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La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Síguela pronto, asadjls me encanta!! :aah:
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Capítulo 27
Daniel decidió que había llegado el momento de tener una pequeña conversación con el joven Kendall. No fue difícil hacerlo acudir a su despacho mientras _____(tn) estaba ocupada con Anna en otra parte de la casa y Matthew... bueno, Matthew estaría en algún lugar buscando inspiración para uno de sus juguetes.
Las esculturas de su nieto siempre despertaban en Daniel desconcierto y orgullo.
—Siéntate, muchacho —le dijo mientras sacaba de la estantería una copia de Guerra y paz en cuyo interior guardaba un magnífico puro—. ¿Quieres uno?
Kendall levantó una ceja con sorpresa.
—No, gracias. Interesante literatura.
—A Anna no le gusta que fume —admitió mientras ponía en marcha un pequeño ventilador que solía tener en el cajón del escritorio—. Pero con los años su sentido del olfato no ha hecho más que agudizarse.
—¿Y si entrase en este momento?
—Querido Kendall, no se puede vivir siempre preocupado por lo que puede pasar —pero, por si acaso, acercó un poco más el ventilador—. Me ha dicho un pajarito que en Hollywood están mostrando cierto interés por tu obra.
—Tiene usted muy buen oído para los pájaros.
—No puedo quejarme. Cuéntame, ¿cuánto tiempo tienes pensado quedarte en Nueva York?
—Por lo menos otro mes. Supongo que para entonces habrán acabado las obras en mi casa.
—Una casa magnífica, por lo que tengo entendida, cerca del mar, igual que ésta.
—Pero no puede ni compararse con esta maravilla.
—Aún eres joven. Lo importante es que tienes tu propio lugar, un sitio en el que estar tranquilo.
Kendall no sabía adonde se dirigía la conversación, por lo que no podía evitar cierta inquietud.
—Es razonable necesitar privacidad —continuó diciendo el viejo MacGregor—. Pero si la soledad y la privacidad se convierten en aislamiento, ya no es tan saludable, ¿no te parece?
—No veo que aquí tengan muchos vecinos cerca —replicó mirando hacia la ventana.
La sonrisa de Daniel se abrió paso entre la barba.
—No, pero eso no quiere decir que estemos aislados. No sé si sabes que _____(tn) también creció junto al mar, en una casa de la costa de Maine en la que su padre protegía su tranquilidad como un lobo.
—Eso he oído.
—El padre de _____(tn) es un buen hombre y su madre una gran mujer. Ambos están muy orgullosos de sus hijos.
Completamente perdido, Kendall se limitó a darle la razón.
—No lo dudo.
—¿Cómo vas a dudarlo? Lo has visto con tus propios ojos. _____(tn) es una joven encantadora, con un corazón grande como la luna y cálido como el sol. Tiene una luz especial. ¿No te parece?
—Creo que es una mujer única.
—Desde luego. Es una muchacha incapaz del más mínimo engaño —continuó diciendo—. A menudo deja de lado sus propios sentimientos para preocuparse de los de los demás. Pero eso no quiere decir que se arrastre ante nadie, por sus venas corre sangre escocesa. Si la acorralan, responde con fiereza, pero se hará daño a sí misma antes de hacérselo a otro. Eso me preocupa.
Aunque no estaba oyendo nada que no hubiese comprobado por sí mismo, aquellas palabras hicieron que Kendall se sintiese incómodo.
—No creo que deba preocuparse por _____(tn).
—Es lógico que un abuelo se preocupe por los suyos. _____(tn)quiere un lugar en el que depositar todo el amor que lleva dentro. El hombre al que entregue su corazón será muy afortunado.
—Estoy de acuerdo.
—Tú te has fijado en ella, Kendall. Eso no necesito que me lo diga ningún pajarito.
Había hecho algo más que fijarse, pensó Kendall para sí.
—Como bien ha dicho, es una mujer encantadora.
—Y tú eres un soltero de veinticinco años. ¿Cuáles son tus intenciones?
Vaya, pensó Kendall, eso era no andarse con rodeos.
—No tengo ninguna intención en particular.
—Pues ya es hora de que las tengas —espetó dando un puñetazo en la mesa—. No pareces tonto, ni ciego. ¿O sí que lo eres?
—No.
—¿Entonces qué te pasa? ______(tn) es exactamente lo que necesitas para poner algo de luz en tu vida, para no acabar metido en una cueva como un oso. Y si no creyera que eres lo mejor para ella, no dejaría ni que te acercaras, eso te lo puedo asegurar.
—En realidad fue usted el que me puso cerca de ella, señor MacGregor —y Kendall estaba furioso por ello. Se sentía atrapado—. Me puso en la puerta de su casa y me hizo creer que me estaba haciendo un favor.
—Muchacho, te hice el mayor favor de tu vida y deberías darme las gracias por ello, en lugar de mirarme con tanta furia.
—No sé cómo llevará el resto de su familia que se meta en sus vidas, pero lo que sí sé es que yo ni quiero ni necesito que lo haga.
—Si no lo necesitabas —replicó Daniel con la misma furia con la que Kendall se había levantado de la silla— ¿por qué sigues lamentándote por algo que perdiste hace mucho, y que jamás tuviste, en lugar de aprovechar lo que tienes delante de las narices?
—Eso es problema mío —respondió con tremenda frialdad.
—Desde luego que es un problema —replicó Daniel—. Llevo más de ochenta años en este mundo y después de mucho observar, veo a la gente tal como es. Y tu Kendall, eres o muy joven o muy testarudo para no darte cuenta de que sois perfectos el uno para el otro..
—Se equivoca.
—¡Ja! _____(tn) no te habría invitado a venir a esta casa si no estuviera enamorada y tú no habrías aceptado a menos que sintieras ya lo mismo por ella.
Daniel vio con satisfacción cómo Kendall se quedaba pálido. Era de ésos a los que les daba miedo el amor.
—El amor no tiene nada que ver con lo que hay entre _____(tn) y yo —consiguió decir a pesar del enorme nudo que se le había formado en el estómago—. Y si le hago daño, que seguramente lo haré —matizó—, parte de la culpa será suya.
Salió de allí dejando a Daniel a solas con su puro. Sin duda le daba rabia que su querida _____(tn) fuera a sufrir y, sí, en parte sería culpa suya, pero sabía que cuando el testarudo de Kendall abriera los ojos la haría muy feliz... ¿Quién sería entonces el responsable de que estuvieran juntos sino Daniel MacGregor?
Se terminó el puro con una sonrisa en los labios.
**********
_____(tn) lamentaba que la visita a Hyannis hubiera puesto a Kendall de mal humor. Un humor que no había cambiado del todo ni siquiera una semana después de volver a Nueva York.
Admitía que era una persona complicada, pero ahora que sabía por lo que había pasado, comprendía que no pudiera ser de otro modo. Un hombre tan sensible y con tanto corazón tardaría un tiempo en volver a confiar en alguien, en volver a sentir.
_____(tn) esperaría.
No podía evitar que le doliera cada vez que se apartaba de ella demasiado rápido, o cuando se refugiaba en su trabajo, en la música o en los largos paseos que había empezado a dar a las horas más intempestivas. Paseos durante los que le había dejado muy claro que prefería estar solo, que no quería compartirlos con ella.
Trató de convencerse de que el trabajo le estaba dando problemas, aunque ya nunca hablaba de la obra con ella. Suponía que él no la creía capaz de comprender el dolor, la alegría y la frustración de su trabajo o las partes de su ser que acababa acaparando por completo. Eso también le dolía, pero se esforzó en aceptarlo.
Siempre le había resultado más fácil mentirse a sí misma que a los demás.
Por su parte, el cómic había dado un nuevo giro y cada vez le exigía más tiempo y más energía. La reunión que había tenido justo antes de irse a Hyannis había sido muy importante, pero no había hablado a nadie de ella. Ni a su familia, ni a sus amigos, ni a su amante.
Seguramente por superstición no había querido contárselo a nadie para no estropearlo antes de que fuera real.
Ahora ya lo era.
Daniel decidió que había llegado el momento de tener una pequeña conversación con el joven Kendall. No fue difícil hacerlo acudir a su despacho mientras _____(tn) estaba ocupada con Anna en otra parte de la casa y Matthew... bueno, Matthew estaría en algún lugar buscando inspiración para uno de sus juguetes.
Las esculturas de su nieto siempre despertaban en Daniel desconcierto y orgullo.
—Siéntate, muchacho —le dijo mientras sacaba de la estantería una copia de Guerra y paz en cuyo interior guardaba un magnífico puro—. ¿Quieres uno?
Kendall levantó una ceja con sorpresa.
—No, gracias. Interesante literatura.
—A Anna no le gusta que fume —admitió mientras ponía en marcha un pequeño ventilador que solía tener en el cajón del escritorio—. Pero con los años su sentido del olfato no ha hecho más que agudizarse.
—¿Y si entrase en este momento?
—Querido Kendall, no se puede vivir siempre preocupado por lo que puede pasar —pero, por si acaso, acercó un poco más el ventilador—. Me ha dicho un pajarito que en Hollywood están mostrando cierto interés por tu obra.
—Tiene usted muy buen oído para los pájaros.
—No puedo quejarme. Cuéntame, ¿cuánto tiempo tienes pensado quedarte en Nueva York?
—Por lo menos otro mes. Supongo que para entonces habrán acabado las obras en mi casa.
—Una casa magnífica, por lo que tengo entendida, cerca del mar, igual que ésta.
—Pero no puede ni compararse con esta maravilla.
—Aún eres joven. Lo importante es que tienes tu propio lugar, un sitio en el que estar tranquilo.
Kendall no sabía adonde se dirigía la conversación, por lo que no podía evitar cierta inquietud.
—Es razonable necesitar privacidad —continuó diciendo el viejo MacGregor—. Pero si la soledad y la privacidad se convierten en aislamiento, ya no es tan saludable, ¿no te parece?
—No veo que aquí tengan muchos vecinos cerca —replicó mirando hacia la ventana.
La sonrisa de Daniel se abrió paso entre la barba.
—No, pero eso no quiere decir que estemos aislados. No sé si sabes que _____(tn) también creció junto al mar, en una casa de la costa de Maine en la que su padre protegía su tranquilidad como un lobo.
—Eso he oído.
—El padre de _____(tn) es un buen hombre y su madre una gran mujer. Ambos están muy orgullosos de sus hijos.
Completamente perdido, Kendall se limitó a darle la razón.
—No lo dudo.
—¿Cómo vas a dudarlo? Lo has visto con tus propios ojos. _____(tn) es una joven encantadora, con un corazón grande como la luna y cálido como el sol. Tiene una luz especial. ¿No te parece?
—Creo que es una mujer única.
—Desde luego. Es una muchacha incapaz del más mínimo engaño —continuó diciendo—. A menudo deja de lado sus propios sentimientos para preocuparse de los de los demás. Pero eso no quiere decir que se arrastre ante nadie, por sus venas corre sangre escocesa. Si la acorralan, responde con fiereza, pero se hará daño a sí misma antes de hacérselo a otro. Eso me preocupa.
Aunque no estaba oyendo nada que no hubiese comprobado por sí mismo, aquellas palabras hicieron que Kendall se sintiese incómodo.
—No creo que deba preocuparse por _____(tn).
—Es lógico que un abuelo se preocupe por los suyos. _____(tn)quiere un lugar en el que depositar todo el amor que lleva dentro. El hombre al que entregue su corazón será muy afortunado.
—Estoy de acuerdo.
—Tú te has fijado en ella, Kendall. Eso no necesito que me lo diga ningún pajarito.
Había hecho algo más que fijarse, pensó Kendall para sí.
—Como bien ha dicho, es una mujer encantadora.
—Y tú eres un soltero de veinticinco años. ¿Cuáles son tus intenciones?
Vaya, pensó Kendall, eso era no andarse con rodeos.
—No tengo ninguna intención en particular.
—Pues ya es hora de que las tengas —espetó dando un puñetazo en la mesa—. No pareces tonto, ni ciego. ¿O sí que lo eres?
—No.
—¿Entonces qué te pasa? ______(tn) es exactamente lo que necesitas para poner algo de luz en tu vida, para no acabar metido en una cueva como un oso. Y si no creyera que eres lo mejor para ella, no dejaría ni que te acercaras, eso te lo puedo asegurar.
—En realidad fue usted el que me puso cerca de ella, señor MacGregor —y Kendall estaba furioso por ello. Se sentía atrapado—. Me puso en la puerta de su casa y me hizo creer que me estaba haciendo un favor.
—Muchacho, te hice el mayor favor de tu vida y deberías darme las gracias por ello, en lugar de mirarme con tanta furia.
—No sé cómo llevará el resto de su familia que se meta en sus vidas, pero lo que sí sé es que yo ni quiero ni necesito que lo haga.
—Si no lo necesitabas —replicó Daniel con la misma furia con la que Kendall se había levantado de la silla— ¿por qué sigues lamentándote por algo que perdiste hace mucho, y que jamás tuviste, en lugar de aprovechar lo que tienes delante de las narices?
—Eso es problema mío —respondió con tremenda frialdad.
—Desde luego que es un problema —replicó Daniel—. Llevo más de ochenta años en este mundo y después de mucho observar, veo a la gente tal como es. Y tu Kendall, eres o muy joven o muy testarudo para no darte cuenta de que sois perfectos el uno para el otro..
—Se equivoca.
—¡Ja! _____(tn) no te habría invitado a venir a esta casa si no estuviera enamorada y tú no habrías aceptado a menos que sintieras ya lo mismo por ella.
