Los Ojos del Demonio (Harry Styles)

La casa irradiaba vitalidad cuando ocho pares de ojos se posaron sobre la mansión Teronsk, dos días habían pasado desde que llegaron a Nueva Zelanda. Harry había tenido sus dudas al dar con el lugar, no podía estar cien por ciento seguro si Balthazar seguiría viviendo en Nueva Zelanda, ya habían pasado algunos siglos y el viejo hombre podría haber cambiado de hogar. Era algo habitual entre los hijos de demonios, cambiar de hogar con el paso de los años, dejando solo el recuerdo entre los mirtigasis que les habían visto, otras veces causando terror a su paso por poseer un cuerpo sin alma, este había sido el tormento de pocos incluyendo el mismísimo Harry.

-¿Estás seguro de que ese hombre seguirá aquí? – pregunto Liam mirando el enorme portón en la entrada.

Harry se limitó a encogerse de hombros. De camino a la mansión Teronsk Louis había decidido confesar todo lo que tenía que ver con el libro que Dina había encontrado, solo que supo de inmediato que debía omitir el hecho de que Harry quisiera acabar con la vida de la mirtingasi. Todos se habían mostrado sorprendidos, Zayn por su parte había mostrado su enojo de inmediato al ver lo que habían ocultado, él sabía que algo había detrás de todo eso pero se reservó sus sospechas. Louis había disfrutado al decirle un “te lo dije” a Harry después de que este le confeso que Dina no era descendiente de Nerky sino de un arcángel.

-Balthazar puede llegar a ser un hombre muy reservado – dijo Louis a los demás – lo mejor sería que solo Harry y yo entráramos – Liam asintió al igual que Niall.

-No creo que sea lo mejor, ahora somos un equipo – les decía con el ceño fruncido Gemma.

-Dejémosles entrar solos – le susurro Bernard en el oído. Gemma se cruzó de brazos apretando la quijada.

-Conseguiremos la información necesaria, nos veremos en la plaza principal cerca de la estatua del Capitán James Cook– les prometió Harry para después alejarse de ellos.

Louis y Harry estaban frente a la puerta de la mansión, el rizado diviso el pequeño botón del timbre y sin dudarlo lo presiono, una vez, dos veces. No paso mucho tiempo cuando una chica de cabello castaño se asomó por la puerta.

-¿Puedo ayudarles en algo? – pregunto inmediatamente.

- Venimos a hablar con Balthazar – dijo rotundamente el rizado, la chica negó con la cabeza comenzando a hablar.

-Aquí no vive alguien con ese nombre – murmuro encogiéndose de hombros. Harry sospechaba que Balthazar habría cambiado su nombre, los demonios más viejos solían hacerlo para así tener su nombre antiguo solo para ellos y no serían reconocidos en su presente.

-Pero esta es la mansión Teronsk, ¿cierto? – la joven asintió. “Bingo” pensó Harry sonriendo. - ¿Podríamos hablar con tu superior? – La joven dudo pero de inmediato asintió haciéndoles pasar.

El lugar había cambiado por dentro, el marco de las puertas era de madera pintada en color dorado, las paredes tenían una pisca de rugosidad pintadas de color blanco aperlado, algunos candelabros en el techo, aun seguían en la mansión y le daba un aire del siglo XVII. Por primera vez ambos se sintieron como en casa, habían pasado años en ese lugar aprendiendo el sin fin de hechizos para sobrevivir al mundo mortal, y ahora habían regresado a una parte de su pasado, el pasado que Harry se había prometido borrar de su mente pero por más que lo hacia esos recuerdos seguían vivos en su memoria.

-Mi padre ha dicho que baja en unos momentos… - Louis y Harry giraron su cabeza para ver de quien se trataba esa voz, un joven de no más de veinte años bajaba las escaleras, llevaba un atuendo elegante tratándose de un día cualquiera, su chaqueta era de lino, al igual que su pantalón, una corbata sobre la camisa y su cabello rubio estaba algo alborotado – de momento debo llevarlos a su despacho – cuando estuvo a su lado los estudio rápidamente, una mirada fugaz a cada uno. – Por aquí – les dijo caminando delante de ellos. Harry frunció el ceño conteniendo una mirada irónica hacia el chico, él conocía tanto la mansión que podría haber caminado con los ojos cerrados hasta aquel despacho.

