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No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 3 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Isabela85 escribió:oooooohhh x diooosss!!!
Zayn si que es directo en lo que quiere jajjaa!!!!
pobre de ella... aja!!!
su madre se ve muy sobreprotectora, seguro que lo que le paso fue muy grave, mas adelante se sabra no???
perdón x no haber comentado antes, pero le cargador de mi lap de descompuso... :(:(:(:(
continua pliiiisss!!!
:bye::bye::bye:
es esta, Zayn Malik es bien directo en todo lo que quiere! ajjaja
claro, se sabrá más adelante, no nada más Eva tiene problemas, también Zayn ;)
no te preocupes corazón, me alegra q hayas podido comentar :D
ya la sigooooo!!!!
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Janice Rangel escribió:ok, QUISE HACERME LA DURA, LO JUROOO!!! pero por Diooooooooos
ese hombre me va a matar :calor: me gano por completo cuando
me limpio el chocolate! haha (me encanta meterme en el papel ya
sabes haha) uff adoro esta novela bueno TODAS las de este tipo
haha son tan asdfdgfdasg y si pones a Zayn pff que mejor!
bueno ya se quien los descubrio pero no lo dire! igual estoy
desesperada por seguir leyendo afdfdsf aaaah
comenten comenten comenten!!! que quiero mas capitulos! :ilusion:
bueno hermosa ojala subas mas! please please! y espero que
tengas tus vacaciones!!! C: xx
PS: lots of love! :love:
jajajaj a toooooodas nos quiere matar :twisted:
esa parte estuvo fantástica, la q no sintió nada, es que aun no es digna de Zayn Malik ahaha soque jajajaja
ya la sigo ehrmosaa :D y no digas qien ahaha
gracias! yo tmb esperooo aksjaksa
p.d. lots of love! :D
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
magic directioner forever escribió::calor: :calor: :calor: SI ESTO FUE CALIENTE COMO SERA CUANDO LO HAGAN VA A ARDER JEJEJE LO AME PORFA SIGUELAAAAAAAAAAAAAA QUIEN SERA SUBEEEEEEEEEEEEEEE
ufff esperateeeeeee jjajaja que cuando se la tire, huuuy quedarás más acalorada kajskajska
ya la sigooooo!!!!!
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Amoooooooores! :D acabo de llegar de la escuela y como hoy tuve una hermosa tarde, las voy a recompensar con un capítulo :D
P.D. ¿se han enamorado de alguien mayor? como por ejemplo, ¿un coordinador escolar? aksjkaska
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Capítulo 4
*
Avergonzada ante la repentina irrupción en nuestra intimidad, me incorporé a toda prisa, estirándome la falda.
—... reunión de las dos es aquí.
Tardé un buen rato en darme cuenta de que Malik y yo seguíamos solos en la sala, y de que la voz que había oído venía del altavoz. Malik estaba de pie al otro extremo del sofá, con la cara roja, el ceño fruncido y respirando agitadamente.
Tenía la corbata aflojada y la bragueta tensa gracias a su magnífica erección.
Yo me horrorizaba pensando en mi propio aspecto; y, para colmo de males, volvía tarde al trabajo.
—¡Jesús! —Se llevó las manos a la cabeza—. ¡En pleno día y en mi oficina!
Me puse de pie y traté de recomponerme un poco.
—Déjame a mí —se acercó y me levantó la falda otra vez.
Disgustada por lo que había estado a punto de ocurrir cuando debía estar trabajando, le di un manotazo.
—Basta ya. Déjeme en paz.
—Cállate, Eva —dijo en tono grave, y me ayudó a remeter la blusa, negra y de seda, y a que la línea de botones quedase derecha. Luego me bajó la falda, alisándola con manos expertas y serenas—. Arréglate la coleta.
Malik recuperó la chaqueta y se la puso antes de colocarse bien la corbata. Llegamos a la puerta al mismo tiempo, y cuando me agaché para recoger el bolso, él se inclinó conmigo.
Me cogió por la barbilla y me obligó a mirarle.
—Eh, ¿te encuentras bien? —me preguntó suavemente.
Me ardía la garganta. Estaba excitada, furiosa y de lo más abochornada. Nunca en la vida había perdido la cabeza de aquella manera. Y me sentaba fatal que hubiera ocurrido precisamente con él, un hombre cuya actitud hacia la intimidad sexual era tan fría que me deprimía con sólo pensarlo.
Sacudí la cabeza para que me soltara la barbilla.
—¿Cómo estoy?
—Preciosa y como para echarte un polvo. Te deseo tanto que me hace daño. Estoy a punto de llevarte otra vez al sofá y hacer que te corras hasta que me supliques que pare.
—No se te puede acusar de retórico —le reproché, pero dándome cuenta de que no me sentía ofendida. La verdad era que aquella crudeza tenía un tremendo efecto afrodisíaco. Con las piernas temblorosas y apretando firmemente la correa del bolso, sentía la tremenda necesidad de huir de aquel hombre. Y cuando terminara mi jornada, quería estar sola con una buena copa de vino.
Malik seguía junto a mí.
—Ahora voy a ocuparme de lo que me queda por hacer y a las cinco habré terminado. A esa hora vendré a buscarte.
—No, no venga. Esto no cambia nada.
—Ya lo creo que sí.
—No sea pretencioso, Malik. He estado ofuscada un ratito, pero todavía no quiero lo que quiere usted.
—Claro que lo quieres; lo que pasa es que no te gusta el modo en que yo pretendo dártelo. Así que volveremos a vernos y repasaremos.
Otro negocio. Preparado de antemano. Se me tensó todo el cuerpo.
Puse una mano sobre la suya e hice girar el pomo para deslizarme acto seguido por debajo de su brazo y salir de allí. El secretario de Cross, boquiabierto, se levantó inmediatamente, lo mismo que las tres personas, una mujer y dos hombres, que estaban esperándole. Le oí hablar detrás de mí.
—Scott les acompañará a mi despacho. Yo llegaré enseguida.
Me alcanzó por la zona de recepción y me pasó el brazo por detrás a la altura de la cadera. No quería montar un numerito, así que esperé hasta llegar a los ascensores para zafarme.
Él se lo tomó con tranquilidad y apretó el botón de llamada.
Yo no aparté la vista de la tecla encendida.
—Tengo muchas cosas que hacer.
—Pues mañana.
—Voy a estar muy ocupada todo el fin de semana.
—¿Con quién? —me preguntó impulsivamente, acercándose mucho a mí.
—A usted no le...
Me tapó la boca con la mano.
—No sigas. Dime tú cuándo, entonces. Y, antes de que contestes que nunca, mírame y dime si soy la clase de hombre a quien se rechaza así como así.
Tenía el gesto firme, los ojos entrecerrados y la mirada resuelta. Yo me estremecí. No estaba nada segura de ganarle la batalla de la tenacidad a Zayn Malik.
Tragué saliva, y esperé hasta que retiró la mano.
—Creo que los dos necesitamos calmarnos y tomarnos un par de días para pensar.
—El lunes, al salir del trabajo —insistió.
Llegó el ascensor y entré. Luego, me volví hacia él y contraataqué.
—El lunes, a la hora de comer.
Sólo tendríamos una hora. Escapatoria garantizada.
—Va a suceder, Eva —dijo, justo antes de que se cerraran las puertas, y sonó más como una amenaza que como un promesa.
—No te apures, Eva —me tranquilizó Mark cuando llegué hasta mi mesa casi a las dos y cuarto—, que no te has perdido nada. Yo he comido tarde con el señor Leaman y acabo de llegar.
—Gracias.
Pero, dijera lo que dijera, yo me sentía muy mal. La dura mañana del viernes parecía haber tenido lugar varios días atrás.
Trabajamos sin interrupción hasta las cinco, cambiando impresiones sobre un anuncio de comida rápida e ideando algunos retoques, de modo que nos sirviera para una cadena de tiendas de alimentación biológica.
—Para que luego hablen de extraños compañeros de cama —había bromeado Harry, sin saber hasta qué punto tenía razón en cuanto a mi vida privada.
Acababa de cerrar el ordenador y estaba a punto de sacar el bolso del cajón, cuando sonó el teléfono. Eché un vistazo al reloj y vi que eran exactamente las cinco, así que contemplé la posibilidad de no hacer caso a la llamada, teniendo en cuenta que, estrictamente hablando, mi jornada había terminado.
Pero como todavía me sentía fatal por haberme pasado con la hora de la comida, lo consideré un castigo y contesté.
—Eva, cielo, dice Richard que te dejaste el móvil en su oficina.
Solté un bufido y me dejé caer sobre el respaldo de la silla. Me imaginaba el pañuelo empapado que solía ir asociado con aquel característico tono de inquietud de mi madre. Me trastornaba y al mismo tiempo me partía el corazón.
—Hola, mamá, ¿cómo estás?
—Muy bien, gracias. —Mi madre tenía voz de niña y, a la vez, entrecortada, como la de Marilyn Monroe cruzada con la de Scarlett Johansson—. Clancy te ha dejado el teléfono en la portería de tu casa. No deberías ir a ninguna parte sin él. Nunca se sabe si vas a necesitar llamar a alguien...
Había estado dándole vueltas a la idea de quedarme con el teléfono y derivar las llamadas a otro número que no supiera mi madre, pero eso no era lo que más me importaba en aquel momento.
—¿Y qué opina el doctor Petersen de que fisgues en mi teléfono?
El silencio al otro lado de la línea fue muy significativo.
—El doctor Petersen sabe que me preocupo por ti.
—Mamá, creo que es hora de que vayamos juntas de nuevo a la consulta —le dije, pellizcándome el puente de la nariz.
—Ah, sí... claro. De hecho, él me ha dicho que le gustaría volver a verte.
Probablemente porque piensa que no estás colaborando mucho. Cambié de tema.
—Me gusta mucho mi nuevo trabajo.
—Eso es estupendo, Eva. ¿Te trata bien tu jefe?
—Sí, es fantástico. No podría ser mejor.
—¿Es guapo?
—Sí, mucho. Pero no está libre —contesté, y sonreí.
—¡Qué pena! Los mejores nunca lo están.
Ella se rio y mi sonrisa se hizo más abierta.
Me encantaba que estuviera contenta. Ojalá lo estuviera con más frecuencia.
—Estoy deseando verte mañana en la cena benéfica.
Monica Tramell Barker Mitchell Stanton, una deslumbrante belleza rubia a quien nunca le había faltado atención masculina, se sentía como pez en el agua en los actos de sociedad.
—Vamos a pasarlo bien —dijo mi madre entrecortadamente—. Tú, Cary y yo. Iremos al spa y nos pondremos guapas y a tono. Estoy segura de que te vendría bien un masaje después de trabajar.
—Yo no voy a rechazarlo, por supuesto, y sé que a Cary le encantará.
—¡Qué ilusión me hace! Os mando un coche a casa a eso de las once.
—Estaremos listos.