Daniel vio con satisfacción cómo Kendall se quedaba pálido. Era de ésos a los que les daba miedo el amor.
—El amor no tiene nada que ver con lo que hay entre _____(tn) y yo —consiguió decir a pesar del enorme nudo que se le había formado en el estómago—. Y si le hago daño, que seguramente lo haré —matizó—, parte de la culpa será suya.
Salió de allí dejando a Daniel a solas con su puro. Sin duda le daba rabia que su querida _____(tn) fuera a sufrir y, sí, en parte sería culpa suya, pero sabía que cuando el testarudo de Kendall abriera los ojos la haría muy feliz... ¿Quién sería entonces el responsable de que estuvieran juntos sino Daniel MacGregor?
Se terminó el puro con una sonrisa en los labios.
**********
_____(tn) lamentaba que la visita a Hyannis hubiera puesto a Kendall de mal humor. Un humor que no había cambiado del todo ni siquiera una semana después de volver a Nueva York.
Admitía que era una persona complicada, pero ahora que sabía por lo que había pasado, comprendía que no pudiera ser de otro modo. Un hombre tan sensible y con tanto corazón tardaría un tiempo en volver a confiar en alguien, en volver a sentir.
_____(tn) esperaría.
No podía evitar que le doliera cada vez que se apartaba de ella demasiado rápido, o cuando se refugiaba en su trabajo, en la música o en los largos paseos que había empezado a dar a las horas más intempestivas. Paseos durante los que le había dejado muy claro que prefería estar solo, que no quería compartirlos con ella.
Trató de convencerse de que el trabajo le estaba dando problemas, aunque ya nunca hablaba de la obra con ella. Suponía que él no la creía capaz de comprender el dolor, la alegría y la frustración de su trabajo o las partes de su ser que acababa acaparando por completo. Eso también le dolía, pero se esforzó en aceptarlo.
Siempre le había resultado más fácil mentirse a sí misma que a los demás.
Por su parte, el cómic había dado un nuevo giro y cada vez le exigía más tiempo y más energía. La reunión que había tenido justo antes de irse a Hyannis había sido muy importante, pero no había hablado a nadie de ella. Ni a su familia, ni a sus amigos, ni a su amante.
Seguramente por superstición no había querido contárselo a nadie para no estropearlo antes de que fuera real.
Ahora ya lo era.
Invitado
Invitado
Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Capítulo 28
Al salir del taxi que la había dejado frente a su edificio, se llevó la mano al pecho y sintió cómo el corazón latía desbocado. Ahora era real y se moría de ganas de contárselo a todo el mundo.
Quizá diera una fiesta para celebrarlo. Una gran fiesta con música, alegría y mucho ruido.
Tenía que llamar a sus padres, a toda su familia y tenía que encontrar a Jody para gritar juntas. Pero antes debía decírselo a Kendall.
Llamó a su puerta con ambas manos. Sabía que estaría trabajando, pero no podía esperar. Seguro que él lo comprendía. Tenían que celebrarlo juntos, beber champán en mitad de la tarde, emborracharse y hacer el amor como locos.
Cuando por fin abrió la puerta, los ojos de ____(tn) brillaban como el sol.
—¡Hola! Acabo de volver. No te vas a creer lo que tengo que contarte.
Kendall estaba sin afeitar, con el pelo enmarañado y molesto de que, con sólo verla, su mente se alejara del trabajo que tenía entre manos.
—Estoy trabajando,___(tn).
—Lo sé y lo siento, pero si no se lo cuento a alguien, voy a explotar —le tocó el rostro con las manos—. Creo que te vendría bien tomarte un descanso.
—Estoy en medio de algo —comenzó a decir, pero ella ya había pasado hasta el salón.
—Seguro que no has comido nada en todo el día. ¿Quieres que te prepare un sándwich y así...?
—No quiero que me prepares nada —oyó la tensión de su propia voz, pero no se molestó en suavizarla, simplemente se limitó a servirse otro café—. No tengo tiempo, ___(tn), quiero seguir trabajando.
—Pero tienes que comer algo —lo oyó subir las escaleras y fue tras él—. Está bien, olvídate del sándwich, tengo que contarte dónde he pasado el día. Dios, esto parece una tumba —se acercó de manera instintiva a abrir las cortinas para que entrara un poco de luz.
—Deja eso. Maldita sea, __(tn).
Se quedó paralizada unos segundos, después bajó la mano muy despacio. Kendall estaba ya sentado al ordenador, inmerso en su trabajo y dándole la espalda. No le importaba nada de lo que ella tuviera que contarle.
—Te resulta muy fácil actuar como si no estuviera aquí —murmuró.
A Kendall no se le escapó el tono dolido de su voz, pero se negaba a sentirse culpable.
—No es fácil, pero en este momento necesito hacerlo.
—Sí, ya sé que estás trabajando y que no comprendes cómo puedo tener la desfachatez de interrumpirte en tu gran tarea de genio, algo que jamás podría entender.
Levantó la mirada hacia ella con irritación.
—Tú puedes trabajar rodeada de gente, yo no.
—También te resulta muy fácil obviarme aunque no tengas que trabajar.
Se alejó de la mesa y giró la silla hacia ella.
—No estoy de humor para discutir.
—Por supuesto, lo más importante es tu estado de ánimo. Si estás de humor para estar conmigo o para estar solo, para hablar o para estar callado, para tocarme o para alejarte de mí.
Había algo en su voz que desató el pánico dentro de él.
—Si no te gustaba, deberías haberlo dicho.
—Tienes toda la razón del mundo. Te lo digo ahora, Kendall, no me gusta que me trates como si fuera una molestia que puedes echar a un lado fácilmente y luego volver a utilizar cuando tengas un momento libre. No me gusta que no te preocupe lo más mínimo si tengo algo que contarte.
—¿Quieres que deje de trabajar para que puedas contarme que has pasado el día de compras y comiendo con alguno de tus amigos?
___(tn) abrió la boca, pero volvió a cerrarla sin llegar a decir nada.
—Lo siento —dijo él, furioso consigo mismo, y se puso en pie—. Estoy llegando al final y ando un poco tenso —se pasó las manos por el pelo, ella seguía sin moverse mirándolo con ojos heridos—. Vamos abajo.
—No, tengo que irme —no quería echarse a llorar delante de él—. Tengo que hacer unas llamadas y me duele mucho la cabeza —dijo llevándose una mano a la sien—. Creo voy a tomarme una aspirina y a dormir un rato.
Sólo dio un paso hacia la escalera antes de que él la agarrara del brazo.
—__(tn)...
—No me encuentro bien, Kendall. Me voy a casa.
Se soltó de él y bajó las escaleras a toda prisa. Kendall cerró los ojos al oír el portazo que dio al salir.
—Estúpido cretino —murmuró apretándose los párpados con los dedos.
Comenzó a dar vueltas por la habitación. Era cierto que se encerraba para trabajar, pero eso no tenía nada de malo, no tenía que justificar sus costumbres ante nadie. Pero tampoco tenía por qué hacerle daño a ella.
Maldita sea. Había irrumpido en su casa en el peor momento posible, cuando las palabras estaban fluyendo de su mente como un manantial. Pero no la había ignorado, ni la había tratado como una molestia. ¿Cómo podría hacer algo así si no conseguía dejar de pensar en ella ni un instante?
Aunque lo cierto era que había intentado deliberadamente no hacerle caso, llevaba haciéndolo desde aquella conversación que había mantenido con Daniel MacGregor.
Porque ese maldito anciano tenía razón. Se había enamorado de ella.
Tenía la esperanza de que si no pensaba en ello y se esforzaba en arrinconar sus sentimientos, acabarían por desaparecer.
En cuanto a su comportamiento de los últimos días, tendría que hacer algo para compensar a ___(tn) porque ella no había hecho nada para merecerlo, nada excepto existir, excepto darle todo lo que estaba en su mano. Y él lo había aceptado.
Sabía que no podría seguir trabajando, así que bajó al salón. Consideró la idea de llamar a su puerta y pedirle disculpas, pero enseguida pensó que ahora querría estar sola. Lo mejor era salir a dar un paseo.
No había pensado comprarle flores hasta que vio el quiosco y, en el momento en que tuvo el ramo de tulipanes amarillos en la mano, se sintió mejor.
Siguió caminando sin poder quitarse sus palabras de la cabeza. ¿Cuántas veces la habría dejado de lado, preocupándose tan sólo por sus propios deseos y sin pensar en los de ella? MacGregor también había estado en lo cierto en eso; ___(tn) siempre ponía los sentimientos de los demás por delante de los suyos propios.
Jamás había conocido a una persona más generosa y más alegre, dos cosas que él había dejado de ser hacía tiempo... excepto cuando estaba con ella.
Había aparecido en su casa con un gesto radiante. Estaba tan acostumbrado a verla contenta, que no se había parado a pensar que pudiera tratarse de algo especial.
Tenía que cambiar su modo de actuar con ella. Podía hacerlo. A partir de ese momento le daría todo lo que ella le había dado a él. Quizá así, cuando llegase el momento de separarse, pudieran hacerlo como amigos.
Al pensar aquello se dio cuenta de que ya no podía imaginar su vida sin ella.
Pasó caminando el resto de la tarde y cuando volvió a casa y llamó a su puerta, el sol ya estaba ocultándose entre los edificios. Se sentía más tranquilo.
—¿Has podido descansar? —le preguntó en cuanto abrió la puerta.
—Sí —se había refugiado en el sueño como un conejo que se escondía en su madriguera para huir del enemigo—. Gracias.
—¿Te apetece compañía? —le dio el ramo de flores y vio la sorpresa reflejada en su rostro.
—Claro... pasa. Son preciosos.
Algo había estado haciendo muy mal si el mero hecho de que le regalara flores lograba sorprenderla tanto.
—Siento mucho lo de antes.
Eso quería decir que le había comprado las flores para disculparse, pensó ___(tn), decepcionada de que no lo hubiera hecho simplemente porque sí. Pero se volvió a mirarlo con una sonrisa.
—No importa. Supongo que es lo que pasa por meterse en la cueva del oso.
—Claro que importa y lo siento mucho.
—Está bien.
—¿Está bien? La mayoría de las mujeres me harían ponerme de rodillas.
—Yo no ganaría nada con que te pusieras de rodillas. ¿Has visto qué suerte tienes?
Kendall le agarró la mano cuando se disponía a colocar los tulipanes en un jarrón y se la llevó a los labios.
—Sí que tengo suerte, sí —por segunda vez, vio la sorpresa reflejada en sus ojos.
De pronto se dio cuenta de que nunca había mostrado la menor ternura hacia ella. ¿Cómo había podido ser tan estúpido?
—Estaba pensando que, si te encuentras mejor, quizá te apetezca salir a cenar.
—¿A un restaurante?
—Si quieres. Pero si no estás de ánimo, podemos cenar aquí tranquilamente. Lo que prefieras —añadió agarrándole la cara con ambas manos para darle un beso en la frente.
—¿Quién eres y qué haces en el cuerpo de Kendall?
Se echó a reír y siguió besándola, en las mejillas, una y otra vez.
—Dime qué quieres, ____.
Quería que la acariciara y la mirara como estaba haciéndolo.
—Yo... puedo preparar algo sencillo.
—Si no te apetece salir, yo me encargo de la cena.
—¿Tú? Está bien, voy a llamar a la policía.
Kendall la estrechó en sus brazos con fuerza.
—No pretendo cocinar, no sobreviviríamos — le acarició el pelo—. Pediré algo por teléfono.
—Ah, está bien —estaba abrazándola, pensó___(tn), anonadada. La abrazaba sin ánimo de nada más, como si eso le bastara.
—Estás muy tensa —le dijo pasándole las manos por los hombros—. ¿Por qué no subes a darte un baño bien caliente que te relaje? Después puedes ponerte una de esas batas que tanto te gustan y cenaremos tranquilamente.
—Estoy bien. Puedo... —dejó de hablar cuando sintió sus labios rozándole la boca con una suavidad que le aflojó las rodillas.
—Sube —le dijo con una sonrisa cuando ella lo miró, confusa—. Yo me encargo de todo.
—Está bien... El número de la pizzería está junto al teléfono.
—No te preocupes por nada. Sube y relájate. Y tómate todo el tiempo que necesites.
Él también iba a necesitarlo para asegurarse de que todo estaba perfecto cuando ella bajara. Si las flores la habían dejado boquiabierta, no podría articular palabra cuando viera lo que estaba planeando.
Fue al teléfono y marcó el número que figuraba en la memoria junto al nombre de Jody. Después de presentarse le preguntó a la vecina cuál era el restaurante preferido de ___(tn).
—No, me refiero a algo más elegante —le dijo cuando Jody le dio el nombre de la cafetería de la esquina—. Algo francés y sofisticado.
Tuvo que sonreír al oír la exclamación de sorpresa al otro lado de la línea. Escribió el nombre del local.
—Supongo que no tendrás el número de teléfono... ¿Sí? Perfecto. A ver si también puedes con esto, ¿cuál es el postre al que ___(tn) no podría resistirse jamás? Muchas gracias... No, no es nada especial, sólo una cena tranquila. Gracias por tu ayuda.
Volvió a reírse al ver que Jody no dejaba de hacerle preguntas.
—Escucha, los dos sabemos que te lo contará todo mañana por la mañana cuando bajes a tomar café.
Colgó para llamar al restaurante y encargar la cena. Después de eso se puso manos a la obra con los demás preparativos.
