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Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 7 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO TRENT D: ojala y este biennnn :c
AniitaRP4
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
NOO esto en serio no puede estar pasando , tu tienes que seguirla por favor! trent no puede haber muerto o si?, tienes que seguirla!
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
JET
Los números en la pantalla fueron remplazados por un nombre cuando
el teléfono empezó a sonar, y los ojos de Joseph se ampliaron cuando leyó la
pantalla. Con un borroso movimiento, él ya tenía el teléfono junto a su oreja.
— ¿Trent? —Una risa de sorpresa se escapó de sus labios, y una sonrisa
estalló en su rostro mientras me miraba—. ¡Es Trent! —Abrí la boca y apreté su
brazo mientras él hablaba—. ¿Dónde estás? ¿Qué quieres decir con que estás
en lo de Morgan? Estaré allí en un segundo, ¡ni se te ocurra moverte!
Me lancé hacia adelante, mis pies luchando para mantenerse al paso de
Joseph mientras corría a través del campus, arrastrándome detrás de él.
Cuando llegamos a lo de Morgan, mis pulmones gritaban por aire. Trent bajó
corriendo las escaleras, chocando contra nosotros.
— ¡Jesús H. Cristo, hermano! ¡Pensé que estabas tostado! —dijo Trent,
abrazándonos con tanta fuerza que no me dejaba respirar.
— ¡Idiota! —dijo Joseph empujando a su hermano lejos—. ¡Pensé que
estabas malditamente muerto! He estado esperando por los bomberos para
llevar tu cuerpo carbonizado desde Keaton!
Joseph le frunció el ceño a Trent por un momento y luego lo empujó en un
abrazo. Su brazo salió disparado, buscando a tientas hasta que encontró mi
camisa, y entonces me empujó en un abrazo también. Tras unos momentos,
Joseph liberó a Trent, manteniéndome cerca, a su lado.
Trent me miró con un gesto de disculpa.
—Lo siento, ____. ¡Me entró el pánico!
Yo sacudí la cabeza.
—Sólo estoy feliz de que estés bien.
— ¿Yo? Hubiera sido mejor estar muerto si Joseph me hubiera visto salir
de ese edificio sin ti. Traté de encontrarte después de que saliste corriendo,
pero luego me perdí y tuve que encontrar otra manera. Caminé alrededor del
edificio para encontrar esa ventana, pero me encontré con unos policías y me
obligaron a salir. ¡Me he estado volviendo loco por aquí! —dijo él, pasándose
una mano por el corto cabello.
Joseph amplió mis mejillas con sus pulgares, y entonces levantó su
camiseta, usándola para sacar el hollín de su rostro.
—Salgamos de aquí. Los policías van a estar arrastrándose por aquí
pronto.
Después de abrazar a su hermano una vez más, nos dirigimos al Honda
de América. Joseph miraba la hebilla del cinturón de seguridad y luego fruncía
el ceño cuando tocía.
—Tal vez debería llevarte al hospital y conseguir que te chequeen.
—Estoy bien —dije, entrelazando mis dedos con los suyos. Miré hacia
abajo, y vi un profundo corte a través de sus nudillos—. ¿Es eso de la pelea o
de la ventana?
—La ventana —respondió, frunciendo a mis uñas ensangrentadas.
—Salvaste mi vida, sabes —Sus cejas se juntaron.
—No me hubiera ido sin ti.
—Sabía que vendrías. —Sonreí, apretando sus dedos entre los míos.
Nos sujetamos las manos hasta que llegamos el departamento. No podría
haber dicho de quién era la sangre mientras lavaba el color carmesí y las
cenizas de mi piel en la bañera. Cayendo en la cama de Joseph, pude aún oler el
humo y la piel ardiente.
—Aquí –dijo él, alcanzándome un pequeño vaso con un líquido ámbar—.
Te ayudará a relajarte.
—No estoy cansada.
Mantuvo el vaso cerca para mí. Sus ojos lucían exhaustos, inyectados de
sangre y pesados.
—Sólo trata de descansar un poco, Pidge.
—Estoy casi asustada de cerrar los ojos —dije, tomando el vaso y
tragándome el líquido.
Tomó el vaso de mis manos y lo puso sobre la mesita de noche,
sentándose a mi lado. Nos sentamos en silencio, dejando que las horas
pasaran nadando. Cerré los ojos con fuerza cuando los recuerdos de los gritos
aterrorizados de las personas atrapadas en el sótano, llenaron mi mente. No
estaba segura de cuánto tiempo me tomaría para olvidar, o si lo haría alguna
vez.
La mano cálida de Joseph sobre mi rodilla me sacó de mi sueño
consciente.
—Una gran cantidad de gente murió esta noche.
