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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
F l r e n c i a. escribió:ADELIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN
ES LA PRIMERA VEZ QUE COMENTO EN EL FORO DESPUES DE QUE LO HAYAN CERRADO Y SE SIENTE RARO AJAJAJ
TODAVIA NO PUDE LEER LA NOVE :( PERO MAÑANA ME PONGO LAS PILETAS ?) Y LA LEO ;)
TE QUIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEERO MUCHISIMO DE VERANO
:hug:
PD: MI FIRMA ES MUY HOT SE QUE TE VA A GUSTAR ?)
FLOWEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEER
No sabes como te he extrañadooo!! Ay mis sister! Me fatabas ya aqui! :(
Me emociono!
TU firma es demasiado HOT! DEMASIADO!
Creo que esta noche voy a sudar demasiado soñando ciertas cosas ?) SOÑARLAS? No, para eso tengo la maquina teletransportadora al lado de mi cama, asi llega mas pronto jajajajajajajajajajajajaj!
Te mega archi quierooooooooooooooooooooooooooo de VERANO!! :hug:
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
berijb escribió:jaja podria jurar que alguien mas los hecho o ne c k se deban los fuegos artifiales k veo desde mi ventanaForJoeJonas escribió:nobodyisperfect! escribió:berijb escribió:siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii pase de pag
jajaja estas feliz por la ruptura de jashley?? lo digo por tu foto :D
YO TAMBIEN :)
Y QUIEN NO? xD
A mi me faltaron echar fuegos artificiales! JAJAJAJAAJAJAJAJAJA!
jajajaja siii es verdad :)
andreita
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
Podría llevarla a un restaurante, intentar preparar él la cena, algo imposible, o comprar un pollo en cualquier parte y fingir que era pavo. Quizás pudiera engañarla con alguna de esas cenas de microondas de lujo.
No, Katie era demasiado lista para eso.
Un restaurante sería posiblemente lo mejor. Se preguntó si habría algo abierto. En esa ciudad pequeña y familiar, la mayoría de los negocios cerraban en vacaciones.
Cuando salió por la puerta trasera y la cerró, oyó un sonido extraño. Un débil gemido cerca del garaje.
Sintiendo curiosidad, tomó una linterna y siguió el sonido, intentando encontrar su fuente. No tardó mucho.
Allí, en el callejón, había un pequeño cachorro negro. El perrito temblaba de miedo. Joseph se inclinó y lo tomó en brazos.
—Eh, ¿qué haces ahí? ¿Dónde está tu mamá y tus hermanitos?
Joseph miró alrededor pero no vio ningún otro perro. Silbó, pero el lugar estaba en silencio.
Se metió al perrito en su cazadora. El cachorro le olisqueó. Sus patas y su barriga también estaban helados. Joseph se dio cuenta de que si no hubiera encontrado al perrito a tiempo, el animal habría muerto. Apenas había abierto los ojos y era demasiado joven para ser apartado de su madre.
Joseph metió al perrito en su Jaguar y encendió la calefacción.
—Bueno, vamos a echarte un vistazo.
Sacó al perrito de su cazadora y lo examinó. Era macho y parecía ser un labrador. Era bonito. Considerando el tamaño de sus patas, sería muy grande al crecer.
El perrito chupó con fuerza el dedo de Joseph, esperando encontrar leche.
Tenía que alimentarle, ¿pero cómo?
Joseph no tenía ni idea. Pero sabía quién podía ayudarlo, y él necesitaba una excusa para volver a verla.
La besara o no.
__________ abrió a la puerta esperando una horrible calamidad. Normalmente, cuando iban directamente a su puerta, era una emergencia, a menudo un accidente con un vehículo.
En los años anteriores, ___________ había llegado a odiar los coches y lo que le hacían a animales inocentes que tenían la desgracia de meterse bajo sus ruedas… Esos eran los peores casos que tenía que tratar, traumáticos para ella, los animales y los dueños.
Pero cuando se cerró bien la bata y abrió la puerta, apareció Joseph Jonas.
—Oh, hola —balbuceó ___________—. No… no te esperaba.
Se ató la bata con más fuerza, de repente sintiéndose muy desnuda. Bajo la bata sólo llevaba una camiseta y braguitas, su atuendo para dormir.
