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Más Que Cosas De Policías
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Más Que Cosas De Policías
Estoy de regreso de un corto viaje y acabo de leer los capítulos 36 y 37, y veo con gusto uno nuevo
Pobre de mi Rex, no saben los perros que el chocolate puede ser veneno. Afortunadamente su papá Marc ahora si lo llevó al veterinario.
Leo ¿mejor amiga Daisy? Ahaaa, definitivamente ahí hay algo más, pero que no quiere darse cuenta él mismo. Se hubiera tirado por la ventana si no la hubieran resucitado.
Entonces el bache de inspiración está en MDUVM. Yo antes escribía en libreta y luego lo pasaba a la pc igual que tú, y luego si que me daba flojera hacer la captura cuando veía la cantidad de páginas . No sé que pasó que ahora escribo directo en words.
Estaré esperando ese capítulo extra y en breve me daré una vuelta por la galería. Por cierto, fue tu cumpleaños hace un par de semanas ¡felicidades! (de mí para mi misma: Buenas noches ) Deseo que te la hallas pasado muy bien llena de inspiración y creatividad ¡un abrazo!
Pobre de mi Rex, no saben los perros que el chocolate puede ser veneno. Afortunadamente su papá Marc ahora si lo llevó al veterinario.
Leo ¿mejor amiga Daisy? Ahaaa, definitivamente ahí hay algo más, pero que no quiere darse cuenta él mismo. Se hubiera tirado por la ventana si no la hubieran resucitado.
Entonces el bache de inspiración está en MDUVM. Yo antes escribía en libreta y luego lo pasaba a la pc igual que tú, y luego si que me daba flojera hacer la captura cuando veía la cantidad de páginas . No sé que pasó que ahora escribo directo en words.
Estaré esperando ese capítulo extra y en breve me daré una vuelta por la galería. Por cierto, fue tu cumpleaños hace un par de semanas ¡felicidades! (de mí para mi misma: Buenas noches ) Deseo que te la hallas pasado muy bien llena de inspiración y creatividad ¡un abrazo!
Baronesa
Re: Más Que Cosas De Policías
Viaje, quiero viaje, no exámenes de lapso en dos semanasBaronesa escribió:Estoy de regreso de un corto viaje y acabo de leer los capítulos 36 y 37, y veo con gusto uno nuevo
Pobre de mi Rex, no saben los perros que el chocolate puede ser veneno. Afortunadamente su papá Marc ahora si lo llevó al veterinario.
Leo ¿mejor amiga Daisy? Ahaaa, definitivamente ahí hay algo más, pero que no quiere darse cuenta él mismo. Se hubiera tirado por la ventana si no la hubieran resucitado.
Entonces el bache de inspiración está en MDUVM. Yo antes escribía en libreta y luego lo pasaba a la pc igual que tú, y luego si que me daba flojera hacer la captura cuando veía la cantidad de páginas . No sé que pasó que ahora escribo directo en words.
Estaré esperando ese capítulo extra y en breve me daré una vuelta por la galería. Por cierto, fue tu cumpleaños hace un par de semanas ¡felicidades! (de mí para mi misma: Buenas noches ) Deseo que te la hallas pasado muy bien llena de inspiración y creatividad ¡un abrazo!
Yo tenía un perro (lo regalé y luego fue que me dieron el que tengo ahora) que comía chocolate y no le pasaba nada Yo sabía que no debían comerlo pero era que cada vez que lo llevaba a donde una amiga le daban un poco Papá Marc, aaaaawww
¡ME REÍ EN SERIO CON LO DE QUE SE HUBIERA TIRADO POR LA VENTANA SI NO LA HUBIERAN RESUCITADO! Una amiga una vez dijo algo parecido pero porque ella se había molestado con él y Leo no hallaba qué hacer, creo que dijo que comenzaría a decir las mil y un locuras para llamarle la atención y en una de esas dijo algo como "me voy a tirar por un barranco" o algo así En serio, veamos qué reacciones se te ocurrirán dentro de unos capítulos que Leo se pone pfff. De lo otro, sigo dejándolo a imaginación, pero ahí ya él mismo admitió algo
Y aún sigo sin publicar ahí, veré si se me ocurre algo ahora A mí porque me gusta demasiado comentar y poner la fecha en la que escribí algo es que no he dejado a los cuadernos aparte. A MDUVM y a ¿Qué fue lo que pasó? sí las he hecho directo en Word, pero MQCDP creo que nunca podré deshacerme de la costumbre de los cuadernos.
Qué va, ese capítulo a menos que me dé una buena aventada en las vacaciones navideñas, queda para el año que viene. ¡Seis meses casi y aún voy por el primer día de investigación de siete! Espero que te guste el diseño, es simple pero lindo
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
¡Llegué al 38! :timon: Ahora si estoy actualizada. Muy buen caso, asesinato por defensa propia y un violador fuera de combate. Francamente me causa gracia imaginarme a Leo haciendo todo tipo de voces incluyendo las voces de las ardillas
Si, es gracioso pensar en Leo aventándose por una ventana o arrojándose a un barranco, aunque creo que Marc se metería un cacho sustote si ve eso je,je. Esperemos que ya aparezca el Marc perfecto.
Si, es gracioso pensar en Leo aventándose por una ventana o arrojándose a un barranco, aunque creo que Marc se metería un cacho sustote si ve eso je,je. Esperemos que ya aparezca el Marc perfecto.
Baronesa
Re: Más Que Cosas De Policías
Ay, ahora voy a tener que aumentar el ritmo un poco LA VOZ DE LAS ARDILLAS, ¡¿CÓMO NO SE ME OCURRIÓ?! Puede hasta imitar muchas voces a la vez, podría hacerloBaronesa escribió:¡Llegué al 38! :timon: Ahora si estoy actualizada. Muy buen caso, asesinato por defensa propia y un violador fuera de combate. Francamente me causa gracia imaginarme a Leo haciendo todo tipo de voces incluyendo las voces de las ardillas
Si, es gracioso pensar en Leo aventándose por una ventana o arrojándose a un barranco, aunque creo que Marc se metería un cacho sustote si ve eso je,je. Esperemos que ya aparezca el Marc perfecto.
¿Sabes que por poner reacciones es que me gusta pensar en situaciones fuera de lo común?
AYER LOGRÉ ESCRIBIR MÁS EN MDUVM, SÓLO QUE ME ESTANQUÉ PORQUE TENGO LA IDEA PERO NO LA ORDENO
El día que aparezca un Marc voy a hacer una fiesta, no sé cómo, pero lo voy a celebrar de pana con una fiesta personal de sólo anfitriona Ni con un Leo me emocionaría tanto porque he visto menos parecidos, pero con Marc HAN SIDO TANTOS AL BORDE PERO QUE NO LLEGAN AL NIVEL QUE ME DECEPCIONAAAAN
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
Un aviso♪
Ya que ¿Qué fue lo que pasó? es parte de esta novela, me parece bueno decirlo aquí. Ayer estuve buscando fotos a ver si por casualidad me aparecía algún modelo que se pareciera a uno de los personajes. Adivinen, ¡HE CUMPLIDO LA MISIÓN IMPOSIBLE DE CONSEGUIR A MARC Y A LEO! No sólo a ellos, sino a algunos más que no conocen porque son de ahí (aunque sí saben quién es Diego pero bueh). Hoy estoy siguiendo a ver si consigo a más, casi consigo a Daisy pero el tono de pelirrojo que tenía la chama tiraba a rubio y el de ella es tirando a castaño A Paula la tengo por ahí, me faltan (de los más principales ahí) Daniela, Daisy y dos que no saben quiénes son, pero quiero aprovechar para buscarlos a todos de una vez, luego veré.
A lo que voy, probablemente en el transcurso de la semana (aunque el miércoles empiece los exámenes de lapso me siento muy tranquila y librey eso que uno es el de Física) o en todo caso, el sábado abra una nueva sección en la galería que se llamaría algo así como Casting porque aún sigo abierta a nuevas opciones si aparecen para los que ya aparentan estar escogidos y porque pienso que deberían participar en eso opinando si les parece esa imagen para tal personaje Lo voy a repetir en la galería en el momento, pero aquí unos recordatorios importantes en ese criterio:
Todos los personajes en ¿Qué fue lo que pasó? son cinco años menores que en Más Que Cosas De Policías, es decir, rondan entre los 16 y 18 años (los especificaré allá), por lo que las imágenes que ponga son de cómo serían en ese momento, no ahoraaunque el de Marc parece más actual que el adolescente, creo que debo buscar otro (?
Puede que publique a los que aún no conocen con algún pequeño perfil para que los vayan conociendo. Si estoy de ganas, quizás hoy mismo haga el primero.
Acepto sugerencias o cualquier tipo de ayuda.
Tenía varias cosas pensadas pero me interrumpieron y pf, lo olvidé (?
Bueno, esperen esto que de pana es un milagro, bye!
Ya que ¿Qué fue lo que pasó? es parte de esta novela, me parece bueno decirlo aquí. Ayer estuve buscando fotos a ver si por casualidad me aparecía algún modelo que se pareciera a uno de los personajes. Adivinen, ¡HE CUMPLIDO LA MISIÓN IMPOSIBLE DE CONSEGUIR A MARC Y A LEO! No sólo a ellos, sino a algunos más que no conocen porque son de ahí (aunque sí saben quién es Diego pero bueh). Hoy estoy siguiendo a ver si consigo a más, casi consigo a Daisy pero el tono de pelirrojo que tenía la chama tiraba a rubio y el de ella es tirando a castaño A Paula la tengo por ahí, me faltan (de los más principales ahí) Daniela, Daisy y dos que no saben quiénes son, pero quiero aprovechar para buscarlos a todos de una vez, luego veré.
A lo que voy, probablemente en el transcurso de la semana (aunque el miércoles empiece los exámenes de lapso me siento muy tranquila y libre
Todos los personajes en ¿Qué fue lo que pasó? son cinco años menores que en Más Que Cosas De Policías, es decir, rondan entre los 16 y 18 años (los especificaré allá), por lo que las imágenes que ponga son de cómo serían en ese momento, no ahora
Puede que publique a los que aún no conocen con algún pequeño perfil para que los vayan conociendo. Si estoy de ganas, quizás hoy mismo haga el primero.
Acepto sugerencias o cualquier tipo de ayuda.
Tenía varias cosas pensadas pero me interrumpieron y pf, lo olvidé (?
Bueno, esperen esto que de pana es un milagro, bye!
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
Nuevo capítulo unas líneas abajo♪
Hubiese estado antes, pero los exámenes de lapso me agarraron sin descanso por explicar a los demás en los días que estoy libre y con actividades de la promo
Capítulo #39: “Mudanzas”.
Una tarde que se espera tranquila por ser sábado y por tanto no tener que trabajar, empieza en casa de Paula con la de rizos y la pelirroja sentadas en el sofá de la sala.
—¿Por qué tenemos que esperar a que salga Paula? —Daisy pregunta, impaciente.
—Recuerda que no quiero que se entere.
—¿Cuándo se lo dirás?
—Cuando decida con qué casa me voy a quedar.
—¿No va a ser la de los Winstone? —Se extraña.
—Primero debo ver a qué precio me la dejan y eso.
—¿Tienes el dinero?
—He estado ahorrando desde hace un tiempo, ¿y tú?
—¿Yo? Sí, pero no para una casa.
—No, no, me refiero a cuándo le dirás a Paula —aclara Daniela.
—Sabes que no es seguro que me vaya contigo —le recuerda.
—Lo sé, pero es que creo que lo mejor sería irla preparando poco a poco a quedarse sola de nuevo.
—Suenas como mi papá.
—Es en serio, no quiero que luego tengamos que decirle que las dos nos vamos. Sería mejor que le vayas diciendo que estás pensando en comprar una casa.
—Lo pensaré —responde ocultando su confusión. ¿Quiere que no se entere de que se mudarán pero quiere que le diga que está pensando en hacerlo? Al ver a Paula acercarse, cambia el tema sin aviso—. Por cierto, ¿cómo te va?
—¿Eh? ¿Cómo que cómo me va? No hablábamos de…
—¡Como te va en el Mercy! —exclama haciendo señas. La otra tarda en comprender.
—¡Ah! ¡Perfecto!
—Bueno chicas —Paula pasa frente a ellas—, regresaré en la noche. ¡Hasta luego!
—¡Hasta luego! —se despiden al unísono.
—Debes aprender a disimular —Daisy regaña cuando la puerta se cierra.
—Sé disimular, no había comprendido tu cambio.
—Ahora a esperar unos cuantos minutos y salimos.
—Hoy veremos la casa de los Winstone.
—La cual será la casa con la que te quedarás.
—¿Por qué tanta seguridad?
—Tú misma lo has dicho, te gusta la casa y ellos son amigos de la familia.
—¡Pero hay que ver los precios!
—¡Ok, ok!
Mientras tanto, en la residencia Molander, Leo busca varias cosas en la cocina.
—¿En serio que no me ayudarás? —el menor interroga a su hermano a la vez que aparta objetos para conseguir el que quiere.
—Ni siquiera sé qué vas a hacer —contesta parado detrás de él de brazos cruzados.
—Algo que creo que es más fácil que hacer chocolate caliente.
—Cuando pensé que lo habías olvidado —se queja—. ¿Jugo?
—No. —Saca por fin lo que desea.
—¿Una batidora? Entonces no es tan fácil.
—En serio, Marc, ¡ni que fuera manual!
—¡¿Qué puede ser tan fácil de hacer con una batidora eléctrica?!
—Algo frío. —Ahora saca un cartón de leche.
—¿Hielo de leche? No necesitas eso.
Leo voltea lentamente a verlo con una mirada que no juega.
—“Hielo de leche”, ¡¿es en serio?!
—Me rindo. ¿Qué es la cosa tan fácil de hacer?
—¡Helado! —revela con un sobre en la mano.
—¿Cómo harás helado con eso?
—Léelo atrás. —Le lanza el sobre.
—¿Necesitas ayuda para hacer esto? —Le parece raro al notar que el procedimiento es simple.
—¿Es tan fácil que no puedes ayudarme?
—¿Es tan fácil que necesitas ayuda?
—Necesitas ir aprendiendo a cocinar —comenta yendo al lavaplatos a lavar a batidora.
—Tengo a un chef en casa, no hace falta.
—Tu chef no estará siempre aquí. ¿Cómo hacías cuando estaba preso?
—Cuando eso me quedaba con Alex y Matías.
—Entonces, cuando me pase algo, ¿volverás allá?
—Puedo ordenar comida.
—¡¿Gastarías a cada rato por comer?!
—Me hago un sándwich —Marc ofrece distintas soluciones para cada variable.
—Vaya alimentación tendrías si no fuera por mí.
—Tendríamos —corrige.
—Papá también cocina mal, pero no tan torpe…
—Calla eso —interrumpe.
—Entonces, ¿me ayudas? —Leo retorna al tema original.
—¿Qué puedo hacer? —se resigna.
—Enchufa esto. —Le pasa la batidora ya limpia y seca—. No te electrocutes.
—Enchufar no tiene nada que ver con cocinar, no soy torpe en eso —se defiende de la supuesta burla mientras se agacha para conectar el aparato—. No me voy a… —Se aparta rápido del enchufe—. ¡Ah!
—No me digas que te electrocutaste —dice al no haberlo visto.
—No, pero casi. Salieron chispas.
—Qué raro. Abre la leche —ordena otra tarea sencilla.
—Está bien. —Agarra la leche. Trata de abrirla, mas separa las dos solapas sin que se separen del todo. Una delgada capa de cartón bloquea el hueco—. Rayos —susurra, no desea que Leo se dé cuenta. Piensa qué hacer.
—No vayas a meter el dedo si no se abrió —advierte como si lo estuviese vigilando, porque Marc aleja su dedo del cartón con una expresión molesta—. ¡Y tampoco otra cosa! —Y una vez más, sin saberlo adivina lo que el castaño claro haría, porque en ese instante suelta el cuchillo que planeaba usar para agujerear el espacio. Pocos segundos después, finalmente cacha a su hermano con unas tijeras cortando la parte de arriba del cartón—. ¿En serio?
—No metí nada. —Se encoge de hombros.
A unas cuadras, Daisy y Daniela esperan fuera de una casa.
—¿Cuánto tiempo teníamos sin venir aquí?
—Desde un poco antes de irnos a Nueva York, creo —calcula la mayor de ellas.
—¿Qué dirán cuando nos vean?
—Ya lo descubriremos. —La puerta es abierta por una mujer más o menos mayor.
—¡¿Daniela y Daisy Montesco?! —La señora las recibe con sorpresa.
—Nosotras mismas, señora Winstone.
—¡Cuánto tiempo sin verlas! Pasen.
—Gracias.
—¿Cómo les ha ido?
—Muy bien, ahora trabajo en el Mercy —la doctora es la primera en participar.
—¡Qué maravilla!
—Yo cambié y ahora soy policía en entrenamiento.
—Oh, ¿y por qué cambiaste?
—Varias razones.
—¿Y te va bien?
—Me gusta más.
—Si te gusta más, excelente.
—¿Y usted cómo va?
—No sé si lo habrán notado, pero voy a mudarme. Mis hijos irán a Boston y no me quedaré sola aquí —explica los motivos de su mudanza.
—Señora Winstone, no sé si se habrá dado cuenta, pero nosotras, bueno, yo, vinimos porque queremos comprar la casa —a pesar de haber acomodado el sujeto, Daniela continúa hablando en plural.
