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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 4 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Ah no la dejes así leí tus otras nove desnuda y todo y nada y las ame perdón x no comentar no tenia cuenta te iloveo sigue pronto hermosa
Yoli araiza
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Ah no la dejes así leí tus otras nove desnuda y todo y nada y las ame perdón x no comentar no tenia cuenta te iloveo sigue pronto hermosa
Yoli araiza
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa poooooor favooooooor
karencita_mb
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
magic directioner forever escribió:wou rayis acepto porfa sifuelaaaa besos xx
ya la sigooooo!!!! :)
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Isabela85 escribió:aaahhhh!!! acepto?????????? eso significa que acepto????? yeiiii!!!!
ya quiero que continúes!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
no lo sé!!! aksjakjska
ya la sigooooo!!!!
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
karencita_mb escribió:Pensé que alguien los había vistooo cuando estaban en la oficina de Zayn sgaqkwjw
Aceptooo verdad??? Afajabahaj
Ameeeeeeee el cappppp
Sisisisiisisisisiis por fiiiisss sube cap mannanaaaaaaa sisisiisisisi
Besoooootes
mas o menos se dieron cuenta aksajka
no lo sé! ya verán aksjaksa
ya la sigoooooo
besitooos :D
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Janice Rangel escribió:oooooh siiii!! eso aqui y en China fue un
"si Zayn, follame cuando quieras sin compromisos!"
haha te adoro! gracias por subir capitulo :3 :hug:
aaah POR QUE NO HAY HOMBRES ASI EN LA VIDA
REAL?!!! POR QUEEEEE?! uff ya quiero leer
mas! haha no tengo llenadera con estas novelas
besos linda! xoxoxoxo :bye:
jajajajaj ya se xD
awww de nada kajskaj
ya la sigoooo!!!
yo tampoco tengo llenadera, ya estoy leyendo otro libro así askjaksa xD
besitooos!
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
*GinaAgredo escribió:OMFG! Soy tu nueva lectora, ¿No es lindo? Esta de lo mejor, mujer. Síguela rápido, porfitas. Me encanto :Pcuídate y un beshooo <3
hoola, bienvenida nena :D
ya la sigoooo!!!
me alegro que te haya gustado n.n
cuídate también, besitooos ;)
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Bermareva escribió:Hola de nuevoooo! porque nos haces esto por dios ! porque !
:wut: :lloro:
Porfavor continualaaaaaa! Y por cierto... un maraton no vendria mal ! Besos !
ya la sigooooo, perdón la demora!
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Yoli araiza escribió:Ah no la dejes así leí tus otras nove desnuda y todo y nada y las ame perdón x no comentar no tenia cuenta te iloveo sigue pronto hermosa
ya la sigooo :D
awww me alegro que te hayan gustado, y sobre todo que las hayas leído :D y ntp
ya la sigoo!
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Capítulo 5 - Maratón 1/2
*
El sábado por la mañana tenía una resaca de órdago y pensé que era lo menos que me merecía. Por mucho que me ofendiera la insistencia de Zayn en negociar las relaciones sexuales con la misma pasión con la que negociaría una fusión comercial, al final yo había hecho otro tanto. Porque le deseaba lo suficiente como para correr un riesgo calculado y romper mis propias normas.
Me consolaba saber que él también estaba rompiendo algunas de las suyas.
Tras una larga ducha caliente, enfilé hacia el cuarto de estar, donde estaba Cary, fresco y espabilado, sentado en el sofá con su netbook. Olía a café en la cocina, así que me dirigí allí y me llené la taza más grande que pude encontrar.
—Buenos días, nena —dijo Cary en voz alta.
Con mi muy necesaria dosis de cafeína entre las manos, fui a sentarme con él en el sofá.
Me señaló una caja que había en un extremo de la mesa.
—Te ha llegado mientras estabas en la ducha.
Dejé la taza en la mesa de centro y cogí la caja. Estaba envuelta con papel marrón y cordel y tenía mi nombre escrito en diagonal en la parte de arriba con trazos decorativos. Dentro había un frasco de color ámbar en el que ponía REMEDIO PARA LA RESACA con una antigua letra blanca y una nota atada con rafia en el cuello del frasco en la que se leía: Bébeme. La tarjeta de Zayn estaba entre el papel protector de seda.
Me pareció un regalo muy oportuno. Desde que conocía a Zayn me sentía como si hubiera caído por la madriguera del conejo en un mundo fascinante y seductor, donde la mayoría de las normas conocidas no eran aplicables. Me hallaba en un territorio desconocido que era emocionante y aterrador a la vez.
Eché una mirada a Cary, que observó el frasco con recelo.
—¡Salud! —Saqué el corcho y me bebí el contenido sin pensarlo dos veces. Sabía a empalagoso jarabe para la tos. Era tan desagradable que primero se me revolvió el estómago y luego noté que me quemaba. Me limpié los labios con el dorso de la mano y volví a poner el corcho en el frasco vacío.
—¿Qué era? —preguntó Cary.
A juzgar por el ardor, más de lo mismo para quitar la resaca.
—Eficaz pero desagradable —añadió, arrugando la nariz.
Y estaba funcionando, pues ya me sentía un poco más firme.
Cary cogió la caja y sacó la tarjeta de Zayn. Le dio la vuelta y me la tendió. En el reverso Zayn había escrito Llámame con una caligrafía de rasgos enérgicos y había anotado un número de teléfono.
Le cogí la tarjeta, ahuecando la mano sobre ella. Su regalo era señal de que pensaba en mí. Su tenacidad y fijación eran seductoras.
No había duda de que estaba metida en un buen lío en lo que respectaba a Zayn. Me moría por sentirme como cuando él me tocaba, y me encantaba cómo respondía cuando le tocaba yo. Cuando trataba de pensar en lo que no estaría dispuesta a hacer para que sus manos volvieran a tocarme, no se me ocurría gran cosa.
Cuando Cary hizo ademán de pasarme el teléfono, sacudí la cabeza.
—Todavía no. Necesito tener la cabeza despejada cuando trato con él, y aún estoy confusa.
—Parecíais muy a gusto los dos anoche. Desde luego, está colado por ti.
—Y yo por él. —Me acurruqué en una esquina del sofá, apoyé la mejilla en un cojín y encogí las piernas hasta el pecho—. Vamos a salir de vez en cuando, a tener relaciones sexuales esporádicas, pero físicamente intensas y a ser, por lo demás, completamente independientes. Nada de ataduras, ni expectativas ni responsabilidades.
Cary pulsó una tecla de su netbook y la impresora que estaba en el otro extremo de la habitación empezó a echar páginas. Luego cerró de golpe el ordenador, lo dejó encima de la mesa de centro y me concedió toda su atención.
—Quizá se convierta en algo serio.
—Quizá no —me burlé.
—Cínica.
—No busco ningún vivieron-felices-para-siempre, Cary, y menos con un megamagnate como Cross. He visto en mi madre lo que supone relacionarse con hombres poderosos. Es un trabajo de jornada completa con media de compañía. El dinero hace feliz a mi madre, pero no sería suficiente para mí.
Mi padre quería a mi madre. Le pidió que se casara con él y compartieran la vida. Ella le rechazó porque carecía de la considerable cartera de acciones y la abundante cuenta corriente que ella requería en un marido. El amor no era un requisito para el matrimonio en opinión de Mónica Stanton, y como a la mayoría de los hombres les resultaba irresistible su belleza de ojos seductores y voz susurrante, nunca tuvo que conformarse con menos de lo que quería. Desgraciadamente, no quería a mi padre para una larga travesía.
Eché un vistazo al reloj y vi que eran las diez y media.
—Supongo que debería prepararme.
—Me encanta pasar el día del spa con tu madre. —Cary sonrió, y despejó las sombras que aún persistían en mi estado de ánimo—. Después me siento como un dios.
—Yo también. Sólo que yo como una diosa.
Teníamos tantas ganas de marcharnos que bajamos al encuentro del coche en lugar de esperar a que llamaran de recepción.
El portero sonrió cuando salimos fuera, yo con sandalias de tacón y vestido largo y Cary con unos vaqueros de tiro bajo y una camiseta de manga larga.
—Buenos días, señorita Tramell. Señor Taylor. ¿Van a querer un taxi hoy?
—No, gracias, Paul. Estamos esperando un coche. —Cary sonrió—. ¡Es el día del spa en Perrini’s!
—Ah, el Día del Spa de Perrini’s. —Con un gesto de la cabeza, Paul dio a entender que sabía lo que era—. Yo le di a mi mujer un cheque regalo por nuestro aniversario. Le gustó tanto que he pensado hacer de ello una costumbre.
—Hiciste bien, Paul —dije yo—. Mimar a una mujer nunca pasa de moda.
Llegó un turismo negro con Clancy al volante. Paul abrió la puerta trasera y nos montamos, dando grititos al ver una caja de chocolatinas Knipschild en el asiento. Nos despedimos de Paul, nos acomodamos y nos pusimos manos a la obra, dando pequeños mordiscos a aquellas trufas que merecía la pena saborear lentamente.
Clancy nos llevó directamente a Perrini’s, donde la relajación comenzó desde el momento mismo en que entramos. Cruzar el umbral de la entrada era como tomarse unas vacaciones al otro lado del mundo. Cada puerta arqueada estaba enmarcada por unas suntuosas cortinas a rayas de vibrantes colores, mientras que unos cojines con fundas de pedrería decoraban los divanes y los enormes sillones.
Colgadas del techo había jaulas doradas con pájaros que gorjeaban, y por todos los rincones se veían macetas con plantas de hojas exuberantes. Pequeñas fuentes decorativas añadían los sonidos del fluir del agua, y se oía música instrumental de cuerda a través de unos altavoces ingeniosamente escondidos. El aire olía a una mezcla de especias y fragancias exóticas, que me hacían sentir como si me hubiera adentrado en Las mil y una noches.
Rozaba la exageración, pero no llegaba a traspasar la línea. Eso sí, Perrini’s era exótico y lujoso, un capricho para quienes pudieran permitírselo. Como mi madre, que acababa de salir de su baño de leche y miel cuando llegamos nosotros.
Leí la carta de tratamientos disponibles y decidí cambiar mi habitual «mujer guerrera» por el de «caprichos apasionados». Me habían hecho la cera la semana anterior, pero me parecía que el resto del tratamiento —pensado para estar irresistible sexualmente— era justo lo que necesitaba.
Finalmente había conseguido reconducir el pensamiento a asuntos menos peligrosos, cuando Cary habló desde el sillón de pedicura que estaba a mi lado.
—Señora Stanton, ¿conoce a Zayn Malik?
Le miré boquiabierta. Sabía perfectamente que mi madre se ponía de los nervios con cualquier noticia relacionada con mis relaciones amorosas, o no tan amorosas, como podía ser el caso.
Mi madre, sentada a mi otro lado, se echó hacia delante con su típica emoción de niña ante un hombre rico y atractivo.
—Por supuesto. Es uno de los hombres más ricos del mundo. El número veinticinco o algo así en la lista de la revista Forbes, si no recuerdo mal. Un joven muy ambicioso, obviamente, y un generoso benefactor de muchas organizaciones benéficas que yo apoyo. Un buenísimo partido, claro está, pero dudo que sea gay, Cary. Tiene fama de donjuán.
—Eso que me pierdo. —Cary sonrió e hizo como que no me veía sacudir la cabeza con fuerza—. Pero de todos modos sería un amor imposible, ya que él anda tras Eva.
—¡Eva! No puedo creer que no hayas contado nada. ¿Cómo has podido ocultarme algo así?
Miré a mi madre, cuya cara lavada se veía joven, sin arrugas y muy parecida a la mía. Yo era a todas luces hija de mi madre, hasta el apellido. La única concesión que le había hecho a mi padre había sido ponerme el nombre de su madre.
—No hay nada que contar —insistí—. Sólo somos... amigos.
—Podemos hacerlo mejor —dijo Mónica, con una calculadora mirada que me dio miedo—. No sé cómo no he caído en que trabajas en el mismo edificio que él. Seguro que se enamoró de ti en cuanto te vio. Aunque se sabe que le van más las morenas... Humm... Bueno. También es famoso por su excelente gusto. Es evidente que en esto último llevas las de ganar.
—Las cosas no van por ahí. Por favor, no empieces a meterte donde no te llaman. Me pondrás en una situación embarazosa.
—Tonterías. Si hay alguien que sepa qué hacer con los hombres, soy yo.
Me hundí en el asiento, hasta que los hombros me rozaron las orejas. Para cuando llegó la hora del masaje, necesitaba desesperadamente que me lo dieran. Me tumbé en la mesa y cerré los ojos, dispuesta a echarme una siestecita para aguantar la larga noche que se avecinaba.
Me encantaba arreglarme y estar guapa tanto como a cualquier chica, pero los actos benéficos daban mucho trabajo. Hablar de trivialidades era agotador, sonreír sin parar era una pesadez y las conversaciones sobre asuntos y personas que no conocía me aburrían mortalmente. Si no fuera porque Cary se beneficiaba con la publicidad, me resistiría a ir.
Suspiré. ¿A quién trataba de engañar? Acabaría yendo de todas formas. Mi madre y Stanton apoyaban las organizaciones benéficas contra el maltrato infantil porque era importante para mí. Acudir a uno de aquellos convencionales eventos de vez en cuando era el pequeño precio que había que pagar por los beneficios que reportaban.
Respiré hondo y procuré relajarme. Tomé nota mentalmente de llamar a mi padre cuando llegara a casa y pensé en cómo enviar una nota de agradecimiento a Zayn por el remedio para la resaca. Me figuré que podría mandarle un correo electrónico utilizando la información de contacto de su tarjeta, pero era poco elegante. Además, ignoraba quién leía su bandeja de entrada.
Le llamaría al llegar a casa. ¿Por qué no? Me había pedido —no, dicho— que le llamara; había escrito el ruego en su tarjeta. Y oiría su voz seductora otra vez.
La puerta se abrió y entró la masajista.
—Hola, Eva. ¿Estás lista?
No del todo. Pero casi.
