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Are you Alice? | N.C |
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Re: Are you Alice? | N.C |
:niña: okey y aqui viene Lizzie metiendose en conversaciones como siempre
Siamesa okno
Siamesa okno
dragón.
Re: Are you Alice? | N.C |
sdfjsdfdsfds, ME SIENTO TAN MIERDA Y NO ENCUENTRO EL MURO Y NECESITO HABLAR CON ALGUIEN. :SE VA A LLORAR:
PARACETAMOL
Re: Are you Alice? | N.C |
Agaths
¿Qué tienes? ¿Quieres hablar por emepé? :cc
Aqui esta el muro 4: Muro
Lizzie, lo siento, estaba planchando mi libreta, literal ._.
¿Qué tienes? ¿Quieres hablar por emepé? :cc
Aqui esta el muro 4: Muro
Lizzie, lo siento, estaba planchando mi libreta, literal ._.
Sky.
Re: Are you Alice? | N.C |
Capítulo O22
La gente que no logra cumplir sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos.
La gente que no logra cumplir sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos.
Los días iban pasando, y el juego de las Alice iba avanzando.
Cada Alice había conseguido al menos cinco recuerdos de las antiguas Alice, sin embargo, Gin no había encontrado ninguna memoria. Es más, por cada día que pasaba, se iba olvidando de alguno de sus propios recuerdos.
-Has de empezar a tomarte éste juego enserio.- dijo un día Finn a la pelirroja, mientras tomaban el té.
La chica hizo una mueca.
-Míralo por el lado positivo: Soy la primera de las últimas.- él lanzó un suspiro, y apoyó los codos en la pequeña mesa que tenía justo delante.
-¡Pero la primera de las últimas no gana nada!- exclamó, frustrado. Gin dio un respingo ante la actitud del chico. No le había visto jamás de aquél modo. Finn supo que no debería actuado así en cuanto vio su reacción.
-Gin…- empezó, pero la muchacha arrastró la silla, alejándola de la mesa y se puso de pie dispuesta a irse.
-¡Déjalo, Finn!-gritó.
-¡No!- él la cogió del brazo y la giró en su dirección.- No puedo permitir que pierdas el juego porque no te importe en absoluto ser la Alice que esperamos, pero solo quería decirte que cuanto más tardes en recolectar las memorias, más irás olvidando tus recuerdos.
“No tienes ni idea de cuánto deseo que eso pase”, pensó la pelirroja, esbozando una sonrisa.
-¿Me estás escuchando?- Finn la sacudió un poco. La chica lo miró con una sonrisa:
-Totalmente. ¿Pero si te dijera que quiero olvidar mi vida anterior?
Dee pareció descompuesto.
-¿Cómo?- susurró, confundido- ¿porqué deberías hacer eso? ¿No te gustaría recordar a tus amigos, o tus padres…?
-No te tendrías que preocupar por eso.- empezó Gin, pero cuando vio que Finn se disponía a replicar, continuó- Mis padres están muertos.
El chico la soltó del brazo, sorprendido por su directa respuesta. Le pareció ver un atisbo de tristeza en los ojos grisáceos de la pelirroja, pero Gin lo ocultó rápidamente con una sonrisa forzada.
-Me crié en un orfanato de monjas desde que tengo uso de razón, y los años que estuve allí fueron horribles. Las monjas me odiaban por ser diferente a los demás, y obligaban a mis compañeras a no acercarse a mí. El único amigo que tenía era un pequeño ratón campestre que encontré al patio de la inclusa cuando tenía seis años. Cuando tuve doce, él murió, dejándome completamente sola. Me vengué contra las monjas, haciendo lo posible para que no me adoptaran. En la mañana de mi dieciocho cumpleaños, me echaron del orfanato enseguida, dándome únicamente una tarjeta con el número de teléfono de una pescadería. –encogió los hombros, despreocupadamente.- supongo que ése sería mi trabajo actual si no fuera que por el camino, un conejo blanco me encontró. –Gin esbozó una funesta sonrisa.- Ahora ya sabes mi historia. ¿Qué harás?, ¿compadecerte de mí? –soltó una risa irónica, aunque los ojos le lagrimeaban.- No tengo nada que perder, Finn. Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida.
