○* Manos Mágicas *○ (Joe y tú)

si eso aparescan esto es desesperate a k os demando a todas si no tengo mi maraton jumm ahyy kiero el maraton :(

ahyy k bien pase d paguina heheh eso da punto extra no¿?
espero k si hahah kiero maraton jumm

ya quiero el maraton!!!!.
siguelaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!
siguelaaaaaaaaaaa!!!!!

Hoola soy Dami! No sé si me recuerdas de tu otra nove "Chico Travieso" La verdad me desaparecí por problemas existenciales de mi vida O.O pero buen ya estoy de vuelta y para decirte SUBE EL MARATON FINAL QUE ESTÁ BUENISIMA

Adeeeeeeee,amiga querida ¬¬¡sube capítulo o te asesino![okno ...no lo haría,después no tengo con quien reirme a las 12 de la noche xD]-
Pero enserio ...¡¡SIGUELA YA MUJER!!
Te adoro <3 .

Hahahahahahaha me mori de la risa con joe

—Un día más —susurró de pie junto a la ventana de su salón, llevando su bata y zapatillas y sujetando la taza de café.
Sería fácil simplemente quedarse en casa, echando de menos a Tim, y sintiendo pena por sí misma. Pero hacía tiempo que aprendió que enfrentarse así a la situación no era bueno. Si lo hacía, luego le costaba mucho salir de la depresión.
Como tenía un busca, no tenía que quedarse en casa, pero como siempre, se encontró con el dilema de dónde ir. Las tiendas y locales estaban cerrados. Sus amigos estaban visitando a sus familias. Los familiares de Tim y los de ella vivían en la costa Este, demasiado lejos para ir sólo a comer pavo.
De pronto, recordó a Joseph y a su nuevo perrito. ¿Cómo estarían? ¿Qué tal habrían pasado la noche?
Decidió que tenía que ir a Casa Colina y comprobarlo. Después de todo, era de buenos vecinos hacerlo.