Cuando colgué, me recliné en la silla y suspiré por un baño caliente y un orgasmo. Me tenía sin cuidado que Zayn Malik se enterase de que me masturbaba pensando en él. La frustración sexual debilitaba mi posición, y él seguro que no tenía ese problema. No me cabía duda de que contaría con un orificio condescendiente antes de que terminase el día.
El teléfono sonó de nuevo mientras me cambiaba los zapatos de tacón por los de caminar. Casi nunca se podía despistar a mi madre durante demasiado rato. Los cinco minutos que habían pasado desde que terminó nuestra conversación eran el tiempo justo que había tardado en darse cuenta de que el problema del móvil no estaba resuelto. De nuevo pensé en no hacer caso de la llamada, pero no quería llevarme a casa ningún disgusto del día.
Respondí con la frase habitual, pero con menos energía.
—Sigo pensando en ti.
La voz ronca y aterciopelada de Cross me envolvió con tal sensación de alivio que comprendí cuánto había deseado volver a oírla. Ese mismo día.
Mi ansia era tan profunda que tuve la certeza de que aquel hombre iba a convertirse en una droga para mí, la fuente principal de muchos e intensos goces.
—Sigo tocándote, Eva. Sigo saboreándote. He estado empalmado desde que te fuiste, pasando por dos reuniones y una teleconferencia. Te doy ventaja: pon tú las condiciones.
—A ver... déjame que piense... —le hice esperar, sonriendo al recordar aquello de las pelotas moradas que había dicho Cary—. Pues... no se me ocurre nada. Pero sí que puedo darte un consejo de amiga: vete a pasar el rato con alguna mujer que babee por ti y te haga creer que eres un dios. Folla con ella hasta que no podáis con el alma ninguno de los dos. Así, cuando me veas el lunes, ya se te habrá pasado todo y volverás al orden obsesivo-compulsivo de tu vida normal.
Oí un crujido de cuero y me imaginé a Cross reclinándose en la silla.
—Ésa era tu carta blanca, Eva. La próxima vez que ofendas a mi inteligencia, te daré unos azotes.
—A mí no me gustan esas cosas —repliqué, pero la advertencia, hecha con aquella voz, me electrizó. Oscuro y Peligroso, no había duda.
—Ya hablaremos de eso. Mientras tanto, dime lo que sí te gusta.
Yo seguí en mis trece.
—Es indudable que tienes voz de teléfono erótico, pero yo me largo; he quedado con mi vibrador.
Debería haber colgado en ese momento, para que el efecto «calabazas» hubiera sido total, pero no pude resistirme a saber si lo encajaría como yo me imaginaba. Además, estaba divirtiéndome con él.
—Ay, Eva —Malik pronunció mi nombre en un desalentado susurro—, estás decidida a hacerme poner de rodillas, ¿verdad? ¿Qué haría falta para convencerte de formar un trío con un amigo que funciona a pilas?
No hice caso de sus preguntas, pero me alegré de que no pudiera ver el temblor de mis manos cuando me puse el bolso en bandolera. No pensaba hablar de los amigos a pilas con Zayn Malik. Nunca había hablado abiertamente sobre la masturbación con ningún hombre, y mucho menos iba a hacerlo con alguien que, a efectos prácticos, era un desconocido.
—Mi amigo a pilas y yo tenemos un viejo pacto: cuando terminamos, sabemos exactamente cuál de los dos ha usado al otro, y la usada no soy yo. Adiós, Zayn.
Colgué y me dirigí a las escaleras, con la idea de que bajar veinte pisos andando cumpliría dos funciones: una, eludir artefactos mecánicos, la otra, ahorrarme una sesión de gimnasio.
Me alegré tanto de llegar a casa después de un día como el que había tenido, que entré literalmente bailando en el apartamento. Mi sincero «¡Dios, por fin en casa!», acompañado de unos bailes, fue lo bastante vehemente como para sobresaltar a la pareja que estaba en el sofá.
—¡Huy! —exclamé, avergonzada por mis tonterías. No es que Cary estuviera en una situación comprometida con su invitado cuando yo aparecí sin previo aviso, pero sí que se encontraban lo suficientemente cerca el uno del otro para que se intuyera una cierta intimidad.
Sin querer, pensé en Zayn Malik, que prefería despojar de intimidad al acto más íntimo que uno se puede imaginar. Yo había tenido ligues de una noche y amigos con derecho a roce, y nadie sabía mejor que yo que hacer el amor y fornicar eran dos cosas muy diferentes, pero no creo haber visto nunca el sexo como un apretón de manos. Me parecía triste lo que hacía Cross, aunque no fuese alguien que inspirase compasión precisamente.
—Hola, nena —me saludó Cary, poniéndose de pie—. Tenía la esperanza de que llegases antes de que Trey se marchara.
—Tengo clase dentro de una hora —explicó Trey, rodeando la mesa, mientras yo dejaba la bolsa de los zapatos en el suelo y el bolso sobre un taburete en el mostrador de desayuno—, pero me alegro de haber podido conocerte antes de irme.
—Yo también. —Le estreché la mano que me tendió y, de paso, le estudié de un vistazo. Era de mi edad aproximadamente, estatura media y agradablemente musculoso. Tenía un rebelde pelo rubio y los ojos color avellana. En cuanto a la nariz, se le debía de haber roto en alguna ocasión, eso resultaba evidente.
—¿Qué os parece una copa de vino?
—Me apunto —contestó Trey.
—Yo tomaré una también. —Cary se unió a nosotros en el mostrador de desayuno. Llevaba unos vaqueros negros y un jersey de los que dejan los hombros descubiertos del mismo color, con un aire informal y elegante que armonizaba maravillosamente con el pelo castaño oscuro y los ojos verde esmeralda.
Abrí la vinoteca y saqué una botella cualquiera.
Trey, con las manos en los bolsillos de los pantalones, se balanceaba sobre los pies y charlaba en voz baja, mientras yo descorchaba la botella y servía.
Entonces, sonó el teléfono y yo descolgué el auricular de la pared.
—¿Sí?
—Hola, Eva. Soy Parker Smith.
—Hola, Parker, ¿qué tal?
—Espero no molestarte con mi llamada. Tu padrastro me ha dado el número.
Ah. Ya había tenido yo bastante Stanton para un día.
—Claro que no me molesta, ¿ocurre algo?
—¿Sinceramente? Bueno, pues parece que las cosas ahora van bien. Tu padrastro es como mi hada madrina. Está financiando unas cuantas mejoras en la seguridad del gimnasio y algunas modernizaciones que hacen mucha falta. Por eso te llamo. El centro va a estar cerrado unos días. Volvemos a abrir dentro de una semana, a contar desde el lunes.
Cerré los ojos y traté de reprimir un ramalazo de ira. Pero Parker no tenía la culpa de que Stanton y mi madre fueran dos maníacos superprotectores empeñados en controlarme. No veían lo irónico que resultaba que me defendieran estando rodeada de personas tan cualificadas para hacerlo.
—Fantástico. Estoy deseando ir a entrenarme con vosotros.
—Yo también. Voy a darte caña, Eva. Tus padres darán el dinero por bien empleado.
Puse un vaso delante de Cary y tomé un buen sorbo del mío. No dejaba de sorprenderme toda la colaboración que podía comprarse con dinero. Pero Parker no tenía la culpa.
—Por mí, fenomenal.
—Empezaremos contigo en cuanto abramos la próxima semana. Tu chófer tiene el horario.
—Muy bien. Pues hasta entonces. —Colgué el auricular y capté la mirada, dulce y amorosa, que Trey le dirigió a Cary cuando creía que no le veíamos ninguno de los dos. Me hizo pensar que mis problemas podían esperar—. Trey, siento mucho que tengas que marcharte. ¿Puedes venir el miércoles a cenar pizza? Me gustaría que hiciéramos algo más que decirnos hola y adiós.
—Tengo clase —me sonrió, con cara de pena, y miró otra vez a Cary de soslayo—, pero podría venir el martes.
—Perfecto. Encargamos la comida y nos vemos una película.
—Me encanta la idea.
Cary me premió tirándome un beso cuando acompañó a Trey hasta la puerta. Cuando volvió a la cocina, cogió su vaso de vino y dijo:
—Bueno, Eva, suéltalo ya. Se te ve muy estresada.
—Lo estoy —admití, botella en mano dando vueltas por el salón.
—Es por Zayn Malik, ¿no?
—Pues claro. Pero no quiero hablar de él. —Aunque la persecución de Zayn había sido estimulante, su objetivo era asqueroso—; mejor hablamos de Trey y de ti. ¿Cómo os conocisteis?
—Me lo encontré en un curro. Trabaja media jornada como ayudante de un fotógrafo. Es muy sexy, ¿verdad? —le brillaban los ojos de felicidad—, y todo un caballero, a la vieja usanza.
—¿Pero queda alguno de ésos? —murmuré antes de liquidar el primer vaso.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, lo siento Cary. Me ha caído muy bien y es evidente que tú le molas. ¿Estudia Fotografía?
—Veterinaria.
—¡Vaya! Eso está muy bien.
—Eso mismo pienso yo. Pero dejemos a un lado a Trey por el momento y dime qué es lo que te mortifica. Dilo de una vez.
—Mi madre —contesté, suspirando—, que se ha enterado de mi interés por el gimnasio de Parker y está fastidiándola.
—¿Y cómo se ha enterado? Te juro que yo no se lo he dicho a nadie.
—Ya sé que no has sido tú; ni se me hubiera ocurrido pensarlo. —Agarré la botella y me serví otro vaso—. Toma nota: ha estado fisgando en mi móvil.
Cary hizo un gesto de asombro levantando las cejas.
—¿En serio? Qué miedo.
—¿A que sí? Se lo conté a Stanton, pero él no quiere saber nada.
—Bueno. —Se pasó la mano entre el largo flequillo—. ¿Y qué vas a hacer?
—Comprar otro teléfono. Y hablar con el doctor Petersen a ver si puede inculcarle un poco de sensatez.
—Buena jugada, pásale el asunto a su loquero. Esto... y en tu trabajo, ¿va todo bien? ¿Todavía te gusta?
—Mucho. —Recliné la cabeza en los cojines y cerré los ojos—. Mi empleo y tú sois ahora mismo mi salvación.
—¿Y qué me dices del macizo supermillonario que quiere trincarte? Venga, Eva, que me muero por saberlo. ¿Qué ha pasado?
Se lo conté, por supuesto. Quería su opinión sobre todo aquello; sin embargo, cuando terminé, se quedó callado. Levanté la cabeza para mirarle y le encontré con los ojos brillantes y mordiéndose el labio.
—Cary, ¿en qué piensas?
—En que esta historia me pone muy caliente —se echó a reír, y el sonido afectuoso y masculino de su risa barrió buena parte de mi irritación—. Apuesto a que está muy confundido en estos momentos. Habría dado dinero por verle la cara cuando le respondiste a eso de que quería darte unos azotes en el culo.
—Me parece increíble que dijera eso. —Sólo con recordar el tono de Malik al salir con semejante amenaza, empezaron a sudarme las manos de tal forma que dejaba vapor en la copa—. Pero ¿de qué demonios va?