—Lo sé
—No sabremos hasta mañana cuántos fueron. Trent y yo pasamos a un
grupo de chicos en el camino. Me pregunto si ellos lo hicieron. Parecían muy
asustados…
Sentí las lágrimas llenar mis ojos, pero antes de que tocaran mis
mejillas. Los sólidos brazos de Joseph me rodearon. Inmediatamente me sentí
protegida, cálida contra su piel. Sintiéndome tan como en casa en los brazos
que una vez me aterrorizaron, pero sólo en ese momento. Estaba tan
agradecida de poder sentirme tan segura después de experimentar algo tan
horroroso. Sólo había una razón para que yo me pudiera sentir de tal forma
con una persona.
Pertenecía a él.
Fue ahí cuando lo supe. Sin ninguna duda en mi mente, sin
preocupación de lo que otros podrían pensar, y no teniendo miedo de los
errores o consecuencias, sonreí por las palabras que iba a decir.
— ¿Joseph? —dije contra su pecho.
— ¿Qué, nena? —susurró en mi cabello.
Nuestros teléfonos sonaron al unísono, alcancé el suyo para él mientras
contestaba el mío.
— ¿____? —chilló América.
—Estoy bien, Mare. Estamos todos bien.
—Lo acabamos de escuchar. ¡Está todo en las noticias!
Pude escuchar a Joseph explicándole a Shepley junto a mí, y traté de
hacer lo mejor para tranquilizar a América. Contestando miles de sus
preguntas, tratando de mantener mi voz tranquila mientras recordaba los
momentos más horripilantes de mi vida, me relajé cuando Joseph cubrió mi
mano con la suya.
Parecía como si estuviera contando la historia de alguien más, sentada
en el cómodo departamento de Joseph, un millón de millas lejos de la pesadilla
que pudo habernos matado. América lloró cuando terminé, dándome cuenta de
cuán cerca estuvimos de haber perdido nuestras vidas.
—Voy a empezar a empacar ahora. Estaremos en casa a primera hora de
la mañana —susurró América.
—Mare, no te vayas tan pronto. Estamos bien.
—Tengo que verte. Tengo que abrazarte para saber que estás bien —lloró.
—Estamos bien, puedes abrazarme el viernes.
Ella sorbió por las narices otra vez.
—Te amo.
—Yo también. Diviértanse.
Joseph me miró y apretó más el teléfono contra su oreja.
—Mejor abraza a tu chica, Shep. Suena enojada. Lo sé, amigo… yo
también. Te veo pronto.
Colgué segundos antes de que Joseph lo hiciera, y nos sentamos en
silencio por un momento, todavía procesando lo que había ocurrido. Después
de un tiempo, Joseph se inclinó sobre su almohada, y me puso contra su pecho.
— ¿América está bien? —preguntó, mirando el celular.
—Está molesta. Pero está bien.
—Estoy feliz de que no estuvieran allí.
Choqué mis dientes. Ni siquiera había pensado sobre qué hubiera pasado
si ellos no se estuvieran quedando con los padres de Shepley. Mi mente me dio
una imagen fugaz de las asustadas expresiones de las chicas en el sótano,
peleando con los chicos para poder escapar. Los ojos asustados de América
reemplazaron los rostros sin nombre de las chicas en esa habitación. Sentí
nauseas al pensar acerca su hermoso cabello rubio sucio y quemado junto con
el resto de los órganos tendidos en el césped.
—Yo también —dije con un temblor.
—Lo siento. Has pasado por mucho esta noche. No debería agregar nada
más a tu matrícula.
—Tú estabas allí también, Joe.
Estuvo callado por algunos minutos, y justo cuando abrí mi boca para
hablar otra vez, él tomó un profundo respiro.
—No me asusto muy a menudo —dijo, finalmente—. Estaba asustado la
primera mañana en que desperté y tú no estabas allí. Estaba asustado cuando
me dejaste después de Las Vegas. Estaba asustado cuando pensé que iba a
tener que decirle a mi papá que Trent había muerto en esa construcción. Pero
cuando te vi a través de las llamas en ese sótano… estaba aterrorizado. Llegué
a la puerta, estaba a pocos metros de la salida, y no pude irme.
— ¿Qué quieres decir? ¿Estás loco? —dije, mi cabeza dando vueltas
cuando miré sus ojos.
—Nunca había estado tan seguro de nada en mi vida. Me di la vuelta,
hice mi camino a ese cuarto donde estabas, y allí estabas. Nada más
importaba. Ni siquiera sabía si lo lograríamos o no, sólo quería estar donde tú
estuvieras, donde sea que eso signifique. De la única cosa de la que estoy
asustado es de una vida sin ti, Pigeon.
Me levanté, besé sus labios tiernamente.
—Entonces no tienes nada de qué estar asustado. Estaremos juntos para
siempre.
Él suspiró.
—Lo haría todo otra vez, sabes. No cambiaría ni un segundo si eso
significara que estaríamos aquí, en este momento.
