Las distintas caras de la locura.

Luego de lanzarle una última mirada a la hembra de cabellos negros, camino fuera de la habitación, recorriendo el largo y estrecho pasillo, observando cada foto, cada cuadro y detalle, que por muy insignificante que sea, le parecía lo más interesante del mundo. Aunque, lo que más le llamó la atención, fue una pequeña fotografía donde estaba la hembra de cabello negro, junto con otra muy parecida, solo que de cabellos claros. Hmmm, se ve mucho mejor. Tomando con cuidado el pequeño marco, lo acerco más a su rostro, para poder contemplarlo mejor.

—Es una amiga. — ¿Quién te pregunto?, ¡Oh, si tan solo tuviera mí cuchillo…!

Con bastante frustración, suelta un suspiro mientras sigue caminando por el lugar, tratando de acostumbrarse al ambiente de este. El siguiente lugar al que llego, era una extraña habitación de paredes y suelo blanco, una pequeña mesita de madera, con dos sillas a los costados, posicionadas junto a una de las paredes de la habitación y unos artefactos que no reconoce.

— Tengo hambre. —Murmuro al ver que la hembra ya había llegado a su lado. Se giró a verla y pudo ver que la esta estaba paralizada. ¡Oh joder si, el rarito ha hablado! Ahora a comer.

La hembra se paseó por la habitación hasta llegar al pequeño artefacto blanco, el cual tenía pegadas en la parte de enfrente un montón de fotos y recortes, además de alguna que otra nota. La hembra observo el artefacto de arriba abajo y en su mirada apareció un pequeño grado de preocupación. ¿Ahora qué?

— ¿Qué es lo que tu comes…precisamente?—Siseo algo avergonzada por el hecho de que la mirada que él le brindaba era intensa y amenazadora, juraría que sus ojos negros se habían oscurecido.

Entonces, soltó un suspiro y se sentó en la pequeña silla marrón. —Carne. —Respondió secamente, colocando sus codos sobre la mesa, para luego apoyar su cabeza entre sus manos.

La hembra se acercó un poco más al extraño artefacto y saco un pedazo de plástico con carne dentro. Él se limitó a lamer sus labios mientras veía como la sangre manchaba de rojo el blanco objeto, y es que casi podía sentir el metálico sabor de la sangre tocando su lengua y saciando el hambre que lo estaba torturando. Me pregunto de qué animal será. Siguió con la mirada todos los movimientos de la hembra, mirando fijamente la pálida y huesuda mano, que sacaba el papel trasparente de encima de encima de la carne, para luego tirarlo en un raro recipiente metálico.

— ¡No la cocines! —Grito rápidamente cuando vio que la hembra prendía un círculo de fuego en uno de los extraños artefactos. — Me gusta cruda. —Murmuro volviendo a su pose fría y distante.

La hembra suspiro y dudo unos instantes en si entregársela o no. Pero ante la mirada penetrante y fría del sujeto, termino por dejarla frente a él para que saciara la insoportable hambre que seguramente tenía. No tardó mucho en devorar la carne, dejando grandes manchas de sangre en su mentón y pecho, cosa que trato de limpiar con su lengua. La hembra no se inmutaba a hablar más, simplemente lo observaba. ¿Qué tanto mira? Claro, él no estaba acostumbrado a que lo miraran por tanto tiempo, ni siquiera a estar en compañía de alguien.

— ¿Se te ofrece algo? —Pregunto ya bastante molesto por la mirada de la hembra sobre él. A lo cual, el tono de su voz hizo que se sobresaltara.

—Y-Yo…Esto…S-Solo…— ¿No puede completar una simple frase? Irritado por eso, soltó un fuerte y sonoro suspiro, la hembra bajo la mirada avergonzada por aquello y se levantó torpemente, tomando el pequeño pedazo de plástico blanco lleno de sangre, ya vacío, para llevarlo al basurero.

Nuestro amigo, se quedó quieto, en total silencio disfrutando del sabor a sangre que aun invadía su boca, relamiendo sus labios una y otra vez.  Comenzó a mover sus dedos de arriba abajo haciéndolos sonar contra la mesa, observando un punto fijo y pensando en un plan para llegar a El Refugio, pero sabía que si llegaba era posible que Rest no lo dejara pasar. Lo has desafiado, deberías asumir las consecuencias. Giro su cabeza para mirar a través de la gran ventana y ver que ya había dejado de llover, tal vez ya se podría ir de una vez.

Se levantó rápidamente de la pequeña silla de madera y le dio una última mirada a la hembra, que también lo observaba, esperando su próximo movimiento, seguramente, maravillada por la criatura que tenía en frente.

—O-Oye…—Articulo con dificultad, temblando por el frío del lugar, o tal vez por él miedo que sentía hacia él. — ¿Puedo preguntarte algo?

—Ya lo has hecho. —Murmuro despectivamente. ¿Por qué pregunta semejante estupidez?

— ¡Lo siento! —Respondió rápidamente. Sin duda una actitud propia de una esclava o algo de ese estilo. — Y-Yo quería saber, ¿De dónde has venido?

