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Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
O W N :: Novelas colectivas :: Novelas colectivas :: Novelas Colectivas :: Inscripciones / audiciones
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Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Nou! Yo te miraría como: Jo, tiene un apellido inglés, que pro es.Future Sra.Styles escribió:En realidad, si estas fuera de Uk todos te miran raro.Writer. escribió:Xi:)Future Sra.Styles escribió:Ya te la dije, no tenía mucha imaginación para el nombre, por lo que puse el mi segundo nombre y segundo apellido.Writer. escribió:LIDIA! Estas aquí! Iupi!Future Sra.Styles escribió:Ruth!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Amore mio, aquí yo.
Ame tu idea, ¿te dije que amo como escribes? Bueno, pues te lo repito, AMO COMO ESCRIBES!no mueras por este gif
Ahora te mando mismo te paso los datos, iré por Hazza¿no sabías?
- She's perfect:
no tengo ganas de buscar un gif, pero si leí las reglas
Bueno, no creo que sea verdad, pero THANKS!Oh dios, estoy muerta.
Claro! Ahora la leo.Que raro!(?)
Tranquila, sale perfect. Migordi, que mona es.
Chau
Es real Ru, lo es¿te puedo decir Ru?Besos
Te llamas Moon? Que molón! Ahí, toda inglesa.Yo me llamo Llauradó, soy una cutre :c
Claro! Mientras no me llames Rot, lo que quieras.
Besos
Okay Ru.
Bye
I like it.
Bezuz
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Yo soy cúl para ti, es un honorWriter. escribió:Olo, halou!Zarry HorTomPay :) escribió:Eh, no shores más, la Aida ya llegó :meh:
Buéh, me tienes añadida como amiga, but nunca hemos hablado, whatever (?
¿Eres española? Yo también, ¿De qué parte eres?
Mientras me respondes, haré mi ficha. Justo me pillaste escuchando Gorilla de Bruno Mars, y pues tengo muuchas ideas
- She's perfect:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Bien! Aida llegó! :arrastro:
Pues es verdad, es un poco raro, no?Es que agrego a gente que veo que es cúl, y claro. Jé.
Sí, lo soy! Soy catalana,no me pegues, es que muchos españoles odian a los catalanes :c
Espero tu ficha entonces!Tu avatar, mi Ellie, gosh.Demi es perfect.
Shau
Yo no los odio, para nada, es más, tengo más amigas allí en Cataluña que en la C. Valenciana
Ya me queda menos :c
Adeu (?
Zarry HorTomPay :)
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Xi? Es un honor que sea un honor para ti(?Zarry HorTomPay :) escribió:Yo soy cúl para ti, es un honorWriter. escribió:Olo, halou!Zarry HorTomPay :) escribió:Eh, no shores más, la Aida ya llegó :meh:
Buéh, me tienes añadida como amiga, but nunca hemos hablado, whatever (?
¿Eres española? Yo también, ¿De qué parte eres?
Mientras me respondes, haré mi ficha. Justo me pillaste escuchando Gorilla de Bruno Mars, y pues tengo muuchas ideas
- She's perfect:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Bien! Aida llegó! :arrastro:
Pues es verdad, es un poco raro, no?Es que agrego a gente que veo que es cúl, y claro. Jé.
Sí, lo soy! Soy catalana,no me pegues, es que muchos españoles odian a los catalanes :c
Espero tu ficha entonces!Tu avatar, mi Ellie, gosh.Demi es perfect.
Shau
Yo no los odio, para nada, es más, tengo más amigas allí en Cataluña que en la C. Valencianaque es donde vivo, ahqué.Además que tú puedes hablar catalán y yo valenciano y nos entenderíamos perfectamente
Ya me queda menos :cLo sé, lo sé, cuesta asimilar tanta perfección en un avatar.
Adeu (?
Really? Que chachi! Pues ya puedes añadir una mas en tu lista, si quieres... Si? Aixi m'entens quan parlo? Molts diuen que es difícil d'entendre, pero jo no ho crec.
Bien, bien!
Ya, casi que podría explotar en cualquier momento.
Seh, así me gusta, catalán (?
En valenciano es igual? Adiós, no? Buéh, en cualquier caso, bye
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Raise Z. Chevalier.
+Nombre Completo: Raise Zephire Chevalier Marechál.
+Edad: Veinte años.
+Representante: Kristen Stewart.
+Chico: Harry Styles.
+Problema que presenta: El putón.
+One shot o capitulo de tu autoría: Te pongo dos porque soy cúl y no me decido.
- Milagros | OS.:
- La navidad estaba por todas partes. Mirase donde mirase.
Cuando paseaba por las calles, mirando la cara de los niños, éstos corrían libremente por el parque, sin miedo al frío y con la ilusión en sus ojos.
Hacía tiempo que la navidad ya no era una novedad para mí. Sólo era un día más donde estar con la familia pero, tampoco tenía eso. Ahora, estaba sola en un frío apartamento, no me reencontraría con mi familia, hasta fin de año.
Quedaban muy lejos aquellos días de creer en los milagros navideños.
Di varias vueltas en mi pequeño sofá, era día veinticuatro y aquella noche a las doce, muchas familias, parejas, amigos se desearían feliz navidad.
Miré a mí alrededor y decidí darle un poco de alegría a aquel triste apartamento. Cogí un anorak y salí por aquella puerta. Las tiendas seguían abiertas aunque, hoy cerrarían más pronto. Me acerqué al centro y entré en un pequeño establecimiento de decoraciones.
Estaba vacío, muchas personas iban con prisa a comprar juguetes para sus hijos y comida para su espectacular cena navideña. En caja, había una joven muchacha asiática sonriente que clavaba en mí, sus rasgados ojos.
Cogí algunas decoraciones y un curioso peluche en forma de reno.
–Esta noche es nuestra, pequeño. – Murmuré sonriente a aquel adorable peluche. Él sería mi única compañía en el día de hoy.
Me acerqué a caja y pagué aquellos complementos. Sonreí modestamente y salí con una bolsa que se rompió nada más girar la esquina.
–Maldita suerte la mía…– Suspiré, haciendo de mi bocanada de aire una pequeña nube.
Llevé la bolsa como si fuese una de aquellas bolsas americanas. Abrazada a ella, sentía el suave tacto de aquel pequeño peluche.
Era tarde, las tiendas ya estaban cerrando. Había salido justo a tiempo para comprar todo aquello. Si hubiese tardado un poco más, no lo hubiese logrado.
Entré en el edificio y, posteriormente, entré en mi apartamento. Dejé la bolsa en la mesa y empecé a decorar la habitación. La habitación empezó a tomar un nuevo color, una nueva luz. Sonreí ingenuamente. Sería verdad que la navidad es una época llena de alegría.
Puse aquel curioso peluche en la entrada y le sonreí.
–Espero que Papá Noel se alegre de encontrarte.– Sonreí. –Aunque, eso no vaya a pasar.–
Me retiré y encendí el televisor. Los canales estaban llenos de programas grabados hace tiempo pero, que se emitían en este día. Era mejor que nada; aunque, a veces, me entraban ganas de coger un DVD y cambiarlos por una película cualquiera.
Mi teléfono empezó a sonar vivazmente. No tenía mucha prisa en cogerlo. Seguramente, era mi madre preguntando por cómo se presentaba aquella noche. Me equivocaba. Su nombre estaba escrito en la pantalla y el móvil empezaba a sonar más fuerte. Una cálida sensación invadió mi corazón. ¿Podría ser posible…?
–¿Zayn?– Descolgué y esperé encontrar su voz.
–¡Por fin contestas!– Una melodiosa y femenina voz sonó desde el otro lado. –¡Soy Eleanor! ¿Qué estás haciendo ahora?–
–¿Eleanor…? ¿Qué haces con el móvil de…?– Muchas preguntas venían a mi cabeza.
–¡Harry!– Gritó. –¡No! Esa bandeja tiene que estar hacía el otro lado. ¡Tiene que estar todo perfecto!
¿Harry? ¿Eleanor? ¿Móvil de Zayn? Poco a poco, las piezas iban encajando y las dudas se disipaban. Se estaban reuniendo para celebrar algo pero, su llamada…
–Perdona...– Habló nuevamente. –¿Qué estabas haciendo?–
–Realmente, no estaba…– Empecé a explicarme.
–¡Oye! Me vas a gastar el dinero de mi teléfono.– Se oyó replicar su fogosa voz. Ahí estaba; él también, Zayn.
–¡Shhht! Dejad de distraerme.– Sentenciaba Eleanor. –Oye, ¿Quieres venir? Vamos a celebrar la navidad en la trastienda de Louis. Lo estamos colocando todo y… ¡Louis dale eso a Zayn, por favor!– Se interrumpía ella misma. –Bueno, ¿Qué me dices?– Pude sentir como su voz transmitía una cálida sonrisa.
–¡Claro que me gustaría ir!– Exclamé. Me hacía mucha ilusión; aunque, se me hacía raro… No es que nos conociéramos mucho pero, fue un noble acto por parte de Eleanor. Sólo tenía un problema. –Pero, … Yo no sé dónde queda esa tienda exactamente.–
–¡Tranquila no hay problema!– Exclamó. Tapó un poco el móvil pero, se le escuchó claramente hablar. –¡Zayn ve a buscarla!–
–¿Qué? ¿Por qué tengo que ir yo?– Se quejaba el moreno. –¡Que vaya Harry!–
–¿Eh?– Exclamó Harry. –Por mí, no hay problema pero, … Estoy ayudando a Louis, Niall y Liam con esto.–
–¡No! Zayn, agarra lo que te dio Louis y ve.– Le ordenó Eleanor. Realmente, era una chica clara y estricta. Muy convincente. Destapó el móvil y volvió a hablarme. –¿Estás? Ahora te mando a Zayn, en media hora está ahí. ¡Zayn espabila!– Exclamó finalmente. –¡Hasta ahora!–
–Hasta…– No me dio tiempo a acabar la frase. Al otro lado, sólo se oía un repetitivo y molesto sonido. –¿Qué ha pasado?– Me pregunté. Bajé mi teléfono y miré mi reflejo. –¡Oh no! ¡Tengo que arreglarme un poco!–
Fui a mi habitación y revolví todo el armario. No podía ponerme excesivamente elegante, ni tampoco totalmente informal. No sabía que elegir y el reloj, cada vez, marcaba una hora más próxima a la llegada de aquel moreno que hacia temblar mis piernas.
Finalmente, me puse unas medias lanosas grises y recogí un largo jersey negro que caía suavemente de un hombro. El calzado que me acompañaría serían unas cómodas botas altas negras.
Corrí rápidamente. Fui al baño. Me peiné. Probé miles de peinados pero, me amargué y acabé por volcarme todo el cabello hacía un lado. Me maquillé los ojos más detalladamente de lo que solía hacer e incluso remarqué mis labios con un tono bastante rojizo. Ya estaba lista.
–¡Tiempo récord!– Suspiré. Me senté en el sofá. Esperaba el momento con los nervios a flor de piel. Tenía todo preparado. Sólo tenía que oír el timbre, exclamar un “ya voy” y salir. Pero, a la salida estaría él. Aquel moreno que me tenía loca.
El timbre sonó. Pegué un brinco, recogí las cosas y cogí el telefonillo con el pulso temblando.
–¿Sí?– Pregunté. “¡Estúpida!” murmuró mi consciencia. ¿Para qué preguntaba? Sólo podría ser él.
–Soy yo.– Sentenció algo malhumorado. –Baja, anda.–
–Voy…– Colgué y me puse una chaqueta gorda. Busqué las llaves en el bolso y abrí la puerta.
La puerta se fue cerrando, poco a poco, puse la llave para cerrarla bien. De repente, ante mis ojos estaba aquel reno de peluche. Sonreí, con una amplia sonrisa.
–Parece ser que los milagros existen después de todo…– Le confesé, figurándoseme que me contestaba con una sonrisa ingenua.
Salí por el portal y ahí estaba. Mirando al cielo estrellado con sus castaños ojos. Las bocanadas de aire de su boca salían lentamente. Oyó la puerta cerrar y miró hacia mí. Su fría mirada se encontró, nuevamente, con la mía. Otra vez, solos. Otra vez, tú y yo.
–Buenas. Disculpa por…– Empecé a tartamudear.
–Toma.– Dictó. Tendiéndome una bolsa. –Eleanor y Danielle me dijeron que era indispensable…– Suspiró molesto. –Que chicas más molestas…– Murmuré.
Abrí aquella bolsa. En ella, había dos graciosos gorros de navidad. Uno simple y el otro con cuernitos de reno incluidos. Me eché a reír ingenuamente, saqué el segundo y comenté.
–¡Son adorables!– Le enseñé a Zayn.
–¡Son horribles!– Exclamó él. Seguí riéndome. –¿Qué te parece tan gracioso?– Preguntó.
Cogí el gorro y me lo puse en la cabeza. Le tendí la bolsa a Zayn y sonreí.
–Sólo te imaginaba con el gorro puesto…– Murmuré y sus cejas fueron frunciéndose. –Pero, no creo que seas capaz de ponértelo.– Le tenté.
–¡Por supuesto que no! No porque no sea capaz. Simplemente, porque me parecen horribles.– Cogióla bolsa y echó a andar. –Venga, vamos.–
Le seguí desde atrás. El joven llevaba un anorak negro y unos pantalones negros. Sus bambas rojas y blancas pero, vislumbré una camisa blanca, tras aquel anorak. Zayn, se había arreglado mínimamente para el momento. Seguramente, Eleanor o Danielle le habrían obligado. Volví a sonreír.
Era mágico pasear por esas calles llenas de ilusión y color con él. Zayn se detuvo en el semáforo para pasar. Yo calculé mal y me golpeé con su espalda, por culpa de mi falta de atención.
–Perdona…– Murmuré. Realmente, era un chico alto y corpulento. Cada vez que lo miraba me gustaba más.
Zayn me miró de reojo, se giró lentamente. Con su mirada me contempló detenidamente. Me eché las manos a la cara y empecé a soplar. Se me había olvidado equiparme unos guantes y empezaba a tenerlas congeladas. El semáforo cambió a verde.
–Ya podemos…– Empecé a murmurar.
Zayn se giró por completo y agarró mi mano. La puso en su cara y la mía cambió de color completamente. Su cálida y fina tez ardía comparada con mis gélidas manos. El chico cerró los ojos y deslizó suavemente su mano junto a la mía.
–Estás helada. Te has arreglado tanto y, no has pensado en unos guantes?– Preguntó con la cara seria.
–No, bueno… Se me pasó por alto y…– Mis ojos fueron descendiendo y clavándose en nuestras entrelazadas manos. –Y...–
Zayn sonrió con su perversa sonrisa. Tiró levemente de mi mano y se la metió en el bolsillo junto a la suya. Echó a andar y yo tras él.
–Vamos, antes de que el semáforo se ponga rojo de nuevo.– Comentó. Andando como siempre. Como si no sucediera nada.
Aquel paso de peatones se me hizo eterno. El semáforo parpadeó, volvió a cambiar de color. Está vez, me sentía más identificada con él. Empecé a sonreír estúpidamente. Era como si el frío no hubiese existido nunca. Debajo de aquella gorda capa de ropa nuestras manos estaban unidas. Su mano cubría la mía sin problema alguno y, la mía, ingenua como yo, empezaba a temblar un poco. El moreno no preguntó el porqué. Seguramente pensaba que era por el frío pero, el culpable era él. Siempre él.
Llegamos al local. Zayn dejó su mano salir y soltó la mía fuera del bolsillo.
–Es aquí.– Dijo. Agarró y picó la cobertura de metal que usaban las tiendas para evitar robos.
La puerta empezó a abrirse. El tiempo que tardó fue suficiente para disfrutar de aquel momento que acababan de regalarme. Eché mi mano a la cara y me acaricié con su dorso. La sonrisa en mi rostro parecía ser permanente.
La calidad esencia y el varonil aroma de Zayn, envolvían aquella pequeña parte de mi cuerpo. Sólo una voz, la suya, pudo despertarme de lo que se me estaba empezando a figurar como un sueño.
–¿Vamos?– Preguntó el moreno.
Lo seguí, pasé por aquella puerta y un chico con el mismo color de ojos que Louis pero, de cabello rubio me sonrió. Se quedó cerrando la puerta y yo seguí a Zayn.
–¡Por fin llegas!– Exclamó Eleanor. –¿Y el gorro?– Agarró su bolsa. –¡Zayn póntelo! ¡Mira ella lo lleva puesto!–
Entré en una trastienda decorada con amor e ilusión. Eleanor le gritaba a Zayn y éste se defendía. Harry sonreía y Louis, Liam, Niall y Danielle se incorporaba a seguir colocando cosas.
Junté mis manos, como dos polos opuestos que se atraían. Mezclando la temperatura de ambas y tapándome la sonrisa con ellas.
–Feliz navidad, pequeña…– Me murmuré, increíblemente feliz.
–¡Oye!– Gritó Zayn, sacándose el anorak. –No te quedes ahí y pasa.– Sentenció.
Asentí con la cabeza y entré en aquel pequeño Edén, lleno de una efímera y curiosa felicidad.
