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"Chico travieso" (Joe y tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"Chico travieso" (Joe y tú)
¡Hola chicas! Les quiero dejar esta novela *o*
Quiero aclarar que no es mía sino de la escritora Lora Leigh.
Os dejo la reseña bibliográfica y si os gusta os pondré el primer capítulo.
Nombre: Chico Travieso
Autor: ForJoeJonas
Adaptación: Sí. Autora: Lora Leigh. Libro.
Género: Hot
Advertencias: No.
Otras Páginas: No.
Demasiado débil para resistir los intentos de seducción de _____ Benton, Joe Jonas dejó su hogar hace ocho años. Alistarse en los Marines puso una distancia segura entre la tentación y la núbil tentadora de Kentucky. Ahora ha vuelto a casa y está preparado para entrar en la clase de juegos eróticos que le han hecho ganar a él y a sus dos primos una reputación de chico travieso en tres condados.
Una vez el sueño de ______ fue sentir el calor del chico que deseaba. Pero el ataque de un acechador que todavía la ronda ha dejado a ______ aterrorizó del toque de un hombre. Ahora mientras el temor y el deseo convergen, Joe lucha por salvarla de las mortales amenazas del extraño, por deshacerse de sus demonios y por satisfacer un hambre más poderosa de lo que cualquiera pueda imaginarse.
Comenten que les parece y subiré el primer capítulo ^^
Quiero aclarar que no es mía sino de la escritora Lora Leigh.
Os dejo la reseña bibliográfica y si os gusta os pondré el primer capítulo.
Nombre: Chico Travieso
Autor: ForJoeJonas
Adaptación: Sí. Autora: Lora Leigh. Libro.
Género: Hot
Advertencias: No.
Otras Páginas: No.
Reseña bibliográfica
Demasiado débil para resistir los intentos de seducción de _____ Benton, Joe Jonas dejó su hogar hace ocho años. Alistarse en los Marines puso una distancia segura entre la tentación y la núbil tentadora de Kentucky. Ahora ha vuelto a casa y está preparado para entrar en la clase de juegos eróticos que le han hecho ganar a él y a sus dos primos una reputación de chico travieso en tres condados.
Una vez el sueño de ______ fue sentir el calor del chico que deseaba. Pero el ataque de un acechador que todavía la ronda ha dejado a ______ aterrorizó del toque de un hombre. Ahora mientras el temor y el deseo convergen, Joe lucha por salvarla de las mortales amenazas del extraño, por deshacerse de sus demonios y por satisfacer un hambre más poderosa de lo que cualquiera pueda imaginarse.
Comenten que les parece y subiré el primer capítulo ^^
Última edición por ForJoeJonas el Sáb 16 Abr 2011, 3:48 pm, editado 1 vez
ForJoeJonas
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
awwww primera lectoraaa...seguilaaa uiiii y pasatee igual por la mia sexologia con joseph...heheh
manu09
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
:O ...SIGUELA!! pon el primer capiii :D soy nueva lectora xD
Natii_Love3
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
wii! Me gusto, me gusto! Jaja quiero ver el primer cap pronto (: te quiero loquita!
Invitado
Invitado
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
Gracias a todas por pasar por la nove. Me siento importante xD
Y ahora... les dejo parte del primer capítulo. Dedicado para las primeras lectoras ^^
Capítulo 1
Así que eso era lo que le había sucedido a su camisa. Joe Jonas se inclinó contra la puerta de la cocina, ladeó la cabeza y miró divertido como su hermanastra _____ revolvía en el frigorífico y abría la puerta para escudriñar el interior. La larga camiseta gris de la Marina tragaba su forma esbelta y colgaba hasta bien pasados los muslos. Un par de sus calcetines grises cubrían sus pequeños pies, y unos pantalones de chandal grises le colgaban de las caderas. No de él, pensó divertido, obviamente de ella pero lo bastante flojos para hacer a un hombre preguntarse por qué infiernos escondía de repente ese pequeño cuerpo curvilíneo que sabia que poseía. Especialmente cuando nunca se había molestado en hacerlo en el pasado.
Este conjunto tenía poco que ver con los pantalones cortos y las camisetas cómodas que se ponía como ropa de dormir para el verano. Su largo cabello color miel caía de la corona de su cabeza hasta la mitad de la espalda, los rizos flojos despeinados y todavía un poco enredados por el sueño, maldición si no parecía como si se acabara de arrastrarse de la cama de un amante.
Él lo sabía mejor, por supuesto. Las reglas de sus padres eran estrictas. Él podría vivir bajo su techo durante los breves periodos que estaba en casa, pero no traía a sus mujeres aquí por la noche y sabía condenadamente bien que _____ no traería a un hombre. La princesa estimada de la casa quizás estaría mimada más allá de lo soportable, pero respetaba a su madre y a su padrastro. Así que arrastrarse fuera de los brazos de un amante antes de avanzar a la cocina no era probablemente el escenario que sucedía aquí.