Al salir del taxi que la había dejado frente a su edificio, se llevó la mano al pecho y sintió cómo el corazón latía desbocado. Ahora era real y se moría de ganas de contárselo a todo el mundo.
Quizá diera una fiesta para celebrarlo. Una gran fiesta con música, alegría y mucho ruido.
Tenía que llamar a sus padres, a toda su familia y tenía que encontrar a Jody para gritar juntas. Pero antes debía decírselo a Kendall.
Llamó a su puerta con ambas manos. Sabía que estaría trabajando, pero no podía esperar. Seguro que él lo comprendía. Tenían que celebrarlo juntos, beber champán en mitad de la tarde, emborracharse y hacer el amor como locos.
Cuando por fin abrió la puerta, los ojos de ____(tn) brillaban como el sol.
—¡Hola! Acabo de volver. No te vas a creer lo que tengo que contarte.
Kendall estaba sin afeitar, con el pelo enmarañado y molesto de que, con sólo verla, su mente se alejara del trabajo que tenía entre manos.
—Estoy trabajando,___(tn).
—Lo sé y lo siento, pero si no se lo cuento a alguien, voy a explotar —le tocó el rostro con las manos—. Creo que te vendría bien tomarte un descanso.
—Estoy en medio de algo —comenzó a decir, pero ella ya había pasado hasta el salón.
—Seguro que no has comido nada en todo el día. ¿Quieres que te prepare un sándwich y así...?
—No quiero que me prepares nada —oyó la tensión de su propia voz, pero no se molestó en suavizarla, simplemente se limitó a servirse otro café—. No tengo tiempo, ___(tn), quiero seguir trabajando.
—Pero tienes que comer algo —lo oyó subir las escaleras y fue tras él—. Está bien, olvídate del sándwich, tengo que contarte dónde he pasado el día. Dios, esto parece una tumba —se acercó de manera instintiva a abrir las cortinas para que entrara un poco de luz.
—Deja eso. Maldita sea, __(tn).
Se quedó paralizada unos segundos, después bajó la mano muy despacio. Kendall estaba ya sentado al ordenador, inmerso en su trabajo y dándole la espalda. No le importaba nada de lo que ella tuviera que contarle.
—Te resulta muy fácil actuar como si no estuviera aquí —murmuró.
A Kendall no se le escapó el tono dolido de su voz, pero se negaba a sentirse culpable.
—No es fácil, pero en este momento necesito hacerlo.
—Sí, ya sé que estás trabajando y que no comprendes cómo puedo tener la desfachatez de interrumpirte en tu gran tarea de genio, algo que jamás podría entender.
Levantó la mirada hacia ella con irritación.
—Tú puedes trabajar rodeada de gente, yo no.
—También te resulta muy fácil obviarme aunque no tengas que trabajar.
Se alejó de la mesa y giró la silla hacia ella.
—No estoy de humor para discutir.
—Por supuesto, lo más importante es tu estado de ánimo. Si estás de humor para estar conmigo o para estar solo, para hablar o para estar callado, para tocarme o para alejarte de mí.
Había algo en su voz que desató el pánico dentro de él.
—Si no te gustaba, deberías haberlo dicho.
—Tienes toda la razón del mundo. Te lo digo ahora, Kendall, no me gusta que me trates como si fuera una molestia que puedes echar a un lado fácilmente y luego volver a utilizar cuando tengas un momento libre. No me gusta que no te preocupe lo más mínimo si tengo algo que contarte.
—¿Quieres que deje de trabajar para que puedas contarme que has pasado el día de compras y comiendo con alguno de tus amigos?
___(tn) abrió la boca, pero volvió a cerrarla sin llegar a decir nada.
—Lo siento —dijo él, furioso consigo mismo, y se puso en pie—. Estoy llegando al final y ando un poco tenso —se pasó las manos por el pelo, ella seguía sin moverse mirándolo con ojos heridos—. Vamos abajo.
—No, tengo que irme —no quería echarse a llorar delante de él—. Tengo que hacer unas llamadas y me duele mucho la cabeza —dijo llevándose una mano a la sien—. Creo voy a tomarme una aspirina y a dormir un rato.
Sólo dio un paso hacia la escalera antes de que él la agarrara del brazo.
—__(tn)...
—No me encuentro bien, Kendall. Me voy a casa.
Se soltó de él y bajó las escaleras a toda prisa. Kendall cerró los ojos al oír el portazo que dio al salir.
—Estúpido cretino —murmuró apretándose los párpados con los dedos.
Comenzó a dar vueltas por la habitación. Era cierto que se encerraba para trabajar, pero eso no tenía nada de malo, no tenía que justificar sus costumbres ante nadie. Pero tampoco tenía por qué hacerle daño a ella.
Maldita sea. Había irrumpido en su casa en el peor momento posible, cuando las palabras estaban fluyendo de su mente como un manantial. Pero no la había ignorado, ni la había tratado como una molestia. ¿Cómo podría hacer algo así si no conseguía dejar de pensar en ella ni un instante?
Aunque lo cierto era que había intentado deliberadamente no hacerle caso, llevaba haciéndolo desde aquella conversación que había mantenido con Daniel MacGregor.
Porque ese maldito anciano tenía razón. Se había enamorado de ella.
Tenía la esperanza de que si no pensaba en ello y se esforzaba en arrinconar sus sentimientos, acabarían por desaparecer.
En cuanto a su comportamiento de los últimos días, tendría que hacer algo para compensar a ___(tn) porque ella no había hecho nada para merecerlo, nada excepto existir, excepto darle todo lo que estaba en su mano. Y él lo había aceptado.
Sabía que no podría seguir trabajando, así que bajó al salón. Consideró la idea de llamar a su puerta y pedirle disculpas, pero enseguida pensó que ahora querría estar sola. Lo mejor era salir a dar un paseo.
No había pensado comprarle flores hasta que vio el quiosco y, en el momento en que tuvo el ramo de tulipanes amarillos en la mano, se sintió mejor.
Siguió caminando sin poder quitarse sus palabras de la cabeza. ¿Cuántas veces la habría dejado de lado, preocupándose tan sólo por sus propios deseos y sin pensar en los de ella? MacGregor también había estado en lo cierto en eso; ___(tn) siempre ponía los sentimientos de los demás por delante de los suyos propios.
Jamás había conocido a una persona más generosa y más alegre, dos cosas que él había dejado de ser hacía tiempo... excepto cuando estaba con ella.
Había aparecido en su casa con un gesto radiante. Estaba tan acostumbrado a verla contenta, que no se había parado a pensar que pudiera tratarse de algo especial.
Tenía que cambiar su modo de actuar con ella. Podía hacerlo. A partir de ese momento le daría todo lo que ella le había dado a él. Quizá así, cuando llegase el momento de separarse, pudieran hacerlo como amigos.
Al pensar aquello se dio cuenta de que ya no podía imaginar su vida sin ella.
Pasó caminando el resto de la tarde y cuando volvió a casa y llamó a su puerta, el sol ya estaba ocultándose entre los edificios. Se sentía más tranquilo.
—¿Has podido descansar? —le preguntó en cuanto abrió la puerta.
—Sí —se había refugiado en el sueño como un conejo que se escondía en su madriguera para huir del enemigo—. Gracias.
—¿Te apetece compañía? —le dio el ramo de flores y vio la sorpresa reflejada en su rostro.
—Claro... pasa. Son preciosos.
Algo había estado haciendo muy mal si el mero hecho de que le regalara flores lograba sorprenderla tanto.
—Siento mucho lo de antes.
Eso quería decir que le había comprado las flores para disculparse, pensó ___(tn), decepcionada de que no lo hubiera hecho simplemente porque sí. Pero se volvió a mirarlo con una sonrisa.
—No importa. Supongo que es lo que pasa por meterse en la cueva del oso.
—Claro que importa y lo siento mucho.
—Está bien.
—¿Está bien? La mayoría de las mujeres me harían ponerme de rodillas.
—Yo no ganaría nada con que te pusieras de rodillas. ¿Has visto qué suerte tienes?
Kendall le agarró la mano cuando se disponía a colocar los tulipanes en un jarrón y se la llevó a los labios.
—Sí que tengo suerte, sí —por segunda vez, vio la sorpresa reflejada en sus ojos.
De pronto se dio cuenta de que nunca había mostrado la menor ternura hacia ella. ¿Cómo había podido ser tan estúpido?
—Estaba pensando que, si te encuentras mejor, quizá te apetezca salir a cenar.
—¿A un restaurante?
—Si quieres. Pero si no estás de ánimo, podemos cenar aquí tranquilamente. Lo que prefieras —añadió agarrándole la cara con ambas manos para darle un beso en la frente.
—¿Quién eres y qué haces en el cuerpo de Kendall?
Se echó a reír y siguió besándola, en las mejillas, una y otra vez.
—Dime qué quieres, ____.
Quería que la acariciara y la mirara como estaba haciéndolo.
—Yo... puedo preparar algo sencillo.
—Si no te apetece salir, yo me encargo de la cena.
—¿Tú? Está bien, voy a llamar a la policía.
Kendall la estrechó en sus brazos con fuerza.
—No pretendo cocinar, no sobreviviríamos — le acarició el pelo—. Pediré algo por teléfono.
—Ah, está bien —estaba abrazándola, pensó___(tn), anonadada. La abrazaba sin ánimo de nada más, como si eso le bastara.
—Estás muy tensa —le dijo pasándole las manos por los hombros—. ¿Por qué no subes a darte un baño bien caliente que te relaje? Después puedes ponerte una de esas batas que tanto te gustan y cenaremos tranquilamente.
—Estoy bien. Puedo... —dejó de hablar cuando sintió sus labios rozándole la boca con una suavidad que le aflojó las rodillas.
—Sube —le dijo con una sonrisa cuando ella lo miró, confusa—. Yo me encargo de todo.
—Está bien... El número de la pizzería está junto al teléfono.
—No te preocupes por nada. Sube y relájate. Y tómate todo el tiempo que necesites.
Él también iba a necesitarlo para asegurarse de que todo estaba perfecto cuando ella bajara. Si las flores la habían dejado boquiabierta, no podría articular palabra cuando viera lo que estaba planeando.
Fue al teléfono y marcó el número que figuraba en la memoria junto al nombre de Jody. Después de presentarse le preguntó a la vecina cuál era el restaurante preferido de ___(tn).
—No, me refiero a algo más elegante —le dijo cuando Jody le dio el nombre de la cafetería de la esquina—. Algo francés y sofisticado.
Tuvo que sonreír al oír la exclamación de sorpresa al otro lado de la línea. Escribió el nombre del local.
—Supongo que no tendrás el número de teléfono... ¿Sí? Perfecto. A ver si también puedes con esto, ¿cuál es el postre al que ___(tn) no podría resistirse jamás? Muchas gracias... No, no es nada especial, sólo una cena tranquila. Gracias por tu ayuda.
Volvió a reírse al ver que Jody no dejaba de hacerle preguntas.
—Escucha, los dos sabemos que te lo contará todo mañana por la mañana cuando bajes a tomar café.
Colgó para llamar al restaurante y encargar la cena. Después de eso se puso manos a la obra con los demás preparativos.
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
MARATON 1/3
Capítulo 29
___(tn) hizo lo que Kendall le había sugerido y se tomó su tiempo, lo necesitaba para ajustarse al nuevo comportamiento de Kendall. Quizá fuera una parte de él que nunca antes le había mostrado.
¿Cómo podría haber imaginado que tenía tanta ternura dentro? Una ternura que hacía que le resultara aún más difícil controlar sus propios sentimientos.
Lo amaba cuando se comporta descuidado y gruñón, cuando era divertido e interesante y cuando estaba excitado y ansioso. ¿Cuánto más podría amarlo siendo tierno y cariñoso?
Sabía que se estaba esforzando para pedirle disculpas por haberle hecho daño, sin ni siquiera saber realmente lo que había hecho. Pero lo que importaba era que estuviera intentando hacer las cosas bien.
¿Cómo podría haberlo rechazado?
Una cena tranquila en casa les haría muy bien a los dos. A él no le gustaban las multitudes y, en aquel momento, tampoco ella tenía energías para salir y ver gente. Así pues, comerían una pizza viendo la tele, hablarían de cosas sin importancia y harían el amor en el sofá.
Todo volvería a ser sencillo porque era lo mejor para ambos.
Mucho más tranquila, se puso la bata, se pasó las manos por el pelo, ya casi seco, y bajó las escaleras.
Lo primero que sintió fue la música, una melodía seductora que no le extrañó oír sabiendo como sabía que Kendall era un gran melómano. Pero entonces vio el brillo de las velas, decenas y decenas de ellas repartidas por todo el salón.
Allí estaba él, en medio de la tenue luz, esperándola.
Se había cambiado de ropa y se había afeitado la barba de varios días. Le tendió una mano que __(tn) aceptó, fascinada por el modo en que la luz iluminaba los ojos verdes de Kendall.
—¿Te sientes mejor?
—Mucho mejor. ¿Qué está pasando aquí?
—Vamos a cenar.
—Te has tomado muchas molestias para tomar —vio cómo se llevaba su mano a los labios y le mordisqueaba los nudillos de un modo que le impedía hablar con normalidad—... pizza —consiguió decir.
—Me gusta el efecto de la luz de las velas en tu piel —le besó la mejilla—. Esa piel tan suave. Temo haberte dejado algún moretón porque a veces se me olvida lo suave y delicada que es.
—¿Qué? —tenía la sensación de estar realmente flotando.
