El Círculo {One Direction} |NC|

Mi satisfacción de ver a Zayn y a Harry terminar en el limbo duró tan poco como un suspiro. Antes de poder procesarlo, por culpa de Joan, tenía serpientes a mi alrededor y luego todo se volvió negro.

Cuando volví a abrir los ojos, no supe con exactitud dónde me encontraba. Estaba oscuro y el aire frío, provocándome un escalofrío por la espalda. A pesar de que parecía el mundo real, como si solo me hubiese tele-transportado, estaba segura de que todo ocurría dentro de mí cabeza. ¿A qué más se referiría el juicio final, de no ser algo jodido psicológico? Las palabras de Joan se repetían una y otra vez en mi cabeza; y cada vez que lo hacían, mis ganas de matarla aumentaban.

Si esto en realidad era un juicio, yo estaba muerta. Estaba segura de que no era inocente en lo que sea que vaya a juzgarse en mi contra. Y a pesar de pensar así, algo me decía que esto no era un juicio normal.

De pronto me topé con un objeto metálico. Lo pateé un poco y rodó por el suelo, porque había estado caminando tratando de hallar algo que me dijera exactamente dónde me encontraba. Me agaché para tocarlo y solté un quejido al puncharme el dedo con una púa de hierro. No sabía si me había acostumbrado a la poca claridad, pero pude distinguir la silueta de un mazo medieval en frente de mí.

Mis ojos se abrieron a más no poder y me caí hacia detrás por el susto. Al apoyarme con las manos del suelo, sentí el piso frío y metálico y supe exactamente dónde me encontraba. Igual que el suelo, las paredes eran de metal y el lugar era más ancho que alto. Los latidos de mi corazón se descontrolaron tanto que pensé que me saldría por la nariz, comencé a jadear en vez de respirar normalmente. Estaba teniendo un ataque de pánico y no podía hacer nada para evitarlo.

Sabía dónde estaba —conocía el lugar tan bien que me daba asco— y esperaba estar equivocada sobre lo que le seguía a esto. Sin dudarlo ni media vez, me puse de pie y comencé a correr hacia donde creía que estaba la puerta. Necesitaba salir de aquí pero ya. Aquel búnquer era la razón por la que odiaba toda clase de espacios bajo tierra.

A pesar de que avanzaba rápido y me sentía casi sin respiración, la puerta no aparecía. Tenía miedo de acercarme a las paredes porque, según recordaba, o estaban repletas de armas colgando o tenían grilletes para atar personas. Justo cuando ese pensamiento me cruzó la cabeza, escuché dos cadenas metálicas rozar contra el piso y luego estaba cayéndome de frente. Y entonces sentí los grilletes cerrarse en mis tobillos.
Presa del miedo, me levanté y de manera torpe comencé a patear en el aire para salir del agarre. Tenía que irme, tenía que irme ya mismo. No obstante, lo único que gané por forcejear fue herirme la piel y sangrar.

Descarté esa alternativa y comencé a buscar alguna arma cercana que me ayudara a cortar las cadenas. Lo que fuera. Cuando divisé un hacha y me estiré para alcanzarla, escuché más cadenas cayendo desde arriba de mí. Y de pronto, me encontraba sujeta por las muñecas, con los brazos estirados por encima de mi cabeza.

—¡Maldición!

Sin importar cuánto jalaba, no me soltaba. Sabía que era inútil pero no podía dejar de intentarlo. No estaba pensando racionalmente y lo sabía, pero el terror estaba comenzando a impregnarse en mis huesos como la pintura en una pared. Era más que consciente de los temblores que me fustigaban de pies a cabeza. Dejé de jalar los brazos cuando sentí que me iba a dislocar los hombros.

Tienes que calmarte, tienes que calmarte y pensar en una forma lógica para salir de aquí. Nada es real, todo es-

Mis apresurados pensamientos se callaron cuando escuché pasos avanzando por detrás de mí, en mi dirección. Me paralicé del miedo y sujeté las cadenas por encima de los brazaletes tan fuerte que me dolieron los dedos, pero no me solté. Los pasos eran lentos, seguros, de un leopardo acechando la presa con confianza porque ya sabía que la tenía ganada. Y avanzó sin decir nada hasta que estuvo justo detrás de mí. Yo me esforzaba por no dejar de respirar.

