que una mujer lo besara con tal ímpetu, siendo que era él quien siempre llevaba el control; pero estar siendo domado le gustaba de una manera morbosa. Llevó una de sus manos hacia la cintura desnuda de la pelirroja, donde un par de rizos mojados escurrían, goteando un poco por sus brazos, y dirigió la otra hasta la nuca de Paris, atrayéndola más contra sí.
La Jenkins sonrío maliciosa contra sus labios, y lo empujó hasta estamparlo contra un árbol, aunque él no se quejó en ningún momento. Estaba demasiado pegada al cuerpo de James como para poder jugar con sus manos, pero quería hacer algo que le diera a qué pensar antes de alejarse, así que deslizó sus brazos hasta los costados, posando sus manos sobre su trasero y clavando osadamente las uñas en él. Logró lo que quería; James soltó un gemido, y sus manos comenzaron a recorrer intensamente la espalda desnuda de Paris. Aunque a la Jenkins le encantaba aquello, y la hacía temblar de pies a cabeza y sentirse arder por dentro, se aparto con brusquedad de él, empujándolo por el pecho.
Potter la miró jadeante y confundido, aparentemente tratando de lograr una conexión entre sus pensamientos dispersos. Paris se limitó a recoger su vestido y sus ballerinas, sin decir absolutamente nada hasta que estuvo vestida; entonces le dedicó una sonrisa altiva, y dijo:
— Fue sólo un momento de debilidad. Eso no significó nada. — Otra vez imitó la voz de James, mirándolo con notable enojo y dolor, todo junto. Acto seguido, giró sobre sí, y desapareció entre una cortina ligera de humo, dejando a su mejor amigo allí parado, confundido hasta la locura.
¿Qué había sido eso? ¿Por qué lo había besado de nuevo? Peor aún, ¿por qué él le había devuelto el beso? ¡Y por todos los santos, ¿por qué le había gustado tanto?!
Pasó una mano por su cabello, y luego palmeó un poco la zona en su trasero donde la muchachita había clavado dolorosamente sus uñas. Eso, tenía que admitirlo, había sido caliente como el infierno, y lo tenía metido en una profunda e inacabable bruma de incredulidad.
Suspiró, y en menos de un minuto se quitó la playera y los pantalones vaqueros, metiéndose sin pensarlo dos veces en la cascada, buscando un poco de paz mental; quizás alguna señal que le tradujera al inglés las cosas que su amiga hacía y decía, porque de otra forma terminaría por volverse loco.
C.J. Potter
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
oh mai god, te amo, oficialmente eres la persona más idolatrada por mí en el foro srsly, amo como escribes, amo a paris, amo al maldito moja bragas de james. amo a todo el mundo. necesitas seguirla, ya, ya, ya bc me desespero fácil y ahora por tu culpa me regañan por estar hasta tan tarde en el ordenador y blá, blá, blá, cosas de padres que no entiende una adolescente como yo (?). a james le excita paris :jum: ya basta, to much feelings to me (?) síguela pronto plz, promételo, promete que no me harás esperar tanto plzzzzzzzzzzzz teamo, bai<333
tobias.
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
ahora que estás conectada quiero decirte que tus novelas son mis favoritas en el foro junto con las de mina plz, y necesito que la sigas sí o sí.
tobias.
Re: You gonna love me [James S. Potter & Tú]
Yisus, estoy viendo esto desde el cel <3 honey <3 Como habrás notado estoy en sequía con todas mis novelas en general, pero se esta tengo varios caps más escritos, así que mañana subo (L
Ay, te adoré Ana, JAJAJAJAJAJJJA, en serio, shoro. Ah.
Besis dear <3
Ay, te adoré Ana, JAJAJAJAJAJJJA, en serio, shoro. Ah.
Besis dear <3
C.J. Potter
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