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EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
okokok perdón soy la peor lectora D: la verdad estaba de parranda en mi semana de descanso y la verdad desde mañana empieza lo duro por así decir.. la etapa final de mi proceso escolar.. onda me queda por lo menos 1 mes D: y de ahí me lanzo al mundo de verdad :c pero trato de todas formas siempre pasar aunque no comente pero siempre veo y paso y paso y me vuelvo loca esperando pero quiero que sigas luego por que cada adaptación que subes es tan increíbles que me dan ganas de llorar y eso :c siguela porfis :c
Feer :)x.
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Capitulo 8 Parte 5
Ella se rió de su tono mordaz.
─Tú querías ayuda. Yo te doy la caballería.
Bueno, ella lo había hecho. Pero Harry no estaba convencido de que si el remedio no podría ser mil veces peor que la enfermedad.
─Extraño, tengo la sensación de que nuestra caballería puede arrollarnos... después comernos.
Kat le lanzó una alterada mirada penetrante.
─Entonces ¿dónde se quedan?
Harry vaciló ante la pregunta. Dejarlas solas no le parecía a una buena idea.
─¿Pueden quedarse solas?
Ella se encogió de hombros.
─No veo en qué son más peligrosos que los Daimons que tienes en la planta baja rondando turistas para cenar.
─Ellos no tienen alas y cuernos. Xirena volvió a su apariencia humana.
─Nosotras tampoco. A menos que lo deseemos. Simi levantó su mano como una estudiante.
─Si los Daimons son come—turistas, ¿podemos?
─No─dijeron Harry y Kat simultáneamente.
─Bien, poo─Simi puso mala cara─. ¿Por qué los Daimons consiguen el tratamiento especial?
Xirena torció su cara en un arranque de mal humor.
─Tal vez deberíamos regresar a Katoteros. Al menos allí obtendremos esas cosas— dragón para comer siempre que tengamos hambre.
La cara de Simi palideció.
─¿Comiste a las mascotas de akri? Mal Xirena. No le gusta que se marchen. Ooooh, mejor te escondes cuando él vuelva a casa y descubra que han desaparecido. Estará muy molesto.
Kat se aclaró la garganta y esperó cambiarles de tema y volver al que necesitaba ser discutido. Miró a Harry.
─Puedes colocarlas en un cuarto con QVC y estarán felices y calladitas. ─¿QVC?─dijeron las demonios al unísono.
Simi miró su reloj.
─Es el momento de Diamonique, también. ¿Dónde está la tele?
Harry frotó su ceja antes de marcharse para llamar a Kish y colocar a las dos demonios en un cuarto de debajo del vestíbulo de su suite.
Estaban todavía charlando sobre el sabroso sabor de Diamonique cuando llegó Kish para mostrarles su cuarto.
Harry se quedó de pie en la entrada viéndolos marcharse.
─¿Esos son algunos de los demonios que has conseguido allí?.
─Sí─dijo ella con una sonrisa mientras cerraba la distancia entre ellos─, lo son. Sólo tenemos que asegurarnos que no le pase nada a Simi. Joseph nos mataría a ambos.
Los ojos de Harry se ablandaron cuando descendió su mirada hacia ella.
─De alguna manera dudo que él te matara. Pero a mí, por otra parte, sería más probable que le gustara cortarme un par de cabezas.
Ella frunció el ceño.
─¿Un par?
Él apuntó hacia sus hombros, luego bajó la mano a su ingle. ─Ah─Kat se rió─. Eres tremendo.
─Sí, pero mientras sepa que puedo guardarme la mía propia contra la mayor parte de criaturas, Joe es uno de los que yo sé, por una circunstancia, que puede entregar mi culo en una caja. Por lo tanto, intento quedarme en su lado bueno tanto como es posible.
Ella no estaba segura de aceptar aquella declaración.
─Realmente no tienes miedo de él, ¿verdad?
─Definitivamente no miedo. Sólo un elevadísimo respeto. Agradezco a los Destinos por lo que ellos le hicieron obligándolo a vivir como ser humano por un tiempo. Sin ellos, ¿puedes imaginar como sería el universo? Piensa en el poder de él y el dominio de Apollymi. Ahora aplícale el ego del típico dios a esto.
Sí, eso era la material de pesadilla.
Pero esto también permitía la pregunta de si fue o no fue eso lo que había hecho a Joseph de la manera en que era. Esta era una cuestión que Kat había considerado mucho.
─Todavía tienes una conciencia. No puedo imaginarte atropellando a la gente para conseguir lo que quieres.
─No soy la misma criatura ahora que era cuando tenía mi divinidad. Cuando yo era joven, estaba furioso y amargado por lo que mi padre nos había hecho y, como un dios, yo tenía mucho por probar. Por no mencionar que vivir como un humano tiene una manera muy soberbia de cambiar tu perspectiva en muchas cosas.
El estómago de Kat se encogió ante el tono de su voz. Su mirada descendió hasta la cicatriz en su cuello. Ella alargó la mano hasta tocarla y pensó en cuanto dolor le debió haber causado la herida. Tuvo que morderse el labio para impedir pedirle perdón por tomar sus poderes.
Ella había sido tan joven y estúpida. Como la mayor parte de los niños, había estado ciega a las faltas de su madre. Sólo había querido complacer a Artemisa y hacerla feliz. ¿Quién era ella para saber que un error heriría a otra persona tan cruelmente y cambiaría la historia del mundo?
Si sólo pudiera tomar los poderes de él de su madre y devolvérselos, pero Artemisa nunca permitiría que hiciera eso. Si lo intentara, perdería a su madre para siempre, e incluso a pesar de las faltas de Artemisa, Kat la amaba. Ella nunca haría nada para herir a su madre.
Harry tomó la mano de Kat de su cuello y colocó un beso ligero en su palma. Aún así, había una mirada salvaje en sus ojos. Estaba permitiéndole acercarse a él, pero podría excitarla de un momento a otro. Era espeluznante y estimulante.
─Todavía tenemos que encontrar a mi hermano─le recordó él.
Kat asintió con la cabeza.
─Bien. Creo que es mejor si voy sola. Iré a ver si mi abuela puede ayudar con la sfora─y si ella está de un humor receptivo. Por algo como esto, ellos querían que Apollymi estuviera feliz y positiva. Por otra parte, sería una perdida de tiempo visitarla y el resultado más probable sería su rechazo a ayudarles en esto
Kat se alejó caminando de Harry, pero antes de que pudiera destellar del cuarto, él puso una mano en su brazo.
─Gracias, Katra. Aprecio la ayuda.
Ella no sabía por qué, pero aquellas pocas palabras hicieron volar alto a su corazón. ─De nada.
Él inclinó su cabeza antes de darle un tierno apretón.
─Y no me he olvidado de tu regalo. Gracias otra vez.
Ella se adelantó y puso un beso suave en su mejilla.
─Volveré pronto.
Artemisa vaciló cuando se acercó a su dormitorio. Mordía la uña de su pulgar por la incertidumbre. Tal vez debería sencillamente ir al templo de Zeus un rato y pensar en algo propio...
─¿Qué haces?
Se sobresaltó ante el sonido de la voz de Joseph desde atrás de ella.
─Pensé que estabas en la cama ─espetó ella─. Tuve que ir al cuarto de baño.
─Ah.
Sus turbulentos ojos plateados perforaban mientras la miraba fijamente.
─¿Qué has hecho, Artie? Y no digas, ―Nada Lo sé por la forma en que actúas, esto en serio me revienta.
Odiaba cuando él podía leerla tan fácilmente. ¿Cómo lo hacía?
Pero se negó a ser la que estuviera a la defensiva. Entonces hizo lo que siempre hacía. Procedió con la ofensa.
─Bueno, esta es tu propia culpa. Él parpadeó mirándola.
─Por supuesto que lo es. Todo es siempre culpa mía. ¿Y qué hice ahora?
Ella estrechó su mirada sobre él con cólera, pero aún había una parte de ella que estaba aterrada de él. Sobre todo estaba aterrada de lo que él iba a hacer cuando le dijera lo que necesitaba... y sobre todo por qué lo necesitaba.
─Tienes que prometerme dos cosas antes de que te lo diga. Un tic comenzó en su mandíbula.
Ella se rió de su tono mordaz.
─Tú querías ayuda. Yo te doy la caballería.
Bueno, ella lo había hecho. Pero Harry no estaba convencido de que si el remedio no podría ser mil veces peor que la enfermedad.
─Extraño, tengo la sensación de que nuestra caballería puede arrollarnos... después comernos.
Kat le lanzó una alterada mirada penetrante.
─Entonces ¿dónde se quedan?
Harry vaciló ante la pregunta. Dejarlas solas no le parecía a una buena idea.
─¿Pueden quedarse solas?
Ella se encogió de hombros.
─No veo en qué son más peligrosos que los Daimons que tienes en la planta baja rondando turistas para cenar.
─Ellos no tienen alas y cuernos. Xirena volvió a su apariencia humana.
─Nosotras tampoco. A menos que lo deseemos. Simi levantó su mano como una estudiante.
─Si los Daimons son come—turistas, ¿podemos?
─No─dijeron Harry y Kat simultáneamente.
─Bien, poo─Simi puso mala cara─. ¿Por qué los Daimons consiguen el tratamiento especial?
Xirena torció su cara en un arranque de mal humor.
─Tal vez deberíamos regresar a Katoteros. Al menos allí obtendremos esas cosas— dragón para comer siempre que tengamos hambre.
La cara de Simi palideció.
─¿Comiste a las mascotas de akri? Mal Xirena. No le gusta que se marchen. Ooooh, mejor te escondes cuando él vuelva a casa y descubra que han desaparecido. Estará muy molesto.
Kat se aclaró la garganta y esperó cambiarles de tema y volver al que necesitaba ser discutido. Miró a Harry.
─Puedes colocarlas en un cuarto con QVC y estarán felices y calladitas. ─¿QVC?─dijeron las demonios al unísono.
Simi miró su reloj.
─Es el momento de Diamonique, también. ¿Dónde está la tele?
Harry frotó su ceja antes de marcharse para llamar a Kish y colocar a las dos demonios en un cuarto de debajo del vestíbulo de su suite.
Estaban todavía charlando sobre el sabroso sabor de Diamonique cuando llegó Kish para mostrarles su cuarto.
Harry se quedó de pie en la entrada viéndolos marcharse.
─¿Esos son algunos de los demonios que has conseguido allí?.
─Sí─dijo ella con una sonrisa mientras cerraba la distancia entre ellos─, lo son. Sólo tenemos que asegurarnos que no le pase nada a Simi. Joseph nos mataría a ambos.
Los ojos de Harry se ablandaron cuando descendió su mirada hacia ella.
─De alguna manera dudo que él te matara. Pero a mí, por otra parte, sería más probable que le gustara cortarme un par de cabezas.
Ella frunció el ceño.
─¿Un par?
Él apuntó hacia sus hombros, luego bajó la mano a su ingle. ─Ah─Kat se rió─. Eres tremendo.
─Sí, pero mientras sepa que puedo guardarme la mía propia contra la mayor parte de criaturas, Joe es uno de los que yo sé, por una circunstancia, que puede entregar mi culo en una caja. Por lo tanto, intento quedarme en su lado bueno tanto como es posible.
Ella no estaba segura de aceptar aquella declaración.
─Realmente no tienes miedo de él, ¿verdad?
─Definitivamente no miedo. Sólo un elevadísimo respeto. Agradezco a los Destinos por lo que ellos le hicieron obligándolo a vivir como ser humano por un tiempo. Sin ellos, ¿puedes imaginar como sería el universo? Piensa en el poder de él y el dominio de Apollymi. Ahora aplícale el ego del típico dios a esto.
Sí, eso era la material de pesadilla.
Pero esto también permitía la pregunta de si fue o no fue eso lo que había hecho a Joseph de la manera en que era. Esta era una cuestión que Kat había considerado mucho.
─Todavía tienes una conciencia. No puedo imaginarte atropellando a la gente para conseguir lo que quieres.
─No soy la misma criatura ahora que era cuando tenía mi divinidad. Cuando yo era joven, estaba furioso y amargado por lo que mi padre nos había hecho y, como un dios, yo tenía mucho por probar. Por no mencionar que vivir como un humano tiene una manera muy soberbia de cambiar tu perspectiva en muchas cosas.