- Forbidden and Dangerous | ZM y tú.:
- Parte dos.Capítulo Once./recuerdos de Zayn/
Me perdí en sus ojos azulados. En esos ojos tan vivos, tan resplandecientes.
Desde el primer momento en que la vi, supe que ella estaba hecha para mí.
Era alegre, todos los chicos perdían la cabeza por ella y su cuerpo.
Estaba en el instituto, era un par de años mayor que yo pero, eso no me detuvo.
–¿En qué piensas ahora?– Su voz interfirió en mis pensamientos. –Siempre en tu pequeño mundo, Zayncito.– Pese a que odiaba esos sobrenombres, en su voz sonaba perfectamente tierno y dulce.
–Lo siento, pierdo la cabeza cuando estoy contigo.– La besé suavemente en el cuello y empecé a deslizar mi lengua por su clavícula. Su angelical sonrisa podía romper mis tímpanos, la sentía cerca de mi oído, ella estaba ahí, estaba conmigo. –¡Para! Sabes que me haces cosquillas.– La chica de melena rubia, miró el reloj. –Vaya... Se me ha hecho muy tarde. Tengo que irme.–
La abracé, no la quería dejar escapar de mis brazos. Se veía tan frágil, tan pequeña... Sólo tenía ganas de abrazarla fuerte, nada más.
–Zayn, venga vamos... Tengo que irme... De verdad.– Me besó en la mejilla.
–Hoy no te vas a ir tan fácilmente y lo sabes...– Le mordí suavemente el lóbulo de su oreja, sabía que le encantaba. Enterré mis manos en su calido cuerpo. La besé, la besé muchísimo. –No te puedo dejar ir tan fácilmente.– Le murmuré.
Sus risas sonaron en eco, gritó mi nombre, sus jadeos me ponían loco. Nadie me había llenado tanto como ella…
–Te amo.– Susurré.
En la oscuridad, antes del amanecer, me encontré nuevamente esperando su “yo también”. Ella no estaba ahí. Ya hacía tiempo que se había ido.
Me levanté, posé mis pies en el frío suelo. La cabeza me daba vueltas.
La noche anterior, había bebido como nunca... No era tan fácil olvidarla.
Me senté en el sofá, me eché las manos a la cabeza, apreté fuerte... Parecía que iba a explotar. Cuando abrí los ojos, ahí estaba. Una pequeña revista local de rock. En primicia el cotilleo del día. ¿Qué tienen esos otros labios que no tengan los míos?
Arrojé la revista contra la pared. La rabia me invadió por dentro. Todo el calor que pude sentir un día; ahora, me volvió frío. Y, es que nadie, nunca, me había dejado tan vacío.
Su cariño había desaparecido, su cuerpo le pertenecía a otro pero, no sólo eso, su sonrisa ya no era para mí. Después de todo el tiempo que pasamos juntos... Se fue con un famosillo cantante de la zona y ahí estaba, en aquella revista, cómo el muy imbécil mostraba abiertamente su relación.
Celos. Siempre fueron los celos. Siempre fui una mierda de persona, un egoísta, un seco, un borde... Estoy solo, desde hace mucho tiempo. Demonio era mi única compañía.
El animal posó su cabeza en mis pies y relamía mis manos suavemente.
–Estoy bien pequeño... Estoy...–
Unas lágrimas descendieron lentamente por mis mejillas. No pude ni acabar la frase. ¿A quién quería convencer? Lo había dado todo, lo mejor de mí. Por alguien que sólo buscaba ser reconocida frente a los demás. Alguien que sólo buscaba fama. ¿Una buscona? No tenía palabras...
«La culpa no es de ella, es tuya. Eres un maldito cobarde.» Resonó en mi cabeza.
–¿Qué parte de todo aquello fue real?– Susurré, esperando una respuesta. Miré la revista de reojo. –Sólo necesito que me digas que tus palabras eran sinceras... Sólo dímelo...–
Miré al blanco techo, las lágrimas corrieron por mis mejillas. Cambié lo que pude, di lo mejor de mí. ¿De qué me sirvió?
El corazón empezó a endurecerse día tras día. Un vacío me llenaba por dentro. Nunca nadie volvería a llenarlo... Mis palabras eran cada vez más vacías, cada vez más insensibles.
–Soy patético...– Murmuré, finalmente./fin de los recuerdos de Zayn/
–¿Zayn?– Tragué profundamente. La situación se puso bastante tensa. «¿Por qué tuviste que abrir la boca?» Me pregunté.
El moreno, parpadeó un par de veces. Su rostro, que siempre había sido tan varonil y fuerte, se me figuró algo delicado y débil. ¿Qué le estaba sucediendo?
Sacudió su cabeza y me miró seriamente, con una mirada fría que acompañó perfectamente a sus palabras.
–¿Amar? ¿Quién puede creer en algo así?– Acabó preguntando. –Yo creo que nadie.– Se respondió.
Zayn se incorporó y entró en una de las habitaciones. Creo que se trataba de la cocina.
Mi cuerpo quedó petrificado. ¿Quién cree en algo así? Yo creía en algo así. Los mechones que me había colocado tras la oreja se dejaron caer.
Alguien dijo alguna vez “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”*.
El amor es inocente al principio, te enamoras sin darte cuenta. A veces, otras personas se percatan antes que tú y la otra parte implicada. Yo sabía perfectamente que el joven moreno tenía un noséqué que me hacía perder el norte. Nunca me había parado a pensar qué era lo que él tenía pero, sabía muy bien que ese qué tampoco me importaba.
Quizás, él no se había dado cuenta; cada vez intentaba ser más próxima a él, poder algún día... ¿Gustarle siquiera? Quién sabe. Lo que era seguro es que quería conocerle mejor, saber el por qué de sus ofensivas defensas.
Un flash vino a mi cabeza y recordé aquellas frases: «Yo también tengo uno ¿Sabes? Aunque no lo parezca.» y «Sois todos iguales.».
Tardé en comprender. Sobre el corazón de Zayn pesaba una espina tan grande como una estaca. Era signo del desamor y la desesperanza. Llevaba atado a él una cadena de dolor de la cuál no quería deshacerse. Y, ese dolor, no le hacía más fuerte como el creía si no... Más débil./narrador omnisciente/
En la cocina el joven moreno se mojó el cuello y el rostro con agua. Miró hacia el vació y escuchó el silencio que llenaba su casa. Sus ojos avellanas se perdieron entre la nostalgia de sus recuerdos. Sus cadenas empezaron a balancearse. Él las miró con repugnancia, las agarró con fuerza... Quería arrancárselas.
–No puedo...– Murmuró.
Bajó las manos. Se mordió el labio, cogió una pequeña taza y la llenó de agua. Salió de aquel cuarto y volvió al comedor./narra la protagonista/
Noté su presencia, sabía que había vuelto. Un nudo en la garganta me impediría hablar con claridad. Mi cabeza tampoco pensaba muy ágil.
El joven moreno se sentó a mi lado, me tendió la taza y dijo:
–¿Quieres?– Sonrió hipócritamente, pareciendo ser fuerte. –No tengo otra cosa.– Me mordí la lengua. Asentí con la cabeza. Recogí la taza y di un sorbo.
–Vaya mierda de trabajo nos ha tocado...– Bostezó. –Será mejor que lo terminemos pronto.–
Miré mi reflejo gris en aquella taza. Mi mirada estaba perdida, sumergida en esos pensamientos de duda e incertidumbre.
–¿Estás bien?– Murmuró Zayn acercándose. Preocupado de que no reaccionara. –Oye...– Su cuerpo estaba más cerca, su cara se quedó muy próxima, posó su mano sobre mi hombro.
Puse mis ojos en los suyos. Esos ojos marrones no eran nada comparados con mi oscura lucha interior. Entreabrí los labios sin poder articular palabra. No me puse roja, pese a tenerlo tan cerca... Me sentía triste. Triste por él.
Posé mi mano sobre la suya, Zayn se quedó observando la situación, pegó un pequeño brinco. Empezaba a sentirse incómodo. Le apreté con mi fría mano, aquella mano tan caliente.
–¿Estás bien? ¿Tienes frío...?– Empezó a preocuparse más seriamente. –Oye, contesta.–
–Yo...– Empecé a murmurar.
Zayn se quedó en blanco. De todas las reacciones que podía tener una persona esa, precisamente esa, era la que menos esperaba.
Sonreí, como una ingenua. Tonta, aguantando mi dolor.
Dicen que cuando te enamoras ciegamente, pese a los celos, el egoísmo y otras derivadas, la felicidad del otro es lo que realmente debería importarte.
–Yo sí creo en él.– Concluí sonriente. Con la otra mano acaricié su rostro. Zayn empezó a esbozar una cara de debilidad aún mayor. Apreté levemente y estiré. –Lo que no mata, te tiene que hacer más fuerte, Zayn.–
Volví a incorporarme, empecé a escribir en mi portátil. Zayn se echó la mano a la cara. Le dolía. Como aquella vez en el callejón; esta vez, fui yo quién le despertó de su sueño; o más bien, pesadilla. El chico esbozó una sonrisa endemoniada. Le brillaron los ojos, frunció el ceño y estiró mi mejilla.
–¿Te pensabas que iba a quedar esto así? ¡Pues no!– Dijo, divertido. Con la boca abierta, los ojos entrecerrados, sentí que empezaba a caer mi baba por la abertura que me había generado ese permanente estirón.
–Shain eshtate crietho...– Puse mis manos en su cara. Parecíamos niños, peleándonos. –¡Mghej gueljeeeee!–
El moreno empezó a reírse de mí. Volviendo a ser el mismo Zayn que conocía. Yo intentaba darle golpes con mis manos hasta que aguantó una con las suyas. Dejó de hacer fuerza con la otra. Me miró en silencio.
–Ay... ¡Eso ha dolido, tonto!– Articulé finalmente.
Zayn apenas parpadeó. Se quedó inmóvil mirándome. Sujetando con una mano uno de mis pequeños puños. La otra, la posó sobre mi hombro y, poco a poco, fue descendiendo hasta caer en el sofá. Fue una sutil caricia pero, consiguió hacerme reaccionar. Estábamos demasiado cerca, demasiado juntos... Demasiado ¿Conectados?
Mi corazón empezó a acelerarse, cada vez más, cuanto más pensaba en que debía calmarme; más rápido latía. Temía que hasta Zayn pudiese oírlo latir con tanta fuerza.
Él se aproximo hacía mí... Tragué profundo. Fui entrecerrando los ojos. ¿A quién iba a engañar? El moreno y yo, ya nos habíamos encontrado en situaciones parecidas... Por eso mismo, no quería hacerme la ilusión de que nos iba a unir un fogoso beso. Eso no podría pasar en esa situación por mucho que lo desease.
Zayn sopló, levemente, en mis ojos. Los cerré de la impresión. Soltó mi mano lentamente y se incorporó.
–¿A quién llamas tonto?– Resopló. –Vamos a acabar esto, antes que se nos haga tarde.– Concluyó seriamente.
Lo sabía. Nunca, nunca... Por muy desmotivante que sonara, nunca podría esperar de sus labios una reacción mejor a las que ya había recibido. Por mucho que lo quisiera.
Solté toda la presión exhalando el aire que había retenido. Empecé a teclear...
Por muy raro que sonase, Zayn tenía ideas muy buenas a la hora de interpretar el poema. Debía ser la costumbre, por componer canciones. Aunque su manera de expresarse dejara mucho que desear, conseguimos congeniar perfectamente y acabar el trabajo mejor de lo que esperábamos.
Miré la ventana y ya se veía más oscuro que de costumbre. Se oía algún tímido sonido de lluvia. Habíamos estado tan compenetrados y concentrados en el tema que apenas nos fijamos en nada más. Miré el reloj, era algo tarde, la hora de cenar. Quizás, empezaba a ser hora de marcharse. Al trabajo sólo le hacia falta una relectura para corregir pequeños fallos.
Me estiré y sonreí.
–¿Ves que no ha sido tan difícil?– Le acabé preguntando.
–Menos mal que ya está.– Zayn echó un vistazo al reloj del portátil. –Uf, ya decía yo que tenía hambre.– Se pasó la mano por la barriga.
–Bueno, empieza a ser hora que me empiece a ir, entonces.– Realmente, me moría de ganas que el moreno me insistiera en que me quedara con él pero, simplemente bostezó y se quedó mirando como recogía. «Qué poco cortés eres» Pensé.
Las luces empezaron a parpadear un poco. Miré a Zayn y seguidamente los dos miramos hacia la ventana. Empezó a sonar una lluvia un poco más agitada que la que nos había acompañado durante todo el trabajo.
–No fastidies...– Murmuré.
La luz se fue. En esa pequeña sala solo nos iluminaba la luz de las farolas. Miré a Zayn con cara de preocupación. El joven moreno no me había ofrecido que me quedase aún... Una rabia interna empezó a fluir en mi, suspiré intentándome calmar. ¿Es que a caso iba a dejar que me fuese con ese panorama?
Sus ojos se quedaron mirando la ventana y se entrecerraron. Suspiró.
–Oye, Zayn...– Empecé a entonar, dispuesta a echarle un pequeño sermón sobre modales.
–¿Te gusta la pasta?– Me interrumpió.{...}
Sin querer darme cuenta, estábamos los dos comiendo una pasta fría de la nevera. No me disgustaba, prefería esa clase de comida más como ensalada y no como plato caliente. Le había puesto algo de tomate y queso. Zayn apenas ponía pegas y parecía comerse cualquier cosa. ¿Era eso parte de su rutina?
En silencio, a la luz de una vela casi destrozada, comimos juntos. No podía parar de sonreír ingenuamente. ¿El karma me había empezado a querer un poco?
Ambos acabamos de saborear la comida, yo no pude con todo, el estomago se me había cerrado bastante entre la emoción y los nervios. Zayn se incorporó a llevar su plato.
–Espera, te ayudo a recoger...– Me levanté dispuesta a seguirle con mi plato y vaso.
Una de las cosas que me había enseñado mi madre, era el típico hecho de: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Muchas veces, creía que tenía razón, pensaba que todo tiene su recompensa y su castigo.
Me incorporé y anduve apenas medio comedor. Un mal presentimiento recorrió por mi cuerpo. Demonio, el pequeño gran diablillo de la casa, se relamía el hocico y empezó a acelerar su paso hacia a mi. Retrocedí un poco.
–¿Demonio…? Tranquilo, chi... ¡Aaaaaaaah!– Grité muy fuerte.
Un tremendo ruido se oyó por todo el piso. Zayn salió de la cocina rápidamente para averiguar que era lo que había sucedido.
–¿Qué ha…?– Sus mejillas se inflaron, escupió una enorme carcajada. Se echó a reír desesperadamente. –¿Demonio que has hecho?– Prosiguió riendo.
Estaba tendida en el suelo, el plato estaba encima de mi ropa. Demonio relamía mis brazos y parte del suelo. Con la cara hinchada, sentí la sensación que debió sentir Verónica cuando le deleité con la misma situación. Ni más, ni menos. El juguetón Demonio me había devuelto mi jugarreta. Miré mi ropa, estaba bastante sucia. La situación no me ayudaba de ninguna manera.
Ayudé a Zayn a recoger todo el estropicio, Demonio quedó castigado en el recibidor. El joven moreno no podía aguantarse la risa y, algunas veces, volvía a reírse solo. Yo, simplemente, quería esconderme de mi desgracia. No había forma que pudiera darle una buena imagen de mí. Me quedé de pie, esperando a que se secara un poco mi ropa. Zayn apareció con una camisa que se veía bastante grande.
–Toma, ponte esto y dame lo que llevas.– Me la tiró y recogí al aire.
–Gracias... Pero, no hace falta...– Murmuré nerviosa.
–Vamos, eres una chica, seguro que no te gusta ir así por la calle.– Me miró de arriba a bajo. –Y encima con esa lluvia. ¡Eso sí que sería todo un show!– Se echó a reír maliciosamente y me señaló con la mano el baño.
Su fragancia no era ni dulce, ni violenta. Zayn olía bien. Olía a hombre, tenía un aroma muy peculiar. Aquella camisa desprendía el mismo perfume que toda su ropa. Me quité los pantalones y la camiseta, los doblé. En aquel espejo me visioné y repasé mi cuerpo. Me había puesto una ropa interior bonita, ahora me había dado cuenta. ¿Qué se me había pasado por la cabeza? Seguramente, lo había hecho adrede. Un conjunto sencillo y negro, tampoco era algo sobresaliente pero, sí bastante aceptable para la función que podría desempeñar. Me puse la camisa y fui abrochando los botones, poco a poco. Cerré los ojos y me imaginé abrochándoselos a Zayn de la misma forma.
–Lo que no me pase a mí...– Suspiré.
Me miré al espejo. Un aspecto bastante deplorable. Siempre sabía como dar la peor imagen delante de Zayn. No es que tuviese altos complejos de mi cuerpo pero, todos tenemos defectos. Y, personalmente, me daba mucha vergüenza ir por ahí enseñándolos.
La “larga” camisa, resultó no ser tan larga, sobraba aún media pierna para llegar a la rodilla. ¿Lo habría hecho apropósito?
–¿Za-Zayn?– Salí del cuarto de baño con la ropa cogida con una mano y la otra estirando la camisa para abajo todo el rato.
