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Bailando con el Diablo - James y Astrid
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Capitulo 2 Parte 3
Él nunca había tenido muchos muebles. Dos alacenas altas; una para su puñado de ropas y otra para su comida. Había también una mesita para el televisor y los estantes de libros, y eso era todo. Como un ex—esclavo romano,
James no estaba acostumbrado a mucho. Estaba tan frío adentro que podía ver su respiración a través de la bufanda y cuando miró alrededor del estrecho lugar, hizo una mueca a su computadora y el televisor, los cuales tendrían que descongelarse antes de poder usarlos. Con tal que la humedad no los hubiera alcanzado.
Reacio a preocuparse por eso, se dirigió a la despensa de comida en la parte trasera donde no había más que productos enlatados. Había aprendido hacia mucho tiempo que si los osos y los lobos olían comida, rápidamente le
harían una visita no deseada. No tenía ganas de matarlos sólo porque estaban hambrientos y eran estúpidos.
James agarró una lata de carne de cerdo con frijoles y su abrelatas, y se sentó en el piso. Mike se había rehusado a alimentarlo durante el viaje de trece horas de Nueva Orleáns a Fairbanks. Mike había afirmado que no quería
arriesgarse a exponer a James a la luz del sol para alimentarlo.
En realidad, el Escudero era un idiota, y el hambre no era algo nuevo para James.
—Ah, grandioso —masculló cuando abrió la lata y encontró los frijoles sólidamente congelados adentro. Consideró en sacar el pica hielo, pero cambió de idea. No estaba tan hambriento para que un helado de carne de cerdo y
frijoles le atrajera.
Suspiró con repugnancia, luego abrió la puerta y lanzó la lata tan lejos en el bosque como pudo.
Cerrando de un golpe la puerta antes de que la luz del amanecer se filtrara, James buscó en su bolsa hasta que encontró su teléfono celular, el reproductor de MP3, y la laptop. Colocó el teléfono y el reproductor en sus pantalones a fin de que el calor del cuerpo evitara que se congelaran. Luego dejó a un lado su laptop hasta que pudiera encender la estufa a leña. Fue a la esquina frente a la estufa y agarró un manojo de figurillas de
madera talladas, que había amontonado allí y las colocó adentro de la estufa. Tan pronto como abrió la pequeña puerta de hierro, hizo una pausa. Había un visón diminuto en el interior con tres recién nacidos. La madre,
enojada al ser perturbada, siseó una advertencia para él mientras se miraban a los ojos.
James siseó en respuesta.
—Hombre, no creo esto —refunfuñó Zarek coléricamente. El visón debía haber entrado por el tubo de la estufa y haberse mudado cuando él se había ido. Probablemente habría estado todavía cálida cuando la encontró y la estufa era un lugar extremadamente seguro como cubil.
—Lo mínimo que podrías haber hecho era traer unos cincuenta de tus amigos contigo. Y así yo podría usar un abrigo nuevo.
Ella le mostró sus dientes.
James exasperado, cerró la puerta y devolvió el montón a la esquina. Era un imbécil, pero ni siquiera él los echaría. Siendo inmortal, sobreviviría el frío. La madre y las crías no lo harían. Recogió su laptop y la colocó dentro de su abrigo cerrado para conservarla caliente y se fue a la esquina lejana donde estaba su jergón. Mientras se acostaba, pensó en irse a dormir bajo tierra en donde estaba más caliente, pero entonces, ¿Para qué molestarse? Tendría que mover la estufa para alcanzar su sótano escondido y eso sólo contrariaría a la mamá visón otra vez.
En esta época del año la luz del día era corta. Sólo serían unas cuantas horas más hasta la puesta de sol, y él estaba más que acostumbrado a su páramo congelado. Tan pronto como pudiera, iría al pueblo a comprar suministros y un generador nuevo. Jalando las colchas y las pieles sobre él, exhaló un suspiro largo y cansado.
James cerró los ojos y dejó que su mente vagara sobre los acontecimientos de la semana pasada.
—Gracias, James. Él rechinó los dientes mientras recordaba la cara de Sunshine Runningwolf.
Sus grandes ojos café oscuros eran increíblemente seductores y ella estaba muy lejos del tipo de modelo flaca que la mayoría de los hombres preferían; tenía un cuerpo exuberante, curvilíneo que lo había puesto duro con sólo estar cerca de ella.
Hombre, debería haber tomado un mordisco de su cuello cuando había tenido la oportunidad. Todavía no estaba seguro por qué no había saboreado su sangre. Sin duda lo habría mantenido caliente, aún ahora.
Oh, pues bien. Debía apuntarlo como otro arrepentimiento, total él tenía una lista infinita de ellos. Sus pensamientos regresaron a ella...
