Para el amor no hay edad. |N.C|

El sonido del despertador resonaba nuevamente por toda la habitación, obligándome a despertar de mi sueño y abrir mis ojos. La luz que entraba por la ventana me obligó a cerrarlos. Sin visibilidad alguna alargué la mano, tanteando en busca del botón que terminaba con ese insistente sonido. Luego de unos minutos mis ojos se adaptaron a la luz y la pereza, además del cansancio, comenzó a abandonar mi cuerpo. Removí las sabanas y me senté a la orilla de la cama. Un bostezo escapó de mis labios. Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño para tomar una ducha.

Al entrar en él, cerré la puerta. Ya adentro me despojé de la ropa con manos perezosas y las metí en el canasto de ropa sucia. Al estar debajo de la ducha, dejé que el agua me mojara, llevándose con ella, todo rastro de pereza y devolviendo la energía a mi cuerpo. Después de lavarme el cabello y quitar cualquier rastro de jabón, salí de la ducha. Tomé dos toallas, con una envolví mi cabello y con la otra mi cuerpo. Abrí la puerta del baño, para estar nuevamente en mi recámara, me dirigí al gran armario, todavía no entendía el porqué de tanta ropa si no usaba ni la mitad, casi siempre estaba en la casa por lo que no importaba mucho mi vestuario. Tomé mi ropa interior y me la coloqué, después me puse unos pantalones cortos de color azul marino, una camisa de tirantes blanca y unas zapatillas blancas también.

Ya vestida fui nuevamente al baño en mi recámara. Frente al espejo, retiré la toalla de mi cabello dejándolo suelto y despeinado. Tomé la secadora y junto con la ayuda del peine logré secarlo. Al final me cepillé el cabello para desaparecer los nudos y listo. Salí del baño, atravesé mi recamara y salí al pasillo. El sonido de mis zapatillas golpeando los grandes peldaños de las escaleras resonaba por todo el lugar. Llegué al primer piso y me dirigí al gran comedor esperando ver a mis padres ahí, pero no, no estaban.

-Señorita Williams, sus padres están desayunando en la terraza- informo Grace, ella ya llevaba años trabajando para mi familia, tanto que yo ya la consideraba parte de ella. - ¿desea que lleve su desayuno ahí también?
-Claro, y llámame Sky, ya te lo he dicho antes- reí- gracias. Deposité un beso en su mejilla y tomé rumbo a la terraza. Afuera, el sol era aún más fuerte y la brisa pegaba en mi rostro y el resto de mi cuerpo. Mi vista se concentró en la mesa que se encontraba a pocos metros, mis padres reían y papá pasaba una mano por la mejilla sonrojada de mi madre. Una sonrisa se posó en mi rostro por cariñoso gesto de parte de papá. Rápidamente me acerqué a ellos.

Unos minutos después depositaron un plato de comida y un fresco en frete mío. Comencé a comer entre risas y bromas, tenía que admitir que adoraba estos momentos, ya que debido a la giras y entrevistas, los momentos que papá pasaba con nosotras eran muy pocos, además que las películas de mi mamá también la apartaban mucho de la casa, que estuviéramos los tres juntos sin ninguna clase de compromiso era muy extraño, pero adoraba esos breves momentos.

Al terminar el desayuno, besé nuevamente la mejilla de mis padres y me dirigí a mi recámara, al llegar me acerqué al mueble que se encontraba repleto de libros y tomé el primero que encontré. Me tiré en mi cama y de reojo vi que la pantalla de mi teléfono estaba iluminada, dejé el libro a un lado y tomé el teléfono en mis manos, desbloqueé la pantalla y tenía cuatro llamadas perdidas y un mensaje de un número desconocido.

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Luego del almuerzo y de pedirle permiso a mis padres para poder salir, me encontraba en mi cuarto alistando mi bolso. Tomé una chaqueta color crema y me la puse encime de la blanca, tomé el bolso, y salí de la casa con dirección al Starbucks acordado. Al llegar Jenna y Sophie ya se encontraban ahí, le mandé un texto a Mely, mientras Jenna se lo enviaba a Jessie.

Luego de unos minutos llegó Mely. Luego, junto con un susto, hacia mí, llegó Jessie. La tarde con ellas pasó rápida y divertida. Se puede decir que fue mejor que la noche anterior, al menos esta vez todas teníamos un agradable y hermoso tema en común. Nos despedimos, y acordamos volver a vernos pronto.

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Quince minutos antes de las seis ya estaba lista, según papá no era nada formal, entonces me vestí con unos pantalones negros ajustados, una blusa morada de manga larga, aunque se encontraba doblada por los codos, acompañada por un chaleco negro y mis botas, negras también. En el baño, frente al espejo, tomé mi brillo, y lo pasé por mis labios, además de delinear mis ojos con el delineador negro, apliqué un poco de rubor a mis mejillas, peiné mi cabello y me coloqué el gorro de lana, nuevamente negro.

Papá llamó y me miré por última vez al espejo, una pequeña y emocionada sonrisa se posó en mis labios para dirigirme a la salida junto con mis padres, con dirección al lugar que aclararía la duda que se había mantenido constante en mi mente todo el día.