El muchacho quería decir algo, pero estaba completamente paralizado. Sabía lo que era perder los padres, pero él consiguió tener una infancia feliz gracias a su hermano, al contrario que Gin.
Las palabras quedaron ahogadas en un pequeño ruidito de exclamación, y Gin aprovechó su momento de vulnerabilidad para huir de la casa, hacia el denso bosque que los rodeaba, justo cuando un “Ya estamos en casa”, por parte de Jack y Perrie hacía eco en la sala.
Oía los gritos de los chicos a sus espaldas, haciendo que sus ágiles piernas se movieran aún más rápido.
Siguió corriendo hasta llegar a un punto de la floresta que no había visto nunca. Intuyó que estaba lejos, y se dejó caer al césped mientras respiraba entrecortadamente.
Pero su calma y tranquilidad duraron poco cuando un humo de colores le provocó toser de una manera casi grosera.
-¿Pero qué es esta mier…?- preguntó entre bocanadas, Gin a la nada.
-Cuidado con lo que dices, pecosa.- Una oruga azul había aparecido delante suyo, fumando una pipa de aspecto oriental.
-Tu cara me suena…-dijo pensativa, pero un pensamiento más agradable invadió la mente de Gin.- ¡Oye! ¿Eso no es un Narguile?
Un humo rojo envolvió a lo que alguna vez había sido la oruga, dejando ver a un chico moreno, de piel dorada y ojos ámbar. Sonrió maliciosamente, puede que hasta sorprendido.
-Chica lista- vaciló, mientras dirigía la mirada a su pipa- ¿quieres un poco?
Gin empezó a dar saltitos emocionada.
-Claro…ehh.
-Zayn.- contestó él.
-Yo me llamo Gin.- dijo ella cuando se sentó a su lado, encima de una seta gigante de tonos azules y morados.
-Ya lo sé.- dijo con arrogancia. Ella se le quedó mirando fijamente.
-¿Porqué me miras?- enarcó una ceja, con intriga.
A Gin le dio una punzada de envidia al notar el gesto del moreno. Ella nunca había podido hacer eso con las cejas… ¡Y con lo divertido que parecía!
-¿Cómo es que sabes mi nombre?
Zayn rió socarrón, con un toque de egocentrismo en el tono que la muchacha no supo identificar.
-Porque yo lo sé todo, querida.-dio una calada a la pipa, y le pasó el cacharro a Gin, quién lo aspiró con fuerza y se atragantó.
El chico empezó a darle palmadas en la espalda de la pecosa, mientras ella empezaba a toser nuevamente.
-Poco a poco, pelo de fuego. Aspira lentamente, y deja ir el humo con suavidad, sin prisas.
Gin lo probó nuevamente, sintiendo como una fuerte oleada de calor le recorría la garganta, y dejó ir al aire lentamente, viendo como el humo de colores se esparcía por el ambiente.
Zayn le sonrió.
-Bien, ahora me toca a mí.- le cogió el aparato, y cogió aire. Cuando lo soltó, inexplicablemente la humareda había tomado forma de animales, que hacían las acciones propias de cada uno. Hasta habían peces de colores que nadaban entre las cabezas de los muchachos.
-¿Cómo has hecho eso?- preguntó con curiosidad la pecosa. Zayn le contestó con un seco, pero educado “práctica”.
Cuando el cielo se volvió oscuro, y a Gin le empezaba a dar vueltas la cabeza, decidió parar de fumar. Bueno, realmente Zayn le arrancó la pipa de las manos al ver su mareado estado, ya que si fuera por ella, se habría quedado dando caladas arco iris hasta que su cuerpo se hubiese vuelto volátil.
-¡Gin!- le llamó alguien desde la lejanía. Ella volteó la cabeza, intentando hallar el propietario de esa dulce voz.
Al notar que veía borroso, y no distinguía a Zayn de un árbol, comprendió que estaba alucinando.
Resulta que la propietaria de esa voz, era nada más y nada menos que Charlotte, la Alice de Zayn, que había salido a dar una vuelta para desintoxicarse de su guía, y había vuelto con otra para el club de drogados.
La rubia se abalanzó sobre ella, corriendo. Vio que la pecosa tenía los ojos rojos, y estaba riendo sin motivo.