—Los azotes en el culo no son una aberración. Además, en el sofá iba a hacer el misionero, o sea que no tiene nada en contra de lo elemental. —Se dejó caer hacia atrás en el asiento, con una sonrisa radiante que le iluminaba la cara, tan atractiva de por sí—. Tú supones un desafío para un tipo que se mueve habitualmente entre ellos. Y está dispuesto a hacer concesiones, algo a lo que no debe de estar acostumbrado, diría yo. Sólo tienes que decirle lo que quieres.
Repartí entre los dos el vino que quedaba. Me sentía ligeramente mejor con un poco de alcohol circulando por las venas. ¿Qué quería yo? Aparte de lo lógico.
—Somos totalmente incompatibles.
—¿Es así como calificas tú lo que pasó en el sofá?
—Vamos, Cary, resúmelo: me levanta del suelo del vestíbulo y me dice que quiere follar conmigo. Así de simple. Cualquier tío que me ligue en un bar tiene más marcha que él. Hola, ¿cómo te llamas? ¿Vienes mucho por aquí? ¿Quién es tu amigo? ¿Qué estás tomando? ¿Te gusta bailar? ¿Trabajas por aquí?
—Vale, vale, lo entiendo. —Dejó el vaso en la mesa—. ¿Por qué no salimos por ahí? Buscamos un buen sitio y bailamos hasta que no podamos más. Quizá conozcamos algún tío que te dé un poco de conversación.
—O por lo menos que me invite a una copa.
—Bueno, Malik te ofreció una en su oficina.
Sacudí la cabeza de lado a lado y me levanté.
—Lo que quieras. Me doy una ducha y nos largamos.
Salí de marcha como si aquélla fuera la última vez. Cary y yo recorrimos todas las discotecas del centro, desde Tribeca hasta el East Village, gastando dinero a lo tonto en entradas y pasándonoslo de miedo. Yo bailé tanto que parecía que iba a quedarme sin pies, pero resistí hasta que Cary se quejó primero de las botas con tacón que llevaba puestas.
Acabábamos de salir de una discoteca tecno-pop con la idea de comprarme unas chancletas en un Walgreens que había cerca, cuando nos encontramos con un promotor que hacía publicidad de un establecimiento a pocas manzanas de allí.
—Un sitio fantástico para que descansen los pies un poco —dijo, sin las sonrisas exageradas ni los elogios aparatosos habituales en el oficio. La ropa que llevaba (vaqueros negros y jersey de cuello alto) era de muy buena calidad, cosa que me sorprendió. Y no tenía folletos ni postales. Lo que me entregó fue una tarjeta comercial hecha de papiro, con letras doradas que captaban la luz de los rótulos eléctricos que nos rodeaban. Tomé nota mentalmente para tenerlo en cuenta como una buena alternativa en la publicidad impresa.
A nuestro alrededor se movía una presurosa multitud de peatones. Cary observó los letreros entrecerrando los ojos; llevaba encima unas cuantas copas más que yo.
—Parece pretencioso.
—Enseñáis esta tarjeta —insistió el vendedor— y os ahorráis la entrada.
—Cariño —Cary me cogió del brazo y tiró de mí—. Vamos, a lo mejor encuentras a un buen tipo en un local pijo.
Los pies me estaban matando cuando llegamos al sitio, pero dejé de lamentarme en cuanto vi la entrada tan bonita que tenía. La fila para acceder al interior era muy larga; se extendía por toda la calle y doblaba la esquina. Por las puertas abiertas salía la conmovedora voz de Amy Winehouse junto con grupos de clientes muy bien vestidos y sonrientes.
Tal como había dicho el promotor, la tarjeta fue una llave mágica que nos proporcionó entrada inmediata y libre. Una encargada preciosa nos llevó al piso de arriba, hasta un bar VIP más tranquilo, desde donde se dominaba el escenario y la pista de baile de abajo, y nos señaló una zona de asientos junto a la terraza. Ocupamos una mesa rodeada por dos sofás curvos de terciopelo. Ella puso una carta de bebidas en el centro y dijo:
—Invita la casa.
—¡Mira qué bien! —dijo Cary silbando—. Hemos acertado.
—Creo que el promotor te ha reconocido de algún anuncio.
—¿No sería genial? Jo, qué noche. Estoy de marcha con mi mejor amiga y enamorándome de un nuevo cachas en mi vida.
—¿Cómo?
—He decidido que voy a ver hasta dónde llegan las cosas con Trey.
Me alegró saberlo. Me pareció que yo había estado siempre esperando que Cary encontrase alguien que le tratase bien.
—¿Ya te ha pedido que salgas con él?
—No, pero no creo que sea porque no quiera. —Hizo un gesto con los hombros
y se estiró la camiseta, rasgada intencionadamente. A juego con los pantalones negros de cuero y las muñequeras de clavos, le daba un aire sexy y rebelde—. Antes de nada, debe de estar intentando comprender qué hay entre tú y yo. Flipó cuando le dije que vivía con una mujer y que me había trasladado desde la otra punta del país para estar contigo. Tiene miedo de que yo sea un bi-curioso de ésos y en el fondo esté colgado de ti. Por eso, quería que le conocieras hoy, para que vea cómo es nuestra convivencia.
—Lo siento, Cary. Intentaré tranquilizarle en ese sentido.
—No es culpa tuya; no te preocupes. Saldrá bien si tiene que ser así.
Su convicción no me hizo sentir mejor y me puse a pensar en un modo de ayudarle.
Dos chicos se acercaron a nuestra mesa.
—¿Podemos sentarnos con vosotros? —preguntó el más alto.
Primero miré a Cary, luego a ellos. Parecían hermanos y eran muy atractivos, risueños y seguros de sí mismos. Tenían una actitud relajada y natural.
Estaba yo a punto de decir claro que sí, cuando en mi hombro desnudo se posó una cálida mano que me apretó firmemente.
—Ella no está libre.
Enfrente de mí, Cary miraba boquiabierto a Zayn Malik, que rodeó el sofá y le tendió la mano.
—Me llamo Zayn Malik.
—Y yo, Cary Taylor —le estrechó la mano con una amplia sonrisa—, pero ya lo sabías. Encantado de conocerte. He oído hablar mucho de ti.
Le habría matado de buena gana.
—Me alegro de saberlo. —Zayn tomó asiento a mi lado y puso un brazo sobre el respaldo para poder acariciar el mío como el que no quiere la cosa, pero de un modo posesivo al mismo tiempo—; quizás me quede alguna esperanza.
Giré la cintura para mirarle frente a frente y le susurré, furiosa:
—¿Pero qué haces?
—Lo que haga falta.
—Me voy a bailar. —Cary se puso en pie, con un gesto de ironía—. Vuelvo dentro de un ratito.
Haciendo caso omiso de la mirada de súplica que le dirigí, me tiró un beso y se alejó, seguido de los dos chicos. Yo tenía el corazón acelerado. Un minuto después, me resultaba ridículo, e imposible, pasar de Zayn Malik.
Le eché un vistazo general. Llevaba pantalones de vestir color grafito y un jersey negro con el cuello de pico que producían un efecto de sofisticación informal. Me encantaba su apariencia y me atraía mucho la suavidad que sugería, aunque sabía que era sólo una ilusión. Él era duro desde muchas perspectivas.
Respiré profundamente, por el esfuerzo que me costaba tratar con él. Después de todo, ¿no era ése el problema principal? ¿Que él quisiera saltarse los preliminares de una relación y pasar directamente a la cama?
—Tienes un aspecto... —me detuve. Fantástico. Maravilloso. Increíble. Sexy a más no poder. Al final, me quedé corta—... que me gusta.
Zayn arqueó las cejas.
—¡Vaya! Menos mal que hay algo de mí que te parece bien. ¿Se trata de todo el conjunto? ¿Sólo la ropa? ¿Sólo el jersey? ¿Los pantalones?
Me cayó mal el tonillo que empleó.
—¿Y si te digo que sólo el jersey?
—Pues me compro una docena y así tengo para todos los días.
—Sería una lástima.
—¿No te gusta el jersey? —Estaba un poco cabreado, las palabras le salían rápidas y cortantes.
Yo había apoyado las manos en el regazo, pero las movía sin parar.
—Sí me gusta, pero también me gusta el conjunto.
Me miró fijamente un minuto y luego me preguntó:
—¿Qué tal la cita con tu AAP?
¡Joder! Dirigí la vista a otro lado. Era muchísimo más fácil hablar por teléfono de masturbarse que ante aquella penetrante mirada azul. Resultaba bochornoso y humillante.
—Yo no hablo de intimidades.
Me acarició la mejilla de nuevo y susurró:
—Estás poniéndote colorada.
Noté por la voz que se alegraba y rápidamente cambié de tema.
—¿Vienes mucho por aquí?
Mierda. ¿Cómo se me había ocurrido decir aquella frase estereotipada?
Acercó las manos hasta mi regazo y cogió una de las mías.
—Cuando es necesario.
Un ramalazo de celos me hizo ponerme tensa.
—¿Qué quieres decir? ¿Cuándo andas en busca de presa? —Le miré, irritada, aunque en realidad estaba enfadada conmigo misma por el hecho de que aquello me importara.
Zayn esbozó una genuina sonrisa que me hizo daño.
—Cuando hay que tomar decisiones importantes. Este local es mío, Eva.
¡Vaya! ¡Cómo no!
Una camarera muy mona dejó sobre la mesa unas bebidas con hielo, de color rosado, en vasos cuadrados y altos, y le dedicó a Zayn una sonrisa insinuante.
—Aquí tiene, señor Malik, dos Stoli Elites con arándanos. ¿Alguna cosa más?
—De momento, nada, gracias.
Veía claramente que la chica quería entrar en la lista de preseleccionadas, y me crispé. Después, me distraje con la bebida que nos había servido. Era lo que yo solía beber en las discotecas, lo que había estado bebiendo toda la noche. Sentí un cosquilleo nervioso. Observé a Zayn haciendo girar el líquido en la boca, como si catara un buen vino, y tragárselo después. El movimiento de la garganta me puso caliente, pero no fue nada comparado con el efecto que me produjo la intensidad de su mirada.
—No está mal —dijo—. Dime si lo hemos hecho bien.
Entonces me besó. Se acercó deprisa, pero yo le vi venir y no me aparté. Tenía la boca fresca, con sabor a arándanos rociados de alcohol. Deliciosa. Todo el caos de energía y emociones que había estado bullendo en mi interior se desbordó de repente. Llevé una mano hasta su espléndido pelo y lo sujeté bien fuerte mientras le succionaba la lengua. El gemido que emitió fue el sonido más erótico que había oído en mi vida, y la parte interna de mis muslos se tensó ardorosamente.
Sorprendida yo misma por la vehemencia de mi reacción, me distancié, jadeante.
Zayn continuó acariciándome la cara con la boca, besándome las orejas, respirando trabajosamente, también. El tintineo del hielo dentro del vaso removió mis exaltados sentidos.
—Eva, necesito estar dentro de ti —me susurró bruscamente—. No puedo más.
Clavé la vista en el vaso, mientras mi mente giraba en un torbellino de impresiones, recuerdos y confusión.
