Paradox { Zayn&Abbie

Paradox

Capítulo 2

—Te van a matar. —sentenció Emily, cruzándose de brazos  y dejándose caer en el sofá a un lado de su cama.
Abbie miró hacia el techo. Las estrellas de distintos tamaños que se alimentaban de la luz seguían ahí, a pesar de que las había pegado hace ya unos siete años con su papá.
Frunció el ceño y levantó la cabeza un poco para dirigirle a Emily una mirada de reproche.
—¿Qué clase de mejor amiga eres? —preguntó, y le lanzó una almohada rosa y afelpada.
Emily rio y la esquivó rápidamente. Luego se encogió de hombros.
—Una realista. —contestó. Ambas se quedaron viendo las estrellas en el techo de Abbie. Algunas se habían despegado y aun se podía ver el pegamento blanco en el techo azul, y otras ya no brillaban tanto como solían hacerlo. Pero la mayoría funcionaban.
A veces, cuando Abbie no podía dormir y era muy tarde para llamarle a Liam o Emily, veía las estrellas de verde pálido perder su color a medida que la noche avanzaba y la luz escapaba más de ellas un poco más con cada minuto.
Escuchó el móvil de Emily vibrar, pero ella simplemente se limitó a no contestar.
—Era mi hermano —dijo, antes de que Abbie pudiera preguntarle—. No pienso pasar por él al entrenamiento. No quiero que deje mi coche apestando a sudor. Imagínate, si de por si ya huele a viejo. —hizo una mueca.
Abbie fingió que la escuchaba. Pero en realidad su mente estaba en otro lugar. En unas horas antes, cuando Alice la había amenazado y absolutamente todos la habían mirado con ojos de te-voy-a-matar.
Se sentó de golpe para mirar a su mejor amiga.
—¿Qué crees que me hagan?
Emily se puso a pensar unos segundos y, finalmente, hizo un ademán con las manos como señal de que no tenía ni idea.
—¿Zayn vive a tres casas de la tuya, no? Probablemente se disfracen todos de negro y entren a robarte todo lo que tienes, pero nada más. —Abbie la miró con burla y Emily bufó— Bueno, quizá no eso. Pero ya que la Bruja no tiene un acceso fácil a ti, y sí, estoy hablando de Alice, ahora les pondremos apodos, supongo que usará a Buenazo para hacerte daño.
—Esos apodos son estúpidos, Emily. —dijo Abbie, aunque se rio.
Emily puso cara de indignación.
—Vaya, ahora desquitas tu enojo haciéndolo bullying psicológico a tu mejor amiga. No me la creo.
Abbie tomó otra de las almohadas de su cama y se la lanzó a Emily. Ésta vez, Emily no alcanzó a esquivarla y le dio en la cara, despeinándola.
Abbie no pudo evitar reírse.
—¡No te rías! —medio dijo, medio gritó Emily— De verdad. No lo hagas. No es gracioso. Bueno, quizá un poco. ¡Pero no quiero que te rías!
—Estás haciendo esa cosa donde arrugas la nariz cuando te enojas. Pareces un perrito pug enfadado, es imposible no reírse, Em. —Abbie trató de mantener una cara seria mientras decía esto… sin mucho éxito.
Emily le lanzó una de las almohadas de regreso, y ambas rieron de nuevo.
Después de algunos segundos, Emily se incorporó del pequeño sofá y tomó sus cosas.
—Debería de irme antes de que mi papá regrese del trabajo. —dijo con una media sonrisa.
Abbie sabía a lo que Emily en realidad se refería era a que debería irse antes de que el papá de Abbie llegara de trabajar. Pero no puso objeciones. Ambas conocían el temperamento de los papás de Abbie y sabían que, si veían a Emily en la casa, probablemente le iría el doble de mal de lo que usualmente le iba a Abbie.
—¿Te acompaño a la puerta? —le preguntó Abbie por cortesía. Emily negó con la cabeza.
—No te preocupes. Deberías empezar la tarea de ética, es algo larga. —suspiró.
Abbie asintió con la cabeza, esbozando una pequeña sonrisa. Le dio un abrazo a Emily antes de que ella saliera. Poco después escuchó la puerta de la entrada abrirse y cerrarse.
Decidió que era mejor hacer lo de ética antes de que su mente se abarrotara con pensamientos sobre lo que Alice y Harry estarían preparando para ella. Buscó sobre las cualidades de una comunidad unida en internet, y cuando iba más o menos por la mitad escribiendo… la puerta se abrió.
Abbie se tensó de inmediato y dejó caer la pluma sobre la libreta. Todos sus sentidos se pusieron alerta. Ponerle el seguro a la puerta no era una opción, eso enfurecía el doble a sus padres y en cuanto quitara el seguro se le echarían encima. Escuchó algunas cosas tirarse y un gruñido profundo.
Entró en pánico.
Lo primero que pensó fue “que bueno que Emily se fue” y lo segundo fue “necesito salir de aquí”. Claro que, ¿cómo iba a lograr salir? Para eso tenía que bajar las escaleras y eso garantizaría que la atraparían. Cerró los ojos, respiró profundo, y trató de hacer el menor ruido posible.
Escuchó las pisadas de su papá por las escaleras. Fuertes y desiguales. Pisadas de un borracho.
Las manos se le pusieron frías y decidió que probablemente era mejor actuar con tanta naturalidad como pudiera.
—¡ABIGAIL! —gritó su papá, entrando a su habitación.
Abbie trató de no parecer nerviosa.
—¿Ya llegaste del trabajo? Vaya, es temprano. —dijo con una sonrisa forzada.
Su papá rio.
—No fui al trabajo.
—Oh. —fue todo lo que contestó Abbie.
Su papá se le quedó viendo unos momentos y luego su vista fue a dar hasta el iPad de Abbie, descansando a un lado de ella. Frunció el ceño y la señaló con el dedo índice.