—¿En serio? ¡Me encantaría! ¿Sólo ustedes dos?
—Realmente, soy yo la que quiere mudarse, pero es posible que Daisy lo haga conmigo.
—¿Y Paula? ¿Ella no va a mudarse?
—No, ella se quedará con la casa.
—Oh. Aún no había recibido peticiones, pero si ustedes quieren comprar la casa, con mucho gusto pueden hacerlo —sonríe.
—Queremos dar un recorrido por la casa primero.
—De acuerdo.
Si las cosas son como lo creen, Daniela ya habrá encontrado su próxima casa sin inconvenientes. Quien podría tener uno próximamente es el menor de los Molander por alguna sorpresa.
—¿Viste que es fácil? —Guarda un recipiente en el congelador.
—Sí. ¿Ahora qué hacemos?
—Esperar tres horas.
—Mientras tanto.
—No lo sé. —El timbre suena—. No me digas que invitaste a alguien.
—No, debió ser papá.
—¡Él ni siquiera está en casa!
—Entonces es sorpresa. —Marc va a ver—. Leo…
—Ese tono no me agradó. —Marc señala la ventana, a lo que el castaño se acerca a ver—. Genial, ahora me tengo que ir.
—Abriré. —Espera a que ya no se vea antes de abrir la puerta y recibir a Paula—. ¡Hola!
—¡Hola! Quise pasar por aquí.
—Y me tomaste por sorpresa.
—Por sorpresa es mejor. —Se abre paso en la sala—. ¿Hacías algo?
—No. —Cierra—. Más bien, justo me preguntaba qué hacer.
—Oh, entonces te salvé del aburrimiento de no hacer nada.
—Algo así. —Camina hacia la sala de estar con intenciones de ser seguido.
—Normalmente, eres el que va a mi casa, ¿y sabes? Me gusta la tuya, mucho. Quisiera venir más seguido. —Funciona, porque la rubia lo sigue por los pasillos.
—A mí también me gusta la tuya.
—Pero esta es más genial. —Se le aproxima de frente—. ¿No hay más nadie?
—Mi papá salió, ni idea a dónde. Últimamente es así.
—Así que no hay más nadie.
En uno de los cuartos, Leo abre la puerta aunque la cierra de inmediato al percatarse de la pareja. Cambio de planes, ahora sale de su cuarto por un pequeño espacio oculto que da para el área de la piscina, pasando por uno de los caminos sobre ella y entra al comedor, luego al pasillo para llegar a la sala y salir de una vez sin ser descubierto ni notado.
—No, no hay más nadie —confirma Marc.
Afuera y algo molesto, Leo piensa en que se supone que hará si ni siquiera sacó un poco de dinero.
—¿Qué tal les parece el precio? —la señora Winstone cuestiona a ambas.
—Es el indicado y podemos pagarlo.
—¿Se mudarán ambas?
—Sí —Daisy afirma luego de ver a Daniela.
—Mis Montescos favoritas ahora vivirán aquí —comenta con cierto aire de nostalgia—. Me siento feliz por eso. No le vayan a decir a Paula que es mi tercera favorita.
—Por supuesto que no.
—¿Cuándo comenzarán a traer sus cosas?
—Quizás el Día de Acción de Gracias.
—¿No harán nada ese día? —Se extraña.
—Paula siempre se ha encargado de eso —la pelirroja justifica.
—¿Y si lo dejan todo listo para ese día y así estrenan la casa con una celebración? —sugiere la señora.
—¡Buena idea! —Le agrada—. Lo tomaremos en cuenta.
—Yo me iré el lunes, así que creo que tendrán tiempo.
—Poco, pero sí.
—¿Y qué tal van con los sentimientos? —Hora de curiosear.
—Paula es la única con novio.
—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo?
—Octubre del año pasado —Daisy se adueña de la conversación.
—¿Por casualidad desde el 10/10?
—Sí, exactamente ese día.
—¡Qué casualidad! ¿Quién es el novio?
—Creo que sabe quién es Marc Molander.
—¿Es el Molander que yo creo?
—De los únicos que hay por aquí —confirma.
—¿Dani los presentó? —imagina por saber que ella los conoce desde antes.
—No. Los dos son compañeros de trabajo.
—Ah, ¿y tú cómo te llevas con ellos?
—Muy bien.
La charla no dura mucho más, pues Daniela decide ir a hacer otra cosa. Se devuelven a la casa de Paula, la mayor busca sus cosas y, cuando abre la puerta para salir nuevamente —esta vez sola—, ve a Leo pasar.
—¡Hey, hola! —ella llama su atención.
—¡Hola! —Se acerca—. ¿Estabas saliendo?
—Voy a hacer algo muy rápido, ¿y tú? Es una sorpresa encontrarte por ahí caminando solo.
—Paula hizo una visita sorpresa, tuve que salir —relata lo ocurrido.
—Pasa si quieres, no tardaré mucho.
—No, gracias. Puedo seguir caminando.
—No vas a estar solo, Daisy no saldrá. Yo no tardaré más de media hora.
—Está bien —cambia de opinión, entrando mientras Daniela se va.
—¿Qué haces aquí? —Daisy no esperaba verlo.
—Estaba caminando y pasaba por aquí justo cuando Daniela sabía. Me dejó pasar.
—¡Genial! Es raro tenerte de visita.
—Lo sé, casi nunca vengo —concuerda.
—¿Y sabes qué? Pronto no tendrás problemas con eso.
—¿Ah, sí? ¿Cómo?
—No se lo digas a nadie —baja la voz aunque no haya más nadie—. Daniela y yo acabamos de acordar para comprar una casa para nosotras dos.
—¡¿En serio?! —El volumen es el mismo—. ¡¿Dónde?!
—A dos casas de aquí, estaremos cerca.
—¡Eso es genial! ¿Cuándo se mudarán?
—A partir del lunes. Es posible que no vaya a la comisaría mientras acomodamos la casa.
—¿Y van a acomodar una casa completa ustedes dos solas? —pregunta con cierto aire de extrañeza.
—¿Quieres ayudar?
—Claro, en lo que sea —acepta.
—¡Genial! Te avisaré.
La otra visita a unas cuadras discute sobre los planes de cierto día en específico tranquilamente en el sofá de la sala de estar.
—¿Harás algo para Acción de Gracias? —Marc inicia con el tema.
—¡Claro! Sabes que siempre soy la que organiza todo.
—Entonces ya sé dónde estaré ese día.
—Y como siempre, invitaré a todos los de nuestro grupo que puedan ir.
—Como siempre, no hace falta decirlo.
—Debería intentar hacerte aprender a cocinar —propone la rubia.
—¿Qué? No. En serio, hace un rato estaba haciendo helado con Leo y aunque trató de ponerme las cosas más simples, el enchufe me soltó chispas y tuve que cortar el cartón de leche con unas tijeras.
—Pff, al menos no te electrocutaste —casi ríe.
—Algo así me dijo. Entre Leo y tú, han intentado hacerme aprender, pero siempre me pasa de todo.
—Algún día tendrás que hacerlo. Te invitaré uno de estos días para enseñarte.
—¿Sabes qué es lo único que hago bien?
—¿Comer lo cocinado? —ironiza, ganando una mirada molesta.
—Todos dicen eso. La decoración.
—¡Obvio, es parte de tu poder!
—Si me dicen para decorar una torta, perfecto. Hacerla, problemas.
—Como dije, te puedo enseñar.
Más tarde en esa misma casa, ya de noche, el dueño de ese lugar finalmente se hace presente, por lo que las exclamaciones no se hacen tardar.
—¡Apareciste! —Marc lo recibe sin saludar—. Últimamente te vas sin decir ni una palabra.
—¿No les avisé que salí? —Carlos no recuerda haberlo olvidado.
—No, ni a qué.
—Estaba revisando la casa de playa, tenía tiempo sin verla.
—¡Oh, cierto! Ni la recordaba.
—Le estoy haciendo un poco de mantenimiento. Estaba que daba pena, ahora está algo mejor.
—Si quieres, te puedo ayudar con eso —Marc se ofrece.
—No, no importa. Prefiero que la veas cuando termine.
—Ok… Dime que trajiste comida.
—Esto, no. —Alza una ceja en expresión de rareza.
—Leo me pide ayuda a cada rato a propósito para burlarse de mi torpeza —se queja—. Me iré preparando para mi próximo accidente.
Otra recién llegada a su casa luego de varias diligencias y una visita es Paula, quien en cambio es recibida con una pregunta.
—¿Supiste que los Winstone se van el lunes a Boston? —Daniela es la emisora.
—No sabía cuándo ni dónde. ¿Cómo supiste?
—Hablé con la señora Winstone.
—Oh, iré a verla mañana.
—Justo dijo que quería verte.
—Bien, la alegraré —sonríe.
—Paula —Daisy la menciona algo dubitativa—, ¿qué pasaría si Daniela y yo decidimos mudarnos de nuevo algún día?
—¿Y esa pregunta de dónde vino?
—Simple curiosidad. Pero no mudarnos como cuando nos fuimos a Nueva York, sino una casa por aquí cerca —aclara.
—Si es cerca, no hay tanto problema. Claro que me pondría algo triste porque me volvería a quedar sola, aunque ya me acostumbré a eso y no es tan malo como parece. —Daisy se queda pensando, lo cual hace sospechar a Paula—. ¿Hay algo que me estés ocultando?
—Daniela y yo compraremos la casa de los Winstone —confiesa.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —No parece haber captado muy bien.
—De exactamente lo que dije.
—No, no. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¡¿Con qué dinero?! ¡Ni lo planearon!
—Daniela ya tenía el dinero, lo planeó en las últimas semanas.
—Así que de eso eran los papeles que veías el otro día! ¡¿Ni siquiera pensaban decírmelo?!
—Yo te lo quise decir varias veces, Dani no —se defiende.
—¿Cuándo se van a ir?
—Durante la semana.
—Aún tenemos dinero para comprar los muebles, no te preocupes por eso —Daniela agrega.
—¿Por qué decidieron mudarse?
—Fui yo. Quería tener una casa propia —resume.
—Pero la compartirás con Daisy.
—Pero será mía.
—Como digas.
—¿Estás molesta?
—No, sólo pienso por qué no me lo dijeron antes.
Daniela lo considera, poniéndose algo mal por eso. No logra decir nada.
—¿Sabes qué pensamos? —la pelirroja rompe el ambiente tenso—. Podríamos festejar el Día de Acción de Gracias en la nueva casa para estrenarla.
—¡¿Creen tener toda la casa lista en los dos días que tendrán cuando se vaya Winstone?!
—Una parte, lo suficiente para celebrar. No tienen que entrar en todos los cuartos.
—No es una mala idea, me gusta. El problema es el tiempo.
—Dani, ¿sabes dónde están los muebles de la casa de Nueva York? Pueden servirnos.
—Creo que en el sótano de la casa de sus padres.
—Espero que no los hayan vendido. Si no lo hicieron, será fácil. Sólo tendremos que pintar algunas paredes si hace falta. —Daisy ya lo tiene todo pensado.
—Si les sale bien, puedo mudar la ubicación de la celebración.
—Entonces, ¿estás de acuerdo? —busca su aprobación.
—¡Claro, hasta les podría ayudar!
—No hace falta. Ayuda en lo que tenga que ver con la celebración, no te daremos trabajo extra.
—¡Perfecto!
El lunes bastante temprano, minutos antes del trabajo, Daniela y Daisy se dirigen a la casa de Elliot y Susan para pedir un favor.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —El hombre de delgados lentes se extraña al siquiera oír el timbre cuando ya estaba por salir a trabajar.
—Vinimos a preguntarte algo —su hija contesta.
—Deberían ir al trabajo, se les hace tarde —recomienda.
—Yo no tengo que ir y Dani pidió la mañana —exculpa.
—Que sea rápido, yo no tengo pase.
—Queremos saber si tienen los muebles de Nueva York.
—Ah, ¿por la nueva casa? Sí, están abajo.
Daisy celebra internamente.
—Los estaremos sacando.
—¿No necesitan ayuda?
—No, pero sí tu camioneta.
—¿Quieren que intercambiemos autos? —Eso es lo que entiende de lo anterior.
—Algo así. En su auto no cabrán varias cosas.
—De acuerdo, denme las llaves.
—Ahora las tuyas. —Daniela se las pasa.
—Déjenme buscarlas.
Alrededor de media hora después, Elliot ya está atendiendo a su primer paciente de la semana.
—Vas bien, ya al menos has estado más feliz que en semanas anteriores. Si las cosas siguen así, puedes tener el brote. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—En diez días —respuesta que sólo hace cambiar de cara al psicólogo—. ¿Qué pasa? ¿Tiene algo que ver?
—Puede que suene raro, pero los cumpleaños pueden ser tan fatales como benefactores.
—Okay, necesito una explicación. —Leo arquea una de sus cejas por incomprensión.
—Los cumpleaños son días en los que todos esperamos pasarla de maravilla. ¿Qué llegaría a pasar si algo que no te agrada sucede durante ese día?
—Te amargas por un buen rato.
—Exacto. Si algo te llega a pasar ese día y te amargas, todo lo que has logrado en los últimos días desaparecerá.
—Así que debo tener cuidado.
—Y mucho. Evita cualquier cosa que creas que no te conviene para estar bien. Habrá problemas si no.
—Lo malo es que mucho no depende de mí.
—Esa es la desventaja que todos tienen.
—¿Y si no pasa nada?
—No hay ningún problema. Todo dependerá de lo que pase.
Durante la tarde, Daisy es dejada sola en casa como encargada de la pintura. Bota la caja de la pizza que almorzó, se lava las manos y recorre la casa para ver cómo va. La sala es el lugar más completo, el resto tiene algunos o muchos muebles por colocar. Agarra una brocha y un galón de pintura, llevándolos a una habitación. Hunde parte de la brocha en el color y comienza a trabajar la pared. Es interrumpida por el timbre.
—¡Voy! —grita. Sin soltar la brocha, corre a recibir la visita, abriendo bien los ojos al descubrir quién es—. ¡Ni siquiera te avisé!
—Daniela sí. Me gusta la casa. —Leo la ve un poco raro, aunque ella no lo nota.
—Gracias. Pasa.
—Otra cosa, te manchaste las piernas —señala al darse cuenta de su distracción.
—¿Qué? —Extrañada, agacha la cabeza para mirar a sus piernas, enterándose de que en la izquierda escurre un hilo grueso de pintura—. ¡¿Qué rayos?! ¡Ni siquiera lo sentí! —Levanta un poco los brazos al decirlo, por lo que se percata de la brocha en su mano—. Genial, olvidé soltar la brocha.
—¿Pintando una pared?
—La de mi cuarto. Iré a limpiarme. —Va al baño, asombrándose al verse en el espejo—. ¡¿Estoy tan mal así?!
—Tampoco es que estés muy mal, pero deberías peinarte un poco —admite.
—¡Estoy demasiado desarreglada, qué pena!
—Eso se soluciona fácil.
—Igual da pena, estoy fea. —Deshace la cola de caballo alborotada para peinarse de nuevo.
—No digas eso, no estás fea.
—Gracias. —No puede evitar sonreír. Al finalizar la cola, se limpia la pierna y sale—. Ahora sí estoy bien. ¿En qué quieres ayudar?
—¿Puedo sacar algo de mi auto?
—¿Qué cosa? —Le abre.
—Con esto pintarás mejor —no responde hasta no haber sacado una pistola de pintura del maletero.
—¡Tienes una de esas!
—Vivir en una casa grande requiere de esto cuando hay que pintar las paredes. —Vuelven a ingresar.
—¿Cómo se usa?
—Pones un poco de pintura aquí, cierras y ya. Te acercas a la pared, presionas y vas pintando. Primero hay que probar qué tan diluida está la pintura para que salga bien. Si vas a estar pintando, ¿hay otra cosa que pueda hacer?
—Nada. El resto de los muebles están en el sótano de la casa de mis padres, hay que ir a buscarlos.
—Espera, ¿iremos allá?
—Sino no haremos más nada. —Leo no dice nada—. Oh, ya entiendo. Te da miedo lo que vaya a decir mi mamá.
—Algo así.
—Le caerás bien, no te preocupes. Sólo no vayas con esa cara de miedo que pones a veces.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—¡Vamos, ni que te fuera a presentar como mi novio! Le he presentado montones de amigos a mi madre, personas de cualquier tipo. A muchos no los aceptó y la entiendo porque tenía sus razones, pero si llegó a aceptar a un fumador cuando ella los detesta, no creo que no vaya a aceptarte. Lo único que tienes es que a veces te pones muy sentimental, no le veo nada malo.
—¿Qué clase de amigos tenías?
—No te imaginas cuántos. Es más, vayamos de una vez.
—Okay…
El timbre de la casa del matrimonio Montesco suena, avisando a Susan de que alguien desea verla. Se levanta del sillón para atender, encontrándose sólo con la menor de sus hijas.
—¿Vienes sola?
—No. Mamá, voy a presentarte a un amigo.
—¿Un chico? Oh, veamos con qué vienes ahora —comenta con desdén.
—Con nada raro, mamá.
—¿Un amigo normal? —Aplaude—. ¡Bravo!
—Mamá, no sigas. Está escuchando —reclama al ver que Leo pone cara rara.
—Oh, pensé que estaba en el cuarto.
Daisy resopla.