—¿Cómo lo sabías?
Me pasó la lengua por la oreja, y yo me estremecí. Parecía que todas las células de mi cuerpo lucharan contra el suyo. Resistirme a él consumía una cantidad de energía tan considerable que me agotaba.
—¿El qué?
—Lo que me gusta beber, cómo se llamaba Cary.
Inspiró profundamente y se separó de mí. Dejó el vaso en la mesa y cambió de posición, colocando una rodilla sobre el cojín que había entre nosotros, de modo que podía mirarme de frente. Volvió a pasar el brazo por el respaldo del sofá y empezó a hacer circulitos con la yema de los dedos en la curva de mi espalda.
—Habías estado antes en otro de mis locales. Tu tarjeta de crédito apareció y quedaron anotadas tus consumiciones. Y Cary Taylor figura en el contrato de arrendamiento de tu casa.
Todo daba vueltas a mi alrededor. No había manera... El teléfono móvil, la tarjeta de crédito, el puñetero apartamento... Es que no podía ni respirar. Entre mi madre y Zayn me hacían sentir claustrofobia.
—Caray, Eva, estás blanca como el papel. —Me puso un vaso en la mano—. Anda, bebe.
Era el Stoli con arándanos. Me lo bebí todo. El estómago se revolvió por un momento, luego se asentó.
—¿Es tuyo el edificio donde vivo? —pregunté, casi sin aliento.
—Curiosamente, así es. —Se sentó sobre la mesa, justo enfrente de mí, y colocó las piernas a ambos lados de las mías. Tenía las manos heladas; Zayn me quitó el vaso para dejarlo a un lado y me las calentó con las suyas.
—Zayn, ¿estás chiflado?
—¿Lo preguntas en serio? —dijo, apretando un poco los labios.
—Sí, lo pregunto en serio. Me madre me acosa también y está yendo a un loquero. ¿Vas tú a alguno?
—Por ahora, no, pero tú me vuelves lo suficientemente loco como para que eso esté dentro de lo posible.
—Entonces, ¿este comportamiento no es habitual en ti? —Tenía palpitaciones; hasta notaba la sangre circulando por los tímpanos?— ¿O sí lo es?
Se pasó una mano por el pelo, arreglándose los mechones que yo le había despeinado cuando nos besamos.
—Simplemente, tuve acceso a ciertos datos que tú pusiste a mi disposición.
—¡A tu disposición, no! ¡Ni tampoco para el fin que tú los has empleado! Seguro que has infringido alguna ley de protección de la intimidad. —Me quedé mirándole, más confusa que nunca—. Pero ¿por qué lo haces?
—Coño, para conocerte.
—¿Y por qué no hablas conmigo, Zayn? ¿Tan difícil es eso hoy en día?
—Contigo, sí. —Cogió el vaso y se bebió casi todo el contenido—. No puedo tenerte a solas más de unos minutos cada vez.
—Porque lo único de lo que quieres hablar es de lo que tienes que hacer para tirarte a alguien.
—Eva, por Dios, baja la voz —me pidió entre dientes.
Le examiné detenidamente, asimilando cada uno de sus rasgos, cada plano de su cara. Por desgracia, catalogar los detalles no redujo ni un ápice mi turbación. Estaba empezando a sospechar que su atractivo jamás dejaría de deslumbrarme.
Y no sólo a mí; había visto cómo reaccionaban las mujeres ante él. Y, encima, era escandalosamente rico, cosa que hace interesantes hasta a hombres viejos, calvos y barrigudos. No sería raro que estuviese acostumbrado a chascar los dedos y apuntarse un orgasmo.
Me lanzó una mirada.
—¿Por qué me miras así? —me preguntó.
—Estoy pensando.
—¿En qué? —Apretó un poco las mandíbulas—. Te advierto que, si dices algo de orificios, preadmisiones o emisiones seminales, no respondo de mis actos.
Casi me hizo reír.
—Es que quiero comprender unas cuantas cosas, porque tal vez no te esté creyendo del todo.
—A mí también me gustaría entender algunas cosas —masculló.
—Me imagino que tienes mucho éxito con el método «Quiero follar contigo».
La cara de Zayn se fue transformando hasta quedarse inexpresiva.
—No quiero hablar de eso, Eva.
—De acuerdo. Tú quieres saber qué es lo que me induciría a acostarme contigo. ¿Es ésa la razón por la que estás aquí esta noche? ¿Por mí? Y no me contestes lo que tú crees que yo quiero oír.
Su mirada era clara y tranquila.
—Estoy aquí por ti, sí. Yo lo preparé.
De pronto pude atar los cabos sueltos y comprendí. El promotor que nos había abordado era un empleado de Malik Industries.
—¿Pensabas que trayéndome aquí ibas a echar un polvo conmigo?
Le resultaba difícil disimular su regocijo.
—Siempre hay una esperanza, pero suponía que haría falta algo más que un encuentro casual y unas copas.
—Tienes razón. Entonces, ¿por qué lo has hecho? ¿Por qué no has esperado al lunes por la mañana?
—Porque tú andas buscando algún rollo. No puedo hacer nada respecto a los AAP, pero, en mi bar, sí puedo evitar que ligues con algún imbécil. Tú buscas rollo, Eva, y yo estoy aquí.
—No estoy buscando ningún rollo, sino quemando la tensión de un día de estrés.
—No eres la única. —Tocó con los dedos uno de mis pendientes chandelier de plata—. Tú bebes y bailas cuando estás tensa. Yo, en primer lugar, trato de solucionar el problema que me provoca la tensión.
Su tono de voz se había suavizado y despertó en mí un alarmante deseo.
—¿Es eso lo que soy yo? ¿Un problema?
—Por supuesto que sí —pero lo dijo con un atisbo de sonrisa.
Yo sabía que ahí radicaba gran parte de su atractivo. Zayn Malik no podía estar donde estaba, siendo tan joven, si aceptaba los «noes» tranquilamente.
—¿Cómo definirías tú salir con alguien?
Frunció el ceño.
—Como pasar mucho tiempo con una mujer durante el que no estamos follando.
—¿Te gusta la compañía femenina?
—Claro que sí, siempre que no haya expectativas exageradas ni exijan demasiado tiempo. Me he dado cuenta de que la mejor manera de evitar esto es tener amistades y relaciones sexuales exclusivas para ambos.
Allí estaban otra vez esas molestas «expectativas exageradas». Quedaba claro que aquello suponía un escollo para él.
—Entonces, ¿tienes amigas?
—Naturalmente. —Aprisionó mis piernas con las suyas—. ¿Adónde quieres ir a parar?
—Aíslas el sexo del resto de tu vida; lo separas de la amistad, del trabajo... de todo.
—Tengo buenas razones para hacerlo.
—Estoy segura. Vale, ahí van mis conclusiones. —Era difícil concentrarse tan cerca de Zayn—: Te dije que no quería salir con nadie y no quiero. El trabajo es mi mayor prioridad, y mi vida personal, como mujer soltera, le sigue muy de cerca. No me apetece sacrificar ni una cosa ni la otra en aras de una relación ni queda espacio para incluir un vínculo estable.
—En eso coincidimos.
—Ahora bien, me gusta el sexo.
—Bueno, pues practícalo conmigo. —Su sonrisa era toda una invitación erótica.
—Yo necesito que me una algo personal a los hombres con los que me acuesto. No tiene que tratarse de nada intenso ni profundo, pero el sexo para mí debe ser algo más que una fría transacción.
—¿Por qué?
No podía decirse que Zayn estuviera siendo frívolo. Por rara que fuese para él aquella conversación, se la estaba tomando en serio.
—Llámalo capricho, si quieres, pero no estoy hablando a la ligera. Me fastidia que me usen en cuestiones de sexo; me siento infravalorada.
—¿No puedes verlo como que tú me usas a mí?
—Contigo, no. —Estaba siendo muy persuasivo, muy contundente.
Pude ver en sus ojos el brillo del depredador cuando dejé mi debilidad al descubierto.
—Además —continué enseguida—, eso es semántica. En mis relaciones sexuales, necesito un intercambio equitativo o ser yo la dominante.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? Lo has dicho demasiado pronto, teniendo en cuenta que yo quiero combinar dos cosas que tú te esfuerzas muchísimo en evitar que se junten.
—No me siento a gusto con ello y no voy a pretender que lo entiendo, pero estoy escuchándote. Es un problema. Dime cómo lo remediamos.
Me quedé sin aliento. No me esperaba aquello. Zayn era un hombre que no quería complicaciones con el sexo, y yo una mujer que encontraba complicado el sexo; pero él no se daba por vencido. Todavía.
—Tenemos que ser amigos, Zayn. No compañeros del alma ni confidentes, pero sí dos personas que saben la una de la otra algo más que la anatomía. Para mí eso significa poder estar juntos sin tener que follar necesariamente. Y me temo que tendremos que pasar algunos ratos así en lugares donde nos veremos obligados a contenernos.
—¿No es lo que estamos haciendo ahora?
—Sí. Y a eso es a lo que me refiero. No creía que fueras capaz de hacerlo. Deberías haber actuado de un modo menos extraño. —Le tapé la boca con la mano cuando intentó interrumpirme—. Pero admito que intentaste buscar una oportunidad para hablar y yo no colaboré.
Empezó a mordisquearme los dedos de tal modo que tuve que protestar y retirar la mano.
—Oye, ¿por qué haces eso?
Se llevó a la boca mi mano mordida; la besó le pasó la lengua para aliviarla. Y para provocarme.
Respondí devolviéndola a mi regazo. Todavía no estaba segura de que hubiéramos dejado las cosas claras.
—Y para que no creas que hay expectativas exageradas, cuando tú y yo pasemos tiempo juntos sin follar, no pensaré que estamos saliendo, ¿vale?
—Lo tendré en cuenta. —Zayn sonrió, y mi decisión de estar con él se reforzó. Su sonrisa fue como un relámpago en la oscuridad, deslumbrador, bello y misterioso, y le deseé tanto que experimenté verdadero dolor físico.
Deslizó la mano por la parte trasera de mis muslos y me atrajo suavemente hacia él. El dobladillo de mi escaso vestido sin espalda quedó a una altura indecente, y los ojos de Zayn permanecieron clavados en la carne que él mismo había dejado al aire. Se humedeció los labios con la lengua en un gesto tan carnal y sugerente que casi pude sentir la caricia sobre mi piel.
La voz de Duffy, cantando «Mercy», subía desde la pista de baile de abajo. Sentí un inoportuno nudo en el estómago y me pasé la mano por él.
Había ya bebido mucho, pero me sorprendí a mí misma diciendo:
—Necesito otra copa.
*
Avergonzada ante la repentina irrupción en nuestra intimidad, me incorporé a toda prisa, estirándome la falda.
—... reunión de las dos es aquí.
Tardé un buen rato en darme cuenta de que Malik y yo seguíamos solos en la sala, y de que la voz que había oído venía del altavoz. Malik estaba de pie al otro extremo del sofá, con la cara roja, el ceño fruncido y respirando agitadamente.