Después de unas fantásticas horas en el spa, mi madre y Cary me dejaron en el apartamento; luego ellos se fueron a buscar unos gemelos nuevos para Stanton. Como iba a estar sola durante un rato, decidí llamar a Zayn. Pese a la muy necesaria intimidad, tecleé su número una media docena de veces antes de decirme a realizar la llamada.
Respondió a la primera señal.
—Eva.
Sorprendida de que supiera quién le llamaba, me quedé sin palabras. ¿Cómo tenía mi nombre y mi número de teléfono en su lista de contactos?
—Esto... Hola, Zayn.
—Estoy a una manzana de distancia. Avisa en recepción de que voy.
—¿Cómo? —Tenía la sensación de haberme perdido parte de la conversación—. ¿Que vas adónde?
—A tu casa. Estoy en la esquina. Llama a recepción, Eva.
Colgó y yo me quedé mirando el teléfono, tratando de asimilar el hecho de que Zayn estaría conmigo otra vez en cuestión de minutos. Un tanto aturdida, me dirigí al interfono y hablé con recepción para comunicar que le esperaba, y mientras estaba hablando, entró él en el vestíbulo. Unos instantes después, se encontraba ante mi puerta.
Fue entonces cuando me di cuenta de que sólo llevaba puesta una bata corta de seda, e iba peinada y maquillada para la cena. ¿Qué impresión se llevaría de mi aspecto?
Me apreté el cinturón de la bata antes de dejarle entrar. Yo no le había invitado a venir a casa para seducirle ni nada parecido.
Zayn permaneció en la entrada un largo instante, contemplándome desde la cabeza hasta los dedos de los pies, con manicura francesa en las uñas. A mí también me anonadó su aspecto. Le sentaban tan bien los vaqueros desgastados y la camiseta que vestía que me dieron ganas de desnudarle con los dientes.
—Sólo por encontrarte así ya ha merecido la pena el viaje. —Entró en casa y atrancó la puerta tras él—. ¿Qué tal estás?
—Bien. Gracias a ti. Gracias. —Se me estremecía el estómago porque él estaba ahí, conmigo, lo cual casi me daba... vértigo—. Pero ésa no puede ser la razón por la que has venido hasta aquí.
—He venido porque has tardado mucho en llamarme.
—No sabía que tuviera un plazo para hacerlo.
—Tengo que preguntarte algo que requiere una respuesta inmediata, pero, aparte de eso, quería saber si te sientes bien después de anoche. —Los ojos se le veían oscuros mientras me recorría de arriba abajo; su cara, imponente enmarcada en aquella increíble cortina de pelo negro—. ¡Dios, estás guapísima, Eva. No recuerdo haber deseado nada tanto!
Aquellas sencillas y escasas palabras me pusieron mimosa, a cien. Demasiado vulnerable.
—¿Qué es tan urgente?
—Ven conmigo a la cena benéfica esta noche.
Me eché hacia atrás, sorprendida y emocionada con la petición.
—¿Vas a ir?
—Y tú también. Lo he comprobado, al saber que tu madre estaría allí. Vamos juntos.
Me llevé una mano a la garganta, debatiéndome entre la extrañeza que me producía lo mucho que él sabía de mí y la preocupación por lo que me estaba pidiendo.
—No era a esto a lo que me refería cuando dije que debíamos pasar tiempo juntos.
—¿Por qué no? —Aquella sencilla pregunta estaba teñida de desafío—. ¿Qué problema hay en que vayamos juntos a un evento al que los dos íbamos a acudir por separado?
—No es que sea muy discreto. Se trata de un acto prominente.
—¿Y? —Zayn dio un paso hacia mí y me toqueteó un rizo.
El peligroso susurro que había en su voz hizo que me estremeciera. Sentí la calidez de su enorme cuerpo macizo y percibí el aroma profundamente masculino de su piel. Estaba cayendo bajo su embrujo, cada vez más.
—La gente hará suposiciones, mi madre sobre todo, que ya estará oliendo tu sangre de soltero en el agua.
Bajando la cabeza, Zayn posó los labios en la curva de mi cuello.
—Me da igual lo que piense la gente. Sabemos lo que hacemos. Yo me encargaré de su madre.
—Si crees que puedes... —dije con la respiración entrecortada—, no la conoces bien.
—Pasaré a recogerte a las siete. —Me pasó la lengua por la palpitante vena de la garganta y me fundí en él, con el cuerpo laxo al atraerme hacia él.
—Todavía no he dicho que sí —logré articular.
—Pero no vas a decir que no. —Me cogió el lóbulo de la oreja entre los dientes—. No te dejaré.
Abrí la boca para protestar y él me la selló posando sus labios sobre los míos, acallándome con un voluptuoso y húmedo beso. Movía la lengua despacio, saboreándome de tal manera que me hizo desear que me hiciera lo mismo entre las piernas. Las manos se me fueron a su pelo, acariciándolo, tirando de él. Cuando me rodeó con sus brazos, me arqueé, curvándome en sus manos.
Al igual que en su oficina, me tuvo boca arriba en el sofá antes de darme cuenta de que me estaba moviendo, tragándose con su boca mi sorprendido jadeo. La bata cedió a sus hábiles dedos, y a continuación me puso las manos en los pechos, acariciándolos con suaves y rítmicos apretones.
—Zayn...
—Shhh. —Me succionó el labio inferior, presionando y tirándome de mis sensibles pezones—. Saber que no llevabas nada puesto debajo de la bata estaba volviéndome loco.
—Has venido sin... ¡Oh! ¡Oh, Dios!
Me rodeó un pezón con la boca, y aquella oleada de calor me produjo un velo de transpiración en la piel.
Nerviosa, no dejaba de mirar la hora en el reloj del decodificador.
—Zayn, no.
Levantó la cabeza y me miró con sus tormentosos ojos azules.
—Es una locura, lo sé. No... No sabría explicarlo, Eva, pero tengo que hacer que te corras. Llevo días pensándolo constantemente.
Me metió una mano entre las piernas. Las abrí sin pudor, tan excitado mi cuerpo que me sentía arrebatada, casi febril. Con la otra mano seguía magreándome los pechos, poniéndomelos duros e insoportablemente sensibles.
—Te me has puesto húmeda —murmuró, bajando la mirada hacia donde estaba abriéndome con los dedos—. Ahí también eres hermosa. Aterciopelada y rosa. Muy suave. No te habrás depilado hoy, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—Menos mal. No creo que hubiera aguantado ni diez minutos sin tocarte, no digamos diez horas. —Me introdujo un dedo cuidadosamente.
Me sentía tan vulnerable allí desnuda, con las piernas abiertas, toqueteada por un hombre cuya familiaridad con las normas de la depilación brasileña delataba un íntimo conocimiento de las mujeres. Un hombre que aún estaba completamente vestido, arrodillado en el suelo junto a mí.
—Estás muy acogedora. —Zayn sacó el dedo y volvió a clavármelo con delicadeza. Arqueé la espalda al apretar con ansia—. Y muy ávida. ¿Cuánto tiempo hace que no follas?
Tragué saliva.
—He estado muy ocupada con la tesis, buscando trabajo, trasladándome...
—Una temporada, entonces. Sacó el dedo y a continuación me introdujo dos. No pude reprimir un gemido de placer. Aquel hombre tenía unas manos dotadas, seguras y expertas, y cogía lo que quería con ellas.
—¿Utilizas algún método anticonceptivo, Eva?
—Sí. —Me aferré al borde de los cojines—. Por supuesto.
—Te demostraré que estoy limpio y tú harás otro tanto, y luego dejarás que te penetre.
—¡Por Dios, Zayn! —Jadeaba por él, meneando las caderas descaradamente sobre aquellos dedos que empujaban. Tenía la sensación de que ardería espontáneamente si él no salía.
En mi vida me había excitado tanto. Me moría por un orgasmo. Si hubiera entrado Cary en aquel momento y me hubiera encontrado retorciéndome en la sala de estar de nuestra casa mientras Zayn me follaba con los dedos, creo que no me habría importardo.
Zayn respiraba entrecortadamente también. Tenía la cara sonrojada por la lujuria. Por mí. Cuando lo único que había hecho yo era responderle sin poder evitarlo.
Me acarició la mejilla con la mano que tenía en mi pecho.
—Estás ruborizada. Te he escandalizado.
—Sí.
Su sonrisa era pícara y gozosa a la vez, y sentí una opresión en el pecho.
—Quiero sentir mi semen en ti cuando te folle con los dedos. Quiero que tú sientas mi semen en ti, para que pienses en el aspecto que tengo y los sonidos que hago cuando lo bombee dentro de ti. Y mientras pienses en ello, estarás deseando que vuelva a hacértelo una y otra vez.
Mi sexo se tensó alrededor de sus acariciadores dedos, la crudeza de sus palabras me empujaba al borde del orgasmo.
—Te diré todas las formas en que quiero que me satisfagas, Eva, y vas a hacerlo todo... a aceptarlo todo, y el sexo será explosivo, primario, sin limitaciones. Lo sabes, ¿verdad? Intuyes cómo será entre nosotros.
—Sí —musité, apretándome los pechos para aliviar el profundo dolor de mis pezones endurecidos—. Por favor, Zayn.
—Shhh... Te tengo. —Con la parte blanda de su pulgar empezó a frotarme suavemente el clítoris en círculos—. Mírame a los ojos cuando te corras.
Todo se tensó en mi centro, y esa tensión crecía a medida que me masajeaba el clítoris y empujaba los dedos adentro y afuera con un ritmo constante, sin prisas.
—Ríndete a mí, Eva —ordenó—. Ya.
Alcancé el clímax con un tenue grito, mis blancos nudillos a los lados de los cojines, mientras sacudía las caderas en su mano, sin asomo de vergüenza o timidez. Tenía la vista fija en la suya, incapaz de apartar la mirada, fascinado con aquel triunfo masculino que le brillaba en los ojos. En aquel momento me poseyó. Haría lo que quisiera. Y él lo sabía.
Me atravesó un intenso placer. Entre el latido de la sangre en mis oídos, me pareció oírle decir algo con la voz quebrada, pero me perdí las palabras cuando apoyó una de mis piernas en el respaldo del sofá y abarcó mi abertura con su boca.
—No. —Le empujé la cabeza con las manos—. No puedo.
Estaba demasiado inflamada, demasiado sensible. Pero cuando me tocó el clítoris con la lengua, agitándola sobre él, creció de nuevo el deseo. Con más intensidad que la primera vez. Me bordeó mi palpitante abertura, provocándome, atormentándome con la promesa de otro orgasmo cuando yo sabía que no podía tener otro tan pronto.
Entonces me introdujo la lengua y yo me mordí el labio para reprimir un grito. Me corrí por segunda vez, estremeciéndose mi cuerpo violentamente, tensándose los músculos con desesperación alrededor de sus voluptuosos lametones. Su bramido me hizo vibrar. No tuve fuerzas para apartarle cuando se puso a lamerme el clítoris otra vez suave, incansablemente... hasta que volví a tener otro orgasmo, pronunciando su nombre con voz entrecortada.
Me había quedado sin energía cuando me estiró la pierna y aún estaba sin aliento cuando empezó a besarme desde vientre hasta los pechos. Me chupó los pezones, luego me levantó pasándome los brazos por la espalda. Sostenía mi cuerpo laxo y flexible mientras me tomaba la boca con violencia reprimida, magullándome los labios y delatando lo cerca del borde que estaba él.
Me cerró la bata y se levantó, mirándome desde arriba.
—Zayn...
—A las siete en punto, Eva. —Alargó el brazo y me tocó el tobillo, acariciando con los dedos la brillante cadenita que me había puesto para lucir por la tarde—. Y no te la quites. Quiero follar contigo vestida sólo con esto.
*
El sábado por la mañana tenía una resaca de órdago y pensé que era lo menos que me merecía. Por mucho que me ofendiera la insistencia de Zayn en negociar las relaciones sexuales con la misma pasión con la que negociaría una fusión comercial, al final yo había hecho otro tanto. Porque le deseaba lo suficiente como para correr un riesgo calculado y romper mis propias normas.
Me consolaba saber que él también estaba rompiendo algunas de las suyas.
Tras una larga ducha caliente, enfilé hacia el cuarto de estar, donde estaba Cary, fresco y espabilado, sentado en el sofá con su netbook. Olía a café en la cocina, así que me dirigí allí y me llené la taza más grande que pude encontrar.
—Buenos días, nena —dijo Cary en voz alta.
Con mi muy necesaria dosis de cafeína entre las manos, fui a sentarme con él en el sofá.
Me señaló una caja que había en un extremo de la mesa.
—Te ha llegado mientras estabas en la ducha.
Dejé la taza en la mesa de centro y cogí la caja. Estaba envuelta con papel marrón y cordel y tenía mi nombre escrito en diagonal en la parte de arriba con trazos decorativos. Dentro había un frasco de color ámbar en el que ponía REMEDIO PARA LA RESACA con una antigua letra blanca y una nota atada con rafia en el cuello del frasco en la que se leía: Bébeme. La tarjeta de Zayn estaba entre el papel protector de seda.
Me pareció un regalo muy oportuno. Desde que conocía a Zayn me sentía como si hubiera caído por la madriguera del conejo en un mundo fascinante y seductor, donde la mayoría de las normas conocidas no eran aplicables. Me hallaba en un territorio desconocido que era emocionante y aterrador a la vez.
Eché una mirada a Cary, que observó el frasco con recelo.
—¡Salud! —Saqué el corcho y me bebí el contenido sin pensarlo dos veces. Sabía a empalagoso jarabe para la tos. Era tan desagradable que primero se me revolvió el estómago y luego noté que me quemaba. Me limpié los labios con el dorso de la mano y volví a poner el corcho en el frasco vacío.
—¿Qué era? —preguntó Cary.
A juzgar por el ardor, más de lo mismo para quitar la resaca.
—Eficaz pero desagradable —añadió, arrugando la nariz.
Y estaba funcionando, pues ya me sentía un poco más firme.
Cary cogió la caja y sacó la tarjeta de Zayn. Le dio la vuelta y me la tendió. En el reverso Zayn había escrito Llámame con una caligrafía de rasgos enérgicos y había anotado un número de teléfono.