—Bien. —Le agarra el brazo a Leo y lo hala al frente de la puerta—. Mamá, te presento a Leonardo. Leonardo, te presento a mi mamá.
—Buenas tardes —disimula no por completo su impresión.
—Mucho gusto, señora Montesco.
—Es un placer, se… —Lento, necesitaba completar los datos.
—Molander —se apura.
—¡Molander! —ya no disimula—. ¿Hermano de Marc?
—Sí —algo inseguro, se da cuenta.
—Pasen. La entrada del sótano está debajo de esa alfombra. —Ambos la apartan y abren el pequeño espacio—. Daisy, ven acá un momento.
—¿Sí, mamá? —Sin mucho agrado.
—¿Ese chico es tu amigo?
—Es mi mejor amigo. ¿Le viste algo malo?
—No, pero he oído mucho sobre él.
—Si es por parte de Paula, ella lo odia —explica de una vez.
—¿Sabes que es extremadamente sentimental? —formula así al no recordar bien la palabra.
—¡Esa es una de las razones por las que me cae bien! —justifica para la confusión de Susan.
—Si se enoja, no te gustará.
—¡¿Es por eso que no te gusta?! —Le parece ridículo—. ¡Deberías considerar que lo que tiene es sentimental y no drogas en la sangre!
—Calma, aún me hace falta hablar con él. Elliot me ha hablado muy bien de él, me contó lo que hizo cuando te dispararon y me pareció de lo más tierno. Sé que él fue el que ayudó a todos a escapar en aquel incendio y que él fue el que voluntariamente cambió su puesto de policía a rehén en un robo para proteger a un adolescente. En serio, Daisy, tu amigo es una buena persona.
—¿Así que te agradó?
—No he tenido la oportunidad de conocerlo bien, pero con lo que he oído, sé perfectamente que es muy bueno. Confío más en lo que me cuenta Elliot.
—Menos mal. ¿Ya puedo ir?
—Adelante, estaré por aquí.
Realizada porque al fin un amigo no fue rechazado por su madre, la pelirroja baja al sótano a ayudar a Leonardo con los muebles.
Limpiando polvo como ellos se encuentra Carlos en la casa playera, revisando algunos cajones de vez en cuando en busca de algún recuerdo que se cree perdido. En uno de ellos halla un álbum de fotos de hace varios años. Se sienta en el suelo a echarle un vistazo. En él, muchas fotos familiares están guardadas, buenas memorias escondidas allí de los años en los que la familia no tenía tantos problemas, una época tranquila y más feliz. Esas fotografías que podrían pasar por las familias perfectas de los comerciales lo hacen reflexionar.
¿Cómo fue que terminaron así, tan distanciados viviendo en el mismo espacio?
Fin del Capítulo #39.
Un capítulo para una de mis etapas favoritas♪
Hubiese estado antes, pero los exámenes de lapso me agarraron sin descanso por explicar a los demás en los días que estoy libre y con actividades de la promo
Capítulo #39: “Mudanzas”.
Una tarde que se espera tranquila por ser sábado y por tanto no tener que trabajar, empieza en casa de Paula con la de rizos y la pelirroja sentadas en el sofá de la sala.
—¿Por qué tenemos que esperar a que salga Paula? —Daisy pregunta, impaciente.
—Recuerda que no quiero que se entere.
—¿Cuándo se lo dirás?
—Cuando decida con qué casa me voy a quedar.
—¿No va a ser la de los Winstone? —Se extraña.
—Primero debo ver a qué precio me la dejan y eso.
—¿Tienes el dinero?
—He estado ahorrando desde hace un tiempo, ¿y tú?
—¿Yo? Sí, pero no para una casa.
—No, no, me refiero a cuándo le dirás a Paula —aclara Daniela.
—Sabes que no es seguro que me vaya contigo —le recuerda.
—Lo sé, pero es que creo que lo mejor sería irla preparando poco a poco a quedarse sola de nuevo.
—Suenas como mi papá.
—Es en serio, no quiero que luego tengamos que decirle que las dos nos vamos. Sería mejor que le vayas diciendo que estás pensando en comprar una casa.
—Lo pensaré —responde ocultando su confusión. ¿Quiere que no se entere de que se mudarán pero quiere que le diga que está pensando en hacerlo? Al ver a Paula acercarse, cambia el tema sin aviso—. Por cierto, ¿cómo te va?
—¿Eh? ¿Cómo que cómo me va? No hablábamos de…
—¡Como te va en el Mercy! —exclama haciendo señas. La otra tarda en comprender.
—¡Ah! ¡Perfecto!
—Bueno chicas —Paula pasa frente a ellas—, regresaré en la noche. ¡Hasta luego!
—¡Hasta luego! —se despiden al unísono.
—Debes aprender a disimular —Daisy regaña cuando la puerta se cierra.
—Sé disimular, no había comprendido tu cambio.
—Ahora a esperar unos cuantos minutos y salimos.
—Hoy veremos la casa de los Winstone.
—La cual será la casa con la que te quedarás.
—¿Por qué tanta seguridad?
—Tú misma lo has dicho, te gusta la casa y ellos son amigos de la familia.
—¡Pero hay que ver los precios!
—¡Ok, ok!
Mientras tanto, en la residencia Molander, Leo busca varias cosas en la cocina.
—¿En serio que no me ayudarás? —el menor interroga a su hermano a la vez que aparta objetos para conseguir el que quiere.
—Ni siquiera sé qué vas a hacer —contesta parado detrás de él de brazos cruzados.
—Algo que creo que es más fácil que hacer chocolate caliente.
—Cuando pensé que lo habías olvidado —se queja—. ¿Jugo?
—No. —Saca por fin lo que desea.
—¿Una batidora? Entonces no es tan fácil.
—En serio, Marc, ¡ni que fuera manual!
—¡¿Qué puede ser tan fácil de hacer con una batidora eléctrica?!
—Algo frío. —Ahora saca un cartón de leche.
—¿Hielo de leche? No necesitas eso.
Leo voltea lentamente a verlo con una mirada que no juega.
—“Hielo de leche”, ¡¿es en serio?!
—Me rindo. ¿Qué es la cosa tan fácil de hacer?
—¡Helado! —revela con un sobre en la mano.
—¿Cómo harás helado con eso?
—Léelo atrás. —Le lanza el sobre.
—¿Necesitas ayuda para hacer esto? —Le parece raro al notar que el procedimiento es simple.
—¿Es tan fácil que no puedes ayudarme?
—¿Es tan fácil que necesitas ayuda?
—Necesitas ir aprendiendo a cocinar —comenta yendo al lavaplatos a lavar a batidora.
—Tengo a un chef en casa, no hace falta.
—Tu chef no estará siempre aquí. ¿Cómo hacías cuando estaba preso?
—Cuando eso me quedaba con Alex y Matías.
—Entonces, cuando me pase algo, ¿volverás allá?
—Puedo ordenar comida.
—¡¿Gastarías a cada rato por comer?!
—Me hago un sándwich —Marc ofrece distintas soluciones para cada variable.
—Vaya alimentación tendrías si no fuera por mí.
—Tendríamos —corrige.
—Papá también cocina mal, pero no tan torpe…
—Calla eso —interrumpe.
—Entonces, ¿me ayudas? —Leo retorna al tema original.
—¿Qué puedo hacer? —se resigna.
—Enchufa esto. —Le pasa la batidora ya limpia y seca—. No te electrocutes.
—Enchufar no tiene nada que ver con cocinar, no soy torpe en eso —se defiende de la supuesta burla mientras se agacha para conectar el aparato—. No me voy a… —Se aparta rápido del enchufe—. ¡Ah!
—No me digas que te electrocutaste —dice al no haberlo visto.
—No, pero casi. Salieron chispas.
—Qué raro. Abre la leche —ordena otra tarea sencilla.
—Está bien. —Agarra la leche. Trata de abrirla, mas separa las dos solapas sin que se separen del todo. Una delgada capa de cartón bloquea el hueco—. Rayos —susurra, no desea que Leo se dé cuenta. Piensa qué hacer.
—No vayas a meter el dedo si no se abrió —advierte como si lo estuviese vigilando, porque Marc aleja su dedo del cartón con una expresión molesta—. ¡Y tampoco otra cosa! —Y una vez más, sin saberlo adivina lo que el castaño claro haría, porque en ese instante suelta el cuchillo que planeaba usar para agujerear el espacio. Pocos segundos después, finalmente cacha a su hermano con unas tijeras cortando la parte de arriba del cartón—. ¿En serio?
—No metí nada. —Se encoge de hombros.
A unas cuadras, Daisy y Daniela esperan fuera de una casa.
—¿Cuánto tiempo teníamos sin venir aquí?
—Desde un poco antes de irnos a Nueva York, creo —calcula la mayor de ellas.
—¿Qué dirán cuando nos vean?
—Ya lo descubriremos. —La puerta es abierta por una mujer más o menos mayor.
—¡¿Daniela y Daisy Montesco?! —La señora las recibe con sorpresa.
—Nosotras mismas, señora Winstone.
—¡Cuánto tiempo sin verlas! Pasen.
—Gracias.
—¿Cómo les ha ido?
—Muy bien, ahora trabajo en el Mercy —la doctora es la primera en participar.
—¡Qué maravilla!
—Yo cambié y ahora soy policía en entrenamiento.
—Oh, ¿y por qué cambiaste?
—Varias razones.
—¿Y te va bien?
—Me gusta más.
—Si te gusta más, excelente.
—¿Y usted cómo va?
—No sé si lo habrán notado, pero voy a mudarme. Mis hijos irán a Boston y no me quedaré sola aquí —explica los motivos de su mudanza.
—Señora Winstone, no sé si se habrá dado cuenta, pero nosotras, bueno, yo, vinimos porque queremos comprar la casa —a pesar de haber acomodado el sujeto, Daniela continúa hablando en plural.
—¿En serio? ¡Me encantaría! ¿Sólo ustedes dos?
—Realmente, soy yo la que quiere mudarse, pero es posible que Daisy lo haga conmigo.
—¿Y Paula? ¿Ella no va a mudarse?
—No, ella se quedará con la casa.
—Oh. Aún no había recibido peticiones, pero si ustedes quieren comprar la casa, con mucho gusto pueden hacerlo —sonríe.
—Queremos dar un recorrido por la casa primero.
—De acuerdo.
Si las cosas son como lo creen, Daniela ya habrá encontrado su próxima casa sin inconvenientes. Quien podría tener uno próximamente es el menor de los Molander por alguna sorpresa.
—¿Viste que es fácil? —Guarda un recipiente en el congelador.
—Sí. ¿Ahora qué hacemos?
—Esperar tres horas.
—Mientras tanto.
—No lo sé. —El timbre suena—. No me digas que invitaste a alguien.
—No, debió ser papá.
—¡Él ni siquiera está en casa!
—Entonces es sorpresa. —Marc va a ver—. Leo…
—Ese tono no me agradó. —Marc señala la ventana, a lo que el castaño se acerca a ver—. Genial, ahora me tengo que ir.
—Abriré. —Espera a que ya no se vea antes de abrir la puerta y recibir a Paula—. ¡Hola!
—¡Hola! Quise pasar por aquí.
—Y me tomaste por sorpresa.
—Por sorpresa es mejor. —Se abre paso en la sala—. ¿Hacías algo?
—No. —Cierra—. Más bien, justo me preguntaba qué hacer.
—Oh, entonces te salvé del aburrimiento de no hacer nada.
—Algo así. —Camina hacia la sala de estar con intenciones de ser seguido.
—Normalmente, eres el que va a mi casa, ¿y sabes? Me gusta la tuya, mucho. Quisiera venir más seguido. —Funciona, porque la rubia lo sigue por los pasillos.
—A mí también me gusta la tuya.
—Pero esta es más genial. —Se le aproxima de frente—. ¿No hay más nadie?
—Mi papá salió, ni idea a dónde. Últimamente es así.
—Así que no hay más nadie.
En uno de los cuartos, Leo abre la puerta aunque la cierra de inmediato al percatarse de la pareja. Cambio de planes, ahora sale de su cuarto por un pequeño espacio oculto que da para el área de la piscina, pasando por uno de los caminos sobre ella y entra al comedor, luego al pasillo para llegar a la sala y salir de una vez sin ser descubierto ni notado.
—No, no hay más nadie —confirma Marc.
Afuera y algo molesto, Leo piensa en que se supone que hará si ni siquiera sacó un poco de dinero.
—¿Qué tal les parece el precio? —la señora Winstone cuestiona a ambas.
—Es el indicado y podemos pagarlo.
—¿Se mudarán ambas?
—Sí —Daisy afirma luego de ver a Daniela.
—Mis Montescos favoritas ahora vivirán aquí —comenta con cierto aire de nostalgia—. Me siento feliz por eso. No le vayan a decir a Paula que es mi tercera favorita.
—Por supuesto que no.
—¿Cuándo comenzarán a traer sus cosas?
—Quizás el Día de Acción de Gracias.
—¿No harán nada ese día? —Se extraña.
—Paula siempre se ha encargado de eso —la pelirroja justifica.
—¿Y si lo dejan todo listo para ese día y así estrenan la casa con una celebración? —sugiere la señora.
—¡Buena idea! —Le agrada—. Lo tomaremos en cuenta.
—Yo me iré el lunes, así que creo que tendrán tiempo.
—Poco, pero sí.
—¿Y qué tal van con los sentimientos? —Hora de curiosear.
—Paula es la única con novio.
—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo?
—Octubre del año pasado —Daisy se adueña de la conversación.
—¿Por casualidad desde el 10/10?
—Sí, exactamente ese día.
—¡Qué casualidad! ¿Quién es el novio?
—Creo que sabe quién es Marc Molander.
—¿Es el Molander que yo creo?
—De los únicos que hay por aquí —confirma.
—¿Dani los presentó? —imagina por saber que ella los conoce desde antes.
—No. Los dos son compañeros de trabajo.
—Ah, ¿y tú cómo te llevas con ellos?
—Muy bien.
La charla no dura mucho más, pues Daniela decide ir a hacer otra cosa. Se devuelven a la casa de Paula, la mayor busca sus cosas y, cuando abre la puerta para salir nuevamente —esta vez sola—, ve a Leo pasar.
—¡Hey, hola! —ella llama su atención.
—¡Hola! —Se acerca—. ¿Estabas saliendo?
—Voy a hacer algo muy rápido, ¿y tú? Es una sorpresa encontrarte por ahí caminando solo.
—Paula hizo una visita sorpresa, tuve que salir —relata lo ocurrido.
—Pasa si quieres, no tardaré mucho.
—No, gracias. Puedo seguir caminando.
—No vas a estar solo, Daisy no saldrá. Yo no tardaré más de media hora.
—Está bien —cambia de opinión, entrando mientras Daniela se va.
—¿Qué haces aquí? —Daisy no esperaba verlo.
—Estaba caminando y pasaba por aquí justo cuando Daniela sabía. Me dejó pasar.
—¡Genial! Es raro tenerte de visita.
—Lo sé, casi nunca vengo —concuerda.
—¿Y sabes qué? Pronto no tendrás problemas con eso.
—¿Ah, sí? ¿Cómo?
—No se lo digas a nadie —baja la voz aunque no haya más nadie—. Daniela y yo acabamos de acordar para comprar una casa para nosotras dos.
—¡¿En serio?! —El volumen es el mismo—. ¡¿Dónde?!
—A dos casas de aquí, estaremos cerca.
—¡Eso es genial! ¿Cuándo se mudarán?
—A partir del lunes. Es posible que no vaya a la comisaría mientras acomodamos la casa.
—¿Y van a acomodar una casa completa ustedes dos solas? —pregunta con cierto aire de extrañeza.
—¿Quieres ayudar?
—Claro, en lo que sea —acepta.
—¡Genial! Te avisaré.
La otra visita a unas cuadras discute sobre los planes de cierto día en específico tranquilamente en el sofá de la sala de estar.
—¿Harás algo para Acción de Gracias? —Marc inicia con el tema.
—¡Claro! Sabes que siempre soy la que organiza todo.
—Entonces ya sé dónde estaré ese día.
—Y como siempre, invitaré a todos los de nuestro grupo que puedan ir.
—Como siempre, no hace falta decirlo.
—Debería intentar hacerte aprender a cocinar —propone la rubia.
—¿Qué? No. En serio, hace un rato estaba haciendo helado con Leo y aunque trató de ponerme las cosas más simples, el enchufe me soltó chispas y tuve que cortar el cartón de leche con unas tijeras.
—Pff, al menos no te electrocutaste —casi ríe.
—Algo así me dijo. Entre Leo y tú, han intentado hacerme aprender, pero siempre me pasa de todo.
—Algún día tendrás que hacerlo. Te invitaré uno de estos días para enseñarte.
—¿Sabes qué es lo único que hago bien?
—¿Comer lo cocinado? —ironiza, ganando una mirada molesta.
—Todos dicen eso. La decoración.
—¡Obvio, es parte de tu poder!
—Si me dicen para decorar una torta, perfecto. Hacerla, problemas.
—Como dije, te puedo enseñar.
Más tarde en esa misma casa, ya de noche, el dueño de ese lugar finalmente se hace presente, por lo que las exclamaciones no se hacen tardar.
—¡Apareciste! —Marc lo recibe sin saludar—. Últimamente te vas sin decir ni una palabra.
—¿No les avisé que salí? —Carlos no recuerda haberlo olvidado.