Era una de las razones por las que se ausentaba tanto como fuera posible desde que ella había llegado a la mayoría de edad. Por lo que había aceptado este último viaje con los Marines. Un hombre sabía que era demasiado débil para resistir algunas cosas, y lo había aceptado hacía mucho, era demasiado débil para resistirse a _____.
Darse cuenta de eso había venido cerca de la época en que le habían crecido pechos y él había notado esos senos. En alguna parte de aquella época ella había empezado a embromarlo con inocentes sonrisas, rozándolo, y él disfrutaba. Se sentía como un pervertido, pero maldito si no lo disfrutaba.
Fue entonces que se alistó al servicio para salir del infierno de la casa, para huir de ella. El colegio no le proporcionaba el escape que necesitaba. Ella todavía estaba allí, y también él, con demasiada frecuencia. Y él era débil. Los hombres débiles eran criaturas peligrosas. Un hombre de veintidós años no tenía ningún maldito negocio tocando a una de dieciséis años, y lo había sabido. La única otra opción había sido irse. Así que Joe se fue.
Ocho años más tarde todavía era demasiado débil ocho años. Su tiempo en los Marines le había enseñado autocontrol, terminó su educación, y lo trajo a la virilidad. Pero su debilidad más grande era todavía su debilidad más grande. _____.
—No quiero cocinar.
Sus labios se arquearon ante el malhumor temprano de la mañana en su voz. Ella hablaba consigo misma. Algunas cosas nunca cambiaban. El sol subiría por el este y se pondría por el oeste, y _____ siempre murmuraría consigo misma cuando estuviera irritada.
—Hay cereales en el armario. —Joe esperaba que se girara con una sonrisa lo suficientemente brillante como para rivalizar con el sol. Sus brazos estaban listos para abrirse para la mujer corriendo hacia él. No esperaba lo que consiguió.
______ chilló. La puerta del refrigerador golpeó cerrándose lo bastante fuerte como para que el contenido vibrara mientras giraba para correr a la puerta opuesta.
Su cara se había vuelto blanca; los grandes ojos grises estaban llenos de temor, los pies con calcetines resbalaron en el piso de madera dura cuando se dio cuenta de repente de quien era.
¿A quién había esperado ella?
Estaba en equilibrio entre correr y luchar para quedarse quieta. Emociones opuestas corrieron por la expresiva cara cuando los ojos se encontraron con los suyos, y la habitación se llenó de una tensión que nunca había estado allí antes. Su nariz se dilató como un animal que examina el viento por el peligro, seguro que estaba allí, sabiendo que estaba en peligro.
El temor llenaba sus ojos. Hermosos ojos grises que se habían suavizado de amor para él durante años, ahora le miraban fijamente, tempestuosos, con oscuras sombras.
Joe entrecerró los ojos, su cuerpo tensándose. No, no era temor. Por un momento, había habido puro y espantoso terror. Una mujer consciente de que estaba sola con un hombre, que era débil, que su seguridad no estaba asegurada. Él lo había visto en el extranjero, en mil mujeres, y lo vio ahora.
—¿Joe? —Su voz era alta, fina, las manos apretadas delante de la camisa, arrugando el material mientras se estremecía—. ¿Qué haces aquí?
—Está es mi casa, ¿verdad?
Había estado preparado para agarrarla cuando corriera hacia él. Ella siempre corría, tirando los brazos alrededor del cuello, apretando los pequeños senos contra su pecho y dándole un beso en la mejilla. Durante ocho años, podía contar con el saludo de _____. Hasta ahora. Se preguntaba en que dirección se alzaría el sol. Algunas cosas nunca deberían cambiar.
—Oh. Sí. —Asintió ella, sus ojos recorriendo el cuarto antes de que una sonrisa nerviosa curvara sus suaves labios rosa, temblado allí por un momento, entonces desapareció—. No te esperábamos. ¿Le dijiste a Mamá y a Paul que venías?
—No. Nunca lo hago. —Sus instintos de batalla tarareaban ahora. Esto no era normal. Estaba tan alejado de lo normal que sabía por sus tripas que no le iba a gustar lo que fuera como el infierno que había estado pasando aquí.
De repente, la incomodidad de su padre hacia un año cuando hablaron por teléfono se alzó dentro de su mente. Cada vez que había preguntado por _____, la voz de Paul Jonas se había tensado. Cuándo pedía hablar con ella, le daban excusas.
Las cartas que había recibido de _____ también habían cambiado. Ya no mandaba fotos, ya no llenaba las cartas con insinuaciones o comentarios excitantes. Todavía escribía, pero era diferente, una diferencia que no podía señalar, no podía explicarla. Aunque la había sentido, sentía la falta del calor que siempre encontraba.
—No, tú siempre te mueves furtivamente entre nosotros.
Allí estaba esa sonrisa nerviosa otra vez, la manera en que sus ojos recorrían el cuarto.
Joe se quedó donde estaba, inclinándose contra la puerta, los brazos cruzados sobre el pecho. Podía ser un hombre paciente cuando tenía que serlo. Pero había aprendido también que a veces, no había otra elección sino avanzar rápidamente adelante y confrontar a cualquier enemigo que esperara en la oscuridad. Había aprendido a avanzar tan bien como había aprendido a esperar.