—He sido muy poco cuidadoso contigo, __(tn). Pero esta noche voy a tener más cuidado — volvió a levantarle las manos y se las besó una y mil veces—.Tengo algo para ti —le dijo mostrándole una cajita atada con un lazo rosa.
—No necesito regalos. No los quiero.
Kendall frunció el ceño sin comprender, pero enseguida se dio cuenta de que aquello le había hecho pensar en Pamela.
—No es porque los necesites, es porque me acordé de ti —le puso la cajita en las manos para que la abriera—. Mira lo que es antes de decir nada más. Por favor.
__(tn) aceptó la cajita.
—Bueno, ¿a quién no le gustan los regalos? —dejó de hablar al ver los pendientes que había dentro. Eran dos tiras de piedrecitas negras con forma de pez, como si los acabaran de pescar. Se echó a reír al ver cómo se movían en el aire—. Son ridículos.
—Lo sé.
—Me encantan.
—Me lo imaginaba.
Se los puso y lo miró con alegría.
—¿Qué te parecen?
—Que te van de maravilla.
—Muchas gracias. Es un detalle precioso — dijo sólo un segundo antes de lanzarse en sus brazos y besarlo apasionadamente.
—Ay, Dios, no hagas eso —le suplicó Kendall al ver que comenzaba a bajársele la sangre de la cabeza.
—Perdón. Es que es demasiado para una sola noche... flores, velas y pececitos —pero respiró hondo y se apartó de él—. Te dejo libre.
—Gracias —le pasó el dedo por la mejilla, por donde había empezado a caer una lágrima—. ¿Champán?
—¿Champán? —repitió, nuevamente sorprendida. ¿Qué demonios le ocurría? De pronto parecía relajado, feliz, romántico—... ¡Has terminado la obra! Kendall, es eso, ¿verdad?
—No, aún no, aunque queda muy poco.
—¿Entonces por qué todo esto?
Kendall le dio una copa y levantó la suya para brindar.
—Por ti, sólo eso.
El hormigueo que __(tn) sintió en el estómago no se debía al champán, sino al modo en que él la miraba.
—No sé qué decir.
—Eso sí que es un hecho sin precedentes.
—¿Así que todo esto es una treta para hacerme callar? —Se echó a reír con relajación y disfrutó del champán—. Eres muy listo, ¿verdad?
—Aún no has visto nada —le quitó la copa de las manos y la estrechó en sus brazos, pero en lugar de besarla, apoyó la mejilla contra la suya y comenzó a moverse al ritmo de la música—. Nunca hemos bailado juntos.
—No —__(tn) cerró los ojos y se dejó llevar—. Kendall —susurró varios minutos después al sentir que él comenzaba a besarle el cuello y los hombros.
—Debe de ser la cena.
—¿Qué?
—El timbre, debe de ser la cena.
—Ah —ni siquiera lo había oído.
—Espero no decepcionarte —le dijo mientras se dirigía a la puerta—. No es pizza.
—No te preocupes, me da igual una cosa que otra —¿cómo iba a comer con todas esas mariposas revoloteándole en el estómago?
Abrió los ojos de par en par al ver entrar dos camareros de esmoquin que distribuyeron la comida sobre la mesa que Kendall había preparado ya con sus mejores platos. Diez minutos después se habían marchado y ella aún no había recuperado el habla.
—¿Tienes hambre?
—Yo... es maravilloso.
—Ven a sentarte —la llevó de la mano hasta la mesa y después se inclinó a darle un beso en la nuca.
Debió de comer algo, pero no habría podido recordar qué era exactamente ni cómo sabía porque sólo veía a Kendall. Sólo recordaría el modo en que la había mirado, cómo le había mordisqueado los nudillos y cómo la había estrechado en sus brazos al bailar. Cómo le había sonreído al ayudarla a levantarse de la mesa y cómo la había llevado en brazos al dormitorio.
De pronto __(tn) le parecía tan delicada, tan vulnerable. Aunque lo hubiese deseado, no podría haberla tratado de otro modo que con ternura. La dejó sobre la cama suavemente, encendió las velas como había hecho en otra ocasión, pero cuando volvió a su lado y la acarició, lo hizo con suavidad.
Le dio más de lo que se creía capaz de dar y recibió de ella una recompensa que no habría imaginado posible. Cada vez que se estremecía, Kendall no se sentía victorioso, sólo sentía ternura.
—Eres preciosa, __(tn) —susurró mientras cubría su cuerpo de besos—. ¿Cuántas veces he olvidado decírtelo? Y demostrártelo —añadió mirándola a los ojos.
—Kendall...
—No, déjame que lo haga. Deja que vea cómo disfrutas mientras te toco como debería haberlo hecho mucho antes.
__(tn) sintió que se hundía en un mar cálido y oscuro. Estaba indefensa, sólo podía aferrarse a él, a sus manos, a sus labios. La primera oleada la arrastró dejándola temblorosa de tanto placer.
Kendall siguió explorando cada rincón de su cuerpo, deteniéndose en aquéllos que hacían que se le acelerara la respiración.
Finalmente se sumergió en ella con su nombre en los labios y gimió con deleite cuando sus piernas lo rodearon.
Se movió dentro de su cuerpo mientras sus bocas se fundían igual que lo hacían sus cuerpos, bebiéndose los gemidos del otro hasta que ambos se deshicieron en un largo clímax.
Kendall seguía allí cuando despertó, abrazándola igual que lo había hecho mientras dormían.
Capítulo 29
___(tn) hizo lo que Kendall le había sugerido y se tomó su tiempo, lo necesitaba para ajustarse al nuevo comportamiento de Kendall. Quizá fuera una parte de él que nunca antes le había mostrado.
¿Cómo podría haber imaginado que tenía tanta ternura dentro? Una ternura que hacía que le resultara aún más difícil controlar sus propios sentimientos.
Lo amaba cuando se comporta descuidado y gruñón, cuando era divertido e interesante y cuando estaba excitado y ansioso. ¿Cuánto más podría amarlo siendo tierno y cariñoso?
Sabía que se estaba esforzando para pedirle disculpas por haberle hecho daño, sin ni siquiera saber realmente lo que había hecho. Pero lo que importaba era que estuviera intentando hacer las cosas bien.
¿Cómo podría haberlo rechazado?
Una cena tranquila en casa les haría muy bien a los dos. A él no le gustaban las multitudes y, en aquel momento, tampoco ella tenía energías para salir y ver gente. Así pues, comerían una pizza viendo la tele, hablarían de cosas sin importancia y harían el amor en el sofá.
Todo volvería a ser sencillo porque era lo mejor para ambos.
Mucho más tranquila, se puso la bata, se pasó las manos por el pelo, ya casi seco, y bajó las escaleras.
Lo primero que sintió fue la música, una melodía seductora que no le extrañó oír sabiendo como sabía que Kendall era un gran melómano. Pero entonces vio el brillo de las velas, decenas y decenas de ellas repartidas por todo el salón.
Allí estaba él, en medio de la tenue luz, esperándola.
Se había cambiado de ropa y se había afeitado la barba de varios días. Le tendió una mano que __(tn) aceptó, fascinada por el modo en que la luz iluminaba los ojos verdes de Kendall.
—¿Te sientes mejor?
—Mucho mejor. ¿Qué está pasando aquí?
—Vamos a cenar.
—Te has tomado muchas molestias para tomar —vio cómo se llevaba su mano a los labios y le mordisqueaba los nudillos de un modo que le impedía hablar con normalidad—... pizza —consiguió decir.
—Me gusta el efecto de la luz de las velas en tu piel —le besó la mejilla—. Esa piel tan suave. Temo haberte dejado algún moretón porque a veces se me olvida lo suave y delicada que es.
—¿Qué? —tenía la sensación de estar realmente flotando.
—He sido muy poco cuidadoso contigo, __(tn). Pero esta noche voy a tener más cuidado — volvió a levantarle las manos y se las besó una y mil veces—.Tengo algo para ti —le dijo mostrándole una cajita atada con un lazo rosa.
—No necesito regalos. No los quiero.
Kendall frunció el ceño sin comprender, pero enseguida se dio cuenta de que aquello le había hecho pensar en Pamela.
—No es porque los necesites, es porque me acordé de ti —le puso la cajita en las manos para que la abriera—. Mira lo que es antes de decir nada más. Por favor.
__(tn) aceptó la cajita.
—Bueno, ¿a quién no le gustan los regalos? —dejó de hablar al ver los pendientes que había dentro. Eran dos tiras de piedrecitas negras con forma de pez, como si los acabaran de pescar. Se echó a reír al ver cómo se movían en el aire—. Son ridículos.
—Lo sé.
—Me encantan.
—Me lo imaginaba.
Se los puso y lo miró con alegría.
—¿Qué te parecen?
—Que te van de maravilla.
—Muchas gracias. Es un detalle precioso — dijo sólo un segundo antes de lanzarse en sus brazos y besarlo apasionadamente.
—Ay, Dios, no hagas eso —le suplicó Kendall al ver que comenzaba a bajársele la sangre de la cabeza.
—Perdón. Es que es demasiado para una sola noche... flores, velas y pececitos —pero respiró hondo y se apartó de él—. Te dejo libre.
—Gracias —le pasó el dedo por la mejilla, por donde había empezado a caer una lágrima—. ¿Champán?
—¿Champán? —repitió, nuevamente sorprendida. ¿Qué demonios le ocurría? De pronto parecía relajado, feliz, romántico—... ¡Has terminado la obra! Kendall, es eso, ¿verdad?
—No, aún no, aunque queda muy poco.
—¿Entonces por qué todo esto?
Kendall le dio una copa y levantó la suya para brindar.
—Por ti, sólo eso.
El hormigueo que __(tn) sintió en el estómago no se debía al champán, sino al modo en que él la miraba.
—No sé qué decir.
—Eso sí que es un hecho sin precedentes.
—¿Así que todo esto es una treta para hacerme callar? —Se echó a reír con relajación y disfrutó del champán—. Eres muy listo, ¿verdad?
—Aún no has visto nada —le quitó la copa de las manos y la estrechó en sus brazos, pero en lugar de besarla, apoyó la mejilla contra la suya y comenzó a moverse al ritmo de la música—. Nunca hemos bailado juntos.
—No —__(tn) cerró los ojos y se dejó llevar—. Kendall —susurró varios minutos después al sentir que él comenzaba a besarle el cuello y los hombros.
—Debe de ser la cena.
—¿Qué?
—El timbre, debe de ser la cena.
—Ah —ni siquiera lo había oído.
—Espero no decepcionarte —le dijo mientras se dirigía a la puerta—. No es pizza.
—No te preocupes, me da igual una cosa que otra —¿cómo iba a comer con todas esas mariposas revoloteándole en el estómago?
Abrió los ojos de par en par al ver entrar dos camareros de esmoquin que distribuyeron la comida sobre la mesa que Kendall había preparado ya con sus mejores platos. Diez minutos después se habían marchado y ella aún no había recuperado el habla.
—¿Tienes hambre?
—Yo... es maravilloso.
—Ven a sentarte —la llevó de la mano hasta la mesa y después se inclinó a darle un beso en la nuca.
Debió de comer algo, pero no habría podido recordar qué era exactamente ni cómo sabía porque sólo veía a Kendall. Sólo recordaría el modo en que la había mirado, cómo le había mordisqueado los nudillos y cómo la había estrechado en sus brazos al bailar. Cómo le había sonreído al ayudarla a levantarse de la mesa y cómo la había llevado en brazos al dormitorio.
De pronto __(tn) le parecía tan delicada, tan vulnerable. Aunque lo hubiese deseado, no podría haberla tratado de otro modo que con ternura. La dejó sobre la cama suavemente, encendió las velas como había hecho en otra ocasión, pero cuando volvió a su lado y la acarició, lo hizo con suavidad.
Le dio más de lo que se creía capaz de dar y recibió de ella una recompensa que no habría imaginado posible. Cada vez que se estremecía, Kendall no se sentía victorioso, sólo sentía ternura.
—Eres preciosa, __(tn) —susurró mientras cubría su cuerpo de besos—. ¿Cuántas veces he olvidado decírtelo? Y demostrártelo —añadió mirándola a los ojos.
—Kendall...
—No, déjame que lo haga. Deja que vea cómo disfrutas mientras te toco como debería haberlo hecho mucho antes.
__(tn) sintió que se hundía en un mar cálido y oscuro. Estaba indefensa, sólo podía aferrarse a él, a sus manos, a sus labios. La primera oleada la arrastró dejándola temblorosa de tanto placer.
Kendall siguió explorando cada rincón de su cuerpo, deteniéndose en aquéllos que hacían que se le acelerara la respiración.
Finalmente se sumergió en ella con su nombre en los labios y gimió con deleite cuando sus piernas lo rodearon.
Se movió dentro de su cuerpo mientras sus bocas se fundían igual que lo hacían sus cuerpos, bebiéndose los gemidos del otro hasta que ambos se deshicieron en un largo clímax.
Kendall seguía allí cuando despertó, abrazándola igual que lo había hecho mientras dormían.
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
MARATON 2/3
Capítulo 30
—Definitivamente, es la noche más romántica de la era moderna —declaró Jody después de oír el relato de lo sucedido con Kendall.
—Nunca nadie había sido tan atento conmigo —murmuró __(tn), todavía flotando—. Y no me refiero a... ya sabes.
—Pero el ya sabes fue excelente, ¿verdad?
—Espectacular, mejor que nada que hayas leído en ninguna novela romántica. Fue como si estrechara mi alma en sus brazos y luego me la devolviera llena de amor.
—Dios, qué bonito, ___(tn). Tú sí que deberías de escribir una novela romántica.
