Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
"Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 32 de 57. • Comparte
Página 32 de 57. • 1 ... 17 ... 31, 32, 33 ... 44 ... 57
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
AURYY donde tas?? :sad: mi querer cap :sad:
Invitado
Invitado
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
flor_judith96 escribió:chicas vean a mi hermanaa bailando :D
https://www.youtube.com/user/Florjudith96?feature=mhee
aww que tierna se ve
yo quiero una hermanita jonatica!! :D
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Little Swagger escribió:siguela!!!
nueva lectora! todavia no termino de leer pero lo estoy haciendo desde el el!!
espero cap! me a encantado!!!
siguelaaaaaaaaaaaaaa!
Bienvenida! :hug:
me encanto tu firma :love:
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
bia_mtz escribió:EUROPA..!!!!! santo jonas pues estoy muy feliz por ti xD tienes tanta suerte jaja amm...y sabes odio la escuela uhmm...y creo que tu tambien si no fuera por ella ya estarias disfrutando de comida riquisima en un restaurante lindisimo y con una vista espectacular pero claro que va..!!! gracias a los estudios jaja y te espero eeh jaja haremos una sleepover ( se me ha olvidado como se dice en mexico xD) y al siguente dia nos iremos de compras y de pasada al maravilloso starbucks jaja espero capi tkm
gracias :)
si tambien la odio :x me quita tiempo :evil:
ja si y vamos a invitar a nick, a joe y a kevin 8)
si va a estar super :D
que quede claro que tu ya dijiste cuando te avise que ya estoy alla no te sorprendas :P
tkmmm :hug:
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Sesenta y tres
Mauro llega con su vieja motocicleta hecha polvo a casa de Paola. Levanta la cabeza y la ve asomada al balcón. Está fumando un cigarrillo cuando de repente se percata de su presencia.
—¡Eh, ya has llegado!
Mauro la saluda con un gesto con la cabeza.
—¡Espera, que bajo!
Paola apaga el cigarrillo en el suelo, lo pisa con sus zuecos nuevos y le da una patada a la colilla, que sale volando del balcón y va a parar cerca de Mauro. Él se baja del ciclomotor y se sienta encima. Poco después, Paola sale del portal. Es guapa, piensa Mauro, qué digo, es guapísima. Y tan alta, además. Le sonríe. Paola abre los ojos, feliz, curiosa, nerviosa.
—¿Y bien? ¿Dónde te has metido, Mau? Te he estado llamando hasta hace un momento. Tu móvil seguía apagado. Te he llamado a casa, pero no tenían ni idea de dónde podías estar, de dónde te habías metido. Están preocupados.
—Ellos sólo se preocupan cuando les conviene.
Paola se le acerca y le pone las manos en la cintura.
—¿Y bien? Venga, cuéntame. ¿Tanto ha durado la prueba?
Paola no quita la mano izquierda de la cintura de Mauro, pero la gira para mirar el reloj.
—Son las nueve y cuarto.
—Vaya. Me han tenido allí la tira, ¿eh?
—Venga, cuéntame algo, que me muero de curiosidad.
—Me han tumbado.
—No... Lo siento, amor.
Paola lo abraza, se acerca para besarlo, pero Mauro se aparta.
—Estáte quieta.
Paola se aleja un poco. Le vienen ganas de enfadarse, pero lo piensa mejor.
—Venga, Mau, no reacciones así. Es una cosa normal, le pasa a todo el mundo. Era tu primera prueba.
Mauro se cruza de brazos. Luego saca un cigarrillo del bolsillo. Paola se percata de la cazadora nueva. ...
—¡Qué bonita! ¿Es nueva?
—Es una Fake.
—¡Caramba, vas a hacer estragos!
Mauro da una calada a su cigarrillo, luego esboza una media sonrisa.
—¡Qué va! Me la había comprado adrede para la prueba. Dinero malgastado. Lo mismo que el de las fotos, que me han costado una pasta.
Paola se anima. Vuelve a mostrarse curiosa.
—A ver, ¿las tienes aquí? ¿Me las dejas ver?
Mauro coge una bolsa que lleva colgada en el gancho de debajo del asiento. Se las pasa de mala gana.
—Toma, aquí tienes.
Paola las apoya sobre el ciclomotor. Abre la bolsa y empieza a mirarlas.
—Qué bonitas. Este fotógrafo es una maravilla. ¡Qué buena ésta! En esta otra has quedado muy bien. Pareces Brad...
Mauro la mira.
—Por mí, te las puedes quedar todas. Parezco Brad, pero han elegido a otro, a un macarra cualquiera; y ni siquiera tan macarra. Seguro que tenía enchufe...
Paola vuelve a guardar las fotos en la bolsa.
—Mau, ¿tú no sabes cuántas pruebas he tenido que hacer yo antes de que me contrataran para el anuncio del otro día? ¿Lo sabes?
—No, no lo sé.
—Pues te lo voy a decir. Un montón. ¿Y tú te enfadas porque no te han elegido en la primera a la que vas? ¡Mira, tío, te queda un largo camino por delante hasta conseguirlo, y si uno se achanta al principio, no lo logrará jamás! —Paola se arregla la camiseta, tira de ella hacia abajo—. Pero estas fotos son preciosas. En mi opinión, eres muy fotogénico, o sea, molas un montón. Te lo digo en serio, no porque no te hayan escogido.
—Venga ya...
—Te lo juro.
Mauro coge la bolsa, la abre y mira las fotos. Parece un poca más convencido.
—¿Tú crees?
—Desde luego.
Mauro recupera un poco de seguridad. Coge una foto y la saca.
—Mira ésta. Mira, ¿a quién me parezco?
—Para mí, aquí eres el Banderas.
—Sí, sí, Banderas. Antes Brad, ahora Banderas, ¿te estás quedando conmigo? Aquí intentaba poner la pose del actor ese cuando intenta conquistar a aquella actriz...
—Ahora no me viene el nombre...
—¡Johnny Depp, eso! Cuando está en la puerta, en aquella película en la que salían una madre y su hija que cada dos por tres cambiaban de ciudad. Sí, Chocolate.
—Ya sé cuál dices, pero el título era Chocolat.
—Vale, da igual como se diga. —Vuelve a enseñarle la foto—. ¿A que sí? ¿Sabes qué escena digo? Me ha quedado bien, ¿no?
Paola sonríe.
—Sí, sí, la has clavado.
Mauro vuelve a guardar las fotos en la bolsa, un poco más relajado.
—Bah, de todos modos, no me han cogido.
—A lo mejor es que esta vez no les iba bien Johnny Deep.
—No hay nada que hacer. —Mauro niega con la cabeza y le sonríe—, tú siempre tienes la frase justa en el momento justo.