Zayn apareció y le tendí la ropa sin apenas mirarle. El chico arqueó las cejas, mezcló algo que llevaba en las manos con mi ropa para lavarlo.
–Vaya...– Se mordió el labio inferior y me hizo un descarado repaso. –No pensaba que le fuese a encontrar un uso tan útil a esa camisa que me regaló mi madre.– Sonrió, arqueó las cejas insinuando algo y se marchó.
Me fui al comedor. Me senté como pude en el sofá. «Cálmate, cálmate…¡Cálmate, por favor!» Mi cabeza iba estallar. La situación se estaba yendo de mis manos. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía pasearme así frente al chico que me gustaba? Dios, los nervios y la vergüenza se apoderaban de mí. «Sé valiente, sé valiente...» Acabé dictándome y suspiré.
Toda aquella situación se me asemejaba a una comedia romántica barata, ¿Por qué tenía que pasarme eso justamente hoy?
Una manta cayó sobre mí. Zayn me miró desde lo alto, tras el sofá.
–Eso no se va a secar.– Añadió.
–¿Pero...?– Entonces, «¿Qué iba a hacer yo?» Pensé.
–Está lloviendo, ¿Qué esperabas?– Se cruzó de brazos.
Cogí el móvil y miré la hora. El tiempo se nos había ido de las manos, ya casi eran las doce de la noche. No tenía ropa para irme y estaba lloviendo. Estaba en la casa del chico que me gustaba, con su ropa puesta... ¿Qué más podía pedir? Claramente, la situación no era perfecta pero, me estaba surgiendo una oportunidad. Aunque, no me veía muy convencida de que debiera aprovecharla.
–¿Qué hora es?– Me preguntó.
–Las doce, casi...– Respondí, suspirando. Zayn, soltó un frustrado suspiro y me miró con los brazos cruzados.
–Siéntete afortunada, puedes quedarte ahí esta noche, si quieres.– Bostezó. –No todo el mundo puede dormir en mi casa.– Sonrió pícaramente, dándole un doble sentido a la frase.
¡Zayn! Maldito moreno seductor. Me mordí el labio. Le encantaba jugar con fuego, sin saber que el fuego te quema. Estaba bien. Mi orgullo salió a flote. Si a él le gustaba jugar conmigo, que ya llevaba unas cuantas acumuladas, era hora de devolverle la jugada. Pero, primero, tenía que plantarle cara.
–¡Eres muy descortés!– Me puse de pie y lo miré desafiante. Zayn abrió los ojos como platos.
–¿Perdona?– Frunció las cejas, como si no le hubiese hecho gracia. Hinché mis mejillas me acerqué a él y le dije, por muy infantil que sonara:
–¿Por qué tengo que dormir en el sofá? Y...– Miré la puerta del recibidor, el chico la había abierto ya y Demonio estaba ansioso de entrar cuando su dueño se marchara. –¿Y si Demonio se me echa encima desafiantemente? ¡Piensa un poco!– Me puse a dar botes. Cuando me irritaba mucho tendía a ponerme muy hiperactiva. Una actitud muy contraria a la que tenía con los enfados porque, por muy estúpido que suene, la manera de calmarlos era a través del llanto.
La cara de Zayn era un poema. Resopló con una carcajada ahogada. Me miró y volvió a resoplar. Señaló con su dedo hacía mi cuerpo y sentenció.
–Te esperaba algo... Distinta.– Seguí su señal. Algunos botones desabrochados dejaban ver de más y, además, los botecitos seguramente ayudaron a que eso sucediera.
El moreno sonrió maliciosamente. Le di un pequeño empujón y me metí en su habitación. Le saqué la lengua.
–¡Pervertido!– Le cerré la puerta en la cara y la mantuve aguantando por si intentaba entrar. Escuché a Zayn resoplar.
–¡Si querías dormir en mi cama, sólo tenías que decirlo! ¡No hacía falta hacer tanto teatro!– Se escuchó un ruido pequeño, como si se apoyase contra la puerta. –¿Quién tiene la mente pervertida ahora?–
–¡No te escucho! ¡Buenas noches!– Miré el interior de la habitación. Era un caos, lleno de su ropa y cosas tiradas, su guitarra también estaba ahí, en un rincón. De fondo, Zayn se echó a reír y llamó a Demonio. Escuché como se sentaba en el sofá. Me acomodé en su cama y sonreí. –Gracias...– Murmuré; mientras, acariciaba su almohada.{...}
Aquella misma noche, pensé que nunca iba a acabar. El olor de Zayn estaba en cada rincón, aquellas sábanas también lo habían envuelto a él. Me sentía en un pequeño Edén. No podía dormir, quería disfrutar de toda aquella fragancia y situación. Quizás, nunca más podría dormir en esa cama... Quizás, yo no sería la chica que Zayn besaría con pasión ahí mismo. Por eso, sólo me quedaba aprovechar aquel momento, para almacenar todos aquellos detalles tan suyos que... Nunca me pertenecerían.
*Madre Teresa de Calcuta (1910-1997).
+¿Por qué quieres quedar?Porque quería usar a la Kristen Stewart en alguna novela colectiva y pues ésta fue la única que encontré :meh:
Zarry HorTomPay :)
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Hi. :3
Voy a participar.
Well, creo que iré a por Lou porquees el papel que me parece más fácil :meh: Nah, mentira. tenía ganas de salir con él, porque en HTD (Hey there Delilah) es muy mono, y no sé, me apetece. :3
Pues eso, en un rato te dejo mi caca. ._.
Shau.
Voy a participar.
Well, creo que iré a por Lou porque
Pues eso, en un rato te dejo mi caca. ._.
Shau.
- She's perfect.:
- [Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Nah, a quién queremos engañar, no es perfecta, es lo siguiente. <3
Invitado
Invitado
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
¡Me encantó la idea!, en mi cabeza rondaba una idea aprecida, pero esta es más cúl.
Bueno, me presento: me llamo Angelina, pero llamame angie, tengo 14 años -15 en enero- y soy de España, de Barcelonaaunque vivo en un pueblo de Tarragona.
Leí que tambien eras española
Y otra por aquí de Cataluña
Bueno, si el rol es propio, suelo coger a Niall me lo robaste :evil:
pero si ya está predetermiando; eligo el que me viene más rapido la idea, o me gusta más y estoy entre la alcoholica y drogadictase acerca más a la idea que tenía en mente o la ladrona.
Me lo pienso y te dejo lo que pides+ el gif de la sexy demster y la mini frase.
Aviso que eso será sobre las once de la noche, ya que haré deberes, luego con mis padres iré a ver el clásico en un bar y finalmente veré X Factor UK por internet en directo, como acaba a las once, pues ahí ya estoy libre xD
No sé si esto habrá quedado muy largo, pero ñee, es un foro pa' leer.
ala, mejor ya me despido, hasta las oncema' o meno'.
Bueno, me presento: me llamo Angelina, pero llamame angie, tengo 14 años -15 en enero- y soy de España, de Barcelona
Leí que tambien eras española
Y otra por aquí de Cataluña
Bueno, si el rol es propio, suelo coger a Niall
pero si ya está predetermiando; eligo el que me viene más rapido la idea, o me gusta más y estoy entre la alcoholica y drogadicta
Me lo pienso y te dejo lo que pides
Aviso que eso será sobre las once de la noche, ya que haré deberes, luego con mis padres iré a ver el clásico en un bar y finalmente veré X Factor UK por internet en directo, como acaba a las once, pues ahí ya estoy libre xD
No sé si esto habrá quedado muy largo, pero ñee, es un foro pa' leer.
ala, mejor ya me despido, hasta las once
Spark.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Alex Hastings.
+Nombre Completo: Alexandra Danielle Hastings Carter.
+Edad: Diecinueve años.
+Representante: Sasha Pieterse.
+Chico: Louis Tomlinson.
+Problema que presenta: La ladrona.
+One shot o capitulo de tu autoría
- Mi pequeña caca:
- Capítulo uno.And suddenly happens, something's triggered, and at that time you know things are going to change. And from there nothing will ever be the same... ever.snow.
Octubre de 2010, Doncaster, Inglaterra.
— Hola Jimmy. – saludé a mi compañero al entrar por las puertas automáticas.
— Buenos días, Delilah. Acabo de colocar estas revistas allí y me voy, ¿De acuerdo? – comentó dirigiéndose a los revisteros.
— Claro. – abrí la puerta color caoba que me encontraba cada mañana, con un pequeño cartel en el que apenas se podía leer: “Solo para trabajadores.” Me puse la hortera camiseta naranja de siempre y me recogí el pelo en una trenza. Cuando salí, Jimmy ya no se encontraba ahí.
Me senté detrás del mostrador apoyando el mentón en mis nudillos. Eché un leve suspiro. Odiaba mi vida. Trabajar en una gasolinera en las afueras de Doncaster para pagarte tus necesidades, mientras tu padre está ingresado en un hospital porque le detectaron un cáncer de pulmón, no es una vida muy agradable. Eché un vistazo a mis cicatrices. No podía hacerle eso a mi padre, esperaría a que él muriera para entonces hacerlo yo. Estaba tan sumergida en mis reflexiones que no vi entrar a un joven en el establecimiento.
— Oye, te he preguntado si tenéis tabaco. – alcé mi vista para encontrarme con un apuesto joven castaño, con flequillo decantado hacia un costado y de ojos azulados.
— Eh, sí, tenemos tabaco en ese pasillo de allí. – respondí.
— Gracias. – respondió girando sobre sus tobillos. Al cabo de pocos segundos regresó con una caja de cigarrillos entre sus manos.
— 3,39 libras por favor.
— Aquí tienes. – me otorgó el dinero y luego se quedó parado mirándome. Odiaba eso, no me gustaba que la gente me observara. Es realmente incómodo e irritante.
— ¿Qué estás mirando? – respondí arrugando mi nariz.
— ¿Cómo te llamas? – espetó sin hacer caso a mi pregunta.
— ¿Por qué quieres saber mi nombre?
— ¿Acaso no puedo? – aquello parecía un juego en el que solo se podía responder con otra interpelación.
— Delilah. – respondí abruptamente.
— Delilah. – saboreó mi nombre. – Me gusta.
— Qué bien. – respondí forzando una sonrisa. Siguió mirándome. Ese chico me estaba poniendo de los nervios. - ¿Te vas a ir o quieres que te preste mi puesto?
— Yo me llamo Louis. – explicó encogiendo sus hombros volviendo a hacer caso omiso a mis preguntas. Otro hecho que encuentro insoportable.
— Que me hayas preguntado mi nombre no significa que yo quiera saber el tuyo. – farfullé imitando su acción. – Que tengas un buen día, Louis.
— Igualmente, Daniela.
— Delilah. – corregí molesta. Las puertas de cristal se abrieron ante el chico, y éste salió caminando tranquilamente. Volví a suspirar. “Necesito un cigarrillo.”
Salí afuera mientras encendía el cilindro de papel con mi encendedor negro.
Di una larga calada, y expulsé el humo por la nariz. El olor a gasolina se desprendía en el aire, no había un alma en la carretera. El silencio era corrompido por la radio que sonaba por los altavoces. "Hummingbird" de "Three Brandy Hips". Eran apenas las ocho de la mañana. El frío aire matutino azotó mi rostro, provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
— Mierda. – musité, había olvidado mi cazadora en casa. Empecé a tiritar. Repentinamente noté unos cálidos brazos rodearme suavemente, posicionando una chaqueta en mis hombros. Me giré extrañada para volver a encontrarme con esos ojos azules.
— ¿Tienes frío, Charlotte? – preguntó Louis sonriendo burlón.
— ¡Delilah! – chillé con frustración.
— Oh, cierto, perdóname. – respondió fingiendo sentimiento de culpa.
— ¿Esto a qué ha venido? – pregunté señalando la cazadora negra que me abirgaba.
— Tenías frío, y te la he prestado. Simple. – respondió encogiéndose de hombros.
— Gracias. – respondí sonriendo, gesto que me devolvió. – Siento mi actitud de antes, no se me da bien hacer amigos.
— No pasa nada Del.
— ¿Del?
— ¿Te molesta?
— En absoluto. Es más me gusta, nadie me había llamado así antes.
El silencio se apoderó del lugar, haciendo que la situación se tornara un poco incómoda.
— Debería volver a dentro, quizás llega algún cliente. – dije de repente.
— Oh, cierto, yo debería ir a la universidad. – murmuró Louis mirando sus zapatos.
— Toma. – le otorgué su cazadora, pero la rechazó.
— Da igual, quédatela, ya me la devolverás. – dijo subiendo a su moto.
— Pero ya no la necesito, ¿Por qué no te la puedo dar ahora? – fruncí mi ceño. Él se puso su casco y encendió el motor, éste empezó a rugir, cosa que me sobresaltó.
— Porque así, podré volver a verte. – respondió empezando a acelerar. – Adiós, Del.
— ¡Adiós Louis! – grité. Observé como su moto se iba haciendo más y más pequeña, hasta desaparecer en una curva. No entendía muy bien lo que acababa de suceder, pero me había gustado. Volví a entrar y dejé la cazadora de Louis apoyada en el mostrador. Sonreí, ese chico me había alegrado el día. Me gustaría volver a verlo pronto.
- Ahí va otra :
- Capítulo cuatro.Lucy Stark[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Observé detenidamente mi cuerpo, ahora mojado ya que acababa de salir de la ducha, en el gran espejo del baño, que se encontraba incorporado a mi habitación. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas mientras presionaba mi barriga fuertemente, intentando reducir su tamaño. Hasta que me di por vencida. La frustración invadió mi mente obligándome a provocar mi propio vomito. Introduje dos dedos en mi cavidad bucal, presionando mi lengua ligeramente hacia abajo. Expulsé todo lo ingerido horas antes. Me levanté del suelo secando las gotitas de agua procedentes de mis ojos bruscamente con la manga de mi jersey. Volví a analizarme en el espejo. Asentí en forma de aceptación, aunque me seguía viendo como una bola de grasa, no engordaría más. Recogí mi cabello en un moño y bajé las escaleras pesadamente. “Otro día más.” Pensé. Otro día de invisibilidad ante mis compañeros, miradas de desprecio, burlas… Entré en la cocina, donde encontré a mi padre leyendo el periódico, como siempre.
— Buenos días, cariño. – me saludó mientras me miraba por encima de los papeles blancos. Le dediqué una sonrisa dulce mientras me acercaba a él para besar su mejilla.
— Buenos días. – me observó mientras fruncía el ceño notoriamente.
— ¿Y esas ojeras? – preguntó.
— ¿Cuáles? Papá, creo que deberías ir al oculista… No tengo ojeras. – intenté mostrar obviedad. En realidad sí las tenía, y de hacía días. No podía dormir tranquila, las burlas de mis compañeros resonaban en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos, y la maliciosa sonrisa de Nicole se reflejaba en mi mente. Él solo asintió no muy convencido, volviendo a fijar su vista en el periódico. – Yo ya me voy, que tengas un buen día. – me despedí cerrando la puerta detrás de mí.
Coloqué los auriculares en mis oídos para aislarme del resto del universo. Solo éramos Imagine Dragons, mis auriculares y yo. Caminé fijando mi vista al suelo. No quería ver a nadie, ni tampoco ser vista. Llegué a mi instituto, “Harrow School” o como yo lo llamaba, “Horror School”. El ritmo de mis pasos aumentó al pasar por delante del grupo de Nicole.
— Mirad, la bolita de grasa. – sonrió maliciosamente.
— Vaya, ¿Cuántas veces has vomitado hoy Stark? – comentó otra de esas zorras. El coraje recorrió por mis venas.
— No lo sé, pero creo que el verte de nuevo me está produciendo arcadas. – sonreí falsamente, y seguí mi camino. “¿Qué has hecho Lucy?” me regañaba a mí misma. No quería tener problemas con Nicole y sus amiguitas… Pero el orgullo me venció.
Entré en aquél horrible edificio, dónde cada día derramaba mil y una lágrimas. Bajé mi cabeza, fijando mi vista en mis Converse negras. “Mirad la foca.” Oí comentar a algunos de los chicos populares. En ese instante mi vista se nubló a causa de las lágrimas acumuladas en mis ojos. Intenté retenerlas, pero fue en vano. Abrí mi taquilla guardando los libros en su interior.
— Hola foquita. – la chillona voz de Nicole me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué quieres ahora, Nicole? – me giré de mala gana para mirarla a la cara.
— Cuando ibas caminando se te cayó esto. – Nicole me entregó un pequeño libro de tapas duras color caoba con algunos dibujos en ellas, mi diario. – Así que tú también te ves gorda y asquerosa, no me extraña. Y por cierto, recuerdos a tu madre… Ah no, espera… Está muerta. - agregó mostrando una cínica sonrisa.
Agarré bruscamente el libro que tenía entre sus manos y lo guardé con un gesto rápido en mi bolsa. Ella solo rió burlonamente y se fue caminando como si fuera una diva. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y caían encima de mi jersey gris. Cerré la taquilla con un fuerte golpe y salí corriendo de allí. Corrí sin rumbo alguno, sin saber a dónde iba; solo quería desaparecer de la faz de la tierra en ese mismo instante. No me importaba si no asistía a clases. Salí al exterior del edificio y bajé las escaleras apresuradamente, pero terminé cayendo al suelo.