—Siento aparecer así. Imagino que debí llamar primero, pero tengo un nuevo paciente para ti.
Ella miró al suelo para ver si llevaba algo de una correa.
—¿Un paciente? ¿Dónde? No veo nada.
En ese momento, oyó el claro gemido de un cachorro, saliendo del interior de la cazadora de Joseph.
—Lo tengo aquí —Joseph se señaló el pecho—. Tenía frío.
—Será mejor que entres con él. He oído hablar de perritos calientes, no fríos.
Joseph gruñó.
—Un chiste malísimo, ___________.
—Bueno, llámame la próxima vez que vengas de camino. Haré que alguien me escriba mejores chistes.
Media hora más tarde, Joseph estaba sentado en el sofá de __________, sujetando al perrito en su regazo con un pequeño biberón metido en su boquita arrugada.
—Me está baboseando toda la mano y manchando la pierna.
___________ estaba sentada a su lado, riéndose al ver la torpeza de Joseph. Al perrito no parecía importarle mientras bebiera su leche.
—¿Qué voy a hacer con él? —preguntó Joseph, limpiándole al perrito la leche de la cara con el paño blanco que __________ le había dado—. No puedo llevarlo a casa. Katie lo reclamará en seguida.
__________ se encogió de hombros.
—Deja que se lo quede.
—Me gustaría, pero Katie tiene ya bastantes responsabilidades con Rosie. No quiero cargarla con demasiado.
—Lo entiendo, pero eso te deja con un problema. El perrito va a necesitar muchos cuidados, especialmente durante las próximas semanas. Habrá que darle de comer por la noche y todo eso.
—¿No te interesa tener un perrito? —extendió el perrito hacia ella—. Te lo daré como regalo de cumpleaños. ¡Feliz cumpleaños, __________!
—Buen intento, pero mi cumpleaños fue hace cuatro meses.
—¿Feliz Acción de Gracias? ¿Feliz Navidad?
El perrito era una monada y la oferta tentadora. Pero _________ había aprendido hacía mucho que no podía adoptar a todas las criaturas encantadoras de cuatro patas que necesitaran una casa.
—No. Tú lo has encontrado. Tú eres el responsable. Estoy segura de que le encontrarás un estupendo hogar.
—¿Pero cómo? Soy nuevo en la ciudad. No conozco a nadie.
—Ahí tienes una estupenda oportunidad para conocer a tus vecinos.
Joseph frunció el ceño.
—Me estoy dando cuenta de algo. No eres una dama agradable.
—Oh, sí lo soy. Pero no voy a quedarme con tu perrito.
_________ sabía que Joseph estaba en una situación difícil, pero no iba ayudarlo. Ella había visto a menudo el poder de una diminuta bola de pelo derretir un corazón de hielo. Nada rompía las barreras con más facilidad que la inocencia y encanto de un cachorro.
Joseph necesitaba a ese perrito más que el animal a él, lo supiera o no, aunque sólo fuera durante unas horas.
—Llévalo a casa contigo, escóndelo en tu habitación para que Katie no lo vea y para mañana ya habrás ideado un plan.
Joseph suspiró y volvió a meterse al perrito en su cazadora.
—Sí, claro. Mañana es el Día de Acción de Gracias.
A menos que pudieran cocinarlo como a un pavo, nadie estaría interesado.
Ella se levantó, le dio un bote de leche especial y lo acompañó a la puerta.
No, Katie era demasiado lista para eso.
Un restaurante sería posiblemente lo mejor. Se preguntó si habría algo abierto. En esa ciudad pequeña y familiar, la mayoría de los negocios cerraban en vacaciones.
Cuando salió por la puerta trasera y la cerró, oyó un sonido extraño. Un débil gemido cerca del garaje.
Sintiendo curiosidad, tomó una linterna y siguió el sonido, intentando encontrar su fuente. No tardó mucho.
Allí, en el callejón, había un pequeño cachorro negro. El perrito temblaba de miedo. Joseph se inclinó y lo tomó en brazos.
—Eh, ¿qué haces ahí? ¿Dónde está tu mamá y tus hermanitos?
