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El Contrato {Harry Styles}

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El Contrato {Harry Styles} - Página 4 Empty Re: El Contrato {Harry Styles}

Mensaje por amairani :3 Vie 02 Ago 2013, 3:34 pm


Capitulo 12




 El Contrato {Harry Styles} - Página 4 Tumblr_mm8rekPoqH1rskvyfo1_500




Veintiséis horas después de pronunciar el «Sí, quiero», la prensa descubrió a Samantha y a Harry desembarcando de su jet privado. Gracias a Dios, Samantha había tenido la precaución de llevarse unas gafas de sol bien grandes consigo tras las que poder ocultar el estrés, que ya era evidente en sus ojos. Los periodistas no habían cambiado desde la detención de su padre. Les bloquearon el paso, tomaron fotografías de los dos y les hicieron todo tipo de preguntas.
  Harry la guió hacia el exterior del aeropuerto con un brazo posesivo alrededor de su cintura. Con un poco de suerte, antes de que llegara el fin de semana muchos ya se habrían bajado del carro, llevándose los focos a otra parte. De no ser así, tendría que enfrentarse a los paparazzi ella sola.
  Harry dijo unas palabras, más bien pocas, mientras avanzaban. Cosas como «el amor de mi vida» y «me hizo perder la cabeza». Parecía tan sincero. Si no estuviera al tanto del plan, Samantha le habría creído sin pensárselo dos veces. En una ocasión, Harry acercó los labios a su oreja y le susurró: «Será peor en Europa, así que saca a la esnob que llevas dentro y sonríe».
  Sin dejar de sonreír, Samantha se apoyó en él para montarse en el asiento trasero del coche que les esperaba. La instantánea del momento apareció en los canales de televisión más importantes y en tres revistas del corazón.
  El amigo de Harry, Louis, resultó ser toda una sorpresa. Con su pelo rubio y su apariencia de surfista era el extremo opuesto a su marido. Siempre bien vestido, era inteligente, pragmático y tenía un gran sentido del humor. Le dio a Sam su número de móvil y la animó a que lo usara si necesitaba cualquier cosa mientras Harry estuviera fuera de la ciudad.
  Tal y como habían acordado, Harry le entregó a Samantha una copia de las llaves de su casa, que estaba en la zona más elevada de Malibú y cuyas vistas sobre el mar eran espectaculares. La casa era enorme: mil metros cuadrados en una propiedad de cuatro hectáreas. El servicio incluía cocinera, asistenta y un equipo de jardineros para cuidar de la finca. Neil, el chófer de Harry, se ocupaba del personal y vivía en la casa de invitados. Era tan corpulento que un equipo de fútbol americano al completo se sentiría intimidado a su lado. Harry le  contó que también hacía las veces de guardaespaldas.
  Tras desearle un feliz vuelo a su marido, Samantha regresó a su adosado de alquiler sumida en sus pensamientos. El proceso de búsqueda de una esposa y su ejecución habían sido movimientos muy inteligentes por parte de Harry. Ni siquiera una mujer fuerte como ella podía evitar volver la cabeza y mirar cuando una fortuna como la suya pasaba junto a ella.
  —No quiero ni saber cuánto cuestas —murmuró, admirando el anillo que brillaba en su dedo y haciéndolo girar. Tendría que devolverlo en cincuenta y cuatro semanas, pero hasta entonces disfrutaría de él.
  La voz de Eliza gritó un «Sin comentarios» y luego se oyó un portazo.
  —Madre mía, ¿cuánto tiempo vamos a tener que aguantar esto? —Eliza, más amiga que empleada, descolgó el bolso de su hombro y lo lanzó sobre la mesa de café.
  —Se irán en un par de días.
  —Pareces muy segura.
  —Lo he vivido antes. El divorcio atraerá todavía a más prensa.
  Eliza lanzó sobre la mesa un periódico en cuya portada aparecían los rostros sonrientes de Sam y Harry.
  —Sois muy convincentes.
  Samantha sonrió. Se moría de ganas de que la prensa desapareciera, pero al mismo tiempo le gustaban las fotografías que les habían hecho. Al fin y al cabo, eran las únicas fotos que tenía de su boda.
  —No hacemos mala pareja.
  —¿Mala pareja? Si parecéis felices como dos tortolitos.
  —¿Las tórtolas tienen cara de felicidad? —se burló Sam.
  —No tengo ni idea. Qué pena no haberlo conocido cuando te trajo a casa. —Eliza se desplomó en el sofá y apoyó sus largas piernas en la mesita.
  —En realidad no me trajo él. Fue su chófer.
  —¿Su chófer? —Eliza tenía unos ojos color chocolate, absolutamente increíbles, unos ojos que se abrieron como platos al preguntar.
  —Es rico. ¿Por qué conducir tú mismo cuando puedes pagar a alguien para que lo haga por ti? —Samantha se rió y puso los ojos en blanco, esbozando su mejor mueca de esnob.
  —Vaya, vaya, usted perdone. —Pero su amiga se estaba riendo. 
  El teléfono de la empresa sonó y Eliza saltó del sofá para cogerlo.
  —Alliance.
  Samantha escuchó con una oreja mientras su amiga prestaba atención a la persona que le hablaba desde el otro lado de la línea.
  Lo cierto era que no quedaban tan mal el uno junto al otro, a pesar de que él le sacaba más de una cabeza.
  —Sin comentarios —dijo Eliza—. No, no somos un servicio de señoritas de compañía... Le repito que no vamos a comentar nada al respecto. —Y con un suspiro de frustración, colgó el teléfono.
  —Debería habérmelo imaginado. —La prensa estaría dispuesta a reducir su negocio a añicos si con ello conseguía beneficios.
  —Quizá podríamos redactar un comunicado oficial.
  —Buena idea. Escribiré un primer borrador y se lo pasaré a Harry.
  El teléfono sonó de nuevo; otro periodista en busca de respuestas. Media hora más tarde, Sam y Eliza ya se habían dado por vencidas y habían desconectado la línea de la empresa. Con un poco de suerte, pronto la noticia empezaría a perder fuelle. La publicidad podría atraer a nuevos clientes, siempre que Samantha fuera capaz de mantener el anonimato, algo que no sucedería mientras toda la prensa del corazón del país estuviera instalada frente a la puerta de su casa.
Por el momento, no le quedaba más remedio que posponer la búsqueda de nuevos clientes.
  —Esto es una locura —exclamó Eliza mientras corría las cortinas de la sala de estar. Un grupo de paparazzi había acampado en la calle y se las ingeniaba para colar los objetivos de las cámaras cada vez que una de ellas abría las cortinas.
  —Prepararé algo para cenar. No te importa quedarte esta noche, ¿verdad? —Eliza había ocupado la habitación libre de la casa hasta que, seis meses antes, se había ido a vivir con su actual novio.
  —¿Esa es tu forma de pedirme que me quede?
  —Dios, sí. No quiero estar sola con esa gente en la calle. De todas formas, te seguirían hasta tu casa —respondió Sam.
  —Está bien, pero yo escojo la peli. Dime que tienes vino.
  —¿Alguna vez te he defraudado?
  Samantha apagó las luces del porche y pasó el cerrojo de la puerta principal. Se pusieron cómodas, con pantalones de chándal y camiseta, y se acomodaron frente al televisor con unas porciones de pizza barata y una buena botella de Merlot. 
  —Tengo la sensación de que ya no haremos esto tan a menudo —dijo Eliza entre bocado y bocado.
  —¿Por qué dices eso? —Sam estaba tomando algunas notas en una libreta, intentando dar forma al comunicado de prensa.
  —Ahora eres una mujer casada.
  —¿Y?
  Ambas sabían que solo era de cara a la galería. En aquel preciso instante, Harry estaría durmiendo plácidamente en la cama de su avión privado y ni uno solo de sus pensamientos sería para ella.
  —Estás casada con un duque, Sam. ¿Tienes idea de lo fuerte que es eso?
  —Es solo un título, como «señor» o «doctor», solo que Harry no ha tenido que trabajar para conseguirlo.
  —Heredó el título automáticamente de su padre cuando este murió, ¿verdad? —Eliza se había sentado con los pies debajo del trasero y había colocado un bol de palomitas en el sofá, entre las dos.
  Samantha asintió.
  —¿Pero necesitaba casarse para heredar las propiedades?
  —En la mayoría de los casos, el título y las propiedades van juntas y las recibe el primer hijo varón del duque y la duquesa, pero el padre de Harry era un gilipollas de primera categoría. Dejó estipulado en su testamento que las propiedades fueran divididas, disueltas a todos los efectos, si Harry no sentaba la cabeza antes de cumplir treinta y seis años. Uno de sus primos recibiría una parte de las propiedades, la madre y la hermana tendrían una pequeña asignación y el resto se destinaría a causas benéficas.
  —Qué frialdad. ¿El padre no lo dejó todo arreglado para que su propia mujer pudiera quedarse en la casa que ha sido su hogar durante tantos años?
  —Supongo que no.
  Eliza se inclinó hacia delante.
  —Qué imbécil.
  —Harry dice que un título sin las propiedades asociadas es como un rey sin país. Lo de la realeza es que me deja alucinada.
  El móvil de Samantha vibró y en la pantalla apareció el nombre de Harry.




