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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Cap!! 6
Nick observaba a las damas mientras conversaban. Lambert había traído té y pasteles, y un plato de crema para su alteza.
—Usted dijo que se está hospedando en la casa, ¿verdad, señorita Peterson? —La tía Beatrice se sirvió el pastel más grande de todos.
—Sí. La señorita Hodgekiss partió inesperadamente la semana pasada y pensé que lo mejor sería instalarme aquí para ayudar a Nana. Ya tiene sus años.
—Claro que sí. ¿Y su familia puede arreglárselas sin usted?
______ hizo una pausa y Nick se inclinó hacia adelante. ¿Acaso sus ojos se habían ensombrecido?
—Oh, sí. Mi hermana tiene diecisiete, así que ya no necesita (ni desea) mi supervisión diaria.
—Humm. Y tengo entendido que vuestra madre murió hace muchos años, ¿no es verdad? —La tía Bea se sacudió del pecho algunas migajas.
—No mucho después de que Meg naciera. —______ sonrió, pero Nick vio la sombra de nuevo—. Yo crié a Meg y me ocupé de la casa, pero, bueno, las cosas cambian. Puedo permitirme sin problemas enseñar a las niñas hasta que la señorita Hodgekiss pueda regresar.
Nick observó a ______ mordisquear un trozo de pastel. Tenía una linda boca: el labio inferior era carnoso, el superior, arqueado y sobresalía ligeramente. Labios para ser besados. Observó la pequeña punta rosada de su lengua salir fugazmente para atrapar una migaja que se había escapado… y sintió una oleada de calor en cierta parte de su cuerpo. Era capaz de imaginar cosas deliciosas para que hiciera esa lengua.
—¿No te parece, Nicholas?
—¿Humm? —Apartó la mirada de los labios de la señorita Peterson para encontrarse con los ojos de tía Bea fijos en él—. Lo siento, tía. Me temo que estaba distraído.
La tía Bea resopló.
—¿Así lo llaman ahora? En mis tiempos…
Nick echó una ojeada a la expresión desconcertada de ______.
—Tía, para que no nos sonrojemos, ¿podrías simplemente repetir la pregunta?
La tía Beatrice también echó un vistazo a ______.
—Está bien. Estaba intentando convencer a la señorita Peterson para que nos acompañase en nuestra pequeña fiesta.
—¡Excelente sugerencia! —Nick sonrió abiertamente. En materia de buenas ideas, siempre se podía confiar en la inspiración de la tía Bea.
—Pero Lord Knightsdale, no hay manera de que yo me sume a sus invitados.
—¿Y se puede saber por qué no, señorita Peterson? Usted sería una bonita incorporación.
—Pero es que soy la institutriz.
—¡Bah! Sólo temporalmente. —La tía Bea ofreció a Reina un trocito de pastel. Tras olfatearlo cuidadosamente, su alteza levantó la nariz, rechazándolo.
—Su linaje es impecable… su padre es hijo de un conde, si mal no recuerdo.
—El cuarto hijo de un conde —aclaró la señorita Peterson.
—No importa. La sangre es lo suficientemente azul.
La taza de té de la señorita Peterson golpeó estrepitosamente el plato.
—¿Lo suficientemente azul para qué?
—Para la «flor y nata»*, señorita Peterson. —La tía Bea se metió en la boca la torta que Reina Bess había rechazado—. Supongo que usted nunca ha debutado socialmente, ¿verdad? —Las migas del pastel en su boca amortiguaron el sonido de la pregunta.
—No. Cuando yo tenía diecisiete años, Meg era una niña de apenas nueve. No quise dejarla sola y a mi padre no le interesaba enviarme a Londres. Supongo que podríamos haber conseguido que alguna de las hermanas de mi padre me presentase, pero no parecía valer la pena tomarse la molestia.
La tía Bea asintió con la cabeza, mientras sus plumas se balanceaban.
—Lady Gromwell, la condesa y Lady Fanning, la baronesa. Perfectamente aceptable. —Tomó otra torta—. ¿Usted acaba de decir que su hermana tiene diecisiete años? ¿Ella también rechazó un viaje a la ciudad?
—Así es. Nuestro padre le ofreció la oportunidad. Lady Elizabeth, la hermana del duque de Alvord, iba a debutar socialmente; Meg podría haber ido con ella. —La señorita Peterson suspiró, encogiendo ligeramente los hombros—. Me temo que Meg no se interesa por los vestidos o los volantes. Prefiere perder el tiempo en el campo, buscando plantas para agregar a su colección.
Hizo una pausa, mirando distraídamente dentro de su taza de té. Nick advirtió otra vez la misma expresión ensombrecida de antes. Ella apretó los labios.
—Y la situación en casa era… inestable.
¿Qué era lo que molestaba a la joven? Él deseaba ver en sus ojos risa —o chispas de enojo y pasión— no tristeza.
—Parece que a su hermana no le vendría mal algo de refinamiento, señorita Peterson —dijo la tía Bea—. Sugiero que la incluyamos entre los invitados a nuestra fiesta, Nicholas. Será la oportunidad perfecta para que acceda a la alta sociedad.
—Magnífica idea, tía. Y la señorita Peterson estará ahí para guiarla.
—Lady Beatrice, no me parece que…
—Nada, insistimos, ¿verdad, Nicholas?
—Sin duda. Yo la acompañaré hoy a su casa, señorita Peterson, para llevar la invitación personalmente.
—Pero…
—Vamos, señorita Peterson —dijo la tía Bea—. Estoy segura de que su padre no puede oponerse. Estará feliz de ver a su hija (a sus hijas) adquirir un poco de refinamiento.
La señorita Peterson dejó su taza de té y se irguió en la silla; el enojo le ensanchaba las ventanas de la nariz y le devolvía el fuego a su mirada.
—Lady Beatrice…
La tía levantó la mano.
—Vamos, señorita Peterson, no sea fastidiosa. ¿Por qué se opondría usted a un poco de diversión? Un poco de cartas, un par de días de campo, un baile. Todos ellos pasatiempos intachables.
La señorita Peterson adelantó la barbilla en un gesto combativo, como lo hacía Claire.
—Será necesario que atienda a las niñas.
—Por supuesto, pero no a cada instante del día, seguramente. Nana puede cuidarlas en la sala de estudio, ¿verdad? —La tía Beatrice miró a Nick.
—Claro que sí. —Sonrió abiertamente—. De hecho, es quien las está cuidando en este momento. Y tampoco son unas criaturas. Isabelle me pareció muy responsable.
—Demasiado responsable —dijo la señorita Peterson—. Y necesita mantenerse al día con sus lecciones.
—Lo cual hará. —Nick vio la victoria a su alcance—. Yo mismo visitaré la sala de estudio para colaborar, siempre y cuando no me pida usted que les enseñe a usar acuarelas. No puedo pintar (ni dibujar) nada.
—Eh…
—Entonces, está decidido. —La tía Bea se adueñó del último pastel—. Vaya a buscar su sombrero, señorita Peterson, que Nicholas la llevará a su casa ahora mismo.
—Pero…
La tía Bea hizo un gesto con las manos, como ahuyentándolos. La señorita Peterson miró a Nick. Él rio por lo bajo ante la confusa mezcla de frustración, enojo y resignación que vio en la cara de la joven. ¿E ilusión? ¿Había sin duda un rayo de ilusión también? Sospechaba que hacía mucho tiempo que la señorita Peterson no se permitía algo de diversión. Tal vez el placer era algo que nunca se había permitido.
Nick estaba decidido a cambiar eso. Descubrió que le encantaría darle placer. Delicioso placer. Caliente, sudoroso. Placer a la medianoche y al alba.
Observó el frufrú de su preciosa parte trasera mientras ella salía airada.
—Estás decidido por ella, ¿verdad?
Nicholas se encogió de hombros, volviéndose hacia su tía.
—Desde que recibimos la noticia de la muerte de Kevin me has estado fastidiando sin cesar para que me case. La señorita Peterson será una buena elección.
—Tienes muchas damas para elegir.
—A todas ellas ya las conozco.
—Ah, pero están más interesadas en ti ahora que eres el marqués de Knightsdale.
Nick sintió que se le retorcía el estómago. Dios, esa era una de las cosas que más detestaba de esa maldita situación: la adulación. Los mismos que ni siquiera veían al Mayor Draysmith, ahora se peleaban por saludar a Lord Knightsdale.
—Eso es parte del encanto de la señorita Peterson, tía. No creo que le interese un bledo mi título.
______ se obligó a bajar las escaleras con calma. Aún estaba que echaba chispas. ¡Qué descaro el de ese hombre! Venir aquí, después de todos esos años y sugerir que se casase con él. Juraría que ni siquiera la había reconocido al verla en la galería larga.
