Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 3 de 7. • Comparte
Página 3 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Yo sé que es muuy poquito,pero les prometo que mañana subiré un maratón y uno bien,en verdad siento mucho haberlas hecho esperar.
Besos, gracias a esas fieles lectoras
Besos, gracias a esas fieles lectoras
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
O H P O R D I O S !
solo eso , mañana sigo gritando
AMO TU NOVE !
solo eso , mañana sigo gritando
AMO TU NOVE !
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
fernanda escribió:O H P O R D I O S !
solo eso , mañana sigo gritando
AMO TU NOVE !
Me alegro mucho de que te guste. Te prometo que ya mismo la sigo, subiré cap. algo tarde pero prometo subir. Gracias por tu paciencia
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
KatiLovejb escribió:fernanda escribió:O H P O R D I O S !
solo eso , mañana sigo gritando
AMO TU NOVE !
Me alegro mucho de que te guste. Te prometo que ya mismo la sigo, subiré cap. algo tarde pero prometo subir. Gracias por tu paciencia
En serio vas a subir? , pues espero que sean MUCHOS o LARGOS por que ya me estoy desesperando
Síguelasíguelasíguela! :(L):
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
siguelaaaaaaaaaaa por favorrrrrrrrrrr amo la nove
PD: nueva lectoraaaa :happuy: siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por los que mas quieras que muero si no veo cappppp
PD: nueva lectoraaaa :happuy: siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por los que mas quieras que muero si no veo cappppp
yamijonas
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Punto crucial
La cita por la noche superó todas mis expectativas. Comimos comida
china mientras yo reía ante las habilidades de Parker con los palillos. Cuando
él me llevó a casa, Joseph abrió antes de que pudiera darme un beso. Cuando
salimos el miércoles por la noche, Parker se aseguró de besarme en el coche.
El jueves durante el almuerzo, Parker me encontró en la cafetería y
sorprendió a todos cuando se sentó en el lugar de Joeph. Cuando Joseph
terminó su cigarrillo y entró, caminó pasando a Parker con indiferencia,
sentándose al final de la mesa. Megan se acercó a él, pero se mostró
decepcionada cuando él la despidió con la mano. Después de eso, todos en la
mesa estaban en silencio y me resultaba difícil concentrarme en cualquier cosa
que Parker decía.
—Asumo que no estaba invitado —dijo Parker, capturando mi atención.
— ¿Qué?
—He oído que tu fiesta de cumpleaños es el domingo. ¿No estoy invitado?
América miró a Joseph, quien miró a Parker, como si estuviera a punto de
arrancarle la cabeza.
—Era una fiesta sorpresa, Parker. —dijo América en voz baja.
—Oh. —dijo Parker, encogiéndose.
— ¿Me estás dando una fiesta sorpresa? —Le pregunté a América.
Ella se encogió de hombros. —La idea fue de Joe. Es en el lugar de
Brasil el domingo. Seis de la tarde.
Las mejillas de Parker se tornaron de un rojo tenue. —Supongo que
ahora realmente no estoy invitado.
— ¡No! ¡Por supuesto que lo estás! —dije, sosteniendo su mano por
encima de la mesa. Doce pares de ojos se centraron en nuestras manos. Pude
notar que Parker estaba tan incómodo con la atención al igual que yo, así que
retiré mi mano.
Parker se puso de pie. —Tengo algunas cosas que hacer antes de clases.
Te llamaré más tarde.
—Está bien. —dije, ofreciéndole una sonrisa de disculpa.
Parker se inclinó sobre la mesa y me besó en los labios. El silencio en la
mesa se prolongó y América me dio un codazo después de que Parker se
marchó.
— ¿No es espeluznante cómo todo el mundo te mira? —Susurró. Ella
miró a su alrededor con el ceño fruncido—. ¿Qué? —Gritó América—.
¡Ocúpense de sus asuntos, pervertidos!
Uno por uno se volvieron hacia otro lado y los murmullos continuaron.
Me cubrí los ojos con las manos. —Sabes, antes era patética porque
pensaban que era la novia de Joseph. Ahora soy mala porque todo el mundo
piensa que estoy rebotando entre Joseph y Parker como una pelota de ping pon.
—Cuando América no hizo ningún comentario, la miré—. ¿Qué? ¡No me digas
que tú también crees esa mierda!
— ¡No he dicho nada! —dijo.
La miré con incredulidad. — ¿Pero eso es lo que tú piensas?
América negó con la cabeza, pero no dijo nada más. Las heladas miradas
de los otros estudiantes de pronto eran aparentes y me puse de pie, caminando
hasta el final de la mesa.
—Tenemos que hablar. —dije, tocando el hombro de Joseph. Traté de
sonar amable, pero la ira burbujeando dentro de mí provocó un filo a mis
palabras. La población estudiantil, incluyendo mi mejor amiga, pensaba que
estaba haciendo malabares con dos hombres. Sólo había una solución.
—Pues habla —dijo Joseph, lanzando algo empanado y frito en su boca.
Me inquieté, notando las miradas curiosas de todos a nuestro alcance.
Cuando Joseph seguía sin moverse, lo agarré del brazo y le di un buen tirón. Se
levantó y me siguió afuera con una sonrisa en su rostro.
— ¿Qué, Pidge? —dijo, mirando de mi mano a su brazo y luego a mí.
—Tienes que dejarme salir de la apuesta —le supliqué.
Su cara cayó. — ¿Te quieres ir? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
—No hiciste nada, Joe. ¿No has notado a todo el mundo mirándonos?
Estoy convirtiéndome rápidamente en la paria de la Universidad de Eastern.
Joseph sacudió la cabeza y encendió un cigarrillo. —No es mi problema.
—Sí, lo es. Parker dijo que todo el mundo piensa que tiene deseos de
morir porque estás enamorado de mí.
Las cejas de Joseph se levantaron y se atragantó con el soplo de humo
que acababa de inhalar. — ¿La gente está diciendo eso? —dijo, mientras tocía.
Asentí con la cabeza. Miró a lo lejos con los ojos muy abiertos, tomando
otra calada.
— ¡Joseph! ¡Tienes que dejarme salir de la apuesta! No puedo salir con
Parker y vivir contigo al mismo tiempo. ¡Se ve terrible!
—Deja de salir con Parker.
Lo fulminé con la mirada. —Ese no es el problema y lo sabes.
— ¿Es esa la única razón por la que quieres irte? ¿Por lo que dice la
gente?
—Por lo menos antes yo era la tonta y tú eras el tipo malo. —me quejé.
—Responde la pregunta, Pidge.
— ¡Sí!
Joseph miró más allá de mí a los estudiantes que entraban y salían de la
cafetería. Él estaba deliberando y me impacienté mientras él tomaba su
decisión.
Finalmente, se mantuvo firme, resuelto. —No.
Negué con la cabeza, segura de haber entendido mal.
— ¿Disculpa?
—No. Tú misma lo dijiste: una apuesta es una apuesta. Después del mes,
estarás con Parker, él se convertirá en un médico, se casarán y tendrán hijos y
nunca te volveré a ver. —Hizo una mueca ante sus propias palabras—. Aún
tengo tres semanas. No las dejaré pasar por chismes en el comedor.
Miré a través de la ventana de cristal para ver a todos en la cafetería
mirándonos. La atención no deseada hizo que mis ojos ardieran. Pasé junto a
él para dirigirme a la siguiente clase.
—Pigeon —llamó Joseph después de mí.
No me di la vuelta.
Esa noche, América se sentó en el suelo de azulejo del cuarto de baño,
balbuceando sobre chicos mientras yo estaba en frente del espejo haciendo de
mi pelo en una coleta. Sólo escuchaba a medias, pensando en que tan paciente
Joseph había sido—para Joseph—sabiendo que a él no le gustaba la idea de
Parker recogiéndome de su apartamento casi todas las noches.
La expresión del rostro de Joseph destelló en mi mente cuando le pedí que
me dejara salir de la apuesta, y nuevamente cuando le dije que la gente decía
que él estaba enamorado de mí. No podía dejar de preguntarme por qué él no lo
negó.
—Bueno, Shep piensa que estás siendo demasiada dura con él. Él nunca
ha tenido a nadie lo suficiente importante para….
Joseph asomó la cabeza y sonrió mientras miraba mi cabello alborotado.
— ¿Quieres ir a cenar? —Preguntó.
América se puso de pie para mirarse en el espejo, pasando sus dedos por
su pelo dorado. —Shep quiere visitar el nuevo lugar Mexicano en el centro si
ustedes quieren ir.
Joseph sacudió la cabeza. —Pensé que Pidge y yo podríamos ir solos esta
noche.
—Voy a salir con Parker.
— ¿Otra vez? —dijo, molesto.
—Otra vez —le dije con una voz cantarina.
El timbre de la puerta sonó y me apresuré para abrirla. Parker estaba
delante de mí, su rubia cabellera ondulada encima de su recién cara afeitada.
— ¿Alguna vez te vez menos que magnifica? —preguntó Parker.
—Basándome en la primera vez que vino aquí, tendré que decir que sí —
dijo Joseph detrás de mí.
Puse los ojos en blanco y sonreí, levantando un dedo hacia Parker,
señalándole que esperara. Me volví y eché los brazos alrededor de Joseph. Se
puso rígido con sorpresa y luego se relajó, tirando fuertemente de mí hacia él.
Miré a sus ojos y sonreí. —Gracias por organizar mi fiesta de
cumpleaños. ¿Puedo tomar un vale para la cena?
Una docena de emociones se desplazaron por la cara de Joseph, y
entonces, las comisuras de sus labios se elevaron. — ¿Mañana?
Lo abracé y sonreí. —Absolutamente. —Me despedí de él mientras Parker
me tomaba de la mano.
— ¿Qué fue eso? —Preguntó Parker.
—No hemos estado llevándonos bien últimamente. Esa fue mi versión de
una rama de olivo.
— ¿Debería preocuparme? —preguntó, abriendo la puerta.
—No. —dije sonriendo, besando su mejilla.
En la cena, Parker habló de Harvard, de la Casa y sus planes de buscar
un apartamento. Sus cejas se juntaron. — ¿Te escoltará Joseph a tu fiesta de
cumpleaños?
—No estoy muy segura. No ha dicho nada al respecto.
—Si no le importa, me gustaría llevarte. —Él tomó mi mano y me besó los
dedos.
—Le voy a preguntar. La fiesta fue su idea, así que…
—Lo entiendo. Si no, te veré allí. —sonrió.
Parker me llevó al apartamento, aparcando en el estacionamiento.
Cuando me beso, sus labios se mantuvieron en los míos. Tiró del freno de
mano mientras sus labios viajaron a lo largo de mi mandíbula al oído, y luego
hacia mi cuello. Me tomó por sorpresa y dejé escapar un suspiro en respuesta.
—Eres tan hermosa —susurró—. He estado distraído durante toda la
noche, con tu pelo retirado fuera de tu cuello. —Él repartió besos por mi cuello
y exhalé, un gemido escapando con mi aliento.
— ¿Por qué tardaste tanto? —Sonreí, levantando mi barbilla para darle
mejor acceso.
Parker se enfocó en mis labios. Agarró cada lado de mi cara, dándome un
beso un poco más firme que de costumbre. No teníamos mucho espacio en el
coche, pero hicimos que el reducido espacio estuviera a nuestro favor. Se apoyó
en mí, doblé mi rodilla cuando me dejé caer contra la ventana. Su lengua se
deslizó dentro de mi boca y su mano tomó mi tobillo y luego la deslizó a lo largo
de mi pierna a mi muslo. Las ventanas se empañaron en minutos con nuestra
respiración dificultosa, pegándose en las heladas ventanas. Sus labios rozaron
mi clavícula y luego su cabeza se elevó cuando el cristal vibró con varios golpes
fuertes.
Parker se sentó y yo me enderecé, ajustando mi vestido. Di un salto
cuando la puerta se abrió. Joseph y América estaban al lado del coche. América
tenía una expresión simpática y Travis parecía estar a punto de una rabieta.
— ¿Qué demonios, Joe? —Gritó Parker.
De pronto, la situación se sintió peligrosa. Nunca había oído a Parker
levantar la voz, los nudillos de Joseph estaban blancos mientras él apretaba sus
manos en puños a los costados—y yo estaba en medio.
La mano de América parecía minúscula cuando la colocó en el
voluminoso brazo de Joseph, sacudiendo la cabeza hacia Parker en una alerta
silenciosa.
—Vamos, ______. Necesito hablar contigo —dijo.
— ¿Sobre qué?
— ¡Sólo ven! —gritó.
Miré a Parker, viendo la irritación en sus ojos. —Lo siento, me tengo que
ir.
—No, está bien. Ve.
Joseph me ayudó a salir del Porsche y luego pateó la puerta, cerrándola.
Me volteé, interponiéndome entre él y el coche, empujando su hombro. — ¿Qué
te pasa? ¡Basta!
América parecía nerviosa. No tomó mucho tiempo saber por qué. Joseph
olía a whisky; ella había insistido en acompañarlo o él le había pedido que
viniera. De cualquier manera, ella era un elemento de disuasión a la violencia.
Las ruedas del Porsche de Parker chillaron fuera del estacionamiento y
Joseph encendió un cigarrillo. —Puedes entrar, Mare.
Ella tiró de mi falda. —Vamos, ______.
— ¿Por qué no te quedas, ____(nombre abreviado)? —Bulló.
Asentí con la cabeza para que América siguiera adelante y de mala gana
ella cumplió. Me crucé de brazos, lista para una pelea, preparándome para
arremeterlo contra la inevitable charla. Joseph tomó varias caladas de su
cigarrillo y cuando fue obvio que él no iba a explicar nada, mi paciencia se
agotó.
— ¿Por qué hiciste eso? —Le pregunté.
— ¿Por qué? ¡Porque estaba follándote delante de mi apartamento! —
Gritó. Sus ojos estaban desenfocados y podía ver que él era incapaz de tener
una conversación racional.
Mantuve mi voz tranquila. —Puede que esté quedándome en tu casa,
pero lo que hago, y con quien lo haga, es mi problema.
Tiró el cigarrillo al suelo. —Eres mucho mejor que eso, Pidge. No dejes
que te folle en un coche como una barata cita de graduación.
— ¡No iba a tener relaciones sexuales con él!
Hizo un gesto hacia el espacio vacío donde el coche de Parker estaba. —
¿Qué estaban haciendo, entonces?
— ¿Nunca has besado a alguien sin que llegue a nada más?
Frunció el ceño y sacudió la cabeza como si estuviera hablando
galimatías. — ¿Cuál es el punto en eso?
—Es el concepto que existe para mucha gente… sobre todo para aquellos
que tienen citas.
—Todas las ventanas estaban empañadas, el coche se estaba
sacudiendo… ¿Cómo iba yo a saber? —dijo, agitando sus brazos en la dirección
del estacionamiento vacío.
— ¡Tal vez no deberías espiarme!
Se frotó la cara y sacudió la cabeza. —No puedo soportar esto, Pigeon.
Siento que me estoy volviendo loco.
Tiré mis manos al aire y las dejé caer golpeando mis muslos. — ¿No
puedes soportar qué?
—Si tú duermes con él, no quiero saberlo. Iré a la cárcel por mucho
tiempo si me entero que… simplemente no me lo digas.
—Joseph —bullí—. ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¡Eso es un gran
paso para mí!
— ¡Eso es lo que todas las chicas dicen!
— ¡No me refiero a las putas con las que lidias! ¡Me refiero a mí! —Dije,
sosteniendo mi mano contra mi pecho—. ¡Yo no he… ugh! No importa.
Me alejé de él, pero me agarró del brazo, girándome hacia él.
— ¿Tú no qué? —preguntó. No le respondí; no tenía que hacerlo. Podía
ver el reconocimiento atravesar su rostro y se rió una vez—. ¿Eres virgen?
— ¿Y qué? —dije, la sangre arremolinándose en mis mejillas.
Sus ojos se dirigieron a los míos. —Es por eso que América estaba tan
segura que no irías tan lejos.
—Tuve el mismo novio los cuatro años de escuela secundaria. ¡Él era un
aspirante a ministro bautista! ¡Esto nunca fue un tema para nosotros!
La ira de Joseph se desvaneció y el alivio era evidente en sus ojos. — ¿Un
ministro de la juventud? ¿Qué pasó después de toda la dura abstinencia?
—Él quería casarse y quedarse en… Kansas. Yo no lo hacía. —Estaba
desesperada por cambiar de tema. La diversión en los ojos de Joseph era lo
suficientemente humillante. No quería que él cavara más lejos en mi pasado.
Dio un paso hacia mí y sostuvo cada lado de mi cara. —Virgen —dijo,
sacudiendo la cabeza—. Nunca me lo hubiera imaginado con la forma en que
bailaste en The Red.
—Muy gracioso. —le dije, dirigiéndome a las escaleras.
Joseph intentó seguirme, pero tropezó y cayó, volviéndose boca arriba y
riendo histéricamente.
— ¿Qué estás haciendo? ¡Levántate! —dije, ayudándolo a ponerse de pie.
Enganchó su brazo alrededor de mi cuello y le ayudé a subir las
escaleras. Shepley y América ya estaban en cama, por lo que sin ayuda a plena vista, me quité los tacones para evitar romperme los tobillos al guiar a Joseph a
la habitación. Cayó de espaldas a la cama, tirando de mí con él.
Cuando aterrizamos, mi cara estaba a pocos centímetros de la suya. Su
expresión era repentinamente seria. Se inclinó, casi besándome, pero lo alejé.
Las cejas de Joseph se elevaron.
—Ya basta, Joe —dije.
Me abrazó fuertemente contra él hasta que dejé de luchar y luego alejó la
correa de mi vestido, haciendo que ésta colgara de mi hombro. —Desde que la
palabra virgen salió de tus labios… tengo una urgencia repentina de ayudarte a
salir de este vestido.
—Qué mal. Estabas dispuesto a matar a Parker por la misma razón hace
veinte minutos, así que no seas un hipócrita.
—Al diablo con Parker. Él no te conoce como yo.
—Anda, Joseph. Vamos a quitarte la ropa y meterte a la cama.
—De eso es de lo que estoy hablando. —rió entre dientes.
— ¿Cuánto has bebido? —pregunté, consiguiendo finalmente poner mi
pie entre sus piernas.
—Lo suficiente. —sonrió, tirando del dobladillo de mi vestido.
—Probablemente superaste lo suficiente hace mucho, —le dije, dándole
una palmada en la mano. Coloqué mi rodilla en el colchón junto a él y tirando
de su camisa sobre su cabeza. Intentó tomarme otra vez pero lo agarré de la
muñeca, oliendo el hedor de acre en el aire—. Dios, Joe, apestas a Jack
Daniels.
—Jim Beam —corrigió con una inclinación ebria.
—Huele a madera quemada y productos químicos.
—Sabe así, también. —dijo riendo. Abrí la hebilla de su cinturón y tiré de
los bucles. Se echó a reír con las sacudidas del movimiento y luego levantó la
cabeza para mirarme—. Es mejor que cuides tu virginidad, Pidge. Sabes que
me gusta duro.
—Cállate. —dije, desabrochándole los pantalones vaqueros, deslizándolos
hacia abajo sobre sus caderas y luego sus piernas. Tiré los vaqueros al suelo y
me paré con las manos en mis caderas, mi respiración era dificultosa. Sus
piernas estaban colgando de la cama, sus ojos cerrados y su respiración
profunda y pesada. Se había quedado dormido.
Tomé una respiración profunda y caminé al armario. Sacudiendo mi
cabeza mientras revolvía la ropa. Abrí la cremallera del vestido y lo empujé
hacia abajo sobre mis caderas, dejándolo caer hasta los tobillos. Lo pateé a la
esquina, deshice la cola de caballo, sacudiendo el pelo.
El armario estaba lleno de su ropa y la mía, solté una respiración,
soplando mi cabello fuera de mi rostro mientras buscaba a través del desorden
por una camiseta. Mientras que retiraba una de la percha, Joseph se estrelló
contra mi espalda, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.
— ¡Me asustaste hasta la mierda! —Me quejé.
Deslizó sus manos sobre mi piel. Me di cuenta de que se sentían
diferentes; lentos y pausados. Cerré los ojos cuando tiró de mí contra él y
enterró su cara en mi pelo, acariciando mi cuello. El sentir su piel desnuda
contra la mía, hizo que me tomara un momento para protestar.
—Joseph…
Tiró de mi pelo a un lado y rozó sus labios a lo largo de mi espalda, de un
hombro a otro, soltando el broche de mi sujetador. Besó la piel desnuda en la
base de mi cuello y cerré los ojos, la cálida suavidad de su boca se sentía
demasiado bien para detenerlo. Un silencioso gemido escapó de su garganta
cuando él apretó su pelvis contra la mía, y pude sentir lo mucho que me
deseaba a través de sus bóxers. Contuve la respiración, sabiendo que lo único
que nos mantenía de ese gran paso que hace momentos estaba en contra eran
sólo dos piezas de tela delgada.
Joseph me volvió hacia él y luego presionó contra mí, inclinando mi
espalda contra la pared. Nuestros ojos se encontraron, y pude ver el dolor en
su expresión mientras analizaba mi piel desnuda. Lo había visto persuadir a
las mujeres, pero esto era diferente. Él no me quería conquistar; él quería que
le dijera que sí.
Se inclinó para besarme, deteniéndose a tan sólo una pulgada de
distancia. Podía sentir el calor radiando de su piel contra mis labios, y tuve que
detenerme a mí misma de atraerlo el resto del camino. Sus dedos se clavaron
en mi piel mientras él deliberaba, y luego sus manos se deslizaron desde mi
espalda hasta el dobladillo de mi ropa interior. Su dedo índice se deslizó por
mis caderas, entre mi piel y el tejido de encaje, y en el momento en que estaba
a punto de tirar hacia abajo los delicados hilos, dudó. Justo cuando abrí la
boca para decir sí, cerró los ojos.
—No así. —susurró, rozando sus labios contra los míos—. Te deseo, pero
no sucederá así.
Se tambaleó hacia atrás, cayendo sobre su espalda en la cama, y yo me
quedé por un momento con los brazos cruzados a través de mi estómago.
Cuando su respiración se reguló, metí mis brazos a través de la camisa que
aún tenía en la mano y tiré de ella sobre mi cabeza. Joseph no se movió y dejé escapar una respiración de alivio, sabiendo que no podría contenernos a
cualquiera de nosotros si él se despertaba con una menos honorable
perspectiva.
Me apresuré al sillón reclinable y me desplomé en él, cubriendo mi cara
con mis manos. Sentí las capas de frustración danzando de un lado a otro para
luego estrellarse en sí dentro de mí. Parker se había ido sintiéndose
menospreciado, Joseph esperó hasta que yo estaba viendo a alguien—alguien
quien realmente me gustaba—para mostrar un interés en mí y yo parecía ser la
única chica con la cual no era capaz de dormir, incluso, cuando estaba ebrio.
A la mañana siguiente, serví el jugo de naranja en un vaso grande y tomé
un sorbo mientras sacudía la cabeza al ritmo de la música que descendía de mi
iPod. Me había despertado antes de que saliera el sol, y luego me retorcí en el
sillón hasta las ocho. Después de eso, decidí limpiar la cocina para pasar el
rato hasta que mis menos ambiciosos compañeros se despertaran. Había
cargado el lavavajillas, barrido y trapeado, y luego limpié los mostradores.
Cuando la cocina estaba reluciente, agarré la cesta de ropa limpia y me senté
en el sofá, doblándola hasta que hubo más de una docena de pilas de ella
rodeándome.
Murmullos provinieron de la habitación de Shepley. América rió y luego
se quedó en silencio unos minutos más, seguido por ruidos que me hicieron
sentir un poco incómoda estar sentada sola en la sala de estar.
Apilé los montones de ropa doblada en la cesta y la llevé a la habitación
de Joseph, sonriendo al ver que no se había movido del lugar donde cayó la
noche anterior. Dejé la cesta en el suelo y tiré de la sábana sobre él, ahogando
una risa cuando se dio la vuelta.
—Ven, Pigeon —dijo, murmurando algo inaudible antes de que su
respiración se tornara lenta y profunda.
No pude evitar verlo dormir, sabiendo que él estaba soñando sobre mí
envió una emoción a través de mis venas que no podía explicar. Joseph se
quedó en silencio, así que tomé una ducha, esperando el sonido de que alguien
despierto calmaría los gemidos de Shepley y América y los crujidos y los golpes
contra la pared. Cuando apagué el agua, me di cuenta de que ellos no estaban
preocupados de quién los pudiera escuchar.
Me peiné, poniendo los ojos en blanco ante los gritos de América, más
pareciendo a un perro de lana que a una estrella de porno. El timbre de la
puerta sonó y agarré mi bata azul y ajusté el cinturón, trotando a través de la habitación hacia la puerta. Los ruidos de la habitación de Shepley se
detuvieron de inmediato y abrí la puerta para encontrarme con un Parker
sonriente.
—Buenos días —dijo.
Retiré mi pelo mojado hacia atrás con los dedos. — ¿Qué estás haciendo
aquí?
—No me gustó la forma en que nos despedimos ayer por la noche. Salí
esta mañana para buscar tu regalo de cumpleaños, y no podía esperar para
dártelo. Así que —dijo, sacando una caja brillante del bolsillo de la chaqueta—,
feliz cumpleaños, ___(nombre abreviado).
Puso el paquete en mi mano y me incliné para besarlo en la mejilla. —
Gracias.
—Ábrelo. Quiero ver tu cara cuando lo hagas.
Metí el dedo por debajo de la cinta en la parte inferior de la caja y luego
retiré el papel, entregándoselo. Una pulsera de brillantes diamantes reposaba
en la caja.
—Parker. —susurré.
Sonrió. — ¿Te gusta?
—Por supuesto —dije sosteniendo el brazalete en frente de mi cara en
admiración—, pero es demasiado. No podría aceptar esto aunque hubiésemos
estado saliendo por un año, mucho menos a la semana.