Lo escuché milisegundos antes de sentirlo. El sonido de cuero rasgar contra el aire. Y justo después, el sonido del cuero desgarrando piel —la piel de mí espalda. No sabía qué era mayor —el dolor que me puso a ver amarillo con rojo; o el hecho de que me iba a dar una taquicardia porque me encontraba en el lugar más aterrador de toda mi vida. El bunquer de Cedric.

El segundo latigazo me hizo soltar lágrimas y un alarido que resonó en las paredes de metal. Estaba de nuevo allí —en la cámara de torturas de mi niñez. La que nunca abandonaba mis pesadillas, sin importar qué tan buen día había tenido. Del lugar que había escapado un montón de veces, solo para ser castigada y llevada de vuelta allí. No podía pensar en nada. Solo podía sentir terror y el dolor que me hacía retorcerme de pie, moviendo las cadenas y buscando escaparme en vano.

Los latigazos continuaban y me daban ganas de suicidarme y sentía que me ahogaba constantemente. Respiraba con dificultad mientras trataba de no recordar los métodos disciplinarios de mi padre —pero era imposible cuando lo estaba volviendo a vivir en carne y hueso. Con cada latigazo, me gritaba un insulto nuevo, una regla nueva, una prohibición más. Era su forma de criar a su hija como su mejor soldado. Con cosas como esta cuando me portaba “mal”; o encerrándome en el closet sin comida por el resto de la tarde; o golpeando a mi madre hasta desfallecer; o golpeándome hasta que me desmayaba.

Porque yo no solo odiaba a Cedric Bloom por haber maltratado a mi madre y a mí durante toda mi existencia. Sino que, a pesar de que era lo peor que tenía que admitir en la historia, me atemorizaba. Era de la clase de horror que te dejaba paralizado, tan intenso que era como si te congelaras, tan traumatizante que te costaba pensar.

¡Tienes que salir de aquí y despertar ahora mismo!

La voz sonada dentro de mí cabeza y parecía ser mi voz, pero no era yo. Mi vista ya estaba borrosa y mi voz sonaba ronca porque los gritos y los sollozos habían dejado mi garganta seca y raspada. Solo quería que parara y que me dejara en paz. ¿Era eso tal difícil de pedir? Yo no merecía esto. No había hecho nada para merecerlo.

¡Es un sueño! ¡No es real! ¡Despierta!

¿Pero cómo podía despertar sino estaba durmiendo? Estaba vivita y estaba sintiendo el dolor de mi vida. Justo como antes, sentía como si me estuvieran arrancando el alma. Los recuerdos azotaban mi cabeza: visiones sobre una Helenna de catorce años siendo bañada con agua fría luego de una intensa sesión de correazos. Más tarde una visión de mamá defendiéndome y recibiendo una tunda que casi la dejó ciega por ello. Era demasiado y yo solo quería dejar de pensar y de sentir. ¿Cómo iba a despertar de una pesadilla que era la vida real?

La risa macabra de Cedric me hizo temblar tan fuerte que creí que eran espasmos. Con otro latigazo fue el punto máximo de mi resistencia y dejé caer mi peso. Los grilletes era lo único que me sujetaba y evitaba una fea caída de frente contra el suelo. No podía hacer más nada que respirar y temblar como gelatina. Siempre tuve miedo a morir a manos de Cedric —sola, amordazada, bajo la tierra donde nadie podría encontrarme.

Tal vez si iba a morir, al final…

“Van a enfrentar su juicio final.”

La voz de Joan se escuchó clara y fuerte en mi cabeza —casi creí que estaba en frente de mí, mirándome con aquellos ojos verdes llenos de reproche.  Algo hizo clic dentro de mí. Esto era un sueño sin importar qué tan real se sintiera. Así que iba a escapar de allí a como dé lugar.