Joseph miró alrededor pero no vio ningún otro perro. Silbó, pero el lugar estaba en silencio.
Se metió al perrito en su cazadora. El cachorro le olisqueó. Sus patas y su barriga también estaban helados. Joseph se dio cuenta de que si no hubiera encontrado al perrito a tiempo, el animal habría muerto. Apenas había abierto los ojos y era demasiado joven para ser apartado de su madre.
Joseph metió al perrito en su Jaguar y encendió la calefacción.
—Bueno, vamos a echarte un vistazo.
Sacó al perrito de su cazadora y lo examinó. Era macho y parecía ser un labrador. Era bonito. Considerando el tamaño de sus patas, sería muy grande al crecer.
El perrito chupó con fuerza el dedo de Joseph, esperando encontrar leche.
Tenía que alimentarle, ¿pero cómo?
Joseph no tenía ni idea. Pero sabía quién podía ayudarlo, y él necesitaba una excusa para volver a verla.
La besara o no.
__________ abrió a la puerta esperando una horrible calamidad. Normalmente, cuando iban directamente a su puerta, era una emergencia, a menudo un accidente con un vehículo.
En los años anteriores, ___________ había llegado a odiar los coches y lo que le hacían a animales inocentes que tenían la desgracia de meterse bajo sus ruedas… Esos eran los peores casos que tenía que tratar, traumáticos para ella, los animales y los dueños.
Pero cuando se cerró bien la bata y abrió la puerta, apareció Joseph Jonas.
—Oh, hola —balbuceó ___________—. No… no te esperaba.
Se ató la bata con más fuerza, de repente sintiéndose muy desnuda. Bajo la bata sólo llevaba una camiseta y braguitas, su atuendo para dormir.
—Siento aparecer así. Imagino que debí llamar primero, pero tengo un nuevo paciente para ti.
Ella miró al suelo para ver si llevaba algo de una correa.
—¿Un paciente? ¿Dónde? No veo nada.
En ese momento, oyó el claro gemido de un cachorro, saliendo del interior de la cazadora de Joseph.
—Lo tengo aquí —Joseph se señaló el pecho—. Tenía frío.
—Será mejor que entres con él. He oído hablar de perritos calientes, no fríos.
Joseph gruñó.
—Un chiste malísimo, ___________.
—Bueno, llámame la próxima vez que vengas de camino. Haré que alguien me escriba mejores chistes.
Media hora más tarde, Joseph estaba sentado en el sofá de __________, sujetando al perrito en su regazo con un pequeño biberón metido en su boquita arrugada.
—Me está baboseando toda la mano y manchando la pierna.
___________ estaba sentada a su lado, riéndose al ver la torpeza de Joseph. Al perrito no parecía importarle mientras bebiera su leche.
—¿Qué voy a hacer con él? —preguntó Joseph, limpiándole al perrito la leche de la cara con el paño blanco que __________ le había dado—. No puedo llevarlo a casa. Katie lo reclamará en seguida.
__________ se encogió de hombros.
—Deja que se lo quede.
—Me gustaría, pero Katie tiene ya bastantes responsabilidades con Rosie. No quiero cargarla con demasiado.
—Lo entiendo, pero eso te deja con un problema. El perrito va a necesitar muchos cuidados, especialmente durante las próximas semanas. Habrá que darle de comer por la noche y todo eso.
—¿No te interesa tener un perrito? —extendió el perrito hacia ella—. Te lo daré como regalo de cumpleaños. ¡Feliz cumpleaños, __________!
—Buen intento, pero mi cumpleaños fue hace cuatro meses.
—¿Feliz Acción de Gracias? ¿Feliz Navidad?
El perrito era una monada y la oferta tentadora. Pero _________ había aprendido hacía mucho que no podía adoptar a todas las criaturas encantadoras de cuatro patas que necesitaran una casa.
—No. Tú lo has encontrado. Tú eres el responsable. Estoy segura de que le encontrarás un estupendo hogar.
—¿Pero cómo? Soy nuevo en la ciudad. No conozco a nadie.
—Ahí tienes una estupenda oportunidad para conocer a tus vecinos.
Joseph frunció el ceño.