—Es lo que pienso.
Mauro se le acerca y la abraza.
—Ok, sea como sea, ¿sabes que dicen que Johnny Depp la tiene enorme? Y ahora mismo yo... joder... me le parezco en todo... No sé qué me ha dado. A saber. Será que estaba cabreado o que antes te he mirado mientras te tirabas de la camiseta, por encima de las tetas, vaya por Dios, me he puesto como una moto. Mira, toca aquí. —Coge la mano de Paola y se la apoya encima de los vaqueros.
Ella la aparta rápidamente.
—Ya vale, no seas imbécil, aquí debajo de mi casa, con mi padre, que a lo mejor se asoma. Si te ve hacer eso, ¿tú sabes lo que te espera? No haces un anuncio en dos años de lo hinchado que estarías... pero ¡a hostias!
—Qué exagerada eres. —Mauro se le acerca—. Amor —la besa tiernamente—, ¿nos vamos un rato al garaje? Venga, que tengo ganas.
Paola inclina la cabeza a un lado. Las palabras susurradas por Mauro al oído le provocan un repentino escalofrío. Él sabe cómo convencerla.
—Vale, está bien, vamos. Pero no podemos tardar mucho, ¿eh?
Mauro sonríe.
—Bueno, un poquito... Hay cosas a las que no se les puede meter prisa.
—Sí, tú dices eso, pero luego hay veces que pareces un Ferrari.
—Caramba, eres una víbora.
Mauro arranca su ciclomotor. Ha recuperado la alegría. Se pone el casco mientras Paola se monta detrás y lo abraza. Dan la vuelta al edificio y llegan al garaje.
—Chissst —chista Paola mientras baja—. Con cuidado, ve despacio, que si mi padre nos oye tendremos problemas.
Mauro monta el ciclomotor en su caballete.
—Ya, pero, de todos modos, tu padre debería tener un poco de comprensión con nosotros. ¿Tú sabes cuántos polvos le habrá echado a tu madre?
Paola le da un puñetazo en el hombro.
—¡Ay, me has hecho daño!
—No me gusta que bromees a costa de mis padres con ciertas cosas.
—¿Qué cosas? Es el amor. Lo más bello del mundo.
—Sí, pero tú no hablas con respeto.
—Pero ¿qué dices, cariño? ¿Es que tus padres no han hecho nunca el amor? ¿No se puede decir? Perdona, ¿y a ti cómo te tuvieron? ¿Con la ayuda del Espíritu Santo? Anda, ven.
Y sin dejar de hablar, la mete dentro del coche del padre, un viejo Golf azul, de cinco puertas.
—¡Ay, despacio, despacio!
Mauro en seguida le abre los botones del pantalón y de inmediato le mete una mano por el cuello en V de la camiseta. Sus dedos exploran el sujetador, acarician los senos, buscan los pezones.
—No sabes las ganas que tenía antes, en la calle.
—¿Y ahora no? —Paola lo besa en el cuello.
—Ahora todavía más.
Mauro se desabrocha el pantalón y se baja la cremallera. Luego toma la mano de Paola y la lleva hacia abajo. Como poco antes en la calle. Pero ahora es diferente. Ahora es el momento adecuado. Paola le muerde ligeramente los labios y poco a poco le aparta la goma de los calzoncillos boxer. Mete la mano y también ella explora. Busca lentamente. Entonces lo encuentra. Mauro da un respingo. Y debido a ese movimiento brusco se le cae algo del bolsillo de la cazadora. Mauro se da cuenta. Detiene la mano de Paola. Se echa a reír.
—¡Lo que faltaba, tenemos un mirón! —Y mientras lo dice, lo saca de la penumbra—. ¡El osito Totti!
—Venga ya, ¿te lo llevaste contigo?
Mauro se encoge de hombros.
—Sí, para que me diese suerte, pero no me ha servido de nada.
—Hombre, lo ha intentado, pero hasta el Gladiador* puede fallar de vez en cuando, ¿no? ¡Verás como la próxima vez lo consigue, hará que te escojan y será lo más, algo mágico!
Se oye un bip. El teléfono móvil de Paola. Otro.
—¿Quién es? ¿Quién te manda mensajes a esta hora?
Demonios, piensa Paola, pero ¿no lo había apagado?
—No es nada, había pedido un favor... Es para la convocatoria de mañana por la mañana. —Y antes de que Mauro tenga tiempo de pensarlo siquiera, se echa encima y lo abraza.—¿Te apetece tomarme? Lo digo porque yo me muero de ganas.
Mauro la besa y se lo dice con la boca medio cerrada, atrapada en un beso.
—Yo también.
—¿Has traído condones?
—No, se me olvidó cogerlos.
—Entonces nada. Tendrás que contentarte con mi boca. —Y lo mira una última vez a los ojos antes de desaparecer de su vista, descendiendo lentamente en la penumbra del coche, entre sus piernas, donde florece el deseo. Un deseo tan fuerte que hasta consigue hacerle olvidar el mensaje que a Paola le ha entrado en el móvil.
*Se refieren a Francesco Totti, capitán del equipo de fútbol ASRoma, y que es conocido también con el sobrenombre de El Gladiador.
Mauro llega con su vieja motocicleta hecha polvo a casa de Paola. Levanta la cabeza y la ve asomada al balcón. Está fumando un cigarrillo cuando de repente se percata de su presencia.
—¡Eh, ya has llegado!
Mauro la saluda con un gesto con la cabeza.
—¡Espera, que bajo!
Paola apaga el cigarrillo en el suelo, lo pisa con sus zuecos nuevos y le da una patada a la colilla, que sale volando del balcón y va a parar cerca de Mauro. Él se baja del ciclomotor y se sienta encima. Poco después, Paola sale del portal. Es guapa, piensa Mauro, qué digo, es guapísima. Y tan alta, además. Le sonríe. Paola abre los ojos, feliz, curiosa, nerviosa.
—¿Y bien? ¿Dónde te has metido, Mau? Te he estado llamando hasta hace un momento. Tu móvil seguía apagado. Te he llamado a casa, pero no tenían ni idea de dónde podías estar, de dónde te habías metido. Están preocupados.
—Ellos sólo se preocupan cuando les conviene.
Paola se le acerca y le pone las manos en la cintura.
—¿Y bien? Venga, cuéntame. ¿Tanto ha durado la prueba?
Paola no quita la mano izquierda de la cintura de Mauro, pero la gira para mirar el reloj.
—Son las nueve y cuarto.
—Vaya. Me han tenido allí la tira, ¿eh?
—Venga, cuéntame algo, que me muero de curiosidad.
—Me han tumbado.
—No... Lo siento, amor.
Paola lo abraza, se acerca para besarlo, pero Mauro se aparta.