Él sólo quería que le diera hijos y los criara. Por cierto, que ella no iba a ofrecerse para que la dinastía Knightsdale pudiese continuar una generación más. Si se dejase llevar por lo que sentía en ese momento, con gusto acabaría de inmediato con el linaje. Y lo haría con sus propias manos.
Se detuvo en el rellano del segundo piso y apretó con tal fuerza el pasamanos que los nudillos se le pusieron blancos. Dio un profundo suspiro.
También estaba enojada consigo misma.
¿Por qué no podía ser feo: bizco, picado de viruela ojo robado? ¿Por qué tenía que ser el único hombre que aparecía en sus sueños?
Tocó sus mejillas encendidas. Él no sólo se le había aparecido en sueños. También había soñado despierta con él y con el beso que había visto.
Lo había invitado a su cama la misma noche que había corrido a casa después de verlo en el baile de bodas de Kevin.
Jesús, así era. La juiciosa niña de papá se había metido en la cama y después de apagar la vela había rememorado la escena de la terraza. Pero en sus pensamientos, era a ella a quien él besaba, no a una anónima dama londinense. Había intentado sentir sobre sus labios los de él, moviéndose. ¿Serían cálidos o fríos, húmedos o secos? Había imaginado los brazos de él rodeándola, apretándola contra su pecho, recorriéndola con sus manos… Apretó los ojos. Se negaba a recordar en qué partes de su cuerpo había imaginado esas manos.
Y ahora él le había propuesto matrimonio. Podía descubrir exactamente cómo se sentían esos labios. Lo que sus manos…
¡Basta! No podía casarse con él solamente para probar la precisión de su imaginación, ¿verdad? No. Indudablemente, no. Era extremadamente absurdo.
Continuó bajando las escaleras.
Se había sentido desfallecer en el despacho, al notar cómo los ojos de él parecían trazar el contorno de sus labios. A duras penas había conseguido prestar atención a las palabras de Lady Beatrice. Deberían obligarlo a vendarse los ojos: esa límpida mirada café entrañaba un peligro para las mujeres. Probablemente había sido el señuelo para atraer a sus brazos a innumerables damas de sociedad. Pues bien, ella no sería una más de sus víctimas, no importaba cuánto deseara serlo.
—Señorita Peterson… qué rapidez. Espléndido.
______ miró hacia abajo. De pie en el vestíbulo, Nick la miraba con una amplia sonrisa. El corazón le dio un vuelco antes de que pudiera dominarlo.
—No lleva tanto tiempo ponerse un sombrero, milord.
—¿No? Me rindo a su mayor conocimiento… es una tarea que nunca he intentado.
—¡Sin embargo, no dudo de su experiencia en quitar sombreros!
______ se mordió el labio. ¿De dónde había salido eso? Nunca antes había tenido problemas para refrenar su lengua. Mantuvo la vista al frente mientras salía por la puerta principal, pero sintió junto a la oreja el aliento tibio de Nick que reía entre dientes.
—Ah, señorita Peterson, ¿detecto palabras que quedaron por decir entre nosotros?
—No tengo la menor idea de a qué podría estar refiriéndose, milord.
—¿De manera que no está usted insinuando que le he quitado el sombrero a más de una dama?
______ sintió que una oleada de rubor le encendía las mejillas. Al oír las palabras en boca de él, se dio cuenta de que lo había acusado directamente de desnudar mujeres. Pero lo cierto es que ella no iba a admitirlo. Algunas mentiras eran necesarias para la propia conservación.
—Por supuesto que no, milord.
Él rio con un sonido profundo y cálido.
—Oh, señorita Peterson, veo que juntos vamos a pasarlo maravillosamente bien. ¿Puedo llamarla ______?
—Claro que no.
—Maravilloso. Y usted debe llamarme Nick. [oajajoajoajjaoaj xD parece que no escucho bien]
—Milord, ¿es que no me ha oído? No le he dado licencia para usar mi nombre de pila.
—Bien, ______, lo siento mucho pero voy a tomarme esa licencia. Algo que aprendí en la guerra es que uno debe preguntar cortésmente, pero si algo es crucial para la supervivencia, debe tomarlo (sin abandonar la cortesía, por supuesto). Y de verdad pienso que el usar su hermoso nombre, ______, es crucial para mi supervivencia. [
SORRY POR LA DEMORA PERO ESQUE NO TENIA MUCHO TIME ESPERO LES AYA GUSTADO LAS AMUU.....
Nick observaba a las damas mientras conversaban. Lambert había traído té y pasteles, y un plato de crema para su alteza.
—Usted dijo que se está hospedando en la casa, ¿verdad, señorita Peterson? —La tía Beatrice se sirvió el pastel más grande de todos.
—Sí. La señorita Hodgekiss partió inesperadamente la semana pasada y pensé que lo mejor sería instalarme aquí para ayudar a Nana. Ya tiene sus años.
—Claro que sí. ¿Y su familia puede arreglárselas sin usted?
______ hizo una pausa y Nick se inclinó hacia adelante. ¿Acaso sus ojos se habían ensombrecido?
—Oh, sí. Mi hermana tiene diecisiete, así que ya no necesita (ni desea) mi supervisión diaria.
—Humm. Y tengo entendido que vuestra madre murió hace muchos años, ¿no es verdad? —La tía Bea se sacudió del pecho algunas migajas.
—No mucho después de que Meg naciera. —______ sonrió, pero Nick vio la sombra de nuevo—. Yo crié a Meg y me ocupé de la casa, pero, bueno, las cosas cambian. Puedo permitirme sin problemas enseñar a las niñas hasta que la señorita Hodgekiss pueda regresar.
Nick observó a ______ mordisquear un trozo de pastel. Tenía una linda boca: el labio inferior era carnoso, el superior, arqueado y sobresalía ligeramente. Labios para ser besados. Observó la pequeña punta rosada de su lengua salir fugazmente para atrapar una migaja que se había escapado… y sintió una oleada de calor en cierta parte de su cuerpo. Era capaz de imaginar cosas deliciosas para que hiciera esa lengua.
—¿No te parece, Nicholas?
—¿Humm? —Apartó la mirada de los labios de la señorita Peterson para encontrarse con los ojos de tía Bea fijos en él—. Lo siento, tía. Me temo que estaba distraído.
La tía Bea resopló.
—¿Así lo llaman ahora? En mis tiempos…
Nick echó una ojeada a la expresión desconcertada de ______.
—Tía, para que no nos sonrojemos, ¿podrías simplemente repetir la pregunta?
La tía Beatrice también echó un vistazo a ______.
—Está bien. Estaba intentando convencer a la señorita Peterson para que nos acompañase en nuestra pequeña fiesta.
—¡Excelente sugerencia! —Nick sonrió abiertamente. En materia de buenas ideas, siempre se podía confiar en la inspiración de la tía Bea.
—Pero Lord Knightsdale, no hay manera de que yo me sume a sus invitados.
—¿Y se puede saber por qué no, señorita Peterson? Usted sería una bonita incorporación.
—Pero es que soy la institutriz.
—¡Bah! Sólo temporalmente. —La tía Bea ofreció a Reina un trocito de pastel. Tras olfatearlo cuidadosamente, su alteza levantó la nariz, rechazándolo.
—Su linaje es impecable… su padre es hijo de un conde, si mal no recuerdo.
—El cuarto hijo de un conde —aclaró la señorita Peterson.
—No importa. La sangre es lo suficientemente azul.
La taza de té de la señorita Peterson golpeó estrepitosamente el plato.
—¿Lo suficientemente azul para qué?
—Para la «flor y nata»*, señorita Peterson. —La tía Bea se metió en la boca la torta que Reina Bess había rechazado—. Supongo que usted nunca ha debutado socialmente, ¿verdad? —Las migas del pastel en su boca amortiguaron el sonido de la pregunta.
—No. Cuando yo tenía diecisiete años, Meg era una niña de apenas nueve. No quise dejarla sola y a mi padre no le interesaba enviarme a Londres. Supongo que podríamos haber conseguido que alguna de las hermanas de mi padre me presentase, pero no parecía valer la pena tomarse la molestia.
La tía Bea asintió con la cabeza, mientras sus plumas se balanceaban.
—Lady Gromwell, la condesa y Lady Fanning, la baronesa. Perfectamente aceptable. —Tomó otra torta—. ¿Usted acaba de decir que su hermana tiene diecisiete años? ¿Ella también rechazó un viaje a la ciudad?