— Mierda. – murmuré sobando mi rodilla. Me incorporé sentándome en el frío suelo y enterré mis manos en mis cabellos. Las lágrimas seguían corriendo por mi rostro, cayendo al suelo. Pasé ahí sentada un buen rato, al menos la primera hora. Estaba adentrada en mis pensamientos, hasta que vi como llegaban tres chicas y se colocaban a mí alrededor.
— ¿Qué tienes hermosa? – habló una de ellas. Era muy bonita, de cabello castaño largo, y ojos celestes un tanto grisáceos.
— Cosas, problemas. – respondí con la voz quebrada, y de manera fría.
— Soy Jessie Blake, del club de las que odia a las populares y apartada. – se presentó una chica, de cabello negro intenso y ojos cafés obscuros, estirando su mano. La apreté con fuerza. Miré a las demás.
— Ah, yo soy Jo Katherine, pero solo dime Jo o Kat, solo soy apartada. – se presentó la misma chica que había hablado primero sonriendo.
— Y yo soy Paula Smith, pertenezco al grupo de las apartadas por completo. – finalizó la chica restante, sonriendo tiernamente.
— Lucy. – dije en un susurro.- Lucy Stark.
— Un gusto. – respondieron las tres al unísono.
— ¿Que no se supone que deben de estar en clase?- pregunté curiosa, secando las lágrimas que aun se mantenían en mis pómulos.
— -Bien, perdimos Matemáticas gracias a mi.- explicó Jo haciendo una mueca que me pareció bastante graciosa.
— Fue un accidente. – aclaró Jessie. Sonreí por primera vez en días. Realmente esas chicas parecían geniales.
— ¿Y ahora qué hacemos? – pregunté levantándome.
— Debemos esperar a la siguiente clase. – sentenció Paula.
— ¿Por qué no nos sentamos en un banco? – propuso Jo señalando uno con la cabeza. Nos dirigimos a dónde Jo apuntó con la cabeza, y nos dejamos caer en la dura madera ocre. El silencio reinaba en el lugar. Yo pensaba en Nicole, otra vez. ¿Qué habría leído en mi diario? Tenía miedo, mucho miedo. Ahora sabía algunos de mis secretos, pero no todos, ya que algunos los guardaba bajo llave en un cajón de mi cuarto.
Un estruendo provocó que alzara mi vista. Una chica de pelo negro y ondulado acababa de dar un fuerte portazo al coche del que acababa de bajar. Caminó a paso firme, dirigiéndose a las grandes puertas del instituto. Las lágrimas empezaron a surgir de sus ojos. Las cuatro la observamos curiosas.
— ¡Hey! ¡Chica! – exclamó Jessie. La chica nos miró extrañada y luego siguió su camino. Las cuatro nos levantamos y caminamos rápidamente hacia ella. La chica nos iba mirando de reojo hasta que se giró.
— ¡¿Qué queréis, pesadas?! – preguntó llevando sus manos a su cintura. Las lágrimas aun corrían por su rostro.
— ¿Estás bien? – preguntó Jo.
— Sí. – respondió de mala gana.
— ¿Seguro? – agregué yo tímidamente.
— Sí, gracias. – agregó una pequeña sonrisa mientras secaba sus lágrimas. Le devolvimos el gesto.
— No creo que te dejen entrar a ésta hora. – comentó Paula.
— Ya lo sé, debo esperar a la próxima hora. – asintió haciendo una mueca.
Eché un suspiro. Entonces me senté en el suelo. Las demás me miraron extrañadas.
— Lucy, ¿Qué haces? – preguntó Jessie.
— Venid, sentaos. – indiqué sacando un pequeña pelota de goma de mi bolsa. Las demás se sentaron de manera que formamos un círculo. – Soy Lucy Stark, tengo diecisiete años y… sufro bulímia. – confesé apretando la pelota de color violeta entre msi manos. – Te toca. – le pasé la pelota a Paula.
+¿Por qué quieres quedar? Porque, la idea es demasiado cúl y well, sabes que hace tiempo que quería audicionar. La trama me gusta, y quiero estar en un Nc contigo, y todavía debemos hacer una novela juntas. :3 Bueno, me estoy desviando, así que solo te digo que me encantaría quedar, y que aunque no me elijas la leeré igual. c: <3
Invitado
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Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Zarry HorTomPay :) escribió:
- Fichabonita:
Raise Z. Chevalier.
+Nombre Completo: Raise Zephire Chevalier Marechál.
+Edad: Veinte años.
+Representante: Kristen Stewart.
+Chico: Harry Styles.
+Problema que presenta: El putón.
+One shot o capitulo de tu autoría: Te pongo dos porque soy cúl y no me decido.
- Milagros | OS.:
La navidad estaba por todas partes. Mirase donde mirase.
Cuando paseaba por las calles, mirando la cara de los niños, éstos corrían libremente por el parque, sin miedo al frío y con la ilusión en sus ojos.
Hacía tiempo que la navidad ya no era una novedad para mí. Sólo era un día más donde estar con la familia pero, tampoco tenía eso. Ahora, estaba sola en un frío apartamento, no me reencontraría con mi familia, hasta fin de año.
Quedaban muy lejos aquellos días de creer en los milagros navideños.
Di varias vueltas en mi pequeño sofá, era día veinticuatro y aquella noche a las doce, muchas familias, parejas, amigos se desearían feliz navidad.
Miré a mí alrededor y decidí darle un poco de alegría a aquel triste apartamento. Cogí un anorak y salí por aquella puerta. Las tiendas seguían abiertas aunque, hoy cerrarían más pronto. Me acerqué al centro y entré en un pequeño establecimiento de decoraciones.
Estaba vacío, muchas personas iban con prisa a comprar juguetes para sus hijos y comida para su espectacular cena navideña. En caja, había una joven muchacha asiática sonriente que clavaba en mí, sus rasgados ojos.
Cogí algunas decoraciones y un curioso peluche en forma de reno.
–Esta noche es nuestra, pequeño. – Murmuré sonriente a aquel adorable peluche. Él sería mi única compañía en el día de hoy.
Me acerqué a caja y pagué aquellos complementos. Sonreí modestamente y salí con una bolsa que se rompió nada más girar la esquina.
–Maldita suerte la mía…– Suspiré, haciendo de mi bocanada de aire una pequeña nube.
Llevé la bolsa como si fuese una de aquellas bolsas americanas. Abrazada a ella, sentía el suave tacto de aquel pequeño peluche.
Era tarde, las tiendas ya estaban cerrando. Había salido justo a tiempo para comprar todo aquello. Si hubiese tardado un poco más, no lo hubiese logrado.
Entré en el edificio y, posteriormente, entré en mi apartamento. Dejé la bolsa en la mesa y empecé a decorar la habitación. La habitación empezó a tomar un nuevo color, una nueva luz. Sonreí ingenuamente. Sería verdad que la navidad es una época llena de alegría.
Puse aquel curioso peluche en la entrada y le sonreí.
–Espero que Papá Noel se alegre de encontrarte.– Sonreí. –Aunque, eso no vaya a pasar.–
Me retiré y encendí el televisor. Los canales estaban llenos de programas grabados hace tiempo pero, que se emitían en este día. Era mejor que nada; aunque, a veces, me entraban ganas de coger un DVD y cambiarlos por una película cualquiera.
Mi teléfono empezó a sonar vivazmente. No tenía mucha prisa en cogerlo. Seguramente, era mi madre preguntando por cómo se presentaba aquella noche. Me equivocaba. Su nombre estaba escrito en la pantalla y el móvil empezaba a sonar más fuerte. Una cálida sensación invadió mi corazón. ¿Podría ser posible…?
–¿Zayn?– Descolgué y esperé encontrar su voz.
–¡Por fin contestas!– Una melodiosa y femenina voz sonó desde el otro lado. –¡Soy Eleanor! ¿Qué estás haciendo ahora?–
–¿Eleanor…? ¿Qué haces con el móvil de…?– Muchas preguntas venían a mi cabeza.
–¡Harry!– Gritó. –¡No! Esa bandeja tiene que estar hacía el otro lado. ¡Tiene que estar todo perfecto!
¿Harry? ¿Eleanor? ¿Móvil de Zayn? Poco a poco, las piezas iban encajando y las dudas se disipaban. Se estaban reuniendo para celebrar algo pero, su llamada…
–Perdona...– Habló nuevamente. –¿Qué estabas haciendo?–
–Realmente, no estaba…– Empecé a explicarme.
–¡Oye! Me vas a gastar el dinero de mi teléfono.– Se oyó replicar su fogosa voz. Ahí estaba; él también, Zayn.
–¡Shhht! Dejad de distraerme.– Sentenciaba Eleanor. –Oye, ¿Quieres venir? Vamos a celebrar la navidad en la trastienda de Louis. Lo estamos colocando todo y… ¡Louis dale eso a Zayn, por favor!– Se interrumpía ella misma. –Bueno, ¿Qué me dices?– Pude sentir como su voz transmitía una cálida sonrisa.
–¡Claro que me gustaría ir!– Exclamé. Me hacía mucha ilusión; aunque, se me hacía raro… No es que nos conociéramos mucho pero, fue un noble acto por parte de Eleanor. Sólo tenía un problema. –Pero, … Yo no sé dónde queda esa tienda exactamente.–
–¡Tranquila no hay problema!– Exclamó. Tapó un poco el móvil pero, se le escuchó claramente hablar. –¡Zayn ve a buscarla!–
–¿Qué? ¿Por qué tengo que ir yo?– Se quejaba el moreno. –¡Que vaya Harry!–
–¿Eh?– Exclamó Harry. –Por mí, no hay problema pero, … Estoy ayudando a Louis, Niall y Liam con esto.–
–¡No! Zayn, agarra lo que te dio Louis y ve.– Le ordenó Eleanor. Realmente, era una chica clara y estricta. Muy convincente. Destapó el móvil y volvió a hablarme. –¿Estás? Ahora te mando a Zayn, en media hora está ahí. ¡Zayn espabila!– Exclamó finalmente. –¡Hasta ahora!–
–Hasta…– No me dio tiempo a acabar la frase. Al otro lado, sólo se oía un repetitivo y molesto sonido. –¿Qué ha pasado?– Me pregunté. Bajé mi teléfono y miré mi reflejo. –¡Oh no! ¡Tengo que arreglarme un poco!–
Fui a mi habitación y revolví todo el armario. No podía ponerme excesivamente elegante, ni tampoco totalmente informal. No sabía que elegir y el reloj, cada vez, marcaba una hora más próxima a la llegada de aquel moreno que hacia temblar mis piernas.
Finalmente, me puse unas medias lanosas grises y recogí un largo jersey negro que caía suavemente de un hombro. El calzado que me acompañaría serían unas cómodas botas altas negras.
Corrí rápidamente. Fui al baño. Me peiné. Probé miles de peinados pero, me amargué y acabé por volcarme todo el cabello hacía un lado. Me maquillé los ojos más detalladamente de lo que solía hacer e incluso remarqué mis labios con un tono bastante rojizo. Ya estaba lista.
–¡Tiempo récord!– Suspiré. Me senté en el sofá. Esperaba el momento con los nervios a flor de piel. Tenía todo preparado. Sólo tenía que oír el timbre, exclamar un “ya voy” y salir. Pero, a la salida estaría él. Aquel moreno que me tenía loca.
El timbre sonó. Pegué un brinco, recogí las cosas y cogí el telefonillo con el pulso temblando.
–¿Sí?– Pregunté. “¡Estúpida!” murmuró mi consciencia. ¿Para qué preguntaba? Sólo podría ser él.
–Soy yo.– Sentenció algo malhumorado. –Baja, anda.–
–Voy…– Colgué y me puse una chaqueta gorda. Busqué las llaves en el bolso y abrí la puerta.
La puerta se fue cerrando, poco a poco, puse la llave para cerrarla bien. De repente, ante mis ojos estaba aquel reno de peluche. Sonreí, con una amplia sonrisa.
–Parece ser que los milagros existen después de todo…– Le confesé, figurándoseme que me contestaba con una sonrisa ingenua.
Salí por el portal y ahí estaba. Mirando al cielo estrellado con sus castaños ojos. Las bocanadas de aire de su boca salían lentamente. Oyó la puerta cerrar y miró hacia mí. Su fría mirada se encontró, nuevamente, con la mía. Otra vez, solos. Otra vez, tú y yo.
–Buenas. Disculpa por…– Empecé a tartamudear.
–Toma.– Dictó. Tendiéndome una bolsa. –Eleanor y Danielle me dijeron que era indispensable…– Suspiró molesto. –Que chicas más molestas…– Murmuré.
Abrí aquella bolsa. En ella, había dos graciosos gorros de navidad. Uno simple y el otro con cuernitos de reno incluidos. Me eché a reír ingenuamente, saqué el segundo y comenté.
–¡Son adorables!– Le enseñé a Zayn.
–¡Son horribles!– Exclamó él. Seguí riéndome. –¿Qué te parece tan gracioso?– Preguntó.
Cogí el gorro y me lo puse en la cabeza. Le tendí la bolsa a Zayn y sonreí.
–Sólo te imaginaba con el gorro puesto…– Murmuré y sus cejas fueron frunciéndose. –Pero, no creo que seas capaz de ponértelo.– Le tenté.
–¡Por supuesto que no! No porque no sea capaz. Simplemente, porque me parecen horribles.– Cogióla bolsa y echó a andar. –Venga, vamos.–
Le seguí desde atrás. El joven llevaba un anorak negro y unos pantalones negros. Sus bambas rojas y blancas pero, vislumbré una camisa blanca, tras aquel anorak. Zayn, se había arreglado mínimamente para el momento. Seguramente, Eleanor o Danielle le habrían obligado. Volví a sonreír.
Era mágico pasear por esas calles llenas de ilusión y color con él. Zayn se detuvo en el semáforo para pasar. Yo calculé mal y me golpeé con su espalda, por culpa de mi falta de atención.
–Perdona…– Murmuré. Realmente, era un chico alto y corpulento. Cada vez que lo miraba me gustaba más.
Zayn me miró de reojo, se giró lentamente. Con su mirada me contempló detenidamente. Me eché las manos a la cara y empecé a soplar. Se me había olvidado equiparme unos guantes y empezaba a tenerlas congeladas. El semáforo cambió a verde.
–Ya podemos…– Empecé a murmurar.
Zayn se giró por completo y agarró mi mano. La puso en su cara y la mía cambió de color completamente. Su cálida y fina tez ardía comparada con mis gélidas manos. El chico cerró los ojos y deslizó suavemente su mano junto a la mía.
–Estás helada. Te has arreglado tanto y, no has pensado en unos guantes?– Preguntó con la cara seria.
–No, bueno… Se me pasó por alto y…– Mis ojos fueron descendiendo y clavándose en nuestras entrelazadas manos. –Y...–
Zayn sonrió con su perversa sonrisa. Tiró levemente de mi mano y se la metió en el bolsillo junto a la suya. Echó a andar y yo tras él.
–Vamos, antes de que el semáforo se ponga rojo de nuevo.– Comentó. Andando como siempre. Como si no sucediera nada.
Aquel paso de peatones se me hizo eterno. El semáforo parpadeó, volvió a cambiar de color. Está vez, me sentía más identificada con él. Empecé a sonreír estúpidamente. Era como si el frío no hubiese existido nunca. Debajo de aquella gorda capa de ropa nuestras manos estaban unidas. Su mano cubría la mía sin problema alguno y, la mía, ingenua como yo, empezaba a temblar un poco. El moreno no preguntó el porqué. Seguramente pensaba que era por el frío pero, el culpable era él. Siempre él.
Llegamos al local. Zayn dejó su mano salir y soltó la mía fuera del bolsillo.
–Es aquí.– Dijo. Agarró y picó la cobertura de metal que usaban las tiendas para evitar robos.
La puerta empezó a abrirse. El tiempo que tardó fue suficiente para disfrutar de aquel momento que acababan de regalarme. Eché mi mano a la cara y me acaricié con su dorso. La sonrisa en mi rostro parecía ser permanente.
La calidad esencia y el varonil aroma de Zayn, envolvían aquella pequeña parte de mi cuerpo. Sólo una voz, la suya, pudo despertarme de lo que se me estaba empezando a figurar como un sueño.
–¿Vamos?– Preguntó el moreno.
Lo seguí, pasé por aquella puerta y un chico con el mismo color de ojos que Louis pero, de cabello rubio me sonrió. Se quedó cerrando la puerta y yo seguí a Zayn.
–¡Por fin llegas!– Exclamó Eleanor. –¿Y el gorro?– Agarró su bolsa. –¡Zayn póntelo! ¡Mira ella lo lleva puesto!–
Entré en una trastienda decorada con amor e ilusión. Eleanor le gritaba a Zayn y éste se defendía. Harry sonreía y Louis, Liam, Niall y Danielle se incorporaba a seguir colocando cosas.
Junté mis manos, como dos polos opuestos que se atraían. Mezclando la temperatura de ambas y tapándome la sonrisa con ellas.
–Feliz navidad, pequeña…– Me murmuré, increíblemente feliz.