Al entrar al despacho, el joven se sentó detrás de la silla en el escritorio, les invito a tomar asiento –cosa que hicieron de inmediato- les miro con duda pero aun así seguía con una sonrisa en los labios. Harry podía sentir una energía viviendo del joven, sabía que no debía confiarse demasiado.

-Supongo que conocen a mi padre de hace mucho tiempo – dedujo el joven.

-Demasiado tiempo – afirmo Louis mostrando una leve sonrisa.

-Y también supongo que esta no es una visita cualquiera… - sonrió el joven mirándoles por encima de las pestañas. - ¿A que han venido, precisamente? – pregunto haciéndose hacia delante y apoyando ambos codos sobre el escritorio.

-Preferimos tratar el tema solo con tu padre – Harry imito la acción del joven recargando los codos en el escritorio. El muchacho rio un poco levantándose de la silla, apoyo las palmas de las manos sobre el escritorio haciéndose hacia delante.

-Todo lo que tengan que tratar con él, lo tendrán que hacer conmigo – hablo severamente mostrando su impaciencia de inmediato.

-¿Vamos a tener que pasar por una serie de preguntas antes de hablar con el dueño de esta casa? – pregunto Harry recargándose en el respaldo de su silla despreocupadamente.

-Eso es lo que parece – hablo tratando de sonar tranquilo pero Harry podía notar su enfado.

-Entonces regresaremos después… - el rizado se puso de pie invitando a que Louis hiciera lo mismo, este le imito – cuando no tengamos que ser cuestionados por un pequeño e inexperto diablillo. – el joven presiono más las palmas de sus manos sobre el escritorio mostrando del todo su coraje ante las palabras de Harry.

-No creo que sea bueno hacer enojar a alguien que no sabes el gran poder que tiene – le respondió el joven mostrando sus afiladas uñas rasgar el escritorio.

-Eso es lo mismo que pienso cuando me topo con alguien más débil y ¿adivina qué? Lo estoy pensando ahora – sonrió Harry mostrando la gran bola de fuego que se formaba en la palma de su mano. El joven se sorprendió.

-¿Qué sucede aquí? – una voz más madura interrumpió en el despacho. – Joshua ¿Qué te he dicho sobre retar a nuestros invitados? – el joven pareció tomar la compostura cuando el viejo irrumpió en la habitación.

-Comportarse a la altura – murmuro robóticamente el joven de nombre Joshua.

-Ahora si nos permites – Joshua salió del despacho con la cabeza inclinada hacia abajo. – Louis… Harold – sonrió el hombre mirándoles – ¿hace cuánto que no recibía noticias suyas? Demasiado – se respondió él mismo.

-Balthazar – sonrió Louis saludándole.

-¿Ahora eres niñero de demonios inexpertos? – pregunto Harry con una sonrisa socarrona.

-Solo le tiendo la mano a los míos – murmuro con diversión. – pero díganme ¿a que han venido?

-Sentimos si hemos interrumpido pero esto es de vida o muerte.- dijo Louis.

-¿En que están metidos ahora pequeños demonios? – pregunto pícaro el hombre yendo a su silla detrás del escritorio. Harry sonrió débilmente negando.

-Se trata sobre una profecía – La atención del hombre ahora estaba sobre ellos – Una profecía que fue hecha hace miles de millones de años y perjudicara nuestro futuro…

-Te escucho, Harold.

-Lilith, la primera esposa de Adán hizo una profecía cuando los ángeles fueron a buscarla al mar rojo…

-Ella hizo muchas “profecías” – Balthazar instalo las comillas con los dedos cuando dijo esta última palabra. – ella se había vuelto loca cuando Él de allá arriba mando a buscarle.

-Se la historia – suspiro Harry – pero tengo las pruebas suficientes para creer que esta profecía esta en lo cierto – puso el libro de Tusincar sobre el escritorio, Balthazar abrió mas los ojos tomando entre sus manos el viejo libro.

-¿De qué tienda de aficionados lo hurtaste, chico? – Harry frunció el ceño negando molesto con la cabeza, el hombre se dedicó a hojear el libro.

-Es el original, no está manipulado por el hombre. – Murmuro Harry – Pero como decía… Lilith fue la primera esposa de Adán, cuando los ángeles fueron a buscarle al mar rojo, tras el dolor de ver como mataban a todos sus hijos predijo que uno de los hijos de Dios iba a traicionarle pecando al igual que ella… - Balthazar alzo la mirada arqueando la ceja – Un arcángel traiciono al gran Señor hace 18 años, uno del alto mando peco con una humana teniendo un mirtingasi como fruto del pecado…

-¿Qué arcángel fue? – pregunto de inmediato con la curiosidad en los ojos.