—Estáte quieta.
Paola se aleja un poco. Le vienen ganas de enfadarse, pero lo piensa mejor.
—Venga, Mau, no reacciones así. Es una cosa normal, le pasa a todo el mundo. Era tu primera prueba.
Mauro se cruza de brazos. Luego saca un cigarrillo del bolsillo. Paola se percata de la cazadora nueva. ...
—¡Qué bonita! ¿Es nueva?
—Es una Fake.
—¡Caramba, vas a hacer estragos!
Mauro da una calada a su cigarrillo, luego esboza una media sonrisa.
—¡Qué va! Me la había comprado adrede para la prueba. Dinero malgastado. Lo mismo que el de las fotos, que me han costado una pasta.
Paola se anima. Vuelve a mostrarse curiosa.
—A ver, ¿las tienes aquí? ¿Me las dejas ver?
Mauro coge una bolsa que lleva colgada en el gancho de debajo del asiento. Se las pasa de mala gana.
—Toma, aquí tienes.
Paola las apoya sobre el ciclomotor. Abre la bolsa y empieza a mirarlas.
—Qué bonitas. Este fotógrafo es una maravilla. ¡Qué buena ésta! En esta otra has quedado muy bien. Pareces Brad...
Mauro la mira.
—Por mí, te las puedes quedar todas. Parezco Brad, pero han elegido a otro, a un macarra cualquiera; y ni siquiera tan macarra. Seguro que tenía enchufe...
Paola vuelve a guardar las fotos en la bolsa.
—Mau, ¿tú no sabes cuántas pruebas he tenido que hacer yo antes de que me contrataran para el anuncio del otro día? ¿Lo sabes?
—No, no lo sé.
—Pues te lo voy a decir. Un montón. ¿Y tú te enfadas porque no te han elegido en la primera a la que vas? ¡Mira, tío, te queda un largo camino por delante hasta conseguirlo, y si uno se achanta al principio, no lo logrará jamás! —Paola se arregla la camiseta, tira de ella hacia abajo—. Pero estas fotos son preciosas. En mi opinión, eres muy fotogénico, o sea, molas un montón. Te lo digo en serio, no porque no te hayan escogido.
—Venga ya...
—Te lo juro.
Mauro coge la bolsa, la abre y mira las fotos. Parece un poca más convencido.
—¿Tú crees?
—Desde luego.
Mauro recupera un poco de seguridad. Coge una foto y la saca.
—Mira ésta. Mira, ¿a quién me parezco?
—Para mí, aquí eres el Banderas.
—Sí, sí, Banderas. Antes Brad, ahora Banderas, ¿te estás quedando conmigo? Aquí intentaba poner la pose del actor ese cuando intenta conquistar a aquella actriz...
—Ahora no me viene el nombre...
—¡Johnny Depp, eso! Cuando está en la puerta, en aquella película en la que salían una madre y su hija que cada dos por tres cambiaban de ciudad. Sí, Chocolate.
—Ya sé cuál dices, pero el título era Chocolat.
—Vale, da igual como se diga. —Vuelve a enseñarle la foto—. ¿A que sí? ¿Sabes qué escena digo? Me ha quedado bien, ¿no?
Paola sonríe.
—Sí, sí, la has clavado.
Mauro vuelve a guardar las fotos en la bolsa, un poco más relajado.
—Bah, de todos modos, no me han cogido.
—A lo mejor es que esta vez no les iba bien Johnny Deep.
—No hay nada que hacer. —Mauro niega con la cabeza y le sonríe—, tú siempre tienes la frase justa en el momento justo.
—Es lo que pienso.
Mauro se le acerca y la abraza.
—Ok, sea como sea, ¿sabes que dicen que Johnny Depp la tiene enorme? Y ahora mismo yo... joder... me le parezco en todo... No sé qué me ha dado. A saber. Será que estaba cabreado o que antes te he mirado mientras te tirabas de la camiseta, por encima de las tetas, vaya por Dios, me he puesto como una moto. Mira, toca aquí. —Coge la mano de Paola y se la apoya encima de los vaqueros.
Ella la aparta rápidamente.
—Ya vale, no seas imbécil, aquí debajo de mi casa, con mi padre, que a lo mejor se asoma. Si te ve hacer eso, ¿tú sabes lo que te espera? No haces un anuncio en dos años de lo hinchado que estarías... pero ¡a hostias!
—Qué exagerada eres. —Mauro se le acerca—. Amor —la besa tiernamente—, ¿nos vamos un rato al garaje? Venga, que tengo ganas.
Paola inclina la cabeza a un lado. Las palabras susurradas por Mauro al oído le provocan un repentino escalofrío. Él sabe cómo convencerla.
—Vale, está bien, vamos. Pero no podemos tardar mucho, ¿eh?
Mauro sonríe.
—Bueno, un poquito... Hay cosas a las que no se les puede meter prisa.
—Sí, tú dices eso, pero luego hay veces que pareces un Ferrari.
—Caramba, eres una víbora.
Mauro arranca su ciclomotor. Ha recuperado la alegría. Se pone el casco mientras Paola se monta detrás y lo abraza. Dan la vuelta al edificio y llegan al garaje.
—Chissst —chista Paola mientras baja—. Con cuidado, ve despacio, que si mi padre nos oye tendremos problemas.
Mauro monta el ciclomotor en su caballete.
—Ya, pero, de todos modos, tu padre debería tener un poco de comprensión con nosotros. ¿Tú sabes cuántos polvos le habrá echado a tu madre?
Paola le da un puñetazo en el hombro.
—¡Ay, me has hecho daño!
—No me gusta que bromees a costa de mis padres con ciertas cosas.
—¿Qué cosas? Es el amor. Lo más bello del mundo.
—Sí, pero tú no hablas con respeto.
—Pero ¿qué dices, cariño? ¿Es que tus padres no han hecho nunca el amor? ¿No se puede decir? Perdona, ¿y a ti cómo te tuvieron? ¿Con la ayuda del Espíritu Santo? Anda, ven.
Y sin dejar de hablar, la mete dentro del coche del padre, un viejo Golf azul, de cinco puertas.
—¡Ay, despacio, despacio!
Mauro en seguida le abre los botones del pantalón y de inmediato le mete una mano por el cuello en V de la camiseta. Sus dedos exploran el sujetador, acarician los senos, buscan los pezones.
—No sabes las ganas que tenía antes, en la calle.
—¿Y ahora no? —Paola lo besa en el cuello.
—Ahora todavía más.
