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Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 5 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:AY DIOS :(
PERO QUE ESTA PASANDO?
joe es tan tierno :love:
y ese tal Mick lo que sea :evil:
SÍGUELA!
Akjahsd jaja si si
Ya mismo :D
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
AniitaRP4 escribió:ESSPAAAAAAA!! SIGUELAA!:D
:3 Ya mismo
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
CORTA ESTANCIA EN EL PECADO
Joseph dejó nuestras maletas y miró alrededor de la habitación. —Esto es
lindo, ¿verdad?
Lo fulminé con la mirada y él enarcó su ceja. — ¿Qué?
Empecé a desempacar mi maleta y sacudí mi cabeza. Diferentes
estrategias y la falta de tiempo llenaron mi cabeza. —Estas no son vacaciones,
Joseph. No deberías estar aquí.
Al momento siguiente él estaba detrás de mí, envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura. —Yo voy a donde tú vayas.
Ladeé mi cabeza en contra de su pecho y suspiré. —Tengo que ir a la
planta baja. Tú puedes quedarte aquí si quieres o echarle un vistazo al show.
Te veré más tarde ¿De acuerdo?
—Iré contigo.
—No te quiero allí, Joe. —Una expresión de dolor cruzó su rostro, toqué
su brazo—. Si voy a ganar catorce mil dólares en un fin de semana necesito
estar concentrada al máximo. No me gusta quién voy a ser en esas mesas, y no
quiero que tú lo veas, ¿Vale?
Él retiró mi cabello fuera de mis ojos y besó mi mejilla. —De acuerdo,
Pidge.
Joseph saludó a América mientras dejaba la habitación. Ella se acercó a
mí en el mismo vestido que usó en la fiesta. Me cambié por una falda corta
dorada y un par de tacones, estudiándome en el espejo. América llevó mi
cabello hacia atrás y me pasó un tubo negro.
—Necesitas al menos cinco capas más de rímel, y ellos van a pedir tu
identificación antes de que te des cuenta si no usas un poco más de rubor,
¿Acaso has olvidado cómo se juega este juego?
Arranqué el rímel de las manos de América y pasé al menos otros diez
minutos en mi maquillaje, cuando terminé, mis ojos se empezaron a llenarse
de lágrimas. —Maldita sea _____, no llores —me dije mirando hacia arriba
mientras secaba la parte inferior de mis ojos con un pañuelo desechable.
—No tienes que hacer esto ____, tú no le debes nada. —dijo ahuecando
mis hombros mientras me miraba al espejo una última vez
—Él le debe dinero a Benny, Mare, si no lo hago, lo matarán
Su expresión era de lástima, ya la había visto mirarme de esa manera
muchas veces antes, pero esta vez ella estaba desesperada. Lo había visto
arruinar mi vida más veces de las que ninguna de las dos podríamos contar.
— ¿Qué pasa con la siguiente vez que lo haga? ¿Y la siguiente? No
puedes seguir haciendo esto.
—Él estuvo de acuerdo con mantenerse lejos, Mick Abernathy es muchas
cosas, más no un estúpido.
Caminamos por el pasillo e ingresamos a un ascensor vacío. — ¿Tienes
todo lo que necesitas? —Pregunté, manteniendo las cámaras en mente.
América chocó su uñas con la licencia de conducir falsa y sonrió. —El
nombre es Candy, Candy Crawford. —dijo en un falso acento sureño.
Extendí mi mano. —Jessica James. Gusto en conocerte, Candy.
Ambas nos pusimos nuestras gafas de sol y permanecimos con cara de
póker mientras el ascensor se abría, revelando las luces de neón y el bullicioso
casino. La gente se movía en todas las direcciones. Las Vegas era el infierno
celestial, el único lugar en donde podías encontrar bailarinas en ostentosos
trajes y montones de maquillaje. Prostitutas con una indumentaria aceptable,
hombres de negocios en lujosos trajes y familias enormes en la misma
edificación.
Desfilamos a lo largo de un pasillo alineado con cuerdas rojas y le
entregamos nuestras identificaciones a un hombre que tenía una chaqueta
roja. Me observó por un momento y me quité las gafas.
—Cualquier momento de hoy sería genial. —dije con tono aburrido.
Nos devolvió nuestras identificaciones y se hizo a un lado, dejándonos
pasar, atravesamos los pasillos en donde estaban las máquinas tragamonedas,
las mesas de Black Jack. Escaneé la habitación, observando las diferentes
mesas de póquer, asintiendo hacia una con viejos caballeros sentados en ella.
—Ésa. —dije, contoneándome por el camino.
—Empieza agresiva ____, ellos no sabrán lo que se les viene encima.
—No. Ellos son de las Vegas a la antigua, tengo que jugar inteligente esta
vez.
Me acerqué a la mesa, usando mi más encantadora sonrisa. Los locales
podían oler a los estafadores a millas de distancia, pero yo tenía dos cosas a mi
favor que cubrían el olor de cualquier cosas que pudiera levantar sospechas:
juventud… y tetas.
20 Black Jack; cada jugador recibe dos cartas con la opción de pedir más para
así llegar a un valor de 21 o menos sin superarlo, el concesionario perderá por tener
—Buenas noches, caballeros. ¿Les importa si me uno a ustedes?
Ellos no miraron en mi dirección. —Seguro, pequeña. Toma asiento y
procura verte bonita. Sólo no hables.
—Quiero entrar. —dije pasándole mis gafas a América—. No hay
suficiente acción en las mesas de Black Jack.
Uno de los hombres masticó su cigarrillo. —Esto es una mesa de póquer
princesa, cinco cartas. Prueba tu suerte en las máquinas de ranura.
Me senté en la única silla vacía, haciendo una demostración al cruzar
mis piernas. —Siempre he querido jugar póquer en las Vegas. Y tengo todas
estas fichas… —dije, poniendo mi montón de fichas en la mesa—, Y soy muy
buena jugando en línea.
Los cinco hombres miraron mis fichas y luego a mí.
—Hay una apuesta mínima, cariño. —dijo el concesionario.
— ¿Cuánto?
—Cinco mil, dulzura. Escucha… no quiero hacerte llorar. Hazte un favor
y juega en las máquinas de ranura.
Empujé hacia adelante mis fichas, encogiéndome de hombros en el modo
en que una chica temeraria y excesivamente segura de sí misma haría antes de
darse cuenta que acababa de perder sus fondos para la universidad. Los
hombres se miraron entre ellos. El concesionario se encogió de hombros y tiró
sus fichas.
—Jimmy. —dijo ofreciendo su mano. Cuando la tomé él señaló a los
otros—. Mel, Pauly, Joe y él es Winks. —Miré hacia un hombre flaco que
masticaba un palillo, y como había predicho, me guiñó un ojo.
Asentí y esperé con falsa anticipación mientras Jimmy repartía la
primera mano. Perdí a propósito las dos primeras, pero para la cuarta mano yo
estaba arriba. No le tomaba tanto tiempo a los veteranos de las Vegas
descifrarme como había tomado Thomas.
— ¿Dijiste que jugabas en línea? —Preguntó Pau.
—Con mi papá
— ¿Eres de aquí? —Preguntó Jimmy
—Wichita. —Respondí sonriendo.
—Ella no juega en línea, se los dije. —dijo Mel, quejándose.
Una hora después, había tomado veintisiete mil dólares de mis
oponentes, y ellos estaban empezando a sudar.
—Me retiro. —dijo Jimmy, bajando sus cartas frunciendo el ceño.
—Si no lo estuviera viendo con mis propios ojos, nunca lo habría creído.
—Escuché detrás de mí.
América y yo nos dimos la vuelta al mismo tiempo, mis labios estirándose
a través de mi cara formando una amplia sonrisa. —Jesse. —Sacudí mi
cabeza—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Es mi lugar el que estás ocupando, Cookie. ¿Qué estás haciendo tú
aquí?
Rodé mis ojos y me volví hacia mis suspicaces nuevos amigos.
—Sabes que odio eso, Jess.
—Discúlpenos. —dijo Jesse, tirando de mí por el brazo para ponerme de
pie. América me miró con cautela mientras me estaba llevando unos cuantos
pies lejos de la mesa
El padre de Jesse manejaba el casino, estaba más que sorprendida que él
se hubiera unido al negocio de la familia. Solíamos perseguirnos entre nosotros
por los pasillos y escaleras del hotel y siempre lo vencía cuando alcanzábamos
los ascensores. Él había crecido desde la última vez lo que lo había visto. Lo
recordaba como un desgarbado adolescente, pero el hombre que tenía al frente
era sin duda un bien vestido jefe de sala, para nada desgarbado y ciertamente
apuesto. Seguía teniendo su sedosa piel marrón y ojos verdes que recordaba,
pero el resto de él era una agradable sorpresa.
Su iris del color de las esmeraldas resplandecía en las brillantes luces del
casino. —Esto es surrealista, pensé que eras tú cuando estaba caminando por
tu mesa, pero no podía convencerme a mí mismo que volverías aquí. Cuando vi
a esa Campanita limpiando la mesa, supe que eras tú.
—Lo soy. —Sonreí.
—Te ves… diferente.
—También tú, ¿Cómo está tu padre?
—Retirado. —Sonrió—. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Sólo hasta el domingo. Tengo que volver a la escuela.
—Hola, Jess. —dijo América, tomando mi brazo.
—América. —Se rió entre dientes—. Debí haberlo sabido, ustedes son
como la sombra de la otra.
—Si sus padres supieran que la traje aquí, todo eso habría terminado
hace mucho tiempo.
—Es bueno verte, ____. ¿Por qué no me dejas comprarte la cena? —
Preguntó, escaneando mi vestido.
—Me encantaría, Jess, pero no estoy aquí por diversión.
Él tendió sus manos y sonrió. —Tampoco yo. Muéstrame tu
identificación.
Mi cara decayó, sabiendo que tenía una pelea en mis manos. Jesse no
caería en mis encantos tan fácilmente, sabía que tenía que decirle la verdad.
—Estoy aquí por Mick. Está en problemas.
Jesse asintió. — ¿Qué tipo de problema?
—Los usuales.
—Me encantaría ayudar, sabes que respeto a tu papá, pero sabes que no
puedo permitirte quedarte.
Alcancé su brazo y lo presioné. —Le debe dinero a Benny.
Jesse cerró sus ojos y sacudió su cabeza. —Jesús.
—Tengo hasta mañana, Jesse, déjame quedarme hasta entonces.
Él puso la palma de su mano en mi mejilla. —Te lo diré… si cenas
conmigo mañana. Te daré hasta la medianoche.
Miré a América y luego a Jesse. —Estoy aquí con alguien.
Se encogió de hombros. —Tómalo o déjalo, ____. Tú sabes cómo se
hacen las cosas por aquí, no puedes obtener algo sin nada a cambio.
Suspiré derrotada. —Está bien. Te veré mañana en la noche en Ferraos
si me das hasta la medianoche.
Bajó su cabeza y besó mi mejilla. —Fue bueno verte. Te veré mañana…
cinco en punto, ¿de acuerdo? Estoy en el piso a las ocho.
Sonreí mientras él se alejaba, pero mi sonrisa pronto cayó cuando vi a
Joseph estudiando desde la mesa de la ruleta.
—Oh, mierda. —dijo América, tirando de mi brazo.
Travis fulminó a Jesse con la mirada mientras él pasaba y luego vino
hacia mí, metiendo las manos en sus bolsillos y miró a Jesse, quien nos
estudiaba desde la esquina de su ojo.
— ¿Quién era él?
Asentí en la dirección de Jesse. —Él es Jesse Viveros, lo he conocido por
un largo tiempo.
— ¿Cuánto tiempo?
Miré en dirección de la mesa de póquer.
—Joseph, no tengo tiempo para esto.
—Supongo que tiraron la idea del ministro de la juventud. —dijo
América, mirando coquetamente en la dirección de Jesse.
— ¿Ése es tu ex novio? —dijo Joseph, de repente muy enojado—. Pensé
que habías dicho que él era de Kansas.
Le disparé a América una impaciente mirada y luego tomé el mentón de
Joaeph y lo miré, acaparando toda su atención.
—Él sabe que no soy lo suficientemente mayor para estar aquí, Joe. Me
dio hasta la medianoche, te lo explicaré luego, pero por ahora tengo que
regresar al juego, ¿de acuerdo?
La mandíbula de Joseph se tensó debajo de su piel, cerró sus ojos,
tomando un profundo respiro.
—Muy bien, te veré a la medianoche.
Bajó su cabeza para besarme, pero sus labios fueron fríos y distantes.
—Buena suerte.
Sonreí mientras él se mezclaba con la multitud, y luego volví mi atención
a los hombres.
— ¿Caballeros?
—Toma asiento, Shirley Temple. —dijo Jimmy—. Haremos que nuestro
dinero regrese, justo ahora, no apreciamos el ser estafados.
—Hagan lo peor. —dije sonriendo, barajé las cartas y las repartí con
precisión a cada jugador.
—Tienes diez minutos. —Susurró América
—Lo sé. —dije
Traté de bloquear el tiempo y la rodilla de América golpeando
nerviosamente debajo de la mesa.
—Nunca he visto nada como tu niña, has tenido casi un juego perfecto, y
no tienes ningún consejero. —dijo Paul.
Winks asintió, su alegría se había evaporado. —Lo noté, ninguna sonrisa,
incluso sus ojos permanecen iguales, no es natural, todo el mundo tiene un
consejero.
—No todos. —dijo América.
Sentí un par de manos muy familiares en mis hombros, sabía que era
Joseph, pero no me di la vuelta, no con tres mil dólares en medio de la mesa.
—Me retiro. —dijo Jimmy.
Aquellos que se habían reunido alrededor de nosotros aplaudieron
cuando bajé mi mano. Jimmy era el único que estaba lo suficientemente cerca
para tocarme con una pizca de amabilidad. Nada que no pudiera manejar.
— ¡Increíble! —dijo Pau.
—Estoy fuera. —Joe se quejó, levantándose y alejándose de la mesa.
Jimmy era un poco más gracioso.
—Podría morir hoy y sentir que he jugado con un oponente que de
verdad vale la pena. Ha sido un placer, ____.
Me congelé. — ¿Lo sabías?
Jimmy sonrió, los años de humo de cigarrillo y café manchando su gran
sonrisa. —He jugado contigo antes, hace 6 años, he querido una revancha por
un largo tiempo. —Jimmy extendió su mano—. Cuídate niña. Dile a tu papá
que Jimmy Pescelli dice hola.
América me ayudó a recoger mis ganancias, me volví hacia Joseph,
mirando mi reloj. —Necesito más tiempo.
— ¿Quieres intentar en las mesas de Black Jack?
—No puedo perder dinero, Joe.
Sonrió. —No puedes perder, Pidge.
América negó con la cabeza. —El Black Jack no es su juego.
Joseph asintió. —Gané un poco. Estoy arriba de los seiscientos. Los
puedes tener.
Shepley me pasó sus fichas. —Sólo hice tres. Son tuyas.
Suspiré. —Gracias chicos, pero aún me hacen falta cinco de los grandes.
Miré mire reloj y luego alcé la vista para ver a Jesse acercándose.
— ¿Cómo te fue? —dijo sonriendo.
—Aún me faltan cinco mil, Jess, necesito más tiempo.
—Ya he hecho todo lo que puedo, ____.
Asentí, sabiendo que ya había exigido mucho.
—Gracias por dejarme quedar.
—Tal vez le puedo decir a mi padre que hable con Benny por ti.
—Es el desastre de Mick, voy a pedirle que él se encargue del resto.
Jesse negó con su cabeza. —Tú sabes que eso no pasará, Cookie, no
importa cuánto tengas, si hace falta algo de lo que él debe, Benny enviará a
alguien. Tú mantente tan lejos de él como puedas.
Sentí que mis ojos quemaban. —Tengo que tratar.
Jesse se acercó, y habló en voz baja: —Consigue un avión, ____. ¿Me
escuchaste?
—Te escuché. —dije toscamente.
Jesse suspiró, y sus ojos se llenaron de compasión. Me envolvió en sus
brazos y besó mi cabello. —Lo siento. Si mi trabajo no estuviese en juego, tú
sabes que trataría de hacer algo.
Asentí, alejándome de él. —Lo sé. Hiciste lo que pudiste.
Elevó mi mentón con su dedo. —Te veré mañana a las cinco. —Bajó su
cabeza y depositó un beso en la esquina de mi boca, y luego se fue sin decir
una palabra.
Miré a América, quien estaba observando a Joseph. No me atreví a
encontrarme con sus ojos; no podía imaginar que tan enojada era la expresión
en su rostro.
— ¿Qué es a las cinco? —dijo Joseph, su voz teñida con enojo mal
disimulado.
—Ella estuvo de acuerdo en cenar con Jesse si él la dejaba quedarse. No
tenía opción Joe. —dijo América.
Podía deducir por el tono de precaución de su voz que Joseph estaba más
que enojado, lo miré y él me fulminó con la mirada con la misma expresión de
traición que Mick tenía en su rostro la noche en que se dio cuenta que yo había
tomado su suerte.
—Tenías una opción.
— ¿Alguna vez has tratado con la mafia, Joseph? Lo siento si tus
sentimientos están heridos, pero una comida gratis con un viejo amigo no es
un precio alto que pagar para mantener a Mick vivo.