Tomé una bocanada de aire y volví a aguantar mi peso, sujetándome de las cadenas por encima de los brazaletes. Traté de aguantarlo, aunque me tambaleara constantemente.

Si este era mi juicio final, entonces iba a tener que superarlo. Solo era cuestión de averiguar cómo. No iba a dejar que Cedric continuara atormentándome más en la vida. Yo había salido viva de aquel bunquer una vez —estaba segura de que podría hacerlo de nuevo.  Era difícil pensar racionalmente cuando el látigo azotaba mi piel y el dolor parecía acabar con mi alma. El olor metálico de la sangre me estaba mareando y sentía que las paredes estaban cerrándose. Cerré los ojos y traté de ordenarle a mi cerebro que ya era hora de despertarse.

Despierta, despierta, despierta, despierta.

Cuando creí que iba a funcionar, otro latigazo me hizo soltar una especie de chillido-sollozo y volví a la realidad. Ya ni siquiera me quedaba voz para gritar correctamente. Todo lo que se escuchaba de mí era el pitido de mi lenta respiración.  

Y entonces me llegó a la mente el otro día que estuve a punto de morir en el cementerio. Iba a utilizar mi poder para salir de allí de una vez y por todas.

Agarré las cadenas con más fuerza y cerré los ojos nuevamente. Intenté disminuir las inhalaciones erráticas y apresuradas. Solo tenía que concentrarme y transmitir el lazo de mi dolor y miedo a Cedric. Era más complicado porque me encontraba al borde del precipicio de mi propio infierno. Pero ya no era la misma niña de antes —ya había pasado por demasiado para volver a serlo.

Concentré todas las fuerzas restantes dentro de mí en encontrar la mente de Cedric y establecer el lazo que acabaría matándolo, y dejándome libre. Posterior a eso, comencé a mandar una sola orden: “Siente lo que yo siento, sufre lo que yo sufro, padece por tu propia mano”.

En un principio, no funcionó y el próximo latigazo casi me rebanó una parte de atrás del cuello. Pero en vez de encogerme, apreté más las cadenas y me obligué a aceptar el dolor. Me sometí a la tortura y, en poco tiempo, sentí cómo el calvario disminuyó. Fue repentino y en poca cantidad; pero lo comprobé cuando volvió a suceder y cada vez el dolor iba disminuyendo más rápido. Continué enviándole la orden a su cerebro frenética. Como un mártir, acepté mi castigo; y como una sobreviviente, hice pagar a mis demonios dándoles un poco de su propia medicina. El látigo cayó al suelo, seguido por Cedric, quien aullaba de dolor.

Y por primera vez, el latido de mi corazón se comenzó a calmar.

No pude celebrar nada porque de repente, mis ojos comenzaron a cerrarse y mi vista se terminó de nublar. No podía distinguir nada a mi alrededor, salvo el charco de sangre bajo mis pies…


Cuando volví a despertarme, sabía que ya no me encontraba en un búnquer. El aire de aquel lugar era húmedo, más puro e incluso podía asegurar que antes había estado allí. Estaba acostada sobre una cama y a pesar de que mi espalda estaba entumecida y casi podía sentir las cicatrices…nada dolía. Era la habitación de la casa de Edward y estaba de vuelta en la calurosa Australia —y nunca me había puesto tan feliz de saberlo.

Antes de abrir los ojos, escuché voces acercarse a la habitación. Me quedé quieta y procuré no cambiar el ritmo de mi respiración.

—Joan, puedo entender tu razonamiento al tomar esa decisión —habló un hombre, Edward, mientras sus pasos se acercaban más a mi lado del lugar— Pero habría sido más sensato avisarles antes de hacerles pasar por eso, ¿no crees?
—Van a estar bien —bufó Joan y casi podía imaginarla rodando los ojos— Helenna y Stella son fuertes, sino ya habrían muerto. El juicio es lo que tenía que hacerse.

Se me estaba haciendo difícil mantener mi expresión de “chica-durmiendo-en-paz” al escuchar todo eso. Comencé a atar cabos sueltos y el asunto no me estaba gustando para nada…

—No he dicho lo contrario —replicó Edward— Pero nunca subestimes el poder de un trauma psicológico. No sabes lo que puede provocar.
—Ya está hecho —reprochó Joan— Ambas deben superar sus más profundos temores o morir. Es la única forma de asegurar que Harry y Zayn no se metan en sus cabezas.