 ¡Hola hermosas! Aquí esta el capitulo doce. Espero que les guste. :3
¡Por favor, Comenten!
Oh, por cierto. Acabo de comenzar a adaptar otra nove, se llama Lista de imperfecciones de Louis Tomlinson, si pueden pasense :3
lots of kisses xx
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Mensaje por Spready0urwings Vie 02 Ago 2013, 5:37 pm

Bueno, como leí está novela tendrá algunas escenas hot y bueno, ya quiero que Sam y Harry tengan askhsklñ como que soy la única pervertida aquí ¿verdad? ): jajaja mentira, yo soy una santa, soy una criatura inocente en este mundo tan pervertido ): jajaja okya estuvo genial el capítulo, no tardes en seguir. Un beso.
Spready0urwings
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Mensaje por amairani :3 Vie 02 Ago 2013, 9:26 pm

Spready0urwings escribió:
Bueno, como leí está novela tendrá algunas escenas hot y bueno, ya quiero que Sam y Harry tengan askhsklñ como que soy la única pervertida aquí ¿verdad? ): jajaja mentira, yo soy una santa, soy una criatura inocente en este mundo tan pervertido ): jajaja okya estuvo genial el capítulo, no tardes en seguir. Un beso.

 Jaja, no te preocupes, aunque no lo parezca yo también tengo una mente muy pervertida xDD
Ya casi viene la parte Hot x33 Así que no te desesperes, en unos pocos capítulo más vendrá la parte Hot :3 jaja
Ahora cuelgo cap :)
kisses xx
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Mensaje por amairani :3 Vie 02 Ago 2013, 10:03 pm


Capítulo 13

 El Contrato {Harry Styles} - Página 4 Tumblr_mqtlngOFxD1qalofto1_500

Una descarga de emoción le recorrió la espalda.
  —Hola.
  —Quería hablar contigo antes de que te fueras a la cama —dijo Harry. Parecía cansado y el ruido de fondo le impedía escucharle con claridad. 
  —Y yo que pensaba que estarías a veinte mil pies. ¿Dónde estás?
  —El vuelo se ha retrasado, estoy en Nueva York. Salimos de aquí en menos de una hora.
  El día para ellos había empezado muy temprano y no parecía que fuese a terminar pronto. Samantha se sintió mal por él.
  —Oye, aquí la prensa se ha vuelto loca. He pensado que podríamos hacer circular un comunicado de prensa. Para quitármelos de encima —sugirió Samantha.
  —¿Estás bien? No te estarán acosando, ¿no? —preguntó Harry con una nota de preocupación en la voz.
  —No, estoy...
  —Me gustaría que te quedaras en mi casa.
  —Ya hemos hablado de esto. Estoy bien aquí. —De fondo se oyó el sonido de un megáfono anunciando vuelos—. ¿Qué te parece esto? «El señor y la señora Styles les ruegan que respeten su privacidad mientras se ajustan a los rápidos cambios que están experimentando sus vidas. Tanto su noviazgo como el posterior matrimonio han sido una sorpresa para ellos tanto como para el resto del mundo. En estos momentos se está organizando una recepción para presentar a la pareja y revelar los detalles de su matrimonio por amor.»
  —¿Matrimonio por amor?
  Fue lo único que Harry cuestionó.
  —Eso suena cursi. Ya pensaré en otra cosa.
  Harry se rió al otro lado del hilo.
  —La única otra cosa que tienes que cambiar son nuestros nombres.
  —¿Qué?
  —Sí —respondió él con voz entrecortada—. Tiene que poner lord y lady Styles, duque y duquesa de Albany. Escucha, tengo que dejarte. Te llamaré por la mañana. Llama a Louis o a Neil si necesitas algo.
  La línea quedó en silencio.
  Un pavor incontrolable se desplomó sobre ella como el telón de un teatro.
  —Oh, Dios mío...
  —¿Qué? —Eliza dejó de meterse palomitas en la boca a puñados y miró a Samantha con los ojos abiertos de par en par.
  —Esto me sobrepasa. —¡Duquesa! Era duquesa de verdad. El peso del título le había bloqueado la capacidad para pensar con claridad.