—¿Qué pasa, _____? —Se enderezó, dejó caer los brazos y se metió los pulgares en la pretina de sus vaqueros de cintura baja.
Su pecho estaba desnudo, la fría brisa del aire acondicionado le secaba el sudor que le humedecía la carne. Había estado limpiando la Harley, dándole brillo a su bebé y consiguiendo prepararla para su primer paseo en un año. Había descargado su bolsa de lona en su cuarto y se había dirigido directamente al garaje, sabiendo que su padre y su madrastra estarían en el puerto deportivo, y figurándose que _____ estaría allí también.
El hecho que no estuviera era interesante. Su reacción a él aún más.
—No pasa nada. —Esa maldita sonrisa pequeña, nerviosa y rápida empezaba a crisparle los nervios. Los labios le temblaban, y podía ver la pena frenética en sus ojos.
—Eres una malísima mentirosa, nena —gruñó, dirigiéndose al refrigerador y viendo como ella se apartaba de su camino.
Ella mantuvo sus ojos en él, mirándolo sospechosamente mientras abría la puerta y sacaba una botella de agua. Destapándola, su mirada se encontró con la suya y la llevó lentamente a los labios.
Ahora había una luz trémula de la chica que había dejado hacía ocho años. Con timidez miraba como bebía de la botella, su pequeña lengua salió rápidamente para golpear sobre sus propios labios, como si tuviera sed. Un pequeño rayo hambriento llenaba las profundidades suaves de sus ojos, oscureciéndolos, haciéndolos parecer tempestuosos, nublados.
—¿Cuándo volviste? —Ella cruzó sus brazos sobre sus senos, apartando la mirada—. ¿Saben Mamá y Paul que estás en casa?
—Todavía no. —Tapó la botella y lo puso en la isla de la cocina mientras continuaba mirándola—. Tenía a Kev para me recogiera en el aeropuerto esta mañana. Llegamos aquí cerca de las siete.
Ella asintió, un pequeño movimiento que hizo que los dedos se apretaran mientras la miraba. La sospecha que crecía en su mente enviaba una ira negra arremolinándose a través de él. Algo la había cambiado, algo oscuro y feo, lo podía ver en sus ojos, en la pena, la ira y el temor que llenaba su expresión.
La chica que había amado casi toda su vida estaba aterrorizada de él. No era cautelosa, ni nerviosa, estaba simplemente asustada. Era la misma chica que había sostenido de niña cuando su padre murió. Él había sido un adolescente esquelético, ella había sido demasiado joven para entender la muerte repentina que había sacudido su mundo, y había buscado al chico que le alborotaba el cabello, le tomaba el pelo sobre sus rodillas peladas y la protegía de los peleones.
Esta era la misma chica que había llevado a su baile de graduación cuando su cita la dejó plantada. La única con quien había bailado en la pista de baile y tenido que esconder su erección porque sabía que no la podía tocar, no la podía tener. La chica a la que había besado una noche cuando bebió demasiado, la única a la que había tocado también íntimamente antes de dirigirse de vuelta a la base cuatro años antes. Ella era su chica, y de repente, estaba aterrorizada de él.
—Así que ¿dónde está mi abrazo? —El se inclinó contra el mostrador del medio, mirándola de cerca.
Un pequeño color había vuelto a su cara. Sus ojos saltaron a los suyos, luego se alejaron, su garganta trabajando mientras tragaba apretadamente.
—Tengo que vestirme. Tengo que ir a trabajar.
Se giró sobre los talones, moviéndose hacia la puerta.
—______. —Sabiendo que cometía un error, sintiendo que el conocimiento le hacia moverse, Joe se estiró para agarrarla por la muñeca.
Los dedos la tocaron, curvándose alrededor de la piel desnuda mientras chillaba, girándose hacia él con un destello de temor mientras se apartaba de un tirón lejos, su cuerpo tensándose defensivamente.
—¿Qué?
Ella le dio una pelea buena. Intentaba cubrir su reacción, pero la manera en se retiró de repente y el temor en su cara la traicionaban. No había escondido el hecho que su toque la había aterrorizado. Que estar a solas con él, que tenerle cerca fuera de repente algo a lo que temer más que un modo de embromarlo, era imposible de esconder.
—¿_____, dónde está papá? —Mantuvo su voz fría, controlada. Pero la furia corría a través de él. Sólo una cosa podía causar una reacción así, sólo una cosa había cambiado a la molesta, picaruela pequeña que había conocido en un aterrorizado y huidizo conejito.
—En el puerto deportivo. —Se relamió otra vez, su mirada saltando lejos de él, su expresión peleando entre el temor y la frustración—. Tengo que vestirme. Llegaré… llegaré tarde.
Huyó de él. Tan rápido con esas desaliñadas ropas que llevaba, y se movió rápidamente de la cocina a la escalera de entrada y apresurándose hacia arriba.
Lo dejó solo en la cocina iluminada por el sol, los puños apretados, oleadas de ira en su intestino y todas sus sospechas confirmadas.
Giró bruscamente y cazó al acecho el teléfono, arrancándolo de la base colgada en la pared y con golpes marcó el número del puerto deportivo.