—Me estoy dando cuenta de algo. No eres una dama agradable.
—Oh, sí lo soy. Pero no voy a quedarme con tu perrito.
_________ sabía que Joseph estaba en una situación difícil, pero no iba ayudarlo. Ella había visto a menudo el poder de una diminuta bola de pelo derretir un corazón de hielo. Nada rompía las barreras con más facilidad que la inocencia y encanto de un cachorro.
Joseph necesitaba a ese perrito más que el animal a él, lo supiera o no, aunque sólo fuera durante unas horas.
—Llévalo a casa contigo, escóndelo en tu habitación para que Katie no lo vea y para mañana ya habrás ideado un plan.
Joseph suspiró y volvió a meterse al perrito en su cazadora.
—Sí, claro. Mañana es el Día de Acción de Gracias.
A menos que pudieran cocinarlo como a un pavo, nadie estaría interesado.
Ella se levantó, le dio un bote de leche especial y lo acompañó a la puerta.
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
pleaseeeeeee siguelaaaaaaaaaaaaaaa
el capi estuvo muy corto :suspect:
yo quiero massssssssssssssss
el capi estuvo muy corto :suspect:
yo quiero massssssssssssssss
ivana-ilove
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
La verdad es que el capi que corto :S
Chicas, lo siento mucho pero mejor mañana se las continuo porque solo quedan 2 capis más. Seguramente el viernes ya le spongo el último capítulo.
Chicas, lo siento mucho pero mejor mañana se las continuo porque solo quedan 2 capis más. Seguramente el viernes ya le spongo el último capítulo.
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
si que es corto y aun peor ningun solo beso yo queria que compartieran sus babas espero que al otro ok
pd: k lastima k termine BESOS
pd: k lastima k termine BESOS
berijb
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
Estoy con beri;
qe lastima qe ya vaya a terminar
esta realmente mas qe Genial &' encerio desearia qe no acabara' D':
qe lastima qe ya vaya a terminar
esta realmente mas qe Genial &' encerio desearia qe no acabara' D':
uncool.
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
__________ sabía que Joseph estaba en una situación difícil, pero no iba ayudarlo. Ella había visto a menudo el poder de una diminuta bola de pelo derretir un corazón de hielo. Nada rompía las barreras con más facilidad que la inocencia y encanto de un cachorro.
Joseph necesitaba a ese perrito más que el animal a él, lo supiera o no, aunque sólo fuera durante unas horas.
—Llévalo a casa contigo, escóndelo en tu habitación para que Katie no lo vea y para mañana ya habrás ideado un plan.
Joseph suspiró y volvió a meterse al perrito en su cazadora.
—Sí, claro. Mañana es el Día de Acción de Gracias.
A menos que pudieran cocinarlo como a un pavo, nadie estaría interesado.
Ella se levantó, le dio un bote de leche especial y lo acompañó a la puerta.
Capítulo 6
Joseph colgó el teléfono y se echó de espaldas sobre la cama, agotado. Bajo las sábanas podía sentir una nariz suave y húmeda olisqueándole el tobillo. El pequeño bulto le subió despacio el pijama hasta la rodilla.
—No me lo digas… ¿Tienes hambre otra vez?
Joseph sacó al perrito y lo sujetó frente a su cara.
—Te di de comer a las siete, a las seis, las cinco, las cuatro… no me extraña que esté tan cansado. No recuerdo que Katie diera tantos problemas de bebé.
Joseph tenía que admitir que aunque Katie fuera difícil, él no lo sabría. Eran otros tiempos, cuidar a los hijos se consideraba trabajo de la mujer y Beverly fue la única que se levantó para darle de comer, cambiarla y cantarle nanas.
En ese momento, al recordarlo, Joseph no se sentía orgulloso de su comportamiento. Debió haber ayudado mucho más.
Tomó el biberón que la noche anterior envolvió en una manta eléctrica para mantenerlo caliente, preguntándose si eso había sido una buena idea. La noche anterior le pareció excelente, pero estuvo medio dormido. Esa mañana, le parecía incluso peligroso.
—Toma —le dijo metiéndoselo en la boca—. Al menos alguien comerá hoy.