Y esa fue la gota que derramó el vaso. O en mi caso, el fósforo que encendió el gas inflamable y provocó una enorme explosión. Abrí los ojos de golpe, pero tuve que cerrarlos porque el resplandor del bombillo me dejó temporalmente ciega. Los volví a abrir y me fijé en que Edward y Joan me miraban con expresiones entre sorpresa y alivio.

—Helenna…—comenzó Joan, pero se calló abruptamente.

Seguro leyó la atmósfera o probablemente yo tenía una expresión de mierda por todo el calvario que había pasado —o ambas. Ninguno de los dos dijo nada mientras yo examinaba la habitación y me sentaba en la cama. Al otro lado del lugar, en la otra cama, se encontraba una inconsciente Stella. Seguí observando todo en silencio.

Mi garganta se sentía raspada, como si de verdad hubiese estado gritando y por la seguridad de todos, esperaba que en realidad no lo haya hecho. La ira estaba presente en cada punto de mi cuerpo, tan arrolladora que me sentía como una granada a segundos de estallar.

Cuando encontré mis dagas, las tomé por el mango, desenvainándolas y me giré tan rápido que me mareé. No le puse caso a mi estómago ni al tambaleo de mis piernas, sino que enfoqué todo en la furia que sentía hacia Joan. Las hojas cortaron el aire con un “¡zas!” y se detuvieron, en forma de X, justo a pocos centímetros del cuello de la pelirroja.

—¡Helenna! —gritó Edward.

De reojo observé como comenzó a acercarse hacia nosotras, pero se detuvo abruptamente cuando estiré mi brazo izquierdo, apuntando justo a su pecho. Miré a Joan con toda la cólera que sentía en el momento, junto con algo más… ¿traición? ¿dolor? Bah, qué importaba. Ella me devolvió la mirada con aquellos ojos firmes y fríos que conocía.

—Dime una maldita razón para no matarte ahora mismo —mascullé con desprecio que pude (lo que no era tan difícil, la verdad).

Antes de que Joan respondiera, una brisa repentina movió nuestros cabellos y de repente, Liam se encontraba detrás de Joan. Estiró uno de sus brazos, sujetó la punta de la daga y la movió hacia la derecha. Me miró con ojos fulminantes.

—No quieres hacer esto —ordenó.

Solté una risotada cínica.

—¿Qué tan seguro estas de eso? —dejé de reírme y moví la daga para cortarle los dedos, pero solo terminó siendo un corte superficial.
—Okey, sí quieres matarnos —soltó con rapidez— Pero trata de entender por qué-

Con una mirada fue suficiente para hacerlo callar y provocarle una migraña de los mil demonios. Dejé de apuntar al papa de Elise para volver a hacer la X en torno al cuello de Joan, que aún no se dignaba a decir una mierda.

—No vuelvas a acercarte a mí en lo que resta de tu miserable vida, ¿capisce?


Por suerte, Joan parecía saber que esa vez yo estaba hablando muy en serio y me dejó en paz. Fui a comer lo que sea que preparó Edward, carne con papas, porque según él dormir tanto tiempo sin levantarme a comer me podría dejar muy débil. Me quedé sola en el comedor, tratando de no recordar el sueño inducido del que me había despertado hace poco.

Un tiempo después, Stella despertó. Lo supe porque de inmediato comenzó a gritarle barbaridades a Joan —que yo entendía perfectamente— y en mi cabeza sentí su presencia al momento. Era algo que había mejorado con el entrenamiento por Edward —por tan poco sentido del humor que tuviera. Antes era algo que hacía por impulsividad, el de dañar a las personas con mi mente. Ahora he aprendido más sobre que qué se trata. Son una especie de lazos mentales y para hacerlos, debo conseguir y meterme a la mente de las personas.