Mis ojos se sintieron pesados, y tomé un respiro profundo. Mis pulmones
protestaron, seguían quemando por el humo. Tosí un poco, y luego me relajé,
sintiendo los cálidos labios de Joseph contra mi frente. Su mano se deslizó por
mi cabello húmedo y pude escuchar el latido constante de su corazón contra
su pecho.
—Esto es —dijo con un suspiro.
— ¿Qué?
—El momento. Cuando te veo dormir… ¿esa paz en tu rostro? Eso es. No
lo he tenido desde que mi madre murió, pero lo puedo sentir nuevamente. —
Tomó otra profunda respiración y se acercó más—. Yo supe en el momento en
que te conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resultó que no era algo
de ti. Eras sólo tú.
La esquina de mi boca se levantó mientras enterraba mi rostro en su
pecho.
—Somos nosotros, Joe. Nada tiene sentido a menos que estemos juntos.
¿No has notado eso?
— ¿Notarlo? ¡Te he estado diciendo eso todo el año! —él bromeó.
—Es oficial. Bimbo, peleas, rompimientos, Parker, Las Vegas… incluso
incendios… nuestra relación puede soportar cualquier cosa.
Levanté mi cabeza una vez más, y noté la alegría en sus ojos mientras me
miraba. Era similar a la paz que había visto en su rostro luego de haber
perdido la apuesta sobre quedarme con él en su departamento, después de que
le dije que lo amaba por primera vez, y de la mañana de baile de San Valentín.
Era similar, pero diferente. Esta era absoluta y permanente. La cautelosa
esperanza había desaparecido de sus ojos, la confianza incondicional tomaba
su lugar.
Lo reconocí sólo porque sus ojos reflejaban lo que yo estaba sintiendo.
— ¿Las Vegas?
Frunció el ceño al no saber dónde me dirigía.
— ¿Sí?
— ¿Has pensado en volver?
Sus cejas se alzaron.
—No creo que sea una buena idea para mí.
— ¿Y qué si fuéramos sólo por una noche?
Miró alrededor de la oscura habitación, confuso.
— ¿Una noche?
—Cásate conmigo —dije sin vacilar. Me sorprendió la rapidez y la
facilidad con que las palabras salieron. Su boca se expandió en una gran
sonrisa.
— ¿Cuándo? —Me encogí de hombros.
—Podemos fijar un vuelo para mañana. Son las vacaciones de primavera.
No tengo nada para mañana. ¿Y tú?
—Yo me encargaré de todo —dijo él, alcanzando su teléfono—. American
Airlines —dijo él, observando mi reacción de cerca mientras estaba al
teléfono—. Necesito dos boletos para Las Vegas, por favor. Mañana, humm. —
Me miró, esperando a que cambiara de opinión—. Dos días, ida y vuelta. Lo
que tenga.
Descansé mi mejilla contra su pecho, esperando a que terminara de
reservar los boletos. Cuanto más tiempo le permití quedarse en el teléfono, más
amplia se hacía su sonrisa.
—Sí, uh, espere un minuto —dijo él, apuntando a su billetera—. Podrías
alcanzar mi tarjeta, Pidge? —Él espero nuevamente por mi reacción.
Con mucho gusto me incliné, saqué su tarjeta de crédito de su billetera y
se la entregué.
Joseph leyó los números para el agente, mirándome después de terminar
cada serie. Cuando le dio la fecha de vencimiento, él apretó los labios.
—Er, sí señora. Los recogeremos en el mostrador. Gracias.
Me dio su celular y me senté en la mesa de noche, esperando a que
hablara. — Me acabas de pedir que me case contigo —dijo él, aun esperando
que yo admitiera algún tipo de truco.
—Lo sé.
—Ese es un asunto real, sabes. Sólo pedí dos boletos para mañana
temprano. Entonces eso significa que nos casaremos mañana en la noche.
—Gracias. —Sus ojos se achicaron.
—Vas a ser la Señora Maddox cuando empieces las clases el lunes.
—Oh —dije, mirando a todas partes.
Joseph levantó una ceja.
— ¿Tienes dudas?
—Tendré que cambiar serios papeles la próxima semana.
Él asintió con lentitud, con una esperanza cautelosa.
— ¿Te vas a casar conmigo mañana? —Sonreí.
—Uh huh.
— ¿Hablas en serio?
—Sip.
— ¡Te amo, maldita sea! —Agarró cada lado de mi cara, cerrando sus
labios con los míos—. Te amo demasiado, Pigeon —dijo él, besándome una y
otra vez.
—Sólo recuerda que en cincuenta años todavía estaré pateando tu
trasero en el Póker —bromeé.
Él sonrió triunfante.
—Si significan sesenta o setenta años contigo, nena… tienes todo mi
permiso para hacer lo que quieras.
Levanté una ceja.
—Tú no quisiste decir eso.
— ¿Quieres apostar?
Apareció en mi rostro la sonrisa más perversa que pude hacer.
— ¿Estás lo suficientemente confiado como para apostar la brillante
moto que está afuera?