  —No has utilizado las tarjetas de crédito.
  Esas fueron las primeras palabras que salieron de la boca de Harry tres días más tarde.
  Samantha estaba haciendo ejercicio por la playa con un manos libres con Bluetooth colgando de la oreja. La prensa había empezado a desaparecer de la puerta de su casa, pero las llamadas no cesaban.
Finalmente había decidido darle a Eliza unas vacaciones más que merecidas y escapar de su casa tan a menudo como le fuera posible.
  —Hola a ti también. —Redujo la marcha para poder hablar cómodamente.
  —Parece que te falta el aliento. ¿Qué estás haciendo?
  —Correr.
  —Vaya. —Parecía sorprendido—. ¿Qué es ese ruido?
  —El viento. Estoy en la playa. —Samantha esquivó unas rocas y continuó su camino.
  —¿Es seguro? ¿Hay alguien contigo?
  Ella se rió.
  —Sí, es seguro, detective Dan, y no, no hay nadie conmigo. — Se burlaba de él, pero en el fondo le gustaba que se preocupara por ella. Sam no recordaba la última vez que a alguien se había preocupado porque ella anduviera sola por la calle—. Seguro que no has llamado para saber los detalles de mi rutina de ejercicios. ¿Qué pasa?
  —Quería asegurarme de que has rellenado los impresos del pasaporte.
  —El martes me pasé seis horas en la comisaría. Cambio de nombre, pasaporte, el lote completo. Les pedí que se dieran prisa, pero dicen que tardará un mínimo de diez días laborables.
  Mientras corría, el pelo se le pegaba a la cara, húmedo por la fría brisa y la niebla de la mañana. Le encantaba aquella hora del día. Había algunos corredores y una docena de surfistas. Intentaba ir a la playa al menos una vez a la semana para correr. Los días que no podía, hacía una ruta por el vecindario. Lo cierto era que la zona por la que corría cada vez era menos fiable, así que a veces prefería coger el coche y buscar un recorrido más seguro o un parque. ¿Cómo sería correr en la playa frente a la casa de Harry?
  —Diez días es demasiado. Haré un par de llamadas para que  agilicen las cosas.
  —Ya les he insistido yo y solo he conseguido que el proceso se reduzca de un mes a diez días. Según dicen, no puede hacerse más rápido. —Respiraba entre jadeos, pero aun así no se detuvo.
  —Ya me ocupo yo —insistió Harry, y a Samantha aquella actitud tan decidida le pareció divertida.
  —¿Acaso alguien se atreve a decirle que no al gran y poderoso Harry Styles? —se burló.
  —Solo tú. ¿Por qué no estás por ahí de compras? Te dije que fueras generosa. —Había algo que no le hacía feliz, podía notarlo en su voz.
  —Deja que lo adivine. Has visto una foto de mí en las revistas con unos pantalones viejos y una camiseta.
  Por un momento, Harry vaciló.
  —Es eso, ¿no? —Samantha rompió a reír y tuvo que dejar de correr para recuperar el aliento—. Vamos, Harry, déjalo ya.
  —Ve de compras, Samantha. La recepción congregará a altos dignatarios y a varias familias muy influyentes. Iremos al teatro, a ver partidos de polo... Lo que te apetezca.
  —¿Mis tejanos cortados no sirven? —preguntó ella, a punto de llorar de la risa.
  —Hasta yo he visto Pretty Woman. ¡Ve de compras!
  La idea de Harry viendo una comedia romántica solo sirvió para avivar su risa.
  —Espero que la mujer valiera la pena.
  —¿Qué mujer?
  —La que te arrastró al cine a ver Pretty Woman.
  Harry se rió y el sonido de su voz llenó la cabeza de Samantha de imágenes de su hermoso rostro y de aquellos ojos esmeralda que ya había empezado a echar de menos.
  —Fue mi hermana.
  —Eso lo explica todo.
  —Ganó una apuesta. Tenía que llevarla al cine o perder su respeto. —De pronto, la voz de Harry parecía más relajada y la conversación siguió su curso. Siempre sucedía así tras unos minutos al teléfono con ella, hasta el punto de que Sam esperaba sus llamadas diarias con ilusión—. ¿Has dejado de correr? —preguntó Harry.
  Samantha observó la playa desierta y apoyó una mano en la cadera.
  —Sí —respondió entre jadeos. 
  Harry gruñó.
  —¿Qué pasa?
  —¿Quieres que sea sincero?
  —Siempre. —Se volvió cara al viento y concentró todos sus esfuerzos en respirar más despacio.
  —Entre la respiración acelerada y esa voz que tienes, me está costando lo mío estarme quieto.
  Samantha se mordió el labio inferior, mientras el corazón le daba un vuelco dentro del pecho.
  —Bueno, pues entonces será mejor que no te explique qué llevo puesto o qué pintas tengo para no arruinarte la fantasía.
  Él soltó una carcajada.
  —Estoy seguro de que los paparazzi andan por ahí y que mañana por la mañana tendré una foto de ti sobre la mesa.
  Sam miró a su alrededor pero no vio a nadie con una cámara.
  —Quizá.
  —Antes de dejarte, otra cosa: he llamado a tu casa pero la línea estaba fuera de servicio.
  —Se oía un ruido de fondo. Hoy por la mañana vendrán unos técnicos a arreglarla. He contratado un servicio de reconocimiento de llamada para controlar cuándo se trata de prensa. —Sam dio media vuelta y retomó la carrera de regreso al coche.
  —Un plan muy sólido. Mañana te llamo.
  —Ah, y Harry... —añadió ella, solo por diversión y con una sonrisa en los labios.
  —Dime.
  Bajó el tono de voz todavía más de lo normal y respiró con fuerza contra el auricular del manos libres.
  —Tengo mucho calor y estoy sudada.
  —Grrrr. —El gruñido de Harry hizo vibrar el manos libres que llevaba en la oreja.
  Después de colgar, Samantha se preguntó si hacía bien al tontear con su marido. La sonrisa que le iluminaba la cara amenazaba con dejarle unos hoyuelos grabados para siempre en las mejillas, así que decidió olvidarse de cualquier preocupación y disfrutar de que por fin un hombre se interesara por ella como mujer.
  A pesar de que ese hombre era su marido.
 