El estómago de Kat se encogió ante el tono de su voz. Su mirada descendió hasta la cicatriz en su cuello. Ella alargó la mano hasta tocarla y pensó en cuanto dolor le debió haber causado la herida. Tuvo que morderse el labio para impedir pedirle perdón por tomar sus poderes.
Ella había sido tan joven y estúpida. Como la mayor parte de los niños, había estado ciega a las faltas de su madre. Sólo había querido complacer a Artemisa y hacerla feliz. ¿Quién era ella para saber que un error heriría a otra persona tan cruelmente y cambiaría la historia del mundo?
Si sólo pudiera tomar los poderes de él de su madre y devolvérselos, pero Artemisa nunca permitiría que hiciera eso. Si lo intentara, perdería a su madre para siempre, e incluso a pesar de las faltas de Artemisa, Kat la amaba. Ella nunca haría nada para herir a su madre.
Harry tomó la mano de Kat de su cuello y colocó un beso ligero en su palma. Aún así, había una mirada salvaje en sus ojos. Estaba permitiéndole acercarse a él, pero podría excitarla de un momento a otro. Era espeluznante y estimulante.
─Todavía tenemos que encontrar a mi hermano─le recordó él.
Kat asintió con la cabeza.
─Bien. Creo que es mejor si voy sola. Iré a ver si mi abuela puede ayudar con la sfora─y si ella está de un humor receptivo. Por algo como esto, ellos querían que Apollymi estuviera feliz y positiva. Por otra parte, sería una perdida de tiempo visitarla y el resultado más probable sería su rechazo a ayudarles en esto
Kat se alejó caminando de Harry, pero antes de que pudiera destellar del cuarto, él puso una mano en su brazo.
─Gracias, Katra. Aprecio la ayuda.
Ella no sabía por qué, pero aquellas pocas palabras hicieron volar alto a su corazón. ─De nada.
Él inclinó su cabeza antes de darle un tierno apretón.
─Y no me he olvidado de tu regalo. Gracias otra vez.
Ella se adelantó y puso un beso suave en su mejilla.
─Volveré pronto.
Artemisa vaciló cuando se acercó a su dormitorio. Mordía la uña de su pulgar por la incertidumbre. Tal vez debería sencillamente ir al templo de Zeus un rato y pensar en algo propio...
─¿Qué haces?
Se sobresaltó ante el sonido de la voz de Joseph desde atrás de ella.
─Pensé que estabas en la cama ─espetó ella─. Tuve que ir al cuarto de baño.
─Ah.
Sus turbulentos ojos plateados perforaban mientras la miraba fijamente.
─¿Qué has hecho, Artie? Y no digas, ―Nada Lo sé por la forma en que actúas, esto en serio me revienta.
Odiaba cuando él podía leerla tan fácilmente. ¿Cómo lo hacía?
Pero se negó a ser la que estuviera a la defensiva. Entonces hizo lo que siempre hacía. Procedió con la ofensa.
─Bueno, esta es tu propia culpa. Él parpadeó mirándola.
─Por supuesto que lo es. Todo es siempre culpa mía. ¿Y qué hice ahora?
Ella estrechó su mirada sobre él con cólera, pero aún había una parte de ella que estaba aterrada de él. Sobre todo estaba aterrada de lo que él iba a hacer cuando le dijera lo que necesitaba... y sobre todo por qué lo necesitaba.
─Tienes que prometerme dos cosas antes de que te lo diga. Un tic comenzó en su mandíbula.
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Capitulo 8 Parte 6
─¿Qué?
Ella dio un paso atrás para poner más distancia entre ellos.
─Primero que no me matarás. Nunca. Y segundo que te quedarás aquí otra semana.
Joe vaciló. Tenía que ser peor aún de lo que sospechaba para que ella quisiera hacer tal trato con él. Su tripa se anudó con ira. Podía sentir como sus ojos se volvían rojos y sus mejillas que se ponían calientes. Pero ella no se preocuparía por esto.
Y la conocía lo bastante bien como para saber que si no le daba lo que quería, no le diría nunca que era lo que la tenía tan nerviosa.
─De acuerdo. Muy bien.
─Di las palabras, Joseph. Quiero saber que estás ligado por ellas.
Él maldijo antes de hablar entre dientes apretados.
─Bien. Prometo que no te mataré, y...
─Jamás.
Joe respiró hondo antes de que decir:
─Jamás─Dioses, como le gustaría ahogarla.
─Y te quedarás aquí durante otra semana... a menos que te necesite para hacer algo para mí.
Esto hizo que su sangre se helara. ─¿Qué?
─Dilo, Joseph, y entonces te lo contaré.
Oh sí, esto iba a enfurecerlo. Sólo esperaba que pudiera mantener su palabra. Si no, él perecería de esto directamente junto a ella.
─De acuerdo. No me marcharé de aquí en otra semana, a menos que me necesites para hacer algo.
Ella soltó un largo suspiro de alivio. ─Bueno. Ahora quédate ahí mismo.
Bien... Lo hizo y se preguntó qué demonios estaba equivocado en ella... además del hecho de que era egoísta y fría.
Ella, por otra parte, se desplazó al otro lado del cuarto, lejos de él. ─¿Qué haces, Artemisa?
─Tenía algo que decirte.
─Tienes─la corrigió─. Y sí, hemos averiguado ya esto. ¿Qué es?
─Te vas a enfadar.
El que ella siguiera jugando a este juego le llenó de asco.
─No me hiciste prometer que no lo haría.
─Sólo porque sabía que lo harías y entonces habrías muerto.
─¡Artemisa!
─Muy bien─dijo con enfado─. No me grites. No puedo soportarlo cuando lo haces. ─Estoy a punto de hacer algo más que gritar.
─Bien, estoy en ello. ¿Recuerdas cuando al principio fuiste traído de regreso de la muerte?
¿Recordarlo? Eso le perseguía cada día. Había sido uno de los momentos más dolorosos en una vida marcada por la agonía.
─¿Qué hay con eso?
─Bien... ─mordiendo su labio, ella enroscó su mano en el vestido.
─Fueron meses en los cuales no venías a mi templo aunque tratara de convocarte.
─Sí. Estaba un poco molesto por lo que tú y tu hermano me habíais hecho.
─Pero yo quiero que recuerdes que hice realmente todo lo posible por convocarte.
Ella estaba ligeramente demasiado ansiosa sobre aquello para su gusto, pero procuró aliviar su tensión a pesar de que lo que realmente quería hacer era estrangularla.
─Lo recuerdo, Artemisa. Por poco me condujiste a la locura con tus insistentes chillidos para que volviera contigo.
─Y cuándo finalmente viniste, ¿recuerdas lo qué pasó?
Joe soltó otro frustrado suspiro. Podía ver ese momento claramente. Artemisa lo había encontrado fuera de su templo, aquí en su bosque. Él había estado de pie en el centro de un claro, fulminándola con la mirada. Había estado hambriento y furioso, y había querido su sangre por el peor de los métodos.
Ella se había acercado ese día a él con cautela como si la aterrorizara. ─Por favor no estés enfadado conmigo, Joseph.
Él se había reído amargamente.
─¡Ah! ―enfadado‖ ni siquiera comienza a describir lo que estoy contigo. ¿Cómo te atreves a traerme de vuelta?
Ella había tragado saliva.
─No tenía ninguna opción.
─Todos tenemos opciones.
─No, Joseph. No las tenemos.
Como si él lo hubiera creído. Siempre sería egoísta y vanidosa y sin duda esa era la única razón por la cual había sido devuelto cuando debería haberlo dejado muerto.
─¿Es por eso por lo que has estado convocándome? ¿Quieres pedirme perdón? Ella había sacudido su cabeza.
─No siento lo que he hecho. Volvería a hacerlo otra vez en un golpe de corazón. ─Latido─había gruñido él.
Ella había ondeado la palabra restándole importancia con la mano.
─Quiero que haya paz entre nosotros.
¿Paz? ¿Estaba loca? Tenía suerte de que no la matara ahora mismo. Si no fuera por el temor de lo que podría pasarle al inocente, lo haría.
─Nunca habrá paz entre nosotros. Jamás. Destruiste cualquier esperanza de ello cuando viste a tu hermano matarme y te negaste a hablar en mi favor.
─Tuve miedo.
Y fui despedazado y destripado en el suelo como un animal sacrificado. Perdóname si no siento tu dolor. Estoy demasiado ocupado con el mío propio─él se había dado vuelta para abandonarla entonces, pero ella lo había detenido.
Fue entonces cuando oyó el sordo gemido de un bebé. Frunciendo el ceño, había visto con horror como Artemisa sacaba a un niño de los pliegues de su peplo.
─Tengo un bebé para ti, Joseph.
Él había tirado de su brazo apartándose de ella mientras la furia quemaba cada parte de él.
─¡Perra! ¿Piensas francamente que podrías sustituir alguna vez a mi sobrino al que dejaste morir? Te odio. Siempre te odiaré. Por una vez en tu vida, haz lo correcto y devuelve eso a su madre. La última cosa que un bebé necesita es ser dejado con una víbora despiadada como tú.
Ella le había abofeteado entonces con la suficiente fuerza como para partirle el labio superior.
─Vete y púdrete, despreciable bastardo.
Riéndose, él había enjugado la sangre con el dorso de su mano mientras la clavaba una mirada envenenada.
─Puedo ser un despreciable bastardo, pero eso es mejor que ser una puta frígida que sacrificó al único hombre que la amó alguna vez, porque estaba demasiado absorta en si misma como para salvarlo.
La mirada en la cara de ella lo había abrasado.
─No soy yo la puta aquí, Joseph. Lo eres tú. Comprado y vendido a cualquiera que pudiera pagar tus honorarios. Como te atreviste a pensar por un instante que alguna vez fuiste digno de una diosa.
El dolor de aquellas palabras había marchitado permanente un lugar en su corazón y alma.
─Tiene razón, mi señora. No soy digno de usted o de cualquier otra. Soy sólo un pedazo de mierda para ser descargado desnudo en la calle. Perdóneme por ensuciarle.
Y luego él había desaparecido, y durante dos mil años había evitado por cualquier medio el contacto con ella. La única cosa que había aceptado de ella eran frascos de su sangre de modo que él pudiera alimentarse y vivir.
Si se hubiera salido con la suya, nunca la habría visto de nuevo. Pero entonces ella había usado los poderes que había robado de él para crear a los Dark—Hunters bajo el pretexto de utilizarlos a ellos para proteger a la gente de los Daimons que Apolo había creado. La realidad era, que había usado a los Dark—Hunters para atar a Joseph a ella para siempre y obligarlo a acudir y canjear con ella por su libertad.
Ellos eran la única razón que él tenía para hacer cualquier cosa por ella. Ellos y la culpa que sentía por su creación.
Condenados todos por esto.
Pero era el antiguo pasado y era mejor dejado en paz.
─¿Por qué sacas a relucir tales amargos recuerdos ahora, Artemisa?
Y tan pronto como las palabras dejaron sus labios, él tuvo la claridad repentina. ―Tengo un bebé para ti, Joseph.
Joe retrocedió cuando la incredulidad y el dolor le golpearon con fuerza en el estómago.
─El bebé...
Artemisa asintió con la cabeza.
─Ella era tu hija.
─¿Qué?
Ella dio un paso atrás para poner más distancia entre ellos.
─Primero que no me matarás. Nunca. Y segundo que te quedarás aquí otra semana.
Joe vaciló. Tenía que ser peor aún de lo que sospechaba para que ella quisiera hacer tal trato con él. Su tripa se anudó con ira. Podía sentir como sus ojos se volvían rojos y sus mejillas que se ponían calientes. Pero ella no se preocuparía por esto.
Y la conocía lo bastante bien como para saber que si no le daba lo que quería, no le diría nunca que era lo que la tenía tan nerviosa.
─De acuerdo. Muy bien.
─Di las palabras, Joseph. Quiero saber que estás ligado por ellas.
Él maldijo antes de hablar entre dientes apretados.
─Bien. Prometo que no te mataré, y...