—Así es. Nuestro padre le ofreció la oportunidad. Lady Elizabeth, la hermana del duque de Alvord, iba a debutar socialmente; Meg podría haber ido con ella. —La señorita Peterson suspiró, encogiendo ligeramente los hombros—. Me temo que Meg no se interesa por los vestidos o los volantes. Prefiere perder el tiempo en el campo, buscando plantas para agregar a su colección.
Hizo una pausa, mirando distraídamente dentro de su taza de té. Nick advirtió otra vez la misma expresión ensombrecida de antes. Ella apretó los labios.
—Y la situación en casa era… inestable.
¿Qué era lo que molestaba a la joven? Él deseaba ver en sus ojos risa —o chispas de enojo y pasión— no tristeza.
—Parece que a su hermana no le vendría mal algo de refinamiento, señorita Peterson —dijo la tía Bea—. Sugiero que la incluyamos entre los invitados a nuestra fiesta, Nicholas. Será la oportunidad perfecta para que acceda a la alta sociedad.
—Magnífica idea, tía. Y la señorita Peterson estará ahí para guiarla.
—Lady Beatrice, no me parece que…
—Nada, insistimos, ¿verdad, Nicholas?
—Sin duda. Yo la acompañaré hoy a su casa, señorita Peterson, para llevar la invitación personalmente.
—Pero…
—Vamos, señorita Peterson —dijo la tía Bea—. Estoy segura de que su padre no puede oponerse. Estará feliz de ver a su hija (a sus hijas) adquirir un poco de refinamiento.
La señorita Peterson dejó su taza de té y se irguió en la silla; el enojo le ensanchaba las ventanas de la nariz y le devolvía el fuego a su mirada.
—Lady Beatrice…
La tía levantó la mano.
—Vamos, señorita Peterson, no sea fastidiosa. ¿Por qué se opondría usted a un poco de diversión? Un poco de cartas, un par de días de campo, un baile. Todos ellos pasatiempos intachables.
La señorita Peterson adelantó la barbilla en un gesto combativo, como lo hacía Claire.
—Será necesario que atienda a las niñas.
—Por supuesto, pero no a cada instante del día, seguramente. Nana puede cuidarlas en la sala de estudio, ¿verdad? —La tía Beatrice miró a Nick.
—Claro que sí. —Sonrió abiertamente—. De hecho, es quien las está cuidando en este momento. Y tampoco son unas criaturas. Isabelle me pareció muy responsable.
—Demasiado responsable —dijo la señorita Peterson—. Y necesita mantenerse al día con sus lecciones.
—Lo cual hará. —Nick vio la victoria a su alcance—. Yo mismo visitaré la sala de estudio para colaborar, siempre y cuando no me pida usted que les enseñe a usar acuarelas. No puedo pintar (ni dibujar) nada.
—Eh…
—Entonces, está decidido. —La tía Bea se adueñó del último pastel—. Vaya a buscar su sombrero, señorita Peterson, que Nicholas la llevará a su casa ahora mismo.
—Pero…
La tía Bea hizo un gesto con las manos, como ahuyentándolos. La señorita Peterson miró a Nick. Él rio por lo bajo ante la confusa mezcla de frustración, enojo y resignación que vio en la cara de la joven. ¿E ilusión? ¿Había sin duda un rayo de ilusión también? Sospechaba que hacía mucho tiempo que la señorita Peterson no se permitía algo de diversión. Tal vez el placer era algo que nunca se había permitido.
Nick estaba decidido a cambiar eso. Descubrió que le encantaría darle placer. Delicioso placer. Caliente, sudoroso. Placer a la medianoche y al alba.
Observó el frufrú de su preciosa parte trasera mientras ella salía airada.
—Estás decidido por ella, ¿verdad?
Nicholas se encogió de hombros, volviéndose hacia su tía.
—Desde que recibimos la noticia de la muerte de Kevin me has estado fastidiando sin cesar para que me case. La señorita Peterson será una buena elección.
—Tienes muchas damas para elegir.
—A todas ellas ya las conozco.
—Ah, pero están más interesadas en ti ahora que eres el marqués de Knightsdale.
Nick sintió que se le retorcía el estómago. Dios, esa era una de las cosas que más detestaba de esa maldita situación: la adulación. Los mismos que ni siquiera veían al Mayor Draysmith, ahora se peleaban por saludar a Lord Knightsdale.
—Eso es parte del encanto de la señorita Peterson, tía. No creo que le interese un bledo mi título.
______ se obligó a bajar las escaleras con calma. Aún estaba que echaba chispas. ¡Qué descaro el de ese hombre! Venir aquí, después de todos esos años y sugerir que se casase con él. Juraría que ni siquiera la había reconocido al verla en la galería larga.
Él sólo quería que le diera hijos y los criara. Por cierto, que ella no iba a ofrecerse para que la dinastía Knightsdale pudiese continuar una generación más. Si se dejase llevar por lo que sentía en ese momento, con gusto acabaría de inmediato con el linaje. Y lo haría con sus propias manos.
Se detuvo en el rellano del segundo piso y apretó con tal fuerza el pasamanos que los nudillos se le pusieron blancos. Dio un profundo suspiro.
También estaba enojada consigo misma.
¿Por qué no podía ser feo: bizco, picado de viruela ojo robado? ¿Por qué tenía que ser el único hombre que aparecía en sus sueños?
Tocó sus mejillas encendidas. Él no sólo se le había aparecido en sueños. También había soñado despierta con él y con el beso que había visto.
Lo había invitado a su cama la misma noche que había corrido a casa después de verlo en el baile de bodas de Kevin.
Jesús, así era. La juiciosa niña de papá se había metido en la cama y después de apagar la vela había rememorado la escena de la terraza. Pero en sus pensamientos, era a ella a quien él besaba, no a una anónima dama londinense. Había intentado sentir sobre sus labios los de él, moviéndose. ¿Serían cálidos o fríos, húmedos o secos? Había imaginado los brazos de él rodeándola, apretándola contra su pecho, recorriéndola con sus manos… Apretó los ojos. Se negaba a recordar en qué partes de su cuerpo había imaginado esas manos.
Y ahora él le había propuesto matrimonio. Podía descubrir exactamente cómo se sentían esos labios. Lo que sus manos…
¡Basta! No podía casarse con él solamente para probar la precisión de su imaginación, ¿verdad? No. Indudablemente, no. Era extremadamente absurdo.
Continuó bajando las escaleras.
Se había sentido desfallecer en el despacho, al notar cómo los ojos de él parecían trazar el contorno de sus labios. A duras penas había conseguido prestar atención a las palabras de Lady Beatrice. Deberían obligarlo a vendarse los ojos: esa límpida mirada café entrañaba un peligro para las mujeres. Probablemente había sido el señuelo para atraer a sus brazos a innumerables damas de sociedad. Pues bien, ella no sería una más de sus víctimas, no importaba cuánto deseara serlo.
—Señorita Peterson… qué rapidez. Espléndido.
______ miró hacia abajo. De pie en el vestíbulo, Nick la miraba con una amplia sonrisa. El corazón le dio un vuelco antes de que pudiera dominarlo.
—No lleva tanto tiempo ponerse un sombrero, milord.
—¿No? Me rindo a su mayor conocimiento… es una tarea que nunca he intentado.
—¡Sin embargo, no dudo de su experiencia en quitar sombreros!
______ se mordió el labio. ¿De dónde había salido eso? Nunca antes había tenido problemas para refrenar su lengua. Mantuvo la vista al frente mientras salía por la puerta principal, pero sintió junto a la oreja el aliento tibio de Nick que reía entre dientes.
—Ah, señorita Peterson, ¿detecto palabras que quedaron por decir entre nosotros?
—No tengo la menor idea de a qué podría estar refiriéndose, milord.
—¿De manera que no está usted insinuando que le he quitado el sombrero a más de una dama?
______ sintió que una oleada de rubor le encendía las mejillas. Al oír las palabras en boca de él, se dio cuenta de que lo había acusado directamente de desnudar mujeres. Pero lo cierto es que ella no iba a admitirlo. Algunas mentiras eran necesarias para la propia conservación.
—Por supuesto que no, milord.
Él rio con un sonido profundo y cálido.
—Oh, señorita Peterson, veo que juntos vamos a pasarlo maravillosamente bien. ¿Puedo llamarla ______?
—Claro que no.
—Maravilloso. Y usted debe llamarme Nick. [oajajoajoajjaoaj xD parece que no escucho bien]
—Milord, ¿es que no me ha oído? No le he dado licencia para usar mi nombre de pila.