Sunshine había aparecido inesperadamente en su casa de Nueva Orleáns mientras había estado esperando que Jerry lo llevara al sitio de aterrizaje para irse. Su pelo negro estaba trenzado y sus ojos café habían mostrado una amistad que nunca antes había visto cuando alguien lo miraba.
—No puedo quedarme por mucho tiempo. No quiero que Talon se despierte y encuentre que me he ido, pero antes de que te vayas debía agradecerte lo que hiciste por nosotros.
Él todavía no sabía por qué los había ayudado a ella y a Talon. Por qué había desafiado a Dionisio y había peleado contra el dios cuando éste había tratado de destruirlos a ambos. Por su felicidad, se había consignado a sí mismo a morir. Pero mientras la miraba ayer, había parecido que, en cierta forma, había valido la pena.
Y mientras dejaba que el sueño lo alcanzara, se preguntaba si todavía pensaría que valió la pena cuando los Escuderos encontraran su cabaña y la quemaran hasta los cimientos con él en su interior..
Resopló ante el pensamiento. ¿Qué diablos? Al menos estaría caliente unos pocos minutos antes de morir.
James no estaba seguro cuánto tiempo había dormido. Cuando se despertó, estaba oscuro otra vez.
Esperaba que no hubiera sido por mucho tiempo ya que su vehículo de nieve corría la posibilidad de congelarse. Si lo hacía, entonces sería una fría y larga caminata al pueblo.
Se dio vuelta y arrugó la cara de dolor. Había estado descansando sobre su laptop. Sin mencionar el teléfono y reproductor de MP3 que estaban mordiendo algo mucho más incómodo. Temblando en contra del frío glacial, se obligó a sí mismo a levantarse y agarrar otra parka de su armario. Una vez que estuvo vestido para el clima,
salió a su garaje provisional. Puso la laptop, el teléfono, y reproductor de MP3 en su mochila y la lanzó sobre sus hombros, luego montó el vehículo y desenvolvió el motor.
Afortunadamente arrancó en el primer intento. ¡Aleluya! Tal vez su suerte estaba cambiando después de todo. Nadie lo había tostado mientras dormía y realmente tenía suficiente combustible para llegar a Fairbanks donde podía obtener alguna comida caliente y deshelarse por unos minutos.
Agradecido por los pequeños favores, se dirigió a través de su tierra, dobló al sur para el largo, accidentado viaje que lo llevaría a la civilización. No le importaba. Estaba malditamente agradecido que ahora hubiera una
civilización a dónde dirigirse. James llegó a la ciudad poco después de las seis. Estacionó su vehículo en la casa de Sharon Parker, que estaba a una corta distancia del centro del pueblo. Había conocido a la ex—camarera diez años atrás cuando la había encontrado en el interior de su coche averiado, tarde en la noche, a un costado de una calle secundaria que raramente era usada en el Polo Norte.
Había estado próximo a sesenta grados bajo cero y ella había estado llorando, acurrucada bajo mantas, asustada de que ella y su bebé murieran antes de que le llegara algún tipo de ayuda. Su hija de siete meses estaba
enferma de asma y Sharon había estado tratando de llevarla al hospital para tratarla, pero habían rechazado su ingreso ya que ella no tenía seguro social ni dinero para pagar.
Le habían dado indicaciones de cómo llegar a una clínica de caridad y se había perdido mientras trataba de encontrarla. James los había llevado de regreso al hospital y había pagado por el cuidado del bebé. Mientras esperaban, había averiguado que Sharon había sido desalojada de su departamento y que no podía cubrir los gastos con lo que ella ganaba.
Así es que le había ofrecido a Sharon un negocio. A cambio de una casa, el coche, y el dinero, ella le proveía de alguien amigable para hablar cuando fuera que él viniera a Fairbanks, y una pocas comidas caseras o sobras cocinadas, lo que fuere que ella tuviera en ese momento. Lo mejor de todo, era que en el verano cuando él estaba completamente encerrado dentro de su cabaña durante las veintitrés horas y medias de luz del
día, ella pasaba por la oficina de correos o la tienda y le traía libros y suministros y los dejaba fuera de su puerta.
Había sido el mejor trato que alguna vez había hecho. Ella nunca le había preguntado nada personal, ni aún cuando él no dejaba su cabaña en los meses de verano. Sin duda estaba demasiado agradecida de
tener su apoyo financiero para preocuparse por sus actitudes excéntricas.
A cambio, James nunca había tomado su sangre o le había preguntado a ella algo personal. Eran simplemente empleador y empleada.
—¿James?