Y también pretendía trabajar en cómo utilizar eso para poner un montón de barreras alrededor de mí cabeza. ¿Quién sabía si el Anti-círculo contaba con un telépata o alguien que pudiera controlar mi cerebro? No estaba dispuesta a dejar que eso me pasara otra vez.

Cuando estaba a punto de irle a preguntar a Edward dónde rayos se encontraba el resto de las chicas —Niall y Louis me traían sin cuidado— Joan salió de la habitación y se acercó hasta mí. Me pregunté porque Stella no la había noqueado.  

—Tenemos que hablar.
—Jódete.
—Escucha, Lenna, sé que estás enojada —la miré como diciéndole “¿en serio?” — pero tenemos que hablar. Tienes que contarme lo qué pasó.

Esta vez si la miré mal. Estaba segura de que accidentalmente le había hecho daño, porque hizo una mueca corta que volvió a su expresión normal cuando yo me controlé.

—No me jodas, Joan Bauer.

Suspiró y se cruzó de brazos. ¿Por qué no se largaba a jugar con su gato y me dejaba en paz?

—Tu libro es el único que falta. Tienes que decirnos dónde está; tenemos una misión que completar.

Mi ira se disipó un momento a la mención del libro. Ni siquiera recordaba que mi familia tenía uno —pero ahora que lo mencionaba, todo tenía sentido. Comencé a tener recuerdos de golpe en mi cabeza y Joan pareció darse cuenta de lo que sucedía.

—¿Sabes dónde está?

Sí. Claro que sabía. ¿Cómo no lo adiviné antes?

—Sí —dije quedamente, pero ella estaba demasiado emocionada por lo que podía significar eso que no me prestó atención.
—¿Recuerdas la dirección exacta?

Claro que lo hacía. No podría olvidarme del lugar ni siquiera en otra vida. Estaba sacándome de mis cabales el hecho de que tendría que volver al mismo lugar del que acababa de despertar —el bunquer de Cedric. Asentí y suspiré. Por lo menos serviría para estar un paso más adelante que nuestros adversarios.

La chica comenzó de inmediato con las preparaciones, pues era lo mejor viajar ahora mismo y así tener el libro para cuando llegara el resto. Elise y Niall estaban buscando a Owen y a Forrest, mientras que Alexa y Louis andaban “reclutando” más personas como nosotras. Al final, iríamos Liam, Joan con su gato y yo a buscar el libro mientras Stella se quedaba junto con Edward —a descansar, a entrenar o a esperar a los demás. Daba igual.

Me di cuenta de que toda esta situación me había hecho madurar, aunque sea un poco —porque aún seguía totalmente encabronada con Joan. Sin embargo, teníamos una misión que completar y por el momento, me tenía que tragar el enojo.


Joan hizo un portal que nos dejó en New York y de ahí, volamos hasta Brooklyn. Allí ya era de noche, pues en Australia desperté en la mañana —o eso creía. El sector donde viví alguna vez estaba desierto, más porque la casa estaba ubicada en un área solitaria que por alguna otra cosa. Los suburbios siempre me habían puesto con los pelos de punta. Era como vivir en una caja, junto a la ciudad, pero no realmente.

El lugar estaba abandonado, como predije. Mi suposición era que Cedric había dejado el lugar una vez que sobrevivió —ni idea de cómo— a mi puto intento de matarlo. La casa tenía un aspecto espeluznante que habría asustado a cualquier niño y Kira, que había vuelto a su tamaño reducido, miraba con atención a todos los rincones. En el puertón había un letrero rojo y blanco de “NO PASE” pero lo ignoramos deliberadamente.

—Vaya —silbó Liam— Olvidaste mencionar que tu papá era rico.
—Cierra el pico.

Caminé sin decir nada, sabiendo que los otros me seguían por el sonido de nuestras pisadas contra la grama descuidada. Pasé de largo por la casa, yendo hacia la izquierda y caminando hacia el patio trasero. A decir verdad, me esperé una alarma desde que entráramos a la residencia, así que no iba a arriesgarlo. Continué caminando hasta el patio trasero y hasta una pequeña choza ubicada a unos metros de la casa.