Parker hizo una mueca. —Pensé que dirías eso. Busqué de arriba a abajo
toda la mañana por tu perfecto regalo de cumpleaños, y cuando lo vi, supe que
sólo había un lugar donde debía pertenecer —dijo, tomándolo de mis dedos y
colocándolo alrededor de mi muñeca—. Y tenía razón. Se ve increíble en ti.
Levanté mi muñeca y sacudí la cabeza, hipnotizada por el brillo de
colores que desprendían a la luz del sol. —Es lo más hermoso que he visto.
Nadie nunca me había dado algo tan… —caro vino a mi mente, pero no quería
decir eso—, elaborado. No sé qué decir.
Parker se echó a reír y luego besó mi mejilla. —Di que lo llevarás
mañana.
Sonreí de oreja a oreja. —Lo llevaré —le dije, observando mi muñeca.
—Me alegro que te guste. La expresión en tu rostro vale la pena por las
siete tiendas a las que fui.
Suspiré. — ¿Fuiste a siete tiendas? —Él asintió con la cabeza y tomé su
rostro entre mis manos—. Gracias. Es perfecto —le dije, besándolo
rápidamente.Me abrazó fuerte. —Tengo que irme. Tengo un almuerzo con mis padres,
pero te llamo después, ¿de acuerdo?
—Está bien. ¡Gracias! —Llamé detrás de él, mirándolo trotar por las
escaleras.
Me apresuré a entrar en el apartamento, sin poder apartar los ojos de mi
muñeca.
— ¡Mierda, _____! —Dijo América, tomando mi mano—. ¿De dónde
sacaste esto?
—Parker lo trajo. Es mi regalo de cumpleaños —le dije.
América me miró boquiabierta y luego hacia a la pulsera.
— ¿Él te compró una pulsera de diamantes? ¿Después de una semana?
Si no lo supiera mejor, ¡diría que tienes una entrepierna mágica!
Me reí en voz alta, comenzando un ridículo festival de risa en la sala de
estar.
Shepley salió de su habitación, viéndose cansado y satisfecho. — ¿Sobre
qué están chillando los pastelitos de frutas?
América levantó mi muñeca. — ¡Mira! ¡Su regalo de cumpleaños de
Parker!
Shepley entrecerró los ojos y después se agrandaron.
—Vaya.
— ¿Verdad que sí? —dijo América, asintiendo con la cabeza.
Joseph tropezó en la vuelta de la esquina, pareciendo un poco enfermo. —
Ustedes son jodidamente ruidosos —gimió, abotonándose sus vaqueros.
—Lo siento —le dije, tirando de mi mano del agarre de América. Nuestro
casi-momento se deslizó en mi mente y parecía que no podía verlo a los ojos.
Se tomó el resto de mi jugo de naranja y luego se secó su boca. — ¿Quién
diablos me dejó beber tanto ayer por la noche?
América se burló. —Tú lo hiciste. Te fuiste a comprar un quinto después
de que _____ se fuese con Parker y arruinaste todo el asunto cuando ella
regresó.
—Maldita sea —dijo, sacudiendo la cabeza—. ¿Te divertiste? —Preguntó,
mirándome.
— ¿Hablas en serio? —Pregunté, mostrando mi ira antes de pensarlo.
— ¿Qué?
América se echó a reír. —La sacaste del coche de Parker, viendo todo rojo
cuando los sorprendiste acaramelados como estudiantes de secundaria.
¡Empañaron las ventanas y todo!
Los ojos de Joseph se desenfocaron, buscando los recuerdos de la noche
anterior en su mente. Traté de sofocar mi temperamento. Si él no recordaba
sacándome del coche, entonces no recordaría que estuve a punto de entregarle
mi virginidad en una bandeja de plata.
— ¿Qué tan cabreada estás? —preguntó, haciendo una mueca.
—Bastante. —Estaba furiosa de que mis sentimientos no tenían nada
que ver con Parker. Apreté la bata y pisoteé por el pasillo. Los pasos de Joseph
estaban detrás de mí.
—Pidge —dijo, capturando la puerta cuando la cerré en su cara. Poco a
poco la abrió y se puso delante de mí, esperando para sufrir ante mi ira.
— ¿No recuerdas nada de lo que me dijiste la noche anterior? —Le
pregunté.
—No. ¿Por qué? ¿Fui grosero contigo? —Sus ojos inyectados de sangre
estaban cargados de preocupación, lo que sólo sirvió para amplificar mi ira.
— ¡No, no fuiste grosero conmigo! Tú… nosotros… —Cubrí mis ojos con
mis manos y luego me congelé cuando sentí la mano de Joseph en mi muñeca.
— ¿De dónde salió esto? —dijo, mirando la pulsera.
—Es mía. —le dije, alejándome de él.
Él no quitaba los ojos de encima de mi muñeca. —Nunca la había visto
antes. Parece nueva.
—Lo es.
— ¿De dónde la has sacado?
—Parker me la dio hace unos quince minutos —le dije, mirando su
expresión pasar de la confusión a la ira.
— ¿Qué diablos estaba haciendo ese imbécil aquí? ¿Pasó la noche aquí?
—Preguntó, levantando la voz con cada pregunta.
Me crucé de brazos. —Él fue de compras en busca de mi regalo de
cumpleaños esta mañana y lo trajo.
—No es tu cumpleaños, todavía. —Su rostro se volvió en un intenso color
rojo mientras intentaba mantener su temperamento bajo control.
—No podía esperar. —dije, levantando la barbilla con orgullo.
—No es de extrañar que tuve que arrastrar tu trasero de su coche, parece
que tú… —Se detuvo, presionando sus labios.
Entrecerré los ojos. — ¿Qué? Parece como si estuviera, ¿Qué?
Su mandíbula se tensó y tomó una respiración profunda, soplando a
través de su nariz. —Nada. Estoy cabreado e iba a decir algo que no quería
decir.
—Nunca te has detenido antes.
—Lo sé. Estoy trabajando en ello —dijo caminando hacia la puerta—.
Dejaré que te vistas.
Cuando tomó el pomo, se detuvo, frotándose el brazo. Tan pronto como
sus dedos tocaron el morete purpura que se acumulaba bajo su piel, levantó su
codo y vio la contusión. Él la miró por un momento y luego se volvió hacia mí.
—Me caí en las escaleras la noche anterior. Y tú me ayudaste a llegar a la
cama… —dijo, analizando las imágenes borrosas en su mente.
Mi corazón latía con fuerza y tragué saliva cuando noté que lo había
recordado. Sus ojos se estrecharon. —Nosotros —comenzó, dando un paso
hacia mí, mirando el armario y luego a la cama.
—No, no lo hicimos. No pasó nada —dije, sacudiendo la cabeza.
Se encogió, la memoria, obviamente, repitiéndose en su mente. —
Empañaron las ventanas de Parker, te saqué del coche y después traté de… —
dijo, sacudiendo la cabeza. Se dio la vuelta hacia la puerta y cogió el pomo, sus
nudillos blancos—. Estás volviéndome en un jodido psicópata, Pigeon —gruñó
sobre su hombro—. No puedo pensar bien cuando estoy cerca de ti.
— ¿Así que es mi culpa?
Se dio la vuelta. Sus ojos se posaron en de mi rostro a mi bata, a mis
piernas y luego a los pies, después volviendo a mis ojos. —No sé. Mi memoria
es un poco confusa… pero no recuerdo que dijeras que no.
Di un paso adelante, dispuesta a discutir ese hecho irreverente, pero no
pude. Él estaba en lo cierto. — ¿Qué quieres que diga, Joseph?
Miró la pulsera y luego a mí con ojos acusadores. — ¿Estabas esperando
que no lo recordara?
— ¡No! ¡Estaba furiosa porque se te olvidó!
Sus ojos marrones se clavaron en los míos. — ¿Por qué?
—Porque si yo… si nosotros… ¡No sé por qué! ¡Sólo lo estaba!
Él atravesó por la habitación, deteniéndose a centímetros de mí. Sus
manos tocaron cada lado de mi rostro. — ¿Qué estamos haciendo, Pidge?
Mis ojos comenzaron en su cinturón y luego se deslizaron sobre los
músculos y tatuajes de su estómago y pecho, reposando, finalmente, en el
cálido color marrón de sus ojos. —Tú dímelo.
HHola chicas! Una enorme disculpa por haberme tardado taaantoo. Pero les tengo una buena noticia, ya estoy adaptando más capítulos, y les subiré un marató grande. Solo no quería hacerlas esperar más y les deje mientras este. No andaba bien de salud. Disculpen. Gracias y me tarde lo sé. Besos
china mientras yo reía ante las habilidades de Parker con los palillos. Cuando
él me llevó a casa, Joseph abrió antes de que pudiera darme un beso. Cuando
salimos el miércoles por la noche, Parker se aseguró de besarme en el coche.
El jueves durante el almuerzo, Parker me encontró en la cafetería y
sorprendió a todos cuando se sentó en el lugar de Joeph. Cuando Joseph
terminó su cigarrillo y entró, caminó pasando a Parker con indiferencia,
sentándose al final de la mesa. Megan se acercó a él, pero se mostró
decepcionada cuando él la despidió con la mano. Después de eso, todos en la
mesa estaban en silencio y me resultaba difícil concentrarme en cualquier cosa
que Parker decía.
—Asumo que no estaba invitado —dijo Parker, capturando mi atención.
— ¿Qué?
—He oído que tu fiesta de cumpleaños es el domingo. ¿No estoy invitado?
América miró a Joseph, quien miró a Parker, como si estuviera a punto de
arrancarle la cabeza.
—Era una fiesta sorpresa, Parker. —dijo América en voz baja.
—Oh. —dijo Parker, encogiéndose.
— ¿Me estás dando una fiesta sorpresa? —Le pregunté a América.
Ella se encogió de hombros. —La idea fue de Joe. Es en el lugar de
Brasil el domingo. Seis de la tarde.
Las mejillas de Parker se tornaron de un rojo tenue. —Supongo que
ahora realmente no estoy invitado.
— ¡No! ¡Por supuesto que lo estás! —dije, sosteniendo su mano por
encima de la mesa. Doce pares de ojos se centraron en nuestras manos. Pude
notar que Parker estaba tan incómodo con la atención al igual que yo, así que
retiré mi mano.
Parker se puso de pie. —Tengo algunas cosas que hacer antes de clases.
Te llamaré más tarde.
—Está bien. —dije, ofreciéndole una sonrisa de disculpa.
Parker se inclinó sobre la mesa y me besó en los labios. El silencio en la
mesa se prolongó y América me dio un codazo después de que Parker se
marchó.
— ¿No es espeluznante cómo todo el mundo te mira? —Susurró. Ella
miró a su alrededor con el ceño fruncido—. ¿Qué? —Gritó América—.
¡Ocúpense de sus asuntos, pervertidos!
Uno por uno se volvieron hacia otro lado y los murmullos continuaron.
Me cubrí los ojos con las manos. —Sabes, antes era patética porque
pensaban que era la novia de Joseph. Ahora soy mala porque todo el mundo
piensa que estoy rebotando entre Joseph y Parker como una pelota de ping pon.
—Cuando América no hizo ningún comentario, la miré—. ¿Qué? ¡No me digas
que tú también crees esa mierda!
— ¡No he dicho nada! —dijo.
La miré con incredulidad. — ¿Pero eso es lo que tú piensas?
América negó con la cabeza, pero no dijo nada más. Las heladas miradas
de los otros estudiantes de pronto eran aparentes y me puse de pie, caminando
hasta el final de la mesa.
—Tenemos que hablar. —dije, tocando el hombro de Joseph. Traté de
sonar amable, pero la ira burbujeando dentro de mí provocó un filo a mis
palabras. La población estudiantil, incluyendo mi mejor amiga, pensaba que
estaba haciendo malabares con dos hombres. Sólo había una solución.
—Pues habla —dijo Joseph, lanzando algo empanado y frito en su boca.
Me inquieté, notando las miradas curiosas de todos a nuestro alcance.
Cuando Joseph seguía sin moverse, lo agarré del brazo y le di un buen tirón. Se
levantó y me siguió afuera con una sonrisa en su rostro.
— ¿Qué, Pidge? —dijo, mirando de mi mano a su brazo y luego a mí.
—Tienes que dejarme salir de la apuesta —le supliqué.
Su cara cayó. — ¿Te quieres ir? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?
—No hiciste nada, Joe. ¿No has notado a todo el mundo mirándonos?
Estoy convirtiéndome rápidamente en la paria de la Universidad de Eastern.
Joseph sacudió la cabeza y encendió un cigarrillo. —No es mi problema.
—Sí, lo es. Parker dijo que todo el mundo piensa que tiene deseos de
morir porque estás enamorado de mí.
Las cejas de Joseph se levantaron y se atragantó con el soplo de humo
que acababa de inhalar. — ¿La gente está diciendo eso? —dijo, mientras tocía.
Asentí con la cabeza. Miró a lo lejos con los ojos muy abiertos, tomando
otra calada.
— ¡Joseph! ¡Tienes que dejarme salir de la apuesta! No puedo salir con
Parker y vivir contigo al mismo tiempo. ¡Se ve terrible!
—Deja de salir con Parker.
Lo fulminé con la mirada. —Ese no es el problema y lo sabes.
— ¿Es esa la única razón por la que quieres irte? ¿Por lo que dice la
gente?
—Por lo menos antes yo era la tonta y tú eras el tipo malo. —me quejé.
—Responde la pregunta, Pidge.
— ¡Sí!
Joseph miró más allá de mí a los estudiantes que entraban y salían de la
cafetería. Él estaba deliberando y me impacienté mientras él tomaba su
decisión.
Finalmente, se mantuvo firme, resuelto. —No.
Negué con la cabeza, segura de haber entendido mal.
— ¿Disculpa?
—No. Tú misma lo dijiste: una apuesta es una apuesta. Después del mes,
estarás con Parker, él se convertirá en un médico, se casarán y tendrán hijos y
nunca te volveré a ver. —Hizo una mueca ante sus propias palabras—. Aún
tengo tres semanas. No las dejaré pasar por chismes en el comedor.
Miré a través de la ventana de cristal para ver a todos en la cafetería
mirándonos. La atención no deseada hizo que mis ojos ardieran. Pasé junto a
él para dirigirme a la siguiente clase.
—Pigeon —llamó Joseph después de mí.
No me di la vuelta.
Esa noche, América se sentó en el suelo de azulejo del cuarto de baño,
balbuceando sobre chicos mientras yo estaba en frente del espejo haciendo de
mi pelo en una coleta. Sólo escuchaba a medias, pensando en que tan paciente
Joseph había sido—para Joseph—sabiendo que a él no le gustaba la idea de
Parker recogiéndome de su apartamento casi todas las noches.
La expresión del rostro de Joseph destelló en mi mente cuando le pedí que
me dejara salir de la apuesta, y nuevamente cuando le dije que la gente decía
que él estaba enamorado de mí. No podía dejar de preguntarme por qué él no lo
negó.
—Bueno, Shep piensa que estás siendo demasiada dura con él. Él nunca
ha tenido a nadie lo suficiente importante para….
Joseph asomó la cabeza y sonrió mientras miraba mi cabello alborotado.
— ¿Quieres ir a cenar? —Preguntó.
América se puso de pie para mirarse en el espejo, pasando sus dedos por
su pelo dorado. —Shep quiere visitar el nuevo lugar Mexicano en el centro si
ustedes quieren ir.
Joseph sacudió la cabeza. —Pensé que Pidge y yo podríamos ir solos esta
noche.
—Voy a salir con Parker.
— ¿Otra vez? —dijo, molesto.
—Otra vez —le dije con una voz cantarina.
El timbre de la puerta sonó y me apresuré para abrirla. Parker estaba
delante de mí, su rubia cabellera ondulada encima de su recién cara afeitada.
— ¿Alguna vez te vez menos que magnifica? —preguntó Parker.
—Basándome en la primera vez que vino aquí, tendré que decir que sí —
dijo Joseph detrás de mí.
Puse los ojos en blanco y sonreí, levantando un dedo hacia Parker,
señalándole que esperara. Me volví y eché los brazos alrededor de Joseph. Se
puso rígido con sorpresa y luego se relajó, tirando fuertemente de mí hacia él.
Miré a sus ojos y sonreí. —Gracias por organizar mi fiesta de
cumpleaños. ¿Puedo tomar un vale para la cena?
Una docena de emociones se desplazaron por la cara de Joseph, y
entonces, las comisuras de sus labios se elevaron. — ¿Mañana?
Lo abracé y sonreí. —Absolutamente. —Me despedí de él mientras Parker
me tomaba de la mano.
— ¿Qué fue eso? —Preguntó Parker.
—No hemos estado llevándonos bien últimamente. Esa fue mi versión de
una rama de olivo.
— ¿Debería preocuparme? —preguntó, abriendo la puerta.
—No. —dije sonriendo, besando su mejilla.
En la cena, Parker habló de Harvard, de la Casa y sus planes de buscar
un apartamento. Sus cejas se juntaron. — ¿Te escoltará Joseph a tu fiesta de
cumpleaños?
—No estoy muy segura. No ha dicho nada al respecto.
—Si no le importa, me gustaría llevarte. —Él tomó mi mano y me besó los
dedos.
—Le voy a preguntar. La fiesta fue su idea, así que…
—Lo entiendo. Si no, te veré allí. —sonrió.
Parker me llevó al apartamento, aparcando en el estacionamiento.
Cuando me beso, sus labios se mantuvieron en los míos. Tiró del freno de
mano mientras sus labios viajaron a lo largo de mi mandíbula al oído, y luego
hacia mi cuello. Me tomó por sorpresa y dejé escapar un suspiro en respuesta.
—Eres tan hermosa —susurró—. He estado distraído durante toda la
noche, con tu pelo retirado fuera de tu cuello. —Él repartió besos por mi cuello
y exhalé, un gemido escapando con mi aliento.
— ¿Por qué tardaste tanto? —Sonreí, levantando mi barbilla para darle
mejor acceso.
Parker se enfocó en mis labios. Agarró cada lado de mi cara, dándome un
beso un poco más firme que de costumbre. No teníamos mucho espacio en el
coche, pero hicimos que el reducido espacio estuviera a nuestro favor. Se apoyó
en mí, doblé mi rodilla cuando me dejé caer contra la ventana. Su lengua se
deslizó dentro de mi boca y su mano tomó mi tobillo y luego la deslizó a lo largo
de mi pierna a mi muslo. Las ventanas se empañaron en minutos con nuestra
respiración dificultosa, pegándose en las heladas ventanas. Sus labios rozaron
mi clavícula y luego su cabeza se elevó cuando el cristal vibró con varios golpes
fuertes.
Parker se sentó y yo me enderecé, ajustando mi vestido. Di un salto
cuando la puerta se abrió. Joseph y América estaban al lado del coche. América
tenía una expresión simpática y Travis parecía estar a punto de una rabieta.
— ¿Qué demonios, Joe? —Gritó Parker.
De pronto, la situación se sintió peligrosa. Nunca había oído a Parker
levantar la voz, los nudillos de Joseph estaban blancos mientras él apretaba sus
manos en puños a los costados—y yo estaba en medio.
La mano de América parecía minúscula cuando la colocó en el
voluminoso brazo de Joseph, sacudiendo la cabeza hacia Parker en una alerta
silenciosa.
—Vamos, ______. Necesito hablar contigo —dijo.
— ¿Sobre qué?
— ¡Sólo ven! —gritó.
Miré a Parker, viendo la irritación en sus ojos. —Lo siento, me tengo que
ir.
—No, está bien. Ve.
Joseph me ayudó a salir del Porsche y luego pateó la puerta, cerrándola.
Me volteé, interponiéndome entre él y el coche, empujando su hombro. — ¿Qué
te pasa? ¡Basta!
América parecía nerviosa. No tomó mucho tiempo saber por qué. Joseph
olía a whisky; ella había insistido en acompañarlo o él le había pedido que
viniera. De cualquier manera, ella era un elemento de disuasión a la violencia.
Las ruedas del Porsche de Parker chillaron fuera del estacionamiento y
Joseph encendió un cigarrillo. —Puedes entrar, Mare.
Ella tiró de mi falda. —Vamos, ______.
— ¿Por qué no te quedas, ____(nombre abreviado)? —Bulló.
Asentí con la cabeza para que América siguiera adelante y de mala gana
ella cumplió. Me crucé de brazos, lista para una pelea, preparándome para
arremeterlo contra la inevitable charla. Joseph tomó varias caladas de su
cigarrillo y cuando fue obvio que él no iba a explicar nada, mi paciencia se
agotó.
— ¿Por qué hiciste eso? —Le pregunté.
— ¿Por qué? ¡Porque estaba follándote delante de mi apartamento! —
Gritó. Sus ojos estaban desenfocados y podía ver que él era incapaz de tener
una conversación racional.
Mantuve mi voz tranquila. —Puede que esté quedándome en tu casa,
pero lo que hago, y con quien lo haga, es mi problema.
Tiró el cigarrillo al suelo. —Eres mucho mejor que eso, Pidge. No dejes
que te folle en un coche como una barata cita de graduación.
— ¡No iba a tener relaciones sexuales con él!
Hizo un gesto hacia el espacio vacío donde el coche de Parker estaba. —
¿Qué estaban haciendo, entonces?
— ¿Nunca has besado a alguien sin que llegue a nada más?
Frunció el ceño y sacudió la cabeza como si estuviera hablando
galimatías. — ¿Cuál es el punto en eso?
—Es el concepto que existe para mucha gente… sobre todo para aquellos
que tienen citas.
—Todas las ventanas estaban empañadas, el coche se estaba
sacudiendo… ¿Cómo iba yo a saber? —dijo, agitando sus brazos en la dirección
del estacionamiento vacío.
— ¡Tal vez no deberías espiarme!
Se frotó la cara y sacudió la cabeza. —No puedo soportar esto, Pigeon.
Siento que me estoy volviendo loco.
Tiré mis manos al aire y las dejé caer golpeando mis muslos. — ¿No
puedes soportar qué?
—Si tú duermes con él, no quiero saberlo. Iré a la cárcel por mucho
tiempo si me entero que… simplemente no me lo digas.
—Joseph —bullí—. ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¡Eso es un gran
paso para mí!
— ¡Eso es lo que todas las chicas dicen!
— ¡No me refiero a las putas con las que lidias! ¡Me refiero a mí! —Dije,
sosteniendo mi mano contra mi pecho—. ¡Yo no he… ugh! No importa.
Me alejé de él, pero me agarró del brazo, girándome hacia él.
— ¿Tú no qué? —preguntó. No le respondí; no tenía que hacerlo. Podía
ver el reconocimiento atravesar su rostro y se rió una vez—. ¿Eres virgen?
— ¿Y qué? —dije, la sangre arremolinándose en mis mejillas.
Sus ojos se dirigieron a los míos. —Es por eso que América estaba tan
segura que no irías tan lejos.
—Tuve el mismo novio los cuatro años de escuela secundaria. ¡Él era un
aspirante a ministro bautista! ¡Esto nunca fue un tema para nosotros!
La ira de Joseph se desvaneció y el alivio era evidente en sus ojos. — ¿Un
ministro de la juventud? ¿Qué pasó después de toda la dura abstinencia?
—Él quería casarse y quedarse en… Kansas. Yo no lo hacía. —Estaba
desesperada por cambiar de tema. La diversión en los ojos de Joseph era lo
suficientemente humillante. No quería que él cavara más lejos en mi pasado.
Dio un paso hacia mí y sostuvo cada lado de mi cara. —Virgen —dijo,
sacudiendo la cabeza—. Nunca me lo hubiera imaginado con la forma en que
bailaste en The Red.
—Muy gracioso. —le dije, dirigiéndome a las escaleras.
Joseph intentó seguirme, pero tropezó y cayó, volviéndose boca arriba y
riendo histéricamente.
— ¿Qué estás haciendo? ¡Levántate! —dije, ayudándolo a ponerse de pie.
Enganchó su brazo alrededor de mi cuello y le ayudé a subir las
escaleras. Shepley y América ya estaban en cama, por lo que sin ayuda a plena vista, me quité los tacones para evitar romperme los tobillos al guiar a Joseph a
la habitación. Cayó de espaldas a la cama, tirando de mí con él.
Cuando aterrizamos, mi cara estaba a pocos centímetros de la suya. Su
expresión era repentinamente seria. Se inclinó, casi besándome, pero lo alejé.
Las cejas de Joseph se elevaron.
—Ya basta, Joe —dije.
Me abrazó fuertemente contra él hasta que dejé de luchar y luego alejó la
correa de mi vestido, haciendo que ésta colgara de mi hombro. —Desde que la
palabra virgen salió de tus labios… tengo una urgencia repentina de ayudarte a
salir de este vestido.
—Qué mal. Estabas dispuesto a matar a Parker por la misma razón hace
veinte minutos, así que no seas un hipócrita.
—Al diablo con Parker. Él no te conoce como yo.
—Anda, Joseph. Vamos a quitarte la ropa y meterte a la cama.
—De eso es de lo que estoy hablando. —rió entre dientes.
— ¿Cuánto has bebido? —pregunté, consiguiendo finalmente poner mi
pie entre sus piernas.
—Lo suficiente. —sonrió, tirando del dobladillo de mi vestido.
—Probablemente superaste lo suficiente hace mucho, —le dije, dándole
una palmada en la mano. Coloqué mi rodilla en el colchón junto a él y tirando
de su camisa sobre su cabeza. Intentó tomarme otra vez pero lo agarré de la
muñeca, oliendo el hedor de acre en el aire—. Dios, Joe, apestas a Jack
Daniels.
—Jim Beam —corrigió con una inclinación ebria.
—Huele a madera quemada y productos químicos.
—Sabe así, también. —dijo riendo. Abrí la hebilla de su cinturón y tiré de
los bucles. Se echó a reír con las sacudidas del movimiento y luego levantó la
cabeza para mirarme—. Es mejor que cuides tu virginidad, Pidge. Sabes que
me gusta duro.