Esperó cuatro llamadas impacientemente, una mano en la cadera, la otra apretada alrededor del teléfono con una fuerza que debería haberlo roto.
—Puerto deportivo de Jonas. —La voz retumbante de su padre le llegó del receptor.
—Hola, papá, ¿cómo va todo? —Joe mantuvo su voz calmada, controlada.
—Hola, Joe, no demasiado mal. —Paul Jonas rió entre dientes—. ¿Cómo has conseguido llamar tan temprano? ¿Ese OC tuyo duerme en el trabajo?
—Infiernos si lo sé —él arrastró las palabras—. No he firmado por otro tour, papá. —Lo había planeado, tenía toda la intención de hacerlo hasta que su último cumpleaños pasó y se dio cuenta de que huir de algunas cosas no funcionaban—. Estoy en casa. Aparecí cerca de las siete de esta mañana.
La tensión crepitó de repente a través de la línea.
—¿Estás en casa? —La voz de su padre era deliberadamente suave, un tono templado. Pero Joe lo conocía, a veces demasiado bien.
—Sí. He visto a _____ también.
No era tonto, pero incluso la maldición murmurada al otro lado de la línea le habría advertido.
—Estamos de camino a casa. —Paul confirmó sus mayores temores—. Necesitamos hablar.
Espero que les haya gustado, niñas. Espero sus coments! Un besote.
Y ahora... les dejo parte del primer capítulo. Dedicado para las primeras lectoras ^^
Capítulo 1
Así que eso era lo que le había sucedido a su camisa. Joe Jonas se inclinó contra la puerta de la cocina, ladeó la cabeza y miró divertido como su hermanastra _____ revolvía en el frigorífico y abría la puerta para escudriñar el interior. La larga camiseta gris de la Marina tragaba su forma esbelta y colgaba hasta bien pasados los muslos. Un par de sus calcetines grises cubrían sus pequeños pies, y unos pantalones de chandal grises le colgaban de las caderas. No de él, pensó divertido, obviamente de ella pero lo bastante flojos para hacer a un hombre preguntarse por qué infiernos escondía de repente ese pequeño cuerpo curvilíneo que sabia que poseía. Especialmente cuando nunca se había molestado en hacerlo en el pasado.
Este conjunto tenía poco que ver con los pantalones cortos y las camisetas cómodas que se ponía como ropa de dormir para el verano. Su largo cabello color miel caía de la corona de su cabeza hasta la mitad de la espalda, los rizos flojos despeinados y todavía un poco enredados por el sueño, maldición si no parecía como si se acabara de arrastrarse de la cama de un amante.
Él lo sabía mejor, por supuesto. Las reglas de sus padres eran estrictas. Él podría vivir bajo su techo durante los breves periodos que estaba en casa, pero no traía a sus mujeres aquí por la noche y sabía condenadamente bien que _____ no traería a un hombre. La princesa estimada de la casa quizás estaría mimada más allá de lo soportable, pero respetaba a su madre y a su padrastro. Así que arrastrarse fuera de los brazos de un amante antes de avanzar a la cocina no era probablemente el escenario que sucedía aquí.
Era una de las razones por las que se ausentaba tanto como fuera posible desde que ella había llegado a la mayoría de edad. Por lo que había aceptado este último viaje con los Marines. Un hombre sabía que era demasiado débil para resistir algunas cosas, y lo había aceptado hacía mucho, era demasiado débil para resistirse a _____.
Darse cuenta de eso había venido cerca de la época en que le habían crecido pechos y él había notado esos senos. En alguna parte de aquella época ella había empezado a embromarlo con inocentes sonrisas, rozándolo, y él disfrutaba. Se sentía como un pervertido, pero maldito si no lo disfrutaba.
Fue entonces que se alistó al servicio para salir del infierno de la casa, para huir de ella. El colegio no le proporcionaba el escape que necesitaba. Ella todavía estaba allí, y también él, con demasiada frecuencia. Y él era débil. Los hombres débiles eran criaturas peligrosas. Un hombre de veintidós años no tenía ningún maldito negocio tocando a una de dieciséis años, y lo había sabido. La única otra opción había sido irse. Así que Joe se fue.
Ocho años más tarde todavía era demasiado débil ocho años. Su tiempo en los Marines le había enseñado autocontrol, terminó su educación, y lo trajo a la virilidad. Pero su debilidad más grande era todavía su debilidad más grande. _____.
—No quiero cocinar.
Sus labios se arquearon ante el malhumor temprano de la mañana en su voz. Ella hablaba consigo misma. Algunas cosas nunca cambiaban. El sol subiría por el este y se pondría por el oeste, y _____ siempre murmuraría consigo misma cuando estuviera irritada.
—Hay cereales en el armario. —Joe esperaba que se girara con una sonrisa lo suficientemente brillante como para rivalizar con el sol. Sus brazos estaban listos para abrirse para la mujer corriendo hacia él. No esperaba lo que consiguió.
______ chilló. La puerta del refrigerador golpeó cerrándose lo bastante fuerte como para que el contenido vibrara mientras giraba para correr a la puerta opuesta.