Se volvió furiosa al chico, que la miraba con expresión divertida.
-¡¿Qué le has hecho a Gin?!- chilló. Zayn contestó que había sido por su propia elección, cosa que hizo enfurecer aún más a Charlotte.- La pregunta es: ¿Cómo has tenido los santos huevos de dejarle fumar esa cosa?
Ella no esperó respuesta alguna por parte suya, ya que cogió a la pelirroja del brazo, y la arrastró consigo para llevarle a su casa.
-¿Sabes qué?- le preguntó Gin a la otra Alice, riendo a más no poder.
La rubia rodó los ojos.
-¿Qué quieres morfinómana?
La pelirroja ahogó una risita.
-Yo creo que a Zayn le gustas. – la miró con ojos soñadores, aunque divertidos.- Y también creo que a ti también te gusta.
Charlotte no pudo hacer más que reír ante la ocurrencia de la chica.
-Y lo dice la “experta en amor”- dijo haciendo comillas, de forma irónica.- que no se da cuenta que su guía le tira los tejos de una manera descarada.
Gin se cruzó los brazos, con fingida indignación, aunque siguió andando entre tambaleos.
-¡Claro que no! Finn está conmigo porque es mi guía. Estoy segura de que le gusta Perrie.
La rubia la miró, perpleja. ¿Enserio no se daba cuenta de cómo la miraba?
-Ya, cómo sea.- respondió con aburrimiento. Conversar con Gin cuando estaba consciente era divertido, pero cuando estaba fumada, era ridículamente gracioso.
Aunque Charlotte no estaba para reír de las bromas de la chica, cuando estaba planeando el asesinato de Zayn.
Justo en el momento que habían empezado a ver la casita de cuento de Tweedledee y Tweedledum, Gin notó que el dolor de su cabeza se intensificaba más y más, hasta llegar al punto de que le parecía que se estaba muriendo.
-Charlotte… creo que no me encuentro demasiado bi…- y sin decir nada más, puso los ojos en blanco y se desplomó contra el suelo. La rubia la miró asustada, sintiendo como el pánico empezaba a entrar por sus venas.
-¡Gin, Gin!
La voz de Charlotte empezó a sonar lejana a los oídos de la chica, quién ya empezaba a entrar en un extraño e impactante sueño.
Una pequeña y menuda Alice había caído en una madriguera sin fin cuando quiso perseguir a un peludo conejo blanco con gafitas y levita roja, que miraba su reloj con impaciencia.
Ahora creía que había sido una mala idea.
Alice flotaba en su descenso como las hojas cuando en otoño se desprenden de los árboles lentamente. Veía todo tipo de cosas inimaginables, cosas que usaba en su vida cuotidiana, y sin embargo, parecían objetos completamente diferentes.
Pero no debemos olvidar que ahora se hallaba en el País de las Maravillas, donde todas las cosas son maravillosas, diferentes a la forma en que nosotros estamos acostumbrados a verlas. Las sillas estaban apoyadas en el techo, colgando cabeza abajo, las macetas eran las flores de las plantas mientras que las flores, hacían de macetas, el suelo era el techo y habían relojes que iban a contratiempo.
Y así, fue a parar a un salón casi vacío, donde los únicos muebles era una mesa con una botellita de cristal, y a su lado, una caja de bizcochos.
Al posarse sobre el suelo, vio al conejo blanco que desaparecía por una puerta chiquitita que había en un rincón de la habitación.
Quiso seguirle detrás de él, pero era demasiado grande para pasar en la puerta, de modo que se apoyó en la mesa, intentando encontrar una solución.
-¡Eh! ¿Qué es eso?- Alice alisó su vestido azul de vuelo, y se dedicó a mirar con más atención a la comida que estaba posada delicadamente encima de la mesita de té.
En la botellita de cristal, había una etiqueta que se leía perfectamente “Bébeme” con una bonita y clásica caligrafía, y encima de la cajita de pastelitos, había otra etiqueta que ponía “Cómeme”.
-Bueno, pues ya que lo dicen…- la pequeña, cogió un pastelito de crema y se lo puso en la boca. En el mismo instante en que el bizcocho se puso en contacto sobre sus labios, Alice empezó a crecer de una manera desbordada.