Él nunca había tenido muchos muebles. Dos alacenas altas; una para su puñado de ropas y otra para su comida. Había también una mesita para el televisor y los estantes de libros, y eso era todo. Como un ex—esclavo romano,
James no estaba acostumbrado a mucho. Estaba tan frío adentro que podía ver su respiración a través de la bufanda y cuando miró alrededor del estrecho lugar, hizo una mueca a su computadora y el televisor, los cuales tendrían que descongelarse antes de poder usarlos. Con tal que la humedad no los hubiera alcanzado.
Reacio a preocuparse por eso, se dirigió a la despensa de comida en la parte trasera donde no había más que productos enlatados. Había aprendido hacia mucho tiempo que si los osos y los lobos olían comida, rápidamente le
harían una visita no deseada. No tenía ganas de matarlos sólo porque estaban hambrientos y eran estúpidos.
James agarró una lata de carne de cerdo con frijoles y su abrelatas, y se sentó en el piso. Mike se había rehusado a alimentarlo durante el viaje de trece horas de Nueva Orleáns a Fairbanks. Mike había afirmado que no quería
arriesgarse a exponer a James a la luz del sol para alimentarlo.
En realidad, el Escudero era un idiota, y el hambre no era algo nuevo para James.
—Ah, grandioso —masculló cuando abrió la lata y encontró los frijoles sólidamente congelados adentro. Consideró en sacar el pica hielo, pero cambió de idea. No estaba tan hambriento para que un helado de carne de cerdo y
frijoles le atrajera.
Suspiró con repugnancia, luego abrió la puerta y lanzó la lata tan lejos en el bosque como pudo.
Cerrando de un golpe la puerta antes de que la luz del amanecer se filtrara, James buscó en su bolsa hasta que encontró su teléfono celular, el reproductor de MP3, y la laptop. Colocó el teléfono y el reproductor en sus pantalones a fin de que el calor del cuerpo evitara que se congelaran. Luego dejó a un lado su laptop hasta que pudiera encender la estufa a leña. Fue a la esquina frente a la estufa y agarró un manojo de figurillas de
madera talladas, que había amontonado allí y las colocó adentro de la estufa. Tan pronto como abrió la pequeña puerta de hierro, hizo una pausa. Había un visón diminuto en el interior con tres recién nacidos. La madre,
enojada al ser perturbada, siseó una advertencia para él mientras se miraban a los ojos.
James siseó en respuesta.
—Hombre, no creo esto —refunfuñó Zarek coléricamente. El visón debía haber entrado por el tubo de la estufa y haberse mudado cuando él se había ido. Probablemente habría estado todavía cálida cuando la encontró y la estufa era un lugar extremadamente seguro como cubil.
—Lo mínimo que podrías haber hecho era traer unos cincuenta de tus amigos contigo. Y así yo podría usar un abrigo nuevo.
Ella le mostró sus dientes.
James exasperado, cerró la puerta y devolvió el montón a la esquina. Era un imbécil, pero ni siquiera él los echaría. Siendo inmortal, sobreviviría el frío. La madre y las crías no lo harían. Recogió su laptop y la colocó dentro de su abrigo cerrado para conservarla caliente y se fue a la esquina lejana donde estaba su jergón. Mientras se acostaba, pensó en irse a dormir bajo tierra en donde estaba más caliente, pero entonces, ¿Para qué molestarse? Tendría que mover la estufa para alcanzar su sótano escondido y eso sólo contrariaría a la mamá visón otra vez.
En esta época del año la luz del día era corta. Sólo serían unas cuantas horas más hasta la puesta de sol, y él estaba más que acostumbrado a su páramo congelado. Tan pronto como pudiera, iría al pueblo a comprar suministros y un generador nuevo. Jalando las colchas y las pieles sobre él, exhaló un suspiro largo y cansado.
James cerró los ojos y dejó que su mente vagara sobre los acontecimientos de la semana pasada.
—Gracias, James. Él rechinó los dientes mientras recordaba la cara de Sunshine Runningwolf.
Sus grandes ojos café oscuros eran increíblemente seductores y ella estaba muy lejos del tipo de modelo flaca que la mayoría de los hombres preferían; tenía un cuerpo exuberante, curvilíneo que lo había puesto duro con sólo estar cerca de ella.
Hombre, debería haber tomado un mordisco de su cuello cuando había tenido la oportunidad. Todavía no estaba seguro por qué no había saboreado su sangre. Sin duda lo habría mantenido caliente, aún ahora.
Oh, pues bien. Debía apuntarlo como otro arrepentimiento, total él tenía una lista infinita de ellos. Sus pensamientos regresaron a ella...
Sunshine había aparecido inesperadamente en su casa de Nueva Orleáns mientras había estado esperando que Jerry lo llevara al sitio de aterrizaje para irse. Su pelo negro estaba trenzado y sus ojos café habían mostrado una amistad que nunca antes había visto cuando alguien lo miraba.