—¿Comida china para Acción de Gracias? ¿Ésta era tu sorpresa especial? Oh, papá, lo has jorobado esta vez.
Katie se quedó mirando su pollo agridulce que Joseph había intentando decirle que era pavo. Pero a Katie no se la engañaba fácilmente.
De hecho, no creía que pudiera haberla engañado sobre nada ese día. Katie sabía exactamente lo que había pasado, y que él fingiera otra cosa, sólo lo había empeorado todo.
—Vamos, hija —dijo dándole la mano sobre la mesa—. No es lo que comamos, ¿verdad? Se supone que éste es un día para dar las gracias. Podemos hacerlo comiendo pavo, hamburguesas o pollo, ¿verdad?
Ella asintió.
—Entonces vamos a pensar cosas por las que nos sentimos agradecidos.
—Yo doy las gracias por Rosie, la señora Bridget, el señor Neil y la doctora __________.
Joseph le nombró su lista, que incluía a Katie y todas sus personas favoritas, y también a la señora Abernathy.
El ritual les ocupó menos de cinco minutos, y como carecían de los alimentos tradicionales, Joseph estaba perdido y no sabía cómo continuar con la festividad. Katie obviamente seguía enfadada con él.
Dentro de su cazadora, que no se había quitado, el cachorro se había despertado de su siesta y estaba empezando a moverse. Joseph no quería llevar al perro a un restaurante, ¿pero qué podía hacer? Era demasiado pequeño para dejarlo solo en casa, y el tiempo se había vuelto frío, así que no podía dejarlo en el coche.
Miró alrededor a la decoración roja, negra y dorada, y las mesas, todas vacías excepto la suya. Joseph se sintió avergonzado. Adoraba a su hija. ¿Por qué no le había preparado una fiesta tradicional de Acción de Gracias?
—Papá, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro, hija.
—Ahora que mamá se ha ido… —tragó saliva—. Ya no somos una verdadera familia, ¿verdad?
A Joseph se le puso un nudo en la garganta.
—Claro que sí, Katie. No somos la familia típica con un padre, una madre, tres hijos y un perro. Pero vivimos juntos, nos queremos y ayudamos. Creo que eso nos convierte en una familia, aunque sólo seamos dos.
Katie vaciló antes de contestar.
—Yo no creo que lo seamos, porque no hacemos las cosas que hace una verdadera familia.
—¿Como qué? Aparte de comer pavo en Acción de Gracias, claro.
—Como ir de vacaciones, ir a Disneylandia, jugar en casa los sábados por la noche, acampar… ya sabes, esas cosas.
—¿Cosas como las que hacíamos antes de que mamá enfermara?
—Sí. Y tú ya no haces los domingos por la mañana las tortitas de piña que tanto me gustaban.
Las lágrimas llenaron los ojos de Katie y parecieron contagiar a Joseph. Tortitas de piña. Se las hizo a Beverly el primer fin de semana que pasaron juntos y le conquistó el corazón. Fueron un festín de los domingos que hicieron cada semana mientras estuvieron juntos. Hasta que ella se fue al hospital. Joseph no había pensado en las tortitas desde entonces.
—Katie, lo siento muchísimo. Veo que tengo que darte algunas explicaciones. ¿Qué harías tú si te encontraras cara a cara con algo que realmente te asusta?
Ella se mordió el labio, concentrándose en la respuesta.
—Me escondería o saldría corriendo.
—Yo también. Cuando tú naciste, pensé que siempre tendría una esposa para ayudarme a educarte. Estaba preocupado de no ser un buen padre. Pero tu madre me ayudó a aprender, y pasado un tiempo, me relajé y empecé a disfrutar siendo un padre. Pero entonces ella enfermó y murió, y me asusté mucho.