-Es algo que no sabemos aún – dijo Louis posando la mirada en Balthazar. – pero sabemos quién es su hija…

-La tierra que conocemos ahora como nuestro hogar podría ser destruida a causa de la desobediencia de ese hijo de Dios, la tierra sería utilizada como campo de batalla, nuestro mundo acabaría y nosotros también… - la voz de Harry se hizo más profunda – nosotros no podemos desmaterializarnos como los demonios que nacen siendo demonios…

-Siempre tendremos este cuerpo humano– completo Balthazar. - ¿Cómo podría ayudar? – pregunto con suspicacia.

-Asmodeo es la clave para averiguar si esta profecía es cierta – dijo Louis mirando al hombre, Balthazar se notaba sumido en sus pensamientos.

-Queremos contactarlo y tú eres el único demonio que conocemos que Asmodeo tiene su alma…

-Él no sale al mundo mirtingasi… No desde aquella lucha con Nerky… - la puerta del despacho se abrió haciendo que todos se quedaran en silencio, una joven entro dejando una charola con café sobre el escritorio. Harry no dudo en mirarle, produjo una pequeña sonrisa con algo de confusión cuando hablo.

-¿Delta? – la joven se giró de inmediato al escuchar su nombre.

-¿Si, señor? – Harry arrugo la nariz confuso.

-¿Qué le paso? – pregunto Harry ahora dirigiéndose a Balthazar.

-Una batalla con otro demonio, pérdida de memoria… larga historia – Balthazar le restó importancia agitando una mano – cierra la puerta al salir – le ordeno a Delta, la joven salió obedeciendo al viejo hombre. - ¿En qué estábamos? – el hombre miro a Harry y a Louis.

-Asmodeo – susurro Louis.

-Cierto… - Balthazar deposito dos cucharadas de café sobre la taza frente a él. – Asmodeo se ha mantenido oculto desde hace demasiado tiempo, dudo mucho que puedan contactarlo…

-¿Un hechizo para hablar con los seres del infierno? – pregunto Louis con duda. Balthazar negó.

-Dejemos detrás el hecho de que no podemos localizar a Asmodeo, ahora debemos buscar a Dina – anuncio Harry poniéndose de pie.

-¿Dina? – pregunto el hombre confundido.

-La hija del arcángel – le dijo Louis – Balthazar, debes mantenernos al tanto de todo lo que sepas.

-Lo hare –sonrió a ambos. – Una cosa más… - se apresuró a alcanzarlos antes de que salieran del despacho - ¿han sabido algo de Verónica?

-Ella se encuentra bien, ha estado de visita por nuestro hogar desde hace unos días – Balthazar asintió ante las palabras de Louis. – debemos irnos.

-Cuídense – Harry hizo un inclinamiento de cabeza hacia Balthazar, segundos después ambos habían salido de la mansión.


-¿Y bien? – pregunto Gemma agitando con el popote su bebida.

-¿Han conseguido algo? – el que hablo ahora era Zayn.

-Asmodeo esta invisible para todos – les comunico Louis – según Balthazar, el demonio se está escondiendo en quien sabe dónde por temor a Nerky… - Gemma dijo una maldición.

-Ese hijo de perra – bramo la castaña molesta. – al parecer todos le tienen miedo.

-Dejemos a este demonio de lado y centrémonos en Dina – decía Zayn planteándoles sus puntos para poder encontrarle, todos escuchaban atentos pero la atención de Harry se centró en una chica sentada bajo la estatua del Capitán James Cook, se levantó de su asiento sin pensarlo dos veces, el aura de la chica hacia que se sintiera atraído hacia ella, no estaba pensando claramente cuando se inclinó hacia ella, su cabello obscuro caía por sus costados cubriéndole el rostro, con un ligero movimiento de su mano él pudo apartar esos mechones de cabello que le cubrían el rostro, la chica se apartó asustada pero Harry pudo notar que estaba llorando, fue cuando ella alzo la mirada que ambos se quedaron quietos mirándose uno al otro.

-¡Oh, Harry! – la chica se echó a sus brazos, él le rodeo fuertemente sintiendo el alivio.

-Dina – murmuro acariciando su mejilla.

-Creí que ya no te vería – sollozaba sobre el hombro del rizado.

-¿Cómo es que escapaste? – pregunto tomando su rostro entre sus manos.