—No puedo quedarme por mucho tiempo. No quiero que Talon se despierte y encuentre que me he ido, pero antes de que te vayas debía agradecerte lo que hiciste por nosotros.
Él todavía no sabía por qué los había ayudado a ella y a Talon. Por qué había desafiado a Dionisio y había peleado contra el dios cuando éste había tratado de destruirlos a ambos. Por su felicidad, se había consignado a sí mismo a morir. Pero mientras la miraba ayer, había parecido que, en cierta forma, había valido la pena.
Y mientras dejaba que el sueño lo alcanzara, se preguntaba si todavía pensaría que valió la pena cuando los Escuderos encontraran su cabaña y la quemaran hasta los cimientos con él en su interior..
Resopló ante el pensamiento. ¿Qué diablos? Al menos estaría caliente unos pocos minutos antes de morir.
James no estaba seguro cuánto tiempo había dormido. Cuando se despertó, estaba oscuro otra vez.
Esperaba que no hubiera sido por mucho tiempo ya que su vehículo de nieve corría la posibilidad de congelarse. Si lo hacía, entonces sería una fría y larga caminata al pueblo.
Se dio vuelta y arrugó la cara de dolor. Había estado descansando sobre su laptop. Sin mencionar el teléfono y reproductor de MP3 que estaban mordiendo algo mucho más incómodo. Temblando en contra del frío glacial, se obligó a sí mismo a levantarse y agarrar otra parka de su armario. Una vez que estuvo vestido para el clima,
salió a su garaje provisional. Puso la laptop, el teléfono, y reproductor de MP3 en su mochila y la lanzó sobre sus hombros, luego montó el vehículo y desenvolvió el motor.
Afortunadamente arrancó en el primer intento. ¡Aleluya! Tal vez su suerte estaba cambiando después de todo. Nadie lo había tostado mientras dormía y realmente tenía suficiente combustible para llegar a Fairbanks donde podía obtener alguna comida caliente y deshelarse por unos minutos.
Agradecido por los pequeños favores, se dirigió a través de su tierra, dobló al sur para el largo, accidentado viaje que lo llevaría a la civilización. No le importaba. Estaba malditamente agradecido que ahora hubiera una
civilización a dónde dirigirse. James llegó a la ciudad poco después de las seis. Estacionó su vehículo en la casa de Sharon Parker, que estaba a una corta distancia del centro del pueblo. Había conocido a la ex—camarera diez años atrás cuando la había encontrado en el interior de su coche averiado, tarde en la noche, a un costado de una calle secundaria que raramente era usada en el Polo Norte.
Había estado próximo a sesenta grados bajo cero y ella había estado llorando, acurrucada bajo mantas, asustada de que ella y su bebé murieran antes de que le llegara algún tipo de ayuda. Su hija de siete meses estaba
enferma de asma y Sharon había estado tratando de llevarla al hospital para tratarla, pero habían rechazado su ingreso ya que ella no tenía seguro social ni dinero para pagar.
Le habían dado indicaciones de cómo llegar a una clínica de caridad y se había perdido mientras trataba de encontrarla. James los había llevado de regreso al hospital y había pagado por el cuidado del bebé. Mientras esperaban, había averiguado que Sharon había sido desalojada de su departamento y que no podía cubrir los gastos con lo que ella ganaba.
Así es que le había ofrecido a Sharon un negocio. A cambio de una casa, el coche, y el dinero, ella le proveía de alguien amigable para hablar cuando fuera que él viniera a Fairbanks, y una pocas comidas caseras o sobras cocinadas, lo que fuere que ella tuviera en ese momento. Lo mejor de todo, era que en el verano cuando él estaba completamente encerrado dentro de su cabaña durante las veintitrés horas y medias de luz del
día, ella pasaba por la oficina de correos o la tienda y le traía libros y suministros y los dejaba fuera de su puerta.
Había sido el mejor trato que alguna vez había hecho. Ella nunca le había preguntado nada personal, ni aún cuando él no dejaba su cabaña en los meses de verano. Sin duda estaba demasiado agradecida de
tener su apoyo financiero para preocuparse por sus actitudes excéntricas.
A cambio, James nunca había tomado su sangre o le había preguntado a ella algo personal. Eran simplemente empleador y empleada.
—¿James?
issadanger
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
Hola :D
Yo por aqui otra vez
Anyways
James ya casi se encuentra con Astrid :)
Siguelaaaa
Yo por aqui otra vez
Anyways
James ya casi se encuentra con Astrid :)
Siguelaaaa
NaTnAt
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
CIELOOSSS!!!... ENTONCES SI ENCONTRO A ALGUIEN QUE LE AYUDE DESPUES DE ASH!!!!.... CIERTO???
chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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chelis
Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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Re: Bailando con el Diablo - James y Astrid
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chelis
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