Había una piscina medio vacía y con moho en el interior. Estaba segura de que estaba repleta de ranas. Seguimos caminando hasta la choza en silencio, el único ruido además de nuestros pasos era el de la brisa contra los árboles y arbustos. La choza era pequeña, de un solo piso y daba la impresión de ser el hogar de quien antes había sido ama de casa. Pero era solo un disfraz.

Entramos a la casa y mi respiración comenzó a cortarse. Los nervios estaban comenzando a invadirme de nuevo. Adentro, el aire olía ha guardado y a viejo, como si nadie hubiese vivido allí por décadas. Caminé hasta la puerta junto a la cocina, qué parecía ser la de un clóset auxiliar, pero en realidad era el pasaje que llevaba hasta el búnquer. Y al poner la mano sobre el llavín, me quedé paralizada. No quería volver a entrar.

—¿Helenna? ¿Estás bien? —preguntó Joan al verme dudar.

Me aclaré la garganta y afirmé el agarre en la puerta, aunque de todos modos podía ver mi brazo temblar. Solté un suspiro tratando de calmarme y sacudí la cabeza.

—Sí, hagamos esto.

Si había salido del sueño, podría salir de aquí. Giré el llavín y jalé la puerta con fuerza. Me quedé quieta porque esperé algo dispararse desde que la puerta se abriera, pero no fue así. Después de revisar que no había trampas, entramos al angosto pasillo y bajamos las escaleras.

El pasillo me hacía sentir claustrofóbica, así que bajé rápido y sin prestar mucha atención a que los bombillos se encendían a medida que avanzábamos. Ya les había explicado dónde estaba el búnquer y que probablemente había trampas, así que no había necesidad de hablar. Estaba tan tensa que los brazos los sentía como dos palos de metal y me clavaba las uñas en las manos.

Una vez llegamos al final de la escalera y cruzamos por el umbral del búnquer, un ruido nos alertó. Solo con segundos antes, Liam gritó cuidado y nos empujó al suelo. Si no hubiese tenido la rapidez que poseía, hubiésemos sido decapitadas. Cuatro hojas de sable salieron de ambos lados del marco de la puerta y se clavaron en el lado opuesto.

—No estabas bromeando cuando hablaste de las trampas…
—Cedric es un paranoico, así que tengan cuidado, habrá más como esa —mascullé mientras me levantaba del suelo.
—Gracias, Liam —dijo Joan— Ahora, ¿dónde buscamos el libro?

La primera trampa me había puesto nerviosa cuando justo estaba comenzando a calmarme. A pesar de que había superado el juicio, todavía me seguía sacando de control estar bajo tierra y más en ese lugar. Pero tenía que lidiar con ello. Era más psicológico que otra cosa —incluso estaba sintiendo picor en la espalda.

—Aquí hay muchos cajones entre las paredes y pasadizos secretos. La mayoría tienen armas o documentos que nunca me molesté en curiosear —expliqué mientras avanzaba con pasos lentos hasta el centro del búnquer— El libro probablemente esté en uno de…

La caída de algo metálico me calló. Kira se encontraba en su forma aumentada y con una de sus patas golpeó un punto en la pared, junto a un paquete de lanzas medievales. No sabía cómo diablos olfateó el libro o qué clase de instinto le había dicho que ahí se encontraba, pero me agradaba haberla traído con nosotros. Liam fue a ayudarle y con un puñetazo aboyó el metal de la pared. Nadie se daría cuenta de no ser porque prácticamente habían roto la pared, pero detrás de la misma había una especie de librero.

Liam y Kira golpearon de nuevo, hasta que Liam pudo arrancar el tajo de metal. Al hacerlo, otra trampa se disparó y un mazo salió de la nada hacia ellos, pero Kira saltó del camino y Liam se agachó tan rápido como un parpadeo. Cuando estuvimos seguro de que no pasaría más nada, Liam se levantó y me encaminé a sacar el libro de la estantería.

—Gracias —me obligué a decir y el castaño me sonrió con autosuficiencia.

La solapa del libro era la más antigua que había visto, similar a la de los otros libros. Dentro había dibujos, símbolos y letras antiguas, así que era el libro correcto.