─Jamás.
Joe respiró hondo antes de que decir:
─Jamás─Dioses, como le gustaría ahogarla.
─Y te quedarás aquí durante otra semana... a menos que te necesite para hacer algo para mí.
Esto hizo que su sangre se helara. ─¿Qué?
─Dilo, Joseph, y entonces te lo contaré.
Oh sí, esto iba a enfurecerlo. Sólo esperaba que pudiera mantener su palabra. Si no, él perecería de esto directamente junto a ella.
─De acuerdo. No me marcharé de aquí en otra semana, a menos que me necesites para hacer algo.
Ella soltó un largo suspiro de alivio. ─Bueno. Ahora quédate ahí mismo.
Bien... Lo hizo y se preguntó qué demonios estaba equivocado en ella... además del hecho de que era egoísta y fría.
Ella, por otra parte, se desplazó al otro lado del cuarto, lejos de él. ─¿Qué haces, Artemisa?
─Tenía algo que decirte.
─Tienes─la corrigió─. Y sí, hemos averiguado ya esto. ¿Qué es?
─Te vas a enfadar.
El que ella siguiera jugando a este juego le llenó de asco.
─No me hiciste prometer que no lo haría.
─Sólo porque sabía que lo harías y entonces habrías muerto.
─¡Artemisa!
─Muy bien─dijo con enfado─. No me grites. No puedo soportarlo cuando lo haces. ─Estoy a punto de hacer algo más que gritar.
─Bien, estoy en ello. ¿Recuerdas cuando al principio fuiste traído de regreso de la muerte?
¿Recordarlo? Eso le perseguía cada día. Había sido uno de los momentos más dolorosos en una vida marcada por la agonía.
─¿Qué hay con eso?
─Bien... ─mordiendo su labio, ella enroscó su mano en el vestido.
─Fueron meses en los cuales no venías a mi templo aunque tratara de convocarte.
─Sí. Estaba un poco molesto por lo que tú y tu hermano me habíais hecho.
─Pero yo quiero que recuerdes que hice realmente todo lo posible por convocarte.
Ella estaba ligeramente demasiado ansiosa sobre aquello para su gusto, pero procuró aliviar su tensión a pesar de que lo que realmente quería hacer era estrangularla.
─Lo recuerdo, Artemisa. Por poco me condujiste a la locura con tus insistentes chillidos para que volviera contigo.
─Y cuándo finalmente viniste, ¿recuerdas lo qué pasó?
Joe soltó otro frustrado suspiro. Podía ver ese momento claramente. Artemisa lo había encontrado fuera de su templo, aquí en su bosque. Él había estado de pie en el centro de un claro, fulminándola con la mirada. Había estado hambriento y furioso, y había querido su sangre por el peor de los métodos.
Ella se había acercado ese día a él con cautela como si la aterrorizara. ─Por favor no estés enfadado conmigo, Joseph.
Él se había reído amargamente.
─¡Ah! ―enfadado‖ ni siquiera comienza a describir lo que estoy contigo. ¿Cómo te atreves a traerme de vuelta?
Ella había tragado saliva.
─No tenía ninguna opción.
─Todos tenemos opciones.
─No, Joseph. No las tenemos.
Como si él lo hubiera creído. Siempre sería egoísta y vanidosa y sin duda esa era la única razón por la cual había sido devuelto cuando debería haberlo dejado muerto.
─¿Es por eso por lo que has estado convocándome? ¿Quieres pedirme perdón? Ella había sacudido su cabeza.
─No siento lo que he hecho. Volvería a hacerlo otra vez en un golpe de corazón. ─Latido─había gruñido él.
Ella había ondeado la palabra restándole importancia con la mano.
─Quiero que haya paz entre nosotros.
¿Paz? ¿Estaba loca? Tenía suerte de que no la matara ahora mismo. Si no fuera por el temor de lo que podría pasarle al inocente, lo haría.
─Nunca habrá paz entre nosotros. Jamás. Destruiste cualquier esperanza de ello cuando viste a tu hermano matarme y te negaste a hablar en mi favor.
─Tuve miedo.
Y fui despedazado y destripado en el suelo como un animal sacrificado. Perdóname si no siento tu dolor. Estoy demasiado ocupado con el mío propio─él se había dado vuelta para abandonarla entonces, pero ella lo había detenido.
Fue entonces cuando oyó el sordo gemido de un bebé. Frunciendo el ceño, había visto con horror como Artemisa sacaba a un niño de los pliegues de su peplo.
─Tengo un bebé para ti, Joseph.
Él había tirado de su brazo apartándose de ella mientras la furia quemaba cada parte de él.
─¡Perra! ¿Piensas francamente que podrías sustituir alguna vez a mi sobrino al que dejaste morir? Te odio. Siempre te odiaré. Por una vez en tu vida, haz lo correcto y devuelve eso a su madre. La última cosa que un bebé necesita es ser dejado con una víbora despiadada como tú.
Ella le había abofeteado entonces con la suficiente fuerza como para partirle el labio superior.
─Vete y púdrete, despreciable bastardo.
Riéndose, él había enjugado la sangre con el dorso de su mano mientras la clavaba una mirada envenenada.
─Puedo ser un despreciable bastardo, pero eso es mejor que ser una puta frígida que sacrificó al único hombre que la amó alguna vez, porque estaba demasiado absorta en si misma como para salvarlo.
La mirada en la cara de ella lo había abrasado.
─No soy yo la puta aquí, Joseph. Lo eres tú. Comprado y vendido a cualquiera que pudiera pagar tus honorarios. Como te atreviste a pensar por un instante que alguna vez fuiste digno de una diosa.
El dolor de aquellas palabras había marchitado permanente un lugar en su corazón y alma.
─Tiene razón, mi señora. No soy digno de usted o de cualquier otra. Soy sólo un pedazo de mierda para ser descargado desnudo en la calle. Perdóneme por ensuciarle.
Y luego él había desaparecido, y durante dos mil años había evitado por cualquier medio el contacto con ella. La única cosa que había aceptado de ella eran frascos de su sangre de modo que él pudiera alimentarse y vivir.
Si se hubiera salido con la suya, nunca la habría visto de nuevo. Pero entonces ella había usado los poderes que había robado de él para crear a los Dark—Hunters bajo el pretexto de utilizarlos a ellos para proteger a la gente de los Daimons que Apolo había creado. La realidad era, que había usado a los Dark—Hunters para atar a Joseph a ella para siempre y obligarlo a acudir y canjear con ella por su libertad.
Ellos eran la única razón que él tenía para hacer cualquier cosa por ella. Ellos y la culpa que sentía por su creación.
Condenados todos por esto.
Pero era el antiguo pasado y era mejor dejado en paz.
─¿Por qué sacas a relucir tales amargos recuerdos ahora, Artemisa?
Y tan pronto como las palabras dejaron sus labios, él tuvo la claridad repentina. ―Tengo un bebé para ti, Joseph.
Joe retrocedió cuando la incredulidad y el dolor le golpearon con fuerza en el estómago.
─El bebé...
Artemisa asintió con la cabeza.
─Ella era tu hija.
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
CAPÍTULO 9
Joseph se tambaleó alejándose de Artemisa cuando su rabia se abrió paso a través de él, con garras muy afiladas. Puso el brazo contra la pared y observó como su piel se volvía azul. Su respiración era rasgada mientras sus dientes crecían en grandes colmillos y su visión se volvía borrosa. Quería desesperadamente la sangre de Artemisa, podía saborearla. Más que eso, quería arrancarle la garganta.
─¡Maldita seas!─gruñó él.
─Intenté decírtelo. Te la di y tú la rechazaste.
Él se giró a ella taladrándola con la mirada.
─Dijiste, ―Tengo un bebé para ti. No ―Tuve a tú bebé, Artemisa. Hay una gran jodida diferencia.
─Pensé que el bebé no era nada más que una ofrenda para ti de uno de tus adoradores, que estabas intentando endosármelo para sustituir a mi sobrino muerto, y tú lo sabías. ─Todas sus doncellas habían llegado a su servicio de esa manera. En aquel entonces, no era nada para las personas dejar niños como ofrendas a los dioses.
Se pasó las manos a través del pelo, cuando más odiados recuerdos surgían y lo atravesaban rasgándolo.
El podía verse otra vez como un joven en el frío trozo de piedra, encadenado y sujetado al lugar por sirvientes mientras el cirujano avanzaba con un escalpelo. Joseph siseó y se encogió ante el doloroso recuerdo.
Su respiración jadeante, se aproximó a Artemisa con las manos apretadas en puños de modo que no empezase a golpearla.
─Ellos me esterilizaron. No hay manera de que pudiera ser padre de un niño. Eso no es posible.
La cara de ella se endureció.
─Como humano eras estéril. Pero en tu veintiún cumpleaños...
Su divinidad se había desencadenado.
Se pasó las manos sobre la cara cuando lo recordó. Todas las cicatrices sobre su cuerpo se habían ido. Físicamente, había sido restaurado.
Obviamente no había sido todo superficial. Esa noche debió haber desecho también su cirugía. Maldición, ¿Cómo había podido ser tan estúpido?
─¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada?
Ella lo fulminó con la mirada.
─Lo intenté. Tú no me escuchabas ni me hablabas, ―te odio Artemisa. Muérete. Eso era todo lo que escuché de ti durante dos mil años.
Joe se rió cuando lo asaltó el amargo dolor. Por una vez, ella tenía razón. Él había sido el que la ignoró. Queridos dioses, ¿Quién habría pensado que eso era lo que ella había estado tratando de decirle?
Peor, ella había mantenido a su hija lejos de él y él la maldecía por ello. Ahora se maldecía a si mismo por ser tan condenadamente ciego y estúpido. ¿Cómo podía no haberlo sabido? ¿Cómo pudo haber permitido que su rabia hacia ella lo cegase en algo tan importante?
Podría matarse a sí mismo por su propia estupidez. Había negado a su propio hijo. Solo los dioses sabían lo que ella debía pensar de él y de su rechazo.
─Eso fue hace once mil años, Artemisa. Sabes, podrías habérmelo mencionado antes de ahora.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
─Quise herirte cuando te la tendí y tú me insultaste y negaste que yo te amara más que nada en este universo. No tienes la menor idea de lo que pasé para evitar que cualquiera supiera que estaba embarazada. Sufrí su nacimiento sola, sin ayuda. Nadie me ayudaría de todas maneras. No debía que tenerla. Lo sabes.
Artemisa todavía estaba intentando herirlo con ese último comentario, pero no iba a dejar que se saliera con la suya.
─¿Entonces por qué lo hiciste?
─Ella era una parte de ti y es mía. La única cosa en mi vida que ha sido puramente mía. No había manera de que no la tuviese. Pero para el tiempo en que volviste a hablarme, ella había crecido. No ví el motivo de perderte por algo de lo que no podía hacer nada cuando ya había hecho todo lo que sabía para hacer que me amaras.
Joe se rió con amargura.
─Estoy feliz por ti, Artie. Tú tuviste a mi hija para amarla y yo no soy nada más que un extraño para ella. Gracias Artie.
─No seas tan arisco. No la tuve tanto tiempo antes de que se fuese a encontrar a mis espaldas con tu madre. Ella es como su padre ─siempre castigándome cuando todo que quería hacer era conservarla.
Él se quedó helado ante sus palabras.
Tienes que estar bromeando...
─Por supuesto que la puta lo sabe. Tuve que darle la protección de mi hija a tu madre para salvarte esa noche en Nueva Orleáns cuando Stryker casi te mata.
Joe ardió de cólera ante ese pensamiento incluso aunque no sabía porqué. El había sido hecho polvo por su madre y Artemisa más veces de las que podía contar. Nunca había habido una mujer en su vida que no le hubiese mentido y traicionado.
Ni una.
Simi había sido la única cosa pura que él había conocido. E incluso ella había ido a sus espaldas para seducir a su mejor amigo. Ella había perdido su inocencia y él había ganado un enemigo el cual ahora no tenía intención de detenerse hasta que Joe estuviese muerto.
O hasta que Joe lo matase a él.
Sí, las mujeres eran las que hacían imposible la entera existencia de Joe. Desearía haber nacido gay así se habría ahorrado siglos de dolor en sus manos.