Podía ver que Joseph quería arremeter contra mí, pero no había nada que
él pudiera decir.
—Vamos chicos, tenemos que encontrar a Benny. —dijo América, tirando
de mi brazo.
Joseph y Shepley nos siguieron en silencio mientras caminábamos hacia
al edificio de Benny. El tráfico—de personas y carros—en la vía estaba
empezando a concentrarse. Con cada paso que daba, me sentía enferma, sentía
un vacío en mi estómago, mi mente corriendo, pensando en un argumento lo
suficientemente convincente para hacer entrar a Benny en razón. Para cuando
tocamos la gran puerta verde que había visto tantas veces, no tenía nada en
mente.
No era una sorpresa ver al enorme guardián, negro, atemorizante, y tan
ancho como era de alto, pero yo estaba aturdida de ver a Benny detrás de él.
—Benny. —Respiré
—Vaya, vaya… ya no eres de Lucky Thirteen, ¿cierto? Mick no me dijo lo
llamativa que te has convertido. He estado esperando por ti, Cookie. He oído
que tienes un pago para mí.
Asentí y Benny hizo un gesto hacia mis amigos. Alcé mi mentón para
fingir confianza. —Ellos están conmigo.
—Me temo que tus acompañantes tendrán que esperar afuera. —dijo el
guardián en un anormal tono bajo.
Joseph me tomó del brazo inmediatamente. —Ella no va entrar sola, voy
con ella.
Benny observó a Joseph. Cuando Benny alzó la vista a su guardián y las
esquinas de su boca se elevaron, me relajé un poco.
—Es lo suficientemente justo. —dijo Benny—. Mick estará contento de
saber que tienes a tan buen amigo.
Lo seguí adentro, volviéndome para ver la mirada preocupada en la cara
de América. Joseph mantuvo firme su agarre en mi brazo, manteniéndose a
propósito entre el guardián y yo. Seguimos a Benny a un ascensor,
ascendiendo cuatro pisos en silencio y luego las puertas se abrieron.
Un gran escritorio de caoba yacía en el medio de una vasta habitación.
Benny cojeó hasta alcanzar una silla y sentarse, gesticulando hacia nosotros
para que tomáramos las dos sillas vacías enfrente del escritorio. Cuando me
senté, el cuero se sentía frío debajo de mí, y me pregunté cuánta gente se
habría sentado en la misma silla, momentos antes de su muerte.
Estiré mi mano para coger la de Joseph y él me dio un apretón
tranquilizador.
—Mick me debe veinticinco mil, confío en que tienes la cantidad
completa. —Dijo escribiendo algo en una libreta de notas
—En realidad —hice un pausa aclarándome la garganta—, me faltan
cinco mil, Benny, pero tengo todo el día de mañana para conseguirlos, y cinco
mil no es un problema ¿Cierto? Tú sabes que soy buena para eso.
—Abigail —dijo Benny, ceñudo—, me decepcionas, conoces mis reglas
mejor que eso.
—Por… Por favor Benny, te estoy pidiendo que tomes los diecinueve mil y
tendré el resto para ti mañana.
Los ojos de Benny iban de Joseph a mí y viceversa. Ahí fue cuando note el
par de hombres que salieron de las esquinas más oscuras de la habitación. El
agarre de Joseph en mi mano se hizo más fuerte, contuve el aliento.
—Tú sabes que no tomo nada a menos de que sea la cantidad completa.
El hecho de que estés tratando de darme menos de lo que es me dice algo.
¿Sabes lo que me dice? Que tú no estás segura de que puedas obtener la
cantidad completa.
Los hombres que estaban en las esquinas se movieron otro paso hacia
adelante. —Puedo obtener tu dinero Benny. —Me reí nerviosamente—. Gané
nueve mil en seis horas.
—Entonces me estás diciendo que me traerás nueve mil en las próximas
seis horas. —Benny nos sonrió diabólicamente.
—El plazo es hasta la medianoche mañana. —dijo Joseph, mirando detrás
de nosotros y luego a los hombres que se aproximaban.
— ¿Qué estás haciendo Benny? —Pregunté, mi postura rígida.
—Mick me llamó anoche. Dijo que te estabas encargando de su deuda.
—Le estoy haciendo un favor. Yo no te debo dinero. —dije severamente,
mis instintos de supervivencia tomando vida.
Benny apoyó sus rechonchos codos llenos de grasa en su escritorio. —
Estoy considerando enseñarle a Mick una lección, además estoy curioso de ver
cuán suertuda eres.
Joseph se levantó de su silla tirando me mí con él. Me llevó detrás de él,
retrocediendo hasta la puerta.
—Josiah está afuera de la puerta, chico. ¿A dónde piensas que vas a
escapar?
Estaba equivocada. Cuando estaba pensando en persuadir a Benny para
que viera la razón, debía haber anticipado el deseo de Mick de sobrevivir, y la
afición de venganza de Benny.
—Joseph. —Le advertí, viendo como los secuaces de Benny se acercaban a
nosotros.
Joseph me empujó unos cuántos pies detrás de él y permaneció de pie. —
Espero que sepas, Benny, que cuando me deshaga de tus hombres, no quiero
ser irrespetuoso, claro está. Pero estoy enamorado de esta chica, y no puedo
dejar que la lastimes.
Benny estalló en una ruidosa carcajada. —Te lo dejaré a ti hijo. Tienes
las bolas más grandes que cualquiera que hayan venido a través de esas
puertas. Te prepararé lo que estás a punto de enfrentar, el chico grande a tu
derecha es David, y si él no puede sacarte con sus puños, lo hará con el
cuchillo que tiene en su funda. El hombre a tu izquierda es Dane, él es mi
mejor luchador. Tiene una pelea mañana, sólo para que sepas, él nunca pierde.
Te importaría si no te lastimas las manos, Dane, tengo un montón de dinero en
ti.
Dane le sonrió a Joseph con divertidos y salvajes ojos. —Sí, señor.
— ¡Detente, Benny! Puedo conseguir tu dinero. —Lloré
—No… Esto se va a poner bastante interesante. —Se rió entre dientes,
sentándose en su silla.
David corrió hacia Joseph, mis manos volaron a mi boca. El tipo era
fuerte, pero torpe y lento. Antes de que David pudiera coger su cuchillo, Joseph
lo incapacitó, empujando la cara de David directo hacia su rodilla, cuando
Joseph lanzó un puñetazo, no gastó tiempo, lanzando cada pizca de energía que
tenía en la cara del hombre. Dos puñetazos y un codazo después, David yacía
en el piso, en un charco de sangre.
Benny echó su cabeza hacia atrás, riendo histéricamente golpeando su
escritorio con el placer de un niño viendo caricaturas en la mañana de un
sábado. —Muy bien, ve por él Dane, no te asustó, ¿cierto?
Dane se aproximó a Joseph cuidadosamente, con la concentración y la
precisión de un luchador profesional. Su puño voló a la cara de Joseph con una
velocidad increíble, pero Joseph lo esquivó, embistiendo con su hombro a Dane,
utilizando toda su fuerza. Cayeron contra el escritorio de Benny. Dane agarró a
Joseph con sus brazos, empujándolo contra el piso. Se enfrentaron en el piso
por un momento, pero luego Dane ganó terreno, posicionándose para poder
darle algunos puños a Joseph, mientras él estaba atrapado debajo de él en el
piso. Cubrí mi cara, me era imposible mirar. Oí un llanto de dolor y levanté la
vista, para ver a Joseph cerniéndose sobre Dane, agarrándolo de su peludo pelo,
golpeándolo puño tras puño en un lado de su cabeza. La cara de Dane calló en
el escritorio de Benny, para luego ponerse de pie desorientado y sangrando.
Joseph lo observó por un momento, para luego atacar otra vez, usando
toda su fuerza. Dane lo esquivó una vez, consiguiendo golpear a Josephen la
mandíbula con sus nudillos.
Joseph sonrió y lo apuntó con un dedo. —Esa fue tu oportunidad.
No podía creer lo que acababa de escuchar. Joseph había dejado que el
matón de Benny lo golpeara. Él lo estaba disfrutando. Jamás había visto a
Joseph pelear sin restricciones, era un poco atemorizante verlo liberar todo lo
que tenía en estos asesinos entrenados y teniendo las de ganar. Hasta ese
momento nunca me había dado cuenta de lo que Joseph era capaz de hacer.
Con la risa molesta de Benny en el fondo, Joseph terminó de rematar a Dane,
depositando su codo en el centro del rostro de Dane, dejándolo fuera de juego
antes de que golpeara el suelo. Vi su cuerpo rebotar en la alfombra importada
de Benny.
— ¡Eres asombroso! ¡Simplemente asombroso! —dijo Benny, aplaudiendo
con placer.
Joseph me empujó detrás de él mientras Josiah atravesaba la puerta, con
su masiva figura.
— ¿Debería encargarme de esto, señor?
— ¡No! No, no… —dijo Benny aún aturdido por la improvisada
actuación—. ¿Cuál es tu nombre?
—Joseph Maddox. —dijo, aun teniendo la respiración pesada, limpiando
lo sangre de Dane y David de sus manos en sus vaqueros.
—Joseph Maddox, creo que puedes ayudar a que tú pequeña novia se
salga de éste problema.
— ¿Cómo?
—Se suponía que Dane pelearía mañana en la noche, tenía un montón
de dinero para él, pero parece que Dane no estará en forma para ganar la
pelea. Te sugiero que tomes su lugar. Gana y perdonaré los dólares faltantes de
la deuda de Mick.
Joseph se volvió hacia mí. — ¿Pigeon?
— ¿Estás bien? —Pregunté, limpiando la sangre de su rostro. Mordí mi
labio, sintiendo mi cara deformarse con una mezcla de miedo y alivio.
Joseph sonrió. —No es mi sangre, no llores, bebé.
—Soy un hombre ocupado hijo. —dijo Benny—. ¿Estás dentro?
—Lo hare. —dijo Joseph—. Dime el cuándo y el dónde, estaré ahí.
—Estarás peleando contra Brock McMann, él no es un oponente fácil.
Fue excluido de la UFC el año pasado.
Ese dato no afectó en lo más mínimo a Joseph. —Sólo dígame dónde tengo
que estar.
La sonrisa de tiburón de Benny cruzó su cara. —Me gustas, Joseph
Maddox. Creo que seremos buenos amigos
—Lo dudo. —dijo Joseph, abriendo la puerta y manteniendo una postura
protectora hasta que alcanzamos la puerta principal.
— ¡Jesucristo! —América lloró, viendo la sangre que salpicaba la ropa de
Joseph—. ¿Están bien chicos? —Me tomó por los hombros y examinó mi rostro.
—Estoy bien. Tan solo otro día en la oficina. Para ambos. —dije
limpiando mis ojos.
Joseph cogió mi mano y nos dirigimos hacia el hotel con Shepley y
América detrás de nosotros. No muchos repararon en el aspecto de Joseph.
Estaba cubierto de sangre y sólo uno que otro parecía notarlo.
— ¿Qué rayos pasó ahí adentro? —Finalmente preguntó Shepley.
Joseph se deshizo de su ropa y desapareció en el cuarto de baño. La
ducha se encendió y América me pasó una caja de pañuelos.
—Estoy bien, Mare.
Suspiró y empujó la caja hacia mí otra vez. —No, no estás bien.
—Este no es mi primer encuentro con Benny. —dije, mis músculos
doloridos por estar tanto tiempo tensados en las últimas 24 horas.
—Es tu primera vez viendo como Joseph descarga toda su mierda en otra
persona. —dijo Shepley—. Lo he visto antes, y no es lindo.
— ¿Qué pasó? —América insistió.
—Mick llamó a Benny. Le dijo que yo me haría cargo de su deuda.
— ¡Lo voy a matar! Voy a matar a ese hijo de perra. —gritó América.
—Benny no me estaba haciendo responsable, pero dijo que iba a darle
una lección a Mick por enviar a su hija a pagar su deuda. Él llamó a dos de sus
malditos perros para que fueran por nosotros y Joseph los noqueó. A ambos. En
menos de cinco minutos.
— ¿Entonces Benny los dejó ir? —Preguntó América.
Joseph salió del baño con una toalla alrededor de su cintura, la única
evidencia de la pelea era una pequeña marca roja en su pómulo, debajo de su
ojo derecho.
—Uno de los chicos que eliminé tenía una pelea mañana en la noche.
Tomaré su lugar y en recompensa Benny perdonará lo que Mick debe.
América se puso de pie. —Esto es ridículo. ¿Por qué lo estamos
ayudando? Él te lanzó directo a los lobos. ¡Lo voy a matar!
—No si yo lo mato primero. —Joseph ardía de rabia.
—Tranquilízate, —le dije.
— ¿Entonces pelearás mañana? —Preguntó Shepley.
—En un lugar llamado Zero. Seis en punto. Es Brock McMann, Shep.
—De ninguna manera. De ninguna jodida manera. Joe. ¡El tipo es un
maniático!
—Sí. —Joseph sonrió—, pero él no está peleando por su chica ¿cierto? —
Joseph me envolvió en sus brazos. Besando la parte superior de mí cabello—.
¿Estás bien, Pigeon?
—Esto está mal. Esto está mal en muchas maneras. No sé con quién de
ustedes hablar primero para dejar esto.
— ¿Me viste esta noche? Voy a estar bien. He visto a Brock pelear antes.
Él es duro, pero no invencible.
—No quiero que hagas esto, Joe.
—Bueno, yo no quiero que tú vayas a cenar con tu ex novio mañana en
la noche. Supongo que ambos tenemos que hacer algo que no queremos para
salvar al bueno para nada de tu padre.
Lo había visto antes. Vegas cambiaba a las personas. Creando
monstruos y hombres rotos. Era fácil dejar que las luces y los sueños robados
se filtraran en tu sangre. Había visto la enérgica, invencible mirada en el rostro
de Joseph tantas veces crecer. Y la única cura era un avión que nos llevara a
casa.
Miré mi reloj otra vez.
— ¿Tienes que estar en algún lugar, Cookie? —Preguntó Jesse, divertido.
—Por favor, deja de llamarme así. Jess. Lo odio.
—También odié cuando te fuiste. Y eso no te detuvo.
—Esta es una conversación aburrida y sin sentido. Solamente cenemos,
¿de acuerdo?
—Muy bien, hablemos entonces de tu nuevo chico. ¿Cuál es su nombre?
¿Joseph? —Asentí y él sonrió—. ¿Qué estás haciendo tú con ese psicópata
tatuado? Se ve como un rechazado de The Manson Family.
—Se amable Jesse, o me iré de aquí.
—No puedo superar lo diferente que te ves. No puedo superar que tú
estás sentada aquí, enfrente de mí.
—Supéralo. —dije, rodando los ojos.
—Ahí está. —dijo Jesse—. La chica que recuerdo
Miré mi reloj. —La pelea de Joseph es en veinte minutos. Mejor me voy.
—Aún estamos esperando el postre.
—No puedo Jess. No quiero que él se preocupe acerca de si voy a
aparecer o no. Es importante.
Sus hombros cayeron. —Lo sé. Extraño los días en que yo era
importante.
Dejé descansar mis manos en las suyas. —Éramos sólo niños. Eso fue
hace mucho tiempo.
— ¿Cuándo crecimos? El que tú estés aquí es una señal, ____. Pensé
que nunca te vería de nuevo y aquí estás. Quédate conmigo.
Negué con mi cabeza despacio, vacilando. No quería herir a mi más viejo
amigo. —Lo amo, Jess
La desilusión oscureció la pequeña sonrisa en su rostro. —Entonces es
mejor que vayas.
Besé su mejilla y abandoné el restaurante, cogí un taxi.
— ¿A dónde se dirige? —Preguntó el taxista
—Zero.
El taxista se volvió hacia mí, viéndome fijamente.
— ¿Está segura?
—Estoy segura. ¡Vamos! —dije, lanzando el dinero sobre el asiento.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
AY DIOS PON OTRO CAP , ME MUERO DE ANGUSTIA :(
SÍGUELAAAAAAAAAAAA!
SÍGUELAAAAAAAAAAAA!
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:AY DIOS PON OTRO CAP , ME MUERO DE ANGUSTIA :(
SÍGUELAAAAAAAAAAAA!
Aakjshdlkjasd jajaja me encantó la rana René. Ya mismo linda c:
Me alegra que te guste
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
HOGAR
Joseph finalmente atravesó la multitud con la mano de Benny sobre su
hombro, susurrándole en el oído. Joseph asintió y respondió, y mi sangre se
heló al verlo tan amigable con el hombre que nos amenazó hace menos de
veinticuatro horas. Joseph disfrutaba en el aplauso y felicitaciones de su triunfo
mientras la multitud retumbaba. Caminaba más erguido, su sonrisa era más
amplia, cuando me alcanzó, plantó un beso rápido en mi boca.
Pude probar el sudor salado mezclado con el gusto cobrizo de la sangre
sobre sus labios.
Había ganado la pelea, pero no sin unas cuantas heridas de batalla
propias.
— ¿Qué fue eso? —Pregunté, mirando a Benny reír con sus cohortes.