Joseph había pasado la hora anterior al teléfono, llamando para pedir reservas en un restaurante. Pero sólo encontró tres lugares abiertos y los tres estaban llenos.
También estaban cerradas las tiendas, así que podía olvidarse de la cena del microondas. Tenía problemas. Katie no se tomaría eso nada bien.
Un golpe en la puerta lo sobresaltó.
—Papá, ¿puedo hablar contigo?
Joseph le sacó el biberón de la boca y volvió a meter el perro y al biberón bajo las mantas de nuevo.
—Claro, entra.
La puerta se abrió y apareció Katie en pijama con el pelo revuelto.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó adormilada.
—¿Haciendo? Oh… nada. ¿Por qué lo preguntas?
Ella lo miró suspicaz.
—Por nada. Sólo por hablar. Pero ahora que lo mencionas, ¿qué estás haciendo? Pareces culpable.
—¿Culpable? ¿Por qué parezco culpable?
El perrito, descontento de que hubieran interrumpido su desayuno, soltó un chillido. Las mantas no sofocaron su protesta. Katie abrió mucho los ojos.
—¿Qué ha sido eso? —dijo corriendo a la cama.
—¿El qué?
—Ese ruido. Ha sonado como… como…
—He tosido.
—Nada de eso. Ni tú puedes hacer un sonido así. Es algo pequeño y bonito. Lo sé.
Se arrodilló y miró bajo la cama. Joseph usó la oportunidad para mirar bajo las sábanas y encontrar al cachorro. Esperando calmarlo, le metió la punta de un dedo en la boca. Pero el perro había aprendido rápidamente la diferencia entre su dedo y la tetina. En seguida lo escupió y empezó a ladrar de nuevo.
Esa vez Katie no tuvo problemas para encontrar el origen del sonido. Joseph le sujetó la mano antes de que ella abriera la cama.
—Katie, tienes que entender que sólo le estoy cuidando. No podemos quedárnoslo, así que ni lo pienses, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo ella estirándose para ver bajo las sábanas.
—Katie, lo digo en serio, ya tienes a Rosie y…
—¡Oh! ¡Es adorable! —Levantó al cachorro y le besó en la cabeza—. ¡Me has comprado un cachorro por el Día de Acción de Gracias! ¡Gracias, papá!
—¡No es así! Lo encontré en el callejón junto al trabajo anoche. Hoy le encontraré un buen hogar.
La sonrisa de Katie desapareció.
—Oh.
Joseph se sintió como un ogro, el peor padre del mundo. ¿Pero qué podía hacer? Con Rosie, Katie no necesitaba un perro. Era demasiado joven para tantas responsabilidades, y él estaba demasiado ocupado.
—Bueno, ¿le vamos a llevar a su nuevo hogar antes o después de comer el pavo?
—El pavo… bueno…
—Vamos a tomar pavo, ¿verdad, papá? Y tarta de calabaza. Siempre tomamos tarta de calabaza. Es mi favorita.
—No te preocupes —dijo Joseph con más seguridad de la que sentía—. Tengo planeado algo especial.
Ella inclinó la cabeza y lo miró suspicaz.
—¿En serio? ¿O te has olvidado de Acción de Gracias?
—¿Olvidarme? ¿Crees realmente que he podido olvidarlo?
Ella asintió con la cabeza.
—Bueno —replicó Joseph indignado—. Ya veo lo que piensas de mí. Olvidarme de Acción de Gracias… —tomó al perro y le puso el biberón en la boca—. Te sentirás muy mal cuando veas lo que he planeado.
Ella volvió a mirarlo dudosa, se giró y salió del dormitorio.
Joseph gruñó.
—Amigo, realmente hemos metido la pata esta vez.
Joseph habría jurado que el perro lo miró de forma parecida a como hizo Katie.
—De acuerdo, de acuerdo —suspiró—. Tú no tienes nada que ver en esto.
Como los otros veterinarios de la ciudad tenían familia, ___________ se ofrecía a estar de guardia siempre que llegaba alguna fiesta. Esos días eran para ella como cualquier otro, y no tenía sentido privar a los demás de la oportunidad de estar con sus mujeres e hijos.