Pero no había nada que pudiera hacer para cambiar el pasado. Dejando ir un largo, enfadado suspiro, fulminó a Artemisa con la mirada.
—¿Y dónde está ahora mi hija?
─Eso es por lo que estoy aquí. La envié para matar a Harry.
─¡Tú qué!
Artemisa chilló y puso más distancia entre ellos.
─No te preocupes. Ella es demasiado parecida a ti y no lo haría. Así que tuve que llamar a Deimos para hacerlo
Oh, esto iba a ponerse bueno.
─Déjame adivinar. ¿Deimos anda suelto ahora tras ambos?
Ella asintió.
─Le dije que no lastimara a Katra, pero él no escucha. Y de algún modo sabe que ella es mi hija.
Ahora todo eso tenía sentido.
─Me quieres para detener a Deimons.
─Quiero que lo mates.
Él se rió en incredulidad.
─No sacudas la cabeza ante mí.─refunfuñó ella.─Sé que puedes hacerlo. Eres un asesino de dioses. Sus poderes no son nada comparados con los tuyos.
Él la cortó con una letal mirada.
─Oh, no tienes ni idea Artie. No realmente. De hecho, tienes suerte de que no te abra en canal ahora mismo justo donde estás.
─No puedes. Juraste que no lo harías.
─Sí, pero ahora mismo estoy pensando que quizás tu muerte valga la mía. ─No te atreverás.
Él gruñó sabiendo que ella tenía razón. Si él muriera, esto liberaría a su madre sobre el mundo y la humanidad se sumiría en una ardiente llama. Maldito él por preocuparse por eso.
Él dejó escapar un lento suspiro antes de preguntarle a la Reina de ―La Densidad lo obvio.
─¿Cómo puedo proteger a mi hija si tú no me dejas salir de aquí en dos semanas? ─Si Katra te necesita, puedes ir con ella. Pero ella tiene que estar en peligro primero. Ash se detuvo al oír el nombre de su hija por primera vez.
─¿Katra?
En griego significaba ―Pureza
Artemisa asintió.
─Ella se parece a ti.
Levantando su mano, convocó una imagen de la cara de Katra para que él pudiera verla. De algún modo su mente debía haber sabido que ella estaba allí y había estado luchando por decírselo.
─¿La he visto antes?─Preguntó, su voz apenas más que un susurro.
─Solo una vez que yo sepa. Ella salía precipitadamente con otras koris cuando te apareciste de repente. La miraste antes de que yo hiciera que me miraras a mí.
Lo recordaba. Le había chocado el hecho de que una de las koris fuese obviamente tan alta como Artemisa cuando él sabía que Artemisa no permitía tener a ninguna mujer más alta que ella a su alrededor.
─La rubia alta...
─Sí.
Joe tragó el dolor que se hinchaba en su interior. Pensar que había estado tan cerca de ella... lo cortaba profundamente.
─¿Ella sabe de mí?
─Nunca le oculte la identidad de su padre. Ese fue el por qué fue a visitar a tu madre.
Una enferma sensación se asentó profundamente en su estómago. ─¿Qué le dijiste, Artie? ¿Qué yo la rechacé?
Sus ojos se encendieron ante él.
─Sabes, Joseph, también estoy cansada de que me lastimes. Realmente cansada. Si hubieses sido decente conmigo, lo habrías sabido todo acerca de ella. Así que no te atrevas a usar ese tono hostil conmigo. Yo hice lo correcto. Fuiste tú quien la abandonó. Yo estuve allí para ella, criándola, mientras estabas haciendo pucheros".
Haciendo pucheros. Sí. Justamente eso. Había estado aprendiendo a usar sus poderes e intentando controlar a una muy joven Simi que nunca había estado antes en el mundo de los humanos. Esos primeros años después de que Artemisa lo hubiese traído de regreso habían sido duros y aterradores.
Y no había tenido a nadie a quien acudir. Su madre había estado amargada e irracional cada vez que trataba de hablar con ella. Artemisa lo había machacado sin cesar. Si Savitar no hubiese aparecido para mostrarle como canalizar y usar sus poderes, habría estado completamente perdido.
Pero eso era el pasado y no podía cambiarlo. Todo lo que podía hacer era asegurarse de que nadie hiriese a su hija de esa forma.
─¡Simi!
Apenas había terminado de llamarla antes de que Simi apareciera ante él.
Joseph se tambaleó alejándose de Artemisa cuando su rabia se abrió paso a través de él, con garras muy afiladas. Puso el brazo contra la pared y observó como su piel se volvía azul. Su respiración era rasgada mientras sus dientes crecían en grandes colmillos y su visión se volvía borrosa. Quería desesperadamente la sangre de Artemisa, podía saborearla. Más que eso, quería arrancarle la garganta.
─¡Maldita seas!─gruñó él.
─Intenté decírtelo. Te la di y tú la rechazaste.
Él se giró a ella taladrándola con la mirada.
─Dijiste, ―Tengo un bebé para ti. No ―Tuve a tú bebé, Artemisa. Hay una gran jodida diferencia.
─Pensé que el bebé no era nada más que una ofrenda para ti de uno de tus adoradores, que estabas intentando endosármelo para sustituir a mi sobrino muerto, y tú lo sabías. ─Todas sus doncellas habían llegado a su servicio de esa manera. En aquel entonces, no era nada para las personas dejar niños como ofrendas a los dioses.
Se pasó las manos a través del pelo, cuando más odiados recuerdos surgían y lo atravesaban rasgándolo.
El podía verse otra vez como un joven en el frío trozo de piedra, encadenado y sujetado al lugar por sirvientes mientras el cirujano avanzaba con un escalpelo. Joseph siseó y se encogió ante el doloroso recuerdo.
Su respiración jadeante, se aproximó a Artemisa con las manos apretadas en puños de modo que no empezase a golpearla.
─Ellos me esterilizaron. No hay manera de que pudiera ser padre de un niño. Eso no es posible.
La cara de ella se endureció.
─Como humano eras estéril. Pero en tu veintiún cumpleaños...
Su divinidad se había desencadenado.
Se pasó las manos sobre la cara cuando lo recordó. Todas las cicatrices sobre su cuerpo se habían ido. Físicamente, había sido restaurado.
Obviamente no había sido todo superficial. Esa noche debió haber desecho también su cirugía. Maldición, ¿Cómo había podido ser tan estúpido?
─¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada?
Ella lo fulminó con la mirada.
─Lo intenté. Tú no me escuchabas ni me hablabas, ―te odio Artemisa. Muérete. Eso era todo lo que escuché de ti durante dos mil años.
Joe se rió cuando lo asaltó el amargo dolor. Por una vez, ella tenía razón. Él había sido el que la ignoró. Queridos dioses, ¿Quién habría pensado que eso era lo que ella había estado tratando de decirle?
Peor, ella había mantenido a su hija lejos de él y él la maldecía por ello. Ahora se maldecía a si mismo por ser tan condenadamente ciego y estúpido. ¿Cómo podía no haberlo sabido? ¿Cómo pudo haber permitido que su rabia hacia ella lo cegase en algo tan importante?
Podría matarse a sí mismo por su propia estupidez. Había negado a su propio hijo. Solo los dioses sabían lo que ella debía pensar de él y de su rechazo.
─Eso fue hace once mil años, Artemisa. Sabes, podrías habérmelo mencionado antes de ahora.
Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
─Quise herirte cuando te la tendí y tú me insultaste y negaste que yo te amara más que nada en este universo. No tienes la menor idea de lo que pasé para evitar que cualquiera supiera que estaba embarazada. Sufrí su nacimiento sola, sin ayuda. Nadie me ayudaría de todas maneras. No debía que tenerla. Lo sabes.
Artemisa todavía estaba intentando herirlo con ese último comentario, pero no iba a dejar que se saliera con la suya.
─¿Entonces por qué lo hiciste?
─Ella era una parte de ti y es mía. La única cosa en mi vida que ha sido puramente mía. No había manera de que no la tuviese. Pero para el tiempo en que volviste a hablarme, ella había crecido. No ví el motivo de perderte por algo de lo que no podía hacer nada cuando ya había hecho todo lo que sabía para hacer que me amaras.
Joe se rió con amargura.
─Estoy feliz por ti, Artie. Tú tuviste a mi hija para amarla y yo no soy nada más que un extraño para ella. Gracias Artie.
─No seas tan arisco. No la tuve tanto tiempo antes de que se fuese a encontrar a mis espaldas con tu madre. Ella es como su padre ─siempre castigándome cuando todo que quería hacer era conservarla.
Él se quedó helado ante sus palabras.
Tienes que estar bromeando...
─Por supuesto que la puta lo sabe. Tuve que darle la protección de mi hija a tu madre para salvarte esa noche en Nueva Orleáns cuando Stryker casi te mata.
Joe ardió de cólera ante ese pensamiento incluso aunque no sabía porqué. El había sido hecho polvo por su madre y Artemisa más veces de las que podía contar. Nunca había habido una mujer en su vida que no le hubiese mentido y traicionado.
Ni una.
Simi había sido la única cosa pura que él había conocido. E incluso ella había ido a sus espaldas para seducir a su mejor amigo. Ella había perdido su inocencia y él había ganado un enemigo el cual ahora no tenía intención de detenerse hasta que Joe estuviese muerto.
O hasta que Joe lo matase a él.
Sí, las mujeres eran las que hacían imposible la entera existencia de Joe. Desearía haber nacido gay así se habría ahorrado siglos de dolor en sus manos.
Pero no había nada que pudiera hacer para cambiar el pasado. Dejando ir un largo, enfadado suspiro, fulminó a Artemisa con la mirada.
—¿Y dónde está ahora mi hija?
─Eso es por lo que estoy aquí. La envié para matar a Harry.
─¡Tú qué!
Artemisa chilló y puso más distancia entre ellos.
─No te preocupes. Ella es demasiado parecida a ti y no lo haría. Así que tuve que llamar a Deimos para hacerlo
Oh, esto iba a ponerse bueno.
─Déjame adivinar. ¿Deimos anda suelto ahora tras ambos?
Ella asintió.
─Le dije que no lastimara a Katra, pero él no escucha. Y de algún modo sabe que ella es mi hija.
Ahora todo eso tenía sentido.
─Me quieres para detener a Deimons.
─Quiero que lo mates.
Él se rió en incredulidad.
─No sacudas la cabeza ante mí.─refunfuñó ella.─Sé que puedes hacerlo. Eres un asesino de dioses. Sus poderes no son nada comparados con los tuyos.
Él la cortó con una letal mirada.
─Oh, no tienes ni idea Artie. No realmente. De hecho, tienes suerte de que no te abra en canal ahora mismo justo donde estás.
─No puedes. Juraste que no lo harías.
─Sí, pero ahora mismo estoy pensando que quizás tu muerte valga la mía. ─No te atreverás.
Él gruñó sabiendo que ella tenía razón. Si él muriera, esto liberaría a su madre sobre el mundo y la humanidad se sumiría en una ardiente llama. Maldito él por preocuparse por eso.
Él dejó escapar un lento suspiro antes de preguntarle a la Reina de ―La Densidad lo obvio.
─¿Cómo puedo proteger a mi hija si tú no me dejas salir de aquí en dos semanas? ─Si Katra te necesita, puedes ir con ella. Pero ella tiene que estar en peligro primero. Ash se detuvo al oír el nombre de su hija por primera vez.
─¿Katra?
En griego significaba ―Pureza
Artemisa asintió.
─Ella se parece a ti.
Levantando su mano, convocó una imagen de la cara de Katra para que él pudiera verla. De algún modo su mente debía haber sabido que ella estaba allí y había estado luchando por decírselo.
─¿La he visto antes?─Preguntó, su voz apenas más que un susurro.
─Solo una vez que yo sepa. Ella salía precipitadamente con otras koris cuando te apareciste de repente. La miraste antes de que yo hiciera que me miraras a mí.
Lo recordaba. Le había chocado el hecho de que una de las koris fuese obviamente tan alta como Artemisa cuando él sabía que Artemisa no permitía tener a ninguna mujer más alta que ella a su alrededor.
─La rubia alta...
─Sí.