—Estoy tan enamorada, Jody. Yo no pensé que se pudiera amar así, que me pudiera caber tanto amor dentro.
Su amiga soltó un largo suspiro.
—¿Cuándo vas a decírselo?
—No puedo —dijo con tristeza—. No tengo valor para decirle algo que sé que no quiere oír.
—Pero si está loco por ti.
—Sé que siente algo por mí y quizá si espero un poco más, si se da cuenta de que puede confiar en mí y de que nunca voy a defraudarle, se permita sentir algo más.
—Pero ten cuidado no defraudarte a ti misma,___ (tn).
—Tiene motivos para ser tan cauto, Jody. No puedo contártelo porque es algo muy personal.
—Lo comprendo.
—Gracias por escucharme. Ahora tengo que irme, tengo un millón de cosas que hacer. ¿Necesitas algo?
—La verdad es que sí me gustaría pedirte una cosa.
—Adelante, lo añadiré a la lista de encargos de la señora Wolinsky y del señor Puebles.
—Pero no le digas a nadie lo que me has comprado, ¿de acuerdo?
—Claro —respondió mientras buscaba la lista con gesto ausente—. Sólo tienes que apuntarlo aquí.
**********
Una vez hechas las compras de sus vecinos y las suyas propias, __(tn) fue directamente a casa de Jody, pues sabía que estaría impaciente, pero parecía que su amiga había salido. Cargada de bolsas, __(tn) se subió en el ascensor para llegar al tercer piso y sonrió como una tonta al ver que Kendall la esperaba junto a su puerta.
—Hola, vecina —la saludó después de quitarle las bolsas y de darle un beso—. ¿Qué llevas aquí, ladrillos?
—No, uvas para el señor Puebles, un millón de cosas para la señora Wolinsky, unas manzanas para que tú comas algo sano mientras trabajas... ¡Ah! Y amoniaco para limpiar la suciedad que estás dejando que se acumule en tus ventanas —explicó detalladamente mientras buscaba su esquiva llave.
—Manzanas y amoniaco, ¿qué más puede pedir un hombre?
—Tarta de queso de la mejor tienda del barrio. Es irresistible.
—Tendrá que esperar —la rodeó con sus brazos y la hizo bailar unos pasos—. He terminado la obra.
—¿De verdad? Es maravilloso.
—Nunca había trabajado tan rápido. Aunque quedan cosas por repasar, pero está todo ahí y en gran parte es gracias a ti.
—¿A mí?
—Hay mucho de ti en esa obra. Una vez dejé de luchar contra ello, comenzó a salir de manera imparable.
—Estoy sin habla. ¿Qué has escrito sobre mí? ¿Cómo es mi personaje? ¿Qué hace? ¿Puedo leerlo?
—Vaya, y eso que estabas sin habla —dijo riéndose—. Podrás leerlo en cuanto le dé unos últimos toques. Ahora vamos a cenar a la cafetería para celebrarlo.
—¿Quieres celebrar que has acabado la obra con unos espagueti con carne?
—Exacto —y no le importaba parecer un sentimental—. Al lugar al que llevaste a un pobre músico en paro.
—¿Has puesto eso en la obra?
—No te preocupes, te gustará.
—Dios, me encanta verte tan feliz.
—Así es como me siento últimamente. Venga, vámonos.
—Espera, tengo que colocar la compra y arreglarme un poco.
—Tú arregla lo que creas que necesita arreglo y yo mientras colocaré la compra.
—Muy bien. Pero pon cada cosa en su lugar, no te limites a tirarlo todo en un armario.
—Date prisa —dijo comenzando a sacar las cosas de las bolsas.
Había estado una hora esperando a que llegara, impaciente por contárselo, por encontrar el modo de decirle que durante las últimas semanas, todo había cambiado. Por mucho que hubiera luchado contra ello y lo hubiera negado, no había podido evitar que cambiara. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, demasiado, era feliz.
Y no era sólo por la obra, era por ___(tn).
Ella le hacía feliz.
Esa felicidad se había reflejado en su trabajo. En la obra había un poso de esperanza que él no había previsto en un principio. Algo irresistible que había aparecido en su vida al mismo tiempo que lo había hecho __(tn) con sus galletas y su risa.
Lo que sentía por ella, lo que ella le había hecho sentir con su alegría y su generosidad, hacía que se sintiera completo. __(tn) lo había rescatado. Las últimas palabras de la obra lo decían todo.
«El amor lo cura todo».
Con un poco de tiempo y de esfuerzo, tendría la oportunidad de vivir con ella algo que había dejado de creer que fuera posible.
Metió la mano en la segunda bolsa y sacó una caja que hizo que todo ese mundo de felicidad se derrumbara de golpe.
—Antes de irnos tengo que llamar a Jody para ver si ha vuelto ya —anunció __(tn) mientras bajaba corriendo. Se había puesto los graciosos pendientes que él le había regalado.
—¿Qué demonios es esto, __(tn)? —Tiró la prueba de embarazo sobre la encimera de la cocina con furia—. ¿Estás embarazada?
—Yo...
—Crees que estás embarazada y no me lo has dicho. ¿A qué esperabas para decírmelo? ¿Pensabas elegir el momento y el lugar perfecto para dármelo ya consumado?
El rubor de felicidad de sus mejillas desapareció en sólo un instante.
—¿Es eso lo que crees, Kendall?
—¿Qué debo creer? Llegas aquí con toda la tranquilidad del mundo y ahora encuentro esto — dio un golpecito con la caja en la encimera—. Y tú eres la que jamás miente ni engaña, pues ya me dirás qué es esto.
—Ahora ya soy como Pamela, ¿verdad? —Toda la alegría de su corazón se convirtió en ceniza, fría y seca ceniza—. Un ser calculador y taimado.
—Estoy hablando de ti y de mí, de nadie más —tenía que calmarse, pero aquella traición estaba destrozándolo por dentro cuando por fin había decidido volver a confiar—. Exijo una explicación.
—Pues aquí la tienes. He comprado manzanas para ti, uvas para el IB y una prueba de embarazo para Jody. Chuck y ella tienen la esperanza de estar esperando un hermanito para Charlie.
—¿Jody?
—Exacto —cada palabra que salía de su boca le quemaba la garganta—. No estoy embarazada, así que ya puedes relajarte.
—Lo siento.
—Yo también. No sabes cuánto —agarró la cajita y la observó con tristeza—. Jody estaba tan emocionada cuando me pidió que se lo comprara... Para alguna gente el hecho de ir a tener un hijo supone una enorme alegría, para ti sin embargo es una amenaza, un mal recuerdo de otro tiempo.
—Siento haber reaccionado así, __(tn). He sido un estúpido.
—¿Qué habrías hecho si hubiera sido mío, Kendall? ¿Si te hubiera dicho que estaba embarazada? ¿Habrías creído que lo había hecho adrede para atraparte, para destrozarte la vida? ¿O que era de otro hombre y que me estaba riendo de ti?
—No, no habría pensado eso —la simple idea le horrorizaba—. No seas ridícula. Jamás habría pensado eso.
—¿Qué tiene de ridículo? Pamela lo hizo, ¿por qué no iba a hacerlo yo? Eres tú el que espera que me comporte como ella, el que no acaba de cerrarle la puerta a su recuerdo.
—Tienes razón, ___(tn)…
Dio un paso atrás cuando él fue a agarrarla.
—Siempre he sido sincera contigo. No tenías derecho a tratarme así y yo no debería habértelo permitido. Pero esto se ha acabado. Quiero que te vayas.
—No, antes tenemos que solucionar esto.
—Ya está solucionado. No te culpo de nada; yo soy tan responsable como tú. Te he dado demasiado sin esperar nada a cambio. Tú me dijiste que no podías darme más y yo cometí el error de aceptarlo, pero ya no. Quiero alguien que me respete, que confíe en mí y no pienso conformarme con menos. Márchate por favor —fue hacia la puerta y la abrió de par en par.
En sus ojos había furia, pero también lágrimas de dolor.
—Me he equivocado, __(tn). Lo siento mucho.
—Yo también —iba a cerrar ya, pero entonces respiró hondo y dijo algo más—: Hay algo en lo que no he sido sincera contigo, pero voy a serlo ahora mismo. Estoy enamorada de ti, Kendall. Eso es lo peor de todo.
Kendall dijo su nombre e intentó acercarse, pero ella cerró la puerta y echó todos los cerrojos. Por mucho que la llamó y golpeó la puerta con los puños, __(tn) no abrió. La llamó por teléfono desde su apartamento y volvió a la puerta, pero no hubo respuesta.
Le suplicó que abriera mientras sentía cómo se le escapaba de las manos todo lo que había llegado a amar desde que la conocía. Pero ella estaba en el dormitorio y no podía oírlo mientras lloraba desconsoladamente.
Capítulo 30
—Definitivamente, es la noche más romántica de la era moderna —declaró Jody después de oír el relato de lo sucedido con Kendall.
—Nunca nadie había sido tan atento conmigo —murmuró __(tn), todavía flotando—. Y no me refiero a... ya sabes.
—Pero el ya sabes fue excelente, ¿verdad?
—Espectacular, mejor que nada que hayas leído en ninguna novela romántica. Fue como si estrechara mi alma en sus brazos y luego me la devolviera llena de amor.
—Dios, qué bonito, ___(tn). Tú sí que deberías de escribir una novela romántica.
—Estoy tan enamorada, Jody. Yo no pensé que se pudiera amar así, que me pudiera caber tanto amor dentro.
Su amiga soltó un largo suspiro.
—¿Cuándo vas a decírselo?
—No puedo —dijo con tristeza—. No tengo valor para decirle algo que sé que no quiere oír.
—Pero si está loco por ti.
—Sé que siente algo por mí y quizá si espero un poco más, si se da cuenta de que puede confiar en mí y de que nunca voy a defraudarle, se permita sentir algo más.
—Pero ten cuidado no defraudarte a ti misma,___ (tn).
—Tiene motivos para ser tan cauto, Jody. No puedo contártelo porque es algo muy personal.
—Lo comprendo.
—Gracias por escucharme. Ahora tengo que irme, tengo un millón de cosas que hacer. ¿Necesitas algo?
—La verdad es que sí me gustaría pedirte una cosa.
—Adelante, lo añadiré a la lista de encargos de la señora Wolinsky y del señor Puebles.
—Pero no le digas a nadie lo que me has comprado, ¿de acuerdo?
—Claro —respondió mientras buscaba la lista con gesto ausente—. Sólo tienes que apuntarlo aquí.
**********
Una vez hechas las compras de sus vecinos y las suyas propias, __(tn) fue directamente a casa de Jody, pues sabía que estaría impaciente, pero parecía que su amiga había salido. Cargada de bolsas, __(tn) se subió en el ascensor para llegar al tercer piso y sonrió como una tonta al ver que Kendall la esperaba junto a su puerta.
—Hola, vecina —la saludó después de quitarle las bolsas y de darle un beso—. ¿Qué llevas aquí, ladrillos?
—No, uvas para el señor Puebles, un millón de cosas para la señora Wolinsky, unas manzanas para que tú comas algo sano mientras trabajas... ¡Ah! Y amoniaco para limpiar la suciedad que estás dejando que se acumule en tus ventanas —explicó detalladamente mientras buscaba su esquiva llave.
—Manzanas y amoniaco, ¿qué más puede pedir un hombre?
—Tarta de queso de la mejor tienda del barrio. Es irresistible.
—Tendrá que esperar —la rodeó con sus brazos y la hizo bailar unos pasos—. He terminado la obra.
—¿De verdad? Es maravilloso.
—Nunca había trabajado tan rápido. Aunque quedan cosas por repasar, pero está todo ahí y en gran parte es gracias a ti.
—¿A mí?
—Hay mucho de ti en esa obra. Una vez dejé de luchar contra ello, comenzó a salir de manera imparable.
—Estoy sin habla. ¿Qué has escrito sobre mí? ¿Cómo es mi personaje? ¿Qué hace? ¿Puedo leerlo?
—Vaya, y eso que estabas sin habla —dijo riéndose—. Podrás leerlo en cuanto le dé unos últimos toques. Ahora vamos a cenar a la cafetería para celebrarlo.
—¿Quieres celebrar que has acabado la obra con unos espagueti con carne?
—Exacto —y no le importaba parecer un sentimental—. Al lugar al que llevaste a un pobre músico en paro.
—¿Has puesto eso en la obra?
—No te preocupes, te gustará.
—Dios, me encanta verte tan feliz.
—Así es como me siento últimamente. Venga, vámonos.
—Espera, tengo que colocar la compra y arreglarme un poco.
—Tú arregla lo que creas que necesita arreglo y yo mientras colocaré la compra.
—Muy bien. Pero pon cada cosa en su lugar, no te limites a tirarlo todo en un armario.
—Date prisa —dijo comenzando a sacar las cosas de las bolsas.
Había estado una hora esperando a que llegara, impaciente por contárselo, por encontrar el modo de decirle que durante las últimas semanas, todo había cambiado. Por mucho que hubiera luchado contra ello y lo hubiera negado, no había podido evitar que cambiara. Por primera vez desde hacía mucho tiempo, demasiado, era feliz.
Y no era sólo por la obra, era por ___(tn).
Ella le hacía feliz.
Esa felicidad se había reflejado en su trabajo. En la obra había un poso de esperanza que él no había previsto en un principio. Algo irresistible que había aparecido en su vida al mismo tiempo que lo había hecho __(tn) con sus galletas y su risa.