Le cogí la tarjeta, ahuecando la mano sobre ella. Su regalo era señal de que pensaba en mí. Su tenacidad y fijación eran seductoras.
No había duda de que estaba metida en un buen lío en lo que respectaba a Zayn. Me moría por sentirme como cuando él me tocaba, y me encantaba cómo respondía cuando le tocaba yo. Cuando trataba de pensar en lo que no estaría dispuesta a hacer para que sus manos volvieran a tocarme, no se me ocurría gran cosa.
Cuando Cary hizo ademán de pasarme el teléfono, sacudí la cabeza.
—Todavía no. Necesito tener la cabeza despejada cuando trato con él, y aún estoy confusa.
—Parecíais muy a gusto los dos anoche. Desde luego, está colado por ti.
—Y yo por él. —Me acurruqué en una esquina del sofá, apoyé la mejilla en un cojín y encogí las piernas hasta el pecho—. Vamos a salir de vez en cuando, a tener relaciones sexuales esporádicas, pero físicamente intensas y a ser, por lo demás, completamente independientes. Nada de ataduras, ni expectativas ni responsabilidades.
Cary pulsó una tecla de su netbook y la impresora que estaba en el otro extremo de la habitación empezó a echar páginas. Luego cerró de golpe el ordenador, lo dejó encima de la mesa de centro y me concedió toda su atención.
—Quizá se convierta en algo serio.
—Quizá no —me burlé.
—Cínica.
—No busco ningún vivieron-felices-para-siempre, Cary, y menos con un megamagnate como Cross. He visto en mi madre lo que supone relacionarse con hombres poderosos. Es un trabajo de jornada completa con media de compañía. El dinero hace feliz a mi madre, pero no sería suficiente para mí.
Mi padre quería a mi madre. Le pidió que se casara con él y compartieran la vida. Ella le rechazó porque carecía de la considerable cartera de acciones y la abundante cuenta corriente que ella requería en un marido. El amor no era un requisito para el matrimonio en opinión de Mónica Stanton, y como a la mayoría de los hombres les resultaba irresistible su belleza de ojos seductores y voz susurrante, nunca tuvo que conformarse con menos de lo que quería. Desgraciadamente, no quería a mi padre para una larga travesía.
Eché un vistazo al reloj y vi que eran las diez y media.
—Supongo que debería prepararme.
—Me encanta pasar el día del spa con tu madre. —Cary sonrió, y despejó las sombras que aún persistían en mi estado de ánimo—. Después me siento como un dios.
—Yo también. Sólo que yo como una diosa.
Teníamos tantas ganas de marcharnos que bajamos al encuentro del coche en lugar de esperar a que llamaran de recepción.
El portero sonrió cuando salimos fuera, yo con sandalias de tacón y vestido largo y Cary con unos vaqueros de tiro bajo y una camiseta de manga larga.
—Buenos días, señorita Tramell. Señor Taylor. ¿Van a querer un taxi hoy?
—No, gracias, Paul. Estamos esperando un coche. —Cary sonrió—. ¡Es el día del spa en Perrini’s!
—Ah, el Día del Spa de Perrini’s. —Con un gesto de la cabeza, Paul dio a entender que sabía lo que era—. Yo le di a mi mujer un cheque regalo por nuestro aniversario. Le gustó tanto que he pensado hacer de ello una costumbre.
—Hiciste bien, Paul —dije yo—. Mimar a una mujer nunca pasa de moda.
Llegó un turismo negro con Clancy al volante. Paul abrió la puerta trasera y nos montamos, dando grititos al ver una caja de chocolatinas Knipschild en el asiento. Nos despedimos de Paul, nos acomodamos y nos pusimos manos a la obra, dando pequeños mordiscos a aquellas trufas que merecía la pena saborear lentamente.
Clancy nos llevó directamente a Perrini’s, donde la relajación comenzó desde el momento mismo en que entramos. Cruzar el umbral de la entrada era como tomarse unas vacaciones al otro lado del mundo. Cada puerta arqueada estaba enmarcada por unas suntuosas cortinas a rayas de vibrantes colores, mientras que unos cojines con fundas de pedrería decoraban los divanes y los enormes sillones.
Colgadas del techo había jaulas doradas con pájaros que gorjeaban, y por todos los rincones se veían macetas con plantas de hojas exuberantes. Pequeñas fuentes decorativas añadían los sonidos del fluir del agua, y se oía música instrumental de cuerda a través de unos altavoces ingeniosamente escondidos. El aire olía a una mezcla de especias y fragancias exóticas, que me hacían sentir como si me hubiera adentrado en Las mil y una noches.
Rozaba la exageración, pero no llegaba a traspasar la línea. Eso sí, Perrini’s era exótico y lujoso, un capricho para quienes pudieran permitírselo. Como mi madre, que acababa de salir de su baño de leche y miel cuando llegamos nosotros.
Leí la carta de tratamientos disponibles y decidí cambiar mi habitual «mujer guerrera» por el de «caprichos apasionados». Me habían hecho la cera la semana anterior, pero me parecía que el resto del tratamiento —pensado para estar irresistible sexualmente— era justo lo que necesitaba.
Finalmente había conseguido reconducir el pensamiento a asuntos menos peligrosos, cuando Cary habló desde el sillón de pedicura que estaba a mi lado.
—Señora Stanton, ¿conoce a Zayn Malik?
Le miré boquiabierta. Sabía perfectamente que mi madre se ponía de los nervios con cualquier noticia relacionada con mis relaciones amorosas, o no tan amorosas, como podía ser el caso.
Mi madre, sentada a mi otro lado, se echó hacia delante con su típica emoción de niña ante un hombre rico y atractivo.
—Por supuesto. Es uno de los hombres más ricos del mundo. El número veinticinco o algo así en la lista de la revista Forbes, si no recuerdo mal. Un joven muy ambicioso, obviamente, y un generoso benefactor de muchas organizaciones benéficas que yo apoyo. Un buenísimo partido, claro está, pero dudo que sea gay, Cary. Tiene fama de donjuán.
—Eso que me pierdo. —Cary sonrió e hizo como que no me veía sacudir la cabeza con fuerza—. Pero de todos modos sería un amor imposible, ya que él anda tras Eva.
—¡Eva! No puedo creer que no hayas contado nada. ¿Cómo has podido ocultarme algo así?
Miré a mi madre, cuya cara lavada se veía joven, sin arrugas y muy parecida a la mía. Yo era a todas luces hija de mi madre, hasta el apellido. La única concesión que le había hecho a mi padre había sido ponerme el nombre de su madre.
—No hay nada que contar —insistí—. Sólo somos... amigos.
—Podemos hacerlo mejor —dijo Mónica, con una calculadora mirada que me dio miedo—. No sé cómo no he caído en que trabajas en el mismo edificio que él. Seguro que se enamoró de ti en cuanto te vio. Aunque se sabe que le van más las morenas... Humm... Bueno. También es famoso por su excelente gusto. Es evidente que en esto último llevas las de ganar.
—Las cosas no van por ahí. Por favor, no empieces a meterte donde no te llaman. Me pondrás en una situación embarazosa.
—Tonterías. Si hay alguien que sepa qué hacer con los hombres, soy yo.
Me hundí en el asiento, hasta que los hombros me rozaron las orejas. Para cuando llegó la hora del masaje, necesitaba desesperadamente que me lo dieran. Me tumbé en la mesa y cerré los ojos, dispuesta a echarme una siestecita para aguantar la larga noche que se avecinaba.
Me encantaba arreglarme y estar guapa tanto como a cualquier chica, pero los actos benéficos daban mucho trabajo. Hablar de trivialidades era agotador, sonreír sin parar era una pesadez y las conversaciones sobre asuntos y personas que no conocía me aburrían mortalmente. Si no fuera porque Cary se beneficiaba con la publicidad, me resistiría a ir.
Suspiré. ¿A quién trataba de engañar? Acabaría yendo de todas formas. Mi madre y Stanton apoyaban las organizaciones benéficas contra el maltrato infantil porque era importante para mí. Acudir a uno de aquellos convencionales eventos de vez en cuando era el pequeño precio que había que pagar por los beneficios que reportaban.
Respiré hondo y procuré relajarme. Tomé nota mentalmente de llamar a mi padre cuando llegara a casa y pensé en cómo enviar una nota de agradecimiento a Zayn por el remedio para la resaca. Me figuré que podría mandarle un correo electrónico utilizando la información de contacto de su tarjeta, pero era poco elegante. Además, ignoraba quién leía su bandeja de entrada.
Le llamaría al llegar a casa. ¿Por qué no? Me había pedido —no, dicho— que le llamara; había escrito el ruego en su tarjeta. Y oiría su voz seductora otra vez.
La puerta se abrió y entró la masajista.
—Hola, Eva. ¿Estás lista?
No del todo. Pero casi.
Después de unas fantásticas horas en el spa, mi madre y Cary me dejaron en el apartamento; luego ellos se fueron a buscar unos gemelos nuevos para Stanton. Como iba a estar sola durante un rato, decidí llamar a Zayn. Pese a la muy necesaria intimidad, tecleé su número una media docena de veces antes de decirme a realizar la llamada.
Respondió a la primera señal.
—Eva.
Sorprendida de que supiera quién le llamaba, me quedé sin palabras. ¿Cómo tenía mi nombre y mi número de teléfono en su lista de contactos?
—Esto... Hola, Zayn.
—Estoy a una manzana de distancia. Avisa en recepción de que voy.
—¿Cómo? —Tenía la sensación de haberme perdido parte de la conversación—. ¿Que vas adónde?
—A tu casa. Estoy en la esquina. Llama a recepción, Eva.
Colgó y yo me quedé mirando el teléfono, tratando de asimilar el hecho de que Zayn estaría conmigo otra vez en cuestión de minutos. Un tanto aturdida, me dirigí al interfono y hablé con recepción para comunicar que le esperaba, y mientras estaba hablando, entró él en el vestíbulo. Unos instantes después, se encontraba ante mi puerta.
Fue entonces cuando me di cuenta de que sólo llevaba puesta una bata corta de seda, e iba peinada y maquillada para la cena. ¿Qué impresión se llevaría de mi aspecto?
Me apreté el cinturón de la bata antes de dejarle entrar. Yo no le había invitado a venir a casa para seducirle ni nada parecido.
Zayn permaneció en la entrada un largo instante, contemplándome desde la cabeza hasta los dedos de los pies, con manicura francesa en las uñas. A mí también me anonadó su aspecto. Le sentaban tan bien los vaqueros desgastados y la camiseta que vestía que me dieron ganas de desnudarle con los dientes.
—Sólo por encontrarte así ya ha merecido la pena el viaje. —Entró en casa y atrancó la puerta tras él—. ¿Qué tal estás?
—Bien. Gracias a ti. Gracias. —Se me estremecía el estómago porque él estaba ahí, conmigo, lo cual casi me daba... vértigo—. Pero ésa no puede ser la razón por la que has venido hasta aquí.
—He venido porque has tardado mucho en llamarme.
—No sabía que tuviera un plazo para hacerlo.
—Tengo que preguntarte algo que requiere una respuesta inmediata, pero, aparte de eso, quería saber si te sientes bien después de anoche. —Los ojos se le veían oscuros mientras me recorría de arriba abajo; su cara, imponente enmarcada en aquella increíble cortina de pelo negro—. ¡Dios, estás guapísima, Eva. No recuerdo haber deseado nada tanto!
Aquellas sencillas y escasas palabras me pusieron mimosa, a cien. Demasiado vulnerable.
—¿Qué es tan urgente?
—Ven conmigo a la cena benéfica esta noche.
Me eché hacia atrás, sorprendida y emocionada con la petición.
—¿Vas a ir?
—Y tú también. Lo he comprobado, al saber que tu madre estaría allí. Vamos juntos.
Me llevé una mano a la garganta, debatiéndome entre la extrañeza que me producía lo mucho que él sabía de mí y la preocupación por lo que me estaba pidiendo.
—No era a esto a lo que me refería cuando dije que debíamos pasar tiempo juntos.
—¿Por qué no? —Aquella sencilla pregunta estaba teñida de desafío—. ¿Qué problema hay en que vayamos juntos a un evento al que los dos íbamos a acudir por separado?
—No es que sea muy discreto. Se trata de un acto prominente.
—¿Y? —Zayn dio un paso hacia mí y me toqueteó un rizo.
El peligroso susurro que había en su voz hizo que me estremeciera. Sentí la calidez de su enorme cuerpo macizo y percibí el aroma profundamente masculino de su piel. Estaba cayendo bajo su embrujo, cada vez más.
—La gente hará suposiciones, mi madre sobre todo, que ya estará oliendo tu sangre de soltero en el agua.
Bajando la cabeza, Zayn posó los labios en la curva de mi cuello.
—Me da igual lo que piense la gente. Sabemos lo que hacemos. Yo me encargaré de su madre.
—Si crees que puedes... —dije con la respiración entrecortada—, no la conoces bien.
—Pasaré a recogerte a las siete. —Me pasó la lengua por la palpitante vena de la garganta y me fundí en él, con el cuerpo laxo al atraerme hacia él.
—Todavía no he dicho que sí —logré articular.
—Pero no vas a decir que no. —Me cogió el lóbulo de la oreja entre los dientes—. No te dejaré.
Abrí la boca para protestar y él me la selló posando sus labios sobre los míos, acallándome con un voluptuoso y húmedo beso. Movía la lengua despacio, saboreándome de tal manera que me hizo desear que me hiciera lo mismo entre las piernas. Las manos se me fueron a su pelo, acariciándolo, tirando de él. Cuando me rodeó con sus brazos, me arqueé, curvándome en sus manos.
Al igual que en su oficina, me tuvo boca arriba en el sofá antes de darme cuenta de que me estaba moviendo, tragándose con su boca mi sorprendido jadeo. La bata cedió a sus hábiles dedos, y a continuación me puso las manos en los pechos, acariciándolos con suaves y rítmicos apretones.
—Zayn...
—Shhh. —Me succionó el labio inferior, presionando y tirándome de mis sensibles pezones—. Saber que no llevabas nada puesto debajo de la bata estaba volviéndome loco.
—Has venido sin... ¡Oh! ¡Oh, Dios!