—Te lo diré más tarde. Tenemos mucho de qué hablar —dijo con una
sonrisa amplia.
Un hombre palmeó a Joseph en la espalda.
—Gracias —dijo Joseph, girándose hacia él y sacudiendo su mano
extendida.
—Espero ver otro encuentro tuyo, hijo —dijo el hombre, entregándole
una botella de cerveza—. Eso fue increíble.
—Vamos, Pidge. —Tomó un sorbo de su cerveza, la agitó en su boca y
luego escupió, el líquido ámbar sobre el suelo estaba teñido con sangre. Se
movió a través de la multitud, tomando una respiración profunda cuando nos
movimos a la acera afuera. Me besó una vez más y luego me condujo a la calle
principal, sus pasos rápidos y decididos.
En el elevador de nuestro hotel, me empujó contra la pared de espejo,
agarró mi pierna y la levantó en un movimiento rápido contra su cadera. Su
boca chocó con la mía, y sentí su mano bajo mi rodilla deslizándose arriba por
mi muslo y levantando mi falda.
—Joseph, hay una cámara aquí —dije contra sus labios.
—No me importa una mierda. —Se rió entre dientes—. Estoy celebrando.
Lo alejé. —Podemos celebrar en la habitación —dije, limpiándome la boca
y mirando abajo a mi mano, viendo manchas de color carmesí.
— ¿Qué está mal contigo, Pigeon? Ganaste, gané, pagamos la deuda de
Mick y acabo de recibir la oferta de mi vida.
El elevador se abrió y me quedé en el lugar mientras Joseph salía hacia el
pasillo. — ¿Qué clase de oferta? —Pregunté.
Joseph extendió su mano, pero la ignoré. Mis ojos se estrecharon,
sabiendo ya lo que diría.
Él suspiró. —Te lo dije, hablaremos de eso más tarde.
—Vamos a hablar de eso ahora.
Se inclinó y me empujó por la muñeca hacia el pasillo, y luego me
levantó del suelo en sus brazos.
—Voy a hacer el suficiente dinero para reemplazar lo que Mick se llevó,
para pagar por el resto de tu matrícula, pagar mi motocicleta, y comprarte un
auto nuevo —dijo, deslizando la llave adentro y afuera de su ranura. Empujó la
puerta y me dejó sobre mis pies—. ¡Y eso sólo es el principio!
— ¿Y cómo exactamente vas a hacer eso? —Mi pecho se apretó y mis
manos empezaron a temblar.
Él tomó mi cara en sus manos, extasiado. —Benny va a dejarme pelear
aquí en Las Vegas. Seis figuras una pelea, Pidge. ¡Seis figuras una pelea!
Cerré mis ojos y sacudí mi cabeza, bloqueando la emoción en sus ojos. —
¿Qué le dijiste a Benny? —Joseph levantó mi barbilla y abrí mis ojos, asustada
de que ya hubiera firmado un contrato.
Se rió entre dientes. —Le dije que lo pensaría.
Exhalé el aire que había estado conteniendo. —Oh, gracias a Dios. No me
asustes así, Joe. Pensé que hablabas en serio.
Joseph hizo una mueca y se estabilizó antes de hablar. —Hablo en serio,
Pigeon. Le dije que necesitaba hablar, primero, pero pensé que estarías feliz.
Está programando una pelea en un mes. ¿Tienes idea de cuánto dinero es? ¡En
efectivo!
—Puedo sumar, Joseph. También puedo conservar mis sentidos cuando
estoy en Las Vegas, lo que obviamente tú no puedes. Tengo que sacarte de aquí
antes de que hagas algo estúpido. —Caminé hacia el armario y arranqué
nuestra ropa de las perchas, metiéndolas furiosamente en nuestras maletas.
Travis agarró mis brazos gentilmente y me giró. —Puedo hacer esto.
Puedo pelear para Benny por un año y luego estaremos establecidos por un
largo, largo tiempo.
— ¿Qué vas a hacer? ¿Dejar la escuela y mudarte aquí?
—Benny va arreglarlo, hacer que funcione con mi horario.
Reí una vez, incrédula. —No puedes ser así de crédulo, Joseph. Cuando
estés en la nómina de Benny, no sólo vas a pelear una vez al mes para él. ¿Te
olvidaste de Dane? ¡Terminarás siendo uno de sus matones!
Él sacudió la cabeza. —Ya discutimos eso, Pidge. Él no quiere que haga
nada más que pelear.
— ¿Y confías en él? ¡Sabes que aquí lo llaman Benny el Astuto!
—Quería comprarte un auto, Pigeon. Uno lindo. Nuestras matrículas
serán pagadas por completo.
— ¿Oh? ¿La mafia está entregando becas ahora?
La mandíbula de Joseph se apretó. Estaba irritado al tener que
convencerme. —Esto es bueno para nosotros. Puedo ahorrar hasta que sea el
momento de comprar una casa. No puedo hacer esta clase de dinero en ningún
otro lugar.
— ¿Qué hay de tu título de Justicia Penal? Vas a estar viendo a tus viejos
compañeros de clases trabajando para Benny, te lo prometo.
—Bebé, entiendo tus reservas, lo hago. Pero estoy siendo listo con esto.
Lo haré por un año y luego saldremos y haremos lo que sea que el infierno
quiera que hagamos.
—No sólo dejas a Benny, Joe. Él es el único que puede decirte cuándo
terminaste. ¡No tienes idea de con qué estás tratando! ¡No puedo creer que
incluso estés considerando esto! ¿Trabajar para un hombre que nos hubiera
dado una paliza a ambos anoche si no lo hubieras detenido?
—Exactamente. Lo detuve.
—Detuviste dos de sus matones de peso ligero, Joseph. ¿Qué vas a hacer
si hay una docena de ellos? ¿Qué vas a hacer si vienen por mí durante una de
tus peleas?
—No tendría sentido para él hacer eso. Haré mucho dinero para él.
—El momento en que decidas que no vas a hacerlo más, eres
prescindible. Así es como esas personas trabajan.
Joseph se alejó de mí y miró afuera de la ventada, las luces parpadeantes
coloreando sus rasgos en conflicto. Tomó una decisión antes de siquiera
habérmelo comentado.
—Todo va a estar bien, Pigeon. Me aseguraré de eso. Y luego estaremos
establecidos.
Sacudí mi cabeza y me giré, empujando nuestra ropa en las maletas.
Cuando llegáramos a la pista en casa, sería el mismo de siempre. Las Vegas le
hacían cosas extrañas a las personas, y no podía razonar con él mientras
estuviera intoxicado con el flujo del dinero y el whisky.
Me negué a discutir más esto hasta que estuvimos en el avión, asustada
de que Joseph me dejara irme sin él. Abroché mi cinturón de seguridad y apreté
mis dientes, observándolo mirar con nostalgia afuera de la ventada mientras
nos elevábamos hacia el cielo nocturno. Ya estaba extrañando la maldad y las
tentaciones sin límites que Las Vegas tenía para ofrecer.
—Es un montón de dinero, Pidge.
—No.
Su cabeza se giró en mi dirección. —Esta es mi decisión. No creo que
estés viéndolo todo.
—Creo que has perdido tu maldita mente.
— ¿Ni siquiera vas a considerarlo?
—No, ni tú tampoco. No vas a trabajar para un criminal sanguinario en
Las Vegas, Joseph. Es completamente ridículo de tu parte creer que podría
considerarlo.
Joseph suspiró y miró afuera de la ventana. —Mi primera pelea es en tres
semanas.
Mi boca cayó abierta. — ¿Ya aceptaste?
Él guiñó un ojo. —No todavía.
— ¿Pero vas a hacerlo?
Sonrió. —Dejarás de estar enojada cuando te compre un Lexus.
—No quiero un Lexus —Me puse furiosa.
—Puedes tener lo que quieras, bebé. Imagínate cómo se va a sentir ir a
cualquier concesionario que quieras, y todo lo que tienes que hacer es escoger
tu color favorito.
—No estás haciendo esto por mí. Deja de fingir que lo haces.
Él se inclinó, besando mi cabello. —No, estoy haciéndolo por los dos.
Simplemente no puedes ver lo genial que será.
Un escalofrío irradió desde mi pecho, viajando por mi columna vertebral
hasta mis piernas. Él no vería una razón hasta que estuviéramos en el
apartamento, y estaba aterrorizada que Benny le hubiera hecho una oferta que
no podía rechazar. Me sacudí mis miedos; tenía que creer que Joseph me amaba
lo suficiente para olvidar los signos de dólares y las falsas promesas que Benny
había hecho.
— ¿Pidge? ¿Sabes cómo cocinar un pavo?
— ¿Un pavo? —dije, tomada fuera de base por el cambio repentino de
conversación.
Él apretó mi mano. —Bueno, las vacaciones de Acción de Gracias está
llegando, y sabes que mi papá te adora. Quiere venir para Acción de Gracias,
pero siempre terminamos ordenando pizza y viendo el juego. Pensé que quizás
tú y yo podríamos intentar cocinar un pavo juntos. Ya sabes, tener una cena
con pavo real por una vez en la casa Maddox.
Presioné mis labios juntos, tratando de no reír. —Simplemente
descongelas el pavo y lo pones en un sartén y lo cocinas en la estufa todo el
día. No hay mucho en eso.
— ¿Entonces vendrás? ¿Me ayudarás?
Me encogí de hombros. —Seguro.
Su atención estaba desviada de las luces embriagadoras abajo, y me
permití tener la esperanza que él vería cuán equivocado estaba sobre Benny
después de todo.
Joseph dejó nuestras maletas sobre la cama y colapsó al lado de ellas. No
había sacado la cuestión de Benny, y yo estaba esperanzada que Las Vegas
estuviera empezando a salir de su sistema. Bañé a Toto, disgustada que
apestara a humo y medias sucias de estar en el apartamento de Brasil toda la
semana, y lo sequé con la toalla en la habitación.
— ¡Oh! ¡Hueles mucho mejor! —Reí mientras él se sacudía, rociándome
con pequeñas gotas de agua. Se levantó en sus patas posteriores, cubriendo mi
cara con besitos de cachorro—. También te extrañé, hombrecito.
— ¿Pigeon? —Preguntó Joseph, golpeando anudando sus dedos.
— ¿Sí? —dije, frotando a Toto con la toalla amarilla mullida en mis
manos.
—Quiero hacer esto. Quiero pelear en Las Vegas.
—No —dije, sonriéndole a la cara feliz de Toto.
Él suspiró. —No estás escuchando. Voy a hacerlo. Verás en unos meses
que fue la decisión correcta.
Levanté la mirada hacia él. —Vas a trabajar para Benny.
Asintió nerviosamente y luego sonrió. —Sólo quiero cuidar de ti, Pidge.
Las lágrimas llenaron mis ojos, sabiendo que él estaba resuelto. —No
quiero nada comprado con ese dinero, Joseph. No quiero nada que tenga que
ver con Benny, Las Vegas o cualquier cosa que vaya junto a ellos.
—No tenías problema con la idea de comprar un auto con el dinero de
mis peleas aquí.
—Eso es diferente y lo sabes.
Frunció el ceño. —Todo va estar bien, Pidge. Ya verás.
Lo miré por un momento, esperando por un brillo de diversión en sus
ojos, esperando que me dijera que estaba bromeando. La incertidumbre y la
avaricia se reflejaron en sus ojos.
— ¿Por qué siquiera me preguntaste, Joseph? Ibas a trabajar para Benny
sin importar lo que yo dijera.
—Quiero tu apoyo en esto, pero es demasiado dinero para rechazarlo.
Estaría loco para decir no.
Me quedé por un momento, aturdida. Una vez todo había penetrado,
asentí. —De acuerdo, entonces. Has tomado tu decisión.
Joseph sonrió de alegría. —Ya verás, Pigeon. Va a ser genial. —Se empujó
de la cama, caminó hacia mí y me besó los dedos—. Estoy famélico. ¿Tienes
hambre?
Sacudí mi cabeza y él besó mi frente antes de caminar a la cocina. Una
vez sus pasos dejaron el corredor, tiré mi ropa de las perchas, agradecida de
que tuviera lugar en mi maleta para más de mis pertenencias. Lágrimas de
enojo cayeron por mis mejillas. Yo sabía muy bien lo que sería llevar a Joseph a
ese lugar. Había peleado con uñas y dientes para evitarle los bordes oscuros de
mi vida, y el momento en que se presentó la oportunidad, lo arrastré al centro
de todo lo que odiaba sin un segundo pensamiento.
Joseph iba a ser parte de esto, y si no dejaría que lo salvara, tendría que
salvarme yo sola.
La maleta estaba llena hasta su límite, y estiré el cierre sobre el
contenido abultado. La saqué de la cama y caminé por el pasillo, pasando la
cocina sin mirar en su dirección. Me apresuré a bajar las escaleras, aliviada de
que América y Shepley todavía estuvieran besándose y riéndose en el
aparcamiento, transfiriendo sus cosas de su Charger al Honda de ella.
— ¿Pigeon? —Joseph llamó desde la puerta del apartamento.
Toqué la muñeca de América. —Necesito que me lleves a Morgan, Mare.
— ¿Qué está pasando? —dijo, notando la seriedad de la situación por mi
expresión.
Miré detrás de mí para ver a Joseph corriendo por las escaleras y
cruzando el césped hacia donde estábamos paradas.
— ¿Qué estás haciendo? —dijo, gesticulando hacia mi maleta.
Si le hubiera dicho en ese momento, toda esperanza de salvarme de
Mick, y Las Vegas, y Benny, y todo lo que no quería estaría perdido. Joseph no
me dejaría ir, y por la mañana me habría convencido a mí misma de aceptar su
decisión.
Me rasqué la cabeza y sonreí, tratando de obtener algo de tiempo para
pensar en una excusa.
— ¿Pidge?
—Estoy llevando mis cosas a Morgan. Ellos tienen todas esas lavadoras y
secadoras y tengo una cantidad ridícula de colada que hacer.
Él frunció el ceño. — ¿Ibas a irte sin decírmelo?
Miré a América y luego a Joseph, esforzándome por la mentira más
creíble.
—Iba a volver. Eres tan jodidamente paranoico —dijo América con la
sonrisa desdeñosa que había usado para engañar a sus padres tantas veces.
—Oh —dijo él, todavía inseguro—. ¿Vas a quedarte aquí esta noche? —
Me preguntó, pellizcando la tela de mi abrigo.
—No sé. Supongo que depende de cuando esté lista mi ropa.
Joseph sonrió, poniéndome contra él. —En tres semanas, le pagaré a
alguien para que haga tu colada. O simplemente puedes tirar tu ropa sucia y
comprar nueva.
— ¿Vas a pelear para Benny otra vez? —Preguntó América, sorprendida.
—Me hizo una oferta que no podía rechazar.
—Joseph —empezó Shepley.
—Chicos, no empiecen ustedes también. Si no voy a cambiar de opinión
por Pidge, no voy a cambiar de opinión por ustedes.
América encontró mis ojos con entendimiento. —Bueno, mejor te
llevamos, _____. Esa pila de ropa te va a tomar por siempre.
Asentí y Joseph se inclinó para besarme. Lo acerqué más, sabiendo que
sería la última vez que sentiría sus labios contra los míos. —Te veo más tarde
—dijo—. Te amo.
Shepley metió mi maleta en el baúl de su Honda, y América se deslizó en
su asiento a mi lado. Joseph dobló sus brazos sobre su pecho, charlando con
Shepley mientras América agitaba el encendido.
—No puedes quedarte en tu habitación esta noche, ____. Va a ir
directamente allí cuando lo averigüe —dijo América mientras lentamente
retrocedía del bloque del estacionamiento.
Las lágrimas llenaron mis ojos y se derramaron, cayendo sobre mis
mejillas. —Lo sé.
La expresión alegre de Joseph cambió cuando vio la mirada en mi cara.
No perdió tiempo en correr a mi ventana. — ¿Qué está mal, Pidge? —dijo,
golpeando ligeramente el vidrio.
—Vamos, Mare —dije, limpiando mis ojos. Me centré en el camino
adelante mientras Joseph corría junto al auto.
— ¿Pigeon? ¡América! ¡Detén el puto auto! —Gritó, golpeando su palma
contra el vidrio—. ¡____, no hagas esto! —Dijo, comprensión y miedo
distorsionando su expresión.
América se giró hacia la calle principal y presionó el acelerador. —Nunca
voy a escuchar el final de eso… así como tú.
—Lo siento tanto, Mare.
Ella miró hacia el espejo retrovisor y empujó su pie en el suelo. —
Jesucristo, Joeph —murmuró bajo su respiración.
Giré para verlo correr a toda velocidad detrás de nosotras,
desapareciendo y reapareciendo entre las luces y sombras de las lámparas de
la calle. Después alcanzó el final de la cuadra, se giró en dirección opuesta,
corriendo hacia el apartamento.
—Va a volver por su motocicleta. Nos va a seguir a Morgan y causar una
gran escena.
Cerré mis ojos. —Simplemente… apresúrate. Dormiré en tu habitación
esta noche. ¿Crees que a Vanessa le importará?
—Nunca está allí. ¿De verdad va a trabajar para Benny?
La palabra se quedó pegada en mi garganta, así que simplemente asentí.