—Cállate. —dije, desabrochándole los pantalones vaqueros, deslizándolos
hacia abajo sobre sus caderas y luego sus piernas. Tiré los vaqueros al suelo y
me paré con las manos en mis caderas, mi respiración era dificultosa. Sus
piernas estaban colgando de la cama, sus ojos cerrados y su respiración
profunda y pesada. Se había quedado dormido.
Tomé una respiración profunda y caminé al armario. Sacudiendo mi
cabeza mientras revolvía la ropa. Abrí la cremallera del vestido y lo empujé
hacia abajo sobre mis caderas, dejándolo caer hasta los tobillos. Lo pateé a la
esquina, deshice la cola de caballo, sacudiendo el pelo.
El armario estaba lleno de su ropa y la mía, solté una respiración,
soplando mi cabello fuera de mi rostro mientras buscaba a través del desorden
por una camiseta. Mientras que retiraba una de la percha, Joseph se estrelló
contra mi espalda, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.
— ¡Me asustaste hasta la mierda! —Me quejé.
Deslizó sus manos sobre mi piel. Me di cuenta de que se sentían
diferentes; lentos y pausados. Cerré los ojos cuando tiró de mí contra él y
enterró su cara en mi pelo, acariciando mi cuello. El sentir su piel desnuda
contra la mía, hizo que me tomara un momento para protestar.
—Joseph…
Tiró de mi pelo a un lado y rozó sus labios a lo largo de mi espalda, de un
hombro a otro, soltando el broche de mi sujetador. Besó la piel desnuda en la
base de mi cuello y cerré los ojos, la cálida suavidad de su boca se sentía
demasiado bien para detenerlo. Un silencioso gemido escapó de su garganta
cuando él apretó su pelvis contra la mía, y pude sentir lo mucho que me
deseaba a través de sus bóxers. Contuve la respiración, sabiendo que lo único
que nos mantenía de ese gran paso que hace momentos estaba en contra eran
sólo dos piezas de tela delgada.
Joseph me volvió hacia él y luego presionó contra mí, inclinando mi
espalda contra la pared. Nuestros ojos se encontraron, y pude ver el dolor en
su expresión mientras analizaba mi piel desnuda. Lo había visto persuadir a
las mujeres, pero esto era diferente. Él no me quería conquistar; él quería que
le dijera que sí.
Se inclinó para besarme, deteniéndose a tan sólo una pulgada de
distancia. Podía sentir el calor radiando de su piel contra mis labios, y tuve que
detenerme a mí misma de atraerlo el resto del camino. Sus dedos se clavaron
en mi piel mientras él deliberaba, y luego sus manos se deslizaron desde mi
espalda hasta el dobladillo de mi ropa interior. Su dedo índice se deslizó por
mis caderas, entre mi piel y el tejido de encaje, y en el momento en que estaba
a punto de tirar hacia abajo los delicados hilos, dudó. Justo cuando abrí la
boca para decir sí, cerró los ojos.
—No así. —susurró, rozando sus labios contra los míos—. Te deseo, pero
no sucederá así.
Se tambaleó hacia atrás, cayendo sobre su espalda en la cama, y yo me
quedé por un momento con los brazos cruzados a través de mi estómago.
Cuando su respiración se reguló, metí mis brazos a través de la camisa que
aún tenía en la mano y tiré de ella sobre mi cabeza. Joseph no se movió y dejé escapar una respiración de alivio, sabiendo que no podría contenernos a
cualquiera de nosotros si él se despertaba con una menos honorable
perspectiva.
Me apresuré al sillón reclinable y me desplomé en él, cubriendo mi cara
con mis manos. Sentí las capas de frustración danzando de un lado a otro para
luego estrellarse en sí dentro de mí. Parker se había ido sintiéndose
menospreciado, Joseph esperó hasta que yo estaba viendo a alguien—alguien
quien realmente me gustaba—para mostrar un interés en mí y yo parecía ser la
única chica con la cual no era capaz de dormir, incluso, cuando estaba ebrio.
A la mañana siguiente, serví el jugo de naranja en un vaso grande y tomé
un sorbo mientras sacudía la cabeza al ritmo de la música que descendía de mi
iPod. Me había despertado antes de que saliera el sol, y luego me retorcí en el
sillón hasta las ocho. Después de eso, decidí limpiar la cocina para pasar el
rato hasta que mis menos ambiciosos compañeros se despertaran. Había
cargado el lavavajillas, barrido y trapeado, y luego limpié los mostradores.
Cuando la cocina estaba reluciente, agarré la cesta de ropa limpia y me senté
en el sofá, doblándola hasta que hubo más de una docena de pilas de ella
rodeándome.
Murmullos provinieron de la habitación de Shepley. América rió y luego
se quedó en silencio unos minutos más, seguido por ruidos que me hicieron
sentir un poco incómoda estar sentada sola en la sala de estar.
Apilé los montones de ropa doblada en la cesta y la llevé a la habitación
de Joseph, sonriendo al ver que no se había movido del lugar donde cayó la
noche anterior. Dejé la cesta en el suelo y tiré de la sábana sobre él, ahogando
una risa cuando se dio la vuelta.
—Ven, Pigeon —dijo, murmurando algo inaudible antes de que su
respiración se tornara lenta y profunda.
No pude evitar verlo dormir, sabiendo que él estaba soñando sobre mí
envió una emoción a través de mis venas que no podía explicar. Joseph se
quedó en silencio, así que tomé una ducha, esperando el sonido de que alguien
despierto calmaría los gemidos de Shepley y América y los crujidos y los golpes
contra la pared. Cuando apagué el agua, me di cuenta de que ellos no estaban
preocupados de quién los pudiera escuchar.
Me peiné, poniendo los ojos en blanco ante los gritos de América, más
pareciendo a un perro de lana que a una estrella de porno. El timbre de la
puerta sonó y agarré mi bata azul y ajusté el cinturón, trotando a través de la habitación hacia la puerta. Los ruidos de la habitación de Shepley se
detuvieron de inmediato y abrí la puerta para encontrarme con un Parker
sonriente.
—Buenos días —dijo.
Retiré mi pelo mojado hacia atrás con los dedos. — ¿Qué estás haciendo
aquí?
—No me gustó la forma en que nos despedimos ayer por la noche. Salí
esta mañana para buscar tu regalo de cumpleaños, y no podía esperar para
dártelo. Así que —dijo, sacando una caja brillante del bolsillo de la chaqueta—,
feliz cumpleaños, ___(nombre abreviado).
Puso el paquete en mi mano y me incliné para besarlo en la mejilla. —
Gracias.
—Ábrelo. Quiero ver tu cara cuando lo hagas.
Metí el dedo por debajo de la cinta en la parte inferior de la caja y luego
retiré el papel, entregándoselo. Una pulsera de brillantes diamantes reposaba
en la caja.
—Parker. —susurré.
Sonrió. — ¿Te gusta?
—Por supuesto —dije sosteniendo el brazalete en frente de mi cara en
admiración—, pero es demasiado. No podría aceptar esto aunque hubiésemos
estado saliendo por un año, mucho menos a la semana.
Parker hizo una mueca. —Pensé que dirías eso. Busqué de arriba a abajo
toda la mañana por tu perfecto regalo de cumpleaños, y cuando lo vi, supe que
sólo había un lugar donde debía pertenecer —dijo, tomándolo de mis dedos y
colocándolo alrededor de mi muñeca—. Y tenía razón. Se ve increíble en ti.
Levanté mi muñeca y sacudí la cabeza, hipnotizada por el brillo de
colores que desprendían a la luz del sol. —Es lo más hermoso que he visto.
Nadie nunca me había dado algo tan… —caro vino a mi mente, pero no quería
decir eso—, elaborado. No sé qué decir.
Parker se echó a reír y luego besó mi mejilla. —Di que lo llevarás
mañana.
Sonreí de oreja a oreja. —Lo llevaré —le dije, observando mi muñeca.
—Me alegro que te guste. La expresión en tu rostro vale la pena por las
siete tiendas a las que fui.
Suspiré. — ¿Fuiste a siete tiendas? —Él asintió con la cabeza y tomé su
rostro entre mis manos—. Gracias. Es perfecto —le dije, besándolo
rápidamente.Me abrazó fuerte. —Tengo que irme. Tengo un almuerzo con mis padres,
pero te llamo después, ¿de acuerdo?
—Está bien. ¡Gracias! —Llamé detrás de él, mirándolo trotar por las
escaleras.
Me apresuré a entrar en el apartamento, sin poder apartar los ojos de mi
muñeca.
— ¡Mierda, _____! —Dijo América, tomando mi mano—. ¿De dónde
sacaste esto?
—Parker lo trajo. Es mi regalo de cumpleaños —le dije.
América me miró boquiabierta y luego hacia a la pulsera.
— ¿Él te compró una pulsera de diamantes? ¿Después de una semana?
Si no lo supiera mejor, ¡diría que tienes una entrepierna mágica!
Me reí en voz alta, comenzando un ridículo festival de risa en la sala de
estar.
Shepley salió de su habitación, viéndose cansado y satisfecho. — ¿Sobre
qué están chillando los pastelitos de frutas?
América levantó mi muñeca. — ¡Mira! ¡Su regalo de cumpleaños de
Parker!
Shepley entrecerró los ojos y después se agrandaron.
—Vaya.
— ¿Verdad que sí? —dijo América, asintiendo con la cabeza.
Joseph tropezó en la vuelta de la esquina, pareciendo un poco enfermo. —
Ustedes son jodidamente ruidosos —gimió, abotonándose sus vaqueros.
—Lo siento —le dije, tirando de mi mano del agarre de América. Nuestro
casi-momento se deslizó en mi mente y parecía que no podía verlo a los ojos.
Se tomó el resto de mi jugo de naranja y luego se secó su boca. — ¿Quién
diablos me dejó beber tanto ayer por la noche?
América se burló. —Tú lo hiciste. Te fuiste a comprar un quinto después
de que _____ se fuese con Parker y arruinaste todo el asunto cuando ella
regresó.
—Maldita sea —dijo, sacudiendo la cabeza—. ¿Te divertiste? —Preguntó,
mirándome.
— ¿Hablas en serio? —Pregunté, mostrando mi ira antes de pensarlo.
— ¿Qué?
América se echó a reír. —La sacaste del coche de Parker, viendo todo rojo
cuando los sorprendiste acaramelados como estudiantes de secundaria.
¡Empañaron las ventanas y todo!
Los ojos de Joseph se desenfocaron, buscando los recuerdos de la noche
anterior en su mente. Traté de sofocar mi temperamento. Si él no recordaba
sacándome del coche, entonces no recordaría que estuve a punto de entregarle
mi virginidad en una bandeja de plata.
— ¿Qué tan cabreada estás? —preguntó, haciendo una mueca.
—Bastante. —Estaba furiosa de que mis sentimientos no tenían nada
que ver con Parker. Apreté la bata y pisoteé por el pasillo. Los pasos de Joseph
estaban detrás de mí.
—Pidge —dijo, capturando la puerta cuando la cerré en su cara. Poco a
poco la abrió y se puso delante de mí, esperando para sufrir ante mi ira.
— ¿No recuerdas nada de lo que me dijiste la noche anterior? —Le
pregunté.
—No. ¿Por qué? ¿Fui grosero contigo? —Sus ojos inyectados de sangre
estaban cargados de preocupación, lo que sólo sirvió para amplificar mi ira.
— ¡No, no fuiste grosero conmigo! Tú… nosotros… —Cubrí mis ojos con
mis manos y luego me congelé cuando sentí la mano de Joseph en mi muñeca.
— ¿De dónde salió esto? —dijo, mirando la pulsera.
—Es mía. —le dije, alejándome de él.
Él no quitaba los ojos de encima de mi muñeca. —Nunca la había visto
antes. Parece nueva.
—Lo es.
— ¿De dónde la has sacado?
—Parker me la dio hace unos quince minutos —le dije, mirando su
expresión pasar de la confusión a la ira.
— ¿Qué diablos estaba haciendo ese imbécil aquí? ¿Pasó la noche aquí?
—Preguntó, levantando la voz con cada pregunta.
Me crucé de brazos. —Él fue de compras en busca de mi regalo de
cumpleaños esta mañana y lo trajo.
—No es tu cumpleaños, todavía. —Su rostro se volvió en un intenso color
rojo mientras intentaba mantener su temperamento bajo control.
—No podía esperar. —dije, levantando la barbilla con orgullo.
—No es de extrañar que tuve que arrastrar tu trasero de su coche, parece
que tú… —Se detuvo, presionando sus labios.
Entrecerré los ojos. — ¿Qué? Parece como si estuviera, ¿Qué?
Su mandíbula se tensó y tomó una respiración profunda, soplando a
través de su nariz. —Nada. Estoy cabreado e iba a decir algo que no quería
decir.
—Nunca te has detenido antes.
—Lo sé. Estoy trabajando en ello —dijo caminando hacia la puerta—.
Dejaré que te vistas.
Cuando tomó el pomo, se detuvo, frotándose el brazo. Tan pronto como
sus dedos tocaron el morete purpura que se acumulaba bajo su piel, levantó su
codo y vio la contusión. Él la miró por un momento y luego se volvió hacia mí.
—Me caí en las escaleras la noche anterior. Y tú me ayudaste a llegar a la
cama… —dijo, analizando las imágenes borrosas en su mente.
Mi corazón latía con fuerza y tragué saliva cuando noté que lo había
recordado. Sus ojos se estrecharon. —Nosotros —comenzó, dando un paso
hacia mí, mirando el armario y luego a la cama.
—No, no lo hicimos. No pasó nada —dije, sacudiendo la cabeza.
Se encogió, la memoria, obviamente, repitiéndose en su mente. —
Empañaron las ventanas de Parker, te saqué del coche y después traté de… —
dijo, sacudiendo la cabeza. Se dio la vuelta hacia la puerta y cogió el pomo, sus
nudillos blancos—. Estás volviéndome en un jodido psicópata, Pigeon —gruñó
sobre su hombro—. No puedo pensar bien cuando estoy cerca de ti.
— ¿Así que es mi culpa?
Se dio la vuelta. Sus ojos se posaron en de mi rostro a mi bata, a mis
piernas y luego a los pies, después volviendo a mis ojos. —No sé. Mi memoria
es un poco confusa… pero no recuerdo que dijeras que no.
Di un paso adelante, dispuesta a discutir ese hecho irreverente, pero no
pude. Él estaba en lo cierto. — ¿Qué quieres que diga, Joseph?
Miró la pulsera y luego a mí con ojos acusadores. — ¿Estabas esperando
que no lo recordara?
— ¡No! ¡Estaba furiosa porque se te olvidó!
Sus ojos marrones se clavaron en los míos. — ¿Por qué?
—Porque si yo… si nosotros… ¡No sé por qué! ¡Sólo lo estaba!
Él atravesó por la habitación, deteniéndose a centímetros de mí. Sus
manos tocaron cada lado de mi rostro. — ¿Qué estamos haciendo, Pidge?
Mis ojos comenzaron en su cinturón y luego se deslizaron sobre los
músculos y tatuajes de su estómago y pecho, reposando, finalmente, en el
cálido color marrón de sus ojos. —Tú dímelo.
HHola chicas! Una enorme disculpa por haberme tardado taaantoo. Pero les tengo una buena noticia, ya estoy adaptando más capítulos, y les subiré un marató grande. Solo no quería hacerlas esperar más y les deje mientras este. No andaba bien de salud. Disculpen. Gracias y me tarde lo sé. Besos
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
[size=18]
Diecinueve (1/5)
— ¿____? —dijo Shepley, tocando la puerta—. Mare va a hacer algunas
diligencias, quiere que lo sepas en caso de que quieras ir con ella.
Joseph no había apartado sus ojos de los míos. — ¿Pidge?
—Sí —Llamé a Shepley—. Tengo algunas cosas que necesito comprar.
—Bien, ella estará lista para irse cuando tú lo estés —dijo Shepley, sus
pasos desaparecieron por el pasillo.
— ¿Pidge?
Tiré un par de cosas del armario y las coloqué a su lado.
— ¿Podemos hablar de esto más tarde? Tengo que hacer muchas cosas
hoy.
—Seguro —dijo con una sonrisa artificial.
Fue un alivio cuando llegué al baño, apresuradamente cerré la puerta
detrás de mí. Tenía dos semanas en el apartamento, y no había manera de que
pudiera posponer la conversación por tanto tiempo. La parte lógica de mi
cerebro insiste en que Parker era mi tipo: atractivo, inteligente e interesado en
mí. ¿Por qué me molestaba con Joseph por algo que yo nunca entendería?
Cualquiera que sea la razón, esto nos está volviendo locos a ambos.
Estaba dividida por dos personas diferentes; La persona dócil y educada que
era con Parker, y la persona furiosa, confundida y frustrada que me volvía
cerca de Joseph. Toda la escuela había sido testigo de cómo Travis era
impredecible, por no decir que volátil.
Me vestí rápidamente, dejando a Joseph y Shepley para irme al centro
comercial con América. Ella reía por su aventura sexual con Shepley, y yo
escuchaba asintiendo con la cabeza en las partes correctas. Era difícil
concentrarme en el tema en cuestión con los diamantes de mi pulsera creando
pequeños puntos de luz en el techo del auto, recordándome la elección que
tenía que hacer frente. Joseph quería una respuesta, y yo no tenía una.
—Está bien, ____. ¿Qué está pasando? Has estado muy callada.
—Está cosa con Joseph… es un desastre.
— ¿Por qué? —dijo ella, sus lentes de sol se levantaron cuando ella
frunció su nariz.
—Él me ha preguntado qué vamos a hacer.
— ¿Qué vas a hacer tu? ¿Estás saliendo con Parker o qué?
—Me gusta, pero sólo ha sido una semana. No es serio o algo.
—Tienes sentimientos por Joseph, ¿O no?
Negué con mi cabeza. —No sé lo que siento por él. Sólo no veo lo que está
sucediendo, Mare. Él es una cosa demasiada mala.
—Ninguno de los dos va a salir y admitir que ese es el problema. Están
tan asustados de lo que podría ocurrir que estás luchando con dientes y uñas.
Sé que es un hecho que si miras a Joseph a los ojos y le dices que lo quieres, él
nunca mirara a otra chica nuevamente.
— ¿Sabes que es un hecho?
—Sí. Tengo un chivo espiratorio, ¿recuerdas?
Detuve mis pensamientos por un momento. Joseph debió de haber estado
hablando con Shepley sobre mí, pero Shepley no tiene el coraje de írselo a decir
a América. Él sabe que ella me lo diría, eso me dejaba llegar a una conclusión:
América los había escuchado. Quería preguntarle qué fue lo que dijeron, pero
lo pensé mejor.
—Esta situación me romperá el corazón, seguro que ocurrirá —dije,
negando con la cabeza—. No creo que él sea capaz de ser fiel.
—Él no era capaz de tener una amistad con una mujer, tampoco, pero
ustedes dos han dejado en shock a todo Eastern.
Toqué mi pulsera y suspiré. —No sé. No me importa cómo sean las cosas.
Sólo podemos ser amigos.
América negó con la cabeza. —Excepto que no son sólo amigos —
suspiró—. ¿Sabes, qué? Esta conversación terminó. Vamos a cortarte el cabello
y maquillarte. Voy a comprarte un nuevo conjunto de ropa por tu cumpleaños.
—Creo que eso es exactamente lo que necesito —sonreí.
Después de horas de manicura, pedicura, siendo peinada, encerada y
maquillada, metí mis pies en mis brillantes zapatillas amarillas y me vestí mi
nuevo vestido gris.
—Ahora, ¡Esta es la _____ que conozco y amo! —rió ella, sacudiendo su
cabeza hacia mi conjunto—. Tienes que usar esto en la fiesta de mañana.
— ¿No era este el plan desde el principio? —dije, sonriendo. Mi celular
sonó en mi bolso, y lo sostuve en mi oído—. ¿Hola?
— ¡Es la hora de la cena! ¿A dónde demonios han ido ustedes dos? —dijo Joseph.
—Nuestras indulgencias eran mimarnos un poco. Tú y Shep sabían cómo
comer antes de que saliéramos del departamento. Estoy segura de que puedes
manejarlo.
—Bueno, no, joder. Nos preocupamos por ustedes, ya sabes.
Mire a América y sonreí. —Estamos bien.
—Dile que regresaremos en poco tiempo. Tengo que detenerme a recoger
unas notas de Shep con Brasil, y entonces iremos a casa.
— ¿La has escuchado? —pregunté.
—Sí. Nos vemos luego, Pidge.
Condujimos hacia Brasil en silencio. América apagó el motor, mirando el
edificio de apartamentos adelante. Shepley le pidió a América que recogiera
unas notas, pero no tenía sentido; estábamos justo a una calle del
apartamento de Shepley y Joseph.
— ¿Qué va mal, Mare?
—Brasil me da escalofríos. La última vez que estuve aquí con Shep, él
estuvo todo el tiempo coqueteándome.
—Bueno, yo iré contigo. Si él se atreve si quiera a guiñarte el ojo, voy a
apuñalarlo en el ojo con mis tacones nuevos, ¿De acuerdo?
América sonrió y me abrazó. — ¡Gracias, ____!
Nos dirigimos a la parte trasera del edificio, y América tomó una
profunda respiración antes de tocar la puerta. Esperamos, pero nadie abrió.
—Supongo que no está aquí, ¿no? —pregunté.
—Está aquí —dijo, irritada. Golpeó la puerta de madera con el costado de
su puño y luego la puerta se abrió.
— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritó la multitud desde adentro.
El techo estaba lleno con burbujas rosas y negras, cada centímetro
estaba cubierto con globos de helio, con largas cadenas plateadas colgadas
hasta llegar a las caras de los invitados. La multitud se separó, y Joseph se
acercó a mí con una amplia sonrisa, tocando cada lado de mi rostro y besando
mi frente.
—Feliz cumpleaños, Pigeon.
—Es hasta mañana —dije. Aún en shock, tratando de sonreírle a todo el
mundo.
Joseph se encogió de hombros. —Bueno, ya que podrías sospecharlo,
decidimos hacer algunos cambios al último minuto y sorprenderte.
¿Sorprendida?
— ¡Mucho! —dije mientras Finch me abrazaba.
— ¡Feliz cumpleaños, nena! —dijo Finch, besando mis labios.
América me dio un codazo. — ¡Qué bueno que tuviste que hacer algunas
diligencias conmigo hoy, o te hubieras presentado como una fodonga!
—Te ves grandiosa —dijo Joseph, escaneando mi vestido.
Brasil me abrazó, presionando su mejilla con la mía. —Y espero que
sepas que América me dijo que Brasil le daba escalofríos justo antes de llegar
aquí.
Miré a América, y ella rió. —Funcionó, ¿no?
Una vez que todos se turnaron para abrazarme y desearme un feliz
cumpleaños, me incliné hacia el oído de América. — ¿Dónde está Parker?
—Llegará más tarde —susurró—. Shepley no podía conseguir su teléfono
para informarle que sería esta tarde.
Brasil subió el volumen de la música y todo el mundo grito. — ¡Ven aquí,
_____! —dijo, caminando hacia la cocina. Él alineó varios caballitos en el
mostrador y sacó una botella de tequila del bar—. Feliz cumpleaños de parte
del equipo de fútbol, pequeña —sonrió, llenando cada vaso de Petron—. Esta es
la manera en que nosotros hacemos los cumpleaños: Cumplirás diecinueve,
tiene diecinueve bebidas. Puedes beber todo o no terminarlo, pero mientras
más bebas, más de estos consigues —dijo, abanicándose con un puñado de
billetes de veinte dólares.
— ¡Oh, Dios mío! —chillé.
— ¡Bebe todo, Pidge! —dijo Joseph.
Miré a Brasil, sospechosamente. — ¿Tendré veinte por cada caballito que
beba?
—Así es, peso ligero. Por tu tamaño, diré que voy a perder sesenta
dólares al final de la noche.
—Reconsidéralo otra vez, Brasil —dije, agarrando el primer vaso,
dejándolo entre mis labios, echando mi cabeza hacia atrás para vaciar el
caballito y luego limpiar mi boca con mi otra mano.
—¡Mierda! —exclamó Joseph.
—Esto será realmente un desperdicio, Brasil —dije, limpiando las
esquinas de mi boca—. Prefiero Cuervo, en vez de Petron.
La sonrisa de arrogancia en el rostro de Brasil se desvaneció, y negó con
su cabeza y se encogió de hombros. —Acaba con esto, entonces. Tengo la
billetera llena de billetes de doce jugadores de fútbol que dicen que no puedes
terminar diez.
Entrecerré mis ojos. —Doble o nada, yo digo que puedo beber quince.
— ¡Wau! —gritó Shepley—. ¡No podemos hospitalizarte el día de tu
cumpleaños, ____!
—Ella puede hacerlo —dijo América, mirando a Brasil.
— ¿Cuarenta dólares por cada trago? —dijo Brasil, pareciendo inseguro.
— ¿Tienes miedo? —pregunté.
— ¡Diablos, no! Te daré veinte por trago, y cuando llegues a quince,
duplicaré el total.
—Así es como se celebran los cumpleaños en Kansas —dije, tomando
otro vaso.
Una hora y tres caballitos más tarde, estaba en la sala bailando con
Joseph. La canción era una balada rock, y Joseph cantaba la canción para mí
mientras bailábamos. Él se inclinó hacia mí al final del primer coro, y permití
que mis brazos cayeran detrás de mí. Él me sostuvo mientras me recargaba en
él, y suspiré.
—No podré hacer esto cuando haya terminado con todos esos tragos —
reí.
— ¿Te he dicho que te ves increíble esta noche?
Negué con la cabeza y lo abracé, recargando mi cabeza en su hombro. Él
apretó su agarré, y enterró su cara en mi cuello, haciendo que olvidara sobre
decisiones o brazaletes o mis personalidades diferentes; Estaba exactamente
donde quería estar.
Cuando la música cambió a un ritmo más rápido, la puerta se abrió. —
¡Parker! —dije, corriendo a abrazarlo—. ¡Llegaste!