Tenía la corbata aflojada y la bragueta tensa gracias a su magnífica erección.
Yo me horrorizaba pensando en mi propio aspecto; y, para colmo de males, volvía tarde al trabajo.
—¡Jesús! —Se llevó las manos a la cabeza—. ¡En pleno día y en mi oficina!
Me puse de pie y traté de recomponerme un poco.
—Déjame a mí —se acercó y me levantó la falda otra vez.
Disgustada por lo que había estado a punto de ocurrir cuando debía estar trabajando, le di un manotazo.
—Basta ya. Déjeme en paz.
—Cállate, Eva —dijo en tono grave, y me ayudó a remeter la blusa, negra y de seda, y a que la línea de botones quedase derecha. Luego me bajó la falda, alisándola con manos expertas y serenas—. Arréglate la coleta.
Malik recuperó la chaqueta y se la puso antes de colocarse bien la corbata. Llegamos a la puerta al mismo tiempo, y cuando me agaché para recoger el bolso, él se inclinó conmigo.
Me cogió por la barbilla y me obligó a mirarle.
—Eh, ¿te encuentras bien? —me preguntó suavemente.
Me ardía la garganta. Estaba excitada, furiosa y de lo más abochornada. Nunca en la vida había perdido la cabeza de aquella manera. Y me sentaba fatal que hubiera ocurrido precisamente con él, un hombre cuya actitud hacia la intimidad sexual era tan fría que me deprimía con sólo pensarlo.
Sacudí la cabeza para que me soltara la barbilla.
—¿Cómo estoy?
—Preciosa y como para echarte un polvo. Te deseo tanto que me hace daño. Estoy a punto de llevarte otra vez al sofá y hacer que te corras hasta que me supliques que pare.
—No se te puede acusar de retórico —le reproché, pero dándome cuenta de que no me sentía ofendida. La verdad era que aquella crudeza tenía un tremendo efecto afrodisíaco. Con las piernas temblorosas y apretando firmemente la correa del bolso, sentía la tremenda necesidad de huir de aquel hombre. Y cuando terminara mi jornada, quería estar sola con una buena copa de vino.
Malik seguía junto a mí.
—Ahora voy a ocuparme de lo que me queda por hacer y a las cinco habré terminado. A esa hora vendré a buscarte.
—No, no venga. Esto no cambia nada.
—Ya lo creo que sí.
—No sea pretencioso, Malik. He estado ofuscada un ratito, pero todavía no quiero lo que quiere usted.
—Claro que lo quieres; lo que pasa es que no te gusta el modo en que yo pretendo dártelo. Así que volveremos a vernos y repasaremos.
Otro negocio. Preparado de antemano. Se me tensó todo el cuerpo.
Puse una mano sobre la suya e hice girar el pomo para deslizarme acto seguido por debajo de su brazo y salir de allí. El secretario de Cross, boquiabierto, se levantó inmediatamente, lo mismo que las tres personas, una mujer y dos hombres, que estaban esperándole. Le oí hablar detrás de mí.
—Scott les acompañará a mi despacho. Yo llegaré enseguida.
Me alcanzó por la zona de recepción y me pasó el brazo por detrás a la altura de la cadera. No quería montar un numerito, así que esperé hasta llegar a los ascensores para zafarme.
Él se lo tomó con tranquilidad y apretó el botón de llamada.
Yo no aparté la vista de la tecla encendida.
—Tengo muchas cosas que hacer.
—Pues mañana.
—Voy a estar muy ocupada todo el fin de semana.
—¿Con quién? —me preguntó impulsivamente, acercándose mucho a mí.
—A usted no le...
Me tapó la boca con la mano.
—No sigas. Dime tú cuándo, entonces. Y, antes de que contestes que nunca, mírame y dime si soy la clase de hombre a quien se rechaza así como así.
Tenía el gesto firme, los ojos entrecerrados y la mirada resuelta. Yo me estremecí. No estaba nada segura de ganarle la batalla de la tenacidad a Zayn Malik.
Tragué saliva, y esperé hasta que retiró la mano.
—Creo que los dos necesitamos calmarnos y tomarnos un par de días para pensar.
—El lunes, al salir del trabajo —insistió.
Llegó el ascensor y entré. Luego, me volví hacia él y contraataqué.
—El lunes, a la hora de comer.
Sólo tendríamos una hora. Escapatoria garantizada.
—Va a suceder, Eva —dijo, justo antes de que se cerraran las puertas, y sonó más como una amenaza que como un promesa.
—No te apures, Eva —me tranquilizó Mark cuando llegué hasta mi mesa casi a las dos y cuarto—, que no te has perdido nada. Yo he comido tarde con el señor Leaman y acabo de llegar.
—Gracias.
Pero, dijera lo que dijera, yo me sentía muy mal. La dura mañana del viernes parecía haber tenido lugar varios días atrás.
Trabajamos sin interrupción hasta las cinco, cambiando impresiones sobre un anuncio de comida rápida e ideando algunos retoques, de modo que nos sirviera para una cadena de tiendas de alimentación biológica.
—Para que luego hablen de extraños compañeros de cama —había bromeado Harry, sin saber hasta qué punto tenía razón en cuanto a mi vida privada.
Acababa de cerrar el ordenador y estaba a punto de sacar el bolso del cajón, cuando sonó el teléfono. Eché un vistazo al reloj y vi que eran exactamente las cinco, así que contemplé la posibilidad de no hacer caso a la llamada, teniendo en cuenta que, estrictamente hablando, mi jornada había terminado.
Pero como todavía me sentía fatal por haberme pasado con la hora de la comida, lo consideré un castigo y contesté.
—Eva, cielo, dice Richard que te dejaste el móvil en su oficina.
Solté un bufido y me dejé caer sobre el respaldo de la silla. Me imaginaba el pañuelo empapado que solía ir asociado con aquel característico tono de inquietud de mi madre. Me trastornaba y al mismo tiempo me partía el corazón.
—Hola, mamá, ¿cómo estás?
—Muy bien, gracias. —Mi madre tenía voz de niña y, a la vez, entrecortada, como la de Marilyn Monroe cruzada con la de Scarlett Johansson—. Clancy te ha dejado el teléfono en la portería de tu casa. No deberías ir a ninguna parte sin él. Nunca se sabe si vas a necesitar llamar a alguien...
Había estado dándole vueltas a la idea de quedarme con el teléfono y derivar las llamadas a otro número que no supiera mi madre, pero eso no era lo que más me importaba en aquel momento.
—¿Y qué opina el doctor Petersen de que fisgues en mi teléfono?
El silencio al otro lado de la línea fue muy significativo.
—El doctor Petersen sabe que me preocupo por ti.
—Mamá, creo que es hora de que vayamos juntas de nuevo a la consulta —le dije, pellizcándome el puente de la nariz.
—Ah, sí... claro. De hecho, él me ha dicho que le gustaría volver a verte.
Probablemente porque piensa que no estás colaborando mucho. Cambié de tema.
—Me gusta mucho mi nuevo trabajo.
—Eso es estupendo, Eva. ¿Te trata bien tu jefe?
—Sí, es fantástico. No podría ser mejor.
—¿Es guapo?
—Sí, mucho. Pero no está libre —contesté, y sonreí.
—¡Qué pena! Los mejores nunca lo están.
Ella se rio y mi sonrisa se hizo más abierta.
Me encantaba que estuviera contenta. Ojalá lo estuviera con más frecuencia.
—Estoy deseando verte mañana en la cena benéfica.
Monica Tramell Barker Mitchell Stanton, una deslumbrante belleza rubia a quien nunca le había faltado atención masculina, se sentía como pez en el agua en los actos de sociedad.
—Vamos a pasarlo bien —dijo mi madre entrecortadamente—. Tú, Cary y yo. Iremos al spa y nos pondremos guapas y a tono. Estoy segura de que te vendría bien un masaje después de trabajar.
—Yo no voy a rechazarlo, por supuesto, y sé que a Cary le encantará.
—¡Qué ilusión me hace! Os mando un coche a casa a eso de las once.
—Estaremos listos.
Cuando colgué, me recliné en la silla y suspiré por un baño caliente y un orgasmo. Me tenía sin cuidado que Zayn Malik se enterase de que me masturbaba pensando en él. La frustración sexual debilitaba mi posición, y él seguro que no tenía ese problema. No me cabía duda de que contaría con un orificio condescendiente antes de que terminase el día.
El teléfono sonó de nuevo mientras me cambiaba los zapatos de tacón por los de caminar. Casi nunca se podía despistar a mi madre durante demasiado rato. Los cinco minutos que habían pasado desde que terminó nuestra conversación eran el tiempo justo que había tardado en darse cuenta de que el problema del móvil no estaba resuelto. De nuevo pensé en no hacer caso de la llamada, pero no quería llevarme a casa ningún disgusto del día.
Respondí con la frase habitual, pero con menos energía.
—Sigo pensando en ti.
La voz ronca y aterciopelada de Cross me envolvió con tal sensación de alivio que comprendí cuánto había deseado volver a oírla. Ese mismo día.
Mi ansia era tan profunda que tuve la certeza de que aquel hombre iba a convertirse en una droga para mí, la fuente principal de muchos e intensos goces.
—Sigo tocándote, Eva. Sigo saboreándote. He estado empalmado desde que te fuiste, pasando por dos reuniones y una teleconferencia. Te doy ventaja: pon tú las condiciones.
—A ver... déjame que piense... —le hice esperar, sonriendo al recordar aquello de las pelotas moradas que había dicho Cary—. Pues... no se me ocurre nada. Pero sí que puedo darte un consejo de amiga: vete a pasar el rato con alguna mujer que babee por ti y te haga creer que eres un dios. Folla con ella hasta que no podáis con el alma ninguno de los dos. Así, cuando me veas el lunes, ya se te habrá pasado todo y volverás al orden obsesivo-compulsivo de tu vida normal.
Oí un crujido de cuero y me imaginé a Cross reclinándose en la silla.
—Ésa era tu carta blanca, Eva. La próxima vez que ofendas a mi inteligencia, te daré unos azotes.
—A mí no me gustan esas cosas —repliqué, pero la advertencia, hecha con aquella voz, me electrizó. Oscuro y Peligroso, no había duda.
—Ya hablaremos de eso. Mientras tanto, dime lo que sí te gusta.
Yo seguí en mis trece.
—Es indudable que tienes voz de teléfono erótico, pero yo me largo; he quedado con mi vibrador.
Debería haber colgado en ese momento, para que el efecto «calabazas» hubiera sido total, pero no pude resistirme a saber si lo encajaría como yo me imaginaba. Además, estaba divirtiéndome con él.
—Ay, Eva —Malik pronunció mi nombre en un desalentado susurro—, estás decidida a hacerme poner de rodillas, ¿verdad? ¿Qué haría falta para convencerte de formar un trío con un amigo que funciona a pilas?
No hice caso de sus preguntas, pero me alegré de que no pudiera ver el temblor de mis manos cuando me puse el bolso en bandolera. No pensaba hablar de los amigos a pilas con Zayn Malik. Nunca había hablado abiertamente sobre la masturbación con ningún hombre, y mucho menos iba a hacerlo con alguien que, a efectos prácticos, era un desconocido.