Joe tragó el dolor que se hinchaba en su interior. Pensar que había estado tan cerca de ella... lo cortaba profundamente.
─¿Ella sabe de mí?
─Nunca le oculte la identidad de su padre. Ese fue el por qué fue a visitar a tu madre.
Una enferma sensación se asentó profundamente en su estómago. ─¿Qué le dijiste, Artie? ¿Qué yo la rechacé?
Sus ojos se encendieron ante él.
─Sabes, Joseph, también estoy cansada de que me lastimes. Realmente cansada. Si hubieses sido decente conmigo, lo habrías sabido todo acerca de ella. Así que no te atrevas a usar ese tono hostil conmigo. Yo hice lo correcto. Fuiste tú quien la abandonó. Yo estuve allí para ella, criándola, mientras estabas haciendo pucheros".
Haciendo pucheros. Sí. Justamente eso. Había estado aprendiendo a usar sus poderes e intentando controlar a una muy joven Simi que nunca había estado antes en el mundo de los humanos. Esos primeros años después de que Artemisa lo hubiese traído de regreso habían sido duros y aterradores.
Y no había tenido a nadie a quien acudir. Su madre había estado amargada e irracional cada vez que trataba de hablar con ella. Artemisa lo había machacado sin cesar. Si Savitar no hubiese aparecido para mostrarle como canalizar y usar sus poderes, habría estado completamente perdido.
Pero eso era el pasado y no podía cambiarlo. Todo lo que podía hacer era asegurarse de que nadie hiriese a su hija de esa forma.
─¡Simi!
Apenas había terminado de llamarla antes de que Simi apareciera ante él.
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Capitulo 9 Parte 2
Kat no estaba segura de que decir o hacer. Quería correr hacia él. O, mejor todavía, decir algo. Pero nada le vino a la mente mientras sentía su dolor y pena.
Él permanecía todavía como una estatua, con la mirada vagando sobre el jardín.
De repente jadeó como si su consciencia hubiese vuelto a su cuerpo. Su corazón se detuvo en el instante en que él giró hacia ella y encontró su mirada.
Las lágrimas fluyeron por sus mejillas cuando las emociones la desbordaron. Se las enjuagó enfadada.
─Normalmente no hago esto. Realmente no soy así de emotiva.
Todavía no habló. Simplemente caminó hacia ella como si no pudiese creer lo que estaba viendo. Él se detuvo justo ante ella y se la observó como si fuese un fantasma.
De cerca, parecía mucho más alto. Mucho más poderoso. Se suponía que para una hija era normal sentirse de alguna manera intimidada por su padre. Pero honestamente ella estaba aterrada.
─¿Has tenido una buena vida?─le preguntó en un amable tono.
Esa simple pregunta hizo que llorase más fuerte mientras asentía.
─Solo deseaba una cosa.
─¿Y que era?
─Tú.
Joe no pudo respirar cuando sus propias lágrimas cayeron de sus ojos. Esto lo enfurecía. Él no lloraba. Nunca.
Mas el pensamiento de haberse perdido tanto de la vida de ella, el conocimiento de que era un completo extraño para su hija, lo destrozaba.
¿Cuántos niños había mimado y protegido a lo largo de los siglos? ¿Cuántos había sostenido, deseando tener los propios, pero convencido de que era incapaz de tenerlos? Ahora descubría que durante todo este tiempo había tenido una hija...
Era tan injusto.
Tragó doliéndose por estirarse para tocarla pero tenía miedo de que ella lo apartara al igual que todos en el pasado. Seguramente debería odiarlo por su rechazo. No la culparía si lo hacía. Dios sabía, que él se había sentido de esa manera cuando descubrió quienes eran sus verdaderos padres. Él los había despreciado por no haberle dicho quienes eran, por no estar nunca allí cuando necesitó consuelo y amor.
Hasta ahora, no se había dado cuenta lo difícil que debió haber sido su primer encuentro para su madre.
─Ni siquiera sé que decirte, ─murmuró él.
─Ni yo. Supongo que nos quedaremos justo donde estamos y lloraremos, ¿huh? Él se rió ante su inesperado humor.
Kat se limpió los ojos otra vez.
─¿Puedo abrazarte?
Joe le tendió los brazos, y antes de que pudiera moverse ella corrió hacia él. El sentirla allí cuando envolvió los brazos a su alrededor lo golpeó en lo profundo del alma. Esta era su hija. Su verdadera carne y sangre. Una ola de posesivo orgullo lo atravesó, pero el amor que sentía por ella era suficiente para casi ahogarlo.
Ahora entendía completamente a su madre y su rabia sobre la noche en que ella había descubierto su pasado. Él quería herir a cualquiera que hubiese hecho daño a Katra.
La culpa por no haber estado allí...
Ni una sola vez en la vida de Kat la había cogido. Nunca había llorado y sentido sus consoladoras caricias. Ella había vivido sin saber nada de él que no fuese el hecho de que había donado su ADN para hacerla. Su único consuelo era que él nunca había sabido de su existencia.
¿Cuan peor debió haber sido para su madre saber que estaba ahí afuera, pero no ser capaz de ir hacia él?
─Lo siento tanto, jadeó contra el pelo de Kat mientras acunaba su cabeza en su palma. ─No lo sabía.
─Lo sé.
Aún así quería que ella entendiese cuando lo sentía. ─¿Por qué no viniste a mí?
─Cuando era pequeña tenía miedo de que estuvieses enfadado conmigo. Cada vez que te veía venir aquí, estabas siempre tan enfadado. Odiabas a Artemisa y tenía miedo de que me odiases a mí por atarte a ella.
Él la apartó y ahuecó su cara en las manos.
─Nunca podría odiarte.
Kat había esperado toda su vida por oír esas palabras, cuando sus ojos se llenaron con más lágrimas. Sentir el contacto de su padre. Era casi tan dulce como se lo había imaginado.
─Te quiero papá.
Joe dejó escapar un sollozo cuando el dolor lo destrozaba. Esas palabras irrumpieron a través de cada fibra de su ser.
─Lo siento tanto, Katra.
─Yo también. Debía habértelo dicho. Lo sé. Pero realmente no sabía que le harías a Mamá. Temía que la mataras.
Él le dedicó una amarga sonrisa.
─Probablemente lo hiciera.─él sacudió la cabeza mientras bajaba y subía su mirada por ella.─Eres tan hermosa. Desearía haberte visto de niña.
Ella le dedicó una coqueta sonrisa.
─No te perdiste mucho. Tenía dientes de conejo y pelo de estropajo.
Él se rió.
─Lo dudo mucho.
─Es verdad, y era realmente horrorosa como preadolescente. Alta y desgarbada. Me golpeaba la cabeza con todo. Todavía lo hago algunas veces.
Él sacudió la cabeza ante ella.
─Eres mi hija.
─Seguro, ─bufó ella. ─No puedo imaginarte a ti sin coordinación.
─Oh, te aseguro que me llevado por delante bastantes señales con la frente. Es asombroso que la palabra ―Salida no esté impresa justo entre mis ojos.
Su melódica risa inundó sus oídos e hizo que le doliera el corazón.
Joe no podía creer cuando parecidas eran sus gestos a los de él. Era casi como mirarse en un espejo y ver la cara de alguien en su lugar.
Pero su alegría fue cortada por otro temor cuando se dio cuenta de cuan parecidos eran los dos y lo que quizás hubiese significado para Katra al crecer.
─¿Tu madre ha sido buena para ti?
Una lenta sonrisa cruzó su cara.
─Para ella, sí. Quiero decir, a parte del hecho de que no podía llamarle Matisera a menos que estuviésemos solas, fue realmente buena.
Cuan horrible nunca ser capaz de reconocer a Artemisa como su madre en público. El conocía bien ese dolor y lo enfadaba todavía más que Artemisa, habiéndoselo hecho a él, también se lo hiciera a su hija. ¿Cuan egoísta puede ser una persona?
─¿Fue cariñosa contigo?
Kat tragó ante su pregunta y sabía exactamente lo que quería decir. Él tenía miedo de que su madre hubiese sido fría con ella. Pero a pesar de los defectos de Artemisa, ese nunca había sido el caso.
Queriendo tranquilizar su mente, Kat tomó su mano en las de ella y cerró los ojos para así poder mostrárselo.
Joe se sobresaltó cuando vio los recuerdos de Kat en su mente. No tendría más de siete años y estaba sola con su madre en el dormitorio de Artemisa. Ellas estaban enroscadas juntas en la cama de Artemisa.
Katra frunció el ceño cuando tendió una diminuta mano a la mojada mejilla de Artemisa.
─¿Por qué lloras, Matisera?
─Eres demasiado joven para entenderlo, mi pequeñita.
─Entonces dime por que lloras y no lo entenderé. Entonces te sentirás mejor y serás feliz otra vez.
Artemisa sonrió a través de las lágrimas mientras subía la manta alrededor de los hombros de Kat.
─Cometí un terrible error.
Su joven frente estaba arrugada con perplejidad
.
Kat no estaba segura de que decir o hacer. Quería correr hacia él. O, mejor todavía, decir algo. Pero nada le vino a la mente mientras sentía su dolor y pena.
Él permanecía todavía como una estatua, con la mirada vagando sobre el jardín.
De repente jadeó como si su consciencia hubiese vuelto a su cuerpo. Su corazón se detuvo en el instante en que él giró hacia ella y encontró su mirada.
Las lágrimas fluyeron por sus mejillas cuando las emociones la desbordaron. Se las enjuagó enfadada.
─Normalmente no hago esto. Realmente no soy así de emotiva.
Todavía no habló. Simplemente caminó hacia ella como si no pudiese creer lo que estaba viendo. Él se detuvo justo ante ella y se la observó como si fuese un fantasma.
De cerca, parecía mucho más alto. Mucho más poderoso. Se suponía que para una hija era normal sentirse de alguna manera intimidada por su padre. Pero honestamente ella estaba aterrada.
─¿Has tenido una buena vida?─le preguntó en un amable tono.
Esa simple pregunta hizo que llorase más fuerte mientras asentía.
─Solo deseaba una cosa.
─¿Y que era?
─Tú.
Joe no pudo respirar cuando sus propias lágrimas cayeron de sus ojos. Esto lo enfurecía. Él no lloraba. Nunca.
Mas el pensamiento de haberse perdido tanto de la vida de ella, el conocimiento de que era un completo extraño para su hija, lo destrozaba.
¿Cuántos niños había mimado y protegido a lo largo de los siglos? ¿Cuántos había sostenido, deseando tener los propios, pero convencido de que era incapaz de tenerlos? Ahora descubría que durante todo este tiempo había tenido una hija...
Era tan injusto.
Tragó doliéndose por estirarse para tocarla pero tenía miedo de que ella lo apartara al igual que todos en el pasado. Seguramente debería odiarlo por su rechazo. No la culparía si lo hacía. Dios sabía, que él se había sentido de esa manera cuando descubrió quienes eran sus verdaderos padres. Él los había despreciado por no haberle dicho quienes eran, por no estar nunca allí cuando necesitó consuelo y amor.
Hasta ahora, no se había dado cuenta lo difícil que debió haber sido su primer encuentro para su madre.
─Ni siquiera sé que decirte, ─murmuró él.
─Ni yo. Supongo que nos quedaremos justo donde estamos y lloraremos, ¿huh? Él se rió ante su inesperado humor.
Kat se limpió los ojos otra vez.
─¿Puedo abrazarte?
Joe le tendió los brazos, y antes de que pudiera moverse ella corrió hacia él. El sentirla allí cuando envolvió los brazos a su alrededor lo golpeó en lo profundo del alma. Esta era su hija. Su verdadera carne y sangre. Una ola de posesivo orgullo lo atravesó, pero el amor que sentía por ella era suficiente para casi ahogarlo.
Ahora entendía completamente a su madre y su rabia sobre la noche en que ella había descubierto su pasado. Él quería herir a cualquiera que hubiese hecho daño a Katra.
La culpa por no haber estado allí...
Ni una sola vez en la vida de Kat la había cogido. Nunca había llorado y sentido sus consoladoras caricias. Ella había vivido sin saber nada de él que no fuese el hecho de que había donado su ADN para hacerla. Su único consuelo era que él nunca había sabido de su existencia.