—Lamento llegar tarde, ___(nombre abreviado) —dijo, presionando sus labios contra los
míos—. Feliz cumpleaños.
—Gracias —dije, viendo a Joseph observándonos por el rabillo de mi ojo.
Parker levantó mi muñeca. —La estás usando.
—Dije que lo haría. ¿Quieres bailar?
Negó con su cabeza. —Uh… Yo no bailo.
—Oh, bueno, ¿Quieres ser testigo de mi bebida número cinco de Petron?
—Sonreí, sosteniendo mis cinco billetes de veinte—. Tendré el doble si al final
de la noche tomó quince.
—Eso es un poco peligroso, ¿no?
Me incliné hacia su oído. —Voy a acabar con ellos. He jugado a este
juego con mi padre desde que tengo dieciséis.
—Oh —dijo, frunciendo el ceño con desaprobación—. ¿Bebías tequila con
tu papá?
Me encogí de hombros. —Era su manera de pasar el tiempo juntos.
Parker no parecía impresionado cuando sus ojos se apartaron de los
míos, escaneando la multitud. —No puedo quedarme mucho tiempo. Me iré
temprano a un viaje de caza con mi padre.
—Fue buena idea que mi fiesta fuera esta noche, o no hubieras podido
venir mañana —dije, sorprendida de escuchar sus planes.
Él sonrió y tomó mi mano. —Hubiera regresado a tiempo.
Tiré de él hacia el mostrador, tomé otro vaso y lo bebí, lo dejé caer
fuertemente en el mostrador como lo hice anteriormente con el cinco. Brasil me
dio otro billete, y baile hacia la sala. Joseph me agarró y bailamos con América y
Shepley.
Shepley me dio un golpe en el trasero.
—¡Uno! —Agregó América dándome un segundo manotazo en el trasero, y
luego todo el mundo en la fiesta se unió, incluyendo Parker.
En el número diecinueve, Joseph frotó sus manos. —Mi turno.
Froté mi trasero adolorido. — ¡Se amable! ¡Me duele el trasero! —Con
una sonrisa malvada, él tomó impulso. Cerré mis ojos con fuerza. Después de
unos momentos, los entre abrí de nuevo. Justo antes de que su mano hiciera
contacto, él se detuvo y me dio una suave palmada.
— ¡Diecinueve! —exclamó.
Los invitados aplaudieron, y América comenzó una versión borracha de
la canción Feliz Cumpleaños. Reí cuando llegó la parte de cantar mi nombre y
la habitación entera cantó ―Pigeon‖.
Otra lenta canción provino del equipo de música, y Parker me llevó a la
improvisada pista de baile. No me tomó mucho tiempo averiguar porque no
bailaba.
—Lo siento —dijo después de pisar mis pies por tercera vez.
Apoyé mi cabeza contra su hombro. —Lo estás haciendo muy bien —
mentí.
— ¿Qué vas a hacer el lunes en la noche?
— ¿Cenar contigo?
—Sí. En mi nuevo apartamento.
— ¡Encontraste uno!
Él rió y asintió. —Vamos a ordenar algo, sin embargo. Mi comida no es
exactamente comestible.
—Me gustaría probarla, de todos modos —Le sonreí.
Parker miró alrededor de la habitación y entonces me llevó al pasillo. Él
gentilmente me presionó contra la pared, besándome con sus labios suaves.
Sus manos estaban en todas partes. Al principio, le seguí el juego, pero
después su lengua se adentró en mis labios, tuve la sensación de que lo que
estaba haciendo no era bueno.
—Está bien, Parker —dije, maniobrando para apartarlo.
—¿Todo bien?
—Creo es que descortés de mi parte manosearme contigo en un rincón
oscuro cuando tengo invitados por allí.
Él sonrió y me besó otra vez. —Tienes razón, lo siento. Sólo quería darte
un memorable beso de cumpleaños antes de irme.
—¿Ya te vas?
Él tocó mi mejilla. —Tengo que despertarme en cuatro horas, __(nombre abreviado).
Apreté mis labios. —Bien. ¿Te veré el lunes?
—Me verás mañana. Me detendré cuando esté de regreso.
Él me llevó a la puerta y luego besó mi mejilla antes de irse. Noté que
Shepley, América y Joseph estaban mirándome fijamente.
—¡Papá se ha ido! —gritó Joseph cuando la puerta cerró—. ¡Hora de que
la fiesta comience!
Todo el mundo aplaudió, y Joseph tiró de mí al centro de la pista.
—Un momento… iré por otro trago —dije, llevándolo de la mano hacia el
mostrador. Bajé de golpe el vaso cuando terminé otro trago, y reí cuando Joseph
tomó uno de los del final, haciendo muecas al bajar el caballito. Agarré otro, y
tragué, y él hizo lo mismo.
—Siete más, ____ —dijo Brasil, y me entregó dos billetes de veinte
dólares más.
Limpié mi boca mientras Joseph me llevaba a la sala otra vez. Baile con
América, y luego Shepley, pero cuando Chris Jenks del equipo de fútbol trató
de bailar conmigo, Joseph tiró de él hacia atrás por la camisa y negó con su
cabeza.
Chris se encogió de hombros y se dio la vuelta, bailo con la primera chica
que vio. Cuando había bebido diez tragos, el alcohol me golpeó con fuerza, y me
sentí un poco mareada al lado del sofá de Brasil con América, bailando como
tontas.
Nos reíamos por todo, agitando nuestros brazos en torno al ritmo.
Me tambaleé, casi cayendo sobre el sofá, pero las manos de Joseph
estaban instantáneamente en mis caderas para estabilizarme.
—¡Has probado tu punto! —dijo—. Has bebido más que cualquier otra
chica que he conocido. No te dejaré beber más.
—Al diablo contigo —dije arrastrando las palabras—. Tengo seiscientos
dólares que me esperan en esos tragos, y tú de todas las personas no vas a
decirme que no puedo hacer algo extremo por dinero.
—Si lo que quieres es dinero, Pidge…
—No estoy pidiéndote dinero prestado —me burlé.
—Iba a sugerirte que empeñaras el brazalete —Él sonrió.
Le di una palmada en el brazo mientras América comenzaba una cuenta
regresiva a la media noche. Cuando las manecillas del reloj se posaron en el
doce, todos celebramos.
Tenía diecinueve.
América y Shepley besaron cada una de mis mejillas, y Joseph me levantó
del suelo, girándome alrededor.
—Feliz cumpleaños, Pigeon —dijo con una expresión suave.
Miré sus cálidos ojos marrones por un momento, sintiéndome perdida
dentro de ellos. La habitación estaba congelada en el tiempo mientras nos
miramos el uno al otro, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel.
—¡Más tragos! —dije, tambaleándome hacia el mostrador.
—Te ves acabada, _____. Creo que es hora de admitas que terminó tu
noche —dijo Brasil.
—No soy una gallina —dije—. Quiero ver mi dinero.
Brasil colocó un billete de veinte debajo de los últimos dos vasos, y luego
les gritó a sus compañeros de juego. —¡Ella va a beber los últimos! ¡Necesito
quince!
Todos ellos se quejaron y rodaron sus ojos, sacando sus billeteras para
sacar billetes de veinte al lado del último trago. Joseph había vaciado los cuatro
tragos más al lado del número quince.
—Nunca hubiera creído que podría perder cincuenta dólares en una
apuesta de quince tragos con una chica —se quejó Chris.
—Créelo, Jenks —dije, tomando un vaso con una mano.
Bajé el vaso y esperé que el vómito se elevara en mi garganta para salir.
—¿Pigeon? —preguntó Joseph, dando un paso en mi dirección.
Levanté un dedo y Brasil sonrió. —Ella va a perder —dijo.
—No, no lo hará —América negó con su cabeza—. Respira profundo, ____.
Cerré mis ojos e inhalé, tragando lo último de mi bebida.
—¡Santo Dios, ____! ¡Vas a morir envenenada de alcohol! —gritó
Shepley.
—Ella lo tiene —América le aseguró.
Levanté mi cabeza y permití que el tequila bajara por mi garganta.
Mis dientes y labios se habían entumecido desde el trago número ocho, y
los efectos en ese trago había hecho que estuviera casi en el borde.
La fiesta entera estalló en silbidos y gritos mientras Brasil me daba un
fajo de billetes.
—Gracias —dije con orgullo, metiendo el dinero en mi sujetador.
—Eres increíblemente sexy justo ahora —dijo Joseph en mi oreja mientras
caminamos a la sala.
Bailamos hasta la mañana, y el tequila corrió a través de mis venas
hasta que me adentró en el olvido.
diligencias, quiere que lo sepas en caso de que quieras ir con ella.
Joseph no había apartado sus ojos de los míos. — ¿Pidge?
—Sí —Llamé a Shepley—. Tengo algunas cosas que necesito comprar.
—Bien, ella estará lista para irse cuando tú lo estés —dijo Shepley, sus
pasos desaparecieron por el pasillo.
— ¿Pidge?
Tiré un par de cosas del armario y las coloqué a su lado.
— ¿Podemos hablar de esto más tarde? Tengo que hacer muchas cosas
hoy.
—Seguro —dijo con una sonrisa artificial.
Fue un alivio cuando llegué al baño, apresuradamente cerré la puerta
detrás de mí. Tenía dos semanas en el apartamento, y no había manera de que
pudiera posponer la conversación por tanto tiempo. La parte lógica de mi
cerebro insiste en que Parker era mi tipo: atractivo, inteligente e interesado en
mí. ¿Por qué me molestaba con Joseph por algo que yo nunca entendería?
Cualquiera que sea la razón, esto nos está volviendo locos a ambos.
Estaba dividida por dos personas diferentes; La persona dócil y educada que
era con Parker, y la persona furiosa, confundida y frustrada que me volvía
cerca de Joseph. Toda la escuela había sido testigo de cómo Travis era
impredecible, por no decir que volátil.
Me vestí rápidamente, dejando a Joseph y Shepley para irme al centro
comercial con América. Ella reía por su aventura sexual con Shepley, y yo
escuchaba asintiendo con la cabeza en las partes correctas. Era difícil
concentrarme en el tema en cuestión con los diamantes de mi pulsera creando
pequeños puntos de luz en el techo del auto, recordándome la elección que
tenía que hacer frente. Joseph quería una respuesta, y yo no tenía una.
—Está bien, ____. ¿Qué está pasando? Has estado muy callada.
—Está cosa con Joseph… es un desastre.
— ¿Por qué? —dijo ella, sus lentes de sol se levantaron cuando ella
frunció su nariz.
—Él me ha preguntado qué vamos a hacer.
— ¿Qué vas a hacer tu? ¿Estás saliendo con Parker o qué?
—Me gusta, pero sólo ha sido una semana. No es serio o algo.
—Tienes sentimientos por Joseph, ¿O no?
Negué con mi cabeza. —No sé lo que siento por él. Sólo no veo lo que está
sucediendo, Mare. Él es una cosa demasiada mala.
—Ninguno de los dos va a salir y admitir que ese es el problema. Están
tan asustados de lo que podría ocurrir que estás luchando con dientes y uñas.
Sé que es un hecho que si miras a Joseph a los ojos y le dices que lo quieres, él
nunca mirara a otra chica nuevamente.
— ¿Sabes que es un hecho?
—Sí. Tengo un chivo espiratorio, ¿recuerdas?
Detuve mis pensamientos por un momento. Joseph debió de haber estado
hablando con Shepley sobre mí, pero Shepley no tiene el coraje de írselo a decir
a América. Él sabe que ella me lo diría, eso me dejaba llegar a una conclusión:
América los había escuchado. Quería preguntarle qué fue lo que dijeron, pero
lo pensé mejor.
—Esta situación me romperá el corazón, seguro que ocurrirá —dije,
negando con la cabeza—. No creo que él sea capaz de ser fiel.
—Él no era capaz de tener una amistad con una mujer, tampoco, pero
ustedes dos han dejado en shock a todo Eastern.
Toqué mi pulsera y suspiré. —No sé. No me importa cómo sean las cosas.
Sólo podemos ser amigos.
América negó con la cabeza. —Excepto que no son sólo amigos —
suspiró—. ¿Sabes, qué? Esta conversación terminó. Vamos a cortarte el cabello
y maquillarte. Voy a comprarte un nuevo conjunto de ropa por tu cumpleaños.
—Creo que eso es exactamente lo que necesito —sonreí.
Después de horas de manicura, pedicura, siendo peinada, encerada y
maquillada, metí mis pies en mis brillantes zapatillas amarillas y me vestí mi
nuevo vestido gris.
—Ahora, ¡Esta es la _____ que conozco y amo! —rió ella, sacudiendo su
cabeza hacia mi conjunto—. Tienes que usar esto en la fiesta de mañana.
— ¿No era este el plan desde el principio? —dije, sonriendo. Mi celular
sonó en mi bolso, y lo sostuve en mi oído—. ¿Hola?
— ¡Es la hora de la cena! ¿A dónde demonios han ido ustedes dos? —dijo Joseph.
—Nuestras indulgencias eran mimarnos un poco. Tú y Shep sabían cómo
comer antes de que saliéramos del departamento. Estoy segura de que puedes
manejarlo.
—Bueno, no, joder. Nos preocupamos por ustedes, ya sabes.
Mire a América y sonreí. —Estamos bien.
—Dile que regresaremos en poco tiempo. Tengo que detenerme a recoger
unas notas de Shep con Brasil, y entonces iremos a casa.
— ¿La has escuchado? —pregunté.
—Sí. Nos vemos luego, Pidge.
Condujimos hacia Brasil en silencio. América apagó el motor, mirando el
edificio de apartamentos adelante. Shepley le pidió a América que recogiera
unas notas, pero no tenía sentido; estábamos justo a una calle del
apartamento de Shepley y Joseph.
— ¿Qué va mal, Mare?
—Brasil me da escalofríos. La última vez que estuve aquí con Shep, él
estuvo todo el tiempo coqueteándome.
—Bueno, yo iré contigo. Si él se atreve si quiera a guiñarte el ojo, voy a
apuñalarlo en el ojo con mis tacones nuevos, ¿De acuerdo?
América sonrió y me abrazó. — ¡Gracias, ____!
Nos dirigimos a la parte trasera del edificio, y América tomó una
profunda respiración antes de tocar la puerta. Esperamos, pero nadie abrió.
—Supongo que no está aquí, ¿no? —pregunté.
—Está aquí —dijo, irritada. Golpeó la puerta de madera con el costado de
su puño y luego la puerta se abrió.
— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritó la multitud desde adentro.
El techo estaba lleno con burbujas rosas y negras, cada centímetro
estaba cubierto con globos de helio, con largas cadenas plateadas colgadas
hasta llegar a las caras de los invitados. La multitud se separó, y Joseph se
acercó a mí con una amplia sonrisa, tocando cada lado de mi rostro y besando
mi frente.
—Feliz cumpleaños, Pigeon.
—Es hasta mañana —dije. Aún en shock, tratando de sonreírle a todo el
mundo.
Joseph se encogió de hombros. —Bueno, ya que podrías sospecharlo,
decidimos hacer algunos cambios al último minuto y sorprenderte.
¿Sorprendida?
— ¡Mucho! —dije mientras Finch me abrazaba.
— ¡Feliz cumpleaños, nena! —dijo Finch, besando mis labios.
América me dio un codazo. — ¡Qué bueno que tuviste que hacer algunas
diligencias conmigo hoy, o te hubieras presentado como una fodonga!
—Te ves grandiosa —dijo Joseph, escaneando mi vestido.
Brasil me abrazó, presionando su mejilla con la mía. —Y espero que
sepas que América me dijo que Brasil le daba escalofríos justo antes de llegar
aquí.
Miré a América, y ella rió. —Funcionó, ¿no?
Una vez que todos se turnaron para abrazarme y desearme un feliz
cumpleaños, me incliné hacia el oído de América. — ¿Dónde está Parker?
—Llegará más tarde —susurró—. Shepley no podía conseguir su teléfono
para informarle que sería esta tarde.
Brasil subió el volumen de la música y todo el mundo grito. — ¡Ven aquí,
_____! —dijo, caminando hacia la cocina. Él alineó varios caballitos en el
mostrador y sacó una botella de tequila del bar—. Feliz cumpleaños de parte
del equipo de fútbol, pequeña —sonrió, llenando cada vaso de Petron—. Esta es
la manera en que nosotros hacemos los cumpleaños: Cumplirás diecinueve,
tiene diecinueve bebidas. Puedes beber todo o no terminarlo, pero mientras
más bebas, más de estos consigues —dijo, abanicándose con un puñado de
billetes de veinte dólares.
— ¡Oh, Dios mío! —chillé.
— ¡Bebe todo, Pidge! —dijo Joseph.
Miré a Brasil, sospechosamente. — ¿Tendré veinte por cada caballito que
beba?
—Así es, peso ligero. Por tu tamaño, diré que voy a perder sesenta
dólares al final de la noche.
—Reconsidéralo otra vez, Brasil —dije, agarrando el primer vaso,
dejándolo entre mis labios, echando mi cabeza hacia atrás para vaciar el
caballito y luego limpiar mi boca con mi otra mano.
—¡Mierda! —exclamó Joseph.
—Esto será realmente un desperdicio, Brasil —dije, limpiando las
esquinas de mi boca—. Prefiero Cuervo, en vez de Petron.
La sonrisa de arrogancia en el rostro de Brasil se desvaneció, y negó con
su cabeza y se encogió de hombros. —Acaba con esto, entonces. Tengo la
billetera llena de billetes de doce jugadores de fútbol que dicen que no puedes
terminar diez.
Entrecerré mis ojos. —Doble o nada, yo digo que puedo beber quince.
— ¡Wau! —gritó Shepley—. ¡No podemos hospitalizarte el día de tu
cumpleaños, ____!
—Ella puede hacerlo —dijo América, mirando a Brasil.
— ¿Cuarenta dólares por cada trago? —dijo Brasil, pareciendo inseguro.
— ¿Tienes miedo? —pregunté.
— ¡Diablos, no! Te daré veinte por trago, y cuando llegues a quince,
duplicaré el total.
—Así es como se celebran los cumpleaños en Kansas —dije, tomando
otro vaso.
Una hora y tres caballitos más tarde, estaba en la sala bailando con
Joseph. La canción era una balada rock, y Joseph cantaba la canción para mí
mientras bailábamos. Él se inclinó hacia mí al final del primer coro, y permití
que mis brazos cayeran detrás de mí. Él me sostuvo mientras me recargaba en
él, y suspiré.
—No podré hacer esto cuando haya terminado con todos esos tragos —
reí.
— ¿Te he dicho que te ves increíble esta noche?
Negué con la cabeza y lo abracé, recargando mi cabeza en su hombro. Él
apretó su agarré, y enterró su cara en mi cuello, haciendo que olvidara sobre
decisiones o brazaletes o mis personalidades diferentes; Estaba exactamente
donde quería estar.
Cuando la música cambió a un ritmo más rápido, la puerta se abrió. —
¡Parker! —dije, corriendo a abrazarlo—. ¡Llegaste!
—Lamento llegar tarde, ___(nombre abreviado) —dijo, presionando sus labios contra los
míos—. Feliz cumpleaños.
—Gracias —dije, viendo a Joseph observándonos por el rabillo de mi ojo.
Parker levantó mi muñeca. —La estás usando.
—Dije que lo haría. ¿Quieres bailar?
Negó con su cabeza. —Uh… Yo no bailo.
—Oh, bueno, ¿Quieres ser testigo de mi bebida número cinco de Petron?
—Sonreí, sosteniendo mis cinco billetes de veinte—. Tendré el doble si al final
de la noche tomó quince.
—Eso es un poco peligroso, ¿no?
Me incliné hacia su oído. —Voy a acabar con ellos. He jugado a este
juego con mi padre desde que tengo dieciséis.
—Oh —dijo, frunciendo el ceño con desaprobación—. ¿Bebías tequila con
tu papá?
Me encogí de hombros. —Era su manera de pasar el tiempo juntos.
Parker no parecía impresionado cuando sus ojos se apartaron de los
míos, escaneando la multitud. —No puedo quedarme mucho tiempo. Me iré
temprano a un viaje de caza con mi padre.
—Fue buena idea que mi fiesta fuera esta noche, o no hubieras podido
venir mañana —dije, sorprendida de escuchar sus planes.
Él sonrió y tomó mi mano. —Hubiera regresado a tiempo.
Tiré de él hacia el mostrador, tomé otro vaso y lo bebí, lo dejé caer
fuertemente en el mostrador como lo hice anteriormente con el cinco. Brasil me
dio otro billete, y baile hacia la sala. Joseph me agarró y bailamos con América y
Shepley.
Shepley me dio un golpe en el trasero.
—¡Uno! —Agregó América dándome un segundo manotazo en el trasero, y
luego todo el mundo en la fiesta se unió, incluyendo Parker.
En el número diecinueve, Joseph frotó sus manos. —Mi turno.
Froté mi trasero adolorido. — ¡Se amable! ¡Me duele el trasero! —Con
una sonrisa malvada, él tomó impulso. Cerré mis ojos con fuerza. Después de
unos momentos, los entre abrí de nuevo. Justo antes de que su mano hiciera
contacto, él se detuvo y me dio una suave palmada.
— ¡Diecinueve! —exclamó.
Los invitados aplaudieron, y América comenzó una versión borracha de
la canción Feliz Cumpleaños. Reí cuando llegó la parte de cantar mi nombre y
la habitación entera cantó ―Pigeon‖.
Otra lenta canción provino del equipo de música, y Parker me llevó a la
improvisada pista de baile. No me tomó mucho tiempo averiguar porque no
bailaba.
—Lo siento —dijo después de pisar mis pies por tercera vez.
Apoyé mi cabeza contra su hombro. —Lo estás haciendo muy bien —
mentí.
— ¿Qué vas a hacer el lunes en la noche?
— ¿Cenar contigo?
—Sí. En mi nuevo apartamento.
— ¡Encontraste uno!
Él rió y asintió. —Vamos a ordenar algo, sin embargo. Mi comida no es
exactamente comestible.
—Me gustaría probarla, de todos modos —Le sonreí.
Parker miró alrededor de la habitación y entonces me llevó al pasillo. Él
gentilmente me presionó contra la pared, besándome con sus labios suaves.
Sus manos estaban en todas partes. Al principio, le seguí el juego, pero
después su lengua se adentró en mis labios, tuve la sensación de que lo que
estaba haciendo no era bueno.
—Está bien, Parker —dije, maniobrando para apartarlo.
—¿Todo bien?
—Creo es que descortés de mi parte manosearme contigo en un rincón
oscuro cuando tengo invitados por allí.
Él sonrió y me besó otra vez. —Tienes razón, lo siento. Sólo quería darte
un memorable beso de cumpleaños antes de irme.
—¿Ya te vas?
Él tocó mi mejilla. —Tengo que despertarme en cuatro horas, __(nombre abreviado).
Apreté mis labios. —Bien. ¿Te veré el lunes?
—Me verás mañana. Me detendré cuando esté de regreso.
Él me llevó a la puerta y luego besó mi mejilla antes de irse. Noté que
Shepley, América y Joseph estaban mirándome fijamente.
—¡Papá se ha ido! —gritó Joseph cuando la puerta cerró—. ¡Hora de que
la fiesta comience!
Todo el mundo aplaudió, y Joseph tiró de mí al centro de la pista.
—Un momento… iré por otro trago —dije, llevándolo de la mano hacia el
mostrador. Bajé de golpe el vaso cuando terminé otro trago, y reí cuando Joseph
tomó uno de los del final, haciendo muecas al bajar el caballito. Agarré otro, y
tragué, y él hizo lo mismo.
—Siete más, ____ —dijo Brasil, y me entregó dos billetes de veinte
dólares más.
Limpié mi boca mientras Joseph me llevaba a la sala otra vez. Baile con
América, y luego Shepley, pero cuando Chris Jenks del equipo de fútbol trató
de bailar conmigo, Joseph tiró de él hacia atrás por la camisa y negó con su
cabeza.
Chris se encogió de hombros y se dio la vuelta, bailo con la primera chica
que vio. Cuando había bebido diez tragos, el alcohol me golpeó con fuerza, y me
sentí un poco mareada al lado del sofá de Brasil con América, bailando como
tontas.
Nos reíamos por todo, agitando nuestros brazos en torno al ritmo.
Me tambaleé, casi cayendo sobre el sofá, pero las manos de Joseph
estaban instantáneamente en mis caderas para estabilizarme.
—¡Has probado tu punto! —dijo—. Has bebido más que cualquier otra
chica que he conocido. No te dejaré beber más.
—Al diablo contigo —dije arrastrando las palabras—. Tengo seiscientos
dólares que me esperan en esos tragos, y tú de todas las personas no vas a
decirme que no puedo hacer algo extremo por dinero.
—Si lo que quieres es dinero, Pidge…
—No estoy pidiéndote dinero prestado —me burlé.
—Iba a sugerirte que empeñaras el brazalete —Él sonrió.
Le di una palmada en el brazo mientras América comenzaba una cuenta
regresiva a la media noche. Cuando las manecillas del reloj se posaron en el
doce, todos celebramos.
Tenía diecinueve.
América y Shepley besaron cada una de mis mejillas, y Joseph me levantó
del suelo, girándome alrededor.
—Feliz cumpleaños, Pigeon —dijo con una expresión suave.
Miré sus cálidos ojos marrones por un momento, sintiéndome perdida
dentro de ellos. La habitación estaba congelada en el tiempo mientras nos
miramos el uno al otro, tan cerca que podía sentir su respiración en mi piel.
—¡Más tragos! —dije, tambaleándome hacia el mostrador.
—Te ves acabada, _____. Creo que es hora de admitas que terminó tu
noche —dijo Brasil.
—No soy una gallina —dije—. Quiero ver mi dinero.
Brasil colocó un billete de veinte debajo de los últimos dos vasos, y luego
les gritó a sus compañeros de juego. —¡Ella va a beber los últimos! ¡Necesito
quince!
Todos ellos se quejaron y rodaron sus ojos, sacando sus billeteras para
sacar billetes de veinte al lado del último trago. Joseph había vaciado los cuatro
tragos más al lado del número quince.