—No, ni a qué.
—Estaba revisando la casa de playa, tenía tiempo sin verla.
—¡Oh, cierto! Ni la recordaba.
—Le estoy haciendo un poco de mantenimiento. Estaba que daba pena, ahora está algo mejor.
—Si quieres, te puedo ayudar con eso —Marc se ofrece.
—No, no importa. Prefiero que la veas cuando termine.
—Ok… Dime que trajiste comida.
—Esto, no. —Alza una ceja en expresión de rareza.
—Leo me pide ayuda a cada rato a propósito para burlarse de mi torpeza —se queja—. Me iré preparando para mi próximo accidente.
Otra recién llegada a su casa luego de varias diligencias y una visita es Paula, quien en cambio es recibida con una pregunta.
—¿Supiste que los Winstone se van el lunes a Boston? —Daniela es la emisora.
—No sabía cuándo ni dónde. ¿Cómo supiste?
—Hablé con la señora Winstone.
—Oh, iré a verla mañana.
—Justo dijo que quería verte.
—Bien, la alegraré —sonríe.
—Paula —Daisy la menciona algo dubitativa—, ¿qué pasaría si Daniela y yo decidimos mudarnos de nuevo algún día?
—¿Y esa pregunta de dónde vino?
—Simple curiosidad. Pero no mudarnos como cuando nos fuimos a Nueva York, sino una casa por aquí cerca —aclara.
—Si es cerca, no hay tanto problema. Claro que me pondría algo triste porque me volvería a quedar sola, aunque ya me acostumbré a eso y no es tan malo como parece. —Daisy se queda pensando, lo cual hace sospechar a Paula—. ¿Hay algo que me estés ocultando?
—Daniela y yo compraremos la casa de los Winstone —confiesa.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —No parece haber captado muy bien.
—De exactamente lo que dije.
—No, no. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¡¿Con qué dinero?! ¡Ni lo planearon!
—Daniela ya tenía el dinero, lo planeó en las últimas semanas.
—Así que de eso eran los papeles que veías el otro día! ¡¿Ni siquiera pensaban decírmelo?!
—Yo te lo quise decir varias veces, Dani no —se defiende.
—¿Cuándo se van a ir?
—Durante la semana.
—Aún tenemos dinero para comprar los muebles, no te preocupes por eso —Daniela agrega.
—¿Por qué decidieron mudarse?
—Fui yo. Quería tener una casa propia —resume.
—Pero la compartirás con Daisy.
—Pero será mía.
—Como digas.
—¿Estás molesta?
—No, sólo pienso por qué no me lo dijeron antes.
Daniela lo considera, poniéndose algo mal por eso. No logra decir nada.
—¿Sabes qué pensamos? —la pelirroja rompe el ambiente tenso—. Podríamos festejar el Día de Acción de Gracias en la nueva casa para estrenarla.
—¡¿Creen tener toda la casa lista en los dos días que tendrán cuando se vaya Winstone?!
—Una parte, lo suficiente para celebrar. No tienen que entrar en todos los cuartos.
—No es una mala idea, me gusta. El problema es el tiempo.
—Dani, ¿sabes dónde están los muebles de la casa de Nueva York? Pueden servirnos.
—Creo que en el sótano de la casa de sus padres.
—Espero que no los hayan vendido. Si no lo hicieron, será fácil. Sólo tendremos que pintar algunas paredes si hace falta. —Daisy ya lo tiene todo pensado.
—Si les sale bien, puedo mudar la ubicación de la celebración.
—Entonces, ¿estás de acuerdo? —busca su aprobación.
—¡Claro, hasta les podría ayudar!
—No hace falta. Ayuda en lo que tenga que ver con la celebración, no te daremos trabajo extra.
—¡Perfecto!
El lunes bastante temprano, minutos antes del trabajo, Daniela y Daisy se dirigen a la casa de Elliot y Susan para pedir un favor.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —El hombre de delgados lentes se extraña al siquiera oír el timbre cuando ya estaba por salir a trabajar.
—Vinimos a preguntarte algo —su hija contesta.
—Deberían ir al trabajo, se les hace tarde —recomienda.
—Yo no tengo que ir y Dani pidió la mañana —exculpa.
—Que sea rápido, yo no tengo pase.
—Queremos saber si tienen los muebles de Nueva York.
—Ah, ¿por la nueva casa? Sí, están abajo.
Daisy celebra internamente.
—Los estaremos sacando.
—¿No necesitan ayuda?
—No, pero sí tu camioneta.
—¿Quieren que intercambiemos autos? —Eso es lo que entiende de lo anterior.
—Algo así. En su auto no cabrán varias cosas.
—De acuerdo, denme las llaves.
—Ahora las tuyas. —Daniela se las pasa.
—Déjenme buscarlas.
Alrededor de media hora después, Elliot ya está atendiendo a su primer paciente de la semana.
—Vas bien, ya al menos has estado más feliz que en semanas anteriores. Si las cosas siguen así, puedes tener el brote. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—En diez días —respuesta que sólo hace cambiar de cara al psicólogo—. ¿Qué pasa? ¿Tiene algo que ver?
—Puede que suene raro, pero los cumpleaños pueden ser tan fatales como benefactores.
—Okay, necesito una explicación. —Leo arquea una de sus cejas por incomprensión.
—Los cumpleaños son días en los que todos esperamos pasarla de maravilla. ¿Qué llegaría a pasar si algo que no te agrada sucede durante ese día?
—Te amargas por un buen rato.
—Exacto. Si algo te llega a pasar ese día y te amargas, todo lo que has logrado en los últimos días desaparecerá.
—Así que debo tener cuidado.
—Y mucho. Evita cualquier cosa que creas que no te conviene para estar bien. Habrá problemas si no.
—Lo malo es que mucho no depende de mí.
—Esa es la desventaja que todos tienen.
—¿Y si no pasa nada?
—No hay ningún problema. Todo dependerá de lo que pase.
Durante la tarde, Daisy es dejada sola en casa como encargada de la pintura. Bota la caja de la pizza que almorzó, se lava las manos y recorre la casa para ver cómo va. La sala es el lugar más completo, el resto tiene algunos o muchos muebles por colocar. Agarra una brocha y un galón de pintura, llevándolos a una habitación. Hunde parte de la brocha en el color y comienza a trabajar la pared. Es interrumpida por el timbre.
—¡Voy! —grita. Sin soltar la brocha, corre a recibir la visita, abriendo bien los ojos al descubrir quién es—. ¡Ni siquiera te avisé!
—Daniela sí. Me gusta la casa. —Leo la ve un poco raro, aunque ella no lo nota.
—Gracias. Pasa.
—Otra cosa, te manchaste las piernas —señala al darse cuenta de su distracción.
—¿Qué? —Extrañada, agacha la cabeza para mirar a sus piernas, enterándose de que en la izquierda escurre un hilo grueso de pintura—. ¡¿Qué rayos?! ¡Ni siquiera lo sentí! —Levanta un poco los brazos al decirlo, por lo que se percata de la brocha en su mano—. Genial, olvidé soltar la brocha.
—¿Pintando una pared?
—La de mi cuarto. Iré a limpiarme. —Va al baño, asombrándose al verse en el espejo—. ¡¿Estoy tan mal así?!
—Tampoco es que estés muy mal, pero deberías peinarte un poco —admite.
—¡Estoy demasiado desarreglada, qué pena!
—Eso se soluciona fácil.
—Igual da pena, estoy fea. —Deshace la cola de caballo alborotada para peinarse de nuevo.
—No digas eso, no estás fea.
—Gracias. —No puede evitar sonreír. Al finalizar la cola, se limpia la pierna y sale—. Ahora sí estoy bien. ¿En qué quieres ayudar?
—¿Puedo sacar algo de mi auto?
—¿Qué cosa? —Le abre.
—Con esto pintarás mejor —no responde hasta no haber sacado una pistola de pintura del maletero.
—¡Tienes una de esas!
—Vivir en una casa grande requiere de esto cuando hay que pintar las paredes. —Vuelven a ingresar.
—¿Cómo se usa?
—Pones un poco de pintura aquí, cierras y ya. Te acercas a la pared, presionas y vas pintando. Primero hay que probar qué tan diluida está la pintura para que salga bien. Si vas a estar pintando, ¿hay otra cosa que pueda hacer?
—Nada. El resto de los muebles están en el sótano de la casa de mis padres, hay que ir a buscarlos.
—Espera, ¿iremos allá?
—Sino no haremos más nada. —Leo no dice nada—. Oh, ya entiendo. Te da miedo lo que vaya a decir mi mamá.
—Algo así.
—Le caerás bien, no te preocupes. Sólo no vayas con esa cara de miedo que pones a veces.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—¡Vamos, ni que te fuera a presentar como mi novio! Le he presentado montones de amigos a mi madre, personas de cualquier tipo. A muchos no los aceptó y la entiendo porque tenía sus razones, pero si llegó a aceptar a un fumador cuando ella los detesta, no creo que no vaya a aceptarte. Lo único que tienes es que a veces te pones muy sentimental, no le veo nada malo.
—¿Qué clase de amigos tenías?
—No te imaginas cuántos. Es más, vayamos de una vez.
—Okay…
El timbre de la casa del matrimonio Montesco suena, avisando a Susan de que alguien desea verla. Se levanta del sillón para atender, encontrándose sólo con la menor de sus hijas.
—¿Vienes sola?
—No. Mamá, voy a presentarte a un amigo.
—¿Un chico? Oh, veamos con qué vienes ahora —comenta con desdén.
—Con nada raro, mamá.
—¿Un amigo normal? —Aplaude—. ¡Bravo!
—Mamá, no sigas. Está escuchando —reclama al ver que Leo pone cara rara.
—Oh, pensé que estaba en el cuarto.
Daisy resopla.
—Bien. —Le agarra el brazo a Leo y lo hala al frente de la puerta—. Mamá, te presento a Leonardo. Leonardo, te presento a mi mamá.
—Buenas tardes —disimula no por completo su impresión.
—Mucho gusto, señora Montesco.
—Es un placer, se… —Lento, necesitaba completar los datos.
—Molander —se apura.
—¡Molander! —ya no disimula—. ¿Hermano de Marc?
—Sí —algo inseguro, se da cuenta.
—Pasen. La entrada del sótano está debajo de esa alfombra. —Ambos la apartan y abren el pequeño espacio—. Daisy, ven acá un momento.
—¿Sí, mamá? —Sin mucho agrado.
—¿Ese chico es tu amigo?
—Es mi mejor amigo. ¿Le viste algo malo?
—No, pero he oído mucho sobre él.
—Si es por parte de Paula, ella lo odia —explica de una vez.
—¿Sabes que es extremadamente sentimental? —formula así al no recordar bien la palabra.
—¡Esa es una de las razones por las que me cae bien! —justifica para la confusión de Susan.
—Si se enoja, no te gustará.
—¡¿Es por eso que no te gusta?! —Le parece ridículo—. ¡Deberías considerar que lo que tiene es sentimental y no drogas en la sangre!
—Calma, aún me hace falta hablar con él. Elliot me ha hablado muy bien de él, me contó lo que hizo cuando te dispararon y me pareció de lo más tierno. Sé que él fue el que ayudó a todos a escapar en aquel incendio y que él fue el que voluntariamente cambió su puesto de policía a rehén en un robo para proteger a un adolescente. En serio, Daisy, tu amigo es una buena persona.
—¿Así que te agradó?
—No he tenido la oportunidad de conocerlo bien, pero con lo que he oído, sé perfectamente que es muy bueno. Confío más en lo que me cuenta Elliot.
—Menos mal. ¿Ya puedo ir?
—Adelante, estaré por aquí.
Realizada porque al fin un amigo no fue rechazado por su madre, la pelirroja baja al sótano a ayudar a Leonardo con los muebles.
Limpiando polvo como ellos se encuentra Carlos en la casa playera, revisando algunos cajones de vez en cuando en busca de algún recuerdo que se cree perdido. En uno de ellos halla un álbum de fotos de hace varios años. Se sienta en el suelo a echarle un vistazo. En él, muchas fotos familiares están guardadas, buenas memorias escondidas allí de los años en los que la familia no tenía tantos problemas, una época tranquila y más feliz. Esas fotografías que podrían pasar por las familias perfectas de los comerciales lo hacen reflexionar.
¿Cómo fue que terminaron así, tan distanciados viviendo en el mismo espacio?
Fin del Capítulo #39.
Un capítulo para una de mis etapas favoritas♪
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
Ya me imagino lo ocupada que has andado, yo también he andado medio apurada con algunas cosas pensé que iba a estar relajada pero veo que eso será hasta dentro de un par de semanas más.
Muy buen capítulo light, ahora son vecinos los Molander y las Montesco, ¡qué gusto! Seguro Leo se estaba cuajando de nervios cuando conoció a su futura suegra Al menos tiene buena opinion de él
Ya estoy esperando ver las imágenes de Leo y Marc :aysi:
Muy buen capítulo light, ahora son vecinos los Molander y las Montesco, ¡qué gusto! Seguro Leo se estaba cuajando de nervios cuando conoció a su futura suegra Al menos tiene buena opinion de él
Ya estoy esperando ver las imágenes de Leo y Marc :aysi:
Baronesa
Re: Más Que Cosas De Policías
Ya la semana que viene y salgo de vacaciones, a partir del martes me sentiré libre porque Deporte e Inglés no son exámenes para mí Sólo me queda una obra mañana y tres exámenesBaronesa escribió:Ya me imagino lo ocupada que has andado, yo también he andado medio apurada con algunas cosas pensé que iba a estar relajada pero veo que eso será hasta dentro de un par de semanas más.
Muy buen capítulo light, ahora son vecinos los Molander y las Montesco, ¡qué gusto! Seguro Leo se estaba cuajando de nervios cuando conoció a su futura suegra Al menos tiene buena opinion de él
Ya estoy esperando ver las imágenes de Leo y Marc :aysi:
Waait, viven a dos casas de Paula, de los Molander viven a las mismas dos cuadras de antes El siguiente también es light aunque con final
No, ya Leo quedó descartado y Marc en proceso, porque ahora viendo bien al modelo, se parece más a lo que resultaría si mezclara a Marc y Matías
PD: Se me había olvidado decirte, en el capítulo anterior, la escena de Marc y Leo en el ascensor con Leo haciéndose pasar por Paula para molestarlo, ¿la recuerdas? Esa fue la que originó a Larc Boy
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
Parece que estoy recuperando el ritmo que llevaba antes, porque en algo más de una semana ya tengo el siguiente capítulo listo. Les digo de una vez, este es el último antes de un lindo giro Por ser un capítulo de ese estilo el que sigue, los planes raros de publicación regresan. Por ahora, lo que tengo pensado es que, como es muy, MUY largo (¿42? páginas de cuaderno a mi letra con sólo diálogos y muy poca narración, eso es decir bastante), creo que tardaré unos días en pasarlo a este formato (el de hoy lo hice en unas horas porque es de ocho páginas y le quité partes) y luego unos más en editarlo y ver cómo lo divido porque creo que no exagero si tendré que partirlo en seis partes o incluso siete si tomo como referencia las cinco partes que tomó el flashback del #29, así que probablemente esté publicándolo a partir de Navidad cada cinco días una parte. Es uno de mis capítulos favoritos, tiene el tipo de emoción que adoro
Ahora sí, dejo de medio adelantar para que lean el anterior a ese suceso tan importante, je.
Capítulo #40: “Propietarios”.
Diciembre llega y es el día de una costumbre matutina muy temprana. Marc está de pie mucho antes de lo habitual para ser un jueves. Guarda varias cosas en la cocina antes de revisar la hora y apurarse. Ya casi es momento de empezar.
Trota a su cuarto a recoger una bolsa de regalo y dejarla junto a Rex al frente de la puerta de la habitación de Leonardo, yendo él a sentarse en el sofá de la sala de estar. Una campana repetitiva se oye, indicando el inicio de su cuenta de cinco, la cual finaliza justo cuando el despertador es callado. De inmediato, otra cuenta en voz baja arranca, siendo ésta hasta el veinte, número en el cual corre hacia la sala. Muy bien calculado, porque al frenar, Leo abre la puerta y siente que arrastra algo. En eso, Rex se une a Marc tan rápidamente que cuando el menor revisa, ya no hay nada cerca, extrañándose por ello. Sin darle importancia, va al baño.
Al percibir el ruido de la puerta cerrándose, Marc se para al lado de ella con Rex y vuelve a soltar la bolsa al frente. Cuenta hasta diez, corre a su cuarto. Su hermano sale del baño, sintiendo de nuevo que la puerta arrastra algo. Le echa un vistazo y otra vez no hay nada, su reacción es la misma. Se devuelve a su habitación, entrecierra la puerta. El mayor sale y repite el paso, ahora contando hasta el quince y acompañando a Rex al comedor con todo y bolsa. Leo abre rápido y se asoma apenas lo hace.
—¡Ja! —pretende burlarse de su bromista, terminando siendo él mismo el burlado al sólo haber nada alrededor—. ¿Qué? —Ve bien, luego va al baño a dejar la ropa que usará y entra a la cocina a beber agua.
Después se regresa por el comedor, donde el perro comienza a perseguirlo con el regalo sin que se dé cuenta mas tiene la sensación de que tiene algo atrás, por lo que se detiene, voltea y no hay nada. Continúa caminando, la sensación no lo abandona, así que vuelve a voltear con los mismos resultados. Rex cancela el seguimiento. Leo da tres pasos, se gira sin previo aviso y por supuesto, no encuentra nada. Marc está observando todo desde el área de la piscina, riendo.