–¡Oye!– Gritó Zayn, sacándose el anorak. –No te quedes ahí y pasa.– Sentenció.
Asentí con la cabeza y entré en aquel pequeño Edén, lleno de una efímera y curiosa felicidad.
- Forbidden and Dangerous | ZM y tú.:
Parte dos.Capítulo Once./recuerdos de Zayn/
Me perdí en sus ojos azulados. En esos ojos tan vivos, tan resplandecientes.
Desde el primer momento en que la vi, supe que ella estaba hecha para mí.
Era alegre, todos los chicos perdían la cabeza por ella y su cuerpo.
Estaba en el instituto, era un par de años mayor que yo pero, eso no me detuvo.
–¿En qué piensas ahora?– Su voz interfirió en mis pensamientos. –Siempre en tu pequeño mundo, Zayncito.– Pese a que odiaba esos sobrenombres, en su voz sonaba perfectamente tierno y dulce.
–Lo siento, pierdo la cabeza cuando estoy contigo.– La besé suavemente en el cuello y empecé a deslizar mi lengua por su clavícula. Su angelical sonrisa podía romper mis tímpanos, la sentía cerca de mi oído, ella estaba ahí, estaba conmigo. –¡Para! Sabes que me haces cosquillas.– La chica de melena rubia, miró el reloj. –Vaya... Se me ha hecho muy tarde. Tengo que irme.–
La abracé, no la quería dejar escapar de mis brazos. Se veía tan frágil, tan pequeña... Sólo tenía ganas de abrazarla fuerte, nada más.
–Zayn, venga vamos... Tengo que irme... De verdad.– Me besó en la mejilla.
–Hoy no te vas a ir tan fácilmente y lo sabes...– Le mordí suavemente el lóbulo de su oreja, sabía que le encantaba. Enterré mis manos en su calido cuerpo. La besé, la besé muchísimo. –No te puedo dejar ir tan fácilmente.– Le murmuré.
Sus risas sonaron en eco, gritó mi nombre, sus jadeos me ponían loco. Nadie me había llenado tanto como ella…
–Te amo.– Susurré.
En la oscuridad, antes del amanecer, me encontré nuevamente esperando su “yo también”. Ella no estaba ahí. Ya hacía tiempo que se había ido.
Me levanté, posé mis pies en el frío suelo. La cabeza me daba vueltas.
La noche anterior, había bebido como nunca... No era tan fácil olvidarla.
Me senté en el sofá, me eché las manos a la cabeza, apreté fuerte... Parecía que iba a explotar. Cuando abrí los ojos, ahí estaba. Una pequeña revista local de rock. En primicia el cotilleo del día. ¿Qué tienen esos otros labios que no tengan los míos?
Arrojé la revista contra la pared. La rabia me invadió por dentro. Todo el calor que pude sentir un día; ahora, me volvió frío. Y, es que nadie, nunca, me había dejado tan vacío.
Su cariño había desaparecido, su cuerpo le pertenecía a otro pero, no sólo eso, su sonrisa ya no era para mí. Después de todo el tiempo que pasamos juntos... Se fue con un famosillo cantante de la zona y ahí estaba, en aquella revista, cómo el muy imbécil mostraba abiertamente su relación.
Celos. Siempre fueron los celos. Siempre fui una mierda de persona, un egoísta, un seco, un borde... Estoy solo, desde hace mucho tiempo. Demonio era mi única compañía.
El animal posó su cabeza en mis pies y relamía mis manos suavemente.
–Estoy bien pequeño... Estoy...–
Unas lágrimas descendieron lentamente por mis mejillas. No pude ni acabar la frase. ¿A quién quería convencer? Lo había dado todo, lo mejor de mí. Por alguien que sólo buscaba ser reconocida frente a los demás. Alguien que sólo buscaba fama. ¿Una buscona? No tenía palabras...
«La culpa no es de ella, es tuya. Eres un maldito cobarde.» Resonó en mi cabeza.
–¿Qué parte de todo aquello fue real?– Susurré, esperando una respuesta. Miré la revista de reojo. –Sólo necesito que me digas que tus palabras eran sinceras... Sólo dímelo...–
Miré al blanco techo, las lágrimas corrieron por mis mejillas. Cambié lo que pude, di lo mejor de mí. ¿De qué me sirvió?
El corazón empezó a endurecerse día tras día. Un vacío me llenaba por dentro. Nunca nadie volvería a llenarlo... Mis palabras eran cada vez más vacías, cada vez más insensibles.
–Soy patético...– Murmuré, finalmente./fin de los recuerdos de Zayn/
–¿Zayn?– Tragué profundamente. La situación se puso bastante tensa. «¿Por qué tuviste que abrir la boca?» Me pregunté.
El moreno, parpadeó un par de veces. Su rostro, que siempre había sido tan varonil y fuerte, se me figuró algo delicado y débil. ¿Qué le estaba sucediendo?
Sacudió su cabeza y me miró seriamente, con una mirada fría que acompañó perfectamente a sus palabras.
–¿Amar? ¿Quién puede creer en algo así?– Acabó preguntando. –Yo creo que nadie.– Se respondió.
Zayn se incorporó y entró en una de las habitaciones. Creo que se trataba de la cocina.
Mi cuerpo quedó petrificado. ¿Quién cree en algo así? Yo creía en algo así. Los mechones que me había colocado tras la oreja se dejaron caer.
Alguien dijo alguna vez “Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”*.
El amor es inocente al principio, te enamoras sin darte cuenta. A veces, otras personas se percatan antes que tú y la otra parte implicada. Yo sabía perfectamente que el joven moreno tenía un noséqué que me hacía perder el norte. Nunca me había parado a pensar qué era lo que él tenía pero, sabía muy bien que ese qué tampoco me importaba.
Quizás, él no se había dado cuenta; cada vez intentaba ser más próxima a él, poder algún día... ¿Gustarle siquiera? Quién sabe. Lo que era seguro es que quería conocerle mejor, saber el por qué de sus ofensivas defensas.
Un flash vino a mi cabeza y recordé aquellas frases: «Yo también tengo uno ¿Sabes? Aunque no lo parezca.» y «Sois todos iguales.».
Tardé en comprender. Sobre el corazón de Zayn pesaba una espina tan grande como una estaca. Era signo del desamor y la desesperanza. Llevaba atado a él una cadena de dolor de la cuál no quería deshacerse. Y, ese dolor, no le hacía más fuerte como el creía si no... Más débil./narrador omnisciente/
En la cocina el joven moreno se mojó el cuello y el rostro con agua. Miró hacia el vació y escuchó el silencio que llenaba su casa. Sus ojos avellanas se perdieron entre la nostalgia de sus recuerdos. Sus cadenas empezaron a balancearse. Él las miró con repugnancia, las agarró con fuerza... Quería arrancárselas.
–No puedo...– Murmuró.
Bajó las manos. Se mordió el labio, cogió una pequeña taza y la llenó de agua. Salió de aquel cuarto y volvió al comedor./narra la protagonista/
Noté su presencia, sabía que había vuelto. Un nudo en la garganta me impediría hablar con claridad. Mi cabeza tampoco pensaba muy ágil.
El joven moreno se sentó a mi lado, me tendió la taza y dijo:
–¿Quieres?– Sonrió hipócritamente, pareciendo ser fuerte. –No tengo otra cosa.– Me mordí la lengua. Asentí con la cabeza. Recogí la taza y di un sorbo.
–Vaya mierda de trabajo nos ha tocado...– Bostezó. –Será mejor que lo terminemos pronto.–
Miré mi reflejo gris en aquella taza. Mi mirada estaba perdida, sumergida en esos pensamientos de duda e incertidumbre.
–¿Estás bien?– Murmuró Zayn acercándose. Preocupado de que no reaccionara. –Oye...– Su cuerpo estaba más cerca, su cara se quedó muy próxima, posó su mano sobre mi hombro.
Puse mis ojos en los suyos. Esos ojos marrones no eran nada comparados con mi oscura lucha interior. Entreabrí los labios sin poder articular palabra. No me puse roja, pese a tenerlo tan cerca... Me sentía triste. Triste por él.
Posé mi mano sobre la suya, Zayn se quedó observando la situación, pegó un pequeño brinco. Empezaba a sentirse incómodo. Le apreté con mi fría mano, aquella mano tan caliente.
–¿Estás bien? ¿Tienes frío...?– Empezó a preocuparse más seriamente. –Oye, contesta.–
–Yo...– Empecé a murmurar.
Zayn se quedó en blanco. De todas las reacciones que podía tener una persona esa, precisamente esa, era la que menos esperaba.
Sonreí, como una ingenua. Tonta, aguantando mi dolor.
Dicen que cuando te enamoras ciegamente, pese a los celos, el egoísmo y otras derivadas, la felicidad del otro es lo que realmente debería importarte.
–Yo sí creo en él.– Concluí sonriente. Con la otra mano acaricié su rostro. Zayn empezó a esbozar una cara de debilidad aún mayor. Apreté levemente y estiré. –Lo que no mata, te tiene que hacer más fuerte, Zayn.–
Volví a incorporarme, empecé a escribir en mi portátil. Zayn se echó la mano a la cara. Le dolía. Como aquella vez en el callejón; esta vez, fui yo quién le despertó de su sueño; o más bien, pesadilla. El chico esbozó una sonrisa endemoniada. Le brillaron los ojos, frunció el ceño y estiró mi mejilla.
–¿Te pensabas que iba a quedar esto así? ¡Pues no!– Dijo, divertido. Con la boca abierta, los ojos entrecerrados, sentí que empezaba a caer mi baba por la abertura que me había generado ese permanente estirón.
–Shain eshtate crietho...– Puse mis manos en su cara. Parecíamos niños, peleándonos. –¡Mghej gueljeeeee!–
El moreno empezó a reírse de mí. Volviendo a ser el mismo Zayn que conocía. Yo intentaba darle golpes con mis manos hasta que aguantó una con las suyas. Dejó de hacer fuerza con la otra. Me miró en silencio.
–Ay... ¡Eso ha dolido, tonto!– Articulé finalmente.
Zayn apenas parpadeó. Se quedó inmóvil mirándome. Sujetando con una mano uno de mis pequeños puños. La otra, la posó sobre mi hombro y, poco a poco, fue descendiendo hasta caer en el sofá. Fue una sutil caricia pero, consiguió hacerme reaccionar. Estábamos demasiado cerca, demasiado juntos... Demasiado ¿Conectados?
Mi corazón empezó a acelerarse, cada vez más, cuanto más pensaba en que debía calmarme; más rápido latía. Temía que hasta Zayn pudiese oírlo latir con tanta fuerza.
Él se aproximo hacía mí... Tragué profundo. Fui entrecerrando los ojos. ¿A quién iba a engañar? El moreno y yo, ya nos habíamos encontrado en situaciones parecidas... Por eso mismo, no quería hacerme la ilusión de que nos iba a unir un fogoso beso. Eso no podría pasar en esa situación por mucho que lo desease.
Zayn sopló, levemente, en mis ojos. Los cerré de la impresión. Soltó mi mano lentamente y se incorporó.
–¿A quién llamas tonto?– Resopló. –Vamos a acabar esto, antes que se nos haga tarde.– Concluyó seriamente.
Lo sabía. Nunca, nunca... Por muy desmotivante que sonara, nunca podría esperar de sus labios una reacción mejor a las que ya había recibido. Por mucho que lo quisiera.
Solté toda la presión exhalando el aire que había retenido. Empecé a teclear...
Por muy raro que sonase, Zayn tenía ideas muy buenas a la hora de interpretar el poema. Debía ser la costumbre, por componer canciones. Aunque su manera de expresarse dejara mucho que desear, conseguimos congeniar perfectamente y acabar el trabajo mejor de lo que esperábamos.
Miré la ventana y ya se veía más oscuro que de costumbre. Se oía algún tímido sonido de lluvia. Habíamos estado tan compenetrados y concentrados en el tema que apenas nos fijamos en nada más. Miré el reloj, era algo tarde, la hora de cenar. Quizás, empezaba a ser hora de marcharse. Al trabajo sólo le hacia falta una relectura para corregir pequeños fallos.
Me estiré y sonreí.
–¿Ves que no ha sido tan difícil?– Le acabé preguntando.
–Menos mal que ya está.– Zayn echó un vistazo al reloj del portátil. –Uf, ya decía yo que tenía hambre.– Se pasó la mano por la barriga.
–Bueno, empieza a ser hora que me empiece a ir, entonces.– Realmente, me moría de ganas que el moreno me insistiera en que me quedara con él pero, simplemente bostezó y se quedó mirando como recogía. «Qué poco cortés eres» Pensé.
Las luces empezaron a parpadear un poco. Miré a Zayn y seguidamente los dos miramos hacia la ventana. Empezó a sonar una lluvia un poco más agitada que la que nos había acompañado durante todo el trabajo.
–No fastidies...– Murmuré.
La luz se fue. En esa pequeña sala solo nos iluminaba la luz de las farolas. Miré a Zayn con cara de preocupación. El joven moreno no me había ofrecido que me quedase aún... Una rabia interna empezó a fluir en mi, suspiré intentándome calmar. ¿Es que a caso iba a dejar que me fuese con ese panorama?
Sus ojos se quedaron mirando la ventana y se entrecerraron. Suspiró.
–Oye, Zayn...– Empecé a entonar, dispuesta a echarle un pequeño sermón sobre modales.
–¿Te gusta la pasta?– Me interrumpió.{...}
Sin querer darme cuenta, estábamos los dos comiendo una pasta fría de la nevera. No me disgustaba, prefería esa clase de comida más como ensalada y no como plato caliente. Le había puesto algo de tomate y queso. Zayn apenas ponía pegas y parecía comerse cualquier cosa. ¿Era eso parte de su rutina?
En silencio, a la luz de una vela casi destrozada, comimos juntos. No podía parar de sonreír ingenuamente. ¿El karma me había empezado a querer un poco?
Ambos acabamos de saborear la comida, yo no pude con todo, el estomago se me había cerrado bastante entre la emoción y los nervios. Zayn se incorporó a llevar su plato.
–Espera, te ayudo a recoger...– Me levanté dispuesta a seguirle con mi plato y vaso.
Una de las cosas que me había enseñado mi madre, era el típico hecho de: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Muchas veces, creía que tenía razón, pensaba que todo tiene su recompensa y su castigo.
Me incorporé y anduve apenas medio comedor. Un mal presentimiento recorrió por mi cuerpo. Demonio, el pequeño gran diablillo de la casa, se relamía el hocico y empezó a acelerar su paso hacia a mi. Retrocedí un poco.
–¿Demonio…? Tranquilo, chi... ¡Aaaaaaaah!– Grité muy fuerte.
Un tremendo ruido se oyó por todo el piso. Zayn salió de la cocina rápidamente para averiguar que era lo que había sucedido.
–¿Qué ha…?– Sus mejillas se inflaron, escupió una enorme carcajada. Se echó a reír desesperadamente. –¿Demonio que has hecho?– Prosiguió riendo.
Estaba tendida en el suelo, el plato estaba encima de mi ropa. Demonio relamía mis brazos y parte del suelo. Con la cara hinchada, sentí la sensación que debió sentir Verónica cuando le deleité con la misma situación. Ni más, ni menos. El juguetón Demonio me había devuelto mi jugarreta. Miré mi ropa, estaba bastante sucia. La situación no me ayudaba de ninguna manera.
Ayudé a Zayn a recoger todo el estropicio, Demonio quedó castigado en el recibidor. El joven moreno no podía aguantarse la risa y, algunas veces, volvía a reírse solo. Yo, simplemente, quería esconderme de mi desgracia. No había forma que pudiera darle una buena imagen de mí. Me quedé de pie, esperando a que se secara un poco mi ropa. Zayn apareció con una camisa que se veía bastante grande.
–Toma, ponte esto y dame lo que llevas.– Me la tiró y recogí al aire.
–Gracias... Pero, no hace falta...– Murmuré nerviosa.
–Vamos, eres una chica, seguro que no te gusta ir así por la calle.– Me miró de arriba a bajo. –Y encima con esa lluvia. ¡Eso sí que sería todo un show!– Se echó a reír maliciosamente y me señaló con la mano el baño.
Su fragancia no era ni dulce, ni violenta. Zayn olía bien. Olía a hombre, tenía un aroma muy peculiar. Aquella camisa desprendía el mismo perfume que toda su ropa. Me quité los pantalones y la camiseta, los doblé. En aquel espejo me visioné y repasé mi cuerpo. Me había puesto una ropa interior bonita, ahora me había dado cuenta. ¿Qué se me había pasado por la cabeza? Seguramente, lo había hecho adrede. Un conjunto sencillo y negro, tampoco era algo sobresaliente pero, sí bastante aceptable para la función que podría desempeñar. Me puse la camisa y fui abrochando los botones, poco a poco. Cerré los ojos y me imaginé abrochándoselos a Zayn de la misma forma.
–Lo que no me pase a mí...– Suspiré.
Me miré al espejo. Un aspecto bastante deplorable. Siempre sabía como dar la peor imagen delante de Zayn. No es que tuviese altos complejos de mi cuerpo pero, todos tenemos defectos. Y, personalmente, me daba mucha vergüenza ir por ahí enseñándolos.
