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"Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Ciento catorce
Noche. Noche profunda. Noche de sorpresas. Noche absurda. Noche de dulce venganza.
Nick está sentado en el salón. Oye el ruido de las llaves en la cerradura. Coge el champán de la cubitera y se sirve un poco más. Se queda sentado mirándola entrar. Miley deja el bolso sobre la mesa. Nick enciende la luz. Miley se asusta.
—Ah, estás despierto... Creía que te habrías ido, o que estarías dormido.
Nick deja que hable. Miley se detiene y lo mira a los ojos. Con determinación.
—¿Tienes algo que decirme?
Nick sigue tomándose su champán tranquilamente.
—Bueno, en vista de que no dices nada, hablaré yo. Eres un gilipollas. Porque me has hecho... —Y Miley continúa soltando insultos, rabia, absurdidades y maldades.
Nick sonríe y la deja hablar. De repente, coge de la mesa que tiene a su lado un folio doblado. Y lo abre. Miley se detiene.
—¿Qué es eso?
—Un mail. Me llegó hace unos días. Pero por desgracia no lo había visto hasta esta noche.
—¿Y a mí qué me importa?
—A ti puede que no, porque ya lo sabes. A mí, en cambio, mucho, porque no lo sabía. En realidad, nunca me lo hubiese imaginado. En el mail hay una carta tuya.
—¿Mía?
Miley se queda blanca como el yeso.
—Sí, tuya. Te la leo, ¿eh? Por si acaso se te ha olvidado. Bien. «Amor mío. Esta mañana me he despertado y he soñado contigo. Estaba muy excitada todavía, pensando en lo que habíamos hecho. Sobre todo, me excita a morir pensar que estarás reunido con él. ¿Podrás pasar a mediodía? Tengo ganas de...» —Nick para de leer un momento. Y baja el folio—. Lo que sigue me lo salto, porque son una serie de obscenidades tuyas. Sigo aquí: «Espero que ganes, porque así te quedarás en Roma y podremos seguir juntos... Porque como estoy contigo, Marcello...» —Nick deja el folio sobre la mesa—. Pero Marcello, ese joven deficiente que se suponía que iba a ocupar mi lugar, ha perdido. Ha ido a parar a Lugano y, mira por dónde, de improviso, plaf, qué extraño, justo después de su marcha, precisamente reapareces tú en mi vida... Por lo que sea, te lo has pensado mejor y, mira por dónde, después de su derrota has decidido casarte conmigo.
Miley está como petrificada. Nick sonríe, se toma otro sorbo de champán.
—Y yo preocupado porque no sabía cómo decirte que ya no te amo.
Se levanta y pasa junto a ella, después se dirige al cuarto de baño y coge de allí dos maletas ya listas. Abre la puerta de la casa y las deja en el rellano.
—He metido todo lo que era tuyo, incluso algún regalo y alguna que otra cosa, libros, plumas, perfumes, jabones, tazas, todo lo que me pudiese recordar a ti. Me gustaría que fueses como las hadas de las películas. Mejor que ellas. Que desaparecieras para siempre.
Nick cierra la puerta tras ella. Gira la llave dos veces, y la deja puesta en la cerradura, luego corre el cerrojo. A continuación, coge la botella de champán, sube la música a tope y se va a su habitación. Feliz como nunca. Ni siquiera tengo que buscarme un hotel. Ahora sólo me queda saber quién es este «amigo verdadero» y, sobre todo, si todavía estoy a tiempo de recuperar mis jazmines.
Noche. Noche profunda. Noche de sorpresas. Noche absurda. Noche de dulce venganza.
Nick está sentado en el salón. Oye el ruido de las llaves en la cerradura. Coge el champán de la cubitera y se sirve un poco más. Se queda sentado mirándola entrar. Miley deja el bolso sobre la mesa. Nick enciende la luz. Miley se asusta.
—Ah, estás despierto... Creía que te habrías ido, o que estarías dormido.
Nick deja que hable. Miley se detiene y lo mira a los ojos. Con determinación.
—¿Tienes algo que decirme?
Nick sigue tomándose su champán tranquilamente.
—Bueno, en vista de que no dices nada, hablaré yo. Eres un gilipollas. Porque me has hecho... —Y Miley continúa soltando insultos, rabia, absurdidades y maldades.
Nick sonríe y la deja hablar. De repente, coge de la mesa que tiene a su lado un folio doblado. Y lo abre. Miley se detiene.
—¿Qué es eso?
—Un mail. Me llegó hace unos días. Pero por desgracia no lo había visto hasta esta noche.
—¿Y a mí qué me importa?
—A ti puede que no, porque ya lo sabes. A mí, en cambio, mucho, porque no lo sabía. En realidad, nunca me lo hubiese imaginado. En el mail hay una carta tuya.
—¿Mía?
Miley se queda blanca como el yeso.
—Sí, tuya. Te la leo, ¿eh? Por si acaso se te ha olvidado. Bien. «Amor mío. Esta mañana me he despertado y he soñado contigo. Estaba muy excitada todavía, pensando en lo que habíamos hecho. Sobre todo, me excita a morir pensar que estarás reunido con él. ¿Podrás pasar a mediodía? Tengo ganas de...» —Nick para de leer un momento. Y baja el folio—. Lo que sigue me lo salto, porque son una serie de obscenidades tuyas. Sigo aquí: «Espero que ganes, porque así te quedarás en Roma y podremos seguir juntos... Porque como estoy contigo, Marcello...» —Nick deja el folio sobre la mesa—. Pero Marcello, ese joven deficiente que se suponía que iba a ocupar mi lugar, ha perdido. Ha ido a parar a Lugano y, mira por dónde, de improviso, plaf, qué extraño, justo después de su marcha, precisamente reapareces tú en mi vida... Por lo que sea, te lo has pensado mejor y, mira por dónde, después de su derrota has decidido casarte conmigo.
Miley está como petrificada. Nick sonríe, se toma otro sorbo de champán.
—Y yo preocupado porque no sabía cómo decirte que ya no te amo.
Se levanta y pasa junto a ella, después se dirige al cuarto de baño y coge de allí dos maletas ya listas. Abre la puerta de la casa y las deja en el rellano.
—He metido todo lo que era tuyo, incluso algún regalo y alguna que otra cosa, libros, plumas, perfumes, jabones, tazas, todo lo que me pudiese recordar a ti. Me gustaría que fueses como las hadas de las películas. Mejor que ellas. Que desaparecieras para siempre.
Nick cierra la puerta tras ella. Gira la llave dos veces, y la deja puesta en la cerradura, luego corre el cerrojo. A continuación, coge la botella de champán, sube la música a tope y se va a su habitación. Feliz como nunca. Ni siquiera tengo que buscarme un hotel. Ahora sólo me queda saber quién es este «amigo verdadero» y, sobre todo, si todavía estoy a tiempo de recuperar mis jazmines.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
ooooow......eso si que me gusto....:lol: echarla de la casa fue lo mejor que pudo haber echo a esa maldita zorra :evil: ja..! y mas ja! y sobre nick que gilipollas eres ahora darte cuenta de que la chica de los jazmines es la que se gano tu corazon con amor no con sexo pff...bueeh espero cap pronto saludos Aury :D
Bianca
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Increíble increíble se quedo de lo mas buena..... Porfavor sigue la sigue la!!!!!