El de ojos azules ingresa al baño en el momento que el padre de los hermanos despierta y se integra por la sala, mirando a Marc con una cara de extrañeza, pues sigue riéndose. El chico se da cuenta de su padre vigilándolo con los brazos cruzados y una expresión rara, tratando de disimular saludándolo con la mano, pero Carlos ya está moviendo la cabeza de lado a lado. El castaño claro sale corriendo a su cuarto y ahora quien ríe es su padre.
Unos minutos más tarde, Marc está escondido bajo la mesa de la cocina con una caja. Leo entra sin fijarse, abre la nevera, toma agua y cuando voltea, su hermano y Rex están con un gorrito de fiesta puesto frente a la mesa y una torta sobre ella.
—¡Feliz cumpleaños! —exclama bastante alegre.
—¿Ya es primero? —Leo está algo desorientado por el sueño que aún tiene—. Esta vez sí me sorprendiste.
—¡Esa es la idea!
—¿Todo eso raro de hace un rato fuiste tú con Rex?
—Sí, tenía que ser algo raro para los veintiuno.
El cumpleañero se detiene a detallar el pastel por unos segundos.
—¿Compraste un panqué y lo decoraste? —descifra al reconocer la letra que lo felicita.
—Sabes que es lo único que hago bien.
—En serio que yo pensaba que aún era noviembre.
—Eso es lo que pasa cuando cumples en el primero de un mes —comenta al saber de lo que habla, pues ambos comparten el día uno en su fecha de nacimiento—. ¿Qué tal los primeros minutos de veintiuno?
—Raros —responde divertido—, aunque quiero que sigan así, es entretenido.
Alrededor de una hora luego, Leo se encuentra con Daisy en el edificio del entrenamiento. El fuerte abrazo recibido no es una sorpresa para él, imposible decir lo mismo de lo cerca que estuvo de caer por el impulso que Daisy llevaba al correr para hacerlo.
—¡Feliz cumple! —grita sin importarle que su boca está al lado de la oreja de su amigo.
—¡Gracias! —Ignora el hecho de que por poco lo aturde. La pelirroja se separa y de la un beso en la mejilla antes de pasarle una bolsa de regalo.
—¡Toma!
—Lo abriré luego. —Lo acepta metiéndolo en su casillero. Por alguna razón le incomoda abrir presentes en donde circulan muchas personas.
—¿Harás algo?
—No lo creo.
—Aw, ¿ni una torta?
—Un panqué decorado.
—Okay. Que los regalos lo compensen.
—Claro. Si nos dan las vacaciones hoy, podríamos hacer algo —sugiere.
—¿En serio?
—No quiero quedare sin hacer nada en mi cumpleaños.
—Sería triste, sobre todo a los veintiuno.
Ven que el entrenador se dirige al salón, por lo que van allá a descubrir si ya están libres.
—Diciembre los activa, ¿eh? —suelta Reynolds al notar que prácticamente todos conversan.
—¡Claro! —Percy participa primero, como siempre—. Es un bonito mes.
—Creo que saben qué preguntaré.
—“¿Quién cumple años este mes?” —Leo pregunta por él con su voz.
—Levanten la mano —completa. Daisy y el anterior siguen la orden.
—¡El dúo estrella cumple en el mismo mes! —se sorprende su compañero hablador.
—¿Qué días?
—Adivinen —invita el del día de hoy.
—¡El veinticinco!
—Antes, no cumplo en Navidad —Percy está por decir algo, por lo que se adelanta—. Ni el veinticuatro.
—¿Veintitrés, veintidós, veintiuno, veinte, diecinueve…? —nombra número por número en reversa.
—¡Hoy! —No se calaría la cuenta entera.
—¡Feliz cumpleaños!
—¿Cuántos cumples?
—Veintiuno.
—¡Eso quiere decir que ya puedes hacer lo que quieras! —Percy le recuerda.
—Aquí empezamos… —se queja en voz baja.
—Ya puedes ir a beber algo sin problemas…
—Yo no tomo —interrumpe—. Nada, ni una gota.
—¿Es en serio?
—Vinimos a hablar de cumpleaños, no de posibles borrachos —Leo ve a Percy al señalarlo—. Volvamos al tema.
—¿Cuándo es el tuyo? —cuestión para Daisy.
—El quince.
—Antes de que Percy diga algo, pedí que todos vinieran para desearles felices fiestas porque sus vacaciones empiezan hoy. —Todos celebran—. Nos vemos el próximo año —se despide.
Quizás es cuestión de un cuarto de hora cuando el felicitado del día está en la comisaría, planeando presumirle a su hermano su libertad.
—Adivina quiénes están de vacaciones a partir de hoy —agrega un tono burlón y plural al estar con Daisy al lado.
—Todos —iguala su tono.
—Esto, ¿qué?
—La USH completa de vacaciones. —Marc sonríe con triunfo, una broma menos.
—Ah, ¿así que recogen sus cosas y se van?
—Exacto.
—Pensé que sólo saldríamos los del entrenamiento —Daisy comparte lo que creía mientras se alejan de la oficina de los detectives.
—Igual. Ahora resulta que toda la USH también.
—Eso no cambia que estemos de vacaciones. Ahora tienes tiempo de sobra para hacer algo.
—El tiempo de sobra es aburrido cuando no sabes qué hacer.
—Es que contigo es difícil planear algo. Eres demasiado correcto y eso es bueno, pero justamente es lo que dificulta hacerte una celebración.
—A mí no me hace falta algo grande para celebrar. Con algo que me divierta un poco me basta.
—¿Ah, sí? Golf, cine o bolos, ¿qué prefieres? —ofrece opciones instantáneamente.
—¿Golf? ¿Es en serio? ¡Cumplo veintiuno, no cuarenta y dos!
—Tenía que decir tres cosas, no se me ocurrió otra —explica.
—Me gusta la idea de los bolos, tengo tiempo sin ir.
—¿En serio? ¡Uh! ¡Tendrás problemas para vencer a esta pro! —presume.
—¿Pro? —lo pone en duda con un aire divertido—. ¡Querrás decir “pro en Wii Sports”! Yo también lo soy.
—¿Cuál es tu rango de pro? El mío es 1029.
—1352, ¡ja! ¡Soy más pro que tú!
—¡Pero en la vida real soy más pro que tú!
—¿Me estás retando?
—¿Qué crees que parece? —Ambos sacan a relucir su lado competitivo.
—¡Bien! Si tú pierdes, tendrás que decirme por qué eres tan —hace una señal con el dedo como si queriendo decir “cercana”, “confiada” o algo por el estilo que ni él mismo sabría explicar— conmigo.
—Acepto, pero si tú pierdes, no te diré nada y seré más —repite la misma sea— contigo. ¿Hecho?
—¡Hecho! —Ambos se ven desafiantemente.
—Nos vemos a las tres en el bowling.
—A las cuatro lo sabré todo.
—A las cuatro no sabrás nada.
—Ya lo veremos.
—¡Prepárate! —Siguen desafiantes, mirándose fijo a los ojos sin intenciones de apartarse. Pasados varios segundos, finalmente se separan a la vez en direcciones opuestas.
En los pasillos, Marc camina hacia el ascensor para irse cuando se cruza con el rubio.
—¡Hey, Cristian!
—Dime —contesta deteniendo su paso.
—Tú que te enteras de todo, ¿quién más está libre desde hoy? —Apoya su codo sobre su hombro.
—Nosotros, Robos 2 y el turno de noche de Narcotráfico.
—¿Tú también?
—Y tu papá.
—Vaya. ¿Qué harás en las vacaciones?
—Mi típico viaje a Canadá de dos semanas, ¿y tú?
—No lo sé, depende. Quiero ir a una playa por unos días.
—Lo tienes fácil. Ve a la casa en la playa que tienen.
—A otra playa. —¿Para qué una a la que puede ir en cualquier momento?—. Aún pienso a cuál.
—Hay muchas opciones por aquí.
—Por eso no me decido.
—¿Piensas en ir solo o acompañado?
—Quiero ir solo.
—¿Qué harás con Leonardo? —Le extraña esa declaración.
—Ya le dije, unos pocos días no le harán nada.
—Más te vale.
—Lo sé, aún está en riesgo de ser llevado a un psiquiátrico.
—Eso no es bueno.
—Le queda un mes. Apenas comience el año que viene, comenzarán a internar a los inestables.
—De verdad que más te vale que no le afecte cuando te vayas.
—Me aseguraré cuando lo haga. Por cierto, ¿lo felicitaste?
—¿Felicitarlo? —Se queda pensando hasta caer en razón—. ¡Hoy es primero! —Se apura en buscarlo, dejando a Marc en el mismo lugar.
—¿Se le olvidó algo? —Carlos pasa a curiosear.
—El cumpleaños de Leo, siempre se le olvidan los cumpleaños.
—Oí que todo tu grupo está de vacaciones.
—Es verdad, tú también lo estás.
—Entonces no creo que Leonardo y tú tengan problemas en estar en casa a las seis.
—¿Nos estás pidiendo estar en casa?
—Y que le digas.
—¡¿Qué vas a hacer?!
—Decirles algo importante.
—¿Y no puedes hacerlo aquí? —No quiere esperar tanto—. Sólo tendría que buscarlo.
—No. Quiero decirlo en casa y lo haré en casa —remarca.
—¿No me dirás al menos de qué se trata?
—Los veré en casa a las seis. —Se va, desorientando a su hijo.
De regreso a casa, el de ojos miel llega topándose con un Leo moviéndose como si estuviese jugando bolos. Se le queda mirando hasta que él se da cuenta, apenándose.
—¿Cuánto tiempo llevabas ahí?
—Los tres últimos lanzamientos. ¿Qué haces?
—Lo que parece.
—Mejor dicho, ¿por qué lo haces?
—Iré a jugar bolos.
—¿Y desde cuándo te importa tanto como para esto?
—Hice una apuesta con Daisy —admite luego de pensarlo.
—¿Irás con Daisy? ¿Y no me dijiste nada?
—Surgió de la nada y sólo iremos nosotros.
—¡¿Tú y Daisy solos?!
—“Solos” en el sentido de “no conocidos”, pero no estaremos solos técnicamente —define para no incomodarse.
—Entonces, ¿quieres ganarle y por eso “practicas”?
—Exacto, aunque no creo que esto sirva.
—Ni yo. ¿A qué hora será eso?
—A las tres, ¿por?
—Papá nos quiere a los dos aquí a las seis.
—¿Eh? Okay, eso es raro. —Arquea una ceja.
—Eso mismo pensé yo.
—¿Para qué nos quiere aquí a las seis?
—Sólo dijo que nos dirá algo importante, ni idea qué.
—Ahora sí puedo decir que papá ha estado raro desde hace un tiempo.
—Demasiado. Sigue “practicando”. —Le guiña un ojo.
—Nah, no servirá de nada.
—Suerte ganándole a Daisy.
—Eso quiero… Me pregunto qué dirá papá.
—Totalmente. Habrá que esperar.
—¿Qué puede ser tan importante?
Tres de la tarde, los integrantes de la apuesta llegan puntuales al evento.
—¡Hey, te pusiste lo que te regalé! —resalta con emoción la pelirroja.
—¿Qué te puedo decir? Me gusta. —Se acercan a su línea.
—Esa es la idea. ¿Listo para perder?
—Querrás decir “¿listo para ganar?” —corrige a su gusto.
—Querrás decir “lista”, porque lo estoy.
—Verás que ganaré.
—Verás que perderás. —Llegan a su línea.
—Que empiece el juego.
En el primer turno, ambos hacen un strike.
—Suerte del reintegrado —Daisy supone.
En el segundo turno, ambos hacen un spare.
—Parece que estará reñido —Leo cree.
—Ya lo veremos.
Mientras tanto, en la casa de enormes dimensiones, Marc conversa tranquilamente con Paula por celular.
—¿Qué harás en las vacaciones? —él introduce el tema.
—Preparar muchas celebraciones. Mi cumpleaños, aunque yo hago la parte de Daisy —aclara—, Noche Buena, Navidad, Año Nuevo…
—En diciembre haces mucho.
—Más que en otro mes. Quizás aproveche para enseñarte un poco —aún insiste con eso.
—Quizás no. Me iré de vacaciones por unos días.
—Aw, ¿cuándo?
—Creo que entre tu cumpleaños y el veinticuatro.
—¿No estarás aquí en mi cumpleaños? —suena triste.
—Sí, digo que iré entre el dieciséis y el veintitrés, lo más probable.
—Ah, ¿y a dónde?
—Aún no lo decido, pero no saldré de Florida. Iré solo.
—Si es por esos días, si podré enseñarte para mi cumpleaños, Navidad y Año Nuevo.
—Genial. ¿Sabes qué harán los demás?
—Diana, Sebastián, Alex, Matías y Cristian viajan desde el dieciséis hasta el dos o tres. Quizás Daisy y Dani se queden.
—¡¿Todos el dieciséis?! Okay… —Demasiada coincidencia.
—Lo sé, es raro, como si se hubiesen puesto de acuerdo.
—¿Qué me enseñarás a hacer?
—No lo sé. Intentaré de nuevo con las galletas.
—Las decoraré.
—No. Intentaré con varios postrecitos como ese.
—No creo que sean tan difíciles.
—Porque no lo son, mientras no te quemes…
—Alto —irrumpe con molestia—. ¿Te has acostumbrado a vivir sola de nuevo?
—Ya me estoy volviendo a adaptar. Voy más rápido que la primera vez, quizás sea porque ahora viven a dos casas y no a varios estados.
—Lo más probable es que sea eso.
—No hay tanta distancia de por medio.
Penúltima ronda del bowling. Leo hace un lanzamiento y ambos quedan empatados a doscientos puntos.
—Este último será el definitivo.
Daisy acomoda la bola en sus dedos, se prepara muy bien. En el primer intento no logra tumbarlos todos, aunque en el segundo logra derribar los restantes.
—Gané el turno extra —espera por la bola fucsia de ocho libras. Apenas sale, la agarra, se pone en posición y lanza con una precisión de cirujano para el pleno. La pantalla indica que su puntaje final es de 220—. ¡Supera eso!
—Claro que lo haré.
Con seguridad, escoge la bola verde de doce libras. Se asegura de agarrarla correctamente y se coloca en la pose. Ve muy bien el recorrido que debe ejecutar, acomodándose tan bien como puede. Respira profundo, da dos pasos adelante y lanza una perfecta chuza, celebrando junto al glorioso ruido de todos los pinos cayendo.
—Creo que está difícil que pierda.
Toma la otra bola de mismo peso y confiado, la deja ir con un penoso tiro que sólo se deshace de dos pinos.
—¡La próxima completará el spare y te ganaré!
Aguarda y al igual que la otra competidora, al segundo de aparecer la bola, sus dedos se introducen en ésta y sin titubear, se endereza a la par de la línea. Relajado, permite el escape de la esfera con la esperanza de que el movimiento haya sido el correcto como para que su trayectoria se curve y acabe con todos los pinos en pie. Sin embargo, el giro ocurre muy tarde, sólo dos más se unen a los caídos, brindándole a Leo una puntuación de 218.
—¡¿Qué?! ¡Tiene que ser una broma! —No se la cree cuando en la pantalla la sección de Daisy es la que titila por ser la ganadora—. ¡¿Por dos puntos, en serio?!
—¡Te gané, ja!
—¡Sólo a mí me pasa esto!
—Y me alegro mucho por eso. —Se aproxima bastante a él.
—¿Ni esperas a salir de aquí para cumplir con la apuesta?
—Una apuesta es una apuesta y hay que cumplirla.
—¿No podrías al menos hacerlo cuando no estemos tan en público? —Se pone nervioso.
—Sólo así —acuerdan, alejándose.
—Gracias. ¿Sabes? Aunque perdí, este fue un juego divertido, bastante parejo. Me gustó.
—Fuiste un rival fuerte como para llevar años sin jugar.
—Gracias. Deberíamos venir más seguido.
—Cuando quieras. Tenemos este mes totalmente libre. Yo no viajaré, tú tampoco, podemos venir cuando queramos.
—De acuerdo, pero sin apuestas.
—Sin apuestas.
Casi a las seis de la tarde, el cumpleañero se hace presente en casa, creyendo haber llegado un poco más temprano de lo que era.
—Pensé que sólo ibas a jugar bolos. —En cambio, su hermano mayor cree que llego más tarde de lo que era.
—A Daisy se le ocurrió mostrarme cómo quedó su casa. ¿Papá no ha llegado?
—Está en su cuarto, le avisaré que llegaste.
—No hace falta —su voz se hace escuchar detrás de ellos—. Ya estamos todos aquí, así que diré lo que les quiero decir. Durante estas últimas semanas, el ambiente que ha habido en esta casa ha sido terrible. Antes, nos manteníamos en contacto y podíamos divertirnos en familia sin problemas y para poder hablar los tres, sólo hacía falta encontrarnos casualmente. Ahora es todo lo contrario. Hace tiempo que no nos distraemos juntos y para poder charlar tengo que hacer cosas como esta. Ahora, si nos encontramos casualmente, nos ignoramos y las pocas veces en las que no sucede, discutimos en modo de pelea. Claro, todo eso sucede cuando yo estoy incluido, porque entre ustedes dos todo va perfecto y eso me hace sentir como un estorbo. He estado pensando en qué podría hacer para solucionar esto y lo único que se me ha ocurrido es mudarme.