América agarró mi mano y la apretó. —Estás tomando la decisión
correcta, _____. No puedes pasar por eso otra vez. Si no te escuchó, no va a
escuchar a nadie.
Mi móvil sonó. Miré abajo para ver la cara tonta de Joseph, y luego
presioné ignorar. Menos de cinco segundos después, sonó de nuevo. Lo apagué
y lo empujé en mi bolso.
—Esto va a ser un desastre jodidamente espantoso —dije, sacudiendo mi
cabeza y limpiando mis ojos.
—No envidio tu vida por la siguiente semana o así. No puedo imaginar
romper con alguien que rehúsa a mantenerse alejado. Sabes que es así como
será, ¿cierto?
Entramos en el aparcamiento en Morgan, y América sostuvo la puerta
abierta mientras yo arrastraba mi maleta al interior. Nos apresuramos a su
habitación y jadeé, esperando que ella desbloqueara su puerta. La sostuvo
abierta y luego me lanzó la llave.
—Va a terminar siendo arrestado o algo así —dijo.
Corrió al pasillo y la miré apresurarse a través del aparcamiento desde la
ventana, metiéndose en el auto justo mientras Joseph detenía su motocicleta a
su lado. Él corrió alrededor al lado del pasajero y abrió la puerta, mirando a las
puertas de Morgan cuando se dio cuenta que no estaba en el auto. América
retrocedió mientras Joseph corría hacia el edificio, y me giré, mirando la puerta.
Abajo por el pasillo, Joseph golpeó en mi puerta, diciendo mi nombre. No
tenía idea si Kara estaba allí, pero si lo estaba, me sentía mal por lo que
tendría que soportar por los siguientes minutos hasta que Joseph aceptara que
no estaba en mi habitación.
— ¿Pidge? ¡Abre la puta puerta, maldición! ¡No voy a irme hasta que
hables conmigo! ¡Pigeon! —Gritó, golpeando la puerta tan fuerte que el edificio
entero podría haber oído.
Me encogí cuando escuché la voz tímida de Kara.
— ¿Qué? —Gruñó.
Presioné mi oreja contra la puerta, luchando por escuchar los bajos
murmullos de Joseph. No tuve que esforzarme más.
— ¡Sé que está aquí! —Gritó—. ¿Pigeon?
—No está… ¡Oye! —chilló Kara.
La puerta golpeó contra la pared de bloque de cemento de nuestro cuarto
y supe que Joseph había forzado su camino al interior. Después de un minuto
completo de silencio, escuché a Joseph gritar abajo en el pasillo. — ¡Pigeon!
¿Dónde estás?
— ¡No la he visto! —gritó Kara, más enojada que lo que alguna vez la
había escuchado. La puerta se cerró de golpe y de repente las náuseas me
abrumaron mientras esperaba lo siguiente que haría Joseph.
Después de varios minutos de silencio, abrí la puerta, mirando abajo por
el pasillo amplio. Joseph sentado con su espalda contra la pared con sus manos
cubriendo su cara. Cerré la puerta tan silenciosamente como pude,
preocupada porque la policía del campus hubiera sido llamada. Después de
una hora, miré el pasillo de nuevo. Joseph no se había movido.
Revisé dos veces más durante la noche, finalmente cayendo dormida
alrededor de las cuatro. Me quedé dormida a propósito, sabiendo que me
saltaría mis clases ese día. Encendí mi teléfono para revisar mis mensajes,
viendo que Joseph había inundado mi bandeja de entrada. Los mensajes sin fin
que me había enviado a través de la noche variaban de disculpas a
vociferaciones.
Llamé a América en la tarde, esperando que Joseph no hubiera confiscado
su móvil. Cuando me contestó, suspiré.
—Hola.
América mantuvo su voz baja. —No le he dicho a Shepley dónde estás.
No lo quiero en medio de esto. Joseph está locamente enojado conmigo ahora.
Probablemente voy a quedarme en Morgan esta noche.
—Si Joseph no se ha calmado… buena suerte obteniendo algo de sueño
aquí. Hizo una actuación digna de un Oscar en el pasillo anoche. Estoy
sorprendida de que nadie llamara a seguridad.
—Fue expulsado de Historia hoy. Cuando no apareciste, le dio una
patada a tus dos escritorios. Shep escuchó que esperó por ti después de todas
tus clases. Está perdiéndola, ____. Le dije que terminaste al segundo que tomó
su decisión de trabajar para Benny. No puedo creer que pensara por un sólo
segundo que estarías bien con eso.
—Supongo que te veré cuando estés aquí. No creo que todavía pueda ir a
mi habitación.
América y yo fuimos compañeras de habitación por la semana siguiente,
y ella se aseguró de mantener a Shepley alejado de mí así él no estaría tentado
de decirle a Joseph de mi paradero. Fue un trabajo de tiempo completo eludir
un encuentro con él. Evité la cafetería a toda costa, la clase de Historia, y jugué
seguro dejando mis clases antes. Sabía que tendría que hablar con Joseph
alguna vez, pero no podía hasta que se hubiera calmado lo suficiente para
aceptar mi decisión.
Me quedé sola el viernes en la noche, acostada en mi cama, sosteniendo
el teléfono en mi oído. Puse mis ojos en blanco cuando mi estómago rugió.
—Puedo ir a recogerte y llevarte a cenar a algún lado —dijo América.
Pasé las páginas de mi libro de Historia, saltando donde Joseph había
garabateado y borroneado notas de amor en las márgenes. —No, es tu primera
noche con Shep en casi una semana, Mare. Simplemente voy a tomar algo de la
cafetería.
— ¿Estás segura?
—Sí. Dile a Shep que dije hola.
Caminé lentamente a la cafetería, sin prisa de sufrir las miradas de esos
en las mesas. La escuela entera estaba activa con el rompimiento, y el
comportamiento violento de Joseph no ayudaba. Justo cuando las luces de la
cafetería aparecieron en la vista, miré una figura oscura acercarse.
— ¿Pigeon?
Sorprendida, me detuve. Joseph caminó hacia la luz, sin rasurarse y
pálido. — ¡Jesús, Joseph! ¡Me asustaste como el infierno!
—Si contestaras tu teléfono cuando llamo no tendría que andar a
escondidas en la oscuridad.
—Te ves como el infierno —dije.
—He estado por aquí una o dos veces esta semana.
Apreté mis brazos a mi alrededor. —En realidad estoy en camino a tomar
algo para comer. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?
—No. Tenemos que hablar.
—Joe…
—Rechacé a Benny. Lo llamé el miércoles y le dije que no. —Había un
brillo esperanzador en sus ojos, pero desapareció cuando registró mi expresión.
—No sé qué quieres que diga, Joseph.
—Di que me perdonas. Di que regresarás conmigo.
Apreté mis dientes, prohibiéndome llorar. —No puedo.
La cara de Joseph se arrugó, y tomé la oportunidad de caminar a su
alrededor, pero él dio un paso al lado para mantenerse en mi camino. —No he
comido, o dormido… no puedo concentrarme. Sé que me amas. Todo será como
solía ser si simplemente vuelves conmigo.
Cerré mis ojos. —Somos disfuncionales, Joseph. Creo que simplemente
estás obsesionado con la idea de tenerme más que cualquier otra cosa.
—Eso no es cierto. Te amo más que a mi vida, Pigeon —dijo, herido.
—Eso es exactamente lo que quiero decir. Esto es una conversación loca.
—No es locura. Es la verdad.
—De acuerdo… ¿Así que cuál exactamente es el orden para ti? ¿Es
dinero, yo, tu vida… o hay algo que vaya antes del dinero?
—Me doy cuenta de lo que he hecho, ¿de acuerdo? Veo que podrías
pensar eso, pero si hubiera sabido que ibas a dejarme, nunca habría…
Simplemente quería cuidar de ti.
—Ya has dicho eso.
—Por favor no hagas esto. No puedo soportar sentirme así… está… está
matándome —dijo, exhalando como si el aire hubiera sido expulsado de él.
—Terminé con esto, Joseph.
Él parpadeó. —No digas eso.
—Ha terminado. Vuelve a tu hogar.
Sus cejas se juntaron. —Tú eres mi hogar.
Sus palabras me cortaron, mi pecho se apretó tanto que fue difícil
respirar. —Hiciste una elección, Joe. Yo he hecho la mía —dije, interiormente
maldiciendo el temblor en mi voz.
—Me voy a quedar fuera del infierno de Las Vegas, y alejado de Benny…
Voy a terminar la escuela. Pero te necesito. Te necesito. Eres mi mejor amiga.
—Su voz era desesperada y rota, concordando con su expresión.
En la poca luz pude ver una lágrima que cayó de su ojo, y en el momento
siguiente se estiró por mí y estuve en sus brazos, sus labios sobre los míos. Me
apretó fuerte contra su pecho mientras me besaba, y luego acunó mi cara en
sus manos, presionando sus labios más fuerte contra mi boca, desesperado por
obtener una reacción.
—Bésame —susurró, sellando su boca sobre la mía. Mantuve mis ojos y
mi boca cerrada, relajándome en sus brazos. Tomó todo lo que tuve no mover
mi boca con la suya, habiendo deseado sus labios toda la semana—. ¡Bésame!
—Rogó—. ¡Por favor, Pigeon! ¡Le dije que no!
Cuando sentí lágrimas cálidas abrasando mi cara fría, lo alejé. —
¡Déjame en paz, Joe!
Sólo me había alejado unos cuantos centímetros cuando agarró mi
muñeca, mi brazo estuvo recto, extendido detrás de mí. No me volví.
—Estoy rogándote. —Mi brazo bajó y tiró mientras él caía sobre sus
rodillas—. Estoy rogándote, ____. No hagas esto.
Me giré para ver su expresión agonizante, y luego mis ojos bajaron de mi
brazo al suyo, mirando mi nombre en gruesas letras negras sobre su muñeca
flexionada. Me había probado lo que había estado temiendo todo el tiempo. Por
mucho que me amara, cuando el dinero estaba involucrado, estaría en segundo
lugar. Al igual que estaba con Mick.
Si cedía, o podía cambiar de opinión sobre Benny, o estaría resentido
conmigo cada vez que el dinero pudiera haber hecho su vida más fácil. Lo
imaginé en un trabajo de cuello azul, llegando a casa con la misma mirada en
sus ojos que Mick tenía cuando regresaba después de una noche de mala
suerte. Sería mi culpa que su vida no fuera lo que quería que fuera, y no podría
dejar que mi futuro estuviera placado con la amargura y remordimiento que
dejé atrás.
—Déjame ir, Joseph.
Después de varios momentos finalmente liberó mi brazo. Corrí a la
puerta de vidrio, abriéndola sin mirar atrás. Todos en la habitación me miraron
fijamente mientras caminaba hacia el buffet, y sólo mientras alcanzaba mi
destino, las cabezas se enfocaron para ver afuera de las ventanas donde Joseph
estaba sobre sus rodillas, las palmas sobre el pavimento.
La visión de él sobre el suelo hizo que las lágrimas que había estado
sosteniendo corrieran por mi cara. Pasé las pilas de platos y bandejas,
precipitándome por el pasillo a los baños. Era suficientemente malo que todos
hubieran presenciado la escena entre Joseph y yo. No podía dejarlos verme
llorar.
Me acurruqué en un cubículo por una hora, chillando
incontrolablemente hasta que escuché un golpe suave en la puerta.
— ¿____?
Inhalé. — ¿Qué estás haciendo aquí, Finch? Estás en el baño de mujeres.
—Kara te vio entrar y fue a los dormitorios a buscarme. Déjame entrar —
dijo en una voz suave.
Sacudí mi cabeza, sabía que no podía verme, pero no podía decir otra
palabra. Lo escuché suspirar y luego sus palmas golpearon el suelo mientras
se arrastraba bajo el cubículo.
—No puedo creer que me estés haciendo actuar así—dijo, empujándose
debajo con sus manos—. Vas a lamentar no abrir la puerta, porque acabo de
arrastrarme sobre piso cubierto de pis y ahora voy a abrazarte.
Reí una vez, y luego mi cara se oprimió alrededor de mi sonrisa mientras
Finch me empujó hacia sus brazos. Mis rodillas salieron bajo mí, y Finch
cuidadosamente me bajó al suelo, poniéndome sobre su regazo.
—Shh —dijo, meciéndome en sus brazos. Suspiró y sacudió su cabeza—.
Maldición, chica. ¿Qué voy a hacer contigo?
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
AY NO :( en serio me tienes llorando
entiendo que ella tenga resentimientos pero necesito que vuelvan , esto esta matandome en serio
Tienes que seguirla !
entiendo que ella tenga resentimientos pero necesito que vuelvan , esto esta matandome en serio
Tienes que seguirla !
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:AY NO :( en serio me tienes llorando
entiendo que ella tenga resentimientos pero necesito que vuelvan , esto esta matandome en serio
Tienes que seguirla !
Siii. Los capítulos más tristes :c
Ya mismo la sigo c:
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:AY NO :( en serio me tienes llorando
entiendo que ella tenga resentimientos pero necesito que vuelvan , esto esta matandome en serio
Tienes que seguirla !
Siii. Los capítulos más tristes :c
Ya mismo la sigo c:
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
NO GRACIAS
Rayé el frente de mi cuaderno, haciendo cuadrados en los cuadros,
conectándolos entre sí para formar rudimentarias cajas 3D. Diez minutos antes
de que la clase comenzara el aula aún estaba vacía. La vida estaba en las
primeras etapas de lo normal, pero aun así me tomó unos minutos
mentalizarme a mí misma el estar cerca de alguien que no fuera Finch y
América.
―Sólo porque no estemos saliendo, no significa que no puedas usar la
pulsera que te compré ―dijo Parker mientras se deslizaba en la mesa junto a
mí.
―He tenido la intención de preguntarte si la quieres de vuelta.
Sonrió, inclinándose para añadir un arco en la parte superior de uno de
los cuadros en el papel. ―Fue un regalo, __(nombre abreviado). Yo no doy regalos con
condiciones.
La Dra. Ballard volteó su cabeza mientras tomaba asiento a la cabecera
de la clase, hurgando en los papeles sobre su desordenado escritorio. La
habitación de repente, era un hervidero de parloteo, haciéndose eco de la gran
lluvia salpicando contra las ventanas.
―Me enteré de que Joseph y tú rompieron hace un par de semanas.
―Parker levantó la mano al ver mi expresión de impaciencia―. No es de mi
incumbencia. Sólo que parecías tan triste, y quería decirte que lo siento.
―Gracias ―dije, dando vuelta a una nueva página en mi cuaderno.
―Y también quería disculparme por mi comportamiento anterior. Lo que
dije fue… cruel. Estaba enojado y arremetí contra ti. No fue justo, y lo siento.
―No estoy interesada en salir, Parker ―le advertí.
Se rió entre dientes. ―No estoy tratando de sacar ventaja. Seguimos
siendo amigos y quiero asegurarme de que estás bien.
―Estoy bien.
― ¿Vas a casa para las vacaciones de Acción de Gracias?
―Me voy a casa con América. Usualmente paso Acción de Gracias en su
casa.
Parker comenzó a hablar, pero la Dra. Ballard comenzó su conferencia.
El tema de Acción de Gracias me hizo pensar en mis planes anteriores para
ayudar a Joseph con un pavo. Pensé sobre cómo habría sido, y me encontré
preguntándome si pedirían una pizza una vez más. Una sensación de
abatimiento se apoderó de mí. Al instante la empujé de mi mente, haciendo mi
mejor esfuerzo para concentrarme en cada palabra de la Dra. Ballard.
Después de clase, mi rostro enrojeció cuando vi a Joseph correr hacia mí
desde el estacionamiento. Estaba bien afeitado una vez más, llevaba una
sudadera con capucha y su gorra roja de béisbol favorita, agachando la cabeza
lejos de la lluvia.
―Nos vemos después de las vacaciones, __(nombre abreviado), ―dijo Parker, tocando mi
espalda.
Yo esperaba una mirada airada de Joseph, pero no parecía darse cuenta
de Parker mientras se acercaba. ―Hey, Pidge.
Me ofreció una sonrisa incómoda, y metió sus manos en el bolsillo
delantero de su sudadera. ―Shepley dijo que vas a ir con él y Mare a Wichita
mañana.
― ¿Sí?
― ¿Pasarás todas tus vacaciones donde América?
Me encogí de hombros, tratando de parecer casual. ―Soy realmente
cercana con sus padres.
― ¿Qué pasa con tu mamá?
―Ella es una alcohólica, Joseph. No sabe que es Acción de Gracias.
De repente se sintió nervioso, y mi estómago arrancó con la posibilidad
de una segunda ruptura pública. Un trueno retumbó por encima de nosotros y
Joseph miró hacia arriba, entrecerrando los ojos mientras gruesas gotas caían
sobre su rostro.
―Necesito pedirte un favor ―dijo―. Ven aquí. ―Me arrastró bajo el toldo
más cercano y yo accedí, tratando de evitar una nueva escena.
― ¿Qué clase de favor? ―Pregunté, recelosa.
―Mi uh… ―cambió su peso de un pie a otro―. Papá y los chicos todavía
te están esperando el jueves.
―Joseph ―me quejé.
Miró a sus pies. ―Dijiste que ibas a venir.