El frunció el ceño pensando en la respuesta, una pregunta tan banal como para dar una respuesta del mismo tipo, pero no sabía exactamente que responder, con una sola palabra ya debería de explicar todo lo que le ha sucedido, empezando por su origen que hasta el mismo dudaba, así que no le quedo más que responder…

—No te importa.

Una respuesta clara, precisa y fría. Con eso seguramente la callaría.

—Me voy. Gracias por la comida y por salvarme, me gustaría decir que fue un gusto conocerte. —Dio su mejor despedida con voz áspera y llena de indiferencia, saliendo de la habitación sin dar ni una mirada a su salvadora.

Entonces, volvió a la pequeña habitación en la que despertó y comenzó a buscar sus pertenencias con clara desesperación, pero la búsqueda fue en vano, no encontró nada que le sirviera para defenderse en el exterior. Cago en la… Suspirando por millonésima vez, trato de aclarar sus pensamientos y comenzó a pensar que hacer, ¿Pedirle a la hembra? Una criatura tan vulnerable debía de tener algún arma. Seguramente en esa habitación blanca. Giró sobre sus talones, dispuesto a ir en busca de ella, pero al parecer, ella ya lo había encontrado. Lo observaba callada, con miedo y preocupación en sus ojos, nerviosa y sin saber qué hacer en aquellos momentos, sin más desahogo que el de comerse las uñas frenéticamente. Él no hizo más que una mueca ante aquel acto, repugnante, impropio en una hembra.

—No te comas las uñas. Es repugnante. —Ordenó secamente, a lo que la hembra dio un salto dejando su mano tranquila. —Gracias. —Y como producto del alivio, el placer y la felicidad que le provocaba que le hiciera caso, sonrío abiertamente, mostrando unos deslumbrantes dientes blancos con unos pequeños tonos grises, producto de su saliva.

La hembra lo miro más relajada, aliviada y todo lo que pueda causar una sonrisa de alguien que al parecer, no sonríe mucho.

—Ahora. —Prosiguió a hablar, volviendo a adoptar esa expresión sería y formal, como si se tratara de alguien de la realeza. —Necesito un arma para poder defenderme en el interior del bosque.

—B-bueno. —Musitó. —Tengo un revolver de mi padre tirado por ahí. Si quieres…

—Vale, te espero en la entrada. —Respondió rápidamente, volviendo su mirada hacia la puerta, colocando sus manos tras su espalda, y saliendo de la habitación, desapareciendo de la vista de su salvadora.

Lamentablemente, el capitulo no estara para hoy. Así que tendréis que esperar una semana más. Lo siento, pero la escuela me tiene algo ocupada. Espero que comprendan.

Inhala, exhala, inhala, exhala. Esas dos palabras eran su mantra en estos, no sabía qué hacer ni dónde ir. Desde ahora solo eran ella y su mente insana. Pero, ¿Por qué de pronto estaba corriendo? ¿Por qué exactamente la necesidad de huir? Suspiró. Ya no tenía recuerdo alguno de lo que paso en las últimas horas, solo vagas imágenes que no le daban mucho que saber, ni siquiera algún indicio del porque de la herida en su cadera izquierda. Con sumo cuidado movió una de sus manos hasta la herida y el toco delicadamente. ¡Ah, joder!  El dolor era insoportable, no pudo evitar el tirarse al suelo para dejar de hacer esfuerzo, para poder descansar y olvidarse del dolor.

Se recostó en el suelo, sin importarle la humedad del lodo, ni el hecho de que estaba manchando su cabello con este. Cerrando los ojos, se dejo llevar por los sonidos de la naturaleza, por el canturreo de las aves y el suave viento golpeando su cara. ¿Cómo había terminado en un bosque? Frunció el ceño buscando la respuesta, pero no encontró nada. Al menos ya me calme. Pensó tratando de aliviar su ansiedad por saber todo lo ocurrido. Por ahora no era bueno el pensar esas cosas, era mejor buscar un lugar tranquilo en el cual quedarse y poder curarse la herida.

— ¿Por qué dicen que lo bosques no siempre son tranquilos? —Murmuró para sí misma para poder distraerse un rato, pensando en las numerosas veces en las que un bosque le causaba temor, dejándose llevar por los cuentos de brujas y monstruos rondando por estos, en busca de la sangre de niños y niñas inocentes. —Seguramente son las leyendas.

Pronto, lo único que se escuchaba a su alrededor era su acompasada respiración mezclándose con el suave sonido del lago cerca de ella. ¿Un lago? Agudizo el oído, dejando de respirar y prestando atención a la procedencia del sonido. A la izquierda tal vez. Pero la paz el silencio del lugar se vieron interrumpidos por un fuerte sonido proveniente de el fondo del bosque, se le hacía de pronto tan conocido aquel ruido…un ruido delicioso para sus oídos, como una buena canción que recién comenzaba a escuchar y que jamás debería terminar; el sonido de alguien dándole fin a la vida de otra: el sonido de un disparo.