—Bien, ______, lo siento mucho pero voy a tomarme esa licencia. Algo que aprendí en la guerra es que uno debe preguntar cortésmente, pero si algo es crucial para la supervivencia, debe tomarlo (sin abandonar la cortesía, por supuesto). Y de verdad pienso que el usar su hermoso nombre, ______, es crucial para mi supervivencia. [
SORRY POR LA DEMORA PERO ESQUE NO TENIA MUCHO TIME ESPERO LES AYA GUSTADO LAS AMUU.....
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Omg ame el capituloooo!!!
Jajajaja no puedo con nick xD!
Siiguela :P
Jajajaja no puedo con nick xD!
Siiguela :P
maiih* [:
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Cap!! 7
A ______ no se le ocurría absolutamente nada que decir. Estaba segura de estar boquiabierta… más aún al sentir unas manos amplias y cálidas que le rodearon la cintura y la levantaron para depositarla en el carrocín. Él se sentó a su lado y la miró con una amplia sonrisa. La joven cerró las mandíbulas con tal rapidez que pudo oírlas crujir.
Para terminar de perturbarla, el asiento del carrocín era extremadamente estrecho. Sentía claramente contra su cuerpo la presión del costado, cadera y pierna de Nick. Eran asombrosamente firmes, como una roca. Se movió, intentando poner más distancia entre ellos. Él se movió con ella.
—Milord, me esté empujando.
—Nick, ______. Sabe que me llamo Nicholas. De niña, usted solía llamarme Nick.
—Y ahora no lo oirá usted de mis labios, milord. Al menos yo tengo alguna noción de lo que es el decoro.
—Humm. Quizás yo pueda convencer a esos labios.
Antes de que imaginase siquiera lo que Nicholas se disponía a hacer, ______ sintió sobre su boca la de él.
Sus ojos se cerraron, no podía —o no quería— decir sí para evitar conmoverse por la proximidad del rostro de Nick, o para concentrarse en el contacto de esos labios que cubrían los suyos. Fue un brevísimo roce —seco y fresco— pero ella lo sintió a lo largo de todo su cuerpo. Encendió un extraño fuego abrasador en su vientre, un fuego que había permanecido encendido como un rescoldo en sus sueños, pero que nunca había ardido en libertad. Un fuego que temía que la consumiera.
¡Jesús, sí que estaba en problemas!
Riendo entre dientes, Nicholas volvió a su lado del asiento. Habría preferido explorar más largamente la boca de ______; pero los caballos estaban inquietos y además podía suceder que ella protestara y lo dejara sin sentido de una bofetada. Sin mencionar que la escena podía ser vista desde las numerosas ventanas de Knightsdale. ¿Estaría tía Bea espiándolos desde alguna de ellas? ¿O quizás la pequeña Claire?
No le importaba. Sonrió abiertamente, sintiendo una ridícula necesidad de reír. No se había sentido tan alegremente despreocupado en años —desde luego no desde que había partido para la Península—. Indudablemente no después de haberse enterado de la muerte de Kevin. Ni siquiera cuando era un flamante universitario de parranda por Londres recordaba haber sentido esta alegría pura y libre de cuidados. En aquel entonces había creído llevar una vida maravillosa, adquiriendo una brillante pátina de sofisticación, pero demasiadas mañanas después de una noche de libertinaje había sentido esa pátina como una especie de herrumbre.
Aspiró una profunda bocanada del fresco aire inglés, impregnándose del perfume de la hierba recién cortada. Tal vez no se había sentido de ese modo desde la niñez, cuando tenía ante sí todo un glorioso día para llenarlo pescando, cabalgando y jugando a Robin Hood o a los Caballeros de la Mesa Redonda… con la joven que ahora estaba a su lado, a menudo pisándole los talones. Rió entre dientes. ¿Quién habría imaginado que algún día sentiría algo que no fuera enojo hacia esa molesta niñita de rizos a la que él había apodado «Enana»?
—¿Qué lo divierte tanto, milord?
¿De modo que la señorita Peterson iba a darse aires? Le echó una rápida mirada. Sí, su naricilla apuntaba hacia arriba.
—¿Sabía usted que los demás muchachos la llamaban «Sombra»?
—¿Qué? —Se giró para mirarlo—. ¿De qué está hablando?
—Cuando éramos niños. Los otros muchachos la llamaban «Sombra», porque me seguía por todas partes.
—Oh. —Contempló el paisaje y un débil rubor coloreó sus mejillas.
—Pero yo no la llamaba así. No me molestaba que me siguiera.
—Usted me llamaba «Enana».
—Bueno, era pequeña. Ahora tampoco es muy alta que digamos, aunque algunas partes de su cuerpo… —Nick dejó que sus ojos se posaran en sus bien formados senos—, han crecido considerablemente.
—¡Milord! —Ahora sus mejillas ardían. Nicholas se preparó para la bofetada.
—Sus manos, por ejemplo —dijo riendo—. Estoy seguro que ahora son más grandes. También la barbilla. Sus encantadores, eh, p…[ ]
______ tomó aire haciendo que esa parte de su anatomía que él tenía en mente sobresaliera tentadoramente.
—… pies también han crecido desde que usted era una chiquilla.
—Milord, es usted tan… escurridizo.
—¿Disculpe? —Nick puso su mejor expresión de inocencia—. Le aseguro que no sé a qué se refiere.
—¡Sí que lo sabe! Que sus palabras escapan a mi comprensión. Cuando creo entender de qué habla, de algún modo se las arregla para desorientarme. Es tan difícil estar segura de qué habla como lo es atrapar con las manos una trucha.
—Querida —dijo Nick, con la voz repentinamente ronca por el erotismo de la imagen que su tosca e ingenua comparación había disparado en su mente—, cuando usted quiera atraparme, por favor, hágalo. Me hará feliz complacerla dejándome atrapar. Si yo fuese una trucha, sería un placer nadar en su estrecha y húmeda, eh… —Nick tragó saliva, refrenando su imaginación.
Ella le lanzó una mirada perpleja pero cautelosa.
—Lo está haciendo de nuevo.
Nicholas le recordó a su cuerpo que debía comportarse. Su voz era más clara esta vez.
—¿Estoy haciendo qué?
—No se haga el inocente. Usted quería decir otra cosa, ¿no es así?
—No.
—Sí, así es.
Nick sonrió mostrando los dientes.
—Bueno, quizás.
—Dígame qué.
—Oh, no, ______, amor mío. Claro que no se lo diré. Se lo mostraré… pero sólo una vez que estemos casados.
Nick rió para sí, imaginando que podía oír rechinar los dientes de ella. Contempló el edificio de piedra que tenía delante, que le era tan familiar, donde había pasado tantas horas aprendiendo griego y latín con el reverendo Peterson.
—¿Encontraremos a su padre en casa?
—Sí.
Nick percibió la repentina frialdad del tono de ______. ¿Cuál sería el motivo?
—¿Y a su hermana?
______ se encogió de hombros.
—Meg probablemente esté fuera de casa, excavando la tierra en alguna parte. Si mi padre y… —Se interrumpió. Las ventanas de la nariz se le ensancharon, al tiempo que la expresión de su boca se endureció.
—¿Y quién? —la instó a terminar la frase, mientras detenía el carrocín.
______ levantó la barbilla y enderezó los hombros, como un soldado preparándose para el combate. Él dejó a un lado las bromas. Estaba bastante seguro de haber encontrado la causa de la mirada ensombrecida de Emma.
—… y la señora Graham —______ terminó la frase—. La señora Harriet Graham. Es viuda. Ayuda en la iglesia, con las flores y ese tipo de cosas.
—¿Y?
—¿Y qué, milord?
—¿Y por qué al pensar en la señora Harriet Graham, viuda, se pone tan tiesa como si se hubiese tragado un atizador caliente?
—No sé a qué se refiere.
—No puede ser el simple hecho de que ayude en la iglesia, ¿verdad? —Nick vio que ______ tenía los ojos clavados en el suelo—. Usted ha dicho «mi padre y…». El problema es el «y», ¿no es así? ¿Acaso esa señora Graham es una arpía de la peor calaña?
Ella negó con la cabeza.
—Por supuesto que no. La señora Graham es un buen miembro de nuestra iglesia.
—¿Pero quizás no es un miembro tan bueno de vuestra familia?
—¿Va a ayudarme a bajar de este carrocín o tengo que apearme de un salto?
—La ayudaré, querida. —Nicholas rodeó el carruaje y la tomó de la cintura. No la deslizó hacia abajo contra su cuerpo, como deseaba hacerlo, ni la atrajo contra él al depositarla en el suelo. Pero tampoco la soltó de inmediato. Disfrutaba demasiado de la curva de su cintura bajo sus manos.
Para sorpresa de él, ______ no se apartó. Permaneció quieta, con la mirada baja, los ojos ocultos por el sombrero.
—______, ¿está usted bien?