-Gian se descuidó – murmuro soltando una pequeña risita – lo importante es que ahora estamos juntos, amor. – Harry miro a Dina, frunció el ceño dejándole a un lado. - ¿Qué pasa? – musito la castaña pero Harry sabía que algo andaba mal, Dina no pudo haber escapado de las manos de aquellos dos demonios tan fácilmente y que ella le haya llamado “amor” le hacía pensar que la chica que estaba sosteniendo en brazos no era más que un producto de su imaginación.

-Gian – musito Harry poniéndose de pie, un risa le hizo salir de su alucinación.

-Por lo visto falle en esa ilusión que cree especialmente para ti.

-¿Dónde está Dina? – gruño Harry. Gian rio de nuevo.

-Te lo planteare de esta manera – comenzó a caminar a su alrededor con diversión - ¿Alguna vez tu ex novia se ha cruzado en el camino de la chica que amas? Yo supondría que no sería nada bueno teniendo en cuenta que Fabela es muy explosiva tratándose de rivales femeninas – rio más burlándose de la situación - ¿le has visto cuando esta celosa? – Harry maldijo.

-Por tu propio bien y el de Fabela deben dejar a Dina en paz – Harry dio un paso hacia adelante pero Gian le detuvo.

-Esta no es la forma de negociar con los secuestradores, amenazar no es lo mejor.

-No me vengas con que es lo mejor o no – rio Harry ahora. – Te daré tres horas para entregarme a Dina, o si no marcare la última letra en tu mejilla, seguido de una muerte que en verdad será placentera para mí.

-No creo que esa amenaza me intimide, y aunque quisiera entregarte a esa mirtingasi, no puedo… ella está en el infierno ahora mismo, encadenada con las demás almas de los ángeles pecadores… - sonrió.

-De ser así ¿Por qué sigues en el mundo de los mirtingasi, Gian? ¿Acaso tu corazón se hizo puro y no pudiste regresar al agujero al que perteneces? – Gian gruño y Harry supo que estaba dándole en su punto débil. El rizado sabía que Dina no podía entrar al infierno a menos que solo fuera alma o que fuera un demonio.

-¿Sabes cuantas veces ella grito tu nombre cuando la arrastraba fuera de Durham? Ella creyó que la salvarías, pero al final termino conformándose con solo quedarse en silencio y no confiar en alguien como tu… - golpe bajo para Harry, esas fueron las palabras que más le dolieron. Imaginar a Dina gritar ayuda en medio de la nada, y que él jamás allá llegado a su rescate le producía un fuerte dolor en el pecho, dolor que dé debía controlar ante Gian.

-Estas agotando mi paciencia, y déjame decirte que soy alguien muy tolerante.

-Lamento agotar tu paciencia – se burló Gian.

-Harry – escucho detrás de él. Esa voz tan familiar que le hizo girarse. Era ella, Dina. – No le prestes atención, está jugando sucio – decía estando encerrada en una jaula aprueba de magia.

-Puedes volver a tenerle – sonrió Gian – solo debes sacarla de ahí, una prueba muy sencilla.

-¿Eres tan cobarde que quieres pelear frente a los mirtingasis? – pregunto el rizado dándose cuenta que aún estaban bajo la estatua del capitán James.

-No creas que eres el único con magia aquí – murmuro sonriente – ellos no pueden vernos – sonrió más.

Harry echo un vistazo hacia atrás y pudo ver que Dina seguía en aquella jaula. La castaña tenía ambas manos en los barrotes agitándose con fuerza.

-Basta de juegos y sácala de ahí antes de que corte cada parte de tu cuerpo – amenazo Harry.

-Eres muy sádico, Harry – chasqueo la lengua – ¿sabes cuál es el problema con los humanos? Que no saben cómo controlarse, no miden sus palabras – el rubio se deslizo de una manera veloz que la mirada de Harry no pudo captar, segundos después el rizado ya estaba sobre el suelo con Gian sobre él y una mano apretando fuertemente su cuello. – Eres más lento que un demonio normal… ¿no dirás nada? Buen chico… - le felicito. Harry luchaba con sus manos para quitarlo de encima. Un fuerte golpe en el pecho de Harry fue lo que le hizo gritar de dolor. – Pobrecillo – dijo el rubio – sería una pena que te viera morir esa adorable chica – murmuro cerca de su oreja.