—Nunca hubiera creído que podría perder cincuenta dólares en una
apuesta de quince tragos con una chica —se quejó Chris.
—Créelo, Jenks —dije, tomando un vaso con una mano.
Bajé el vaso y esperé que el vómito se elevara en mi garganta para salir.
—¿Pigeon? —preguntó Joseph, dando un paso en mi dirección.
Levanté un dedo y Brasil sonrió. —Ella va a perder —dijo.
—No, no lo hará —América negó con su cabeza—. Respira profundo, ____.
Cerré mis ojos e inhalé, tragando lo último de mi bebida.
—¡Santo Dios, ____! ¡Vas a morir envenenada de alcohol! —gritó
Shepley.
—Ella lo tiene —América le aseguró.
Levanté mi cabeza y permití que el tequila bajara por mi garganta.
Mis dientes y labios se habían entumecido desde el trago número ocho, y
los efectos en ese trago había hecho que estuviera casi en el borde.
La fiesta entera estalló en silbidos y gritos mientras Brasil me daba un
fajo de billetes.
—Gracias —dije con orgullo, metiendo el dinero en mi sujetador.
—Eres increíblemente sexy justo ahora —dijo Joseph en mi oreja mientras
caminamos a la sala.
Bailamos hasta la mañana, y el tequila corrió a través de mis venas
hasta que me adentró en el olvido.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Rumores (2/5)
Cuando mis ojos finalmente pudieron despegarse para abrirse, vi que mi
almohada consistía en unos jeans y piernas. Joseph estaba sentado con su
espalda contra la bañera, su cabeza inclinada contra la fría pared. Él parecía
tan incómodo como yo me sentía. Tiré la manta que tenía sobre mí y me
levanté, jadeando ante mi horroroso reflejo en el espejo sobre el lavabo.
Parecía como muerta.
El rímel corrido, lágrimas negras deslizándose por mis mejillas, labial
manchando a través de mi boca, y mi cabello tenía dos grandes nudos a cada
lado.
Sábanas, toallas y mantas rodeaban a Joseph. Él había formado una
suave cama para dormirme mientras yo expulsé los quince chupitos de tequila
que había consumido la noche anterior. Joseph había sostenido mi cabello lejos
del retrete, y se sentó a mi lado toda la noche.
Abrí el grifo, colocando mi mano debajo del agua hasta obtener la
temperatura que yo quería.
Limpié el desorden de mi cara, escuché un gemido desde el suelo. Joseph
se removía, frotó sus ojos y se estiró, y luego miró a su lado, entrando en
pánico.
—Estoy aquí —dije—. ¿Por qué no te vas a la cama? ¿Quieres dormir un
poco más?
— ¿Estás bien? —dijo él, frotando sus ojos una vez más.
—Sí, estoy bien. Bueno, tan bien como se podría estar. Me sentiré mejor
una vez que me dé un baño.
Él se levantó. —Superaste mis fiestas locas anoche, para que lo sepas.
No sé de dónde vino esto, pero no quiero que lo hagas otra vez.
—Esto es más o menos con lo que crecí, Joe. No es la gran cosa.
Él tomó mi barbilla entre sus manos y limpió la mancha de rímel debajo
de mis ojos con sus pulgares. —Fue una gran cosa para mí.
—Bien, no voy a hacerlo otra vez. ¿Feliz?
—Sí. Sin embargo, tengo algo que decirte, si prometes no asustarte.
—Oh, Dios, ¿Qué hice?
—Nada, pero necesitas llamar a América.
— ¿Dónde está?
—En Morgan. Ella discutió con Shep ayer.
Corrí hacia la ducha y comencé a tirar de mi ropa mientras Joseph usaba
el lavabo. Cuando salí del baño, Shepley y Joseph estaban sentados en la sala.
— ¿Qué le has hecho? —exigí.
La cara de Shepley palideció. —Realmente está enojada conmigo.
— ¿Qué ocurrió?
—Estaba enojado porque te animó a beber tanto. Pensé que íbamos a
terminar llevándote al hospital. Una cosa llevo a la otra, y lo siguiente que sé,
estábamos gritándonos el uno al otro. Ambos estábamos borrachos, ____. Dije
cosas que quisiera no haber dicho —negó con su cabeza, mirando hacia el
suelo.
— ¿Cómo qué? —dije, enojada.
—La insulté con unos nombres de los cuales no estoy orgulloso y
entonces le dije que se marchara.
— ¿Dejaste que ella se fuera de aquí estando borracha? ¿Eres un idiota?
—dije, agarrando mi bolso.
—Tranquilízate, Pidge. Él ya se siente suficientemente mal —dijo Joseph.
Terminé de sacar mi teléfono celular de mi bolso, marcando el número de
América.
— ¿Hola? —respondió ella. Sonaba mal.
—Acabo de enterarme —suspiré—. ¿Estás bien? —Caminé hacia el
pasillo por más privacidad, lanzando hacia atrás una mala mirada a Shepley.
—Estoy bien. Él es un imbécil —Sus palabras fueron firmes, pero pude
escuchar el dolor en su voz. América era una maestra enmascarando sus
emociones, y podría engañar a cualquiera menos a mí.
—Siento no haberme ido contigo.
—Estabas casi desmayada, _____ —dijo molesta.
— ¿Por qué no vienes por mí? Podemos hablar de esto.
Ella respiró contra el teléfono. —No sé. Realmente no quiero verlo.
—Le diré que se quede dentro, entonces.
Hubo una larga pausa, y entonces escuché sus llaves tintinear en el
fondo. —Está bien. Estaré allí en un minuto.
Entré en la sala, pasando mi bolso sobre mi hombro. Ellos me
observaron abrir la puerta para esperar a América, y Shepley brincó del sofá.
— ¿Ella va a venir?
—No quiere verte, Shep. Le dije que te quedarías dentro.
Él suspiró, y cayó contra el cojín. —Me odia.
—Voy a hablar con ella. Será mejor que tengas una increíble disculpa,
sin embargo.
Diez minutos más tarde, la bocina de un auto sonó dos veces afuera, y
cerré la puerta detrás de mí. Cuando llegaba al final de las escaleras, Shepley
pasó junto a mí hacia el Honda rojo de América, y se encorvó para verla a
través de la ventana. Me detuve en seco, observando cómo América lo ignoraba
observando al frente. Ella bajó su ventanilla, y Shepley parecía estarse
explicando, y entonces comenzaron a discutir. Decidí entra en la casa para
darles privacidad.
— ¿Pigeon? —dijo Joseph, trotando por la escalera.
—Esto no se ve bien.
—Me lo imaginaba. Vamos adentro —dijo, entrelazando sus dedos con
los míos mientras subíamos las escaleras.
— ¿Fue tan malo? —pregunté.
Asintió. —Bastante malo. Salieron de la fase de luna de miel, sin
embargo. Lo van a superar.
—Para ser alguien que nunca ha tenido una novia, parece que sabes
sobre relaciones.
—Tengo cuatro hermanos y muchos amigos —dijo, sonriendo para sí
mismo.
Shepley entró pisoteando en el apartamento y cerró la puerta detrás de
él. — ¡Ella es jodidamente imposible!
Besé la mejilla de Joseph. —Esa es mi señal.
—Buena suerte —Joseph sonrió.
Me deslicé dentro del auto de América, ella resopló. — ¡Él es jodidamente
imposible!
Reí, pero ella lanzó una mala mirada en mi dirección. —Lo siento, —dije,
forzando mi sonrisa a desaparecer.
Mientras conducía, América gritó y gritó y gritó un poco más. A veces
lanzaba maldiciones a Shepley, como si fuera él quien estuviera sentado en mi
lugar. Yo me quede quieta, dejando que sacara su coraje como sólo América
podía hacerlo.
— ¡Me llamó irresponsable! ¡A mí! ¡Como si yo no te conociera! Como si
no te hubiera visto robarle a tu padre cientos de dólares para beber tequila. ¡Él
no sabía de qué diablos estaba hablando! ¡Él no sabe cómo era tu vida! ¡Él no
sabe lo que yo sé, y actúa como si yo fuera su hija en vez de su novia! —
Descansé mi mano sobre la de ella, pero ella la apartó—. Él pensaba que tú
serías la razón por la cual nosotros no podríamos funcionar, y entonces él
termina haciendo el trabajo por sí solo. Y hablando de ti, ¿Qué diablo pasó
anoche con Parker?
El repentino cambio de tema me tomó por sorpresa. — ¿Qué quieres
decir?
—Joseph se la paso contigo toda la fiesta, ____, y luego vas y te manoseas
con Parker. ¿Y tú preguntas porque todo el mundo está hablando de ti?
— ¡Espera un minuto! Le dije a Parker que no deberíamos estar haciendo
eso ¿Y qué importa si Joseph se pasó conmigo la noche o no? ¡No estoy con él!
América miró hacia el frente, soltando una ráfaga de aire por la nariz.
—Bien, Mare. ¿Qué es todo esto? ¿Estás enojada conmigo, ahora?
—No estoy enojada contigo. Sólo no quiero asociarme con completos
idiotas.
Negué con mi cabeza, y luego miré fuera de la ventana antes de decir
algo de lo que podría arrepentirme. América siempre había sido capaz de
hacerme sentir como una mierda.
— ¿Por lo menos ves lo que está pasando? —preguntó—. Joseph dejó de
pelear. Él no sale sin ti. No ha traído más chicas a casa desde esas tontas
gemelas… aún no ha asesinado a Parker, y tú estás preocupada de lo que la
gente va a decir. ¿Sabes porque te digo esto, _____? ¡Porque es la verdad!
Me giré, mi cuello crujió lentamente mientras me volvía a su dirección,
tratando de darle la más asesina mirada que conocía. — ¿Qué diablos te pasa?
—Estás saliendo ahora con Parker, y tú estás tan feliz —dijo
mofándose—. Entonces, ¿Por qué no estás en Morgan?
— ¡Porque perdí una apuesta, ya lo sabes!
— ¡Dame un respiro, ____! Hablas sobre cuán perfecto es Parker, tienes
esas increíbles citas con él, hablas con él por horas al teléfono, y luego vas a
dormirte al lado de Joseph toda la noche. ¿Ves lo que está mal en esta
situación? Si realmente te gustara Parker, tus cosas estarían en Morgan ahora
mismo.
Apreté mis dientes. —Sabes que yo nunca abandono una apuesta, Mare.
—Eso es lo que pensaba —dijo, retorciendo sus manos alrededor del
volante—. Joseph es lo que quieres, y Parker es lo que crees que necesitas.
—Sé que parece de esa manera, pero…
—Es la manera que le parece a todo el mundo. Si no te gusta que las
personas estén hablando de ti… cambia. Esto no es la culpa de Joseph. Él ha
hecho mucho por ti. Tú estás recogiendo lo que cosechaste, y Parker está
obteniendo los beneficios.
— ¡Una semana atrás empaquetaste mis cosas y no querías que Joseph se
me acercara otra vez! ¿Ahora estás defendiéndolo?
— ¡______! ¡No lo estoy defendiendo, estúpida! ¡Estoy viendo por ti!
¡Ustedes están locos el uno por el otro! ¡Hagan algo al respecto!
— ¿Cómo es posible creer que yo debería estar con él? —Gemí—. ¡Se
supone que debo mantenerme alejada de personas como él!
Ella apretó sus labios, claramente perdiendo la paciencia. —Has
trabajado muy duro para separarte de tu padre. ¡Esa es la única razón por la
cual incluso consideraste salir con Parker! Él es lo completamente opuesto de
Mick, y crees que Joseph va a lanzar a tierra todos tus esfuerzos. Él no es tu
papá, ____.
—Yo no he dicho que él lo sea, pero esta poniéndome en una situación
segura de seguir sus pasos.
—Joseph no te haría esto a ti. Creo que subestimas lo mucho que
significas para él. Si tú se lo dices…
—No. No dejamos todo atrás para que todo el mundo aquí me mire como
lo hicieron en Wichita. Vamos a centrarnos en el problema en cuestión. Shep
está esperándote.
—No quiero hablar de Shep —dijo, frenando hasta detenerse en la luz.
—Él es miserable. Te ama.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y su labio inferior tembló. —No me
importa.
—Sí te importa.
—Lo sé —susurró, inclinándose en mi hombro.
Ella lloró hasta que la luz del semáforo cambió, y luego besé su cabeza.
—Luz verde.
Ella se sentó recta, limpiándose la nariz. —Fui bastante cruel con él hace
rato. No creo que quiera hablar conmigo ahora.
—Hablará contigo. Él sabe que estabas enojada.
América limpió su rostro, y luego lentamente cambió la direccional. Me
preocupaba tomarme mucho tiempo para convencerla de regresar conmigo,
pero Shepley bajó la escalera corriendo antes de que ella apagara el motor.
Él abrió bruscamente la puerta del auto, inclinándose a sus pies. —Lo
siento mucho, bebé. No debería meterme en lo que no me importa… por favor,
no te vayas. No sé qué haría sin ti.
América tomó su rostro entre sus manos y sonrió. —Eres un cabrón
arrogante, pero todavía te amo.
Shepley la besó una y otra vez como si no la hubiera visto en meses, y
sonreí por mi trabajo bien hecho. Joseph estaba de pie en la puerta, sonriendo
mientras yo me dirigía al apartamento.
—Y ellos vivieron felices para siempre —dijo Joseph, cerrando la puerta
detrás de mí.
Me desplomé en el sofá y él se sentó a mi lado, tirando de mis piernas
hacia su regazo.
— ¿Qué haces hoy, Pidge?
—Dormir. O descansar… o dormir.
— ¿Puedo darte tu regalo primero?
Empujé su hombro juguetonamente. —Cállate. ¿Me has traído un regalo?
Su boca se curvó en una sonrisa nerviosa. —No es un brazalete de
diamantes, pero pensé que te gustaría.
—Me encanta y aún no lo he visto.
Él levantó mis piernas de su regazo, y luego desapareció hacia el
dormitorio de Shepley. Arqueé una ceja cuando lo escuché murmurando, y
luego salió con una caja. La dejó en el suelo, a mis pies, para abrirla.
—Apresúrate, quiero verte sorprendida —sonrió.
— ¿Qué me apresure? —pregunté, levantando la tapa.
Mi boca cayó abierta cuando un par de grandes ojos negros miró hacia
mí.
— ¿Un perrito? —grité, llevando mis manos dentro de la caja. Levanté el
oscuro bebé de cabello rizado hacia mi cara, y cubrió mi boca con cálidos y
húmedos besos.
Joseph sonrió radiante, triunfante. — ¿Te gusta él?
— ¿Él? ¡Lo amo! ¡Tengo un perrito!
—Es un Cairn Terrier. Tuve que manejar tres horas para recogerlo
después de clases el jueves.
—Entonces, cuando dijiste que fuiste con Shepley en su auto para
comprar…
—Fuimos a conseguir tu regalo —asintió.
— ¡Él es muy inquieto! —reí.
—Toda chica de Kansas necesita un Toto —dijo Joseph, ayudándome a
mantener a esa pequeña bola de pelos en mí regazo.
— ¡Él parece como Toto! Así es como voy a llamarlo —dije, arrugando mi
nariz hacia el inquieto perrito.
—Puedes tenerlo aquí. Yo me encargaré de él cuando vuelvas a Morgan
—su boca se curvó en una media sonrisa—. Y eso me asegurara de que vengas
a visitarlo varias veces al mes.
Apreté mis labios juntos. —Hubiera regresado, de todas maneras, Joe.
—Haría cualquier cosa por volver esa sonrisa en tu rostro ahora mismo.
—Creo que necesito una siesta, Toto. Si, tú también —susurré al
cachorro.
Joseph asintió, tirando de mí hacia su regazo, y luego levantándose
conmigo en sus brazos. Con dificultad, él cerró las cortinas, y luego se dejó
caer sobre su almohada.
—Gracias por quedarte conmigo anoche —dije, acariciando la suave piel
de Toto—. No tenías por que dormir en el suelo del baño.
—Anoche fue una de las mejores noches de mi vida.
Me giré para ver su expresión. Cuando vi que él hablaba en serio, le
disparé una mirada dudosa. — ¿Dormir entre un retrete y la bañera y en el frío
y duro piso con una idiota vomitando fue una de tus mejores noches? Eso es
triste, Joe.
—No, sentado contigo cuando estabas enferma, y tú durmiendo en mi
regazo fue una de mis mejores noches. No fue cómodo, no dormí casi nada,
pero estuve en tu decimonoveno cumpleaños contigo, y realmente eres dulce
cuando estás borracha.
—Estoy segura que entre eructando y vomitando fui muy encantadora.
Él se acercó a mí, acariciando a Toto, quien estaba acurrucado en mi
cuello. —Eres la única mujer que conozco que aún se ve increíble con la cabeza
dentro del inodoro. Eso es mucho decir.
—Gracias, Joe. No haré que seas mi niñera otra vez.
Se apoyó contra su almohada. —Como sea. Nadie puede sostener tu
cabello hacia atrás como yo.
Reí y cerré los ojos, dejándome caer en la oscuridad.
— ¡Levántate, Abby! —gritó América, sacudiéndome.
Toto lamió mi mejilla. — ¡Estoy levantada! ¡Estoy levantada!
— ¡Tenemos clases en media hora!
Salté de la cama. —He estado durmiendo por… ¿Catorce horas? ¿Pero
por qué?
— ¡Sólo date un baño! ¡Si no estás lista en diez minutos, dejare tu trasero
aquí!
— ¡No tengo tiempo de darme un baño! —dije, cambiándome la ropa con
la cual me dormí.
Joseph apoyó su cabeza en su mano y rió. —Son ridículas. No es el fin del
mundo si llegan tarde a una clase.
—Lo es si eres América. Ella no se pierde una clase y odia llegar tarde —
dije, tirando una camisa sobre mi cabeza, y metiéndome dentro de mis jeans.
—Deja que Mare se adelante. Yo te llevaré.
Caminé con un pie, mientras me ponía mis botas en el otro. —Mi bolsa
está en su auto, Joe.
—Como sea —se encogió de hombros—. Sólo no salgas herida por llegar
a tiempo a una clase —Él levantó a Toto, sosteniéndolo en su mano como un
pequeño balón, siguiéndome en el pasillo.
América corrió conmigo hacia la puerta y entramos en el auto. —No
puedo creer que él te haya regalado ese perrito —dijo ella, mirando hacia atrás
mientras salía del estacionamiento.
Joseph estaba de pie frente al sol de la mañana, en calzoncillos y
descalzo, con los brazos cruzados por el frío. Él observaba a Toto oler el pasto
en el patio como un padre orgulloso.
—Nunca he tenido un perro antes —dije—. Esto será interesante.
América miró a Joseph antes de hacer avanzar su Honda. —Míralo —dijo,
negando con su cabeza.
—Joseph Maddox: Sr. Mamá. Toto es adorable. Incluso tú te encariñarás
con él.
—No puedes traerlo contigo al dormitorio, lo sabes. No creo que Joseph
haya pensado en eso.
—Joseph dijo que él lo cuidara en el apartamento.
Ella arqueó una ceja. —Claro que lo dijo. Joseph piensa en el futuro,
tengo que darle crédito por eso —dijo, negando con su cabeza mientras pisaba
el acelerador.
Me tensé, pegándome en mi asiento por la velocidad.
Una vez que la adrenalina se absorbió en mi sistema, la pesadez de mi
post-cumpleaños se apoderó de mi cuerpo. América me dio un codazo cuando
la clase terminó, y la seguí hacia la cafetería.
Shepley se encontró con nosotros en la puerta, y me di cuenta de
inmediato que algo andaba mal.
—Mare —dijo Shepley, agarrándola del brazo.
Joseph corrió hacia donde estábamos, y agarrándose de sus caderas,
respiró profundamente hasta que recuperó el aliento.
— ¿Hay una turba de mujeres enfadadas que te persiguen? —Me burlé.
Él sacudió su cabeza. —Estaba tratando de alcanzarte… antes de que…
entraras —suspiró.
— ¿Qué está pasando? —pregunto América a Shepley.
—Hay un rumor —comenzó Shepley—. Todo el mundo está diciendo que
Joseph llevo a ____ a casa y… los detalles son diferentes, pero es bastante
malo.
— ¿Qué? ¿Hablas en serio? —grité.
América rodó sus ojos. — ¿A quién le importa, _____? La gente ha estado
especulando sobre ti y Joe desde semanas. No es la primera vez que alguien
dice que ustedes duermen juntos.
Josephy Shepley intercambiaron miradas.
— ¿Qué? —dije—. Hay algo más, ¿No?
Shepley hizo una mueca. —Están diciendo que te acostaste con Parker
en la casa de Brasil, y luego te fuiste con Joseph… a casa, si sabes lo que estoy
tratando de decir.
Mi boca cayó abierta. — ¡Grandioso! ¿Así que soy la zorra de la escuela
ahora?
Los ojos de Joseph se oscurecieron y su mandíbula se tensó. —Esto es mi
culpa. Si se tratara de alguien más, ellos no estarían hablando de ti —Él entró
a la cafetería con sus manos hechas puño a los costados.
América y Shepley lo siguieron. —Espero que nadie sea tan estúpido
como para decirle algo. —dijo América.
—O a ella. —agregó Shepley.
Joseph se sentó a unos asientos de distancia de mí, al lado de Reuben.
Espere que él me mirara, queriéndole ofrecer una sonrisa confortante. Joseph
tenía una reputación, pero yo dejé que Parker me besara en el pasillo.
Shepley me dio un codazo mientras miraba a su primo. —Sólo se siente
mal. Probablemente está tratando de desviar el rumor.
—No tienes por qué sentarte allí, Joe. Vamos, siéntate aquí —dije,
palmeando el espacio vacío en frente de mí.
—Escuché que pasaste un buen cumpleaños, _____ —dijo Chris Jenks,
lanzando un trozo de lechuga al plato de Joseph.
—No comiences con ella, Jenks —advirtió Joseph, ceñudo.
Chris sonrió, empujando hacia arriba sus redondas y rosadas mejillas. —
Escuché que Parker está furioso. Dijo que fue a su apartamento ayer, y tú y
Joseph seguían en la cama.
—Ellos estaban tomando una siesta, Chris —se mofó América.
Mis ojos se lanzaron hacia Joseph. — ¿Parker fue a verme?
Él se movió incómodo en su silla. —Te lo iba a decir.
— ¿Cuándo? —Espeté.
América se inclinó en mi oído. —Parker escuchó el rumor, y fue a
confrontarte. Traté de detenerlo, pero él caminó hacia el pasillo y… tuvo una
idea totalmente equivocada.
Planté mis codos en la mesa, cubriendo mi rostro con mis manos. —Esto
se pone cada vez mejor.
—Entonces, ¿Ustedes realmente no han entrado en acción? —Preguntó
Chris—. Maldición, esto apesta. Pensé que ____ era la adecuada para ti
después de todo, Joe.
—Es mejor que te detengas ahora, Chris —advirtió Shepley.
—Si tú no duermes con ella, ¿Te importa si yo lo hago? —dijo Chris,
riéndose con sus compañeros de equipo.
Mi cara ardió con la vergüenza inicial, pero luego América gritó en mi
oído, reaccionando en respuesta a Joseph saltando de su asiento. Él llegó hasta
la mesa, agarrando a Chris por la garganta con una mano, y su otra mano
hecha un puño en su camisa.
Una línea de personas se acercó a la mesa, y docenas de sillas se
arrastraron por el suelo mientras las personas se levantaban para mirar. Joseph
lo golpeó repetidamente en el rostro, su codo echado hacia atrás en el aire
antes de aterrizar cada golpe. La única cosa que Chris pude hacer fue cubrir
su cara son sus manos.
Nadie tocó a Joseph. Él estaba fuera de control, y su reputación hacía
que todos tuvieran miedo de ponerse en su camino. Los jugadores de fútbol se
agacharon y dieron un respingo mientras veían a su compañero ser asaltado
sin piedad sobre el suelo.
— ¡Joseph! —grité, rodeando la mesa.
A medio golpe, Joseph retuvo su puño, y luego soltó la camisa de Chris,
haciéndolo caer al suelo. Él estaba jadeando cuando se dio la vuelta para
mirarme; Nunca lo había visto tan sobresaltado. Tragué duro y di un paso
hacia atrás mientras él pasaba a mi lado.
Di un paso para seguirlo, pero América agarró mi brazo. Shepley la besó
rápidamente, y luego siguió a su primo hacia la puerta.
—Jesús —susurró América.
Nos dimos la vuelta para ver a los compañeros de equipo de Chris
recogerlo del suelo, y me encogí ante su cara roja e hinchada. La sangre
brotaba de su nariz, y Brasil le entregó una servilleta de la mesa.
— ¡Ese loco hijo de puta! —gimió Chris, sentándose en la silla y llevando
su mano hacia su rostro. Me miró, entonces—. Lo siento, ____. Estaba sólo
bromeando.
No tenía palabras para replicar. No podía explicar que había ocurrido.
—Ella no se ha acostado con ninguno de ellos —dijo América.
—Nunca sabes cuándo callarte, Jenks —dijo Brasil, disgustado.
América tiró de mi brazo. —Vamos. Vámonos.
Ella no perdió tiempo arrastrándome hacia su auto. Cuando ella
encendió el motor, agarré su muñeca. — ¡Espera! ¿A dónde vamos?
—Vamos al apartamento de Shep. No quiero que él esté solo con Joseph.
¿Lo viste? ¡Él ha pisado fondo!
— ¡Bueno, yo tampoco quiero estar cerca de él!
América me miró con incredulidad. —Obviamente, tenemos que hacer
algo por él. ¿No quieres saber cómo está?
—Mi sentido de auto-preservación pesa más que mi curiosidad en este
punto, Mare.
—Lo único que lo detuvo fue tu voz, ____. Él te escuchará. Tienes que
hablar con él.
Suspiré y solté su muñeca, cayendo contra el respaldo de mi asiento. —
Está bien. Vemos.