—Mi amigo a pilas y yo tenemos un viejo pacto: cuando terminamos, sabemos exactamente cuál de los dos ha usado al otro, y la usada no soy yo. Adiós, Zayn.
Colgué y me dirigí a las escaleras, con la idea de que bajar veinte pisos andando cumpliría dos funciones: una, eludir artefactos mecánicos, la otra, ahorrarme una sesión de gimnasio.
Me alegré tanto de llegar a casa después de un día como el que había tenido, que entré literalmente bailando en el apartamento. Mi sincero «¡Dios, por fin en casa!», acompañado de unos bailes, fue lo bastante vehemente como para sobresaltar a la pareja que estaba en el sofá.
—¡Huy! —exclamé, avergonzada por mis tonterías. No es que Cary estuviera en una situación comprometida con su invitado cuando yo aparecí sin previo aviso, pero sí que se encontraban lo suficientemente cerca el uno del otro para que se intuyera una cierta intimidad.
Sin querer, pensé en Zayn Malik, que prefería despojar de intimidad al acto más íntimo que uno se puede imaginar. Yo había tenido ligues de una noche y amigos con derecho a roce, y nadie sabía mejor que yo que hacer el amor y fornicar eran dos cosas muy diferentes, pero no creo haber visto nunca el sexo como un apretón de manos. Me parecía triste lo que hacía Cross, aunque no fuese alguien que inspirase compasión precisamente.
—Hola, nena —me saludó Cary, poniéndose de pie—. Tenía la esperanza de que llegases antes de que Trey se marchara.
—Tengo clase dentro de una hora —explicó Trey, rodeando la mesa, mientras yo dejaba la bolsa de los zapatos en el suelo y el bolso sobre un taburete en el mostrador de desayuno—, pero me alegro de haber podido conocerte antes de irme.
—Yo también. —Le estreché la mano que me tendió y, de paso, le estudié de un vistazo. Era de mi edad aproximadamente, estatura media y agradablemente musculoso. Tenía un rebelde pelo rubio y los ojos color avellana. En cuanto a la nariz, se le debía de haber roto en alguna ocasión, eso resultaba evidente.
—¿Qué os parece una copa de vino?
—Me apunto —contestó Trey.
—Yo tomaré una también. —Cary se unió a nosotros en el mostrador de desayuno. Llevaba unos vaqueros negros y un jersey de los que dejan los hombros descubiertos del mismo color, con un aire informal y elegante que armonizaba maravillosamente con el pelo castaño oscuro y los ojos verde esmeralda.
Abrí la vinoteca y saqué una botella cualquiera.
Trey, con las manos en los bolsillos de los pantalones, se balanceaba sobre los pies y charlaba en voz baja, mientras yo descorchaba la botella y servía.
Entonces, sonó el teléfono y yo descolgué el auricular de la pared.
—¿Sí?
—Hola, Eva. Soy Parker Smith.
—Hola, Parker, ¿qué tal?
—Espero no molestarte con mi llamada. Tu padrastro me ha dado el número.
Ah. Ya había tenido yo bastante Stanton para un día.
—Claro que no me molesta, ¿ocurre algo?
—¿Sinceramente? Bueno, pues parece que las cosas ahora van bien. Tu padrastro es como mi hada madrina. Está financiando unas cuantas mejoras en la seguridad del gimnasio y algunas modernizaciones que hacen mucha falta. Por eso te llamo. El centro va a estar cerrado unos días. Volvemos a abrir dentro de una semana, a contar desde el lunes.
Cerré los ojos y traté de reprimir un ramalazo de ira. Pero Parker no tenía la culpa de que Stanton y mi madre fueran dos maníacos superprotectores empeñados en controlarme. No veían lo irónico que resultaba que me defendieran estando rodeada de personas tan cualificadas para hacerlo.
—Fantástico. Estoy deseando ir a entrenarme con vosotros.
—Yo también. Voy a darte caña, Eva. Tus padres darán el dinero por bien empleado.
Puse un vaso delante de Cary y tomé un buen sorbo del mío. No dejaba de sorprenderme toda la colaboración que podía comprarse con dinero. Pero Parker no tenía la culpa.
—Por mí, fenomenal.
—Empezaremos contigo en cuanto abramos la próxima semana. Tu chófer tiene el horario.
—Muy bien. Pues hasta entonces. —Colgué el auricular y capté la mirada, dulce y amorosa, que Trey le dirigió a Cary cuando creía que no le veíamos ninguno de los dos. Me hizo pensar que mis problemas podían esperar—. Trey, siento mucho que tengas que marcharte. ¿Puedes venir el miércoles a cenar pizza? Me gustaría que hiciéramos algo más que decirnos hola y adiós.
—Tengo clase —me sonrió, con cara de pena, y miró otra vez a Cary de soslayo—, pero podría venir el martes.
—Perfecto. Encargamos la comida y nos vemos una película.
—Me encanta la idea.
Cary me premió tirándome un beso cuando acompañó a Trey hasta la puerta. Cuando volvió a la cocina, cogió su vaso de vino y dijo:
—Bueno, Eva, suéltalo ya. Se te ve muy estresada.
—Lo estoy —admití, botella en mano dando vueltas por el salón.
—Es por Zayn Malik, ¿no?
—Pues claro. Pero no quiero hablar de él. —Aunque la persecución de Zayn había sido estimulante, su objetivo era asqueroso—; mejor hablamos de Trey y de ti. ¿Cómo os conocisteis?
—Me lo encontré en un curro. Trabaja media jornada como ayudante de un fotógrafo. Es muy sexy, ¿verdad? —le brillaban los ojos de felicidad—, y todo un caballero, a la vieja usanza.
—¿Pero queda alguno de ésos? —murmuré antes de liquidar el primer vaso.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, lo siento Cary. Me ha caído muy bien y es evidente que tú le molas. ¿Estudia Fotografía?
—Veterinaria.
—¡Vaya! Eso está muy bien.
—Eso mismo pienso yo. Pero dejemos a un lado a Trey por el momento y dime qué es lo que te mortifica. Dilo de una vez.
—Mi madre —contesté, suspirando—, que se ha enterado de mi interés por el gimnasio de Parker y está fastidiándola.
—¿Y cómo se ha enterado? Te juro que yo no se lo he dicho a nadie.
—Ya sé que no has sido tú; ni se me hubiera ocurrido pensarlo. —Agarré la botella y me serví otro vaso—. Toma nota: ha estado fisgando en mi móvil.
Cary hizo un gesto de asombro levantando las cejas.
—¿En serio? Qué miedo.
—¿A que sí? Se lo conté a Stanton, pero él no quiere saber nada.
—Bueno. —Se pasó la mano entre el largo flequillo—. ¿Y qué vas a hacer?
—Comprar otro teléfono. Y hablar con el doctor Petersen a ver si puede inculcarle un poco de sensatez.
—Buena jugada, pásale el asunto a su loquero. Esto... y en tu trabajo, ¿va todo bien? ¿Todavía te gusta?
—Mucho. —Recliné la cabeza en los cojines y cerré los ojos—. Mi empleo y tú sois ahora mismo mi salvación.
—¿Y qué me dices del macizo supermillonario que quiere trincarte? Venga, Eva, que me muero por saberlo. ¿Qué ha pasado?
Se lo conté, por supuesto. Quería su opinión sobre todo aquello; sin embargo, cuando terminé, se quedó callado. Levanté la cabeza para mirarle y le encontré con los ojos brillantes y mordiéndose el labio.
—Cary, ¿en qué piensas?
—En que esta historia me pone muy caliente —se echó a reír, y el sonido afectuoso y masculino de su risa barrió buena parte de mi irritación—. Apuesto a que está muy confundido en estos momentos. Habría dado dinero por verle la cara cuando le respondiste a eso de que quería darte unos azotes en el culo.
—Me parece increíble que dijera eso. —Sólo con recordar el tono de Malik al salir con semejante amenaza, empezaron a sudarme las manos de tal forma que dejaba vapor en la copa—. Pero ¿de qué demonios va?
—Los azotes en el culo no son una aberración. Además, en el sofá iba a hacer el misionero, o sea que no tiene nada en contra de lo elemental. —Se dejó caer hacia atrás en el asiento, con una sonrisa radiante que le iluminaba la cara, tan atractiva de por sí—. Tú supones un desafío para un tipo que se mueve habitualmente entre ellos. Y está dispuesto a hacer concesiones, algo a lo que no debe de estar acostumbrado, diría yo. Sólo tienes que decirle lo que quieres.
Repartí entre los dos el vino que quedaba. Me sentía ligeramente mejor con un poco de alcohol circulando por las venas. ¿Qué quería yo? Aparte de lo lógico.
—Somos totalmente incompatibles.
—¿Es así como calificas tú lo que pasó en el sofá?
—Vamos, Cary, resúmelo: me levanta del suelo del vestíbulo y me dice que quiere follar conmigo. Así de simple. Cualquier tío que me ligue en un bar tiene más marcha que él. Hola, ¿cómo te llamas? ¿Vienes mucho por aquí? ¿Quién es tu amigo? ¿Qué estás tomando? ¿Te gusta bailar? ¿Trabajas por aquí?
—Vale, vale, lo entiendo. —Dejó el vaso en la mesa—. ¿Por qué no salimos por ahí? Buscamos un buen sitio y bailamos hasta que no podamos más. Quizá conozcamos algún tío que te dé un poco de conversación.
—O por lo menos que me invite a una copa.
—Bueno, Malik te ofreció una en su oficina.
Sacudí la cabeza de lado a lado y me levanté.
—Lo que quieras. Me doy una ducha y nos largamos.
Salí de marcha como si aquélla fuera la última vez. Cary y yo recorrimos todas las discotecas del centro, desde Tribeca hasta el East Village, gastando dinero a lo tonto en entradas y pasándonoslo de miedo. Yo bailé tanto que parecía que iba a quedarme sin pies, pero resistí hasta que Cary se quejó primero de las botas con tacón que llevaba puestas.
Acabábamos de salir de una discoteca tecno-pop con la idea de comprarme unas chancletas en un Walgreens que había cerca, cuando nos encontramos con un promotor que hacía publicidad de un establecimiento a pocas manzanas de allí.
—Un sitio fantástico para que descansen los pies un poco —dijo, sin las sonrisas exageradas ni los elogios aparatosos habituales en el oficio. La ropa que llevaba (vaqueros negros y jersey de cuello alto) era de muy buena calidad, cosa que me sorprendió. Y no tenía folletos ni postales. Lo que me entregó fue una tarjeta comercial hecha de papiro, con letras doradas que captaban la luz de los rótulos eléctricos que nos rodeaban. Tomé nota mentalmente para tenerlo en cuenta como una buena alternativa en la publicidad impresa.
A nuestro alrededor se movía una presurosa multitud de peatones. Cary observó los letreros entrecerrando los ojos; llevaba encima unas cuantas copas más que yo.
—Parece pretencioso.