Mauro se desabrocha el pantalón y se baja la cremallera. Luego toma la mano de Paola y la lleva hacia abajo. Como poco antes en la calle. Pero ahora es diferente. Ahora es el momento adecuado. Paola le muerde ligeramente los labios y poco a poco le aparta la goma de los calzoncillos boxer. Mete la mano y también ella explora. Busca lentamente. Entonces lo encuentra. Mauro da un respingo. Y debido a ese movimiento brusco se le cae algo del bolsillo de la cazadora. Mauro se da cuenta. Detiene la mano de Paola. Se echa a reír.
—¡Lo que faltaba, tenemos un mirón! —Y mientras lo dice, lo saca de la penumbra—. ¡El osito Totti!
—Venga ya, ¿te lo llevaste contigo?
Mauro se encoge de hombros.
—Sí, para que me diese suerte, pero no me ha servido de nada.
—Hombre, lo ha intentado, pero hasta el Gladiador* puede fallar de vez en cuando, ¿no? ¡Verás como la próxima vez lo consigue, hará que te escojan y será lo más, algo mágico!
Se oye un bip. El teléfono móvil de Paola. Otro.
—¿Quién es? ¿Quién te manda mensajes a esta hora?
Demonios, piensa Paola, pero ¿no lo había apagado?
—No es nada, había pedido un favor... Es para la convocatoria de mañana por la mañana. —Y antes de que Mauro tenga tiempo de pensarlo siquiera, se echa encima y lo abraza.—¿Te apetece tomarme? Lo digo porque yo me muero de ganas.
Mauro la besa y se lo dice con la boca medio cerrada, atrapada en un beso.
—Yo también.
—¿Has traído condones?
—No, se me olvidó cogerlos.
—Entonces nada. Tendrás que contentarte con mi boca. —Y lo mira una última vez a los ojos antes de desaparecer de su vista, descendiendo lentamente en la penumbra del coche, entre sus piernas, donde florece el deseo. Un deseo tan fuerte que hasta consigue hacerle olvidar el mensaje que a Paola le ha entrado en el móvil.
*Se refieren a Francesco Totti, capitán del equipo de fútbol ASRoma, y que es conocido también con el sobrenombre de El Gladiador.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
aaaaaaahhh
pero siguela porfaaaaaa
aaaandaaaaojala que mauro si sea escojidooooo
y
pero siguela porfaaaaaa
aaaandaaaaojala que mauro si sea escojidooooo
y
chelis
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
ya me presente aqui no???
jajaja siguelaaaaaaaaaaa!
jajaja siguelaaaaaaaaaaa!
Invitado
Invitado
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Sesenta y cuatro
Enrico acaba de llegar a su casa.
—Cariño, ¿estás en casa? —Deja la americana en el respaldo de una silla del salón.
—Estoy aquí, ya voy.
Camilla sale de repente del dormitorio.
—Perdona, no te he oído llegar. Estaba hablando por teléfono. —Y le da un rápido beso en los labios. Luego coge la chaqueta y se la lleva de allí.
Enrico la sigue. Y, mientras ella está abriendo el armario, él la abraza por detrás. Se pierde entre su cabello, en su perfume intenso. La besa en el cuello.
—¿Con quién estabas hablando?
Camilla cuelga la chaqueta en su lugar, cierra el armario y se escabulle con sutileza del abrazo.
—No la conoces. Una chica del gimnasio. Quieren organizar una fiesta de fin de curso para la semana que viene. ¿Preparo algo o prefieres que salgamos?
—No, estoy cansado. Prefiero que nos quedemos en casa.
—Yo también, estoy muerta. Además, mañana tengo que levantarme temprano.
Enrico la sigue a la cocina y la observa mientras pone el mantel.
—¿Adónde tienes que ir?
—Mamá me ha pedido que la acompañe con el coche a buscar telas. Quiere cambiar las cortinas.
Enrico la mira de nuevo.
—Bien. Voy a lavarme las manos, luego vengo a hacerte compañía.
—No, tranquilo. Ponte cómodo en el sofá. Si quieres, puedes mirar un poco la tele. En cuanto esté listo, te aviso.
Enrico va hacia el cuarto de baño, pero pasa de largo. Se detiene un momento y mira hacia atrás. La ve al fondo, en la cocina, cogiendo una cazuela. Enrico sigue caminando de puntillas y entra en el dormitorio. Se sienta. Ve el teléfono móvil. Lo observa unos instantes. Mira a su alrededor. Lo coge, aprieta una tecla y se enciende de inmediato. Camilla no lo bloquea. Tecla verde. Última llamada realizada. Se queda boquiabierto. Nada. Ninguna llamada. Todas borradas. Enrico lo apaga y entra en el baño. Demonios. Tenía que haber mirado las llamadas recibidas. Se lava las manos. Pero no puedo hacer eso. Quiero demasiado a Camilla como para que no me importe. Se seca. De todas maneras, en pocos días lo sacarán de dudas. Lo sabrá. Y ya no podrá lavarse tranquilamente las manos. Entonces, tendrá que tomar una decisión.
Flavio está en el sofá, semitumbado. La pequeña Sara se le echa encima, jugando. Ya tiene más de un año. Le divierte no dejarle ver la tele en paz, y a él le gusta. Justo en ese momento, oye la cerradura.
—Cristina, ¿eres tú?
—Qué pregunta. Y si hubiese sido un ladrón, ¿qué crees que te hubiese respondido? No, soy el ladrón. Doy el golpe y me voy.
Flavio se levanta e intenta besarla. Pero ella llega llena de bolsas y rápidamente le pasa dos.
—Toma, haz algo útil. Llévalas a la cocina. Ten cuidado, que dentro hay huevos.
Entonces ve a Sara, que atraviesa el salón con paso vacilante, con un juguete en la mano.
—¡Flavio! ¿Qué hace Sara todavía levantada?
—Te estaba esperando, quería saludarte.
—Hace una hora que tendría que estar dormida. Me dijiste que podías llegar antes. Te lo pedí a propósito para que la metieses tú en su cama. Así se hubiese despertado a la una, le habría dado algo de comer y se hubiese vuelto a quedar dormida y, sobre todo, hubiese podido dormir yo también. Mañana por la mañana tengo las pruebas del examen de promotor... Pero claro, ¿a ti qué más te da? En esta casa todo lo tengo que hacer yo...
Cristina atraviesa veloz el salón y, sin decir nada más, coge a Sara al vuelo, con tal ímpetu que a la niña casi se le cae su pequeño juguete de la mano.
—Ven, mi chiquitina, que te llevo a tu cuna.
Cristina se va de allí, desaparece en la habitación llevando a la niña en brazos como un saco.
Flavio se vuelve a sentar en el sofá. Está acabando la sintonía del programa «Amigos». En el último encuadre aparece María De Filippi.
—Buenas noches, aquí estamos, preparados para el desafío de esta noche. Sin un adversario, la virtud se marchita, como dijo Séneca.
Flavio sonríe. ¿Será una señal?