La prensa se había rendido, pensó Samantha mientras subía las escaleras que llevaban a su casa. No quedaba ni uno solo de los  cuarentones que, cámara en mano, se escondían entre los arbustos o la enfocaban con el zoom desde alguna esquina. Entró en casa, tiró las llaves sobre la mesa de la entrada y se dirigió hacia las escaleras.
  Cuando sonó el timbre, se dio la vuelta y abrió la puerta por impulso. A medio movimiento, se dio cuenta de que seguramente estaba provocando una fotografía no deseada, una fotografía que haría que al día siguiente Harry se tirara de los pelos.
  Pero la persona que esperaba tras la puerta no era un periodista ni un fotógrafo a la caza de dinero fácil.
  Peor que eso. Vanessa.
  La mujer que la miraba fijamente era todo lo que Samantha no era. Tenía el pelo rubio —tan puro que no podía ser artificial—, los pómulos muy marcados y los ojos de un azul brillante. Un par de piernas largas y delgadas asomaban bajo la falda, una pieza de seda hecha a medida que nunca había colgado de la percha de un centro comercial.
  Bueno, al menos Harry tenía buen gusto con las mujeres, eso era innegable.
  —Ya sabes quién soy.
  Vanessa van Buren no parecía la típica amante despechada capaz de presentarse sin avisar, o al menos así lo había creído Samantha. Desde la distancia quizá, pero para llamar a la puerta se necesitaban agallas. Ella habría apostado por Jacqueline, que era una mujer mucho más escandalosa.
  Pero se equivocaba.
  —Y tú sabes quién soy yo.
  Vanessa miró a Sam de arriba abajo y una sonrisa le rozó las comisuras de los labios. Vanessa vestía de Gucci mientras que ella lo hacía de Target. Una vez, cuando Samantha era más joven, antes de la caída en desgracia de su padre, una amiga le había dado un consejo. Le dijo: «No te metas en batallas sin tener un arsenal completo». Por aquel entonces, Samantha y una de sus enemigas del instituto estaban intentando captar la atención del mismo chico. Desde aquel día, nunca salía de su casa sin maquillar o sin una etiqueta de marca colgando de la espalda.
  Samantha bajó la mirada, vio los pantalones cortos de algodón que llevaba y la camiseta con el lema «Los corredores mantenemos el ritmo» y no pudo reprimir una mueca.
  —¿Me vas a invitar a entrar? 
  Ni en un millón de años.
  —No veo para qué.
  Vanessa dio un paso al frente y entró de todos modos. Samantha consideró la opción de detenerla, pero para ello habría tenido que retenerla físicamente. Una imagen así en la portada de las revistas no era precisamente lo que Harry y ella necesitaban.
  Samantha cerró la puerta y le bloqueó el paso para que no avanzara.
  —Hasta aquí es más que suficiente.
  —No tardaré mucho. —Vanessa miró a su alrededor. A pesar de la situación, aquella mujer era capaz de mantener un control férreo sobre la ira que se desprendía de su voz—. ¿Qué puede haber visto Harry en ti?
  Sam se cruzó de brazos.
  —¿Siempre llevas las garras puestas? ¿O te las quitas por la noche?
  —Muy lista. ¿Sabías que se acostó conmigo no hará ni dos semanas?
  A Samantha se le ocurrieron un montón de respuestas, pero consiguió controlarse.
  —Harry y yo nunca hemos querido hacerle daño a nadie. —Sam concentró todas sus fuerzas en evitar la imagen de Harry y Vanessa bailando un tango desnudos sobre la cama.
  —Harry siempre hace daño a todo el mundo... antes o después. Lo descubrirás pronto.
  —Creo que deberías irte. —Samantha se moría de ganas de dejar de ser educada. Aquella no era una mujer enamorada, era una serpiente preparándose para atacar.
  —¿Sabe lo de tu padre? ¿Lo de la sórdida familia que has escondido en el pasado?
  Sam apretó los dientes y hundió las uñas en la carne de sus brazos.
  —Harry lo sabe todo.
  Por la mirada fría y calculadora de Vanessa, era evidente que sabía algo.
  —¿Todo? ¿Estás segura de eso?
  No tenía nada que esconder... Bueno, casi nada. Samantha había enterrado sus pecados a tanta profundidad que ni siquiera sus contactos serían capaces de encontrarlos.
  —Hablas como una mujer desesperada, Vanessa, y he de decirte que no te favorece.
  La sonrisa de la otra mujer se desvaneció.
  —No hay nada en mí que se parezca remotamente a la desesperación. Tú, en cambio, eres la viva imagen.
  —Ding, ding. Fin del asalto. —Samantha abrió la puerta de par en par, sin importarle quién tomara la foto—. Muévete o te pateo los Prada con mis Nike.
  El corazón le iba a cien por hora, tanto que le apetecía propinarle una buena patada.
  —Ten cuidado, no sabes con quién estás tratando.
  Samantha se acercó a ella tanto como pudo sin llegar a tocarla.
  —Señorita, no tienes ni idea de qué soy capaz. Y pensar que cuando Harry me habló de lo vuestro, sentí pena por ti. Qué pérdida de tiempo. No sé en qué estaría pensando Harry.
  Los ojos de Vanessa rezumaban veneno. Sin mediar palabra, dio media vuelta, se puso unas gafas de sol oscuras y salió disparada hacia el deportivo rojo que la esperaba aparcado en la calle.
  Samantha no estaba dispuesta a aceptar cuánto le había afectado aquella conversación, así que, en lugar de dar un portazo, cerró la puerta tras ella y se apoyó en el marco. Cuando la violencia del encuentro se filtró en su torrente sanguíneo, las manos empezaron a temblarle descontroladamente.
  Oyó el sonido de la gravilla bajo las ruedas de un coche.
  —Muy bonito.
  Se apartó de la puerta y fue a buscar el bolso. No le apetecía hablar, así que cogió el móvil, escribió un mensaje y se lo mandó a Harry.
  «¿Gano algo si tengo razón?», le preguntó a su marido.
  Mientras esperaba una respuesta, cerró la puerta con llave, subió las escaleras y se dirigió hacia la ducha.
  El móvil vibró justo en el momento en que pisaba el último escalón.
  «¿Razón en qué?»
  «Acabo de conocer a la víbora rubia. No sé qué pudiste ver en ella además de lo obvio.» Y puesto que no estaba segura de poder hablar, añadió: «Me meto en la ducha, hablamos después».
  Sam tiró el teléfono encima de la cama y se dirigió al lavabo.
Poco a poco, empezaba a recuperar la compostura. Observó su imagen reflejada en el espejo del lavabo. La niebla de primera hora de la mañana había causado estragos en su pelo y encima todavía tenía  las mejillas coloradas.
  —Qué desastre.
  Oyó el sonido del teléfono en el dormitorio pero lo ignoró. Luego se quitó la camiseta y la metió en la cesta de la ropa sucia. Las palabras de su amiga del instituto resonaban en su cabeza: «Arsenal completo».
  —¿Sabes qué, Harry? Creo que te haré caso con lo de la tarjeta de crédito.
  Con mujeres como Vanessa plantándose en la puerta de su casa, lo mínimo que podía hacer era vestirse adecuadamente para la batalla. Había nacido en una familia pudiente y conocía las normas del juego, solo que había escogido no participar.
  Hasta ahora.


¡Hey Girls! Bueno, Aquí les dejo otro capitulo :3 Mañana tengo un examen, y voy a salir en la tarde, así que no se a que hora pueda colgar cap. Pero les prometo que en cuanto llegue les subiré uno largo :P 
¡Por favor, Comenten!
Muchos Besitos xx
amairani :3
amairani :3


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El Contrato {Harry Styles} - Página 4 Empty Re: El Contrato {Harry Styles}

Mensaje por Spready0urwings Vie 02 Ago 2013, 11:03 pm

Síguela, no más antes posible, nena.
Spready0urwings
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Mensaje por OriannaT'Amo Sáb 03 Ago 2013, 6:55 pm

Ooooh Dios. Los ame. Disculpa si este comentario sea corto. No tengo mucho tiempo. Síguela.
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Mensaje por basketballgirl Dom 04 Ago 2013, 12:04 pm

SIGUELAAAAAAA
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Mensaje por amairani :3 Dom 04 Ago 2013, 12:39 pm

Spready0urwings escribió:Síguela, no más antes posible, nena.