La “larga” camisa, resultó no ser tan larga, sobraba aún media pierna para llegar a la rodilla. ¿Lo habría hecho apropósito?
–¿Za-Zayn?– Salí del cuarto de baño con la ropa cogida con una mano y la otra estirando la camisa para abajo todo el rato.
Zayn apareció y le tendí la ropa sin apenas mirarle. El chico arqueó las cejas, mezcló algo que llevaba en las manos con mi ropa para lavarlo.
–Vaya...– Se mordió el labio inferior y me hizo un descarado repaso. –No pensaba que le fuese a encontrar un uso tan útil a esa camisa que me regaló mi madre.– Sonrió, arqueó las cejas insinuando algo y se marchó.
Me fui al comedor. Me senté como pude en el sofá. «Cálmate, cálmate…¡Cálmate, por favor!» Mi cabeza iba estallar. La situación se estaba yendo de mis manos. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía pasearme así frente al chico que me gustaba? Dios, los nervios y la vergüenza se apoderaban de mí. «Sé valiente, sé valiente...» Acabé dictándome y suspiré.
Toda aquella situación se me asemejaba a una comedia romántica barata, ¿Por qué tenía que pasarme eso justamente hoy?
Una manta cayó sobre mí. Zayn me miró desde lo alto, tras el sofá.
–Eso no se va a secar.– Añadió.
–¿Pero...?– Entonces, «¿Qué iba a hacer yo?» Pensé.
–Está lloviendo, ¿Qué esperabas?– Se cruzó de brazos.
Cogí el móvil y miré la hora. El tiempo se nos había ido de las manos, ya casi eran las doce de la noche. No tenía ropa para irme y estaba lloviendo. Estaba en la casa del chico que me gustaba, con su ropa puesta... ¿Qué más podía pedir? Claramente, la situación no era perfecta pero, me estaba surgiendo una oportunidad. Aunque, no me veía muy convencida de que debiera aprovecharla.
–¿Qué hora es?– Me preguntó.
–Las doce, casi...– Respondí, suspirando. Zayn, soltó un frustrado suspiro y me miró con los brazos cruzados.
–Siéntete afortunada, puedes quedarte ahí esta noche, si quieres.– Bostezó. –No todo el mundo puede dormir en mi casa.– Sonrió pícaramente, dándole un doble sentido a la frase.
¡Zayn! Maldito moreno seductor. Me mordí el labio. Le encantaba jugar con fuego, sin saber que el fuego te quema. Estaba bien. Mi orgullo salió a flote. Si a él le gustaba jugar conmigo, que ya llevaba unas cuantas acumuladas, era hora de devolverle la jugada. Pero, primero, tenía que plantarle cara.
–¡Eres muy descortés!– Me puse de pie y lo miré desafiante. Zayn abrió los ojos como platos.
–¿Perdona?– Frunció las cejas, como si no le hubiese hecho gracia. Hinché mis mejillas me acerqué a él y le dije, por muy infantil que sonara:
–¿Por qué tengo que dormir en el sofá? Y...– Miré la puerta del recibidor, el chico la había abierto ya y Demonio estaba ansioso de entrar cuando su dueño se marchara. –¿Y si Demonio se me echa encima desafiantemente? ¡Piensa un poco!– Me puse a dar botes. Cuando me irritaba mucho tendía a ponerme muy hiperactiva. Una actitud muy contraria a la que tenía con los enfados porque, por muy estúpido que suene, la manera de calmarlos era a través del llanto.
La cara de Zayn era un poema. Resopló con una carcajada ahogada. Me miró y volvió a resoplar. Señaló con su dedo hacía mi cuerpo y sentenció.
–Te esperaba algo... Distinta.– Seguí su señal. Algunos botones desabrochados dejaban ver de más y, además, los botecitos seguramente ayudaron a que eso sucediera.
El moreno sonrió maliciosamente. Le di un pequeño empujón y me metí en su habitación. Le saqué la lengua.
–¡Pervertido!– Le cerré la puerta en la cara y la mantuve aguantando por si intentaba entrar. Escuché a Zayn resoplar.
–¡Si querías dormir en mi cama, sólo tenías que decirlo! ¡No hacía falta hacer tanto teatro!– Se escuchó un ruido pequeño, como si se apoyase contra la puerta. –¿Quién tiene la mente pervertida ahora?–
–¡No te escucho! ¡Buenas noches!– Miré el interior de la habitación. Era un caos, lleno de su ropa y cosas tiradas, su guitarra también estaba ahí, en un rincón. De fondo, Zayn se echó a reír y llamó a Demonio. Escuché como se sentaba en el sofá. Me acomodé en su cama y sonreí. –Gracias...– Murmuré; mientras, acariciaba su almohada.{...}
Aquella misma noche, pensé que nunca iba a acabar. El olor de Zayn estaba en cada rincón, aquellas sábanas también lo habían envuelto a él. Me sentía en un pequeño Edén. No podía dormir, quería disfrutar de toda aquella fragancia y situación. Quizás, nunca más podría dormir en esa cama... Quizás, yo no sería la chica que Zayn besaría con pasión ahí mismo. Por eso, sólo me quedaba aprovechar aquel momento, para almacenar todos aquellos detalles tan suyos que... Nunca me pertenecerían.
*Madre Teresa de Calcuta (1910-1997).
+¿Por qué quieres quedar?Porque quería usar a la Kristen Stewart en alguna novela colectiva y pues ésta fue la única que encontré :meh:okno, pero es una bonita historia, doble okno.La verdad, siempre he querido estar en una novela así, y como soy la mejor pues tengo que quedar¿Has escuchado hablar a Niall español? Oh, ese es español, te lo juro por Bob Esponja (? Gñéh, Aida, no te desvíes.Me enamoré perdidamente de la trama, y está genial, y eso, y elígeme porque soy sexy y si no me aceptas toda mi autoestima se irá a tomar viento D:
¡Aceptada!
Jo, mujer, acabas de meterme en un buen lío. Escribes demasiado perfecto, madre mía.
Buéh, en todo caso, mucha suerte gracias por participar!
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Hallow.snowflake. escribió:Hi. :3
Voy a participar.
Well, creo que iré a por Lou porquees el papel que me parece más fácil :meh: Nah, mentira.tenía ganas de salir con él, porque en HTD (Hey there Delilah) es muy mono, y no sé, me apetece. :3
Pues eso, en un rato te dejo mi caca. ._.
Shau.
- She's perfect.:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Nah, a quién queremos engañar, no es perfecta, es lo siguiente. <3
En serio? Pensaba que te pasabas para decorar (?
Um, Lou. Pues sí, es muy mono.
Ahora la leo, jé.
Bai
Lo sé, jo.
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Es cúl? Uh, thanks (?Angel Of Darkness escribió:¡Me encantó la idea!, en mi cabeza rondaba una idea aprecida, pero esta es más cúl.
Bueno, me presento: me llamo Angelina, pero llamame angie, tengo 14 años -15 en enero- y soy de España, de Barcelonaaunque vivo en un pueblo de Tarragona.
Leí que tambien eras española
Y otra por aquí de Cataluña
Bueno, si el rol es propio, suelo coger a Niallme lo robaste :evil:
pero si ya está predetermiando; eligo el que me viene más rapido la idea, o me gusta más y estoy entre la alcoholica y drogadictase acerca más a la idea que tenía en menteo la ladrona.
Me lo pienso y te dejo lo que pides+ el gif de la sexy demster y la mini frase.
Aviso que eso será sobre las once de la noche, ya que haré deberes, luego con mis padres iré a ver el clásico en un bar y finalmente veré X Factor UK por internet en directo, como acaba a las once, pues ahí ya estoy libre xD
No sé si esto habrá quedado muy largo, pero ñee, es un foro pa' leer.
ala, mejor ya me despido, hasta las oncema' o meno'.
Encantada, Angie. Yo tambien los hago en Enero!
Seh, las catalanas molamos.
Es que claro, mi Niall es mi Niall (?
Um, elijas el que elijas me vas a meter en un aprieto, so... Elige que que quieras (?
Claro! Lo espero.
Vas a verlo? Yo veré un pocito, ya que no me hace falta mirar para ver si marcan.
X Factor? Guat? Por dónde? Necesito verlo!
Esperaré tu fichita a las once entonces.
Chau
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
snowflake. escribió:
- Fichabonita:
Alex Hastings.
+Nombre Completo: Alexandra Danielle Hastings Carter.
+Edad: Diecinueve años.
+Representante: Sasha Pieterse.
+Chico: Louis Tomlinson.
+Problema que presenta: La ladrona.
+One shot o capitulo de tu autoría
- Mi pequeña caca:
Capítulo uno.And suddenly happens, something's triggered, and at that time you know things are going to change. And from there nothing will ever be the same... ever.snow.
Octubre de 2010, Doncaster, Inglaterra.
— Hola Jimmy. – saludé a mi compañero al entrar por las puertas automáticas.
— Buenos días, Delilah. Acabo de colocar estas revistas allí y me voy, ¿De acuerdo? – comentó dirigiéndose a los revisteros.
— Claro. – abrí la puerta color caoba que me encontraba cada mañana, con un pequeño cartel en el que apenas se podía leer: “Solo para trabajadores.” Me puse la hortera camiseta naranja de siempre y me recogí el pelo en una trenza. Cuando salí, Jimmy ya no se encontraba ahí.
Me senté detrás del mostrador apoyando el mentón en mis nudillos. Eché un leve suspiro. Odiaba mi vida. Trabajar en una gasolinera en las afueras de Doncaster para pagarte tus necesidades, mientras tu padre está ingresado en un hospital porque le detectaron un cáncer de pulmón, no es una vida muy agradable. Eché un vistazo a mis cicatrices. No podía hacerle eso a mi padre, esperaría a que él muriera para entonces hacerlo yo. Estaba tan sumergida en mis reflexiones que no vi entrar a un joven en el establecimiento.
— Oye, te he preguntado si tenéis tabaco. – alcé mi vista para encontrarme con un apuesto joven castaño, con flequillo decantado hacia un costado y de ojos azulados.
— Eh, sí, tenemos tabaco en ese pasillo de allí. – respondí.
— Gracias. – respondió girando sobre sus tobillos. Al cabo de pocos segundos regresó con una caja de cigarrillos entre sus manos.
— 3,39 libras por favor.
— Aquí tienes. – me otorgó el dinero y luego se quedó parado mirándome. Odiaba eso, no me gustaba que la gente me observara. Es realmente incómodo e irritante.
— ¿Qué estás mirando? – respondí arrugando mi nariz.
— ¿Cómo te llamas? – espetó sin hacer caso a mi pregunta.
— ¿Por qué quieres saber mi nombre?
— ¿Acaso no puedo? – aquello parecía un juego en el que solo se podía responder con otra interpelación.
— Delilah. – respondí abruptamente.
— Delilah. – saboreó mi nombre. – Me gusta.
— Qué bien. – respondí forzando una sonrisa. Siguió mirándome. Ese chico me estaba poniendo de los nervios. - ¿Te vas a ir o quieres que te preste mi puesto?
— Yo me llamo Louis. – explicó encogiendo sus hombros volviendo a hacer caso omiso a mis preguntas. Otro hecho que encuentro insoportable.
— Que me hayas preguntado mi nombre no significa que yo quiera saber el tuyo. – farfullé imitando su acción. – Que tengas un buen día, Louis.
— Igualmente, Daniela.
— Delilah. – corregí molesta. Las puertas de cristal se abrieron ante el chico, y éste salió caminando tranquilamente. Volví a suspirar. “Necesito un cigarrillo.”
Salí afuera mientras encendía el cilindro de papel con mi encendedor negro.
Di una larga calada, y expulsé el humo por la nariz. El olor a gasolina se desprendía en el aire, no había un alma en la carretera. El silencio era corrompido por la radio que sonaba por los altavoces. "Hummingbird" de "Three Brandy Hips". Eran apenas las ocho de la mañana. El frío aire matutino azotó mi rostro, provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
— Mierda. – musité, había olvidado mi cazadora en casa. Empecé a tiritar. Repentinamente noté unos cálidos brazos rodearme suavemente, posicionando una chaqueta en mis hombros. Me giré extrañada para volver a encontrarme con esos ojos azules.
— ¿Tienes frío, Charlotte? – preguntó Louis sonriendo burlón.
— ¡Delilah! – chillé con frustración.
— Oh, cierto, perdóname. – respondió fingiendo sentimiento de culpa.
— ¿Esto a qué ha venido? – pregunté señalando la cazadora negra que me abirgaba.
— Tenías frío, y te la he prestado. Simple. – respondió encogiéndose de hombros.
— Gracias. – respondí sonriendo, gesto que me devolvió. – Siento mi actitud de antes, no se me da bien hacer amigos.
— No pasa nada Del.
— ¿Del?
— ¿Te molesta?
— En absoluto. Es más me gusta, nadie me había llamado así antes.
El silencio se apoderó del lugar, haciendo que la situación se tornara un poco incómoda.
— Debería volver a dentro, quizás llega algún cliente. – dije de repente.
— Oh, cierto, yo debería ir a la universidad. – murmuró Louis mirando sus zapatos.
— Toma. – le otorgué su cazadora, pero la rechazó.
— Da igual, quédatela, ya me la devolverás. – dijo subiendo a su moto.
— Pero ya no la necesito, ¿Por qué no te la puedo dar ahora? – fruncí mi ceño. Él se puso su casco y encendió el motor, éste empezó a rugir, cosa que me sobresaltó.
— Porque así, podré volver a verte. – respondió empezando a acelerar. – Adiós, Del.
— ¡Adiós Louis! – grité. Observé como su moto se iba haciendo más y más pequeña, hasta desaparecer en una curva. No entendía muy bien lo que acababa de suceder, pero me había gustado. Volví a entrar y dejé la cazadora de Louis apoyada en el mostrador. Sonreí, ese chico me había alegrado el día. Me gustaría volver a verlo pronto.
- Ahí va otra :
Capítulo cuatro.Lucy Stark[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Observé detenidamente mi cuerpo, ahora mojado ya que acababa de salir de la ducha, en el gran espejo del baño, que se encontraba incorporado a mi habitación. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas mientras presionaba mi barriga fuertemente, intentando reducir su tamaño. Hasta que me di por vencida. La frustración invadió mi mente obligándome a provocar mi propio vomito. Introduje dos dedos en mi cavidad bucal, presionando mi lengua ligeramente hacia abajo. Expulsé todo lo ingerido horas antes. Me levanté del suelo secando las gotitas de agua procedentes de mis ojos bruscamente con la manga de mi jersey. Volví a analizarme en el espejo. Asentí en forma de aceptación, aunque me seguía viendo como una bola de grasa, no engordaría más. Recogí mi cabello en un moño y bajé las escaleras pesadamente. “Otro día más.” Pensé. Otro día de invisibilidad ante mis compañeros, miradas de desprecio, burlas… Entré en la cocina, donde encontré a mi padre leyendo el periódico, como siempre.
— Buenos días, cariño. – me saludó mientras me miraba por encima de los papeles blancos. Le dediqué una sonrisa dulce mientras me acercaba a él para besar su mejilla.
— Buenos días. – me observó mientras fruncía el ceño notoriamente.
— ¿Y esas ojeras? – preguntó.
— ¿Cuáles? Papá, creo que deberías ir al oculista… No tengo ojeras. – intenté mostrar obviedad. En realidad sí las tenía, y de hacía días. No podía dormir tranquila, las burlas de mis compañeros resonaban en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos, y la maliciosa sonrisa de Nicole se reflejaba en mi mente. Él solo asintió no muy convencido, volviendo a fijar su vista en el periódico. – Yo ya me voy, que tengas un buen día. – me despedí cerrando la puerta detrás de mí.
Coloqué los auriculares en mis oídos para aislarme del resto del universo. Solo éramos Imagine Dragons, mis auriculares y yo. Caminé fijando mi vista al suelo. No quería ver a nadie, ni tampoco ser vista. Llegué a mi instituto, “Harrow School” o como yo lo llamaba, “Horror School”. El ritmo de mis pasos aumentó al pasar por delante del grupo de Nicole.
— Mirad, la bolita de grasa. – sonrió maliciosamente.
— Vaya, ¿Cuántas veces has vomitado hoy Stark? – comentó otra de esas zorras. El coraje recorrió por mis venas.
— No lo sé, pero creo que el verte de nuevo me está produciendo arcadas. – sonreí falsamente, y seguí mi camino. “¿Qué has hecho Lucy?” me regañaba a mí misma. No quería tener problemas con Nicole y sus amiguitas… Pero el orgullo me venció.
Entré en aquél horrible edificio, dónde cada día derramaba mil y una lágrimas. Bajé mi cabeza, fijando mi vista en mis Converse negras. “Mirad la foca.” Oí comentar a algunos de los chicos populares. En ese instante mi vista se nubló a causa de las lágrimas acumuladas en mis ojos. Intenté retenerlas, pero fue en vano. Abrí mi taquilla guardando los libros en su interior.
— Hola foquita. – la chillona voz de Nicole me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué quieres ahora, Nicole? – me giré de mala gana para mirarla a la cara.