Me rodeó un pezón con la boca, y aquella oleada de calor me produjo un velo de transpiración en la piel.
Nerviosa, no dejaba de mirar la hora en el reloj del decodificador.
—Zayn, no.
Levantó la cabeza y me miró con sus tormentosos ojos azules.
—Es una locura, lo sé. No... No sabría explicarlo, Eva, pero tengo que hacer que te corras. Llevo días pensándolo constantemente.
Me metió una mano entre las piernas. Las abrí sin pudor, tan excitado mi cuerpo que me sentía arrebatada, casi febril. Con la otra mano seguía magreándome los pechos, poniéndomelos duros e insoportablemente sensibles.
—Te me has puesto húmeda —murmuró, bajando la mirada hacia donde estaba abriéndome con los dedos—. Ahí también eres hermosa. Aterciopelada y rosa. Muy suave. No te habrás depilado hoy, ¿verdad?
Negué con la cabeza.
—Menos mal. No creo que hubiera aguantado ni diez minutos sin tocarte, no digamos diez horas. —Me introdujo un dedo cuidadosamente.
Me sentía tan vulnerable allí desnuda, con las piernas abiertas, toqueteada por un hombre cuya familiaridad con las normas de la depilación brasileña delataba un íntimo conocimiento de las mujeres. Un hombre que aún estaba completamente vestido, arrodillado en el suelo junto a mí.
—Estás muy acogedora. —Zayn sacó el dedo y volvió a clavármelo con delicadeza. Arqueé la espalda al apretar con ansia—. Y muy ávida. ¿Cuánto tiempo hace que no follas?
Tragué saliva.
—He estado muy ocupada con la tesis, buscando trabajo, trasladándome...
—Una temporada, entonces. Sacó el dedo y a continuación me introdujo dos. No pude reprimir un gemido de placer. Aquel hombre tenía unas manos dotadas, seguras y expertas, y cogía lo que quería con ellas.
—¿Utilizas algún método anticonceptivo, Eva?
—Sí. —Me aferré al borde de los cojines—. Por supuesto.
—Te demostraré que estoy limpio y tú harás otro tanto, y luego dejarás que te penetre.
—¡Por Dios, Zayn! —Jadeaba por él, meneando las caderas descaradamente sobre aquellos dedos que empujaban. Tenía la sensación de que ardería espontáneamente si él no salía.
En mi vida me había excitado tanto. Me moría por un orgasmo. Si hubiera entrado Cary en aquel momento y me hubiera encontrado retorciéndome en la sala de estar de nuestra casa mientras Zayn me follaba con los dedos, creo que no me habría importardo.
Zayn respiraba entrecortadamente también. Tenía la cara sonrojada por la lujuria. Por mí. Cuando lo único que había hecho yo era responderle sin poder evitarlo.
Me acarició la mejilla con la mano que tenía en mi pecho.
—Estás ruborizada. Te he escandalizado.
—Sí.
Su sonrisa era pícara y gozosa a la vez, y sentí una opresión en el pecho.
—Quiero sentir mi semen en ti cuando te folle con los dedos. Quiero que tú sientas mi semen en ti, para que pienses en el aspecto que tengo y los sonidos que hago cuando lo bombee dentro de ti. Y mientras pienses en ello, estarás deseando que vuelva a hacértelo una y otra vez.
Mi sexo se tensó alrededor de sus acariciadores dedos, la crudeza de sus palabras me empujaba al borde del orgasmo.
—Te diré todas las formas en que quiero que me satisfagas, Eva, y vas a hacerlo todo... a aceptarlo todo, y el sexo será explosivo, primario, sin limitaciones. Lo sabes, ¿verdad? Intuyes cómo será entre nosotros.
—Sí —musité, apretándome los pechos para aliviar el profundo dolor de mis pezones endurecidos—. Por favor, Zayn.
—Shhh... Te tengo. —Con la parte blanda de su pulgar empezó a frotarme suavemente el clítoris en círculos—. Mírame a los ojos cuando te corras.
Todo se tensó en mi centro, y esa tensión crecía a medida que me masajeaba el clítoris y empujaba los dedos adentro y afuera con un ritmo constante, sin prisas.
—Ríndete a mí, Eva —ordenó—. Ya.
Alcancé el clímax con un tenue grito, mis blancos nudillos a los lados de los cojines, mientras sacudía las caderas en su mano, sin asomo de vergüenza o timidez. Tenía la vista fija en la suya, incapaz de apartar la mirada, fascinado con aquel triunfo masculino que le brillaba en los ojos. En aquel momento me poseyó. Haría lo que quisiera. Y él lo sabía.
Me atravesó un intenso placer. Entre el latido de la sangre en mis oídos, me pareció oírle decir algo con la voz quebrada, pero me perdí las palabras cuando apoyó una de mis piernas en el respaldo del sofá y abarcó mi abertura con su boca.
—No. —Le empujé la cabeza con las manos—. No puedo.
Estaba demasiado inflamada, demasiado sensible. Pero cuando me tocó el clítoris con la lengua, agitándola sobre él, creció de nuevo el deseo. Con más intensidad que la primera vez. Me bordeó mi palpitante abertura, provocándome, atormentándome con la promesa de otro orgasmo cuando yo sabía que no podía tener otro tan pronto.
Entonces me introdujo la lengua y yo me mordí el labio para reprimir un grito. Me corrí por segunda vez, estremeciéndose mi cuerpo violentamente, tensándose los músculos con desesperación alrededor de sus voluptuosos lametones. Su bramido me hizo vibrar. No tuve fuerzas para apartarle cuando se puso a lamerme el clítoris otra vez suave, incansablemente... hasta que volví a tener otro orgasmo, pronunciando su nombre con voz entrecortada.
Me había quedado sin energía cuando me estiró la pierna y aún estaba sin aliento cuando empezó a besarme desde vientre hasta los pechos. Me chupó los pezones, luego me levantó pasándome los brazos por la espalda. Sostenía mi cuerpo laxo y flexible mientras me tomaba la boca con violencia reprimida, magullándome los labios y delatando lo cerca del borde que estaba él.
Me cerró la bata y se levantó, mirándome desde arriba.
—Zayn...
—A las siete en punto, Eva. —Alargó el brazo y me tocó el tobillo, acariciando con los dedos la brillante cadenita que me había puesto para lucir por la tarde—. Y no te la quites. Quiero follar contigo vestida sólo con esto.
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Capítulo 6 - Maratón 2/2
*
—Hola, papá, te he pillado en casa. —Agarré bien el auricular y tiré de un taburete hasta el mostrador de desayuno. Echaba de menos a mi padre. Durante los últimos cuatro años habíamos vivido lo suficientemente cerca uno del otro como para vernos por lo menos una vez a la semana. Ahora, él vivía en Oceanside y yo en el otro extremo del país—. ¿Cómo estás?
Mi padre bajó el volumen del televisor.
—Mejor, ahora que me has llamado. ¿Qué tal te ha ido en tu primera semana de trabajo?
Le describí las jornadas de lunes a viernes, omitiendo todo lo que tenía relación con Zayn.
—Me cae muy bien mi jefe, que se llama Mark, y el ambiente en la agencia es muy dinámico y un tanto insólito. Estoy contenta a la hora de ir y me quedo pegada a la silla a la de salir.
—Espero que sigan así las cosas. Pero tienes que procurar descansar también. Sal por ahí, vive la vida, diviértete. Aunque no excesivamente.
—Pues creo que ayer me pasé un montón. Salí de marcha con Cary y hoy he amanecido con una resaca de cuidado.
—No me lo cuentes, anda —refunfuñó—, que hace unas noches me desperté con un sudor frío pensando en qué sería de ti en Nueva York. Me tranquilicé diciéndome a mí mismo que eres demasiado inteligente para correr riesgos, gracias a unos progenitores que te han transmitido normas de seguridad por medio del ADN.
—Y es verdad —le dije, riéndome—. Eso me recuerda... que voy a empezar a entrenarme en Krav Maga.
—¿Ah, sí? —Hizo una pausa—. Uno de mis colegas es muy bueno en eso. Puede que me pase a verlo cuando vaya a visitarte y cambiamos impresiones.
—¿Vas a venir a Nueva York? —No podía disimular mi entusiasmo—. Ay, papá, me encantaría. Aunque tengo nostalgia del sur de California, Manhattan es impresionante. Creo que te gustará.
—A mí me gustaría cualquier sitio siempre que tú estuvieras allí. —Hizo otra pausa antes de seguir—. ¿Cómo está tu madre?
—Bueno, pues... como es ella: guapa, encantadora y obsesiva-compulsiva.
Se me hizo un nudo en el estómago y me pasé la mano por él. Pensé que quizás mi padre aún quería a mi madre. Nunca se había casado. Ésa era una de las razones por las que nunca le conté lo que me había pasado. Siendo policía, habría insistido en que se presentaran cargos y el escándalo habría hecho polvo a mi madre. También me preocupaba que él le perdiese el respeto o incluso que la culpara, y no había sido culpa suya. En cuanto ella se enteró de lo que estaba haciéndome su hijastro, dejó a un marido con quien era feliz y pidió el divorcio.
Yo seguía hablando cuando Cary entró a toda prisa, con una bolsita azul de Tiffany & Co. en la mano. Le hice un gesto de saludo.
—Hoy hemos estado en un spa; una manera estupenda de ponerle fin a la semana.
—Me alegro de que podáis pasar tiempo juntas. —Notaba su sonrisa en la voz—. ¿Qué planes tenéis para lo que queda del fin de semana?
Eludí el tema del acto benéfico, sabiendo como sabía que todo ese rollo de la ostentación y los cubiertos exorbitantemente caros pondrían más distancia entre mis padres.
—Cary y yo saldremos a cenar, y mañana tengo intención de quedarme en casa. Dormir hasta las tantas, con el pijama todo el día puesto, tal vez alguna película y comida a domicilio. Vegetar un poquito antes de que empiece una nueva semana de trabajo.
—Me suena a música celestial. Tal vez haga yo lo mismo el próximo día que tenga libre.
Eché un vistazo al reloj y vi que ya eran casi las seis.
—Tengo que arreglarme ya. Ten mucho cuidado en tu trabajo, ¿vale? Ya sabes que me preocupo mucho por ti.
—Así lo haré. Adiós, nena.
Aquella despedida, tan habitual en él, me hizo añorarle tanto que la emoción me produjo un nudo en la garganta.
—¡Ah, espera! Voy a comprar otro teléfono móvil. Te mandaré un mensaje con el nuevo número en cuanto lo tenga.
—¿Otro? Pero si ya te compraste uno cuando te trasladaste.
—Es una larga historia. Y muy aburrida.
—Bueno... Hazlo cuanto antes. Son muy útiles en cuanto a la seguridad y también para jugar a los Pájaros Cabreados.
—Yo ya no juego a eso. —Me eché a reír y una cálida oleada recorrió todo mi cuerpo al oírle reír a él también—. Te llamaré dentro de unos días. Sé bueno.
—Eso hago.
Colgué. Me quedé sentada un momento, envuelta en el silencio que siguió, con la sensación de que todo iba bien en mi mundo, sensación que no solía durar mucho; Cary hizo sonar el equipo de su dormitorio con música de Hinder, y eso me hizo ponerme en movimiento.
Corrí a mi habitación a prepararme para salir aquella noche con Zayn.
—¿Me pongo collar o no? —le pedí consejo a Cary cuando entró en mi cuarto con un aspecto verdaderamente espectacular. Vestido con su nuevo esmoquin de Brioni, se le veía a la vez elegante y desenvuelto, y seguro de llamar la atención.
—A ver... —ladeó la cabeza para examinarme—, levántalo otra vez.
Me acerqué al cuello la gargantilla de monedas de oro. El vestido que me había enviado mi madre era rojo camión de bomberos y diseñado para una diosa griega. Sujeto sólo de un hombro, caía en diagonal por el pecho e iba plisado hasta las caderas y con una abertura desde lo alto del muslo hasta los pies. No tenía espalda, aparte de una fina tira de pedrería que iba de un lado a otro de ésta para evitar que la parte delantera se desprendiese. Por otra parte, el escote de atrás llegaba justamente hasta la hendidura de los glúteos en un atrevido corte en V.
—Olvídate del collar —me dijo—. Yo me inclinaba por unos pendientes de oro, pero ahora me parecen mejor unos aros con diamantes. Los más grandes que tengas.
—¿Sí? ¿En serio? —Fruncí un poco el ceño ante nuestra imagen reflejada en el espejo de cuerpo entero, y le observé mientras se dirigía a mi joyero y buscaba en él.
—Éstos. —Me trajo los aros de cinco centímetros que me había regalado mi madre cuando cumplí dieciocho años—. Confía en mí, Eva. Póntelos.
Me los puse y comprobé que tenía razón. Me proporcionaban un look muy distinto al de la gargantilla de oro, menos glamur pero más sensualidad. Además iban bien con la esclava, también de diamantes, que llevaba en el tobillo derecho, y que ya nunca me parecería la misma desde el comentario de Zayn. Con el pelo retirado de la cara, cayendo en una cascada de abundantes rizos deliberadamente desordenados, tenía una imagen de recién-follada que se complementaba con sombra oscura de ojos y brillo incoloro en los labios.
—¿Qué haría yo sin ti, Cary Taylor?
—Nena —me puso las manos en los hombros y apretó su mejilla contra la mía—, nunca lo sabrás.
—A propósito, estás impresionante.
—Sí, ¿verdad? —Me guiñó un ojo y retrocedió un poco para que le viera bien.
A su manera, Cary podría hacer la competencia a Zayn en lo que al atractivo se refería. Cary tenía las facciones más delicadas, se podría decir que bonitas, comparadas con la belleza salvaje de Zayn, pero ambos eran hombres imponentes, que hacían volver la cabeza y quedarse un rato disfrutando de aquel regalo para la vista.
Cuando nos conocimos, Cary no estaba tan bien, sino flaco y demacrado, con los ojos desorientados y sombríos. Pero me gustó de todos modos y hacía todo lo posible para sentarme a su lado en la terapia de grupo. Un día, me propuso de un modo muy brusco que me acostara con él, pues tenía el convencimiento de que la única razón por la que la gente se le acercaba era para follar. Al negarme, firme e irrevocablemente, fue cuando por fin nos compenetramos y llegamos a ser tan buenos amigos. Él se convirtió en el hermano que nunca había tenido.