—Sí. Por supuesto. —Levantó la vista y lo miró un momento, para luego retroceder. La soltó—. Lo siento. Venga por aquí —dijo la joven.
La siguió hacia el interior de la casa. Apenas entró percibió ese olor: el olor del saber, olor a libros viejos, a cuero, papel y tinta. Había respirado ese aroma tan a menudo cuando era un muchacho que luchaba con las declinaciones del latín. También lo había respirado en la universidad, pero éste era mejor. Olía a hogar. El padre de ______ había sido un buen maestro. Estricto, exigente, pero siempre con comentarios alentadores. Nicholas había trabajado duro para ganar su aprobación.
De hecho, había deseado que el reverendo Peterson fuese su padre. Quizás esa era una de las razones por las que había tolerado a ______. La había visto como una hermanita.
Claro que no era así como la veía ahora.
______ se detuvo fuera del despacho de su padre y golpeó la puerta pausadamente.
—Tenemos visita, padre.
—Adelante, por favor.
La joven empujó la puerta. Nick se quedó helado en el umbral.
El reverendo Peterson había envejecido en los últimos veinte años. Tenía el cabello gris, las mejillas levemente hundidas, los huesos de la cara más marcados. Nick lo sabía. Hacía sólo cuatro meses que lo había visto en el funeral de Kevin. Pero era distinto verlo allí, en su despacho… en esa habitación en la que el tiempo debería moverse en círculo.
—Milord —dijo el reverendo Peterson, incorporándose—, es un placer volver a verle. Todos nos alegramos de que haya regresado a Knightsdale, su hogar.
Nick esbozó una amplia sonrisa.
—Finalmente. Gracias por no decirlo.
La sonrisa del reverendo Peterson no había cambiado. Sus labios sólo se curvaban ligeramente pero los ojos le brillaban tras las gafas.
—Nunca osaría criticar a un marqués.
—En voz alta.
Los labios del párroco se movieron nerviosamente y se marcaron las arrugas en el rabillo del ojo.
—Sólo estaba ansioso por tenerlo entre nosotros, milord. —Se volvió hacia una mujer menuda que estaba sentada en una silla junto a su escritorio—. Permítame presentarle a la señora Harriet Graham. La señora Graham es relativamente nueva en Knightsdale, milord, pero desde que llegó ha sido un miembro muy activo de la parroquia.
—Señora Graham.
Nicholas le dio la mano a la mujer. La irritación de ______ era casi palpable. Aún permanecía de pie, tiesa junto a la puerta.
—Milord. —La señora Graham le sonrió con calma. La mujer le gustó inmediatamente. Tenía un rostro agradable y tranquilo, cálidos ojos marrones y cabello castaño que se estaba tornando gris.
«Así que ésta es la arpía.» Parecía una mujer común, de mediana edad, no una candidata a madrastra malvada.
—Reverendo, he venido a traer una invitación para sus dos hijas.
A ______ no se le ocurría absolutamente nada que decir. Estaba segura de estar boquiabierta… más aún al sentir unas manos amplias y cálidas que le rodearon la cintura y la levantaron para depositarla en el carrocín. Él se sentó a su lado y la miró con una amplia sonrisa. La joven cerró las mandíbulas con tal rapidez que pudo oírlas crujir.
Para terminar de perturbarla, el asiento del carrocín era extremadamente estrecho. Sentía claramente contra su cuerpo la presión del costado, cadera y pierna de Nick. Eran asombrosamente firmes, como una roca. Se movió, intentando poner más distancia entre ellos. Él se movió con ella.
—Milord, me esté empujando.
—Nick, ______. Sabe que me llamo Nicholas. De niña, usted solía llamarme Nick.
—Y ahora no lo oirá usted de mis labios, milord. Al menos yo tengo alguna noción de lo que es el decoro.
—Humm. Quizás yo pueda convencer a esos labios.
Antes de que imaginase siquiera lo que Nicholas se disponía a hacer, ______ sintió sobre su boca la de él.
Sus ojos se cerraron, no podía —o no quería— decir sí para evitar conmoverse por la proximidad del rostro de Nick, o para concentrarse en el contacto de esos labios que cubrían los suyos. Fue un brevísimo roce —seco y fresco— pero ella lo sintió a lo largo de todo su cuerpo. Encendió un extraño fuego abrasador en su vientre, un fuego que había permanecido encendido como un rescoldo en sus sueños, pero que nunca había ardido en libertad. Un fuego que temía que la consumiera.
¡Jesús, sí que estaba en problemas!
Riendo entre dientes, Nicholas volvió a su lado del asiento. Habría preferido explorar más largamente la boca de ______; pero los caballos estaban inquietos y además podía suceder que ella protestara y lo dejara sin sentido de una bofetada. Sin mencionar que la escena podía ser vista desde las numerosas ventanas de Knightsdale. ¿Estaría tía Bea espiándolos desde alguna de ellas? ¿O quizás la pequeña Claire?
No le importaba. Sonrió abiertamente, sintiendo una ridícula necesidad de reír. No se había sentido tan alegremente despreocupado en años —desde luego no desde que había partido para la Península—. Indudablemente no después de haberse enterado de la muerte de Kevin. Ni siquiera cuando era un flamante universitario de parranda por Londres recordaba haber sentido esta alegría pura y libre de cuidados. En aquel entonces había creído llevar una vida maravillosa, adquiriendo una brillante pátina de sofisticación, pero demasiadas mañanas después de una noche de libertinaje había sentido esa pátina como una especie de herrumbre.
Aspiró una profunda bocanada del fresco aire inglés, impregnándose del perfume de la hierba recién cortada. Tal vez no se había sentido de ese modo desde la niñez, cuando tenía ante sí todo un glorioso día para llenarlo pescando, cabalgando y jugando a Robin Hood o a los Caballeros de la Mesa Redonda… con la joven que ahora estaba a su lado, a menudo pisándole los talones. Rió entre dientes. ¿Quién habría imaginado que algún día sentiría algo que no fuera enojo hacia esa molesta niñita de rizos a la que él había apodado «Enana»?
—¿Qué lo divierte tanto, milord?
¿De modo que la señorita Peterson iba a darse aires? Le echó una rápida mirada. Sí, su naricilla apuntaba hacia arriba.
—¿Sabía usted que los demás muchachos la llamaban «Sombra»?
—¿Qué? —Se giró para mirarlo—. ¿De qué está hablando?
—Cuando éramos niños. Los otros muchachos la llamaban «Sombra», porque me seguía por todas partes.
—Oh. —Contempló el paisaje y un débil rubor coloreó sus mejillas.
—Pero yo no la llamaba así. No me molestaba que me siguiera.
—Usted me llamaba «Enana».
—Bueno, era pequeña. Ahora tampoco es muy alta que digamos, aunque algunas partes de su cuerpo… —Nick dejó que sus ojos se posaran en sus bien formados senos—, han crecido considerablemente.
—¡Milord! —Ahora sus mejillas ardían. Nicholas se preparó para la bofetada.
—Sus manos, por ejemplo —dijo riendo—. Estoy seguro que ahora son más grandes. También la barbilla. Sus encantadores, eh, p…[ ]
______ tomó aire haciendo que esa parte de su anatomía que él tenía en mente sobresaliera tentadoramente.
—… pies también han crecido desde que usted era una chiquilla.
—Milord, es usted tan… escurridizo.
—¿Disculpe? —Nick puso su mejor expresión de inocencia—. Le aseguro que no sé a qué se refiere.
—¡Sí que lo sabe! Que sus palabras escapan a mi comprensión. Cuando creo entender de qué habla, de algún modo se las arregla para desorientarme. Es tan difícil estar segura de qué habla como lo es atrapar con las manos una trucha.
—Querida —dijo Nick, con la voz repentinamente ronca por el erotismo de la imagen que su tosca e ingenua comparación había disparado en su mente—, cuando usted quiera atraparme, por favor, hágalo. Me hará feliz complacerla dejándome atrapar. Si yo fuese una trucha, sería un placer nadar en su estrecha y húmeda, eh… —Nick tragó saliva, refrenando su imaginación.
Ella le lanzó una mirada perpleja pero cautelosa.
—Lo está haciendo de nuevo.
Nicholas le recordó a su cuerpo que debía comportarse. Su voz era más clara esta vez.
—¿Estoy haciendo qué?
—No se haga el inocente. Usted quería decir otra cosa, ¿no es así?
—No.
—Sí, así es.
Nick sonrió mostrando los dientes.
—Bueno, quizás.
—Dígame qué.
—Oh, no, ______, amor mío. Claro que no se lo diré. Se lo mostraré… pero sólo una vez que estemos casados.