—¡Cariño, me marcho!
Susanna va corriendo hasta el comedor, donde Pietro se está poniendo de nuevo la americana y la corbata.
—¿Cómo? Yo creía que esta noche te quedabas en casa tranquilo y cenabas con nosotros.
—No, mi amor, ¿no te acuerdas? Esta noche ceno en La Pérgola con el administrador delegado de la nueva sociedad que hemos captado como cliente. He pasado sólo un momento para ver a Carolina y a Lorenzo. —Le coge la cara entre las manos. Le da un beso largo, apasionado. O al menos eso parece—. Y para darte un beso. —Susanna sonríe. Pietro la hace sentirse hermosa, aún deseable. Siempre lo logra.
—No vuelvas muy tarde. Nunca estamos juntos.
—Lo intentaré, mi lucero. Estas cosas nunca se sabe cómo van.
Luego abre la puerta y sale corriendo, para desaparecer veloz escaleras abajo. Ella se asoma por el hueco de la escalera y lo mira. Él se vuelve una última vez abajo y se despide de ella de nuevo. Susanna entra en la casa. Cierra la puerta. No, no sé cómo van estas cosas.
—Nunca me lleva con él.
Instantes después, Pietro está al volante. Coge el móvil y marca rápidamente un número.
—Mi lucero, estoy llegando.
Nick llama al timbre, está sin aliento. Llega tarde.
Alguien responde.
—¿Quién es?
—¡Yo!
Se abre la puerta. Nick sube la escalera del vestíbulo de dos en dos y coge el ascensor. Cuando llega al piso, las puertas se abren. Ella lo está esperando ya.
—Nick, menos mal, ya estaba preocupada. ¿Por qué has tardado tanto? Ya estamos todos sentados a la mesa, aunque todavía no hemos empezado.
Nick besa apresuradamente a su madre.
—Tienes razón, mamá, una reunión de última hora. —Entran juntos al salón. Alguno está de pie todavía. Otros han tomado ya asiento.
—¡Buenas noches a todos! Disculpad el retraso.
Su madre lo coge del brazo.
—¿Y Miley? ¿Dónde la has dejado?
Claudia lo mira. A Nick le gustaría responder «No, mamá, lo siento pero te equivocas, es ella la que me ha dejado a mí». Pero sabe bien que su madre no entendería este tipo de humor que, a decir verdad, tampoco entenderían la mayor parte de las personas.
—Hoy acababa de trabajar más tarde que yo.
—Pero ¡cuánto trabajáis! Lo siento. Me hubiese gustado verla. Está bien, vamos a sentarnos, anda.
Nick se sienta al lado de su padre.
—¿Qué tal va? ¿Todo bien?
—Bien, hijo mío. ¡A ti ni te pregunto, se te ve en buena forma!
—Sí. —Luego mira su reflejo en el cristal de un cuadro. Decide distraerse saludando a sus hermanas y a los maridos respectivos.
—¿Cómo estáis?
—¡Bien!
—¡Todo ok!
—¡Sí, ok!
—Ok, aparte del hambre. —David, el pesado de siempre. Nick extiende su servilleta. Una manera grosera de hacerme sentir mi retraso. Mira a Claudia. Se sonríen. Luego Nick le guiña un ojo y asiente. Como diciendo «haces bien en dejarlo». Pero un instante después lo niega. No es cierto. Claudia, no hagas tonterías.
La madre hace sonar el timbre que conecta con la cocina. Dina se asoma de inmediato. Es un ritual que se repite desde siempre.
—Dina, querida, disculpe, ¿podría retirar este cubierto? No es necesario. Lamentablemente, Miley no está. Vendrá más tarde, a los postres.
Nick se inclina hacia su madre.
—Me parece que no vendrá ni siquiera más tarde.
—Ya lo sé. Pero no veo por qué hay que dar explicaciones. A la asistenta además...
—Ya... —Nick vuelve a sentarse bien en su silla—. Qué idiota soy.
Al poco rato, Dina regresa con un carrito lleno de platos. Nick echa un vistazo. Gnocchi al pomodoro y taghliolini alie zucchine. Dos tipos de pasta. No está mal. Dina va poniendo un plato delante de cada comensal.
—Traiga también los cubiertos de servir, por favor...
—Sí, en seguida, señora.
Dina regresa rápidamente a la cocina.
—No puedo con ella. ¡Se los olvida desde que entró en esta casa, hace ya treinta años, y cuando se vaya seguirá olvidándoselos!
Margherita, la hermana menor, se limpia los labios con la servilleta.
—Mamá, da gracias de que haya aguantado tanto. La mayoría de nuestros amigos tiene en la casa filipinos o extranjeros de dudosa procedencia que no cocinan así de bien... ¡y a la italiana, además!
Luigi, su marido, se echa hacia delante, dirigiéndose no se sabe bien a quién.
—Y sobre todo —dice—, que en esos casos nunca sabes a quién metes en casa. Mira la señora Deüa Marre, por ejemplo, lo mal que acabó.
Y así continúan, hablando de todo y de nada. Impuestos nuevos, un libro todavía sin terminar. Una película sueca. Una china. Un festival. Una exposición. Un corte de pelo horrendo. Una novedad americana de la que David ha oído hablar tanto pero de la que no sabe nada en concreto, hasta podría ser una buena idea, sólo con que consiguiese entender algo de lo que explica.
Y después una chuleta acompañada por alcachofas fritas, suflé de patata y verduras. Luego otra novedad. Una cosa que salió en las noticias. Una noticia terrible. Un muchacho muy joven mató a sus padres. Y otras banales pero alegres. Hijos de amigos que están a punto de casarse. Las entradas sacadas para el próximo concierto en Milán de un importante cantante extranjero. Un cotilleo sobre algún famoso, uno de los habituales, inventados, falsos o quizá ciertos líos de faldas. También la posibilidad de ir al espectáculo de Fiorello, aunque ya no queden entradas, y a pesar de que estén ya por las nubes y cuesten más que las vacaciones de una familia entera.
Margherita se pone en pie de repente. Da unos golpecitos en su vaso con el tenedor.
—Un minuto de atención. También yo tengo que daros una noticia. A lo mejor no es tan importante como algunas de las que acabo de oír, pero ¡para mí es fundamental! Pronto alcanzaré a mi hermana Claudia. ¡Yo también espero otro niño!
Silvia, la madre, se levanta en seguida, aparta la silla y corre hacia Margherita. La abraza, la llena de besos.
—Cariño mío, qué buena noticia. ¡Dentro de poco seré abuela de cuatro nietecitos! ¿Sabéis ya qué será?
—Un niño. Nacerá dentro de cuatro meses y medio.
—¡Qué bien! ¡Tendréis la parejita, como Claudia!