Brenda_joejonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
oooooooooooooooow que lindoooo lo qu dijoo "s estoy a tiempo de recuperar mis jazmines " :d que amoor!! SIIIIIIIIII MILEY SE FUEEEE JAJAJA LE HECHAROON JAJAJAJA
SIGUELAAAAAAAAAAA
SIGUELAAAAAAAAAAA
Florjudith96
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Hola!^.^ Primero qe nda... Lo siento x no haber comentado en estas 51 paginas! Pero despz de la primera pagina, se me olvido el nombre de la novela y hasta hace unos dos días me acorde y empece a leer tooooodo lo qe me faltaba de la nove!:) jeje pero ahora si voy a comentar muchooo para recompensar esas 51 págs.! Dios! Te juro qe en cuanto leí qe en esta nove mencionan a Robbie Williams casi se me cae la mandíbula! Lo amo! :arre: Es mi ídolo desde qe tenía 4! Y mas nombran la canción de She's The One!!! x Dios! En serio me emocione muchoooo! Aunque Nick es un idiota! Como se atrevió a dejar a su chica de los jazmines?! A su chica La Luna?! Debe ser un completo idiota x dejar al amor de su vida! Oooo ii odio a la Perr* de Miley! Pz claro! Como Marcello se fue a Lugano y Nick se quedo en Roma, ahora si vuelve! :x Lo bueno qe Nick recapacito y se dio cuenta qe es una maldita! Y me da la impresión de qe el "amigo verdadero" es Olly? En el ultimo capitulo donde mencionan a las Olas sale algo qe piensa Olly, donde dice qe al menos se siente mejor x lo qe le hizo a ____! o algo así!:/ buee en fin... Siguela pronto! Para ver qien es!;D
Muffin_Nickita_Jonas92
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
:O Por Dios miley que p$£%!
Con Marcello? ... Pobre Nick, debió ser un golpe duro /: Pero se comporto muy bien con Miley, la estúpida esa no tuvo tiempo ni de aismilarlo! Y ahora con quien te vas?!? JAJAJAJAJA... Ahora, Nick, es tiempo comenzar a arratrarte, besar el piso por donde pase _______ y sobre todo, pedirle perdón como si de eso dependiese tu vida! Quiero ver que la sorprenda con algo hermoso :arre:
S I G U E L A A A A A A A A A :D Amo esta nove!
Con Marcello? ... Pobre Nick, debió ser un golpe duro /: Pero se comporto muy bien con Miley, la estúpida esa no tuvo tiempo ni de aismilarlo! Y ahora con quien te vas?!? JAJAJAJAJA... Ahora, Nick, es tiempo comenzar a arratrarte, besar el piso por donde pase _______ y sobre todo, pedirle perdón como si de eso dependiese tu vida! Quiero ver que la sorprenda con algo hermoso :arre:
S I G U E L A A A A A A A A A :D Amo esta nove!
Dayi_JonasLove!*
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
OH AMO A ESE "VERADERO AMIGO" ES GENIAL!!!!
ME ENCANTARON SIGUELA!!!!!
ME ENCANTARON SIGUELA!!!!!
Just Me! Melissa! :)
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Mrs. Nick Jonas escribió:Inspiration*) escribió: NICK VOS SOS UN MOTHERFOCKER DE PRIMERA
¿Que hace la rayis.. ?ah pues ¡¡ella da amor desinteresado!!
PEro vuelve la puta de la otra cof Miley cof.. y que pasa? sjfgksjdfgjksdfgjksdf
no me agrada, nope :( tan bello que era el romance entre esos dos, es que era genialoso.. demasiado genial :P
Auryyy bella de mi corazón 8) No me puedo pasar muy seguido, porque cada que me paso has subido bufffff.. entonces me pierdo, jajajaja pero siempre leeré, estaré por acá fastidiando tu existencia :)
Te quiere mucho, Valen :hug:
no te preocupes valen pasa cuando puedas
yo tambien te quiero mucho :hug:
te prometo que en estos dias paso por tus noves :)
asi que ve preparando muchos caps por que lo mas seguro es que me encante y vaya a querer maraton :roll: :D
Así que te volviste vidente! ahora andas prediciendo el futuro, mira que cool :P
ahha no te preocupes Aury que no hay problema, segurito no vas a encontrar muchos caps :roll: también he estado algo ocupada. :P
Tina(:
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
1. Nick eres un imbécil de primera
2. Miley es una perra
3. Yo se que ____ tiene un corazón gigante y perdonará a Nick, quien, cabe aclarar, se arrastrará pidiendo perdón.
4. Sigue pueh! :)
2. Miley es una perra
3. Yo se que ____ tiene un corazón gigante y perdonará a Nick, quien, cabe aclarar, se arrastrará pidiendo perdón.
4. Sigue pueh! :)
Tina(:
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
SI!!! termino con Miley!!!
porfin ya era hora Nick
Porfiis sube otro cap please!!!
Qiero saber si recupera a su chica de los jasminez xD
porfin ya era hora Nick
Porfiis sube otro cap please!!!
Qiero saber si recupera a su chica de los jasminez xD
Vanee LovatoD'Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
quereeeeeeeeeeeemooooooosssss caaaaaaaaaaaaapiiiiiiiiiiiii!!
Florjudith96
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Ciento quince
Delante del Alaska. Olly abraza a ______.
—¡Joder! ¡Lo conseguí, lo conseguí! ¡Sé que lo he conseguido! ¡He aprobado la Selectividad!
—Pero si las notas no salen hasta dentro de un mes.
—¡Sí, pero yo estoy convencida y así os traigo suerte a vosotras también!
—¡Tú estás loca, así sólo nos traerás mal fario!
—Chicas, dentro de poco nos vamos... —Erica se acerca a ellas con un mapa. Lo abre—. Vamos a verlo. Saldremos de Roma temprano, en tren.
—¿A qué hora?
—A las seis.
—Pero si había uno que salía más tarde...
—Qué más da, en el tren puedes dormir lo que quieras.
—Y luego tienes todas las vacaciones para recuperarte.
—Bueno, a mí me gustaría hacer otra cosa en vacaciones.
—¡Olly, ya basta!
—Echemos un vistazo. Desde Patrás, cogemos un autobús de línea y seguimos toda la costa hasta Atenas. Hay un montón de lugares preciosos. En Rodas está la playa de Lindos, dicen que es maravillosa, llena de rincones hermosos, hay un tal Sócrates que es la hostia... Después Mikonos, playas y vida nocturna. Santorini, con su volcán, tras el que se ven los atardeceres más bellos del mundo. Íos, conocida como la isla del amor pero también por la noche desenfrenada de Chora, alias «el pueblo». Y no me gustaría perderme por nada del mundo. Amorgós, donde Luc Besson rodó la película El gran azul.
Diletta mira soñadora su teléfono. ______ se da cuenta.
—¿Qué haces?
—Filippo me ha mandado un mensaje. Qué romántico.
—¿Y qué te dice? Déjame ver. —Olly intenta quitarle el móvil de las manos, pero Diletta es más rápida y se vuelve hacia el otro lado.
Pero Olly la coge del brazo e insiste.
—¡Suéltalo!
______ interviene.
—¡Ya vale, déjala! Diletta, lo hemos comprendido... pero al menos déjanos saber qué clase de tipo es, ¿no? Perdona, pero nosotras llevamos toda una vida preocupándonos por ti y ahora, cuando viene lo mejor, tú vas y nos dejas fuera.
Diletta coge el teléfono y lee con voz soñadora.