Los hermanos se sorprenden. Estaban tan sumidos en la seriedad del tono de su padre que ni esperaban a dónde iba a llegar, por lo que les tomó totalmente por desprevenidos. ¿Habla en serio?
—Antes de que me digan algo, pienso que es lo mejor para ustedes. Yo soy el que está causando todo. Si me voy, todo se acaba, así de fácil. Además, ya son adultos los dos y pueden encargarse de una casa por su propia cuenta. Les tengo la confianza suficiente para dejarles la casa. Me voy porque no quiero seguir siendo un estorbo. No quiero seguir causando problemas. De paso, ya no les hace falta un padre que los sostenga y mantenga; como ya dije, son adultos. Debe ser incómodo vivir con su padre a su edad, así que a partir de ahora me mudaré a la casa en la playa, no estaré tan lejos. Espero que todo se solucione con mi mudanza. Disfruten la casa, ahora es totalmente suya. Me iré ahora mismo, ni cenaré aquí. Tengo las maletas hechas, sólo tengo que buscarlas y marcharme.
—¡¿Ya, en este momento?! —Marc reacciona.
—Sí. Créanme que me costó tomar la decisión, pero es lo mejor para todos. Extrañaré mucho este lugar, pero los extrañaré más a ustedes. —Espera—. ¿Tienen algo que decirme?
—¿Todas esas veces que te fuiste a arreglar la casa fueron para tenerla lista para mudarte?
—Lamento no habértelo dicho antes… ¡Vamos, no estén tan serios! No me voy a ir del país ni nada. Por dentro deben estar celebrando porque no vivirán más con su padre, es algo penoso… Buscaré mis maletas.
Va. Marc y Leo siguen sin reaccionar por completo, quedándose estáticos en el mismo sitio. Lo único que hacen es seguirlo con la mirada.
—¿En serio no van a reaccionar? —pregunta al volver con las maletas—. Vean el lado bueno, no tendrán discusiones tan seguido… Cuídense. —Abre la puerta, voltea a ver adentro una última vez y sale.
—Esperaba todo excepto eso —Marc habla primero, ninguno aparta la vista de la puerta.
—Yo igual, ni supe reaccionar.
—Yo tampoco. Fue tan raro.
—Sí… —Al fin mira al otro—, aunque ahora la casa es nuestra.
—Esa es la parte que me gusta.
—Mucho, me siento feliz con eso, ¡hasta puedo tomarlo como regalo de cumpleaños!
—¡Exacto! Aunque... la casa es grande para dos personas.
—Cierto, pero ¿sabes? Aunque esté feliz por eso y porque ya no tendré que soportarlo todos los días, me siento culpable.
—¿Crees que se mudó por tu culpa?
—No lo creo, lo sé —asegura—. Él mismo lo dijo.
—Nunca te mencionó.
—No lo iba a hacer. Con eso de las discusiones y que lo ignoramos se refería a mí. No hace falta pensarlo, se fue y todo por mi culpa.
—Pero igual estás feliz por eso.
—Exacto, es muy raro.
—Siéntete feliz —recomienda.
—Lo quiero, pero mi culpa es mayor que mi alegría. Que me alegre me hace sentir culpable porque me pongo feliz por algo que no es bueno del todo, pero no puedo dejar de alegrarme por pensar que se mudó. —Simplemente no sabe cómo sentirse.
—Sentimientos encontrados.
—Eso es lo que tengo. Quiero sentirme feliz y a la vez no. El día estuvo perfecto hasta ahora, pero si lo pienso, sigue siendo perfecto. No me puedo decidir.
—Por cierto, ¿ganaste? —Marc decide no arriesgarse a que de tanto pensarlo entre en brote, por lo cual cambia de tema.
—Perdí.
—Oh. ¿Crees que sea mejor que cancele mi viaje? —No lo hace del todo bien, pues recién regresa a él de manera indirecta.
—No, no pierdas tus vacaciones por mí.
—Si me quedo, igual estaré de vacaciones.
—No pierdas tu viaje, estaré bien.
—Pero te quedarás solo.
—Una semana solo no me va a hacer nada.
—¿Seguro? No me perdonaré si algo pasa esa semana.
—En todo caso, no me perdonarías por dejarte salir.
—Cierto, te culparía.
—Hey, la culpa me está invadiendo —reclama.
—Se fue y ni le pregunté cómo estará el tiempo para…
—Quiero probar tu panqué decorado —interrumpe para evadir el tema.
Fin del Capítulo #40.
Fun fact: Creo que el nivel de pro que le puse a Daisy es/era el mío en el momento que escribí eso
¿Cómo le afectará la felicidad/culpa? ¿La felicidad será suficiente para el brote o la culpa opacará la alegría?, preguntas tipo adelanto de episodio al final del capítulo en mis notas del final
Otra cosita, el siguiente es en parte una colaboración de ideas entre TipityTrouble
¡A ver quién adivina lo que sigue!
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
Muy buen capítulo de inicio de vacaciones decembrinas. Al fin a vivir como adultos, yo creo que Marc y Leo se las van a arreglar bien :vibracionmodeo
Siii, ya ando shipeando a Leo con Daisy, todo parece indicar que hay algo más que ser compañeros. Si me acuerdo de la escena donde Leo se hizo pasar por paula, ya espero ver a Larc boy, je,je.
Siii, ya ando shipeando a Leo con Daisy, todo parece indicar que hay algo más que ser compañeros. Si me acuerdo de la escena donde Leo se hizo pasar por paula, ya espero ver a Larc boy, je,je.
Baronesa
Re: Más Que Cosas De Policías
Hay algo que hace que justo en diciembre publique los capítulos navideños, es MUY raro (?Baronesa escribió:Muy buen capítulo de inicio de vacaciones decembrinas. Al fin a vivir como adultos, yo creo que Marc y Leo se las van a arreglar bien :vibracionmodeo
Siii, ya ando shipeando a Leo con Daisy, todo parece indicar que hay algo más que ser compañeros. Si me acuerdo de la escena donde Leo se hizo pasar por paula, ya espero ver a Larc boy, je,je.
Marc y Leo solos son lo máximo, en serio Quizás no taaanto ahora (aunque lo que se hacen para sus cumpleaños son la loquera ) sino dentro de unos capítulos. Yo creo que ni te imaginas lo que viene en el siguiente, es
Daisy y Leo también son lo máximo, ah
Esa escena es un ejemplo de que Marc y Leo solos son lo máximo y bueno, eres la primera en saber lo que tú ya sabes
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
¡REALMENTE LO SIENTO!
El siguiente capítulo tenía planeado publicarlo alrededor de Navidad o Ano Nuevo, Reyes como mucho, pero es que cuando lo inicié quise investigar algo para mejorar una parte y al no conseguirlo me puse a escribir en otras novelas y olvidé esta casi por completo al punto de que no he continuado Mi otro inconveniente ha sido una alergia al mantel navideño del comedor que es donde es cómodo (y más posible, he intentado en otros sitios y es horrendo) pasar los capítulos del cuaderno a Word de la que me di cuenta justamente cuando investigaba lo que necesitaba (que al final se va a quedar igual).
El punto es que las vacaciones navideñas se me acabaron hoy (hoy regresé a clases) y no he adelantado más que un par del montón de páginas Veré si hoy yo misma quito el mantel (nadie se ha dignado a hacerlo) y retomo el capítulo, realmente ya lo quiero narrar porque es muy No creo estar muy ocupada como para tardar más de... ¿Dos semanas? pasando este. Con cuatro días en los que me faje escribiendo muchas páginas tengoaunque dudo que esté en menos de una semana
¿Qué he hecho entonces? No crean que no he escrito, estoy recuperando mi ritmo en MDUVM y estoy estructurando más a ¿Qué fue lo que pasó?, aunque lo que de verdad me mantuvo ocupada de cierto modo fue una nueva novela: Mientras estemos juntos. La empecé a escribir hace casi un mes (mañana se cumple) y créanme, es la que ha tenido el progreso más grande de todas. En sólo un mes he escrito diez capítulos sin incluir el prólogo (hoy probablemente empiece el once) y 83 páginas de Word. ¡¿Saben cuánto tardé en lograr eso en MDUVM?! ¡Creo que mínimo el doble! Al ser una novela corta en comparación con las otras mías, creo que ya va cerca de la mitad si es que ya no llegué a ella (tengo planes como para cuatro o cinco más pero sé que faltan porque hay partes que no he ubicado).
Perdonen la demora, trataré de tener el Capítulo #41 que tanto adoro prontode pana que lo adoro, es uno de mis favoritos
*Por otra parte* ¡Pasen por la galería! Sé que ya va a tener dos meses desde que empecé esa sección, pero aún estoy buscando a más personajes para lo de ¿Qué fue lo que pasó? (puede que esta semana esté el siguiente). También publiqué algo corto sobre Mientras estemos juntos
Bien, creo que eso era todo lo que quería decir. De nuevo, disculpen poner a prueba su paciencia
El siguiente capítulo tenía planeado publicarlo alrededor de Navidad o Ano Nuevo, Reyes como mucho, pero es que cuando lo inicié quise investigar algo para mejorar una parte y al no conseguirlo me puse a escribir en otras novelas y olvidé esta casi por completo al punto de que no he continuado Mi otro inconveniente ha sido una alergia al mantel navideño del comedor que es donde es cómodo (y más posible, he intentado en otros sitios y es horrendo) pasar los capítulos del cuaderno a Word de la que me di cuenta justamente cuando investigaba lo que necesitaba (que al final se va a quedar igual).
El punto es que las vacaciones navideñas se me acabaron hoy (hoy regresé a clases) y no he adelantado más que un par del montón de páginas Veré si hoy yo misma quito el mantel (nadie se ha dignado a hacerlo) y retomo el capítulo, realmente ya lo quiero narrar porque es muy No creo estar muy ocupada como para tardar más de... ¿Dos semanas? pasando este. Con cuatro días en los que me faje escribiendo muchas páginas tengo
¿Qué he hecho entonces? No crean que no he escrito, estoy recuperando mi ritmo en MDUVM y estoy estructurando más a ¿Qué fue lo que pasó?, aunque lo que de verdad me mantuvo ocupada de cierto modo fue una nueva novela: Mientras estemos juntos. La empecé a escribir hace casi un mes (mañana se cumple) y créanme, es la que ha tenido el progreso más grande de todas. En sólo un mes he escrito diez capítulos sin incluir el prólogo (hoy probablemente empiece el once) y 83 páginas de Word. ¡¿Saben cuánto tardé en lograr eso en MDUVM?! ¡Creo que mínimo el doble! Al ser una novela corta en comparación con las otras mías, creo que ya va cerca de la mitad si es que ya no llegué a ella (tengo planes como para cuatro o cinco más pero sé que faltan porque hay partes que no he ubicado).
Perdonen la demora, trataré de tener el Capítulo #41 que tanto adoro pronto
*Por otra parte* ¡Pasen por la galería! Sé que ya va a tener dos meses desde que empecé esa sección, pero aún estoy buscando a más personajes para lo de ¿Qué fue lo que pasó? (puede que esta semana esté el siguiente). También publiqué algo corto sobre Mientras estemos juntos
Bien, creo que eso era todo lo que quería decir. De nuevo, disculpen poner a prueba su paciencia
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
No te preocupes, ya somos dos Retomar mi ritmo en estas cuestiones me tomó hasta ahorita, mediados de enero, qué babaridad Estuvieron muy buenas las fiestas, el relax, los cambios de rutina pero ya es hora de volver a la normalidad. Por cierto a mi también me da alergia, pero no un mantel, si no una habitación en casa de una de mis tías, es curioso.
Estaré pendiente del siguiente capítulo :aysi:
Estaré pendiente del siguiente capítulo :aysi:
Baronesa
Re: Más Que Cosas De Policías
Yo iba a retomar el capítulo hoy (ya lo retomé, digo que a continuarlo, jaja) pero me envicié con una serie así que hasta no llegar al capítulo seis no me detendré y creo que me faltan aún tres horas para eso Es que hay un personaje que creo que me podría ayudar, no entraré en detalles (?Baronesa escribió:No te preocupes, ya somos dos Retomar mi ritmo en estas cuestiones me tomó hasta ahorita, mediados de enero, qué babaridad Estuvieron muy buenas las fiestas, el relax, los cambios de rutina pero ya es hora de volver a la normalidad. Por cierto a mi también me da alergia, pero no un mantel, si no una habitación en casa de una de mis tías, es curioso.
Estaré pendiente del siguiente capítulo :aysi:
Yo todavía estoy durmiéndome a las dos *Ventajas de tener clases en la tarde dos días*
Por cierto, la novela nueva
Spencer
Re: Más Que Cosas De Policías
¡LO SIENTO EXAGERADAMENTE DEMASIADO!
Me he distraído tanto que ni siquiera voy por la mitad de este capítulo luego de dos meses Pero, como ya me he pasado un montón, he decidido publicar como un tercio de lo que llevo escrito. No suelo hacerlo, es más una disculpa por la espera tan larga que he puesto aquí.
Mis excusas son que he estado demasiado centrada en escribir a Mientras estemos juntos (galería para más información), también he estado con MDUVM, ordenando ideas de otras novelas que tengo en mente y escribiendo un cuento para un concurso del colegio que si quedo entre los mejores, pasará a ser municipaly de verdad me ENCANTARÍA clasificar aunque sea. Como estoy segura de que aún tardaré, pues aquí hago lo que nunca he hecho, publicar sin haber terminado ni editado el capítulo. Nuevamente, disculpas por mil. otra disculpa: Marc en la galería
Capítulo #41: “Vacaciones Inesperadas” (Primera parte).
Lunes a primera hora, eso sólo quiere decir nueva consulta en el psicólogo para Leonardo. Es hora de examinar su nueva condición.
—¿Qué tal tu cumpleaños? —Elliot arranca con una conversación habitual.
—No sé cómo decirlo.
—Eso suena a que algo pasó —supone.
—Porque algo pasó —afirma—. El día fue perfecto, me gustó, pero una de las cosas lo hace perfecto e imperfecto a la vez.
—Explícalo.
—Mi papá se mudó. Ahora la casa es de Marc y mía. Eso me encanta, me alegró, lo malo es que me hizo sentir culpable y eso me puso mal.
—Así que tuviste una alegría mezclada. ¿Por qué la culpa?
—Se fue por mi culpa. Dijo que se iba porque no soportaba seguir discutiendo y ser ignorado, eso es conmigo —admite con culpabilidad notable.
—¿Hasta qué punto te afectó?
—Hasta el punto de casi anular mi felicidad por la mudanza.
—Esto es grave —el experto teme—. Podría decir que diste dos pasos adelante y te empujaron uno y tres cuartos atrás.
—Por lo menos no fueron los dos pasos completos.
—Pero casi, quedaste casi igual. Aún tienes tiempo, si dejas la culpa de un lado, puede que te alegres lo que debiste y te dé el brote.
—¿Crees que sea buena idea que me quede solo por una semana? —cambia de tema por otro de interés.
—Eso depende. Si crees que estarás bien, no hay tanto problema. ¿A qué viene la pregunta?
—Es posible que eso suceda en once días. Marc se va de viaje y me quedaré solo en casa.
—Si es así, creo que no habrá tanto problema, eso si para ese día estás como has estado. Si ese día estás depresivo, no te lo recomiendo. También corres el riesgo de que algo suceda durante esa semana y te dé un brote sin nadie que te controle —explica los riesgos.
—¿Qué podría pasar en una semana? —Leo está muy confiado y así se mantiene por todos esos días, porque cuando Marc está en la puerta con maletas a la mano, él sigue firme.
—¿Estás seguro de que estás totalmente bien? —No se iría de haber dudas.
—Totalmente seguro, estaré bien.
—Cualquier cosa, me llamas. Te ayudaré como pueda.
—Verás que no habrá inconvenientes.
—Nos vemos el veintitrés —dice Marc como una despedida.
—Nos vemos el veintitrés —repite, abrazándolo.
—Cuídate —pide antes de subir al auto.
—Lo haré —promete indirectamente. Deja la puerta abierta mientras lo ve alejarse manejando. Al perderse de vista, la cierra y observa al espacio que será sólo suyo durante siete días enteros—. Un impredecible inestable viviendo solo durante una semana por primera vez en más de un año. Ya verán que es totalmente posible no tener problemas —anuncia para sí mismo como si tuviese público con una sonrisa triunfante.
Después de horas de carretera, finalmente Marc descansa unos minutos en la habitación en la que se hospedará en sus vacaciones. Al recuperar la energía, decide salir a conocer Daytona Beach. El hotel queda en frente de la playa, no hizo falta mucho caminar para llegar a ella.
Hay un montón de personas: turistas, lugareños, niños jugando, surfistas, familias haciendo castillos de arena, otras bronceándose, vendiendo helado, tomando fotos o simplemente nadando en el océano. Marc pasa entre todas ellas viendo qué hacer primero. No tarda en encontrarse con un grupo de muchachos buscando un equipo para jugar voleibol playero. No duda en unirse, siendo el último que faltaba para comenzar el partido.
Entre los espectadores del juego resaltan dos de ellos: un hombre de unos cuarenta y cinco años con una cámara guindada a su cuello y una chica que está con él, más o menos contemporánea con el castaño claro.