—¿De qué? ¿De mí?
Joseph sonrió dulcemente.
—No, cielo. No de ti. Tenía miedo de no hacer un buen trabajo educándote, proporcionándote un buen hogar, creando una verdadera familia para ti. Te quiero mucho y tenía miedo de estropearlo.
—¿En serio? —preguntó perpleja por la revelación de que su padre tenía miedo de algo relacionado con ella.
—Sí, Katie. Estaba asustado y lo sigo estando. Tengo miedo de no hacerlo bien, así que a veces me escondo, o salgo corriendo. No es muy valiente, lo admito. Pero… ¿entiendes algo de lo que te estoy diciendo?
Ella asintió pensativa.
—Imagino que es como cuando me dio miedo de ir a la bolera con Sandra y sus amigos. Tenía miedo de hacerlo mal y de que se rieran de mí. ¿Es algo así?
—Algo, pero a mí me importa mucho más lo que tú pienses de mí de lo que a ti lo que pensara Sandra de ti. Que yo haga un buen trabajo o no, es lo más importante en mi vida. Imagino que por eso me asusta tanto.
Una pequeña sonrisa iluminó los ojos de Katie y el corazón de su padre.
—No creo que tengas que estar tan asustado, papá. Eres un buen padre. El pavo y la tarta no son tan importantes. Yo sólo quería saber que… bueno, ya sabes.
—¿Que te quiero?
Ella asintió e inclinó la cabeza.
Joseph extendió la mano y le levantó la barbilla, haciendo que lo mirara.
—Katie Jonas, no podría quererte más. Pero podría hacer más por demostrártelo.
En ese momento, apareció el dueño del restaurante con una tetera. Como no había nadie más en el restaurante, aparentemente había enviado a casa al personal y atendía el negocio él mismo.
—¿No gusta comida? —preguntó al ver sus platos casi sin tocar.
—Oh, no, no le pasaba nada —dijo Katie—. Mi padre y yo hemos estado hablando de cosas de familia importantes.
—Ya entiendo —dijo el señor educadamente sirviéndole otra taza y mirando a Joseph—. ¿Te gusta la comida?
Joseph abrió la boca para responder, pero todo lo que se oyó fue un claro ladrido desde el interior de su cazadora.
Joseph se aclaró la garganta, intentando cubrir el sonido. Pero el perro había decidido que llevaban demasiado tiempo ignorándolo y escondiéndolo. Con otro ladrido estridente exigió su liberación.
Al dueño del restaurante casi se le cayó la tetera.
—¿Qué es eso? —preguntó mirando a Joseph.
—Nada importante —dijo Joseph, buscando una excusa razonable.
Nunca se le había dado bien inventar excusas bajo presión.
El perro ladró de nuevo, más alto que antes. Katie se quedó boquiabierta y se puso la mano en la boca para reprimir una risita.
—¡Animal! —gritó el dueño del restaurante con el rostro rojo de rabia—. ¡Animal dentro del abrigo!
—Sólo un pequeño perrito —empezó Joseph metiendo la mano dentro de la cazadora—. No hace daño, sólo…
—¡No! ¡Ningún animal! ¡Ningún perro en el restaurante! ¡Si inspector ve perro quita licencia! ¡Fuera! ¡Fuera de restaurante con perro!
Joseph se enfadó.
—¡Un momento, amigo! No hemos terminado de comer aún.
—Suerte. Así no paga. ¡Fuera!
Un momento después, Joseph, Katie y el cachorro estaban de pie fuera del restaurante.
—No puedo creerlo —dijo Joseph—. Nos han echado de un restaurante chino. ¿Qué Día de Acción de Gracias es éste?
Miró hacia abajo, esperando ver a Katie desconsolada, pero estaba riendo disimuladamente, aún con la mano en la boca.
—Bueno —dijo entre risas—, será uno que no olvidaremos.