Alguien tenía que estar disponible. Por desgracia, los accidentes y enfermedades no se tomaban un día libre sólo porque alguien hubiera declarado una fiesta nacional.
—Un día más —susurró de pie junto a la ventana de su salón, llevando su bata y zapatillas y sujetando la taza de café.
Sería fácil simplemente quedarse en casa, echando de menos a Tim, y sintiendo pena por sí misma. Pero hacía tiempo que aprendió que enfrentarse así a la situación no era bueno. Si lo hacía, luego le costaba mucho salir de la depresión.
Como tenía un busca, no tenía que quedarse en casa, pero como siempre, se encontró con el dilema de dónde ir. Las tiendas y locales estaban cerrados. Sus amigos estaban visitando a sus familias. Los familiares de Tim y los de ella vivían en la costa Este, demasiado lejos para ir sólo a comer pavo.
De pronto, recordó a Joseph y a su nuevo perrito. ¿Cómo estarían? ¿Qué tal habrían pasado la noche?
Decidió que tenía que ir a Casa Colina y comprobarlo. Después de todo, era de buenos vecinos hacerlo.
Joseph necesitaba a ese perrito más que el animal a él, lo supiera o no, aunque sólo fuera durante unas horas.
—Llévalo a casa contigo, escóndelo en tu habitación para que Katie no lo vea y para mañana ya habrás ideado un plan.
Joseph suspiró y volvió a meterse al perrito en su cazadora.
—Sí, claro. Mañana es el Día de Acción de Gracias.
A menos que pudieran cocinarlo como a un pavo, nadie estaría interesado.
Ella se levantó, le dio un bote de leche especial y lo acompañó a la puerta.
Capítulo 6
Joseph colgó el teléfono y se echó de espaldas sobre la cama, agotado. Bajo las sábanas podía sentir una nariz suave y húmeda olisqueándole el tobillo. El pequeño bulto le subió despacio el pijama hasta la rodilla.
—No me lo digas… ¿Tienes hambre otra vez?
Joseph sacó al perrito y lo sujetó frente a su cara.
—Te di de comer a las siete, a las seis, las cinco, las cuatro… no me extraña que esté tan cansado. No recuerdo que Katie diera tantos problemas de bebé.
Joseph tenía que admitir que aunque Katie fuera difícil, él no lo sabría. Eran otros tiempos, cuidar a los hijos se consideraba trabajo de la mujer y Beverly fue la única que se levantó para darle de comer, cambiarla y cantarle nanas.
En ese momento, al recordarlo, Joseph no se sentía orgulloso de su comportamiento. Debió haber ayudado mucho más.
Tomó el biberón que la noche anterior envolvió en una manta eléctrica para mantenerlo caliente, preguntándose si eso había sido una buena idea. La noche anterior le pareció excelente, pero estuvo medio dormido. Esa mañana, le parecía incluso peligroso.
—Toma —le dijo metiéndoselo en la boca—. Al menos alguien comerá hoy.
Joseph había pasado la hora anterior al teléfono, llamando para pedir reservas en un restaurante. Pero sólo encontró tres lugares abiertos y los tres estaban llenos.
También estaban cerradas las tiendas, así que podía olvidarse de la cena del microondas. Tenía problemas. Katie no se tomaría eso nada bien.
Un golpe en la puerta lo sobresaltó.
—Papá, ¿puedo hablar contigo?
Joseph le sacó el biberón de la boca y volvió a meter el perro y al biberón bajo las mantas de nuevo.
—Claro, entra.
La puerta se abrió y apareció Katie en pijama con el pelo revuelto.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó adormilada.
—¿Haciendo? Oh… nada. ¿Por qué lo preguntas?
Ella lo miró suspicaz.
—Por nada. Sólo por hablar. Pero ahora que lo mencionas, ¿qué estás haciendo? Pareces culpable.
—¿Culpable? ¿Por qué parezco culpable?
El perrito, descontento de que hubieran interrumpido su desayuno, soltó un chillido. Las mantas no sofocaron su protesta. Katie abrió mucho los ojos.
—¿Qué ha sido eso? —dijo corriendo a la cama.
—¿El qué?
—Ese ruido. Ha sonado como… como…
—He tosido.