La hermana mayor se come otra alcachofa frita.
—Yo ya lo sabía. Pero ¡en nuestro caso el mayor es el varón!
—¿Habéis decidido ya el nombre?
—Dudamos entre Marcello y Massimo.
Nick mira a su hermana Margherita y levanta las cejas.
—En mi opinión es mejor Massimo...
Claudia y Margherita se vuelven hacia él.
—¿Y eso por qué?
—Bueno, es un nombre de vencedores.
—Ah...
Luigi se pone en pie.
—Estoy de acuerdo... —Pone los brazos en jarras y cara de solemnidad. Y declama su preferencia con convicción—: Me llamo Massimo Décimo Merodio, comandante del ejército del Norte, general de las legiones Félix, siervo leal del único emperador verdadero Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y tomaré venganza por ello en esta vida o en la otra.
—Sí, a él le gustaría que fuese Massimo. El gladiador.
—Por supuesto. ¡Y a lo mejor, un día, él y yo nos hacemos el mismo tatuaje, igual que el de nuestro gran capitán! —Pasando así, con total naturalidad, de una visión histórica a una futbolística.
Silvia se echa a reír y se sienta de nuevo. Da un beso a su marido.
—Luigi, ¿has oído qué buena noticia? ¿Has visto qué familia tan estupenda hemos creado, amor mío?
Silvia, la madre, coloca mejor la silla. Luego apoya la mano en el brazo de Nick.
—¿Y tú, tesoro? ¿Cuándo vas a darnos alguna buena noticia?
Él se limpia con la servilleta.
—Ahora mismo, mamá, pero no sé si es buena.
—Bueno, tú cuéntanos. Después te lo diremos.
—Ok. Señores, Miley y yo nos hemos separado.
La mesa se sume de improviso en un silencio gélido. Intenso. Claudia mira a derecha e izquierda. Interviene al fin para salvar a su hermano.
—Perdonad, ¿quedan más alcachofas?
Poco después. Todos salen del portal. Besos en las mejillas. Se estrechan la mano mientras prometen volver a verse pronto. A lo mejor una pizza, una película, ¿por qué no? Aunque al final casi nunca se haga nada. Margherita se acerca a Nick, que le dice:
—¡Chao, hermanita, me alegro por ti!
—Yo por ti no. Quiero decir que Miley me gustaba. ¿Ahora dónde encuentras a otra como ella? —Y se despide con un beso sin dejar de mover la cabeza.
Claudia la mira mientras se aleja. Luego se acerca a Nick.
—Siempre da la impresión de que ella sepa mejor que todos nosotros cómo es la vida. O al menos, el curso del amor.
—Ya sabes que ella es así.
—Así de repelente. Demasiado segura. Lo sabe todo... Cambiando de tema, Nick, por un momento he creído que ibas a dar directamente la verdadera gran noticia.
—¿A qué te refieres?
—Señores, me he liado con ______, una chica explosiva de diecisiete años.
Nick mira a Claudia y le sonríe.
—¿Estás loca? Para empezar, me jugaba el saludo de mamá, pero nos jugábamos también a papá... ¡Le hubiese dado un infarto al oír la noticia!
—Pues yo en cambio creo que papá es quien se lo iba a tomar mejor. Siempre lo infravaloras.
—¿Tú crees? Puede ser...
—Bueno, me despido. —Claudia le da un sonoro beso en las mejillas y hace ademán de irse.
—Claudia...
—¿Sí?
—Gracias, ¿eh?
—¿Por qué?
—Por la alcachofa que ya no te apetecía.
Claudia baja una mano en su dirección.
—¡Bah! No es nada. Pero otra noche como ésta y tendrás que invitarme directamente al Mességue.
—Lo haré con mucho gusto. Comer, en lugar de tomar decisiones extrañas.
—¡Idiota! O, mejor dicho, avísame cuando te decidas a dar la otra noticia bomba... ¡Me pondré a dieta dos días antes!
Enrico acaba de llegar a su casa.
—Cariño, ¿estás en casa? —Deja la americana en el respaldo de una silla del salón.
—Estoy aquí, ya voy.
Camilla sale de repente del dormitorio.
—Perdona, no te he oído llegar. Estaba hablando por teléfono. —Y le da un rápido beso en los labios. Luego coge la chaqueta y se la lleva de allí.
Enrico la sigue. Y, mientras ella está abriendo el armario, él la abraza por detrás. Se pierde entre su cabello, en su perfume intenso. La besa en el cuello.
—¿Con quién estabas hablando?
Camilla cuelga la chaqueta en su lugar, cierra el armario y se escabulle con sutileza del abrazo.
—No la conoces. Una chica del gimnasio. Quieren organizar una fiesta de fin de curso para la semana que viene. ¿Preparo algo o prefieres que salgamos?
—No, estoy cansado. Prefiero que nos quedemos en casa.
—Yo también, estoy muerta. Además, mañana tengo que levantarme temprano.
Enrico la sigue a la cocina y la observa mientras pone el mantel.
—¿Adónde tienes que ir?
—Mamá me ha pedido que la acompañe con el coche a buscar telas. Quiere cambiar las cortinas.
Enrico la mira de nuevo.
—Bien. Voy a lavarme las manos, luego vengo a hacerte compañía.
—No, tranquilo. Ponte cómodo en el sofá. Si quieres, puedes mirar un poco la tele. En cuanto esté listo, te aviso.
Enrico va hacia el cuarto de baño, pero pasa de largo. Se detiene un momento y mira hacia atrás. La ve al fondo, en la cocina, cogiendo una cazuela. Enrico sigue caminando de puntillas y entra en el dormitorio. Se sienta. Ve el teléfono móvil. Lo observa unos instantes. Mira a su alrededor. Lo coge, aprieta una tecla y se enciende de inmediato. Camilla no lo bloquea. Tecla verde. Última llamada realizada. Se queda boquiabierto. Nada. Ninguna llamada. Todas borradas. Enrico lo apaga y entra en el baño. Demonios. Tenía que haber mirado las llamadas recibidas. Se lava las manos. Pero no puedo hacer eso. Quiero demasiado a Camilla como para que no me importe. Se seca. De todas maneras, en pocos días lo sacarán de dudas. Lo sabrá. Y ya no podrá lavarse tranquilamente las manos. Entonces, tendrá que tomar una decisión.
Flavio está en el sofá, semitumbado. La pequeña Sara se le echa encima, jugando. Ya tiene más de un año. Le divierte no dejarle ver la tele en paz, y a él le gusta. Justo en ese momento, oye la cerradura.
—Cristina, ¿eres tú?
—Qué pregunta. Y si hubiese sido un ladrón, ¿qué crees que te hubiese respondido? No, soy el ladrón. Doy el golpe y me voy.