-¡Pero yo lo que quería era ser más pequeña, no un gigante!-protestó. Cogió la pequeña ampolla, y se tragó todo su líquido de golpe.
La niña disminuyó de golpe, a la altura perfecta para entrar por la puerta. Sonrió divertida, y se fue a paso ligero hasta la puerta, donde encontraría un nuevo y mágico mundo, en el cual, ella sería la anfitriona.
Gin abrió los párpados lentamente, sintiendo como si todo el peso del mundo le cayera encima.
Cuando su vista se graduó correctamente con la luz, pudo ver dos rostros mirándola alegres, y hasta aliviados.
-¡Dios mío!- gritó Perrie.-Pensábamos que morirías mientras dormías.
Jack la fulminó con la mirada, haciendo que ella se callara.
La chica intentó apoyarse con los codos para levantarse, pero un intenso dolor le punzó el estómago, dándole unas tremendas arcadas. Emitió un chillido al mismo tiempo que apretaba sus brazos alrededor de su cintura.
-Oh, lo siento. Debimos avisarte de que tenías que tomarte esto antes de levantarte.- susurró un Jack preocupado, señalando al pequeño vaso lleno de un extraño líquido verdoso que tenía en las manos.
Gin quiso esbozar una sonrisa, pero acabó en una fastidiosa mueca torcida.
-Sí, debisteis haberme avisado.- la voz de la Gin ya no era suave y musical, sino ronca y amenazante.
-Lo sien…- antes de que Jack pudiera disculparse, la muchacha ya le había arrebatado la medicina, tomándosela de un trago.
-Mucho mejor.- dijo Gin, notando los efectos inmediatos del brebaje.- ¿Dónde está Finn?
Jack y Perrie se miraron por un segundo, y se dirigieron rápidamente a la chica.
-Debes descansar, ver a Finn sólo te hará sentir más mareada.- la pelirroja asintió en la respuesta de Perrie, pero no llegó a oír el “Créeme” de Jack.
Cuando sus dos amigos salieron de su dormitorio, Gin se levantó cuidadosamente de la cama, y sin hacer ningún ruido, abrió la ventana.
No podía esperar al día siguiente para explicarle a Finn sobre su recuerdo, así que si debía colarse por la ventana hasta su habitación, lo haría.
Pero la verdad, es que la suerte no estuvo de la parte de Gin, nuevamente. Así que al llegar a la sala de su guía, después de toda la Odisea que había pasado para pasar por allí, no esperó ver lo que sus ojos estaban contemplando:
Finn y Charlotte. Fundidos en un tierno abrazo que revolvió sus entrañas.
Cada Alice había conseguido al menos cinco recuerdos de las antiguas Alice, sin embargo, Gin no había encontrado ninguna memoria. Es más, por cada día que pasaba, se iba olvidando de alguno de sus propios recuerdos.
-Has de empezar a tomarte éste juego enserio.- dijo un día Finn a la pelirroja, mientras tomaban el té.
La chica hizo una mueca.
-Míralo por el lado positivo: Soy la primera de las últimas.- él lanzó un suspiro, y apoyó los codos en la pequeña mesa que tenía justo delante.
-¡Pero la primera de las últimas no gana nada!- exclamó, frustrado. Gin dio un respingo ante la actitud del chico. No le había visto jamás de aquél modo. Finn supo que no debería actuado así en cuanto vio su reacción.
-Gin…- empezó, pero la muchacha arrastró la silla, alejándola de la mesa y se puso de pie dispuesta a irse.
-¡Déjalo, Finn!-gritó.
-¡No!- él la cogió del brazo y la giró en su dirección.- No puedo permitir que pierdas el juego porque no te importe en absoluto ser la Alice que esperamos, pero solo quería decirte que cuanto más tardes en recolectar las memorias, más irás olvidando tus recuerdos.
“No tienes ni idea de cuánto deseo que eso pase”, pensó la pelirroja, esbozando una sonrisa.
-¿Me estás escuchando?- Finn la sacudió un poco. La chica lo miró con una sonrisa:
-Totalmente. ¿Pero si te dijera que quiero olvidar mi vida anterior?
Dee pareció descompuesto.