Su cara se había vuelto blanca; los grandes ojos grises estaban llenos de temor, los pies con calcetines resbalaron en el piso de madera dura cuando se dio cuenta de repente de quien era.
¿A quién había esperado ella?
Estaba en equilibrio entre correr y luchar para quedarse quieta. Emociones opuestas corrieron por la expresiva cara cuando los ojos se encontraron con los suyos, y la habitación se llenó de una tensión que nunca había estado allí antes. Su nariz se dilató como un animal que examina el viento por el peligro, seguro que estaba allí, sabiendo que estaba en peligro.
El temor llenaba sus ojos. Hermosos ojos grises que se habían suavizado de amor para él durante años, ahora le miraban fijamente, tempestuosos, con oscuras sombras.
Joe entrecerró los ojos, su cuerpo tensándose. No, no era temor. Por un momento, había habido puro y espantoso terror. Una mujer consciente de que estaba sola con un hombre, que era débil, que su seguridad no estaba asegurada. Él lo había visto en el extranjero, en mil mujeres, y lo vio ahora.
—¿Joe? —Su voz era alta, fina, las manos apretadas delante de la camisa, arrugando el material mientras se estremecía—. ¿Qué haces aquí?
—Está es mi casa, ¿verdad?
Había estado preparado para agarrarla cuando corriera hacia él. Ella siempre corría, tirando los brazos alrededor del cuello, apretando los pequeños senos contra su pecho y dándole un beso en la mejilla. Durante ocho años, podía contar con el saludo de _____. Hasta ahora. Se preguntaba en que dirección se alzaría el sol. Algunas cosas nunca deberían cambiar.
—Oh. Sí. —Asintió ella, sus ojos recorriendo el cuarto antes de que una sonrisa nerviosa curvara sus suaves labios rosa, temblado allí por un momento, entonces desapareció—. No te esperábamos. ¿Le dijiste a Mamá y a Paul que venías?
—No. Nunca lo hago. —Sus instintos de batalla tarareaban ahora. Esto no era normal. Estaba tan alejado de lo normal que sabía por sus tripas que no le iba a gustar lo que fuera como el infierno que había estado pasando aquí.
De repente, la incomodidad de su padre hacia un año cuando hablaron por teléfono se alzó dentro de su mente. Cada vez que había preguntado por _____, la voz de Paul Jonas se había tensado. Cuándo pedía hablar con ella, le daban excusas.
Las cartas que había recibido de _____ también habían cambiado. Ya no mandaba fotos, ya no llenaba las cartas con insinuaciones o comentarios excitantes. Todavía escribía, pero era diferente, una diferencia que no podía señalar, no podía explicarla. Aunque la había sentido, sentía la falta del calor que siempre encontraba.
—No, tú siempre te mueves furtivamente entre nosotros.
Allí estaba esa sonrisa nerviosa otra vez, la manera en que sus ojos recorrían el cuarto.
Joe se quedó donde estaba, inclinándose contra la puerta, los brazos cruzados sobre el pecho. Podía ser un hombre paciente cuando tenía que serlo. Pero había aprendido también que a veces, no había otra elección sino avanzar rápidamente adelante y confrontar a cualquier enemigo que esperara en la oscuridad. Había aprendido a avanzar tan bien como había aprendido a esperar.
—¿Qué pasa, _____? —Se enderezó, dejó caer los brazos y se metió los pulgares en la pretina de sus vaqueros de cintura baja.
Su pecho estaba desnudo, la fría brisa del aire acondicionado le secaba el sudor que le humedecía la carne. Había estado limpiando la Harley, dándole brillo a su bebé y consiguiendo prepararla para su primer paseo en un año. Había descargado su bolsa de lona en su cuarto y se había dirigido directamente al garaje, sabiendo que su padre y su madrastra estarían en el puerto deportivo, y figurándose que _____ estaría allí también.
El hecho que no estuviera era interesante. Su reacción a él aún más.
—No pasa nada. —Esa maldita sonrisa pequeña, nerviosa y rápida empezaba a crisparle los nervios. Los labios le temblaban, y podía ver la pena frenética en sus ojos.
—Eres una malísima mentirosa, nena —gruñó, dirigiéndose al refrigerador y viendo como ella se apartaba de su camino.
Ella mantuvo sus ojos en él, mirándolo sospechosamente mientras abría la puerta y sacaba una botella de agua. Destapándola, su mirada se encontró con la suya y la llevó lentamente a los labios.
Ahora había una luz trémula de la chica que había dejado hacía ocho años. Con timidez miraba como bebía de la botella, su pequeña lengua salió rápidamente para golpear sobre sus propios labios, como si tuviera sed. Un pequeño rayo hambriento llenaba las profundidades suaves de sus ojos, oscureciéndolos, haciéndolos parecer tempestuosos, nublados.
—¿Cuándo volviste? —Ella cruzó sus brazos sobre sus senos, apartando la mirada—. ¿Saben Mamá y Paul que estás en casa?