Nos detuvimos en el estacionamiento, y América aparcó entre el auto de
Shepley y la motocicleta de Joseph. Ella subió las escaleras, poniendo sus
manos en sus caderas dramáticamente.
— ¡Vamos, _____! —gritó América, haciendo señas para que la siguiera.
Vacilante, finalmente la seguí, deteniéndome cuando vi a Shepley bajar
apresurado las escaleras para hablar en voz baja con América. Él me miró,
negó con su cabeza, y entonces susurró algo otra vez.
— ¿Qué? —pregunté.
—Shep no… —dijo ella inquieta—. Shep, no creo que sea buena idea
irnos. Joseph está bastante molesto.
—Quieres decir que él no cree que yo debería entrar —dije.
Shepley tocó mi hombro. —No has hecho nada malo, ____. Él sólo no…
él no quiere verte justo ahora.
—Si yo no he hecho nada mal, ¿Entonces porque no quiere verme?
—No estoy seguro; no quiere hablarme sobre esto. Creo que esta
avergonzado de perder el control frente a ti.
— ¡Perdió el control frente de toda la cafetería! ¿Que tengo yo qué hacer
con esto?
—Más de lo que tú crees —dijo Shepley, esquivando mis ojos.
Lo observé por un momento, y luego pasé entre ellos, subiendo corriendo
las escaleras. A travesé la puerta para encontrar una sala vacía. La puerta de
la habitación de Joseph vacía, así que toqué.
— ¿Joseph? Soy yo, abre.
—Vete, Pidge —gritó del otro lado de la puerta.
Me asomé para verlo sentado en el borde de la cama, frente a la ventana.
Toto pateaba su espalda, no muy feliz de ser ignorado.
— ¿Qué pasa contigo, Joe? —pregunté. Él no respondió, así que me
pare a su lado, cruzando mis brazos. Su quijada estaba tensa, pero no tenía
esa expresión escalofriante que había tenido en la cafetería. Parecía triste. Del
tipo profundo, sin esperanza.
— ¿No vas a hablarme sobre esto?
Esperé, pero permaneció en silencio. Me di la vuelta hacia la puerta y él
finalmente suspiró. — ¿Recuerdas el otro día cuando Brasil se metió conmigo y
tu saliste en mi defensa? Bueno… eso es lo que ocurrió. Sólo que me dejé llevar
un poco.
—Estabas enojado antes de que Chris dijera algo —dije, volviéndome
para sentarme a su lado en la cama.
Él continuó mirando por la ventana. —Quise decir lo que dije antes.
Deberías irte, Pidge. Dios sabe que yo no puedo apartarme de ti.
Toqué su brazo. —Tú no quieres que me vaya.
La mandíbula de Joseph se tensó de nuevo, y luego me envolvió con su
brazo. Se detuvo por un momento, y luego besó mi frente, presionando su
mejilla contra mi sien. —No importa cuán fuerte lo intente. Vas a odiarme
cuando todo esté dicho y hecho.
Envolví mis brazos alrededor de él. —Somos amigos. No acepto un no por
respuesta —cité.
Sus cejas se arquearon, y entonces me abrazó con ambos brazos, sin
dejar de mirar por la ventana. —Te observó dormir un montón. Siempre
pareces tan tranquila. No tengo ese tipo de tranquilidad. Tengo toda esta ira y
rabia dentro de mí… excepto cuando te observo dormir.
—Eso fue lo que estaba haciendo cuando Parker entro —continuó—. Yo
estaba despierto, y él entró, y sólo estuvo de pie allí, con su mirada de shock en
el rostro. Sabía lo que él pensaba, pero no quise aclararlo. No quise
explicárselo porque quería que él creyera que algo ocurrió. Ahora toda la
escuela cree que tú estuviste con ambos en la misma noche.
Toto hizo su camino hacia mi regazo, y froté sus orejas.
Joseph alargó su mano para acariciarlo una vez, y luego puso su mano
sobre la mía. —Lo siento.
Me encogí de hombros. —Si él creyó ese rumor, esa es su culpa.
—Es difícil creer algo más cuando nos ve juntos en la cama.
—Él sabe que estoy quedándome contigo. Yo estaba completamente
vestida, por el amor de Cristo.
Joseph suspiró. —Probablemente estaba demasiado molesto como para
darme cuenta. Sé que le gustas, Pidge. Debería habérselo explicado. Te debo
mucho.
—No importa.
— ¿No estás enojada? —preguntó, sorprendido.
— ¿Es eso lo que te tiene tan molesto? ¿Pensaste que me enojaría contigo
cuando me dijeras la verdad?
—Deberías estarlo. Si me estuvieran hundiendo por la mala reputación
del alguien, yo estaría un poco encabronado.
—A ti no te importa el qué dirán. ¿Qué pasó con el Joseph que le importa
una mierda lo que los demás piensen? —me burlé, dándole un codazo.
—Eso fue antes de ver la expresión en tu cara cuando escuchaste lo que
todo el mundo estaba diciendo. No quiero que salgas lastimada por mi culpa.
—Tú nunca harías algo para lastimarme.
—Preferiría cortarme el brazo —suspiró.
Él se relajó apoyando su mejilla contra mi cabello. Yo no tenía una
réplica, y Joseph parecía haber dicho todo lo que necesitaba decir, así que nos
sentamos en silencio. De vez en cuando, Joseph me apretaba con más fuera a
su lado. Me aferré a su camisa, sin saber cómo hacerlo sentir mejor que
permitirle abrazarme.
Cuando el sol comenzó a subir, escuché un leve golpe en la puerta. —
¿____? —la voz de América sonó débil del otro lado de la madera.
—Entra, Mare —respondió Joseph.
América entró con Shepley, y sonrió al vernos, enredados en los brazos
del otro. —Vamos por un poco de comida. ¿Tienen ganas de hacer una carrera
hasta Pei Wei?
—Agh. ¿Comida asiática nuevamente, Mare? ¿De verdad? —preguntó
Joseph.
Sonreí. Él sonó más como a sí mismo.
América lo notó, también. —Sí, de verdad. ¿Vienen o no?
—Me muero de hambre —dije.
—Claro que lo estás, no llegaste a almorzar —dijo, frunciendo el ceño. Se
levantó, llevándome con él—. Vamos. Déjame conseguir algo de comida para ti.
Él mantuvo su brazo alrededor de mí, y no me soltó hasta que estuvimos
dentro de Pei Wei.
Tan pronto como Joseph fue al baño, América se inclinó hacia mí. — ¿Y?
¿Qué te dijo?
—Nada —me encogí de hombros.
Ella arqueó una ceja. —Estuviste en su habitación por dos horas. ¿Él no
te dijo nada?
—Por lo general no lo hace cuando está molesto —dijo Shepley.
—Tuvo que haber dicho algo —presionó América.
—Dijo que estaba un poco molesto por los rumores sobre mí, y que no le
dijo a Parker la verdad cuando él entró. Eso es todo —dije, jugando con la sal y
la pimienta.
Shepley negó con su cabeza, cerrando sus ojos.
— ¿Qué, bebé? —preguntó América, enderezándose.
—Joseph es —suspiró, rodando sus ojos—, Olvídalo.
América tenía una expresión testaruda. —Oh, diablos, no, tú no
puedes… —Ella se interrumpió cuando Joseph se sentó y puso su brazo detrás
de mí.
— ¡Maldita sea! ¿La comida no está aun?
Reímos y bromeamos hasta que el restaurant cerró, y luego entramos en
el auto para regresar a casa. Shepley cargó a América sobre su espalda para
subir las escaleras, pero Joseph se quedó atrás, tirando de mi brazo antes de
seguirlos. Levanté la mirada hacia nuestros amigos, hasta que ellos
desaparecieron tras la puerta, y entonces me ofreció una sonrisa triste. —Te
debo una disculpa por lo de hoy, lo siento mucho.
—Ya te has disculpado. Está bien.
—No, me disculpé por Parker. No quiero que pienses que soy un
psicópata que va por ahí atacando a las personas por la más mínima cosa —
dijo—. Pero te debo una disculpa porque no te defendí por la razón correcta.
—Y eso sería… —incité.
—Me abalancé sobre él porque dijo que él quería ser el siguiente en la
fila, no porque él bromeara contigo.
—Insinuar que hay una fila para acostarse conmigo es razón suficiente
para defenderme, Joe.
—Ese es mi punto. Estaba enojado porque lo tomé como si él quisiera
dormir contigo.
Después de procesar lo que Joseph quería decir, agarré los costados de su
camisa y presioné mi frente contra su pecho.
— ¿Sabes qué? No me importa —dije, levantando la mirada hacia él—. No
me importa lo que la gente está diciendo, o si pierdes el control, o porque
golpeaste a Chris en el rostro. La última cosa que quiero es tener una mala
reputación, pero estoy cansada de explicar nuestra amistad a todos. Al diablo
con ellos.
La mirada de Joseph se tornó suave, y las comisuras de sus labios se
curvaron. — ¿Nuestra amistad? A veces me preguntó si me escuchas por
completo.
— ¿Qué quieres decir?
—Entremos. Estoy cansado.
Asentí, y él me abrazó contra su costado hasta que nos encontramos
dentro del apartamento. América y Shepley ya estaban encerrados en su
dormitorio, y me deslicé dentro y fuera del baño. Joseph estaba sentado con
Toto afuera mientras me vestía con mi pijama, y después de media hora,
ambos estábamos en la cama.
Recosté mi cabeza en mi brazo, dejando salir un largo suspiro,
relajándome. —Sólo dos semanas menos. ¿Vas a hacer un drama cuando me
mude de regreso a Morgan?
—No lo sé —dijo. Pude ver su gesto atormentado, incluso en la
oscuridad.
—Oye —toqué su brazo—. Estaba bromeando.
Lo observé durante un largo rato, respirando, parpadeando, y tratando
de relajarse. Él se movió un poco y luego me miró. — ¿Confías en mí, Pidge?
—Sí, ¿Por qué?
—Ven aquí —dijo, tirando de mí contra él. Me puse rígida por un
segundo o dos antes de recostar mi cabeza en su pecho.
Lo que sea que estaba pasando con él, me necesitaba cerca, y no podría
hacer objetado algo incluso si hubiera querido. Se sentía bien estar acostada a
su lado.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Promesa(3/5)
Finch sacudió la cabeza. —Está bien, así que, ¿estás con Parker o con
Joseph? Estoy confundido.
—Parker no me habla, así que, eso está en el limbo por ahora —dije,
rebotando para reajustar mi mochila.
Él lanzó una bocanada de humo, y después sacó un poco de tabaco de
su lengua. —Así qué, ¿Estás con Joseph?
—Somos amigos, Finch.
—Te das cuenta de que todo el mundo piensa que ustedes dos están
teniendo algún tipo de extraña relación de amigos-con-beneficios que no están
admitiendo, ¿verdad?
—No me importa. Pueden pensar lo que quieran.
—¿Desde cuándo? ¿Qué pasó con la ____ nerviosa, misteriosa y
cautelosa que conozco y amo?
—Murió por el estrés de todos los rumores y suposiciones.
—Eso es muy malo. Voy a extrañar el señalarla y reírme de ella.
Golpeé el brazo de Finch, y él se rió. —Bien. Ya era hora de que dejaras
de fingir —dijo.
—¿Qué quieres decir?
—Cariño, estás hablando con alguien que vivió la mayor parte de su vida
fingiendo. Te detecté a una milla de distancia.
—¿Qué estás tratando de decir, Finch? ¿Que soy una lesbiana en el
closet?
—No, que estás escondiendo algo. Las chaquetas, la sofisticada y
recatada chica que va a elegantes restaurantes con Parker Hayes… esa no eres
tú. O eras una stripper de pueblo o has estado en rehabilitación. La última,
supongo yo.
Me reí fuertemente. —¡Eres terrible para suponer!
—Entonces, ¿Cuál es tu secreto?
—Si te lo dijera, no sería un secreto, ¿no es así?
Sus facciones se afilaron con una sonrisa pícara. —Yo te mostré el mío,
ahora muéstrame el tuyo.
—Odio ser la portadora de malas noticias, pero tu orientación sexual no
es exactamente un secreto, Finch.
—¡Mierda! Y yo que pensaba que tenía lo de misterioso gatito del sexo a
mi favor —dijo, tomando otra calada.
Me encogí antes de hablar. —¿Tuviste una buena vida en casa, Finch?
—Mi mamá es genial… mi papá y yo teníamos muchos problemas que
resolver, pero estamos bien ahora.
—Yo tuve a Mick Abernathy por padre.
—¿Quién es ese?
Me reí. —¿Ves? No es tan importante si no sabes quién es.
—¿Quién es él?
—Un desastre. Las apuestas, la bebida, el mal temperamento… es
hereditario en mi familia. América y yo vinimos aquí para que yo pudiera
empezar de nuevo, sin el estigma de ser la hija de un borracho rehabilitado.
—¿Un apostador rehabilitado de Wichita?
—Nací en Nevada. Todo lo que Mick tocaba se convertía en oro en ese
entonces. Cuando cumplí trece, su suerte cambió.
—Y te culpó a ti.
—América renunció a muchas cosas para venir aquí conmigo, así yo
podía escapar, pero llegué aquí y me doy de bruces contra Joseph.
—Y cuando ves a Joseph…
—Es demasiado familiar.
Finch asintió, tirando su cigarrillo al suelo.
—Mierda, ____. Eso apesta.
Entrecerré mis ojos. —Si le dices a alguien lo que acabo de decir, llamaré
a La Mafia. Conozco a algunos de ellos, sabes.
—Mentira.
Me encogí de hombros. —Cree lo que quieras.
Finch me miró suspicazmente, y después sonrió. —Eres, oficialmente, la
persona más genial que conozco.
—Eso es triste, Finch. Deberías salir más —dije, deteniéndome en la
entrada de la cafetería.
Él levantó mi barbilla. —Todo va salir bien. Soy un firme creyente del
refrán las-cosas-pasan-por-una-razón. Llegaron aquí, América conoció a Shep,
tú encontraste tu camino hacia El Círculo, algo sobre ti puso el mundo de
Joseph Maddox Jonas de cabeza. Piensa en ello —dijo, plantando un rápido beso en
mis labios.
—¡Oye, ya! —dijo Joseph. Me agarró por la cintura, levantándome en el
aire, y regresándome al suelo detrás de él—. ¡Tú eres la última persona por la
que tendría que preocuparme sobre esa mierda, Finch! ¡Ten cuidado! —
bromeó.
Finch se inclinó hacia el lado de Joseph y me guiñó un ojo. —Nos vemos,
Cookie.
Cuando Joseph se giró para enfrentarme, su sonrisa se desvaneció. —
¿Por qué ese gesto?
Yo negué con la cabeza, tratando de dejar que la adrenalina siguiera su
curso. —Simplemente no me gusta ese apodo. Tiene algunos malos recuerdos
adheridos.
—¿Expresión de cariño del aspirante a pastor bautista?
—No —refunfuñé.
Joseph golpeó su palma. —¿Quieres que vaya a golpear a Finch? ¿Qué le
enseñe una lección? Lo mataré.
No pude evitar sonreír. —Si quisiera matar a Finch, simplemente le diría
que Prada quebró, y él terminaría el trabajo por mí.
Joseph se rió, acercándose a la puerta. —¡Vamos! ¡Estamos perdiendo el
tiempo aquí!
Nos sentamos juntos en la mesa del almuerzo molestándonos con
pellizcos y codazos en las costillas. El humor de Joseph era tan optimista como
la noche en que perdí la apuesta. Todos en la mesa lo notaron, y cuando
instigó una mino-guerra de comida conmigo, atrajo la atención de los que
estaban sentados en las mesas a nuestro alrededor.
Rodé mis ojos. —Me siento como un animal de zoológico.
Joseph me miró por un momento, notó esas miradas, y después se puso
de pie. — ¡I CAN‟T! —gritó. Observé con asombro como el cuarto entero levantó
la cabeza de un tirón en su dirección. Joseph movió la cabeza un par de veces a
un ritmo en su cabeza.
Shepley cerró los ojos. —Oh, no.
Joseph sonrió. —Get no… sa… tis… faction —cantó—, I can‟t get no…. satis-fac-tion. „Cuz I‟ve tried… and I‟ve tried… and I‟ve tried… and I‟ve tried…—se
subió a la mesa mientras todo el mundo miraba—, ¡I CAN‟T GET NO!
Apuntó a los jugadores de fútbol al final de la mesa y ellos sonrieron—, ¡I
CAN‟T GET NO! —Gritaron al unísono. Todo el cuarto aplaudió al ritmo,
enotnces Joseph cantó en sus puños. — ¡When I‟m drivin‟ in my car, and a man
comes on the… ra-di-o… he‟s tellin‟ me more and more… about some useless infor-ma-tion! ¡Supposesd to fire my im-agin-a-tion! ¡I CAN‟T GET NO! ¡Uh no, no,
no!
Bailó junto a mí, cantando en su micrófono imaginario.
Toda la sala estaba cantando en armonía, — ¡HEY, HEY, HEY!
— ¡That‟s what I‟ll say! —Cantó Joseph.
Joseph movió sus caderas, y algunos silbidos y chillidos de las chicas en
la sala se encendieron. Caminó hacia mí otra vez, cantando el coro al otro lado
de la sala, los jugadores de fútbol sus coristas.
— ¡Yo te voy a ayudar! —Gritó una chica desde el fondo.
— …cuz I‟ve tried, and I‟ve tried, and I‟ve tried… —cantó.
— ¡I CAN‟T GET NO! ¡I CAN‟T GET NO! —Cantaron sus coristas.
Joseph se paró enfrente de mí y se inclinó. — ¡When I‟m watchin‟ my tv…
and a… man comes on and tells me… how White my shirts can be! Well he can‟t
be a man, cause he doesn‟t smoke… the same cigarettes as me! ¡I can‟t…get no!
¡Uh no, no, no!
Todo el mundo aplaudió al ritmo y los jugadores de fútbol cantaron, —
¡HEY, HEY, HEY!
— ¡That‟s what I say! —cantó Joseph, apuntando a su audiencia que
aplaudía.
Algunos se pararon y bailaron con él, pero la mayoría sólo observó con
divertido asombro.
Saltó a la mesa de al lado y América gritó y aplaudió, dándome un
codazo. Yo negué con la cabeza; había muerto y despertado en High School
Musical.
Los jugadores de fútbol estaban tarareando la base, — ¡Na, na, nanana!
¡Na, na, na! ¡Na na, nanana
Joseph levantó su puño-microfono, — ¡When I‟m… ridin‟ „round the world…
and I‟m doin‟ this… and I‟m signin‟ that!
Se bajó de un salto, y entonces se inclinó a través de la mesa hacia mi
cara, —And I‟m tryin‟ to make some girl…. tell me, uh baby better come back,
maybe next week, „cuz you see I‟m on. ¡A losin‟ streak! ¡I CAN‟T GET NO! ¡Uh no,
no, no!
El cuarto aplaudió al ritmo, el equipo de fútbol gritó su parte, — ¡HEY,
HEY, HEY!
— ¡I can‟t get no! ¡I can‟t get no! ¡Satis-faction! —me canturreó,
sonriendo y sin aliento.
La sala entera explotó en aplausos, e incluso algunos silbidos. Me sacudí
después de que besó mi frente, y entonces se enderezó para hacer una
reverencia. Cuando volvió a su asiento en frente de mí, se echó a reír.
—¿No están mirándote, ahora, o sí? —Jadeó.
—Gracias. Realmente, no hacía falta —Sonreí.
—¿___(nombre abreviado)?
Levanté la mirada para ver a Parker parado al final de la mesa. Todos los
ojos estaban sobre mí una vez más.
—Tenemos que hablar —dijo Parker, parecía nervioso. Miré hacia
América, Joseph, y luego a Parker—. ¿Por favor? —Preguntó, metiendo las
manos en sus bolsillos.
Asentí con la cabeza, siguiéndolo afuera. Pasó por las ventanas hacia la
privacidad del otro lado del edificio. —No quería atraer la atención hacia ti otra
vez. Sé cuánto odias eso.
—Entonces, simplemente deberías haberme llamado si quieras hablar —
dije.
Asintió, mirando el suelo. —No era mi intención encontrarte en la
cafetería. Vi la conmoción, y después a ti, y me acerqué. Lo siento.
Esperé, y él habló otra vez, —No sé qué pasó contigo y Joseph. No es
asunto mío… tú y yo sólo hemos tenido un par de citas. Estaba enojado al
principio, pero entonces me di cuenta de que no me hubiera molestado si no
sintiera algo por ti.
—No dormí con él, Parker. Él sostuvo mi cabello mientras lanzaba medio
litro de Petron en su inodoro. Eso es a lo más romántico que llegó.
Se rió una vez. —No creo que hayamos tenido una oportunidad justa…
no contigo viviendo con Joseph. La verdad es, _____, me gustas. No sé qué es,
pero parece que no puedo dejar de pensar en ti. —Sonreí y tomó mi mano,
pasando sus dedos sobre mi brazalete—. Probablemente te asusté con este
ridículo regalo, pero nunca he estado en esta situación antes. Siento como si
estuviera constantemente compitiendo con Joseph por tu atención.
—No me asustaste con el brazalete.
Él apretó los labios. —Me gustaría que salgamos otra vez en un par de
semanas, después de que terminé tu mes con Joseph. Entonces podemos
concentrarnos en llegar a conocernos sin la distracción.
—Me parece justo.
Se inclinó hacia abajo y cerró los ojos, presionando sus labios contra los
míos. —Te llamaré pronto.
Lo despedí con la mano, y luego volví a la cafetería, pasando a Joseph.
Él me agarró, empujándome a su regazo. — ¿Romper es tan difícil de
hacer?
—Él quiere volver a intentarlo cuando vuelva a Morgan.
—Mierda, voy a tener que pensar en otra apuesta—dijo, poniendo mi
plato frente a mí.
Las dos siguientes semanas volaron. Aparte de las clases, pasé cada
momento despierta con Joseph, y la mayoría del tiempo lo pasamos solos. Me
llevó a cenar, por tragos y a bailar al Red, a los bolos, y fue llamado a dos
peleas. Cuando no estábamos riéndonos de nuestras tonterías, estábamos
jugando a la lucha libre, o acurrucados en el sofá con Toto, mirando una
película. Él hizo un punto por ignorar a cada chica que bateó sus pestañas, y
todo el mundo hablaba del nuevo Joseph.
Mi última noche en el apartamento, América y Shepley estaban
inexplicablemente ausentes, y Joseph elaboró una cena especial de Última
Noche. Compró vino, puso servilletas, e incluso trajo a casa cubiertos de plata
nuevos para la ocasión. Ubicó nuestros platos en la barra del desayuno y puso
su silla al otro lado para sentarse enfrente de mí. Por primera vez, tuve la clara
sensación de que estábamos en una cita.
—Esto es muy bueno, Joe. Me lo has estado ocultando —dije mientras
masticaba la pasta de pollo Cajún que él había preparado.
Forzó una sonrisa, y pude ver que estaba trabajando duro para
mantener la conversación ligera. —Si te lo hubiera dicho antes, lo hubieras
esperado todas las noches. —Su sonrisa se desvaneció, y sus ojos cayeron a la
mesa.
Jugué con la comida en mi plato. —Yo también voy a extrañarte, Joe.
—Vas a seguir viniendo, ¿verdad?
—Sabes que lo haré. Y tú estarás en Morgan, ayudándome a estudiar,
justo como hiciste antes.
—Pero no va a ser lo mismo —suspiró—. Estarás saliendo con Parker,
vamos a estar ocupados… iremos en direcciones diferentes.
—No va a cambiar tanto.
Logró una sola risa. — ¿Quién hubiera pensado en esa primera vez que
nos vimos que estaríamos sentados aquí? No podrías haberme dicho, hace tres
meses, que yo estaría así de miserable al decirle adiós a una chica.
Mi estómago se hundió. —No quiero que seas miserable.
—Entonces no te vayas —dijo. Su expresión era tan desesperada que la
culpa formó un nudo en mi garganta.
—No puedo mudarme aquí, Joseph. Es una locura.
—¿Quién lo dice? Acabo de tener las dos mejores semanas de mi vida.
—Yo también.
—¿Entonces por qué siento como si nunca fuera a volver a verte?
Yo no tenía una respuesta. Su mandíbula se tensó, pero no él no estaba
enojado. La urgencia de ir hacia él creció insistente, así que me paré y caminé
alrededor de la barra, sentándome en su regazo. Él no me miró, así que abracé
su cuello, presionando mi mejilla contra la suya.
—Te vas a dar cuenta del dolor en el trasero que soy, y entonces,
olvidarás todo sobre extrañarme —dije en su oído.
Resopló una bocanada de aire mientras frotaba mi espalda. —¿Lo
prometes?
Me incliné hacia atrás y miré en sus ojos, tocando cada lado de su cara
con mis manos. Acaricié su mandíbula con mi pulgar; su expresión era
desgarradora. Cerré mis ojos y me incliné para besar la comisura de sus labios,
pero él se giró para que atrapara más de sus labios de lo que yo había
intentado.
Incluso cuando el beso me sorprendió, no me alejé de inmediato.
Joseph mantuvo sus labios en los míos, pero no lo llevó más lejos.
Finalmente me alejé, jugando con una sonrisa. —Tengo un día pesado
mañana. Voy a limpiar la cocina, y después me voy a ir a la cama.
—Te ayudo —dijo él.
Lavamos los platos en silencio, con Toto durmiendo a nuestros pies. Él
secó el último plato y lo puso en el estante, y después me llevó por el pasillo,
sosteniendo mi mano un poco demasiado apretada. La distancia desde la boca
del pasillo hasta la puerta de su habitación parecía durar el doble de tiempo.
Los dos sabíamos que el adiós estaba sólo a unas pocas horas de distancia.
Él ni siquiera intentó pretender no mirar esta vez mientras me cambiaba
a una de sus camisetas para dormir. Se desvistió hasta sus bóxers, y se subió
debajo de las mantas, esperándome a que lo acompañara.