___________ vio el coche de Joseph cuando entró en Cleveland Avenue.
¿Por qué iba en esa dirección, exactamente la contraria de su casa y su oficina?
Decidió seguirlo e intentar llamar su atención. El coche se detuvo delante de la casa de Beatrice y Jack Riley.
¡Claro! Vio a Joseph y a Katie ir de la mano hasta la puerta. Se le debió ocurrir a ella misma.
Los Riley eran la pareja perfecta para adoptar al nuevo cachorro. El perro serviría para curar su pena y además estaría maravillosamente atendido.
—Buena elección, Joseph —susurró girando en una calle pequeña.
Joseph y Katie estaban haciendo una acción amable y generosa en el Día de Acción de Gracias… juntos… y no era el mejor momento para entrometerse.

La Navidad llegó al sur de California. Pero, una vez más, _________ tuvo que confiar en el calendario y en los escaparates de las tiendas para saberlo, y no en el tiempo. Las casas decoradas con luces de colores reflejaban la personalidad de los dueños. Algunas estaban decoradas con luces bien colocadas y otras con gran abandono.
El aparcamiento trasero del centro comercial estaba lleno de nieve artificial aunque __________ echaba de menos la nieve real de Nueva York, donde ella había crecido.
Cuatro días antes de navidad, __________ estaba en el centro comercial, buscando los últimos regalos. Cada año llegaban a la puerta de su casa un montón de regalos procedentes de sus pacientes y sus dueños agradecidos, desde bombones a colonias y fotografías «autografiadas» de varias criaturas peludas. _________ quería darles algo a cambio, aunque sólo fuera un juguete nuevo para los perros o un espejo para la jaula de los periquitos.
A _________ le había ido bien y estaba pensando en terminar por ese día. Al abandonar el centro comercial y entrar en el aparcamiento vio a un grupo de niños lanzándole bolas de nieve. Entonces divisó a Beatrice Riley, de pie a un lado, animando a sus favoritos. A sus pies, atado a una brillante correa roja, estaba el perrito labrador. Varios niños se habían reunido a su alrededor y se dedicaban a acariciar su cabecita brillante.
—__________ —la llamó Beatrice saludándola con la mano—. ¡Feliz Navidad!
—Para ti también —replicó __________ acercándose a ella—. Dios mío, cómo ha crecido el perro en unas semanas.
—Lo sé. Creo que tu señor Jonas me mintió al decirme que era un cachorro. ¡Yo empiezo a pensar que es un potro! ¡No creerías lo mucho que come!
—Él no es exactamente mi señor Jonas —dijo _________—. Es sólo un amigo.
—Hmm, pues él piensa mucho en ti. Habló de ti todo el tiempo que estuvo en mi casa… el día que nos dio el perrito.
__________ se inclinó para acariciar al perrito, intentando no parecer interesada.
—¿En serio? ¿Y qué dijo?
La sonrisa astuta de Beatrice demostraba que no se había creído su farsa.
—Dijo que le has enseñado mucho sobre seguir adelante después de una pérdida.
—¿Dijo eso?
Beatrice asintió.
—Yo no quería el perrito al principio. No quería tener que volver a sacrificar nunca más a un animal. Con Midas fue muy duro.
—Lo sé. Midas era uno más de tu familia.
—Sí, es cierto. Y le dije al señor Jonas que nadie podría ocupar el lugar de Midas. Pero él me dijo que el perrito no sería un sustituto de Midas. Era un pequeñín que me necesitaba. Nada podrá llenar nunca el vacío que dejó Midas, pero el señor Jonas me enseñó que tengo suficiente amor en mi corazón para cuidar a otro perro, aunque signifique también, perderlo algún día.
—Me alegro mucho, Beatrice —le dijo _________—. Joeph tenía razón. Este pequeño no podía haber encontrado un hogar mejor.
Después de despedirse, ________ volvió a su camión con una alegría que no tenía nada que ver con la Navidad.
Joseph la había escuchado después de todo. Y la había oído con el corazón.
La gente podía aprender y cambiar. En una estación de esperanza y amor, parecía que aún sucedían los milagros.