—Enseñáis esta tarjeta —insistió el vendedor— y os ahorráis la entrada.
—Cariño —Cary me cogió del brazo y tiró de mí—. Vamos, a lo mejor encuentras a un buen tipo en un local pijo.
Los pies me estaban matando cuando llegamos al sitio, pero dejé de lamentarme en cuanto vi la entrada tan bonita que tenía. La fila para acceder al interior era muy larga; se extendía por toda la calle y doblaba la esquina. Por las puertas abiertas salía la conmovedora voz de Amy Winehouse junto con grupos de clientes muy bien vestidos y sonrientes.
Tal como había dicho el promotor, la tarjeta fue una llave mágica que nos proporcionó entrada inmediata y libre. Una encargada preciosa nos llevó al piso de arriba, hasta un bar VIP más tranquilo, desde donde se dominaba el escenario y la pista de baile de abajo, y nos señaló una zona de asientos junto a la terraza. Ocupamos una mesa rodeada por dos sofás curvos de terciopelo. Ella puso una carta de bebidas en el centro y dijo:
—Invita la casa.
—¡Mira qué bien! —dijo Cary silbando—. Hemos acertado.
—Creo que el promotor te ha reconocido de algún anuncio.
—¿No sería genial? Jo, qué noche. Estoy de marcha con mi mejor amiga y enamorándome de un nuevo cachas en mi vida.
—¿Cómo?
—He decidido que voy a ver hasta dónde llegan las cosas con Trey.
Me alegró saberlo. Me pareció que yo había estado siempre esperando que Cary encontrase alguien que le tratase bien.
—¿Ya te ha pedido que salgas con él?
—No, pero no creo que sea porque no quiera. —Hizo un gesto con los hombros
y se estiró la camiseta, rasgada intencionadamente. A juego con los pantalones negros de cuero y las muñequeras de clavos, le daba un aire sexy y rebelde—. Antes de nada, debe de estar intentando comprender qué hay entre tú y yo. Flipó cuando le dije que vivía con una mujer y que me había trasladado desde la otra punta del país para estar contigo. Tiene miedo de que yo sea un bi-curioso de ésos y en el fondo esté colgado de ti. Por eso, quería que le conocieras hoy, para que vea cómo es nuestra convivencia.
—Lo siento, Cary. Intentaré tranquilizarle en ese sentido.
—No es culpa tuya; no te preocupes. Saldrá bien si tiene que ser así.
Su convicción no me hizo sentir mejor y me puse a pensar en un modo de ayudarle.
Dos chicos se acercaron a nuestra mesa.
—¿Podemos sentarnos con vosotros? —preguntó el más alto.
Primero miré a Cary, luego a ellos. Parecían hermanos y eran muy atractivos, risueños y seguros de sí mismos. Tenían una actitud relajada y natural.
Estaba yo a punto de decir claro que sí, cuando en mi hombro desnudo se posó una cálida mano que me apretó firmemente.
—Ella no está libre.
Enfrente de mí, Cary miraba boquiabierto a Zayn Malik, que rodeó el sofá y le tendió la mano.
—Me llamo Zayn Malik.
—Y yo, Cary Taylor —le estrechó la mano con una amplia sonrisa—, pero ya lo sabías. Encantado de conocerte. He oído hablar mucho de ti.
Le habría matado de buena gana.
—Me alegro de saberlo. —Zayn tomó asiento a mi lado y puso un brazo sobre el respaldo para poder acariciar el mío como el que no quiere la cosa, pero de un modo posesivo al mismo tiempo—; quizás me quede alguna esperanza.
Giré la cintura para mirarle frente a frente y le susurré, furiosa:
—¿Pero qué haces?
—Lo que haga falta.
—Me voy a bailar. —Cary se puso en pie, con un gesto de ironía—. Vuelvo dentro de un ratito.
Haciendo caso omiso de la mirada de súplica que le dirigí, me tiró un beso y se alejó, seguido de los dos chicos. Yo tenía el corazón acelerado. Un minuto después, me resultaba ridículo, e imposible, pasar de Zayn Malik.
Le eché un vistazo general. Llevaba pantalones de vestir color grafito y un jersey negro con el cuello de pico que producían un efecto de sofisticación informal. Me encantaba su apariencia y me atraía mucho la suavidad que sugería, aunque sabía que era sólo una ilusión. Él era duro desde muchas perspectivas.
Respiré profundamente, por el esfuerzo que me costaba tratar con él. Después de todo, ¿no era ése el problema principal? ¿Que él quisiera saltarse los preliminares de una relación y pasar directamente a la cama?
—Tienes un aspecto... —me detuve. Fantástico. Maravilloso. Increíble. Sexy a más no poder. Al final, me quedé corta—... que me gusta.
Zayn arqueó las cejas.
—¡Vaya! Menos mal que hay algo de mí que te parece bien. ¿Se trata de todo el conjunto? ¿Sólo la ropa? ¿Sólo el jersey? ¿Los pantalones?
Me cayó mal el tonillo que empleó.
—¿Y si te digo que sólo el jersey?
—Pues me compro una docena y así tengo para todos los días.
—Sería una lástima.
—¿No te gusta el jersey? —Estaba un poco cabreado, las palabras le salían rápidas y cortantes.
Yo había apoyado las manos en el regazo, pero las movía sin parar.
—Sí me gusta, pero también me gusta el conjunto.
Me miró fijamente un minuto y luego me preguntó:
—¿Qué tal la cita con tu AAP?
¡Joder! Dirigí la vista a otro lado. Era muchísimo más fácil hablar por teléfono de masturbarse que ante aquella penetrante mirada azul. Resultaba bochornoso y humillante.
—Yo no hablo de intimidades.
Me acarició la mejilla de nuevo y susurró:
—Estás poniéndote colorada.
Noté por la voz que se alegraba y rápidamente cambié de tema.
—¿Vienes mucho por aquí?
Mierda. ¿Cómo se me había ocurrido decir aquella frase estereotipada?
Acercó las manos hasta mi regazo y cogió una de las mías.
—Cuando es necesario.
Un ramalazo de celos me hizo ponerme tensa.
—¿Qué quieres decir? ¿Cuándo andas en busca de presa? —Le miré, irritada, aunque en realidad estaba enfadada conmigo misma por el hecho de que aquello me importara.
Zayn esbozó una genuina sonrisa que me hizo daño.
—Cuando hay que tomar decisiones importantes. Este local es mío, Eva.
¡Vaya! ¡Cómo no!
Una camarera muy mona dejó sobre la mesa unas bebidas con hielo, de color rosado, en vasos cuadrados y altos, y le dedicó a Zayn una sonrisa insinuante.
—Aquí tiene, señor Malik, dos Stoli Elites con arándanos. ¿Alguna cosa más?
—De momento, nada, gracias.
Veía claramente que la chica quería entrar en la lista de preseleccionadas, y me crispé. Después, me distraje con la bebida que nos había servido. Era lo que yo solía beber en las discotecas, lo que había estado bebiendo toda la noche. Sentí un cosquilleo nervioso. Observé a Zayn haciendo girar el líquido en la boca, como si catara un buen vino, y tragárselo después. El movimiento de la garganta me puso caliente, pero no fue nada comparado con el efecto que me produjo la intensidad de su mirada.
—No está mal —dijo—. Dime si lo hemos hecho bien.
Entonces me besó. Se acercó deprisa, pero yo le vi venir y no me aparté. Tenía la boca fresca, con sabor a arándanos rociados de alcohol. Deliciosa. Todo el caos de energía y emociones que había estado bullendo en mi interior se desbordó de repente. Llevé una mano hasta su espléndido pelo y lo sujeté bien fuerte mientras le succionaba la lengua. El gemido que emitió fue el sonido más erótico que había oído en mi vida, y la parte interna de mis muslos se tensó ardorosamente.
Sorprendida yo misma por la vehemencia de mi reacción, me distancié, jadeante.
Zayn continuó acariciándome la cara con la boca, besándome las orejas, respirando trabajosamente, también. El tintineo del hielo dentro del vaso removió mis exaltados sentidos.
—Eva, necesito estar dentro de ti —me susurró bruscamente—. No puedo más.
Clavé la vista en el vaso, mientras mi mente giraba en un torbellino de impresiones, recuerdos y confusión.
—¿Cómo lo sabías?
Me pasó la lengua por la oreja, y yo me estremecí. Parecía que todas las células de mi cuerpo lucharan contra el suyo. Resistirme a él consumía una cantidad de energía tan considerable que me agotaba.
—¿El qué?
—Lo que me gusta beber, cómo se llamaba Cary.
Inspiró profundamente y se separó de mí. Dejó el vaso en la mesa y cambió de posición, colocando una rodilla sobre el cojín que había entre nosotros, de modo que podía mirarme de frente. Volvió a pasar el brazo por el respaldo del sofá y empezó a hacer circulitos con la yema de los dedos en la curva de mi espalda.
—Habías estado antes en otro de mis locales. Tu tarjeta de crédito apareció y quedaron anotadas tus consumiciones. Y Cary Taylor figura en el contrato de arrendamiento de tu casa.
Todo daba vueltas a mi alrededor. No había manera... El teléfono móvil, la tarjeta de crédito, el puñetero apartamento... Es que no podía ni respirar. Entre mi madre y Zayn me hacían sentir claustrofobia.
—Caray, Eva, estás blanca como el papel. —Me puso un vaso en la mano—. Anda, bebe.
Era el Stoli con arándanos. Me lo bebí todo. El estómago se revolvió por un momento, luego se asentó.
—¿Es tuyo el edificio donde vivo? —pregunté, casi sin aliento.
—Curiosamente, así es. —Se sentó sobre la mesa, justo enfrente de mí, y colocó las piernas a ambos lados de las mías. Tenía las manos heladas; Zayn me quitó el vaso para dejarlo a un lado y me las calentó con las suyas.
—Zayn, ¿estás chiflado?
—¿Lo preguntas en serio? —dijo, apretando un poco los labios.
—Sí, lo pregunto en serio. Me madre me acosa también y está yendo a un loquero. ¿Vas tú a alguno?
—Por ahora, no, pero tú me vuelves lo suficientemente loco como para que eso esté dentro de lo posible.
—Entonces, ¿este comportamiento no es habitual en ti? —Tenía palpitaciones; hasta notaba la sangre circulando por los tímpanos?— ¿O sí lo es?
Se pasó una mano por el pelo, arreglándose los mechones que yo le había despeinado cuando nos besamos.
—Simplemente, tuve acceso a ciertos datos que tú pusiste a mi disposición.
—¡A tu disposición, no! ¡Ni tampoco para el fin que tú los has empleado! Seguro que has infringido alguna ley de protección de la intimidad. —Me quedé mirándole, más confusa que nunca—. Pero ¿por qué lo haces?
—Coño, para conocerte.
—¿Y por qué no hablas conmigo, Zayn? ¿Tan difícil es eso hoy en día?
—Contigo, sí. —Cogió el vaso y se bebió casi todo el contenido—. No puedo tenerte a solas más de unos minutos cada vez.
—Porque lo único de lo que quieres hablar es de lo que tienes que hacer para tirarte a alguien.