—Me gustaría ser yo todas tus Olas y partir contigo.
—¡Qué imbécil!
—¡Qué pelota!
—Sí. ¡Las Olas somos nosotras y nadie más!
Justo en ese momento, se oye una voz desde atrás.
—¡Pues claro! Las Olas son perfectas, únicas... y, sobre todo, fieles.
Al borde de la carretera, apoyado en un poste medio torcido, está Fabio acompañado de uno de sus habituales amigos colgados. Tejanos rotos, cazadora Industrie ecologiche rota, zapatillas de tela rotas, incluso la camiseta está rota.
Erica lo ve.
—Ahí está, ya llegó.
Diletta:
—Sí, él ha hablado, Fabio Fobia, el de las grandes verdades. El gurú.
—¿Lo habéis oído? Están pasando mi disco por la radio...
______ interviene.
—Faltaría más... Te has hecho un disco tú sólito. Le has hecho gastar un montón de dinero a tu padre y has obligado a un pringao de Radio Azurra 24 amigo tuyo a ponértelo de vez en cuando.
—Mi amigo no es un pringao.
—Quizá no, pero todo lo demás es cierto.
—¿Y qué? ¿Qué tiene de malo?
______ resopla.
—Nada. Dejémoslo. ¿Se puede saber qué has venido a hacer? ¿No tuviste bastante con lo del otro día con mi amigo? No hiciste más que demostrar lo que siempre te he dicho.
—¿El qué?
—Que yo tenía razón, que puedes escribir todas las canciones que quieras, pero hay cosas que deberías saber decir con el corazón. Llegar a las manos para reconquistar a una chica... menudo poeta... —______ se le acerca con cara de mala hostia—. Te lo jugaste todo con aquella gilipollez. Tú jamás volverás a tenerme, ni siquiera como amiga.
Fabio se aparta.
—Y a mí qué. No te digo. Yo puedo tenerlo todo de la vida. Yo no soy como el viejo ese... Le has caído del cielo y no te suelta porque tiene miedo. Los años pasan. Sabe que no le quedan tantas oportunidades.
______ mira a sus amigas. Ellas la miran a su vez. Permanecen todas en silencio. Tan sólo Olly parece nerviosa. Fabio continúa.
—Piensa que yo hasta me he tirado una Ola.
______ lo mira boquiabierta.
—Sí, puede que te parezca raro, pero he «surfeado» con una de tus amigas fieles.
______ las mira a todas. Diletta. Erica. Olly. Se detiene un poco más sobre esta última. Olly baja un poco la mirada, parece abochornada. Fabio se da cuenta.
—Muy bien, ______, lo has adivinado. ¿Lo ves...? Cuando quieres, sabes darte cuenta de las cosas tú sólita.
Olly mira a ______. Una mirada triste. Disgustada. Busca ayuda en los ojos de su amiga.
—No le creas, ______. Es un gilipollas, quiere meter cizaña entre nosotras.
Fabio sonríe y se les sienta al lado.
—Claro, claro. Son gilipolleces. ¿Quieres que te explique los detalles, ______? Quieres que te hable de todos sus lunares, tiene uno en particular en un lugar extraño. ¿O quieres que te hable de su tatuaje, quieres que te diga cómo es y dónde lo tiene?
Olly insiste.
—No le hagas caso, ______, por favor. Es su palabra contra la mía. Cualquiera puede haberle hablado de mi tatuaje. Lo único que pretende es hacernos daño.
______ levanta la mano.
—Ok, ok... Ya vale, Fabio. Vete. Independientemente de lo que haya podido pasar, tú ya no me interesas. Y si hubiese sucedido, mejor todavía. Confirma aún más lo que pensaba.
Fabio se levanta y la mira.
—¿Qué?
______ sonríe.
—Que eres un gilipollas. Eres malvado, inútil, sólo sabes hacer daño, eres un parásito que vives la vida pensando que es una guerra. Como esos que dicen «cuantos más enemigos, más honor». Pero ¿sabes una cosa? Para hacerse un enemigo no se necesita nada. Mejor dicho, hasta es fácil... Basta con ser un lelo, como tú. En cambio, el verdadero honor estriba en saber hacerse un amigo. Tienes que querer, ser querido, currártelo, ser leal, ser amado... y eso es mucho más difícil, más trabajoso. —Se acerca a Olly. Le sonríe—... Pero también más hermoso.
Fabio mueve la cabeza. Se monta detrás del ciclomotor de su amigo.
—Vámonos, va, que estas tías parecen bobas. Esto parece el festival de los buenos sentimientos y de la hipocresía.
______ sonríe.
—¿Ves como no te enteras de nada? Nosotras no somos bobas, somos Olas.
Delante del Alaska. Olly abraza a ______.
—¡Joder! ¡Lo conseguí, lo conseguí! ¡Sé que lo he conseguido! ¡He aprobado la Selectividad!
—Pero si las notas no salen hasta dentro de un mes.
—¡Sí, pero yo estoy convencida y así os traigo suerte a vosotras también!
—¡Tú estás loca, así sólo nos traerás mal fario!
—Chicas, dentro de poco nos vamos... —Erica se acerca a ellas con un mapa. Lo abre—. Vamos a verlo. Saldremos de Roma temprano, en tren.
—¿A qué hora?
—A las seis.
—Pero si había uno que salía más tarde...
—Qué más da, en el tren puedes dormir lo que quieras.
—Y luego tienes todas las vacaciones para recuperarte.
—Bueno, a mí me gustaría hacer otra cosa en vacaciones.
—¡Olly, ya basta!
—Echemos un vistazo. Desde Patrás, cogemos un autobús de línea y seguimos toda la costa hasta Atenas. Hay un montón de lugares preciosos. En Rodas está la playa de Lindos, dicen que es maravillosa, llena de rincones hermosos, hay un tal Sócrates que es la hostia... Después Mikonos, playas y vida nocturna. Santorini, con su volcán, tras el que se ven los atardeceres más bellos del mundo. Íos, conocida como la isla del amor pero también por la noche desenfrenada de Chora, alias «el pueblo». Y no me gustaría perderme por nada del mundo. Amorgós, donde Luc Besson rodó la película El gran azul.
Diletta mira soñadora su teléfono. ______ se da cuenta.
—¿Qué haces?
—Filippo me ha mandado un mensaje. Qué romántico.
—¿Y qué te dice? Déjame ver. —Olly intenta quitarle el móvil de las manos, pero Diletta es más rápida y se vuelve hacia el otro lado.
Pero Olly la coge del brazo e insiste.
—¡Suéltalo!
______ interviene.
—¡Ya vale, déjala! Diletta, lo hemos comprendido... pero al menos déjanos saber qué clase de tipo es, ¿no? Perdona, pero nosotras llevamos toda una vida preocupándonos por ti y ahora, cuando viene lo mejor, tú vas y nos dejas fuera.
Diletta coge el teléfono y lee con voz soñadora.
—Me gustaría ser yo todas tus Olas y partir contigo.
—¡Qué imbécil!
—¡Qué pelota!
—Sí. ¡Las Olas somos nosotras y nadie más!
Justo en ese momento, se oye una voz desde atrás.
—¡Pues claro! Las Olas son perfectas, únicas... y, sobre todo, fieles.
Al borde de la carretera, apoyado en un poste medio torcido, está Fabio acompañado de uno de sus habituales amigos colgados. Tejanos rotos, cazadora Industrie ecologiche rota, zapatillas de tela rotas, incluso la camiseta está rota.