—Nada de eso. Ni tú puedes hacer un sonido así. Es algo pequeño y bonito. Lo sé.
Se arrodilló y miró bajo la cama. Joseph usó la oportunidad para mirar bajo las sábanas y encontrar al cachorro. Esperando calmarlo, le metió la punta de un dedo en la boca. Pero el perro había aprendido rápidamente la diferencia entre su dedo y la tetina. En seguida lo escupió y empezó a ladrar de nuevo.
Esa vez Katie no tuvo problemas para encontrar el origen del sonido. Joseph le sujetó la mano antes de que ella abriera la cama.
—Katie, tienes que entender que sólo le estoy cuidando. No podemos quedárnoslo, así que ni lo pienses, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo ella estirándose para ver bajo las sábanas.
—Katie, lo digo en serio, ya tienes a Rosie y…
—¡Oh! ¡Es adorable! —Levantó al cachorro y le besó en la cabeza—. ¡Me has comprado un cachorro por el Día de Acción de Gracias! ¡Gracias, papá!
—¡No es así! Lo encontré en el callejón junto al trabajo anoche. Hoy le encontraré un buen hogar.
La sonrisa de Katie desapareció.
—Oh.
Joseph se sintió como un ogro, el peor padre del mundo. ¿Pero qué podía hacer? Con Rosie, Katie no necesitaba un perro. Era demasiado joven para tantas responsabilidades, y él estaba demasiado ocupado.
—Bueno, ¿le vamos a llevar a su nuevo hogar antes o después de comer el pavo?
—El pavo… bueno…
—Vamos a tomar pavo, ¿verdad, papá? Y tarta de calabaza. Siempre tomamos tarta de calabaza. Es mi favorita.
—No te preocupes —dijo Joseph con más seguridad de la que sentía—. Tengo planeado algo especial.
Ella inclinó la cabeza y lo miró suspicaz.
—¿En serio? ¿O te has olvidado de Acción de Gracias?
—¿Olvidarme? ¿Crees realmente que he podido olvidarlo?
Ella asintió con la cabeza.
—Bueno —replicó Joseph indignado—. Ya veo lo que piensas de mí. Olvidarme de Acción de Gracias… —tomó al perro y le puso el biberón en la boca—. Te sentirás muy mal cuando veas lo que he planeado.
Ella volvió a mirarlo dudosa, se giró y salió del dormitorio.
Joseph gruñó.
—Amigo, realmente hemos metido la pata esta vez.
Joseph habría jurado que el perro lo miró de forma parecida a como hizo Katie.
—De acuerdo, de acuerdo —suspiró—. Tú no tienes nada que ver en esto.
Como los otros veterinarios de la ciudad tenían familia, ___________ se ofrecía a estar de guardia siempre que llegaba alguna fiesta. Esos días eran para ella como cualquier otro, y no tenía sentido privar a los demás de la oportunidad de estar con sus mujeres e hijos.
Alguien tenía que estar disponible. Por desgracia, los accidentes y enfermedades no se tomaban un día libre sólo porque alguien hubiera declarado una fiesta nacional.
—Un día más —susurró de pie junto a la ventana de su salón, llevando su bata y zapatillas y sujetando la taza de café.
Sería fácil simplemente quedarse en casa, echando de menos a Tim, y sintiendo pena por sí misma. Pero hacía tiempo que aprendió que enfrentarse así a la situación no era bueno. Si lo hacía, luego le costaba mucho salir de la depresión.
Como tenía un busca, no tenía que quedarse en casa, pero como siempre, se encontró con el dilema de dónde ir. Las tiendas y locales estaban cerrados. Sus amigos estaban visitando a sus familias. Los familiares de Tim y los de ella vivían en la costa Este, demasiado lejos para ir sólo a comer pavo.
De pronto, recordó a Joseph y a su nuevo perrito. ¿Cómo estarían? ¿Qué tal habrían pasado la noche?
Decidió que tenía que ir a Casa Colina y comprobarlo. Después de todo, era de buenos vecinos hacerlo.
ForJoeJonas
Re: ○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)
me ha encantado el capi!!!
ya quiero ver que va a pasar
besitossssssss
ya quiero ver que va a pasar
besitossssssss
ivana-ilove
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