¿Cuan peor debió haber sido para su madre saber que estaba ahí afuera, pero no ser capaz de ir hacia él?
─Lo siento tanto, jadeó contra el pelo de Kat mientras acunaba su cabeza en su palma. ─No lo sabía.
─Lo sé.
Aún así quería que ella entendiese cuando lo sentía. ─¿Por qué no viniste a mí?
─Cuando era pequeña tenía miedo de que estuvieses enfadado conmigo. Cada vez que te veía venir aquí, estabas siempre tan enfadado. Odiabas a Artemisa y tenía miedo de que me odiases a mí por atarte a ella.
Él la apartó y ahuecó su cara en las manos.
─Nunca podría odiarte.
Kat había esperado toda su vida por oír esas palabras, cuando sus ojos se llenaron con más lágrimas. Sentir el contacto de su padre. Era casi tan dulce como se lo había imaginado.
─Te quiero papá.
Joe dejó escapar un sollozo cuando el dolor lo destrozaba. Esas palabras irrumpieron a través de cada fibra de su ser.
─Lo siento tanto, Katra.
─Yo también. Debía habértelo dicho. Lo sé. Pero realmente no sabía que le harías a Mamá. Temía que la mataras.
Él le dedicó una amarga sonrisa.
─Probablemente lo hiciera.─él sacudió la cabeza mientras bajaba y subía su mirada por ella.─Eres tan hermosa. Desearía haberte visto de niña.
Ella le dedicó una coqueta sonrisa.
─No te perdiste mucho. Tenía dientes de conejo y pelo de estropajo.
Él se rió.
─Lo dudo mucho.
─Es verdad, y era realmente horrorosa como preadolescente. Alta y desgarbada. Me golpeaba la cabeza con todo. Todavía lo hago algunas veces.
Él sacudió la cabeza ante ella.
─Eres mi hija.
─Seguro, ─bufó ella. ─No puedo imaginarte a ti sin coordinación.
─Oh, te aseguro que me llevado por delante bastantes señales con la frente. Es asombroso que la palabra ―Salida no esté impresa justo entre mis ojos.
Su melódica risa inundó sus oídos e hizo que le doliera el corazón.
Joe no podía creer cuando parecidas eran sus gestos a los de él. Era casi como mirarse en un espejo y ver la cara de alguien en su lugar.
Pero su alegría fue cortada por otro temor cuando se dio cuenta de cuan parecidos eran los dos y lo que quizás hubiese significado para Katra al crecer.
─¿Tu madre ha sido buena para ti?
Una lenta sonrisa cruzó su cara.
─Para ella, sí. Quiero decir, a parte del hecho de que no podía llamarle Matisera a menos que estuviésemos solas, fue realmente buena.
Cuan horrible nunca ser capaz de reconocer a Artemisa como su madre en público. El conocía bien ese dolor y lo enfadaba todavía más que Artemisa, habiéndoselo hecho a él, también se lo hiciera a su hija. ¿Cuan egoísta puede ser una persona?
─¿Fue cariñosa contigo?
Kat tragó ante su pregunta y sabía exactamente lo que quería decir. Él tenía miedo de que su madre hubiese sido fría con ella. Pero a pesar de los defectos de Artemisa, ese nunca había sido el caso.
Queriendo tranquilizar su mente, Kat tomó su mano en las de ella y cerró los ojos para así poder mostrárselo.
Joe se sobresaltó cuando vio los recuerdos de Kat en su mente. No tendría más de siete años y estaba sola con su madre en el dormitorio de Artemisa. Ellas estaban enroscadas juntas en la cama de Artemisa.
Katra frunció el ceño cuando tendió una diminuta mano a la mojada mejilla de Artemisa.
─¿Por qué lloras, Matisera?
─Eres demasiado joven para entenderlo, mi pequeñita.
─Entonces dime por que lloras y no lo entenderé. Entonces te sentirás mejor y serás feliz otra vez.
Artemisa sonrió a través de las lágrimas mientras subía la manta alrededor de los hombros de Kat.
─Cometí un terrible error.
Su joven frente estaba arrugada con perplejidad
.
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Capitulo 9 Parte 3
─Pero tú eres una diosa. No puedes cometer errores.
Artemisa tomó la pequeña mano de Kat en las suyas y depositó un tierno beso en ella.
─Créeme, pequeñita. Todo el mundo comete errores. Incluso los dioses, y los nuestros son mucho peores que los de esos humanos. Al contrario que los humanos, nosotros no sufrimos solos. Sino que compartimos el dolor con miles. Por eso debes aprender a ser como tu padre. Contener tus lágrimas y enfado. Intentar no castigar a los que amas.
─Pero tú no me castigas, Matisera.
Artemisa la besó en la frente.
─No, Katra, no lo hago. Yo quiero a mi pequeño tesoro.
Todavía Katra parecía confundida por las lágrimas de su madre.
─¿Yo soy tu error, Matisera?
─¡Oh, gran Olimpo, no! ¿Por qué piensas si quiera eso, hija?
─Por que nadie puede saber acerca de mí. ¿No se supone que ocultas tus errores?
─Oh, bebé, no. Eso no es por lo que te tengo oculta. Es solo que no quiero compartirte con nadie.
Kat se rascó la diminuta cabeza.
─¿Crees que mi padre me querrá?
Artemisa frotó su nariz contra la de Kat antes de responder.
─Tu padre te querrá incluso más de lo que lo hago yo. Él te despertaría con cosquillas y besos y te mandaría a la cama con un cálido abrazo.
─¿Entonces por qué no lo buscamos?
La tristeza volvió a la cara de Artemisa.
─Por que él me odia y no quiere nada conmigo.
─¿Por qué te odiaría nadie, Matisera? Tú eres maravillosa y amable. Cariñosa. No puedo imaginar por que alguien no podría ver eso de ti.
Artemisa alisó sus rizos rubios.
─Me equivoqué con él, Katra. Mucho. ─Ella suspiró con pesar─Una vez tuve el mundo entero en mi mano y no lo supe. Dejé que mi estupidez me cegara y lo perdí.
─Entonces dile que lo sientes.
─Como tu padre suele decir, hay algunas cosas que un ―lo siento‖ no pueden reparar. Algunos dolores corren demasiado profundo para ser sanados por algo tan simple como las palabras, sin importar lo mucho que signifiquen.
Kat se incorporó en la cama.
─Pero yo puedo sanarlo todo. Pondré mi mano sobre su corazón y haré que todo sea mejor. Entonces él te querrá otra vez.
Artemisa la acercó a ella y la mantuvo abrazada.
─Mi pequeño tesoro. Cuando desearía que pudieses hacerlo. Pero está bien. El me dio a ti, y yo puedo amarte sin arrepentirme.
Kat liberó a Joe y apartó sus pensamientos de ese recuerdo.
─Ella no siempre fue una madre perfecta, pero yo no podría haberlo hecho mucho mejor. Y incluso aunque es menos que perfecta, siempre he sabido que ella me quiere.
Joe no pudo hablar mientras la imagen de ellas lo rondaba. Ese era un lado de Artemisa que él había olvidado que existía. Desde el día en que Artemisa lo había traído de regreso de la muerte, ella lo había castigado por el hecho de que ella lo amaba.
Ella lo tiraba en su cama para utilizar su cuerpo y después lo alejaba de una patada una vez hubiesen terminado. Incluso cuando él la había amado, su amor por él había sido egoísta.
Ella lo había culpado por todo. Pero al principio, había sido amable con él. Hubo un tiempo en el que lo abrazó y se rió con él de nada y de todo. Ahora no podía recordar la última vez que se hubiesen reído de nada. La última vez que ella le había acariciado sin otra razón que la de tenerlo cerca.
La pérdida de esa amistad todavía le dolía.
Él tomó la mano de Kat en las suyas.
─Me alegro que su enfado conmigo nunca te salpicase.
Ella le dedicó una pícara sonrisa.
─También yo. ─ella se estiró y le apartó un mechón de pelo de la cara.─No puedo creer que esto sea real. Que estés aquí, mirándome.
Ni el tampoco. Era surrealista.
Si no fuese por una peculiaridad del destino, ellos no estarían ahora allí.
Lo cual le trajo otra pregunta.
─¿Por qué estabas con mi madre en el jardín?
─Estoy intentando ayudar a Harry a luchar con los gallu y los Dimme. Él tiene un hermano...
─Zakar.
No sabía por qué, pero le sorprendía que él supiese de Zakar.
─¿Lo conoces?
Joe asintió.
─Me encontré con él algunas veces. Es un tío bastante decente.
Era bueno saberlo. La última cosa que necesitaba era liberar otro enemigo en el mundo.
─Bueno, él está desaparecido. Uno de los gallu dijo que ellos lo tenían prisionero. Harry necesita saber si eso es verdad.
─¿Mi madre te ayudó a encontrarlo?
─Vimos algo, pero no sé si era él o no. Estaba borroso.
─Sí, el sfora tiene esos momentos. ─se llevó la mano bajo el pelo y se quitó su collar. Era una pequeña bola de cristal roja, y no fue hasta que la puso alrededor del su cuello que ella se dio cuenta que era una diminuta sfora. ─Es un poco más fuerte que la charca. Esta tiene una parte de mí.
Con el corazón martilleando, cerró su mano alrededor de esta, incapaz de creer que él le hubiese dado algo tan valioso. Con su ADN en ello, ella podía no solo ver lo que necesitaba, sino también destruirle.
Dada en cuan poca gente confiaba, ella entendió el total significado de su regalo. Él dio un paso atrás.
─Dile lo que necesitas y te guiará a ello.
─Gracias.
Él inclinó la cabeza ante ella.
Sonriéndole, Kat se puso de puntillas y lo besó en la mejilla.
Joe no podía respirar cuando sintió su suave beso. El beso de su hija. Era tierno y dulce e hizo que una ola de amor que solo había conocido cuando Simi estaba cerca de él se extendiera por su interior.
Él quería abrazar a Kat contra él, pero era demasiado mayor para ser tratada igual que una niña. Su hija había crecido y tenía que respetarla como una mujer.
─Ten cuidado, ─le susurró al oído.
─Tú también.
Joe dio un paso atrás e hizo la cosa más dura que había hecho nunca. Dejó ir la mano de su hija.
─Si me necesitas, llámame y acudiré a ti sin importar lo que cueste.
─Lo sé... Gracias, Papi.
Con lágrimas en los ojos, vio como se desvanecía y le dejaba otra vez solo en la habitación de Artemisa. Se limpió los ojos con el dorso de la mano.
Tengo una hija...
Parecía tan increíble.
─¿Estás enfadado conmigo, Apostolos?
Él apretó los dientes ante el sonido de la voz de su madre en su cabeza.
─No, Metera. Solo me duele que me hayas mantenido alejada de mí.
─Preferiría que estuvieses enfadado conmigo. Tu dolor me lastima.
─Lo siento.
─¿Por qué te disculpas cuando yo soy la única culpable?
─Por que yo nunca te lastimaría por nada.
Su madre apareció ante él entonces como una pálida sombra.
─Ven a casa, Apostolos. Libérame y te aseguro que nunca te harán daño otra vez. ─No puedo, Metera. Tú lo sabes.
Ella dejó escapar un cansado suspiro.
─Un día, mi niño, aferrarás el destino para el que has nacido.
Joe esperaba que no. Si lo hacía, el mundo se acabaría.
Kat volvió a aparecer en el penthouse de Harry. Él estaba justo donde lo había dejado al lado de la barra, viéndose magnífico.
Él se levantó del asiento del bar y cruzó la corta distancia entre ellos. Ella podía ver la preocupación en sus ojos.
─¿Lo encontraste?─preguntó ansioso.
─Pero tú eres una diosa. No puedes cometer errores.
Artemisa tomó la pequeña mano de Kat en las suyas y depositó un tierno beso en ella.
─Créeme, pequeñita. Todo el mundo comete errores. Incluso los dioses, y los nuestros son mucho peores que los de esos humanos. Al contrario que los humanos, nosotros no sufrimos solos. Sino que compartimos el dolor con miles. Por eso debes aprender a ser como tu padre. Contener tus lágrimas y enfado. Intentar no castigar a los que amas.