Sonó el timbre del portero automático y di un respingo, lo cual me hizo darme cuenta de lo nerviosa que estaba. Miré a Cary.
—Se me olvidó decir en recepción que iba a venir.
—Yo iré a buscarle.
—¿Seguro que no te importa andar por ahí con Stanton y mi madre?
—¿Qué dices? ¡Pero si me adoran! —Su sonrisa se atenuó un poco—. ¿Salir con Zayn te produce desasosiego?
Aspiré hondo, recordando cómo estaba unas horas antes: tumbada y aturdida por un orgasmo múltiple.
—No, la verdad es que no. Lo que ocurre es todo está yendo muy deprisa y mejor de lo que yo esperaba o creía que deseaba...
—Te estás preguntando dónde está la trampa. —Alargó la mano y me dio unos golpecitos en la nariz con la yema del dedo—. Él es la trampa, Eva. Y tú te lo has llevado. Disfrútalo.
—Lo intento. —Agradecía mucho que Cary entendiera cómo funcionaba mi mente. Era sumamente fácil estar con él, sabiendo que él leía entre líneas cuando yo no podía explicar algo.
—He investigado sobre él todo lo que podido esta mañana y he imprimido las cosas interesantes más recientes. Están en tu mesa, por si quieres verlas.
Recordaba haberle visto imprimiendo algo antes de prepararnos para ir al spa. Me puse de puntillas y le besé en la cara.
—Eres inmejorable. Te adoro
—Lo mismo digo, nena. —Se encaminó hacia la puerta—. Bajaré a recepción y le traeré. No te aceleres. Se ha adelantado diez minutos.
Sonriendo, le vi salir tranquilamente al corredor. Después de cerrar la puerta, me dirigí al pequeño cuarto de estar anexo a mi dormitorio. Sobre el nada práctico escritorio que había elegido mi madre, encontré una carpeta con varios artículos e imágenes impresas. Tomé asiento y me sumergí en la historia de Zayn Malik.
Era como estar viendo un descarrilamiento. Me enteré de que era el hijo de Geoffrey Cross, en otro tiempo presidente de una empresa de inversión de valores que más tarde resultó ser la pantalla de un enorme fraude tipo piramidal. Zayn sólo tenía cinco años cuando su padre se suicidó de un tiro en la cabeza para no ir a la cárcel.
Oh, Zayn. Traté de imaginármelo a esa edad y vi a un niño muy guapo, de pelo negro y ojos azules, lleno de confusión y tristeza. Se me partió el corazón. La muerte del padre y las circunstancias que lo rodearon debieron de ser un tremendo golpe tanto para su madre como para él. La tensión y el sufrimiento en aquellos momentos tan duros tuvieron que ser horrorosos, en particular para un niño tan pequeño.
Su madre volvió a casarse, esta vez con Christopher Vidal, un ejecutivo de la música, y tuvo otros dos hijos, Christopher e Ireland, pero parecía que el aumento de la familia y la seguridad económica llegaron demasiado tarde para estabilizar a Zayn tras semejante impresión. Había estado demasiado bloqueado como para que le quedaran dolorosas secuelas emocionales.
Con ojos curiosos y críticos, estudié a las mujeres que habían sido fotografiadas junto a Zayn, y pensé en su planteamiento de salir, socializar y sexo. También me di cuenta de que mi madre tenía razón: todas eran morenas. La mujer que más veces aparecía con él llevaba el sello de la ascendencia hispana.
—Magdalene Perez —murmuré, admitiendo a regañadientes que era despampanante. Tenía una pose de ostensible seguridad en sí misma que para mí quería yo.
—Bueno, ya es hora. —Cary me interrumpió con un suave tono de picardía. Estaba en la puerta de mi habitación, apoyado insolentemente en la jamba.
—¿Ya? —Estaba tan absorta que yo no me había dado cuenta del tiempo que había pasado.
—Creo que está a punto de entrar a por ti. Apenas puede aguantar.
Cerré la carpeta y me levanté.
—Interesante, ¿verdad?
—Mucho.
¿Cómo habría influido el padre de Zayn en él o, más concretamente, su suicidio?
Todas las respuestas que quería me esperaban en la habitación de al lado.
Salí del dormitorio y recorrí el pasillo en dirección a la sala de estar. Me detuve en el umbral, con los ojos fijos en la espalda de Zayn, que en ese momento observaba la calle por la ventana. El corazón se me puso a mil. El reflejo en el cristal me dejó adivinar su ánimo pensativo, por la mirada perdida y la expresión adusta. Los brazos cruzados delataban una inquietud inherente, como si se encontrara fuera de su elemento. Se le veía lejano y apartado. Un hombre intrínsecamente solo.
Advirtió mi presencia, o tal vez percibió mis sentimientos. Se dio la vuelta y luego se quedó inmóvil. Yo aproveché la oportunidad para empaparme de él, mirándole de hito en hito. Era magnífico de arriba abajo. Con un atractivo tan sensual que me dolían los ojos sólo de verle. Un encantador mechón que le venía a la cara me hizo mover los dedos por las ganas de tocarlo. Y el modo en que me observaba él a mí... me aceleró las pulsaciones.
—Eva. —Se aproximó con paso enérgico y airoso, cogió una de mis manos y se la llevó a la boca. Su mirada no podía ser más intensa.
La sensación de sus labios en mi piel me puso la carne de gallina y despertó el recuerdo de aquella boca tentadora en otras partes de mi cuerpo. Me excité inmediatamente.
—Hola.
La satisfacción se asomó a sus ojos.
—Hola. Estás increíble. No veo el momento de lucirte por ahí.
Expresé con el suspiro el placer que sentía ante el cumplido.
—A ver si estoy a tu altura.
Zayn frunció ligeramente el entrecejo.
—¿Has cogido todo lo necesario?
Cary se acercó con un chal de terciopelo negro y unos guantes largos.
—Aquí tienes. He metido en el bolso la barra de labios.
—Eres un cielo, Cary.
Me hizo un guiño como diciéndome que había visto los condones en el bolsillo interior.
—Bajaré con vosotros.
Zayn cogió el chal y me lo echó por los hombros. Liberó la parte del pelo que había quedado debajo, y el contacto de sus manos con mi cuello me afectó de tal manera que apenas me di cuenta cuando Cary me enfundó los guantes.
El tiempo que duró el descenso del ascensor hasta la entrada fue todo un ejercicio de supervivencia a la tensión sexual aguda. No parecía que Cary se diera cuenta; iba a mi izquierda, con las manos en los bolsillos y silbando. Zayn, al otro lado era una fuerza irresistible. Aunque ni se movía ni emitía ningún sonido, yo notaba la potente energía que irradiaba. Me ardía la cara por la fuerza magnética que había entre nosotros y mi respiración se hizo entrecortada. Fue un alivio que se abrieran las puertas y saliéramos de aquel espacio cerrado.
Dos mujeres esperaban para entrar. Se quedaron con la boca abierta cuando vieron a Zayn y Cary, y eso me distendió y me hizo sonreír.
—Señoras —las saludó Cary, con una sonrisa que realmente no era justa. Casi se podía ver el cortocircuito que tenía lugar en sus cerebros.
Por el contrario, Zayn hizo una leve inclinación de cabeza y me condujo adelante con una mano en la zona dorsal de mi espalda, piel con piel. El contacto fue eléctrico y me produjo una oleada de calor.
Le apreté una mano a Cary.
—Resérvame un baile.
—Por supuesto. Hasta luego.
Fuera, nos esperaba una limusina. El chófer abrió la puerta en cuanto Zayn y yo salimos. Me deslicé hasta un extremo del asiento y me coloqué el vestido. Cuando Zayn se sentó junto a mí, me di cuenta de lo bien que olía. Inhalé aquel aroma, instándome a mí misma a relajarme y disfrutar de su compañía. Él me cogió la mano y me acarició la palma con las yemas de los dedos, cuyo roce hizo saltar chispas de lujuria.
—Eva... —Apretó un botón y el cristal de separación del conductor comenzó a subir
Acto seguido me atrajo hacia él y puso su boca en la mía, besándome apasionadamente.
Por mi parte, hice lo que había querido hacer desde que le vi en mi cuarto de estar: le sujeté por el pelo y le devolví el beso. Me encantaba el modo que tenía de besarme, como si no tuviera más remedio, como si fuese a enloquecer si tenía que esperar más tiempo. Le succioné la lengua, ahora que sabía cuánto le gustaba, ahora que sabía cuánto me gustaba a mí y lo mucho que me hacía desear chuparle en cualquier otro sitio con las mismas ansias.
Pasó las manos por mi espalda desnuda y yo gemí, sintiendo el empuje de su erección contra la cadera. Cambié de posición para sentarme sobre él, quitando la falda de en medio y agradeciéndole mentalmente a mi madre la idea de mandarme aquel vestido provisto de una abertura tan práctica. Con una pierna a cado lado de su cuerpo, le abracé a la altura de los hombros y profundicé más con mis besos. Le lamí dentro de la boca, le mordisqueé el labio inferior, le acaricié toda la lengua con la mía...
Zayn me agarró por la cintura y me hizo a un lado. Se apoyó en el respaldo del asiento, con el cuello arqueado para mirarme a la cara y el torso palpitante.
—¿Qué me estás haciendo?
Le pasé las manos por el pecho, por encima de la camisa, y noté la dureza implacable de sus músculos. Fui siguiendo con los dedos las turgentes líneas del abdomen mientras me hacía una idea de cómo estaría desnudo.
—Te estoy tocando. Disfrutando contigo como una loca. Te deseo, Zayn.
Me agarró de las muñecas para impedir el avance de mis movimientos.
—Luego. Estamos en medio de Manhattan.
—Nadie nos ve.
—Ya, pero no es momento ni lugar para empezar algo que necesita horas. Estoy volviéndome loco desde esta tarde.
—Pues vamos a asegurarnos de que lo terminamos ahora.
Me apretó las manos con más fuerza.
—No podemos hacerlo aquí.
—¿Por qué no? —Entonces me asaltó un pensamiento sorprendente—. ¿Nunca lo has hecho en una limusina?
—No —dijo, tensando las mandíbulas—. ¿Y tú?
Desvié la mirada sin contestar y vi el tráfico y los peatones que pululaban a nuestro alrededor. Estábamos sólo a un paso de la gente, pero el cristal oscuro nos ocultaba y a mí me daba alas. Quería complacerle. Quería saber que era capaz de descubrir el interior de Zayn Malik, y nada me lo impedía salvo él mismo.
Balanceé las caderas contra él, rozándome con toda la longitud de su firme polla. Él emitía sonidos sibilantes al soltar el aliento con los dientes apretados.
—Te necesito, Zayn —le dije jadeando, inhalando su perfume, que era más intenso ahora que estaba excitado. Pensé que podría estar un poco ebria sólo del tentador aroma de su piel—. Me vuelves loca.
Me soltó las muñecas y me cogió la cara con las manos, presionando con fuerza sus labios contra los míos. Llevé la mano a su bragueta y le desabroché dos botones que daban acceso a la cremallera. Él se puso rígido.
—Necesito esto —susurré contra sus labios—. Dámelo.
No se relajó, pero tampoco intentó detenerme. Cuando tuve el pene en mi poder, emitió un sonido a la vez quejumbroso y erótico. Lo apreté delicadamente, con una suavidad premeditada. Estaba duro como una piedra, y caliente. Lo acaricié de arriba a abajo con las manos cerradas, de la raíz a la punta, conteniendo la respiración cuando él se estremecía debajo de mí.
Entonces me sujetó por los muslos y buscó bajo el vestido con los dedos hasta encontrar la puntilla roja del tanga.
—Tienes un coño tan dulce... —murmuró junto a mi boca—. Quiero tenerte extendida y lamerte hasta que me exijas la polla.
—Si quieres, te la exijo ya. —Seguí tocándole con una mano mientras buscaba el bolso con la otra para coger un condón.
El dedo que deslizó bajo el tanga encontró ya la superficie resbaladiza.
—Apenas te he tocado —susurró, con los ojos brillantes dirigidos a mí desde la sombra del respaldo— y ya estás preparada.
—No puedo evitarlo.
—No quiero que lo evites. —Me penetró con el dedo, mordiéndose el labio inferior cuando yo me contraje sin remedio en torno a él—. No sería justo cuando yo no soy capaz de parar lo que me estás haciendo. —Rasgué el envoltorio con los dientes y se lo di con el anillo del condón sobresaliendo.
—A mí no se me dan bien.
Su mano se curvó sobre la mía.
—Me estoy saltando todas las reglas contigo.
El tono grave de su voz me provocó una cálida ola de confianza.
—Las reglas están hechas para romperlas.
Vi un instante la blancura de sus dientes; luego presionó un botón del panel que había a su lado y dijo:
—Conduce hasta que te diga.
Las mejillas me ardían. Los faros de un coche traspasaron el cristal oscuro e iluminaron mi cara, delatando mi rubor.
—Vaya, Eva —susurró, desenrollando el condón con destreza—, me seduces para hacer el amor en la limusina, y luego te sonrojas cuando le digo al chófer que no interrumpa mientras lo hacemos.
Esa ironía repentina me hizo desearle desesperadamente. Colocando las manos en sus hombros para guardar el equilibrio, me puse de rodillas, elevándome hasta la altura necesaria para quedarme en el aire sobre la gruesa verga de Zayn. Movió las manos por mis caderas y oí el rasgar de las bragas. El ruido repentino y lo impetuoso de aquel acto aguijonearon mi pasión hasta un punto supremo.
—Despacio —ordenó con voz ronca, levantando las caderas para bajarse más los pantalones.
Su erección me rozaba entre las piernas al moverse, y yo me quejaba, anhelante y vacía, como si los orgasmos que me había dado antes no hubieran sino acuciado mi deseo en vez de saciarlo.