Sacudió su cabeza, una expresión seria reemplazando la sonrisa burlona
que tenía unos segundos antes.
—Pondría todo lo que tengo en tus manos. No me arrepiento de ningún
segundo contigo, Pidge, y nunca lo haré.
Le tendí la mano y él la tomó sin vacilar, agitándola una vez y luego
llevándola a su boca, y presionando sus labios tiernamente contra mis
nudillos. La habitación estaba en silencio, sus labios dejando mi piel y el aire
que escapa de sus pulmones era el único sonido.
—____ Maddox —dijo, con una sonrisa radiante a la luz de la luna.
Apreté mi mejilla contra su pecho desnudo.
—Joseph y ____ Maddox. Tendrá un bonito anillo para ella.
— ¿Anillo? —dijo él, frunciendo el ceño.
—Nos preocuparemos de los anillos después, bebé. En cierto modo te
arrojé esto encima.
—Uh… —se interrumpió, observando a que reaccionara de la forma que
él esperaba.
— ¿Qué? —dije, sintiéndome tensa.
—No te enojes —dijo mientras se movía nervioso. Su agarre apretado a
mí alrededor—. Yo… como que ya me hice cargo de esa parte.
— ¿Qué parte? —dije, estirando mi cuello para mirarle la cara.
Se quedó mirando el techo y suspiró.
—Vas a enloquecer.
—Joseph…
Fruncí el ceño mientras él alejaba un brazo de mí, agarrando el cajón de
la mesita de noche. Él toqueteó adentro por un momento y yo soplé el flequillo
húmedo fuera de mis ojos.
— ¿Qué? ¿Compraste más condones?
Él rio una vez.
—No, nena. —Sus cejas se juntaron cuando hizo más esfuerzo para
alcanzar algo en el cajón. Una vez que encontró lo que él estaba buscando, su
enfoque cambió y él me miró mientras sacaba una pequeña cajita de su
escondite secreto.
Miré hacia abajo mientras colocaba la pequeña cajita cuadrada de
terciopelo sobre su pecho, y descansó su cabeza sobre su brazo.
— ¿Qué es eso? —pregunté.
— ¿Qué es lo que parece?
—Está bien. Déjame volver a decir la pregunta… ¿Cuándo conseguiste
eso?
Joseph inhaló, y mientras lo hacía, también la cajita rosa con su pecho, y
sentí cuando espiró el aire de sus pulmones.
—Hace un tiempo.
—Joe…
—Sólo lo vi un día… y supe que sólo había un lugar al que podía
pertenecer… en tu perfecto dedo meñique.
— ¿Un día, cuándo?
— ¿Importa? —rebatió. Se retorció un poco, y yo no podía dejar de reír.
— ¿Puedo verlo? —Sonreí, repentinamente sintiéndome un poco
mareada.
Sonrió también, y miró la caja.
—Ábrelo.
La toque con un dedo, sintiendo el exuberante terciopelo debajo de mi
yema. Agarré el sello de oro con las dos manos, poco a poco fui tirando de la
tapa para abrirla, hasta que un destello me llamó la atención. Y cerré la tapa.
— ¡Joseph! —me lamenté.
—Sabía que ibas a enloquecer —dijo, sentándose y poniendo sus manos
sobre las mías.
Podía sentir la caja presionando contra las palmas de mis manos,
sintiendo como si fuera una granada espinosa que podía detonar en cualquier
momento. Cerré los ojos y sacudí la cabeza.
— ¿Es que estás loco?
—Lo sé, sé lo que estás pensando, pero tenía que hacerlo. Era único. ¡Y
tenía razón! No he visto uno así que sea tan perfecto como este.
Mis ojos se abrieron y en lugar del ansioso par de ojos que me esperaba,
él estaba lleno de orgullo. Gentilmente él levantó la tapa de la caja con sus
manos, y tiró el anillo de la pequeña ranura que lo mantenía en su lugar.
El gran diamante redondo brillaba aún en la penumbra, captando la luz
de la luna en todas sus facetas.
—Es… Dios mío, es increíble —le susurré mientras tomaba mi mano
izquierda en la suya.
— ¿Puedo ponerlo en tu dedo? —preguntó, mirándome.
Cuando asentí, él presionó sus labios, deslizando la banda de plata por
mi dedo, sosteniéndolo en el lugar por un momento y luego soltándolo—Ahora
es increíble.
Ambos observamos mi mano por un momento, igualmente sorprendidos
por el contraste del gran diamante puesto en mi pequeño y delgado dedo. La
banda se extendió por la parte inferior de mi dedo, partiéndose en dos en cada
lado hasta que se juntaba y hacían una, diamantes más pequeños revestían
cada franja de oro blanco.
—Tú pudiste haber pagado la cuota inicial de un auto con esto —dije en
voz baja, incapaz de inculcar ninguna fuerza en mi tono de voz. Mis ojos
siguieron a mi mano mientras Joseph se la llevaba a los labios.