Erica lo ve.
—Ahí está, ya llegó.
Diletta:
—Sí, él ha hablado, Fabio Fobia, el de las grandes verdades. El gurú.
—¿Lo habéis oído? Están pasando mi disco por la radio...
______ interviene.
—Faltaría más... Te has hecho un disco tú sólito. Le has hecho gastar un montón de dinero a tu padre y has obligado a un pringao de Radio Azurra 24 amigo tuyo a ponértelo de vez en cuando.
—Mi amigo no es un pringao.
—Quizá no, pero todo lo demás es cierto.
—¿Y qué? ¿Qué tiene de malo?
______ resopla.
—Nada. Dejémoslo. ¿Se puede saber qué has venido a hacer? ¿No tuviste bastante con lo del otro día con mi amigo? No hiciste más que demostrar lo que siempre te he dicho.
—¿El qué?
—Que yo tenía razón, que puedes escribir todas las canciones que quieras, pero hay cosas que deberías saber decir con el corazón. Llegar a las manos para reconquistar a una chica... menudo poeta... —______ se le acerca con cara de mala hostia—. Te lo jugaste todo con aquella gilipollez. Tú jamás volverás a tenerme, ni siquiera como amiga.
Fabio se aparta.
—Y a mí qué. No te digo. Yo puedo tenerlo todo de la vida. Yo no soy como el viejo ese... Le has caído del cielo y no te suelta porque tiene miedo. Los años pasan. Sabe que no le quedan tantas oportunidades.
______ mira a sus amigas. Ellas la miran a su vez. Permanecen todas en silencio. Tan sólo Olly parece nerviosa. Fabio continúa.
—Piensa que yo hasta me he tirado una Ola.
______ lo mira boquiabierta.
—Sí, puede que te parezca raro, pero he «surfeado» con una de tus amigas fieles.
______ las mira a todas. Diletta. Erica. Olly. Se detiene un poco más sobre esta última. Olly baja un poco la mirada, parece abochornada. Fabio se da cuenta.
—Muy bien, ______, lo has adivinado. ¿Lo ves...? Cuando quieres, sabes darte cuenta de las cosas tú sólita.
Olly mira a ______. Una mirada triste. Disgustada. Busca ayuda en los ojos de su amiga.
—No le creas, ______. Es un gilipollas, quiere meter cizaña entre nosotras.
Fabio sonríe y se les sienta al lado.
—Claro, claro. Son gilipolleces. ¿Quieres que te explique los detalles, ______? Quieres que te hable de todos sus lunares, tiene uno en particular en un lugar extraño. ¿O quieres que te hable de su tatuaje, quieres que te diga cómo es y dónde lo tiene?
Olly insiste.
—No le hagas caso, ______, por favor. Es su palabra contra la mía. Cualquiera puede haberle hablado de mi tatuaje. Lo único que pretende es hacernos daño.
______ levanta la mano.
—Ok, ok... Ya vale, Fabio. Vete. Independientemente de lo que haya podido pasar, tú ya no me interesas. Y si hubiese sucedido, mejor todavía. Confirma aún más lo que pensaba.
Fabio se levanta y la mira.
—¿Qué?
______ sonríe.
—Que eres un gilipollas. Eres malvado, inútil, sólo sabes hacer daño, eres un parásito que vives la vida pensando que es una guerra. Como esos que dicen «cuantos más enemigos, más honor». Pero ¿sabes una cosa? Para hacerse un enemigo no se necesita nada. Mejor dicho, hasta es fácil... Basta con ser un lelo, como tú. En cambio, el verdadero honor estriba en saber hacerse un amigo. Tienes que querer, ser querido, currártelo, ser leal, ser amado... y eso es mucho más difícil, más trabajoso. —Se acerca a Olly. Le sonríe—... Pero también más hermoso.
Fabio mueve la cabeza. Se monta detrás del ciclomotor de su amigo.
—Vámonos, va, que estas tías parecen bobas. Esto parece el festival de los buenos sentimientos y de la hipocresía.
______ sonríe.
—¿Ves como no te enteras de nada? Nosotras no somos bobas, somos Olas.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Ciento dieciséis
Una semana más tarde. Todo está más claro y hasta el cielo parece más azul. Nick está en su despacho. Llega la secretaria.
—Un señor pregunta por usted.
—Gracias, hágalo pasar. —Nick se sienta en el escritorio. Sonríe al verlo entrar. Tony Costa. Parece más delgado que la última vez que lo vio—. Ha adelgazado.
—Sí, mi mujer me ha puesto a dieta. Bien, aquí tiene la información que me pidió. He conseguido las notas, a todas les ha ido bastante bien en Selectividad. Pero naturalmente ninguna de ellas conoce todavía el resultado. ______ Cavalli ha sacado un notable.
Bien, piensa Nick. Estará contenta, no esperaba tanto y encima yo estuve a punto de acabar de hundirla.
—En cambio, su número de teléfono ha cambiado, todavía no he averiguado el nuevo. Se va dentro de dos días con sus amigas. —Tony Costa hojea un bloc de notas que tiene en la mano—. Aquí está, con las Olas, sí... se llaman así, y se van a Grecia. Santorini, Rodas, Mikonos e Íos. —Tony Costa guarda su bloc—. Sólo tiene que preocuparse por esta última, la llaman la isla del amor.
Nick sonríe.
—Gracias. ¿Cuánto le debo?
—Nada... basta con el anticipo. Este trabajo ha resultado incluso demasiado fácil.
Nick acompaña a Tony Costa hasta el ascensor.
—Espero que nos veamos otro día por otros motivos. Usted me resulta simpático.
—Gracias, usted también.
Nick se queda allí mientras las puertas del ascensor se cierran. Después regresa a su despacho. Está a punto de entrar cuando llega Andrea Soldini.
—¡Nick! ¡No tenías que haberlo hecho!
Nick se acerca a su sillón, se sienta y sonríe.
—No ha sido nada... Sólo un detalle.
—¿Y le llamas detalle a eso? ¡Me has hecho una pasada de regalo! ¡Un Macintosh McWrite Pro, rapidísimo además...! ¿Por qué lo has hecho?
—Quería darte las gracias, Andrea... Tú me has ayudado mucho.
—¿Yo? Pero ¡si todas las ideas se te ocurrieron a ti, las fotos, el eslogan, esa chica además! ¡______ es perfecta! ¿Has visto los carteles? Están ajustando los colores para Italia, pero estoy seguro de que quedarán muy bien. ¡Es una publicidad simple pero genial!
—Sí, en el extranjero ha funcionado muy bien. Ya veremos cuando salga aquí.
—¿Que muy bien en el extranjero? Si parece que el caramelo se ha agotado en todo el mercado internacional. ¡Ha arrasado por todas partes! ¡Tú has arrasado!
—De todos modos, no quería darte las gracias por eso, o mejor dicho, también por eso...
—¿Y por qué entonces?
—Te he regalado ese ordenador para agradecerte el mail que me enviaste... amigo mío... O mejor: «amigo verdadero».
Andrea se siente morir.
—Pero yo...
—No ha sido tan difícil. Conocías a Marcello. Trabajabas con Miley. Tenías acceso a su ordenador por trabajo. Y, sobre todo, ______ te caía bien. Fue enviado a las veinte y cuarenta y cinco desde un ordenador de nuestra empresa. El otro día, en la oficina, sólo quedabais Leonardo y tú. Y no creo que a él le preocupe mi felicidad. De modo que... fuiste tú.