―Lo sé, pero… es un poco inapropiado ahora, ¿no crees?
No pareció afectarle. ―Dijiste que ibas a venir.
―Todavía estábamos juntos cuando estuve de acuerdo con ir a casa
contigo. Tú sabías que no iba a ir.
―Yo no lo sabía, y ya es demasiado tarde, de todos modos. Thomas está
volando hacia acá y Tyler dejó el trabajo. Todo el mundo está deseando verte.
Me encogí, girando las hebras de mi pelo húmedo alrededor de mi dedo.
―Ellos iban a venir, de todos modos, ¿no?
―No todo el mundo. No hemos estado todos nosotros ahí para Acción de
Gracias en años. Todos hicieron un esfuerzo por estar allí ya que les prometí
una comida real. No hemos tenido una mujer en la cocina desde que murió
mamá y…
―Eso no es sexista ni nada.
Él inclinó la cabeza. ―Eso no es lo que quise decir, Pidge, vamos. Todos
te queremos allí. Eso es todo lo que estoy diciendo.
―No les has dicho sobre nosotros… ¿verdad? ―dije en el tono más
acusador que podía manejar.
Se inquietó por un momento, y luego negó con la cabeza.
―Papá preguntaría por qué, y no estoy dispuesto a hablar con él sobre
eso. Nunca podré sacarme de la cabeza lo estúpido que soy. Por favor, ven,
Pidge.
―Tengo que poner el pavo a las seis de la mañana. Tendríamos que salir
de aquí alrededor de las cinco…
―O podríamos quedarnos allí.
Mis cejas se alzaron. ― ¡De ninguna manera! Ya es bastante malo que
vaya a tener que mentirle a tu familia y pretender que todavía estamos juntos.
―Te comportas como si te estuviera pidiendo prenderte en fuego.
― ¡Deberías haberles dicho!
―Lo haré. Después de Acción de Gracias… les diré.
Suspiré, mirando a otro lado. ―Si me prometes que este no es un truco
para tratar de volver a estar juntos, yo lo haré.
Él asintió con la cabeza. ―Te lo prometo.
A pesar de que estaba tratando de ocultarlo, podía ver una chispa en sus
ojos. Apreté los labios, tratando de no sonreír. ―Te veré a las cinco.
Joseph se inclinó para besar mi mejilla, sus labios persistentes en mi piel.
―Gracias, Pigeon.
América y Shepley me encontraron en la puerta de la cafetería y
entramos juntos. Tiré la vajilla de su soporte y luego dejé caer mi plato sobre la
bandeja.
― ¿Qué te pasa, _____? ―preguntó América.
―No voy a ir con ustedes mañana.
La boca de Shepley cayó abierta. ― ¿Vas a ir donde Maddox?
Los ojos de América se lanzaron a los míos. ― ¿Tú qué?
Suspiré y le entregué mi dinero a la cajera. ―Le prometí a Joe que iría
cuando estábamos en el avión, y él les dijo a todos que yo estaría ahí.
―En su defensa ―comenzó Shepley―, él realmente no creía que ustedes
iban a romper. Pensó que volverías. Era demasiado tarde en el momento en
que se dio cuenta de que ibas en serio.
―Eso es mentira, Shep y lo sabes ―hirvió América―. No tienes que ir si
no quieres, ____.
Ella estaba en lo cierto. No era como si yo no tuviera otra opción. Pero no
podía hacerle eso a Joseph. Ni siquiera si lo odiaba. Y no lo hacía.
―Si no voy, va a tener que explicarles por qué no me presenté, y no
quiero arruinar su Acción de Gracias. Todos están volviendo a casa pensando
que voy a estar ahí.
Shepley sonrió: ―Realmente les gustas a todos, ____. Jim estaba
hablando con mi padre acerca de ti el otro día.
―Genial ―murmuré.
―_____ tiene razón, bebé ―dijo Shepley―. Si ella no va, Jim pasará el día
quejándose con Joe. No hay sentido en arruinar su día.
América puso su brazo alrededor de mis hombros. ―Todavía puedes venir
con nosotros. Ya no estás con él. No tienes que continuar salvándolo.
―Lo sé, Mare. Pero es lo que hay que hacer.
El sol se fundió en los edificios fuera de la ventana, y me paré en frente
de mi espejo, cepillándome el pelo mientras trataba de decidir cómo iba a fingir
con Joseph. ―Es sólo un día, _____. Puedes manejar un día ―le dije al espejo.
Fingir nunca había sido un problema para mí, es por lo que iba a pasar
cuando estuviésemos fingiendo por lo que estaba preocupada. Cuando Joseph
me dejara después de la cena, iba a tener que tomar una decisión. Una
decisión que podría estar sesgada por una falsa sensación de felicidad que se
presentaría para su familia.
Toc, toc.
Di media vuelta, mirando hacia la puerta. Kara no había vuelto a la
habitación en toda la noche, y sabía que América y Shepley ya estaban en la
carretera. No me podía imaginar quién podría ser. Puse mi cepillo sobre la
mesa y abrí la puerta.
―Joseph ―suspiré.
― ¿Estás lista?
Levanté una ceja. ― ¿Lista para qué?
―Dijiste que te recogiera a las cinco.
Crucé los brazos sobre mi pecho. ― ¡Quise decir cinco de la mañana!
―Oh ―dijo Joseph, parecía decepcionado―. Creo que debería llamar a
papá y hacerle saber que no vamos a estar ahí después de todo.
― ¡Joseph! ―Gemí.
―Traje el coche de Shep, así que no tenemos que lidiar con las maletas
en la moto. Tienen un dormitorio disponible en el que puedes dormir. Podemos
ver una película o…
― ¡No me quedo en casa de tu padre!
Su cara cayó. ―Está bien. Yo eh… te veré en la mañana.
Dio un paso atrás y cerré la puerta, apoyada contra ella. Todas las
emociones que tenía se mesclaron dentro y fuera de mi interior, y lancé un
suspiro de exasperación. Con la expresión decepcionada de Joseph fresca en mi
mente, abrí la puerta y salí, vi que estaba caminando lentamente por el pasillo,
marcando su teléfono.
―Joseph, espera ―giró y la mirada esperanzada en sus ojos hizo que me
doliera el pecho―. Dame un minuto para empacar algunas cosas.
Una sonrisa de alivio, agradecida, se dibujó en su cara y me siguió hasta
mi habitación, mirándome meter un par de cosas en una bolsa frente a la
puerta.
―Todavía te amo, Pidge.
No levanté la vista. ―No lo hagas. No estoy haciendo esto por ti.
Él contuvo el aliento. ―Lo sé.
Viajamos en silencio a la casa de su padre. El coche iba cargado de
energía nerviosa, y era difícil quedarse quieta frente a los fríos asientos de piel.
Una vez que llegamos, Trenton y Jim salieron al porche, todos sonrientes.
Joseph llevó nuestro equipaje desde el coche, y Jim le dio unas palmaditas en la
espalda.
―Es bueno verte, hijo ―su sonrisa se amplió cuando me miró―. ____
Abernathy. Estamos viendo si adelantamos la cena de mañana. Ha sido mucho
tiempo desde que… bueno. Ha sido un largo tiempo.
Asentí con la cabeza y seguí a Joseph a la casa. Jim puso la mano sobre
su vientre protuberante y sonrió. ―Los puse a ambos en el dormitorio de
invitados, Joe. No pensé que quisieras pelear con el gemelo en tu habitación.
Miré a Joseph. Era difícil verle luchar para hablar. ―Uh ____… ella va a…
va a tomar la habitación de invitados. Yo voy a quedarme en la mía.
Trenton hizo una mueca. ― ¿Por qué? Ella se ha estado quedando en tu
apartamento, ¿no es cierto?
―No últimamente ―dijo, tratando desesperadamente de evitar la verdad.
Jim y Trenton intercambiaron miradas. ―La habitación de Thomas ha
sido el almacén por años, por lo que iba a dejar que tomara tu habitación.
Supongo que él puede dormir en el sofá ―dijo Jim, mirando los raídos cojines
descoloridos en la sala de estar.
―No te preocupes por eso, Jim. Estábamos tratando de ser respetuosos
―sonreí, tocándole el brazo.
Su risa rugió en toda la casa, y me acarició la mano. ―Has conocido a
mis hijos, ____. Tú debes saber que es casi malditamente imposible
ofenderme.
Joseph asintió con la cabeza hacia las escaleras, y yo lo seguí. Abrió la
puerta con el pie y dejó nuestras bolsas en el suelo, mirando a la cama y luego
se volvió hacia mí. La habitación estaba llena de paneles de color marrón, la
alfombra marrón más allá del desgaste normal. Las paredes eran de un blanco
sucio, la pintura desconchada en algunos lugares. Sólo vi un cuadro en la
pared, encerraba una imagen de Jim y la madre de Joseph. El fondo era un
retrato tipo estudio de color azul, luciendo plumas en el pelo y rostros jóvenes,
sonriendo. Tenían que haber sido tomadas antes de que tuvieran los niños,
ninguno de ellos podría haber tenido más de veinte años.
―Lo siento, Pidge. Voy a dormir en el suelo.
―Por supuesto que dormirás en él ―le dije, agarrándome el pelo en una
coleta―. No puedo creer que me metieras en esto.
Se sentó en la cama y se frotó la cara con frustración.
―Esto va a ser una mierda. No sé en qué estaba pensando.
―Yo sé exactamente lo que estabas pensando. No soy estúpida, Joseph.
Él me miró y sonrió. ―Pero aun así viniste.
―Tengo que tener todo listo para mañana ―le dije, abriendo la puerta.
Joseph se puso de pie. ―Yo te ayudaré.
Pelamos a una montaña de patatas, cortamos las verduras, pusimos el
pavo a que se descongelara, y comenzamos la masa de los pasteles. La primera
hora fue más que incómoda, pero cuando llegaron los gemelos, todo el mundo
parecía congregarse en la cocina. Jim contaba historias sobre cada uno de sus
muchachos, y nos reímos de los cuentos de otras desastrosas Acciones de
Gracias cuando intentaron hacer algo más que pedir una pizza.
―Diane era un infierno de cocinera ―reflexionó Jim―. Joe no recuerda,
pero no tenía sentido tratar después de su muerte.
―Sin presiones, ____ ―Trenton se rió entre dientes, tomando una
cerveza de la nevera―. Vamos jugar a las cartas. Quiero intentar recuperar algo
de mi dinero que ______ tomó.
Jim apuntó con el dedo a su hijo. ―Nada de póker este fin de semana,
Trent. Bajé las fichas de dominó, ve a ordenarlo. Nada de apuestas, maldita
sea. Lo digo en serio.
Trenton negó con la cabeza. ―Está bien, viejo, está bien.
Los hermanos de Joseph serpenteaban de la cocina, y siguiendo a Trent,
deteniéndose para mirar hacia atrás. ―Vamos, Joe.
―Estoy ayudando a Pidge.
―No hay mucho más por hacer, bebé ―le dije―. Adelante.
Sus ojos se suavizaron ante mis palabras, y me tocó mi cadera. ― ¿Estás
segura?
Asentí con la cabeza y se inclinó para besar mi mejilla, apretando mi
cadera con los dedos antes de seguir a Trenton a la sala de juegos.
Jim vio a sus hijos desfilar por la puerta, negando con la cabeza y
sonriendo. ―Esto es increíble, lo que estás haciendo, _____. No creo que te des
cuenta de lo mucho que lo aprecio.
―La idea fue de la Joe. Me alegro de poder ayudar.
Se inclinó sobre el mostrador, tomando un trago de cerveza mientras
reflexionaba sobre sus siguientes palabras. ―Joseph y tú no han hablado
mucho. ¿Están teniendo problemas?
Apreté el jabón para lavar platos en el fregadero mientras lo llenaba con
agua caliente, tratando de pensar en algo que decir que no fuera una
descarada mentira. ―Las cosas están un poco diferente, supongo.
―Eso es lo que yo pensaba. Tienes que ser paciente con él. Joseph no
recuerda mucho al respecto, pero era cercano a su madre, y después de
haberla perdido nunca fue el mismo. Pensé que él crecería sin eso, ya sabes,
con él siendo tan joven. Fue difícil para todos nosotros, pero Joe… dejó de
tratar de amar a la gente después de eso. Me sorprendió que te trajera aquí. La
forma en que actúa a tu alrededor, la manera en que te mira; yo sabía que eran
algo especial.
Sonreí, pero mantuve mi mirada en los platos que estaba fregando.
―Joseph tendrá un tiempo duro. Va a cometer un montón de
errores. Creció en torno a un montón de niños sin madre y con un solitario y
malhumorado hombre viejo como padre. Todos estábamos un poco perdidos
después de Diane murió, y creo que no ayudé a los niños hacer frente en la
forma en que debía hacerlo. Sé que es difícil no echarle la culpa, pero tienes
que amarlo, de todos modos, ____. Tú eres la única mujer que ha amado,
además de su madre. No sé lo que voy a hacer con él si lo dejas, también.
Me tragué las lágrimas y asentí con la cabeza, incapaz de responder.
Jim apoyó su mano en mi hombro y apretó. ―Nunca lo he visto sonreír
como lo hace cuando está contigo. Espero que todos mis hijos tengan una ____
algún día.
Sus pasos se desvanecieron en el pasillo y me agarré al borde de la
pileta, tratando de recuperar el aliento. Sabía que pasar las vacaciones con
Joseph y su familia, sería difícil, pero no pensé que mi corazón se rompiera de
nuevo. Los hombres bromearon y se rieron en la habitación de al lado mientras
yo lavaba y secaba los platos, poniéndolos a un lado. Limpié la cocina y luego
me lavé las manos, haciendo mi camino a las escaleras para pasar la noche.
Joseph me agarró la mano. ―Es temprano, Pidge. ¿No vas a la cama, o si?
―Ha sido un día largo. Estoy cansada.
―Estábamos a punto de ver una película. ¿Por qué no bajas y pasas el
rato?
Miré hacia arriba a las escaleras y luego a su esperanzada sonrisa. ―De
acuerdo.
Me llevó de la mano al sofá, y nos sentamos juntos mientras pasaban los
créditos de apertura.
―Apaga esa luz, Taylor ―ordenó Jim.
Joseph pasó su brazo por encima de mí, apoyándolo sobre el respaldo del
sofá. Estaba tratando de seguir fingiendo, mientras me apaciguaba. Había sido
muy cuidadoso de no tomar ventaja de la situación, y me encontré en conflicto,
agradecida y decepcionada. Sentada tan cerca de él, oliendo la mezcla de
tabaco y su colonia, era muy difícil para mí mantener distancia, tanto física
como emocional. Tal como me temía, mi decisión estaba vacilando y luché para
bloquear todo lo que Jim había dicho en la cocina.
A mitad de la película, la puerta principal se abrió y Thomas rodeó la
esquina, con maletas en la mano.
― ¡Feliz Día de Acción de Gracias! ―dijo, poniendo su equipaje en el
suelo.
Jim se levantó y abrazó a su hijo mayor, y todo el mundo, menos Joseph,
se puso de pie para saludarlo.
― ¿No vas a saludar a Thomas? ―susurré.
No me miró mientras hablaba, mirando a su familia abrazarse y
reír. ―Tengo una noche contigo. No voy a perder ni un segundo de ella.
―Hola, ____. Es bueno verte de nuevo ―sonrió Thomas.
Joseph me tocó la rodilla con su mano y miré hacia abajo, y luego a
Joseph. Al darse cuenta de mi expresión, Joseph sacó su mano de mi pierna y
entrelazó sus dedos sobre su regazo.
―Uh oh. ¿Problemas en el paraíso? ―preguntó Thomas.
―Cállate, Tommy ―se quejó de Joseph.
El estado de ánimo en la sala cambió, y yo sentía todos los ojos en mí,
esperando una explicación. Sonreí nerviosa y tomó la mano de Joseph entre las
mías.
―Estamos cansados. Hemos estado trabajando toda la noche en la
comida ―dije, inclinando mi cabeza en el hombro de Joseph.
Miró nuestras manos y luego apretó, sus cejas tirando un poco.
―Hablando de cansado, estoy agotada ―suspiré―. Voy a la cama, bebé
―miré a los demás―. Buenas noches, muchachos.
―Buenas noche, hermanita ―dijo Jim.
Todos los hermanos de Joseph me desearon buenas noches y me fui por
las escaleras.
―Voy a la cama, también ―oí decir a Joseph.
―Apuesto a que sí ―se burló Trenton.
―Bastardo suertudo ―se quejó Tyler.
―Hey. No vamos a hablar de tu hermana de esa manera ―advirtió Jim.
Mi estómago se hundió. La única familia real que había tenido en años
fueron los padres de América, y aunque Mark y Pam habían estado pendientes
de mí con verdadera bondad, eran prestados. Los seis rebeldes, mal hablados y
adorables hombres de abajo me habían recibido con los brazos abiertos, y
mañana les diría adiós por última vez.
Joseph cogió la puerta de la habitación antes de que yo la cerrara y luego
se congeló. ― ¿Quieres que espere en el pasillo mientras te vistes para dormir?
―Voy a saltar a la ducha. Me vestiré en el baño.
Se frotó la nuca. ―Está bien. Voy a hacer una cama, entonces.