—Todavía no. —Tapó la botella y lo puso en la isla de la cocina mientras continuaba mirándola—. Tenía a Kev para me recogiera en el aeropuerto esta mañana. Llegamos aquí cerca de las siete.
Ella asintió, un pequeño movimiento que hizo que los dedos se apretaran mientras la miraba. La sospecha que crecía en su mente enviaba una ira negra arremolinándose a través de él. Algo la había cambiado, algo oscuro y feo, lo podía ver en sus ojos, en la pena, la ira y el temor que llenaba su expresión.
La chica que había amado casi toda su vida estaba aterrorizada de él. No era cautelosa, ni nerviosa, estaba simplemente asustada. Era la misma chica que había sostenido de niña cuando su padre murió. Él había sido un adolescente esquelético, ella había sido demasiado joven para entender la muerte repentina que había sacudido su mundo, y había buscado al chico que le alborotaba el cabello, le tomaba el pelo sobre sus rodillas peladas y la protegía de los peleones.
Esta era la misma chica que había llevado a su baile de graduación cuando su cita la dejó plantada. La única con quien había bailado en la pista de baile y tenido que esconder su erección porque sabía que no la podía tocar, no la podía tener. La chica a la que había besado una noche cuando bebió demasiado, la única a la que había tocado también íntimamente antes de dirigirse de vuelta a la base cuatro años antes. Ella era su chica, y de repente, estaba aterrorizada de él.
—Así que ¿dónde está mi abrazo? —El se inclinó contra el mostrador del medio, mirándola de cerca.
Un pequeño color había vuelto a su cara. Sus ojos saltaron a los suyos, luego se alejaron, su garganta trabajando mientras tragaba apretadamente.
—Tengo que vestirme. Tengo que ir a trabajar.
Se giró sobre los talones, moviéndose hacia la puerta.
—______. —Sabiendo que cometía un error, sintiendo que el conocimiento le hacia moverse, Joe se estiró para agarrarla por la muñeca.
Los dedos la tocaron, curvándose alrededor de la piel desnuda mientras chillaba, girándose hacia él con un destello de temor mientras se apartaba de un tirón lejos, su cuerpo tensándose defensivamente.
—¿Qué?
Ella le dio una pelea buena. Intentaba cubrir su reacción, pero la manera en se retiró de repente y el temor en su cara la traicionaban. No había escondido el hecho que su toque la había aterrorizado. Que estar a solas con él, que tenerle cerca fuera de repente algo a lo que temer más que un modo de embromarlo, era imposible de esconder.
—¿_____, dónde está papá? —Mantuvo su voz fría, controlada. Pero la furia corría a través de él. Sólo una cosa podía causar una reacción así, sólo una cosa había cambiado a la molesta, picaruela pequeña que había conocido en un aterrorizado y huidizo conejito.
—En el puerto deportivo. —Se relamió otra vez, su mirada saltando lejos de él, su expresión peleando entre el temor y la frustración—. Tengo que vestirme. Llegaré… llegaré tarde.
Huyó de él. Tan rápido con esas desaliñadas ropas que llevaba, y se movió rápidamente de la cocina a la escalera de entrada y apresurándose hacia arriba.
Lo dejó solo en la cocina iluminada por el sol, los puños apretados, oleadas de ira en su intestino y todas sus sospechas confirmadas.
Giró bruscamente y cazó al acecho el teléfono, arrancándolo de la base colgada en la pared y con golpes marcó el número del puerto deportivo.
Esperó cuatro llamadas impacientemente, una mano en la cadera, la otra apretada alrededor del teléfono con una fuerza que debería haberlo roto.
—Puerto deportivo de Jonas. —La voz retumbante de su padre le llegó del receptor.
—Hola, papá, ¿cómo va todo? —Joe mantuvo su voz calmada, controlada.
—Hola, Joe, no demasiado mal. —Paul Jonas rió entre dientes—. ¿Cómo has conseguido llamar tan temprano? ¿Ese OC tuyo duerme en el trabajo?
—Infiernos si lo sé —él arrastró las palabras—. No he firmado por otro tour, papá. —Lo había planeado, tenía toda la intención de hacerlo hasta que su último cumpleaños pasó y se dio cuenta de que huir de algunas cosas no funcionaban—. Estoy en casa. Aparecí cerca de las siete de esta mañana.
La tensión crepitó de repente a través de la línea.
—¿Estás en casa? —La voz de su padre era deliberadamente suave, un tono templado. Pero Joe lo conocía, a veces demasiado bien.
—Sí. He visto a _____ también.
No era tonto, pero incluso la maldición murmurada al otro lado de la línea le habría advertido.
—Estamos de camino a casa. —Paul confirmó sus mayores temores—. Necesitamos hablar.
Espero que les haya gustado, niñas. Espero sus coments! Un besote.
ForJoeJonas
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
wow esta muy buena! como q me dejaste con la mejor de las intrigas! jajaja no entiendo nada de lo q pasa!
SEGUILA!
NEW READER! :D
SEGUILA!
NEW READER! :D
Invitado
Invitado
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
NNueva Lectora !
Seguilaa !
No entiendo mucho pero bueh !
Seguilaa !