-Vete al carajo – el rizado no dudo en soltarle un golpe en el rostro, Gian se tambaleo hacia atrás. El rubio se levantó regresándole el golpe.

Dina no podía ver quién era el que iba ganando en esa pelea, pero debía intentar salir de ahí antes de que Fabela se enterara de que Gian la tenía prisionera y la estaba usando para asesinar a Harry. Los quejidos se escuchaban, haciendo que la castaña se estremeciera.

Harry yacía en el suelo con el rostro cubierto de sangre, sus manos comenzaron a arder en llamas, sus ojos irradiaban obscuridad pura, sus ojos habían cambiado a un color rojo intenso y a pesar de que Dina se encontraba no muy cerca pudo ver como el rostro de Harry se distorsionaba. Gian estaba de pie arreglando el puño de sus manos, victorioso de haber derrotado a Harry. En un rápido movimiento Harry ya estaba de pie a su lado.

-Deberías ser menos presumido – le dijo para después soltar un golpe en su mejilla. Gian cayó al suelo. Harry le miraba de pie, una sonrisa siniestra se reflejaba en su rostro. Golpe tras golpe siguió después, el rizado comenzaba a dejarle debilitado al demonio.

-Harry, lo vas a matar – gritaba Dina desesperada – lo necesitamos – volvió a hablar, pero Harry le ignoro, él solo quería que aquel demonio pagara por lo que había hecho, por tanta amenaza, por haber apartado a Dina de su lado.

-No importa… cuantas… veces me golpees… - decía sin fuerza el rubio – ella… jamás podrá…podrá salir viva… de esto – rio Gian con algo de dolor.

-¿Qué es lo que dices, imbécil? – pregunto con rabia el rizado agitándolo de la chaqueta.

-La verdad… ella es la clave… la clave para todo… todo esto…

-¿De qué hablas, estúpido? – la paciencia de Harry se estaba agotando y solo más dudas habían ahora. Pero Gian no respondió, su cuerpo comenzó a quemarse debajo de Harry, las llamas estaban llevando a la muerte a Gian, mientras que un Harry consternado veía como el cuerpo se quemaba sin él haber hecho algo al respecto, pero no era así, tanto había sido su enojo que él mismo había provocado aquel fuego, ese fuego que ahora estaba quemando el cadáver del demonio. La mirada de Harry recorrió el lugar, la jaula que aprisionaba a Dina había desaparecido, la castaña se encontraba a unos centímetros de él cubriéndose con sus manos las piernas.

Todo a su alrededor había acabado, Harry miro a las personas que pasaban sin siquiera haberse enterado que hace unos momentos había una pelea de demonios frente a ellos.

El rizado se levantó, miro donde había estado Gian segundos antes, había desaparecido todo rastro del rubio, y con él, ese gran misterio de las últimas palabras que dijo.

Se dio media vuelta caminando hacia Dina, ella alzo la vista cuando sintió a Harry pararse frente a ella, le tendió la mano y la castaña la acepto levantándose.

-¡Oh, Dina! – suspiro Harry mirándole solamente.

-¡Harry! – murmuro Dina lanzándose a sus brazos. Él rizado le abrazo de una forma inusual, le rodeo con sus brazos pegándole lo suficiente a él, su esencia, su aroma, su manera de abrazarle, su cabello rozar su cuello, todo de ella estaba intacto, y el rizado agradeció que nada le haya pasado.

-Creí que jamás… que…- Harry le hizo guardar silencio colocando su dedo índice sobre los labios de la castaña.

-Todo está bien ahora, estas a salvo – decía Harry, más para convenserse el mismo.

Escucho su nombre a lo lejos. Ambos se giraron encontrando a siete hechiceros viniendo hacia ellos.

-¿Dina? – pregunto Louis incrédulo.

-¿Cómo es que…? – Niall miro a Harry señalando a Dina.

-Gian… - resoplo el rizado – ya tendré tiempo de contarles después. – Dina sonrió al sentir que Harry le rodeaba la cintura con un brazo. – por lo pronto debemos marcharnos de aquí.

-Tu madre debe estar muy preocupada – dijo Liam a Dina, quien se había encargado de apartar el agarre de Harry hacia la castaña.

-Ya veremos que inventar – murmuro Niall detrás de ellos.


La vieja casa era agradable para todos, cada uno se sentó en un respectivo lugar en los sofás, Gemma por su parte se había desviado al regresar a Durham, ella y Bernard habían desaparecido después de despedirse de los demás. Verónica se encontraba en casa, había estado haciendo preguntas a los chicos desde que llegaron, Louis y Liam habían respondido a todas, Niall se había quedado dormido en el sofá, mientras que Zayn miraba en repetidas ocasiones hacia las escaleras debatiéndose en si subir o no.