Nick rió para sí, imaginando que podía oír rechinar los dientes de ella. Contempló el edificio de piedra que tenía delante, que le era tan familiar, donde había pasado tantas horas aprendiendo griego y latín con el reverendo Peterson.
—¿Encontraremos a su padre en casa?
—Sí.
Nick percibió la repentina frialdad del tono de ______. ¿Cuál sería el motivo?
—¿Y a su hermana?
______ se encogió de hombros.
—Meg probablemente esté fuera de casa, excavando la tierra en alguna parte. Si mi padre y… —Se interrumpió. Las ventanas de la nariz se le ensancharon, al tiempo que la expresión de su boca se endureció.
—¿Y quién? —la instó a terminar la frase, mientras detenía el carrocín.
______ levantó la barbilla y enderezó los hombros, como un soldado preparándose para el combate. Él dejó a un lado las bromas. Estaba bastante seguro de haber encontrado la causa de la mirada ensombrecida de Emma.
—… y la señora Graham —______ terminó la frase—. La señora Harriet Graham. Es viuda. Ayuda en la iglesia, con las flores y ese tipo de cosas.
—¿Y?
—¿Y qué, milord?
—¿Y por qué al pensar en la señora Harriet Graham, viuda, se pone tan tiesa como si se hubiese tragado un atizador caliente?
—No sé a qué se refiere.
—No puede ser el simple hecho de que ayude en la iglesia, ¿verdad? —Nick vio que ______ tenía los ojos clavados en el suelo—. Usted ha dicho «mi padre y…». El problema es el «y», ¿no es así? ¿Acaso esa señora Graham es una arpía de la peor calaña?
Ella negó con la cabeza.
—Por supuesto que no. La señora Graham es un buen miembro de nuestra iglesia.
—¿Pero quizás no es un miembro tan bueno de vuestra familia?
—¿Va a ayudarme a bajar de este carrocín o tengo que apearme de un salto?
—La ayudaré, querida. —Nicholas rodeó el carruaje y la tomó de la cintura. No la deslizó hacia abajo contra su cuerpo, como deseaba hacerlo, ni la atrajo contra él al depositarla en el suelo. Pero tampoco la soltó de inmediato. Disfrutaba demasiado de la curva de su cintura bajo sus manos.
Para sorpresa de él, ______ no se apartó. Permaneció quieta, con la mirada baja, los ojos ocultos por el sombrero.
—______, ¿está usted bien?
—Sí. Por supuesto. —Levantó la vista y lo miró un momento, para luego retroceder. La soltó—. Lo siento. Venga por aquí —dijo la joven.
La siguió hacia el interior de la casa. Apenas entró percibió ese olor: el olor del saber, olor a libros viejos, a cuero, papel y tinta. Había respirado ese aroma tan a menudo cuando era un muchacho que luchaba con las declinaciones del latín. También lo había respirado en la universidad, pero éste era mejor. Olía a hogar. El padre de ______ había sido un buen maestro. Estricto, exigente, pero siempre con comentarios alentadores. Nicholas había trabajado duro para ganar su aprobación.
De hecho, había deseado que el reverendo Peterson fuese su padre. Quizás esa era una de las razones por las que había tolerado a ______. La había visto como una hermanita.
Claro que no era así como la veía ahora.
______ se detuvo fuera del despacho de su padre y golpeó la puerta pausadamente.
—Tenemos visita, padre.
—Adelante, por favor.
La joven empujó la puerta. Nick se quedó helado en el umbral.
El reverendo Peterson había envejecido en los últimos veinte años. Tenía el cabello gris, las mejillas levemente hundidas, los huesos de la cara más marcados. Nick lo sabía. Hacía sólo cuatro meses que lo había visto en el funeral de Kevin. Pero era distinto verlo allí, en su despacho… en esa habitación en la que el tiempo debería moverse en círculo.
—Milord —dijo el reverendo Peterson, incorporándose—, es un placer volver a verle. Todos nos alegramos de que haya regresado a Knightsdale, su hogar.
Nick esbozó una amplia sonrisa.
—Finalmente. Gracias por no decirlo.
La sonrisa del reverendo Peterson no había cambiado. Sus labios sólo se curvaban ligeramente pero los ojos le brillaban tras las gafas.
—Nunca osaría criticar a un marqués.
—En voz alta.
Los labios del párroco se movieron nerviosamente y se marcaron las arrugas en el rabillo del ojo.
—Sólo estaba ansioso por tenerlo entre nosotros, milord. —Se volvió hacia una mujer menuda que estaba sentada en una silla junto a su escritorio—. Permítame presentarle a la señora Harriet Graham. La señora Graham es relativamente nueva en Knightsdale, milord, pero desde que llegó ha sido un miembro muy activo de la parroquia.
—Señora Graham.
Nicholas le dio la mano a la mujer. La irritación de ______ era casi palpable. Aún permanecía de pie, tiesa junto a la puerta.
—Milord. —La señora Graham le sonrió con calma. La mujer le gustó inmediatamente. Tenía un rostro agradable y tranquilo, cálidos ojos marrones y cabello castaño que se estaba tornando gris.
«Así que ésta es la arpía.» Parecía una mujer común, de mediana edad, no una candidata a madrastra malvada.
—Reverendo, he venido a traer una invitación para sus dos hijas.
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
MeEncantoMeEncantoMeEncanto!! Jajaja
maiih* [:
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
siguela siguelaaa plis!!! jajaja que atravido nick!!
#Fire Rouge..*
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
lo siento por la demora esque
no tenia internet pero ya les dejo un cap
si quieren mas me avisan ok tkm..
Cap ¡! 8
______ observó a Nick tomar la mano de la señora Graham. No le había sorprendido encontrar a la mujer en el despacho con su padre. ¡Jesús, esa mujer prácticamente vivía en la parroquia! Quizás efectivamente viviría allí si Meg se hospedaba unos días en Knightsdale, para la fiesta.
La joven se mordió el labio. No, realmente no se imaginaba a su padre quebrantando la ley de Dios, viviendo en pecado con una mujer, ni siquiera con una Jezabel como Harriet Graham.
—Asistirán algunas damas de la edad de la señorita Margaret Peterson. Mi tía, Lady Beatrice, ha pensado que ésta podría ser una excelente oportunidad para que su hija menor se mojara los pies en el estanque social, por así decirlo, y en un entorno familiar, con la guía de su hermana mayor.
—¿Y quién guiará a la hermana mayor?
—Papá, no soy un vegetal. Me las arreglaré.
______ se ruborizó al ver que Nick arqueaba las cejas. Quizás había hablado con un tono un poco áspero.
—No he querido decir eso, hija, pero es que tú tampoco has ido a Londres.
—He estado en muchas reuniones locales.
—Sí, ya lo sé, pero…
Con una mirada cargada de enojo, ______ hizo callar a su padre.
—No se preocupe, señor. —Había un deje de humor en la voz de Nicholas.
______ se volvió para lanzarle una mirada parecida a la anterior. La ignoró.
—Mi tía estará presente y la reunión no será demasiado agotadora. Sólo un par de días de campo, un baile. Muy tranquilo. Muy relajado. Creo que el duque de Alvord, su esposa y su hermana estarán allí, y también el conde de Westbrooke, de modo que sus hijas verán algunas caras familiares.
El reverendo Peterson asintió.
—La hermana del duque, Lady Elizabeth, es amiga personal de Meg. No veo objeción alguna, ¿y tú, Harriet?
______ rechinó los dientes cuando la señora Graham asintió y murmuró que estaba de acuerdo.
—Los invitados deberían llegar mañana —dijo Nick—, así que enviaré un carruaje a recoger a la señorita Margaret Peterson por la mañana, ¿de acuerdo?
—Excelente, milord. —El padre miró a su hija mayor—. ______, seguramente necesitas recoger algunas cosas. No planeabas tener actividades sociales cuando fuiste allí a reemplazar a la señorita Hodgekiss.
—No, y tampoco ahora tengo planes de asistir a demasiadas actividades sociales: pasaré la mayor parte de mi tiempo con las niñas.
—Pero no todo su tiempo —dijo Nick—. ¿Por qué no recoge ahora sus cosas?
______ no deseaba recoger cosa alguna. Se cruzó de brazos, dispuesta a decírselo, pero antes que pudiera abrir la boca su mirada se cruzó con la de Nick. Algo en su expresión le advirtió que estaba al borde de hacer un berrinche de lo más infantil. Guardó silencio.
Tenía veintiséis años, no seis. No era un comportamiento digno. Respiró hondo para calmarse.
—Supongo que es una buena idea. No tardaré demasiado.
—¿Quiere que la ayude?