No entiendo mucho pero bueh !
Invitado
Invitado
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
Ohh Dios muero
Me encanta la nove
el primer capi lo ame
tienes qe seguirla ____________?
como te llamas? :P
Siguela rapido plizz
Me encanta la nove
el primer capi lo ame
tienes qe seguirla ____________?
como te llamas? :P
Siguela rapido plizz
Jane JB ILU Joe
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
awwwwwwww awwwww me encantoooo tienes que seguirlaaa...oh my jonassss...prk tengo miedo de ti...joseph precioso....awww te amo, pero no puedo...lo siento....
hahaha estoy locaa seguilaaaa
hahaha estoy locaa seguilaaaa
manu09
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
Jane JB ILU Joe escribió:Ohh Dios muero
Me encanta la nove
el primer capi lo ame
tienes qe seguirla ____________?
como te llamas? :P
Siguela rapido plizz
Me llamo Ade ^^ Y tú?
Chicaaaas! Siento haberla dejado en una parte en la que no se entiende mucho, así que les dejaré la continuación del capítulo.
Bienvenidas a todas las nuevas lectoras!
Continuación Capítulo 1
Joe colgó el teléfono, mirado fijamente alrededor de la cocina, luego exhaló pesadamente mientras se enjugaba las manos en los cortos mechones de cabello.
Fuegos del infierno. Volvía a casa a cortejar a su chica favorita, para establecerse, para dejar de luchar en lo que sabía era una causa perdida. ¿Había vuelto a casa demasiado tarde?
*******
______ permitió que el agua caliente de la ducha fluyera sobre ella, lavando las lágrimas, aunque no podía quitarse de encima la sensación de las manos manteniéndola abajo, del aliento fétido en su cara, de los labios duro, mojados que cubrían los suyos.
No podía ahogar la rabia, la ira, o el temor. Apartó su piel rosada del calor y las picaduras en su carne, pero no podía aliviar la necesidad que yacía apenas bajo los recuerdos de una noche que temía había cambiado su vida para siempre.
Joe estaba en casa. 1.80 de dura carne musculosa y burlones ojos color miel. Estaba en casa después de más un año lejos, un hombre crecido, maduro, y atractivo como el infierno.
Enjugó sus lágrimas otra vez, el aliento atascado en la garganta mientras recordaba una de las pocas noches que lo había seguido al lago. Había sabido donde iba cuando se escapaba, sabía donde encontrarle.
La casa flotante era el orgullo y la alegría de Joe, y su escape. Y sabía a donde se dirigiría, al Point, una ensenada serena donde él y sus compañeros se reunían los fines de semana para beber, pescar, desahogarse y la energía excesiva que siempre parecían tener.
—Papá me matará. —Había estado un poco bebido, y de un modo demasiado atractivo. Sus ojos verde mar se habían oscurecido, su expresión se volvió pesada con el deseo mientras la apretaba contra un árbol.
Habían estado escondidos del resto del grupo en las sombras, refugiados. El calor del verano y la lujuria se había envuelto alrededor de ellos. Él había sido un hombre, y ella había sido demasiado inocente, demasiado insegura de cómo contener la necesidad que pulsaba en cada célula de su cuerpo.
—No se lo diré —había cuchicheado ella, las palmas acariciándole el pecho, sintiendo la picadura del crecimiento del ligero bello que se esparcía sobre su torso mientras las manos de él la agarraban por las caderas, empujándola contra sus muslos.
—Sabrá que te toqué. —Los labios se curvaron en una sonrisa—. Eres como un licor puro, crudo, _____. Y haces que mi cabeza vaya más rápido.
Ella había luchado por respirar, por contener la explosión de satisfacción y alegría que corrían por su sangre.
—Salgo otra vez mañana, nena —Al principio las palabras no habían tenido sentido—. Tomé otro tour. Maldita buena cosa, porque seguro como el infierno que acabaría haciendo esto y follandote.
La angustia la había atravesado incluso mientras el placer estallaba en fragmentos, destellando rayos de sensación. Sus labios habían cubierto los suyos, la lengua la excitó mientras él probaba su beso, entonces saboreó las lágrimas que caían de sus ojos.
—Un beso, nena. Solo eso. Maldición, me vas a romper el corazón.
La había besado como si estuviera muerto de hambre por ella. Una mano se había curvado en su pelo largo, la otra había acunado un seno, con el pulgar raspando sobre el pezón hinchado, sus gemidos susurrados juntos mientras la noche de verano los envolvía.
La longitud dura de su polla se había apretado entre sus muslos, raspando contra el fino material de su traje de baño, acariciando su clítoris hinchado.
Aún a través del pesado material de sus vaqueros había sentido el latido de su erección, la longitud, la promesa de pasión y satisfacción.
—No te vayas —había susurrado mientras él retrocedía—. No te vayas, Joe.
—Si no lo hago, nos arruinaré a ambos para siempre… —La había colocado junto a él, mirándola fijamente, sus ojos rabiando con lujuria—. No me olvides, cariño, porque seguro como el infierno, que jamás te olvidaré.
