Crystallize |Zayn Malik|

Eran las tres de la mañana y todavía no lograba conciliar el sueño. Cada vez que mis párpados sucumbían al sueño y se dejaban cerrar, las imágenes de Sam llegaban a mi cabeza. Como era esto posible siquiera. Era un témpano de hielo con la forma de un muchacho. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Qué habrá sucedido? ¿Cómo en un lugar donde el calor del clima te sofoca todas las mañanas y es apenas fresco al anochecer, puede hacer que la piel de un joven se vuelva pálida, fría y sus labios tengan pequeños cristales apenas visibles en ellos?

Pasé mis manos alborotando mi cabello por la frustración. Decidido me levanté de la cama, de todas maneras sabría que me sería imposible recuperar el sueño. Tomé una camiseta negra de mi armario y cubrí mi torso desnudo con ella. Me calcé mis tenis blancas salí de mi cuarto. Bajé las escaleras despacio sin querer despertar a mis abuelos. Estaba por dirigirme a la puerta de salida cuando divisé la luz de la cocina encendida y me acerqué a ella.

-¿Abuela? ¿Qué haces aquí?- pregunté extrañado a mi abuela que se encontraba sentada en una de las sillas del comedor, sus ojos estaban llorosos y tenía un paño en su mano derecha.
-Zayn-habló sorprendida- no pasa nada, solo que me duele la noticia de Sam- se levantó de la silla, y llegué rápidamente a su lado para ayudarle a mantenerse erguida. -¿Vas a salir?-miró mi ropa
-Tampoco puedo dormir, necesitaba despejar mi mente. –encogí mis hombros.
-Pero es muy tarde, te puede pasar algo- encontré un tono de angustia en su voz.
-Tranquila si no quieres no salgo- me abrazó.
-Solo no quiero que te pase nada-sentí algunas de sus lágrimas caer en mi pecho, bajé un poco y apoyé la barbilla de mi abuela en mi hombro y dejé mi cabeza en el suyo, disfrutando el abrazo tan maternal por su parte, esos abrazos que te hacen olvidar de todo, esos abrazos que solo te puede dar una madre, bueno en mi caso mi abuela.
-No saldré, ahora ven, vamos a la habitación- le ayude a subir las escaleras, llegamos a su cuarto, la arropé al lado de mi abuelo en la cama, sus ronquidos aminoraban el silencio del ambiente. –Duerme, te quiero – le besé la frente y aunque no pudiera ver por la oscuridad estaba seguro que tenía una sonrisa en su rostro.
-Yo también te quiero zayn- deslizó su mano por mi mejilla. Salí silenciosamente de la habitación y cerré la puerta al hacerlo. Entre a la que era mi habitación por los fines de semana.

Quité mis zapatos junto con las medias y la camiseta. Me tiré en la cama y un gran sueño se apodero de mí, haciendo que mis párpados se cerraran y mi cuerpo se relajara, gracias a la tranquilidad que me podría brindar mi abuela.

El sonido del despertador resonó en la habitación tres horas después, indicando las 7:00 a.m. Me levanté perezosamente de la cama, mis párpados rogaban cerrarse de nuevo y continuar durmiendo, pero no podía, debía ir al trabajo.

Luego de un relajante baño y vestirme con una camisa a cuadros y mis pantalones de mezclilla junto con mis zapatillas, bajé para encontrar a mi abuela terminando mi desayuno. Besé su frente y comí mientras charlábamos. Me despedí y monté mi moto para dirigirme al trabajo.

La mañana continuó normal, los mismos marineros de siempre, charlando y tomando una copa con el sonido de las olas y la vista del mar relajando el ambiente, mientras las mismas canciones de Elton John se reproducían constantemente a través de los viejos parlantes del local.

Las puertas del local se abrieron provocando que la campana de la entrada sonara por el golpe. Volví mi mirada para saludar a cualquier de los tan conocidos comensales que llegaban al local. Para mi sorpresa, no la conocía, y si, la, era una mujer.

Mis ojos quedaron fijos en ella mientras se deslizaba con mucha gracias hasta llegar al frente de la barra. Su piel era levemente morena, cabello largo, liso arriba y ondulado abajo, de un color castaño que daba una apariencia suave. Pasó un mechón de su cabello por detrás de su oreja y por unos momentos envidié su delicada mano al poder acariciar tan tersa piel. Sus ojos se encontraros con los míos y me perdí en su bello y profundo color azul. Moví rápidamente mi cabeza para poder volver a la realidad. Cuando lo logré me encaminé hacia ella.

-Hola, ¿Qué te puedo servir?- pregunté al llegar enfrente a ella.
-¿Tienes agua?- preguntó tímida. Su voz era melodiosa, nuevamente moví la cabeza.
-Claro-tomé un vaso y lo coloqué debajo del tubo para que el agua cayera dentro del recipiente. Me volví hacia ella y lo puse enfrente. Lo tomó  bebió un trago. Esta vez, envidié el vaso por poder tocar tan suavemente sus labios. Dios mío que me sucede. Por tercera vez en el día agité mi cabeza apartando mis pensamientos. -¿Algo más?- ella negó con su cabeza  y una tímida sonrisa se posó en sus labios, por reflejo una sonrisa se posó en los míos también.- ¿No eres de por aquí cierto? No te he visto antes.
-No, recién llegué.- tomó otro trago de su vaso.
- En ese caso bienvenida a Capri, espero y disfrutes tu estadía. Me llamo Zayn, a tus servicios- hice una leve reverencia.
-Gia- rió.
-Un nombre poco común, pero hermoso de todas maneras- alagué.
-Gracias, ¿algún lugar que me recomiendes visitar zayn?- mi cama. Me golpeé mentalmente hacia el pensamiento y lo aparté rápidamente.
- La Gruta Azul es un lugar hermoso, pero también están la bahía y el bosque- pensé un momento- bueno tal vez el bosque en estos momentos no.
-¿Por qué?- preguntó
-Te enteraras, en algún momento, pero no ahora, acabas de llegar y debes de disfrutar. – me apoyé con ambos codos en la barra, más cerca de ella, pero rápidamente me aparté. La acabo de conocer.
-Claro- rió tímidamente.- Gracias de todas maneras. Un gusto conocerte.- me devolvió el vaso medio vacío y se comenzó a alejar de la barra, hasta salir del bar.

No sé qué me ocurría, tenía la necesidad de ir tras ella, pero no debía. Nunca he sentido tanta atracción por una mujer, ¿qué tiene ella de diferente? Apoyé ambos codos en la barra y cubrí con mis manos mi rostro. ¿Qué me sucede?