-¿Cómo?- susurró, confundido- ¿porqué deberías hacer eso? ¿No te gustaría recordar a tus amigos, o tus padres…?
-No te tendrías que preocupar por eso.- empezó Gin, pero cuando vio que Finn se disponía a replicar, continuó- Mis padres están muertos.
El chico la soltó del brazo, sorprendido por su directa respuesta. Le pareció ver un atisbo de tristeza en los ojos grisáceos de la pelirroja, pero Gin lo ocultó rápidamente con una sonrisa forzada.
-Me crié en un orfanato de monjas desde que tengo uso de razón, y los años que estuve allí fueron horribles. Las monjas me odiaban por ser diferente a los demás, y obligaban a mis compañeras a no acercarse a mí. El único amigo que tenía era un pequeño ratón campestre que encontré al patio de la inclusa cuando tenía seis años. Cuando tuve doce, él murió, dejándome completamente sola. Me vengué contra las monjas, haciendo lo posible para que no me adoptaran. En la mañana de mi dieciocho cumpleaños, me echaron del orfanato enseguida, dándome únicamente una tarjeta con el número de teléfono de una pescadería. –encogió los hombros, despreocupadamente.- supongo que ése sería mi trabajo actual si no fuera que por el camino, un conejo blanco me encontró. –Gin esbozó una funesta sonrisa.- Ahora ya sabes mi historia. ¿Qué harás?, ¿compadecerte de mí? –soltó una risa irónica, aunque los ojos le lagrimeaban.- No tengo nada que perder, Finn. Esto es lo mejor que me ha pasado en la vida.
El muchacho quería decir algo, pero estaba completamente paralizado. Sabía lo que era perder los padres, pero él consiguió tener una infancia feliz gracias a su hermano, al contrario que Gin.
Las palabras quedaron ahogadas en un pequeño ruidito de exclamación, y Gin aprovechó su momento de vulnerabilidad para huir de la casa, hacia el denso bosque que los rodeaba, justo cuando un “Ya estamos en casa”, por parte de Jack y Perrie hacía eco en la sala.
Oía los gritos de los chicos a sus espaldas, haciendo que sus ágiles piernas se movieran aún más rápido.
Siguió corriendo hasta llegar a un punto de la floresta que no había visto nunca. Intuyó que estaba lejos, y se dejó caer al césped mientras respiraba entrecortadamente.
Pero su calma y tranquilidad duraron poco cuando un humo de colores le provocó toser de una manera casi grosera.
-¿Pero qué es esta mier…?- preguntó entre bocanadas, Gin a la nada.
-Cuidado con lo que dices, pecosa.- Una oruga azul había aparecido delante suyo, fumando una pipa de aspecto oriental.
-Tu cara me suena…-dijo pensativa, pero un pensamiento más agradable invadió la mente de Gin.- ¡Oye! ¿Eso no es un Narguile?
Un humo rojo envolvió a lo que alguna vez había sido la oruga, dejando ver a un chico moreno, de piel dorada y ojos ámbar. Sonrió maliciosamente, puede que hasta sorprendido.
-Chica lista- vaciló, mientras dirigía la mirada a su pipa- ¿quieres un poco?
Gin empezó a dar saltitos emocionada.
-Claro…ehh.
-Zayn.- contestó él.
-Yo me llamo Gin.- dijo ella cuando se sentó a su lado, encima de una seta gigante de tonos azules y morados.
-Ya lo sé.- dijo con arrogancia. Ella se le quedó mirando fijamente.
-¿Porqué me miras?- enarcó una ceja, con intriga.
A Gin le dio una punzada de envidia al notar el gesto del moreno. Ella nunca había podido hacer eso con las cejas… ¡Y con lo divertido que parecía!
-¿Cómo es que sabes mi nombre?
Zayn rió socarrón, con un toque de egocentrismo en el tono que la muchacha no supo identificar.
-Porque yo lo sé todo, querida.-dio una calada a la pipa, y le pasó el cacharro a Gin, quién lo aspiró con fuerza y se atragantó.
El chico empezó a darle palmadas en la espalda de la pecosa, mientras ella empezaba a toser nuevamente.
-Poco a poco, pelo de fuego. Aspira lentamente, y deja ir el humo con suavidad, sin prisas.