Por su parte, Harry y Dina habían subido a la habitación, la castaña se las había arreglado para arrastrarlo hacia la planta superior.

-No deberías seguir haciéndolo – se quejaba Harry. Dina tenía un algodón en las manos que lo presionaba contra las heridas del rizado pausadamente.

-Esto quiere decir que eres un cobarde – murmuro dejando el algodón más tiempo del necesario sobre una de las heridas. Harry se apartó de inmediato gruñendo dejando a Dina sentada en la cama.

-No es necesario que lo hagas – le reprendió el rizado.

-Pero se ven muy mal… podría darte fiebre si no curas las heridas – Harry sonrió de lado ante su comentario.

-Dina – suspiro acercándose a ella, se inclinó hasta quedar a su altura y la miro a los ojos, Dina trago pesadamente mirando los ojos del demonio que tenía frente a ella. – Las heridas no son algo que me importe… he pasado por cosas peores, y veme ahora… sigo vivo… en teoría – Dina soltó una ligera risita.

-Me preocupo demasiado – se encogió de hombros.

-Bien… - el rizado se sentó a su lado en la cama de nuevo – Debería llevarte ya a casa, tu madre…

-No – dijo firmemente la castaña. – podría llamarle y decirle que me quedare esta noche en casa de Apple – Harry negó.

-Debes regresar con ella – Dina se encogió de hombros. – Vamos – le dijo poniéndose de pie e invitándole a seguirle.

-Sabes que no me moveré de aquí – se cruzó de brazos mirando a Harry. – No me iré – el rizado le miro divertido.

-No me hagas molestar – le advirtió mirándole aun, sus labios se curvaron en una sonrisa al mirar a Dina gatear por la cama hasta llegar a la almohada, se tumbó sobre esta y cerró los ojos fingiendo estar dormida.

Había silencio en la habitación, no había escuchado cuando Harry salió ni si se había movido, pero tenía la necesidad de abrir los ojos de nuevo, así que lo hizo, los abrió lentamente topándose con un Harry mirándole, se había movido hasta quedar de pie al lado de la cama, ¿Cómo podía ser eso posible? Se había preguntado, había sido tan sigiloso, ¡sí! Tan sigiloso como una pantera.

-Una vez que estés en este lugar por más de 24 horas no te dejare escapar – le dijo Harry acostándose a su lado, se giró para quedar frente a ella en la cama.

-No quiero que me dejes escapar.

-Créeme que no pienso hacerlo, y si llegar a querer alejarte por lo menos unos milímetros de mí… no te será tan fácil escapar – sonrió mirándole.

-No lo hare – dijo segura la chica.

-Una vez que conozcas lo que soy, lo que hice y lo que hare, créeme que será en lo primero que pienses… escapar, pero aunque quieras alejarte de mí… hare lo que sea para no dejarte ir, incluso si debo llevarte conmigo al mismísimo infierno… Lo hare, con tal de tenerte a mi lado… - Dina sintió un escalofrió recorrer su espina dorsal, se estremeció ante aquellas palabras, pero antes de que pudiera hablar Harry le beso, le beso de una forma que jamás lo había hecho.

Él sabía que esto no iba a ser fácil, no después de lo sucedido en Nueva Zelanda, tanto él como Dina habían cambiado, basto solo un par de días para que ellos se dieran cuenta de lo mucho que se necesitaban, Harry por su parte, había decidido dejar su venganza atrás por unos días, no le diría a Louis, no lo comentaría con Verónica y mucho menos con Gemma, tan solo quería disfrutar de lo que su presente le daba, lo que podía ser un nuevo comienzo en su vida, y ahora que se había dado cuenta, él podía ser la muerte de Dina, pero primero debía investigar bien, guardaría esos secretos y solo esperaba que Dina no se enterara de nada, que le perdonaran por ser un completo egoísta al querer tenerle con él, pero ahora que volvían a estar juntos, no le dejaría escapar, no dejaría que ella se fuera de su lado y mucho menos que alguien se la arrebatara. La protegería de una manera inimaginable, porque en tan poco tiempo y aunque él se negara a aceptarlo del todo, él había caído enamorado, y si dar la vida por ella no era amor, entonces era lo único que podía darle.