—¡Oh, no, Katie! ¿Qué le has hecho a tu cabra?
__________ estaba detrás de Casa Colina, mirando lo que tenía ante ella. Una pequeña cabra con algo que parecía un pequeño árbol mal podado atado a su cabeza. Su nariz rosa se había transformado en una monstruosidad roja, llena de pintalabios rojo. Alrededor de su cuello flacucho, colgaba una guirnalda navideña de plástico.
Katie estaba a su lado, sonriendo y orgullosa.
—Es Nochebuena, y pensé que Rosie sería un reno fantástico. Papá me ayudó a adornarle los cuernos. ¿No están fenomenal?
__________ tragó saliva.
—Oh, sí… fabuloso.
Rosie parecía igualmente encantada con su nuevo físico. Se pavoneaba de un lado a otro del patio moviendo la cola y con la cabeza muy alta.
—Rosie el Reno. Ya no me queda nada por ver. Parece que estás totalmente metida en el espíritu navideño, Katie.
—Oh, sí. Papá y yo fuimos la otra noche a uno de esos sitios donde uno corta su propio árbol de navidad. Y encontramos los adornos y las luces en el garaje y lo adornamos. Luego fuimos a comprar bolas nuevas, cuatro cajas, y yo las escogí. Son rosas y moradas. Y papá dijo que compraremos bolas nuevas cada año, porque cada navidad es nueva y especial.
__________ sonrió.
—Tu padre es un hombre muy sabio.
—Y mañana vamos a tomar pavo y tarta de calabaza. La señora Bridget le enseñó a papá a hacerlo porque ella se irá mañana a ver a su madre.
—Es estupendo —__________ miró alrededor, esperando ver a Joseph, pero el Jaguar no estaba—. ¿Está tu padre por aquí?
—No, tuvo que ir a comprar una lata de salsa de arándanos. Lo olvidó el otro día. Y cuando vuelva, iremos a escuchar los villancicos en el parque. ¿Vas a ir tú?
—Sí, lo había pensado. Conozco a mucha gente en el coro y me gustan mucho los villancicos.
—Podríamos ir juntos.
Un oficio de Nochebuena, juntos, los tres. Parte de ella quería ir, pero la otra se quedó paralizada de miedo.
No podría hacer algo así. Nunca.
Aunque de momento, no podía recordar la razón.
—No lo creo, Katie, pero gracias por la oferta. Toma —sacó un pequeño regalo de su bolso—. Sólo he venido para darte esto, aunque realmente es para Rosie.
—¿Para Rosie? ¿De verdad? —preguntó con los ojos muy brillantes mientras abría la caja y encontraba una pequeña campanita de plata.
—Se le pone en el cuello. Todos sus familiares en Suiza las llevan, así que pensé que ella también debería llevar una.
—Gracias, doctora __________ —dijo Katie haciendo sonar la campanita—. Es preciosa. Ven, Rosie, mira tu regalo.
Un minuto después, Rosie volvió a pavonearse, más orgullosa que nunca con la pequeña campanita colgando de su collar de cuero, sonando a cada paso.
—Tengo que irme ya, Katie —__________ le dio un abrazo—. Muchas felicidades para ti y tu padre. Mañana pensaré en vosotros.
—Yo también. Ojalá pudieras venir a cenar.
—Gracias, pero será mejor que me quede por casa por si algún perro decide comerse el árbol de navidad.
—Eh, estás bromeando. Eso no pasa realmente.
—Te sorprenderías, Katie. En esta época del año puede pasar cualquier cosa.