Gin lo probó nuevamente, sintiendo como una fuerte oleada de calor le recorría la garganta, y dejó ir al aire lentamente, viendo como el humo de colores se esparcía por el ambiente.
Zayn le sonrió.
-Bien, ahora me toca a mí.- le cogió el aparato, y cogió aire. Cuando lo soltó, inexplicablemente la humareda había tomado forma de animales, que hacían las acciones propias de cada uno. Hasta habían peces de colores que nadaban entre las cabezas de los muchachos.
-¿Cómo has hecho eso?- preguntó con curiosidad la pecosa. Zayn le contestó con un seco, pero educado “práctica”.
Cuando el cielo se volvió oscuro, y a Gin le empezaba a dar vueltas la cabeza, decidió parar de fumar. Bueno, realmente Zayn le arrancó la pipa de las manos al ver su mareado estado, ya que si fuera por ella, se habría quedado dando caladas arco iris hasta que su cuerpo se hubiese vuelto volátil.
-¡Gin!- le llamó alguien desde la lejanía. Ella volteó la cabeza, intentando hallar el propietario de esa dulce voz.
Al notar que veía borroso, y no distinguía a Zayn de un árbol, comprendió que estaba alucinando.
Resulta que la propietaria de esa voz, era nada más y nada menos que Charlotte, la Alice de Zayn, que había salido a dar una vuelta para desintoxicarse de su guía, y había vuelto con otra para el club de drogados.
La rubia se abalanzó sobre ella, corriendo. Vio que la pecosa tenía los ojos rojos, y estaba riendo sin motivo.
Se volvió furiosa al chico, que la miraba con expresión divertida.
-¡¿Qué le has hecho a Gin?!- chilló. Zayn contestó que había sido por su propia elección, cosa que hizo enfurecer aún más a Charlotte.- La pregunta es: ¿Cómo has tenido los santos huevos de dejarle fumar esa cosa?
Ella no esperó respuesta alguna por parte suya, ya que cogió a la pelirroja del brazo, y la arrastró consigo para llevarle a su casa.
-¿Sabes qué?- le preguntó Gin a la otra Alice, riendo a más no poder.
La rubia rodó los ojos.
-¿Qué quieres morfinómana?
La pelirroja ahogó una risita.
-Yo creo que a Zayn le gustas. – la miró con ojos soñadores, aunque divertidos.- Y también creo que a ti también te gusta.
Charlotte no pudo hacer más que reír ante la ocurrencia de la chica.
-Y lo dice la “experta en amor”- dijo haciendo comillas, de forma irónica.- que no se da cuenta que su guía le tira los tejos de una manera descarada.
Gin se cruzó los brazos, con fingida indignación, aunque siguió andando entre tambaleos.
-¡Claro que no! Finn está conmigo porque es mi guía. Estoy segura de que le gusta Perrie.
La rubia la miró, perpleja. ¿Enserio no se daba cuenta de cómo la miraba?
-Ya, cómo sea.- respondió con aburrimiento. Conversar con Gin cuando estaba consciente era divertido, pero cuando estaba fumada, era ridículamente gracioso.
Aunque Charlotte no estaba para reír de las bromas de la chica, cuando estaba planeando el asesinato de Zayn.
Justo en el momento que habían empezado a ver la casita de cuento de Tweedledee y Tweedledum, Gin notó que el dolor de su cabeza se intensificaba más y más, hasta llegar al punto de que le parecía que se estaba muriendo.
-Charlotte… creo que no me encuentro demasiado bi…- y sin decir nada más, puso los ojos en blanco y se desplomó contra el suelo. La rubia la miró asustada, sintiendo como el pánico empezaba a entrar por sus venas.
-¡Gin, Gin!
La voz de Charlotte empezó a sonar lejana a los oídos de la chica, quién ya empezaba a entrar en un extraño e impactante sueño.
Una pequeña y menuda Alice había caído en una madriguera sin fin cuando quiso perseguir a un peludo conejo blanco con gafitas y levita roja, que miraba su reloj con impaciencia.
Ahora creía que había sido una mala idea.
Alice flotaba en su descenso como las hojas cuando en otoño se desprenden de los árboles lentamente. Veía todo tipo de cosas inimaginables, cosas que usaba en su vida cuotidiana, y sin embargo, parecían objetos completamente diferentes.