Flavio se levanta e intenta besarla. Pero ella llega llena de bolsas y rápidamente le pasa dos.
—Toma, haz algo útil. Llévalas a la cocina. Ten cuidado, que dentro hay huevos.
Entonces ve a Sara, que atraviesa el salón con paso vacilante, con un juguete en la mano.
—¡Flavio! ¿Qué hace Sara todavía levantada?
—Te estaba esperando, quería saludarte.
—Hace una hora que tendría que estar dormida. Me dijiste que podías llegar antes. Te lo pedí a propósito para que la metieses tú en su cama. Así se hubiese despertado a la una, le habría dado algo de comer y se hubiese vuelto a quedar dormida y, sobre todo, hubiese podido dormir yo también. Mañana por la mañana tengo las pruebas del examen de promotor... Pero claro, ¿a ti qué más te da? En esta casa todo lo tengo que hacer yo...
Cristina atraviesa veloz el salón y, sin decir nada más, coge a Sara al vuelo, con tal ímpetu que a la niña casi se le cae su pequeño juguete de la mano.
—Ven, mi chiquitina, que te llevo a tu cuna.
Cristina se va de allí, desaparece en la habitación llevando a la niña en brazos como un saco.
Flavio se vuelve a sentar en el sofá. Está acabando la sintonía del programa «Amigos». En el último encuadre aparece María De Filippi.
—Buenas noches, aquí estamos, preparados para el desafío de esta noche. Sin un adversario, la virtud se marchita, como dijo Séneca.
Flavio sonríe. ¿Será una señal?
—¡Cariño, me marcho!
Susanna va corriendo hasta el comedor, donde Pietro se está poniendo de nuevo la americana y la corbata.
—¿Cómo? Yo creía que esta noche te quedabas en casa tranquilo y cenabas con nosotros.
—No, mi amor, ¿no te acuerdas? Esta noche ceno en La Pérgola con el administrador delegado de la nueva sociedad que hemos captado como cliente. He pasado sólo un momento para ver a Carolina y a Lorenzo. —Le coge la cara entre las manos. Le da un beso largo, apasionado. O al menos eso parece—. Y para darte un beso. —Susanna sonríe. Pietro la hace sentirse hermosa, aún deseable. Siempre lo logra.
—No vuelvas muy tarde. Nunca estamos juntos.
—Lo intentaré, mi lucero. Estas cosas nunca se sabe cómo van.
Luego abre la puerta y sale corriendo, para desaparecer veloz escaleras abajo. Ella se asoma por el hueco de la escalera y lo mira. Él se vuelve una última vez abajo y se despide de ella de nuevo. Susanna entra en la casa. Cierra la puerta. No, no sé cómo van estas cosas.
—Nunca me lleva con él.
Instantes después, Pietro está al volante. Coge el móvil y marca rápidamente un número.
—Mi lucero, estoy llegando.
Nick llama al timbre, está sin aliento. Llega tarde.
Alguien responde.
—¿Quién es?
—¡Yo!
Se abre la puerta. Nick sube la escalera del vestíbulo de dos en dos y coge el ascensor. Cuando llega al piso, las puertas se abren. Ella lo está esperando ya.
—Nick, menos mal, ya estaba preocupada. ¿Por qué has tardado tanto? Ya estamos todos sentados a la mesa, aunque todavía no hemos empezado.
Nick besa apresuradamente a su madre.
—Tienes razón, mamá, una reunión de última hora. —Entran juntos al salón. Alguno está de pie todavía. Otros han tomado ya asiento.
—¡Buenas noches a todos! Disculpad el retraso.
Su madre lo coge del brazo.
—¿Y Miley? ¿Dónde la has dejado?
Claudia lo mira. A Nick le gustaría responder «No, mamá, lo siento pero te equivocas, es ella la que me ha dejado a mí». Pero sabe bien que su madre no entendería este tipo de humor que, a decir verdad, tampoco entenderían la mayor parte de las personas.
—Hoy acababa de trabajar más tarde que yo.
—Pero ¡cuánto trabajáis! Lo siento. Me hubiese gustado verla. Está bien, vamos a sentarnos, anda.
Nick se sienta al lado de su padre.
—¿Qué tal va? ¿Todo bien?
—Bien, hijo mío. ¡A ti ni te pregunto, se te ve en buena forma!
—Sí. —Luego mira su reflejo en el cristal de un cuadro. Decide distraerse saludando a sus hermanas y a los maridos respectivos.
—¿Cómo estáis?
—¡Bien!
—¡Todo ok!
—¡Sí, ok!
—Ok, aparte del hambre. —David, el pesado de siempre. Nick extiende su servilleta. Una manera grosera de hacerme sentir mi retraso. Mira a Claudia. Se sonríen. Luego Nick le guiña un ojo y asiente. Como diciendo «haces bien en dejarlo». Pero un instante después lo niega. No es cierto. Claudia, no hagas tonterías.
La madre hace sonar el timbre que conecta con la cocina. Dina se asoma de inmediato. Es un ritual que se repite desde siempre.
—Dina, querida, disculpe, ¿podría retirar este cubierto? No es necesario. Lamentablemente, Miley no está. Vendrá más tarde, a los postres.
Nick se inclina hacia su madre.
—Me parece que no vendrá ni siquiera más tarde.
—Ya lo sé. Pero no veo por qué hay que dar explicaciones. A la asistenta además...
—Ya... —Nick vuelve a sentarse bien en su silla—. Qué idiota soy.
Al poco rato, Dina regresa con un carrito lleno de platos. Nick echa un vistazo. Gnocchi al pomodoro y taghliolini alie zucchine. Dos tipos de pasta. No está mal. Dina va poniendo un plato delante de cada comensal.
—Traiga también los cubiertos de servir, por favor...
—Sí, en seguida, señora.
Dina regresa rápidamente a la cocina.
—No puedo con ella. ¡Se los olvida desde que entró en esta casa, hace ya treinta años, y cuando se vaya seguirá olvidándoselos!
Margherita, la hermana menor, se limpia los labios con la servilleta.
—Mamá, da gracias de que haya aguantado tanto. La mayoría de nuestros amigos tiene en la casa filipinos o extranjeros de dudosa procedencia que no cocinan así de bien... ¡y a la italiana, además!
Luigi, su marido, se echa hacia delante, dirigiéndose no se sabe bien a quién.
—Y sobre todo —dice—, que en esos casos nunca sabes a quién metes en casa. Mira la señora Deüa Marre, por ejemplo, lo mal que acabó.