El nunca la había tocado otra vez. La había llevado de vuelta a la costa y andado con ella la corta distancia a la pequeña área del parking sobre el punto. La había puesto en el coche y enviado a casa. Y a la siguiente mañana, se había ido. Y nunca la había tocado otra vez. Había vivido en fantasía y sueños, porque Joe se aseguró que hubiera oportunidad de una repetición. Y había tramado y planeado su regreso. Se había mudado del hogar de su madre a un pequeño apartamento en el pueblo. Había empezado las visitas mensuales al balneario local donde era depilada a la cera, tonificada y untada en loción con regularidad. Durante un periodo demasiado corto.
Después de tres meses de mudarse todos sus sueños se habían convertido en cenizas y el temor había tomado su lugar. Su propia tontería la había llevado a su caída, y salir de las sombras del terror que había experimentado le estaba tomando toda su fuerza. No sabía si podría sobrevivir a tratar con Joe y a su necesidad de él, en principio.
Inclinó la cabeza contra la pared de la ducha, el aliento ahogándola mientras luchaba contra las lágrimas. Él sabía que algo estaba mal. No había forma de esconderlo. Le miraba ahora y no veía apenas al hombre del que había estado enamorada desde que era una niña y él un adolescente. Veía a alguien contra quien no podría pelear, no podría luchar si lo necesitaba. Veía una amenaza.
Apretó los puños mientras los presionaba contra el mosaico, la ira construyéndose en su pecho hasta que se preguntó si sería capaz de refrenar los chillidos que manaban de la parte posterior de su garganta.
Le amaba. Le había amado siempre. Soñado con él, dolido por él, esperado por él. Y ahora estaba demasiado malditamente asustada para incluso darla la bienvenida a casa.
¿Eres mi buena chica, _____?
Ella se estremeció ante el recuerdo de la voz áspera en la oreja mientras un cuerpo duro masculino la sujetaba, mientras los escurridizos dedos de la otra mano sondeaban entre sus nalgas, ignorando sus luchas, sus mudos chillidos a través de la mordaza en su boca.
Había estado sangrando por los numerosos cortes que le había hecho en su cuerpo después de atarla abierta en su cama. Las heridas habían quemado como fuego mientras sangraban, la adrenalina bombeando por ella, haciendo que la sangre corriera por su cuerpo y se vertiera por los cortes. La había vuelto débil, difícil formar un pensamiento, de aflojar lo bastante la mordaza atada apresuradamente para dar un chillido penetrante mientras le sentía intentar penetrar su trasero.
Dios, odiaba el recuerdo de ello. Odiaba el sentimiento de impotencia que siguió, incluso ahora. Había sido incapaz de luchar, incapaz de protestar a todo lo que le hizo. Y las pesadillas que solo la dejaban temblando en las horas más oscuras de la noche.
Había estado aterrorizada de que Joe lo supiera. Temerosa de que la culpara, que cualquier oportunidad que tuviera de ser sostenida por él en el futuro se hubiera ido.
Porque ellos no habían terminado. Él le había asegurado que no habían terminado, que vendría el tiempo en que sería su mujer. Y ella había sabido lo que significaba. Había sabido que habría hambres, placeres que Joe le daría que nunca experimentaría con otro hombre. Placeres que temía habían sido arrancados de ella.
Pero más aún, había temido por Joe. Nunca habría permanecido donde estaba si hubiera sabido lo que pasaba en casa. Lo habría dejado, con o sin permiso, habría vuelto para vengarse. Joe protegía a aquellos a los que quería, y _____ sabía, más allá de una sombra de duda, que él habría venido corriendo a casa, incluso si significaba ausentarse sin permiso.
Giró la cabeza contra la pared de la ducha, apretando sus ojos cerrados, viendo a Joe, su mirada sospechosa, su expresión dura, determinada. Ahora lo sabría. Paul y Nick habían prometido mantener el conocimiento para sí mismos sólo hasta que Joe volviera a casa. Y ese conocimiento quizás destruyera muy bien lo que había en su corazón.
La vergüenza rizó por su mente, azotó sus emociones y le dejó el estómago revuelto con la certeza de que ya no había manera de esconderse de él. Tan grande como era el mundo, que ella podría fingir, por espacios de tiempo cortos, que no había sucedido. Que todo era igual que como siempre había sido, y que el bastardo enfermo que la atacó no trataba de terminar el trabajo. Ella podría fingir…
Pero ahora Joe estaba en casa. Y _____ sabía, que una vez que supiera la verdad, nunca la dejaría en paz. Encontraría al acechador que la atormentaba o moriría en el esfuerzo. Y el temor de su muerte oscurecía incluso el temor de la amenaza que ella encaraba. Porque la vida sin la promesa de ver a Joe, de oír su risa y la promesa oscura de pasión en su voz, era una vida que ______ no quería contemplar. Una vida que sabía no quería afrontar.
ForJoeJonas
Re: "Chico travieso" (Joe y tú)
Ella escribió:nueva lectora!!!
siguela :D
Bienvenida Ella! Me encanta tu novela "Seducción: el dia o la noche" :inlove:
ForJoeJonas
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