Asentí con la cabeza, haciendo mi camino hacia el baño. Me fregué
fuertemente en la ducha en mal estado, centrándose en las manchas de agua y
espuma para luchar contra el miedo abrumador que sentía tanto por la noche
como por la mañana. Cuando volví a la habitación, Joseph lanzó una almohada
en el suelo en su improvisada cama. Ofreció una débil sonrisa antes de pasar
por mi lado para tomar su turno en la ducha.
Me metí en la cama, tirando de las sábanas hasta mi pecho, tratando de
ignorar las mantas en el suelo. Cuando Joseph regresó, miró a la improvisada
cama con la misma tristeza que yo, y luego apagó la luz, situándose en su
almohada.
Estuvo en silencio por unos minutos, y luego escuché a Joseph dar un
miserable suspiro. ―Esta es nuestra última noche juntos, ¿no?
Esperé un momento, tratando de pensar en lo que debía decir. ―No
quiero pelear, Joe. Sólo ve a dormir.
Al oírle voltear, me volví en un lado para mirarlo hacia abajo,
presionando mi mejilla en la almohada. Apoyó la cabeza con su mano y me
miró a los ojos.
―Te amo.
Lo observé por un momento. ―Lo prometiste.
―Prometí que no era un truco para volver a estar juntos. No lo era
―levantó su mano para tocar la mía―. Pero si eso significa estar contigo otra
vez, no puedo decir que no lo consideraría.
―Me preocupo por ti. No quiero que salgas lastimado, pero deberías
haber seguido mi instinto en primer lugar. No podría haber funcionado.
―Me amabas, sin embargo, ¿no?
Apreté los labios. ―Todavía lo hago.
Alzó la vista con ojos llenos de lágrimas y apretó mi mano.
― ¿Puedo pedirte un favor?
―Estoy como en medio de lo último que me pediste que hiciera ―sonreí.
Sus rasgos fueron enseñados, no afectados por mi expresión.
―Si esto es real… si estás realmente terminando conmigo… ¿me dejas
abrazarte esta noche?
―No creo que sea una buena idea, Joe.
Su agarre se apretó. ― ¿Por favor? No puedo dormir sabiendo que estás
sólo a unos centímetros de distancia, y nunca voy a tener la oportunidad de
nuevo.
Miré sus desesperados ojos por un momento y luego fruncí el ceño. ―No
voy a tener sexo contigo.
Él negó con la cabeza. ―Eso no es lo que estoy pidiendo.
Busqué en la poco iluminada habitación con mis ojos, pensando en las
consecuencias, preguntándome si podía decirle que no a Joseph si él cambiaba
de opinión. Cerré los ojos con fuerza y luego me aparté de la orilla de la cama,
bajando la manta. Se arrastró en la cama a mi lado, tirando de mí a toda prisa
apretándome en sus brazos. Su pecho desnudo subía y bajaba con
respiraciones irregulares, y me maldije por sentirme tan pacífica contra su piel.
―Voy a extrañar esto ―le dije.
Besó mi pelo y tiró de mí hacia él, incapaz de acercarse lo suficiente
hacia mí. Hundió la cara en mi cuello y yo apoyé mi mano en su espalda en
comodidad, a pesar de que estaba tan afligida como él lo estaba. Respiró
hondo, y presionó su frente contra mi cuello, presionando sus dedos en la piel
de mi espalda. Tan miserables como estábamos la última noche de la apuesta,
esto era mucho, mucho peor.
―Yo… yo no creo que pueda hacer esto, Joseph.
Tiró de mí más fuerte y sentí la primera lágrima cayendo de mi ojo por mi
sien. ―No puedo hacer esto ―le dije, apretando los ojos cerrados.
―Entonces, no lo hagas ―dijo sobre mi piel―. Dame otra oportunidad.
Traté de impulsarme por debajo de él, pero su agarre era demasiado
sólido para cualquier posibilidad de escape. Me cubrí la cara con ambas manos
mientras mis sollozos nos sacudían a los dos.
Joseph me miró, sus ojos grandes y húmedos.
Con sus dedos grandes, suaves, sacó mi mano de mis ojos y me besó en
la palma de la mano. Tomé una respiración escalonada mientras miraba a mis
labios y luego de vuelta a mis ojos.
―Nunca voy a amar a nadie de la forma en que te amo, Pigeon.
Inhalé y toqué su cara. ―No puedo.
―Lo sé ―dijo, con voz rota―. Nunca me convencí de que yo fuera lo
suficientemente bueno para ti.
Mi rostro se arrugó y sacudí la cabeza. ―No eres sólo tú, Joe. No somos
buenos el uno para el otro.
Sacudió su cabeza, queriendo decir algo, pero pensándolo
mejor. Después de un largo y profundo suspiro, apoyó la cabeza contra mi
pecho. Cuando los números verdes del reloj de la habitación dieron las once,
las respiraciones de Joseph finalmente se hicieron más lentas y niveladas. Mis
ojos se abrieron grandes, y parpadeé varias veces antes de caer fuera de la
conciencia.
― ¡Ay! ―Grité, sacando mi mano de la estufa y automáticamente
atendiendo la quemadura con mi boca.
― ¿Estás bien, Pidge? ―preguntó Joseph, arrastrando los pies por el suelo
y deslizando una camiseta sobre su cabeza―. ¡Mierda! ¡Los pisos están
jodidamente helados! ―ahogué una risita mientas lo veía saltar en un pie y
luego al otro hasta que las plantas de sus pies se aclimataron a las baldosas
frías.
El sol apenas asomaba entre las cortinas, y el resto de los Maddox
dormían plácidamente en sus camas. Empujé la bandeja de hojalata antigua
en el horno y luego cerré la puerta, girando para enfriar mis dedos debajo del
fregadero.
―Puedes volver a la cama. Sólo tengo que poner el pavo dentro.
― ¿Vienes a la cama? ―preguntó, envolviendo sus brazos alrededor de su
pecho para protegerse del frio en el aire.
―Sí.
―Muéstrame el camino ―dijo, barriendo su mano hacia las escaleras.
Joseph se arrancó la camisa mientras ambos empujábamos las piernas
bajo las sábanas, tirando de la manta hasta el cuello. Apretó sus brazos
alrededor de mí mientras tiritábamos, esperando a que nuestro calor corporal
calentara el pequeño espacio entre nuestra piel y las mantas.
Sentí sus labios contra mi pelo, y luego su garganta se movió mientras
hablaba. ―Mira, Pidge. Está nevando.
Me volví para hacer frente a la ventana. Los copos blancos sólo eran
visibles a la luz de la lámpara de la calle. ―Es algo que se siente como Navidad
―dije, mi piel finalmente calentándose contra la suya.
Suspiró y me volví para ver su expresión. ― ¿Qué?
―No vas a estar aquí para la Navidad.
―Estoy aquí, ahora ―levantó unas de las esquinas de su boca y se inclinó
para besar mis labios. Me eché hacia atrás y sacudí la cabeza. ―Joe…
Su agarre se apretó y bajó la barbilla, sus ojos castaños
determinados. ―Tengo menos de veinticuatro horas contigo, Pidge. Voy a
besarte. Voy a besarte un montón hoy. Todo el día. Cada vez que pueda. Si
quieres que me detenga, sólo di la palabra, pero hasta que lo hagas, voy a
hacer que cada segundo de mi último día cuente.
―Joseph… ―Pensé en ello por un momento, y razoné que él no tenía
ninguna desilusión sobre lo que sucedería cuando me llevara a casa. Yo había
llegado allí para fingir, y tan duro como fuera para los dos más tarde, no quería
decirle que no.
Cuando me vio mirando sus labios, la comisura de su boca se elevó otra
vez, y se inclinó para presionar su suave boca contra la mía. Comenzó dulce e
inocente, pero en el momento en que sus labios se abrieron, acaricié su lengua
con la mía. Su cuerpo se tensó instantáneamente, y tomó una respiración
profunda por la nariz, apretándose contra mí. Dejé caer la rodilla hacia el lado
y él se movió por encima de mí, sin apartar su boca de la mía.
No perdió el tiempo en desnudarme, y cuando no había más tela entre
nosotros, se apoderó de las viñas de hierro de la cabecera de la cama con las
dos manos, y en un rápido movimiento, estaba dentro de mí. Me mordí fuerte el
labio, ahogando el grito que estaba arañando su camino hasta mi garganta.
Joseph se quejó contra mi boca, y yo apreté los pies contra el colchón,
anclándome, de ese modo podía levantar las caderas para encontrar las suyas.
Una mano en el hierro y la otra en mi nuca, se mecía contra mí una y
otra vez, y mis piernas temblaban con sus firmes y determinados
movimientos. Su lengua buscó mi boca, y podía sentir la vibración de sus
profundos gemidos contra mi pecho mientras seguía a su promesa de hacer
memorable nuestro último día juntos. Podría pasar miles de años tratando de
bloquear ese momento de mi memoria, y seguiría grabado en mi mente.
Había pasado una hora cuando apreté mis ojos cerrados, cada uno de
mis nervios se centró en el temblor de mis entrañas.
Travis contuvo el aliento mientras empujaba dentro de mí una vez más,
me dejé caer sobre el colchón, completamente agotada. Joseph exhaló con
respiraciones profundas, mudas y bañado en sudor.
Podía escuchar las voces abajo y me tapé la boca, riendo por nuestra
mala conducta. Joseph se volvió de lado, escaneando mi cara con sus dulces
ojos marrones.
―Dijiste que sólo ibas a besarme ―sonreí.
Mientras estaba tirada al lado de su piel desnuda, viendo el amor
incondicional en sus ojos, deje ir mi decepción y mi rabia y mi obstinada
determinación. Yo lo amaba, y no importa cuales eran mis razones para vivir
sin él, sabía que no era lo que quería. Incluso si no hubiera cambiado de
opinión, era imposible para nosotros mantenernos alejados el uno del otro.
― ¿Por qué no nos quedamos en la cama todo el día? ―sonrió.
―Yo he venido aquí a cocinar, ¿recuerdas?
―No, viniste aquí para ayudarme a cocinar, y no me presentaré a
trabajar durante ocho horas.
Toqué su cara, las ganas de terminar nuestro sufrimiento se hicieron
insoportables. Cuando le dije que había cambiado mi opinión y que las cosas
volvieron a la normalidad, no tendríamos que pasar el día fingiendo. Podríamos
pasar celebrando, en su lugar.
―Joseph, creo que…
―No lo digas, ¿de acuerdo? No quiero pensar en eso hasta que tenga que
hacerlo ―se levantó y se puso los calzoncillos, caminando hacia mi bolso. Tiró
la ropa sobre la cama y tiró de su camisa sobre su cabeza―. Quiero recordar
esto como un buen día.
Hice los huevos para el desayuno y sándwiches para el almuerzo, y
cuando el juego comenzó, empecé a comer. Joseph estaba parado detrás de mí
en cada oportunidad, sus brazos alrededor de mi cintura, sus labios en mi
cuello. Me sorprendí a mí misma mirando el reloj, impaciente por encontrar un
momento a solas con él para decirle mi decisión. Estaba ansiosa por ver la
expresión de su rostro, y para volver a donde estábamos.
El día estuvo lleno de risas, conversación, y un flujo constante de quejas
de Tyler sobre la constante muestra de afecto de Joseph.
― ¡Consigue una habitación, Joseph! ¡Jesús! ―Gimió Tyler.
―Estás volviéndote una espantosa sombra verde ―bromeó Thomas.
—Es porque me están enfadando. No estoy celoso, idiota. —se burló
Tyler.
—Déjenlos en paz, Ty, —advirtió Jim.
Cuando nos sentamos a cenar, Jim insistió en que Joseph cortara el pavo,
y sonreí con orgullo cuando él se puso de pie para hacerlo. Estaba un poco
nerviosa hasta que los elogios llegaron a mí. En el momento en que serví el
pastel, no había ninguna pisca de comida sobre la mesa.
— ¿Hice suficiente? —Reí.
Jim sonrió, tomando su tenedor para estar listo para el postre. —Hiciste
un montón, ____. Sólo queríamos abastecernos hasta el próximo año… a
menos que quieras hacer esto de nuevo en Navidad. Eres un Maddox, ahora.
Espero que estés con nosotros en cada día de fiesta, y no para cocinar.
Miré a Joseph cuya sonrisa se había desvanecido, y mi corazón se hundió.
Tenía que decirle pronto. —Gracias, Jim.
—No le digas eso, papá, —dijo Trenton—. Ella tiene que cocinar. ¡No he
tenido una comida decente desde que tenía cinco años! —Se llevó un bocado de
pastel de nuez a la boca, gimiendo con satisfacción.
Me sentía como en casa, sentada en una mesa llena de hombres
recostados en sus sillas, frotándose la barriga.
La emoción me embargó cuando fantaseé con la idea de Navidad y la
Pascua, y cada otro día de fiesta que pasaría con ellos. No quería nada más que
formar parte de esta rota y fuerte familia que adoraba.
Cuando los pasteles se terminaron, los hermanos de Joseph comenzaron
a limpiar la mesa y los gemelos se dirigieron al fregadero.
—Yo lo hago. —dije, poniéndome de pie.
Jim sacudió la cabeza. —No, no lo harás. Los chicos pueden encargarse
de eso. Joseph y tú vayan al sofá a descansar. Has trabajado duro, hermana.
Los gemelos se salpicaron el uno al otro con el agua y Trenton maldijo
cuando se resbaló en un charco y dejó caer un plato. Thomas les llamó la
atención, tomando la escoba y el recogedor para barrer los vidrios. Jim les dio
unas palmaditas a sus hijos en los hombros y luego me abrazó para retirarse a
su habitación.
Joseph puso mis piernas sobre su regazo y me quitó los zapatos,
masajeando las puntas de mis pies con los pulgares. Incliné mi cabeza hacia
atrás y suspiré.
—Este ha sido el mejor Acción de Gracias que hemos tenido desde que
mamá murió.
Levanté la cabeza para ver su expresión. Estaba sonriendo, pero estaba
teñida de tristeza.
—Me alegro haber estado aquí para verlo.
La expresión de Joseph cambió y me preparé para lo que estaba a punto
de decir. Mi corazón latía con fuerza con mi pecho, con la esperanza de que me
preguntara que volviera con él para poderle decir que sí. Lo que sucedió en Las
Vegas parecía una eternidad, sentada en el hogar de mi nueva familia.
—Soy diferente. No sé lo que me pasó en Las Vegas. Ése no era yo.
Estaba pensando en todo lo que podría comprar con ese dinero, y eso fue en
todo lo que estaba pensando. No vi lo mucho que te dolía el de volver allí, pero
en el fondo, creo que lo sabía. Merezco que me dejes. Merecía todas las noches
sin dormir y todo el dolor que he sentido. Necesitaba eso para darme cuenta de
lo mucho que te necesito y lo que estoy dispuesto a hacer para mantenerte en
mi vida.
Me mordí el labio, impaciente por llegar a la parte en la que diría que sí.
Quería que me llevara de regreso al departamento y pasar toda la noche
celebrando. No veía la hora de relajarme en su nuevo sofá con Toto, ver
películas y reír como antes.
—Has dicho que has terminado conmigo, y lo acepto. Soy una persona
diferente desde que te conocí. He cambiado… para bien. Pero no importa
cuánto lo intente, parece que no puedo hacer las cosas bien contigo. Fuimos
amigos primero, y no te puedo perder, Pigeon. Siempre te amaré, pero si no
puedo hacerte feliz, no tiene sentido tratar de recuperarte. No puedo
imaginarme estar con alguien más, pero voy a ser feliz siempre y cuando
seamos amigos.
— ¿Quieres ser amigos? —Pregunté, las palabras quemándome la
garganta.
—Quiero que seas feliz. Sin importar qué.
Mis entrañas se contrajeron antes sus palabras, y me sorprendió el dolor
abrumador que sentía. Me estaba dejando libre y era exactamente cuando no
lo quería. Le podría haber dicho que había cambiado de opinión y él retiraría
todo lo que acababa de decir, pero sabía que no era justo para ninguno de los
dos volver justo en el momento en el que él me había dejado salir.
Sonreí para luchar contra las lágrimas. —Cincuenta dólares a que me lo
agradecerás cuando conozcas a tu futura esposa.
—Esa es una apuesta fácil. La única mujer con la cual deseo casarme
acaba de romperme el corazón.
No pude fingir una sonrisa después de eso. Me sequé los ojos y luego me
levanté. —Creo que es hora de que me lleves a casa.
—Vamos, Pigeon. Lo siento, eso no fue gracioso.
—No es eso, Joe. Estoy cansada, y estoy lista para ir a casa.
Él respiró hondo y asintió con la cabeza, poniéndose de pie. Abracé a sus
hermanos despidiéndome de ellos, le pedí a Trenton que le digiera adiós a Jim
por mí. Joseph estaba en la puerta con nuestros bolsos mientras todos se
ponían de acuerdo para volver a casa para Navidad, y yo contuve la sonrisa el
tiempo suficiente hasta salir por la puerta.
Cuando Joseph me acompañó a Morgan, su expresión todavía era de
tristeza, pero el tormento había desaparecido. Este fin de semana no fue un
truco para ganarme de vuelta, después de todo. Era una clausura.