—Me había imaginado cómo se vería en tu mano un millón de veces.
Ahora que está ahí…
— ¿Qué? —sonreí, observando cómo miraba mi mano con una sonrisa
emocionada.
Miró hacia mi rostro.
—Pensé que iba a tener que sudar cinco años antes de sentirme de esta
manera.
—Lo quería tanto como tú. He tenido un infierno con la cara de póquer.
—Sonreí al presionar mis labios contra los suyos.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Les informo guapuras que ese es ya el último capitulo. Solo falta el epilogo, que subiré al ratito (:
Besos
-Kati-
Besos
-Kati-
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
AY DIOS NO PUEDO CREERLO , ESTOY TAN FELIZ (no de que termine la nove , si no de la manera en que lo hace)
GRACIAS POR COMPARTIRLA!!!!!
PD: luego quizás llore así es que no se si pueda comentar!
GRACIAS POR COMPARTIRLA!!!!!
PD: luego quizás llore así es que no se si pueda comentar!
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
No hay nada que agradecerme. Gracias a ustedes fieles lectoras porleerla y sus comentarios. Ya mismo pongo lo último. (:fernanda escribió:AY DIOS NO PUEDO CREERLO , ESTOY TAN FELIZ (no de que termine la nove , si no de la manera en que lo hace)
GRACIAS POR COMPARTIRLA!!!!!
PD: luego quizás llore así es que no se si pueda comentar!
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
EPÍLOGO
Joseph me apretó la mano cuando contuve la respiración. Traté de
mantener mi cara tranquila, pero cuando me encogí, su dominio se hizo más
fuerte. El techo blanco estaba empañado en algunos lugares por manchas de
filtración. Aparte de eso, la habitación estaba impecable. Ningún desorden, no
había utensilios esparcidos. Todo estaba su lugar, lo que me hizo sentir
medianamente a gusto con la situación. Había tomado la decisión. La llevaría a
cabo.
—Bebé… —dijo Joseph, frunciendo el ceño.
—Puedo hacer esto —le dije, mirando a las manchas en el techo. Salté
cuando dedos tocaron mi piel, pero traté de no tensarme. Podía ver la
preocupación en los ojos de Joseph cuando comenzó el zumbido.
—Pigeon —comenzó Joseph de nuevo, pero negué con la cabeza con
desdén.
—Está bien. Estoy lista. —Sostuve el teléfono lejos de mi oído, haciendo
una mueca tanto por el dolor como por la conferencia inevitable.
— ¡Te voy a matar,_____ _______! —Exclamó América—. ¡Matar!
—Técnicamente, es _____ Maddox, ahora —dije, sonriéndole a mi nuevo
marido.
— ¡No es justo! —Se quejó ella, la ira hundiéndose en su tono—. ¡Se
suponía que debía ser tu dama de honor! ¡Se suponía que debía ir de compras
por el vestido contigo y lanzar una fiesta de despedida de soltera y sostener tu
ramo!
—Lo sé —dije, viendo desvanecerse la sonrisa de Joseph cuando hice una
mueca de dolor otra vez.
—No tienes que hacer esto, lo sabes —dijo, sus cejas se unieron entre sí.
Apreté sus dedos con mi mano libre.
—Lo sé.
— ¡Eso ya lo dijiste! —Gritó América.
—No estaba hablando contigo
—Oh, estás hablando conmigo —se quejó ella—. Por supueeesto que
estás hablando conmigo. Nunca vas a oír el final de esto, ¿me oyes? ¡Nunca,
jamás te perdonaré!
—Sí lo harás.
— ¡Tú! ¡Eres una...! ¡Eres simplemente egoísta, _____! ¡Eres una terrible
mejor amiga!
Me eché a reír, haciendo que el hombre sentado a mi lado se sacudiera.
—No se mueva, Sra. Maddox.
—Lo siento —dije.
— ¿Quién fue ese? —Gruñó América.
—Ese fue Griffin.
— ¿Quién diablos es Griffin? Déjame adivinar, ¿invitaste a un
desconocido a tu boda y no a tu mejor amiga? —Su voz se hacía más aguda
con cada pregunta.
—No. Él no fue a la boda —dije, aspirando una bocanada de aire.
Joseph suspiró y se movió nervioso en su silla, apretando mi mano.
—Se supone que debo hacer esto, ¿recuerdas? —le dije, sonriéndole a
través del dolor.
—Lo siento. No creo que pueda soportar esto —dijo, con voz llena de
angustia. Relajó su mano, mirando a Griffin—. Date prisa, ¿quieres?
Griffin negó con la cabeza.
—Cubierto de tatuajes y no puede soportar que su novia consiga una
simple inscripción. Terminaré en un minuto, camarada.
El ceño fruncido de Joseph se profundizó. —Esposa. Ella es mi esposa.