 Ahora la sigo hermosa ;)
lots of kisses xx

OriannaT'Amo escribió:Ooooh Dios. Los ame. Disculpa si este comentario sea corto. No tengo mucho tiempo. Síguela.

 No te preocupes cielo, ahora la sigo :P 

kisses xx

basketballgirl escribió:SIGUELAAAAAAA

 Ahora mismo cuelgo cap :)
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Mensaje por amairani :3 Dom 04 Ago 2013, 12:49 pm


Capítulo 14


 El Contrato {Harry Styles} - Página 4 Tumblr_mh3ftrqEpR1r33w7do1_500


Harry se frotó la cara por millonésima vez aquel día. El mensaje de Samantha lo había dejado descolocado y todavía no había podido hablar con ella.
  ¿En qué demonios estaba pensando Vanessa? ¿Qué le había dicho a su mujer? No llevaba ni una semana casado y ya tenía que pensar en la forma de mantener a su esposa y a sus amantes separadas. Harry ni siquiera había hablado con Vanessa desde el día en que puso el anillo en el dedo de Samantha. Había intentado llamarla, una única vez, pero cuando el mayordomo le dijo que su señora no aceptaba llamadas, pensó que ya no tenían nada más que decirse.

  Jacqueline le había enviado un frío «Llámame cuando te canses de ella».

  ¿Y qué había querido decir con «víbora»? Nada bueno, seguro.

  Maldita sea. Si no tuviera que pasarse un día entero volando, ahora mismo se montaría en su avión privado, aunque tomar decisiones precipitadas nunca había sido su estilo. El plan era volver a Estados Unidos el domingo por la tarde para recoger a su mujer y escoltarla de vuelta a Europa.

  A menos que Samantha le necesitara antes, se mantendría fiel al plan original. La idea de verla seguía despertando en él un sentimiento que le dejaba sin respiración. Las conversaciones que mantenía con ella por teléfono le alegraban el día de una forma que jamás hubiera imaginado. Tanto flirteo acabaría convirtiéndose en un problema en cuanto estuvieran en el mismo país. Un océano de por medio parecía una distancia segura. Quizá por eso últimamente tenía la sensación de estar abriéndose a ella. Para él, las mujeres siempre habían sido un juego al que no podía negarse a jugar. Primero a atraerlas, lo cual no le resultaba difícil, y luego a seducirlas. Aunque hasta entonces nunca se había marcado un tiempo máximo, sus relaciones solían durar de media entre seis meses y un año. Sin embargo, la atracción que sentía por ellas solía apagarse mucho antes. Harry no conocía la monogamia, un rasgo que sin duda había heredado de su padre.    Con Samantha no le hacía falta jugar. Por primera vez en su vida adulta, se sentía cómodo siendo honesto con el sexo opuesto.

  Su teléfono le avisó de la llegada de un mensaje con un pitido. 

  —Sam —susurró Harry, esperanzado.

  Pero no era ella, sino un mensaje del banco informándole de los movimientos de la tarjeta que le había dado a su mujer.

  Quizá al final la visita de Vanessa serviría para algo, pensó. Comprobó la cantidad del cargo y sonrió. De pronto recordó el comentario de Samantha acerca de que las mujeres eran criaturas emocionales. Al parecer, su esposa no era inmune del todo.

  



  Las épocas más traumáticas en la vida de una persona a veces despiertan en ella un sexto sentido sobre las cosas que la rodean, o al menos eso era lo que creía Samantha. Y es que nadie podía negarle que, a pesar de lo joven que era, había sufrido más que muchos otros en dos vidas.
  Pronto la chusma de la prensa rosa la sustituyó por la sensación del momento, una actriz que por culpa de las drogas y del mal comportamiento había dado con sus huesos en la cárcel. Gracias a Dios, se olvidaron de la nueva duquesa que vivía en las afueras de Tarzana, aunque Samantha no dejó de sentirse observada, de notar el peso de unos ojos ajenos sobre ella.

  Y empezaba a estar harta.

  El último año de libertad de su padre había sido exactamente así. Samantha descubrió a varios estudiantes nuevos en el campus a los que luego nunca veía en clase pero que se cruzaban con ella continuamente. Coches oscuros seguían a su descapotable y aparcaban al otro lado de la calle. Los teléfonos de casa emitían un sonido cada vez que levantaba el auricular, una especie de clic. Llegó al extremo de vestirse en el lavabo o en el enorme vestidor de su dormitorio como medida de privacidad.

  Harry no le había dado los detalles de quién sería el encargado de vigilar su matrimonio durante el año siguiente, solo que alguien lo haría. El tiempo que pasaran juntos debería resultar convincente y el que estuvieran separados, difícil para ambos. Sam imaginaba que las llamadas diarias de Harry eran una forma de medir su afecto hacia ella. Al menos en los registros telefónicos aparecería una llamada cada día.

  Samantha convenció a su esposo de que la visita de Vanessa no le había afectado. Aquella era seguramente la única verdad a medias que le había contado hasta la fecha. No tenía por qué saber hasta qué punto le había hecho ver las cosas desde otra perspectiva. Claro que la tarjeta de crédito hablaba por sí misma. Samantha no tenía nada  que envidiarle al personaje de Julia Roberts en Pretty Woman. Trajes de firma, vestidos, zapatos y bolsos. Se había pasado medio día sentada en un salón de estética haciéndose la manicura, la pedicura, un tratamiento facial y cortándose el pelo. Un par de sombreros de ala ancha y unas gafas de sol oscuras la ayudarían a pasar inadvertida, aunque la sensación de saberse observada no la abandonaba en ningún momento.

  —Te estás volviendo una paranoica —se dijo Samantha mientras corría las cortinas de casa a primera hora de la tarde del viernes.

  Miró el reloj y calculó qué hora sería en Europa. Siempre era Harry quien llamaba, así que pensó que quedaría bien tomar la iniciativa si, como creía, alguien le había pinchado el teléfono. Levantó el auricular del fijo y cogió un papel del escritorio en el que había apuntado el número de su casa.

  Un tono, seguido de un clic, y un segundo tono.

  Samantha se quedó petrificada.

  Conocía aquel sonido, lo recordaba muy bien. Colgó el auricular y consideró sus opciones. Llamar a Harry con el móvil era una, pero por lo que sabía había una cámara vigilándola y un micrófono escondido en algún punto de la casa. Menos mal que la mayoría de sus últimas conversaciones con Harry habían tenido lugar en la calle y siempre por el móvil.

  Salir de casa para hacer la llamada era otra opción.

  Y luego estaba la número tres. Si la persona que le había pinchado el teléfono esperaba escuchar una discusión sobre un matrimonio falso, la decepción sería mayúscula.

  El Gobierno ya había invadido su privacidad en el pasado con resultados terribles para su familia. Esta vez Samantha no se jugaba tanto, pero no tenía intención de permitir que nadie se quedara lo que por derecho era de Harry.