Se inclinó para besar mi mejilla y sostuvo la puerta abierta para mí,
mirando mientras caminaba al interior. —Gracias por hoy. No sabes lo feliz que
hizo a mi familia.
Me detuve en la puerta inferior de las escaleras. —Les dirás mañana,
¿no?
Él miró hacia el estacionamiento y luego a mí. —Estoy casi seguro que ya
lo saben. No eres la única con una cara de póquer, Pidge.
Lo miré fijamente, sorprendida, y por primera vez desde que lo había
conocido, se alejó de mí sin mirar atrás.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
AY NO ! ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO
ella debe decirle que reconsidero la oferta , tienes que seguirla por favor , solo quiero que las cosas se arreglen :(
ella debe decirle que reconsidero la oferta , tienes que seguirla por favor , solo quiero que las cosas se arreglen :(
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
No , quiero decir en serio , tu tienes que solucionar esto , pero para ayer
SÍGUELA POR FAVOR, QUIERO PODER DORMIR EN LA NOCHE SIN TENER QUE PENSAR EN QUE VA A PASAR
SÍGUELA POR FAVOR, QUIERO PODER DORMIR EN LA NOCHE SIN TENER QUE PENSAR EN QUE VA A PASAR
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Jaja, Lo siento, no me gusta saber que eso te tiene preocupada. Odio el dolor xd, ni verlos a ellos así. Ya mismo la sigo c:fernanda escribió:No , quiero decir en serio , tu tienes que solucionar esto , pero para ayer
SÍGUELA POR FAVOR, QUIERO PODER DORMIR EN LA NOCHE SIN TENER QUE PENSAR EN QUE VA A PASAR
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
LA CAJA
Los finales fueron una maldición para todo el mundo excepto para mí.
Me mantuvieron ocupada, estudiando con Kara y América en mi habitación y
en la biblioteca. Cuando el horario cambió para las pruebas, sólo vi a Joseph de
paso. Me iba a casa con América durante las vacaciones de invierno,
agradecida de que Shepley se hubiera quedado con Joseph ya que así no
sufriría su muestra constante de afecto.
Los últimos cuatro días de vacaciones cogí un resfriado, lo que me dio
una buena razón para quedarme en la cama. Joseph dijo que él quería que
fuéramos amigos, pero no había llamado. Fue un alivio tener un par de días
para revolcarme en la autocompasión. Yo quería sacarlo de mi sistema antes de
regresar a la escuela.
El viaje de regreso a Eastern pareció durar años. Yo estaba ansiosa por
empezar el semestre de primavera, pero estaba mucho más ansiosa por ver
otra vez a Joseph. Aunque me di cuenta, las pocas veces que lo había visto, de
que era insensible a las hordas de chicas que se acercaban a él después de las
noticias de nuestra ruptura, él parecía contento con nuestra nueva amistad.
Habíamos pasado casi un mes separados, dejándome nerviosa e insegura
acerca de cómo actuar en torno a él.
El primer día de regreso, una renovada energía se había arrastrado por el
campus, junto con un manto de nieve. Las nuevas clases y los nuevos
compañeros de clase significaban nuevos amigos y un nuevo comienzo. Yo no
tenía una sola clase con Joseph, Parker, Shepley ni América, pero Finch estaba
en todas excepto en una de los mías.
Ansiosamente esperé a Joseph en el almuerzo, pero cuando llegó,
simplemente me guiñó un ojo y luego se sentó en el extremo de la mesa con el
resto de sus hermanos de fraternidad. Traté de concentrarme en la
conversación de América y Finch sobre el partido de fútbol de la temporada
pasada, pero la voz de Joseph mantenía capturada mi atención. Estaba
relatando las historias de sus aventuras y problemas con la ley que había
tenido durante las vacaciones, y la noticia sobre la nueva novia de Trenton que
habían conocido una noche mientras estaban en The Red Door. Me preparé
para la mención de cualquier chica que hubiera llevado a casa o conocido, pero
si lo había hecho, no lo estaba compartiendo con sus amigos.
Bolas metálicas rojas y doradas todavía colgaban del techo de la
cafetería, balanceándose con la corriente de los calefactores. Me rodeé con mi
chaqueta, y Finch lo notó, abrazándome a él y frotándome el brazo. Sabía que
yo estaba prestando demasiada atención a la dirección general de Joseph,
esperando que él me mirara, pero él parecía haber olvidado que yo estaba
sentada en la mesa.
Una vez que terminó su almuerzo, mi corazón se agitó cuando caminó
detrás de mí y puso sus manos sobre mis hombros.
— ¿Qué tal tus clases, Shep? —Preguntó.
Shepley puso mala cara. —Los primeros días apestan. Horas de
programas de estudio y las reglas de clase. Ni siquiera sé por qué me presento
la primera semana. ¿Y tú?
—Eh... todo es parte del juego. ¿Qué tal tú, Pidge? —Preguntó.
—Lo mismo —dije, tratando de mantener mi voz casual.
— ¿Has tenido unas buenas vacaciones? —Preguntó, juguetonamente
balanceándome de lado a lado.
—Bastante bueno. —Sonreí.
—Fantástico. Tengo otra clase. Hasta más tarde.
Le observé ir en línea recta hacia las puertas, empujándolas para
abrirlas, y luego encendiendo un cigarrillo mientras caminaba.
—Huh —dijo América un tono agudo. Observó a Joseph atravesar el verde
a través de la nieve, y luego sacudió la cabeza.
— ¿Qué, cariño? —Preguntó Shepley.
América apoyó la barbilla en la palma de su mano, pareciendo molesta.
—Eso fue un poco raro, ¿no?
— ¿Cómo fue eso? —Preguntó Shepley, agitando la trenza rubia de
América hacia atrás para acariciar con sus labios su cuello.
América sonrió y se inclinó hacia su beso. —Está casi normal... tan
normal como puede ser Joe. ¿Qué pasa con él?
Shepley sacudió la cabeza y se encogió de hombros. —No sé. Ha estado
así durante un tiempo.
— ¿Cómo de ilógico es eso, ____? Él está bien y tú estás triste —dijo
América, despreocupada de los oídos atentos.
— ¿Estás triste? —Preguntó Shepley con una expresión de sorpresa.
Mi boca se abrió y mi cara ardió de vergüenza al instante. — ¡Yo no lo
estoy!
Removió la ensalada del bol. —Bueno, él está malditamente cerca de
estar extasiado.
—Déjalo, Mare —le advertí.
Ella se encogió de hombros y dio otro mordisco. —Creo que él está
fingiendo.
Shepley le dio un codazo. — ¿América? ¿Vas a ir a la fiesta del Día de
San Valentín conmigo o qué?
— ¿No puedes preguntarme como un novio normal? ¿Agradablemente?
—Te lo he pedido varias veces... Me sigues diciendo que te lo pregunte
más tarde.
Ella se dejó caer en su silla, haciendo un mohín. —No quiero ir sin ____.
El rostro de Shepley se contrajo con frustración. —Ella estuvo con Joe
todo el tiempo la última vez. Apenas la viste.
—Deja de comportarte como un bebé, Mare —dije, lanzando un tallo de
apio hacia ella.
Finch me dio un codazo. —Yo te llevaría, Cupcake, pero no formo parte
de todo el asunto de los chicos de fraternidad, lo siento.
—Eso es realmente una maldita buena idea —dijo Shepley, sus ojos
brillantes.
Finch hizo una mueca ante la idea. —Yo no soy un Sig Tau, Shep. Yo no
soy nada. Las fraternidades están en contra de mi religión.
— ¿Por favor, Finch? —le pidió América.
—Déjà vu —me quejé.
Finch me miró por el rabillo de su ojo y luego suspiró. —No es nada
personal, ____. No puedo decir que haya salido alguna vez en una cita... con
una chica.
—Lo sé. —Sacudí mi cabeza con desdén, sacudiendo mi profunda
vergüenza—. Está bien. Realmente.
—Te necesito allí —dijo América—. Hicimos un pacto, ¿recuerdas? A
ninguna fiesta solas.
—Difícilmente estarás sola, Mare. Deja de ser tan dramática —dije, ya
molesta con la conversación.
— ¿Quieres dramatismo? Empujé un bote de basura al lado de tu cama,
sosteniendo una caja de Kleenex para ti toda la noche, ¡y me levanté para ir a
por la medicina para la tos dos veces cuando enfermaste durante las
vacaciones! ¡Me lo debes!
Arrugue la nariz. — ¡He sostenido tu cabello para vomitar demasiadas
veces, América Mason!
— ¡Estornudaste en mi cara! —dijo, señalando su nariz.
Me soplé el flequillo de los ojos. Nunca podía discutir con América
cuando ella estaba decidida a salirse con la suya.
—Bien —dije entre dientes. — ¿Finch? —Le pregunté con mi mejor
sonrisa falsa—. ¿Quieres ir a la estúpida fiesta de San Valentín de los Sig Tau
conmigo?
Finch me abrazó contra su costado. —Sí. Pero sólo porque la llamaste
estúpida.
Caminé a clase con Finch después del almuerzo, hablando de la cita para
la fiesta y cuánto la temíamos ambos. Elegimos un par de escritorios en
nuestra clase de Fisiología, y yo sacudí mi cabeza cuando el profesor comenzó
mi cuarto programa de estudios del día. La nieve comenzó a caer una vez más,
impactando contra las ventanas, pidiendo amablemente la entrada y a
continuación cayendo con decepción a la tierra.
Después de acabar la clase, un chico que conocí de una sola vez en la
Casa de los Sig Tau dio golpes en mi escritorio mientras caminaba por al lado,
guiñando un ojo. Ofrecí una sonrisa de cortesía y luego miré a Finch. Él me
lanzó una sonrisa irónica, y yo recogí mis libros y mi laptop, metiéndolos en mi
mochila con un pequeño esfuerzo.
Colgué la mochila sobre mis hombros y caminé con dificultad hacia
Morgan a lo largo de la acera llena de nieve. Un pequeño grupo de estudiantes
había comenzado una bola de nieve en las pistas, y Finch se estremeció ante la
vista de ellos, cubiertos de polvo incoloro.
Mi rodilla se tambaleó, me mantuve acompañando a Finch mientras
terminaba su cigarrillo. América se apresuró a nuestro lado, frotándose juntos
los guantes de color verde brillante.
— ¿Dónde está Shep? —Pregunté.
—Se fue a casa. Joseph necesitaba ayuda con algo, supongo.
— ¿No te fuiste con él?
—Yo no vivo allí, ____.
—Sólo en teoría —le hizo un guiño Finch.
América puso los ojos en blanco. —Disfruto pasando tiempo con mi
novio, así que me demándenme.
Finch tiró su cigarrillo en la nieve. —Me voy, señoritas. ¿Os veré en la
cena?
América y yo asentimos, sonriendo cuando Finch primero besó mi mejilla
y luego la de América. Él permaneció en la acera mojada, con cuidando de
mantenerse en el medio para que no perder el equilibrio y caerse en la nieve.
América negó con la cabeza ante sus esfuerzos. —Es ridículo.
—Él es de Florida, Mare. No está acostumbrado a la nieve.
Ella se rió y tiró de mí hacia la puerta.
— ¡____!
Me volví para ver correr Parker corriendo y pasando a Finch. Se detuvo,
recuperando el aliento un instante antes de hablar. Su abrigo de pelaje gris se
hinchaba con cada respiración, y me reí ante la mirada curiosa de América
mientras lo observaba.
—Yo estaba... ¡whew! Iba a preguntarte si querías tomar un bocado para
comer esta noche.
—Oh. Yo eh... Ya le dije a Finch que comería con él.
—Está bien, no es gran cosa. Simplemente iba a ir a la nueva
hamburguesería del centro. Todo el mundo está diciendo que es muy buena.
—Quizá la próxima vez —dije, dándome cuenta de mi error. Yo esperaba
que no tuviera en cuenta mi respuesta impertinente como un aplazamiento.
Él asintió con la cabeza y metió las manos en los bolsillos, caminando
rápidamente de vuelta por donde vino.
Kara estaba leyendo delante de nosotras su flamante nuevo libro,
haciéndonos una mueca a América y a mí cuando entramos. Su
comportamiento no había mejorado desde que habíamos regresado de las
vacaciones.
Antes, había pasado tanto tiempo donde Joseph que los comentarios
insufribles de Kara y su actitud eran tolerables.
Al pasar todas las mañanas y las noches con ella durante las dos
semanas antes de que el semestre finalizara, estaba empezando a arrepentirme
de mi decisión de no compartir la habitación con América.
—Oh, Kara. Cuanto te he echado de menos —dijo América.
—El sentimiento es mutuo —se quejó Kara, con los ojos en su libro.
América conversó acerca de su día y los planes con Shepley para el fin de
semana. Navegamos por Internet en busca de videos divertidos, riendo tan
fuerte que nos teníamos que secar las lágrimas. Kara resopló un par de veces
ante nuestro estruendo, pero no le hizo caso.
Estaba agradecida de la visita de América. Las horas pasaron tan rápido
que no me pasé ni un momento preguntándome si Joseph había llamado, hasta
que ella decidió que tenía que irse.
América bostezó y miró su reloj. —Me voy a la cama, Ab... ¡Oh, mierda! —
dijo, chasqueando los dedos—. Dejé mi bolsa de maquillaje en donde Shep.
—Eso no es una tragedia, Mare —dije, todavía riendo desde el último
vídeo que habíamos visto.
—No lo sería si yo no tuviera mi control de natalidad allí. Vamos. Tengo
que ir a por ello.
— ¿No puedes simplemente conseguir que Shepley te los traiga?
—Travis tiene su coche. Está en Red con Trent.
Me sentí enferma. — ¿Otra vez? ¿Por qué está saliendo con Trent tanto,
de todos modos?
América se encogió de hombros. — ¿Importa? ¡Vamos!
—No quiero tropezarme con Joseph. Será extraño.
— ¿Alguna vez me escuchas? Él no está ahí, está en Red. Vamos —se
quejó ella, tirando de mi brazo.
Me puse de pie con leve resistencia leve a medida que me sacaba de la
habitación.
—Al fin —dijo Kara.
Nos detuvimos al apartamento de Joseph, y me di cuenta de que la Harley
estaba aparcada debajo de las escaleras, y que el Charger de Shepley había
desaparecido. Di un suspiro de alivio, y seguí a América por los escalones
helados.
—Cuidado —advirtió ella.
Si hubiera sabido cómo de difícil sería poner un pie en el apartamento
otra vez, no habría permitido que América me convenciera para ir allí. Toto vino
correteando por la esquina a toda velocidad, estrellándose en mis piernas
cuando sus patitas fallaron en conseguir tracción en las baldosas de la
entrada. Lo recogí, dejándole que me saludara con besos de bebé. Por lo menos
él no me había olvidado.
Yo lo llevé cargado al rodear el apartamento, esperando mientras que
América buscaba en su bolsa.
— ¡Sé que lo dejé aquí! —dijo desde el cuarto de baño, pisando fuerte
desde el pasillo hacia la habitación de Shepley.
— ¿Buscaste en el armario debajo del fregadero? —Preguntó Shepley.
Miré mi reloj. —Date prisa, Mare. Tenemos que irnos.
América suspiró con frustración desde la habitación.
Miré mi reloj otra vez, y luego me sobresalté cuando la puerta se abrió de
golpe detrás de mí. Joseph tropezó al entrar con los brazos envueltos alrededor
de Megan, quien estaba riendo contra su boca. Una caja en su mano me llamó
la atención, y me sentí enferma cuando me di cuenta de lo que era: condones.
Su otra mano estaba en la parte posterior de su cuello, y yo no podría decir los
brazos de quién se enroscaban en torno a quién.
Joseph tuvo una reacción tardía cuando me vio sola, parada en mitad de
la sala, y entonces se congeló, Megan levantó la mirada con una sonrisa
residual aún en su rostro.
—Pigeon —dijo Joseph, aturdido.
— ¡Lo encontré! —Dijo América, corriendo fuera de la habitación Shepley.
— ¿Qué haces aquí? —Preguntó él. El olor a whisky voló con los copos de
nieve, y mi ira incontrolable superó cualquier necesidad de fingir indiferencia.
—Es bueno ver que pareces a tu antiguo yo, Joe —dije. El calor que
irradiaba de mi cara quemaba mis ojos y emborronaba mi visión.
—Nos estábamos yendo —gruñó América, agarrando mi mano, mientras
pasábamos a Joseph.
Nos precipitamos escaleras abajo hacia su coche, y yo me sentí
agradecida de que sólo estuviera un poco más allá, sintiendo las lágrimas
brotando de mis ojos. Casi me caí hacia atrás cuando mi abrigo se enganchó
en algo a medio paso. La mano de América se deslizó fuera de la mía y ella se
dio la vuelta al mismo tiempo que yo.
El puño de Joseph estaba agarrando mi abrigo y mis oídos parecían arder,
escociendo en el frío de la noche. Sus labios y su cuello estaban de un ridículo
tono de color rojo oscuro.
— ¿A dónde vas? —Dijo, medio borracho, con una mirada medio
confundida en sus ojos.