Lo que sentía por ella, lo que ella le había hecho sentir con su alegría y su generosidad, hacía que se sintiera completo. __(tn) lo había rescatado. Las últimas palabras de la obra lo decían todo.
«El amor lo cura todo».
Con un poco de tiempo y de esfuerzo, tendría la oportunidad de vivir con ella algo que había dejado de creer que fuera posible.
Metió la mano en la segunda bolsa y sacó una caja que hizo que todo ese mundo de felicidad se derrumbara de golpe.
—Antes de irnos tengo que llamar a Jody para ver si ha vuelto ya —anunció __(tn) mientras bajaba corriendo. Se había puesto los graciosos pendientes que él le había regalado.
—¿Qué demonios es esto, __(tn)? —Tiró la prueba de embarazo sobre la encimera de la cocina con furia—. ¿Estás embarazada?
—Yo...
—Crees que estás embarazada y no me lo has dicho. ¿A qué esperabas para decírmelo? ¿Pensabas elegir el momento y el lugar perfecto para dármelo ya consumado?
El rubor de felicidad de sus mejillas desapareció en sólo un instante.
—¿Es eso lo que crees, Kendall?
—¿Qué debo creer? Llegas aquí con toda la tranquilidad del mundo y ahora encuentro esto — dio un golpecito con la caja en la encimera—. Y tú eres la que jamás miente ni engaña, pues ya me dirás qué es esto.
—Ahora ya soy como Pamela, ¿verdad? —Toda la alegría de su corazón se convirtió en ceniza, fría y seca ceniza—. Un ser calculador y taimado.
—Estoy hablando de ti y de mí, de nadie más —tenía que calmarse, pero aquella traición estaba destrozándolo por dentro cuando por fin había decidido volver a confiar—. Exijo una explicación.
—Pues aquí la tienes. He comprado manzanas para ti, uvas para el IB y una prueba de embarazo para Jody. Chuck y ella tienen la esperanza de estar esperando un hermanito para Charlie.
—¿Jody?
—Exacto —cada palabra que salía de su boca le quemaba la garganta—. No estoy embarazada, así que ya puedes relajarte.
—Lo siento.
—Yo también. No sabes cuánto —agarró la cajita y la observó con tristeza—. Jody estaba tan emocionada cuando me pidió que se lo comprara... Para alguna gente el hecho de ir a tener un hijo supone una enorme alegría, para ti sin embargo es una amenaza, un mal recuerdo de otro tiempo.
—Siento haber reaccionado así, __(tn). He sido un estúpido.
—¿Qué habrías hecho si hubiera sido mío, Kendall? ¿Si te hubiera dicho que estaba embarazada? ¿Habrías creído que lo había hecho adrede para atraparte, para destrozarte la vida? ¿O que era de otro hombre y que me estaba riendo de ti?
—No, no habría pensado eso —la simple idea le horrorizaba—. No seas ridícula. Jamás habría pensado eso.
—¿Qué tiene de ridículo? Pamela lo hizo, ¿por qué no iba a hacerlo yo? Eres tú el que espera que me comporte como ella, el que no acaba de cerrarle la puerta a su recuerdo.
—Tienes razón, ___(tn)…
Dio un paso atrás cuando él fue a agarrarla.
—Siempre he sido sincera contigo. No tenías derecho a tratarme así y yo no debería habértelo permitido. Pero esto se ha acabado. Quiero que te vayas.
—No, antes tenemos que solucionar esto.
—Ya está solucionado. No te culpo de nada; yo soy tan responsable como tú. Te he dado demasiado sin esperar nada a cambio. Tú me dijiste que no podías darme más y yo cometí el error de aceptarlo, pero ya no. Quiero alguien que me respete, que confíe en mí y no pienso conformarme con menos. Márchate por favor —fue hacia la puerta y la abrió de par en par.
En sus ojos había furia, pero también lágrimas de dolor.
—Me he equivocado, __(tn). Lo siento mucho.
—Yo también —iba a cerrar ya, pero entonces respiró hondo y dijo algo más—: Hay algo en lo que no he sido sincera contigo, pero voy a serlo ahora mismo. Estoy enamorada de ti, Kendall. Eso es lo peor de todo.
Kendall dijo su nombre e intentó acercarse, pero ella cerró la puerta y echó todos los cerrojos. Por mucho que la llamó y golpeó la puerta con los puños, __(tn) no abrió. La llamó por teléfono desde su apartamento y volvió a la puerta, pero no hubo respuesta.
Le suplicó que abriera mientras sentía cómo se le escapaba de las manos todo lo que había llegado a amar desde que la conocía. Pero ella estaba en el dormitorio y no podía oírlo mientras lloraba desconsoladamente.
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
MARATON 3/3
Capítulo 31
—Voy a salir a verla —decidió Grant Campbell mientras observaba a su hija desde la ventana de la cocina de la casa que había construido junto con su esposa.
—No, Grant. Déjala sola un rato —le recomendó Gennie, que se había acercado a ponerle la mano en el hombro—. Entrará cuando esté preparada para hacerlo.
—No soporto ver la tristeza que ese cretino ha puesto en sus ojos.
—Tiene que sufrir antes de empezar a superarlo, pero sabe que estamos aquí —le puso los brazos alrededor de la cintura y apoyó la cabeza en su hombro.
—Era más fácil cuando se caían y se hacían algún rasguño.
—Entonces no te parecía tan fácil. Siempre sufres tú más que ellos.
—Sólo quiero hacer que deje de sufrir y luego arrancarle el corazón a ese sinvergüenza —añadió con una triste risa.
—Yo también.
Así fue como __(tn) los encontró al entrar a la cocina. El uno en brazos del otro, sonriendo.
Eso era exactamente lo que ella anhelaba, esa intimidad, ese cariño. Y había estado dispuesta a darlo.
—¿Sabes cuántas veces en mi vida he entrado aquí y los he visto así? —les preguntó uniéndose al abrazo—. Es maravilloso.
—Tienes el pelo mojado —le dijo Grant.
—Deja de preocuparte, papá.
—Puede que lo haga... cuando cumplas los cincuenta. ¿Quieres un café?
—No. Creo que voy a darme un baño caliente y a meterme en la cama con un libro, a ver si sigue funcionando como cuando era adolescente y tenía un desengaño amoroso.
Gennie acompañó a su hija al dormitorio en el que había crecido y dejaron a Grant protestando en la cocina.
—Cariño, ya no eres una adolescente y esto no es un simple desengaño.
Los ojos volvieron a llenársele de lágrimas al oír aquello.
—Mamá... —se dejó abrazar por su madre—. Quiero odiarlo, así podría quererlo un poco menos. Pero es que es maravilloso... y horrible. Es como papá.
—Qué Dios te ayude —susurró su madre riéndose suavemente.
—Siempre me acuerdo de cómo se conocieron papá y tú. De cuando se te estropeó el coche en mitad de la tormenta y acabaste en el faro en el que él vivía como un ermitaño. Sé que se sintió invadido por ti y aun así, no pudo evitar enamorarse —se acercó a la ventana y perdió la mirada en el mar—. Kendall es tan solitario, está siempre tan inmerso en su trabajo. Tiene un humor tan cambiante que nunca se sabe cómo va a estar, pero luego es tan sensible y tiene tanto miedo a confiar. Y cuando te toca te das cuenta de todo lo que es, de todo lo que lleva dentro aunque le cueste mostrarlo.
—Dios mío, sí que es como tu padre. __(tn), tienes que hacer lo que sea mejor para ti, pero si lo quieres tanto, deberías intentar solucionar las cosas con él.
—Cree que soy frívola —siguió protestando con una energía que alegró profundamente a su madre—. Y que mi trabajo es menos importante que el suyo. No confía en mí. Cree que puede pedirme que lo deje sólo y al minuto siguiente venir a besarme como si no pudiera parar.
Se dio media vuelta y encontró a su madre sonriendo.
—¿Qué?
—¿Cómo encontraste otro? Pensé que yo tenía al único que había.
—En realidad lo encontró el abuelo.
Gennie enarcó ambas cejas.
—Claro —se limitó a decir.
Pero __(tn) lo comprendió y, por primera vez en muchas horas, sonrió.
**********
Kendall retiró las manos de la guitarra con tremenda frustración. Ni siquiera podía dejar de pensar en ella mientras tocaba; la música no servía de nada con __(tn).
Había pasado el día entero con la mirada perdida en la pantalla del ordenador o llamando a su puerta hasta que había descubierto que ya no estaba dentro.
Se había marchado. Seguramente fuera lo más inteligente que había hecho desde que se habían conocido; abandonarlo. Finalmente, Kendall había decidido irse también para que ella no lo encontrara allí al volver. No podía seguir viviendo a pocos metros de la mujer a la que amaba y a la que no podría tener por culpa de su gran estupidez.
Después de despedirse de Mark, bajó del escenario y fue a decir adiós a Delta, pero su amiga no era tan fácil de esquivar e insistió en que se tomara una copa de despedida con ella.
—Parece que la música no te ayuda con esta mujer —adivinó con la inteligencia de siempre.
—No —admitió Kendall levantando su vaso—. Se ha acabado.
—¿Por qué?
—Porque así lo ha decidido ella. Lo he estropeado todo y debo aceptar su decisión.
—Si lo has estropeado, arréglalo.
—Le he hecho daño y tiene derecho a apartarme de su lado.
—Cariño, cuando se quiere a alguien hay que ir y pedir perdón de rodillas. ¿La quieres tanto como para hacer eso?
Kendall observó el whisky antes de dar un trago que le quemó la garganta.
—No sabía que pudiera amar tanto a alguien —confesó.
—Kendall, vete de aquí y haz lo que debes —le ordenó acompañando sus palabras con un beso.
Kendall se marchó, convencido de que Delta se equivocaba; había cosas que no se podían arreglar por mucho que uno lo deseara. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de __(tn) desfigurado por el dolor. No tenía derecho alguno a pedirle que lo perdonara.
No se dio cuenta de que había echado a correr hasta que llegó a la puerta de Jody comenzó a golpearla.
—¿Estás loco? —le preguntó Jody cuando por fin abrió, con los ojos medio cerrados de sueño—. Es más de medianoche.
—¿Dónde está? ¿Dónde ha ido?
—Como te dije después de que le rompieras el corazón, vuelve a tu agujero si no quieres que despierte a Nick y a un par de vecinos más. Aquí todos queremos mucho a __(tn).
—Yo también, Jody.
—¿Y por eso la hiciste llorar hasta que se le secaron los ojos?
—Dime dónde está, te lo suplico.
—¿Por qué habría de decírtelo?
—Porque quiero arrastrarme a pedirle que me perdone y darle la oportunidad de darme una patada si quiere hacerlo. Por el amor de Dios, dime dónde está. Necesito verla.
Jody se secó una lágrima.
—¿De verdad la quieres?
—Tanto, que dejaré que me aparte de su lado para siempre si eso es lo que quiere. Pero antes tengo que verla.
¿Qué podría haber hecho una mujer romántica como ella sino ayudarlo?
—Está en casa de sus padres, en Maine. Pero si vuelves a hacerle daño, te mataré con mis propias manos.
—Y yo te dejaré. Muchas gracias, Jody. Ah... ¿estás...
—Sí, estoy... Salgo de cuentas el día de San Valentín, ¿no es perfecto?
—Desde luego. Felicidades.
Salió de allí con la dirección de los padres de __(tn) en la mano, mientras Jody le deseaba buena suerte a su amiga en silencio.
Capítulo 31
—Voy a salir a verla —decidió Grant Campbell mientras observaba a su hija desde la ventana de la cocina de la casa que había construido junto con su esposa.
—No, Grant. Déjala sola un rato —le recomendó Gennie, que se había acercado a ponerle la mano en el hombro—. Entrará cuando esté preparada para hacerlo.
—No soporto ver la tristeza que ese cretino ha puesto en sus ojos.
—Tiene que sufrir antes de empezar a superarlo, pero sabe que estamos aquí —le puso los brazos alrededor de la cintura y apoyó la cabeza en su hombro.
—Era más fácil cuando se caían y se hacían algún rasguño.
—Entonces no te parecía tan fácil. Siempre sufres tú más que ellos.
—Sólo quiero hacer que deje de sufrir y luego arrancarle el corazón a ese sinvergüenza —añadió con una triste risa.
—Yo también.
Así fue como __(tn) los encontró al entrar a la cocina. El uno en brazos del otro, sonriendo.
Eso era exactamente lo que ella anhelaba, esa intimidad, ese cariño. Y había estado dispuesta a darlo.
—¿Sabes cuántas veces en mi vida he entrado aquí y los he visto así? —les preguntó uniéndose al abrazo—. Es maravilloso.
—Tienes el pelo mojado —le dijo Grant.
—Deja de preocuparte, papá.
—Puede que lo haga... cuando cumplas los cincuenta. ¿Quieres un café?
—No. Creo que voy a darme un baño caliente y a meterme en la cama con un libro, a ver si sigue funcionando como cuando era adolescente y tenía un desengaño amoroso.
Gennie acompañó a su hija al dormitorio en el que había crecido y dejaron a Grant protestando en la cocina.
—Cariño, ya no eres una adolescente y esto no es un simple desengaño.
Los ojos volvieron a llenársele de lágrimas al oír aquello.
—Mamá... —se dejó abrazar por su madre—. Quiero odiarlo, así podría quererlo un poco menos. Pero es que es maravilloso... y horrible. Es como papá.
—Qué Dios te ayude —susurró su madre riéndose suavemente.