  Le gustase o no, Harry era su marido, y seguiría siéndolo las próximas cincuenta y tres semanas.

  Samantha se quitó los zapatos y volvió a levantar el auricular inalámbrico del teléfono. Con el móvil en la otra mano, primero envió un mensaje.

  «¿Estás en casa?»

  El móvil vibró. «Por primera vez en toda la semana.»

  Empezó a marcar de nuevo el número. «Ten el móvil cerca y sígueme la corriente.» 

  Harry miró la pantalla del teléfono y sacudió la cabeza.

  —¿Que le siga la corriente? ¿Qué se supone que quiere decir eso? —Se disponía a escribir la pregunta cuando de pronto sonó el teléfono fijo. Lo cogió y oyó la voz grave de Samantha prácticamente ronroneando al otro lado de la línea.

  —Hola, cariño.

  ¿Cariño? ¿A qué venía eso? Abrió la boca dispuesto a preguntar, pero Samantha siguió hablando, cada sílaba más insinuante que la anterior.

  —¿Qué tal el día?

  —Ocupado. Tengo ganas de tomarme medio día libre mañana. —El móvil de Harry vibró. «¿Has oído ese clic en la línea?»

  Leyó la pregunta de Samantha y empezó a responder en voz alta.

  —Samantha, ¿qué está...?

  —Dios, cómo te echo de menos. Ojalá me llegue pronto el pasaporte y podamos reunirnos.

  Blake abrió los ojos como platos. No parecía que Samantha hubiera estado bebiendo, aunque le gustaba la idea de que le hubiera echado de menos. Aun así, era capaz de reconocer una mentira cuando la oía.

  «Alguien me ha pinchado el teléfono. Sigue hablando.»

  —¿Qué? —¿Le habían pinchado el teléfono?

  —He dicho que te echo de menos —respondió la voz entrecortada de Samantha.

  —Yo también te echo de menos —le susurró él mientras tecleaba «¿Qué coño está pasando?»

  Samantha se rió.

  —¿Sabes en qué llevo pensando todo el día?

  Su voz de línea erótica se confundía con los mensajes de texto y Harry empezaba a perder el norte. Si alguien le había pinchado el teléfono, eso significaba que habían estado en su casa. De pronto, empezó a dolerle la mandíbula de la tensión y sintió un calor muy intenso en su interior. Estaba demasiado lejos para llegar hasta ella.

  —No, ¿por qué no me lo cuentas?

  «Me vigilan. Creo que alguien nos escucha ahora mismo.»

  —Pues he estado pensando en esa sonrisa tan sexy que tienes.

  Harry respiró profundamente antes de seguir con el mensaje que estaba escribiendo.

  —¿Crees que mi sonrisa es sexy? 

  —Sabes que sí. Echo de menos ver la sonrisa en tus ojos cuando estamos juntos.

  Harry sabía que aquellas palabras eran para la persona que estaba escuchando la conversación, pero no por ello era menor el efecto que causaban. Samantha no era actriz, pero lo estaba haciendo de fábula.

  «Tengo que sacarte de ahí.»

  —¿Sabes qué es lo que yo echo de menos de ti? —preguntó Harry, siguiendo el hilo de la conversación. 

  —Dime.

  «Estoy de acuerdo contigo», respondió ella.

  Harry se sorprendió de que accediera sin oponer resistencia.

  —¿Qué?

  —Que me digas qué echas de menos de mí —le recordó Samantha.

  Harry dejó el móvil a un lado y se concentró en sus palabras.

  —Echo de menos tu pelo salvaje sobre mi almohada. —No era la primera vez que imaginaba aquella estampa, a pesar de que nunca la había presenciado... todavía—. La forma en que te humedeces los labios justo antes de besarme.

  —¿En serio? —La voz de Samantha era aún más grave.

  —Echo de menos el olor a lavanda de tu piel. Voy a hacer que los jardineros planten lavanda para que, cada vez que pase por allí, me acuerde de ti. —¿De dónde había salido eso? ¿Y desde cuándo era un poeta?

  El teléfono permaneció en silencio unos segundos.

  —¿Samantha? ¿Sigues ahí? —Miró la pantalla del móvil para comprobar si le había enviado otro mensaje, pero no era así.

  —Sigo aquí. Es que... necesito tenerte cerca. Tal vez debería mudarme a tu casa de Malibú.

  Harry sonrió.

  —Me alegro de que al fin estés de acuerdo.

  —Todo ha pasado tan deprisa. Pensé que lo mejor sería hacer las cosas poco a poco. Ahora me parece una tontería.

  —Eres una mujer independiente y lo entiendo, pero pasaremos parte del tiempo en Europa y parte allí. Lo mejor para ti sería que te sintieras cómoda en ambos lugares. Así al menos sabré dónde estás cuando estemos separados. —Lo curioso era que hasta la última palabra de lo que acababa de decir era verdad. Sin embargo, si no hubiera otro par de orejas escuchando la conversación, probablemente nunca le habría dicho nada.

  —Eres... ¡Mierda! —La palabrota salió despedida de su boca con la fuerza de una explosión.

  Harry sintió que el vello de la nuca se le ponía de punta.

  —¿Qué pasa?

  —Me he dado un golpe en el dedo gordo. —Parecía cabreada, pero no herida.

  El móvil volvió a vibrar. «He encontrado una cámara.»

  —¿Qué haces? —preguntó Harry. Se puso en pie y empezó a pasear por la habitación.

  —Estoy escogiendo unos libros para llevármelos a tu casa. ¿A qué hora llegas el domingo? —Si no hubiese estado atento, no habría percibido el temblor en la voz de Samantha. Buscó el teléfono de Neil en la agenda del móvil y le mandó un mensaje urgente. «¡Encuentra a Sam ahora mismo! Te llamo en unos minutos.»

  —Voy a reorganizar mis planes para coger el avión antes. —Antes significaba esa misma noche.

  —No hace falta —dijo ella.

  —No estoy de acuerdo. Llevamos demasiado tiempo separados. —Y era totalmente cierto, aunque lo hubieran acordado por contrato.

  Samantha suspiró.

  —Hoy no vas a conseguir que discuta contigo.

  —Te llamo luego.

  —No hagas ninguna tontería —le dijo Samantha—. Estoy bien.

  Pero Harry no lo estaba. Alguien espiaba a su esposa, escuchaba sus conversaciones, la observaba. Y eso, para alguien cuyo objetivo era pillarlos en una mentira, suponía llevar las cosas demasiado lejos.

  —Estaré ahí por la mañana.

  —Te espero con los brazos abiertos.

  Harry sonrió y colgó el teléfono.

  «Coge lo que necesites para hoy y mañana. Neil está de camino.»