Se tensó cuando rodeé el pene con los dedos y coloqué su prominente glande entre los lubricados pliegues de mi hendidura. Los efluvios de nuestra fogosidad hacían el aire húmedo y cargado, una seductora mezcla de ardor y feromonas que soliviantaba a todas las células de mi cuerpo, me producía un hormigueo en la piel y ponía los pechos pesados y tiernos.
Esto era lo que yo quería desde el momento en que le vi: poseerle, subirme a su cuerpo magnífico y meterlo bien dentro de mí.
—Dios santo, Eva —exclamó, jadeante, cuando por fin bajé mi cuerpo sobre el suyo, mientras seguía masajeándome los muslos.
Cerré los ojos, sintiéndome desvalida. Había querido intimidad con él y ahora esto parecía demasiado íntimo. Estábamos vis a vis, a pocos centímetros uno del otro, escondidos en un pequeño espacio mientras el resto del mundo circulaba a nuestro alrededor. Notaba su agitación, sabía que él se sentía tan descentrado como yo.
—Eres tan prieta... —sus palabras, entrecortadas, iban unidas por un hilo de deliciosa agonía. Le absorbí aún más, dejándolo entrar más dentro. Inspiré profundamente, sintiéndome exquisitamente elástica.
—Y tú la tienes tan grande...
Presionando la palma abierta contra mi bajo vientre, me tocó el palpitante clítoris con la yema del pulgar y empezó a masajearlo en círculos lentos, suaves y expertos. Todo en mi interior se contrajo y se estrechó, succionándolo con más fuerza. Le miré con los ojos entreabiertos. Estaba tan hermoso tumbado debajo de mí con su elegante esmoquin y aquel poderoso cuerpo entregado a la necesidad primaria de la cópula...
Torció el cuello, con la cabeza clavada en el respaldo, como si luchara contra unas ataduras invisibles.
—¡Ay, Señor! —exclamó entre dientes— Voy a correrme entero.
Aquella oscura promesa me excitó aún más. El sudor me empañaba la piel. Estaba tan húmeda y tan caliente que me deslizaba como la seda a lo largo de su verga hasta envainarla por completo. Se me escapó un grito al llegar a la raíz. Entraba tan hondo que casi no podía soportarlo y me forzaba a balancearme para evitar la inesperada molestia. Pero a mi cuerpo no parecía importarle que fuera demasiado grande. Se ondulaba, se contraía, vibraba, al borde del orgasmo.
Zayn, con la respiración agitada, soltó una palabrota y me asió por la cadera con la mano libre, instándome a yacer de espaldas. En esta posición me abrí hasta tenerlo dentro entero. Su temperatura subió de inmediato, su torso irradiaba un calor voluptuoso a través de la ropa. Unas gotas de sudor perlaban su labio superior.
Me incliné hacia delante y pasé la lengua por la bella curva de su boca, saboreando la sal con un balbuceo de placer. Zayn movía las caderas, lleno de impaciencia. Me elevé cuidadosamente unos centímetros antes de que él me frenara con cierta rudeza.
—Despacio —volvió a advertirme, con un tono imperioso que me subió la libido.
Volví a bajar, apresando el pene otra vez y experimentando un dolor extrañamente exquisito al notar que penetraba casi demasiado. Nuestras miradas se engarzaron a la vez que el placer se extendía desde el punto en que estábamos unidos. Me sorprendió pensar que estábamos los dos completamente vestidos salvo por las partes más íntimas de nuestro cuerpo. Me pareció carnal hasta la locura, igual que los sonidos que él hacía expresando que su placer era tan intenso como el mío.
Completamente exaltada, aplasté su boca con la mía, mientras le aferraba por las raíces del pelo, empapado de sudor. Le besé sin dejar de menear las caderas, dejándome llevar por el arrebatador movimiento de su pulgar y sintiendo crecer el orgasmo con cada impulso de su pene largo y grueso hacia mi tierno interior.
En algún momento perdí la cabeza, los instintos más primitivos se impusieron y sólo el cuerpo mandaba. No podía centrarme en nada, salvo en la absoluta necesidad de follar, de montar su polla hasta que la tensión explotara y me liberase de aquella ansia enloquecedora.
—¡Qué bueno es esto! —musité, totalmente entregada—.Te sientes... ¡Dios mío, es demasiado bueno!
Zayn marcaba el ritmo con ambas manos, inclinándome hacia un lado de modo que su enorme glande frotaba oblicuamente un lugar suave y muy sensible de mis profundidades. Comprendí, por mi propia contracción y mis temblores, que iba a correrme precisamente gracias a eso, a sus expertos impulsos dentro de mí.
Zayn.
Me agarró de la nuca justo cuando el orgasmo hacía presa de mí, empezando con extáticos espasmos que se transmitían hacia fuera en oleadas hasta convertirme en una pura convulsión. Me vio descomponerme cuando yo hubiera preferido cerrar los ojos. Poseída por aquella mirada fija, me corrí con más intensidad que nunca, gimiendo y estremeciéndome a cada embate de placer.
—Joder, joder, joder —mascullaba, dándome empellones con las caderas, y tirando de las mías hacia abajo para que recibieran sus embestidas. Me golpeaba en lo más profundo con cada envite. Lo sentía cada vez más grueso y duro.
Le contemplé fijamente, quería verle fuera de sí por mí. Sus ojos, frenéticos por la necesidad, perdían el rumbo a la vez que iba disminuyendo el control sobre sí mismo, su precioso rostro desencajado por la brutal carrera hacia el clímax.
—¡Eva! —se corrió con un rugido animal de éxtasis salvaje, un sonido que me fascinó por su fiereza. Se estremeció cuando el orgasmo se apoderó de él, y sus rasgos se suavizaron un instante con un toque de inesperada vulnerabilidad.
Le cogí la cara con las manos y le besé sutilmente los labios, reconfortándolo mientras él dejaba escapar bocanadas de aire que me rozaban las mejillas.
—Eva. —Me estrechó entre sus brazos, presionando su cara húmeda contra la curva de mi cuello.
Sabía exactamente cómo se sentía. Desnudo. Al descubierto.
Nos quedamos así mucho tiempo, abrazados, absorbiendo las réplicas. Volvió la cabeza y me besó suavemente, aliviando mis confusas emociones con las caricias de su lengua en mi boca.
—¡Guau! —respiré, conmovida.
—Sí —salió de su boca.
Sonreí, aturdida pero eufórica.
Zayn me apartó de las sienes los mechones húmedos de cabello y pasó los dedos por mi cara casi con veneración. Me estudiaba de un modo que me ponía un nudo en el pecho. Me miraba atónito y... agradecido, con ojos cálidos y dulces.
—No quiero estropear este momento...
La frase quedó flotando en el aire y yo traté de completarla.
—¿Pero...?
—Pero no puedo faltar a esa cena. Tengo que dar un discurso.
—Ya. —El momento efectivamente se había estropeado.
Me separé de él con cuidado, mordiéndome el labio al notar cómo salía de mi cuerpo dejándome humedecida. La fricción fue suficiente para hacerme querer más. La erección apenas se había reducido.
—¡Maldita sea! —dijo bruscamente—. Te deseo otra vez.
Me agarró antes de que me apartara, sacó un pañuelo de algún sitio y me limpió entre las piernas con delicadeza. Era un acto sumamente íntimo, semejante al coito que acabábamos de compartir. Cuando estuve seca me acomodé en el asiento a su lado y saqué el lápiz de labios de la cartera. Miré a Zayn por encima del espejo de la polvera mientras se quitaba el condón y lo ataba. Después lo envolvió en una servilleta y lo tiró a un receptáculo oculto para basura. Se adecentó y le dijo al conductor que se dirigiera a nuestro destino. Luego, se arrellanó en el asiento y miró por la ventana.
Con cada segundo que transcurría sentía que Zayn se distanciaba, que nuestra conexión se desbarataba poco a poco. Me quedé encogida en el extremo del asiento, retirada de él, manteniendo el alejamiento que sentía crecer entre nosotros. Toda la calidez que había experimentado se convirtió en una notoria frialdad, y me sentí tan destemplada que me arropé con el chal. No movió ni un músculo cuando me giré a su lado para guardar la polvera, como si no se diera cuenta de que yo estaba allí.
Bruscamente, Zayn abrió el bar y sacó una botella. Sin mirarme, preguntó:
—¿Brandy?
—No, gracias.
Mi voz sonó en un susurro, pero no pareció percatarse. O tal vez no le importaba. Se sirvió una copa y se la tomó de un trago.
Confusa y herida, me puse los guantes intentando comprender qué era lo que había fallado.
*
—Hola, papá, te he pillado en casa. —Agarré bien el auricular y tiré de un taburete hasta el mostrador de desayuno. Echaba de menos a mi padre. Durante los últimos cuatro años habíamos vivido lo suficientemente cerca uno del otro como para vernos por lo menos una vez a la semana. Ahora, él vivía en Oceanside y yo en el otro extremo del país—. ¿Cómo estás?
Mi padre bajó el volumen del televisor.
—Mejor, ahora que me has llamado. ¿Qué tal te ha ido en tu primera semana de trabajo?
Le describí las jornadas de lunes a viernes, omitiendo todo lo que tenía relación con Zayn.
—Me cae muy bien mi jefe, que se llama Mark, y el ambiente en la agencia es muy dinámico y un tanto insólito. Estoy contenta a la hora de ir y me quedo pegada a la silla a la de salir.
—Espero que sigan así las cosas. Pero tienes que procurar descansar también. Sal por ahí, vive la vida, diviértete. Aunque no excesivamente.
—Pues creo que ayer me pasé un montón. Salí de marcha con Cary y hoy he amanecido con una resaca de cuidado.
—No me lo cuentes, anda —refunfuñó—, que hace unas noches me desperté con un sudor frío pensando en qué sería de ti en Nueva York. Me tranquilicé diciéndome a mí mismo que eres demasiado inteligente para correr riesgos, gracias a unos progenitores que te han transmitido normas de seguridad por medio del ADN.
—Y es verdad —le dije, riéndome—. Eso me recuerda... que voy a empezar a entrenarme en Krav Maga.
—¿Ah, sí? —Hizo una pausa—. Uno de mis colegas es muy bueno en eso. Puede que me pase a verlo cuando vaya a visitarte y cambiamos impresiones.
—¿Vas a venir a Nueva York? —No podía disimular mi entusiasmo—. Ay, papá, me encantaría. Aunque tengo nostalgia del sur de California, Manhattan es impresionante. Creo que te gustará.
—A mí me gustaría cualquier sitio siempre que tú estuvieras allí. —Hizo otra pausa antes de seguir—. ¿Cómo está tu madre?
—Bueno, pues... como es ella: guapa, encantadora y obsesiva-compulsiva.
Se me hizo un nudo en el estómago y me pasé la mano por él. Pensé que quizás mi padre aún quería a mi madre. Nunca se había casado. Ésa era una de las razones por las que nunca le conté lo que me había pasado. Siendo policía, habría insistido en que se presentaran cargos y el escándalo habría hecho polvo a mi madre. También me preocupaba que él le perdiese el respeto o incluso que la culpara, y no había sido culpa suya. En cuanto ella se enteró de lo que estaba haciéndome su hijastro, dejó a un marido con quien era feliz y pidió el divorcio.
Yo seguía hablando cuando Cary entró a toda prisa, con una bolsita azul de Tiffany & Co. en la mano. Le hice un gesto de saludo.
—Hoy hemos estado en un spa; una manera estupenda de ponerle fin a la semana.
—Me alegro de que podáis pasar tiempo juntas. —Notaba su sonrisa en la voz—. ¿Qué planes tenéis para lo que queda del fin de semana?
Eludí el tema del acto benéfico, sabiendo como sabía que todo ese rollo de la ostentación y los cubiertos exorbitantemente caros pondrían más distancia entre mis padres.
—Cary y yo saldremos a cenar, y mañana tengo intención de quedarme en casa. Dormir hasta las tantas, con el pijama todo el día puesto, tal vez alguna película y comida a domicilio. Vegetar un poquito antes de que empiece una nueva semana de trabajo.
—Me suena a música celestial. Tal vez haga yo lo mismo el próximo día que tenga libre.
Eché un vistazo al reloj y vi que ya eran casi las seis.
—Tengo que arreglarme ya. Ten mucho cuidado en tu trabajo, ¿vale? Ya sabes que me preocupo mucho por ti.
—Así lo haré. Adiós, nena.
Aquella despedida, tan habitual en él, me hizo añorarle tanto que la emoción me produjo un nudo en la garganta.
—¡Ah, espera! Voy a comprar otro teléfono móvil. Te mandaré un mensaje con el nuevo número en cuanto lo tenga.
—¿Otro? Pero si ya te compraste uno cuando te trasladaste.
—Es una larga historia. Y muy aburrida.
—Bueno... Hazlo cuanto antes. Son muy útiles en cuanto a la seguridad y también para jugar a los Pájaros Cabreados.
—Yo ya no juego a eso. —Me eché a reír y una cálida oleada recorrió todo mi cuerpo al oírle reír a él también—. Te llamaré dentro de unos días. Sé bueno.
—Eso hago.
Colgué. Me quedé sentada un momento, envuelta en el silencio que siguió, con la sensación de que todo iba bien en mi mundo, sensación que no solía durar mucho; Cary hizo sonar el equipo de su dormitorio con música de Hinder, y eso me hizo ponerme en movimiento.
Corrí a mi habitación a prepararme para salir aquella noche con Zayn.
—¿Me pongo collar o no? —le pedí consejo a Cary cuando entró en mi cuarto con un aspecto verdaderamente espectacular. Vestido con su nuevo esmoquin de Brioni, se le veía a la vez elegante y desenvuelto, y seguro de llamar la atención.
—A ver... —ladeó la cabeza para examinarme—, levántalo otra vez.
Me acerqué al cuello la gargantilla de monedas de oro. El vestido que me había enviado mi madre era rojo camión de bomberos y diseñado para una diosa griega. Sujeto sólo de un hombro, caía en diagonal por el pecho e iba plisado hasta las caderas y con una abertura desde lo alto del muslo hasta los pies. No tenía espalda, aparte de una fina tira de pedrería que iba de un lado a otro de ésta para evitar que la parte delantera se desprendiese. Por otra parte, el escote de atrás llegaba justamente hasta la hendidura de los glúteos en un atrevido corte en V.