Pero no debemos olvidar que ahora se hallaba en el País de las Maravillas, donde todas las cosas son maravillosas, diferentes a la forma en que nosotros estamos acostumbrados a verlas. Las sillas estaban apoyadas en el techo, colgando cabeza abajo, las macetas eran las flores de las plantas mientras que las flores, hacían de macetas, el suelo era el techo y habían relojes que iban a contratiempo.
Y así, fue a parar a un salón casi vacío, donde los únicos muebles era una mesa con una botellita de cristal, y a su lado, una caja de bizcochos.
Al posarse sobre el suelo, vio al conejo blanco que desaparecía por una puerta chiquitita que había en un rincón de la habitación.
Quiso seguirle detrás de él, pero era demasiado grande para pasar en la puerta, de modo que se apoyó en la mesa, intentando encontrar una solución.
-¡Eh! ¿Qué es eso?- Alice alisó su vestido azul de vuelo, y se dedicó a mirar con más atención a la comida que estaba posada delicadamente encima de la mesita de té.
En la botellita de cristal, había una etiqueta que se leía perfectamente “Bébeme” con una bonita y clásica caligrafía, y encima de la cajita de pastelitos, había otra etiqueta que ponía “Cómeme”.
-Bueno, pues ya que lo dicen…- la pequeña, cogió un pastelito de crema y se lo puso en la boca. En el mismo instante en que el bizcocho se puso en contacto sobre sus labios, Alice empezó a crecer de una manera desbordada.
-¡Pero yo lo que quería era ser más pequeña, no un gigante!-protestó. Cogió la pequeña ampolla, y se tragó todo su líquido de golpe.
La niña disminuyó de golpe, a la altura perfecta para entrar por la puerta. Sonrió divertida, y se fue a paso ligero hasta la puerta, donde encontraría un nuevo y mágico mundo, en el cual, ella sería la anfitriona.
Gin abrió los párpados lentamente, sintiendo como si todo el peso del mundo le cayera encima.
Cuando su vista se graduó correctamente con la luz, pudo ver dos rostros mirándola alegres, y hasta aliviados.
-¡Dios mío!- gritó Perrie.-Pensábamos que morirías mientras dormías.
Jack la fulminó con la mirada, haciendo que ella se callara.
La chica intentó apoyarse con los codos para levantarse, pero un intenso dolor le punzó el estómago, dándole unas tremendas arcadas. Emitió un chillido al mismo tiempo que apretaba sus brazos alrededor de su cintura.
-Oh, lo siento. Debimos avisarte de que tenías que tomarte esto antes de levantarte.- susurró un Jack preocupado, señalando al pequeño vaso lleno de un extraño líquido verdoso que tenía en las manos.
Gin quiso esbozar una sonrisa, pero acabó en una fastidiosa mueca torcida.
-Sí, debisteis haberme avisado.- la voz de la Gin ya no era suave y musical, sino ronca y amenazante.
-Lo sien…- antes de que Jack pudiera disculparse, la muchacha ya le había arrebatado la medicina, tomándosela de un trago.
-Mucho mejor.- dijo Gin, notando los efectos inmediatos del brebaje.- ¿Dónde está Finn?
Jack y Perrie se miraron por un segundo, y se dirigieron rápidamente a la chica.
-Debes descansar, ver a Finn sólo te hará sentir más mareada.- la pelirroja asintió en la respuesta de Perrie, pero no llegó a oír el “Créeme” de Jack.
Cuando sus dos amigos salieron de su dormitorio, Gin se levantó cuidadosamente de la cama, y sin hacer ningún ruido, abrió la ventana.
No podía esperar al día siguiente para explicarle a Finn sobre su recuerdo, así que si debía colarse por la ventana hasta su habitación, lo haría.
Pero la verdad, es que la suerte no estuvo de la parte de Gin, nuevamente. Así que al llegar a la sala de su guía, después de toda la Odisea que había pasado para pasar por allí, no esperó ver lo que sus ojos estaban contemplando:
Finn y Charlotte. Fundidos en un tierno abrazo que revolvió sus entrañas.
Última edición por JuJu el Sáb 28 Sep 2013, 9:27 am, editado 1 vez
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