—No, señora Graham. Puedo arreglármelas perfectamente yo sola. —______ le echó una ojeada a su padre y pudo ver una expresión de reproche. Se ruborizó—. Pero gracias por la oferta. Será sólo un minuto
No le llevó mucho más de un minuto hacer el equipaje. Su guardarropa no era muy extenso, y la mayor parte ya estaba en Knightsdale. Amontonó apresuradamente algunos vestidos extra en una pequeña maleta. Se detuvo, con la mano sobre su traje de baile. ¿Debería llevarlo? No. Era ridículo. Sus dedos se deslizaron sobre la sedosa tela. Había sido un verdadero derroche. Nunca lo había usado.
Podía usarlo ahora, en la fiesta.
No. No iría al baile… ¿o sí?
Cerró los ojos, recordando a Nicholas y a aquella dama londinense en la terraza, diez años atrás. En aquel tiempo era demasiado joven para ir al baile. Ahora ya no lo era…
Cogió el vestido, lo metió con el resto de cosas y salió de su cuarto antes de tener tiempo de cambiar de opinión.
Nick acomodó la maleta en el carrocín mientras ella se despedía de su padre.
—¿Deberían arderme las orejas? —preguntó después de que Nick la hubiese ayudado a subir.
—______, su padre nunca hablaría sobre usted conmigo y con la señora Graham.
—Estoy segura de que le habla de mí a la señora Graham.
Con la vista fija adelante, esperó que Nick defendiera a la mujer. Él no dijo una palabra. Ella también debería haber guardado silencio, pero las palabras le apretaban la garganta, pugnando por salir.
La joven no tenía en quién confiar. No podía hablar con Meg. Una vez lo había intentado pero su hermana era demasiado joven. No la entendía. Y las otras mujeres que conocía eran demasiado mayores. Bueno, además prefería lavar los trapos sucios en casa. Pero Nick había presenciado su mal comportamiento.
¿Qué le estaba pasando? Primero, había perdido la paciencia, arrojándole esa baratija a Nicholas; y ahora acababa de actuar como una niña maleducada. Quizás estaba enferma. Ciertamente no se sentía bien del estómago.
Si Nick había dicho en serio lo de la propuesta de matrimonio, ahora seguramente se felicitaba porque ella lo hubiese rechazado. Se estaba convirtiendo en una arpía espantosa.
Si tan sólo la señora Graham se marchase de vuelta al lugar de donde había venido… Si tan sólo las cosas volvieran a la normalidad…
Lanzó una rápida mirada a Nick. Él arqueó las cejas.
—¿Ya ha pasado el peligro?
—¿Qué peligro? —______ frunció el ceño—. ¿A qué se refiere?
—Ha estado sentada ahí gruñendo y flexionando las manos. Temía que estallara en cualquier momento.
—No estaba gruñendo. ¡Qué absurdo!
—Lo estaba.
—No lo estaba. Ni siquiera sé gruñir.
—Bueno, a mí me sonaban como gruñidos. ¿Le gustaría decirme cuál es el problema?
—No. —______ apretó los labios—. No hay ningún problema.
Nick suspiró.
—Imagino que tiene algo que ver con la señora Graham, pero francamente, no alcanzo a comprender de qué puede tratarse. A mí me ha parecido una dama perfectamente normal y respetable.
—¡Bueno, pues no lo es! —______ asió con fuerza el brazo de Nick y lo sacudió—. Es una desvergonzada, una descarada.
—¿La señora Graham?
—Sí.
Siguieron su camino en silencio durante unos minutos. ______ hacía esfuerzos por controlarse. Temblaba por dentro.
—Está bien, ______, me doy por vencido. No puedo imaginarme por qué puede ser descarada la señora Graham. Sé que no es de buena educación preguntar, pero de todos modos voy a hacerlo: ¿qué ha hecho?
—La hallé en el despacho besando a mi padre.
Recordaba la escena como si hubiese sucedido hacía un instante, aunque ya habían pasado dos meses desde aquel día en que, al entrar para hablar con su padre, lo había encontrado sentado en el sofá con la señora Graham. Desde entonces nunca olvidaba llamar a la puerta antes de entrar.
—¿Y…?
Lo miró. Él levantó las cejas.
—¿Qué quiere decir con «y»?
—¿Y qué más? Usted vio a su padre besando a la señora Graham, ¿y…?
—¿No es suficiente? Y en realidad no lo vi besándola pero era bastante claro que era eso lo que había estado haciendo. Ella tenía el cabello desordenado y el cuello del vestido desabotonado.
—Ya veo. Una demostración de mutuo afecto. Quizás de cariño muy grande. Han pasado… ¿cuántos?, ¿diecisiete años desde la muerte de su madre?
—No veo en qué cambia eso las cosas.
—¿Ha habido una serie de señoras Graham?
—¡Por supuesto que no! Mi padre es un hombre religioso.
—Precisamente. Entonces tal vez ya está listo para casarse de nuevo y se ha dado cuenta de que le gusta la señora Graham.
—Es demasiado viejo para casarse.
______ hundió los dedos en el brazo de Nick. El solo pensamiento de la señora Graham mudándose realmente con ellos… Siempre habían sido sólo su padre, Meg y ella. Nadie más. Y así debía ser.
—Querida —dijo Nick, tomando las riendas con una sola mano y aflojando con suavidad la presión de los dedos de ______ sobre su brazo—, su padre no puede tener mucho más de cincuenta años. No es demasiado viejo.
—Pero no quiero una madre.
—La señora Graham lo sabe, estoy seguro. Usted tiene veintiséis años y Meg diecisiete. Es posible que ambas estén casadas antes de fin de año… al menos espero que usted lo esté. Conmigo. Entonces vuestro padre se quedará solo. Debería alegrarse de que haya encontrado a la señora Graham.
______ le soltó el brazo. Sabía que él no lo iba a entender. ¿Cómo podría? Era hombre, después de todo.
—Yo no voy a casarme.
Él sonrió, desviando nuevamente su atención hacia los caballos.
—Tal vez no. Esa es una elección suya. Debe concederle a su padre igual libertad para elegir.
—Pero usted no lo entiende. Él es mi padre. Tiene obligaciones para con su familia.
—También es un hombre, querida mía.
______ bajó la vista y se miró las manos.
—Pensaba que nos amaba a Meg y a mí. ¿Por qué la necesita a ella?
—Es otro tipo de amor, ______. ¿Es que usted no comprende en absoluto las necesidades de un hombre? ¿Los deseos de un hombre?
La joven sacudió la cabeza. ¿Qué podía para un hombre ser más importante que sus propios hijos? Ella se había esforzado cuanto le había sido posible por ser una buena ama de casa, por ser una madre para Meg. ¿En qué se había equivocado? ¿Qué era lo que hacía falta?
—No —dijo ella—. No los comprendo. No los comprendo en absoluto.
—Entonces, amor mío, permítame explicárselo.
no tenia internet pero ya les dejo un cap
si quieren mas me avisan ok tkm..
Cap ¡! 8
______ observó a Nick tomar la mano de la señora Graham. No le había sorprendido encontrar a la mujer en el despacho con su padre. ¡Jesús, esa mujer prácticamente vivía en la parroquia! Quizás efectivamente viviría allí si Meg se hospedaba unos días en Knightsdale, para la fiesta.
La joven se mordió el labio. No, realmente no se imaginaba a su padre quebrantando la ley de Dios, viviendo en pecado con una mujer, ni siquiera con una Jezabel como Harriet Graham.
—Asistirán algunas damas de la edad de la señorita Margaret Peterson. Mi tía, Lady Beatrice, ha pensado que ésta podría ser una excelente oportunidad para que su hija menor se mojara los pies en el estanque social, por así decirlo, y en un entorno familiar, con la guía de su hermana mayor.
—¿Y quién guiará a la hermana mayor?
—Papá, no soy un vegetal. Me las arreglaré.
______ se ruborizó al ver que Nick arqueaba las cejas. Quizás había hablado con un tono un poco áspero.
—No he querido decir eso, hija, pero es que tú tampoco has ido a Londres.
—He estado en muchas reuniones locales.
—Sí, ya lo sé, pero…
Con una mirada cargada de enojo, ______ hizo callar a su padre.
—No se preocupe, señor. —Había un deje de humor en la voz de Nicholas.
______ se volvió para lanzarle una mirada parecida a la anterior. La ignoró.
—Mi tía estará presente y la reunión no será demasiado agotadora. Sólo un par de días de campo, un baile. Muy tranquilo. Muy relajado. Creo que el duque de Alvord, su esposa y su hermana estarán allí, y también el conde de Westbrooke, de modo que sus hijas verán algunas caras familiares.