En su ciudad, Daisy está sola viendo televisión. Es interrumpida por el sonido de la puerta de la entrada abriéndose, lo cual le extraña y revisa, sorprendiéndose al ser Daniela la que entra.
—¡Me adelantaron las vacaciones!
—¡Bien! Lo malo es que justo hoy todos se fueron.
—Paula, Leo, tú y yo somos los únicos aquí —cuenta Dani.
—Los cuatro juntos no podemos hacer nada.
—Y salir Paula y nosotras es difícil si no es para comprar cosas para preparar las fiestas.
—Si tan sólo aquí nevara…
—Podríamos hacer guerras de bolas de nieve.
—No podremos este año. ¿Qué hacemos?
—¿Recuerdas a ese tipo que se la pasaba por aquí desde hace unas semanas? —responde con otra cosa—. No lo veo desde hace tres días.
—¿El que preguntó por los jardines de casi todos los vecinos? Cierto, así mejor.
—Sí, era raro. No tenía apariencia de amador o admirador de jardines.
—Tenía pinta de deportista, nada que ver.
—Yo le vi pinta de luchador aficionado —reconoce la pelirroja, causando risa en la morena.
—El punto es que se fue.
—Y que no regrese, daba miedito.
—Ah, claro.
Las pruebas a la calma de Leo no demoran en aparecer. Demuestra lo relajado que está yendo a la piscina de la casa. Pasa por uno de los caminos por encima de ella ya que planea lanzarse desde el punto más alto, mas se detiene al alcanzar ese punto, mirando fijo a un lugar en el suelo adelante. Da dos pasos muy lento, divisando a una pequeña serpiente debajo de una de las sillas. Abre muy bien los ojos al notar que se mueve, espantado. Trata de salir corriendo olvidando que en donde está no queda de otra más que caer por pisar en falso. Intenta sostenerse de la orilla del “puente”, pero el agua lo recibe. Nada de inmediato hasta las escaleras, tenía que salir cuanto antes.
Entra rápidamente a la sala sin importarle que no se haya secado. Cierra todas las puertas que dan con el área de la piscina casi resbalándose más de una vez. Al terminar, recuerda que debe secarse, por lo que busca una toalla ya algo más tranquilo sin haber perdido el miedo del todo. Al ya no gotear mucha agua, se acerca a la pared de vidrio de la sala a revisar dónde está la invasora, espantándose al hallarla muy cerca de ahí. Corre hacia la cocina, en el camino agarra el teléfono. Piensa mucho antes de marcar, mueve los dedos sobre el teclado con total indecisión.
—¡Rayos, olvidé el número de Control Animal! —Su impaciencia lo hace marcar otro número automáticamente.
—¿Hola?
—¡¿Tienes el número de Control Animal?! —pregunta apurado.
—Espera, espera, espera. —Daisy no aceptaría eso—. ¿Qué es todo este apuro que ni siquiera saludas?
—¡Hay una serpiente en la piscina!
—¡¿Una serpiente?!
—¡Sí, una serpiente! ¡No sé cómo llegó ahí pero quiero que se la lleven, dame el número ya! —prácticamente grita.
—Déjame buscarlo y te lo mando en un mensaje.
—No tardes más de treinta segundos —condiciona.
—No te garantizo nada. —Cuelga.
Leo revisa nuevamente, la serpiente está cerca de la orilla de la piscina. Le toma una foto con el celular justo cuando el mensaje esperado llega, así que llama. Al cortar la llamada es que se percata de que aún está en traje de baño y paño, a lo que va a vestirse.
En Daytona, su hermano está reposando cuando su celular vibra. Averigua qué le enviaron, se ríe al leer el mensaje entrante.
—¡Lo tengo que llamar! —Presiona la opción. Ni deja que el otro salude cuando ya habla—.¡¿Hay una serpiente en la piscina?!
—Viste la foto, ¿eh?
—¿Cómo se supone que llegó ahí?
—¡Ni idea! Cerré todo pero sigo nervioso.
—Quisiera haber visto tu reacción. —¿Por qué no habría cámaras de vigilancia? Se habría grabado y la vería al regresar a Miami.
—Caí a la piscina tratando de huir —contesta con una expresión ligeramente enfadada.
—¡Estabas ahí! —Si no se había reído lo suficiente, ahora estaba colmado de carcajadas.
—Control Animal llegará pronto, colgaré. Chao —cortante, finaliza la comunicación.
También comunicándose de esa manera están las mellizas poniéndose de acuerdo para comprar los regalos de Navidad para sus familiares y amigos. Escasos minutos después ya están reunidas camino a algún centro comercial.
—¿A quiénes les compraremos regalos ahora? —la menor cuestiona.
—Mamá, papá, Daniela… ¿Vienen nuestros tíos? —ordena a la familia primero.
—Ni idea.
—Cuando sepamos, les compramos regalos.
—Hay que comprarle algo a Diana, ella siempre nos trae cosas cuando viaja.
—Cierto, se lo daremos cuando regrese.
—No creo que te quedes sin comprarle nada a Marc —canta con obviedad.
—¡Claro! Aunque no fuera Navidad, él está de viaje y de seguro me comprará algo lindo.
—¿Quién más?
—Creo que más nadie.
Con una lista planificada, las hermanas van mentalizando qué comprarán para cada uno.
De noche, Marc acude al minibar al aire libre del hotel. Una chica aparentemente contemporánea con él se acerca a la mesa en la que está sentado solo.
—¿Por qué tan solo? —es curiosa.
—Vine solo —le da indiferencia.
—Ah. —Se detiene a pensar—. Eres uno de los que estaban jugando voleibol, ¿verdad?
—Sí, era uno de ellos.
—Yo estaba en el público. Juegas bastante bien.
—Gracias. ¿Quién eres? —No es que esté interesado en ella, sólo no le parece mala idea al menos conocer el nombre de la persona con la que habla.
—Kimberly, pero puedes llamarme Kim. ¿Tú?
—Marc. —Ella sonríe disimuladamente al oírlo—. ¿Le ibas a mi equipo?
—¡Claro! ¿Cómo no?
—Excelente. —Se levanta y pide un trago para él. Si la conversación sería sólo de eso, no duraría mucho más de todos modos. Alcanza a beber un poco cuando Kim se le acerca de nuevo.
—¿Dices que viniste solo?
—Sí, vine solo. No conozco a nadie aquí.
—¿No quieres a alguna acompañante? —Se inclina para apoyarse de la barra. Esa pregunta sólo afirma las sospechas que rondaban en su cabeza.
—No hace falta —niega, probando más de su bebida. Está muy buena como para no saborearla.
—¡Por favor! —exclama con incredulidad—. A nadie le gusta estar solo de viaje.
—En serio, no me hace falta compañía. —Su idea es conocer y divertirse por su cuenta, no con la ayuda de un guía turístico y mucho menos la del tipo que ofrece la mujer de cabello oscuro.
—Un hombre joven como tú no rechazaría una compañía así. —Juguetea con sus propias ondas.
—Yo sí. Tengo novia y no quiero ni voy a engañarla —asegura con firmeza. ¿Qué se cree ella? Él no es uno de esos tantos que caen por cualquier cuerpo curvilíneo que se les ofrezca.
—¡Vamos! Ella no está aquí, no puede vernos. —Se aproxima a él lentamente.
—No lo haré. —Basta, decide alejarse, hasta abandona a la deliciosa copa sobre la madera.
—Sí lo harás —afirma ella para sí misma, encargando una bebida similar pero mucho más difícil de tolerar. Sólo le da un trago antes de irse también, dejándola justo delante de la más dulce.
Marc no desea no terminar de degustar esa exquisita copa, es de las mejores que ha probado. Hasta planea aprenderse su nombre para recomendarla. A pesar de que ya ha tomado copa y media —porque esa ya es su segunda—, no se irá sin completar la mitad que falta. Incluso se preguntaba por qué no podía ser un poco menos alcohólica para pedir una tercera sin preocupaciones. Regresa a la barra, agarra una copa y bebe rápido un sorbo grueso que por infortunio es mucho más fuerte de lo que esperaba, sólo provoca que arrugue la cara. Debe quitarse ese sabor de la boca, por lo que esta vez sí se cerciora de tomar la suya y acabarla.
Justo después se da cuenta de que ha mezclado dos bebidas en muy poco tiempo.
Reposa un rato esperando no haberse embriagado con eso, qué traición a sí mismo sería. Al no sentirse mareado ni extraño pasados varios minutos, le parece buena idea devolverse al hotel, pero no puede evitar el llevarle su bebida a Kim por si se le había olvidado o al menos para preguntar qué era y así saber si tuvo suerte de no ponerse raro.
—Se te quedó —llama su atención desde atrás, ella voltea.
—¿Ahora buscas una excusa para hablarme? —Arquea una ceja.
—No, en serio que se te quedó.
—Puedes tomártela —sugiere, le da igual que alguien más se quede con ella.
—Lo haría, pero esta cosa es muy fuerte. No me gusta. —Espera, ¿a dónde ha ido su verdadera razón de no querer pasarse?
—¿Y qué te gustaría? —inquiere bastante atrevida, él ni lo nota.
—Devolverte tu bebida.
—¿Y romper las reglas? —Sigue acortando la distancia descaradamente sin señales de que el otro se percate de ello.
—¿Romper las reglas? —De algún modo, esa propuesta sonó tan atractiva en sus oídos como un comercial de su comida preferida. Fija su mirada en la copa con una sonrisa de lado durante unos segundos antes de ingerir parte de ella. Arruga su cara mas no tanto como la primera vez—. Te robé la bebida —sale como una burla.
—¿No era que no te gustaba?
—Quise comprobarlo. —Se encoge de hombros como si no fuera la gran cosa.
—¿Y qué tal?
—Igual. —Finalmente hace lo que se suponía que haría.
—¿Quieres probar otra cosa? —cuestiona al recuperar su alcohol.
—Lo que sea.
—¿Qué tal esto? —Kim disminuye la distancia entre ellos a cero, al menos así en sus labios, lo cual dura unos segundos.
—Ah, algo atrevido —canturrea él.
—¿Ves que no cuesta nada? —Hay repetición.
Más tarde esa misma noche, Paula está despidiéndose de Daisy luego de toda una tarde de compras y un invento de ellas de ir al cine. Deja los regalos sobre la mesa del comedor, luego lo acomodaría. Marca un número en su celular y lo llama, atendiéndole la contestadora.
El día siguiente, Marc despierta en su habitación de hotel con un inexplicable dolor de cabeza.
—¿Qué rayos hice ayer? —Recuerda haber ido a Daytona y a la playa, sólo por eso no se asusta al estar en un cuarto distinto al de su casa. Revisa el cuarto en busca de pistas. Está solo y confundido—. Genial, no recuerdo la noche. —Le iba a echar un vistazo a su celular cuando éste repica, sonriendo al ver quién llama—. ¡Hola, Paula! ¿Cómo estás? —Es una alegría tan enorme que hasta saluda, cosa que casi nunca hace por teléfono.
—¡¿Cómo puedes estar tan alegre?! —Ella, en cambio, contrasta con un enojo evidente.
—¿De qué hablas? ¿Qué te pasó? —¿Qué explicación tiene tanta rabia?
—¡“¿Qué te pasó?” te pregunto yo a ti!
—Paula, en serio que no sé de qué me estás hablando. —Aprieta sus sienes, no entiende nada.
—De paso haces como si no supieras nada.
—¿Podrías decirme al menos por qué estás molesta? —El dolor de cabeza y una novia enojada, que sin ser novia ya daría miedo por ser Paula, no ayudan para su mejora.
—Vi lo que hiciste ayer.
—¿Estás molesta porque jugué voleibol? —Sabe que suena estúpido, pero es lo más que permanece en su memoria.
—¡No te hagas! —Puede sentir el fuego de su furia a través de la señal—. Vi que besaste a otra chica ayer, tengo fotos.
—¡¿Qué?! —hubiese gritado de no estar en un hotel donde podría molestar a los cercanos—. ¡Paula, sabes que jamás haría eso!
—Eso pensaba yo hasta que vi las fotos.
—Deben estar trucadas, ¡yo no hice eso!
—Pues se ven muy reales. —Marc se queda callado—. No sé cómo irás a salvarte de esta.
—¡Paula…!
—No digas nada —interrumpe al alteradísimo—. ¡No quiero volver a hablarte nunca! —Cuelga.
Con ganas de decir más, se resigna a bloquear el celular. ¿Cómo fue que de unas simples vacaciones salió algo así?
—¿Será que eso es parte de lo que no recuerdo de ayer? —comienza a sacar teorías para sí mismo—. Ahora Paula me odia por algo que ni recuerdo haber hecho. —Está dolido y no de la cabeza. No tiene idea de cómo lo solucionará, todo apunta en su contra. Sólo le queda acostarse a pensar como le permita su malestar en la amplia cama.
Por su parte, Paula está sacando los regalos de las bolsas para envolverlos. Frena al ver el de Marc. Piensa y llama a Daisy.
—¿Hola?
—Me puse a pensar… —El hábito de no saludar quizás es contagioso—. ¿Recuerdas lo que le compramos a Marc?
—Sí, ¿por qué?
—¿Crees que le guste a Leonardo?
—Quizás —contesta con mucha extrañeza.
—Te lo dejo, regálaselo a él.
—Okay, ¿qué pasó?
—Después te digo. Chao. —Corta la llamada.
La pelirroja ha quedado con una duda que no quiere mantener por mucho.
—¿Tienes alguna idea de por qué rayos Paula me dejaría un regalo que era para Marc para que se lo dé a Leo?
—Quizás vio que no le gustaría a Marc o que ya tiene uno —supuso Daniela.
—No, no creo que sea eso.
—La otra opción es que hayan peleado y no quiera regalarle nada. No lo dije porque no creo que pelearan.
—Pareciera, Paula estaba algo desanimada.
—Pero ¿cómo pudieron pelear si Marc está en Daytona? —No le halla el sentido.
—Esa es la gran pregunta.
El realmente desanimado es el otro afectado, quien camina por el hotel a ver si así algo salta de su pozo del olvido. Una mujer de ondas negras se le acerca, aparentemente preocupada por su estado.
—¿Por qué tan desanimado?
—Perdona, ¿te conozco? —Para su andar, ¿quién es esa chica?
—¿No me recuerdas? Soy Kimberly. —No parece importarle tanto que no la ubicara.
—Lo siento, no conozco a ninguna Kimberly. —Seguro lo estaba confundiendo con alguien más.
—Nos conocimos ayer.
—Si fue en la noche, no recuerdo nada —se disculpa de cierto modo.
—Oh, ¿por eso estás triste?
—Por algo que se supone que hice en la noche. No lo recuerdo.
—Si quieres, te puedo ayudar a recordar —ofrece. Esta Kim es muy distinta a la picarona de ayer, hoy es una buena samaritana.
—¿Cómo lo harás?
—Te llevaré a los sitios donde fuiste ayer.
—¡Lo que sea para recordar! —Que una extraña se prestara para hacerle rellenar los espacios en blanco no le es sospechoso por la desesperación que lo abruma. Probablemente eso es lo más normal que le ha pasado en el día—. ¿No te molesta si manejas? No me siento bien para eso.
—No hay problema —sonríe como cuando supo su nombre—, así es mejor.
Me he distraído tanto que ni siquiera voy por la mitad de este capítulo luego de dos meses Pero, como ya me he pasado un montón, he decidido publicar como un tercio de lo que llevo escrito. No suelo hacerlo, es más una disculpa por la espera tan larga que he puesto aquí.
Mis excusas son que he estado demasiado centrada en escribir a Mientras estemos juntos (galería para más información), también he estado con MDUVM, ordenando ideas de otras novelas que tengo en mente y escribiendo un cuento para un concurso del colegio que si quedo entre los mejores, pasará a ser municipal
Capítulo #41: “Vacaciones Inesperadas” (Primera parte).
Lunes a primera hora, eso sólo quiere decir nueva consulta en el psicólogo para Leonardo. Es hora de examinar su nueva condición.
—¿Qué tal tu cumpleaños? —Elliot arranca con una conversación habitual.
—No sé cómo decirlo.
—Eso suena a que algo pasó —supone.
—Porque algo pasó —afirma—. El día fue perfecto, me gustó, pero una de las cosas lo hace perfecto e imperfecto a la vez.
—Explícalo.
—Mi papá se mudó. Ahora la casa es de Marc y mía. Eso me encanta, me alegró, lo malo es que me hizo sentir culpable y eso me puso mal.
—Así que tuviste una alegría mezclada. ¿Por qué la culpa?
—Se fue por mi culpa. Dijo que se iba porque no soportaba seguir discutiendo y ser ignorado, eso es conmigo —admite con culpabilidad notable.
—¿Hasta qué punto te afectó?
—Hasta el punto de casi anular mi felicidad por la mudanza.
—Esto es grave —el experto teme—. Podría decir que diste dos pasos adelante y te empujaron uno y tres cuartos atrás.
—Por lo menos no fueron los dos pasos completos.
—Pero casi, quedaste casi igual. Aún tienes tiempo, si dejas la culpa de un lado, puede que te alegres lo que debiste y te dé el brote.
—¿Crees que sea buena idea que me quede solo por una semana? —cambia de tema por otro de interés.
—Eso depende. Si crees que estarás bien, no hay tanto problema. ¿A qué viene la pregunta?