Capítulo 7


_________ los vio esa noche en la vigilia del parque. Joseph y Katie estaban de pie casi directamente frente a ella mientras el coro llenaba la carretera que dividía el parque y llevaba a la vieja mansión en lo alto de la colina. Katie la saludó con la mano, dando saltos arriba y abajo, Joseph simplemente sonrió y con la boca articuló las palabras «feliz Navidad».
Levantando la mano, _________ los saludó rápidamente, pero incluso eso le costó un esfuerzo tremendo.
Sabía que debió haber respondido con genuino calor más que con forzada educación, y con afecto más que con miedo. ¿Qué le pasaba?
No debía acercarse demasiado, porque ya sabía lo que sucedería después. Sí, ¿qué sucedería? Podría llegar a amar realmente a un hombre fantástico y una niña estupenda. ¿Sería eso una tragedia?
Sí. Podría serlo. Lo fue antes.
_________ se volvió y desapareció entre la multitud.
_________ estaba en la cama, dormida.
Entonces sonó el maldito teléfono.
Otra llamada en medio de la noche.
—Quizás sea Santa Claus —murmuró medio dormida mientras buscaba el teléfono con la mano—o, para decir que su reno no vuela… ¿Dígame?
—_________, soy Joseph Jonas. Sé que es Nochebuena y odio tener que llamarte, pero me temo que no puedo esperar.
_________ se sentó en la cama, alerta al instante. Joseph parecía preocupado.
—De acuerdo, Joseph. ¿Qué ocurre?
—Rosie está enferma. No sé qué le pasa, pero creo que es algo serio. Neil y Bridget se marcharon esta tarde de vacaciones, y Katie… bueno… está muy preocupada.
—En seguida estoy allí.
Mientras _________ se vestía, el pánico se apoderó de ella.
—No, Rosie. No en Nochebuena —susurró corriendo a su camión—. Por favor, Rosie no. Katie realmente te necesita.
La niña ya había perdido demasiado. Incluso un corazón tan alegre como el suyo tendría dificultades para superar otra tragedia tan pronto después de la última. _________ estaba decidida a hacer todo lo posible para que eso no sucediera.

En cuanto __________ entró a los establos, vio que Rosie estaba mejor de lo que ella esperaba. Estaba echada de lado, gimoteando lastimera, con la campanita aún enganchada a su collar y restos de pintalabios en la nariz.
Cuando se arrodilló junto a Joseph en la paja y examinó a su paciente, se le cayó el alma a los pies. El estómago de la pequeña cabra estaba hinchado, y obviamente ella sufría mucho.
—¿Qué le pasa? —preguntó Katie con lágrimas cayendo por sus mejillas—. ¿Va a morir?
_________ quiso decirle que todo iría bien, pero no iba a mentirle. Esa vez no estaba segura. Ni siquiera sabía qué pasaba.
Hizo las preguntas de rigor y Katie y Joseph le respondieron, pero ninguna respuesta le dio la información que necesitaba.
Rápidamente, _________ revisó los síntomas en su cabeza, intentando encajarlos con alguna de las enfermedades que conocía.
—Un momento —dijo al fin—. ¿Aún hay árboles de aguacates en la propiedad?
Katie y Joseph se miraron y asintieron a la vez.
—¿Podría haber comido Rosie alguna hoja hoy después de que yo estuviera aquí? —le preguntó ________ a Katie.
—Bueno… nosotros fuimos al parque a oír el coro. Yo la dejé en el patio trasero. Imagino que pudo haber comido algunas.
—Necesito saberlo con seguridad.
Joseph se puso de pie.
—Iré a comprobarlo.
Un momento después regresó, sujetando un aguacate a medio comer y varias hojas mordidas.
—Me temo que tenías razón. ¿Es malo?
_________ no se atrevió a decir que había perdido varios caballos de ese modo. Las hojas del aguacate eran mortales para los animales. Se sintió culpable. ¿Por qué no había advertido a Katie sobre eso?
—El problema es que Rosie no puede digerir las hojas. Se dice que una cabra puede comer de todo, y es cierto… casi. Pero ni siquiera su estómago puede con las hojas de aguacate.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Joseph.
—Tenemos que ayudarla a que las eche, aunque tardemos toda la noche.
—¿Cómo se puede hacer? —preguntó Katie.
_________ le sonrió.
—Te parecerá una tontería, pero el método antiguo es el mejor. ¿Tenéis una manga pastelera?
—¿Una manga pastelera? Claro.
—Bien, es lo que necesito.
—Voy a traerla —dijo Joseph.
_________ se subió las mangas y acarició la pequeña nariz roja mientras esperaba que regresara Joseph.
—Pobrecita. Imagino que Santa Claus tendrá que hacer su ronda esta noche sin Rosie el Reno.