Una vez que lo hice, Joseph apagó la lámpara, y luego me acercó a él sin
pedir permiso o disculparse. Tensó sus brazos y suspiró, y yo acurruqué mi
cara en su cuello. Cerré los ojos fuertemente, tratando de saborear el
momento. Sabía que iba a desear volver a este momento cada día de mi vida,
así que lo viví con todo lo que tenía.
Él miró por la ventana. Los árboles arrojaron una sombra a través de su
rostro. Joseph apretó sus ojos cerrados, y la sensación de hundimiento se
instaló en mí. Era agonizante verlo sufrir, sabiendo no sólo que yo era la causa
de ese sufrimiento… yo era la única que se lo podía quitar.
—¿Joe? ¿Estás bien? —Pregunté.
Hubo una larga pausa antes de que hablara finalmente. —Nunca he
estado mejor en toda mi vida.
Presioné mi frente contra su cuello, y él me apretó más fuerte. —Esto es
tonto —dije—. Nos vamos a ver todos los días.
—Sabes que eso no es verdad.
El peso de la tristeza que sentíamos los dos era aplastante, y una
necesidad incontenible se apoderó de mí para salvarnos a los dos. Levanté mi
barbilla, pero dudé; lo que estaba a punto de hacer lo cambiaría todo. Razoné
que Joseph no veía la intimidad como algo más que una forma de pasar el
tiempo, y cerré mis ojos otra vez y me tragué mis miedos. Tenía que hacer algo,
sabiendo que los dos permaneceríamos despiertos, temiendo por cada minuto
que pasara hasta la mañana.
Mi corazón latía fuertemente cuando toqué su cuello con mis labios, y
luego probé su carne en un lento y tierno beso. Bajó la mirada con sorpresa, y
entonces sus ojos se suavizaron comprendiendo lo que yo quería.
Se inclinó hacia abajo, presionando sus labios contra los míos con una
delicada dulzura. El calor de sus labios viajó todo su camino hasta mis pies, y
lo atraje más cerca de mí. Ahora que habíamos dado el primer paso, no tenía
intención de detenerme ahí.
Separé mis labios, dejando que la lengua de Joseph encontrara su camino
hacia la mía. —Te deseo.
De repente, el beso se hizo más lento, y él intentó alejarse. Determinada
a terminar lo que había empezado, mi boca trabajó contra la suya más
ansiosamente. En reacción, Joseph se alejó hasta que estaba de rodillas. Me
levanté con él, manteniendo nuestras bocas fusionadas.
Agarró cada uno de mis hombros para mantenerme a raya. —Espera un
segundo —susurró con una sonrisa divertida, respirando fuertemente—. No
tienes que hacer esto, Pidge. Esto no es de lo que se trata esta noche.
Lo estaba escondiendo, pero pude verlo en sus ojos, su auto-control no
iba a durar mucho.
Me incliné de nuevo, y esta vez sus brazos cedieron sólo lo suficiente
para que rozara mis labios contra los suyos. —No me hagas rogar —susurré
contra su boca.
Con esas cuatro palabras, sus reservas se desvanecieron. Me besó, duro
y con ganas. Mis dedos bajaron a lo largo de su espalda y se instalaron en el
elástico de sus bóxers, recorriendo nerviosamente las arrugas de la tela. Sus
labios se impacientaron, entonces, y caí contra el colchón cuando se estrelló
contra mí. Su lengua se abrió camino a la mía de nuevo, y cuando gané el valor
de deslizar mi mano entre su piel y sus bóxers, gimió.
Joseph tiró de la camiseta por encima de mi cabeza, y luego sus
impacientes manos recorrieron mi costado, agarrando mi ropa interior y
deslizándola por mis piernas con una mano. Su boca regresó a la mía una vez
más mientras su mano se deslizaba hacia arriba por el interior de mi muslo, y
dejé salir un suspiro largo y entrecortado cuando sus dedos vagaron donde
ningún hombre me había tocado antes. Mis rodillas se arquearon y temblaron
con cada movimiento de su mano, y cuando clavé mis dedos en su carne, se
posicionó encima de mí.
—Pigeon —dijo, jadeando—, no tiene que ser esta noche. Esperaré hasta
que estés lista.
Miré por encima de mi cabeza y alcancé el primer cajón de su buró,
abriéndolo. Sintiendo el plástico entre mis dedos, toqué la esquina con mi
boca, abriendo el paquete con mis dientes. Su mano libre dejó mi espalda, y se
bajó los bóxers, sacándoselos rápidamente como si no pudiera soportar que
estuvieran entre nosotros.
El paquete crujió en la yema de sus dedos, y después de unos
momentos, lo sentí entre mis piernas. Cerré los ojos.
—Mírame, Pigeon.
Lo miré, y sus ojos estaban decididos y suaves al mismo tiempo. Movió la
cabeza, inclinándose para besarme tiernamente, y entonces su cuerpo se
tensó, empujándose dentro de mí en un pequeño y lento movimiento. Cuando
se alejó, mordí mi labio con incomodidad; cuando se meció en mí otra vez,
apreté mis ojos cerrados por el dolor. Mis piernas apretadas alrededor de sus
caderas, y me besó de nuevo.
—Mírame —susurró.
Cuando abrí mis ojos, se presionó dentro de mí otra vez, y grité por la
maravillosa combustión que provocó. Una vez que me relajé, el movimiento de
su cuerpo contra el mío fue más rítmico. El nerviosismo que había sentido al
principio había desaparecido, y Joseph agarraba mi carne como si no pudiera
tener suficiente. Lo atraje hacia mí, y gimió cuando el placer que sintió fue
demasiado.
—Te he deseado por tanto tiempo, ____. Eres todo lo que quiero —
musitó contra mi boca.
Agarró mi pierna con una mano y se levantó con su codo, sólo unos
centímetros por encima de mí. Una fina capa de sudor comenzó a crearse en
nuestra piel, y arqueé la espalda mientras sus labios trazaban mi mandíbula y
después seguían una sola línea hacia mi cuello.
—Joseph —suspiré.
Cuando dije su nombre, apoyó su mejilla contra la mía, y sus
movimientos se volvieron más rígidos. Los ruidos de su garganta se hicieron
más fuertes, y finalmente se presionó dentro de mí una última vez, gimiendo y
temblando encima de mí.
Después de unos momentos, se relajó, dejó que su respiración fuera más
lenta.
—Ese fue un gran primer beso —dije con una expresión cansada y
satisfecha.
Él escaneó mi rostro y sonrió. —Tu último primer beso.
Estaba demasiado sorprendida como para responder.
Él colapsó a mi lado sobre su estómago, extendiendo un brazo sobre mi
cintura, y descansando su frente contra mi mejilla. Pasé mis dedos por la piel
desnuda de su espalda hasta que escuché que su respiración se equilibraba.
Permanecí despierta durante horas, escuchando las profundas
respiraciones de Joseph y al viento moviéndose entre los árboles afuera.
América y Shepley entraron por la puerta principal silenciosamente, y los
escuché caminar de puntillas por el pasillo, murmurando entre ellos.
Habíamos empacado mis cosas más temprano ese día, y me encogí ante
cuán incómoda iba a ser la mañana. Había pensado que una vez que Travis se
acostara conmigo habría satisfecho su curiosidad, pero en cambio, él estaba
hablando de un para siempre. Mis ojos se cerraron de golpe ante el
pensamiento de su expresión cuando entendiera que lo había pasado entre
nosotros no era una comienzo, era un cierre. Yo no podía ir por ese camino, él
me odiaría cuando se lo dijera.
Salí de debajo de su brazo y me vestí, cargando mis zapatos por el pasillo
hacia la habitación de Shepley. América se sentó en la cama, y Shepley estaba
sacándose su camisa enfrente del armario.
—¿Está todo bien, ____? —Preguntó Shepley.
—¿Mare? —dije, indicándole que viniera al pasillo conmigo.
Ella asintió, mirándome con ojos cautos. —¿Qué está pasando?
—Necesito que me lleves a Morgan ahora. No puedo esperar hasta
mañana.
Un lado de su boca se levantó con una conocida sonrisa.
—Nunca pudiste manejar las despedidas.
Shepley y América me ayudaron con mis bolsos, y miré por la ventana
del auto de América en mi viaje de vuelta a Morgan Hall. Cuando dejamos el
último de mis bolsos en mi cuarto, América me agarró.
—Va a ser tan diferente el apartamento, ahora.
—Gracias por traerme a casa. El sol saldrá en unas pocas horas. Mejor
vete —dije, apretando su agarre una vez antes de dejarla ir.
América no miró hacia atrás cuando dejó mi cuarto, y yo mastiqué mi
labio nerviosamente, sabiendo cuán enojada estaría cuando se diera cuenta de
lo había hecho.
Mi camiseta crujió cuando me la saqué por la cabeza, la estática en el
aire se había intensificado con la llegada del invierno. Sintiéndome un poco
perdida, me hice un ovillo debajo mi grueso edredón, e inhalé por la nariz; el
perfume de Joseph aún persistía en mi piel.
La cama se sintió fría y desconocida, un agudo contraste con el calor del
colchón de Joseph. Había pasado treinta días en un pequeño apartamento con
el mujeriego más infame del Eastern, y después de todas las discusiones y las
suposiciones de última hora, era el único lugar en el que quería estar.
Las llamadas empezaron a las ocho de la mañana, y después cada cinco
minutos durante una hora.
— ¡____! —Gruñó Kara—. ¡Contesta el estúpido teléfono!
Me estiré y lo apagué. No fue hasta que escuché los golpes en la puerta
que me di cuenta que no me iban a dejar pasar el día escondida en mi cuarto
como planeaba.
Kara tiró de la perilla. — ¿Qué?
América pasó a su lado, y se paró al lado de mi cama. —¿Qué demonios
está pasando? —Gritó. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y todavía estaba en
pijama.
Me senté. —¿Qué, Mare?
—¡Joseph es un maldito desastre! No quiere hablar con nosotros, está
destrozando el apartamento, arrojó el estéreo a través de la habitación… ¡Shep
no puede hacerlo entrar en razón!
Me froté los ojos con las palmas de mis manos, y parpadeé. —No lo sé.
—¡Mentira! Vas a decirme que demonios está pasando, ¡Y vas a decírmelo
ahora!
Kara tomó su bolso para la ducha y huyó. Cerró la puerta fuertemente
detrás de ella, y yo fruncí el ceño, con miedo de que le diga a la consejera de
residencias, o peor, al Decano de Estudiantes.
—Baja la voz, América, Jesús —susurré.
Ella apretó los dientes. —¿Qué hiciste?
Supuse que él estaría enojado conmigo; no sabía que entraría en cólera.
—Yo… no lo sé —tragué.
—Intentó golpear a Shep cuando se enteró que te ayudamos para que te
fueras. ¡______! ¡Por favor dime! —Suplicó, sus ojos brillando—. ¡Me está
asustando!
El miedo en sus ojos me obligó a decir sólo la verdad parcial. —
Simplemente no pude decir adiós. Sabes qué difícil es para mí.
—Es algo más, ____. ¡Él está absolutamente loco! Lo escuché gritar tu
nombre, y después recorrió todo el apartamento buscándote. Irrumpió en el
cuarto de Shep, demandando saber dónde estabas. Entonces intentó llamarte.
Una, y otra, y otra vez —suspiró—. Su rostro estaba… Jesús, ____. Nunca lo
había visto así. Arrancó las sabanas de la cama, y las arrojó, arrojó sus
almohadas, destrozó el espejo con su puño, pateo su puerta… ¡rompiendo las
bisagras! ¡Fue la cosa más aterradora que he visto en mi vida!
Cerré mis ojos, obligando a las lágrimas agrupadas en mis ojos correr por
mis mejillas.
América me empujó su celular. —Tienes que llamarlo. Por lo menos
tienes que decirle que estás bien.
—Está bien, lo voy a llamar.
Me volvió a dar su teléfono. —No, vas a llamarlo ahora.
Tomé su teléfono en mi mano y toqué los botones, tratando de imaginar
qué podría decirle. Ella lo arrebató de mi mano, marcó, y me lo pasó. Sostuve
el teléfono en mi oído, y respiré hondo.
—¿Mare? —Respondió Joseph, su voz llena de preocupación.
—Soy yo.
La línea estuvo en silencio por varios minutos antes de que finalmente
hablara. —¿Qué mierda pasó contigo anoche? Me desperté esta mañana, y no
estabas y tú… ¿sólo te fuiste y no dijiste adiós? ¿Por qué?
—Lo siento. Yo…
—¿Lo sientes? ¡Te has vuelto loca! No contestas tu teléfono, te escapaste
y, qué… ¿por qué? ¡Pensé que finalmente teníamos todo resuelto!
—Sólo necesitaba algo de tiempo para pensar.
—¿Sobre qué? — Hizo una pausa—. ¿Te lastimé?
—¡No! ¡No es nada por el estilo! En verdad… en verdad lo siento. Estoy
segura que América te lo dijo. Yo no me despido.
—Tengo que verte —dijo, su voz desesperada.
Suspiré. —Tengo mucho que hacer hoy, Joe. Tengo que desempacar y
tengo pilas de ropa que lavar.
—Te arrepientes —dijo él, su voz rota.
—No es… no es eso. Somos amigos. Eso no va a cambiar.
—¿Amigos? ¿Entonces qué mierda fue anoche? —dijo, la ira fluyendo a
través de su voz.
Cerré mis ojos fuertemente. —Sé lo que quieres. Yo simplemente no
puedo… hacer eso ahora mismo.
—¿Así que sólo necesitas tiempo? —preguntó con una voz más
calmada—. Podrías haberme dicho eso. No tenías que escaparte de mí.
—Sólo parecía la forma más fácil.
—¿La más fácil para quién?
—No podía dormir. Seguía pensando en cómo sería en la mañana,
cargando el auto de Mare y… no pude hacerlo, Joe —dije.
—Ya es suficientemente malo que no vas a estar más aquí. No puedes
simplemente salir de mi vida.
Forcé una sonrisa. —Te veré mañana. No quiero que las cosas estén
raras, ¿de acuerdo? Sólo necesito solucionar algunas cosas. Eso es todo.
—Está bien —dijo—. Puedo hacer eso.
Terminé la llamada y América me miró fijamente. —¿DORMISTE con él?
¡Perra! ¿Ibas a decírmelo siquiera?
Rodé mis ojos y caí contra la almohada. —Esto no es sobre ti, Mare. Esto
sólo se convirtió en un complicado desastre.
—¿Qué tiene de complicado? ¡Ustedes dos deberían estar delirantemente
felices, no rompiendo puertas y escondiéndose en sus cuartos!
—No puedo estar con él —susurré, manteniendo mis ojos en el techo.
Su mano cubrió la mía, y habló suavemente. —Joseph necesita trabajar.
Créeme, entiendo cada una de las reservas que tienes sobre él, pero mira
cuánto ha cambiado por ti hasta ahora. Piensa en las últimas dos semanas,
_____. Él no es Mick.
—¡Yo soy Mick! Me involucré con Joseph y todo por lo que hemos
trabajado… ¡poof! —Troné mis dedos—. ¡Justo así!
—Joseph no dejará que eso pase.
—No depende de él, ¿no es así?
—Vas a romper su corazón, ____. ¡Vas a romper su corazón! La única
chica en la que confía lo suficiente como para enamorarse, ¡Y vas a clavarlo a
la pared!
Me giré lejos de ella, incapaz de ver la expresión que iba con el tono de
súplica en su voz. —Necesito el final feliz. Por eso vinimos aquí.
—No tienes que hacer esto. Podría funcionar.
—Hasta que mi suerte se esfume.
América levantó sus manos, dejándolas caer en su regazo. —Jesús,
____, no empieces con esa mierda otra vez. Ya hablamos sobre esto.
Mi teléfono sonó, y miré la pantalla. —Es Parker.
Ella negó con la cabeza. —Todavía estamos hablando.
—¿Hola? —Respondí, evitando la mirada de América.
—¡___(nombre abreviado)! ¡Día uno de libertad! ¿Cómo se siente? —dijo.
—Se siente… libre —dije, incapaz de reunir un poco de entusiasmo.
—¿Cena mañana en la noche? Te he extrañado.
—Sí —me limpié la nariz con mi manga—. Mañana es genial.
Después de colgar el teléfono, América frunció el ceño. —Él va a
preguntarme cuando regrese —dijo ella—. Va a querer saber de qué hablamos.
¿Qué se supone que le diré?
—Dile que voy a mantener mi promesa. Para a esta hora mañana, él no
me extrañará.
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Hola! Como se habrán dado cuenta ya la estoy siguiendo, aunque no responda a todos los comentario si los leo TODOS. Y se los agradezco.
Besos♥
Besos♥
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
yamijonas escribió:siguelaaaaaaaaaaa por favorrrrrrrrrrr amo la nove
PD: nueva lectoraaaa :happuy: siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa por los que mas quieras que muero si no veo cappppp
Hola! Bienvenidaaa. Me alegro mucho de que te guste :D
Kati♥Lovejb
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
NO POR FAVOR :(
SÍGUELA SÍ?
ESTOY SIMPLEMENTE MURIENDO
SÍGUELA SÍ?
ESTOY SIMPLEMENTE MURIENDO
fernanda
Re: Beautiful disaster (Joe&Tu) Terminada
Pocker face(4/5)
Dos mesas más atrás, una mesa del fondo. América y Shepley apenas eran visibles desde mi asiento, y yo encorvada, miraba fijamente hacia Joseph
quien miraba la silla vacía que yo solía ocupar antes de sentarse en el extremo
de la mesa. Me sentía ridícula por esconderme, pero no estaba preparada para
sentarme frente a él por una hora entera. Cuando terminé mi comida, tomé
una respiración profunda y salí afuera donde Joseph estaba terminando su
cigarrillo.
Me había pasado toda la noche tratando de formar un plan para volver a
comenzar donde estábamos antes. Si yo trataba nuestro encuentro de la
manera que él consideraba el sexo en general, podría tener una buena
oportunidad. En el plan corría el riesgo de perderlo, pero esperaba que su
enorme ego masculino lo obligara a jugar de la misma manera.
—Hey —le sonreí.
Hizo una mueca. —Hey. Pensé que estabas en el almuerzo.
—Tuve que entrar y salir rápido, tengo que estudiar. —me encogí de
hombros, haciendo mi mejor esfuerzo por parecer casual.
—¿Necesitas ayuda?
—Es Cálculo. Creo que puedo manejarlo.
—Puedo simplemente ofrecerte apoyo moral —sonrió, hundiendo su
mano en el bolsillo. Los músculos sólidos en su brazo se tensaron con el
movimiento, y el recuerdo de su flexión cuando se impulsaba en mi interior se
repitió con gran detalle en mi cabeza.
—Er... ¿Qué? —Pregunté, desorientada por el repentino pensamiento
erótico que había brillado en mi mente.
—¿Se supone que debemos pretender que la otra noche nunca sucedió?
—No, ¿Por qué? —Fingí confusión y él suspiró, frustrado por mi
comportamiento.
—No sé... ¿Por qué tomé tu virginidad? —Se inclinó hacia mí, diciendo
las palabras en voz baja.
Rodé los ojos. —Estoy segura de que no es la primera vez que desfloras
una virgen, Joe.
Tal como me temía, mi conducta despreocupada lo hizo enojar. —De
hecho, lo fue.
—Vamos... Te dije que no quería ningún tipo de rareza entre nosotros.
Joseph tomó una última calada de su cigarrillo y lo arrojó al suelo. —
Bueno, si he aprendido algo en los últimos días, es que no siempre se consigue
lo que se quiere.
—Hey, __(nombre abreviado) —dijo Parker, besando mi mejilla.
Joseph fulminó a Parker con una mirada asesina.
—¿Paso por ti a las seis? —dijo Parker.
Asentí con la cabeza. —A las seis.
—Nos vemos en un rato —dijo, continuando hacia la clase. Lo vi alejarse,
con miedo a sufrir las consecuencias de los últimos diez segundos.
—¿Vas a salir con él esta noche? —Demandó Joseph, su mandíbula
notoriamente apretada bajo la piel.
—Te dije que me iba a invitar a salir después de mi regreso de Morgan.
Me llamó ayer.
—Las cosas han cambiado un poco desde esa conversación, ¿no crees?
—¿Por qué?
Se alejó de mí, y tragué pesado tratando de contener las lágrimas en su
lugar. Joseph se detuvo y se volvió hacia mí, leyendo mi cara. — ¡Es por eso que
dijiste que no te echaría de menos más tarde! Sabías que iba a averiguar sobre
Parker y tú, y pensaste que... ¿qué? ¿Qué me olvidaría de ti? ¿No confías en mí,
o no soy lo suficientemente bueno? Dime, ¡maldita sea! ¡Dime qué carajo te hice
para que hicieras esto!
Me mantuve firme, mirándolo fijamente a los ojos. —No hiciste nada.
¿Desde cuándo el sexo es de vida o muerte para ti?
—¡Desde que es contigo!
Miré a mi alrededor, al ver que estábamos haciendo una escena.
La gente caminaba lentamente, mirando y murmurando entre sí. Sentí
que mis orejas ardían, y se extendía por todo mi rostro, haciendo de mis ojos
agua. Él cerró los ojos, tratando de recobrar la compostura antes de hablar
otra vez. —¿Es eso? ¿No crees que significó algo para mí?
—Tú eres Josep Maddox.
Negó con su cabeza, disgustado. —Si no supiera mejor, pensaría que me
estás echando mi pasado en cara.
—No creo que cuatro semanas constituyan el pasado. —Su rostro se
desfiguró y yo me reí—. ¡Estoy bromeando! Joseph, está bien. Estoy bien, estás
bien. No hay necesidad de hacer una gran cosa de esto.
Toda la emoción desapareció de su rostro y respiró hondo por la nariz. —
Sé lo que estás tratando de hacer. —Sus ojos se desenfocaron por un
momento, perdido en sus pensamientos—. Voy a tener que probártelo,
entonces. —Sus ojos se entrecerraron mientras miraba los míos, decidido como
estaba antes de una de sus peleas—. Si piensas que voy a volver a joder a
quién se ponga en frente, estás equivocada. No quiero a nadie más. ¿Quieres
que seamos amigos? Bien, seamos amigos. Pero tú y yo sabemos que lo que
pasó no fue sólo sexo.
Pasó delante de mí y yo cerré los ojos, exhalando el aliento que no sabía
que había retenido. Joseph me lanzó una mirada, y luego continuó a su próxima
clase. Una lágrima se escapó por mi mejilla y rápidamente la sequé. Tenía las
miradas curiosas de mis compañeros de clase sobre mi espalda mientras
avanzaba hacia la clase.
Parker estaba en la segunda fila, y me deslicé al puesto junto a él. Una
sonrisa se extendió por su cara. —Estoy deseando que llegue esta noche.
Tomé aire y sonreí, tratando de cambiar el ánimo que quedó por mi
conversación con Joseph.
—¿Cuál es el plan?
—Bueno, ya estoy instalado en mi apartamento. Pensé que podríamos
cenar allí.
—También estoy deseando que llegue esta noche. —dije, tratando de
convencerme a mí misma.
Con la negativa de América para ayudarme, Kara fue la renuente elegida
a ayudarme a escoger un vestido para mi cita con Parker. Tan pronto como lo
puse sobre mi cabeza, me lo arranqué, poniéndome un par de vaqueros en su
lugar. Después de pensar en mi fallido plan toda la tarde, no tenía cabeza para
vestirme. Teniendo el clima fresco en mente, me puse un delgado suéter
cachemira de color marfil sobre una camiseta marrón, y esperé en la puerta.
Cuando el brillante Porsche de Parker se detuvo delante de Morgan, me abrí
paso hacia afuera antes de que tuviera tiempo para entrar.
—Iba a ir a buscarte. —dijo, decepcionado mientras abría la puerta.
—Entonces, te ahorré un viaje. —le dije, abrochándome el cinturón de
seguridad.
Se deslizó a mi lado y se inclinó, tocando cada lado de mi cara, dándome
un suave beso en los labios. —Whoa —respiró—. He echado de menos tu boca.
Su aliento sabía a menta, su perfume olía increíble, sus manos eran
cálidas y suaves, y se veía fantástico en sus pantalones vaqueros y una camisa
verde, pero no podía evitar la sensación de que algo faltaba. Esa emoción que
había en un principio estaba notablemente ausente, y en silencio maldije a
Joseph por quitarme esa sensación.
Forcé una sonrisa. —Voy a tomar eso como un cumplido.
Su apartamento era exactamente como lo había imaginado: Inmaculado,
con costosos artículos electrónicos en todos los rincones, y muy probablemente
decorado por su madre.
—¿Y? ¿Qué piensas? —dijo, sonriendo como un niño presumiendo un
juguete nuevo.
—Es fantástico. —asentí con la cabeza.
Su expresión cambió de lúdica a profunda, y me tomó en sus brazos,
besando mi cuello. Cada músculo de mi cuerpo se tensó. Quería estar en
cualquier otro lugar menos en ese apartamento.
Mi celular sonó, y le ofrecí una sonrisa de disculpa antes de contestar.
—¿Cómo va todo, Pidge?
Le di la espalda a Parker y susurré en el teléfono. —¿Qué es lo que
quieres, Joseph? —Traté de hacer mi tono severo, pero fue suavizado por mi
alivio al escuchar su voz.
—Quiero ir a los bolos mañana. Necesito mi pareja.
—¿Bolos? ¿No me podrías haber llamado más tarde? —Me sentí como
una hipócrita por decir esas palabras, sabiendo que yo había esperado una
excusa para mantener los labios de Parker lejos de mí.
—¿Cómo voy a adivinar cuándo hayas terminado? Oh. Eso no salió
bien... —su voz se fue apagando, junto a su diversión.
—Te llamo mañana y podemos hablar de ello, ¿De acuerdo?
—No, no está bien. Has dicho que quieres que seamos amigos, pero ¿no
podemos pasar el rato? —Rodé mis ojos, y Joseph resopló.