—¿No tenía que haberlo hecho?
—¿Bromeas? Antes me sentía culpable y ahora me siento feliz. ¡Disfruta de tu ordenador! Pero por favor, ocurra lo que ocurra, si quieres ser «mi amigo verdadero»... ¡no me envíes e-mails!
—Ah, jefe. Entonces hay otra cosa que me gustaría decirte.
Nick lo mira perplejo.
—¿Debo preocuparme?
—No, no creo... O al menos eso espero. ¿Te acuerdas de la historia del atajo? ¿La persona que tenía en el equipo adversario que nos iba informando de sus ideas?
—Sí, ¿qué?
—Me parece justo que lo sepas. Era Alessia. Prefería verte ganar, aunque a ella la transfiriesen a Lugano y tú te quedases en Roma.
—Nunca lo hubiese imaginado. ¿Cómo está?
—Mejor... —Andrea Soldini está un poco azorado—. Hemos empezado a salir.
—¡Genial! —Nick se le acerca y lo abraza—. ¡¿Ves como al final hay alguien que sabe apreciarte?!
Una semana más tarde. Todo está más claro y hasta el cielo parece más azul. Nick está en su despacho. Llega la secretaria.
—Un señor pregunta por usted.
—Gracias, hágalo pasar. —Nick se sienta en el escritorio. Sonríe al verlo entrar. Tony Costa. Parece más delgado que la última vez que lo vio—. Ha adelgazado.
—Sí, mi mujer me ha puesto a dieta. Bien, aquí tiene la información que me pidió. He conseguido las notas, a todas les ha ido bastante bien en Selectividad. Pero naturalmente ninguna de ellas conoce todavía el resultado. ______ Cavalli ha sacado un notable.
Bien, piensa Nick. Estará contenta, no esperaba tanto y encima yo estuve a punto de acabar de hundirla.
—En cambio, su número de teléfono ha cambiado, todavía no he averiguado el nuevo. Se va dentro de dos días con sus amigas. —Tony Costa hojea un bloc de notas que tiene en la mano—. Aquí está, con las Olas, sí... se llaman así, y se van a Grecia. Santorini, Rodas, Mikonos e Íos. —Tony Costa guarda su bloc—. Sólo tiene que preocuparse por esta última, la llaman la isla del amor.
Nick sonríe.
—Gracias. ¿Cuánto le debo?
—Nada... basta con el anticipo. Este trabajo ha resultado incluso demasiado fácil.
Nick acompaña a Tony Costa hasta el ascensor.
—Espero que nos veamos otro día por otros motivos. Usted me resulta simpático.
—Gracias, usted también.
Nick se queda allí mientras las puertas del ascensor se cierran. Después regresa a su despacho. Está a punto de entrar cuando llega Andrea Soldini.
—¡Nick! ¡No tenías que haberlo hecho!
Nick se acerca a su sillón, se sienta y sonríe.
—No ha sido nada... Sólo un detalle.
—¿Y le llamas detalle a eso? ¡Me has hecho una pasada de regalo! ¡Un Macintosh McWrite Pro, rapidísimo además...! ¿Por qué lo has hecho?
—Quería darte las gracias, Andrea... Tú me has ayudado mucho.
—¿Yo? Pero ¡si todas las ideas se te ocurrieron a ti, las fotos, el eslogan, esa chica además! ¡______ es perfecta! ¿Has visto los carteles? Están ajustando los colores para Italia, pero estoy seguro de que quedarán muy bien. ¡Es una publicidad simple pero genial!
—Sí, en el extranjero ha funcionado muy bien. Ya veremos cuando salga aquí.
—¿Que muy bien en el extranjero? Si parece que el caramelo se ha agotado en todo el mercado internacional. ¡Ha arrasado por todas partes! ¡Tú has arrasado!
—De todos modos, no quería darte las gracias por eso, o mejor dicho, también por eso...
—¿Y por qué entonces?
—Te he regalado ese ordenador para agradecerte el mail que me enviaste... amigo mío... O mejor: «amigo verdadero».
Andrea se siente morir.
—Pero yo...
—No ha sido tan difícil. Conocías a Marcello. Trabajabas con Miley. Tenías acceso a su ordenador por trabajo. Y, sobre todo, ______ te caía bien. Fue enviado a las veinte y cuarenta y cinco desde un ordenador de nuestra empresa. El otro día, en la oficina, sólo quedabais Leonardo y tú. Y no creo que a él le preocupe mi felicidad. De modo que... fuiste tú.
—¿No tenía que haberlo hecho?
—¿Bromeas? Antes me sentía culpable y ahora me siento feliz. ¡Disfruta de tu ordenador! Pero por favor, ocurra lo que ocurra, si quieres ser «mi amigo verdadero»... ¡no me envíes e-mails!
—Ah, jefe. Entonces hay otra cosa que me gustaría decirte.
Nick lo mira perplejo.
—¿Debo preocuparme?
—No, no creo... O al menos eso espero. ¿Te acuerdas de la historia del atajo? ¿La persona que tenía en el equipo adversario que nos iba informando de sus ideas?
—Sí, ¿qué?
—Me parece justo que lo sepas. Era Alessia. Prefería verte ganar, aunque a ella la transfiriesen a Lugano y tú te quedases en Roma.
—Nunca lo hubiese imaginado. ¿Cómo está?
—Mejor... —Andrea Soldini está un poco azorado—. Hemos empezado a salir.
—¡Genial! —Nick se le acerca y lo abraza—. ¡¿Ves como al final hay alguien que sabe apreciarte?!
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Ciento diecisiete
Y otra noche más. Noche profunda. Noche de gente alegre. Noche de luces, sonidos, claxon, fiesta. Noche que pasa demasiado rápido. Noche que no pasa nunca. Desilusión. Amargura. Tristeza. Desesperación. Demasiadas cosas para meterlas en una sola noche. No importo una mierda. No importo una puta mierda. Para ella no importo una mierda, nunca le he importado una mierda. Mauro corre con su ciclomotor. Sin casco. Sin gafas. Sin nada. Lágrimas. Y no sólo por el viento. Mierda, mierda, mierda. La única poesía que es capaz de componer, la única rima, la única música fácil de tocar, simple, de periferia. Música de rabia y de dolor. Música de mal de amores. Corre y no sabe adónde ir. Y llora y solloza y no se avergüenza. Corre, moto, corre. Quiero acabar con todo. Sigue así, por la tangencial, sigue perdiéndose en una ciudad que ya no siente suya, que no le pertenece. ¿Por qué, joder? ¿Por qué? Me siento demasiado mal. Demasiado. Me cago en tus muertos, Paola. Eres una hija de puta. Una grandísima hija de puta.