  Harry llamó a su guardaespaldas y le explicó la situación. La siguiente llamada fue al piloto de su avión privado. Frustrado, se pasó las manos por el pelo una y otra vez mientras ultimaba los preparativos antes de marcharse. De pronto, su matrimonio a distancia estaba en peligro. Su cerebro zumbaba con una urgencia que le hacía golpear repetidamente el suelo con el pie o frotarse las manos como si quisiera rodear con ellas el cuello de alguien. ¿Sería su primo capaz  de arrastrarse a ese nivel? ¿O estaba Vanessa tan ofendida que quería vengarse a cualquier precio? Tampoco podía eliminar a Parker y Parker de la corta lista de sospechosos porque, en caso de que pudieran descubrir el fraude, ganarían una cantidad considerable de dinero.



 ¡Hola chicas! Aquí esta el capítulo 14 ¡Disfrútenlo!

Espero que les guste :) ¡Por favor, Comenten!
besos xx
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Mensaje por basketballgirl Dom 04 Ago 2013, 2:31 pm

se pone interesanteeeeee. Quiero masss SIGUELAAAA Rpido porfass
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Mensaje por Spready0urwings Dom 04 Ago 2013, 5:51 pm

Me ha encantado el capítulo, estoy esperando a que llegue la parte hot jajaja okno, no tardes en seguir plz. Un beso.
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Mensaje por amairani :3 Dom 04 Ago 2013, 10:03 pm

basketballgirl escribió:se pone interesanteeeeee. Quiero masss SIGUELAAAA Rpido porfass

 ¡Si!, Espera a ver lo que viene ;)
Besitos xx

Spready0urwings escribió:
Me ha encantado el capítulo, estoy esperando a que llegue la parte hot jajaja okno, no tardes en seguir plz. Un beso.

 Jajaja Ya falta muy poco para que llegue una parte Hot ;)
Lots of Kisses xx
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El Contrato {Harry Styles} - Página 4 Empty Capítulo 15

Mensaje por amairani :3 Dom 04 Ago 2013, 10:24 pm


 Capítulo 15
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Veinte minutos más tarde, mientras se dirigía hacia el aeropuerto, recibió una llamada.
  —¿Samantha?

  —Sí, soy yo. —Parecía agotada, exhausta—. Estoy en tu casa.

  —Entonces podemos hablar. El sistema de alarma detecta la presencia de micrófonos. ¿Cómo lo llevas?

  Samantha suspiró.

  —Estoy cabreada. Pensaba que los días de teléfonos pinchados y cámaras ocultas estaban más que superados. ¿Quién está dispuesto a llegar tan lejos, Harry?

  —Llevo haciéndome esa misma pregunta desde que me has llamado. Tengo a mi equipo trabajando en ello. Lo averiguaremos.

  —Si hay algo en lo que pueda ayudar dímelo. Quienquiera que sea el responsable tiene en mí a una enemiga.

  La chispa que transmitía su voz era mejor que el tono derrotado de hacía un momento. Su mujer era capaz de convertirse en un volcán cuando la acorralaban.

  —Llegaré de madrugada. ¿Qué dormitorio has escogido?

  —Ah, vaya, no... no estaba segura de quién sabe lo nuestro por aquí, así que le pedí a Neil que pusiera mis cosas en tu suite — balbuceó Samantha—. Puedo mudarme a otro dormitorio si quieres.

  Harry imaginó su cabeza sobre la almohada, los ojos cerrándose lentamente entre las sábanas de su cama.

  —No te cambies. Tienes razón. Confío en mi personal, pero no creo que debamos avisarlos.

  —¿Estás seguro? —Volvía a parecer vulnerable. El deseo de tenerla entre sus brazos y rodearla con todas sus fuerzas era tan poderoso que casi resultaba doloroso.

  —Por favor. Insisto.

  A esas alturas ya sabía que lo mejor era no exigir. Samantha cogía sus órdenes y se las tiraba a la cara siempre que tenía ocasión. Preguntar educadamente era algo nuevo para él, pero iba mejorando la técnica con el paso de los días.

  —Está bien. Nos vemos por la mañana.

  Colgó y empezó a dar golpecitos con el dedo en el teléfono. La imagen de Samantha enroscada en posición fetal en su cama, con los ojos abiertos de par en par por culpa del miedo, se le antojaba asfixiante. Hundió las uñas en las palmas de sus manos. Quienquiera que fuese el responsable de aquello, había cometido un error imperdonable. Aplastaría sin miramientos a la persona capaz de violar la privacidad de su esposa hasta esos extremos. Paparazzi en la vía pública, alguien escuchando una conversación ajena en la cola de una tienda, vale, pero ¿esto? ¿Y si también había una cámara en su dormitorio? ¿Y si alguien la había observado mientras se vestía, mientras se duchaba?

  No era de extrañar que Samantha pareciera asustada. Cuanto más pensaba en ello, más le costaba mantener la cabeza fría.

 





  A medio camino entre el recuerdo y el sueño, el cerebro somnoliento de Samantha filtraba imágenes de sí misma caminando por el campus, con una mochila colgando del hombro.
  Alguien la seguía. No era la primera vez que veía a aquel hombre, pero no conseguía situar su cara. El pánico insuperable había empezado el día en que compartió sus pensamientos más profundos con su profesor de comercio.

  En lo más remoto de su mente, Samantha sabía que estaba soñando. Sabía hacia dónde se dirigía el sueño e intentó detenerlo por todos los medios.

  Una imagen del dormitorio de su infancia cruzó su mente. Una conversación cándida con un amigo en quien confiaba. Su madre, aún con vida, diciéndole que tuviera cuidado con lo que decía.

  Jordan, con un sujetador de deporte, riéndose de algo que Buster, el perro de la familia, hacía.

  Todas esas instantáneas mezcladas formaban un ovillo en el pecho de Samantha.

  Dos hombres vestidos de negro y con una placa en la mano se la llevaban de clase para interrogarla, solo que en lugar de preguntarle dónde estaba su padre o qué estaba haciendo, le preguntaban por Harry.
  —Lo que está haciendo es ilegal, Samantha. Miles de personas sufren por su culpa.

  ¡No! Se enfrentó al sueño, deseando que las imágenes cambiaran.

  Pero no se detuvieron y el miedo se adentró en su corazón. 

  Samantha se incorporó de un salto respirando entre jadeos y con el corazón latiendo desbocado. En una décima de segundo, Harry se levantó de la silla en la que estaba durmiendo y corrió a su lado.

  —Sam, ¿estás bien? —le preguntó, mientras la sujetaba por los brazos para calmarla.

  Ella asintió, intentando recuperar el aliento.

  —Una pesadilla.

  —Estás temblando. —Sin saber qué decir, rodeó su cuerpo con los brazos y la atrajo hacia su pecho.

  Apartarse seguramente habría sido lo mejor, pero Samantha se había quedado sin energía. Respiró el profundo aroma a masculinidad con unas notas de pino, que siempre seguía a Harry por dondequiera que fuese. Desde tan cerca era mucho más intenso, más poderoso. Samantha se apoyó en él y cerró los ojos. Él le frotó la espalda y le acarició el pelo.