Y así continúan, hablando de todo y de nada. Impuestos nuevos, un libro todavía sin terminar. Una película sueca. Una china. Un festival. Una exposición. Un corte de pelo horrendo. Una novedad americana de la que David ha oído hablar tanto pero de la que no sabe nada en concreto, hasta podría ser una buena idea, sólo con que consiguiese entender algo de lo que explica.
Y después una chuleta acompañada por alcachofas fritas, suflé de patata y verduras. Luego otra novedad. Una cosa que salió en las noticias. Una noticia terrible. Un muchacho muy joven mató a sus padres. Y otras banales pero alegres. Hijos de amigos que están a punto de casarse. Las entradas sacadas para el próximo concierto en Milán de un importante cantante extranjero. Un cotilleo sobre algún famoso, uno de los habituales, inventados, falsos o quizá ciertos líos de faldas. También la posibilidad de ir al espectáculo de Fiorello, aunque ya no queden entradas, y a pesar de que estén ya por las nubes y cuesten más que las vacaciones de una familia entera.
Margherita se pone en pie de repente. Da unos golpecitos en su vaso con el tenedor.
—Un minuto de atención. También yo tengo que daros una noticia. A lo mejor no es tan importante como algunas de las que acabo de oír, pero ¡para mí es fundamental! Pronto alcanzaré a mi hermana Claudia. ¡Yo también espero otro niño!
Silvia, la madre, se levanta en seguida, aparta la silla y corre hacia Margherita. La abraza, la llena de besos.
—Cariño mío, qué buena noticia. ¡Dentro de poco seré abuela de cuatro nietecitos! ¿Sabéis ya qué será?
—Un niño. Nacerá dentro de cuatro meses y medio.
—¡Qué bien! ¡Tendréis la parejita, como Claudia!
La hermana mayor se come otra alcachofa frita.
—Yo ya lo sabía. Pero ¡en nuestro caso el mayor es el varón!
—¿Habéis decidido ya el nombre?
—Dudamos entre Marcello y Massimo.
Nick mira a su hermana Margherita y levanta las cejas.
—En mi opinión es mejor Massimo...
Claudia y Margherita se vuelven hacia él.
—¿Y eso por qué?
—Bueno, es un nombre de vencedores.
—Ah...
Luigi se pone en pie.
—Estoy de acuerdo... —Pone los brazos en jarras y cara de solemnidad. Y declama su preferencia con convicción—: Me llamo Massimo Décimo Merodio, comandante del ejército del Norte, general de las legiones Félix, siervo leal del único emperador verdadero Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y tomaré venganza por ello en esta vida o en la otra.
—Sí, a él le gustaría que fuese Massimo. El gladiador.
—Por supuesto. ¡Y a lo mejor, un día, él y yo nos hacemos el mismo tatuaje, igual que el de nuestro gran capitán! —Pasando así, con total naturalidad, de una visión histórica a una futbolística.
Silvia se echa a reír y se sienta de nuevo. Da un beso a su marido.
—Luigi, ¿has oído qué buena noticia? ¿Has visto qué familia tan estupenda hemos creado, amor mío?
Silvia, la madre, coloca mejor la silla. Luego apoya la mano en el brazo de Nick.
—¿Y tú, tesoro? ¿Cuándo vas a darnos alguna buena noticia?
Él se limpia con la servilleta.
—Ahora mismo, mamá, pero no sé si es buena.
—Bueno, tú cuéntanos. Después te lo diremos.
—Ok. Señores, Miley y yo nos hemos separado.
La mesa se sume de improviso en un silencio gélido. Intenso. Claudia mira a derecha e izquierda. Interviene al fin para salvar a su hermano.
—Perdonad, ¿quedan más alcachofas?
Poco después. Todos salen del portal. Besos en las mejillas. Se estrechan la mano mientras prometen volver a verse pronto. A lo mejor una pizza, una película, ¿por qué no? Aunque al final casi nunca se haga nada. Margherita se acerca a Nick, que le dice:
—¡Chao, hermanita, me alegro por ti!
—Yo por ti no. Quiero decir que Miley me gustaba. ¿Ahora dónde encuentras a otra como ella? —Y se despide con un beso sin dejar de mover la cabeza.
Claudia la mira mientras se aleja. Luego se acerca a Nick.
—Siempre da la impresión de que ella sepa mejor que todos nosotros cómo es la vida. O al menos, el curso del amor.
—Ya sabes que ella es así.
—Así de repelente. Demasiado segura. Lo sabe todo... Cambiando de tema, Nick, por un momento he creído que ibas a dar directamente la verdadera gran noticia.
—¿A qué te refieres?
—Señores, me he liado con ______, una chica explosiva de diecisiete años.
Nick mira a Claudia y le sonríe.
—¿Estás loca? Para empezar, me jugaba el saludo de mamá, pero nos jugábamos también a papá... ¡Le hubiese dado un infarto al oír la noticia!
—Pues yo en cambio creo que papá es quien se lo iba a tomar mejor. Siempre lo infravaloras.
—¿Tú crees? Puede ser...
—Bueno, me despido. —Claudia le da un sonoro beso en las mejillas y hace ademán de irse.
—Claudia...
—¿Sí?
—Gracias, ¿eh?
—¿Por qué?
—Por la alcachofa que ya no te apetecía.
Claudia baja una mano en su dirección.
—¡Bah! No es nada. Pero otra noche como ésta y tendrás que invitarme directamente al Mességue.
—Lo haré con mucho gusto. Comer, en lugar de tomar decisiones extrañas.
—¡Idiota! O, mejor dicho, avísame cuando te decidas a dar la otra noticia bomba... ¡Me pondré a dieta dos días antes!
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
JAJAJAJAJAJAJAAJJAJA pobre Nick... ni una palabra de aliento de paret de su familia?? =( Como sera cuando s enteren de la verdadera bomba?? :O Gracias a Dios existe Claudia :D lol
s i g u e l a a a a a a a ME ENCANTAAAA :love:
s i g u e l a a a a a a a ME ENCANTAAAA :love:
Dayi_JonasLove!*
Página 32 de 57. • 1 ... 17 ... 31, 32, 33 ... 44 ... 57
Temas similares
» Perdona Si te Llamo Amor [Harry Styles y Tu]
» Perdona si te llamo amor [Larry Stylinson]
» 'Perdona si te llamo Amor' - Joseph Jonas & tu.
» Perdona si te llamo amor [Adaptada] ~ Zayn Malik y tu ~
» ♪Amor sangriento♪ ♫Amor de Vampiros♫ (Nick Y Tu)
» Perdona si te llamo amor [Larry Stylinson]
» 'Perdona si te llamo Amor' - Joseph Jonas & tu.
» Perdona si te llamo amor [Adaptada] ~ Zayn Malik y tu ~
» ♪Amor sangriento♪ ♫Amor de Vampiros♫ (Nick Y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 32 de 57.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.