— Cuando ibas caminando se te cayó esto. – Nicole me entregó un pequeño libro de tapas duras color caoba con algunos dibujos en ellas, mi diario. – Así que tú también te ves gorda y asquerosa, no me extraña. Y por cierto, recuerdos a tu madre… Ah no, espera… Está muerta. - agregó mostrando una cínica sonrisa.
Agarré bruscamente el libro que tenía entre sus manos y lo guardé con un gesto rápido en mi bolsa. Ella solo rió burlonamente y se fue caminando como si fuera una diva. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y caían encima de mi jersey gris. Cerré la taquilla con un fuerte golpe y salí corriendo de allí. Corrí sin rumbo alguno, sin saber a dónde iba; solo quería desaparecer de la faz de la tierra en ese mismo instante. No me importaba si no asistía a clases. Salí al exterior del edificio y bajé las escaleras apresuradamente, pero terminé cayendo al suelo.
— Mierda. – murmuré sobando mi rodilla. Me incorporé sentándome en el frío suelo y enterré mis manos en mis cabellos. Las lágrimas seguían corriendo por mi rostro, cayendo al suelo. Pasé ahí sentada un buen rato, al menos la primera hora. Estaba adentrada en mis pensamientos, hasta que vi como llegaban tres chicas y se colocaban a mí alrededor.
— ¿Qué tienes hermosa? – habló una de ellas. Era muy bonita, de cabello castaño largo, y ojos celestes un tanto grisáceos.
— Cosas, problemas. – respondí con la voz quebrada, y de manera fría.
— Soy Jessie Blake, del club de las que odia a las populares y apartada. – se presentó una chica, de cabello negro intenso y ojos cafés obscuros, estirando su mano. La apreté con fuerza. Miré a las demás.
— Ah, yo soy Jo Katherine, pero solo dime Jo o Kat, solo soy apartada. – se presentó la misma chica que había hablado primero sonriendo.
— Y yo soy Paula Smith, pertenezco al grupo de las apartadas por completo. – finalizó la chica restante, sonriendo tiernamente.
— Lucy. – dije en un susurro.- Lucy Stark.
— Un gusto. – respondieron las tres al unísono.
— ¿Que no se supone que deben de estar en clase?- pregunté curiosa, secando las lágrimas que aun se mantenían en mis pómulos.
— -Bien, perdimos Matemáticas gracias a mi.- explicó Jo haciendo una mueca que me pareció bastante graciosa.
— Fue un accidente. – aclaró Jessie. Sonreí por primera vez en días. Realmente esas chicas parecían geniales.
— ¿Y ahora qué hacemos? – pregunté levantándome.
— Debemos esperar a la siguiente clase. – sentenció Paula.
— ¿Por qué no nos sentamos en un banco? – propuso Jo señalando uno con la cabeza. Nos dirigimos a dónde Jo apuntó con la cabeza, y nos dejamos caer en la dura madera ocre. El silencio reinaba en el lugar. Yo pensaba en Nicole, otra vez. ¿Qué habría leído en mi diario? Tenía miedo, mucho miedo. Ahora sabía algunos de mis secretos, pero no todos, ya que algunos los guardaba bajo llave en un cajón de mi cuarto.
Un estruendo provocó que alzara mi vista. Una chica de pelo negro y ondulado acababa de dar un fuerte portazo al coche del que acababa de bajar. Caminó a paso firme, dirigiéndose a las grandes puertas del instituto. Las lágrimas empezaron a surgir de sus ojos. Las cuatro la observamos curiosas.
— ¡Hey! ¡Chica! – exclamó Jessie. La chica nos miró extrañada y luego siguió su camino. Las cuatro nos levantamos y caminamos rápidamente hacia ella. La chica nos iba mirando de reojo hasta que se giró.
— ¡¿Qué queréis, pesadas?! – preguntó llevando sus manos a su cintura. Las lágrimas aun corrían por su rostro.
— ¿Estás bien? – preguntó Jo.
— Sí. – respondió de mala gana.
— ¿Seguro? – agregué yo tímidamente.
— Sí, gracias. – agregó una pequeña sonrisa mientras secaba sus lágrimas. Le devolvimos el gesto.
— No creo que te dejen entrar a ésta hora. – comentó Paula.
— Ya lo sé, debo esperar a la próxima hora. – asintió haciendo una mueca.
Eché un suspiro. Entonces me senté en el suelo. Las demás me miraron extrañadas.
— Lucy, ¿Qué haces? – preguntó Jessie.
— Venid, sentaos. – indiqué sacando un pequeña pelota de goma de mi bolsa. Las demás se sentaron de manera que formamos un círculo. – Soy Lucy Stark, tengo diecisiete años y… sufro bulímia. – confesé apretando la pelota de color violeta entre msi manos. – Te toca. – le pasé la pelota a Paula.
+¿Por qué quieres quedar? Porque, la idea es demasiado cúl y well, sabes que hace tiempo que quería audicionar. La trama me gusta, y quiero estar en un Nc contigo, y todavía debemos hacer una novela juntas. :3 Bueno, me estoy desviando, así que solo te digo que me encantaría quedar, y que aunque no me elijas la leeré igual. c: <3¡Aceptada!Para variar, he adorado tu escritura, so, está acepadísima. Y... buéh, ya conoces el resto. Mucha suerte y gracias por audicionar!Por cierto, ¡ESTÁ MUERTA!
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Ainou! Ahora estaba respondiendo.Zarry HorTomPay :) escribió:Ruth, te envié un emepé, contesta
vendetta.
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
Writer. escribió:Aww, gracias. <3 Pero sigo pensando lo contrario, and you know it.snowflake. escribió:
- Fichabonita:
Alex Hastings.
+Nombre Completo: Alexandra Danielle Hastings Carter.
+Edad: Diecinueve años.
+Representante: Sasha Pieterse.
+Chico: Louis Tomlinson.
+Problema que presenta: La ladrona.
+One shot o capitulo de tu autoría
- Mi pequeña caca:
Capítulo uno.And suddenly happens, something's triggered, and at that time you know things are going to change. And from there nothing will ever be the same... ever.snow.
Octubre de 2010, Doncaster, Inglaterra.
— Hola Jimmy. – saludé a mi compañero al entrar por las puertas automáticas.
— Buenos días, Delilah. Acabo de colocar estas revistas allí y me voy, ¿De acuerdo? – comentó dirigiéndose a los revisteros.
— Claro. – abrí la puerta color caoba que me encontraba cada mañana, con un pequeño cartel en el que apenas se podía leer: “Solo para trabajadores.” Me puse la hortera camiseta naranja de siempre y me recogí el pelo en una trenza. Cuando salí, Jimmy ya no se encontraba ahí.
Me senté detrás del mostrador apoyando el mentón en mis nudillos. Eché un leve suspiro. Odiaba mi vida. Trabajar en una gasolinera en las afueras de Doncaster para pagarte tus necesidades, mientras tu padre está ingresado en un hospital porque le detectaron un cáncer de pulmón, no es una vida muy agradable. Eché un vistazo a mis cicatrices. No podía hacerle eso a mi padre, esperaría a que él muriera para entonces hacerlo yo. Estaba tan sumergida en mis reflexiones que no vi entrar a un joven en el establecimiento.
— Oye, te he preguntado si tenéis tabaco. – alcé mi vista para encontrarme con un apuesto joven castaño, con flequillo decantado hacia un costado y de ojos azulados.
— Eh, sí, tenemos tabaco en ese pasillo de allí. – respondí.
— Gracias. – respondió girando sobre sus tobillos. Al cabo de pocos segundos regresó con una caja de cigarrillos entre sus manos.
— 3,39 libras por favor.
— Aquí tienes. – me otorgó el dinero y luego se quedó parado mirándome. Odiaba eso, no me gustaba que la gente me observara. Es realmente incómodo e irritante.
— ¿Qué estás mirando? – respondí arrugando mi nariz.
— ¿Cómo te llamas? – espetó sin hacer caso a mi pregunta.
— ¿Por qué quieres saber mi nombre?
— ¿Acaso no puedo? – aquello parecía un juego en el que solo se podía responder con otra interpelación.
— Delilah. – respondí abruptamente.
— Delilah. – saboreó mi nombre. – Me gusta.
— Qué bien. – respondí forzando una sonrisa. Siguió mirándome. Ese chico me estaba poniendo de los nervios. - ¿Te vas a ir o quieres que te preste mi puesto?
— Yo me llamo Louis. – explicó encogiendo sus hombros volviendo a hacer caso omiso a mis preguntas. Otro hecho que encuentro insoportable.
— Que me hayas preguntado mi nombre no significa que yo quiera saber el tuyo. – farfullé imitando su acción. – Que tengas un buen día, Louis.
— Igualmente, Daniela.
— Delilah. – corregí molesta. Las puertas de cristal se abrieron ante el chico, y éste salió caminando tranquilamente. Volví a suspirar. “Necesito un cigarrillo.”
Salí afuera mientras encendía el cilindro de papel con mi encendedor negro.
Di una larga calada, y expulsé el humo por la nariz. El olor a gasolina se desprendía en el aire, no había un alma en la carretera. El silencio era corrompido por la radio que sonaba por los altavoces. "Hummingbird" de "Three Brandy Hips". Eran apenas las ocho de la mañana. El frío aire matutino azotó mi rostro, provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
— Mierda. – musité, había olvidado mi cazadora en casa. Empecé a tiritar. Repentinamente noté unos cálidos brazos rodearme suavemente, posicionando una chaqueta en mis hombros. Me giré extrañada para volver a encontrarme con esos ojos azules.
— ¿Tienes frío, Charlotte? – preguntó Louis sonriendo burlón.
— ¡Delilah! – chillé con frustración.
— Oh, cierto, perdóname. – respondió fingiendo sentimiento de culpa.
— ¿Esto a qué ha venido? – pregunté señalando la cazadora negra que me abirgaba.
— Tenías frío, y te la he prestado. Simple. – respondió encogiéndose de hombros.
— Gracias. – respondí sonriendo, gesto que me devolvió. – Siento mi actitud de antes, no se me da bien hacer amigos.
— No pasa nada Del.
— ¿Del?
— ¿Te molesta?
— En absoluto. Es más me gusta, nadie me había llamado así antes.
El silencio se apoderó del lugar, haciendo que la situación se tornara un poco incómoda.
— Debería volver a dentro, quizás llega algún cliente. – dije de repente.
— Oh, cierto, yo debería ir a la universidad. – murmuró Louis mirando sus zapatos.
— Toma. – le otorgué su cazadora, pero la rechazó.
— Da igual, quédatela, ya me la devolverás. – dijo subiendo a su moto.
— Pero ya no la necesito, ¿Por qué no te la puedo dar ahora? – fruncí mi ceño. Él se puso su casco y encendió el motor, éste empezó a rugir, cosa que me sobresaltó.
— Porque así, podré volver a verte. – respondió empezando a acelerar. – Adiós, Del.
— ¡Adiós Louis! – grité. Observé como su moto se iba haciendo más y más pequeña, hasta desaparecer en una curva. No entendía muy bien lo que acababa de suceder, pero me había gustado. Volví a entrar y dejé la cazadora de Louis apoyada en el mostrador. Sonreí, ese chico me había alegrado el día. Me gustaría volver a verlo pronto.
- Ahí va otra :
Capítulo cuatro.Lucy Stark[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Observé detenidamente mi cuerpo, ahora mojado ya que acababa de salir de la ducha, en el gran espejo del baño, que se encontraba incorporado a mi habitación. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas mientras presionaba mi barriga fuertemente, intentando reducir su tamaño. Hasta que me di por vencida. La frustración invadió mi mente obligándome a provocar mi propio vomito. Introduje dos dedos en mi cavidad bucal, presionando mi lengua ligeramente hacia abajo. Expulsé todo lo ingerido horas antes. Me levanté del suelo secando las gotitas de agua procedentes de mis ojos bruscamente con la manga de mi jersey. Volví a analizarme en el espejo. Asentí en forma de aceptación, aunque me seguía viendo como una bola de grasa, no engordaría más. Recogí mi cabello en un moño y bajé las escaleras pesadamente. “Otro día más.” Pensé. Otro día de invisibilidad ante mis compañeros, miradas de desprecio, burlas… Entré en la cocina, donde encontré a mi padre leyendo el periódico, como siempre.
— Buenos días, cariño. – me saludó mientras me miraba por encima de los papeles blancos. Le dediqué una sonrisa dulce mientras me acercaba a él para besar su mejilla.
— Buenos días. – me observó mientras fruncía el ceño notoriamente.
— ¿Y esas ojeras? – preguntó.
— ¿Cuáles? Papá, creo que deberías ir al oculista… No tengo ojeras. – intenté mostrar obviedad. En realidad sí las tenía, y de hacía días. No podía dormir tranquila, las burlas de mis compañeros resonaban en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos, y la maliciosa sonrisa de Nicole se reflejaba en mi mente. Él solo asintió no muy convencido, volviendo a fijar su vista en el periódico. – Yo ya me voy, que tengas un buen día. – me despedí cerrando la puerta detrás de mí.
Coloqué los auriculares en mis oídos para aislarme del resto del universo. Solo éramos Imagine Dragons, mis auriculares y yo. Caminé fijando mi vista al suelo. No quería ver a nadie, ni tampoco ser vista. Llegué a mi instituto, “Harrow School” o como yo lo llamaba, “Horror School”. El ritmo de mis pasos aumentó al pasar por delante del grupo de Nicole.
— Mirad, la bolita de grasa. – sonrió maliciosamente.
— Vaya, ¿Cuántas veces has vomitado hoy Stark? – comentó otra de esas zorras. El coraje recorrió por mis venas.
— No lo sé, pero creo que el verte de nuevo me está produciendo arcadas. – sonreí falsamente, y seguí mi camino. “¿Qué has hecho Lucy?” me regañaba a mí misma. No quería tener problemas con Nicole y sus amiguitas… Pero el orgullo me venció.
Entré en aquél horrible edificio, dónde cada día derramaba mil y una lágrimas. Bajé mi cabeza, fijando mi vista en mis Converse negras. “Mirad la foca.” Oí comentar a algunos de los chicos populares. En ese instante mi vista se nubló a causa de las lágrimas acumuladas en mis ojos. Intenté retenerlas, pero fue en vano. Abrí mi taquilla guardando los libros en su interior.
— Hola foquita. – la chillona voz de Nicole me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué quieres ahora, Nicole? – me giré de mala gana para mirarla a la cara.
— Cuando ibas caminando se te cayó esto. – Nicole me entregó un pequeño libro de tapas duras color caoba con algunos dibujos en ellas, mi diario. – Así que tú también te ves gorda y asquerosa, no me extraña. Y por cierto, recuerdos a tu madre… Ah no, espera… Está muerta. - agregó mostrando una cínica sonrisa.
Agarré bruscamente el libro que tenía entre sus manos y lo guardé con un gesto rápido en mi bolsa. Ella solo rió burlonamente y se fue caminando como si fuera una diva. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y caían encima de mi jersey gris. Cerré la taquilla con un fuerte golpe y salí corriendo de allí. Corrí sin rumbo alguno, sin saber a dónde iba; solo quería desaparecer de la faz de la tierra en ese mismo instante. No me importaba si no asistía a clases. Salí al exterior del edificio y bajé las escaleras apresuradamente, pero terminé cayendo al suelo.
— Mierda. – murmuré sobando mi rodilla. Me incorporé sentándome en el frío suelo y enterré mis manos en mis cabellos. Las lágrimas seguían corriendo por mi rostro, cayendo al suelo. Pasé ahí sentada un buen rato, al menos la primera hora. Estaba adentrada en mis pensamientos, hasta que vi como llegaban tres chicas y se colocaban a mí alrededor.
— ¿Qué tienes hermosa? – habló una de ellas. Era muy bonita, de cabello castaño largo, y ojos celestes un tanto grisáceos.
— Cosas, problemas. – respondí con la voz quebrada, y de manera fría.
— Soy Jessie Blake, del club de las que odia a las populares y apartada. – se presentó una chica, de cabello negro intenso y ojos cafés obscuros, estirando su mano. La apreté con fuerza. Miré a las demás.
— Ah, yo soy Jo Katherine, pero solo dime Jo o Kat, solo soy apartada. – se presentó la misma chica que había hablado primero sonriendo.
— Y yo soy Paula Smith, pertenezco al grupo de las apartadas por completo. – finalizó la chica restante, sonriendo tiernamente.
— Lucy. – dije en un susurro.- Lucy Stark.
— Un gusto. – respondieron las tres al unísono.
— ¿Que no se supone que deben de estar en clase?- pregunté curiosa, secando las lágrimas que aun se mantenían en mis pómulos.
— -Bien, perdimos Matemáticas gracias a mi.- explicó Jo haciendo una mueca que me pareció bastante graciosa.
— Fue un accidente. – aclaró Jessie. Sonreí por primera vez en días. Realmente esas chicas parecían geniales.
— ¿Y ahora qué hacemos? – pregunté levantándome.
— Debemos esperar a la siguiente clase. – sentenció Paula.