—¿Crees que eso funcionará? —preguntó Joseph al ver a ________ llenar la manga de nuevo con una mezcla de aceite mineral y leche de magnesio.
Suavemente, él sujetó la boca de la cabra abierta mientras __________ le echaba el contenido. Rosie tragó débilmente y empezó a gritar de nuevo.
Durante las cinco horas anteriores habían estado haciendo turnos para darle la medicina. Pero hasta ese momento no había resultados.
—Aún no lo sé —__________ dejó la manga a un lado y se sentó en la paja junto a la cabra—. Si podemos darle suficiente, puede funcionar.
__________ miró a Katie, que estaba dormida en un rincón, acurrucada sobre la paja. La cazadora de Joseph estaba echada sobre sus hombros.
—Al final se ha rendido.
—Me alegro —dijo Joseph—. No había necesidad de que estuviera despierta toda la noche, preocupándose. Es un modo horrible para un niño de pasar la Nochebuena.
Joseph miró un rato a su hija y luego a __________.
—Tenías razón. Tengo miedo de perderla a ella también. Me despierto en medio de la noche, sudando de miedo.
__________ asintió.
—No me sorprende, considerando todo lo que te ha pasado. Yo me sentía igual después del accidente de Tim, pero a medida que pasó el tiempo se me hizo más fácil. También te ocurrirá a ti.
—¿Eso crees? —preguntó él mirándola con una luz de esperanza.
—Sí, lo prometo. Los primeros dos años son los peores. Luego es más fácil.
Joseph pasó la mano por el estómago hinchado de Rosie. ________ notó que le temblaban los dedos,
—Cuando pienso en Beverly, sólo recuerdo su muerte… el hecho de que yo no estuviera a su lado. Recuerdo la última vez que la vi. Estaba tan enferma e indefensa que ni siquiera me reconoció. Beverly siempre fue una mujer fuerte y orgullosa. No le gustaría que yo la recordara de ese modo. Y yo no quiero pensar en ella de ese modo.
—El tiempo también te ayudará en eso —dijo __________ poniendo una mano en su hombro—. Llegará el día en que recuerdes su vida, los momentos felices, su fuerza, su risa, su belleza… más que las tristes circunstancias de su muerte.
Para su sorpresa, Joseph la agarró de los hombros y la abrazó. Durante un rato la sujetó con fuerza contra su pecho, con la cara enterrada en su pelo, sin decir nada.
Le rodeó la cintura con los brazos y ella se permitió disfrutar del lujo de fundirse en otro ser humano. Ese abrazo fue el primer encuentro íntimo que ella había experimentado desde la muerte de Tim. Y no podía creer lo mucho que lo necesitaba ni lo bien que se sentía.
Finalmente, él la soltó y ella se quedó sorprendida al ver la profunda emoción en sus ojos. Lo que vio fue la viva imagen de lo que ella estaba sintiendo.
—Has hecho mucho por nosotros, _________… Por mí —dijo acariciándole suavemente una mejilla—. Me has enseñado lo importante que es llegar a otras personas.
Tras echar un rápido vistazo a su hija, Joseph se inclinó y la besó suavemente en la mejilla. La sensación de deseo y miedo sacudieron a _________ a la vez. De repente sintió como si no pudiera respirar.
—Quiero llegar a ti, _________ —dijo acariciándole la nuca—. Si lo hago… si encuentro el valor… ¿estarás tú ahí?
A _________ se le ocurrieron cientos de respuestas mientras miraba a los ojos a un hombre al que fácilmente podría amar. Un hombre al que ya amaba. Su corazón sólo le permitió darle una respuesta.
—Joseph… yo…
Sus palabras fueron interrumpidas por un alto balido mientras Rosie empezaba a agitarse, intentando levantarse.
_________ se olvidó del romance por el momento.
—Ayúdame a levantarla.
Con cuidado, levantaron a la cabra. Joseph la sujetó durante un par de minutos. Cuando la soltó, se quedó de pie sobre piernas temblorosas, pero al menos estaba de pie. Y eso era lo importante.
—Ahora tenemos que volver a esperar —dijo __________—. Parece que va a hacer algo.
Unos minutos después, la medicina surgió efecto, y el pequeño animal se libró de la mayor parte de su carga. Dejó de gritar y empezó a agitar un poco la cola.
—¡Buena chica! —exclamó _________ arrodillándose y abrazándola—. Tu dueña estará orgullosa de ti cuando se despierte.
—¿Se lo digo? —preguntó Joseph.
—Yo no lo haría. Dentro de una o dos horas, Rosie se sentirá mucho mejor y preparada para celebrar la Navidad. ¿Por qué no dejas que Katie duerma hasta entonces?
Joseph se acercó a su hija y la tapó mejor.
—Tenías razón en otra cosa. Incluso si algún día pierdo a Katie, no quiero perdérmela en mi vida. Me da muchas alegrías.
—Puedo imaginarlo.
—Tenía miedo de amarla como a su madre. Pero mírala. ¿Cómo puedo evitarlo?
__________ sonrió.
—Te entiendo. Tiene un espíritu maravilloso. Yo me enamoré de ella al instante.
—Bueno, el sentimiento parece mutuo.
Sus ojos se encontraron, y el afecto que _________ vio en los de Joseph, le llegó directamente al corazón.