Y en medio de la desesperación, un pensamiento gracioso, más bajo, más infantil. En esos días el tipo no ha podido tocarla. Le había venido eso. Y se ríe. Magro consuelo. Y un poco más sereno conduce en la noche. Abandona la tangencial. Aminora un poco. Hace zigzaguear el ciclomotor, saliendo y entrando de la raya blanca a medio pintar que hay en el desnivel creado por el asfalto recién echado. El ciclomotor baja y continúa por los adoquines. Tin tin tin. El ruido de la rueda al pasar sobre esas piedras, perdido en el silencio de ese asfalto gris, y arriba de nuevo. Tin tin tin. Y sigue, un tonto juego metropolitano de quien no tiene ganas de pensar. No pensar. No pensar. Mauro suelta un largo suspiro y luego exhala todo el aire hacia arriba. Y otra inspiración aún más larga y de nuevo el aire fuera. Ya está. Se siente mejor. Sí, se siente mejor. Continúa conduciendo. Se sube a un puente para cambiar de sentido. Al fondo de la carretera hay dos putas. Le vienen al encuentro. Una se levanta la falda, cortísima por delante y le muestra el pubis desnudo. A la luz de la farola se adivinan unos pelos ralos. Cansados, hartos de respirar humo y contaminación. La otra, con botas altas, de un rojo brillante, se da la vuelta y se inclina, mostrándole las nalgas, blancas, firmes. Mauro describe una curva con su ciclomotor, las roza, intenta darles una patada. Sin más, para divertirse. Pero las dos polacas no entienden ese tipo de diversión. Y gritan palabrotas en su lengua. Una coge una piedra y se la arroja. Nada. No tiene puntería. La piedra va a parar al borde de la carretera. Seguramente, piensa Mauro, no pasaron su infancia en la caseta de tiro al blanco del parque de atracciones. Él sí. Se entretenía con el dinero de su padre disparándole a una estúpida bolita de ping pong que flotaba en una palangana transparente. Si todo iba bien, volvía a casa con una bolsa de agua con un pez rojo dentro. Que acabaría en el inodoro antes de una semana. Mauro da un bandazo con su ciclomotor, gira y se baja del puente, desapareciendo en la noche. Las dos putas se quedan allí, soportando el frío de la noche frente a una fogata hace tiempo apagada, a la espera de un cliente al que vender un poco de sexo mientras llega el amor verdadero. Porque todos buscan el amor verdadero. Sin tener que venderlo o comprarlo. Pero a lo mejor no pasa por allí jamás.
Mauro sonríe para sí mientras regresa a su casa. Joder, a la morena esa que me ha enseñado el culo me la hubiese tirado. Me he empalmado. Maldita sea, no tengo un puto euro. Y vuelve a caer en una desesperación absurda. Repentinas imágenes confusas. Paola. Paola cuando la conoció. Paola en una fiesta. Paola desnudándose. Paola riéndose. Paola la primera vez. Paola con él bajo la ducha aquel día que no había nadie en casa. Paola en la montaña aquella vez, las únicas vacaciones juntos. Aquellas breves vacaciones. Unas pequeñas vacaciones de un día en una habitación de hotel. Con aquellos ricachones que hacían snowboard, él mucho mayor que ella. El vino blanco. La cena bajo las estrellas. Paola. ¿Dónde estará en estos momentos? ¿Dónde estará mañana? ¿Dónde estará en mi vida? Y de repente vuelve a desesperarse. Se pierde. Piensa, recuerda, sufre. Ha agotado las lágrimas. Y casi la gasolina. Joder, ¿cuándo fue la última vez que le eché? Hoy tenía el depósito lleno. De improviso se da cuenta de que está debajo de su casa. Pero no tiene ganas de subir. No tan pronto. Tiene miedo de encontrarse a alguien despierto. De escuchar preguntas, de tener que dar respuestas. De modo que pasa de largo con un hilo de gasolina. Se detiene poco después. Se baja, le pone la cadena al ciclomotor y está a punto de entrar en un pub. El único que está abierto hasta tarde por esa zona. Pero qué digo. Es todavía temprano. Mauro mira su reloj. Son las once. Pensaba que era más tarde. Las noches que hacen daño no pasan nunca. Empuja la puerta del pub. Una mano se le apoya en el hombro.
—Hola, tronco, ¿qué haces por aquí? —Gino, el Mochuelo, aparece ante él.
—Tus muertos, me has asustado.
—¿Entramos? Vamos a beber algo, te invito a lo que quieras, como en los viejos tiempos. —El Mochuelo coge a Mauro por el brazo sin esperar su respuesta. Se lo lleva para dentro y lo empuja casi contra un taburete que hay en la esquina del fondo. Después se deja caer también él, frente a Mauro y de inmediato levanta el brazo para hacerse ver por la chica que está detrás de la barra—. ¿Tú qué quieres?
Mauro, tímido.
—No lo sé. Una cerveza.
—Qué va, vamos a tomarnos un whisky, que aquí tienen uno que está de muerte. —Y vuelto hacia la chica de nuevo—: Eh, Mary, tráenos dos de lo mismo que me tomé anoche. Pero bien cargaditos, ¿eh? No te me hagas la agarrada... y sin nada. —Después se acerca a Mauro, se extiende casi hacia él con los brazos por delante, apoyados en la pequeña mesa de madera—. Anoche me metí una botella entera entre pecho y espalda. —Se vuelve de nuevo hacia Mary—. Esperé a que terminara y la acompañé hasta casa con un coche. —El Mochuelo se acerca a Mauro y hace un gesto con los dedos de la mano, haciéndolos girar sobre sí mismos, como diciendo «lo choricé»—. Aparcamos debajo de su casa. Jo, con la preocupación de que la pasma cuchase el coche y encima con la botella que me había bajado, aquí el amigo estuvo a punto de gastarme una broma de mal gusto. —El Mochuelo se toca entre las piernas—. Menos mal que me metí otro lingotazo y se recuperó... Bueno, qué quieres que te diga, el mejor polvo de los dos últimos años.
Justo en ese momento, llega Mary con dos vasos y la botella.
—Pero no bebáis demasiado. —Mira a Gino y le sonríe—. Beber es malo.
El Mochuelo levanta la cabeza y le sonríe también.
—Sí, pero al final sienta bien, ¿eh?
Mary, risueña, menea la cabeza y se aleja con su falda ajustada, un poco sudada, con un delantal a la cintura y los cabellos detrás de las orejas. Pero sobre todo con la certeza de estar siendo observada.
—Vaya, vaya. —El Mochuelo coge su whisky con la mano derecha y apoya la izquierda en el brazo de Mauro, luego hace un gesto de asentimiento con la cabeza—. Me da que esta noche le doy otro revolcón.
Luego se toma un trago con la cabeza echada hacia atrás. Pero se da cuenta de que Mauro todavía no ha tocado su vaso. Nada. Está allí quieto. Tranquilo. Demasiado tranquilo. Un poco abatido.
—Pero ¿qué te pasa, tronco? —El Mochuelo le pasa la mano por detrás de la cabeza y se la sacude—. ¿Qué te pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato? Cuéntale a papá lo que te pasa. ¡Hay que ver, estás acabado! Ni que se te hubiese muerto el canario.
Mauro se queda impasible. Entonces coge el vaso, se lo lleva a la boca, lo piensa un instante y le da un largo trago. A continuación baja la cabeza aprieta los ojos.
—Ahhh, qué fuerte es.
El Mochuelo asiente.
—No es fuerte, es bueno. Puedes hablar, ¿qué te ha pasado?
Mauro se toma otro sorbo de whisky.
—Nada... Paola.
—Ah, tu chica. Ya te lo dije, a ésa le gustan las comodidades.
—Me trajiste mal fario.
—No. Te bastaste tú sólito. Todas las chicas quieren comodidades. Sobre todo...
—¿Sobre todo?
—... si son guapas. Siempre hay uno que está esperando para ofrecérselas.
Mauro guarda silencio.
—¿Y sabes cuál es el problema?
—No, ¿cuál es?
—Que ellas lo saben muy bien. —El Mochuelo asiente, mueve la cabeza y da un largo trago.