─Pero tú no me castigas, Matisera.
Artemisa la besó en la frente.
─No, Katra, no lo hago. Yo quiero a mi pequeño tesoro.
Todavía Katra parecía confundida por las lágrimas de su madre.
─¿Yo soy tu error, Matisera?
─¡Oh, gran Olimpo, no! ¿Por qué piensas si quiera eso, hija?
─Por que nadie puede saber acerca de mí. ¿No se supone que ocultas tus errores?
─Oh, bebé, no. Eso no es por lo que te tengo oculta. Es solo que no quiero compartirte con nadie.
Kat se rascó la diminuta cabeza.
─¿Crees que mi padre me querrá?
Artemisa frotó su nariz contra la de Kat antes de responder.
─Tu padre te querrá incluso más de lo que lo hago yo. Él te despertaría con cosquillas y besos y te mandaría a la cama con un cálido abrazo.
─¿Entonces por qué no lo buscamos?
La tristeza volvió a la cara de Artemisa.
─Por que él me odia y no quiere nada conmigo.
─¿Por qué te odiaría nadie, Matisera? Tú eres maravillosa y amable. Cariñosa. No puedo imaginar por que alguien no podría ver eso de ti.
Artemisa alisó sus rizos rubios.
─Me equivoqué con él, Katra. Mucho. ─Ella suspiró con pesar─Una vez tuve el mundo entero en mi mano y no lo supe. Dejé que mi estupidez me cegara y lo perdí.
─Entonces dile que lo sientes.
─Como tu padre suele decir, hay algunas cosas que un ―lo siento‖ no pueden reparar. Algunos dolores corren demasiado profundo para ser sanados por algo tan simple como las palabras, sin importar lo mucho que signifiquen.
Kat se incorporó en la cama.
─Pero yo puedo sanarlo todo. Pondré mi mano sobre su corazón y haré que todo sea mejor. Entonces él te querrá otra vez.
Artemisa la acercó a ella y la mantuvo abrazada.
─Mi pequeño tesoro. Cuando desearía que pudieses hacerlo. Pero está bien. El me dio a ti, y yo puedo amarte sin arrepentirme.
Kat liberó a Joe y apartó sus pensamientos de ese recuerdo.
─Ella no siempre fue una madre perfecta, pero yo no podría haberlo hecho mucho mejor. Y incluso aunque es menos que perfecta, siempre he sabido que ella me quiere.
Joe no pudo hablar mientras la imagen de ellas lo rondaba. Ese era un lado de Artemisa que él había olvidado que existía. Desde el día en que Artemisa lo había traído de regreso de la muerte, ella lo había castigado por el hecho de que ella lo amaba.
Ella lo tiraba en su cama para utilizar su cuerpo y después lo alejaba de una patada una vez hubiesen terminado. Incluso cuando él la había amado, su amor por él había sido egoísta.
Ella lo había culpado por todo. Pero al principio, había sido amable con él. Hubo un tiempo en el que lo abrazó y se rió con él de nada y de todo. Ahora no podía recordar la última vez que se hubiesen reído de nada. La última vez que ella le había acariciado sin otra razón que la de tenerlo cerca.
La pérdida de esa amistad todavía le dolía.
Él tomó la mano de Kat en las suyas.
─Me alegro que su enfado conmigo nunca te salpicase.
Ella le dedicó una pícara sonrisa.
─También yo. ─ella se estiró y le apartó un mechón de pelo de la cara.─No puedo creer que esto sea real. Que estés aquí, mirándome.
Ni el tampoco. Era surrealista.
Si no fuese por una peculiaridad del destino, ellos no estarían ahora allí.
Lo cual le trajo otra pregunta.
─¿Por qué estabas con mi madre en el jardín?
─Estoy intentando ayudar a Harry a luchar con los gallu y los Dimme. Él tiene un hermano...
─Zakar.
No sabía por qué, pero le sorprendía que él supiese de Zakar.
─¿Lo conoces?
Joe asintió.
─Me encontré con él algunas veces. Es un tío bastante decente.
Era bueno saberlo. La última cosa que necesitaba era liberar otro enemigo en el mundo.
─Bueno, él está desaparecido. Uno de los gallu dijo que ellos lo tenían prisionero. Harry necesita saber si eso es verdad.
─¿Mi madre te ayudó a encontrarlo?
─Vimos algo, pero no sé si era él o no. Estaba borroso.
─Sí, el sfora tiene esos momentos. ─se llevó la mano bajo el pelo y se quitó su collar. Era una pequeña bola de cristal roja, y no fue hasta que la puso alrededor del su cuello que ella se dio cuenta que era una diminuta sfora. ─Es un poco más fuerte que la charca. Esta tiene una parte de mí.
Con el corazón martilleando, cerró su mano alrededor de esta, incapaz de creer que él le hubiese dado algo tan valioso. Con su ADN en ello, ella podía no solo ver lo que necesitaba, sino también destruirle.
Dada en cuan poca gente confiaba, ella entendió el total significado de su regalo. Él dio un paso atrás.
─Dile lo que necesitas y te guiará a ello.
─Gracias.
Él inclinó la cabeza ante ella.
Sonriéndole, Kat se puso de puntillas y lo besó en la mejilla.
Joe no podía respirar cuando sintió su suave beso. El beso de su hija. Era tierno y dulce e hizo que una ola de amor que solo había conocido cuando Simi estaba cerca de él se extendiera por su interior.
Él quería abrazar a Kat contra él, pero era demasiado mayor para ser tratada igual que una niña. Su hija había crecido y tenía que respetarla como una mujer.
─Ten cuidado, ─le susurró al oído.
─Tú también.
Joe dio un paso atrás e hizo la cosa más dura que había hecho nunca. Dejó ir la mano de su hija.
─Si me necesitas, llámame y acudiré a ti sin importar lo que cueste.
─Lo sé... Gracias, Papi.
Con lágrimas en los ojos, vio como se desvanecía y le dejaba otra vez solo en la habitación de Artemisa. Se limpió los ojos con el dorso de la mano.
Tengo una hija...
Parecía tan increíble.
─¿Estás enfadado conmigo, Apostolos?
Él apretó los dientes ante el sonido de la voz de su madre en su cabeza.
─No, Metera. Solo me duele que me hayas mantenido alejada de mí.
─Preferiría que estuvieses enfadado conmigo. Tu dolor me lastima.
─Lo siento.
─¿Por qué te disculpas cuando yo soy la única culpable?
─Por que yo nunca te lastimaría por nada.
Su madre apareció ante él entonces como una pálida sombra.
─Ven a casa, Apostolos. Libérame y te aseguro que nunca te harán daño otra vez. ─No puedo, Metera. Tú lo sabes.
Ella dejó escapar un cansado suspiro.
─Un día, mi niño, aferrarás el destino para el que has nacido.
Joe esperaba que no. Si lo hacía, el mundo se acabaría.
Kat volvió a aparecer en el penthouse de Harry. Él estaba justo donde lo había dejado al lado de la barra, viéndose magnífico.
Él se levantó del asiento del bar y cruzó la corta distancia entre ellos. Ella podía ver la preocupación en sus ojos.
─¿Lo encontraste?─preguntó ansioso.
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Bno chicas hay les coloq los caps q les prometi asi q espero y comenten muchoo las quieroooo
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
lloré, hermoso, hermoso, hermoso sin duda alguna hahhaa Joe ya sabe de Kat awwww
SÍGUELA PRONTO PLIS!!!!!!!!!!!!!!
Monse_Jonas
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Q paso solo a monse le gusto el maraton???
issadanger
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Llore con el rencuentro de Joe y Kath!!!!!.... Aaaiii el se merece un poco de felicidad!!!!!...... Y que mejor que con su hija!!!!!....... Aaaaaaaaahhh a mi me encanto!!!!!!..... Así que sigue!!!!!...... Y descuida se que tardaré a veces en comentar pero tarde comentaré!!!!!!!
chelis
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Se encontraron ? *-* oh por diosssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss sdfghlñ que herrrmoso :') dfghjñ siguelaaa <3
Feer :)x.
Re: EL DIABLO TAMBIEN PUEDE LLORAR - HARRY Y KATRA
Capitulo 9 Parte 4
Ella sacudió la cabeza ante la ironía. Había ido para encontrar a su hermano y en vez de eso había encontrado a su padre.
─No exactamente. Pero mi padre me dio esto.─Ella alzó la diminuta bola de cristal roja sobre su pecho para que Sin pudiera verla.─Dice que nos guiará a Zakar.
Un profundo ceño le arrugó la frente.
─¿Conociste a tu padre?
Ella asintió.
─¿Estás bien?─su preocupación la entibió más de lo que debería. Eso la tocaba.
─Sí. En una extraña manera. Creo que lo estoy.
Él se acercó a ella lentamente y colocó las manos sobre sus hombros.─¿Estás segura?
─Sí, de veras.
Había una ternura en su cara que no debería si quiera empezar a afectarla. Pero eso solo fue hasta su siguiente pregunta.
─¿Mató a Artemisa?
Bueno, eso era ciertamente un ah humor asesino que no ayudaba por la ansiedad en su tono.
─¡Harry!
─¿Qué?─preguntó él, su cara una máscara de inocencia. ─Era una pregunta legítima. Espero que le corte la cabeza y la estaque sobre un palo.
¡Hombres! O más concretamente ¡Sin! Él era terrible.
─Siento desilusionarte, pero ella todavía está respirando.
─Demonios, ─dijo en voz baja. ─¿Solo por una vez no podía darle a esa─ Ella arqueó una ceja a modo de advertencia antes de que usase el sustantivo que ella detestaba.
─Mujer, ─dijo él con una expresión que le dejaba claro lo resentido que estaba por
usar esa palabra, ─lo que se merece?
─¿Castigarías a la madre de tu hija?
No bien habían salido esas palabras de su boca cuando se dio cuenta de que le había golpeado un duro punto en su corazón. Podía sentir su dolor y esto la aguijoneaba profundamente.
Honestamente, se veía como si lo hubiese hundido.
─Harry…─ella dio un paso hacia él, pero él se apartó rápidamente.
─Tenemos que encontrar a Zakar, ─dijo desde entre los apretados dientes.
─Harry, no cambies de tema. Quiero saber que está mal. ¿Por qué te ha herido mi comentario?
─Digamos que me abriste los ojos con un comentario y déjalo así.
Pero ella no quería dejarlo así. Quería entenderle.
─Se que tú esposa te engañó. Lo ví.
─Y ahora ya sabes por que nunca la maté. Ella era la madre de mis hijos. ¿Alguna otra llaga a la que desees echar sal? Fui humillado una vez cuando traté de usar mis poderes por primera vez cuando era niño. En vez de elevarme sobre la montaña, me caí y me raspé la barbilla. ¿De todas formas por qué no me llamamos incompetente? Te aseguro que es mucho menos vergonzoso que ser un dios de la fertilidad que no puede satisfacer a su propia esposa.
Así que esa era la fuente de ello. . .
Su vergüenza hacía que se doliera por él. Ella ahuecó su cara en las manos y lo miró fijamente para que pudiera ver su sinceridad.
─Y habiendo estado en tu cama, yo puedo decir honestamente que tuvo que haber algo definitivamente mal con una mujer que no fuese satisfecha por ti. Quizá era un defecto de nacimiento.
Él la miró con ojos entrecerrados. Incluso así, ella podía sentir el confort que sus palabras le habían dado. Él la alcanzó y cubrió sus manos con las de él.
─ No puedo creer que estés relacionada con esa… ¿Cuál fue el término que usó Simi? ¿Diosa—perra?
Ella puso los ojos en blanco.
─Lo sé. Soy la versión diluida y tienes suerte por ello.
El tomó su mano derecha y depositó un tierno beso en sus nudillos.
─Gracias, Kat.
─Hey, yo nunca digo nada que no quiera decir. Es una maldición que heredé de mi padre.
Harry sonrió.
─No creo que sea una maldición tanto como es refrescante.