Pero nunca desaparecía del todo… el miedo de amar… de perder.
Pero algo en sus ojos le dio valor para apartarlo. Al menos de momento. _________ se puso de pie y miró por la ventana al sol, que estaba levantándose en un cielo sin nubes.
—Feliz Navidad, Joseph.
—Feliz Nav… ¡Oh, no! ¡Santa Claus no ha venido! Y ha pasado todo el mes de compras y comprando decoración y comida para intentar compensar el desastre del Día de Acción de Gracias.
Ella se rió.
—Anda, vete.
—Gracias por recordármelo —Joseph corrió a la puerta—. Si echo a perder este día, Katie no me hablará durante los próximos diez años.
—¿Katie? —Se oyó una vocecilla—. ¿Alguien me ha llamado?
Joseph gruñó.
—Demasiado tarde. Estoy muerto.
Katie se levantó, adormilada y cansada, pero feliz.
—¡Rosie! ¡Estás de pie! ¡Ya no estás llorando!
Tiró la cazadora de su padre y corrió junto a la cabra. La cola de la cabra empezó a agitarse al ver a su dueña.
—¡La has curado! —gritó mientras abrazaba al animal—. ¡Doctora _________, la has curado! ¡Muchísimas gracias!
—De nada, Katie. Pero no habría podido hacerlo sola. Tuve mucha ayuda —dijo haciendo un gesto hacia Joseph.
Katie resplandecía de orgullo cuando miró a su padre. Corrió hacia él y le echó los brazos a la cintura.
—Gracias, papá. ¡Es el mejor regalo de Navidad del mundo!
—De nada, hija. Pero hablando de Navidad… —se aclaró la garganta—. Verás, Katie, he estado muy ocupado con Rosie y… no… no he tenido tiempo de…
—Deja que adivine. El hombre de la barba blanca no ha llegado, ¿correcto?
—Bueno… aún no he estado en la casa, pero eso me temo.
Katie miró a su padre y luego a Rosie.
—No es importante, papá. Rosie es todo lo que importa. Tú la curaste, y es lo que más me importa… Bueno, Rosie y las tartas de calabaza, claro.
Joseph se rió y besó la cabeza de su hija.
—Katie, hay tres tartas de calabaza en el frigorífico y nata montada para acompañarlas. También hay un pavo enorme, que será mejor que meta al horno. Y tengo una sugerencia —dijo Joseph acercándose a la esquina para recoger su americana—. Iba a preguntarle a _________ si quería tomar tortitas esta mañana.
—¿En serio? —Katie sonrió—. ¿Tus tortitas especiales?
—Con piña y nueces —dijo mirando a __________—. Y luego, puedes quedarte a probar mi comida especial de Navidad, claro.
—¡Suena estupendo! Acepto.
Katie corrió hacia _________ y le habló al oído.
—Él no hace sus tortitas especiales para cualquiera. Creo que realmente le gustas.
—Hmm… eso es muy agradable —fue todo lo que _________ pudo decir, ruborizándose al instante.
—¿De qué estáis hablando las dos? —preguntó Joseph.
—De nada —Katie se rió y le dio un abrazo a Rosie—. Iré a preparar el sirope para las tortitas.
Y Katie se marchó corriendo hacia la casa.
—Gracias por dejarme bien delante de Katie —le dijo Joseph a _________.
—De nada. Pero cobro más por eso. Aparecerá en mi factura.
Joseph extendió la mano hacia ella, con mirada de afecto. Ella sabía qué simbolizaba ese gesto.
—Estoy aquí, Joseph —dijo aceptando su mano—. Aquí mismo.
Un segundo después, estaba de nuevo entre sus brazos, pero esa vez no fue un abrazo de amigos… sino de amantes.
El beso de Joseph fue cálido y suave, pero con una pasión que la sorprendió. Sentimientos dormidos despertaron deliciosamente en el cuerpo de _________, recordándole que era una mujer.
Finalmente, cuando los dos se quedaron sin aliento, Joseph la sacó a ella y a Rosie fuera del establo hasta el corral de la cabra.
—Considerando el tamaño de mi deuda —dijo Joseph asegurando la puerta—, es posible que tenga que pagarte en tortitas.
—¿En tortitas de piña? —dijo ________ mientras se dirigían de la mano hacia la casa.
—Quizás todos los domingos por la mañana durante el resto de tu vida… si te gustan tanto las tortitas.
_________ se sintió mareada de tanta felicidad.
—Me gustan las tortitas. En realidad me encantan.

Fín

Dios Adeeeeeeeeeee me mataste con esta novela!!!!!!
Siemplemente he adorado esta novela,me encanta.
Y el final es más que encantador.
MUCHAS GRACIAS POR SUBIR ESTA NOVELA!
Teeeeeeeeeee adoro locaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!

WAAAAAAA MUY BUENAAAA! La amé!! Debes poner otra E-N-S-E-G-U-I-D-A

ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
DEFINITIVAMENTEEEEEEEEE BELLISIMA
QUE NOVE MAS HERMOSAAAAAA
LA AMEEEEEE
SI MAÑANA NO COLOCAS LA OTRA NOVE ERES MUJER MUERTA AMIGAAAAAAA

BUENO KIERO FELICITARTE XQ ESTUBO FANTASTICA DARTE GRACIASY DESEARTE SUERTE EN TUS OTROS PROYECTOS Y K YA SABES ME VAS A TENER AHI EN TU SIQUIENTE NOVELA TIENES UN GRAN TALENTO PARA ESCRIBIR
BESOS Y NOS VEMOS EN TU OTRA NOCE CIAO
FELICIDADES X TU NOVE OTRA VEZ

ahhhhhh
me encnato el final
estuvo increible
me encnato
me encanto
espero la otra nove