—Bien, ya lo tenemos. Ahora larguémonos de aquí, tengo un mal presentimiento —masculló Joan.

Cerré el libro. Justo cuando empezamos a caminar, un temblor azotó todo el lugar bruscamente, haciéndonos tropezar y casi acabar en el suelo de culo. El corazón de dio un vuelco —esta era la trampa final.

—¡Muévanse! —ordenó Joan.

Como pudimos y con todo derrumbándose, corrimos hasta la salida del búnquer. Lanzas, mazos, látigos, hachas y demás se estrellaban con el suelo. Una mesa se volcó. En el pasillo de la escalera, pedazos de techo comenzaron a despegarse del mismo y caer con fuerza en el suelo. El polvillo se nos metió en los ojos y la garganta. Y mi claustrofobia no ayudaba en nada a respirar correctamente. Sentí peñazos cortarme la piel de los brazos, pero no solté el libro. Tendrían que arrancarlo de mi cadáver.

Una vez en la choza, parecía que la casa iba a derrumbarse encima de nosotros en cuestión de segundos. Creo que por eso Liam nos agarró de las muñecas y en un suspiro, ya estábamos afuera, rodando por el césped y tosiendo como locos. Cuando abrí los ojos, la luz de la luna iluminaba los escombros que ahora sustituían la vivienda.


Para cuando llegamos a Australia, estaba más que exhausta. Casi ni participé en la conversación de la cena, mi atención estaba únicamente en la comida y más nada. Estaba segura de que todos se estaban preguntando cuando soltaría algún comentario ofensivo o una maldición, pero mi cabeza estaba en otro lado, demasiado ocupada como para desviarse.

Sabía que pronto me daría sueño. Sin embargo, no quería irme a dormir. Aunque una parte de mi supiera que ya había salido de lo que sea que viví, otra parte (tal vez más grande) estaba reacia a dormir y no quería pasar por lo mismo de nuevo. Constantemente, tenía ganas de masajearme la espalda, solo para comprobar que las cicatrices seguían teniendo años y no eran recientes.

Me tenía harta y frustrada conmigo misma el hecho de que no era mi yo usual debido a toda esa mierda. Tenía ganas de golpear un saco de boxeo hasta desmayarme, pero Edward no tenía sacos de boxeo. Después de la cena, tomé las dagas y salí al bosque. Caminé hasta encontrar un tronco sin hojas y me quedé mirándolo por unos cuantos minutos. Luego, como si hubiesen presionado un botón detrás de mi cabeza, me agaché en posición de ataque y comencé a soltar tajos a diestra y siniestra. El árbol se convirtió en mi zamba personal.


Cuando ya había golpeado lo suficiente, que ya mis brazos estaban tiesos a mis costados, entonces caminé de vuelta a la casa a darme una ducha. Había logrado lo que quería: sacar toda la frustración que sentía y cansarme lo preciso para no ponerme a pensar en cosas estúpidas. Me tiré en la cama sin hablar con nadie y me dejé llevar a la inconsciencia.

Sabía que estaba durmiendo, pero me sentía despierta de igual manera. Por un momento, me asusté tanto que iba a comenzar a gritar y a correr…sin embargo, me percaté de lo que había a mi alrededor. No eran paredes de metal, eran paredes absolutamente blancas. Era una habitación sin puertas ni ventanas, pero parecía entrar aire acondicionado de algún sitio, porque el ambiente estaba tan frío como me gustaba.
En un lado de la habitación había un colchón, una sábaba y una almohada: todos de color blanco. Fruncí el ceño y comencé a dar una vuelta en 360 grados. ¿Acaso estaba en un manicomio…? Pero lo que vi cuando me giré, respondió la pregunta sin tener que formularla en voz alta. Delante de mí se encontraba Zayn, con una expresión entre la locura y el cansancio, ojeras negras debajo de los ojos y el cabello despeinado en diferentes direcciones.