  —No pasa nada —le susurró.

  La fuerza del sueño le había dejado una mella imborrable en el corazón. Los recuerdos de su madre aún viva, de su hermana sana.

Todo había desaparecido.

  Y era culpa suya.

  Harry siguió abrazándola durante horas, o eso le pareció a él. Cuando finalmente Samantha retiró la cabeza de su pecho, se dio cuenta de que él iba vestido con una camisa de vestir y unos pantalones de pinzas. Lucía una barba incipiente y su mirada destilaba preocupación. A pesar de su atractivo, esta vez parecía cansado.

  —Ya estoy mejor —le dijo.

  Se había apartado de él, pero Harry no la soltaba y le acariciaba la línea de los brazos antes de entrelazar los dedos con los suyos.
  Una poderosa sensación de pertenencia, de saberse anclada a alguien, se apoderó de ella. Los ojos de Harry se movían por su cara como si buscaran signos físicos de agresión. Su preocupación por ella la dejó sin respiración y la atracción que hasta entonces había sentido creció de pronto en su interior. Se sentía vulnerable, pero sabía que lo mejor era no tontear con él ni recordarle que estaban en su cama y que ella solo llevaba un camisón ligero.

  Para romper el contacto visual, Samantha miró hacia el otro extremo del dormitorio.

  —¿Estabas durmiendo en esa silla?

  —Solo quería ver cómo estabas. Debo de haberme quedado dormido. 

  Pero sus zapatos descansaban junto a la silla y el abrigo sobre el respaldo.

  —¿Qué vamos a hacer? Alguien está tomando medidas desesperadas para descubrir nuestra mentira.

  —Han ido demasiado lejos —dijo Harry, y sus manos se tensaron sobre las de ella. Samantha le devolvió el apretón.

  —¿Y qué hacemos ahora? Irme de casa no mantendrá alejado por mucho tiempo al que esté detrás de todo esto. Los federales vigilaron nuestra casa durante más de un año mientras investigaban el caso. No tenemos forma de saber si alguien nos vigila o nos escucha a todas horas. —La posibilidad de tener que pasarse un año esquivando cámaras y micrófonos ocultos le provocaba dolor de cabeza.

  —Descubriré quién ha hecho esto. Que yo sepa, sigue siendo ilegal colarse en casa de alguien para grabar su vida.

  —Puede que sea ilegal, pero eso no los detendrá. Tenemos que convencerlos de que están perdiendo el tiempo. De lo contrario, en algún sitio, cuando menos lo esperamos, alguno de los dos meterá la pata y se le escapará que este matrimonio es algo temporal. Tú perderás tu herencia y será por culpa mía.

  Harry entornó los ojos e inclinó la cabeza.

  —¿Por qué culpa tuya? Los dos dijimos «Sí, quiero» por los motivos equivocados.

  Samantha temía que pudiera intuir los pecados del pasado en sus ojos, así que retiró las manos de las de Harry y se llevó las rodillas al pecho.

  —Tal vez no sea todo culpa mía... —dijo, con la mirada perdida a lo lejos.

  Harry se interpuso en su campo de visión y apoyó una mano en su rodilla. El calor que desprendía su piel subió por la pierna de Samantha hasta que toda su atención se concentró en su marido, el hombre que estaba sentado junto a ella.

  —Ahora que conocemos las normas del juego, tenemos que ganar utilizando sus términos. Usaremos las cámaras para demostrarles lo equivocados que están.

  —¿Y cómo sugieres que hagamos eso?

  Harry disimuló una sonrisa. La preocupación había empezado a desvanecerse en los ojos de Samantha.

  —Iremos los dos a tu casa a recoger tus cosas. Antes enviaré a un equipo para que averigüe si hay más cámaras escondidas. 

  —¿No será demasiado evidente?

  —¿Fue evidente cuando ellos se colaron en tu casa para instalarlas?

  Samantha llevaba toda la noche pensando en ello. Los tipos de la compañía de teléfono eran los únicos que habían entrado en su casa desde que Harry y ella se habían casado.

  —No.

  —Encontraremos las cámaras y actuaremos para ellos.

  —¿Actuaremos para ellos? —repitió ella, sintiendo que se le aceleraba el pulso.

  Harry le cogió un mechón de pelo y lo sujetó detrás de su oreja. El contacto de sus dedos sobre la piel levantó chispas, una corriente eléctrica que también él sintió. Podía verlo en sus hermosos ojos grises.

  —¿Tan duro te resultaría volver a besarme? ¿Para la cámara?

  Samantha se humedeció los labios sin dejar de mirarle fijamente mientras hablaba.

  —¿Un beso?

  La mano de Harry le acarició la mejilla.

  —Quizá unas caricias subidas de tono. Seguro que en la habitación hay algún punto donde escondernos de las cámaras. Que la persona que esté viendo las imágenes se imagine el resto.

  Samantha se preguntaba cómo sería estar entre sus brazos. Había pensado en la posibilidad de volver a besarlo desde el día de la boda.

  —¿Y qué demostraríamos con eso? —preguntó, ignorando el pulgar de Harry, que le acariciaba la mejilla y evocaba imágenes eróticas de sus manos sobre otras partes de su cuerpo.

  —Demostraría que hay intimidad entre nosotros, que disfrutamos el uno del otro lejos de las miradas de la gente. Mientras crean que no sabemos nada de las cámaras, estoy seguro de que funcionará. ¿Qué me dices, Samantha? ¿Aceptas el reto?

  Ella apartó los ojos de sus labios y descubrió que la estaba mirando. Sabía cómo enrolarla en su causa y prepararla para la batalla.

  —Cuenta conmigo.

  La suave curva en los labios de Harry se convirtió en una sonrisa de oreja a oreja.

  —Esa es mi chica. Ahora, ¿por qué no le pides a la cocinera que te prepare el desayuno mientras yo intento recuperar un par de horas de sueño? Cuando me levante haremos una escapada a tu casa. Así mis hombres dispondrán del tiempo necesario para encontrar los micrófonos.

  Apoyó una mano en la cama y se levantó de un salto.

  —Harry, ¿y qué pasará mañana? ¿Y pasado? ¿Cómo vamos a mantener esto durante todo un año?

  —Día a día, preciosa. Somos dos personas inteligentes con un mismo objetivo. Ya se nos ocurrirá algo. 



 ¡Hola chicas! Espero que les guste el capitulo, Comenten por favor :3

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Mensaje por OriannaT'Amo Lun 05 Ago 2013, 3:27 pm

Oh. Dios los ame. Vaya vigilan a Samantha. Ok, la idea de Harry es demasiado ldaojksosjnso. Me agrada. Siguelaa.
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Mensaje por amairani :3 Mar 06 Ago 2013, 8:46 pm

OriannaT'Amo escribió:Oh. Dios los ame. Vaya vigilan a Samantha. Ok, la idea de Harry es demasiado ldaojksosjnso. Me agrada. Siguelaa.

 Ahora la sigo hermosa ;)
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