—Olvídate del collar —me dijo—. Yo me inclinaba por unos pendientes de oro, pero ahora me parecen mejor unos aros con diamantes. Los más grandes que tengas.
—¿Sí? ¿En serio? —Fruncí un poco el ceño ante nuestra imagen reflejada en el espejo de cuerpo entero, y le observé mientras se dirigía a mi joyero y buscaba en él.
—Éstos. —Me trajo los aros de cinco centímetros que me había regalado mi madre cuando cumplí dieciocho años—. Confía en mí, Eva. Póntelos.
Me los puse y comprobé que tenía razón. Me proporcionaban un look muy distinto al de la gargantilla de oro, menos glamur pero más sensualidad. Además iban bien con la esclava, también de diamantes, que llevaba en el tobillo derecho, y que ya nunca me parecería la misma desde el comentario de Zayn. Con el pelo retirado de la cara, cayendo en una cascada de abundantes rizos deliberadamente desordenados, tenía una imagen de recién-follada que se complementaba con sombra oscura de ojos y brillo incoloro en los labios.
—¿Qué haría yo sin ti, Cary Taylor?
—Nena —me puso las manos en los hombros y apretó su mejilla contra la mía—, nunca lo sabrás.
—A propósito, estás impresionante.
—Sí, ¿verdad? —Me guiñó un ojo y retrocedió un poco para que le viera bien.
A su manera, Cary podría hacer la competencia a Zayn en lo que al atractivo se refería. Cary tenía las facciones más delicadas, se podría decir que bonitas, comparadas con la belleza salvaje de Zayn, pero ambos eran hombres imponentes, que hacían volver la cabeza y quedarse un rato disfrutando de aquel regalo para la vista.
Cuando nos conocimos, Cary no estaba tan bien, sino flaco y demacrado, con los ojos desorientados y sombríos. Pero me gustó de todos modos y hacía todo lo posible para sentarme a su lado en la terapia de grupo. Un día, me propuso de un modo muy brusco que me acostara con él, pues tenía el convencimiento de que la única razón por la que la gente se le acercaba era para follar. Al negarme, firme e irrevocablemente, fue cuando por fin nos compenetramos y llegamos a ser tan buenos amigos. Él se convirtió en el hermano que nunca había tenido.
Sonó el timbre del portero automático y di un respingo, lo cual me hizo darme cuenta de lo nerviosa que estaba. Miré a Cary.
—Se me olvidó decir en recepción que iba a venir.
—Yo iré a buscarle.
—¿Seguro que no te importa andar por ahí con Stanton y mi madre?
—¿Qué dices? ¡Pero si me adoran! —Su sonrisa se atenuó un poco—. ¿Salir con Zayn te produce desasosiego?
Aspiré hondo, recordando cómo estaba unas horas antes: tumbada y aturdida por un orgasmo múltiple.
—No, la verdad es que no. Lo que ocurre es todo está yendo muy deprisa y mejor de lo que yo esperaba o creía que deseaba...
—Te estás preguntando dónde está la trampa. —Alargó la mano y me dio unos golpecitos en la nariz con la yema del dedo—. Él es la trampa, Eva. Y tú te lo has llevado. Disfrútalo.
—Lo intento. —Agradecía mucho que Cary entendiera cómo funcionaba mi mente. Era sumamente fácil estar con él, sabiendo que él leía entre líneas cuando yo no podía explicar algo.
—He investigado sobre él todo lo que podido esta mañana y he imprimido las cosas interesantes más recientes. Están en tu mesa, por si quieres verlas.
Recordaba haberle visto imprimiendo algo antes de prepararnos para ir al spa. Me puse de puntillas y le besé en la cara.
—Eres inmejorable. Te adoro
—Lo mismo digo, nena. —Se encaminó hacia la puerta—. Bajaré a recepción y le traeré. No te aceleres. Se ha adelantado diez minutos.
Sonriendo, le vi salir tranquilamente al corredor. Después de cerrar la puerta, me dirigí al pequeño cuarto de estar anexo a mi dormitorio. Sobre el nada práctico escritorio que había elegido mi madre, encontré una carpeta con varios artículos e imágenes impresas. Tomé asiento y me sumergí en la historia de Zayn Malik.
Era como estar viendo un descarrilamiento. Me enteré de que era el hijo de Geoffrey Cross, en otro tiempo presidente de una empresa de inversión de valores que más tarde resultó ser la pantalla de un enorme fraude tipo piramidal. Zayn sólo tenía cinco años cuando su padre se suicidó de un tiro en la cabeza para no ir a la cárcel.
Oh, Zayn. Traté de imaginármelo a esa edad y vi a un niño muy guapo, de pelo negro y ojos azules, lleno de confusión y tristeza. Se me partió el corazón. La muerte del padre y las circunstancias que lo rodearon debieron de ser un tremendo golpe tanto para su madre como para él. La tensión y el sufrimiento en aquellos momentos tan duros tuvieron que ser horrorosos, en particular para un niño tan pequeño.
Su madre volvió a casarse, esta vez con Christopher Vidal, un ejecutivo de la música, y tuvo otros dos hijos, Christopher e Ireland, pero parecía que el aumento de la familia y la seguridad económica llegaron demasiado tarde para estabilizar a Zayn tras semejante impresión. Había estado demasiado bloqueado como para que le quedaran dolorosas secuelas emocionales.
Con ojos curiosos y críticos, estudié a las mujeres que habían sido fotografiadas junto a Zayn, y pensé en su planteamiento de salir, socializar y sexo. También me di cuenta de que mi madre tenía razón: todas eran morenas. La mujer que más veces aparecía con él llevaba el sello de la ascendencia hispana.
—Magdalene Perez —murmuré, admitiendo a regañadientes que era despampanante. Tenía una pose de ostensible seguridad en sí misma que para mí quería yo.
—Bueno, ya es hora. —Cary me interrumpió con un suave tono de picardía. Estaba en la puerta de mi habitación, apoyado insolentemente en la jamba.
—¿Ya? —Estaba tan absorta que yo no me había dado cuenta del tiempo que había pasado.
—Creo que está a punto de entrar a por ti. Apenas puede aguantar.
Cerré la carpeta y me levanté.
—Interesante, ¿verdad?
—Mucho.
¿Cómo habría influido el padre de Zayn en él o, más concretamente, su suicidio?
Todas las respuestas que quería me esperaban en la habitación de al lado.
Salí del dormitorio y recorrí el pasillo en dirección a la sala de estar. Me detuve en el umbral, con los ojos fijos en la espalda de Zayn, que en ese momento observaba la calle por la ventana. El corazón se me puso a mil. El reflejo en el cristal me dejó adivinar su ánimo pensativo, por la mirada perdida y la expresión adusta. Los brazos cruzados delataban una inquietud inherente, como si se encontrara fuera de su elemento. Se le veía lejano y apartado. Un hombre intrínsecamente solo.
Advirtió mi presencia, o tal vez percibió mis sentimientos. Se dio la vuelta y luego se quedó inmóvil. Yo aproveché la oportunidad para empaparme de él, mirándole de hito en hito. Era magnífico de arriba abajo. Con un atractivo tan sensual que me dolían los ojos sólo de verle. Un encantador mechón que le venía a la cara me hizo mover los dedos por las ganas de tocarlo. Y el modo en que me observaba él a mí... me aceleró las pulsaciones.
—Eva. —Se aproximó con paso enérgico y airoso, cogió una de mis manos y se la llevó a la boca. Su mirada no podía ser más intensa.
La sensación de sus labios en mi piel me puso la carne de gallina y despertó el recuerdo de aquella boca tentadora en otras partes de mi cuerpo. Me excité inmediatamente.
—Hola.
La satisfacción se asomó a sus ojos.
—Hola. Estás increíble. No veo el momento de lucirte por ahí.
Expresé con el suspiro el placer que sentía ante el cumplido.
—A ver si estoy a tu altura.
Zayn frunció ligeramente el entrecejo.
—¿Has cogido todo lo necesario?
Cary se acercó con un chal de terciopelo negro y unos guantes largos.
—Aquí tienes. He metido en el bolso la barra de labios.
—Eres un cielo, Cary.
Me hizo un guiño como diciéndome que había visto los condones en el bolsillo interior.
—Bajaré con vosotros.
Zayn cogió el chal y me lo echó por los hombros. Liberó la parte del pelo que había quedado debajo, y el contacto de sus manos con mi cuello me afectó de tal manera que apenas me di cuenta cuando Cary me enfundó los guantes.
El tiempo que duró el descenso del ascensor hasta la entrada fue todo un ejercicio de supervivencia a la tensión sexual aguda. No parecía que Cary se diera cuenta; iba a mi izquierda, con las manos en los bolsillos y silbando. Zayn, al otro lado era una fuerza irresistible. Aunque ni se movía ni emitía ningún sonido, yo notaba la potente energía que irradiaba. Me ardía la cara por la fuerza magnética que había entre nosotros y mi respiración se hizo entrecortada. Fue un alivio que se abrieran las puertas y saliéramos de aquel espacio cerrado.
Dos mujeres esperaban para entrar. Se quedaron con la boca abierta cuando vieron a Zayn y Cary, y eso me distendió y me hizo sonreír.
—Señoras —las saludó Cary, con una sonrisa que realmente no era justa. Casi se podía ver el cortocircuito que tenía lugar en sus cerebros.
Por el contrario, Zayn hizo una leve inclinación de cabeza y me condujo adelante con una mano en la zona dorsal de mi espalda, piel con piel. El contacto fue eléctrico y me produjo una oleada de calor.
Le apreté una mano a Cary.
—Resérvame un baile.
—Por supuesto. Hasta luego.
Fuera, nos esperaba una limusina. El chófer abrió la puerta en cuanto Zayn y yo salimos. Me deslicé hasta un extremo del asiento y me coloqué el vestido. Cuando Zayn se sentó junto a mí, me di cuenta de lo bien que olía. Inhalé aquel aroma, instándome a mí misma a relajarme y disfrutar de su compañía. Él me cogió la mano y me acarició la palma con las yemas de los dedos, cuyo roce hizo saltar chispas de lujuria.
—Eva... —Apretó un botón y el cristal de separación del conductor comenzó a subir
Acto seguido me atrajo hacia él y puso su boca en la mía, besándome apasionadamente.
Por mi parte, hice lo que había querido hacer desde que le vi en mi cuarto de estar: le sujeté por el pelo y le devolví el beso. Me encantaba el modo que tenía de besarme, como si no tuviera más remedio, como si fuese a enloquecer si tenía que esperar más tiempo. Le succioné la lengua, ahora que sabía cuánto le gustaba, ahora que sabía cuánto me gustaba a mí y lo mucho que me hacía desear chuparle en cualquier otro sitio con las mismas ansias.
Pasó las manos por mi espalda desnuda y yo gemí, sintiendo el empuje de su erección contra la cadera. Cambié de posición para sentarme sobre él, quitando la falda de en medio y agradeciéndole mentalmente a mi madre la idea de mandarme aquel vestido provisto de una abertura tan práctica. Con una pierna a cado lado de su cuerpo, le abracé a la altura de los hombros y profundicé más con mis besos. Le lamí dentro de la boca, le mordisqueé el labio inferior, le acaricié toda la lengua con la mía...
Zayn me agarró por la cintura y me hizo a un lado. Se apoyó en el respaldo del asiento, con el cuello arqueado para mirarme a la cara y el torso palpitante.
—¿Qué me estás haciendo?
Le pasé las manos por el pecho, por encima de la camisa, y noté la dureza implacable de sus músculos. Fui siguiendo con los dedos las turgentes líneas del abdomen mientras me hacía una idea de cómo estaría desnudo.
—Te estoy tocando. Disfrutando contigo como una loca. Te deseo, Zayn.
Me agarró de las muñecas para impedir el avance de mis movimientos.
—Luego. Estamos en medio de Manhattan.
—Nadie nos ve.
—Ya, pero no es momento ni lugar para empezar algo que necesita horas. Estoy volviéndome loco desde esta tarde.
—Pues vamos a asegurarnos de que lo terminamos ahora.
Me apretó las manos con más fuerza.
—No podemos hacerlo aquí.
—¿Por qué no? —Entonces me asaltó un pensamiento sorprendente—. ¿Nunca lo has hecho en una limusina?
—No —dijo, tensando las mandíbulas—. ¿Y tú?
Desvié la mirada sin contestar y vi el tráfico y los peatones que pululaban a nuestro alrededor. Estábamos sólo a un paso de la gente, pero el cristal oscuro nos ocultaba y a mí me daba alas. Quería complacerle. Quería saber que era capaz de descubrir el interior de Zayn Malik, y nada me lo impedía salvo él mismo.
Balanceé las caderas contra él, rozándome con toda la longitud de su firme polla. Él emitía sonidos sibilantes al soltar el aliento con los dientes apretados.
—Te necesito, Zayn —le dije jadeando, inhalando su perfume, que era más intenso ahora que estaba excitado. Pensé que podría estar un poco ebria sólo del tentador aroma de su piel—. Me vuelves loca.
Me soltó las muñecas y me cogió la cara con las manos, presionando con fuerza sus labios contra los míos. Llevé la mano a su bragueta y le desabroché dos botones que daban acceso a la cremallera. Él se puso rígido.
—Necesito esto —susurré contra sus labios—. Dámelo.
No se relajó, pero tampoco intentó detenerme. Cuando tuve el pene en mi poder, emitió un sonido a la vez quejumbroso y erótico. Lo apreté delicadamente, con una suavidad premeditada. Estaba duro como una piedra, y caliente. Lo acaricié de arriba a abajo con las manos cerradas, de la raíz a la punta, conteniendo la respiración cuando él se estremecía debajo de mí.
Entonces me sujetó por los muslos y buscó bajo el vestido con los dedos hasta encontrar la puntilla roja del tanga.
—Tienes un coño tan dulce... —murmuró junto a mi boca—. Quiero tenerte extendida y lamerte hasta que me exijas la polla.
—Si quieres, te la exijo ya. —Seguí tocándole con una mano mientras buscaba el bolso con la otra para coger un condón.