—No ruedes los ojos. ¿Vendrás o no?
—¿Cómo sabes que rodé los ojos? ¿Me estás acechando? —pregunté,
notando las cortinas cerradas.
—Siempre ruedas los ojos. ¿Sí? ¿No? Estás perdiendo tiempo precioso de
tu cita.
Me conocía tan bien. Luché contra el impulso de pedirle que me recogiera
en ese momento. No pude evitar sonreír ante la idea.
—¡Sí! —dije en voz baja, tratando de no reírme—. Voy a ir.
—Te recogeré a las siete.
Me volví hacia Parker, sonriendo como el gato Cheshire.
—¿Jospeh? —preguntó con una expresión de certeza.
—Sí —fruncí el ceño, atrapada.
—¿Siguen siendo sólo amigos?
—Seguimos siendo sólo amigos. —asentí con la cabeza una vez.
Nos sentamos en la mesa, comiendo comida china para llevar. Me relajé
al estar con él después de un rato, y me recordó lo encantador que era. Me
sentí más ligera, casi risueña, un marcado cambio con respecto al inicio. Por
más que intentaba empujar el pensamiento de mi cabeza, no podía negar que
mi plan con Joseph había iluminado mi estado de ánimo.
Después de la cena, nos sentamos en el sofá a ver una película, pero
antes de terminar los créditos del principio, Parker me tenía sobre mi espalda.
Me alegré de haber elegido usar los vaqueros, no habría sido capaz de
defenderme con la misma facilidad en un vestido. Sus labios viajaron a mi
clavícula, y su mano se detuvo en mi cinturón. Torpemente trabajó para
abrirlo, y una vez que lo logró, me deslicé por debajo de él para ponerme de pie.
—¡Está bien! Creo que es todo lo que pasará esta noche, —le dije,
abrochándome el cinturón.
—¿Qué?
—Primera base.... ¿Segunda base? No importa. Es tarde, es mejor que me
vaya.
Se sentó y se apoderó de mis piernas. —No te vayas, __(nombre abreviado). No quiero que
pienses que por eso te traje aquí.
—¿No es así?
—Por supuesto que no —dijo, tirando de mí hacia su regazo—. Eres todo
en lo que he pensado durante dos semanas. Me disculpo por ser impaciente.
Me besó en la mejilla, y me incliné a él, sonriendo cuando su aliento me
hizo cosquillas en el cuello. Me volví hacia él y apreté los labios contra los
suyos, intentando con todas mis fuerzas sentir algo, pero no lo hice. Me aparté
de él y suspiré.
Parker frunció el ceño. —Dije que lo siento.
—Te dije que era tarde.
Nos dirigimos a Morgan, Parker me apretó la mano después de que me
dio un beso de buenas noches. —Vamos a intentarlo de nuevo. ¿En Biasetti
mañana?
Apreté los labios. —Iré a los bolos con Joseph mañana.
—El miércoles, ¿entonces?
—El miércoles es genial. —le dije, ofreciéndole una sonrisa artificial.
Parker se removió en su asiento. Él estaba pensando en algo. — ¿____?
Hay una fiesta de parejas en un par de fin de semana en la Casa...
Mi interior se estremeció, temiendo la discusión que inevitablemente
tendría.
—¿Qué? —Preguntó, riendo nerviosamente.
—No puedo ir contigo. —le dije, saliendo fuera del coche.
Él me siguió, encontrándome en la entrada de Morgan. —¿Tienes planes?
Hice una mueca. —Tengo planes... Joseph ya me lo preguntó.
—¿Joseph te preguntó qué?
—Para la fiesta de parejas. —le expliqué, un poco frustrada.
La cara de Parker se sonrojó, y cambió su peso. —¿Irás a la fiesta con
Joseph? Él no va a esas cosas. Y ustedes son sólo amigos. No tiene sentido que
vayas con él.
—América no irá con Shep a menos que yo vaya.
Se relajó. —Entonces puedes ir conmigo. —sonrió, entrelazando sus
dedos con los míos.
Hice una mueca ante su solución. —No puedo cancelarle a Joseph, y
luego ir contigo.
—No veo el problema —se encogió de hombros—. Puedes estar ahí por
América, y Joseph no tendrá que asistir. Él es un firme defensor de no ir a las
fiestas de citas. Piensa que son una plataforma para que nuestras parejas nos
obliguen a declarar una relación.
—Era yo la que no quería ir. Él me convenció.
—Ahora tienes una excusa. —se encogió de hombros. Era desesperante
su confianza de que me haría cambiar de opinión.
—Yo no quería ir en absoluto.
La paciencia de Parker se había agotado. —Sólo para ser claro, no
quieres ir a la fiesta de citas. Joseph quiere ir, él te lo pidió, y ¿no lo cancelarás
a él para ir conmigo, a pesar de que no querías ir en primer lugar?
Me costó enfrentarme a su fulgor. —No le puedo hacer eso, Parker, lo
siento.
—¿Entiendes lo que es una fiesta de parejas? Es algo para que vayas con
tu novio.
Su tono condescendiente hizo que cualquier empatía que sintiese por él
desapareciera. —Bueno, yo no tengo novio, así que técnicamente no debería ir
en absoluto.
—Pensé que íbamos a intentarlo de nuevo. Pensé que había algo.
—Estoy tratando.
—¿Qué esperas que haga? ¿Qué me siente solo en casa mientras tú estás
en la fiesta de mi fraternidad con otra persona? ¿Debería preguntarle a otra
chica?
—Puedes hacer lo que quieras. —le dije, irritada con su amenaza.
Levantó la mirada y meneó la cabeza. —Yo no quiero pedírselo a otra
chica.
—No espero que no vayas a tu propia fiesta. Nos veremos allí.
—¿Quieres que se lo pida a otra persona? Y tú vas con Joseph. ¿No ves
cuán completamente absurdo es?
Me crucé de brazos, lista para una pelea. —Le dije que iría con él antes
de que tú y yo comenzáramos a salir, Parker. No puedo cancelarlo.
—No puedes, ¿o no quieres?
—Da lo mismo. Lamento que no lo entiendas.
Abrí la puerta a Morgan, y Parker puso su mano sobre la mía.
—Muy bien —suspiró con resignación—. Esto es obviamente un asunto
con el que voy a tener que lidiar. Joseph es uno de tus mejores amigos, yo lo
entiendo. No quiero que esto afecte nuestra relación. ¿De acuerdo?
—Bien —dije, asintiendo con la cabeza.
Abrió la puerta y me indicó que caminara, besando mi mejilla antes de
que entrara. —¿Nos vemos el miércoles a seis?
—A las seis. —sonreí, despidiéndome mientras caminaba por las
escaleras.
América estaba saliendo de la ducha cuando doblé la esquina, y sus ojos
se iluminaron cuando me reconoció. — ¡Hey, pollita! ¿Cómo te fue?
—No muy bien. —dije, desanimada.
—Uh, oh.
—No le digas a Joseph, ¿De acuerdo?
Ella resopló. —No lo haré. ¿Qué pasó?
—Parker me pidió que fuera a la fiesta de parejas.
América apretó la toalla. —No le cancelarás a Joe, ¿verdad?
—No y Parker no está feliz con eso.
—Comprensible —dijo, asintiendo con la cabeza—. También es
terriblemente malo.
América reunió las hebras de su cabello largo y húmedo sobre un
hombro, y las gotas de agua corrieron por su piel desnuda. Ella era una
contradicción andante. Se inscribió a Eastern para que ambas estuviéramos
juntas. Era mi conciencia autoproclamada, intentando intervenir cuando me
daban mis pretensiones de volar fuera de pista. Iba en contra de todo lo que
hablamos el hecho de que yo me involucrara con Joseph y ella se había
convertido en su más entusiasta animadora.
Me apoyé en la pared. —¿Estaría loca si no fuera con ninguno?
—No, yo estaría increíble e irrevocablemente cabreada. Eso sería motivo
para una pelea de gatos, _____.
—Entonces creo que iré —le dije, metiendo la llave en la cerradura. Mi
celular sonó y una imagen de Joseph haciendo una mueca apareció en la
pantalla—. ¿Hola?
—¿Estás tu casa, ya?
—Sí, él me dejó hace cinco minutos.
—Voy a estar allí en cinco más.
—¡Espera! ¿Joseph? —dije después de que él había colgado.
América se echó a reír. —Acabas de tener una decepcionante cita con
Parker, y sonríes cuando Joseph te llama. ¿Está realmente así de denso?
—Yo no sonreí —protesté—. Viene para acá. ¿Te reunirás con él afuera y
le dirás que me fui a la cama?
—Tú lo harás, y no yo... ve a decírselo tú misma.
—Sí, Mare, que salga yo misma a decirle que ya estoy en la cama
funcionará muy bien. —Ella me dio la espalda, caminando a su habitación.
Levanté las manos, dejándolas caer sobre mis muslos—. ¡Mare! ¿Por favor?
—Que se diviertan, _____ —sonrió y desapareció en su habitación. Bajé
las escaleras y vi a Joseph en su motocicleta, estacionada en la escalinata.
Llevaba una camiseta blanca con obras de arte negro, lo que destacaba los
tatuajes en sus brazos.
—¿No tienes frío? —Le pregunté, tirando de mi estrecha chaqueta.
—Te ves bien. ¿Tuviste un buen día?
—Uh... sí, gracias —dije, distraída—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Movió el acelerador y el motor rugió. —Iba a dar un paseo para
despejarme la mente. Quiero que vengas conmigo.
—Hace frío, Joe.
—¿Quieres que vaya a buscar el coche de Shep?
—Iremos a los bolos mañana. ¿No puedes esperar hasta entonces?
—Pasé de estar junto a ti cada segundo del día para verte durante diez
minutos si tengo suerte.
Sonreí y negué con la cabeza. —Sólo han pasado dos días, Joe.
—Te echo de menos. Mueve tu trasero al asiento y vámonos.
No podía negarlo. Yo también lo echaba de menos. Más de lo que le
admitiría. Me subí el cierre de la chaqueta y me subí detrás de él, deslizando
mis dedos a través de las trabillas de su pantalón. Puso mis muñecas en su
pecho y luego las cruzó. Una vez que se convenció de que lo sostenía con fuerza
suficiente, quitó sus manos, y corrimos por la carretera.
Apoyé la mejilla contra su espalda y cerré los ojos, respirando su olor. Me
recordó a su apartamento, y sus cosas, y la forma en que olía cuando andaba
con una toalla alrededor de su cintura. La ciudad pasaba borrosa por delante
de nosotros, y no me importaba lo rápido que iba al volante, o el frío del viento
que azotaba mi piel, no estaba prestando atención a donde estábamos. Lo
único que podía pensar era en su cuerpo contra el mío. No teníamos ningún
destino o tiempo, y anduvimos por las largas calles después de haber
abandonado todo, excepto a nosotros.
Joseph se detuvo en una gasolinera y se estacionó. —¿Quieres algo? —
Preguntó.
Negué con la cabeza, bajándome de la motocicleta para estirar las
piernas. Él me miró cuando rastrillaba mi cabello con mis dedos, y sonrió.
—Déjalo. Estás jodidamente hermosa.
—Sólo si me pones en un video de principio de los ochenta. —dije.
Se echó a reír, y luego bostezó, espantando a las polillas que zumbaban a
su alrededor. El inyector hizo clic, sonando más fuerte de lo que debería en
una noche tranquila. Parecía que éramos las únicas dos personas en la tierra.
Saqué mi teléfono móvil para comprobar la hora. —Oh, Dios mío, Trav.
Son las tres de la mañana.
—¿Quieres que volvamos? —Preguntó, con el rostro ensombrecido por la
decepción.
Yo apreté los labios. —Será lo mejor.
—¿Todavía iremos esta noche a los bolos?
—Te dije que lo haría.
—Y todavía irás a la Sig Tau conmigo en un par de semanas, ¿verdad?
—¿Estás insinuando que yo no sigo mi palabra? Me parece un poco
insultante.
Sacó la boquilla del tanque y la conectó en su base. —Simplemente ya no
sé lo que vas a hacer.
Se sentó en su motocicleta y me ayudó a subir detrás de él. Puse en mis
dedos en los bucles de su cinturón y luego lo pensé mejor, envolviendo mis
brazos alrededor de él.
Él suspiró y se irguió en el asiento, reacio a arrancar el motor. Sus
nudillos se volvieron blancos mientras sostenía las manillas. Tomó aire, como
para empezar a hablar, y luego negó con la cabeza.
—Eres importante para mí, ya sabes. —dije, apretándome a él.
—No te entiendo, Pigeon. Pensé que conocía a las mujeres, pero eres tan
jodidamente confusa que ya no sé a qué te refieres.
—Yo no te entiendo, tampoco. Se supone que debes ser el hombre
mujeriego del Eastern. No estoy recibiendo la experiencia completa de primer
año que prometieron en el folleto. —me burlé.
—Bueno, eso es lo primero. Nunca había tenido que dormir con una
chica para que ella quisiera que la dejara en paz —dijo, manteniendo su
espalda hacia mí.
—Eso no es lo que fue, Joseph. —mentí, avergonzada de que él hubiese
adivinado mis intenciones sin darse cuenta de cuánta razón tenía. Él negó con
la cabeza y encendió el motor, volviendo a la calle. Condujo inusualmente
lento, deteniéndose en todas las luces amarillas, tomando el camino largo al
campus.
Cuando nos paramos frente a la entrada de Morgan Hall, la misma
tristeza que sentí la noche que me fui de la casa me consumía. Sabía que era
ridículo ser tan emocional, pero cada vez que hacía algo para alejarlo, estaba
aterrorizada de que funcionara. Me acompañó hasta la puerta y saqué las
llaves, evitando sus ojos. Cuando ya tenía el metal en la mano, su mano de
repente fue a mi mentón, el pulgar tocando suavemente mis labios.
—¿Él te beso? —Preguntó.
Me alejé, sorprendida de que sus dedos causaran una sensación de ardor
que quemaba todos los nervios desde mi boca a mis pies. —Tú sí que sabes
cómo arruinar una noche perfecta, ¿no?
—Pensaste que fue perfecto, ¿eh? ¿Significa eso que lo pasaste bien?
—Siempre lo hago cuando estoy contigo.
Miró al suelo, juntando las cejas. —¿Te besó?
—Sí. —suspiré irritada.
Entrecerró los ojos. —¿Eso es todo?
—¡Eso no es asunto tuyo! —dije, tirando la puerta.
Joseph la empujó cerrándola y se puso en mi camino, con una expresión
de disculpa. —Necesito saber.
—No, ¡no lo necesitas! ¡Muévete, Joseph!
—Pigeon...
—¿Crees que porque ya no soy virgen voy a lanzarme a cualquier otro?
¡Gracias! —dije, empujándolo.
—Yo no he dicho eso, ¡Maldita sea! ¿Es mucho pedir por un poco de paz
mental?
—¿Por qué te daría tranquilidad saber si estoy durmiendo con Parker?
—¿Cómo no lo sabes? ¡Es obvio para todos los demás, menos para ti! —
dijo, exasperado.
—Supongo que soy una idiota, entonces. Estás brillante esta noche, Joe
—dije, alcanzando la manilla de la puerta.
Agarró mis hombros. —La forma en que me siento por ti... es una locura.
—Acertaste en la parte de la locura —espeté, alejándome de él.
—Practiqué en mi cabeza todo el tiempo que estuvimos en la moto, así
que escúchame, —dijo.
—Joseph…
—Sé que estamos jodidos, ¿De acuerdo? Soy impulsivo y tengo mal genio,
y te metiste bajo mi piel como nadie más. Actúas como si me odiaras un
minuto, y luego como si me necesitaras al siguiente. Nunca acierto en nada, y
no te merezco... pero estoy malditamente enamorado de ti, ____. Te amo más
de lo que he querido a nadie ni nada, nunca. Cuando estás cerca, no necesito
alcohol, ni dinero, ni lucha, o algo de una sola noche... todo lo que necesito es
a ti. Tú eres en todo lo que pienso. Eres todo lo que soñé. Eres todo lo que
quiero.
Mi plan para fingir ignorancia fue un fracaso épico. No podía pretender
ser impermeable cuando él había puesto todas sus cartas sobre la mesa.
Cuando nos conocimos, algo dentro de los dos había cambiado, y era que nos
necesitábamos el uno al otro. Por razones desconocidas para mí, yo era su
excepción, y por mucho que habían tratado de luchar contra mis sentimientos,
él era la mía.
Él negó con la cabeza, acunó mi rostro con sus manos, y me miró a los
ojos. —¿Te has acostado con él?
Ardientes lágrimas llenaron mis ojos cuando negué con la cabeza.
Estampó su boca contra la mía y su lengua entró sin dudarlo. Incapaz de
controlarme a mí misma, agarré su camisa con los puños, y tiré de él hacia mí.
Gimió con su increíble voz profunda, y se apoderó de mí con tanta fuerza que
era difícil respirar.
Se retiró, sin aliento. —Llama a Parker. Dile que no quieres verlo nunca
más. Dile que estás conmigo.
Cerré los ojos. —No puedo estar contigo, Joseph.
—¿Por qué diablos no? —dijo, soltándome.
Negué con la cabeza, temiendo de su reacción a la verdad.
Él se rió una vez. —Increíble. La única chica que yo quiero, y ella no me
quiere.
Tragué saliva, sabiendo que tendría que acercarme más a la verdad que
tenía desde hace meses. —Cuando América y yo nos mudamos aquí, fue
sabiendo que mi vida daría un giro en una forma determinada. O más bien,
que no resultaría de cierta manera. Las peleas, el juego, la bebida... es lo que
dejé atrás. Cuando estoy cerca de ti... todo está allí para mí en un irresistible y
tatuado paquete. No me mude cientos de kilómetros para vivir todo de nuevo.
Tomó mi barbilla para que lo enfrentara. —Yo sé que mereces más que
yo. ¿Crees que no lo sé? Pero si hay alguna mujer que se hizo para mí... eres
tú. Haré todo lo que tenga que hacer, Pidge. ¿Me oyes? Haré cualquier cosa.
Me aparté, avergonzada de no poder decirle la verdad. Era yo quien no
era lo suficientemente buena. Yo sería quien arruinaría todo, arruinándolo a él.
Él me odiaría un día, y yo no podría ver la mirada en sus ojos cuando llegara a
esa conclusión.
Mantuvo la puerta cerrada con una mano. —Dejaré de pelear al segundo
que me gradúe. No voy a beber una sola gota de nuevo. Te haré feliz siempre,
Pigeon. Si sólo creyeras en mí, yo puedo hacerlo.
—No quiero que cambies.
—Entonces dime qué hacer. Dime y lo haré —declaró él.
Cualquier idea de estar con Parker se había ido, y yo sabía que era a
causa de mis sentimientos por Joseph. Pensé en los diferentes caminos que mi
vida tomaría desde ese momento—confiando en Joseph con un salto de fe y
arriesgándome a lo desconocido, o sacándolo completamente y sabía
exactamente dónde iba a terminar, en una vida sin él—cualquier decisión me
aterraba.
—¿Me prestas el teléfono? —Le pregunté.
Joseph frunció el ceño, confundido. —Por supuesto —dijo, sacando su
teléfono del bolsillo, entregándomelo.
Marqué, y luego cerré los ojos mientras sonaba en mis oídos.
—¿Joseph? ¿Qué demonios? ¿Sabes qué hora es? —Contestó Parker. Su
voz era profunda y ronca, y al instante sentí que mi corazón vibraba en mi
pecho. No se me había ocurrido que él sabría que yo había llamado desde el
teléfono de Joseph. Mis siguientes palabras encontraron su camino de alguna
manera hacia mis temblorosos labios.
—Lo siento por llamar tan temprano, pero esto no podía esperar. Yo... no
puedo ir a cenar contigo el miércoles.
—Son casi las cuatro de la mañana, ____. ¿Qué está pasando?
—No puedo verte de nuevo, de hecho.
—___(nombre abreviado)...
—Estoy… bastante segura de que estoy enamorada de Joseph —dije,
preparándome para su reacción. Después de unos momentos de inquietante
silencio, me colgó el teléfono en mi oído.
Mis ojos todavía se centraban en el pavimento, le pasé el teléfono a
Joseph, y luego a regañadientes miré su expresión. Una combinación de
confusión, shock, y adoración se configuraba en su rostro.
—Colgó el teléfono —hice una mueca.
Echó un vistazo a mi cara con cuidado, con esperanza en sus ojos.
—¿Me amas?
—Son los tatuajes. —me encogí de hombros.
Una amplia sonrisa se extendió por su cara, haciendo que le aparecieran
hoyuelos en las mejillas. —Ven conmigo a casa —dijo, envolviéndome en sus
brazos.
Mis cejas se alzaron. —¿Dijiste todo eso para tenerme en tu cama? Debí
haberte dado una gran impresión.
—Lo único que estoy pensando ahora mismo es en tenerte en mis brazos
toda la noche.
—Vamos. —sonreí.
A pesar del exceso de velocidad y la infracción de señales, el paseo hasta
el apartamento parecía no tener fin. Cuando finalmente llegamos, Joseph me
cargó por las escaleras. Me reí contra sus labios mientras intentaba abrir la
puerta. Cuando me puso de pie y cerró la puerta detrás de nosotros, dejó
escapar un largo suspiro, aliviado.
—No ha parecido como un hogar desde que te fuiste. —dijo, besando mis
labios. Toto correteó por el pasillo y meneó su pequeña cola, pateando mis
piernas. Le susurré mientras lo levantaba del suelo.
La cama de Shepley chilló, y luego sus pisadas resonaron en el piso. Su
puerta se abrió mientras entrecerraba los ojos por la luz. — ¡A la mierda no,
Joe, no estás haciendo esta mierda! Estás enamorado de __... —sus ojos se
enfocaron y reconoció su error, —...__. Hola, ___.
—Hey, Shep. —sonreí, dejando a Toto en el suelo.
Joseph pasó conmigo junto a su, todavía sorprendido, primo, y pateó la
puerta cerrándola detrás de nosotros, tirando de mí en sus brazos y
besándome sin pensarlo dos veces, como si lo hubiéramos hecho un millón de
veces. Le quité la camisa sobre su cabeza, y él deslizó mi chaqueta por mis
hombros. Dejé de besarle el tiempo suficiente para quitarme el jersey y
camiseta, y luego me estrellé contra él. Nos desnudamos el uno al otro, y en
cuestión de segundos, me colocó en su colchón. Alcé mi mano por encima de
mi cabeza para abrir su cajón y sumergir la mano en el interior, buscando algo.
—Mierda —dijo, jadeando y frustrado—. Me deshice de ellos.
—¿Qué? ¿De todos? —Suspiré.
—Pensé que tú no... Si no estaba contigo, no los necesitaría.
—¡Me estás tomando el pelo! —dije, dejando caer la cabeza contra la
cabecera.
Su frente cayó sobre mi pecho. —Considérate lo opuesto a una
conclusión inevitable.
Sonreí y lo besé. — ¿Nunca has estado con nadie sin uno?
Él negó con la cabeza. —Nunca. —Miré alrededor por un momento,
perdida en mis pensamientos. Se echó a reír ante mi expresión—. ¿Qué estás
haciendo?
—Shh, estoy contando. —Joseph me miró por un momento, y luego se
inclinó para besarme el cuello—. No me puedo concentrar, mientras tú estás
haciendo esto... —suspiré—, veinticinco y dos días... —respiré.
Joseph se echó a reír. — ¿De qué diablos estás hablando?
—Estamos bien —dije, deslizándome directamente debajo de él.
Apretó su pecho contra el mío, y me besó tiernamente. — ¿Estás segura?
Dejé que mis manos se deslizaran desde sus hombros hasta su trasero y
tiré de él hacia mí. Cerró los ojos y dejó escapar un gemido largo y profundo.
—Oh, Dios mío, ___ —suspiró. Se balanceó contra mí de nuevo, otro
gemido emanó de su garganta—. Mierda, te sientes increíble.
— ¿Es diferente?
Me miró a los ojos. —Es diferente contigo, de cualquier modo, pero… —
Tomó una respiración profunda y tensa de nuevo, cerrando los ojos por un
momento—. Nunca voy a ser el mismo después de esto. —Sus labios buscaron
por cada centímetro de mi cuello, y cuando encontraron el camino a mi boca,
hundí mis manos en los músculos de sus hombros, perdiéndome en la
intensidad del beso.
Joseph llevó mis manos encima de mi cabeza y entrelazó sus dedos con
los míos, apretando mis manos con cada embestida. Sus movimientos se
hicieron un poco más duros, y yo clavé las uñas en sus manos, tensando mis
entrañas con una fuerza increíble.
Grité, mordiéndome los labios y apretando los ojos.
—____ —susurró, sonando compungido—, necesito un... necesito...
—No te detengas. —supliqué.
Se balanceó en mí otra vez, gimiendo tan fuerte que le tapé la boca.
Después de unas cuantas respiraciones, me miró a los ojos, y me besó una y
otra vez. Sus manos ahuecaron cada lado de mi cara y luego me besó otra vez,
más lento, más tierno. Tocó con sus labios mi boca, mis mejillas, frente, nariz
y, finalmente, volvió a mis labios.
Le sonreí y suspiré, embargándome en el agotamiento. Joseph me puso
junto a él, colocando las sábanas sobre nosotros. Apoyé la mejilla contra su
pecho y me besó la frente una vez más, aferrando sus dedos en mi espalda.
—No te vayas esta vez, ¿vale? Quiero despertar tal como ahora en la
mañana.
Besé su pecho, sintiéndome culpable porque tuviera que pedirlo. —No iré
a ninguna parte.
Kati♥Lovejb
Página 3 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Temas similares
» Beautiful Disaster... {Joe&Tú}
» Beautiful Disaster
» Beautiful Disaster (Joe y Tú)
» Beautiful disaster.
» Beautiful Disaster. {Joe&Tú}
» Beautiful Disaster
» Beautiful Disaster (Joe y Tú)
» Beautiful disaster.
» Beautiful Disaster. {Joe&Tú}
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 3 de 7.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.