—Siempre me acuerdo de cómo se conocieron papá y tú. De cuando se te estropeó el coche en mitad de la tormenta y acabaste en el faro en el que él vivía como un ermitaño. Sé que se sintió invadido por ti y aun así, no pudo evitar enamorarse —se acercó a la ventana y perdió la mirada en el mar—. Kendall es tan solitario, está siempre tan inmerso en su trabajo. Tiene un humor tan cambiante que nunca se sabe cómo va a estar, pero luego es tan sensible y tiene tanto miedo a confiar. Y cuando te toca te das cuenta de todo lo que es, de todo lo que lleva dentro aunque le cueste mostrarlo.
—Dios mío, sí que es como tu padre. __(tn), tienes que hacer lo que sea mejor para ti, pero si lo quieres tanto, deberías intentar solucionar las cosas con él.
—Cree que soy frívola —siguió protestando con una energía que alegró profundamente a su madre—. Y que mi trabajo es menos importante que el suyo. No confía en mí. Cree que puede pedirme que lo deje sólo y al minuto siguiente venir a besarme como si no pudiera parar.
Se dio media vuelta y encontró a su madre sonriendo.
—¿Qué?
—¿Cómo encontraste otro? Pensé que yo tenía al único que había.
—En realidad lo encontró el abuelo.
Gennie enarcó ambas cejas.
—Claro —se limitó a decir.
Pero __(tn) lo comprendió y, por primera vez en muchas horas, sonrió.
**********
Kendall retiró las manos de la guitarra con tremenda frustración. Ni siquiera podía dejar de pensar en ella mientras tocaba; la música no servía de nada con __(tn).
Había pasado el día entero con la mirada perdida en la pantalla del ordenador o llamando a su puerta hasta que había descubierto que ya no estaba dentro.
Se había marchado. Seguramente fuera lo más inteligente que había hecho desde que se habían conocido; abandonarlo. Finalmente, Kendall había decidido irse también para que ella no lo encontrara allí al volver. No podía seguir viviendo a pocos metros de la mujer a la que amaba y a la que no podría tener por culpa de su gran estupidez.
Después de despedirse de Mark, bajó del escenario y fue a decir adiós a Delta, pero su amiga no era tan fácil de esquivar e insistió en que se tomara una copa de despedida con ella.
—Parece que la música no te ayuda con esta mujer —adivinó con la inteligencia de siempre.
—No —admitió Kendall levantando su vaso—. Se ha acabado.
—¿Por qué?
—Porque así lo ha decidido ella. Lo he estropeado todo y debo aceptar su decisión.
—Si lo has estropeado, arréglalo.
—Le he hecho daño y tiene derecho a apartarme de su lado.
—Cariño, cuando se quiere a alguien hay que ir y pedir perdón de rodillas. ¿La quieres tanto como para hacer eso?
Kendall observó el whisky antes de dar un trago que le quemó la garganta.
—No sabía que pudiera amar tanto a alguien —confesó.
—Kendall, vete de aquí y haz lo que debes —le ordenó acompañando sus palabras con un beso.
Kendall se marchó, convencido de que Delta se equivocaba; había cosas que no se podían arreglar por mucho que uno lo deseara. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de __(tn) desfigurado por el dolor. No tenía derecho alguno a pedirle que lo perdonara.
No se dio cuenta de que había echado a correr hasta que llegó a la puerta de Jody comenzó a golpearla.
—¿Estás loco? —le preguntó Jody cuando por fin abrió, con los ojos medio cerrados de sueño—. Es más de medianoche.
—¿Dónde está? ¿Dónde ha ido?
—Como te dije después de que le rompieras el corazón, vuelve a tu agujero si no quieres que despierte a Nick y a un par de vecinos más. Aquí todos queremos mucho a __(tn).
—Yo también, Jody.
—¿Y por eso la hiciste llorar hasta que se le secaron los ojos?
—Dime dónde está, te lo suplico.
—¿Por qué habría de decírtelo?
—Porque quiero arrastrarme a pedirle que me perdone y darle la oportunidad de darme una patada si quiere hacerlo. Por el amor de Dios, dime dónde está. Necesito verla.
Jody se secó una lágrima.
—¿De verdad la quieres?
—Tanto, que dejaré que me aparte de su lado para siempre si eso es lo que quiere. Pero antes tengo que verla.
¿Qué podría haber hecho una mujer romántica como ella sino ayudarlo?
—Está en casa de sus padres, en Maine. Pero si vuelves a hacerle daño, te mataré con mis propias manos.
—Y yo te dejaré. Muchas gracias, Jody. Ah... ¿estás...
—Sí, estoy... Salgo de cuentas el día de San Valentín, ¿no es perfecto?
—Desde luego. Felicidades.
Salió de allí con la dirección de los padres de __(tn) en la mano, mientras Jody le deseaba buena suerte a su amiga en silencio.
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Owh, Kendall va por la ______<3
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Penúltimo Capítulo
Capítulo 32
—Ese maldito entrometido —protestó Grant Campbell por enésima vez desde que Gennie le había contado la intervención de Daniel MacGregor.
—Sabes muy bien que lo hizo porque quiere mucho a __(tn) —le recordó su mujer, que sabía que en realidad Grant adoraba al viejo MacGregor.
—Pues no le salió bien, ¿no te parece?
Gennie comenzó a hablar, pero justo en ese momento se oyó un coche que se acercaba por la vieja carretera.
—No estoy tan segura de eso —murmuró entonces y se puso en pie en mitad del jardín para ver quién era.
—Dile a quien sea que se vaya y no vuelva más.
—Creo que tendrá que ser __(tn) la que lo decida.
—¿Qué? ¿Es que crees que es él? Por fin podré darle una patada en el trasero.
—Compórtate —le pidió con un beso.
Kendall vio a los padres de la mujer que amaba de pie en el césped y se preguntó quién de los dos lo mataría antes.
Gennie comprendió nada más verlo por qué su hija se había enamorado tan locamente de aquel hombre.
—Señora Campbell, señor Campbell —los saludó Kendall en cuanto estuvo lo bastante cerca—. Soy Kendall Schmidt. Necesito a __(tn)… Necesito ver a __(tn) —se apresuró a corregir.
—¿Cuánto años tiene, Schmidt?
Kendall frunció el ceño ante la inesperada pregunta del señor Campbell.
—Veinticinco.
—Pues si quieres llegar a los veintiséis, vuelve a subirte en ese coche y lárgate de aquí.
—Antes tengo que ver a __(tn). Después podrá echarme de una patada si quiere. O al menos intentarlo.
—No vas a acercarte a ella.
—¡Ya está bien! —intervino Gennie situándose entre ambos—. Está en el acantilado, detrás del faro.
—Maldita sea, Gennie.
—Muchas gracias —le dijo poniéndole la mano sobre la suya—. No volveré a hacerle daño —les dijo a ambos—. Se lo prometo —añadió antes de salir corriendo.
—¿Por qué demonios has hecho eso?
Gennie se volvió hacia su marido y le tomó el rostro entre las manos.
—Porque me recuerda a alguien y creo que nuestra hija va a ser muy feliz con él. Parece que Daniel tenía razón.
—Lo sé —admitió por fin Grant—. Pero será mejor que no se lo digamos inmediatamente, hagámosle sufrir un poco.
**********
La encontró sentada en una roca, dibujando mientras el viento le despeinaba el cabello y la imagen le cortó la respiración. Mientras conducía no había dejado de preguntarse qué sentiría al verla, ahora sabía que, por una vez, su imaginación se había quedado corta.
Pronunció su nombre, pero enseguida se dio cuenta de que era imposible que lo oyera con ese viento y desde lejos. Quizá sí lo oyó, o quizá sintió su presencia, porque justo entonces levantó la mirada hacia él.
Después, como si su presencia no le importara, siguió dibujando. Kendall se acercó.
—Estás muy lejos de casa, Schmidt.
—__(tn) —susurró con voz ronca.
—Si hubiera tenido algo más que decirte, te lo habría dicho en Nueva York —«¡vete!», gritó en su interior. «Vete antes de que vuelvan las lágrimas».
—Tengo algo muy importante que decirte.
Capítulo 32
—Ese maldito entrometido —protestó Grant Campbell por enésima vez desde que Gennie le había contado la intervención de Daniel MacGregor.
—Sabes muy bien que lo hizo porque quiere mucho a __(tn) —le recordó su mujer, que sabía que en realidad Grant adoraba al viejo MacGregor.
—Pues no le salió bien, ¿no te parece?
Gennie comenzó a hablar, pero justo en ese momento se oyó un coche que se acercaba por la vieja carretera.
—No estoy tan segura de eso —murmuró entonces y se puso en pie en mitad del jardín para ver quién era.
—Dile a quien sea que se vaya y no vuelva más.
—Creo que tendrá que ser __(tn) la que lo decida.
—¿Qué? ¿Es que crees que es él? Por fin podré darle una patada en el trasero.
—Compórtate —le pidió con un beso.
Kendall vio a los padres de la mujer que amaba de pie en el césped y se preguntó quién de los dos lo mataría antes.
Gennie comprendió nada más verlo por qué su hija se había enamorado tan locamente de aquel hombre.
—Señora Campbell, señor Campbell —los saludó Kendall en cuanto estuvo lo bastante cerca—. Soy Kendall Schmidt. Necesito a __(tn)… Necesito ver a __(tn) —se apresuró a corregir.
—¿Cuánto años tiene, Schmidt?
Kendall frunció el ceño ante la inesperada pregunta del señor Campbell.
—Veinticinco.
—Pues si quieres llegar a los veintiséis, vuelve a subirte en ese coche y lárgate de aquí.
—Antes tengo que ver a __(tn). Después podrá echarme de una patada si quiere. O al menos intentarlo.
—No vas a acercarte a ella.
—¡Ya está bien! —intervino Gennie situándose entre ambos—. Está en el acantilado, detrás del faro.
—Maldita sea, Gennie.
—Muchas gracias —le dijo poniéndole la mano sobre la suya—. No volveré a hacerle daño —les dijo a ambos—. Se lo prometo —añadió antes de salir corriendo.
—¿Por qué demonios has hecho eso?
Gennie se volvió hacia su marido y le tomó el rostro entre las manos.
—Porque me recuerda a alguien y creo que nuestra hija va a ser muy feliz con él. Parece que Daniel tenía razón.
—Lo sé —admitió por fin Grant—. Pero será mejor que no se lo digamos inmediatamente, hagámosle sufrir un poco.
**********
La encontró sentada en una roca, dibujando mientras el viento le despeinaba el cabello y la imagen le cortó la respiración. Mientras conducía no había dejado de preguntarse qué sentiría al verla, ahora sabía que, por una vez, su imaginación se había quedado corta.
Pronunció su nombre, pero enseguida se dio cuenta de que era imposible que lo oyera con ese viento y desde lejos. Quizá sí lo oyó, o quizá sintió su presencia, porque justo entonces levantó la mirada hacia él.
Después, como si su presencia no le importara, siguió dibujando. Kendall se acercó.
—Estás muy lejos de casa, Schmidt.
—__(tn) —susurró con voz ronca.
—Si hubiera tenido algo más que decirte, te lo habría dicho en Nueva York —«¡vete!», gritó en su interior. «Vete antes de que vuelvan las lágrimas».
—Tengo algo muy importante que decirte.
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Último Capítulo
Capítulo 33
Después, como si su presencia no le importara, siguió dibujando. Kendall se acercó.
—Estás muy lejos de casa, Schmidt.
—__(tn) —susurró con voz ronca.
—Si hubiera tenido algo más que decirte, te lo habría dicho en Nueva York —«¡vete!», gritó en su interior. «Vete antes de que vuelvan las lágrimas».
—Tengo algo muy importante que decirte.
__(tn) le dedicó una rápida mirada de desinterés sin
decir nada.
—Por favor. Escúchame y si después quieres que me vaya, me iré.
—Está bien —volvió a bajar la mirada al bloc de dibujo—. Pero si no te importa, seguiré trabajando.
—Como quieras —no sabía por dónde empezar—. Mi agente se encontró con el tuyo el otro día.
—Qué mundo tan pequeño.
Kendall no se dejó acobardar por su frialdad.
—Le contó lo de la serie de televisión que van a hacer basándose en tu cómic. Es un gran proyecto.
—Eso dicen.
—No me lo dijiste.
—A ti no te importa mi trabajo —le dedicó otra rápida mirada.
—Eso no es cierto, pero comprendo que pienses que es así. Sé que era eso lo que querías contarme aquel día que viniste a mi apartamento tan entusiasmada y yo te estropeé el momento. Yo... —hizo una pausa para mirar al mar, dándole la espalda—... Estaba distraído con la obra y, sobre todo, con lo que sentía por ti. Con lo que no quería sentir por ti.
__(tn) apretó tanto el lápiz que le rompió la punta.
—Si eso es lo que has venido a decirme, ya lo has hecho. Ahora ya puedes marcharte.
—No, no es eso, pero quiero pedirte disculpas y decirte que me alegro por ti.
—¡Bien!
Parecía que, después de todo, __(tn) sí podía ser cruel cuando alguien lo merecía.
—Todo lo que me dijiste la noche que me echaste de tu casa es cierto. Dejé que algo que pasó hace mucho tiempo me afectara más de la cuenta y lo utilicé para apartarme de lo mejor que me ha pasado en toda la vida.
__(tn) no pudo seguir mirando el bloc por más tiempo y levantó la vista hacia él. Kendall vio la compasión en sus ojos y se sintió con fuerzas para continuar.