—Es posible que eso suceda en once días. Marc se va de viaje y me quedaré solo en casa.
—Si es así, creo que no habrá tanto problema, eso si para ese día estás como has estado. Si ese día estás depresivo, no te lo recomiendo. También corres el riesgo de que algo suceda durante esa semana y te dé un brote sin nadie que te controle —explica los riesgos.
—¿Qué podría pasar en una semana? —Leo está muy confiado y así se mantiene por todos esos días, porque cuando Marc está en la puerta con maletas a la mano, él sigue firme.
—¿Estás seguro de que estás totalmente bien? —No se iría de haber dudas.
—Totalmente seguro, estaré bien.
—Cualquier cosa, me llamas. Te ayudaré como pueda.
—Verás que no habrá inconvenientes.
—Nos vemos el veintitrés —dice Marc como una despedida.
—Nos vemos el veintitrés —repite, abrazándolo.
—Cuídate —pide antes de subir al auto.
—Lo haré —promete indirectamente. Deja la puerta abierta mientras lo ve alejarse manejando. Al perderse de vista, la cierra y observa al espacio que será sólo suyo durante siete días enteros—. Un impredecible inestable viviendo solo durante una semana por primera vez en más de un año. Ya verán que es totalmente posible no tener problemas —anuncia para sí mismo como si tuviese público con una sonrisa triunfante.
Después de horas de carretera, finalmente Marc descansa unos minutos en la habitación en la que se hospedará en sus vacaciones. Al recuperar la energía, decide salir a conocer Daytona Beach. El hotel queda en frente de la playa, no hizo falta mucho caminar para llegar a ella.
Hay un montón de personas: turistas, lugareños, niños jugando, surfistas, familias haciendo castillos de arena, otras bronceándose, vendiendo helado, tomando fotos o simplemente nadando en el océano. Marc pasa entre todas ellas viendo qué hacer primero. No tarda en encontrarse con un grupo de muchachos buscando un equipo para jugar voleibol playero. No duda en unirse, siendo el último que faltaba para comenzar el partido.
Entre los espectadores del juego resaltan dos de ellos: un hombre de unos cuarenta y cinco años con una cámara guindada a su cuello y una chica que está con él, más o menos contemporánea con el castaño claro.
En su ciudad, Daisy está sola viendo televisión. Es interrumpida por el sonido de la puerta de la entrada abriéndose, lo cual le extraña y revisa, sorprendiéndose al ser Daniela la que entra.
—¡Me adelantaron las vacaciones!
—¡Bien! Lo malo es que justo hoy todos se fueron.
—Paula, Leo, tú y yo somos los únicos aquí —cuenta Dani.
—Los cuatro juntos no podemos hacer nada.
—Y salir Paula y nosotras es difícil si no es para comprar cosas para preparar las fiestas.
—Si tan sólo aquí nevara…
—Podríamos hacer guerras de bolas de nieve.
—No podremos este año. ¿Qué hacemos?
—¿Recuerdas a ese tipo que se la pasaba por aquí desde hace unas semanas? —responde con otra cosa—. No lo veo desde hace tres días.
—¿El que preguntó por los jardines de casi todos los vecinos? Cierto, así mejor.
—Sí, era raro. No tenía apariencia de amador o admirador de jardines.
—Tenía pinta de deportista, nada que ver.
—Yo le vi pinta de luchador aficionado —reconoce la pelirroja, causando risa en la morena.
—El punto es que se fue.
—Y que no regrese, daba miedito.
—Ah, claro.
Las pruebas a la calma de Leo no demoran en aparecer. Demuestra lo relajado que está yendo a la piscina de la casa. Pasa por uno de los caminos por encima de ella ya que planea lanzarse desde el punto más alto, mas se detiene al alcanzar ese punto, mirando fijo a un lugar en el suelo adelante. Da dos pasos muy lento, divisando a una pequeña serpiente debajo de una de las sillas. Abre muy bien los ojos al notar que se mueve, espantado. Trata de salir corriendo olvidando que en donde está no queda de otra más que caer por pisar en falso. Intenta sostenerse de la orilla del “puente”, pero el agua lo recibe. Nada de inmediato hasta las escaleras, tenía que salir cuanto antes.
Entra rápidamente a la sala sin importarle que no se haya secado. Cierra todas las puertas que dan con el área de la piscina casi resbalándose más de una vez. Al terminar, recuerda que debe secarse, por lo que busca una toalla ya algo más tranquilo sin haber perdido el miedo del todo. Al ya no gotear mucha agua, se acerca a la pared de vidrio de la sala a revisar dónde está la invasora, espantándose al hallarla muy cerca de ahí. Corre hacia la cocina, en el camino agarra el teléfono. Piensa mucho antes de marcar, mueve los dedos sobre el teclado con total indecisión.
—¡Rayos, olvidé el número de Control Animal! —Su impaciencia lo hace marcar otro número automáticamente.
—¿Hola?
—¡¿Tienes el número de Control Animal?! —pregunta apurado.
—Espera, espera, espera. —Daisy no aceptaría eso—. ¿Qué es todo este apuro que ni siquiera saludas?
—¡Hay una serpiente en la piscina!
—¡¿Una serpiente?!
—¡Sí, una serpiente! ¡No sé cómo llegó ahí pero quiero que se la lleven, dame el número ya! —prácticamente grita.
—Déjame buscarlo y te lo mando en un mensaje.
—No tardes más de treinta segundos —condiciona.
—No te garantizo nada. —Cuelga.
Leo revisa nuevamente, la serpiente está cerca de la orilla de la piscina. Le toma una foto con el celular justo cuando el mensaje esperado llega, así que llama. Al cortar la llamada es que se percata de que aún está en traje de baño y paño, a lo que va a vestirse.
En Daytona, su hermano está reposando cuando su celular vibra. Averigua qué le enviaron, se ríe al leer el mensaje entrante.
—¡Lo tengo que llamar! —Presiona la opción. Ni deja que el otro salude cuando ya habla—.¡¿Hay una serpiente en la piscina?!
—Viste la foto, ¿eh?
—¿Cómo se supone que llegó ahí?
—¡Ni idea! Cerré todo pero sigo nervioso.
—Quisiera haber visto tu reacción. —¿Por qué no habría cámaras de vigilancia? Se habría grabado y la vería al regresar a Miami.
—Caí a la piscina tratando de huir —contesta con una expresión ligeramente enfadada.
—¡Estabas ahí! —Si no se había reído lo suficiente, ahora estaba colmado de carcajadas.
—Control Animal llegará pronto, colgaré. Chao —cortante, finaliza la comunicación.
También comunicándose de esa manera están las mellizas poniéndose de acuerdo para comprar los regalos de Navidad para sus familiares y amigos. Escasos minutos después ya están reunidas camino a algún centro comercial.
—¿A quiénes les compraremos regalos ahora? —la menor cuestiona.
—Mamá, papá, Daniela… ¿Vienen nuestros tíos? —ordena a la familia primero.
—Ni idea.
—Cuando sepamos, les compramos regalos.
—Hay que comprarle algo a Diana, ella siempre nos trae cosas cuando viaja.
—Cierto, se lo daremos cuando regrese.
—No creo que te quedes sin comprarle nada a Marc —canta con obviedad.
—¡Claro! Aunque no fuera Navidad, él está de viaje y de seguro me comprará algo lindo.
—¿Quién más?
—Creo que más nadie.
Con una lista planificada, las hermanas van mentalizando qué comprarán para cada uno.
De noche, Marc acude al minibar al aire libre del hotel. Una chica aparentemente contemporánea con él se acerca a la mesa en la que está sentado solo.
—¿Por qué tan solo? —es curiosa.
—Vine solo —le da indiferencia.
—Ah. —Se detiene a pensar—. Eres uno de los que estaban jugando voleibol, ¿verdad?
—Sí, era uno de ellos.
—Yo estaba en el público. Juegas bastante bien.
—Gracias. ¿Quién eres? —No es que esté interesado en ella, sólo no le parece mala idea al menos conocer el nombre de la persona con la que habla.
—Kimberly, pero puedes llamarme Kim. ¿Tú?
—Marc. —Ella sonríe disimuladamente al oírlo—. ¿Le ibas a mi equipo?
—¡Claro! ¿Cómo no?
—Excelente. —Se levanta y pide un trago para él. Si la conversación sería sólo de eso, no duraría mucho más de todos modos. Alcanza a beber un poco cuando Kim se le acerca de nuevo.
—¿Dices que viniste solo?
—Sí, vine solo. No conozco a nadie aquí.
—¿No quieres a alguna acompañante? —Se inclina para apoyarse de la barra. Esa pregunta sólo afirma las sospechas que rondaban en su cabeza.
—No hace falta —niega, probando más de su bebida. Está muy buena como para no saborearla.
—¡Por favor! —exclama con incredulidad—. A nadie le gusta estar solo de viaje.
—En serio, no me hace falta compañía. —Su idea es conocer y divertirse por su cuenta, no con la ayuda de un guía turístico y mucho menos la del tipo que ofrece la mujer de cabello oscuro.
—Un hombre joven como tú no rechazaría una compañía así. —Juguetea con sus propias ondas.
—Yo sí. Tengo novia y no quiero ni voy a engañarla —asegura con firmeza. ¿Qué se cree ella? Él no es uno de esos tantos que caen por cualquier cuerpo curvilíneo que se les ofrezca.
—¡Vamos! Ella no está aquí, no puede vernos. —Se aproxima a él lentamente.
—No lo haré. —Basta, decide alejarse, hasta abandona a la deliciosa copa sobre la madera.
—Sí lo harás —afirma ella para sí misma, encargando una bebida similar pero mucho más difícil de tolerar. Sólo le da un trago antes de irse también, dejándola justo delante de la más dulce.
Marc no desea no terminar de degustar esa exquisita copa, es de las mejores que ha probado. Hasta planea aprenderse su nombre para recomendarla. A pesar de que ya ha tomado copa y media —porque esa ya es su segunda—, no se irá sin completar la mitad que falta. Incluso se preguntaba por qué no podía ser un poco menos alcohólica para pedir una tercera sin preocupaciones. Regresa a la barra, agarra una copa y bebe rápido un sorbo grueso que por infortunio es mucho más fuerte de lo que esperaba, sólo provoca que arrugue la cara. Debe quitarse ese sabor de la boca, por lo que esta vez sí se cerciora de tomar la suya y acabarla.
Justo después se da cuenta de que ha mezclado dos bebidas en muy poco tiempo.
Reposa un rato esperando no haberse embriagado con eso, qué traición a sí mismo sería. Al no sentirse mareado ni extraño pasados varios minutos, le parece buena idea devolverse al hotel, pero no puede evitar el llevarle su bebida a Kim por si se le había olvidado o al menos para preguntar qué era y así saber si tuvo suerte de no ponerse raro.
—Se te quedó —llama su atención desde atrás, ella voltea.
—¿Ahora buscas una excusa para hablarme? —Arquea una ceja.
—No, en serio que se te quedó.
—Puedes tomártela —sugiere, le da igual que alguien más se quede con ella.
—Lo haría, pero esta cosa es muy fuerte. No me gusta. —Espera, ¿a dónde ha ido su verdadera razón de no querer pasarse?
—¿Y qué te gustaría? —inquiere bastante atrevida, él ni lo nota.
—Devolverte tu bebida.
—¿Y romper las reglas? —Sigue acortando la distancia descaradamente sin señales de que el otro se percate de ello.
—¿Romper las reglas? —De algún modo, esa propuesta sonó tan atractiva en sus oídos como un comercial de su comida preferida. Fija su mirada en la copa con una sonrisa de lado durante unos segundos antes de ingerir parte de ella. Arruga su cara mas no tanto como la primera vez—. Te robé la bebida —sale como una burla.
—¿No era que no te gustaba?
—Quise comprobarlo. —Se encoge de hombros como si no fuera la gran cosa.
—¿Y qué tal?
—Igual. —Finalmente hace lo que se suponía que haría.
—¿Quieres probar otra cosa? —cuestiona al recuperar su alcohol.
—Lo que sea.
—¿Qué tal esto? —Kim disminuye la distancia entre ellos a cero, al menos así en sus labios, lo cual dura unos segundos.
—Ah, algo atrevido —canturrea él.
—¿Ves que no cuesta nada? —Hay repetición.
Más tarde esa misma noche, Paula está despidiéndose de Daisy luego de toda una tarde de compras y un invento de ellas de ir al cine. Deja los regalos sobre la mesa del comedor, luego lo acomodaría. Marca un número en su celular y lo llama, atendiéndole la contestadora.
El día siguiente, Marc despierta en su habitación de hotel con un inexplicable dolor de cabeza.
—¿Qué rayos hice ayer? —Recuerda haber ido a Daytona y a la playa, sólo por eso no se asusta al estar en un cuarto distinto al de su casa. Revisa el cuarto en busca de pistas. Está solo y confundido—. Genial, no recuerdo la noche. —Le iba a echar un vistazo a su celular cuando éste repica, sonriendo al ver quién llama—. ¡Hola, Paula! ¿Cómo estás? —Es una alegría tan enorme que hasta saluda, cosa que casi nunca hace por teléfono.
—¡¿Cómo puedes estar tan alegre?! —Ella, en cambio, contrasta con un enojo evidente.
—¿De qué hablas? ¿Qué te pasó? —¿Qué explicación tiene tanta rabia?
—¡“¿Qué te pasó?” te pregunto yo a ti!
—Paula, en serio que no sé de qué me estás hablando. —Aprieta sus sienes, no entiende nada.
—De paso haces como si no supieras nada.
—¿Podrías decirme al menos por qué estás molesta? —El dolor de cabeza y una novia enojada, que sin ser novia ya daría miedo por ser Paula, no ayudan para su mejora.
—Vi lo que hiciste ayer.
—¿Estás molesta porque jugué voleibol? —Sabe que suena estúpido, pero es lo más que permanece en su memoria.
—¡No te hagas! —Puede sentir el fuego de su furia a través de la señal—. Vi que besaste a otra chica ayer, tengo fotos.
—¡¿Qué?! —hubiese gritado de no estar en un hotel donde podría molestar a los cercanos—. ¡Paula, sabes que jamás haría eso!
—Eso pensaba yo hasta que vi las fotos.
—Deben estar trucadas, ¡yo no hice eso!
—Pues se ven muy reales. —Marc se queda callado—. No sé cómo irás a salvarte de esta.
—¡Paula…!
—No digas nada —interrumpe al alteradísimo—. ¡No quiero volver a hablarte nunca! —Cuelga.
Con ganas de decir más, se resigna a bloquear el celular. ¿Cómo fue que de unas simples vacaciones salió algo así?
—¿Será que eso es parte de lo que no recuerdo de ayer? —comienza a sacar teorías para sí mismo—. Ahora Paula me odia por algo que ni recuerdo haber hecho. —Está dolido y no de la cabeza. No tiene idea de cómo lo solucionará, todo apunta en su contra. Sólo le queda acostarse a pensar como le permita su malestar en la amplia cama.
Por su parte, Paula está sacando los regalos de las bolsas para envolverlos. Frena al ver el de Marc. Piensa y llama a Daisy.
—¿Hola?
—Me puse a pensar… —El hábito de no saludar quizás es contagioso—. ¿Recuerdas lo que le compramos a Marc?
—Sí, ¿por qué?
—¿Crees que le guste a Leonardo?
—Quizás —contesta con mucha extrañeza.
—Te lo dejo, regálaselo a él.
—Okay, ¿qué pasó?
—Después te digo. Chao. —Corta la llamada.
La pelirroja ha quedado con una duda que no quiere mantener por mucho.
—¿Tienes alguna idea de por qué rayos Paula me dejaría un regalo que era para Marc para que se lo dé a Leo?
—Quizás vio que no le gustaría a Marc o que ya tiene uno —supuso Daniela.
—No, no creo que sea eso.
—La otra opción es que hayan peleado y no quiera regalarle nada. No lo dije porque no creo que pelearan.
—Pareciera, Paula estaba algo desanimada.
—Pero ¿cómo pudieron pelear si Marc está en Daytona? —No le halla el sentido.
—Esa es la gran pregunta.
El realmente desanimado es el otro afectado, quien camina por el hotel a ver si así algo salta de su pozo del olvido. Una mujer de ondas negras se le acerca, aparentemente preocupada por su estado.
—¿Por qué tan desanimado?
—Perdona, ¿te conozco? —Para su andar, ¿quién es esa chica?
—¿No me recuerdas? Soy Kimberly. —No parece importarle tanto que no la ubicara.
—Lo siento, no conozco a ninguna Kimberly. —Seguro lo estaba confundiendo con alguien más.
—Nos conocimos ayer.
—Si fue en la noche, no recuerdo nada —se disculpa de cierto modo.
—Oh, ¿por eso estás triste?
—Por algo que se supone que hice en la noche. No lo recuerdo.
—Si quieres, te puedo ayudar a recordar —ofrece. Esta Kim es muy distinta a la picarona de ayer, hoy es una buena samaritana.
—¿Cómo lo harás?
—Te llevaré a los sitios donde fuiste ayer.
—¡Lo que sea para recordar! —Que una extraña se prestara para hacerle rellenar los espacios en blanco no le es sospechoso por la desesperación que lo abruma. Probablemente eso es lo más normal que le ha pasado en el día—. ¿No te molesta si manejas? No me siento bien para eso.
—No hay problema —sonríe como cuando supo su nombre—, así es mejor.
Spencer
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