El dedo que deslizó bajo el tanga encontró ya la superficie resbaladiza.
—Apenas te he tocado —susurró, con los ojos brillantes dirigidos a mí desde la sombra del respaldo— y ya estás preparada.
—No puedo evitarlo.
—No quiero que lo evites. —Me penetró con el dedo, mordiéndose el labio inferior cuando yo me contraje sin remedio en torno a él—. No sería justo cuando yo no soy capaz de parar lo que me estás haciendo. —Rasgué el envoltorio con los dientes y se lo di con el anillo del condón sobresaliendo.
—A mí no se me dan bien.
Su mano se curvó sobre la mía.
—Me estoy saltando todas las reglas contigo.
El tono grave de su voz me provocó una cálida ola de confianza.
—Las reglas están hechas para romperlas.
Vi un instante la blancura de sus dientes; luego presionó un botón del panel que había a su lado y dijo:
—Conduce hasta que te diga.
Las mejillas me ardían. Los faros de un coche traspasaron el cristal oscuro e iluminaron mi cara, delatando mi rubor.
—Vaya, Eva —susurró, desenrollando el condón con destreza—, me seduces para hacer el amor en la limusina, y luego te sonrojas cuando le digo al chófer que no interrumpa mientras lo hacemos.
Esa ironía repentina me hizo desearle desesperadamente. Colocando las manos en sus hombros para guardar el equilibrio, me puse de rodillas, elevándome hasta la altura necesaria para quedarme en el aire sobre la gruesa verga de Zayn. Movió las manos por mis caderas y oí el rasgar de las bragas. El ruido repentino y lo impetuoso de aquel acto aguijonearon mi pasión hasta un punto supremo.
—Despacio —ordenó con voz ronca, levantando las caderas para bajarse más los pantalones.
Su erección me rozaba entre las piernas al moverse, y yo me quejaba, anhelante y vacía, como si los orgasmos que me había dado antes no hubieran sino acuciado mi deseo en vez de saciarlo.
Se tensó cuando rodeé el pene con los dedos y coloqué su prominente glande entre los lubricados pliegues de mi hendidura. Los efluvios de nuestra fogosidad hacían el aire húmedo y cargado, una seductora mezcla de ardor y feromonas que soliviantaba a todas las células de mi cuerpo, me producía un hormigueo en la piel y ponía los pechos pesados y tiernos.
Esto era lo que yo quería desde el momento en que le vi: poseerle, subirme a su cuerpo magnífico y meterlo bien dentro de mí.
—Dios santo, Eva —exclamó, jadeante, cuando por fin bajé mi cuerpo sobre el suyo, mientras seguía masajeándome los muslos.
Cerré los ojos, sintiéndome desvalida. Había querido intimidad con él y ahora esto parecía demasiado íntimo. Estábamos vis a vis, a pocos centímetros uno del otro, escondidos en un pequeño espacio mientras el resto del mundo circulaba a nuestro alrededor. Notaba su agitación, sabía que él se sentía tan descentrado como yo.
—Eres tan prieta... —sus palabras, entrecortadas, iban unidas por un hilo de deliciosa agonía. Le absorbí aún más, dejándolo entrar más dentro. Inspiré profundamente, sintiéndome exquisitamente elástica.
—Y tú la tienes tan grande...
Presionando la palma abierta contra mi bajo vientre, me tocó el palpitante clítoris con la yema del pulgar y empezó a masajearlo en círculos lentos, suaves y expertos. Todo en mi interior se contrajo y se estrechó, succionándolo con más fuerza. Le miré con los ojos entreabiertos. Estaba tan hermoso tumbado debajo de mí con su elegante esmoquin y aquel poderoso cuerpo entregado a la necesidad primaria de la cópula...
Torció el cuello, con la cabeza clavada en el respaldo, como si luchara contra unas ataduras invisibles.
—¡Ay, Señor! —exclamó entre dientes— Voy a correrme entero.
Aquella oscura promesa me excitó aún más. El sudor me empañaba la piel. Estaba tan húmeda y tan caliente que me deslizaba como la seda a lo largo de su verga hasta envainarla por completo. Se me escapó un grito al llegar a la raíz. Entraba tan hondo que casi no podía soportarlo y me forzaba a balancearme para evitar la inesperada molestia. Pero a mi cuerpo no parecía importarle que fuera demasiado grande. Se ondulaba, se contraía, vibraba, al borde del orgasmo.
Zayn, con la respiración agitada, soltó una palabrota y me asió por la cadera con la mano libre, instándome a yacer de espaldas. En esta posición me abrí hasta tenerlo dentro entero. Su temperatura subió de inmediato, su torso irradiaba un calor voluptuoso a través de la ropa. Unas gotas de sudor perlaban su labio superior.
Me incliné hacia delante y pasé la lengua por la bella curva de su boca, saboreando la sal con un balbuceo de placer. Zayn movía las caderas, lleno de impaciencia. Me elevé cuidadosamente unos centímetros antes de que él me frenara con cierta rudeza.
—Despacio —volvió a advertirme, con un tono imperioso que me subió la libido.
Volví a bajar, apresando el pene otra vez y experimentando un dolor extrañamente exquisito al notar que penetraba casi demasiado. Nuestras miradas se engarzaron a la vez que el placer se extendía desde el punto en que estábamos unidos. Me sorprendió pensar que estábamos los dos completamente vestidos salvo por las partes más íntimas de nuestro cuerpo. Me pareció carnal hasta la locura, igual que los sonidos que él hacía expresando que su placer era tan intenso como el mío.
Completamente exaltada, aplasté su boca con la mía, mientras le aferraba por las raíces del pelo, empapado de sudor. Le besé sin dejar de menear las caderas, dejándome llevar por el arrebatador movimiento de su pulgar y sintiendo crecer el orgasmo con cada impulso de su pene largo y grueso hacia mi tierno interior.
En algún momento perdí la cabeza, los instintos más primitivos se impusieron y sólo el cuerpo mandaba. No podía centrarme en nada, salvo en la absoluta necesidad de follar, de montar su polla hasta que la tensión explotara y me liberase de aquella ansia enloquecedora.
—¡Qué bueno es esto! —musité, totalmente entregada—.Te sientes... ¡Dios mío, es demasiado bueno!
Zayn marcaba el ritmo con ambas manos, inclinándome hacia un lado de modo que su enorme glande frotaba oblicuamente un lugar suave y muy sensible de mis profundidades. Comprendí, por mi propia contracción y mis temblores, que iba a correrme precisamente gracias a eso, a sus expertos impulsos dentro de mí.
Zayn.
Me agarró de la nuca justo cuando el orgasmo hacía presa de mí, empezando con extáticos espasmos que se transmitían hacia fuera en oleadas hasta convertirme en una pura convulsión. Me vio descomponerme cuando yo hubiera preferido cerrar los ojos. Poseída por aquella mirada fija, me corrí con más intensidad que nunca, gimiendo y estremeciéndome a cada embate de placer.
—Joder, joder, joder —mascullaba, dándome empellones con las caderas, y tirando de las mías hacia abajo para que recibieran sus embestidas. Me golpeaba en lo más profundo con cada envite. Lo sentía cada vez más grueso y duro.
Le contemplé fijamente, quería verle fuera de sí por mí. Sus ojos, frenéticos por la necesidad, perdían el rumbo a la vez que iba disminuyendo el control sobre sí mismo, su precioso rostro desencajado por la brutal carrera hacia el clímax.
—¡Eva! —se corrió con un rugido animal de éxtasis salvaje, un sonido que me fascinó por su fiereza. Se estremeció cuando el orgasmo se apoderó de él, y sus rasgos se suavizaron un instante con un toque de inesperada vulnerabilidad.
Le cogí la cara con las manos y le besé sutilmente los labios, reconfortándolo mientras él dejaba escapar bocanadas de aire que me rozaban las mejillas.
—Eva. —Me estrechó entre sus brazos, presionando su cara húmeda contra la curva de mi cuello.
Sabía exactamente cómo se sentía. Desnudo. Al descubierto.
Nos quedamos así mucho tiempo, abrazados, absorbiendo las réplicas. Volvió la cabeza y me besó suavemente, aliviando mis confusas emociones con las caricias de su lengua en mi boca.
—¡Guau! —respiré, conmovida.
—Sí —salió de su boca.
Sonreí, aturdida pero eufórica.
Zayn me apartó de las sienes los mechones húmedos de cabello y pasó los dedos por mi cara casi con veneración. Me estudiaba de un modo que me ponía un nudo en el pecho. Me miraba atónito y... agradecido, con ojos cálidos y dulces.
—No quiero estropear este momento...
La frase quedó flotando en el aire y yo traté de completarla.
—¿Pero...?
—Pero no puedo faltar a esa cena. Tengo que dar un discurso.
—Ya. —El momento efectivamente se había estropeado.
Me separé de él con cuidado, mordiéndome el labio al notar cómo salía de mi cuerpo dejándome humedecida. La fricción fue suficiente para hacerme querer más. La erección apenas se había reducido.
—¡Maldita sea! —dijo bruscamente—. Te deseo otra vez.
Me agarró antes de que me apartara, sacó un pañuelo de algún sitio y me limpió entre las piernas con delicadeza. Era un acto sumamente íntimo, semejante al coito que acabábamos de compartir. Cuando estuve seca me acomodé en el asiento a su lado y saqué el lápiz de labios de la cartera. Miré a Zayn por encima del espejo de la polvera mientras se quitaba el condón y lo ataba. Después lo envolvió en una servilleta y lo tiró a un receptáculo oculto para basura. Se adecentó y le dijo al conductor que se dirigiera a nuestro destino. Luego, se arrellanó en el asiento y miró por la ventana.
Con cada segundo que transcurría sentía que Zayn se distanciaba, que nuestra conexión se desbarataba poco a poco. Me quedé encogida en el extremo del asiento, retirada de él, manteniendo el alejamiento que sentía crecer entre nosotros. Toda la calidez que había experimentado se convirtió en una notoria frialdad, y me sentí tan destemplada que me arropé con el chal. No movió ni un músculo cuando me giré a su lado para guardar la polvera, como si no se diera cuenta de que yo estaba allí.
Bruscamente, Zayn abrió el bar y sacó una botella. Sin mirarme, preguntó:
—¿Brandy?
—No, gracias.
Mi voz sonó en un susurro, pero no pareció percatarse. O tal vez no le importaba. Se sirvió una copa y se la tomó de un trago.
Confusa y herida, me puse los guantes intentando comprender qué era lo que había fallado.
***
Hoooola hermosaaaas! perdón por no haber aparecidooo, pero he estado algo ocupada xD el amor el amor chicas jejeje así que decidí recompensarlas con un pequeño maratón :D espero que les haya gustado.
Comentarios bonitooos y subo :D
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
New Reader Over Here!
Por Dios!!! Acabo de llegar al cap final del 2do libro de "El Affaire Malik" Y es como akfugskaguthdslyg y esta también!
Veo que estás en medio de la maratón así que -sólo por esta vez- no te voy a presionar. :B Pero contá conmigo para futuras presiones xD
La verdad es que tenés razón, esta generación salió medio pervertida (por no decir bastante) haha.
Me declaro Impacient por saber que pasará por aquí (ah).
Saludos!
Por Dios!!! Acabo de llegar al cap final del 2do libro de "El Affaire Malik" Y es como akfugskaguthdslyg y esta también!
Veo que estás en medio de la maratón así que -sólo por esta vez- no te voy a presionar. :B Pero contá conmigo para futuras presiones xD
La verdad es que tenés razón, esta generación salió medio pervertida (por no decir bastante) haha.
Me declaro Impacient por saber que pasará por aquí (ah).
Saludos!
Te pasarías por mi novela? Es la del trailer en mi firma. :3
Shoffy_DiJoSmi
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Shoffy_DiJoSmi escribió:New Reader Over Here!
Por Dios!!! Acabo de llegar al cap final del 2do libro de "El Affaire Malik" Y es como akfugskaguthdslyg y esta también!
Veo que estás en medio de la maratón así que -sólo por esta vez- no te voy a presionar. :B Pero contá conmigo para futuras presiones xD
La verdad es que tenés razón, esta generación salió medio pervertida (por no decir bastante) haha.
Me declaro Impacient por saber que pasará por aquí (ah).
Saludos!Te pasarías por mi novela? Es la del trailer en mi firma. :3
Hola bienvenida amore! :D
gracias por a ver leído la del affaire malik n.n y también por leer ésta :D
JAJAJA siiii, ya no hay novelas q no tengan el género erótico xD pero bueno, yo tnego 21 años, y apenas "salgo" a estos temas ahaha xD
la sigo prontooo. cuídateee un besitoo :D
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
soy yo, o hace calors ?? :calor: haha que barbaridad!
que salvajes! tan bien dotado esta?? ahi me quede
asi como de: nooo!, en serio? (pensamientos impuros
salgan de mi!)lo intento pero no me abandonan haha,,,,,
pero que bipolar!! en estas novelas ABUNDAN los empresarios
BIPOLARES super sexosos -.- y lo peor que nos ENCANTAN :twisted:
y la mayoria queremos 1!! haha a ver con que sale despues de esto!:evil:
Gracias por el maraton!! :hug: me encanto lo sabes!
amo la novela :D ,,,,huuuuy con que el amoorss hace que
nos tengas impacientes por capitulos? Picarona!! haha
besos hermosa! lots of love :love: xoxo
:bye:
que salvajes! tan bien dotado esta?? ahi me quede
asi como de: nooo!, en serio? (pensamientos impuros
salgan de mi!)lo intento pero no me abandonan haha,,,,,
pero que bipolar!! en estas novelas ABUNDAN los empresarios
BIPOLARES super sexosos -.- y lo peor que nos ENCANTAN :twisted:
y la mayoria queremos 1!! haha a ver con que sale despues de esto!:evil:
Gracias por el maraton!! :hug: me encanto lo sabes!
amo la novela :D ,,,,huuuuy con que el amoorss hace que
nos tengas impacientes por capitulos? Picarona!! haha
besos hermosa! lots of love :love: xoxo
:bye:
Janice Rangel
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