—A casa —le contesté toscamente, estirando mi abrigo cuando me soltó.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
Yo podía oír el crujido nieve acumulada bajo los pies de América,
mientras caminaba detrás de mí, y Shepley se precipitó escaleras abajo para
quedarse pie detrás de Joseph, con los ojos fijos y cautelosos en su novia.
—Lo siento. Si yo hubiera sabido que ibas a estar aquí, no habría venido.
Él se metió las manos en los bolsillos del abrigo. —Puedes venir aquí
cuando quieras, Pidge. Nunca quise que te mantuvieras alejada.
Yo no podía controlar la acidez en mi voz. —No quiero interrumpir. —
Levanté la mirada a lo alto de las escaleras donde Megan estaba parada con
una expresión de suficiencia—. Disfruta de tu noche —dije, dándome la vuelta.
Me agarró del brazo. —Espera. ¿Estás enfadada?
Tiré de mi abrigo para quitarme de su agarre. —Sabes... ni siquiera sé
por qué me sorprende.
Sus cejas se fruncieron. —No puedo ganar contigo. ¡Nunca hago nada
bien contigo! Me dices que tú lo has superado... ¡Me siento malditamente
miserable con esto! Tuve que romper mi teléfono en mil pedazos para evitar
llamarte a cada minuto de cada maldito día. He tenido que aparentar que todo
está bien en la escuela para que puedas ser feliz... ¿Y estás jodidamente
enojada conmigo? ¡Me rompiste el jodido corazón! —Sus últimas palabras
hicieron eco en la noche.
—Joseph, estás borracho. Deja que _____ se vaya a casa —dijo Shepley.
Joseph me agarró de los hombros y me empujó hacia él. — ¿Me quieres o
no? ¡No puedes seguir haciéndome esto, Pidge!
—No he venido aquí para verte —dije, levantando la mirada hacia él.
—Yo no la quiero —dijo, mirando fijamente mis labios—. Sólo estoy tan
jodidamente triste, Pigeon. —Sus ojos mostraron determinación y se inclinó
hacia adelante, inclinando la cabeza para besarme.
Le agarré por la barbilla, echándole hacia atrás. —Tienes su lápiz labial
en tu boca, Joseph —dije, disgustada.
Él dio un paso atrás y se levantó la camisa, limpiándose la boca. Se
quedó mirando fijamente las rayas rojas en el tejido blanco y sacudió la cabeza.
—Yo sólo quería olvidar. Sólo por una maldita noche.
Me sequé una lágrima que se escapó. —Entonces no dejes que te lo
impida.
Traté de hacer mi retirada hacia el Honda, pero Joseh me agarró del
brazo otra vez. Al momento siguiente, América estaba golpeando el brazo con
sus puños. Él la miró, parpadeando por un momento, con incredulidad. Ella
sin dejar de golpear con sus puños y golpeándolos contra su pecho hasta que
me liberó.
— ¡Déjala en paz, hijo de puta!
Shepley la agarró y ella lo apartó, girándose para abofetear la cara de
Joseph. El sonido de su mano contra la mejilla fue rápido y fuerte, y me
estremecí con el ruido.
Todo el mundo se congeló por un momento, sorprendidos por la rabia
repentina de América.
Joseph frunció el ceño, pero él no se defendió. Shepley la agarró de nuevo,
sosteniendo sus muñecas y tirando de ella hacia su coche mientras ella se
revolvía.
Ella luchó contra él, su pelo rubio balanceándose con sus intentos de
escapar. Me quedé sorprendida por su determinación para alcanzar a Joseph. El
odio puro brillaba en sus, por lo general, dulces y alegres ojos.
— ¿Cómo pudiste? ¡Ella merecía algo mejor de ti, Joseph!
—América, ¡DETENTE! —Gritó Shepley, más fuerte de lo que nunca le
había oído.
Sus brazos cayeron a sus costados mientras miraba a Shepley con
incredulidad. — ¿Estás defendiéndolo?
Aunque parecía nervioso, él se mantuvo firme. —____ rompió con él.
Sólo está tratando de seguir adelante.
Sus ojos se entrecerraron y tiró de su brazo para salir de su agarre.
—Bueno, entonces ¿por qué no vas a buscar un PUTA cualquiera, —miró
a Megan—, del Red y la traes a casa para follar, y luego me haces saber si te
ayuda a olvidarte de mí?
—Mare. —Shepley la agarró, pero ella lo evadió, cerrando de golpe la
puerta cuando ella se sentó detrás del volante. Me senté a su lado, tratando de
no mirar a Joseph.
—Bebé, no te vayas —suplicó Shepley, inclinándose hacia abajo en la
ventana.
Ella encendió el auto. —Hay un lado correcto y un lado incorrecto aquí,
Shep. Y estás en el lado equivocado.
—Estoy en tu lado —dijo, sus ojos desesperados.
—Ya no, no lo estás —dijo, echando marcha atrás.
— ¿América? ¡América! —Gritó Shepley tras ella mientras aceleraba por
la carretera, dejándole detrás.
Suspiré. —Mare, no puedes romper con él por esto. Él tiene razón.
América puso su mano sobre la mía y la apretó. —No, no la tiene. Nada
de lo que acaba de pasar fue correcto.
Cuando nos detuvimos en el estacionamiento al lado de Morgan, el
teléfono de América sonó. Ella puso en blanco los ojos mientras contestaba—:
No quiero que me llames más. Lo digo en serio, Shep —dijo—. No, no eres...
porque no quiero que lo hagas, por eso. No puedes defender lo que él ha hecho,
no puedes tolerar que lastime así a ____ y estar conmigo... ¡eso es exactamente
lo que quiero decir, Shepley! ¡No importa! ¡No ves a ____ liarse con el primer
chico que ve! No es por Joseph, ese es el problema, Shepley. ¡Él no te pidió que
lo defendieras! Ugh... He terminado de hablar de esto. No me llames otra vez.
Adiós.
Salió de golpe del coche y fue pisando fuerte a través de la carretera y
subió las escaleras. Traté de mantener el paso con ella, a la espera de escuchar
el otro lado de la conversación.
Cuando su teléfono sonó de nuevo, lo apagó. —Joseph hizo que Shep
llevara a Megan a casa. Quería pasarse por aquí al volver.
—Deberías darle la oportunidad, Mare.
—No. Tú eres mi mejor amiga. No puedo soportar lo que vi esta noche, y
no puedo estar con alguien que lo defienda. Fin de la conversación, ____, lo
digo en serio.
Asentí con la cabeza y ella me abrazó por los hombros, tirando de mí
hacia su costado mientras subíamos las escaleras hacia nuestras habitaciones.
Kara ya estaba dormida, y me salté la ducha, metiéndome en la cama
completamente vestida, abrigo y todo. Yo no podía dejar de pensar en Joseph
tambaleándose en la puerta con Megan, o el lápiz labial rojo restregado por su
rostro. Traté de bloquear las repugnantes imágenes de lo que habría sucedido
si no hubiera estado allí, y me arrollaron varias emociones, rayando la
desesperación.
Shepley estaba en lo cierto. Yo no tenía derecho a estar enojada, pero no
ayudaba a ignorar el dolor.
Finch negó con la cabeza cuando me senté en la mesa junto a él. Yo
sabía que me veía horrible; yo apenas tuve energía para cambiarme de ropa y
cepillarme los dientes. Yo había dormido sólo una hora la noche anterior,
incapaz de librarme del recuerdo de los labios pintados de rojo en la boca de
Joseph ni de la culpabilidad de que Shepley y América hubieran roto.
América optó por quedarse en la cama, sabiendo que una vez que la ira
cediera, la depresión se instalaría. Ella amaba Shepley, y aunque estaba
decidida a terminar las cosas porque él había elegido el lado equivocado, ella
estaba dispuesta a sufrir la reacción de su decisión.
Después de clase, Finch me acompañó hasta la cafetería. Como había
temido, Shepley estaba esperando en la puerta a América.
Cuando me vio, no dudó.
— ¿Donde está Mare?
—No vino a clase esta mañana.
— ¿Ella está en su habitación? —dijo, dirigiéndose a Morgan.
—Lo siento, Shepley —dije desde atrás.
Se quedó paralizado y se dio la vuelta, con el rostro de un hombre que
había llegado a su límite. — ¡Desearía que Joseph y tú terminaran con esta
mierda! ¡Son un maldito tornado! Cuando son felices, todo es amor y paz y
mariposas. ¡Cuando están enojados, arrasan hacia abajo a todo el jodido
mundo ustedes!
Se alejó con pasos fuertes y yo exhalé el aliento que estaba sosteniendo.
—Eso fue bien.
Finch me llevó a la cafetería. —Todo el mundo. Wow. ¿Crees que podría
funcionar tu vudú antes de la prueba el viernes?
—Veré lo que puedo hacer.
Finch eligió una mesa diferente, y yo estuve más que feliz de seguirlo allí.
Joseph se sentó con sus hermanos de fraternidad, pero él no tenía una bandeja
y no se quedó mucho tiempo. Él me vio justo cuando se iba, pero él no se
detuvo.
—Entonces, América y Shepley rompieron, también, ¿eh? —Preguntó
Finch, mientras masticaba.
—Estuvimos anoche en donde Shep y Joseph llegó a casa con Megan y...
fue un desastre. Ellos tomaron partes.
—Ay.
—Exactamente. Me siento muy mal.
Finch me dio unas palmaditas en la espalda. —No puedes controlar las
decisiones que toman, ____. Así que, ¿supongo que esto significa que
podremos saltarnos la fiesta de San Valentín en Sig Tau?
—Eso parece.
Finch sonrió. —Todavía te llevaré a algún sitio. Las llevaré a ti y a Mare.
Será divertido.
Me apoyé en su hombro. —Eres el mejor, Finch.
Yo no había pensado en San Valentín, pero yo estaba contenta de tener
planes. No me podía imaginar cómo de triste me sentiría pasarlo con América
solamente, escuchar su perorata sobre Shepley y Joseph toda la noche. Ella
todavía haría eso—no sería América si ella no lo hiciera—pero al menos sería
una diatriba limitada si estábamos en público.
Las semanas de enero pasaron, y después de un intento loable, pero
fallido por parte de Shepley para conseguir que América volviera con él, vi cada
vez menos a él y a Joseph. En febrero, ellos dejaron de ir a la cafetería todos
juntos, y sólo vi a Joseph unas cuantas veces en mi camino a clase.
El fin de semana antes del Día de San Valentín, América y Finch me
convencieron para ir al Red, y durante todo el camino en coche hacia el club,
temía ver a Joseph allí. Nosotras entramos, y yo respiré con alivio al no ver
ninguna señal de él.
—Primeras rondas de mi parte —dijo Finch, señalando una mesa y
deslizándose entre la multitud hacia la barra.
Nos sentamos y vimos como la pista de baile pasaba de estar vacía a
rebosar de estudiantes universitarios borrachos.
Después de nuestra quinta ronda, Finch nos empujó a la pista de baile, y
finalmente me sentí lo suficientemente relajada para pasar un buen rato. Nos
reímos y chocamos una contra otra, riendo histéricamente cuando un tipo
balanceó a su pareja de baile dando una vuelta y ella perdió su mano,
deslizándose por el suelo sobre su costado.
América levantó las manos por encima de la cabeza, agitando sus rizos
con la música. Me reí de su rostro habitual de baile y luego me detuve
abruptamente cuando vi venir a Shepley detrás de ella. Le susurró algo al oído
y ella se volteó. Intercambiaron palabras y luego América tomó mi mano,
llevándome a nuestra mesa.
—Por supuesto. La noche en que salimos, y él aparece —refunfuñó.
Finch nos trajo dos copas más, incluyendo un chupito para cada uno. —
Pensé que podrían necesitarlos.
—Pensaste correctamente. —América inclinó la cabeza hacia atrás antes
de que pudiéramos brindar y sacudí la cabeza, chocando mi copa con la de
Finch. Traté de mantener mis ojos en los rostros de mis amigos, preocupada de
que si Shepley estaba allí, Joseph no estaría muy lejos.
Otra canción sonó por los altavoces y América se puso de pie. —A la
mierda. No me voy a quedar sentada en esta mesa el resto de la noche.
— ¡Bravo chica! —Finch sonrió, siguiéndola a la pista de baile.
Los seguí, mirando a mi alrededor buscando a Shepley. Había
desaparecido, y me relajé, tratando de quitarme de encima la sensación de que
Joseph se presentaría en la pista de baile con Megan. Un chico que había visto
por el campus bailaba detrás de América, y ella sonrió, dando la bienvenida a
la distracción. Tenía la sospecha de que ella estaba haciendo un show para su
propio disfrute, con la esperanza de que Shepley lo vería. Aparté la mirada por
un segundo, y cuando miré de nuevo a América, su pareja de baile ya no
estaba. Ella se encogió de hombros, sin dejar de agitar sus caderas al ritmo.
La siguiente canción empezó a sonar y un chico diferente apareció detrás
de América, su amigo bailando junto a mí. Después de unos momentos, mi
pareja de baile maniobró detrás de mí, y me sentí un poco insegura cuando
sentí sus manos en mis caderas. Como si hubiera leído mi mente, sus manos
dejaron mi cintura. Miré detrás de mí, y él se había ido. Miré hacia América, y
el hombre detrás de ella se había ido también.
Finch parecía un poco nervioso, pero cuando América levantó una ceja
ante su expresión, sacudió la cabeza y continuó bailando.
Para la tercera canción, estaba sudorosa y cansada. Me retiré a nuestra
mesa, apoyando mi cabeza pesada en mi mano, y me eché a reír mientras veía
a otro esperanzado pidiendo a América un baile.
Ella me guiñó un ojo desde la pista de baile, y luego yo me puse rígida
cuando lo vi siendo empujado hacia atrás, desapareciendo entre la multitud.
Me puse de pie y caminé alrededor de la pista de baile, manteniendo mi
ojo en el sitio a donde él fue empujado, y sentí la adrenalina quemar a través
del alcohol en mis venas cuando vi a Shepley sujetando por el cuello al tipo en
cuestión. Joseph estaba a su lado, riendo histéricamente hasta que levantó la
vista y me vio observándoles. Él golpeó el brazo de Shepley, y cuando Shepley
miró en mi dirección, empujó a la víctima de espaldas sobre el suelo.
No me tomó mucho tiempo averiguar lo que estaba pasando: habían
estado sacando a los chicos que estaban bailando con nosotras fuera de la
pista de baile y amenazándoles para que se mantuvieran alejados de nosotras.
Entrecerré los ojos hacia ellos y luego me dirigí a América. La multitud
era densa, y yo tuve que empujar a algunas personas fuera de mi camino.
Shepley me agarró la mano antes de que llegara a la pista de baile.
— ¡No se lo digas! —Dijo, tratando de suavizarlo con su sonrisa.
— ¿Qué demonios crees que estás haciendo, Shep?
Se encogió de hombros, todavía orgulloso de sí mismo. —La quiero. No
puedo permitir que otros chicos bailen con ella.
—Entonces, ¿cuál es tu excusa para tirar del tipo que estaba bailando
conmigo? —dije, cruzándome de brazos.
—Ese no fui yo —dijo Shepley, rápidamente echando un vistazo a
Joseph—. Lo siento, _____. Estábamos simplemente divirtiéndonos.
—No es divertido.
— ¿El qué no es divertido? —dijo América, mirando fijamente a Shepley.
Él tragó saliva, disparándome una mirada suplicante en mi dirección. Yo
le debía un favor, así que mantuve la boca cerrada. Él suspiró de alivio cuando
se dio cuenta de que no lo delataría, y luego miró a América con dulce
adoración. — ¿Quieres bailar?
—No, no quiero bailar —dijo ella, caminando de regreso a la mesa. Él la
siguió, dejándonos a Joseph y mí parados juntos.
Joseph se encogió de hombros. — ¿Quieres bailar?
— ¿Qué? ¿Megan no está aquí?
Él negó con la cabeza. —Solías ser una borracha dulce.
—Feliz de decepcionarte —dije, volviéndome hacia la barra.
Él me siguió, empujando a dos chicos de sus asientos. Le miré fijamente
por un momento, pero no me hizo caso, se sentó y luego me observó con una
expresión expectante.
— ¿Vas a sentarte? Te invito a una cerveza.
—Pensé que no comprabas bebidas para chicas en el bar.
Él inclinó la cabeza en mi dirección, con un gesto impaciente. —Eres
diferente.
—Eso es lo que dices.
—Vamos, Pidge. ¿Qué pasó con eso de ser amigos?
—No podemos ser amigos, Joseph. Obviamente.
— ¿Por qué no?
—Porque no quiero verte sobándote con una chica diferente cada noche,
y tú no dejarás que nadie baile conmigo.
Él sonrió. —Te quiero. No puedo permitir que otros chicos bailen contigo.
— ¿Ah, sí? ¿Cuánto me amabas cuando compraste la caja de condones?
Joseph hizo una mueca y yo me puse de pie, haciendo mi camino a la
mesa. Shepley y América estaban inmersos en un fuerte abrazo, y haciendo
una escena, mientras se besaban apasionadamente.
—Creo que vamos a la fiesta de San Valentín de la Sig Tau de nuevo —
dijo Finch con el ceño fruncido.
Suspiré. —Mierda.
Kati♥Lovejb
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