— ¿Por qué no nos sentamos en un banco? – propuso Jo señalando uno con la cabeza. Nos dirigimos a dónde Jo apuntó con la cabeza, y nos dejamos caer en la dura madera ocre. El silencio reinaba en el lugar. Yo pensaba en Nicole, otra vez. ¿Qué habría leído en mi diario? Tenía miedo, mucho miedo. Ahora sabía algunos de mis secretos, pero no todos, ya que algunos los guardaba bajo llave en un cajón de mi cuarto.
Un estruendo provocó que alzara mi vista. Una chica de pelo negro y ondulado acababa de dar un fuerte portazo al coche del que acababa de bajar. Caminó a paso firme, dirigiéndose a las grandes puertas del instituto. Las lágrimas empezaron a surgir de sus ojos. Las cuatro la observamos curiosas.
— ¡Hey! ¡Chica! – exclamó Jessie. La chica nos miró extrañada y luego siguió su camino. Las cuatro nos levantamos y caminamos rápidamente hacia ella. La chica nos iba mirando de reojo hasta que se giró.
— ¡¿Qué queréis, pesadas?! – preguntó llevando sus manos a su cintura. Las lágrimas aun corrían por su rostro.
— ¿Estás bien? – preguntó Jo.
— Sí. – respondió de mala gana.
— ¿Seguro? – agregué yo tímidamente.
— Sí, gracias. – agregó una pequeña sonrisa mientras secaba sus lágrimas. Le devolvimos el gesto.
— No creo que te dejen entrar a ésta hora. – comentó Paula.
— Ya lo sé, debo esperar a la próxima hora. – asintió haciendo una mueca.
Eché un suspiro. Entonces me senté en el suelo. Las demás me miraron extrañadas.
— Lucy, ¿Qué haces? – preguntó Jessie.
— Venid, sentaos. – indiqué sacando un pequeña pelota de goma de mi bolsa. Las demás se sentaron de manera que formamos un círculo. – Soy Lucy Stark, tengo diecisiete años y… sufro bulímia. – confesé apretando la pelota de color violeta entre msi manos. – Te toca. – le pasé la pelota a Paula.
+¿Por qué quieres quedar? Porque, la idea es demasiado cúl y well, sabes que hace tiempo que quería audicionar. La trama me gusta, y quiero estar en un Nc contigo, y todavía debemos hacer una novela juntas. :3 Bueno, me estoy desviando, así que solo te digo que me encantaría quedar, y que aunque no me elijas la leeré igual. c: <3¡Aceptada!Para variar, he adorado tu escritura, so, está acepadísima. Y... buéh, ya conoces el resto. Mucha suerte y gracias por audicionar!Por cierto, ¡ESTÁ MUERTA!¡Ya lo sé! He violado la regla sarada. :c
Invitado
Invitado
Re: Fuckin' Perfect {audiciones cerradas |NC|
snowflake. escribió:Sí, sé que eres una tonta que piensa que escribe fatal.Writer. escribió:Aww, gracias. <3 Pero sigo pensando lo contrario, and you know it.snowflake. escribió:
- Fichabonita:
Alex Hastings.
+Nombre Completo: Alexandra Danielle Hastings Carter.
+Edad: Diecinueve años.
+Representante: Sasha Pieterse.
+Chico: Louis Tomlinson.
+Problema que presenta: La ladrona.
+One shot o capitulo de tu autoría
- Mi pequeña caca:
Capítulo uno.And suddenly happens, something's triggered, and at that time you know things are going to change. And from there nothing will ever be the same... ever.snow.
Octubre de 2010, Doncaster, Inglaterra.
— Hola Jimmy. – saludé a mi compañero al entrar por las puertas automáticas.
— Buenos días, Delilah. Acabo de colocar estas revistas allí y me voy, ¿De acuerdo? – comentó dirigiéndose a los revisteros.
— Claro. – abrí la puerta color caoba que me encontraba cada mañana, con un pequeño cartel en el que apenas se podía leer: “Solo para trabajadores.” Me puse la hortera camiseta naranja de siempre y me recogí el pelo en una trenza. Cuando salí, Jimmy ya no se encontraba ahí.
Me senté detrás del mostrador apoyando el mentón en mis nudillos. Eché un leve suspiro. Odiaba mi vida. Trabajar en una gasolinera en las afueras de Doncaster para pagarte tus necesidades, mientras tu padre está ingresado en un hospital porque le detectaron un cáncer de pulmón, no es una vida muy agradable. Eché un vistazo a mis cicatrices. No podía hacerle eso a mi padre, esperaría a que él muriera para entonces hacerlo yo. Estaba tan sumergida en mis reflexiones que no vi entrar a un joven en el establecimiento.
— Oye, te he preguntado si tenéis tabaco. – alcé mi vista para encontrarme con un apuesto joven castaño, con flequillo decantado hacia un costado y de ojos azulados.
— Eh, sí, tenemos tabaco en ese pasillo de allí. – respondí.
— Gracias. – respondió girando sobre sus tobillos. Al cabo de pocos segundos regresó con una caja de cigarrillos entre sus manos.
— 3,39 libras por favor.
— Aquí tienes. – me otorgó el dinero y luego se quedó parado mirándome. Odiaba eso, no me gustaba que la gente me observara. Es realmente incómodo e irritante.
— ¿Qué estás mirando? – respondí arrugando mi nariz.
— ¿Cómo te llamas? – espetó sin hacer caso a mi pregunta.
— ¿Por qué quieres saber mi nombre?
— ¿Acaso no puedo? – aquello parecía un juego en el que solo se podía responder con otra interpelación.
— Delilah. – respondí abruptamente.
— Delilah. – saboreó mi nombre. – Me gusta.
— Qué bien. – respondí forzando una sonrisa. Siguió mirándome. Ese chico me estaba poniendo de los nervios. - ¿Te vas a ir o quieres que te preste mi puesto?
— Yo me llamo Louis. – explicó encogiendo sus hombros volviendo a hacer caso omiso a mis preguntas. Otro hecho que encuentro insoportable.
— Que me hayas preguntado mi nombre no significa que yo quiera saber el tuyo. – farfullé imitando su acción. – Que tengas un buen día, Louis.
— Igualmente, Daniela.
— Delilah. – corregí molesta. Las puertas de cristal se abrieron ante el chico, y éste salió caminando tranquilamente. Volví a suspirar. “Necesito un cigarrillo.”
Salí afuera mientras encendía el cilindro de papel con mi encendedor negro.
Di una larga calada, y expulsé el humo por la nariz. El olor a gasolina se desprendía en el aire, no había un alma en la carretera. El silencio era corrompido por la radio que sonaba por los altavoces. "Hummingbird" de "Three Brandy Hips". Eran apenas las ocho de la mañana. El frío aire matutino azotó mi rostro, provocando que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
— Mierda. – musité, había olvidado mi cazadora en casa. Empecé a tiritar. Repentinamente noté unos cálidos brazos rodearme suavemente, posicionando una chaqueta en mis hombros. Me giré extrañada para volver a encontrarme con esos ojos azules.
— ¿Tienes frío, Charlotte? – preguntó Louis sonriendo burlón.
— ¡Delilah! – chillé con frustración.
— Oh, cierto, perdóname. – respondió fingiendo sentimiento de culpa.
— ¿Esto a qué ha venido? – pregunté señalando la cazadora negra que me abirgaba.
— Tenías frío, y te la he prestado. Simple. – respondió encogiéndose de hombros.
— Gracias. – respondí sonriendo, gesto que me devolvió. – Siento mi actitud de antes, no se me da bien hacer amigos.
— No pasa nada Del.
— ¿Del?
— ¿Te molesta?
— En absoluto. Es más me gusta, nadie me había llamado así antes.
El silencio se apoderó del lugar, haciendo que la situación se tornara un poco incómoda.
— Debería volver a dentro, quizás llega algún cliente. – dije de repente.
— Oh, cierto, yo debería ir a la universidad. – murmuró Louis mirando sus zapatos.
— Toma. – le otorgué su cazadora, pero la rechazó.
— Da igual, quédatela, ya me la devolverás. – dijo subiendo a su moto.
— Pero ya no la necesito, ¿Por qué no te la puedo dar ahora? – fruncí mi ceño. Él se puso su casco y encendió el motor, éste empezó a rugir, cosa que me sobresaltó.
— Porque así, podré volver a verte. – respondió empezando a acelerar. – Adiós, Del.
— ¡Adiós Louis! – grité. Observé como su moto se iba haciendo más y más pequeña, hasta desaparecer en una curva. No entendía muy bien lo que acababa de suceder, pero me había gustado. Volví a entrar y dejé la cazadora de Louis apoyada en el mostrador. Sonreí, ese chico me había alegrado el día. Me gustaría volver a verlo pronto.
- Ahí va otra :
Capítulo cuatro.Lucy Stark[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Observé detenidamente mi cuerpo, ahora mojado ya que acababa de salir de la ducha, en el gran espejo del baño, que se encontraba incorporado a mi habitación. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas mientras presionaba mi barriga fuertemente, intentando reducir su tamaño. Hasta que me di por vencida. La frustración invadió mi mente obligándome a provocar mi propio vomito. Introduje dos dedos en mi cavidad bucal, presionando mi lengua ligeramente hacia abajo. Expulsé todo lo ingerido horas antes. Me levanté del suelo secando las gotitas de agua procedentes de mis ojos bruscamente con la manga de mi jersey. Volví a analizarme en el espejo. Asentí en forma de aceptación, aunque me seguía viendo como una bola de grasa, no engordaría más. Recogí mi cabello en un moño y bajé las escaleras pesadamente. “Otro día más.” Pensé. Otro día de invisibilidad ante mis compañeros, miradas de desprecio, burlas… Entré en la cocina, donde encontré a mi padre leyendo el periódico, como siempre.
— Buenos días, cariño. – me saludó mientras me miraba por encima de los papeles blancos. Le dediqué una sonrisa dulce mientras me acercaba a él para besar su mejilla.
— Buenos días. – me observó mientras fruncía el ceño notoriamente.
— ¿Y esas ojeras? – preguntó.
— ¿Cuáles? Papá, creo que deberías ir al oculista… No tengo ojeras. – intenté mostrar obviedad. En realidad sí las tenía, y de hacía días. No podía dormir tranquila, las burlas de mis compañeros resonaban en mi cabeza cada vez que cerraba los ojos, y la maliciosa sonrisa de Nicole se reflejaba en mi mente. Él solo asintió no muy convencido, volviendo a fijar su vista en el periódico. – Yo ya me voy, que tengas un buen día. – me despedí cerrando la puerta detrás de mí.
Coloqué los auriculares en mis oídos para aislarme del resto del universo. Solo éramos Imagine Dragons, mis auriculares y yo. Caminé fijando mi vista al suelo. No quería ver a nadie, ni tampoco ser vista. Llegué a mi instituto, “Harrow School” o como yo lo llamaba, “Horror School”. El ritmo de mis pasos aumentó al pasar por delante del grupo de Nicole.
— Mirad, la bolita de grasa. – sonrió maliciosamente.
— Vaya, ¿Cuántas veces has vomitado hoy Stark? – comentó otra de esas zorras. El coraje recorrió por mis venas.
— No lo sé, pero creo que el verte de nuevo me está produciendo arcadas. – sonreí falsamente, y seguí mi camino. “¿Qué has hecho Lucy?” me regañaba a mí misma. No quería tener problemas con Nicole y sus amiguitas… Pero el orgullo me venció.
Entré en aquél horrible edificio, dónde cada día derramaba mil y una lágrimas. Bajé mi cabeza, fijando mi vista en mis Converse negras. “Mirad la foca.” Oí comentar a algunos de los chicos populares. En ese instante mi vista se nubló a causa de las lágrimas acumuladas en mis ojos. Intenté retenerlas, pero fue en vano. Abrí mi taquilla guardando los libros en su interior.
— Hola foquita. – la chillona voz de Nicole me sacó de mis pensamientos.
— ¿Qué quieres ahora, Nicole? – me giré de mala gana para mirarla a la cara.
— Cuando ibas caminando se te cayó esto. – Nicole me entregó un pequeño libro de tapas duras color caoba con algunos dibujos en ellas, mi diario. – Así que tú también te ves gorda y asquerosa, no me extraña. Y por cierto, recuerdos a tu madre… Ah no, espera… Está muerta. - agregó mostrando una cínica sonrisa.
Agarré bruscamente el libro que tenía entre sus manos y lo guardé con un gesto rápido en mi bolsa. Ella solo rió burlonamente y se fue caminando como si fuera una diva. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas y caían encima de mi jersey gris. Cerré la taquilla con un fuerte golpe y salí corriendo de allí. Corrí sin rumbo alguno, sin saber a dónde iba; solo quería desaparecer de la faz de la tierra en ese mismo instante. No me importaba si no asistía a clases. Salí al exterior del edificio y bajé las escaleras apresuradamente, pero terminé cayendo al suelo.
— Mierda. – murmuré sobando mi rodilla. Me incorporé sentándome en el frío suelo y enterré mis manos en mis cabellos. Las lágrimas seguían corriendo por mi rostro, cayendo al suelo. Pasé ahí sentada un buen rato, al menos la primera hora. Estaba adentrada en mis pensamientos, hasta que vi como llegaban tres chicas y se colocaban a mí alrededor.
— ¿Qué tienes hermosa? – habló una de ellas. Era muy bonita, de cabello castaño largo, y ojos celestes un tanto grisáceos.
— Cosas, problemas. – respondí con la voz quebrada, y de manera fría.
— Soy Jessie Blake, del club de las que odia a las populares y apartada. – se presentó una chica, de cabello negro intenso y ojos cafés obscuros, estirando su mano. La apreté con fuerza. Miré a las demás.
— Ah, yo soy Jo Katherine, pero solo dime Jo o Kat, solo soy apartada. – se presentó la misma chica que había hablado primero sonriendo.
— Y yo soy Paula Smith, pertenezco al grupo de las apartadas por completo. – finalizó la chica restante, sonriendo tiernamente.
— Lucy. – dije en un susurro.- Lucy Stark.
— Un gusto. – respondieron las tres al unísono.
— ¿Que no se supone que deben de estar en clase?- pregunté curiosa, secando las lágrimas que aun se mantenían en mis pómulos.
— -Bien, perdimos Matemáticas gracias a mi.- explicó Jo haciendo una mueca que me pareció bastante graciosa.
— Fue un accidente. – aclaró Jessie. Sonreí por primera vez en días. Realmente esas chicas parecían geniales.
— ¿Y ahora qué hacemos? – pregunté levantándome.
— Debemos esperar a la siguiente clase. – sentenció Paula.
— ¿Por qué no nos sentamos en un banco? – propuso Jo señalando uno con la cabeza. Nos dirigimos a dónde Jo apuntó con la cabeza, y nos dejamos caer en la dura madera ocre. El silencio reinaba en el lugar. Yo pensaba en Nicole, otra vez. ¿Qué habría leído en mi diario? Tenía miedo, mucho miedo. Ahora sabía algunos de mis secretos, pero no todos, ya que algunos los guardaba bajo llave en un cajón de mi cuarto.
Un estruendo provocó que alzara mi vista. Una chica de pelo negro y ondulado acababa de dar un fuerte portazo al coche del que acababa de bajar. Caminó a paso firme, dirigiéndose a las grandes puertas del instituto. Las lágrimas empezaron a surgir de sus ojos. Las cuatro la observamos curiosas.
— ¡Hey! ¡Chica! – exclamó Jessie. La chica nos miró extrañada y luego siguió su camino. Las cuatro nos levantamos y caminamos rápidamente hacia ella. La chica nos iba mirando de reojo hasta que se giró.
— ¡¿Qué queréis, pesadas?! – preguntó llevando sus manos a su cintura. Las lágrimas aun corrían por su rostro.
— ¿Estás bien? – preguntó Jo.
— Sí. – respondió de mala gana.
— ¿Seguro? – agregué yo tímidamente.
— Sí, gracias. – agregó una pequeña sonrisa mientras secaba sus lágrimas. Le devolvimos el gesto.
— No creo que te dejen entrar a ésta hora. – comentó Paula.
— Ya lo sé, debo esperar a la próxima hora. – asintió haciendo una mueca.
Eché un suspiro. Entonces me senté en el suelo. Las demás me miraron extrañadas.
— Lucy, ¿Qué haces? – preguntó Jessie.
— Venid, sentaos. – indiqué sacando un pequeña pelota de goma de mi bolsa. Las demás se sentaron de manera que formamos un círculo. – Soy Lucy Stark, tengo diecisiete años y… sufro bulímia. – confesé apretando la pelota de color violeta entre msi manos. – Te toca. – le pasé la pelota a Paula.
+¿Por qué quieres quedar? Porque, la idea es demasiado cúl y well, sabes que hace tiempo que quería audicionar. La trama me gusta, y quiero estar en un Nc contigo, y todavía debemos hacer una novela juntas. :3 Bueno, me estoy desviando, así que solo te digo que me encantaría quedar, y que aunque no me elijas la leeré igual. c: <3¡Aceptada!Para variar, he adorado tu escritura, so, está acepadísima. Y... buéh, ya conoces el resto. Mucha suerte y gracias por audicionar!Por cierto, ¡ESTÁ MUERTA!¡Ya lo sé! He violado la regla sarada. :cTonta.Si tio, SÍ! Sarada?Pd: Contesta a mi emepé.:enojao:
vendetta.
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