Mauro lo mira y lo imita. Un trago largo, hasta apurar el vaso, sin detenerse, de una sola vez.
El Mochuelo lo mira admirado.
—Vaya, te ha gustado, ¿eh?
Mauro sacude la cabeza, la agita, como si estuviese intentando librarse de algo que tiene en la garganta.
—Tengo el remedio para ti, confía en mí. —El Mochuelo se saca dinero del bolsillo delantero. Encuentra diez euros y los arroja sobre la mesa.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Mauro.
—De un atajo para lograr comodidades para ella. Ya verás como en dos noches reconquistas a tu amor —Mauro está indeciso. Mira de frente al Mochuelo.
—¿Tú crees?
—Pues claro, es matemático. Pero primero tienes que venir conmigo. —El Mochuelo se levanta y se va al baño.
Mauro lo sigue. El Mochuelo cierra la puerta a sus espaldas y se apoya en ella, para asegurarse de que nadie más entre.
—Ten. —Se saca una bolsita transparente del bolsillo de los tejanos. Está llena de un polvo blanco—. Métete una rayita de coca. Como bautizo.
El Mochuelo descuelga el espejo de la pared y lo apoya sobre el lavamanos.
—Ya te he buscado nombre. Halcón Peregrino. El Mochuelo y el Halcón Peregrino. ¿Te gusta?
—Sí. ¿Qué tenemos que hacer?
El Mochuelo se inclina sobre el espejo y con un billete de veinte euros enrollado, aspira una raya por el lado izquierdo de la nariz.
—Fácil. —Sorbe por la nariz—. Ten, las llaves de mi moto. Yo tengo otra copia. Tú sólo tienes que acompañarme a buscar un coche a casa de una amiga y después te vas a tu casa con mi moto. Mañana por la mañana la paso a buscar. Es fácil, ¿no?
Mauro sonríe.
—Facilísimo.
Gino, el Mochuelo le pasa los veinte euros enrollados a Mauro.
—Andando, Halcón, que cuanto antes nos pongamos antes acabamos.
Mauro se inclina y también él hace desaparecer una raya blanca. Se incorpora y todavía le sigue picando la nariz cuando oye decir al Mochuelo.
—Y piensa que, con este viaje, te ganas cincuenta mil del ala. Ya podrás darle comodidades a tu pequeña Paola.
Salen del baño, los dos muy contentos. El Mochuelo se despide de la chica de la barra con una pequeña promesa en los ojos.
—Adiós, Mary, nos vemos. Si acabo pronto, me paso. —Y le guiña un ojo. Fuera del local, el Mochuelo abraza a Mauro—. Ya te digo. Me paso y te repaso como anoche. —Y se echa a reír—. Andando, Halcón. —Y desaparecen a lomos de la enorme moto, en dirección al centro.
Y otra noche más. Noche profunda. Noche de gente alegre. Noche de luces, sonidos, claxon, fiesta. Noche que pasa demasiado rápido. Noche que no pasa nunca. Desilusión. Amargura. Tristeza. Desesperación. Demasiadas cosas para meterlas en una sola noche. No importo una mierda. No importo una puta mierda. Para ella no importo una mierda, nunca le he importado una mierda. Mauro corre con su ciclomotor. Sin casco. Sin gafas. Sin nada. Lágrimas. Y no sólo por el viento. Mierda, mierda, mierda. La única poesía que es capaz de componer, la única rima, la única música fácil de tocar, simple, de periferia. Música de rabia y de dolor. Música de mal de amores. Corre y no sabe adónde ir. Y llora y solloza y no se avergüenza. Corre, moto, corre. Quiero acabar con todo. Sigue así, por la tangencial, sigue perdiéndose en una ciudad que ya no siente suya, que no le pertenece. ¿Por qué, joder? ¿Por qué? Me siento demasiado mal. Demasiado. Me cago en tus muertos, Paola. Eres una hija de puta. Una grandísima hija de puta.
Y en medio de la desesperación, un pensamiento gracioso, más bajo, más infantil. En esos días el tipo no ha podido tocarla. Le había venido eso. Y se ríe. Magro consuelo. Y un poco más sereno conduce en la noche. Abandona la tangencial. Aminora un poco. Hace zigzaguear el ciclomotor, saliendo y entrando de la raya blanca a medio pintar que hay en el desnivel creado por el asfalto recién echado. El ciclomotor baja y continúa por los adoquines. Tin tin tin. El ruido de la rueda al pasar sobre esas piedras, perdido en el silencio de ese asfalto gris, y arriba de nuevo. Tin tin tin. Y sigue, un tonto juego metropolitano de quien no tiene ganas de pensar. No pensar. No pensar. Mauro suelta un largo suspiro y luego exhala todo el aire hacia arriba. Y otra inspiración aún más larga y de nuevo el aire fuera. Ya está. Se siente mejor. Sí, se siente mejor. Continúa conduciendo. Se sube a un puente para cambiar de sentido. Al fondo de la carretera hay dos putas. Le vienen al encuentro. Una se levanta la falda, cortísima por delante y le muestra el pubis desnudo. A la luz de la farola se adivinan unos pelos ralos. Cansados, hartos de respirar humo y contaminación. La otra, con botas altas, de un rojo brillante, se da la vuelta y se inclina, mostrándole las nalgas, blancas, firmes. Mauro describe una curva con su ciclomotor, las roza, intenta darles una patada. Sin más, para divertirse. Pero las dos polacas no entienden ese tipo de diversión. Y gritan palabrotas en su lengua. Una coge una piedra y se la arroja. Nada. No tiene puntería. La piedra va a parar al borde de la carretera. Seguramente, piensa Mauro, no pasaron su infancia en la caseta de tiro al blanco del parque de atracciones. Él sí. Se entretenía con el dinero de su padre disparándole a una estúpida bolita de ping pong que flotaba en una palangana transparente. Si todo iba bien, volvía a casa con una bolsa de agua con un pez rojo dentro. Que acabaría en el inodoro antes de una semana. Mauro da un bandazo con su ciclomotor, gira y se baja del puente, desapareciendo en la noche. Las dos putas se quedan allí, soportando el frío de la noche frente a una fogata hace tiempo apagada, a la espera de un cliente al que vender un poco de sexo mientras llega el amor verdadero. Porque todos buscan el amor verdadero. Sin tener que venderlo o comprarlo. Pero a lo mejor no pasa por allí jamás.
Mauro sonríe para sí mientras regresa a su casa. Joder, a la morena esa que me ha enseñado el culo me la hubiese tirado. Me he empalmado. Maldita sea, no tengo un puto euro. Y vuelve a caer en una desesperación absurda. Repentinas imágenes confusas. Paola. Paola cuando la conoció. Paola en una fiesta. Paola desnudándose. Paola riéndose. Paola la primera vez. Paola con él bajo la ducha aquel día que no había nadie en casa. Paola en la montaña aquella vez, las únicas vacaciones juntos. Aquellas breves vacaciones. Unas pequeñas vacaciones de un día en una habitación de hotel. Con aquellos ricachones que hacían snowboard, él mucho mayor que ella. El vino blanco. La cena bajo las estrellas. Paola. ¿Dónde estará en estos momentos? ¿Dónde estará mañana? ¿Dónde estará en mi vida? Y de repente vuelve a desesperarse. Se pierde. Piensa, recuerda, sufre. Ha agotado las lágrimas. Y casi la gasolina. Joder, ¿cuándo fue la última vez que le eché? Hoy tenía el depósito lleno. De improviso se da cuenta de que está debajo de su casa. Pero no tiene ganas de subir. No tan pronto. Tiene miedo de encontrarse a alguien despierto. De escuchar preguntas, de tener que dar respuestas. De modo que pasa de largo con un hilo de gasolina. Se detiene poco después. Se baja, le pone la cadena al ciclomotor y está a punto de entrar en un pub. El único que está abierto hasta tarde por esa zona. Pero qué digo. Es todavía temprano. Mauro mira su reloj. Son las once. Pensaba que era más tarde. Las noches que hacen daño no pasan nunca. Empuja la puerta del pub. Una mano se le apoya en el hombro.