América jadeó una vez procesada la conversación en su mente. — ¿Te
estás haciendo un tatuaje? ¿Qué está pasando contigo, _____? ¿Respiraste
humos tóxicos en el incendio?
Miré hacia abajo a mi estómago, a la confusa mancha negra justo en el
interior de mi hueso de la cadera y sonreí.
—Joe tiene mi nombre en su muñeca —aspiré otra bocanada de aire
cuando el zumbido continuó. Griffin secó la tinta de mi piel y empezó de nuevo.
Hablé a través de mis dientes—: Estamos casados. Quería algo, también.
Joseph sacudió la cabeza. —No tenías que hacerlo.
Entrecerré los ojos. —No empieces conmigo. Hemos hablado de esto.
América se echó a reír una vez. —Te has vuelto loca. Te voy admitir en el
asilo al llegar a casa. —Su voz era aún perforante y exasperada.
—No es tan loco. Nos amamos el uno al otro. Hemos estado viviendo
prácticamente juntos dentro y fuera de todo el año. ¿Por qué no?
— ¡Porque tienes diecinueve, idiota! ¡Porque te fuiste y no le dijiste a
nadie, y porque no estoy allí! —Exclamó.
—Lo siento, Mare, me tengo que ir. Nos vemos mañana, ¿de acuerdo?
— ¡No sé si quiero verte mañana! ¡No creo que quiera ver a Joseph nunca
más! —Se burló.
—Te veré mañana, Mare. Sabes que quieres ver mi anillo.
—Y tu tatuaje —dijo, con una sonrisa en su voz.
Colgué y cerré el teléfono, entregándoselo a Joseph. El zumbido se
reanudó de nuevo, y mi atención se centró en la sensación de ardor seguido
por el segundo dulce de alivio cuando limpiaba el exceso de tinta. Joseph
empujó mi teléfono en su bolsillo, agarrando mi mano entre las suyas,
inclinándose hasta tocar su frente con la mía.
— ¿Te asustaste así de mucho cuando te hiciste tus tatuajes? —Le
pregunté, sonriendo a la expresión de aprehensión en su rostro.
Se movió, parecía sentir mi dolor mil veces más que yo. —Uh... no. Esto
es diferente. Esto es mucho, muchísimo peor.
— ¡Listo! —Dijo Griffin con un gran alivio en su voz como el reflejado en
el rostro de Joseph.
Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás en la silla.
— ¡Gracias a Dios!
— ¡Gracias a Dios! —suspiró Joseph, acariciando mi mano.
Miré hacia abajo a las hermosas líneas negras en mi piel enrojecida e
inflamada:
Sra. Maddox
—Vaya —dije, levantándome sobre los codos para tener una mejor visión.
El ceño fruncido de Joseph al instante se convirtió en una sonrisa triunfal
—Es hermoso.
Griffin negó con la cabeza. —Si tuviera un dólar por cada esposo tatuado
nuevo que trae a su esposa aquí y se lo toma peor de lo que ella lo hace…
bueno. No tendría que tatuar a nadie nunca más.
—Sólo dígame cuánto le debo, grandísimo idiota —murmuró Joseph.
—Voy a dejar su factura en el mostrador —dijo Griffin, entretenido con la
réplica de Joseph.
Miré alrededor de la habitación al cromo brillante y los carteles de las
muestras de tatuajes en la pared, y luego de vuelta a mi estómago. Mi apellido
nuevo relucía en gruesas letras negras elegantes. Joseph me miraba con orgullo,
y luego miró hacia abajo a su anillo de boda de titanio.
—Lo hicimos, bebé —dijo en voz baja—. Todavía no puedo creer que seas
mi esposa.
—Créelo —dije, sonriendo.
Me ayudó a levantarme de la silla y favorecí mi lado derecho, consciente
de que cada movimiento que hacía causaba que mi jeans rozara mi piel en
carne viva. Joseph sacó su billetera, firmó el recibo con rapidez antes de que me
llevara de la mano al taxi que esperaba fuera. Mi celular volvió a sonar, y
cuando vi que se trataba de América, lo dejé sonar.
—Nos va a hacer sentir miserable por un largo tiempo, ¿cierto? —dijo
Joseph con el ceño fruncido.
—Hará puchero por veinticuatro horas, después de que vea las fotos, lo
superará.
Joseph me lanzó una sonrisa maliciosa. — ¿Estás segura de eso, Sra.
Maddox?
— ¿Alguna vez vas a dejar de llamarme así? Lo has dicho cientos de
veces desde que salimos de la capilla.
Él negó con la cabeza mientras sostenía la puerta del taxi abierta para
mí. —Voy a dejar de llamarte así hasta que esto termine siendo real.
—Oh, es real de acuerdo —dije, deslizándome a la mitad del asiento para
dejarle espacio—. Tengo recuerdos de la noche de boda para probarlo.
Se apoyó en mí, corriendo su nariz por la piel sensible de mi cuello hasta
que llegó a mi oído.