—¿De dónde sacaste eso?
—Me lo dio la tía Lauren en Navidad, ¿recuerdas? —su tono era paciente y suave, buscando provocarlo lo menos posible.
La reacción de su papá fue exactamente la contraria.
Se acercó a ella con la cara roja por el efecto del alcohol y el enojo. Arrancó la página de la libreta de Abbie y la hizo pedazos.
—¡¿Quieres mucho a tu tía Lauren, verdad?! —le preguntó. Abbie se arrinconó contra la pared. El nudo en la garganta que siempre se le formaba en estas situaciones se iba agrandando cada vez más, amenazando con salir en forma de lágrimas Al ver que no contestaba, la mano de su papá se alzó. Abbie cubrió por instinto su hombro, donde aún tenía el moretón pasado.
Abbie empezó a gritar. A suplicar. A esquivar las manos torpes de su padre.
A pesar de sus esfuerzos, sintió su puño golpear con fuerza su mandíbula al cabo de pocos segundos de pelear.
Cayó al suelo con un golpe sordo, aturdida. Las estrellas del techo daban vueltas. Puntos negros manchaban el pequeño sofá en el que Emily se había sentado y su cama. La adrenalina se le disparó y, aprovechando un momento de borracho estúpido que estaba teniendo su padre, su cerebro dio una única orden: corre.
Pasó por debajo de las piernas de Harrison Evans y corrió lo más rápido que pudo. El corazón latía dolorosamente contra su pecho. Sus oídos zumbaban. Su cabeza dolía. Cada respiración le costaba cada gramo de voluntad. Para cuando se dio cuenta, estaba corriendo a través del parque en frente de su casa y los músculos empezaban a pesarle.
—No. Absolutamente no. —contestó él, ganándose miradas de reproche de parte de Alice y Harry.
—Oh, vamos, ¡será divertido! —dijo Alice, aplaudiendo con emoción y dando saltitos. Harry sólo asintió con la cabeza, esbozando una media sonrisa burlona.
Zayn rodó los ojos.
—Eso es cruel, Alice.
—Ya lo hablé con todos y están de acuerdo. Es el pequeño precio que debe pagar por casi hacer que nos expulsaran. —Alice se encogió de hombros, restándole importancia.
—Mi papá y generosa donación a los fondos escolares fueron lo único que nos salvaron —le recordó Harry. Como si Zayn no lo supiera—. Nos debes una.
Zayn dejó de caminar para verlos de frente.
—No voy a acostarme con Abigail Evans y luego publicarlo para humillarla.
Alice frunció el ceño.
—No sólo es acostarte con ella, tontito. También debes sacar secretos. Humillantes, de preferencia. Pero cualquier cosa sirve.
—Lo harás o le diré a mi papá que te quite del trato, te expulsarán, y adiós Universidad de Pennsylvania.
Zayn abrió la boca para protestar, pero Alice y Harry se dieron la vuelta y caminaron en la dirección opuesta. Los observó hasta que los vio subirse al reluciente Jaguar de Harry y luego siguió caminando por el sendero del parque frente a su casa.
Podía usar el hecho de que Abbie fuera su vecina para lograr lo que ellos querían que hiciera. Podía ganarse su confianza. Podía ir a llevarle unas galletas o una canasta de panquecillos como hacían los vecinos en las películas.
Negó con la cabeza. Esa era una idea estúpida.
El cielo estaba pintado de tonos rojos, anaranjados, rosas, y algo azules. Los árboles estaban anaranjados y amarillos con la llegada del otoño y el sendero de piedras rojas le aportaba a todo un toque casi de tarjeta postal. El parque a esa hora estaba relativamente vacío: había algunos niños jugando en los columpios y el fuerte, y sus mamás estaban sentadas en las bancas al lado de los juegos. Más allá, del lado más pegado a la calle, había otras bancas para picnic en las que había una chica llorando. Chica que, después de algunos segundos de observar con detenimiento, Zayn notó que era Abbie.
De todas las malditas coincidencias.
Bueno, si tenía que hacerlo de todas formas, ¿por qué no empezar en ese momento?
Caminó hasta ella y se quedó a un metro prudente de distancia. Veía sus hombros subir y bajar rápidamente, como señal de que estaba llorando. Pobre, seguramente lloraba por miedo a lo que pudieran hacerle. Aunque, ahora que lo pensaba bien, también era un poco patético.
—Uh… eh… —gran conversación, Malik— ¿Abiga- digo, Abbie? —preguntó, inseguro de hablarle pero no queriendo gastar más tiempo. Ella se giró un poco para secarse las lágrimas de las mejillas y luego lo volteó a ver con una expresión confundida.
—¿Podrías humillarme mañana? Hoy realmente no estoy de humor. Cualquier cosa que tengan preparada, está bien. Sólo no hoy. —soltó, con la voz temblorosa.
Zayn frunció el ceño al notar un moretón grande en su mandíbula, del lado derecho.
—No vengo a- ¡por Dios!  ¿qué te pasó? —el moretón se veía doloroso y reciente.
—Me… me caí corriendo por el sendero y me di con una de las bancas. —contestó, mirando hacia el suelo.
Zayn no pudo evitar pensar que era muy tonta.
—¿Te molesta si me siento? —preguntó, a pesar de todo.
Abbie lo miró como si tuviera un moco gigante escurriendo de la nariz.
—¿Qué? No. Piérdete. —le espetó, y luego se incorporó para echar a correr por el sendero.
Zayn se quedó ahí parado. Pensando que Abbie Evans estaba realmente loca. ¿Cómo se suponía que debía enamorar a una lunática?