—¿Esto es el limbo? —pregunté, recordando donde los había puesto Joan.
—Buena observación —rodó los ojos— ¿Cómo llegaste aquí?
—Me gustaría saberlo…

De repente, una idea cruzó a mi cabeza y la seguí sin dudarlo. Me acerqué a Zayn con grandes zancadas y lancé un puñetazo a su estómago. No lo vio venir —lo que me sorprendió, pero no me iba a quejar—, se sujetó el abdomen y se agachó por inercia.

—Eso es por ser un cabrón. Realmente, debería haberte golpeado las bolas —sacudí la cabeza— Así que considérate suertudo.
—Dejaría que me golpearas todo lo que quieras si me sacas de aquí —espetó una vez que se recompuso.

Dejé de mirar las paredes para voltear a verlo con las cejas levantadas y una mueca en los labios. ¿En serio creía que había venido aquí a eso?

—No he venido para sacarte —dije— Ni siquiera sé por qué estoy aquí. Pero aprovechando la situación…—lo miré con toda la firmeza que pude acumular— Cuéntame todo acerca del Anti-círculo.
—¿Por qué diablos…?
—Estás atrapado aquí, Zayn —señalé la habitación con brusquedad— Lo último que deberías hacer es tratar de pasarte de la lista negra a la lista gris.

Me miró en silencio por unos segundos. Parecía estar pensando en mi proposición intensamente, porque se mordía los labios y se despeinaba aún más el cabello. Parecieron pasar varios minutos antes de que me respondiera.

—Les diré todo lo que quieren saber…si me sacas de aquí —se cruzó de brazos.

Estaba segura de que diría algo cómo eso. Le sonreí con cinismo.

—¿Qué te hace pensar que voy a creerte? ¿Eh?
—Tienes derecho a no hacerlo —contestó— Pero estoy hablando en serio, Helenna. Este lugar me está volviendo loco —su tono de voz cambió, su voz se volvió más desesperada y rota— Si sigo aquí, voy a terminar volviéndome loco o matándome.

Lo analicé sin decir nada. La verdad es que Zayn parecía fuera de sus cabales y su apariencia física dejaba ver lo muy desequilibrado que se encontraba. No dejaba de mover los ojos y se mordía las uñas a cada tanto —asqueroso. Luego, una idea llegó a mi cabeza. Como si alguien hubiese susurrado las palabras en mi oído. Tal vez no podía matar a Zayn porque yo acabaría sufriendo repercusiones por el asunto, sí. No obstante, nuestro lazo había avanzado. Ya no era que sufríamos heridas cuando el otro se lastimaba; todo había cambiado con lo de los sueños-recuerdos. Estaba segura de que ya tenía un lazo con su mente, así que podría utilizar mi poder para dejarlo en una coma temporal si él se atrevía a traicionarnos de nuevo.

—Veré lo que hago —eso fue suficiente para iluminarle el rostro, pero me acerqué hacia él con aire amenazante y entrecerré los ojos— Pero presta atención a lo que te voy a decir: Respecto a la información que nos des, Joan podrá saber si estás mintiendo o no. Y de ser así, o si mueves siquiera un dedo en contra de nosotras, una respiración, un sueño, un pensamiento…voy a dejarte como un vegetal por el resto de tu vida, Zayn. Es una promesa.

omg Kate morí con tu comentario, ¿sabes? Muchísimas gracias Y me alegra que te haya volvido la emoción por la NC, porque adfkahfkadk quiero que siga adelante
Ahora, me diste muchas ideas con tu comentario sabes y eso de que se cerró un capítulo en la vida de Lenna, jo, no lo había pensado xd pero ahora que lo dices sí tiene sentido En fin, MUCHAS GRACIAS POR UN COMENTARIO TAN BELLO DARCY

KANDE estoy sonriendo como una boba y mi mamá está detrás de mí, ya va a pensar que me quedé sin juicio(? PERO MUCHAS GRACIAAAS En serio, amé tu comentario y asdgsfjlfaksf que pienses eso significa mucho para mí Es que nadie sabe qué es Kira porque nunca vieron Inuyasha :nolike: si tuvieras una, no importa que el océano nos separe(?
En fin, muchísimas gracias Kande, de verdad