—Desde luego que sí.
—Ay... —dije cuando se presionó en contra de mi vendaje.
—Oh, maldita sea, lo siento, Pidge.
—Estás perdonado —sonreí.
Rodamos hacia el aeropuerto de mano en mano, y me reí cuando vi a
Joseph mirar a su anillo de boda sin disculpas.
Sus ojos tenían la expresión pacífica a la que me estaba acostumbrando.
—Cuando lleguemos al apartamento, creo que finalmente me daré
cuenta, y voy a dejar de actuar como un idiota.
— ¿Me lo prometes? —sonreí.
Me besó la mano y la acunó en su regazo entre sus manos. —No
Me reí, apoyando mi cabeza sobre su hombro hasta que el taxi redujo la
velocidad hasta detenerse frente del aeropuerto. Mi celular volvió a sonar,
mostrando el nombre de América una vez más.
—Es implacable. Déjame hablar con ella —dijo Joseph, alcanzando mi
teléfono.
— ¿Hola? —Dijo, esperando que acabara la corriente estridente en el otro
extremo de la línea. Él sonrió—. Porque soy su marido. Puedo responder su
teléfono, ahora. —Me miró, y luego abrió la puerta del taxi, ofreciéndome su
mano—. Estamos en el aeropuerto, América. ¿Por qué no Shep y tú nos
recogen y puedes gritarnos a ambos en el camino a casa? Sí, todo el camino a
casa. Debemos llegar en torno a las tres. Muy bien, Mare. Nos vemos entonces.
—Hizo una mueca con las duras palabras de ella y luego me pasó el teléfono—.
No estabas bromeando. Está enojada.
Le pagó al taxista y luego tiró su bolsa al hombro, tirando de la manija de
mi equipaje para rodarlo. Sus brazos tatuados se tensaron mientras empujaba
mi bolso, con la mano libre buscando a la mía.
—No puedo creer que le hayas dado luz verde para que nos tenga por
una hora entera —dije, siguiéndolo a través de la puerta giratoria.
—Realmente no crees que voy a dejar que le grite a mi esposa, ¿verdad?
—Te estás poniendo muy cómodo con ese término.
—Creo que es hora de que lo admita. Sabía que ibas a ser mi esposa más
o menos a partir del segundo en que te conocí. No voy a mentir y decir que no
he estado esperando el día que lo pudiera decir... así que voy a abusar del
título. Deberías acostumbrarte a él, ahora —dijo esto con la mayor naturalidad
posible, como si estuviera dando un discurso practicado.
Me reí, apretándole la mano. —No me importa.
Me miró por el rabillo de su ojo. — ¿No? —Negué con mi cabeza y me jaló
a su lado, besando mis mejillas—. Bien. Te vas a hartar de esto durante los
próximos meses, pero sólo dame un respiro, ¿de acuerdo?
Lo seguí por los pasillos, escaleras mecánicas, y las líneas de seguridad.
Cuando Joseph caminó a través del detector de metales, un timbre fuerte se
disparó. Cuando el guardia del aeropuerto le pidió a Joseph que se quitara su
anillo, su rostro se tornó grave.
—Lo sostendré, señor —dijo el oficial—. Sólo será por un momento.
—Le prometí que nunca me lo quitaría —dijo Joseph a través de sus
dientes.
El oficial extendió la palma de su mano, paciencia y divertida simpatía
arrugaba la fina piel alrededor de sus ojos.
Joseph a regañadientes, se quitó el anillo, lo estrelló en la mano del
guardia, y luego suspiró cuando caminó por la puerta, esa vez sin activar la
alarma. Caminé a través de ella sin novedad, entregándole mi anillo también.
La expresión de Joseph era tensa, pero cuando se nos permitió pasar, sus
hombros se relajaron.
—Está bien, bebé. Está de regreso en tu dedo —le dije, riendo ante su
reacción exagerada.
Me besó en la frente, jalándome a su lado mientras nos dirigimos a la
terminal. Cuando capturé la mirada de los que pasábamos, me pregunté si era
obvio que estábamos recién casados, o si simplemente notaban la sonrisa
ridícula en el rostro de Joseph, un fuerte contraste con su cabeza rapada,
brazos tatuados y músculos sobresalientes.
El aeropuerto era un hervidero de turistas emocionados, de pitidos y
zumbidos de las máquinas tragamonedas en el aire, y la gente serpenteando en
todas direcciones. Le sonreí a una joven pareja tomada de la mano, viéndose
tan excitados y nerviosos como Joseph y yo lo hicimos cuando llegamos. No me
cabe duda de que se irían sintiendo la misma mezcla de alivio y desconcierto
que sentimos, llevando a cabo lo que habían venido hacer.
En la terminal, eché un vistazo a través de una revista, y toqué
suavemente la rodilla violentamente rebotando de Joseph. Su pierna se congeló
y me sonrió, manteniendo mis ojos en las fotografías de las celebridades.