El reverendo Peterson asintió.
—La hermana del duque, Lady Elizabeth, es amiga personal de Meg. No veo objeción alguna, ¿y tú, Harriet?
______ rechinó los dientes cuando la señora Graham asintió y murmuró que estaba de acuerdo.
—Los invitados deberían llegar mañana —dijo Nick—, así que enviaré un carruaje a recoger a la señorita Margaret Peterson por la mañana, ¿de acuerdo?
—Excelente, milord. —El padre miró a su hija mayor—. ______, seguramente necesitas recoger algunas cosas. No planeabas tener actividades sociales cuando fuiste allí a reemplazar a la señorita Hodgekiss.
—No, y tampoco ahora tengo planes de asistir a demasiadas actividades sociales: pasaré la mayor parte de mi tiempo con las niñas.
—Pero no todo su tiempo —dijo Nick—. ¿Por qué no recoge ahora sus cosas?
______ no deseaba recoger cosa alguna. Se cruzó de brazos, dispuesta a decírselo, pero antes que pudiera abrir la boca su mirada se cruzó con la de Nick. Algo en su expresión le advirtió que estaba al borde de hacer un berrinche de lo más infantil. Guardó silencio.
Tenía veintiséis años, no seis. No era un comportamiento digno. Respiró hondo para calmarse.
—Supongo que es una buena idea. No tardaré demasiado.
—¿Quiere que la ayude?
—No, señora Graham. Puedo arreglármelas perfectamente yo sola. —______ le echó una ojeada a su padre y pudo ver una expresión de reproche. Se ruborizó—. Pero gracias por la oferta. Será sólo un minuto
No le llevó mucho más de un minuto hacer el equipaje. Su guardarropa no era muy extenso, y la mayor parte ya estaba en Knightsdale. Amontonó apresuradamente algunos vestidos extra en una pequeña maleta. Se detuvo, con la mano sobre su traje de baile. ¿Debería llevarlo? No. Era ridículo. Sus dedos se deslizaron sobre la sedosa tela. Había sido un verdadero derroche. Nunca lo había usado.
Podía usarlo ahora, en la fiesta.
No. No iría al baile… ¿o sí?
Cerró los ojos, recordando a Nicholas y a aquella dama londinense en la terraza, diez años atrás. En aquel tiempo era demasiado joven para ir al baile. Ahora ya no lo era…
Cogió el vestido, lo metió con el resto de cosas y salió de su cuarto antes de tener tiempo de cambiar de opinión.
Nick acomodó la maleta en el carrocín mientras ella se despedía de su padre.
—¿Deberían arderme las orejas? —preguntó después de que Nick la hubiese ayudado a subir.
—______, su padre nunca hablaría sobre usted conmigo y con la señora Graham.
—Estoy segura de que le habla de mí a la señora Graham.
Con la vista fija adelante, esperó que Nick defendiera a la mujer. Él no dijo una palabra. Ella también debería haber guardado silencio, pero las palabras le apretaban la garganta, pugnando por salir.
La joven no tenía en quién confiar. No podía hablar con Meg. Una vez lo había intentado pero su hermana era demasiado joven. No la entendía. Y las otras mujeres que conocía eran demasiado mayores. Bueno, además prefería lavar los trapos sucios en casa. Pero Nick había presenciado su mal comportamiento.
¿Qué le estaba pasando? Primero, había perdido la paciencia, arrojándole esa baratija a Nicholas; y ahora acababa de actuar como una niña maleducada. Quizás estaba enferma. Ciertamente no se sentía bien del estómago.
Si Nick había dicho en serio lo de la propuesta de matrimonio, ahora seguramente se felicitaba porque ella lo hubiese rechazado. Se estaba convirtiendo en una arpía espantosa.
Si tan sólo la señora Graham se marchase de vuelta al lugar de donde había venido… Si tan sólo las cosas volvieran a la normalidad…
Lanzó una rápida mirada a Nick. Él arqueó las cejas.
—¿Ya ha pasado el peligro?
—¿Qué peligro? —______ frunció el ceño—. ¿A qué se refiere?
—Ha estado sentada ahí gruñendo y flexionando las manos. Temía que estallara en cualquier momento.
—No estaba gruñendo. ¡Qué absurdo!
—Lo estaba.
—No lo estaba. Ni siquiera sé gruñir.
—Bueno, a mí me sonaban como gruñidos. ¿Le gustaría decirme cuál es el problema?
—No. —______ apretó los labios—. No hay ningún problema.
Nick suspiró.
—Imagino que tiene algo que ver con la señora Graham, pero francamente, no alcanzo a comprender de qué puede tratarse. A mí me ha parecido una dama perfectamente normal y respetable.
—¡Bueno, pues no lo es! —______ asió con fuerza el brazo de Nick y lo sacudió—. Es una desvergonzada, una descarada.
—¿La señora Graham?
—Sí.
Siguieron su camino en silencio durante unos minutos. ______ hacía esfuerzos por controlarse. Temblaba por dentro.
—Está bien, ______, me doy por vencido. No puedo imaginarme por qué puede ser descarada la señora Graham. Sé que no es de buena educación preguntar, pero de todos modos voy a hacerlo: ¿qué ha hecho?
—La hallé en el despacho besando a mi padre.
Recordaba la escena como si hubiese sucedido hacía un instante, aunque ya habían pasado dos meses desde aquel día en que, al entrar para hablar con su padre, lo había encontrado sentado en el sofá con la señora Graham. Desde entonces nunca olvidaba llamar a la puerta antes de entrar.
—¿Y…?
Lo miró. Él levantó las cejas.
—¿Qué quiere decir con «y»?
—¿Y qué más? Usted vio a su padre besando a la señora Graham, ¿y…?
—¿No es suficiente? Y en realidad no lo vi besándola pero era bastante claro que era eso lo que había estado haciendo. Ella tenía el cabello desordenado y el cuello del vestido desabotonado.
—Ya veo. Una demostración de mutuo afecto. Quizás de cariño muy grande. Han pasado… ¿cuántos?, ¿diecisiete años desde la muerte de su madre?
—No veo en qué cambia eso las cosas.
—¿Ha habido una serie de señoras Graham?
—¡Por supuesto que no! Mi padre es un hombre religioso.
—Precisamente. Entonces tal vez ya está listo para casarse de nuevo y se ha dado cuenta de que le gusta la señora Graham.
—Es demasiado viejo para casarse.
______ hundió los dedos en el brazo de Nick. El solo pensamiento de la señora Graham mudándose realmente con ellos… Siempre habían sido sólo su padre, Meg y ella. Nadie más. Y así debía ser.
—Querida —dijo Nick, tomando las riendas con una sola mano y aflojando con suavidad la presión de los dedos de ______ sobre su brazo—, su padre no puede tener mucho más de cincuenta años. No es demasiado viejo.
—Pero no quiero una madre.
—La señora Graham lo sabe, estoy seguro. Usted tiene veintiséis años y Meg diecisiete. Es posible que ambas estén casadas antes de fin de año… al menos espero que usted lo esté. Conmigo. Entonces vuestro padre se quedará solo. Debería alegrarse de que haya encontrado a la señora Graham.
______ le soltó el brazo. Sabía que él no lo iba a entender. ¿Cómo podría? Era hombre, después de todo.
—Yo no voy a casarme.
Él sonrió, desviando nuevamente su atención hacia los caballos.
—Tal vez no. Esa es una elección suya. Debe concederle a su padre igual libertad para elegir.
—Pero usted no lo entiende. Él es mi padre. Tiene obligaciones para con su familia.
—También es un hombre, querida mía.
______ bajó la vista y se miró las manos.
—Pensaba que nos amaba a Meg y a mí. ¿Por qué la necesita a ella?
—Es otro tipo de amor, ______. ¿Es que usted no comprende en absoluto las necesidades de un hombre? ¿Los deseos de un hombre?
La joven sacudió la cabeza. ¿Qué podía para un hombre ser más importante que sus propios hijos? Ella se había esforzado cuanto le había sido posible por ser una buena ama de casa, por ser una madre para Meg. ¿En qué se había equivocado? ¿Qué era lo que hacía falta?
—No —dijo ella—. No los comprendo. No los comprendo en absoluto.
—Entonces, amor mío, permítame explicárselo.
Pily....
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
o por dios como se lo va a explicar?? :twisted:
#Fire Rouge..*
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
Ame el cap e.e!!
Siguela pronto wey :)
Siguela pronto wey :)
maiih* [:
Re: EL MARQUÉS DESNUDO-nick & tu- adaptacion TERMINADA
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Seguilaaa!
Quiero saber como va a enseniarseloo!
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Ruth Esther<3
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