—Eva, por Dios, baja la voz —me pidió entre dientes.
Le examiné detenidamente, asimilando cada uno de sus rasgos, cada plano de su cara. Por desgracia, catalogar los detalles no redujo ni un ápice mi turbación. Estaba empezando a sospechar que su atractivo jamás dejaría de deslumbrarme.
Y no sólo a mí; había visto cómo reaccionaban las mujeres ante él. Y, encima, era escandalosamente rico, cosa que hace interesantes hasta a hombres viejos, calvos y barrigudos. No sería raro que estuviese acostumbrado a chascar los dedos y apuntarse un orgasmo.
Me lanzó una mirada.
—¿Por qué me miras así? —me preguntó.
—Estoy pensando.
—¿En qué? —Apretó un poco las mandíbulas—. Te advierto que, si dices algo de orificios, preadmisiones o emisiones seminales, no respondo de mis actos.
Casi me hizo reír.
—Es que quiero comprender unas cuantas cosas, porque tal vez no te esté creyendo del todo.
—A mí también me gustaría entender algunas cosas —masculló.
—Me imagino que tienes mucho éxito con el método «Quiero follar contigo».
La cara de Zayn se fue transformando hasta quedarse inexpresiva.
—No quiero hablar de eso, Eva.
—De acuerdo. Tú quieres saber qué es lo que me induciría a acostarme contigo. ¿Es ésa la razón por la que estás aquí esta noche? ¿Por mí? Y no me contestes lo que tú crees que yo quiero oír.
Su mirada era clara y tranquila.
—Estoy aquí por ti, sí. Yo lo preparé.
De pronto pude atar los cabos sueltos y comprendí. El promotor que nos había abordado era un empleado de Malik Industries.
—¿Pensabas que trayéndome aquí ibas a echar un polvo conmigo?
Le resultaba difícil disimular su regocijo.
—Siempre hay una esperanza, pero suponía que haría falta algo más que un encuentro casual y unas copas.
—Tienes razón. Entonces, ¿por qué lo has hecho? ¿Por qué no has esperado al lunes por la mañana?
—Porque tú andas buscando algún rollo. No puedo hacer nada respecto a los AAP, pero, en mi bar, sí puedo evitar que ligues con algún imbécil. Tú buscas rollo, Eva, y yo estoy aquí.
—No estoy buscando ningún rollo, sino quemando la tensión de un día de estrés.
—No eres la única. —Tocó con los dedos uno de mis pendientes chandelier de plata—. Tú bebes y bailas cuando estás tensa. Yo, en primer lugar, trato de solucionar el problema que me provoca la tensión.
Su tono de voz se había suavizado y despertó en mí un alarmante deseo.
—¿Es eso lo que soy yo? ¿Un problema?
—Por supuesto que sí —pero lo dijo con un atisbo de sonrisa.
Yo sabía que ahí radicaba gran parte de su atractivo. Zayn Malik no podía estar donde estaba, siendo tan joven, si aceptaba los «noes» tranquilamente.
—¿Cómo definirías tú salir con alguien?
Frunció el ceño.
—Como pasar mucho tiempo con una mujer durante el que no estamos follando.
—¿Te gusta la compañía femenina?
—Claro que sí, siempre que no haya expectativas exageradas ni exijan demasiado tiempo. Me he dado cuenta de que la mejor manera de evitar esto es tener amistades y relaciones sexuales exclusivas para ambos.
Allí estaban otra vez esas molestas «expectativas exageradas». Quedaba claro que aquello suponía un escollo para él.
—Entonces, ¿tienes amigas?
—Naturalmente. —Aprisionó mis piernas con las suyas—. ¿Adónde quieres ir a parar?
—Aíslas el sexo del resto de tu vida; lo separas de la amistad, del trabajo... de todo.
—Tengo buenas razones para hacerlo.
—Estoy segura. Vale, ahí van mis conclusiones. —Era difícil concentrarse tan cerca de Zayn—: Te dije que no quería salir con nadie y no quiero. El trabajo es mi mayor prioridad, y mi vida personal, como mujer soltera, le sigue muy de cerca. No me apetece sacrificar ni una cosa ni la otra en aras de una relación ni queda espacio para incluir un vínculo estable.
—En eso coincidimos.
—Ahora bien, me gusta el sexo.
—Bueno, pues practícalo conmigo. —Su sonrisa era toda una invitación erótica.
—Yo necesito que me una algo personal a los hombres con los que me acuesto. No tiene que tratarse de nada intenso ni profundo, pero el sexo para mí debe ser algo más que una fría transacción.
—¿Por qué?
No podía decirse que Zayn estuviera siendo frívolo. Por rara que fuese para él aquella conversación, se la estaba tomando en serio.
—Llámalo capricho, si quieres, pero no estoy hablando a la ligera. Me fastidia que me usen en cuestiones de sexo; me siento infravalorada.
—¿No puedes verlo como que tú me usas a mí?
—Contigo, no. —Estaba siendo muy persuasivo, muy contundente.
Pude ver en sus ojos el brillo del depredador cuando dejé mi debilidad al descubierto.
—Además —continué enseguida—, eso es semántica. En mis relaciones sexuales, necesito un intercambio equitativo o ser yo la dominante.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? Lo has dicho demasiado pronto, teniendo en cuenta que yo quiero combinar dos cosas que tú te esfuerzas muchísimo en evitar que se junten.
—No me siento a gusto con ello y no voy a pretender que lo entiendo, pero estoy escuchándote. Es un problema. Dime cómo lo remediamos.
Me quedé sin aliento. No me esperaba aquello. Zayn era un hombre que no quería complicaciones con el sexo, y yo una mujer que encontraba complicado el sexo; pero él no se daba por vencido. Todavía.
—Tenemos que ser amigos, Zayn. No compañeros del alma ni confidentes, pero sí dos personas que saben la una de la otra algo más que la anatomía. Para mí eso significa poder estar juntos sin tener que follar necesariamente. Y me temo que tendremos que pasar algunos ratos así en lugares donde nos veremos obligados a contenernos.
—¿No es lo que estamos haciendo ahora?
—Sí. Y a eso es a lo que me refiero. No creía que fueras capaz de hacerlo. Deberías haber actuado de un modo menos extraño. —Le tapé la boca con la mano cuando intentó interrumpirme—. Pero admito que intentaste buscar una oportunidad para hablar y yo no colaboré.
Empezó a mordisquearme los dedos de tal modo que tuve que protestar y retirar la mano.
—Oye, ¿por qué haces eso?
Se llevó a la boca mi mano mordida; la besó le pasó la lengua para aliviarla. Y para provocarme.
Respondí devolviéndola a mi regazo. Todavía no estaba segura de que hubiéramos dejado las cosas claras.
—Y para que no creas que hay expectativas exageradas, cuando tú y yo pasemos tiempo juntos sin follar, no pensaré que estamos saliendo, ¿vale?
—Lo tendré en cuenta. —Zayn sonrió, y mi decisión de estar con él se reforzó. Su sonrisa fue como un relámpago en la oscuridad, deslumbrador, bello y misterioso, y le deseé tanto que experimenté verdadero dolor físico.
Deslizó la mano por la parte trasera de mis muslos y me atrajo suavemente hacia él. El dobladillo de mi escaso vestido sin espalda quedó a una altura indecente, y los ojos de Zayn permanecieron clavados en la carne que él mismo había dejado al aire. Se humedeció los labios con la lengua en un gesto tan carnal y sugerente que casi pude sentir la caricia sobre mi piel.
La voz de Duffy, cantando «Mercy», subía desde la pista de baile de abajo. Sentí un inoportuno nudo en el estómago y me pasé la mano por él.
Había ya bebido mucho, pero me sorprendí a mí misma diciendo:
—Necesito otra copa.
****
Las quieroooo! :D
Si comentan, muuuuuucho, mañana les subo también.
zαчn-pαчnє
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
aaahhhh!!! acepto?????????? eso significa que acepto????? yeiiii!!!!
ya quiero que continúes!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
ya quiero que continúes!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
Isabela85
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Pensé que alguien los había vistooo cuando estaban en la oficina de Zayn sgaqkwjw
Aceptooo verdad??? Afajabahaj
Ameeeeeeee el cappppp
Sisisisiisisisisiis por fiiiisss sube cap mannanaaaaaaa sisisiisisisi
Besoooootes
Aceptooo verdad??? Afajabahaj
Ameeeeeeee el cappppp
Sisisisiisisisisiis por fiiiisss sube cap mannanaaaaaaa sisisiisisisi
Besoooootes
karencita_mb
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
oooooh siiii!! eso aqui y en China fue un
"si Zayn, follame cuando quieras sin compromisos!"
haha te adoro! gracias por subir capitulo :3 :hug:
aaah POR QUE NO HAY HOMBRES ASI EN LA VIDA
REAL?!!! POR QUEEEEE?! uff ya quiero leer
mas! haha no tengo llenadera con estas novelas
besos linda! xoxoxoxo :bye:
"si Zayn, follame cuando quieras sin compromisos!"
haha te adoro! gracias por subir capitulo :3 :hug:
aaah POR QUE NO HAY HOMBRES ASI EN LA VIDA
REAL?!!! POR QUEEEEE?! uff ya quiero leer
mas! haha no tengo llenadera con estas novelas
besos linda! xoxoxoxo :bye:
Janice Rangel
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
comenten por fis que quiero otro capitulo!!
xoxo
xoxo
Janice Rangel
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Please please yoo quierooo cap agahaksgaq
:wut: :wut: :wut:
:wut: :wut: :wut:
karencita_mb
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
OMFG! Soy tu nueva lectora, ¿No es lindo? Esta de lo mejor, mujer. Síguela rápido, porfitas. Me encanto :P cuídate y un beshooo <3
*GinaAgredo
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
SUBEEEEEEEEEEEEEEEEEEESIGUELAAAAAAAAAAAAA PORFIS SI
OLACHICAS SE PODIAN PASAR POR ESTA NOVE ESTA LINDA SI BESOS XX
https://onlywn.activoforo.com/t51082-2-temporada-de-una-relacion-a-muy-pronta-edad-odio-o-amor-harry-y-____tn
OLACHICAS SE PODIAN PASAR POR ESTA NOVE ESTA LINDA SI BESOS XX
https://onlywn.activoforo.com/t51082-2-temporada-de-una-relacion-a-muy-pronta-edad-odio-o-amor-harry-y-____tn
||Hazzy||
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
ooow quiero un capitulo please :( (bueno mas, maraton
si es posible pero no quiero verme tan abusiva y golosa) haha
si es posible pero no quiero verme tan abusiva y golosa) haha
Janice Rangel
Re: No Te Escondo Nada. [Zayn Malik] ·Hot·
Hola de nuevoooo! porque nos haces esto por dios ! porque !
:wut: :lloro:
Porfavor continualaaaaaa! Y por cierto... un maraton no vendria mal ! Besos !
:wut: :lloro:
Porfavor continualaaaaaa! Y por cierto... un maraton no vendria mal ! Besos !
Bermareva
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