Estaba nervioso por algo, pero esperé a que me dijera, sabiendo que estaba
trabajando a nivel interno.
Después de unos minutos, su rodilla se balanceó de nuevo, pero esta vez
lo detuvo por su cuenta, y luego, lentamente, se dejó caer en su silla.
— ¿Pidge?
— ¿Sí?
Unos cuantos minutos pasaron, y luego suspiró.
—Nada.
El tiempo pasó demasiado rápido, y parecía que apenas nos habíamos
sentado cuando nuestro número de vuelo fue llamado a bordo. Una línea se
formó rápidamente, y nos pusimos de pie, esperando nuestro turno para
mostrar nuestros boletos y caminar por el largo pasillo hacia el avión que nos
llevaría a casa.
Joseph vaciló. —No puedo deshacerme de este sentimiento —dijo en voz
baja.
— ¿Qué quieres decir? ¿Cómo un mal presentimiento? —dije, de repente
nerviosa.
Se volvió hacia mí con preocupación en sus ojos. —Tengo ésta loca
sensación que una vez que lleguemos a casa, me voy a despertar. Como si nada
de esto fuera real.
Deslicé mis brazos alrededor de su cintura, pasando mis manos sobre los
músculos magros de su espalda.
— ¿Es eso lo que te preocupa?
Bajó la mirada a su muñeca, y luego miró a la banda de plata gruesa en
su dedo izquierdo. —No puedo evitar la sensación de que la burbuja va a
estallar, y voy a estar acostado en mi cama solo, deseando que estés allí
conmigo.
— ¡No sé qué voy a hacer contigo, Joe! Me he desecho de alguien por ti,
dos veces, he empacado y he ido a Las Vegas contigo, dos veces, he ido
literalmente a través del infierno y de regreso, me casé contigo y me marqué
con tu nombre. Me estoy quedando sin ideas para que sepas que soy tuya.
Una pequeña sonrisa adornó sus labios.
—Me encanta cuando dices eso.
— ¿Que soy tuya? —Le pregunté. Me incliné hacia arriba en las puntas
de mis pies, presionando mis labios contra los suyos—. Soy. Tuya. La Señora
de Joseph Maddox Jonas, por siempre y para siempre.
Su pequeña sonrisa se desvaneció mientras miraba hacia la puerta de
embarque y luego hacia abajo a mí. —Voy a seguir jodiendo, Pigeon. Vas a
hartarte de mis estupideces.
Me eché a reír. —Estoy harta de tus estupideces, ahora. Aun así me casé
contigo.
—Pensé que una vez que nos casáramos, me sentiría un poco más
tranquilo acerca de perderte. Pero siento que si subo a ese avión...
— ¿Joseph? Te amo. Vamos a casa.
Sus cejas se juntaron. —No me vas dejar, ¿verdad? ¿Incluso cuando soy
un dolor en el trasero?
—Juré ante Dios... y Elvis... que no lo haría, ¿cierto?
Su ceño se aligeró un poco. — ¿Esto es para siempre?
Una de las esquinas de mi boca se elevó. — ¿Te haría sentir mejor si
hacemos una apuesta?
Otros pasajeros comenzaron a caminar alrededor de nosotros, aunque
lentamente, observaban y escuchaban nuestra conversación ridícula. Al igual
que todas las otras veces, estaba manifiestamente consciente de las miradas
indiscretas, pero esta vez era diferente. Lo único que podía pensar era en que
la paz regresara a los ojos de Joseph.
— ¿Qué clase de marido sería si apostara en contra de mi propio
matrimonio?
Sonreí. —Del tipo estúpido. ¿No escuchaste a tu padre cuando te dijo
que no apostaras contra mí?
Él levantó una ceja. —Así que estás así de segura, ¿eh? ¿Apostarías en
ello?
Envolví mis brazos alrededor de su cuello y sonreí contra sus labios. —
Apostaría mi primer hijo. Así de segura estoy.
Y luego volvió la paz.
—No puedes estar tan segura —dijo, la ansiedad ausente en su voz.
Levanté una ceja, y mi boca se elevó hacia un lado.
— ¿Quieres apostar?
FIN
Muchas gracias por leer y por comentar, me alegra que les haya gustado. Hay una especie de 2° libro, les pongo aquí el link por si quieren continuar leyendo, Gracias. Besos :P
Me siguen en Twitter; https://twitter.com/KatiVadiz
Walking disaster;https://onlywn.activoforo.com/t58020-walking-disasterjoetu
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
dios ame el final fue tan lindo y america regañandola era tan tierno gracias pr conpartir esta nove con nsotras graciasss
yamijonas
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
No tienes nada que agradecer. Gracias a ustedes por comentar y leer! Gracias. Besos♥yamijonas escribió: dios ame el final fue tan lindo y america regañandola era tan tierno gracias pr conpartir esta nove con nsotras graciasss
Kati♥Lovejb
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