—Hola, tronco, ¿qué haces por aquí? —Gino, el Mochuelo, aparece ante él.
—Tus muertos, me has asustado.
—¿Entramos? Vamos a beber algo, te invito a lo que quieras, como en los viejos tiempos. —El Mochuelo coge a Mauro por el brazo sin esperar su respuesta. Se lo lleva para dentro y lo empuja casi contra un taburete que hay en la esquina del fondo. Después se deja caer también él, frente a Mauro y de inmediato levanta el brazo para hacerse ver por la chica que está detrás de la barra—. ¿Tú qué quieres?
Mauro, tímido.
—No lo sé. Una cerveza.
—Qué va, vamos a tomarnos un whisky, que aquí tienen uno que está de muerte. —Y vuelto hacia la chica de nuevo—: Eh, Mary, tráenos dos de lo mismo que me tomé anoche. Pero bien cargaditos, ¿eh? No te me hagas la agarrada... y sin nada. —Después se acerca a Mauro, se extiende casi hacia él con los brazos por delante, apoyados en la pequeña mesa de madera—. Anoche me metí una botella entera entre pecho y espalda. —Se vuelve de nuevo hacia Mary—. Esperé a que terminara y la acompañé hasta casa con un coche. —El Mochuelo se acerca a Mauro y hace un gesto con los dedos de la mano, haciéndolos girar sobre sí mismos, como diciendo «lo choricé»—. Aparcamos debajo de su casa. Jo, con la preocupación de que la pasma cuchase el coche y encima con la botella que me había bajado, aquí el amigo estuvo a punto de gastarme una broma de mal gusto. —El Mochuelo se toca entre las piernas—. Menos mal que me metí otro lingotazo y se recuperó... Bueno, qué quieres que te diga, el mejor polvo de los dos últimos años.
Justo en ese momento, llega Mary con dos vasos y la botella.
—Pero no bebáis demasiado. —Mira a Gino y le sonríe—. Beber es malo.
El Mochuelo levanta la cabeza y le sonríe también.
—Sí, pero al final sienta bien, ¿eh?
Mary, risueña, menea la cabeza y se aleja con su falda ajustada, un poco sudada, con un delantal a la cintura y los cabellos detrás de las orejas. Pero sobre todo con la certeza de estar siendo observada.
—Vaya, vaya. —El Mochuelo coge su whisky con la mano derecha y apoya la izquierda en el brazo de Mauro, luego hace un gesto de asentimiento con la cabeza—. Me da que esta noche le doy otro revolcón.
Luego se toma un trago con la cabeza echada hacia atrás. Pero se da cuenta de que Mauro todavía no ha tocado su vaso. Nada. Está allí quieto. Tranquilo. Demasiado tranquilo. Un poco abatido.
—Pero ¿qué te pasa, tronco? —El Mochuelo le pasa la mano por detrás de la cabeza y se la sacude—. ¿Qué te pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato? Cuéntale a papá lo que te pasa. ¡Hay que ver, estás acabado! Ni que se te hubiese muerto el canario.
Mauro se queda impasible. Entonces coge el vaso, se lo lleva a la boca, lo piensa un instante y le da un largo trago. A continuación baja la cabeza aprieta los ojos.
—Ahhh, qué fuerte es.
El Mochuelo asiente.
—No es fuerte, es bueno. Puedes hablar, ¿qué te ha pasado?
Mauro se toma otro sorbo de whisky.
—Nada... Paola.
—Ah, tu chica. Ya te lo dije, a ésa le gustan las comodidades.
—Me trajiste mal fario.
—No. Te bastaste tú sólito. Todas las chicas quieren comodidades. Sobre todo...
—¿Sobre todo?
—... si son guapas. Siempre hay uno que está esperando para ofrecérselas.
Mauro guarda silencio.
—¿Y sabes cuál es el problema?
—No, ¿cuál es?
—Que ellas lo saben muy bien. —El Mochuelo asiente, mueve la cabeza y da un largo trago.
Mauro lo mira y lo imita. Un trago largo, hasta apurar el vaso, sin detenerse, de una sola vez.
El Mochuelo lo mira admirado.
—Vaya, te ha gustado, ¿eh?
Mauro sacude la cabeza, la agita, como si estuviese intentando librarse de algo que tiene en la garganta.
—Tengo el remedio para ti, confía en mí. —El Mochuelo se saca dinero del bolsillo delantero. Encuentra diez euros y los arroja sobre la mesa.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Mauro.
—De un atajo para lograr comodidades para ella. Ya verás como en dos noches reconquistas a tu amor —Mauro está indeciso. Mira de frente al Mochuelo.
—¿Tú crees?
—Pues claro, es matemático. Pero primero tienes que venir conmigo. —El Mochuelo se levanta y se va al baño.
Mauro lo sigue. El Mochuelo cierra la puerta a sus espaldas y se apoya en ella, para asegurarse de que nadie más entre.
—Ten. —Se saca una bolsita transparente del bolsillo de los tejanos. Está llena de un polvo blanco—. Métete una rayita de coca. Como bautizo.
El Mochuelo descuelga el espejo de la pared y lo apoya sobre el lavamanos.
—Ya te he buscado nombre. Halcón Peregrino. El Mochuelo y el Halcón Peregrino. ¿Te gusta?
—Sí. ¿Qué tenemos que hacer?
El Mochuelo se inclina sobre el espejo y con un billete de veinte euros enrollado, aspira una raya por el lado izquierdo de la nariz.
—Fácil. —Sorbe por la nariz—. Ten, las llaves de mi moto. Yo tengo otra copia. Tú sólo tienes que acompañarme a buscar un coche a casa de una amiga y después te vas a tu casa con mi moto. Mañana por la mañana la paso a buscar. Es fácil, ¿no?
Mauro sonríe.
—Facilísimo.
Gino, el Mochuelo le pasa los veinte euros enrollados a Mauro.
—Andando, Halcón, que cuanto antes nos pongamos antes acabamos.
Mauro se inclina y también él hace desaparecer una raya blanca. Se incorpora y todavía le sigue picando la nariz cuando oye decir al Mochuelo.
—Y piensa que, con este viaje, te ganas cincuenta mil del ala. Ya podrás darle comodidades a tu pequeña Paola.
Salen del baño, los dos muy contentos. El Mochuelo se despide de la chica de la barra con una pequeña promesa en los ojos.
—Adiós, Mary, nos vemos. Si acabo pronto, me paso. —Y le guiña un ojo. Fuera del local, el Mochuelo abraza a Mauro—. Ya te digo. Me paso y te repaso como anoche. —Y se echa a reír—. Andando, Halcón. —Y desaparecen a lomos de la enorme moto, en dirección al centro.
Mrs. Nick Jonas
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