Su corazón se aceleró ante la luz en sus oscuros ojos dorados. Ella tenía un mal presentimiento en lo que a él concernía. Había algo acerca suyo que encontraba tan confortante y no sabía siquiera por qué. Algo acerca de él simplemente la atraía. Quería borrar el dolor de su mirada, y al mismo tiempo él le daba tanto, sin hacer nada más que mirarla como lo estaba haciendo ahora mismo. Eso la ponía incómoda. Le pasó el pulgar sobre dedos antes de retroceder un paso. Bajando la mirada, cogió la pequeña sfora.
─No sé si esto funcionará pero, ¿Estás listo para intentarlo?
─Más que listo.
Kat cerró los ojos y convocó a Simi y Xirena a su lado. Sin puso rígido cuando ellas
aparecieron en la habitación con aspecto un poco mosqueado.
Kat sonrió ante él y sus reservas.
─Tenemos que entrar en quien sabe qué. Aunque sé que puedes patear con fuerza el culo de cualquier demonio y yo puedo patear más culos de demonios, me gusta la idea de tener un par de calvarios en nuestras espaldas. Especialmente desde que probablemente están hambrientas.
Él sacudió la cabeza pero no dijo nada.
─¿A dónde vamos, akra—Kat?─preguntó Simi.
─¿Comida?─preguntó Xirena esperanzada.─Ver todos esos Diamonique me ha
dado hambre.
Kat arrugó la nariz ante Xirena.
─Conociendo mi suerte, habrá muchos gallu para que cenéis placenteramente esta noche.
Xirena y Simi chocaron sus manos encantadas.
Kat rió antes de cubrir la sfora con la mano.
─De acuerdo, tíos.
─Abrochaos los cinturones de seguridad. Esto podría ser muy bien un movido paseo". Ella se concentró y esperó sin respirar.
No sucedió nada.
─No lo estás haciendo bien, ─dijo Simi petulante. ─Akra—Kat tienes que sacártelo, ponerlo en la palma, y pensar en quien estás intentando encontrar.
─Oh. ─ella se volvió a mirar a Sin. ─¿Tu hermano se parece a ti?
─Ya que somos gemelos…sí.
─De acuerdo. Marchando un dios sumerio sexy. ─Kat se sacó el collar y cerró su palma alrededor del orbe. Tan pronto como empezó a imaginarse a Harry en su mente con el nombre de Zakar, el orbe empezó a brillar. Los rayos estallaron de entre sus dedos y bailaron en las paredes igual que una luz estroboscopica.
Entonces la luz roja la acompasó. Dos segundos después, estaban en una húmeda cueva. Por el fuerte olor del barro, parecía estar profundamente bajo tierra. La luz del sfora se desvaneció y los dejó encerraron en la oscuridad. De hecho, era tan oscuro que la única manera en la que podía ver a Simi y Xirena era por sus resplandecientes ojos. El silencio sólo era roto por el sonido de molestas y fuertes respiraciones. Kat intentó mirar a través de la oscuridad a la fuente del sonido, pero sus ojos no podían enfocarlo del todo.
Se estiró y sintió el bíceps de Harry bajo su mano.
Harry levantó su mano y una pequeña llama apareció desde su palma de modo que pudieron ver en la oscuridad.
Al principio todo lo que pudieron ver fue las paredes de barro de la cueva. Entonces la respiración se detuvo.
Y también la de ella.
Allí sobre el otro lado de la cueva estaba el cuerpo de un hombre tendido sobre una losa de piedra. Pero eso no era lo que la horrorizó. Era como había sido tendido. Su hombro izquierdo estaba sujeto a la losa por una espada que había sido enterrada a través de su cuerpo hasta la empuñadura en la piedra. Su brazo derecho había sido levantado y una espada más pequeña atravesaba su muñeca para fijarlo. Sus piernas habían puestas de en una forma parecida, sólo que las espadas habían sido
clavadas a través de las partes carnosas de sus pantorrillas. La bilis le subió a la garganta cuando se movieron hacia él. Harry estaba callado, pero ella podía sentir la rabia circulando a través de él. Y una vez que estuvieron bastante cerca, vio la sangre que manaba de las heridas y las cicatrices que estropeaban cada pulgada del cuerpo desnudo del hombre. Su pelo estaba enredado y largo, como si hubiesen pasado años desde que alguien lo hubiese lavado o peinado.
Ella sacudió la cabeza ante la ironía. Había ido para encontrar a su hermano y en vez de eso había encontrado a su padre.
─No exactamente. Pero mi padre me dio esto.─Ella alzó la diminuta bola de cristal roja sobre su pecho para que Sin pudiera verla.─Dice que nos guiará a Zakar.
Un profundo ceño le arrugó la frente.
─¿Conociste a tu padre?
Ella asintió.
─¿Estás bien?─su preocupación la entibió más de lo que debería. Eso la tocaba.
─Sí. En una extraña manera. Creo que lo estoy.
Él se acercó a ella lentamente y colocó las manos sobre sus hombros.─¿Estás segura?
─Sí, de veras.
Había una ternura en su cara que no debería si quiera empezar a afectarla. Pero eso solo fue hasta su siguiente pregunta.
─¿Mató a Artemisa?
Bueno, eso era ciertamente un ah humor asesino que no ayudaba por la ansiedad en su tono.
─¡Harry!
─¿Qué?─preguntó él, su cara una máscara de inocencia. ─Era una pregunta legítima. Espero que le corte la cabeza y la estaque sobre un palo.
¡Hombres! O más concretamente ¡Sin! Él era terrible.
─Siento desilusionarte, pero ella todavía está respirando.
─Demonios, ─dijo en voz baja. ─¿Solo por una vez no podía darle a esa─ Ella arqueó una ceja a modo de advertencia antes de que usase el sustantivo que ella detestaba.
─Mujer, ─dijo él con una expresión que le dejaba claro lo resentido que estaba por
usar esa palabra, ─lo que se merece?
─¿Castigarías a la madre de tu hija?
No bien habían salido esas palabras de su boca cuando se dio cuenta de que le había golpeado un duro punto en su corazón. Podía sentir su dolor y esto la aguijoneaba profundamente.
Honestamente, se veía como si lo hubiese hundido.
─Harry…─ella dio un paso hacia él, pero él se apartó rápidamente.
─Tenemos que encontrar a Zakar, ─dijo desde entre los apretados dientes.
─Harry, no cambies de tema. Quiero saber que está mal. ¿Por qué te ha herido mi comentario?
─Digamos que me abriste los ojos con un comentario y déjalo así.
Pero ella no quería dejarlo así. Quería entenderle.
─Se que tú esposa te engañó. Lo ví.
─Y ahora ya sabes por que nunca la maté. Ella era la madre de mis hijos. ¿Alguna otra llaga a la que desees echar sal? Fui humillado una vez cuando traté de usar mis poderes por primera vez cuando era niño. En vez de elevarme sobre la montaña, me caí y me raspé la barbilla. ¿De todas formas por qué no me llamamos incompetente? Te aseguro que es mucho menos vergonzoso que ser un dios de la fertilidad que no puede satisfacer a su propia esposa.
Así que esa era la fuente de ello. . .
Su vergüenza hacía que se doliera por él. Ella ahuecó su cara en las manos y lo miró fijamente para que pudiera ver su sinceridad.
─Y habiendo estado en tu cama, yo puedo decir honestamente que tuvo que haber algo definitivamente mal con una mujer que no fuese satisfecha por ti. Quizá era un defecto de nacimiento.
Él la miró con ojos entrecerrados. Incluso así, ella podía sentir el confort que sus palabras le habían dado. Él la alcanzó y cubrió sus manos con las de él.
─ No puedo creer que estés relacionada con esa… ¿Cuál fue el término que usó Simi? ¿Diosa—perra?
Ella puso los ojos en blanco.
─Lo sé. Soy la versión diluida y tienes suerte por ello.
El tomó su mano derecha y depositó un tierno beso en sus nudillos.
─Gracias, Kat.
─Hey, yo nunca digo nada que no quiera decir. Es una maldición que heredé de mi padre.
Harry sonrió.
─No creo que sea una maldición tanto como es refrescante.
Su corazón se aceleró ante la luz en sus oscuros ojos dorados. Ella tenía un mal presentimiento en lo que a él concernía. Había algo acerca suyo que encontraba tan confortante y no sabía siquiera por qué. Algo acerca de él simplemente la atraía. Quería borrar el dolor de su mirada, y al mismo tiempo él le daba tanto, sin hacer nada más que mirarla como lo estaba haciendo ahora mismo. Eso la ponía incómoda. Le pasó el pulgar sobre dedos antes de retroceder un paso. Bajando la mirada, cogió la pequeña sfora.
─No sé si esto funcionará pero, ¿Estás listo para intentarlo?
─Más que listo.
Kat cerró los ojos y convocó a Simi y Xirena a su lado. Sin puso rígido cuando ellas
aparecieron en la habitación con aspecto un poco mosqueado.
Kat sonrió ante él y sus reservas.
─Tenemos que entrar en quien sabe qué. Aunque sé que puedes patear con fuerza el culo de cualquier demonio y yo puedo patear más culos de demonios, me gusta la idea de tener un par de calvarios en nuestras espaldas. Especialmente desde que probablemente están hambrientas.
Él sacudió la cabeza pero no dijo nada.
─¿A dónde vamos, akra—Kat?─preguntó Simi.
─¿Comida?─preguntó Xirena esperanzada.─Ver todos esos Diamonique me ha
dado hambre.
Kat arrugó la nariz ante Xirena.
─Conociendo mi suerte, habrá muchos gallu para que cenéis placenteramente esta noche.
Xirena y Simi chocaron sus manos encantadas.
Kat rió antes de cubrir la sfora con la mano.
─De acuerdo, tíos.
─Abrochaos los cinturones de seguridad. Esto podría ser muy bien un movido paseo". Ella se concentró y esperó sin respirar.
No sucedió nada.
─No lo estás haciendo bien, ─dijo Simi petulante. ─Akra—Kat tienes que sacártelo, ponerlo en la palma, y pensar en quien estás intentando encontrar.
─Oh. ─ella se volvió a mirar a Sin. ─¿Tu hermano se parece a ti?
─Ya que somos gemelos…sí.
─De acuerdo. Marchando un dios sumerio sexy. ─Kat se sacó el collar y cerró su palma alrededor del orbe. Tan pronto como empezó a imaginarse a Harry en su mente con el nombre de Zakar, el orbe empezó a brillar. Los rayos estallaron de entre sus dedos y bailaron en las paredes igual que una luz estroboscopica.
Entonces la luz roja la acompasó. Dos segundos después, estaban en una húmeda cueva. Por el fuerte olor del barro, parecía estar profundamente bajo tierra. La luz del sfora se desvaneció y los dejó encerraron en la oscuridad. De hecho, era tan oscuro que la única manera en la que podía ver a Simi y Xirena era por sus resplandecientes ojos. El silencio sólo era roto por el sonido de molestas y fuertes respiraciones. Kat intentó mirar a través de la oscuridad a la fuente del sonido, pero sus ojos no podían enfocarlo del todo.
Se estiró y sintió el bíceps de Harry bajo su mano.
Harry levantó su mano y una pequeña llama apareció desde su palma de modo que pudieron ver en la oscuridad.
Al principio todo lo que pudieron ver fue las paredes de barro de la cueva. Entonces la respiración se detuvo.
Y también la de ella.
Allí sobre el otro lado de la cueva estaba el cuerpo de un hombre tendido sobre una losa de piedra. Pero eso no era lo que la horrorizó. Era como había sido tendido. Su hombro izquierdo estaba sujeto a la losa por una espada que había sido enterrada a través de su cuerpo hasta la empuñadura en la piedra. Su brazo derecho había sido levantado y una espada más pequeña atravesaba su muñeca para fijarlo. Sus piernas habían puestas de en una forma parecida, sólo que las espadas habían sido
clavadas a través de las partes carnosas de sus pantorrillas. La bilis le subió a la garganta cuando se movieron hacia él. Harry estaba callado, pero ella podía sentir la rabia circulando a través de él. Y una vez que estuvieron bastante cerca, vio la sangre que manaba de las heridas y las cicatrices que estropeaban cada pulgada del cuerpo desnudo del hombre. Su pelo estaba enredado y largo, como si hubiesen pasado años desde que alguien lo hubiese lavado o peinado.
issadanger
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