—Yo amaba a Pamela, pero lo que sentía por ella no es ni la sombra de lo que siento por ti. Lo que siento cuando pienso en ti o cuando te miro me abruma, es tan fuerte que me duele y al mismo tiempo me llena de esperanza.
__(tn) trató de decir algo, pero le temblaban los labios y el corazón estaba a punto de escapársele del pecho.
—¿De esperanza de qué? —consiguió decir.
—De que se obre un milagro. Sé que te hice daño y no tengo excusa para hacer lo que hice —hablaba con rapidez por miedo a que le dijera que no hacía falta que continuara, que ya era demasiado tarde—. Te ataqué cuando pensé que podrías estar embarazada porque estaba enfadado conmigo mismo porque una parte de mí pensó que si tenía un hijo contigo, podría quedarme a tu lado. No tendría que perderte.
__(tn) lo miró con los ojos abiertos de par en par.
—Sabía que tú no querías casarte, pero pensé que si estabas embarazada, no te importaría hacerlo.
—¿Que no me importaría? —fue todo lo que pudo decir.
Se puso en pie mientras se preguntaba cómo era posible que las cosas hubieran cambiado tanto.
—No es excusa, pero tienes derecho a saber que nunca pensé que quisieras engañarme. __(tn), yo nunca he conocido a nadie menos calculador que tú; eres la mujer más generosa y alegre del mundo. Conocerte ha llenado mi vida de felicidad en un momento en el que creía haber olvidado cómo ser feliz.
—Kendall… —comenzó a decir con los ojos llenos de lágrimas.
—Déjame terminar —le pidió al tiempo que le tomaba ambas manos entre las suyas—. Te quiero con todo mi corazón. Dijiste que me querías y tú nunca mientes.
—No —al mirarlo vio el cansancio que había en sus ojos y la tensión que arrugaba su rostro, una tensión que deseaba hacer desaparecer con caricias—. Yo no miento.
—Te necesito mucho más de lo que puedas necesitarme tú a mí porque sé que podrás olvidarme y seguir con tu vida. Eres una mujer fuerte y llena de energía; nada te detendrá para llegar donde desees. Me olvidarás y mi recuerdo no te impedirá ser feliz. Pero yo... —continuó con desesperación—. Jamás podré olvidarte. Nunca dejaré de amarte y de lamentar todos los errores que he cometido contigo. Si me pides que me vaya, me iré —bajó la cabeza hasta apoyar la frente en la de ella—. Pero por favor, no me lo pidas.
—¿De verdad crees eso? —le preguntó con voz tranquila—. ¿Realmente crees que podría olvidarte? Quizá pudiera hacerlo, pero ¿para qué intentarlo siquiera? ¿Por qué iba a pedirte que te fueras si lo que más deseo en el mundo es que te quedes a mi lado?
__(tn) sintió cómo el aire salía de sus pulmones con alivio y todo su cuerpo se estremecía al oír aquellas palabras.
—Yo también te necesito —añadió dejando que él la estrechara en sus brazos.
—Dios, __(tn) —se apartó sólo lo necesario para mirarla a los ojos—. Pensé que te había perdido. No puedo...
La besó en la boca, pretendía hacerlo suavemente, pero la emoción se apoderó de él con la misma fuerza con la que el mar golpeaba el acantilado sobre el que se encontraban. Cuando se separaron, ella tenía los ojos llenos de lágrimas.
—No llores.
—Vas a tener que acostumbrarte a verme llorar. Los Campbell somos muy sentimentales.
—No es eso lo que me ha parecido tu padre. Creo que quiere hacerme pedacitos.
—Te perdonará en cuanto vea lo feliz que me haces —aseguró con una deliciosa carcajada—. Mis padres te van a adorar, Kendall. Primero porque yo te quiero y segundo por ser como eres.
—¿Grosero y malhumorado?
—Sí —volvió a echarse a reír mientras comenzaban a caminar cogidos de la mano—. Aquí es donde se conocieron mis padres. Mi padre vivía como un ermitaño en el faro y apareció una mujer que lo distrajo de su trabajo —lo miró de reojo antes de añadir—. Mi padre es grosero y malhumorado.
—Debe de ser un hombre encantador y muy sensible —dijo él riéndose, al tiempo que se llevaba su mano a los labios para besarla—. __(tn), ¿querrás venir a Newport conmigo a conocer a mi familia?
—Claro —sintió su intensa mirada sobre ella y lo miró de frente—. ¿Qué?
Kendall se detuvo para hablar.
—Sé que no quieres casarte ni vivir en una casa en mitad del campo y no espero que... aunque te encantaría mi casa —aseguró en mitad del discurso—. No espero que cambies tu vida por mí, pero si más adelante, en algún momento, decides que quieres casarte conmigo y que formemos una familia, ¿me lo dirás?
El corazón le dio un vuelco dentro del pecho, pero se limitó a decir:
—Serás el primero en saberlo.
Kendall se dijo así mismo que debía sentirse satisfecho con eso y siguió caminando.
—Muy bien.
Sólo un segundo después, fue ella la que se detuvo.
—Kendall.
—¿Sí?
—Quiero casarme contigo y que formemos una familia juntos —anunció con una sonrisa que le habría iluminado el alma a cualquiera—. Ya ves, eres el primero en saberlo.
No pudo esperar a estrecharla en sus brazos y besarla de nuevo.
—¿Por qué has tenido que hacerme esperar tanto tiempo?
__(tn) se echó a reír mientras dejaba que él la levantara del suelo y se pusiera a dar vueltas de alegría.
FIN
Espero de todo corazón que les haya gustado hermosas, muchas gracias por todo su apoyo
Capítulo 33
Después, como si su presencia no le importara, siguió dibujando. Kendall se acercó.
—Estás muy lejos de casa, Schmidt.
—__(tn) —susurró con voz ronca.
—Si hubiera tenido algo más que decirte, te lo habría dicho en Nueva York —«¡vete!», gritó en su interior. «Vete antes de que vuelvan las lágrimas».
—Tengo algo muy importante que decirte.
__(tn) le dedicó una rápida mirada de desinterés sin
decir nada.
—Por favor. Escúchame y si después quieres que me vaya, me iré.
—Está bien —volvió a bajar la mirada al bloc de dibujo—. Pero si no te importa, seguiré trabajando.
—Como quieras —no sabía por dónde empezar—. Mi agente se encontró con el tuyo el otro día.
—Qué mundo tan pequeño.
Kendall no se dejó acobardar por su frialdad.
—Le contó lo de la serie de televisión que van a hacer basándose en tu cómic. Es un gran proyecto.
—Eso dicen.
—No me lo dijiste.
—A ti no te importa mi trabajo —le dedicó otra rápida mirada.
—Eso no es cierto, pero comprendo que pienses que es así. Sé que era eso lo que querías contarme aquel día que viniste a mi apartamento tan entusiasmada y yo te estropeé el momento. Yo... —hizo una pausa para mirar al mar, dándole la espalda—... Estaba distraído con la obra y, sobre todo, con lo que sentía por ti. Con lo que no quería sentir por ti.
__(tn) apretó tanto el lápiz que le rompió la punta.
—Si eso es lo que has venido a decirme, ya lo has hecho. Ahora ya puedes marcharte.
—No, no es eso, pero quiero pedirte disculpas y decirte que me alegro por ti.
—¡Bien!
Parecía que, después de todo, __(tn) sí podía ser cruel cuando alguien lo merecía.
—Todo lo que me dijiste la noche que me echaste de tu casa es cierto. Dejé que algo que pasó hace mucho tiempo me afectara más de la cuenta y lo utilicé para apartarme de lo mejor que me ha pasado en toda la vida.
__(tn) no pudo seguir mirando el bloc por más tiempo y levantó la vista hacia él. Kendall vio la compasión en sus ojos y se sintió con fuerzas para continuar.
—Yo amaba a Pamela, pero lo que sentía por ella no es ni la sombra de lo que siento por ti. Lo que siento cuando pienso en ti o cuando te miro me abruma, es tan fuerte que me duele y al mismo tiempo me llena de esperanza.
__(tn) trató de decir algo, pero le temblaban los labios y el corazón estaba a punto de escapársele del pecho.
—¿De esperanza de qué? —consiguió decir.
—De que se obre un milagro. Sé que te hice daño y no tengo excusa para hacer lo que hice —hablaba con rapidez por miedo a que le dijera que no hacía falta que continuara, que ya era demasiado tarde—. Te ataqué cuando pensé que podrías estar embarazada porque estaba enfadado conmigo mismo porque una parte de mí pensó que si tenía un hijo contigo, podría quedarme a tu lado. No tendría que perderte.
__(tn) lo miró con los ojos abiertos de par en par.
—Sabía que tú no querías casarte, pero pensé que si estabas embarazada, no te importaría hacerlo.
—¿Que no me importaría? —fue todo lo que pudo decir.
Se puso en pie mientras se preguntaba cómo era posible que las cosas hubieran cambiado tanto.
—No es excusa, pero tienes derecho a saber que nunca pensé que quisieras engañarme. __(tn), yo nunca he conocido a nadie menos calculador que tú; eres la mujer más generosa y alegre del mundo. Conocerte ha llenado mi vida de felicidad en un momento en el que creía haber olvidado cómo ser feliz.
—Kendall… —comenzó a decir con los ojos llenos de lágrimas.
—Déjame terminar —le pidió al tiempo que le tomaba ambas manos entre las suyas—. Te quiero con todo mi corazón. Dijiste que me querías y tú nunca mientes.
—No —al mirarlo vio el cansancio que había en sus ojos y la tensión que arrugaba su rostro, una tensión que deseaba hacer desaparecer con caricias—. Yo no miento.
—Te necesito mucho más de lo que puedas necesitarme tú a mí porque sé que podrás olvidarme y seguir con tu vida. Eres una mujer fuerte y llena de energía; nada te detendrá para llegar donde desees. Me olvidarás y mi recuerdo no te impedirá ser feliz. Pero yo... —continuó con desesperación—. Jamás podré olvidarte. Nunca dejaré de amarte y de lamentar todos los errores que he cometido contigo. Si me pides que me vaya, me iré —bajó la cabeza hasta apoyar la frente en la de ella—. Pero por favor, no me lo pidas.
—¿De verdad crees eso? —le preguntó con voz tranquila—. ¿Realmente crees que podría olvidarte? Quizá pudiera hacerlo, pero ¿para qué intentarlo siquiera? ¿Por qué iba a pedirte que te fueras si lo que más deseo en el mundo es que te quedes a mi lado?
__(tn) sintió cómo el aire salía de sus pulmones con alivio y todo su cuerpo se estremecía al oír aquellas palabras.
—Yo también te necesito —añadió dejando que él la estrechara en sus brazos.
—Dios, __(tn) —se apartó sólo lo necesario para mirarla a los ojos—. Pensé que te había perdido. No puedo...
La besó en la boca, pretendía hacerlo suavemente, pero la emoción se apoderó de él con la misma fuerza con la que el mar golpeaba el acantilado sobre el que se encontraban. Cuando se separaron, ella tenía los ojos llenos de lágrimas.
—No llores.
—Vas a tener que acostumbrarte a verme llorar. Los Campbell somos muy sentimentales.
—No es eso lo que me ha parecido tu padre. Creo que quiere hacerme pedacitos.
—Te perdonará en cuanto vea lo feliz que me haces —aseguró con una deliciosa carcajada—. Mis padres te van a adorar, Kendall. Primero porque yo te quiero y segundo por ser como eres.
—¿Grosero y malhumorado?
—Sí —volvió a echarse a reír mientras comenzaban a caminar cogidos de la mano—. Aquí es donde se conocieron mis padres. Mi padre vivía como un ermitaño en el faro y apareció una mujer que lo distrajo de su trabajo —lo miró de reojo antes de añadir—. Mi padre es grosero y malhumorado.
—Debe de ser un hombre encantador y muy sensible —dijo él riéndose, al tiempo que se llevaba su mano a los labios para besarla—. __(tn), ¿querrás venir a Newport conmigo a conocer a mi familia?
—Claro —sintió su intensa mirada sobre ella y lo miró de frente—. ¿Qué?
Kendall se detuvo para hablar.
—Sé que no quieres casarte ni vivir en una casa en mitad del campo y no espero que... aunque te encantaría mi casa —aseguró en mitad del discurso—. No espero que cambies tu vida por mí, pero si más adelante, en algún momento, decides que quieres casarte conmigo y que formemos una familia, ¿me lo dirás?
El corazón le dio un vuelco dentro del pecho, pero se limitó a decir:
—Serás el primero en saberlo.
Kendall se dijo así mismo que debía sentirse satisfecho con eso y siguió caminando.
—Muy bien.
Sólo un segundo después, fue ella la que se detuvo.
—Kendall.
—¿Sí?
—Quiero casarme contigo y que formemos una familia juntos —anunció con una sonrisa que le habría iluminado el alma a cualquiera—. Ya ves, eres el primero en saberlo.
No pudo esperar a estrecharla en sus brazos y besarla de nuevo.
—¿Por qué has tenido que hacerme esperar tanto tiempo?
__(tn) se echó a reír mientras dejaba que él la levantara del suelo y se pusiera a dar vueltas de alegría.
FIN
Espero de todo corazón que les haya gustado hermosas, muchas gracias por todo su apoyo
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Omg!!! que lindooooooo yo quiero un vecino como Kendall y que me vaya a buscar y que me ameeeeee<3 omg! Me encantó la novela :3
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Re: La vecina perfecta-[Kendall Schmidt y tu] TERMINADA
Aww ,yo tambien quiero un vecino asi gracias por leer :hug:
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